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Atte. Midnight Dreams


Traducción

LittleCatNorth

Corrección

Antonietta

Revisión

LittleCatNorth

Diseño

Catt
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Epílogo
Sobre la autora
Daniel

Daniel “Bronx” Morgan se mudó a Longview, California para alejarse de una


vida en Nueva York que simplemente no estaba funcionando. Esperaba unirse a los
famosos Longview Coyotes, un club de motociclistas con una reputación de
bordear la ley, y tal vez prestarles sus habilidades como mecánico.
Lo que no esperaba era conocer a una mujer que cambiaría su vida para
siempre...

Mia

Mia McKenzie es una científica, una fiera, y una mujer independiente cuyo
hermano es uno de los Coyotes de mayor rango. Cuando llega a Longview por una
visita, le presentan al nuevo chico motociclista, y encuentra que es tomada por
sorpresa por su magnetismo y sexy indiferencia.
Aunque no tiene tiempo para el amor, no puede resistirse a él y rápidamente
caen de cabeza en la lujuria.
Pero cuando un club de motociclistas rivales amenaza con cambiar totalmente
todo lo que los Coyotes han trabajado tan duro para construir, ¿puede Bronx
ayudar a proteger a sus nuevos amigos?
¿Y una impactante revelación de Mia llevará la fácil vida de Bronx a un
estremecedor final?
L
a habitación está oscura como boca de lobo, y Danny está haciendo
todo lo puede para intentar dormir, pero el sonido de gritos desde el
dormitorio junto al suyo está manteniéndolo despierto. El dolor en su
brazo, donde su padre lo golpeó contra la pared solo una hora antes, no está
ayudando. Él estaba acostumbrado a dolores y golpes, pero esto es peor; está
preocupado de que algo podría estar roto, y no sabe cómo se lo explicará a la
señorita Hardy mañana. Su maestra de quinto grado ya había llamado a la policía
una vez, cuando él llegó a la escuela con un ojo negro, y eso solo le había
conseguido una paliza peor más tarde.
Tanto como podía recordar, cada noche había sido como ésta. Su papá
llegaría del trabajo; cansado y enojado, por razones que Danny no entendía.
Primero, comenzaría bebiendo cerveza tras cerveza del refrigerador, hasta que se
quedara dormido en su sillón reclinable. Eso era tolerable; al menos la casa estaba
en silencio. Pero no pasaba mucho antes de que su papá despertara, y luego
comenzara a gritar y lanzar cosas. Danny usualmente correría y se escondería, pero
esa noche había intentado detener a su papá para que no lastimara a su mamá. En
lugar de ayudar, solo había hecho peor las cosas. Su padre lo había lanzado contra
la pared del pasillo y luego se encerró con su madre en su dormitorio.
Ahora, Danny yacía en su cama, obligando a sus ojos a cerrarse y rezando
por que los gritos simplemente se detuvieran. Su madre estaba peleando para
defenderse esta noche, y eso no iba a terminar bien para ella. Él podía escuchar el
sonido de su padre golpeándola, pero ella estaba gritándole que dejara de tocarla,
que había sido suficiente, que se fuera y los dejara solos. Justo cuando Danny
estaba a punto de poner su almohada sobre su cabeza para intentar acallar el
sonido, escucho la puerta del dormitorio de sus padres cerrarse de golpe. Y luego la
puerta frontal.
Y luego, el destello de las luces de la entrada frontal inundó su dormitorio,
mientras su madre abría su puerta.
Lo último que Daniel “Bronx" Morgan vio antes de despertar de su recurrente
pesadilla fueron las mejillas de su madre manchadas con lágrimas, y la sangre
derramándose de su boca como la fuente en Central Park...
—¡ Bronx! Trae tu culo hasta aquí, hombre. ¡Hay alguien que quiero
que conozcas!
Daniel Morgan acababa de mudarse a Longview,
California desde Manhattan, y aunque que simplemente había sido Danny en su
antiguo club de motociclistas, tan pronto como se conectó con los Longview
Coyotes, comenzaron a llamarlo "Bronx". No le importa mucho, porque podría
haber sido peor; uno de los chicos continuó llamándolo "J.Lo" cuando llegó aquí la
primera vez y él estuvo a punto de apuñalarlo en la garganta. Bronx era un nombre
con el que podía vivir.
Solo había estado en Longview por algunos meses, pero se estableció muy
bien. Después que su mamá murió, ya no parecía haber razón para quedarse en
Nueva York, y California era tan buen lugar para restablecerse como cualquiera.
Alguno de los chicos de su club en casa le habían sugerido Longview y los Coyotes
como un punto de partida. Bronx podría haber empezado de nuevo en cualquier
lugar; era un mecánico y diseñador bien conocido, y sus motos modificadas eran
unas de las más buscadas en la ciudad. Cuando decidió mudarse, vendió su tienda
por la clase de dinero que la mayoría de los motociclistas criminales tienen que
hacer circular armas o vender drogas para hacer. Debido a su habilidad, los chicos
de los Coyotes lo respetaban, incluso cuando mayormente evitaba las actividades
ilegales que hacían ricos al resto de ellos.
Pero una cosa a la que Bronx parecía no poder rendirse era a las mujeres.
Desde que su mamá había muerto, él había enterrado su pesar entre las piernas de
cada mujer que podía encontrar. Trató de no pensar demasiado en la psicología
detrás de eso; las mujeres siempre habían sido su debilidad. Pero ya que las drogas
no eran su cosa y odiaba desperdiciar dinero perfectamente bueno apostando, él
había comenzado a jugar el juego de las conquistas, y se había vuelto peor cuando
se mudó a Longview.
Las mujeres en California eran tan hermosas como siempre había escuchado,
y su reputación por ser un chico malo y rico lo había precedido. A donde sea que
iba con los Coyotes, otra mujer trataba de domesticarlo, tratando de convencerlo de
que ella era la indicada para ayudarlo a establecerse y comenzar una familia. Casi se
sentía mal por ellas, sabiendo que eso nunca iba a pasar...
Casi.
Esta noche, Bronx estaba en una barbacoa en casa de David "Dread"
McKenzie, y el patio estaba lleno de Coyotes y sus esposas y novias. También
había muchos extraños deambulando, Bronx nunca había conocido a la mayoría de
ellos. Antes de que dejara su casa en la montaña, se había prometido a sí mismo
que iba a pasar el rato con los chicos y relajarse. Realmente necesitaba una noche
libre de ser ese sujeto y una barbacoa veraniega con los chicos del club parecía ser la
