Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2 Cfr. Sloterdijk, Peter, “Reglas para el Parque Humano. Una respuesta a la ´Carta sobre el Humanismo´” en
http://www.heideggeriana.com.ar/comentarios/sloterdijk.htm (fecha de consulta: 15/07/2012). A propósito
de este tema de la crianza del hombre, cfr. Nietzsche, Friedrich, Fragmentos póstumos (1885-1889), IV, Tecnos,
Madrid, 2006, p. 77, entre otros fragmentos; corresponde a KSA 12, 1 [239] (Sämtliche Werke. Kritische
Studienausgabe in 15 Bänden, de Gruyter, Munich, 1980).
3 Cf. Foucault, Michel, Las redes del poder, Almagesto, Buenos Aires, 1993, pp. 51-72.
y un cuerpo otro, más nuevo, más bello; o incluso la revolución y el placer” 4. ¿Cómo
sería este “cuerpo otro, más nuevo”? ¿Sería pura animalidad, despliegue continuo de
placer, desenfrenado hedonismo?
Nietzsche desmonta la idea del hombre como animal racional y nos redefine como
animales inteligentes, voluptuosos, viscerales, que a través de la invención de formas
ideales (yo, alma, sujeto o conciencia) intentan aplacar el cuerpo y su animalidad, su
pecaminosa porción de naturaleza, en la ilusión de una unidad que sólo busca englobar
lo que es multiplicidad dinámica. Como señala en un fragmento póstumo: “Todos
nuestros motivos concientes son fenómenos de superficie: detrás de ellos está la lucha
de nuestros impulsos (Triebe) y nuestros estados, la lucha por el poder”5.
¿Cómo sería, entonces, ese “cuerpo otro, más nuevo” que piensa Foucault? Para
responder, distingamos entre Leib y Körper, distinción clave en el pensamiento
nietzscheano, que nunca objetiva la corporalidad sino, justamente, la mantiene en su
exquisita y absoluta subjetividad: como uno y muchos, como multiplicidad, inasible. El
cuerpo (Leib) es, para Nietzsche, el hilo conductor de la interpretación, pero entendido
como pluralidad de “formaciones de poder” (Herrschaftsgebilde) que no se nos hacen
conscientes. Es el punto de contacto entre lo sensible y nuestra “conciencia”, es
elemento ineludible de mediación, es un “entre” constantemente desdibujado, pero de
ningún modo objeto, cosa o sustancia determinada. Para Nietzsche, la conciencia es la
coordinación y el ordenamiento posterior de las impresiones exteriores, de las
afecciones. Y hacerle caso al cuerpo -que es lo único conveniente- implica desmitificar
la unidad, la estabilidad y el orden, en tanto son meras “creencias”. “Todo lo que entra
en la conciencia como una ‘unidad’ es ya enormemente complejo: nunca tenemos más
que una apariencia de unidad. El fenómeno del cuerpo es el fenómeno más rico, más
claro, más aprehensible: anteponerlo metódicamente, sin decidir nada sobre su
significado último” 6.
¿Cómo pensar, entonces, la animalidad de un cuerpo nuevo? Lazzarato, comentando
al sociólogo francés decimonónico Gabriel Tarde, sostiene que “la naturaleza no es algo
exterior al sujeto, no actúa solamente fuera del hombre, sino que siempre está ya en su
interior. ¿Qué es el hombre sino la lucha y la cooperación de una infinidad de seres, de
4 Foucault, Michel, Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006, p. 13.
5 Nietzsche, Friedrich, Fragmentos póstumos (1885-1889), IV, op. cit., p. 46; corresponde a KSA 12, 1 [20],
otoño 1885-primavera 1886.
6 Nietzsche, Friedrich, Fragmentos póstumos (1885-1889), IV, op. cit., p. 161; corresponde a KSA 12, 5 [56],
(…) si la cesura entre lo humano y lo animal pasa sobre todo por el interior del hombre,
entonces la cuestión del hombre –y del ‘humanismo’- debe ser formulada en nuevos
términos. En nuestra cultura, el hombre ha sido siempre pensado como la articulación y la
conjunción de un cuerpo y de un alma, de un viviente y de un lógos, de un elemento
natural (o animal) y de un elemento sobrenatural, social o divino 8.
7 Lazzarato, Maurizio, Por una política menor, Traficantes de Sueños, Madrid, p. 70.
8 Agamben, Giorgio, Lo abierto. El hombre y el animal, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2007, p. 35.
9 Ídem.
10 Ídem.
11 Agamben, Giorgio, Lo abierto, op.cit., p. 167.
12 Nietzsche, Friedrich, La Gaya Ciencia, Akal, Madrid, 2001, p. 192, § 224.