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(Artículos 270 y ss. del Código Penal).
VIRGINIA ASPE ARMELLA
M.ª IDOYA ZORROZA
(EDITORAS)
FRANCISCO DE VITORIA
EN LA ESCUELA DE SALAMANCA
Y SU PROYECCIÓN EN NUEVA ESPAÑA
www.unav.es/pensamientoclasico
Nº 153
Virigina Aspe Armella / M.ª Idoya Zorroza (Eds.),
Francisco de Vitoria en la Escuela de Salamanca y su proyección en Nueva España
ISBN: 978-84-313-3025-5
Depósito legal: NA 1.823-2014
Presentación ................................................................................................. 9
La transmisión de la filosofía greco-helénica en el Islam y la difusión e
influencia del pensamiento de Averroes (Ibn Rušd) en la Europa
medieval, Arturo Ponce Guadian ........................................................... 19
El aristotelismo de la primera etapa de la Universidad de Salamanca,
Virginia Aspe Armella ............................................................................ 47
La influencia del nominalismo en el pensamiento de Francisco de Vitoria,
María del Carmen Rovira Gaspar.......................................................... 61
Subjetividad. Un enfoque trascendental de Vitoria (1483-1546), Juan
Cruz Cruz................................................................................................ 71
La doctrina del derecho-facultad o potestad de Francisco de Vitoria,
Alejandro Guzmán Brito......................................................................... 91
Los derechos para todo hombre en Francisco de Vitoria, Alicia Catalina
Pliego Ramos .......................................................................................... 101
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: relación y comparación de sus
respuestas a un problemática común, María Idoya Zorroza .................. 113
Francisco de Vitoria y Luis de Molina. La filosofía del derecho como
tema fundamental de la Escuela de Salamanca, Luis Aarón J. Patiño
Palafox .................................................................................................... 131
Delimitación crítica a la ‘Escuela de Salamanca’ y su influencia en
Francisco Suárez, Amalia Xochitl López Molina.................................... 139
El espíritu vitoriano de Bartolomé de las Casas, Víctor Zorrilla Garza...... 149
La noción de alodial en Bartolomé de las Casas, Valeria López Vela......... 159
Vitoria y Sahagún: dos miradas sobre América, Sandra Anchondo Pavón. 169
Radicalización del republicanismo salmantino en México: de Fray
Alonso de la Veracruz a la independencia de México, Ambrosio
Velasco Gómez........................................................................................ 179
PRESENTACIÓN
Virginia Aspe Armella
Mª Idoya Zorroza
Hay figuras en la historia que han tenido un papel decisivo para la historia
del pensamiento, y una de ellas es el dominico Francisco de Vitoria. Pese a que
no llegó a publicar ninguno de sus cursos ni relecciones en vida y aunque gran
parte de su producción intelectual (sólo recogida en manuscritos por sus alum-
nos)1, todavía sigue inédita, es de todos reconocida su labor en la renovación
intelectual del pensamiento español en el siglo XVI, la proyección de ese impul-
so en los albores de la modernidad y en la configuración intelectual de la reali-
dad americana, la cual se convirtió en un crisol y encuentro de culturas.
Desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando se comienza
a reconocer el gran valor intelectual de la escolástica en general y la ibérica en
particular (durante siglos ocultado por no responder a los parámetros entonces
vigentes), también se revaloriza y se realiza el esfuerzo por conocer mejor el le-
1
Cfr. V. Beltrán de Heredia, “Hacia un inventario analítico de los manuscritos teológicos de la
Escuela Salmantina conservados en España y en el extranjero”, Revista española de teología,
1943 (3), pp. 59-88; “Los manuscritos de los teólogos de la Escuela Salmantina”, Ciencia tomista,
1930 (42), pp. 327-349; Los manuscritos del Maestro Fray Francisco de Vitoria, O.P.: estudio
crítico de introducción a sus lecturas y Relecciones, Santo Domingo El Real, Biblioteca de
tomistas españoles, Madrid / Valencia, 1928; R. C. González, Francisco de Vitoria. Estudio
Bibliográfico, Institución Cultural Española, Buenos Aires, 1946; “Contribución al estudio de la
bibliografía vitoriana”, Ciencia Tomista, 1947 (72), pp. 192-198; A. dell Oro Maini, La conquista
de América y el descubrimiento del moderno derecho internacional, Estudios sobre las ideas de
Francisco de Vitoria, Editorial Kraft, Buenos Aires, 1951; A. Sarmiento, “Lecturas inéditas de
Francisco de Vitoria: bases para la edición crítica”, Scripta Theologica, 1980 (12), pp. 575-592;
F. Castilla Urbano, El pensamiento de Francisco de Vitoria. Filosofía política e indio americano,
Anthropos Editorial del Hombre / Universidad Autónoma Metropolitana, Pensamiento Crítico
Pensamiento Utópico. Serie Filosofía política, Barcelona / Iztapalapa, México, 1992; M. Fazio
Fernández, Francisco de Vitoria. Cristianismo y modernidad, Ediciones Ciudad Argentina,
Buenos Aires, 1998; M. M. Salord Bertrán, La influencia de Francisco de Vitoria en el derecho
indiano, Porrúa / Universidad Francisco de Vitoria, México / Madrid, 2002; M. C. Rovira Gaspar,
Francisco de Vitoria: España y América. El poder y el hombre, Porrúa / Cámara de diputados,
México, 2004; J. P. Coujou / M. I. Zorroza, Bibliografía vitoriana, Cuadernos de Pensamiento
español, 52, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona, 2014.
10 Virginia Aspe Armella / Mª Idoya Zorroza
2
Se ha de afirmar que en la configuración del pensamiento novohispano, Vitoria es una figura
que no debe ser obviada: por un lado, se crea en Valladolid el Consejo de Indias (1524) el centro
de la discusión americanista, ciudad en la que él se encontraba (en concreto en el Convento domi-
nicano de San Gregorio, donde imparte docencia de los años 1524-26, recién llegado de su estan-
cia de estudio y docencia en París); por otro lado, su consejo y parecer es solicitado desde
diversas instancias, y la preocupación por los temas americanistas suscita la elaboración de varias
relecciones universitarias al respecto; finalmente, no puede obviarse su presencia a través de
discípulos, pues es de todos conocidos la solicitud al Convento de San Esteban y a la Universidad
de Salamanca de que envíen hombres preparados para la labor misionera en América.
Presentación 11
3
El nominalismo parisiense presente en dicha ciudad francesa durante el siglo XV es una
versión moderada de éste, distanciada de las tesis extremas que se habían defendido previamente
(a mediados del siglo XIV), y caracterizada como una actitud de fondo por no querer suscribir
escuela alguna, sino pretender la búsqueda de la verdad donde ésta se encuentre haciendo libre
uso de los autores que sirvieran de apoyo para ello. Dicho nominalismo implicaba un cierto
sincretismo en cuestiones teológicas; cfr. J. Belda, La Escuela de Salamanca y la renovación de
la teología en el siglo XVI, Madrid, BAC, 2000, p. 23; R. García Villoslada, La Universidad de
Paris durante los estudios de Francisco de Vitoria. (1507-1522), Universitatis Gregorianae,
Colección Analecta Gregoriana. Series Facultatis Historiae Ecclesiasticae, Romae, 1938, pp. 76-
92.
4
El propio García Villoslada ha dedicado varios trabajos a los maestros vitorianos, como por
ejemplo: “Erasmo y Vitoria”, Razón y Fe, 1935 (132), pp. 19-38; pp. 340-350; pp. 506-519;
“Pedro Crockaert, OP, Maestro de Francisco de Vitoria”, Estudios Eclesiásticos, 1935 (14), pp.
174-201; “Un teólogo olvidado: Juan Mair”, Estudios Eclesiásticos, 1936 (15), pp. 83-95.
5
Cfr. C. Flórez Miguel, “El lenguaje político: transformaciones y teorías”, Anuario Filosófico,
2012 (45, 2), pp. 257-281; E. Fernández Vallina, “El tratado De optima politia del Tostado: una
visión singular en el siglo XV hispano sobre las formas políticas de gobierno”, Anuario
Filosófico, 2012 (45, 2), pp. 283-311; J. L. Castillo Vegas, “El humanismo de Alfonso de
Madrigal, el Tostado, y su repercusión en los maestros salmantinos del siglo XV”, Cuadernos
abulenses, 1987 (7), pp. 11-22; “Aristotelismo político en la Universidad de Salamanca del siglo
XV: Alfonso de Madrigal y Fernando de Roa”, La corónica, 2004 (33, 1), pp. 42 ss.; N. Belloso
Martín, Política y humanismo en el siglo XV. El maestro Alfonso de Madrigal, el Tostado,
Servicio de Publicaciones de la Universidad de Valladolid, Valladolid, 1989; J. Blázquez, “El
Tostado, alumno graduado y profesor de la Universidad de Salamanca”, en XV Semana española
de teología, CSIC, Madrid, 1956, pp. 411-447; F. Elías de Tejada, Tratado de filosofía del
derecho, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1977, vol. II, pp. 460-469; A. Cebeira Moro, “La
escuela humanista salmantina: Pedro Martínez de Osma, discípulo de ‘El Tostado’”, La corónica,
2004 (33, 1), pp. 53-55; Cfr. especialmente la publicación del encuentro organizado en la
Universidad de Salamanca: La primera Escuela de Salamanca (1406-1516), editado por C. Flórez
Miguel, M. Hernández Marcos, R. Albares Albares, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2012.
12 Virginia Aspe Armella / Mª Idoya Zorroza
6
La historiografía contemporánea rechaza la idea de que hubiera “formalmente” una Escuela,
como tal; pero pese a ello, el trabajo conjunto de traductores en el Toledo del siglo XII es el
marco de la entrada del pensamiento griego, musulman y hebreo al occidente latino.
Presentación 13
Gaspar Lax, Juan Lorenzo de Celaya, Jacobo Almain– que abre a Vitoria
“nuevos horizontes en el campo de la teología y de la filosofía”, afirmándose
que en el dominico “siempre perduró la influencia nominal”, concretada en
varias ideas, el interés por las cuestiones morales, la acción práctica del ser
humano, la importancia de lo particular, lo singular, la experiencia concreta, o la
dignificación de lo humano.
2) En segundo lugar, en este libro contamos con tres trabajos que analizan
distintos elementos del pensamiento vitoriano: los de Juan Cruz Cruz, Alejandro
Guzmán Brito y Catalina Pliego Ramos.
En “Subjetividad. Un enfoque trascendental de Vitoria (1483-1546)”, Juan
Cruz Cruz señala que Vitoria indicó el lugar de la subjetividad humana en la
resolución de una problemática propia del siglo XVI: el reconocimiento del
habitante de las Indias como humanos, y su incorporación en la unidad histórica
y de sentido de una humanidad global. Por ello, la justificación vitoriana “no se
limitó a una catequesis de doctrina cristiana, sino que se aplicó, en lo posible, a
construir una teoría lógica del derecho internacional”, haciendo del ser humano,
cualquier ser humano, en último término, un habitante del totius orbis,
ciudadano del mundo. Ciertamente el descubrimiento sirvio para realizar una
revisión y una tensión de las ideas antropológicas y jurídicas previas, tensión
que llegó a romper los moldes de autocomprensión vigentes y alumbró un
nuevo contexto de referencias, pero que no truncó una consideración
trascendente y radical del ser humano. El trabajo detalla, además, algunas ideas
filosóficas propias del pensamiento vitoriano o de los autores que manifiestan el
diálogo cultural y los retos superados en una integración cultural entre América
y Europa.
En “La doctrina del derecho-facultad o potestad de Francisco de Vitoria”,
Alejandro Guzmán Brito analiza el papel de Francisco de Vitoria en la historia
del concepto de derecho-facultad o potestad, modernamente denominado como
“derecho subjetivo”. Los principales precedentes medievales que anticipan la
respuesta de Vitoria –Guillermo de Ockham, Juan Charlier de Gerson, Conrado
de Summenhart– defienden que el ius, el derecho, en cuanto facultad o potestad,
es una cualidad de una realidad concreta, una manifestación de un ente real o
positivo. De este modo, Vitoria se encuentra entre dos tesis diferenciadas: el no-
minalismo de Gerson y Summenhart (presente en la incorporación de la noción
de ley a la definición de derecho –lo que no se encuentra, aunque Vitoria afirma
que lo deriva de ahí, en el texto del Aquinate–), y la posición tomista a la que
sigue en las principales acepciones del ius. El lugar donde Vitoria plantea la
noción de facultas o potestas refundiendo dos expresiones de Conrado, es en la
definición del dominio.
14 Virginia Aspe Armella / Mª Idoya Zorroza
7
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 670.
Presentación 15
de si eran personas, y por tanto, capaces de dominio, por lo que qué se podía
hacer en América con justicia; y el otro, preocupado por la real conversión y
dignificación del trato con el indio. Desde dos discursos diferenciados, ambos
autores coinciden en “cuestiones fundamentales como la existencia de una
moral natural en los indios americanos, la variabilidad cultural y la libertad
religiosa”.
Finalmente, Ambrosio Velasco Gómez en “Radicalización del republica-
nismo salmantino en México: de Fray Alonso de la Veracruz a la independencia
de México”, sostiene que las tesis de Alonso de la Veracruz respecto a los temas
americanistas (la humanidad de los indios, la discusión sobre la conquista…)
por un lado se apoya en la Escuela de Salamanca, y en el trabajo de su fundador,
Francisco de Vitoria, pero tiene también un desarrollo propio al sustentar un
nominalismo más radical, pudiendo atribuirle una concepción “que hoy deno-
minaríamos multiculturalista”, y definidiendo su posición en cuestiones lógicas
y políticas. El pensamiento filosófico de Alonso de la Veracruz y Bartolomé de
las Casas fue continuado por los humanistas mexicanos durante los siglos XVII
y XVIII “en una tradición intelectual propia con clara proyección nacionalista y
que dio origen a los movimientos de Independencia a partir de 1808”. Ello
prueba el influjo emancipador que tuvo la Escuela de Salamanca en América.
En su conjunto, los trabajos aquí presentados pretenden mostrar, desde acce-
sos teóricos diferenciados y en la trayectoria de su influencia en una serie de
autores que compartieron su tiempo o le sucedieron, una parte representativa de
lo que la recuperación del pensamiento de Francisco de Vitoria puede aportar a
la historiografía y filosofía contemporánea. Los estudios que configuran el pre-
sente volumen, además, quieren ofrecer una mirada a la riqueza de planteamien-
tos que ofrece Vitoria, fruto también del carácter abierto de su pensamiento, que
recogió lo mejor de las tres principales influencias y corrientes intelectuales
presentes en el siglo XVI. Obviamente no se agotan todos los temas, y quedan
vías abiertas que deberían ser recorridas para ahondar en las tesis vitorianas y
aportarlas al desempeño contemporáneo de los intelectuales: la influencia de la
Escuela humanista de Salamanca, las vías de proyección de Vitoria en América
a través de sus discípulos, etc.
* * *
8
La investigación de dicho subproyecto ha encontrado apoyo en el Programa Estatal de I+D,
Fomento de la investigación científica y técnica de excelencia, Subprograma de generación del
conocimiento, con el Proyecto titulado “Bases antropológicas de ‘dominio, ‘uso’ y ‘propiedad’.
Proyecciones de la Escuela Salmantina de los siglos XVI-XVII”, FFI2013-45191-P (2014-16).
LA TRANSMISIÓN DE LA FILOSOFÍA GRECO-HELÉNICA
EN EL ISLAM Y LA DIFUSIÓN E INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO DE AVERROES
(IBN RUŠD) EN LA EUROPA MEDIEVAL
Arturo Ponce Guadian
1. Introducción
1
Nestorio (c. 381-451), teólogo de origen persa y patriarca de Constantinopla, fundó la doctri-
na nestoriana o diofisita (dos naturalezas en Cristo, como también sostenían los católicos y los
miembros de la mayoría de las iglesias cristianas tradicionales) que planteaban la división de Je-
sucristo en dos hipóstasis, divina y humana. Eran considerados herejes porque consideraban que
María era madre de Jesús sólo en su naturaleza humana. Véase P. K. Meagher / T. C. O’Brien / C.
M. Aherne (comps.), Encyclopedic Dictionary of Religion, vol. 2, Sisters of St. Joseph of Phila-
delphia Corpus Publications, Washington, D. C., 1979, p. 2512.
2
Los monofisitas o jacobitas (de Ya’qūb de Serug, organizador de la nueva iglesia) seguían la
doctrina del heresiarca griego Eutiques (¿378-454?), que sólo reconocía en Cristo la naturaleza di-
vina. Los monofisitas fueron expulsados de la Iglesia ortodoxa después del Concilio de Calcedo-
nia (451). Véase P. K. Meagher / T. C. O’Brien / C. M. Aherne (comps.), Encyclopedic Dictio-
nary of Religion, vol. 2, p. 2550.
3
P. Prioreschi, A History of Medicine: Byzantine and Islamic medicine, Horatius Press, Omaha
(NE), 2001, pp. 120-126.
4
D. L. O’Leary, Arabic thought and its place in history, Routledge and Kegan Paul, London,
1922, pp. 37-41. H. Corbin, Histoire de la philosophie islamique, Gallimard, Paris, 1964, vol. 1,
p. 31.
5
Véase, A. H. Becker, Fear of God and the Beginning of Wisdom: The School of Nisibis and
the Development of Scholastic Culture in Late Antique Mesopotamia, University of Pennsylvania
Press, Philadelphia, 2006; A. H. Becker, Sources for the Study of the School of Nisibis, Liverpool
University Press, Liverpool, 2008.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 21
garon los heréticos nestorianos, condenados por el Concilio de Éfeso (hoy Tur-
quía) en 431. A causa de las tendencias nestorianas de la escuela, el emperador
bizantino Zenón (reinó 474-491) ordenó su clausura el año de 489.
Los nestorianos perseguidos, maestros y discípulos, se refugiaron en Nisibis
(bajo dominio persa), donde reorganizaron una escuela que fue sobre todo un
centro de filosofía y teología. Más tarde, a principios del siglo VI, el rey sasáni-
da Jusraw (Cosroes) Anushirvan (reinó 531-579) fundó la escuela nestoriana de
Gunde-Shapur (en el Juzistán, sudoeste de Irán actual), cuyos maestros eran en
su mayoría siriacos.
La influencia griega sobre la escuela de Gunde-Shapur se fortaleció cuando
el emperador Jusraw acogió en su corte a siete de los últimos filósofos neoplató-
nicos de la Academia de Atenas, que había sido cerrada por el emperador Justi-
niano en 5296.
La base cultural de la escuela de Gunde-Shapur era esencialmente griega, los
nestorianos habían llevado consigo gran cantidad de textos helénicos con sus
traducciones o epítomes siriacos y pehlevíes. De esta manera, los nestorianos
transmitieron y desarrollaron en tierras orientales la medicina7 y la filosofía
griegas. La escuela fue un centro de reunión de sabios y médicos griegos, siria-
cos, persas, hindúes y judíos, lo que la convirtió en uno de los mayores núcleos
científicos e intelectuales del mundo8.
Los centros monofisitas de Alejandría (Egipto) y Antioquía, que a la sazón
formaban parte del Imperio Bizantino y que fueron durante los tres primeros si-
glos de nuestra era las ciudades más importantes de Oriente Medio, en donde
floreció el pensamiento griego cristiano, cumplieron también una labor impar-
tante en la traducción de los textos filosóficos neoplatónicos a la lengua siriaca9.
El primer traductor de obras filosóficas griegas al siriaco fue un nestoriano
de Antioquía llamado Probo que vivió a mediados del siglo V. Los comentarios
que éste hizo a los Primeros Analíticos y a la Hermenéutica de Aristóteles así
6
Entre ellos, Asclepiodoto, Mariano de Sijem (Palestina), Damascio de Damasco, Priciano de
Lidia (Turquía), Isidoro de Gaza (Palestina) y Simplicio de Cilicia (Turquía), éste último renom-
brado comentarista de Aristóteles. J. Trouillard, “El neoplatonismo”, en B. Parain (comp.), Histo-
ria de la filosofía, vol. 3, Siglo XXI, México, 1985, p. 135; A. Mieli, La science arabe et son rôle
dans l’evolution cientifique mondiale, E. J. Brill, Leiden, 1966, p. 67.
7
G. M. Taylor, “The Physicians of Jundishapur”, e-Sasanika, 2010 (11), pp. 1-15; p. 5
(www.sasanika.org/e-categories/graduate-papers/).
8
A. Mieli, El mundo islámico y el Occidente medieval cristiano, Espasa-Calpe Argentina,
Buenos Aires, 1946, p. 8; D. L. O’Leary, Arabic thought and its place in history, p. 42.
9
D. L. O’Leary, Arabic thought and its place in history, p. 25.
22 Arturo Ponce Guadian
10
‘Abd al-Raḥmān Badawī, La transmission de la philosophie greque au monde arabe, J. Vrin,
Paris, 1968, p. 15. A. Mieli, El mundo islámico y el Occidente medieval cristiano, p. 3.
11
F. E. Peters, Aristotle and the Arabs: The Aristotelian Tradition in Islam, New York
University Press, New York, 1968, p. 58; A. Mieli, La science arabe et son rôle, p. 66; H.
Takahashi, “The Mathematical Sciences in Syriac: from Sergius of Resh-’Aina and Severus
Sebokht to Barhebraeus and Patriarch Ni’matallah”, Annals of Science, 2011 (68, 4), pp. 477-491.
12
Paulos Persa, Tractatus compositus a Paulo Persa de opera logico Aristotelis philosophi, ad
regem Chosroem en J. P. N. Land, Anecdota Syriaca, E. J. Brill, Lugduni Bataborum, 1875, vol.
4, texto siriaco, pp. 1-32; traducción al latín, pp. 1-30; notas, pp. 99-113. E. Renan, De philoso-
phia peripatetica apud Syros commentationem historicam, A. Durand, Paris, 1852, pp. 19-22.
13
D. Gutas, “Paul the Persian on the classification of the parts of Aristotle’s philosophy: a
milestone between Alexandria and Baghdad”, Der Islam, 1983 (60), pp. 231-267.
14
A. Mieli, El mundo islámico y el Occidente medieval cristiano, p. 9.
15
F. E. Peters, Aristotle and the Arabs: The Aristotelian Tradition in Islam, p. 58. A. Mieli, La
science arabe et son rôle, p. 66. Alejandro de Afrodisia fue el primero en llamar a la lógica orga-
non (instrumento) de las ciencias, después de él los trabajos lógicos de Aristóteles se conocieron
con el título de Organon. En el mundo islámico, este término incluía los libros aristotélicos si-
guientes: Categorías, Hermenéutica, Primeros analíticos, Segundos analíticos, Tópicos, Elencos
sofísticos, Retórica y Poética, más la Isagoge (Introducción) de Porfirio, véase la edición trilin-
güe, Porfirio, Isagoge, traducción de J. J. García Norro y R. Rovira, Anthropos, Barcelona, 2003;
I. Madkour, L’Organon d’Aristote dans le monde arabe. Ses traductions, son étude et ses
applications, J. Vrin, Paris, 1969.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 23
16
A. Mieli, El mundo islámico y el Occidente medieval cristiano, pp. 9, 46.
17
Véase, para el caso de China, J. Legge, The Nestorian monument of Hshi-An Fu in Shen-Hsi,
China relating to the diffusion of Christianity in China in the seventh and eighth centuries, Trüb-
ner and Co., London, 1888.
18
É. Gilson, La filosofía en la Edad Media, Gredos, Madrid, 2007, pp. 335-336; D. C.
Lindberg, Los inicios de la ciencia occidental, traducción de A. Beltrán, Paidós, Barcelona, 2002,
p. 216.
19
R. Mantran, L’expansion musulmane (VIIe-XIe siècles), Presees Universitaires de France, Pa-
ris, 1969, pp. 96-111.
24 Arturo Ponce Guadian
20
Ibn Jaldūn, Muqaddima, edición crítica de A. Cheddadi, Bayt al-Funun wa l-’Ulum wa l-
Adab, al-Dār al-Bayḍā (Casa Blanca), 2005, vol. 3, pp. 74, 75. Cfr., la versión inglesa, Ibn
Khaldun, The Muqaddimah. An Introduction to History, F. Rosenthal (trad.), Pantheon Books,
Nueva York, vol. 3, 1958, pp. 115-116; nueva traducción al español, Ibn Jaldún, Introducción a la
historia universal (al-Muqaddima), F. Ruiz Girela (trad.), Almuzara, Córdoba, 2008, pp. 929-930.