respuesta.
Pero entonces, él atrapó la mirada de la persona que Dread estaba tratando de
presentarle. Y sintió como si toda la sangre de su cuerpo dejara de fluir en un
instante.
Ella lucía como una viajera del tiempo, llegando a la fiesta desde una era
diferente, como una actriz de una alocada comedia de los sesenta. Su suave cabello
rubio caía sobre sus hombros y sus enormes ojos chocolate lucían incluso más
grandes bajo un par de lentes de ojos de gato. Sus labios eran redondos y llenos, y
sus mejillas rosadas. Su cuerpo era lleno y curvilíneo, intensificado por un vestido
floral negro que se ataba alrededor de su cintura. Por primera vez en más tiempo
del que podía recordar, Bronx se sintió nervioso. Su voz estaba atrapada en su
garganta y no sabía cómo hacerla salir.
Dread le hizo señas para que se acercara más con una risa. —¡Bronx, hombre!
¡Quiero que conozcas a mi hermanita, Mia! Está de visita por un par de semanas
desde Seattle.
Bronx extendió su mano hacia Mia, quien arrugó su rostro un poco mientras
lo miraba de arriba abajo.
—Luces como Thor. El actor y el dios, supongo.
Bronx bajó la mirada hacia sí mismo y se encogió de hombros. Había
escuchado eso antes; con su largo cabello rubio, su descuidada barba del mismo
color y perforadores ojos azules, él tenía más que un parecido superficial. Pero, de
alguna manera, escuchar a Mia decirlo... lo hizo sentir como un adolescente a
quien la chica más genial de la escuela le dijo que era lindo, y se sintió tonto.
—No iría tan lejos, pero gracias. ¿Qué te trae a aquí desde Seattle?
Dread puso su brazo alrededor de su hermana y le dio un gentil restriego
sobre la cabeza. —Es una lista esta chica. ¡Está en la escuela estudiando
climatología, y vino aquí para revisar uno de los centros de clima en las montañas!
—Dread estaba destellando con orgullo fraternal, y Mia trató de alejarlo
juguetonamente.
Bronx no pudo evitar burlarse un poco. —¿Cómo un idiota como tu terminó
con una hermana genio?
Al mismo tiempo, Dread y Mia dijeron—: Padres diferentes. —Y luego
ambos rieron. Dread le dio a Mia un gentil empujón hacia Bronx antes de dirigirse
de regreso hacia la parrilla—. ¡Cuida de ella, Bronx! Consíguele una bebida. Haz
que se relaje. ¡Nunca deja de trabajar!
Mia forzó una sonrisa, y Bronx no pudo evitar mirar sus hermosos labios.
Tampoco pudo evitar notar que ella era tan pequeña; prácticamente podría ponerla
sobre su hombro y alejarse con ella.
Ahora se sentía incluso más como un imbécil. Y Mia solo estaba mirándolo
expectante, esperando que él siguiera con algo, cualquier cosa. Finalmente, ella se
rindió y comenzó a hablar en su lugar.
—Entonces, ¿esta es una cosa de los Coyotes que todos ustedes hacen? ¿Tú
haces circular armas como mi descuidado hermano?
Bronx fue tomado por sorpresa por un minuto. No estaba acostumbrado a
hablar con nadie tan abiertamente sobre los proyectos ilegales de los Coyotes.
Generalmente, trataba de permanecer alejado de ello tanto como podía, pero más
de una vez había estado obligado a ayudarlos cuidando sus espaldas cuando los
clubes de motociclistas rivales llegaban a la ciudad. La mayor parte del tiempo sin
embargo, Bronx hacía lo que podía para solo quedarse en lo mecánico, las
modificaciones y la pelea ocasional cuando era necesario. Pero, ¿la mayoría de los
Coyotes? Bueno, ellos ya sabían quién era Daniel Morgan cuando apareció en la
ciudad. No solía explicarle su trabajo a las personas, mucho menos a una mujer
que, obviamente, era más lista que él.
—Yo... bueno... soy un mecánico.
Mia levantó una redondeada ceja hacia Bronx. —Esos son vaqueros para
motos True Religion. No eres simplemente un mecánico.
Bronx bajó la mirada a su propia ropa de nuevo. Realmente nunca había
pensado mucho en lo que compraba o vestía. Simplemente usaba lo que era
cómodo. Pero, ya que pensaba en eso... sí, esos vaqueros habían sido bastante
costosos.
—No puedo decir que pensé mucho en los vaqueros. Pero no, no soy
simplemente un mecánico. Soy dueño de una tienda de motos bastante famosa en
Manhattan. Hice muchas modificaciones para algunas personas de buena
reputación. Así que, sí, ahora principalmente solo reparo las motos aquí, pero soy
hábil en otras áreas también.
Mia golpeó su mano sobre su muslo y comenzó a reír. Bronx odiaba esta
parte, la parte donde hacían la conexión.
—¡Oh dios mío! ¡Te conozco! Estabas comprometido con esa actriz, ¿cierto?
Y luego ella... Oh. Oh no, lo siento. Nunca conocí a alguien famoso antes, así que
supongo que olvidé que eras una persona real.
Bronx asintió. Estaba acostumbrado a eso. No mucho después de que su
mamá murió, su prometida, una actriz llamada Josie Graham, lo había engañado
con uno de sus coestrellas. Había estado en todas las revistillas de chismes; de
hecho, Perez Hilton lo supo antes que Bronx, lo que solo impulsó sus deseos de irse
como el demonio de Nueva York. Todo allí estaba demasiado lleno de recuerdos.
Al menos California ofrecía un cambio de escenario, y había cero oportunidades de
encontrarse con Josie en Longview.
Mia estaba mirándolo como si él fuera un pájaro herido, la cual era una
reacción a la que Bronx no estaba realmente acostumbrado. La mayoría de las
mujeres lo veían como carne fresca, no como un proyecto. No estaba seguro de
cómo se sentía en cualquier caso.
—Está bien. En serio. El pasado y todo eso. Entonces, ¿estás disfrutando
Longview?
Mia se encogió de hombros y dio un vistazo alrededor del patio trasero de
Dread. —Se supone que suba a las montañas para hacer algo de trabajo, pero
Davey ha estado manteniéndome ocupada con estas cosas de moteros. Su casa no
es exactamente una reserva natural. Es más bien... polvorienta.
Bronx estalló en risas; por la descripción del suburbano Longview como
"polvoriento" y por la idea de Dread siendo alguna vez Davey. Bronx no estaba
seguro de qué lo poseyó, pero se encontró haciendo una pregunta que
probablemente lo metería en problemas.
—Escucha, mi casa en realidad está en las montañas si quieres ir arriba por un
día. Tengo bastante propiedad y es realmente seguro, así que deberías ser capaz de
hacer lo que sea... que haces.
Mia rió —Esa es una oferta dulce, pero no sé cómo se sentiría Davey sobre
