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Pontificia Universidad Católica de Chile

Facultad de Letras
LET 104H-1
Profesor: Sebastián Schoennenbeck
Alumno: Camilo Díaz Fuentes

La idea del infierno en “El lugar sin límites” de José Donoso.


Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno.
Dime, ¿dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno?;
Mefistófeles: Debajo del cielo.
Fausto: sí, pero ¿en qué lugar?
Mefistófeles: En las entrañas de estos elementos.
Donde somos torturados y permanecemos siempre.
El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito
a un solo lugar, por que el infierno es aquí
donde estamos,
y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer...
MARLOWE, Doctor Fausto.

En el libro de Donoso, El Olivo se nos presenta como representación del infierno en


la tierra, tal como apuntaba el epígrafe de Marlowe. La respuesta que da Mefistófeles es la
clave para una lectura sobre personajes y el lugar en el que se desarrolla la obra.
El hecho de que transcurra en las viñas del señor, del señor don Alejo, quiere decir
que ahí están todos sus fieles, los cuales obedecen todo lo que este les diga; en donde este
personaje se presenta de dos maneras: como Dios y como Mefistófeles.
Por una parte, se cree que don Alejo es el salvador, por que el les traerá la luz
(eléctrica), y camina entre ellos teniendo todo el poder que se le adjudica, por ser el terreno,
en gran parte, de su propiedad. Nada escapa a su conocimiento, “tenía los hilos del mundo
en sus dedos” (p.98), cosa que nos hace ver que el es el omnipotente en la ciudad. El
poderío que encarna en la vida de los habitantes de El Olivo era muchas veces es
considerada como benigna. Manuela mientras era perseguida por Octavio y Pancho, decía:
“porque más allá del límite me espera don Alejo que es el único que puede salvarme”
(p.131). Todos los movimientos de don Alejo parecían calculados, por que al vender sus
tierras se aseguraba la simpatía de los habitantes, cosa que le sirvió para obtener un cargo
público. Era tal la consideración que “Aquí en el pueblo es como Dios. [...] Y es tan bueno
que cuando alguien lo ofende (...) después se olvida y los perdona” (p.74). A lo largo de los
primeros capítulos de la obra se va configurando como un Dios entre los mortales de El
Olivo.
Construimos a partir de lo que nos cuenta una prostituta, figuras siempre amparadas
por la inmoralidad, por Mefistófeles, cosa que hace entrever que su gran salvador no era tan
benigno. También hay imágenes que nos muestran un don Alejo maligno. Claro ejemplo es
la conversación que tiene con Pancho sobre el dinero que le debe, Prácticamente esto es un
pacto con el diablo, por que se siente atado a él, a la ciudad y a todo lo que le desagrada (p.
36). El talente mostrado por el pensamiento de Pancho es el de desprecio por lo que pasó
ahí, en el infierno, en la casa de don Alejo, su crianza y lo que se espera de él. Otra imagen
perturbadoramente maligna es la que se da dos páginas después, en donde los perros de don
Alejo: “devorada la charcha, los perros volvieron a danzar alrededor de don Alejo, [...],
como si supieran que el caballero de manta es el dueño de la carne que comen y de las
viñas que guardan.” (p.38 – 39). Esto nos hace relacionar sus perros con Cerberos, el perro
que cuidaba las puertas del infierno. Esto último también sale en la obra, por que cuando
Pancho le va a pagar lo que le debe a don Alejo, los perros están custodiando su morada y
se comportan como feroces bestias infernales.
El personaje de Pancho se muestra como el hijo pródigo que no quiere seguir los
mismos pasos que su tutor. Al momento de pagar su deuda, Pancho da un suspiro (p. 99)
como queriendo decir que se sacó un gran peso de encima. Lo más terrible de esta imagen
es que don Alejo no se da por pagado y dice tres cuotas en vez de seis que le debía Pancho.
En este momento Octavio aparece como salvador del alma de Pancho, por que él le facilito
el dinero para pagar.
Cuando don Alejo le cuenta a la Japonesita que no era posible la luz eléctrica en la
ciudad, lo hace de modo agradable, o menos duro, pero cuando Octavio le hace abrir los
ojos a Pancho con la maquiavélica idea de don Alejo con respecto a la compra y la
posterior siembra de parrones (p.100), la imagen de Mefistófeles se hace demasiado obvia.
Todo lo que sucede en El Olivo es un padecimiento del infierno en la tierra, nada es
como debería ser, llegando al extremo de que hasta las prostitutas, personas que siempre se
ven jaraneando por la vida, tengan razones para sentirse desdichadas e infelices. Es un
pueblo aislado, dejado y olvidado, desde donde los protagonistas de la historia no pueden
salir.

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