21
Bagdad no sólo fue la capital de la dinastía ‘abbasí, sino que se convirtió en el centro intelec-
tual de la islamidad. Véase A. Mez, El renacimiento del Islam, S. Vila (trad.), Universidad de
Granada, Granada, 2002; R. Arnaldez, “Sciences et philosophie dans la civilization de Bagdad
sous les premiers ‘abbasides”, en Bagdad, R. Blachère (comp.), E. J. Brill, Leiden, 1962, pp. 357-
374.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 25
Desde finales del siglo VIII se combinaron algunos elementos necesarios que
hicieron posible el surgimiento de una gran cultura en el mundo islámico, entre
ellos: 1) la actitud positiva hacia el conocimiento científico y racional que man-
tuvieron las primeras cortes de la dinastía ‘abbāsí; 2) una libertad de discusión y
de opinión que permitió a los hombres manifestar abiertamente sus ideas y de-
sarrollar la investigación científica y filosófica; 3) la actividad creadora y reno-
vadora de sabios persas, siriacos, judíos, árabes y sabeos, herederos y transmi-
sores de su propia cultura en un nuevo entorno religioso y político22.
Varias familias prominentes, muchas de ellas de origen persa, que gozaron
de poder y riquezas, se sumaron al apoyo concedido por los califas a las cien-
cias y a las letras. Los Barmakī, dedicados a la administración califal (752-804),
financiaron ampliamente a médicos y traductores. El ancestro de esta familia
llevaba el título de gran sacerdote [barmak] del templo budista de Nawbahār en
Balj, Asia Central23.
En Balj coexistieron durante siglos las culturas griegas, budista, mazdeísta,
maniquea y nestoriana. En las ciudades ubicadas a lo largo de la gran ruta de
Oriente, recorrida por Alejandro, se cultivaron y, en un sentido muy amplio, se
desarrollaron las ciencias más variadas, las matemáticas, la astrología, la astro-
nomía, la alquimia, la medicina y la mineralogía, así como una vasta literatura
apócrifa. A partir del siglo VIII, numerosos astrónomos, médicos y alquimistas
partieron de las ciudades de Asia Central hacia Bagdad.
Otras familias de origen persa continuaron con la loable actitud de proteger y
promover la ciencia y las letras. Los Nawbajt, por ejemplo, tradujeron libros del
persa y apoyaron a los que traducían del griego.
En el campo de la filosofía, se atribuye a ‘Abd Allāh ibn al-Muqaffa’ († c.
757), persa converso del zoroastrismo, haber sido “la primera persona del mun-
do islámico que tradujo para Abū Ŷa‘far al-Manṣūr, libros de lógica”24. Ibn
Muqaffa’, al parecer en colaboración con su hijo Muḥammad, tradujo del pehle-
ví parte del Organon, de Aristóteles, es decir, las Categorías, la Hermenéutica y
los Analíticos, así como la Isagoge, de Porfirio.
La importancia de los persas conversos para la transmisión del saber antiguo
al Islam y para el cultivo de las ciencias, el arte y la literatura fue tal que Ibn
Jaldūn reconoció el dominio y autoridad de ellos en todo el mundo islámico:
22
Véase A. Mieli, El mundo islámico y el Occidente medieval cristiano, p. 48.
23
L. Bouvat, Les Barmécides d’après les historiens arabes, Ernest Leroux, Paris, 1912, pp. 25,
26, 28.
24
Ibn al-Qiftī, Ta’rīḫ al-ḥukamā’ (Historia de los sabios), J. Lippert (ed.), Theodor Weicher,
Leipzig, 1903, p. 220, Cfr. S. F. Afnan, Avicenna: His Life and Works, George Allen and Unwin,
London, 1958, p. 16.
26 Arturo Ponce Guadian
25
Ibn Jaldūn, Mudaddima, vol. 3, pp. 231-232. Cfr., Ibn Khaldun, The Muqaddimah, vol. 3, pp.
314-315; Ibn Jaldún, Introducción a la historia universal (al-Muqaddima), p. 1103.
26
Ibn al-Nadīm, al-Fihrist (El catálogo), Matba’a al-Istiqāma, El Cairo, 1929, p. 31; Cfr. J.
Needham, De la ciencia y la tecnología chinas, J. Almela (trad.), Siglo XXI, México, 1978, pp.
30-31.
27
Ibn Nadīm, al-Fihrist, p. 356: versión inglesa, The Fihrist, B. Dodge (trad.), Columbia Uni-
versity Press, Nueva York, 1970, p. 589. Cfr. C. Huart, Literatura árabe, El Nilo, Buenos Aires,
1947, p. 285; S. F. Afnan, Avicenna: His Life and Works, p. 225.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 27
Uno de los primeros traductores del siriaco y del griego al árabe fue Ŷūrŷīs
Bajtyashu’ (m. 771), nestoriano de Gunde-Shapur y médico particular del califa
al-Manṣūr.
Yaḥyà al-Baṭrīq († c. 800) fue también uno de los primeros traductores ofi-
ciales empleados por dicho califa, se ocupó en verter obras de Galeno e Hipó-
crates, así como de Tolomeo.
Un hijo de al-Baṭrīq, Abū Zakariyyā’, hizo varias traducciones de obras de
médicos y filósofos griegos. Tradujo una obra apócrifa llamada Sirr al-asrār
(Secreto de los secretos)28, atribuida a Aristóteles, que gozó de fama en el mun-
do islámico y en la Europa medieval. Se trata de un manual a manera de espejo
de príncipes en el que se mezclan los consejos para el buen gobierno con cuen-
tos, fábulas, reglas dietéticas y observaciones fisiognómicas.
A Yuḥannā Bajtyashu’ († 815) se le atribuye la traducción de la Política, de
Aristóteles. Sin embargo, si es que existió realmente tal versión, pronto desapa-
reció, pues aunque citada frecuentemente por escritores musulmanes, al parecer,
nunca la consultaron. Averroes, por ejemplo, en su Exposición de la República
de Platón, declaró que su estudio se basó en la Ética nicomaquea del Estagirita
y en la República de Platón, “ya que el tratado de Aristóteles sobre la Política
no ha llegado a nuestras manos”29.
Con el establecimiento de la Bayt al-ḥikma (Casa de la sabiduría)30 en el año
832, el movimiento de traductores desarrolló una amplia actividad. El califa al-
Mā’mūn confió la dirección de esta importante institución al médico nestoriano
de Gunde-Shapur, Abū Zakariyyā’ Yaḥyà ibn Māsawayh (857).
Ibn Māsawayh fue sucedido en el cargo por su discípulo Ḥunayn ibn Isḥāq
(809-873), también médico nestoriano, cuya labor como traductor y director de
la Casa de la sabiduría fue en verdad relevante. Además de escribir obras origi-
nales acerca de medicina y filosofía tradujo casi toda la obra de Galeno. Entre
las obras filosóficas griegas traducidas por él se encuentran el Timeo y la Repú-
blica, de Platón, así como el Organon, de Aristóteles.
28
Texto árabe publicado en ‘Abd al-Raḥmān Badawī, Fontes Graecae, Doctrinarum politicarum
islamicarum, pars prima, 1. Testamenta Graeca (Pseudo-) Platonis et 2. Secretum secretorum
(Pseudo-) Aristóteles, Ex Typis Bibliothecae Aegyptiacae, El Cairo, 1954. Véase la versión al
español antiguo en: Seudo Aristoteles, Poridat de las poridades, L. A. Kasten (ed.), S. Aguirre
Torre, Madrid, 1957.
29
Averroes, Exposición de la República de Platón, p. 5. Cfr. Abū Naṣr al-Fārābī, La ciudad
ideal, M. Alonso (trad.), Tecnos, Madrid, 1985, p. XXIX; E. I. J. Rosenthal, El pensamiento
político en el Islam medieval, Revista de Occidente, Madrid, 1967, p. 278, n. 21.
30
Para una “interpretación minimalista” de la Bayt al-ḥikma, véase D. Gutas, Greek Thought,
Arabic Culture, Routledge, London, 1999, pp. 54-60.
28 Arturo Ponce Guadian
31
Los sabeos conformaban una “escuela” que mezclaba el pensamiento hermético con la astro-
logía, la astronomía y las matemáticas. H. Corbin, Histoire de la philosophie islamique, p. 33.
Respecto a la función desempeñada por los sabeos en el movimiento de traductores, véase D. Pin-
gree, “The Sābians of Harrān and the Classical Tradition”, International Journal of the Classical
Tradition, 2002 (9, 1), pp. 8-35.
32
La lista de las traducciones se encuentra en tres fuentes árabes: Ibn al-Nadīm, Kitāb al-
Fihrist, G. Flügel (ed.), Vogel, Leipzig, 1871; Ibn al-Qiftī, Ta’rīḫ al- ḥukamā’, J. Lippert (ed.);
Ibn Abī Usaybi’a, ‘Uyūn al-anbā’ fī ṭabaqāt al-aṭibbā’ (Fuentes de información sobre la
La transmisión de la filosofía greco-helénica 29
En este sentido, surgió otro tema fundamental que fue recurrente entre los fi-
lósofos musulmanes, a saber, la relación entre la filosofía y la religión o el
vínculo entre la razón y la fe. Los filósofos en el Islam plantearon diversas posi-
ciones en torno a este tema39.
Para los filósofos musulmanes, Aristóteles fue llamado el “Primer Maestro”,
significando con ello la importancia de su pensamiento. En este aspecto, la obra
filosófica de Averroes, escrita en al-Andalus, representa un momento culminan-
te en el desarrollo de la filosofía en el Islam, al tener como objetivo central la
recuperación de un Aristóteles original, libre de las ideas neoplatónicas que se
le habían atribuido.
Por ello, algunas de sus obras tendrán como propósito fundamental estable-
cer la legitimad de la reflexión filosófica en el Islam, frente a los ataques del
teólogo al-Gāzalī, y la crítica a los filósofos musulmanes (al-Fārābī y Avicena,
entre otros) que habían neoplatonizado y, por lo tanto, deformado el pensamien-
to aristotélico.
40
Cfr. M. Marín, Al-Ándalus y los andalusíes, Icaria Editorial, Barcelona, 2000, p. 9. M. Watt,
Historia de la España islámica, J. Elizalde (ed.), Alianza, Madrid, 1974, p. 23.
41
M. Watt, Historia de la España islámica, pp. 8-9.
42
M. Marín, Al-Ándalus y los andalusíes, pp. 13-14.
43
Para una visión de conjunto sobre esos diversos periodos, véase A. I. Carrasco Manchado et
al., Al-Andalus, Ediciones Istmo, Madrid, 2009. Véase también, E. Manzano Moreno, Conquista-
dores y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus, Crítica, Barcelona, 2011.
44
Para una visión de conjunto, véase J. Puig Montada, “Corrientes del pensamiento en Al-
Andalús, Veritas, 2007 (52, 3), pp. 55-78.
32 Arturo Ponce Guadian
(883-931)45, quien nació diez años después de la muerte del primer filósofo de
los árabes, al-Kindī.
Asimismo, el gran polígrafo, filósofo, teólogo, jurista y literato Ibn Ḥazm46
de Córdoba (994-1063), es posterior al filósofo al-Fārābī en Oriente, pero es
contemporáneo del filósofo oriental Avicena y del teólogo al-Gazālī. En el
Oriente musulmán, con la aparición del ya mencionado Tahāfut al-falāsifa de
al-Gazālī se considera que la filosofía como tal, inició su declive siguiendo
otros caminos.
Sin embargo, en al-Andalus, se desarrollará y se dará continuación a la refle-
xión filosófica de influencia greco-helénica, sucediéndose una amplia gama de
pensadores andalusíes, entre los primeros destacarán los pensadores de influen-
cia neoplatónica y estoica, como el ya mencionado Ibn Masarra, Ibn Ḥazm e Ibn
al-Sīd de Badajoz47 (1052-1127), las dos fuentes principales del pensamiento de
éste último son la filosofía griega, la obra de al-Fārābī y la Enciclopedia de los
Hermanos de la Pureza48. Posteriormente, se desarrolló entre los pensadores an-
dalusíes un interés particular por el estudio de la filosofía aristotélica. En este
sentido, el Organon aristotélico fue incorporado en un primer momento.
Entre los lógicos andalusíes que sobresalieron en esa época, destaca la figura
de Abū Ṣalt, nacido en Denia en 1067, quien escribió obras de medicina, astro-
nomía, música y geometría y, sobre todo, su libro Rectificación de la mente
(Taqwīm al-dihn)49, que es un completo manual de lógica aristotélica.
En una etapa posterior surgieron los pensadores andalusíes interesados no
sólo en el Organon, sino en la filosofía integral de Aristóteles. Así es como apa-
rece Ibn Bāŷŷa, (c. 1080-1139), Avempace en su forma latinizada, quien
45
M. Asín Palacios, Aben Masarra y su escuela. Orígenes de la filosofía hispanomusulmana, E.
Maestre, Madrid, 1914. Véase R. Ramón Guerrero, Filosofías árabe y judía, pp. 180-183.
46
Ibn Hazm, Historia crítica de las ideas religiosas, 5 vols., M. Asín Palacios (ed. y trad.), E.
Maestre, Madrid, 1927-1932; Ibn Ḥazm, El libro de los caracteres, E. Tornero (trad.), Ediciones
Siruela, Madrid, 2007; Ibn Ḥazm, El collar de la paloma, E. García Gómez (trad.), Alianza, Ma-
drid, 1971. Véase nueva versión al español con el texto árabe, Ibn Ḥazm Al-Andalusí, El collar
de la paloma, texto árabe y traducción de J. Sánchez Ratia, Hiperión, Madrid, 2009.
47
M. Asín Palacios, “Ibn al-Sīd de Badajoz y su Libro de los cercos (Kitāb al-ḥadā’iq)”, en Al-
Andalus, 1940 (5, 1), pp. 45-154. Véase R. Ramón Guerrero, Filosofías árabe y judía, pp. 192-
196.
48
Ijwān al-Ṣafā’, Rasā’il, 4 vols., Dār Ṣādir, Beirut, 1957. Véase, S. H. Nasr, An Introduction to
the Islamic Cosmological Doctrines: Conceptions of Nature, and Methods Used for Its Study by
the Ikhwan al-Safa, al-Biruni, and Ibn Sina, Harvard University Press, Cambridge, 1964.
49
Abū Ṣalt, Rectificación de la mente, texto árabe y traducción de A. González Palacio, E.
Maestre, Madrid, 1915, 137+56 págs. Véase R. Ramón Guerrero, Filosofías árabe y judía, pp.
192-196.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 33
50
J. Lomba, “El pensamiento islámico occidental”, en M. Cruz Hernández (comp.) Filosofías
no Occidentales, pp. 256-257. Avempace, El régimen del solitario, J. Lomba (trad.), Trotta,
Madrid, 1997; Ibn Bāŷŷa (Avempace), Libro sobre el alma, J. Lomba (trad.), Trotta, Madrid,
2007; Ibn Bāŷŷa, Carta del Adiós y otros tratados filosóficos, J. Lomba (trad.), Trotta, Madrid,
2006. Véase, J. Lomba, Avempace, Ediciones del Orto, Madrid, 1995.
51
Ibn Ṭufayl, El filósofo autodidacta, Á. González Palencia (trad.), Trotta, Madrid, 1995; Ebn
Tophail, Philosophus autodidactus, texto árabe y traducción latina de E. Pococke, H. Hall,
Oxonii, 1671.
34 Arturo Ponce Guadian
52
Para un estudio de conjunto de la obra de Averroes, véase M. Cruz Hernández, Abû-l-Walîd
Muhammad ibn Rušd (Averroes). Vida, obra, pensamiento, influencia, Caja Sur Publicaciones,
Córdoba, 1997; M. Fakhry, Averroes (Ibn Rushd) his life, works and influence, Oneworld
Publications, Oxford, 2001; O. Leaman, Averroes and his philosophy, Routledge, London, 1998;
J. Puig, Averroes (1126-1198), Ediciones del Orto, Madrid, 1997; D. Urvoy, Averroes: las ambi-
ciones de un intelectual musulmán, D. Serrano Ruano (trad.), Alianza, Madrid, 1998.
53
M. Cruz Hernández, “El neoplatonismo y la constitución de la filosofía árabe (las razones de
la crítica de Averroes)”, en A. Martínez Lorca (coord.), Ensayos sobre la filosofía en al-Andalus,
Ánthropos, Barcelona, 1990, p. 217.
54
A. I. Carrasco Manchado, “Al-Andalus bajo el dominio magrebí almorávides y almohades”,
en A. I. Carrasco Manchado (ed.), Al Andalus, p. 374.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 35
55
R. Ramón Guerrero, “Entre las fronteras griega y latina. Itinerario intelectual de Averroes”,
en J. Ríos Vicente / M. Agís Villaverde (coords.), Pensadores en la frontera, Actas, VI Encuen-
tros Internacionales de Filosofía en el Camino de Santiago 2001, Universidade da Coruña, La Co-
ruña, 2003, p. 88; A. Martínez Lorca, Maestros de Occidente. Estudios sobre el pensamiento
andalusí, Trotta, Madrid, 2007, p. 128.
56
M. Cruz Hernández, “El neoplatonismo y la constitución de la filosofía árabe”, p. 218. I. M.
Ozcoidi, “La concordia entre filosofía y religión en el Faṣl al-maqāl de Averroes”, Éndoxa, 1998
(10), p. 215.
57
A. Martínez Lorca, “Ibn Rušd, renovador de la filosofía en el mundo medieval”, en A. Martí-
nez Lorca (comp.), Al encuentro de Averroes, Trotta, Madrid, 1993, p. 40.
58
Averroes, Tahafut al-tahafut, texto árabe de M. Bouyges, Imprimerie Catholique, Beirut,
1927; texto árabe de S. Dunya, Dar al-Ma’rif, El Cairo, 1964-1965, 2 vols.; Averroes, Tahāfut al-
tahāfut (the Incoherence of the Incoherence), S. van den Bergh (trad.), Cambridge University
Press, Cambridge, 1969, 2 vols.; véase, I. M. Ozcoidi, La concepción de la filosofía en Averroes;
análisis crítico del Tahāfut al-tahāfut, Trotta, Madrid, 2001.
59
Algazel, Tahafot al-falasifat, texto árabe de M. Bouyges, Imprimerie Catholique, Beirut,
1932; Al-Ghazali, Tahafut al-falasifah (Incoherence of the philosophers), S. A. Kamali (trad.),
Pakistan Philosophical Congress, Lahore, 1963.
36 Arturo Ponce Guadian
60
M. Allard, “Le rationalisme d’Averroès d’après une étude sur la création”, Bulletin d’Études
Orientales, 1952-1954 (14), pp. 25-26; J. Jolivet, “Divergences entre les métaphysiques d’Ibn
Rušd et d’Aristote”, Arabica, 1982 (29), pp. 225-245. R. Ramón Guerrero, “Entre las fronteras
griega y latina”, p. 89.
61
M. Cruz Hernández, “El neoplatonismo y la constitución de la filosofía árabe”, p. 12.
62
Averroes, Destructio destructionum Philosophie Algazelis, Calo Calonymos Hebraeo inter-
prete, vol. 9, Junctas, Venecia, 1562, pp. 15-147; reeditado por B. H. Zedler, The Marquette
University Press, Milwakee, 1961. R. Ramón Guerrero, Filosofías árabe y judía, p. 216.
63
A. Martínez Lorca, Introducción a la filosofía medieval, Alianza, Madrid, 2011, pp. 146-147.
64
M. Cruz Hernández, “La primera recepción del pensamiento de Ibn Rušd (Averroes), Azafea,
1985 (1), p. 18. A. Martínez Lorca, Maestros de Occidente, p. 42.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 37
65
Cfr. R. Ramón Guerrero, Historia de la Filosofía Medieval, Akal, Madrid, 2002, p. 185.
66
Alberto Magno, Metaphysica, XI, 3, 7, citado por R. Ramón Guerrero, Historia de la
Filosofía Medieval, p. 185.
67
A. Martínez Lorca, Ibn Rushd’s influence on Scholastic and Renaissance Philosophy, ponen-
cia presentada al International Symposium, Sivas, Turkey, 9-11th, October 2008, p. 3 (disponible
en http://www.andresmlorca.com).
68
Alberto Magno, Opera Omnia, vol. 17, edición crítica de A. Hufnagel, Aschendorff, Münster,
1975.
38 Arturo Ponce Guadian
ral, por lo cual sus ataques son dirigidos también a otros filósofos musulmanes
y judíos.
A pesar de esta reacción, la influencia de Averroes en el pensamiento de Al-
berto Magno se manifiesta en el naturalismo que este profesó, de manera espe-
cífica por su interés en la biología, así como en considerar a la experiencia
como un criterio de verdad para las cosas contingentes. A éste respecto, ilustra
un comentario de él sobre la distinción necesaria entre la filosofía y la teología:
“Cuando estoy discutiendo cuestiones acerca de la naturaleza, los milagros de
Dios no me afectan”69.
Este planteamiento del dominico alemán podría sugerir que anuncia la teoría
de la doble verdad, atribuida a los averroístas latinos. Sin embargo, lo que se ex-
pone no es que existan dos verdades opuestas, se trata más bien de la delimi-
tación de dos ámbitos, uno, el de la fe y, otro, el de la razón, a los que les
corresponde dos órdenes de especulación, la teológica y la filosófica. Esta
delimitación, se acerca mucho, a la que Ibn Jaldūn realizó para fundamentar los
principios epistemológicos de su “ciencia nueva”70.
Aunque pueda parecer paradójico, el principal receptor de Averroes en la
escolástica fue Tomás de Aquino, discípulo de Alberto el Grande y, como él,
maestro en la Facultad de Teología en la Universidad de París. En este sentido,
Tomás de Aquino completó y culminó, tanto en filosofía como en teología, la
labor iniciada por su maestro.
El dominico italiano también intentó como parte de su proyecto intelectual
hacer una síntesis entre la filosofía de Aristóteles y la doctrina cristiana. En este
proceso de búsqueda teórica, la influencia de Averroes, a través de sus comenta-
rios a las obras de Aristóteles (el corpus aristotelicum), fue decisiva, pues le
ofrecieron la visión de un aristotelismo integral.
Ernest Renan fue el primero en destacar que el auténtico receptor de Ave-
rroes fue Tomás de Aquino, como así lo señaló en su famoso libro Averroes y el
averroísmo, publicado en 1852: “Santo Tomás es a la vez el más serio adversa-
rio que la doctrina averroísta ha tenido y –puede afirmarse sin paradoja– el pri-
mer discípulo del Gran Comentador. Alberto se lo debe todo al persa Avicena;
Santo Tomás, como filósofo, se lo debe casi todo al español Averroes. El más
69
Alberto Magno, De Generatione et Corruptione, I, 22, citado por A. Martínez Lorca, Ibn
Rushd’s influence on Scholastic and Renaissance Philosophy, p. 3.
70
Véase, A. Ponce Guadian, Ibn Jaldūn: La tradición aristotélica en la “ciencia nueva”, El
Colegio de México, México, 2011, pp. 80-85; R. Ramón Guerrero, Historia de la Filosofía
Medieval, p. 187.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 39
importante de los plagios fue, sin duda, el método que sigue en sus escritos filo-
sóficos”71.
Don Miguel Asín Palacios publicó en 1904 un artículo, en el que mostró las
sorprendentes similitudes entre Averroes y Tomás de Aquino en diversos aspec-
tos. Luego de su detallado análisis, Asín Palacios concluyó en estos términos:
“El pensamiento religioso de Averroes, estudiado en sí mismo, contrastado con
el de los averroístas latinos, y comparado con el de St. Tomás, aparece pues
análogo en un todo al de este último: analogía en la actitud o punto de vista ge-
neral, analogía en las ideas y ejemplos, analogía, a veces, hasta en las palabras:
tal es la conclusión que se impone al espíritu, tras de un examen atento de los
pasajes paralelos que hemos hecho… Resulta en definitiva… Averroes y Santo
Tomás coinciden en las principales tesis teológicas, cuyas antítesis fueron la
característica esencial de la escuela agustiniana. Esto explica por qué los
partidarios de esta escuela procuraron envolver a Santo Tomás en la condena-
ción del averroísmo latino, incluyendo entre las proposiciones anatemizadas al-
gunas del Angélico Doctor”72.
Miguel Cruz Hernández ha matizado algunas de las opiniones de Asín Pala-
cios, por ejemplo, respecto al problema de la relación entre la razón y la fe:
“Ciertamente las coincidencias y semejanzas señaladas por Asín Palacios
son auténticas, pero no son ni totales ni atribuibles a una intención escolar.
Así, el resumen que Asín da de la doctrina tomista de la concordancia de la
razón y la fe es exacta, pero su coincidencia con la de Averroes es sólo
parcial, este último nunca pone a la filosofía como simple atrio de la
teología, ni dice en parte alguna que la verdad revelada representa una mayor
sabiduría que el saber personal”73.
Otro arabista español, Salvador Gómez Nogales74, resumió la influencia de
Averroes en el pensamiento de Tomás de Aquino en los siguientes aspectos:
71
E. Renan, Averroes y el averroísmo, vol. 2, E. González-Blanco (trad.), Hiperion, Valencia,
1992, p. 70; Averroes et l’avèrroisme, Auguste Durand Librairie, Paris, 1852, p. 187.