eso. Y segundo, no viajo en la parte trasera de las motocicletas. Son estúpidas y
peligrosas. De hecho, solo he estado caminando por los alrededores.
Bronx rodó sus ojos. —Tengo un auto. Puedo venir a recogerte y llevarte allí
arriba, luego llevarte a casa más tarde, cuando sea que estés lista.
Mia estaba a punto de responder cuando Dread gritó desde el otro lado del
patio: —¡La comida está lista!
Mia gritó como respuesta: —¡Oye, D! ¿Te importa si paso el día de mañana
en casa de Bronx para conseguir algunas lecturas al nivel de la montaña? ¡Él dijo
que me recogerá!
Bronx se sintió como si fuera a vomitar. Los Coyotes eran ferozmente
protectores con su familia y Dread ya estaba mirándolo mortalmente. Pero Mia
tenía una despistada sonrisa gigante sobre su rostro que decía "todo negocios", así
que Dread se desinfló con un feroz gruñido.
—Sí, supongo. Pero... Solo... Ciencia, solamente. ¿Entiendes, Morgan?
Bronx lo saludó con un rostro serio mientras el resto de los Coyotes
comenzaban a reunirse alrededor para llenar sus platos con comida bajo la atenta
mirada del cálido sol poniente.
L
a siguiente mañana, cuando Bronx estacionó fuera de la casa de
Dread, no estaba en su moto, sino en su camioneta Cadillac DRW.
Mia ya estaba sentada en la escalera de la entrada con una sonrisa
enorme en su rostro y su mochila en su regazo, como un niño en su primer día de
escuela. Bronx rió mientras salía de la camioneta y caminaba hacia Mia para tomar
su bolsa y guiarla hacia el auto. Ella levantó una curiosa ceja hacia él y chasqueó la
lengua.
—Bueno, eres bastante caballeroso. No esperaba eso exactamente.
—No todos somos monstruos —dijo Bronx mientras abría la puerta y
ayudaba a Mia a subir. Pudo verla rodando sus ojos mientras él caminaba hasta el
lado del conductor. Ella ya estaba hablando cuando él entró.
—No quise decir eso. Mi hermano es un osito Teddy. Solo quise decir que
leí... Oh, no importa. Sueno como una idiota.
—Sí, tal vez un poco —dijo Bronx con una risa entre dientes.
—Lo siento. Paso tanto tiempo en el laboratorio que a veces olvido lo que se
siente hablar con otra persona.
Bronx condujo hacia el largo camino de montaña que llevaba a su cabaña
aislada. Había comprado la casa porque estaba escondida de la hiperactividad del
centro de Longview, pero también porque nunca había sabido en realidad cómo era
vivir lejos de la ciudad. Había crecido en las afueras de Manhattan y había sido lo
que su mamá llamaba una "rata del subterráneo”, un niño quien sabía cómo
navegar en los trenes por su cuenta desde antes de que fuera capaz de andar en bici.
Así que vivir solo en las montañas era bienvenido, pero a veces, era más que un
poco solitario.
Por la esquina de su ojo, Bronx pudo ver a Mia mirando por la ventana con
amplios ojos, fascinada por la flora y la fauna que constituía su hogar en la
montaña.
—¡Es tan hermoso aquí arriba! Dime, sé que tienen un clima bastante
templado en Longview pero, ¿has visto mucha nieve aquí?
Bronx rió mientras giraba en la curva cerrada hacia su entrada. Ni siquiera
sabrías que era una entrada a menos que la buscaras.
—Me mudé aquí en mayo, y es agosto. Honestamente no podría decirte. La
agente de bienes raíces dijo algo sobre nieve, pero francamente, no estaba prestando
atención. Simplemente me gustó mucho la casa.
Mia bajó su ventana y dejó que su mano rodara junto con la brisa. —Es al
menos diez grados más frío aquí arriba. No sé por qué alguien viviría en cualquier
otro sitio. Odio el calor. Es por eso que me mudé de Florida a Washington para la
escuela, y parte de por qué estoy estudiando el clima.
—Bueno, por suerte, estar aquí por el día puede ayudarte con tu trabajo —dijo
Bronx, mientras estacionaba en frente de su enorme casa. Era como nada que Mia
hubiera visto antes, todo madera, cristales y enormes ventanas. Casi lucía como si
hubiese sido construida en la montaña misma. Mientras salían de la camioneta,
Mia agarró su mochila e inmediatamente caminó hacia los bosques, pero Bronx la
persiguió.
—Whoa, espera. No puedo simplemente dejarte ir allí fuera sola. ¿Sabes lo
que estás haciendo? ¿Tienes algo para protegerte? Es seguro hasta donde sé, pero un
oso podría vagar por la propiedad o algo. Supongo. Simplemente no estoy seguro
que debería dejarte ir allí fuera por tu cuenta.
Mia levantó su ceja, y puso su mochila más apretada a su alrededor, atando
una correa con una hebilla alrededor de su cintura. —Suena como si supieras
menos que yo lo que pasa en tus bosques. Estaré bien. Tengo equipo de
navegación, y si todo eso falla, una brújula. Solo me iré algunas horas y luego
regresaré a tiempo para la cena. ¿Cocinas? Tal vez puedas hacer algo mientras no
estoy.
Bronx miró fijamente a Mia, boquiabierto. —Bueno, eso sí es un maldito giro.
¿Tú sales a pasear a través del bosque, y yo me quedo atrás para hacerte la cena?
—¿Eso es un problema? Porque simplemente puedo bajar la montaña
caminando y buscar un autobús o algo.
Bronx ni siquiera sabía cómo responder. Mia no era para nada igual que sus
habituales fanáticas, cayendo sobre ellas mismas por una oportunidad de pasar la
noche con él. De hecho, ella no parecía importarle ni dos mierdas él. No estaba
seguro de si quería salir gritando o arrastrarla a su cama inmediatamente.
—No, si puedo. Cocinar, quiero decir. Supongo que intentarás regresar aquí
antes del anochecer. Esos bosques no son divertidos en la noche.
Mia guiñó, giró sobre los talones de sus botas y se fue, dejando a Bronx de pie
frente a su casa, completamente confundido.
¿Esa diminuta rubia en Doc Martens acaba de adueñarse de mí?
E
ran casi las siete de la noche y de alguna forma, Bronx se las había
arreglado para juntar una cena bastante agradable con la poca comida
que tenía en la casa. La mayoría de las noches, ni siquiera estaba en
casa para cenar; los Coyotes usualmente estaban en casa de Dread hasta la
madrugada, planeando o solo perdiendo el tiempo. Así que, a menos que el ama de
llaves se molestara y abasteciera sus gabinetes, la comida generalmente se abastecía
de a poco. Pero él tenía suficiente entre la despensa y el refrigerador para cocer un
pollo, hornear unas papas con Sriracha, y cocer brócoli al vapor. No sabía qué
imaginaba Mia, pero esperaba que eso fuera lo suficientemente bueno.
