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La educación hoy día es un gran tema de debate.

Realmente hace muchos años que lo


es, pero parece que estos días se le haya dado algo más de voz, ya que nos encontramos
en un momento de crisis. Y una crisis genera un cambio. Pero, como de costumbre,
hemos tenido que esperar a que llegara un huracán para que nos ponga todo “del revés”
obligándonos a salir de la zona confort. Nos han hecho reinventarnos. Y no, no es fácil.
Claro que no, sobre todo de hoy para mañana. Estoy segura de que la inmensa mayoría
de los docentes estamos dando lo mejor de nosotros para que nuestros alumnos sufran lo
menos posible las consecuencias de algo que llegó sin avisar.
Creemos que la enseñanza viene dada por el maestro o profesor y el alumno es el que
recibe. ¡no! No hay pirámide aquí. El alumno es guiado por el maestro. Pero el
aprendizaje ha de salir de su curiosidad. Somos los profesores y maestros quienes hemos
de provocar esas ganas de aprender y que sea cada alumno quien encuentre su
potencial, porque todos, sí, todos valen. Y lo siento, pero en la mayoría de los casos si un
alumno “fracasa”, la responsabilidad es nuestra porque no hemos sabido llegar a él.
Duele, sí, pero es así. Y no porque seamos malos maestros o profesores, no porque no lo
hayamos hecho lo mejor que hemos sabido. Simplemente, porque a veces no podemos
llegar a todos. No somos superhéroes. Somos humanos y también nos equivocamos. Y
no pasa nada.
Actualmente, tenemos una notable tasa de abandono escolar y la mayoría de este
porcentaje es por desmotivación, por creer que ellos no son capaces, porque se les pone
una etiqueta, etc. Y, créanme, que esa desmotivación muchas veces viene provocada por
lo que enseñamos, ya que la mayoría de las veces no es significativa. Es un aprender
“porque me obligan”, porque “tengo que” y sin saber por qué. Es un memorizar y “vomitar”
sin sentido. Preparemos, por favor, a nuestros alumnos para la vida de mañana, no para
la vida de hace 50, 20 o 15 años. Enseñémosles a ser críticos, a tener voz, a que luchen,
a que no se rindan. Que las cosas cuestan, pero, si luchan, pueden conseguirlo. Nadie
regala nada. Y sí, la vida es injusta, por ello hay que aprender a trabajar la frustración,
entre otras emociones. La gestión emocional es básica en el aprendizaje.
Enseñar es crear, es motivar, es imaginación, es creatividad, es ilusión, es superación, es
autoconocimiento, es valor, es respeto, es dar, recibir; es, ante todo, AMOR. Por ello, la
escuela ha de ser por y para el alumno, no para la institución, no para el maestro.
 Y es que, desgraciadamente, a veces tienes que volver al pasado y recordar por qué
elegiste esta profesión, ya que durante el camino es fácil perder esa ilusión, ese brillo en
los ojos al enseñar, muchas veces causado por la presión de este sistema que nos oprime
y agota con burocracia irrelevante, entre otras cosas.

Este no es un mensaje de crítica, les aseguro que es todo lo contrario. Es un mensaje de


reflexión y de ánimo al cambio. Ya hemos salido de la temida zona de confort. Lo que
tanto miedo daba, ya ha pasado. ¿A que no ha dolido tanto? Despídete del miedo que no
te dejaba avanzar. Este es el gran aprendizaje que hemos de sacar de todo esto: ¡YA
ESTÁ! ¡Estamos fuera! No vuelvas atrás. Y si vas a hacerlo, antes pregúntate si es eso lo
que realmente quieres para ti. Si eras feliz ahí donde estabas.

Estoy segura de que, aunque justo ahora no es momento para esta transformación, sí que
lo es para agarrar toda la fuerza que necesitamos para realizar este cambio. Porque ya es
hora de que la escuela se transforme.

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