72
M. Asín Palacios, “El averroísmo teológico de Santo Tomás de Aquino”, en Homenaje a D.
Francisco Codera, Mariano Escar, Zaragoza, 1904, pp. 307 y 315; publicado después en M. Asín
Palacios, Huellas del Islam, Espasa-Calpe, Madrid, 1941. Las conclusiones de Asín Palacios
fueron criticadas por G. M. Manser, “Das Verhältnis von Glaube und Wissen bei Averroes”,
Jahrbuch für Philosophie und spekulative Theologie, 1911 (24-25), argumentando que Averroes
mantenía una actitud fundamentalmente racionalista.
73
M. Cruz Hernández, “La primera recepción del pensamiento de Ibn Rušd”, p. 25.
74
S. Gómez Nogales, “Saint Thomas, Averroes et l’averroisme”, en Aquinas and problems of
his time, Nijhoff, Lovaina, 1976, citado por A. Martinez Lorca, Ibn Rushd’s influence on Scho-
lastic and Renaissance Philosophy, pp. 3-4.
40 Arturo Ponce Guadian
75
Véase A. Martínez Lorca, Ibn Rushd’s influence on Scholastic and Renaissance Philosopy.
76
Véase en particular, P. Mandonnet, Siger de Brabant et l’averroisme latin au XIII siècle. Étu-
de critique et documents inédits, vols. 1 y 2, Institute Supérieur de Philosophie de l’Université,
Lovaina, 1908, 1911.
77
Marsilio de Padua, El defensor de la paz, L. Martínez Gómez (trad.), Tecnos, Madrid, 2009;
C. J. Nederman, “Nature, Justice and Duty in the Defensor Pacis: Marsiglio of Padua’s Cicero-
nian impulse”, Political Theory, 1990 (18, 4), pp. 615-637.
78
B. Bayona Aznar, Religión y poder. Marsilio de Padua: ¿la primera teoría laica del Estado?,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2007, p. 15; “El poder y el Papa. Aproximación a la filosofía de Marsi-
lio de Padua”, Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, 2007 (36), pp. 201-202, 204.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 41
79
Al respecto véase P. S. Christ, The Psychology of the Active Intellect of Averroes, University
of Pennsylvania, Filadelfia, 1926.
80
Véase É. Gilson, “La doctrine de la double verité”, en Études de philosophie médiévale, Vrin,
Paris, 1921; H. A. Wolfson, “The double faith theory in Clemente, Saadia, Averroes and St. Tho-
mas, and its origin in Aristotle and the Stoics”, The Jewish Quarterly Review, 1942 (33, 2), pp.
213-264.
81
Véase el texto árabe de las tres obras en: Averroes, Philosophie und Theologie, M. J. Müller
(ed.), G. Franz, Munich, 1859; para la versión inglesa de los tres textos véase Averroes, The phi-
losophy and theology of Averroes, Mohammad Jamil-ur-Rehman (trad.), Arya Sudharak Printing
Press, Baroda, 1921; para la versión española de las tres obras, basada en la edición de Müller,
véase M. Alonso, Teología de Averroes (Estudios y documentos), CSIC, Madrid, 1974, pp. 147-
365. Véanse también, en francés, Ibn Roshd, Traité décisif sur l’accord de la religión et la philo-
sophie (façl el-maqal) suivi de l’appendice (dhamima), texto árabe y traducción de L. Gauthier,
Argel, Carbonel, 1948; Averroes, Le livre du discours décisif, texto árabe y traducción de M.
Geofroy, París, GF-Flamarion, Paris, 1996.
82
Averroes, Philosophie und theologie, M. J. Müller (trad.), G. Franz, Munich, 1875; nueva
versión al español en Averroes, Sobre religión y filosofía, introducción y selección de textos de R.
Ramón Guerrero, Cuadernos de Pensamiento español, Servicio de Publicaciones de la Universi-
dad de Navarra, Pamplona, 1998, pp. 75-106.
83
R. Martin, Pugio fidei adversus Mauros et Judeos, Johannis Wittigav, Leipzig, 1687.
42 Arturo Ponce Guadian
84
A. Martínez Lorca, “Ibn Rušd, renovador de la filosofía en el mundo medieval”, en A. Marti-
nez Lorca, Al encuentro de Averroes, p. 41.
85
Véase J. Vernet, La cultura hispanoárabe en Oriente y Occidente, Ariel, Barcelona, 1978;
reeditado como Lo que Europa debe al Islam de España, Acantilado, Barcelona, 1999.
86
Los dominicos fundaron durante el siglo XIII varias escuelas de lenguas orientales, donde se
enseñaba árabe y hebreo, que llamaron Studia linguarum. Véase M. Asín Palacios, “El averroís-
mo teológico de Santo Tomás de Aquino”, p. 320; Á. Cortabarría, “Originalidad y significación
de los Studia linguarum españoles de los siglos XIII y XIV”, Pensamiento, 1969 (25), pp. 71-92;
A. Martínez Lorca, Introducción a la filosofía medieval, pp. 145-146.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 43
vacío, fuera de los datos de la fe, la razón aparece con un contenido sistemático,
independiente del cristianismo”87.
Los maestros de artes concluyeron posteriormente que la doctrina de Aristó-
teles era exactamente la que Averroes exponía, y que tal doctrina era la “misma
verdad filosófica”.
Los orígenes del movimiento averroísta latino se remontan a la aparición,
entre los años 1228 y 1235, de las traducciones que Miguel Escoto hiciera de
los comentarios de Averroes a las obras de Aristóteles88.
A partir de entonces se sucedieron las traducciones latinas de los tratados de
Averroes, que influyeron en el pensamiento cristiano, especialmente en la esco-
lástica89.
Entre 1250 y 1270, la difusión del pensamiento aristotélico, a través de Ave-
rroes, creó un gran conflicto entre los maestros de las facultades de Artes y de
Teología. Los maestros en artes consideraban que la filosofía no debía estar
subordinada a la teología, teniendo aquella su finalidad en sí misma90.
La primera reacción eclesiástica a esta actitud fue la condena que el Obispo
de París hizo de quince tesis de los averroístas latinos, de las cuales trece eran
de inspiración averroísta. La respuesta de los averroístas para desatender esta
condena fue que “enseñaban aquellas doctrinas como filósofos, aunque como
creyentes las estimasen erróneas”91.
A pesar de esa condena, el movimiento siguió creciendo, al grado que en
1279 el Papa Juan XXI publicó una bula de advertencia a los maestros de artes
y, posteriormente, el Obispo de París promulgó, el mismo año, un decreto que
condenaba 219 tesis, rechazando al mismo tiempo, la excusa por parte de los
averroístas de una posible “doble verdad”.
Entre la tesis condenadas, se encontraban algunas cuyo origen, como lo hizo
notar don Miguel Asín Palacios, provenían de traducciones erróneas, en las que
se desvirtuaban las palabras de Averroes.
Por ejemplo, las tesis siguientes: “Que los sermones de la teología se fundan
en las fábulas”; “Que hay fábulas y errores en la religión cristiana como en las
87
P. Vignaux, El pensamiento en la Edad Media, Fondo de Cultura Económica, México, 1977,
pp. 68-69.
88
Véase S. Gómez Nogales, “Hacia una nueva interpretación de Averroes”, en Al encuentro de
Averroes, Trotta, Madrid, 1993, pp. 59, 62.
89
M. Asín Palacios, “El averroísmo teológico de Santo Tomás de Aquino”, p. 320.
90
É. Gilson, La filosofía en la Edad Media, vol. 2, Gredos, Madrid, 1958, p. 230.
91
M. Cruz Hernández, La filosofía árabe, Revista de Occidente, Madrid, 1963, p. 340.
Respecto a la naturaleza de las tesis condenadas, véase É. Gilson, La filosofía en la Edad Media,
vol. 2, p. 231.
44 Arturo Ponce Guadian
otras”92. En estas tesis los términos árabes mitāl (símbolo) y muŷāz (símil) fue-
ron traducidos por fábulas, despojándolas del carácter técnico que presentan en
la obra de Averroes93.
Otras tesis reflejaban la influencia del pensamiento aristotélico, en cuanto
colocaba a la filosofía por encima de las creencias religiosas y a la razón sobre
la fe. Así, se afirmaba “que la religión cristiana impide instruirse”; que la verda-
dera sabiduría es la de los filósofos”, “que no existe estado superior al del ejer-
cicio de la filosofía”, y por tanto, “que la felicidad se obtiene en esta vida y no
en otra”94.
También en las tesis condenadas se encontraba la formulación de una nueva
moral opuesta a la moral cristiana: “Con estos filósofos recobraba vida toda la
moral naturalista y reclamaba sus derechos. Nada de virtudes naturales infusas,
nada de la humildad cristiana que consiste en disimular los propios méritos, ni
de abstinencia ni de continencia; hay que volver, por el contrario, a aquellas vir-
tudes que Aristóteles reserva a una minoría selecta y que no están hechas para
los pobres”95.
6. Conclusiones
92
Citadas por M. Asín Palacios, “El averroísmo teológico de Santo Tomás de Aquino”, p. 305.
93
M. Asín Palacios, “El averroísmo teológico de Santo Tomás de Aquino”, p. 305
94
Citadas por É. Gilson, La filosofía en la Edad Media, vol. 2, p. 232.
95
É. Gilson, La filosofía en la Edad Media, vol. 2, p. 232.
La transmisión de la filosofía greco-helénica 45
96
Véase especialmente, A. Mez, El renacimiento del Islam, S. Vila (trad.), Universidad de Gra-
nada, Granada, 2002; M. A. Shaban, The Abbasid Revolution, Cambridge University Press, Cam-
bridge, 1970.
97
P. Duhem, “History of Physics”, en The Catholic Encyclopedia, vol. 11, Robert Appleton
Company, New York, 1911; reeditado: New Advent, June 21, 2014 (www.newadvent.org/cat-
hen/12047a.htm), p. 49, citado por D. C. Lindbergh, Los inicios de la ciencia occidental, traduce-
ción de A. Beltrán, Paidós, Barcelona, 2002, p. 227.
46 Arturo Ponce Guadian
Introducción
1
Cfr. M. Beuchot, Estudios de historia y filosofía en el México colonial, UNAM, México,
1991. En dicha obra Beuchot hace un interesantísimo rastreo de las cátedras novohispanas en la
Real y Pontificia Universidad de México, mostrando la relevancia de Aristóteles en el currículo
universitario.
2
De Marcelino Menéndez Pelayo son de sobra conocidas sus contribuciones, que iré citando a
lo largo de mi trabajo; entre las de A. R. D. Pagden, menos conocidas, está el brillante artículo
“The diffusion on Aristotle’s Moral Philosophy in Spain ca. 1400-1600”, Traditio, 1975 (31), pp.
287-312.
48 Virginia Aspe Armella
3
C. Flórez Miguel / M. Hernández Marcos / R. Albares Albares (eds.), La primera escuela de
Salamanca (1406-1516), Universidad de Salamanca, Salamanca, 2012.
4
J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca y la renovación de la teología en el siglo XVI,
BAC, Madrid, 2000.
5
C. Flórez Miguel / M. Hernández Marcos / R. Albares Albares (eds.), La primera escuela de
Salamanca, p. 170.
6
En C. Flórez Miguel / M. Hernández Marcos / R. Albares Albares (eds.), La primera escuela
de Salamanca, p. 170. La precisión de Flores Miguel es indispensable. Se trata de la distinción
que hace un catedrático actual de la propia Universidad de Salamanca, editor del texto publicado
El aristotelismo de la primera etapa de la Universidad de Salamanca 49
7
Lo he hecho en otras ocasiones, por ejemplo en V. Aspe Armella, “Isidoro de Sevilla y su in-
fluencia en novohispanía”, en Á. Luis González / M. I. Zorroza (eds.) “In umbra intelligentiae”.
Estudios en homenaje al Prof. Juan Cruz Cruz, Eunsa, Pamplona, 2011, pp. 79-54, y en “Las dis-
tintas vías aristotélicas de la tradición medieval”, en El saber filosófico, vol. I: Antiguo y mo-
derno, J. Martínez / A. Ponce de León (coords.), Siglo XXI Editores, México, 2007, pp. 221-239.
8
En J. Torres Fontes, “Pedro Gallegos Cartagena”, Archivo Iberoamericano, 1964 (29), p.
481; y cfr. L. García Ballester, “Gil Zamora y su Historia naturalis. Algunos aspectos del enciclo-
pedismo en el siglo XIII”, Estudios humanísticos. Filología, 1944 (16), pp. 115-134.
El aristotelismo de la primera etapa de la Universidad de Salamanca 51
nización de traducciones para el estudio de los clásicos. Torres Fontes nos dice
que durante esa época “hubo una intensa actividad científico-cultural en conso-
nancia con la extraordinaria cultura del reino musulmán de Murcia en particular,
y con el panorama científico de Castilla, Aragón, y Europa en general”9. Fue
hasta 1265 que los moros murcianos se sublevaron y se separaron de los cris-
tianos, así que hubo veinte años de constante asimilación filosófica. Durante esa
época fray Pedro tradujo directamente del árabe al latín textos de Aristóteles10.
El texto más conocido de Gallego es la Summa Astronomica11. Pero, más
interesante para nuestro objetivo, resulta su Liber de animalibus. Perlecto libro
Aristotelis de animalibus in lingua arabica et latina. De dicho texto, nos dicen
especialistas de la época como Pelzer y los mencionados que surgió en España
el oficio de transcribir un texto, uso y modalidad que encontraremos en Nueva
España, pues autores como Alonso de la Veracruz, no harán realmente comenta-
rios a las obras de Aristóteles sino más exactamente transcripciones a la manera
que aquí explicamos, apuntes y comentarios en los que involucraban de manera
libre los problemas de su tiempo12.
9
J. Torres Fontes, “Pedro Gallegos Cartagena”, p. 481.
10
Cfr. A. Pelzer, “Un traducteur inconnu: Pierre Gallego, franciscain et premiere évêque de
Carthagène”, Miscellanea Francesco Ehrle, vol. I, Biblioteca Apostólica Vaticana, Studi e testi,
37, Roma, 1924, pp. 407-456. Martínez Gázquez es especialista en Pedro Gallego y ha publicado
de él obras en 1987, 1994, 1995 y el 2000. La continuidad de sus publicaciones prueba el reciente
interés por recuperar este período español del aristotelismo. Martinez Gázquez demuestra que
desde Gallego ya había arraigado en España el uso de transcribir a Aristóteles en castellano y
latín. Cfr. J. Martínez Gázquez, “Traducciones árabo-latinas en Murcia”, Filología mediolatina.
Revista de la Fondazione Enzio Franceschini, 1995 (2), pp. 249-257. El autor llevante en el texto
la importancia de las nuevas contribuciones de L. García Ballester a las que sigue en “A marginal
learned medical world. Jewish, muslims, and christians medical practitioners and the use or arabic
medical sources in the late medieval Spain”, Practical Medicine fron Salerno to the Black Death,
Cambridge University Press, Cambridge, 1994. En dicho texto el autor se apoya en los testimo-
nies de Abu’Ali al-Husain ibn Rashig (1275). El texto es clave porque demuestra la trans-
versalidad que he señalado como soslayada entre las tradiciones ibéricas de la época. Cfr. también
“Escuelas de lenguas orientales en los siglos XIII y XIV”, Analecta Sacra Terraconensia, 1944
(38), pp. 252.
11
Pedro Gallego, Summa Astronomica, MS. Biblioteca Nacional de España. MS.8919 de
Manuel de Castro OFM. Ha sido A. Pelzer (“Un traducteur inconnuu: Pierre Gallego”) quien ha
trabajado más a este autor fuera de España.
12
Alphonsum A Vera Cruce, Dialectica Resolutio: Cum Textu Aristotelis. Tractatus praedica-
bilium incipit. Quaestiones Proemiales, Libri Praedicabilium Porfirii, excudebat Ioannes Paulus
Brissensis, Mexici, 1554, p. 17, en el que Alonso cita las opiniones de Escoto, Alberto Magno,
Avicena y Algazel. Para Alonso el Tratado aristotélico tiene valor frente a las discusiones de su
tiempo; por ejemplo, diserta sobre la propuesta del nominalismo en torno al problema de los uni-
versales.
52 Virginia Aspe Armella
Martínez Gázquez, nos explica qué entendían en esa época los filósofos sal-
mantinos por “transcribir”: “se trata de una summa breviarium, una combi-na-
ción en el trabajo terminológico y en la repercusión del libro en las dos lenguas,
latín y árabe, con la idea de adiciones pedagógicas, estilísticas y terminológi-
cas… es una rearticulación del texto original en función de un esquema distin-
to”13. Sostiene que en esas compilaciones se realizaba la intertextualidad y la
hipertextualidad, nos dice que el texto árabe que usó Gallego parece que tenía el
original de Al-Fargani, un sacerdote y médico sirio A boulfaradj Ibn At-Tayib,
fallecido en 1043 en Bagdad y autor prolífero de obras de Aristóteles en árabe.
Se dice que Pedro Gallego utilizó también la traducción de Averroes a la hora
de realizar su transcripción. Para efectos del interés que aquí nos convoca, es de
recalcar que durante la época, franciscanos como Juan Gil Zamora (1241-1318)
ya utilizaban a Aristóteles y lo habían asimilado en su cátedra de Toulouse y
Zamora. El tratado De las partes de los animales de Aristóteles es recurrente en
la Historia Naturalis de Juan Gil Zamora y en el libro De propietatibus rerum
de Bartolomé Anglico, a ambos autores se les conoce como los enciclopedistas
y humanistas de la época, el primero en España y el segundo en Gran Bretaña;
es decir, para el siglo XIII la universidad de Salamanca ya tenía una ilustración
importante; se trató de un naturalismo aristotélico robusto que incidiría como
trabajo de composición en autores novohispanos del siglo XVI como Bernardi-
no de Sahagún14.
13
J. Martínez Gázquez, “Traducciones arabo-latinas en Murcia” p. 253.
14
Cfr. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, Porrúa, Méxi-
co, 1999, también llamada Códice Florentino. Colección Mendicea-Palatina, de la Biblioteca del
Vaticano traducida al inglés como Florentin Codex. History of the things of New Spain, School of
American Research / University of Utah, Salt Lake, vol. 1, 1950; vol. 2, 1951; vol. 3, 1952; vol.
7, 1953; vol. 8, 1954; vol. 12, 1955. Autores como Sandra Anchondo Pavón han demostrado la
conexión entre los textos de Sahagún y las obras de Gil Zamora y Bartolomé Anglico en Retórica
y filosofía moral en los antiguos mexicanos, Colección Novohispana, Porrúa, México, 2014.
El aristotelismo de la primera etapa de la Universidad de Salamanca 53
15
Para la evolución de este momento confrontar el texto J. L. Castillo Venegas, “El aristote-
lismo político en la Universidad de Salamanca del siglo XV: Alfonso de Madrigal y Fernando
Roa”, La Corónica: A Journal of Medieval Hispanic Languages, Literatures and Cultures, 2004
(33, 1) pp. 39-52.
16
Seguiremos el artículo de J. L. Castillo Vegas, “El aristotelismo político en la universidad de
Salamanca del siglo XV: Alfonso de Madrigal y Fernando Roa”, donde se documenta y trabaja a
dos de los aquí citados.
17
Seguimos en este rastreo el texto de Herrero Prado y los que él cita. Cfr. N. G . Round, “Pero
Díaz de Toledo: A Study of a 15th century converso translator and his background”, Dissertation,
University of Oxford, Oxford, 1966; citado por Herrero Prado en “Pero Díaz de Toledo, Señor de
Olmedilla”, Revista de literatura medieval, 1998 (10), pp. 101-115.
54 Virginia Aspe Armella
18
Herrero Prado, “Pero Díaz de Toledo, Señor de Olmedilla”p. 103.
19
Seguimos en este texto a M. Torres Caravias, “Colegios Mayores y Letrados (1406-1516). La
apertura del Colegio de san Bartolomé de Salamanca”, en C. Flórez Miguel / M. Hernández
Marcos / R. Albares Albares (eds.), La primera Escuela de Salamanca (1406-1516), pp. 15-34.
20
En acertado juicio de: J. Labajos Alonso, “Pedro de Osma y Fernando de Roa: significación
histórica”, en C. Flórez Miguel / M. Hernández Marcos / R. Albares Albares (eds.), La primera
Escuela de Salamanca (1406-1516), pp. 143-162.
21
J. Labajos Alonso, “Pedro de Osma y Fernando de Roa: significación histórica”, p. 145.
El aristotelismo de la primera etapa de la Universidad de Salamanca 55
ética aristotélica a darles una exposición pormenorizada del resto de las obras de
Aristóteles.
En la obra Pedro Osma y sus comentarios a la Ética de Aristóteles dice
Osma: “Ergo, igitur, magister de Osma officium meum, aut saltem aliquam ejus
partem, ut commune apponerem non modo decin viverem, verum si quoquo
modo fieri poterat perpetuo, Aristotelis ethicorum libros ad Aretino pridem e
graeco in latinum traductos nostris hominibus pro intellectus mei facultate plane
legendos fecerim”22.
El texto prueba el interés salmantino y la petición de revisar las obras com-
pletas del Estagirita. Más adelante se prueba el interés por dicha formación ética
y la relevancia que esto tendrá en la formación filosófica salmantina con el mé-
todo aristotélico: “Et quia multa ex dicendis et ante dictis satis intelligi poterunt,
ítem quia nec sententiae explicatio, hac igitur de causa, aliqua relinquens pru-
dentiae simul et sapientiae lectorum, intendo in libris subsequentibus brevius
procedere. Modus, taque, procedenti erit iste: libros, ut prius, dividam in tracta-
tus, et tractatus in capitula, et capitula in paragraphos, in quibus quando senten-
tia fuerit obscura, eam explicabo; quando verit plana, dicam: sententia qualiter
intricaba construam, alias dicam littera pateta aut littera plana; vocabula autem
quae fuerint obscuriora in omni loco exponam, et si quae ocurrerint pro mei in-
tellectu facultate enodare conabor, et sicubi opiniones sint contrariae, cum opus
fuerit, recitabimus. Hoc, itaque, modo octo libros sequentes exponere atque ex-
plicare intendimus”23.
Dice Labajos que se trata de una época en la que el aristotelismo español
pasa de ser una enseñanza parcial a una exposición integral del Corpus. Antes
de Osma la enseñanza salmantina se concentraba en la exposición del Organon,
comenzando por exponer la Isagogé de Porfirio por Boecio o exponiendo
aisladamente algunos textos árabes del Corpus, pero para el siglo XV se ve ya
el peso aristotélico, incluso para la teología de Tomás de Aquino que se venía
exponiendo antes de la llegada de Francisco de Vitoria a Salamanca; con este
seguimiento, aparece otra desmitificación: aunque es verdad que es Vitoria
quien cambia la manera de dar la teología pasando de las Sentencias de Pedro
Lombardo a la Suma Teológica, el tomismo ya venía asimilándose aunque con
equívocos y sin esplendor en autores como Osma, además, que ya había antes
de Vitoria una tradición aristotélica española. Tenemos para el siglo XV la
influencia del humanismo español en el derecho que, desde que Alfonso X el
rey sabio había propiciado con sus reformas del siglo XIII traducciones a lengua
vernácula, se había incorporado con la retórica en la cátedra un enfoque y uso
22
En J. Labajos, Pedro de Osma y sus comentarios a la Ética de Aristóteles, Publicaciones Uni-
versidad Pontificia, Salamanca, 1996, pp. 33-34.
23
J. Labajos, Pedro de Osma y sus comentarios a la Ética de Aristóteles, pp. 35-36.
56 Virginia Aspe Armella
práctico que prueba que no hay una separación tajante entre el humanismo
tomista salmantino del siglo XVI y el humanismo italiano; ambos compartían
usos desde tradiciones españolas previas. Es así que podemos decir que las
influencias italianas que en el siglo XVI llevaron a España autores de la talla de
Ginés de Sepúlveda no fueron influencias exclusivamente extranjeras ni
separadas de la condición ibérica; como hemos visto, toda una tradición españo-
la desde el siglo XIV venía anticipando el arraigo de ese aristotelismo. Es ver-
dad que durante el siglo XVI, y con las reformas a los estatutos de 1529 del rec-
tor de Salamanca Pérez Oliva, se propició la eclosión del humanismo renacen-
tista, que durante ese tiempo entró el nominalismo a España por Siliseo, y que
se propició el enfoque filológico de Nebrija en las traducciones, pero esos movi-
mientos arraigaron en la escuela de Salamanca porque ya se venían desarrollan-
do desde antes en el currículo.
Con esta información nos asombra ver que autores de la talla de A. R. D.