Las siete y treinta llegaron y Mia no regresaba aún. A pesar de sí mismo,
Bronx se sentó en su sillón, mirando a través de la televisión y preocupándose de
que algo le hubiera ocurrido a ella. Estaba a punto de salir y comenzar a buscarla
cuando la puerta frontal se abrió, y allí estaba ella, cubierta de lodo y ramitas, con
una sonrisa gigante en su rostro.
—En el nombre de todo lo que es sagrado, ¿qué te ocurrió? —gritó Bronx.
Mia bajó la mirada a su ropa y se encogió de hombros con una risa. —¡Oh!
Me caí por una colina. No es gran cosa. ¿Quieres que intente... rasquetear algo de
esto aquí afuera?
—¿Rasquetearlo? No, eso es... ridículo. ¿Por qué no tomas una ducha? La
cena puede esperar algunos minutos más. Puedes usar la habitación de invitados.
Hay una bata allí, y lavaré tu ropa mientras comemos.
Mia bajó su bolso y le dio a Bronx una mirada curiosa. —Normalmente no
aceptaría una oferta de ducharme en la casa de un relativo extraño, pero esa
comida huele increíble y no quiero gotear lodo en todo tu comedor. Así que, una
ducha suena genial.
Bronx llevó a Mia escaleras arriba y hacia la habitación de invitados, donde le
entregó una afelpada bata blanca, y la dirigió al baño. Trató de cubrirse los ojos
cuando ella comenzó a desnudarse y entregarle cada pieza de ropa para lavar, pero
no pudo evitar notar cuán curvilíneo y hermoso era su cuerpo. Estaba volviéndolo
loco, y sintió que debía salir de la habitación antes de que hiciera algo de lo que se
arrepentiría.
—Voy a poner esto para que se comience a lavar. Sin embargo, no te apures
ni nada.
Mia le hizo señas para que saliera del dormitorio mientras ella encendía la
ducha, y él corrió fuera de allí tan rápido como sus piernas podían llevarlo. Cuando
llegó al cuarto de lavandería, se reprendió a sí mismo mientras cargaba su ropa en
la lavadora.
Amigo, tienes que acabar con esto. Dread te matará, y además... ella es demasiado
buena para ti. Dale su cena y llévala a su casa...
Media hora más tarde, Mia bajó las escaleras, envuelta en la bata con su largo
cabello rubio atado en un moño. Bronx trató de lucir indiferente sobre toda la cosa,
pero su mente estaba dando vueltas. Mia no era como nadie que él hubiera
conocido, en Nueva York o California, y cuando ella le sonrió, sus ojos brillando
detrás de sus lentes, él sintió su corazón comenzar a correr.
—Entonces, ¿cena? ¡Estoy famélica! —dijo Mia, saltando hacia la mesa.
Bronx se levantó del sillón y comenzó a juntar la comida de la cocina.
—Esto luce delicioso —dijo Mia con un gruñido hambriento—. ¿Realmente
hiciste todo esto?
—Bueno, no fue tan difícil. Literalmente fue todo lo que había en la casa, así
que no tenía muchas opciones.
Mientras comían, hablaron sobre sus vidas y sus pasados. Mia le contó sobre
crecer como una hija de segundo matrimonio, y cuán duro lo había tomado Dread
cuando su mamá se volvió a casar con el padre de ella. Bronx le dijo sobre su padre
abusivo, y como todo se había vuelto mejor cuando él se fue, pero cuán imposible
había sido llegar a fin de mes con solo su mamá trabajando. Esa era parte de la
razón por la que se había roto el culo para hacer un éxito de la tienda de
modificaciones. Pronto, ellos se movieron de la mesa a la sala de estar, y estaban
bebiendo vino frente al fuego. Después de otro par de horas riendo y hablando,
Bronx miró el reloj y casi escupió su vino.
—¡Mierda! Mia, son las dos de la mañana. Tengo que llevarte a casa. Dread
va a matarme.
Mia rió y se recostó hacia atrás en el sillón, levantando sus pies sobre el
regazo de Bronx. —Bronx, soy una adulta. Estoy en un programa de maestría. No
soy una adolescente de secundaria que tiene que estar en casa antes del toque de
queda.
—Sí, pero, Mia...
Antes que él tuviera oportunidad de decir algo más, Mia se inclinó y lo besó,
duro. Comenzó mordisqueando los labios de él, y empujando su lengua dentro de
su boca, dejando a Bronx incapaz de responder.
—Demonios, Mia. Si no te detienes ahora, no creo que vaya a ser capaz de
hacerlo tampoco —advirtió Bronx a Mia, mientras la sacudida en su ingle le
advirtió cuánto dolía por su toque.
—¿Quién dijo que quiero que te detengas? —dijo Mia con una sonrisa,
jadeando por su frenético beso—. De cualquier forma, Davey está afuera en una
carrera esta noche. Probablemente no regresará hasta mañana. Tenemos todo el
tiempo del mundo.
Mia comenzó a jalar a Bronx hacia las escaleras que llevaban a los
dormitorios, sosteniéndose fuerte a su mano; ella estaba decidida en sus pasos, e
intermitentemente volteaba para dispararle una traviesa mirada a Bronx sobre su
hombro. Cuando estuvieron fuera del dormitorio de Bronx, ella lo besó de nuevo,
un enloquecido y serio beso, entonces lo jaló dentro de la habitación y lo lanzó
sobre la cama.
Bronx se encontró intoxicado por el limpio aroma de su cabello, picante
canela y jazmín limpio, la esencia de su champú, y la delicada suavidad de su piel.
Él tiró su camiseta sobre su cabeza, y salió de sus pantalones, dejándolos caer al
suelo. Entonces, Bronx miró con un agonizante dolor mientras ella se deslizaba
fuera de la bata, de pie delante de él en nada más que el más pequeño hilo de ropa
interior de encaje. Su corazón estaba martilleando una melodía ensordecedora
cuando ella se acostó junto a él, rebelde y viva.
Él enterró su cabeza contra el vientre de ella, besando gentilmente su ombligo
y luego haciendo un camino de besos hacia arriba por su estómago, mientras sus
manos acariciaban su espalda y trasero. Mia gimió cuando él se aferró a los llenos
montículos de carne entre sus manos, firme pero suave; igual que ella. Él levantó la
mirada hacia sus hermosos ojos, y la besó de nuevo, esta vez con toda la pasión que
estaba sintiendo en lo profundo de su propio vientre. Ella era menos feroz ahora,
pero él podía ver la neblina de lujuria ardiendo en sus grandes ojos café. Los cerró
con fuerza cuando él sumergió su lengua en las profundidades de su deliciosa boca,
disfrutando cada momento, cada sensación. Las manos de ella agarraron sus
hombros con desesperación, entonces lo soltó para acariciar y explorar el resto del
cuerpo de Bronx.
—Siiiií —tarareó Mia, mientras corría sus dedos sobre sus enormes músculos.
Y mientras Bronx comenzaba otra serie de besos hacia abajo por su cuello, sus
