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LA DEBACLE DE LA INDUSTRIA PETROLERA VENEZOLANA

El origen del colapso de la producción de petróleo en Venezuela es político. Solo

volviendo al Estado de Derecho se podrá gobernar de nuevo con éxito la actividad

petrolera y los recursos nacionales, aliviando la crisis humanitaria y social que vive el

país.

La industria de los hidrocarburos de Venezuela se ha derrumbado por completo. Siete

años de mala gestión y purgas políticas, el desmantelamiento de las estructuras

directivas de Petróleos de Venezuela SA (PDVSA) y el dejar de lado tradicionales

políticas de empresa, todo lo llevado a cabo por el gobierno de Nicolás Maduro desde

2014 ha socavado el sector y desestabilizado la economía nacional.

El último informe de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)

muestra que Venezuela produjo solo 527.000 barriles de petróleo al día en septiembre

de 2021. Esto equivale a una caída de 2,49 millones de barriles diarios, es decir, una

disminución del 82,9% de la capacidad de producción de petróleo en comparación con

los niveles de 2013.

Este descenso no tiene precedentes en la historia de ningún país productor de petróleo

que no haya sufrido un agotamiento de los yacimientos, una guerra o un conflicto

armado interno. Si bien el sector petrolero también sufrió el colapso mundial de los

precios del petróleo a partir de 2014, las políticas implementadas por el gobierno de

Maduro han acelerado aún más el declive. Con la economía en ruinas y el nivel de vida

colapsado, las condiciones actuales se hacen aún más sorprendentes dado que está
certificado que Venezuela tuvo las mayores reservas probadas de petróleo del mundo

entre 2007-2011, situándose en 316.000 millones de barriles.

Un desastre político

Hasta 2013, PDVSA tenía una sólida reputación como una de las empresas petroleras

nacionales más fuertes del mundo. Según el informe financiero auditado de PDVSA de

finales de 2013, Venezuela producía 3,02 millones de barriles diarios de crudo y se

procesaban 1,2 millones de barriles diarios de combustible en el sistema nacional de

refinación.

Al mismo tiempo, PDVSA mantenía 231.000 millones de dólares estadounidenses en

activos, plantas y equipos, 84.000 millones en patrimonio neto y arrojaba 12.000

millones en ganancias. Fue clasificada por el Petroleum Weekly Report como la quinta

empresa petrolera más influyente del mundo en 2013.


Entre 2004 y 2013, los ingresos del petróleo alcanzaron los 700.000 millones de

dólares, lo que equivale al 96% de los ingresos por exportación del país. Esto incluía

480.000 millones procedentes del Régimen Fiscal (impuestos, regalías y contribuciones

especiales) y 233.990 millones empleados en programas sociales denominados

“Misiones”. De estos últimos, 141.290 millones de dólares se destinaron a diferentes

fondos gubernamentales como el Fondo de Desarrollo Nacional (FONDEN), el Fondo

Chino y el Fondo de Infraestructura, entre otros.

A principios de 2014, el nuevo gobierno de Maduro, buscando afianzarse en el poder,

impulsó una violenta campaña de persecución política interna contra el ministerio de

Petróleo y PDVSA, el núcleo del poder económico de Venezuela. El objetivo era

destituir a la cúpula directiva heredada del gobierno del presidente Hugo Chávez y

obtener el control total de la empresa y sus ingresos.

La persecución llevó a cientos de directores, gerentes y trabajadores –incluido este

autor– al exilio y la cárcel. En su lugar, el gobierno nombró a operadores políticos, sin

conocimientos ni experiencia en el sector petrolero, que brindaron apoyo incondicional

a las políticas de Maduro pero perjudicaron la capacidad operativa de la empresa,

eludiendo todo mecanismo de control o rendición de cuentas. De hecho, a partir de

2016, el gobierno deja de emitir el Informe de Auditoría Financiera de PDVSA, ni

presenta los resultados de la gestión al público o a la Asamblea Nacional.

La necesidad de dinero del gobierno era insaciable, ya que requería fondos para

sostener su política de divisas y el aumento vertiginoso de la deuda externa debido a los

nuevos préstamos aprobados entre 2015-17, sobre todo de China. Según declaraciones
de Maduro, el gobierno pagó más de 70.000 millones de dólares en servicio de la deuda,

sacrificando recursos esenciales, tanto para las operaciones de PDVSA como para las

importaciones y suministros necesarios para la economía y el pueblo venezolano.

El gobierno de Maduro, ya en control de la junta directiva de PDVSA desde mediados

de 2014, desvió los recursos presupuestarios necesarios para mantener las operaciones,

ignorando el futuro de la empresa y del país en general. Fue un terrible error. La

consecuencia de una increíble mezcla de mala gestión, desconocimiento y desinterés por

proteger y cultivar el papel clave de PDVSA en la economía venezolana.

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