Pagden24 en su espléndida investigación sobre el aristotelismo español de los si-
glos XIV al XVII, desconozcan muchos de los textos que asimilaron el aristote-
lismo. Es verdad que antes del siglo XV español no se propició en su conjunto
la filosofía natural del Estagirita, y que como él dice, se leía a Aristóteles junto
a Séneca, Cicerón y otros, más a la manera de una fuente para adquirir senten-
cias, pero Pagden sigue a Charles Lohr en su juicio de que Aristóteles sólo apa-
reció en una enciclopedia, la Tesoro, De Bruneto Latini en su versión Castella-
na25 proponiendo la tesis de que sólo se tienen manuscritos de las Éticas, Econó-
mica y Política antes de 1400, cuando hoy ya hay catálogos de la Universidad
de Salamanca que prueban otras traducciones de Aristóteles previas a la época26.
Pagden documenta tan sólo una traducción castellana y una catalana. Argu-
menta que fue quizás la autoridad aplastante de san Agustín lo que impidió el
desarrollo previo del aristotelismo, o que quizás ello se debió a que el mismo
Aristóteles había dicho en sus Éticas que no se enseñara ética a la juventud, lo
cierto es que los estudios de Pagden aún separan tajantemente la tradición mu-
sulmana de la cristiana y judaica, tanto como la del humanismo italiano de la
tradición cristiana ibérica cuando hoy, estudiosos de Salamanca, han probado
24
En A. R. D. Pagden, “The diffusion on Aristotle’s Moral Philosophy in Spain”, pp. 290 ss.
25
Cfr. Ch. Lohr, “Medieval Latin Aristotle Commentaries”, Traditio, 1967 (23), p. 403.
26
Las aportaciones de Pagden en este campo son importantes, sigue el catálogo de los Manus-
critos catalanes, valencianos, gallegos y portugueses de la Biblioteca del Escorial (nº 234, Madrid,
1932), y sigue de Edward Cranz la bibliografía aristotélica (E. Cranz, “A Bibliography of Aristo-
tle Editions 1500-1600”, V. Koerner, Bibliographica Aureliana 38, Baden-Baden, 1971, pp. 119-
120).
El aristotelismo de la primera etapa de la Universidad de Salamanca 57
que hubo una asimilación intercultural del aristotelismo ibérico desde los siglos
XII al XIV que bebió de Italia y de vías orientales diversificadas27.
Lo que sí prueban Pagden y otros especialistas del tema en el siglo XX, es
que el aristotelismo del siglo XV comenzó a proliferar en la corte y la aris-
tocracia, hecho que dio lugar a que en el siglo XVI personajes como el Marqués
de Santillana –Iñigo López de Mendoza– (1398-1458) padre de Diego Hurtado
de Mendoza (1503-1575) quien se dice que leía en latín, griego, hebreo y árabe,
y en general la familia Mendoza que tuvo retro-alimentación en Granada con los
árabes, adquirieron obras de Aristóteles y las estudiaron. Fue gracias a la corte y
a la aristocracia española que las obras de Aristóteles afianzaron su profundo
impacto cultural en el siglo XVI: por ejemplo también con la familia del almi-
rante Colón, que gracias a su erudito hijo Fernando (1509-1539) formó la llama-
da Biblioteca Colombina de 1500 volúmenes, pero es un error pensar que hasta
entonces llegó el aristotelismo a España; actualmente ya están documentadas de
la Biblioteca del Escorial traducciones de obras de Aristóteles desde el siglo
XIV28.
Autores de la década de los noventas del siglo XX29 probaron una tradición
naturalista franciscana del siglo XII español que se inspiraba en Aristóteles, y
27
Que se prueba, por ejemplo, con la llegada del aristotelismo árabe desde Toledo a la Univer-
sidad de París en el siglo XII, pues en sus envíos está documentado que la obra Etimologías de
Isidoro de Sevilla iba traducida al árabe –hecho que muestra la retroalimentación habida entre
musulmanes y cristianos– además, algunas obras de Aristóteles estaban desde entonces traducidas
al castellano del árabe, es decir, que se leía a Averroes, a Maimónides y a otros en lengua roman-
ce y en latín.
28
Cfr. Z. Cuevas, Catálogos. De los Manuscritos Castellanos de la Real Biblioteca del Esco-
rial, s.n., Madrid, 1924, traducciones de Aristóteles de la Biblioteca del Escorial del siglo XIV, L
III, 2 ff. Y del siglo XV, H III.1 ff. 74-114. Los propios aportes de Pagden en este campo prueban
la tesis, cuando documenta el uso de la filosofía práctica y no la natural de Aristóteles, documenta
una versión castellana en Madrid, Biblioteca Nacional 921, de Felipe Patrias de 1385; otra versión
catalana en la Bodelian Library de Oxford MS Canonici, ital. 147; de la Biblioteca Nacional de
Madrid MS 7321 una traducción al español de las Éticas, Política, y Económica que usa la
traducción de Leonardo Bruni y la Retórica de Guillermo de Moerbeke es la del catalán Alvari de
Muxeira en el folio 175.
29
Como Luis García Ballesteros en “Gil Zamora y su Historia naturalis”, e Íñigo López de
Mendoza, conocido mejor como el marqués de Santillana (1398-1458), famoso por su humanismo
y fecundidad literaria, en su Espejo para Príncipes y para toda criatura humana se ve su
erudición (manuscrito de la Biblioteca Digital Hispánica; Obras Completas, Colección Autores
Hispanos, edición, introducción y notas de A. Gómez Moreno / M. P.A. M. Kerhof, Planeta,
Barcelona, 1988). Cabe recordar aquí al lector que el marques de Santillana fue el padre de Diego
Hurtado de Mendoza, humanista reconocido en América al igual que la familia Mendoza en
Europa. Los Mendoza tuvieron tanto poder durante el siglo XVI que por ellos se añadió un
último punto, al cerrar el Concilio de Trento, acerca de la importancia del tema de las imágenes
58 Virginia Aspe Armella
para la fe católica. Los Mendoza tenían en sus bibliotecas de Granada, Madrid y Nueva España
textos de Aristóteles, La Poética, en especial, fue un libro leído y traducido por ellos. Fueron los
típicos representates del humanismo griego salido de Salamanca y llevado a las cortes españolas y
a la vida política.
30
Cfr. J. Fernández de Heredia, “Translatio y compilatio en las relaciones entre oriente y
occidente, siglo XIV”, Simposio en el VII centenario del nacimiento del gran maestre de la Orden
de San Juan de Jerusalén, Caspe, 22 y 23 de octubre 2010; en J. C. Iglesias Zoido, “El
‘Tucídides’ de Juan Fernández de Heredia (s. XIV): problemas planteados por la selección de los
discursos”, Anuario de estudios filológicos, Universidad de Extremadura, 2005 (28, 155), pp.
131-147, prueba la influencia aragonesa en el aristotelismo y humanismo del cuatrocientos ibé-
rico. De él obtenemos la tesis de que el pionero del humanismo bizantino es Aragón vía Aviñón,
Nápoles y Sicilia. Fue Juan Fernández de Heredia quien construyó una colección de manuscritos
bizantinos; pertenecía a la orden de san Juan de Jerusalén.
El aristotelismo de la primera etapa de la Universidad de Salamanca 59
Para el siglo XVI el aristotelismo franco pasó a un segundo plano en las in-
vestigaciones eclipsado por el florecimiento aristotélico-tomista vitoriano. Para
efectos de Nueva España, cabe decir que la selección que hace Alonso de la Ve-
racruz de las traducciones de Argyropoulous a las obras de Aristóteles, prueba
que en América tuvo especial influencia la tradición aristotélica aragonesa que
se bebió de los planteamientos y traducciones bizantinos, legado venido por dos
vías: la de Aviñón, y la de Nápoles y Sicilia que recibió de oriente la misma im-
pronta. Sabemos que la Dialectica resolutio, la Physica speculatio y otras obras
de Alonso son los apuntes de las clases que impartía. También sabemos que
Alonso comenzó su primer semestre de clases impartiendo los comentarios a la
Suma Teológica en su cátedra de teología, pero que, inmediatamente después,
Alonso suprimió la cátedra de tomismo para desarrollar exclusivamente la de
Aristóteles; sabemos que esto se debió a que Alonso tuvo que salir de la Uni-
versidad para realizar otras tareas, pero pensamos que el que Alonso haya
tenido que dejar la cátedra no es una justificación suficiente para haber excluido
del currículo a Tomás de Aquino. La prematura nueva modalidad en el currículo
prueba –a mi parecer– una elección consciente por parte del profesorado novo-
hispano, modalidad en la que se establecía que, toda cátedra en la facultad de ar-
tes, medicina y teología, comenzaría por los comentarios a las obras de Aristóte-
les. Ahora bien, si hemos visto con anterioridad en qué sentido la tradición sal-
mantina llamaba a la transcripción de obras traductio con Pedro Gallego y que
con la influencia de los traductores bizantinos, la traductio pasó a ser más que
un trabajo filológico y estilístico uno de comentario libre en el que el autor ha-
cía sus investigaciones aunadas al texto de Aristóteles, podemos apuntar que fue
ese esquema el que siguió Alonso de la Veracruz al realizar sus apuntes en torno
a las obras de Aristóteles. Una lectura de los comentarios alonsinos nos muestra
que el agustino incorporaba al texto aristotélico discusiones medievales tanto la-
tinas como árabes, por ejemplo, cuando abre sus Investigaciones del alma
discutiendo si el estudio del alma pertenece a la filosofía natural o a la metafí-
sica tema frontalmente medieval que opone el parecer acertado de Averroes y
Tomás de Aquino al de una tradición aristotélica neoplatónica del medioevo la-
tino; o, también cuando introduce en sus investigaciones al analizar el libro III
del De anima, una discusión sobre la hechicería, en franca relación con la con-
dición de los indios en Nueva España. El aristotelismo de fray Alonso implicaba
la fuente original para fines y objetivos distintos, que su interés era vital, que
aterrizaba los problemas en la circunstancia de su tiempo. Se trató de un aristo-
telismo que había incorporado las influencias patrísticas, medievales y renacen-
tistas tanto como discusiones las contribuciones del nominalismo, y que en el
ámbito del poder y del dominio seguía la discusión conciliarista para ponerle un
límite a toda forma de poder absoluto. En este ámbito, el eco de autores aristoté-
licos del siglo XV como el caso de Alfonso de Madrigal el Tostado, Pedro
Martínez de Osma y Fernando Roa debe analizarse. Actualmente me encuentro
60 Virginia Aspe Armella
siguiendo el aristotelismo de las obras de estos autores con los textos de Alonso
de la Veracruz. Pero la exposición del tema rebasa el cometido de esta
ponencia.
1
“Bachiller Sentenciario” era aquél “que habiendo manejado durante un año el texto bíblico,
se forma una opinión personal sobre los problemas teológicos exponiendo a los jóvenes estudian-
tes el manual de la época, el Liber Sententiarum de Pedro Lombardo (Maestro de las Senten-
cias)”; M. A. Sobrino Ordóñez, Incienso, imágenes, diezmos y otras cosas. Nociones fundamenta-
les de ética, dogma, legislación y ritual de la Iglesia Católica colonial en América Latina, t. I, p.
94 (obra inédita).
2
“Bachiller formado” era aquél “que después de enseñar dos años como Sentenciario y habien-
do acabado sus estudios pasaba algunos años en espera de la licenciatura (en el siglo XIV el tiem-
po era cuatro años), que lo encaminaba a la maestría”; M. A. Sobrino Ordóñez, Incienso, imáge-
nes, diezmos, p. 94.
62 María del Carmen Rovira Gaspar
3
García de Loaisa fue inquisidor general, obispo de Osma, arzobispo de Sevilla, Cardenal, y
en 1524 presidente del Consejo de Indias.
4
L. G. Alonso Getino, El maestro Fray Francisco de Vitoria. Su vida, su doctrina e influencia,
Publicaciones de la Asociación Francisco de Vitoria, Imprenta Católica, X, Madrid, 1930, pp.
435-436.
Influencia del nominalismo en Francisco de Vitoria 63
apuntes que tomaban sus alumnos. La primera edición de las relecciones de Vi-
toria fue la que realizó el editor Jacobo Boyer en la ciudad de Lyon en el año de
1557. Al parecer Boyer conoció a Vitoria, lo deducimos de sus palabras: “ópti-
mo y erudito varón Francisco de Vitoria, cuya memoria en grado sumo me re-
crea”, que aparece en la dedicatoria que de la obra de Vitoria hace Boyer al ar-
zobispo y supremo Inquisidor Francisco Valdés.
En el “Extracto del privilegio del Rey” puede leerse la siguiente afirmación,
“Boyer, librero de Salamanca”, de lo cual puede deducirse que Boyer debió vi-
sitar Salamanca varias veces e incluso permanecer por algún tiempo en dicha
ciudad. Fallecido Vitoria, se dedicó, según parece, a localizar y ponerse en
contacto con aquéllos que habían sido alumnos del célebre dominico y que por
lo mismo tenían los apuntes que de las Relecciones habían tomado en sus
clases, o bien, quizá, cabe la hipótesis de que el mismo Vitoria, a ruegos de
Boyer, le entregara sus manuscritos.
La segunda edición de las Relecciones fue la realizada por el padre Alfonso
Muñoz O. P., en el año de 1565, esto es, ocho años después de la edición de
Lyon.
Las Relecciones de Vitoria conocidas por todos los estudiosos de la filosofía,
del derecho y de la teología del siglo XVI en España y en América, vienen a
formar una valiosa obra.
Pasaré a tratar la que lleva por título Sobre el aumento de la caridad o Sobre
el aumento y disminución de la caridad. Asimismo, Vitoria realizó interesantes
comentarios a la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino (Prima Secundae
y Secunda Secundae), a los que también haré mención más adelante.
Los años de estudio en París, asistiendo a clases con distintos maestros que a
su vez planteaban y defendían diferentes posiciones en el espacio filosófico-teo-
lógico, fueron sumamente importantes y enriquecedores en la formación de Vi-
toria. Vitoria asistió entre otros colegios de París al de Monteagudo, donde
Maior fue director del mismo y maestro de Vitoria. Maior era un nominalista
moderado que indudablemente influyó en Vitoria. Puede afirmarse que entre
John Maior y Vitoria se dio una “relación intelectual”. Vitoria cita y coincide
con Maior en sus comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás. Es nece-
sario recordar, en relación con Vitoria, al grupo de maestros nominales españo-
les en París, lo cual viene a confirmar la influencia del nominalismo entre los
teólogos y filósofos españoles que en esta época realizaban sus estudios en
distintos colegios de la capital francesa. Entre ellos uno de los más importantes
fue Jacobo Magnus de Toledo; el valenciano Andrés Limos; Fernando de Enci-
nas; Gerónimo Pardo († 1505), quien “estudió y enseñó en el Colegio de Mon-
taigu, donde fue amigo y quizá maestro de Juan Maior, Luis y Antonio Núñez
Coronel, el segundo, discípulo de Maior, el aragonés Gaspar Lax (1487-1560),
también discípulo del escocés (Maior); Juan Lorenzo de Celaya (1490-1558),
64 María del Carmen Rovira Gaspar
quien estudió en el Colegio de Monteagudo, siendo más tarde profesor del Cole-
gio de Coqueret, donde tuvo a Vitoria como alumno. De 1509 a 1510 Vitoria to-
mó con él el curso de Artes; Juan de Gelida (1496-1556) adquirió gran fama por
su erudición llegando a ser rector de la Universidad de Burdeos”5.
Villoslada se refiere al Colegio de Monteagudo como la Sede de la Escuela
“Hispano-escocesa” por haber coincidido en él simultáneamente maestros esco-
ceses y españoles.
Por otra parte no debe olvidarse la relación intelectual que se dio entre Vito-
ria y el nominal Jacobo Almain quien fue alumno de Maior. Al parecer Vitoria
asistió al acto de “vesperias” del también nominal Luis Ber de Basilea, una de
las cuestiones propuestas por éste fue “sobre el dominio natural, civil y eclesiás-
tico”. En este acto habló también Almain, el cual era partidario de la teoría con-
ciliar. Todo ello le abría a Vitoria nuevos horizontes en el campo de la teología
y de la filosofía. En 1510 se había publicado el libro de Almain Theologi Pari-
siense Moralia, del cual se hicieron varias reediciones; Vitoria leyó esta obra,
citándola en sus Reelecciones6. Al parecer éste fue el nominalista que más
influyó en algunos teólogos salmantinos del siglo XVI. Villoslada afirma que
Vitoria debió leer “apasionadamente” a Almain, y Beltrán de Heredia no duda
en afirmar que “Vitoria le debe a Almain no pocos elementos”.
Sin embargo, es necesario recordar que Vitoria se separó más tarde del
nominalismo por la influencia que ejerció sobre él uno de sus maestros que a su
vez había sido también nominalista, Fray Pedro Crokaert, conocido como el
doctor Bruxellensis. Crokaert había sido alumno de Maior uniéndose al grupo
nominalista moderado, sin embargo, abandonó estas ideas para aceptar la
corriente tomista planteando la necesidad de volver a la lectura de Santo Tomás
y junto con Vitoria editó la Secunda Secundae; obra que como veremos más
adelante comentó Vitoria. Sin embargo, en Vitoria siempre perduró la influencia
nominal.
Pero podemos preguntarnos: ¿qué fue lo que influyó, concretamente en
Vitoria, de la posición nominal? Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que
fueron varias ideas, entre ellas, el interés por la conducta moral del hombre, su
reivindicación y justificación, dejando a un lado las propuestas de valores abso-
lutos. La postura que Vitoria acepta y la que procura llevar a cabo al intentar ex-
plicar problemas de carácter moral-teológico, es recurriendo a la cuantificación
y por ende a la ciencia, afirmando que la intensidad de una forma de conducta
valiosa se verifica por adición de nuevos grados. En relación con este problema
5
G. Fraile, Historia de la Filosofía Española Desde la época romana hasta finales del siglo
XVII, vol. 1, edición revisada y ultimada por T. Urdanoz O.P., Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid, 1971, pp. 319 ss.
6
Alonso de la Veracruz en su obra El espejo de los cónyugues cita también a Almain.
Influencia del nominalismo en Francisco de Vitoria 65
7
Justificación: “Es el restablecimiento de la relación correcta (justa) entre Dios y el hombre.
Quien justifica es Dios, que es la misma justificación o perfección: él perdona, infunde en el
corazón del hombre la caridad, que es cierta amistad, amistad o gracia que transforma al hombre
haciéndolo semejante a él mismo. La justificación tiene lugar por medio de la alianza, la
conversión y la obra de la justicia”; Romanos, 3, 24-27.
El término justificación “se toma regularmente como renovación, en virtud de la cual se res-
tituye el pecador al estado de la gracia”. Justificación: “utilizado [el término] en forma absoluta se
refiere a un atributo divino, con que se significa que Dios es el dador de la gracia con que se justi-
fican las almas”; M. A. Sobrino Ordóñez, Incienso, imágenes, diezmos, vol. 1, p. 384.
8
R. García Villoslada, La Universidad de París durante los estudios de Francisco de Vitoria,
O.P. (1507-1522), Universidad Gregoriana, Roma, 1938, pp. 84-85.
66 María del Carmen Rovira Gaspar
Vitoria afirma en su Relección Sobre los Indios, Parte Primera, que en los gra-
ves asuntos de Indias que habían surgido en relación con la conquista de Amé-
rica, y los derechos de sus habitantes, era necesario, que en las muchas “cosas
dudosas” que se presentaban “hay que consultar a aquéllos constituidos para
ello por la iglesia… esto es a los teólogos… la discusión sobre los indios no co-
rresponde a los jurisconsultos”. Por otra parte es necesario señalar que los
nominales se dedicaron al ejercicio exagerado de la Dialéctica, lo cual los desa-
creditó en cierto modo. Maior la defendió ampliamente en las páginas de su
obra. Afortunadamente Vitoria se salvó de caer en el vicio dialéctico tan común
entre los nominales de la Universidad de París en el siglo XVI9.
Según mi opinión y con base en los estudios e investigaciones que he reali-
zado sobre el pensamiento filosófico-teológico-político de Francisco de Vitoria,
el “humanismo vitoriano” se encuentra en sus comentarios a la Secunda
Secundae de Santo Tomás de Aquino y en su Relección del aumento y dismiun-
ción de la caridad y no en la Relección sobre los indios, como generalmente se
ha venido señalando y afirmando.
En relación con lo que califico como “humanismo vitoriano” juzgo perti-
nente algunas aclaraciones.
En primer lugar cuando empleo el término “humanismo” no me refiero a lo
que se conoce como studio humanitatis, sino a aquel pensamiento que refle-
xiona sobre el hombre y su naturaleza, respetándola y procurando comprender
la complejidad de ella. Asimismo y para mayor abundancia, afirmo que estoy de
acuerdo con lo afirmado por Adolfo Sánchez Vázquez cuando afirma: “no exis-
te el Humanismo así con mayúsculas, en abstracto, sino los humanismos que
han surgido en situaciones históricas concretas. Es la realidad social en la que
surgen los distintos humanismos la que les impone su limitación […] pero cual-
quiera que sea la forma en que se manifieste históricamente el humanismo, éste
se presenta como una actitud filosófica que afirma el valor del hombre”10.
En segundo lugar esta Relección sobre la caridad a pesar del valor filosó-
fico-moral-teológico y humanista que ofrece en sus páginas, ha sido muy criti-
cada.
Con el fin de no extenderme demasiado citaré dos de estas críticas: una, la
del actual teólogo Teófilo Urdánoz O. P., quien en su Introducción a dicha re-
lección afirma: “es ya general la claudicación [de Vitoria] frente al nominalismo
9
Para más noticia y datos sobre el pensamiento del erudito dominico burgalés puede consultar-
se mi libro Francisco de Vitoria. España y América. El poder y el hombre, Colección Filosófica
de Nuestra América, Librero-Editor Miguel Ángel Porrúa, México, 2004.
10
A. Sánchez Vázquez, “Ética y política”, en Filosofía política contemporánea. Controversias
sobre civilización, imperio y cuidadanía, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales, Buenos Aires, 2003, p. 95.
Influencia del nominalismo en Francisco de Vitoria 67
11
Francisco de Vitoria, Del aumento y disminución de la caridad, en Obras de Francisco de
Vitoria. Relecciones teológicas, traducción e introducción de Teófilo Urdánoz, O.P., BAC, Ma-
drid, 1960, p. 938.
68 María del Carmen Rovira Gaspar
12
Remiso: acto dejado, relajado, flojo, suelto, suave, indolente. Intensivo: acto realizado con
intensidad, con gran devoción y amor a Dios.
13
Juan Maior, In libros Sententiarum, I, q. 99, d. 17, fol. LXIV y LXV (la traducción latín-
español de los textos empleados en este estudio la realizó la Dra. Carolina Ponce Hernández).
14
Francisco de Vitoria, Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás, t. II: De caritate
et prudentia. De Bello, edición preparada por el R. P. V. Beltrán de Heredia O.P., Biblioteca de
Teólogos Españoles, dirigida por los dominicos de las Provincias de España, Salamanca, 1932, q.
24, a. 6 (la traducción latín-español de los textos empleados en este estudio la realizó la Dra.
Carolina Ponce Hernández; se cita: De caritate, indicando cuestión, artículo).
Influencia del nominalismo en Francisco de Vitoria 69
15
Francisco de Vitoria, De caritate, q. 24, a. 6.
16
Francisco de Vitoria, Del aumento y disminución de la caridad, p. 979.
70 María del Carmen Rovira Gaspar
contrario todos dirán que ese hombre primero era un santo y después ya no
sino solamente un hombre bueno”17.
Indudablemente Vitoria frente a las propuestas teológico-morales tradicio-
nales está proponiendo no sólo un individualismo en relación con la entidad hu-
mana, valiosa por sí misma, sino un humanismo en el que se realiza una dignifi-
cación de los actos del hombre.
Sus palabras finales me parecen y son en verdad admirables: “confieso fi-
nalmente que me es más fácil decir cuál es lo falso en esta materia que cuál es
lo verdadero” y así concluye la primera parte de esta relección.
Con un gran sentido crítico admite “que no es cosa cierta sino muy dudosa
cómo aumenta la caridad”… y con gran sinceridad afirma: “Ni me satisface la
opinión de Santo Tomás, ni puedo contestar a todas las dificultades que de ella
se originan. […] Parece lo más probable que no todo acto aumenta la caridad
[…]. Podría defenderse con probabilidad que la caridad aumenta con cualquier
acto […] en proporción”18.
Me inclino a afirmar que estamos ante el gran Vitoria, que duda, que exa-
mina las distintas propuestas, que se abre sin ningún prejuicio a “los modernos”,
dándolos a conocer a sus alumnos de la Universidad de Salamanca. Es el Vitoria
que en medio de sus dudas abre camino en reconocimiento a lo humano como
tal, el que entiende al hombre en su problemática y a veces endeble naturaleza.