pezones cubiertos de encaje, él ahuecó su pecho y comenzó a probar el pezón con
su experta lengua. Nunca antes había visto una mujer tan absolutamente perfecta, y
aunque creía que podía pasar la eternidad explorando su cuerpo, saboreándola por
la eternidad, él ya no podía esperar. Sus dedos empujaron el encaje de su sujetador
hacia abajo, exponiendo su firme y respingón montículo. Chupó suavemente,
incrementando la presión hasta que ella jadeó con placer.
—¿Te gusta eso, preciosa? Quieres más de eso, ¿cierto? —preguntó Bronx a
Mia, examinando su rostro mientras él pellizcaba su pezón entre su pulgar e índice.
Ella asintió, dándole la razón y mordiendo su labio. Bronx sintió su polla
saltar ante el sexy gesto y se movió a su otro pecho, repitiendo sus acciones y
llevando a Mia a retorcerse bajo su toque. Él dejó que su mano se deslizara más
abajo por su cuerpo, sobre su suave vientre, hasta que estaba acunando su sexo con
gentileza. Entonces, mientras Bronx permitía que un perezoso dedo acariciara los
labios de su coño suavemente a través de sus bragas de encaje, esperó hasta que
sintió sus caderas elevarse hacia su mano. Ya que ella parecía disfrutar su toque, él
le dio otro gentil apretón a su respingón pezón.
—Joder, por favor, Bronx. Te necesito ahora —rogó Mia, sus caderas
levantándose y moliéndose contra su palma. Bronx dejó salir un bajo gruñido sexy,
disfrutando de la forma en que su cuerpo respondía a su toque.
En una ola cegadora, Bronx bajó su tanga de encaje, mientras Mia
desenganchaba su sujetador y lo lanzaba al suelo. Él se arrodilló junto a la cama, y
tiró de Mia hacia él, hasta que sus piernas estaban colgando sobre el borde.
Entonces extendió sus piernas abiertas, revelando la dulce esencia de ella, y
disfrutando de cuán húmeda y caliente estaba. Corrió su dedo hacia abajo por sus
brillantes pliegues y frotó su clítoris tiernamente.
—No te detengas, Bronx. Necesito más —lloró Mia cuando Bronx retiró su
dedo. A continuación, bajó su cabeza y bañó suavemente el punto que su dedo
acababa de dejar. Ella sabía delicioso, y él podía sentir el cuerpo de ella mientras
éste se sacudía y palpitaba con placer. Metió dos dedos profundamente dentro de
ella y la elevó con un incesante staccato que amenazaba con vencerla.
—Por favor, ahora, ¡voy a venirme, Bronx!
—No, Mia, este se trata sobre ti. El siguiente será por ambos, lo prometo.
Él continuó dándole a su coño su enfocada dedicación hasta que ella gritó, y
él sintió sus sedosas paredes contraerse alrededor de sus dedos, su orgasmo
abrumándolos a ambos mientras ella se tensaba con absoluto placer.
El cuerpo de Mia yació sin fuerzas y Bronx se acercó a ella, regresando sus
atenciones a sus deliciosos pechos, lamiendo y mordisqueando hasta que comenzó
a retorcerse contra él una vez más.
—¿Estás segura de que quieres continuar? —se burló Bronx. Ella levantó la
mirada en su dirección y se estiró para tomar su polla en su pequeña mano y guiar
su cabeza hacia su anhelante coño. Él estiró su mano y sostuvo gentilmente su
muñeca para detenerla.
—Será condenadamente mejor que te metas en mí pronto chico motero, o
podría simplemente bajar caminando esa montaña después de todo —dijo ella con
un guiño. Pero la sensible punta de su polla ya estaba justo en el borde de sus
profundidades, así que cuando agarró su culo y lo tiro hacia ella, fueron uno
finalmente.
—Joder, Mia —gimió, mientras sentía su apretado coño recibir su polla,
ceñido y perfectamente exquisito.
Ellos se sacudieron y movieron con un salvajismo incrementado; Bronx tiró
de las piernas de Mia hacia arriba, así estaban apoyadas a cada lado de su cabeza,
permitiéndole enterrarse profundamente dentro de su delicioso sexo.
—¡Más rápido, Bronx! ¡Necesito más, todo de ti! —gimió ella mientras sus
uñas se enterraban profundo y arañaban cualquier parte de su piel que ella podía
alcanzar en medio de su pasión—. Te necesito ahora.
Él le dio todo lo que tenía y miró su rostro asombrado cuando su segundo
orgasmo la sobrepasó, sus músculos internos jalándolo dentro de ella, ajustado y
duro, hasta que él se vino también. Entonces colapsaron en una pila complacida
sobre la cama, envueltos en los brazos del otro.
Bronx no pudo evitar sonreír mientras sostenía a una sudada y cansada Mia
en sus brazos, incluso cuando sabía en su corazón que podría haber cometido un
error. Sin embargo, había algo sobre la forma en que ella encajaba contra él tan
perfectamente, que ahogaba las dudas repiqueteando alrededor de su cabeza.
—Vaya —dijo Mia finalmente—. Para ser honesta, eso fue un poco
inesperado.
—¿En serio? —preguntó Bronx con una risa—. Como que sentí que tú sabías
lo que eras casi de inmediato.
Mia golpeó a Bronx sobre el estómago con una risa. —Vine aquí para efectuar
pruebas climáticas en las montañas. No a follarme a un motociclista. Eso solo fue
un feliz plus.
Bronx miró a Mia mientras se iba a la deriva del sueño junto a él, y cuando él
se durmió, lo último que vio fueron sus hermosos ojos sonriéndole.
C
uando Bronx despertó a la mañana siguiente, estuvo sorprendido al
encontrar que Mia no estaba en la cama junto a él, pero cuando olió
el café flotando desde abajo, al menos supo que ella no había
intentado irse sola bajando caminando la montaña. Antes de bajar, agarró un par
de pantalones de pijama y se los puso, entonces bajó las escaleras dos a la vez para
ver lo que Mia estaba haciendo. Estuvo sorprendido una vez más al descubrir que
ella ya estaba vestida y se servía una taza de café.
—Hola dormilón. Siempre me despierto temprano y realmente ya no pude
esperarte. Estaba a punto de despertarte.
—¿Estás apurada?
Mia sorbió su café y miró hacia el reloj sobre el horno. —Algo así. Tengo que
regresar para almorzar con Davey. Y luego debo encontrarme con algunos de los
profesores en la universidad esta noche. Pero, ¿quieres encontrarme para ir a beber
más tarde?
Bronx asintió. Bueno, esto es nuevo, pensó él mientras miraba a Mia lanzarse a
través de un agenda. Si él no había estado acostumbrado a una mujer como Mia
antes, ciertamente no estaba acostumbrado a una mujer como Mia estando a cargo
y haciendo planes. Una parte de él lo disfrutaba, pero la otra parte estaba un poco
inquieta. Lo hacía dudar de su posición.
—Déjame ponerme unos vaqueros y te llevaré a casa.

