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María Camila Cardozo Prieto

Universidad Nacional Autónoma de México


Seminario de Filosofía, Religión y Poesía en María Zambrano II

Sobre el concepto de Piedad en María Zambrano

En el segundo capítulo de El hombre y lo divino “El trato con lo divino: La Piedad”, María
Zambrano, presenta la ‘piedad’ como una categoría de la vida y como una forma de saber
tratar con la alteridad: con “lo otro” y con lo distinto. Un modo de ser del justo, en cuanto
que tiene una connotación moral al referirse a un trato, un orden y un ocuparse con “lo
otro”, y esto otro, es heterogéneo y diferente, algo o alguien que no está dentro de nuestro
mismo plano vital.

Zambrano expone diferentes formas de referirse al concepto de ‘piedad’, no sin antes


advertir la extrañeza que ha producido la pregunta filosófica por la ‘piedad’, dado al tiempo
que ha vivido en incógnita y ha sido desconocida por la inteligencia. Tal como lo afirma
Zambrano, “La piedad, todo ese mundo inmenso designado por ese nombre, sigue viviendo
y alentando, pero no encuentra hueco alguno donde situarse en el edificio del más alto de
los saberes, del que confiere rango y jerarquía, lugar adecuado a las realidades para que
se manifiesten y operen”. (Zambrano, p.200, 2005), y cuya mayor dificultad estriba en una
filosofía fundamentada en una razón anuladora de cualquier abismo que aparta la realidad
oscura y heterogénea.

A partir del pensamiento cartesiano hubo un intento por reducir el conocimiento a la razón
humana y de concebir la realidad desde lo que capta el pensamiento. No obstante, para
Zambrano pensar es actualidad, el ser humano a penas puede comprender el pasado y su
pensar no logra captar aquello que no es, que es y es a medias. La realidad no comprende

1
únicamente lo que es, sino además lo que no es, aquello invisible e indefinible, posible de
acceder mediante la experiencia, y cuya experiencia es entendida como la primera capa más
humilde del saber de “las cosas de la vida”. En este sentido, su crítica a la filosofía moderna
es un intento por superar el racionalismo cartesiano y la crisis de la razón que ha emergido
al posicionar la razón como criterio único de la verdad absoluta, a partir del regreso a la
génesis. Pues con el racionalismo cartesiano, el ser es reducido e identificado como
conciencia o como sujeto pensante que existe en cuanto duda, alcanzando así, la superación
de la realidad sagrada bajo el orden lógico del sujeto.

Si bien la filosofía moderna ha dejado un vacío que ha motivado al pensamiento a


preguntarse por la piedad, la filosofía antigua logró acercarnos al término desde los
diálogos de Platón como sucede en el Critón, una apología del maestro en donde Sócrates
es condenado a muerte en virtud de una acusación de impiedad. Sin embargo, la figura de
Sócrates es la figura del piadoso que pese a su juicio decide someterse a lo justo 1. De aquí,
que la primera definición de ‘piedad’ propuesta por la autora sea “(…) la virtud que hace
tratar debidamente a los dioses para acabar en la conclusión de que es lo que trata de lo
injusto y lo justo”. (Zambrano, 202, 2005). Arguyendo, además, que ser piadoso y santo
dependen de un saber adecuado como lo sería cualquier otra virtud.

Ahora bien, el nacimiento de los dioses griegos configura un aspecto central en el


pensamiento de María Zambrano, que además fundamenta una de sus distintas
consideraciones en torno al concepto de ‘piedad’ y su cítrica a las religiones modernas 2; y
es que lo que entendemos por piedad antigua, es el trato sacrificial como el primer trato del
hombre con la realidad sagrada. El sacrificio, entendido como la primera forma que da
origen a la primitiva religión griega, a manera de culto, nace de la necesidad humana de
mitigar la angustia que trae consigo la realidad abrumadora.

La realidad es presentada como un exceso de agobia y de angustia, que hace al hombre


refugiarse en una instancia superior desconocida y enigmática que le genera terror. Es así

1
A Sócrates se le atribuía una procedencia divina, que no era otra que la sabiduría inspirada por la diosa
Diótima, quien iluminó su camino de la verdad.
2
Aquí es importante tener en cuenta que, para Zambrano tanto la filosofía como la religión y la poesía, hacen
parte de una unidad indisoluble, en donde no posible pensar cada término por separado. Esto hará que
vayamos hilando su pensamiento a partir de las cuestiones religiosas, el pensamiento poético y el lugar que la
filosofía en la construcción de la realidad.

2
como la relación del hombre con lo sagrado se cifra en un delirio persecutorio al sentirse el
hombre observado por una instancia que no logra ver ni conocer, y será justamente la
angustia producida por ese ocultamiento de “lo otro”, lo que además produzca al hombre
esperanza y lo lleve a la acción sacrificial-acción sagrada-que no es otra cosa que un pacto
en el que se ofrece algo a cambio de lo demás.