El humanismo planteado por Vitoria reconoce y acepta, como ningún teólogo de
su tiempo, al hombre, en su mismidad humana, como “caminante”, recordemos
que es la palabra de la que se vale para referirse al hombre que vive, sufre y pro-
cura la perfección aunque difícilmente pueda lograrla, y sin embargo, su cari-
dad puede aumentar por el conjunto y la suma de sus actos remisos, esencial-
mente humanos y ser el hombre reconocido por Dios.
Con todo respeto me permito afirmar que los que no comprendieron a Vito-
ria, y me parecen en sus opiniones algo confusos, fueron Domingo Báñez y ac-
tualmente Urdánoz, que en su postura de cierta intransigencia ante el nomina-
lismo no supieron valorar ni comprender en toda su profundidad el humanismo
de Vitoria.
Dra. María del Carmen Rovira Gaspar
Universidad Nacional Autónoma de México
govira@unam.mx
17
Francisco de Vitoria, De caritate, q. 24, a. 6.
18
Francisco de Vitoria, Del aumento y disminución de la caridad, p. 988.
SUBJETIVIDAD
UN ENFOQUE TRASCENDENTAL DE VITORIA (1483-1546)
Juan Cruz Cruz
1
G. W. F. Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte (Einleitung: “Die neue
Welt”), E. Gans (ed.), s.n., Berlín, 31848, pp. 100 y ss.
72 Juan Cruz Cruz
y en clima templado. Pero, ¿en qué parte del mundo? Piensa Hegel que la distin-
ción entre Viejo y Nuevo Mundo no es meramente externa o contingente, sino
interna y esencial. Así, el Nuevo Mundo “lo es con respecto a todos sus caracte-
res propios, físicos y políticos”. La cultura que se desarrolló en el Nuevo Mun-
do fue de una inferioridad notoria respecto de la del Viejo: Dice Hegel: “Era
una cultura natural, que había de desaparecer tan pronto como el espíritu se
acercara a ella. América se ha revelado siempre y sigue revelándose impotente
en lo físico y en lo espiritual”.
Hombres y animales han ido sometiéndose allí al soplo de la actividad euro-
pea. En América no hay un pasado que figure como elemento de nuestro presen-
te. “América es el país del porvenir”. Y vaticina que en tiempos futuros “se
mostrará su importancia histórica, acaso en la lucha entre América del Norte y
del Sur”. Lo que hasta ahora ha sucedido en América de interesante es sólo el
eco del Viejo Mundo. “Mas como país del porvenir, América no nos interesa,
pues el filósofo no hace profecías”.
Volvamos entonces los ojos al Viejo Mundo. Éste es el teatro de la Historia,
el escenario de la subjetividad. América, en cambio, está dividida en dos partes
(Norte y Sur), reunidas por un istmo que, por su pequeñez, no puede convide-
rarse como tercero en discordia, ni como una Vermittlung, una mediación dia-
léctica. La división tripartita y casi dialéctica del Viejo Mundo (África de las
altiplanicies, Asia de los valles y Europa del litoral), esa división “no es casual,
sino que responde a una necesidad superior”, al “concepto”, a lo esencial. La
combinación armónica de la altiplanicie, el valle y la costa se da en Europa: “la
cual es la parte del mundo del espíritu, del espíritu unido a sí mismo [o sea, de
la subjetividad] y que se ha dedicado a la realización y conexión infinita de la
cultura”. Para Hegel la subjetividad también necesita de la geografía.
Y ello convierte a Europa “en el centro de la historia universal. Todos los
grandes Estados de la historia antigua se encuentran en torno de este ombligo de
la tierra”.
Estas tesis las enseñaba Hegel en Berlín hacia el año 1820.
2. Volvamos hacia atrás. Tres siglos antes, en el año 1550, se libraba en Es-
paña, concretamente en Valladolid, una contienda dialéctica en la que el Nuevo
Mundo era objeto de valoraciones antropológicas y sociales. Uno de los conten-
dientes, llamado Juan Ginés de Sepúlveda, llegó a mantener sobre la subjetivi-
dad del indígena ideas tan peregrinas como las posteriores de Hegel. Decía:
“Con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo
Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad
son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos y como las muje-
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 73
res a los varones, habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gentes
fieras y crueles a gentes clementísimas”2.
No se puede decir que Sepúlveda era un personaje desinformado; todo lo
contrario, era un humanista formidable, conocedor de los clásicos de la filosofía
y del derecho. Más o menos como lo fuera después Hegel. Formado en Bolonia,
era conocido en los círculos italianos de Pomponazzi. Tradujo la Política de
Aristóteles y el Comentario de Alejandro de Afrodisias a la Metafísica de
Aristóteles. Era un intelectual macizo, autor de un libro sobre Las causas justas
de las guerras contra los indios, cuyas tesis eran las que fueron discutidas y
refutadas vehementemente en Valladolid por uno de los personajes mejor infor-
mados sobre el Nuevo Mundo: Bartolomé de las Casas. Aquella contienda dia-
léctica quedó políticamente en tablas. Pero entre los filósofos, los teólogos y los
juristas fue calando la impugnación hecha por Las Casas, la cual coincidía, a su
vez, con las enseñanzas, más sistemáticas, del gran maestro de Salamanca Fran-
cisco de Vitoria.
En un ataque de sinceridad, yo les diría a ustedes ahora mismo que fue Vito-
ria el que indicó sin equívocos el lugar exacto en que la subjetividad humana
debía tomar tierra, como quería Hegel. Aunque Las Casas abrió el camino.
Me explico.
2
J. Ginés de Sepúlveda, De la justa causa de la guerra contra los indios, FCE, México, 1987,
p. 101.
74 Juan Cruz Cruz
2. La gran pregunta que surge por este hecho es: ¿cuáles han sido las conse-
cuencias filosóficas del descubrimiento, consecuencias que atañen a la configu-
ración universal de la subjetividad? Es claro que en el tiempo de una conferen-
cia no puedo hacer un balance puntual de las múltiples facetas de esta pregunta.
Quiero ajustarme de modo general a dos grupos de cuestiones antropológicas:
uno, que se refiere a las consecuencias morales y jurídicas; otro, que concierne a
las consecuencias sociales y económicas. Y en el centro de estas cuestiones está
Vitoria.
En cuanto a las consecuencias morales y jurídicas, en el hecho histórico del
descubrimiento es preciso distinguir dos aspectos: uno, la colonización sociopo-
lítica; otro, el humanismo cultural.
3
S. de Madariaga, El auge y el ocaso del imperio español en América, Espasa Calpe, Madrid,
1979, pp. 381-382. Cfr. M. Restall / F. Fernández-Armesto, The conquistadors: a very short in-
troduction, Oxford University Press, Oxford, 2012, pp. 83-84. “Las Américas quedaron aisladas.
Debido a la configuración del terreno y la deriva de las corrientes, era difícil para los habitantes
explorar su propio hemisferio y conocer las civilizaciones de los demás. Los aztecas y los incas
no sabían casi nada el uno del otro”; F. Fernández-Armesto, 1492 the year the world began, Har-
per Collins, New York, 2010, p. 288.
4
Cfr. P. Borges Morán, Misión y civilización en América, Alhambra, Madrid, 1987.
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 75
5
Bastaría seguir las narraciones de los espantosos hechos volcados por Bernal Díaz del
Castillo en su obra Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, terminada en 1575,
pero publicada póstumamente en 1632.
6
C. Rangel, Del buen salvaje al buen revolucionario: mitos y realidades de América Latina,
Gota a Gota, Madrid, 11976, 2007.
7
Cfr. J. Cruz Cruz, Sentido del curso histórico: de lo privado a lo público en la historiología
dialéctica, Eunsa, Pamplona, 1991 (cfr. especialmente el capítulo V, donde se estudian los mode-
los historiológicos de Rousseau, Kant, Fichte y Hegel); Filosofía de la historia, Eunsa, Pamplona,
2007 (tercera parte).
8
La tesis de que aquellos indígenas eran apenas hombres y, por lo tanto, debían ser sometidos,
fue defendida en el siglo XVI por J. Ginés de Sepúlveda, Demócrates segundo o De las justas
causas de la guerra contra los indios, CSIC, Madrid, 1951. Véase la atinada “Introducción” que
T. Andrés hace a esta edición. Sepúlveda fue contestado con gran energía por Bartolomé de las
Casas (cfr. Opúsculos, Cartas y Memoriales, BAE, Madrid, 1958). Cfr. L. Hanke, All Mankind Is
One: A Study of the Disputation between Bartolomé De Las Casas and Juan Ginés De Sepúlveda
76 Juan Cruz Cruz
in 1550 on the Religious and Intellectual Capacity of the American Indians, Northern Illinois
University Press, De Kalb, 1974, p. XI.
9
Cfr. F. Vicente Castro, “Las órdenes religiosas pioneras en la defensa de la capacidad mental
de los indios”, en C. Soria (ed.), I diritti dell’uomo e la pace nel pensiero di Francisco de Vitoria
e Bartolomé de Las Casas, Massimo, Milano, 1988, pp. 625-638.
10
Cfr. T. de Molina (Fray Gabriel Téllez), Historia general de la Orden de Nuestra Señora de
las Mercedes, I: 1632, II: 1648, vol. II, Provincia de la Merced de Castilla, Madrid, 1974, pp.
347-349; pp. 373-380.
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 77
4. Mundo y espíritu
11
Cfr. L. Pereña, La Escuela de Salamanca. Conciencia crítica de América, Universidad Ponti-
ficia de Salamanca, Salamanca, 1992, pp. 30-51; J. Brufau Prats, La Escuela de Salamanca ante
el descubrimiento del Nuevo Mundo, Editorial San Esteban, Salamanca, 1989, pp. 121-151.
12
El gran estimulador de Las Casas fue el dominico Antonio de Montesinos, quien había ingre-
sado en la Orden de Santo Domingo en Salamanca en 1502; y tras culminar sus estudios de
teología fue enviado al Nuevo Mundo en 1510. Son famosos sus sermones de 1511, en los que de-
fendió con gran valor y contundencia a los indios. Montesinos vino dos veces a España para pro-
testar ante Fernando el Católico del mal trato que recibían los nativos por parte de los coloniza-
dores y encomenderos. Como respuesta a sus propuestas salieron en 1512 las Leyes de Burgos.
Bartolomé de las Casas, diez años menor que Montesinos, había viajado desde el año 1502
hacia las Indias, donde consiguió haciendas como estanciero. En 1510 volvió a España y recibió
las órdenes sacerdotales; cuatro años después renunció a sus encomiendas, influido por la predica-
ción de los dominicos. En 1515 acompaña al dominico Antonio de Montesinos para denunciar an-
te el rey de España los abusos de las encomiendas. En 1523 ingresa en la Orden Dominicana. Con
ánimo de recabar para los indios leyes más justas, volvió en 1540 a España; y otra vez, ya defi-
nitiva, en 1547.
78 Juan Cruz Cruz
nuevo o viejo, era antes que nada la universal casa del hombre: totus orbis, le
llamó él en sus Relecciones sobre los Indios, explicadas hacia 153813.
En realidad el motivo ocasional de la doctrina moral y social de Vitoria fue
el hecho del descubrimiento del Nuevo Mundo –con sus nuevas razas y len-
guas– el cual provocó la revisión de básicas ideas antropológicas y jurídicas.
Hasta el punto de que sobre el nuevo mundo geográfico –que rompía los estre-
chos límites de la visión europea con la voz asombrada de Colón por el Atlán-
tico en 1492 y luego de Vasco Núñez de Balboa ante el ilimitado Pacífico en
1513– se alzó un nuevo universo normativo, gracias al empuje de Vitoria,
quien, al margen del mito del buen salvaje, transformó desde España la
conciencia política de Europa, superando en muchos aspectos la mentalidad
medieval y proponiendo un cuadro de derechos y deberes del hombre, como ser
individual y social, en toda clase de pueblos, dentro de una comunidad
universal [totus orbis], que es el albergue natural del hombre14. Aquí es donde
sitúa topográficamente Vitoria la subjetividad.
Este Orbe universal, la casa natural del hombre, se debe a la apertura consus-
tancial que el ser humano, por su estructura interna, hace a los demás –apertura
que es la raíz de sus múltiples relaciones en comunidad y en sociedad15–.
13
Francisco de Vitoria, Relecciones teológicas, 3 vols., edición crítica por L. G. Alonso Getino,
Asociación Francisco de Vitoria, Madrid, 1933-1935 (las obras de Vitoria se citarán en adelante
por esta edición).
14
Cfr. J. Baumel, Le Droit International Public, la découverte de l’Amérique et les Théories de
Francisco de Vitoria. Étude du “De Indis noviter inventis”, Graille / Castelnau, Montpellier, 1931;
V. D. Carro, Domingo de Soto y el derecho de gentes. Los colaboradores de Francisco de Vitoria,
Bruno del Amo, Madrid, 1930; L. Hanke, La lucha española por la justicia en la conquista de
América, Aguilar, Madrid, 1959; J. Höffner, Christentum und Menschenwürde. Das Anliegen der
spanischen Kolonialethik im Goldenen Zeitalter, Paulinus, Trier, 1947.
15
Francisco de Vitoria, De potestate civili, n. 3-4.
16
M. Scheler, Die Stellung des Menschen im Kosmos, Reichl, Darmstadt, 1928, pp. 10-20.
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 79
17
V. D. Carro, La Communitas Orbis y las rutas del derecho internacional según Francisco de
Vitoria, Imprenta Merino, Palencia, 1962, pp. 47-58; A. D’Ors, “Ordo Orbis”, Revista de
Estudios Políticos, 1947 (19), pp. 37-62.
18
Francisco de Vitoria, De indis, I, 2: De titulis non legitimis, n. 3.
19
Francisco de Vitoria, De potestate civili, n. 5.
20
Francisco de Vitoria, De indis, I, 3, n. 2. Hoy no se hablaría de una “amistad natural”, sino de
una “trascendental relación interpersonal”.
80 Juan Cruz Cruz
jetividad. E incluso cuando quedaron repartidas las tierras, los hombres conser-
varon ese derecho original de posesión común y la libre facultad de recorrer el
mundo21.
El argumento de Vitoria viene a decir que el hombre nace en su casa uni-
versal [totus orbis], y precisamente por ello nace también en una familia y en un
estado. No al revés. Entre las exigencias radicales de esta “universalidad”, la del
totus orbis, está, por derecho natural, no sólo la promoción y defensa de la dig-
nidad humana, sino también la consecución de las condiciones sociales y polí-
ticas que la hacen posible. En este punto estriba inicialmente la propuesta inter-
nacionalista de Vitoria, como lo han recordado ilustres investigadores. Se trata
de una doctrina que el norteamericano James Brown Scott señalaba, hace ya ca-
si un siglo, como el camino a un derecho internacional que pertenece al porve-
nir22.
21
Francisco de Vitoria, De indis, I, 3, n. 2.
22
Cfr. J. Brown Scott, El origen español del derecho internacional moderno: Francisco de Vito-
ria y su derecho de las naciones, Talleres Tipográficos Cuesta, Valladolid, 1928; A. Gómez
Robledo, Fundadores del Derecho Internacional, UNAM, México, 1989; R. Hernández, Francisco
de Vitoria, vida y pensamiento internacionalista, BAC, Madrid, 1995.
23
Francisco de Vitoria, De indis II: De iure belli, n. 7.
24
J. M. Viejo Ximénez, “Totus Orbis, qui aliquo modo est respublica. Francisco de Vitoria, el
Derecho de Gentes y la expansión atlántica castellana”, Revista de estudios histórico-jurídicos,
2004 (26), pp. 370-371.
25
Francisco de Vitoria, De potestate civili, n. 21.
26
Cfr. J. M. Viejo Ximénez, “Totus Orbis, qui aliquo modo est republica”, p. 372.
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 81
Ésta es la misma doctrina que Kant expuso varias veces en sus escritos, sin
advertir que refrendaba tesis de Vitoria.
27
Cfr. Francisco de Vitoria, De Indis II: De iure belli, n. 13.
28
Cfr. C. Ruiz del Castillo, “Las relaciones entre los derechos del hombre y el derecho interna-
cional según las inspiraciones de Francisco de Vitoria”, Anuario de la Asociación Francisco de
Vitoria, 1948 (9), pp. 39-67; p. 46.
29
Cfr. Francisco de Vitoria, De indis II: De iure belli, n. 19.
30
Francisco de Vitoria. De indis II: De iure belli, n. 19.
31
Cfr. Francisco Suárez, De legibus, II, c. 19, n. 9.
32
Cfr. I. Kant, Zum ewigen Frieden. Ein philosophischer Entwurf (1795), zweite, erweiterte
Auflage 1796. Zweiter Abschnitt: Drei Definitivartikel. “2. Das Völkerrecht soll auf einen Föde-
ralismus freier Staaten gegründet sein”; O. Höffe (ed.), Immanuel Kant, zum ewigen Frieden,
Akademie Verlag, Berlin, ²2004.
82 Juan Cruz Cruz
33
Cfr. Francisco de Vitoria, De indis I, n. 3.
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 83
34
Cfr. E. Bullón, “El problema jurídico de la dominación de España en América antes de Fran-
cisco de Vitoria”, Anuario de la Asociación Francisco de Vitoria, 1931-1932 (4), pp. 99-128.
35
Cfr. F. Morales Padrón, Teoría y leyes de la Conquista, Cultura Hispánica, Madrid, 1979.
36
H. Thomas, El Imperio Español, Planeta, Barcelona, 2003, p. 351.
37
Cfr. M. Fazio, Francisco de Vitoria. Cristianismo y Modernidad, Ciudad Argentina, Buenos
Aires / Madrid, 1998.
84 Juan Cruz Cruz
1. Quiero recordar que de las aulas salmantinas salieron rumbo a las Indias,
en los primeros años, de 1502 a 1534, más de 50 titulados.
Pero el grueso de discípulos formados en Salamanca está entre 1530 y 1584;
de ellos pasan a Indias 182 discípulos directos de los maestros de la Universidad
de Salamanca, lo que supone su alto nivel cultural. Aproximadamente 113 cum-
plen altas funciones del Estado o de la Iglesia, 33 son obispos o arzobispos y 35
son profesores o catedráticos universitarios38.
Algunos de estos alumnos de la Universidad de Salamanca procedían de uni-
versidades americanas, como Tomás de Mercado, Juan Cervantes, Fernando
Arias de Ugarte. Incluso en las universidades hispanoamericanas se siguió el
mismo plan de estudios de Salamanca, manteniendo los principios de la digni-
dad y libertad del hombre39.
Entre estos maestros se debe nombrar en primerísimo lugar a Alonso de Ve-
racruz, discípulo de Vitoria y primer catedrático de la Universidad de México,
que llegó a ser el padre intelectual de América, “totius Indiarum parens”, en fra-
se de Juan Zapata y Quiroga. Veracruz sometió a juicio crítico las guerras de
conquista y la intervención de España con principios de Vitoria, Soto y Cova-
rrubias.
Cito también a Bartolomé de Ledesma, catedrático de las Universidades de
México y de Lima, quien escribe acerca de los indios para exponer la doctrina
de Vitoria, Cano y Soto, con cuya enseñanza se familiarizó en San Esteban de
Salamanca. En la universidad mexicana explicó un tratado sobre la justicia y el
derecho, inspirado en Vitoria40. Y no le fue a la zaga otro discípulo de Vitoria,
Bartolomé Frías de Albornoz, que fue el primer catedrático de derecho civil en
la Universidad de México, y enjuicia exactamente el régimen colonial de enco-
miendas a partir de la pregunta fundamental de Vitoria: “si la guerra y conquista
de los indios se puede hacer con justicia”41.
Pues bien, el año 1546, Alonso de Veracruz, Tomás de Casillas y Tomás de
Torres, tres discípulos de Vitoria, resolvieron en México sobre las encomiendas
38
Cfr. A. Mª Rodríguez Cruz, “Alumnos de la Universidad de Salamanca en América”, en D.
Ramos, et al. (ed.), Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca: La ética en la conquista de
América, CSIC, Madrid, 1984, pp. 499-550. En el mismo libro, véase también: P. Cerezo,
“Influencia de la Escuela de Salamanca en el pensamiento universitario americano”, pp. 551-596.
39
Cfr. J. M. Gallegos Rocafull, El pensamiento mexicano en los siglos X V I y XVII, Centro de
Estudios Filosóficos, UNAM, México, 1951, pp. 337-338.
40
J. García Icazbalceta, Bibliografía mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1954, p. 202.
41
Bartolomé de Albornoz, Arte de los contractos, Pedro de Huete, Valencia, 1583, pp. 47-48.
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 85
42
V. Carro, La Teología y los teólogos-juristas españoles ante la conquista de América, BTE,
Salamanca, 1951.
43
A. Mª Rodríguez Cruz, “Colegios y universidades en la fundación de los reinos indianos”, en
La Huella de España en América. Descubrimiento y fundación de los Reinos de Indias (1495-
1560), Colegio Oficial de Doctores y Licenciados de Madrid, Madrid, 1988, pp. 359-373.
44
P. Cerezo, “Influencia de la Escuela de Salamanca en el pensamiento universitario america-
no”, en D. Ramos, et al. (ed.), Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, pp. 551-596.
86 Juan Cruz Cruz
1. Sea cual fuere la estimación que se haga de los valores étnicos del nativo
precolombino, lo cierto es que la fe posibilitó durante los siglos XVI y XVII la
integración cultural y generó, desde el punto de vista antropológico y socioló-
gico una profunda identidad histórica, como reconoce incluso Octavio Paz con
la serenidad de un no creyente45. La subjetividad toma entonces topológicamen-
te el color del mestizaje.
Los antropólogos actuales destacan que en la América española el indio se
mezcló con el colono, originándose un mestizaje biológico y cultural que dio lu-
gar a nuevas entidades nacionales: y eso se hizo bajo un código de leyes que
permitía los matrimonios de los españoles con las indias y la incorporación de
los hijos mestizos a la clase social de sus padres. Iberoamérica es una gran re-
gión mestiza46. Y habría que preguntarse muy seriamente si los mestizos no son
la columna de los nuevos países. Con el mestizaje, el indio no fue destruido, si-
no absorbido47; y con esta absorción la mera colonización política sufrió un giro
antropológico y social y se desplegó un humanismo cultural que incluía también
valores religiosos. A finales del siglo XVI la evangelización había penetrado
hondamente en todas las capas sociales de Hispanoamérica.
En resumen, las grandes empresas de exploración en América no sólo abrie-
ron este extensísimo continente a los Europeos, sino a los propios indígenas
americanos. Como dije al principio, el contacto entre los dos grandes imperios
americanos –el de los Aztecas y los Incas– fue muy tenue. Uno de los efectos de
la exploración europea fue crear canales de comunicación estables y permanen-
tes entre las variadísimas regiones y pueblos americanos (que no estaban consti-
tuidos en una gran “Nación”, sino que cada uno era tan extranjero para el otro
como lo serían los pueblos europeos). Otro efecto fue el traslado de grupos hu-
manos indígenas de una región a otra, a veces como mano de obra48. Se abrió,
pues, una gran comunicación interamericana. México fue testigo de esto.
45
Cfr. O. Paz, “Cuauhtémoc”, en Las peras del olmo, Seix Barral, Barcelona, 1985; 2ª reimpre-
sión: 1957, p. 218.
46
Cfr. A. Rosenblat, La población indígena de América desde 1492 hasta la actualidad, Institu-
ción Cultural Española, Buenos Aires, 1935, 1945, 1967.
47
Cfr. N. Sánchez-Albornoz, “La población de las Indias en Las Casas y en la historia”, en
Quinto Centenario de Bartolomé de las Casas, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1986; T.
López Medel, Colonización en América. Informes y Testimonios (1549-1572), CSIC, Corpus
Hispanorum de Pace, 28, Madrid, 1990.
48
Cfr. M. J. Macleod, Historia socio-económica de la América Central española 1520-1720,
Editorial Piedra Santa, Guatemala, 1980; M. Restall, Seven myths of the Spanish conquest, Oxford
University Press, New York, 2003, pp. 49, 122-123.
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 87
49
Cfr. A. Castillero Calvo, Los metales preciosos y la primera globalización, Banco Nacional
de Panamá, Panamá, 2008; E. J. Hamilton, El tesoro americano y la revolución de los precios en
España 1501-1650, Ariel, Barcelona, 1975; P. Chaunu, Sevilla y América. Siglos XVI y XVII,
Publicaciones Universidad de Sevilla, Sevilla, 1983.
88 Juan Cruz Cruz
todo esto unido a una teoría cuantitativa del dinero, que explicaba la alta infla-
ción del siglo XVI.