***

El trayecto de regreso a casa de Dread estuvo silencioso, pero cuando Mia


salió del auto prometió que llamaría a Bronx esa noche. En la boca de su estómago,
su pensamiento era que podría no escuchar de ella de nuevo. Todo sobre su
relación hasta ahora había sido patas para arriba, así no parecía fuera de la esfera de
la posibilidad que Mia podría tirar el propio juego de Bronx sobre él.
Pero en su lugar, ella sí lo llamó esa tarde después de su junta con los
profesores universitarios. Y a pesar de los comentarios de Dread sobre el tema, los
cuales eran frecuentes y de clasificación adulta, ellos pasaron cada noche juntos por
el resto de la semana. Fueron a cenar, a bares y a ver películas, y luego regresaban a
casa de Bronx, donde harían el amor hasta que el sol saliera. Llegó el punto donde
Bronx realmente había olvidado que Mia se iría. Hasta su última noche en la
ciudad, cuando ella fue obligada a recordárselo.
Estaban sentados en un restaurante mexicano en el centro cuando Mia se
estiró sobre la mesa y tomó la mano de Bronx en la suya.
—Bronx, esta semana ha sido increíble. No quiero irme, pero tengo que
regresar. Las clases comienzan pronto, y tengo que regresar a Seattle para
prepararme.
Bronx trató de ocultar sus emociones. Él no era ese chico; las mujeres iban y
venían, especialmente desde Josie, y a él no le gustaba exagerar sobre eso. Pero la
idea de que Mia se fuera lo hacía sentir... vacío. No quería que se fuera, pero no iba
a decirle eso.
—Oye, sabíamos que esto tenía una línea final. Ha sido divertido, pero haz lo
que tengas que hacer. Tal vez si regresas, podemos follar de nuevo.
Mia lucía herida. Se sentó hacia atrás contra el cubículo y cruzó sus brazos
sobre su pecho. —¿Entonces es así como quieres jugar esto? Bien. Después de la
cena puedes dejarme en casa de Davey y regresar a tu "oh, tan satisfactoria" vida.
Yo regresaré a la escuela y fingiremos que esto nunca pasó.
¡No! ¡No quiero eso! Quiero que te quedes aquí, conmigo, para siempre. ¡Te compraré
un título! ¡No tienes que irte!
—Está bien por mí.
¿Por qué dijiste eso? ¿Qué mierda está mal contigo?
—Bien —dijo Mia mientras pinchaba lo último de su comida.
Cuando Bronx dejó a Mia en casa de Davey, ella ni siquiera se despidió. Solo
azotó la puerta y pisoteó hacia la casa. Él quería perseguirla, pero ¿qué diría? Ella
estaba enojada y no había forma de convencer a una mujer de hacer algo cuando
estaba enojada. Así que se fue a casa, bebió media botella de whisky y se desmayó
en su sillón, deseando haber hecho algo, cualquier cosa, de manera diferente.
S
eis semanas habían pasado desde que Mia se fue, y Bronx había estado
lidiando con ello involucrándose más con las políticas de los Coyotes.
Bebía más y comenzaba a llevar a casa a cualquier mujer que mirara en
su dirección. Pero a donde sea que iba, pensaba en Mia. Lo estaba volviendo loco,
pero él reemplazó el conflicto sobre Mia con más de las mujeres ebrias, lo cual solo
funcionaba a corto plazo. Convenientemente, una noche de sábado particularmente
frustrante, Bronx fue llamado por el líder de los Coyotes, Drac Mulligan.
—Morgan... trae tu culo a la ciudad. Me enteré de que los Devil City
Warriors están planeando alguna clase de redada a medias en nuestro almacén de
suministros a las afueras de la ciudad esta noche. Quiero que todos nosotros
estemos allí para detenerlos, tú incluido. Esos Warriors no joden, así que ven
armado. ¿Me escuchas?
Bronx odiaba esta mierda de la rivalidad, pero venía con el territorio. Y la
última vez que los Coyotes se habían metido en una pelea con los Warriors, había
sido una simple pelea de bar, y aún así la mitad de ellos habían terminado en el
hospital. Decir que "ellos no joden" era un eufemismo. Pero no había forma de
rechazar una pelea como esta, sobre todo si no quería molestar a Drac.
—Obviamente estaré allí, hombre. ¿A qué hora?
Bronx escuchó algunos murmullos en el fondo. —Ve a casa de Dread en una
hora. Haremos un plan y seguiremos desde allí.
Bronx colgó y trató de sacudirse la niebla de whisky que había estado
bebiendo toda la noche. Lo último que necesitaba hacer era aparecerse ebrio; Drac
lo mataría. Algunas tazas de café más tarde, Bronx estaba de camino a casa de
Dread. Estaba preparado para una pelea con los Warriors, pero seguro como el
infierno que no estaba preparado para lo que pasó cuando estacionó en casa de
Dread.
Bronx saltó de su camioneta y en segundos, Dread estaba sobre él con un
arma en su rostro, gritando y vociferando tan rápido que Bronx no podía entender
ni una maldita cosa de lo que estaba diciendo. Dread no era un tipo alto, pero era
sólido y su peso era suficiente para evitar que Bronx se moviera o se las ingeniara
para sacárselo de encima.
—¿Quieres jodidamente calmarte, hombre? ¿Qué sucede? ¿Qué hice?
Dread empujó el arma más fuerte contra la sien de Bronx. —¿Qué hiciste?
¿QUÉ HICISTE? ¡Embarazaste a mi hermanita, ESO ES lo que hiciste, pedazo de
mierda!
Bronx sintió como si fuese a vomitar. ¿Mia estaba embarazada? Eso no podía
ser cierto. Ella lo habría llamado... ¿cierto?
—¿Cómo... cómo...? Jodidamente tranquilízate, Dread. ¿Ella te dijo que está
embarazada? ¿Cómo sabes que es mío, eh?
Dread retiró el arma y la golpeó contra la mandíbula de Bronx, enviando
estrellas a través de sus ojos. —¿Estás llamando zorra a mi hermana, cabeza de
mierda? ¡Es tuyo! ¿Ahora qué vas a hacer sobre eso, eh? ¿EH?
Bronx no tuvo oportunidad de responder. Los otros chicos vinieron corriendo
fuera de la casa, y sacaron a Dread de encima de él, finalmente dándole a Bronx la
oportunidad de arrastrarse para ponerse de pie. Frotó su mandíbula con
resentimiento, y trató de enfocarse, pero no pudo pensar en nada más que en Mia.
Finalmente, Drac salió de la casa y golpeó a Dread en la nuca.
—No sé en qué mierda están metidos ustedes idiotas, pero lidien con ello más
tarde. No me importa si se matan el uno al otro. Ahora mismo, tenemos que
detener a un club rival de robarse el valor de tres millones en armas y drogas debajo
de nuestras jodidas narices. Ahora compórtense y muévanse.
Dread apuntó un furioso dedo hacia Bronx. —No terminamos, Morgan. No
estamos siquiera cerca de terminar.
No es broma, pensó Bronx mientras regresaba a su moto con un ceño fruncido.
Ahora nunca íbamos a jodidamente terminar.