En la inmensidad el hombre quiere orientarse con estas acciones sagradas. Lo


primero que se ocurre no es pensar, sino hacer. En el hacer hay algo más pasivo
que en el pensar; la acción sagrada es una acción pasiva, como se muestra en toda
la ambigüedad del sacrificio, suprema acción que un hombre o una estirpe
solamente tiene derecho a realizar y que siendo ofrecimiento es respuesta a esa
presión que la realidad sin límites ejerce. (Zambrano, p. 209, 2005).

De dicha manera, el hombre-según Zambrano-en esta relación con la realidad busca


alimentarse y servir de alimento cuando tras verse consumido por una realidad abismal y
angustiosa confía, si se quiere, en una ofrenda a cambio del sacrificio que acomete.
Empero, este sacrificio existirá también en trueque con la inspiración: don que recibe el
hombre y acrecienta el misterio de su origen, una señal y un saber proveniente de algo
superior que pertenece propiamente al mundo de la piedad.

El saber por inspiración es descrito por Zambrano como “(…) un huésped a quien hay que
saber recibir y tratar para que no desaparezca dejando algo peor aún que su vacío”.
(Zambrano, p. 211, 2005). La inspiración es entonces, un saber que pone de relieve la
angustia en el mundo de la alteridad, porque emana de algo que es distinto al sujeto, y cuyo
piadoso saber inspirado residirá para Zambrano en la poesía. Es por ello, que el poeta
adquiere un carácter sagrado y es considerado un oráculo que no termina de saber lo que
dice, porque la inspiración habita en él como la llegada de un Dios que en él se manifiesta.

Por otra parte, la relación del hombre con lo sagrado constituirá dos procesos que se verán
implicados mutuamente. El primero de ellos se entiende como la ‘deificación del hombre’,
en donde el hombre busca establecer y crear un orden que le permita mantenerse a salvo de
la resistencia angustiosa que trae consigo la realidad sagrada. Pues existir, significará para
la autora, un acto de resistencia. El segundo proceso, es la ‘sacralización’ que supone un
retorno al caos y un intento por superar la concepción metafísica del ser como unidad. No

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existirá pues, una relación de oposición con la alteridad porque el hombre se percibe como
partícipe de lo real, y será justamente la alternancia de estos procesos lo que marque dentro
de la filosofía de María Zambrano el desarrollo de nuestra cultura.

Ahora bien, Zambrano planteará una crítica a la nueva piedad, o a esta segunda forma de
‘piedad’ posterior a lo que se concibe como piedad antigua, donde era sacrificio la manera
del hombre relacionarse con la realidad sagrada para pasar a una relación cimentada en la
razón filosófica. Para la autora, esta será una actitud violenta, dominante e impositiva por
su pretensiosa búsqueda en reducir la alteridad al espacio del sujeto, es decir, al espacio del
pensamiento, y que será explícito en la filosofía Parménides en su caracterización del ser
como inmutable y eterno, sustituyendo la realidad originaria y corrompiendo, si se quiere,
la disposición poética originaria del hombre con lo real. De tal forma, que la resistencia
angustiosa de lo sagrado quedará superada mediante el concepto de unidad e identidad, es
decir, que lo real será entendido desde una unidad que no es heterogénea, sino inmutable,
homogénea y permanente.

La nueva piedad de Sócrates encontrará su camino y en él la solución entre la


piedad antigua y la filosofía del ser en una escuela filosófica que nace
simultáneamente con otras, como si todas significaran el intento de lograr la
solución de este doble conflicto. Se trata del estoicismo, nacido entre el
epicureísmo y el cinismo. Pero es él quien descubre el camino recto. El cinismo
desesperado oscila ante a piedad, se deja devorar por ella. (Zambrano, p. 214,
2005).

Para la autora la nueva piedad constituirá un proceso de ‘desacralización’ que acabará con
la antigua piedad, aun cuando la piedad antigua aún sea posible de rescatar con Aristóteles
y Platón. Sin embargo, será el estoicismo la única escuela filosófica por excelencia que una
la piedad antigua con la nueva piedad, para construirse en una razón mediadora que sepa
tratar con “lo otro”. Con la llegada del estoicismo, la sabiduría se fundamentará en el
respeto y la tolerancia con la alteridad y reconocerá un vínculo con el lado pasional e
irracional del ser.

Por último, Zambrano hará hincapié en que, con la llegada de la modernidad, el hombre
buscará autoconstituirse en el desarrollo histórico, independizándose de Dios para

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convertirse en el protagonista de su propia historia. De aquí que hablemos de un proceso de
‘deificación’ del hombre, ya que es él quien intenta asumir el papel de creador, para poner
la historia como nueva deidad. Esto llevaría al hombre occidental al punto inicial, es decir,
a la máxima resistencia de lo sagrado por un delirio persecutorio que alguna vez creyó
superar, por sacrificar su ser por el progreso de una historia universal.

 Zambrano, María. (2005) El hombre y lo divino. Fondo de cultura


económica. Colección Breviarios. México: FCE

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