A propósito del “precio legal” que debían respetar los mercaderes escribió
ampliamente Tomás de Mercado, otro discípulo extraordinario de Vitoria. To-
más de Mercado, fue estudiante primero en México y después en Salamanca, y
publicó la Suma de tratos y contratos de mercaderes. Las principales resolucio-
nes de su libro fueron sacadas de las disputas y argumentos recopilados de las
prácticas de mercaderes que se hacían en Nueva España y en la Universidad de
Salamanca50. Dice Tomás de Mercado en Suma de tratos y contratos: “Débese
considerar lo que a ellos –los mercaderes– les cuesta; las costas que hacen en
traerlo; el riesgo a que lo exponen, por mar o por tierra; el tiempo que tienen
ocupado en ello su dinero hasta que se saca; y junto a esto, añadiendo un mo-
derado interés, se hallará y pondrá el precio justo”51. De modo que los factores
que pondera Mercado para determinar el precio legal justo, son: 1º el precio pa-
gado por la mercadería; 2º los gastos necesarios para su transporte o imparta-
ción; 3º el riesgo; y 4º, el tiempo de ocupación del dinero. De gran importancia
para la evolución del pensamiento económico es la mención de la prima de ries-
go y el valor del dinero inmovilizado. Todo ello refluye en el costo del produce-
to, a lo cual debe añadirse, según Mercado, un interés moralmente justo. Con-
forme a estos principios se empezó a reelaborar la noción de usura, sin negar los
factores inmorales que pueden adherirse a la economía real.
La economista Marjorie Grice-Hutchinson, en su estudio clásico sobre la Es-
cuela de Salamanca52, enjuicia las notables consecuencias de estos planteamien-
tos en el pensamiento económico, explicando cómo la moderna teoría del valor
subjetivo, la teoría cuantitativa del dinero, y otros importantes conceptos en teo-
ría económica, fueron concebidos por ilustres maestros salmantinos como Az-
pilcueta, Mercado, Albornoz, Medina, etc., en contacto con los problemas co-
merciales que suscitaba el descubrimiento.
Nada tiene de extraño que ilustres profesores de la moderna Escuela Austria-
ca liberal, como el investigador americano Murray Rothbard, no duden en seña-
lar que los escritos de estos autores fueron una extraordinaria contribución a la
teoría cuantitativa del dinero, al indicar que la capacidad adquisitiva del dinero
depende de la abundancia o la escasez de metales preciosos que hubiera en los
distintos países: toda mercancía se hace más cara cuando su demanda es más
50
Cfr. A. Dávila Padilla, O.P., Historia de la fundación y discurso de la Provincia de Santiago
de México, Casa de Pedro Madrigal, Madrid, 1596, p. 728.
51
Tomás de Mercado, Suma de tratos y contratos, Hernando Díaz, Sevilla, 1571, p. 38v.
52
Cfr. M. Grice-Hutchinson, The School of Salamanca, Oxford University Press, Oxford, 1952.
Esta obra –una exposición pionera de la teoría monetaria de la Escuela de Salamanca, la más
avanzada de Europa por entonces– sirvió de fuente a Schumpeter y Rothbard.
Subjetividad: un enfoque trascendental de Vitoria 89
fuerte y su oferta escasea. Estos autores señalaron que la fijación de precios por
el gobierno es contraproducente, y describieron correctamente el fenómeno de
la inflación, ocasionado por la afluencia de metales preciosos procedentes de las
Indias.
Aunque Adam Smith ha sido considerado el padre de la ciencia económica,
tanto Schumpeter como el citado Rothbard indican la importancia de los pen-
sadores anteriores a Adam Smith y, en concreto, los maestros de la Escuela de
Salamanca del Siglo de Oro53. Rothbard sostiene que la influencia de Smith en
la posterior evolución de la ciencia económica fue «desastrosa», pues no sólo
truncó la tradición continental salmantina que había construido la economía so-
bre la base de la teoría subjetiva del valor, interesándose por la función empre-
sarial y el justiprecio en los mercados del mundo real, sino que impregnó de cal-
vinismo la gran tradición recibida de los españoles, sustituyéndola por la teoría
objetiva del valor-trabajo, olvidando la función empresarial y distinguiendo ar-
bitrariamente entre ocupaciones productivas e improductivas.
* * *
Todavía podríamos añadir consideraciones relevantes sobre las ideas filosó-
ficas que se cruzan en los procesos culturales que se siguen del descubrimiento.
Pero he creído oportuno detenerme en unos pocos aspectos que atañen al alcan-
ce del concepto mismo de subjetividad y que explican no sólo la identidad de
los pueblos americanos, sino las dimensiones antropológicas de carácter jurídi-
co, social y económico que expresan muy bien las consecuencias de la presencia
española en el Nuevo Mundo. Y la principal consecuencia fue que los llamados
indios quedaron reconocidos en su propia y plena identidad humana, en su pro-
pia subjetividad.
53
Cfr. M. N. Rothbard, Historia del pensamiento económico (El pensamiento económico antes
de Adam Smith y La economía clásica), Unión Editorial, Madrid, 2000.
LA DOCTRINA DEL DERECHO-FACULTAD O POTESTAD
DE FRANCISCO DE VITORIA*
Alejandro Guzmán Brito
*
La presente conferencia se basa parcialmente en cuanto escribí sobre Vitoria en mi libro El
derecho como facultad en la Neoescolástica española del siglo XVI, Iustel, Madrid, 2009.
1
Para la biografía y los escritos de Vitoria, cfr. J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca y la
renovación de la Teología en el siglo XVI, BAC, Madrid, 2000, c. 4, pp. 313-398.
2
En este punto tiene razón R. Tuck, Natural Rights Theories. Their Origin and Development,
Cambridge University Press, Cambridge (USA), 1979 (reimpresión: 1998), p. 25, cuando de Ger-
son afirma que: “it was […] who really created the theory”; lo cual, por cierto, no significa que él
haya creado la noción misma del derecho-facultad.
3
Jean Gerson, Liber de vitae spirituali animae, lect. 3, en Opera omnia, vol. III, L. Ellies du
Pin (ed.), Antwerpiae, 1706; reimpresión Olms, Hildesheim, 1987, cols. 26-27.
4
Jean Gerson, Tractatus de potestate eclesiástica et de origine iuris et legum, consideración
13ª, en Opera omnia, vol. II, cols. 250-251.
92 Alejandro Guzmán Brito
5
C. Summenhart, De contractibus licitis atque illicitis tractatus, tratado I, F. Zilettum, Vene-
tiis, 1580, especialmente, q. 1, fols. 1-5.
6
Lo he hecho en A. Guzmán Brito, “‘In quaelibet re, tantumdem est de iure quantum de entita-
te’. La concepción ontológica del derecho-facultad a fines de la Edad Media y en la Época
Moderna”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, 2007 (30), pp. 274-293 [visible en internet:
www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-54552007000100007&lng=es&nrm=-
iso].
7
Aristóteles, Categorías, 8b25-10a39 (cito la edición bilingüe de H. Giannini / M. I. Flisfisch,
Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1988). Sobre el particular, véase A. Guzmán Brito,
“Los orígenes de la noción de sujeto de derecho”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, 2002
(24), pp. 200-203, con discusión de las fuentes [visible en internet: www.scielo.cl/scielo.php?-
script=sci_arttext&pid=S0716-54552002002400007&lng=es&nrm=iso].
8
“Ius est facultas seu potestas propinqua conveniens alicui secundum dictamen rectae
rationis”; Jean Gerson, Liber de vitae spirituali animae, lect. 3, en Opera omnia, vol. III, col. 26
A.
9
“Dicamus igitur, quod omne ens positivum quantum habet de entitate et ex consequenti, de
bonitate, tantumdem habet de iure sic generaliter definito. In hunc modum, caelum ius habet ad
influendum, sol ad illuminandum, ignis ad calefaciendum, hirundo ad nidificandum, immo et
quaelibet creatura in omni eo quod bene agere naturali potest facultate: cujus ratio perspicua est,
quoniam omnia talia convenient eis secundum dictamen rectae rationis divinae, alioquin nunquam
persisterent; sic homo etiam peccator ius habet ad multa, sicut et aliae creaturae naturis suis
derelictae”; Jean Gerson, Liber de vitae spirituali animae, lect. 3, en Opera omnia, vol. III, col.
26 C-D.
La doctrina del derecho-facultad o potestad de Francisco de Vitoria 93
entidad, y ésta es la medida de aquél. Como el derecho es una facultas seu po-
testas, la “entidad” a que se refiere Gerson es la substancia con su accidente
cualitativo de la facultad o potestad, y la fórmula equivale, por ende, a decir que
todo ente positivo, cuanto tiene de facultad o potestad, tanto tiene de derecho.
En cualquier caso, el Derecho es una manifestación del ente o ser real (“ente po-
sitivo”10), ora espiritual –en otra parte Gerson habla del derecho que los demo-
nios tienen para castigar a los condenados”11– ora físico. Esto explica que Ger-
son reconozca derechos a los irracionales y a los inanimados (“todo ente”), por-
que también ellos tienen ciertas facultades o potestades (cualidades), que, en
otro lenguaje, son derechos, así que es congruente sostener que el cielo tiene de-
recho a desaguar, el sol a iluminar, el fuego a calentar y la golondrina a hacer
nidos –son ejemplos de Gerson–, en cuanto cada uno de estos seres se encuentra
dotado de la respectiva facultad o potestad o potencia, vale decir, derecho; y
que, en general, cualquier criatura tiene derecho a todo aquello que puede hacer
bien por facultad natural, porque aquello que puede hacer (bien12) por facultad
natural es su facultad o potestad, o derecho.
4. En el Tractatus de potestate ecclesiastica et de origine iuris et legum Ger-
son repite las ideas expuestas en el Liber de vita spirituale; así que las omitire-
mos aquí. Lo propio haremos con Summenhart quien, como quedó expresado,
sólo comentó a Gerson. También debemos agregar que no faltaron otros teólo-
gos influidos por las ideas de aquél como el escocés Ioahnnes Maior (John
Mayr, 1469-1550), profesor en la Sorbona, y el flamenco Iohannes Driedo (ca.
1480-1535), profesor en Lovaina.
5. Francisco de Vitoria tuvo ocasión de conocer el pensamiento de Gerson,
Summenhart y Maior a partir de sus estudios en la Universidad de París, en don-
de alcanzó el doctorado en 1522. Son testimonios de ello sus no infrecuentes
citas de tales autores; desde luego en la materia que aquí nos interesa. De hecho,
fue en ellos que Vitoria encontró el concepto del derecho-facultad, lo adoptó
10
En el lenguaje escolástico, el “ente positivo” es lo contrario del “ente negativo”. La ceguera,
por ejemplo, pertenece a este último género, porque, diciéndose de ella que “es”, en circunstan-
cias en que la ceguera consiste en la ausencia o privación de visión, resulta ser un “no ente”, que,
propiamente hablando, no es real. Así que solo el “ente positivo” es real.
11
“Ponitur in descriptione ‘facultas seu potestas’ […]. Et daemones dicimus habere ius ad
punitionem dammatorum”; Jean Gerson, Liber de vitae spirituali animae, lect. 3, en Opera
omnia, vol. III, col. 26 A-B.
12
Este “hacer bien” [bene agere] no alude al bien ético, sino al bien ontológico, o perfección
del ser, el cual, sin tal perfección no es ese ser, de modo que ens et bonum convertuntur (“el ser y
el bien se convierten”, en el sentido de ser equivalentes). Como más adelante dice el mismo
Gerson, sin esa facultad de hacer bien, los entes no persistirían (en su ser). En efecto, sin la
facultad o potestad de volar, el ave (cuando pertenece al género de las que vuelan) no es un ave
perfecta.
94 Alejandro Guzmán Brito
13
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 57: “De iure”, a. 1; citamos por Francisco de Vitoria,
Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás, vol. I, V. Beltrán de Heredia O.P. (ed.), Sa-
lamanca, 1934; q. 57, a. 1, pp. 1 ss.
14
Sobre la enseñanza de la Teología por Vitoria en Salamanca, últimamente: J. Barrientos Gar-
cía, “Francisco de Vitoria y la Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca”, en.
VV.AA., Aulas y saberes: VI Congreso Internacional de Historia de las Universidades Hispáni-
cas, Universitat de València, Valencia, 2003, vol. I, pp. 211-231.
15
La edición del manuscrito salmantino es la de V. Beltrán de Heredia O.P., antes citada.
16
De la extensa bibliografía sobre Vitoria, generalmente orientada hacia sus doctrinas sobre el
Derecho de gentes y el público, escogemos algunos trabajos limitados a su concepto del derecho-
facultad: A. Folgado, Evolución histórica del concepto del derecho subjetivo. Estudio especial en
los teólogos-juristas españoles del siglo XVI, Graf. Color, San Lorenzo de El Escorial, 1960, pp.
191-195; M. Villey, La formation de la pensée juridique moderne, Montchrestien, Paris, 1975,
pp. 356-367; R. Tuck, Natural Rights Theories, pp. 46-50; D. Composta, “Il concetto di diritto
nell’umanesimo giuridico di Francesco de Vitoria O. P.”, en C. Soria (ed.), I diritti dell’uomo e la
pace nel pensiero di Francesco di Vitoria e Bartolomé de las Casas, Massimo, Milano, 1988, pp.
273-291; J. Vallet de Goytisolo, “‘Ius’ y ‘lex’ según las definiciones de los ‘magni Hispani’”,
Persona y Derecho, 1997 (37), pp. 27-31; J. Vallet de Goytisolo, Las definiciones de la palabra
derecho y los múltiples conceptos del mismo, Real Academia de Legislación y Jurisprudencia,
Madrid, 1998, pp. 38-40; D. Deckers, Gerechtigkeit und Recht. Eine historisch-kritische Unter-
suchung der Gerechtigkeitslehre des Francisco de Vitoria (1483-1546), Universitatsverlag Frei-
burg Schweiz / Verlag Herder, Freiburg / Wien, 1991; A. S. Brett, Liberty, Right and Nature.
Individual Rights in Later Scholastic Thought, Cambridge University Press, Cambridge, 1997,
reimpr. 2003, c. 4; B. Tierney, The Idea of Natural Right. Estudies on Natural Rights, Natural
Law and Church Law (1150-1625), Emory University, Atlanta, 1997 [traducción italiana: L’idea
dei diritti naturali. Diritti naturali, legge naturali e diritto canonico (1150-1625), Il Mulino,
La doctrina del derecho-facultad o potestad de Francisco de Vitoria 95
Bologna, 2002], pp. 255-272. Véase también R. Hernández, Derechos humanos en Francisco de
Vitoria, Convento de San Esteban, Salamanca, 1984. Para una bibliografía bastante más amplia
sobre nuestro autor, véase: F. Todescan, “Il problema del diritto naturale fra Seconda Scolastica e
giusnaturalismo laico secentesco. Una introduzione bibliografica”, en F. Arici / F. Todescan
(eds.), “Iustus ordo” e ordine della natura. “Sacra dottrina” e saperi politici fra XVI e XVIII secolo,
Cedam, Padova, 2007, p. 15, n. 14. Últimamente: J. Cruz Cruz (ed.), Ley y dominio en Francisco
de Vitoria, Eunsa, Pamplona, 2008.
17
La duplicidad de que trataremos ya fue advertida por D. Composta, “Il concetto di diritto
nell’umanesimo giuridico di Francesco de Vitoria O. P.”. Más recientemente también, y con
amplitud, por D. Deckers, Gerechtigkeit und Recht, pp. 164-165 y 188-193; B. Tierney, The Idea
of Natural Right, p. 258.
18
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 57, a. 1, nº 6, p. 4.
19
Digesto 1,1,1 (Ulpiano, lib. I de las Institutiones), en Corpus iuris civilis, I: Intitutiones -
Digesta, Th. Mommsen (ed.), Weidmann, Berlin, 1887.
20
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 57, a. 1, nº 7, p. 4.
21
“Ita etiam hoc nomen ius primo impositum est ad significandum ipsam rem iustam; postmo-
dum autem derivatum est ad artem qua cognoscitur quid sit iustum; et ulterius ad significandum
locum in quo ius redditur, sicut dicitur aliquis comparere in iure; et ulterius dicitur etiam ius quod
96 Alejandro Guzmán Brito
redditur ab eo ad cuius officium pertinet iustitiam facere, licet etiam id quod decernit sit ini-
quum”; Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 57, a. 1, ad1; se cita por la Leonina, con
traducción castellana: Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, vol. VIII, BAC, Madrid, 1956.
22
“…lex non est ipsum ius, proprie loquendo, sed aliqualis ratio iuris”; Tomás de Aquino,
Summa Theologiae, II-II, q. 57, a. 1, a2.
23
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 57, a. 1, nº 7, p. 5.
24
“…iterato aliquem statuere in possessionem vel dominium rei suae”; Tomás de Aquino,
Summa Theologiae, II-II, q. 62, a. 1, co.
25
“…aliquid in dominium pristinum statuere”; Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 1,
3, p. 61, 63.
26
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 4, p. 63.
27
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, p. 63.
La doctrina del derecho-facultad o potestad de Francisco de Vitoria 97
28
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, p. 64. Téngase presente que el verbo licere,
su impersonal licet y su supino licitum de suyo no aluden a lo “lícito” en sentido ético o legal. El
verbo licere significa “permitir” o “ser posible” en cualquier sentido. Cfr. la oposición entre dece-
re y licere en M. T. Cicerón, Pro Rabirio Postumus, 5, 11, en Orationes, A. C. Clark (ed.), Cla-
rendon Press, Oxonii, 1990, IV: “quid deceat vos, non quantum liceat vobis, spectare debetis”;
“debéis mirar a lo que os sea decoroso, no a cuanto os es posible”.
29
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, p. 64.
30
En Tomás de Aquino, ratio iuris significa “medida del Derecho”, en el sentido de ser regula-
dora de lo que, autónomamente, ya es Derecho.
31
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, p. 64.
32
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, p. 64.
33
Vitoria seguramente emplea el adjetivo nobilis en su acepción original, de “conocido” o
“cognoscible” [gnobilis].
98 Alejandro Guzmán Brito
34
“…ius est potestas vel facultas conveniens alicui secundum leges”; Francisco de Vitoria, De
iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, p. 64.
35
“…id est, esta facultas data, v.g. mihi a lege ad quamcumque rem opus sit”; Francisco de
Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, p. 64.
36
“Ius vero sic describitur. Ius est potestas, seu facultas propinqua conveniens alicui secundum
dictamem primae Iustitiae”; Jean Gerson, Tractatus de potestate eclesiástica et de origine iuris et
legum, consid. 13, en Opera omnia, vol. II, col. 250 C.
37
“Ius est facultas seu potestas propinqua conveniens alicui secundum dictamen rectae
rationis”; Jean Gerson, Liber de vitae spirituali animae, lect. 3, en Opera omnia, vol. III, col. 26
A.
38
“Dominium est potestas vel facultas propinqua assumendi res alias in sui facultatem, vel
usum licitum secundum iura vel leges rationabiliter institutas”; Jean Gerson, Tractatus de
potestate eclesiástica et de origine iuris et legum, consid. 13, en Opera omnia, vol. II, col. 252 D.
La doctrina del derecho-facultad o potestad de Francisco de Vitoria 99
Escritura, como: “La mujer no tiene potestad de su cuerpo”39, que Vitoria glosa
así: “esto es, no puede comunicar a otro el derecho de su cuerpo”40; o: “Dinos,
¿con qué potestad haces estas cosas?”41, lo cual –explica Vitoria– equivale a
preguntar por el derecho con que Cristo expulsó a los mercaderes del templo; y
así en otros lugares bíblicos que Vitoria cita; a los cuales incluso añade uno del
dramaturgo romano Terencio42. Vitoria concluye entonces formulariamente que
“cualquiera que tiene una facultad según las leyes, tiene derecho”43.
39
“Mulier sui corporis potestatem non habet”; 1 Corintios, 4, 7.
40
“…id est ius corporis sui non potest alteri communicare”; Francisco de Vitoria, De iustitia, q.
62, a. 1, nº 5, p. 64.
41
“Dic nobis, in qua potestate haec facis?”; Mateo, 21, 24 y Lucas, 20, 2.
42
Francisco de Vitoria, De iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, pp. 64-65.
43
“…quicumque ergo habet facultatem secundum leges, habet ius”; Francisco de Vitoria, De
iustitia, q. 62, a. 1, nº 5, p. 65.
LOS DERECHOS PARA TODO HOMBRE
EN FRANCISCO DE VITORIA
Alicia Catalina Pliego Ramos1
1
Investigación realizada en el marco del Proyecto SEP-CONACYT titulado “Las nociones de
igualdad, libertad y justicia en pensadores novohispanos: antecedentes y recepción”, nº 128996,
dirigido por la doctora Virginia Aspe Armella.
2
Esta hipótesis sigue la línea de Mauricio Beuchot, Marcelino Ocaña García, Ramón Hernán-
dez, Goti Ordeñana, por mencionar algunos. Mauricio Beuchot señala “Muchos autores aconsejan
no equiparar la idea de derechos humanos con la de derechos naturales en pensadores anteriores a
la Revolución Francesa y la Ilustración, tales como Vitoria o Las Casas. Ello significaría anacro-
nismo, ya que se supone que los derechos humanos son producto del iusnaturalismo racionalista e
ilustrado del siglo XVIII, de manera que aludir a los derechos humanos en otros tiempos sería ha-
blar de una cosa muy distinta. […] La primera tesis es que ésos que ahora llamamos ‘derechos hu-
manos’ son los que eran llamados ‘derechos naturales’ en la tradición escolástica del siglo XVI,
principalmente en la escuela tomista de Salamanca”; M. Beuchot, Derechos humanos. Iuspositi-
vismo y iusnaturalismo, UNAM, México, 1995, p. 91. En este trabajo llamo derechos de todo
hombre a los derechos que propone Vitoria.
102 Alicia Catalina Pliego Ramos
Los derechos que propone Vitoria no son los derechos naturales que propone
Tomás de Aquino, aunque sean su sustento, y tampoco son los derechos huma-
nos modernos, producto de una filosofía del derecho subjetivo.
Vitoria logra un grandioso punto medio, en donde amplía las nociones de
poder y dominio del individuo sin olvidar lo objetivo, lo que le permite plantear
los derechos para todo hombre.
Francisco de Vitoria, en la relección Del poder civil, define la potestad
[potestas] como facultad, autoridad o derecho3. En Santo Tomás la potestad no
pertenece al ius. Con ello, Vitoria toca la noción de derecho subjetivo, noción
que conoció por la veta que la vino de Ockam a través de Gerson, Almain, Mair,
y de Conrado Summenhart. Para Vitoria el derecho no se reduce a la potestad,
pero la potestad sí es derecho. Para Vitoria la causa eficiente de la postestad ci-
vil es la ley natural4 y su causa final es la felicidad social5. La potestad sólo es
para mandar lo justo6. Esto significa que para Vitoria, la atribución para exigir
la facultad le viene del derecho objetivo7.
En la relección De los indios, Vitoria habla del dominio, siguiendo a Con-
rado Summenhart señala que el dominio es derecho8. Que tiene como causa efi-
ciente a Dios, pues lo tenemos por ser imagen de Dios9, por nuestra naturaleza,
por las potencias racionales, y que este dominio no se pierde nunca10. Gracias al
dominio podemos ser señores, dueños de nosotros mismos, podemos ser dueños
de los bienes, y podemos ejercer actos de autoridad.
Vitoria considera a la potestad y al dominio como ius, sin embargo el dere-
cho no se reduce a potestad y dominio.
No profundizaré en esto, porque el doctor Alejandro Guzmán Brito lo acaba
de hacer de una manera extraordinaria.
Vitoria también precisa la concepción de Derecho de gentes de Tomás de
Aquino. En la relección De los indios I, señala que el derecho a disfrutar de las
cosas comunes es de derecho de gentes, que se deriva de un derecho natural,
pero que seguiría siendo de derecho de gentes, aunque no se derivara del dere-
cho natural, por el simple consentimiento de la mayor parte del orbe: “Y cierta-
3
Francisco de Vitoria, La potestad civil, p. 165.
4
Francisco de Vitoria, La potestad civil, p. 158.
5
Francisco de Vitoria, De los indios, I, 5, p. 681.
6
Francisco de Vitoria, La potestad del Papa y el Concilio, p. 479.
7
Para Vitoria el derecho que se reclama no es una conducta sino la cosa justa, encaminada al
bien común.
8
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 661.
9
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 654.
10
Francisco de Vitoria, De los indios, I.
104 Alicia Catalina Pliego Ramos
mente muchas cosas parecen proceder del derecho de gentes, el cual, por deri-
varse suficientemente del derecho natural, tiene manifiesta fuerza para dar dere-
cho y obligar. Y dado que no siempre se derive del derecho natural, parece que
basta el consentimiento de la mayor parte del orbe, sobre todo si es favor del
bien común de todos”. A esto Juan Cruz en su artículo titulado “la soportable
fragilidad de la ley natural. Consignación transitiva del ius gentium en Vitoria”
hace ver que el derecho de gentes se asemeja al natural, por su universalidad y
necesidad, y al civil, porque es un derecho constituido por todas las naciones del
mundo. Aunque el derecho de gentes depende del consentimiento de la totalidad
de las gentes o de su mayor parte, no tendría una exigibilidad universal fáctica,
sino eidética. Vitoria en la potestad civil dice lo siguiente “el derecho de gentes
no sólo tiene fuerza por el pacto y convenio de los hombres, sino tiene verdade-
ra fuerza de ley. Y es que el orbe todo que en cierta manera forma una
república, tiene poder de dar leyes justas y a todos convenientes, como son las
del derecho de gentes”. La exigibilidad particular del derecho de gentes, no le
viene de ser sólo derecho positivo, sino de la universalidad y cierta necesidad,
que le viene de su parecido con el derecho natural. Vitoria aclara la noción del
Aquinate, y al hacerlo aclara la noción del derecho de gentes.