***

El área fuera del almacén en los suburbios de Longview estaba siniestramente


silenciosa. Los Coyotes dejaron sus motos a media milla de distancia del almacén y
caminaron a través de la maleza que rodeaba el edificio. A la distancia, no había
señales de los Warriors en ninguna parte, pero eso no significaba que ellos no
estuvieran cerca, esperando para hacer su movimiento. Drac había escuchado que
ellos estaban esperando por la medianoche para ir tras los suministros, así que todo
lo que podían hacer era esperar que la información fuera correcta. Si no lo era,
podían meterse en muchos más problemas que para los que estaban preparados.
Drac se acercó a Bronx y le entregó una segunda arma de fuego una Colt
calibre 45. —Algo no está bien, chico. Si los Warriors fueran a tomar este lugar esta
noche, estarían haciendo mucho más ruido. Habría alguna clase de señal de que
están aquí. Simplemente tengo un mal presentimiento —murmuró Drac mientras
revisaba sus balas.
Bronx estaba a punto de responder cuando vio un destello de luz en la
distancia. Podía haber sido cualquier cosa, pero su instinto le dijo que era una
señal.
—Drac... ellos están allí afuera. No creo que esto sea un asalto de suministros,
hombre. Creo que es una emboscada...
Pero las palabras apenas salieron de su boca cuando el sonido de un disparo
hizo eco a través de la noche vacía. Un grito explotó de la parte de atrás del grupo
de los Coyote, y Bronx supo que uno de sus chicos había sido disparado. Él giró
sobre sus talones para ver si podía ayudar, pero Drac agarró su brazo.
—¡No! ¡Vayan hacia el almacén! ¡Todos! ¡AHORA! ¡Cuiden sus espaldas!
Bronx siguió a Drac hacia el edificio, y después de un momento, captó un
vistazo del sitio desde donde venían los disparos. Los Warriors tenían hombres con
rifles encima del almacén, y estaban disparando desde una altura que significaba
que los Coyotes estarían muertos antes de saber qué los había golpeado. Bronx gritó
hacia Drac.
—¡El techo, hombre! ¡Tienen tiradores en el techo!
Los Coyotes se detuvieron lo suficiente para levantar la mirada al techo del
almacén, donde todos capturaron vistazos de los Warriors, quienes se habían
plantado allí. Algunos comenzaron a devolver los disparos, otros hicieron una
carrera hacia el almacén para intentar superarlos desde abajo. Pero Drac le gritó a
Bronx que lo siguiera.
—Hay una reserva de armas de alto rango en la casucha allí atrás. Yo tengo la
llave. Si podemos llegar allí, ¡podríamos ser capaces de bajar a esos imbéciles del
techo!
Bronx asintió que estaba dentro, y voltearon para comenzar a ir hacia la
casucha. Pero ellos no habían planeado la posibilidad de que los Warriors hubieran
anticipado su siguiente movimiento. Ocultos en las malezas secas había varios
miembros del club rival, armados con cuchillos y listos para pelear. Bronx sacó su
arma, pero un Warrior casi tan grande como él, estaba listo para eso, y pateó el
arma de su mano en un rápido movimiento.
Los hombres pelearon mano a mano, con Bronx haciendo todo en su poder
para mantener el cuchillo lejos de hacer contacto con su carne. Por el rabillo del
ojo, podía ver a Drac reteniendo a los otros dos hombres, pero solo apenas. Los
Warriors no estaban bromeando, y no les importaba a quiénes tenían que matar
para llegar a la reserva en el almacén.
Bronx sintió su energía desgastarse, pero dio un último golpe a la mandíbula
del Warrior. La sensación del hueso rompiéndose bajo su puño era innegable, y
pensó que finalmente tenía la ventaja, pero en el último momento, el Warrior se
balanceó desde abajo y en un destello cegador, trabó profundamente el cuchillo en
el estómago de Bronx. Él no estaba seguro, pero creyó que sintió el cuchillo raspar
contra una de sus costillas mientras el Warrior lo sacaba y hacía un movimiento
sobre Drac.
Bronx cayó de rodillas, y luego hacia el duro suelo polvoriento. El dolor fue,
por un momento, completamente abrumador. Pero luego, no sintió nada en
absoluto. Mientras levantaba la mirada al cielo nocturno, las parpadeantes luces
comenzaron a desvanecerse lentamente de su visión, mientras la oscuridad entraba
desde todos los lados. De repente, ya no estaba en las polvorientas afueras del
almacén, sino en su dormitorio de la infancia, de pie en la esquina, por su cuenta.
Había un pequeño niño en la cama, pero cuando Bronx se deslizó más cerca,
vio que el pequeño niño no era él. Lucía como él, pero tenía los grandes ojos cafés
de Mia, y sus curiosas cejas. De repente, Mia entró en el dormitorio, con lágrimas
en sus ojos mientras se sentaba sobre la cama del niño. Ella estaba usando una bata,
y lucía exhausta, justo como su madre siempre lucía cuando venía a casa después
de un turno tardío en la cafetería. Se estiró junto al niño y recostó su cabeza sobre
la almohada junto a él, y se dejaron llevar por el sueño.
En ese momento, Bronx notó que tenía que sobrevivir por Mia y su bebé. Que
no podía dejar que su hijo creciera sin un padre, de la forma en que él había
crecido. Iba a estar allí para su familia, en la forma en que su propio padre no lo
estuvo, sin importar lo que tomara.
Lo último que Bronx vio antes de irse a la deriva, fue el rostro de un niño que
no había conocido todavía, pero que esperaba conocer pronto...
E
l sonido de pitidos despertó a Bronx de lo que se sintió como la peor
siesta que había tomado en su vida. Lo primero de lo que fue
consciente fue del dolor; era intenso y se extendía desde su estómago
hasta su espalda. Pero luego, sintió una pequeña mano sujetando la suya, y miró a
su lado para ver a Mia, dormida con su cabeza sobre la cama, pero sosteniendo
apretadamente su mano.
Bronx se estiró gentilmente y alborotó su cabello, despertándola con una
sacudida.
—¡Estás despierto! ¿Necesitas un doctor? ¿Necesitas algo de medicamento
para el dolor? ¿Tienes dolor? ¡Imbécil! ¿En qué estabas pensando?
Bronx rió suavemente. —Bueno, ciertamente no estaba pensando en que
quería ser apuñalado. Aunque creo que si no hubiera pasado, tu hermano me
habría matado de cualquier forma.
Mia dejó caer su cabeza sobre la cama y murmuró: —Lo siento. Debí
habértelo dicho. Pero no quería que pensaras que era alguna clase de trampa, o que
solo quería tu dinero. Iba a arreglármelas yo sola.
Bronx corrió su mano a través del cabello de Mia. —Bueno, ahora no tienes
que hacerlo. Voy a cuidarte, Mia. Y a nuestro bebé. Voy a ser un buen padre y un
buen esposo.
Mia se sentó y sacudió su cabeza.
—No te estoy pidiendo eso, Bronx. No tienes que casarte conmigo. Solo
vayamos un paso a la vez, ¿de acuerdo? Primero, saldremos de este hospital.
Luego, descubriremos nuestro siguiente paso.
Bronx sonrió a través del dolor que estaba sintiendo, verdaderamente feliz por
primera vez en mucho tiempo.
—Siempre y cuando lo hagamos juntos.
Un año más tarde