La postura de Vitoria es diferente de la tradición, sin romper con ella, incor-
pora elementos del humanismo y del nominalismo, sin convertir al derecho en
voluntarista ni relativista. Amplía las nociones de potestas (lo que le permite ha-
blar de facultad), de dominium (lo que le permite hablar de los derechos deriva-
dos de la libertad), y ius gentium (lo que le permite exigir su respeto en todas las
naciones); así Vitoria puede hablar de los derechos para todos los hombres.
A continuación mostraré algunos de los derechos de los que habla Vitoria,
divididos en derechos del hombre individual y del hombre en las distintas
sociedades (familiar, civil o internacional).
Hay que señalar que los derechos de todo hombre consisten en respetar la
dignidad de la persona, es decir, su igualdad y su libertad, en el ámbito familiar,
civil e internacional, para así lograr la felicidad de cada uno y la paz en la so-
ciedad; protegiendo siempre a los más débiles, buscando siempre lo justo, enca-
minando las acciones de todos y cada uno de los seres humanos al bien común.
Buscando siempre que la aplicación de esos derechos sea de manera prudencial.
Algunos de los derechos de la persona como tal son:
–Igualdad: “ninguno es superior por derecho natural con respecto a los
otros”11. Esta igualdad de la que habla Vitoria se refiere a que todos los miem-
bros de la especie humana poseen la naturaleza racional que proporciona las po-
tencias de la inteligencia y la voluntad, y gracias a las cuales el ser humano pue-
11
Francisco de Vitoria, Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás, V. Beltrán de He-
redia (ed.), OPI, Salamanca, 1934, vol. III, q. 62, a. 1, p. 77.
Los derechos para todo hombre en Francisco de Vitoria 105
de ejercer actos libres. Así, señala que todos los hombres son iguales como es-
pecie; ya sean hombres europeos, habitantes del nuevo mundo, mujeres, niños o
locos…; pues poseen las potencias racionales en su naturaleza: “[con relación a
los indios del Nuevo Mundo] a su modo ejercen el uso de razón. Ello es mani-
fiesto, porque tienen establecidas sus cosas en cierto orden. Tienen, en efecto
ciudades que requieren orden, y tienen instituidos matrimonios, magistrados,
señores, leyes, artesanos, mercados, todo lo cual requiere el uso de razón. Ade-
más, tienen también una especie de religión, y no yerran tampoco en las cosas
que para los demás son evidentes lo que es un indicio de uso de razón. Por otra
parte, ni Dios ni la naturaleza faltan a la mayor parte de la especie en las cosas
necesarias; pero lo principal del hombre es la razón, y sería inútil la potencia
que no se reduce al acto”12. Con estas palabras queda claro que las potencias de
la inteligencia y la voluntad, que nos hacen iguales en tanto seres racionales, se
encuentran en todos los seres humanos como especie13. Incluso, esa igualdad se
ve reflejada en la máxima dignidad que un cristiano puede llegar a tener: la or-
denación sacerdotal. Vitoria piensa que tanto los europeos o los habitantes del
nuevo mundo, varones o mujeres, adultos o niños, o incluso los locos, podrían
ser sujetos de esa dignidad: los niños y los locos tienen un impedimento acci-
dental, en cuanto lo dejen podrían serlo: “Hasta un niño o un loco pueden ser
sacerdotes y, en general, todos los cristianos. La diferencia que establecen los
doctores es que éstos pueden llegar a encontrarse en estado de ejercer normal-
mente la potestad. El impedimento que tienen es accidental; pero el de las muje-
res, no”14; las mujeres no pueden ordenarse sacerdotes, no por ser diferentes o
inferiores a los hombres, es decir, no por derecho divino o por derecho natural,
sino por derecho positivo, es decir, porque así se instituyó en el derecho ecle-
siástico: “Y lo que más me convence es que después de tantos años nunca es-
cogió la Iglesia a ninguna mujer para la potestad y el ministerio eclesiásticos, a
pesar de haber existido muchísimas tan santas y tan sabias […] Todo esto lo he
dicho atendiendo al derecho positivo y no al divino”15; y los indios varones sí
pueden ser sacerdotes: “si los indios han recibido el bautismo no puede impedír-
seles el orden sacerdotal”16.
12
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 664.
13
Esta igualdad no quiere decir uniformidad, la igualdad se refiere a igualdad en cuanto a tener
potencias racionales, pero cada ser humano es único e irrepetible.
14
Francisco de Vitoria, De la potestad de la Iglesia, II, p. 384.
15
Francisco de Vitoria, De la potestad de la Iglesia, II, p. 381.
16
Parecer de Francisco Vitoria sobre el sacerdocio de los indios, encontrado en el Archivo Ge-
neral de Indias, Indiferente, leg. 858, se encuentra publicado en M. M. Salord Bertrán, La Influen-
cia de Francisco de Vitoria en el Derecho Indiano, Porrúa, México, 2002, pp. 474-476. Este pare-
cer (1543) es posterior a la relección De los indios I (1539). En esta relección, Francisco de Vito-
ria analiza los títulos que algunos consideraban legítimos para hacerse de las tierras de los bárba-
106 Alicia Catalina Pliego Ramos
–Libertad: “Por derecho natural los hombres son libres”17. Vitoria entiende
por libertad el ‘dominio’, que es la capacidad de autodominarse, es decir, el
hombre es libre porque puede conducirse por lo que le dicta la inteligencia y la
voluntad. Y como todos los seres humanos poseen inteligencia y voluntad,
todos los seres humanos pueden ser libres. El dominio puede ser de uno mismo
y de las cosas. Para Vitoria no hay dominio sobre otro ser humano. Con
respecto a la esclavitud, Vitoria señala lo siguiente: “No se puede hacer esclavo
al que es libre”18. Sin embargo, para Francisco de Vitoria la libertad está
restringida en el derecho familiar con el objeto de mantener un orden, la libertad
no es del todo plena en los hijos y en las esposas: “por derecho natural, el padre
tiende dominio sobre los hijos y el marido sobre la mujer”19. Pero esto no
significa que las mujeres sean inferiores a los hombres, Vitoria señala: “Porque
aunque el marido sea cabeza de la mujer, ésta no es sierva, sino compañera”20.
Esto tampoco restringe a las mujeres de ejercer dominio, por ejemplo, señala
ros, los cuales niega, y los títulos que considera legítimos. El último de los títulos que señala po-
dría ser legítimo pues considera que si los bárbaros no fuesen aptos para formar o administrar una
república legítima dentro de los términos humanos y civiles sería legítimo que los españoles ad-
ministraran esas tierras. Advierte que es un título que debe analizarse y que no lo da todavía por
bueno, a pesar de que le llegan informes de que esos indios distan poco de los amentes, son idio-
tas, rudos…. Vitoria señala que de ser cierto lo que ha oído, en ese caso no serían aptos para for-
mar o administrar una república legítima dentro de los términos humanos y civiles y, podría
entonces decirse, que para utilidad de ellos, los reyes de España podrían tomar a su cargo la admi-
nistración de aquellos bárbaros; cfr. Francisco de Vitoria, De los indios, I, pp. 723, 724. Con más
conocimiento de los habitantes del nuevo mundo, en 1543, señala, con toda seguridad, que si los
indios son bautizados pueden ser ordenados sacerdotes, con esto estaría rechazando este título del
que hablamos, que no se atrevía a darlo por bueno ni tampoco negarlo en 1539, por falta de cono-
cimiento
17
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 670.
18
Carta del maestro Fray Francisco de Vitoria al padre Fray Bernardino de Vique acerca de los
esclavos con que trafican los portugueses, y sobre el proceder de los escribanos, carta traducida y
publicada por V. Beltrán de Heredia, “Colección de dictámenes inéditos del maestro fray
Francisco de Vitoria”, La ciencia tomista, 1931 (43), pp. 173-175. Es necesario decir que en esa
misma Carta, Vitoria acepta la esclavitud en los pueblos donde es una costumbre arraigada; y
considera que los cristianos que se hacen de esclavos de seres humanos que habitaban en pueblos
donde la esclavitud es una costumbre arraigada, siempre y cuando los traten cristianamente,
siempre y cuando no se haga esclavos a los libres, dice que no ve mayor escrúpulo en ello. Aquí
yo difiero con Vitoria, y no me parece que vaya con el planteamiento de toda su filosofía. Si para
Vitoria todos los seres humanos son libres por naturaleza, no estoy de acuerdo que no vea con
mayor escrúpulo a la esclavitud en los pueblos donde es una costumbre arraigada. En este aspecto
el autor no pudo ver más allá de su época.
19
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 670.
20
Francisco de Vitoria, Sobre el matrimonio, p. 927.
Los derechos para todo hombre en Francisco de Vitoria 107
que las abadesas tienen dominio sobre otras mujeres, sobre las monjas: “si las
monjas están obligadas a obedecer a su abadesa, respondo que sí; primero,
porque tienen que guardar su regla, en la cual está comprendida la obediencia a
la abadesa. En segundo lugar digo que tienen que obedecer a sus mandatos
como los hijos o las hijas a los preceptos de sus padres”21. Para entender esto
hay que tomar en cuenta que para Vitoria la libertad no es una libertad sin más,
sino que siempre está orientada al bien común. Y para lograr ese bien común es
necesario el orden. Siguiendo la costumbre de su época, el orden es jerárquico,
no democrático, por eso es que piensa que para conservar el orden de la familia
deben los hijos obedecer a los padres, y la mujer al marido. Aquí vale la pena
mencionar que en la relección Sobre el matrimonio señala que el fin del
matrimonio no sólo es la procreación de los hijos y la educación de la prole,
sino también el amor entre los esposos.
Esta libertad de Vitoria se ve reflejada en muchos aspectos, en el físico, co-
mo en la libertad de tránsito, en el derecho a la posesión de las cosas, en la li-
bertad de comerciar. También se ve reflejada esa libertad en el aspecto intelec-
tual en la libertad de expresión. En el aspecto espiritual en la libertad de credo.
Y también en la libertad de proteger la vida de los inocentes y la de uno mismo
y sus posesiones en el derecho a la legítima defensa.
A continuación algunos de los derechos de la primera sociedad, la familia.
Para Vitoria la familia forma parte importantísima de la sociedad, y como tal,
está encaminada al bien común. Está conformada por los esposos y los hijos.
Varón y mujer constituyen el matrimonio, que debe ser por mutuo consenti-
miento y por amor, y que tiene dos fines: el primero y principal es la procrea-
ción y educación de la prole; y el segundo es la ayuda y servicios mutuos entre
el marido y la mujer, para lo cual es necesario el amor22. En donde la mujer no
es sierva, sino compañera23. La familia es el lugar en donde el ser humano reci-
be el ser y las herramientas necesarias para sobrevivir y para desarrollarse en
plenitud. Por eso la educación es un derecho de los hijos, pero para lograrlo, es
un derecho de los padres el dar preceptos que obligan como lo harían las leyes
civiles, también es un derecho del padre el castigar a sus hijos que no cumplan
con los preceptos… Sin embargo, estos dos derechos de los padres tienen un lí-
mite que es el derecho de los hijos a que no se atente contra su desarrollo inte-
gral. Es por eso que Vitoria le encomienda a la autoridad civil que vigile el de-
sarrollo integral de los hijos y que intervenga cuando sea necesario.
–Derechos en la sociedad civil: para Vitoria el ser humano es un ser social.
La sociedad familiar es la primera sociedad, pero no basta para la conservación
21
Francisco de Vitoria, De la potestad de la Iglesia, p. 383.
22
Cfr. Francisco de Vitoria, Sobre el matrimonio, pp. 883-889.
23
Cfr. Francisco de Vitoria, Sobre el matrimonio, p. 927.
108 Alicia Catalina Pliego Ramos
y defensa de los seres humanos. La sociedad civil es necesaria para ello. Tiene
su origen en la misma naturaleza, pues el hombre es por naturaleza animal civil.
Y su finalidad es el bien común de todos los miembros que la integran, donde
todos tienen que llevar las cargas de todos. Algunos de los derechos en la socie-
dad civil son el derecho a la ciudadanía, el derecho a asociarse, el derecho de la
república a gobernarse, el derecho a elegir forma de gobierno, el derecho de la
república a castigar al culpable y el derecho de la república a la legítima defensa
o guerra justa que se divide en derecho a la guerra justa con otro pueblo y de-
recho a la revolución política.
Derechos en la sociedad internacional: para Francisco de Vitoria el orbe
completo es una república, en donde debe buscarse el bien común de todos y ca-
da uno. Un ejemplo de derecho en la sociedad internacional es el derecho de dar
leyes justas y a todos convenientes24.
Después de exponer algunos de los derechos para todos los hombres de los
que habla Vitoria, ahora mostraré el fundamento que los sostiene:
Vitoria fundamenta estos derechos en una naturaleza humana cuya carácter-
rística es ser actividad racional y libre, no concibe la naturaleza humana como
una esencia estática, reducida al estatuto de «hecho»; el ser humano tampoco es
pura libertad; sino que está orientado por la ley natural al bien común, es decir,
a la felicidad de todos y cada uno de los seres humanos.
A continuación las palabras de Vitoria: “el hombre es imagen de Dios por su
naturaleza, esto es, por las potencias racionales”25, es imagen de Dios por su in-
teligencia y voluntad que le permiten ejercer dominio sobre sí, es decir, ejercer
actos libres: “el dominio se funda en la imagen de Dios”26, “sólo la criatura ra-
cional es dueña de sus acciones. […] «uno es dueño de sus acciones cuando
puede elegir esto o lo otro»”27, y es dueña de sus acciones por ser racional. Así
se ve que la naturaleza humana no es una esencia estática, sino que la naturaleza
del hombre es ser libre. Pero la naturaleza del hombre no es pura libertad sin
más, sino que está orientada por la normatividad. Para Vitoria, la ley natural es-
tá impresa en la mente de los hombres: “Es claro que la ley está en la naturaleza
racional y no puede encontrarse si no es en el sentido o en el entendimiento;
ahora bien, no está en el sentido; luego está en el entendimiento […] la ley na-
tural no está en la voluntad, sino en la razón y en la luz de la razón”28. Para
24
Cfr. Francisco de Vitoria, La potestad civil, p. 191.
25
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 654.
26
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 652.
27
Francisco de Vitoria, De los indios, I, p. 662.
28
Francisco de Vitoria, La ley, Estudio preliminar y traducción de Luis Frayle Delgado, Tecnos,
Madrid, 1995, I-II, q. 90, a. 1, lectura 121, pp. 3-5.
Los derechos para todo hombre en Francisco de Vitoria 109
Vitoria la ley natural no está impresa en la naturaleza de los hombres como pasa
con la ley eterna impresa en los animales, pues éstos la siguen de manera deter-
minante; en el hombre, la ley natural, que es la participación de la ley eterna en
la razón del hombre, está impresa en la mente, en la luz de la razón, esto signifi-
ca que el hombre para cumplirla la tiene que conocer y la puede cumplir o no
por su libertad: “no se llama ley natural porque esté impresa en nosotros por na-
turaleza, pues los niños no tienen ley natural ni hábito, sino porque juzgamos de
la rectitud de las cosas por la inclinación de la naturaleza, no porque esa cuali-
dad esté impresa en nosotros por naturaleza”29. La ley natural está impresa en la
mente del ser humano, en la luz de la razón; se conoce mediante el hábito de la
sindéresis; y luego el ser humano puede cumplirla o no de manera libre. Así, la
ley natural, aunque se puede cumplir o no, aunque sólo orienta y no determina,
es obligatoria: “La ley natural, aun cuando se ignore con ignorancia invencible,
es verdadera ley, y es obligatoria”30. Es obligatoria porque orienta hacia el bien
común de todos los hombres, es decir, orienta hacia la finalidad del ser humano:
hacia su felicidad: “toda ley debe ordenarse al bien común. Lo prueba porque el
fin de todas las leyes es la felicidad”31. Para Vitoria la aplicación de la ley es el
derecho natural, es la aplicación prudente y justa de la ley: “la ley es el mismo
derecho, o el derecho es efecto de la ley”32. El derecho natural viene de la ley
natural y se conoce también por la razón natural: “si una norma es o no es de
derecho natural no puede conocerse más que por razón natural”33. “Todo
aquello que, por sí mismo, es conocido por todos, por la luz natural como justo
y conforme la recta razón y su contrario como injusto, se dice y es derecho
natural”34. Los derechos para todo hombre de los que habla Vitoria son de dere-
cho natural, entendiendo por natural lo que conviene por su naturaleza: “natural
es lo que conviene por su naturaleza”35.
Para Vitoria esos derechos del hombre, fundamentados en su naturaleza ra-
cional y libre, no se contraponen a la sociedad, ni la sociedad se contrapone al
individuo:
Vitoria piensa que el hombre, como decía Aristóteles, es un ser social, un ser
que se perfecciona en sociedad. La libertad se perfecciona en sociedad cuando
al ejercerla se busca el bien común, entendido como el bien de todos los miem-
29
Francisco de Vitoria, La ley, I-II, q. 94, a. 1, lectura 123, pp. 29-30.
30
Francisco de Vitoria, La ley, I-II, q. 90, a. 4, lectura 121, p. 10.
31
Francisco de Vitoria, La ley, I-II, q. 90, a. 2, lectura 121, pp. 6, 7.
32
Francisco de Vitoria, De la potestad del Papa y del concilio, p. 455.
33
Francisco de Vitoria, Sobre el matrimonio, p. 921.
34
Francisco de Vitoria, La justicia, Estudio preliminar y traducción de Luis Frayle Delgado,
Tecnos, Madrid, 2001, II-II, q. 57, a. 2, p. 17.
35
Francisco de Vitoria, La justicia, II-II, q. 57, a. 2, p. 16.
110 Alicia Catalina Pliego Ramos
bros de la sociedad. Vitoria nos dice que en el mundo material si existe un con-
flicto entre lo social y lo individual debe prevalecer el bien común que no es la
suma de los bienes particulares, sino que el bien común engloba y supera el bien
personal. Por tanto, esta postura no privilegia al individuo ni a la sociedad, sino
que logra un justo término medio.
Así, vemos que Vitoria señala que el hombre es animal social: “El hombre es
por naturaleza animal civil […] Así como el hombre es animal débil, que nece-
sita de la ayuda ajena, así es también animal civil”36. “[La madre Naturaleza]
sólo al hombre, concediéndole la razón y la virtud, dejó frágil, débil, pobre, en-
fermo, destituido de todos los auxilios, indigente, desnudo e implume, como
arrojado a un naufragio […] a estas necesidades fue necesario que los hombres
no anduviesen vagos, errantes y asustados, a manera de fieras, en las selvas, si-
no que viviesen en sociedad y se ayudasen mutuamente”37. El hombre no sólo
necesita de los demás para alimentarse, vestirse, para protegerse… sino que ne-
cesita de los demás para perfeccionar lo propio del hombre: su entendimiento y
voluntad: Perfecciona su entendimiento en sociedad: “Muy a este propósito
Aristóteles amonesta en los Éticos que sólo con doctrina y experiencia se puede
perfeccionar el entendimiento, lo que en la soledad de ningún modo puede con-
seguirse”38. Perfecciona su voluntad en sociedad: “A su vez la voluntad, cuyos
ornamentos son la justicia y la amistad, quedaría del todo deforme y defectuosa,
alejada del consorcio humano; la justicia, en efecto, no puede ser ejercida sino
entre la multitud, y la amistad, sin la cual no disfrutamos del agua ni del fuego
ni del sol, como Cicerón dice en muchos lugares, y sin la cual, como Aristóteles
enseña, no hay ninguna virtud, perece totalmente en la soledad”39. Así, el hom-
bre se perfecciona en sociedad cuando busca el bien común, cuando busca la
justicia y la amistad: “el fin principal e inmediato de los reinos es la felicidad
del hombre y la paz en la república”40. Todos los hombres, principalmente los
gobernantes deben conducirse y conducir a los demás hacia el bien común:
“Porque el príncipe debe ordenar tanto la paz como la guerra al bien común de
la república […] Porque el príncipe tiene la autoridad recibida de la república,
luego debe emplearla para el bien de ella. Además, las leyes deben darse no
para ningún provecho particular, sino para la utilidad común de los ciudada-
nos”41.
36
Francisco de Vitoria, Sobre el matrimonio, pp. 883, 884.
37
Francisco de Vitoria, La potestad civil, pp. 154, 155.
38
Francisco de Vitoria, La potestad civil, p. 155.
39
Francisco de Vitoria, La potestad civil, pp. 155, 156.
40
Francisco de Vitoria, fragmento: Del reino de Cristo, en La potestad civil, p. 172.
41
Francisco de Vitoria, De los indios, II, pp. 824, 825.
Los derechos para todo hombre en Francisco de Vitoria 111
42
Francisco de Vitoria, La justicia, II-II, q. 57, a. 1, p. 11.
43
Cfr. Francisco de Vitoria, La justicia, II-II, q. 57, a. 2, pp. 99-101.
FRANCISCO DE VITORIA Y DOMINGO DE SOTO
RELACIÓN Y COMPARACIÓN DE SUS RESPUESTAS
A UNA PROBLEMÁTICA COMÚN
Mª Idoya Zorroza1
1
Resultado del Proyecto de investigación “Bases antropológicas de ‘dominio, ‘uso’ y
‘propiedad’. Proyecciones de la Escuela Salmantina de los siglos XVI-XVII”, del Programa
Estatal de I+D, Fomento de la investigación científica y técnica de excelencia, Subprograma de
generación del conocimiento, con el Proyecto titulado FFI2013-45191-P (2014-16).
2
Según J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca y la renovación de la teología en el siglo
XVI, BAC, Madrid, 2000, p. 5: los centros universitarios de París, Salamanca y Alcalá fueron fo-
cos renovadores del pensamiento en el siglo XVI. En París, prevalecía el nominalismo sobre el es-
cotismo, al tiempo que el tomismo se iba haciendo fuerte en el contexto de la orden dominicana.
Cfr. también B. Mondin, Storia Della Teologia, vol. III, Studio Domenicano, Bolonia, 1996, pp.
86-88; M. Grabmann, Historia de la teología católica, Espasa-Calpe, Madrid, 1940, pp. 126-129.
3
Un signo suficiente puede encontrarse en las recientes bibliografías de M. A. Pena González,
Aproximación bibliográfica a la(s) «Escuela(s) de Salamanca», Universidad Pontificia de Sala-
manca, Salamanca, 2008; J. P. Coujou, Bibliografía suareciana, Cuadernos de Pensamiento Espa-
ñol, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona, 2010; J. P. Coujou / M. I.
Zorroza, Bibliografía vitoriana, Cuadernos de Pensamiento Español, Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Navarra, Pamplona, 2014.
4
Solamente por citar algunos textos más reconocidos: V. Beltrán de Heredia, O.P., Francisco
de Vitoria, Editorial Labor, Colección Pro Ecclesia et Patria, Barcelona, 1939; “Introducción ge-
neral” a Obras de Francisco de Vitoria: relecciones teológicas, T. Urdanoz (ed.), Editorial Cató-
114 Mª Idoya Zorroza
lica, Madrid, 1960; R. Barris Muñoz, Notas crítico-biográficas de Francisco de Vitoria, Talleres
Tipográficos Hohenleiter, Sevilla, 1928; R. Hernández, Francisco de Vitoria. Síntesis de su vida y
pensamiento, OPE, Burgos, 1983; V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto. Estudio biográfico
documentado, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1961; así como los trabajos incluidos en M.
Cuesta Domingo (coord.), Domingo de Soto en su mundo, Colegio Universitario “Domingo de
Soto”, Segovia, 2008.
5
Cfr. J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca, p. 7; cfr. R. García Villoslada, Raíces históri-
cas del luteranismo, BAC, Madrid, 1976, p. 97. Claramente lo señala Soto (De natura et gratia,
Venecia, 1547, “Praefatio”); J. Belda Plans, “Domingo de Soto y la defensa de la Teología Esco-
lástica en Trento”, Scripta Theologica, 1995 (27, 2), pp. 423-458.