—¡ Bronx! ¡Mia! ¡Las hamburguesas están listas! ¡Vengan aquí


antes de que les de su comida a los perros!
Bronx y Mia estaban dentro de la casa de Dread; Bronx
estaba cambiando el pañal de Maisie y Mia estaba terminando la jarra de
margaritas para la barbacoa. Había sido un año loco desde la pelea con los
Warriors a las afueras del almacén. Drac había sido asesinado en la pelea, así que
Dread se había hecho cargo de los Longview Coyotes, y había estado intentando
volver legítimos sus proyectos, aunque había probado ser más difícil de lo que él
pensó. Habían estado involucrados en el tráfico de armas por tanto tiempo que
salirse no era tan fácil como meterse, y más que un par de miembros estaban
poniendo resistencia.
Bronx aún estaba recuperándose de sus heridas, y había sido obligado a
enfocarse solamente en el trabajo mecánico y las modificaciones de motos. Pero
había funcionado; la gente en Lonwview y más allá estaban emocionados de tener a
Daniel Morgan trabajando en sus motos, así que ya nunca le faltaban clientes. Pero
ahora que Maisie estaba aquí, él estaba feliz de tener un trabajo que fuera seguro.
Porque Maisie era, inequívocamente, su vida. Desde el momento en que ella
nació, él no podía tener suficiente de ella, y había hecho todo en su poder para
hacer la vida más fácil para todos ellos, incluyendo a Mia. La había ayudado a
transferirse a la universidad local para que terminara su maestría, y ahora ella
estaba a solo semanas de terminar. Una vez que terminara, la escuela ya le había
ofrecido un trabajo en sus laboratorios de climatología, y ella no podía esperar para
empezar.
Cuando Bronx se había mudado a Longview, había esperado pasar el resto de
su vida con los Coyotes, siendo un imbécil motociclista, y durmiendo con todas las
mujeres en la ciudad. Imaginaba que se metería en algunas peleas, bebería, y
simplemente vería a dónde iba su vida. Pero nunca había esperado encontrar una
familia, una familia real... la clase de familia que siempre quiso.
Y ahora, mientras sostenía a su bebita y miraba a su hermosa novia, supo que
su vida no podía volverse más perfecta.
Excepto por más tarde esa noche, cuando le diera a Mia el anillo que estaba
ocultando en su bolsillo trasero...
Cassandra Michaels es una joven y apasionada escritora de ficción que ama
explorar las muchas facetas que el género romántico tiene para ofrecer. Comenzó a
escribir en competencias anuales de escritura creativa en la escuela, en su distrito
escolar local de Nueva Jersey.

Nunca fue buena escritora de niña, pero solo lo hacía porque la hacía feliz.
Fue en secundaria cuando finalmente aprendió las apropiadas estructuras, ritmo y
otras técnicas de escritura que comenzaron a hacer estragos reales en su escritura.
Después de asistir a la Universidad Rutgers en 2011, comenzó a escribir
habitualmente, de manera independiente para llegar a fin de mes. Fue durante estos
años universitarios en los que se inspiró para dedicarse al romance. El deseo por el
romance es lo único que puede relacionarnos como humanos. El romance puede
venir en todas las formas y sabores, pero nadie puede negar el ardiente deseo por
amor.
Realizado sin fines de lucro para promover la lectura.

Apoyemos a los autores comprando el original.

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