6
Especialmente, el barbarismo en la expresión, el exceso dialéctico (o “invasión de la lógica
en la teología”; J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca, p. 7). Belda Plans cita (pp. 7-8) el texto
del propio Soto en defensa de la teología escolástica: “Debe ser purificada tanto de ciertas simple-
zas de sofismas como de las vanas ficciones metafísicas con cuyas suciedades ha sido indigna-
mente degradada por algunos autores. No obstante, se debe poner mucho cuidado para que no pe-
rezca totalmente, sino que más bien se renueve [instauretur]”; Domingo de Soto, De natura et
gratia, “Praefatio”, p. 2/2 (Salamanca, 1577). Se cita también R. García Villoslada, La Universi-
dad de París durante los estudios de Francisco de Vitoria, O.P. (1507-1522), Universidad Grego-
riana, Roma, 1938, pp. 77-81, pp. 115ss. En cuanto a las vanas ficciones metafísicas, dice J. Belda
Plans (p. 10) que se trata de “el exceso o el uso inmoderado de la especulación filosófica en sede
teológica […] una especulación demasiado abstracta y teórica, que ya ahora aparecía a los ojos de
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: respuestas a una problemática común 115
muchos como fuera de lugar”. Allí (p. 11) Belda Plans recuerda que Soto y Vitoria ofrecen “co-
mentarios concretos no exentos de cierta ironía”: Cajetanus hic metaphisicat. Nescio quid dicat;
Cajetanus dicit ad hoc multa verba inintelligibilia (In II-II, q. 1, a. 4; q. 60, a. 3; M. Andrés, La
Teología española, vol. 2, pp. 377-378).
7
Se han ofrecido tres fechas para su nacimiento: 1483, 1486 y 1492. De acuerdo con Ramón
Hernández el año es 1483 (cfr. R. Hernández, Francisco de Vitoria: vida y pensamiento interna-
cionalista, BAC., Madrid, 1995, pp. 11-16). Por su parte, Vicente Beltrán de Heredia propuso ini-
cialmente que era 1486, fecha sugerida por una cláusula del Registro del maestro general de la
orden dominicana Cayetano, quien en 1509 autoriza a que Vitoria reciba el orden del presbiterado
al cumplir 23 años (cfr. V. Beltrán de Heredia, Francisco de Vitoria, p. 9); ulteriormente Beltrán
de Heredia consideró que Vitoria podría haber nacido en 1492, apoyándose en una declaración de
Vitoria en un pleito que tiene lugar, según las actas judiciales, el 15 de septiembre de 1533, en
donde Vitoria –afirma uno de los notarios– “dijo que es de edad de cuarenta años poco más o me-
nos” (cfr. V. Beltrán de Heredia, “¿En qué año nació Francisco de Vitoria? Un documento revolu-
cionario”, Ciencia Tomista, 1943 (64), pp. 46-64).
8
J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca, p. 313: cita que así lo expresa D. Báñez, Scholasti-
ca Commentaria in Secundam Secundae, q. 1, a. 7.
9
Citado en L. G. Alonso Getino, El maestro Fray Francisco de Vitoria. Su vida, su doctrina e
influencia, Publicaciones de la Asociación Francisco de Vitoria, Imprenta Católica, X, Madrid,
1930, p. 283. Alberto de la Hera lo ha destacado en su trabajo “El magisterio de Vitoria en el con-
texto universitario de su época”, Estudios de Historia Social y Económica de América, 1996 (13),
pp. 547-561. Por ejemplo, lo llama “Sócrates” V. D. Carro, “La Teología y los Teólogos-Juristas
Españoles ante la Conquista”, Instituto de Estudios Americanos de la Universidad de Sevilla, Se-
villa, 1944, p. 409. No es claro quién dice qué.
10
Melchor Cano, De locis theologicis, XII, c. 1.
11
Al respecto, cfr. R. García Villoslada, La Universidad de París; L. G. Alonso Getino, El
maestro Fray Francisco de Vitoria; V. Beltrán de Heredia, Francisco de Vitoria, Labor, Barcelo-
na, 1939; R. Hernández, Francisco de Vitoria. Síntesis de su vida y pensamiento, OPE, Burgos,
1983.
116 Mª Idoya Zorroza
12
Cfr. Gonzalo de Arriaga (†1657) en su Historia del insigne convento de San Pablo… de Bur-
gos, Cuesta, Valladolid, 1928.
13
Cfr. especialmente el documentado y valioso estudio citado de R. García Villoslada, La Uni-
versidad de París, donde se realiza no sólo un estudio de la situación parisiense en la época de Vi-
toria, sino también un detallado recorrido por los datos biográficos conocidos del dominico bur-
galés.
14
J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca, pp. 318-319.
15
S. Orrego, La actualidad del ser en la “Primera Escuela” de Salamanca. Con lecciones
inéditas de Vitoria, Soto y Cano, Eunsa, Pamplona, 2004, p. 69; sobre Mair, cfr. A. Broadie, The
Scottish-Spanish circle of John Mair, P. Pérez-Ilzarbe (trad.), Cuadernos de Anuario Filosófico,
Serie Universitaria, n. 37, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona,
1996.
16
R. García-Villoslada, La Universidad de París, p. 118.
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: respuestas a una problemática común 117
17
Cfr. Melchor Cano, Los lugares teológicos, BAC, Madrid, 2006; J. Belda Plans, Los lugares
teológicos de Melchor Cano en los Comentarios a la Suma, Eunsa, Pamplona 1982.
18
V. Beltrán de Heredia (Domingo de Soto, pp. 9ss.) precisa la fecha dada por Colmenares
(Historia de la insigne ciudad de Segovia, Segovia, 1637; Madrid, 1640) que es 1494 por ajustar-
se mejor al testimonio de Soto (Madrid, Archivo Histórico Nacional, Clero, Salamanca, leg. 207).
19
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 13, cita a A. de la Torre y del Cerro, La Univer-
sidad de Alcalá. Datos para su historia, catedras y catedráticos, desde la inauguración del Colegio
de San Ildefonso hasta San Lucas de 1519, Tip. de la Rev. de arch., bibl. y museos, Madrid, 1910,
p. 53.
20
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, pp. 14-15.
21
Así lo sugiere V. Beltrán de Heredia (en su libro ya citado Domingo de Soto); vinculados a
Monteagudo estaban John Mair (Mayor), y especialmente los hermanos Coronel, que fueron
quizás los que hicieron posible que Soto se trasladara a París.
22
Según una nota del Archivo General de la Orden de Predicadores (Roma), lib. Kkk, fol. 738v
citada por V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, pp. 15-17. Cfr. también R. García Villoslada,
La Universidad de París, p. 207.
23
V. Beltrán de Heredia, Francisco de Vitoria, p. 19.
118 Mª Idoya Zorroza
24
“Aunque más reposado y menos ambicioso en el terreno científico que Vitoria, la actuación
posterior señala hartos rasgos de paralelismo entre ambos para que, ofreciéndose la ocasión, no se
aprovechase de las luminosas enseñanzas que el dominico burgalés daba entonces en el colegio de
Santiago. Espíritu abierto a todas las influencias, no podía contentarse con recibir la impronta de
un solo maestro, aunque estuviera aureolado por el prestigio de que gozaba el nominalismo en cu-
yo ambiente se había formado hasta entonces primero en Alcalá y después en Santa Bárbara”; V.
Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 19. En el colegio de Santiago, Vitoria era bachiller sen-
tenciario.
25
Domingo de Soto, Comentarii in librum Praedicabilium Porphyrii, D. Guerraei et I. Bapistae
fratrum, Venetiis, 1587, p. 28: “Super Prologum”, q. 1, citado en R. García Villoslada, La
Universidad de París, p. 117.
26
S. Orrego, La actualidad del ser en la “Primera Escuela” de Salamanca, p. 72, n. 47.
27
V. Beltrán de Heredia, “Semblanza del gran teólogo y eminente jurista Domingo de Soto”, en
Miscelánea Beltrán de Heredia, vol. II, Biblioteca de Teólogos Españoles, Salamanca, 1972, p.
178. Cfr. también, Domingo de Soto, pp. 19-21.
28
S. Orrego, La actualidad del ser en la “Primera Escuela” de Salamanca, p. 72, n. 47: “es in-
discutible que Soto lo considera su maestro, como queda claro por el testimonio que he encon-
trado en sus comentarios a la Tercera Parte de la Suma: ‘Sed est argumentum quo modo definitur
ergo haec humanitas, si non est haec materia et haec forma. Respondetur: magister noster Victo-
ria (ms.: victo) I q3 a3 (ms.: quamquam non hoc ex professo tractaverit, videtur esse tachado) est
huius opinionis. (ms.: Et hoc ar, tachado) Nam dicit quod haec humanitas non debet definiri quod
sit haec materia et haec forma, sed humanitas in hoc supposito’. D. de Soto, Scholia in Tertiam
Partem Sancti Thomae, Biblioteca Apostólica Vaticana, Ottob. Lat. 782, 130r (q2 a2)”.
29
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 20, citando a B. de Medina, Expositio in primam
secundae, epistola dedicatoria: “Hun virum erudisissmum (Vitoria) consecutus est vir litteratissi-
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: respuestas a una problemática común 119
mus pater soto hujus nominatissimi magistri primarius discipulus, qui quantum juverit rempubli-
cam christianam quantumque suis commentariis doctissimis et plane divinis theologiam divinam
auxerit, et doctrinam divi Thomae illustraverit omens pene mortales itelligunt”. D. Báñez, De
fide, spes et caritate, q. 24, a. 6, dub. 6: “Hanc opinionem nominalisticam impugnat magister soto
ubi supra. Sed nos infra impugnabimus illam simul cum opinione ejusdem magistri Soto etiam
nominalisticam quae mirabilis est et ab ipso et a suo sapientissimo magistro Victoria noviter in-
venta, ut partim cum divo thoma convenirent et partim cum Scoto et nominalibus”. Y en Com-
mentaria in III, q. 89, a. 5, nº 12, p. 625: “Quarta (opinio) est ejusdem Soto ubi supra, quam
accepit a suo magistro Victoria”.
30
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 21.
31
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 21. Efectivamente, Francisco de Vitoria sólo pu-
blicó en vida algunos prólogos a obras que ayudó a editar, todas ellas en París; mientras que Do-
mingo de Soto siguió una fecunda labor editorial.
32
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 22: “[el] tránsito del nominalismo al tomismo,
confesado por el propio Soto, que tuvo lugar durante su formación teológica en París, no fue, co-
mo pudiera creerse, un cambio de postura violento en el campo de la escolástica. La evolución se
desenvolvió normalmente, entre otros motivos porque el nominalismo había echado hondas raíces
en aquellos centros, y los mismos tomistas, que respiraban ese ambiente, Vitoria entre ellos, no se
libraron del contagio, a pesar de sus precauciones”. Un ejemplo claro del nominalismo de Vitoria
se advierte en las correcciones que incluyó Báñez a su relección sobre el aumento y disminución
de la caridad.
120 Mª Idoya Zorroza
33
En relación con el curso de los estudios que habría realizado Domingo de Soto, cfr. V.
Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, pp. 28-34, con una descripción de cada una de las etapas y
pruebas, incluyendo las azarosas cuestiones de política académica que pudieron sumar a favor de
una búsqueda de otra forma de vida dedicada principalmente al estudio y la oración (pp. 35-59).
Según Beltrán de Heredia, Soto habría conseguido ser bachiller formado en 1522. Sale de Alcalá
en 1524, marchando al monasterio de Montserrat, donde le recomiendan la Orden de
Predicadores, dedicada preciamente al estudio y oración.
34
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, pp. 64-65; citando a J. Cuervo (ed.), Historiadores
del Convento de San Estaban de Salamanca, tomo I, Salamanca, 1914, pp. 252-253. En el acta de
profesión dice: “Domingo, veinte y tres del mes de julio de mil y quinientos y veinte y cinco años
hizo profesión fray Domingo de Soto que en el siglo se llamaba Franciso de Soto, natural de la
ciudad de Segovia, en manos del reverendo padre fray Pedro Lozano, maestro en santa teología,
prior del monasterio de San Pablo de Burgos, siendo general de la Orden el reverendo padre fray
Silvestre de Ferrara y provincial de la provincia de España el padre maestro fray Diego de Pine-
da”.
35
Se le declara testigo de la obra de la iglesia nueva de San Esteban, en 1525; cfr. V. Beltrán de
Heredia, Domingo de Soto, p. 67.
36
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 69. Hasta esa fecha había enseñado teología en
San Esteban, comentando la Summa Theologiae según relatan frailes de su orden; cfr. V. Beltrán
de Heredia, Domingo de Soto, p. 70.
37
Francisco de Vitoria fue el “padrino” de la titulación como maestro de Domingo de Soto,
cuando alcanzó el birrete doctoral en diciembre del 1532. Cfr. V. Beltrán de Heredia, Domingo de
Soto, pp. 72-73, del manuscrito de Salamanca, Arch. Univ. Libro de licenciamientos y
doctoramientos de 1532, fols. 64r-71r. Afrontaron juntos gestiones académicas y de diversos
tipos, como la situación de excedencia sin vacante de plaza de Azpilcueta al ser requerido para
Coimbra (pp. 77-78); la búsqueda de un impresor que se asentase en Salamanca y las medidas
para paliar las hambrunas que afectaban a pobladores y estudiantes de Salamanca (pp. 82-83).
38
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 275.
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: respuestas a una problemática común 121
39
V. Beltrán de Heredia, Domingo de Soto, p. 252: por dos razones “se nos presenta Soto, ya en
esa hora temprana, en perfecto acuerdo con Vitoria: primera, la solidez de sus principios y
doctrina, junto con la visión clara en un asunto en que tan pocos lograban orientarse entre tanta
discrepancia de pareceres y luchas de intereses; y segunda, su circunspección para no aventurar
un fallo prematuro sobre los hechos. Más adelante volverá él a ocuparse de estas cuestiones,
impugnando, a base de los enunciados principios, los errores de Sepúlveda. El resumen lo
incluye, resolviéndolo, en la relección que dio en 1552: que no ha llegado”. Cfr., también, p. 265.
40
S. Orrego, La actualidad del ser en la “Primera Escuela” de Salamanca, p. 76; citando: “Sed
de alio quod dicit, quod in creaturis distinguitur esse ab essentia, a Nominalibus irridetur Sanctus
Thomas”, de D. de Soto, Commentaria in Primam Partem (q. 3, a. 4), Évora, Biblioteca Pública,
cód. 123-1-117.
41
Vitoria, mucho más atento a la práctica que Cayetano, califica de metafísica la exposición de
éste, debido a las excesivas distinciones, divisiones y precisiones que el erudito maestro general
de los dominicos desarrolla en su obra: cfr. V. Beltrán de Heredia, “Introducción” a Comentarios
a la Secunda Secundae de Santo Tomás, 6 vols., OPI, Salamanca, 1933-52; vol. III, p. XXXVI.
Beltrán de Heredia, recoge en este lugar varias expresiones al respecto: “Cajetanus hic metaphy-
sicat; nescio quid dicta” (II-II, q1, a4, n5), “Cajetanus dicit ad hoc multa verba inintelligibilia” (II-
II, q. 60, a. 3, n. 5), “Cajetanus videtur mihi italizare” (II-II, q. 95, a. 1).
122 Mª Idoya Zorroza
42
He atendido con más detalle a esta cuestión en “‘Del precio del uso que llaman usura’. El de-
bate sobre el uso en el siglo XVI”, en L. Corso / Mª J. Soto-Bruna / Mª I. Zorroza (eds.), Ley y
razón práctica en el pensamiento medieval y renacentista, Eunsa, Pamplona, 2014.
43
Aquellos mercaderes o personas que por un préstamo realizado (especialmente de dinero) es-
peraban recibir al tiempo determinado la misma cantidad de dinero más algo añadido, argumen-
taban (por analogía con el préstamo de otros bienes) que se debía al valor del uso del dinero. Esto
supone que en las realidades (también en las fungibles) se separa el uso del dominio, de manera
que, por ejemplo, reteniendo la propiedad o dominio de una casa o de un campo, o cualquier otro
bien, puedo prestar su uso a cambio de una determinada cantidad; además de serme devuelta la
misma cosa al momento acordado, se me entrega un precio por el uso de esa propiedad. Vitoria ha
dejado constancia de que este argumento era verdaderamente esgrimido por los prestamistas: “los
usureros objetan en contra de esto: porque dicen que no reciben un beneficio a cambio del dinero
que dan en préstamo, sino a cambio del uso”; Francisco de Vitoria, Contratos y usura, traducción,
introducción y notas de Mª I. Zorroza, Eunsa, Pamplona, 2006, q. 78, a. 1, n. 7, p. 144.
44
Esto conlleva algunos supuestos (que no discutiré en detalle). El primero tomado de Tomás
de Aquino, es que la función del dinero es gastarlo (cambiarlo por bienes), por lo que usarlo sig-
nifica consumirlo: por ello al dinero se lo computa entre los bienes fungibles. Un supuesto en
sentido contrario es la debida gratuidad del préstamo concebido como relación debida al otro por
caridad y no como instrumento financiero.
45
Como afirma J. D. Jones, “St. Thomas Aquinas and the Defense of Mendicant Poverty”,
American Catholic Philosophical Association Proceedings, 1996 (70), pp. 179-191; esp. p. 179,
hay ambigüedad en la defensa tomasiana de la pobreza mendicante (en los dos trabajos: Contra
impugnantes Dei cultum et religionem y Contra pestiferam doctrinam retrahentium homines a
religione ingressu); pues utiliza argumentos semejantes a los de San Buenaventura, si bien en la
cuestión de la usura no admite la argumentación utilizada en estos dos opúsculos; cfr. p. 180. Cfr.
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: respuestas a una problemática común 123
definición son aquéllos que se consumen con el uso): en ellos, no se puede dar
separadamente el dominio y el uso, como sí en otras realidades, porque, como
en el caso del dinero, su cesión conlleva también la cesión del dominio y ser
dueño implica que uno puede usar el bien que posee. Por eso, en la usura se
comete una grave injusticia al vender o dos veces lo mismo –porque no es lícito
entregar o prestar la sustancia y “vender”46 separadamente su uso, porque en
este caso se está cobrando dos veces por lo mismo–; o se está poniendo precio a
algo que no existe47 (el uso de la cosa fungible como si fuera diferente del
dominio o posesión real de ella), o se vende lo que ya es del otro, puesto que en
el préstamo se traslada en el dinero, a una, su uso y su dominio48.
Sin embargo la división conceptual entre el dominio de un bien fungible y su
uso tiene un papel central en la comprensión del voto de pobreza franciscano49.
La polémica (tanto interna a la orden como en su respaldo pontificio y en la
controversia que suscitó en la Iglesia) arranca en el siglo XIII y llega virulenta-
mente hasta el XV. Pese a ello, desde su fundación con San Francisco de Asís,
uno de sus votos compromete a los frailes a la pobreza apostólica, de manera
que no sean nunca dueños –ni particular ni colectivamente– de ninguno de los
bienes que usan, incluidos los bienes fungibles. Así, se debían “dejar las
también los trabajos del mismo autor sobre la noción de pobreza en el Aquinate: “Poverty and
Subsistence: St. Thomas and the Definition of Poverty”, Gregorianum, 1994 (75), pp. 135-149;
“The Concept of Poverty in St. Thomas Aquinas’ Contra Impugnantes Dei Cultum et Religio-
nem”, The Thomist, 1995 (59, 3), pp. 409-439; “Poverty as Malum Simpliciter. A Reading of
Aquinas’s Summa contra gentiles 3.133”, Philosophy and Theology, 2001 (13, 2), pp. 213-239 y
Poverty and the human condition: a philosophical inquiry, E. Mellen Press, Lewiston, N.Y.,
1990.
46
Tomás de Aquino usa el término “vender” lo cual le da mayor fuerza argumentativa: “accipe-
re usuram pro pecunia mutuata est secundum se iniustum, quia venditur id quod non est, per quod
manifeste inaequalitas constituitur, quae iustitiae contrariatur”; Tomás de Aquino, Summa
Theologiae, II-II, q. 78, a. 1, co. No obstante, en este argumento el término no se usa en sentido
técnico, pues el contrato de préstamo se diferencia esencialmente del contrato de compra-venta.
47
“Injusticia es llevar por la mercadería más de lo que vale, pero usura es llevar precio por lo
que no tiene precio ni vale”; Tomás de Mercado, Suma de tratos y contratos, Sevilla, 1571, V, c.
6.
48
Esta tesis fue seguida no sólo por sus comentadores dominicos hasta el siglo XVI, sino tam-
bién por autores coetáneos, como el franciscano Manuel Rodríguez, El Lusitano, o Martín de
Azpilcueta.
49
Para la historia de la orden es útil el trabajo de Gratien de Paris, Histoire de la Fondation et
de l’évolution de l’ordre des frères mineurs au XIII siècle, Bibliographie mise à jour par M.
d’Alatri / S. Gieben, Instituto Storico du Cappuccini, Roma, 1982; un trabajo específico sobre la
pobreza franciscana es el realizado por M. D. Lambert, Franciscan Poverty. The Doctrine of
Absolute Poverty of Christ and the Apostles in the Franciscan Order 1210-1323, The Franciscan
Institute St. Bonaventure University, St. Bonaventure, New York, 1998.
124 Mª Idoya Zorroza
50
“Evangelicae paupertatis est possessiones terrenas quantum ad dominium et proprietatem
relinquere, usum vero non omnino rejicere sed arctare”, San Buenaventura, Apologia pauperum,
c. 7, n. 3, en Obras de San Buenaventura, vol. VI, BAC, Madrid, 1972, p. 476. Sobre la inciden-
cia económica de las tesis franciscanas: cfr. O. Langholm, Economics in the Medieval Schools,
Brill, Leiden, 1992, caps. 5 y 6.
51
“Nihil igitur habet proprium Ordo Fratrum Minorum, nec aliqua ipsius Ordinis persona, sed
uti servi Christi et serviles pro Christo effecti, qui pro nobis formam servi accepit in dominibus
vivunt alienis, illum imitantes, qui nullum habuit titulum proprii domiciliii, ubi caput suum
sanctissimum reclinaret”; citado por Gratien de Paris, Histoire de la Fondation, p. 293. “Nosotros
tenemos el uso de las cosas necesarias pero no su propiedad, individual o colectiva. La limosna es
dada por los fieles para nuestro uso, pero el dominio o la propiedad pertenecen […] al Papa, como
verdadero propietario”; citado por Gratien de Paris, Histoire de la Fondation, p. 294.
52
San Buenaventura, Apologia Pauperum, c. 12, § 20, p. 638; c. 11, § 5, pp. 603-604. “Evan-
gelica vero paupertas… perfecte ipsam profitenti suadet omnibus temporalibus debere nudari
quoad affectum atque dominium, et arcta sustentatione necessitatis esse contenum quantum ad
usum. Et hic est ipsius modus sive medietas, quod sic relinquat dominium quod non rejiciat usum;
sic recipiat usum, quod non reservet dominium; sic arctitudinem usus servet, quod sustentationem
natura necessariam non devitet; sic necessitati subveniat quod arctitudine non recedat”. Una
pobreza del uso que implicaría optar por cosas comunes, de bajo precio, en pequeña cantidad, sin
adornos, todo lo opuesto a la manifestación de riqueza mundana, para mostrar la pobreza de quie-
nes se consideran peregrinos y extranjeros de este siglo. El uso pobre será ocasión de numerosas
disputas con los Espirituales que buscaban una mayor fidelidad y radicalización del espíritu fran-
ciscano.
53
Domingo de Soto, De iustitia et iure, Andreas a Portonariis, Salamanca; edición bilingüe,
introducción histórica y teológico-jurídica por V. Diego Carro, versión española de M. González
Ordóñez, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968 [1556]; aquí, De iustitia et iure, IV, q. 1, a.
1, vol. II, p. 282: con respecto al voto de pobreza Soto busca una alternativa a la distinción entre
uso de hecho y uso de derecho que el papa Nicolás III había propuesto para salvar la pretensión
franciscana (una solución difícil de defender si atendemos a los presupuestos antropológicos que
la sustentan). Esta distinción –advierte Soto– “es más fácil de decir que de comprender”; “at vero
distinctio haec non est intellectu tam facilis quam dictu”; respecto a los franciscanos dice en IV,
q. 1, a. 1, vol. II, p. 282: “si los Mendicantes tienen el uso del pan y del vino; y este uso es tal, que
no están nunca obligados a restituirlos, es clarísimo que también poseen su dominio”.
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: respuestas a una problemática común 125
miembros de una de las órdenes mendicantes, nuestra doctrina nos aconseja que
disputemos de algún modo en lo tocante a la definición que se ha dado de domi-
nio: si en las cosas que sufren desgaste puede diferenciarse el uso del Domi-
nio”54. Veremos cómo se articula en Vitoria y Soto el argumento de la no sepa-
ración de uso y dominio en bienes fungibles (en el que se apoya la condena de
la usura como “venta” del uso de lo prestado separado de su dominio), con la
propuesta realizada (por motivos en modo alguno económicos) por los pen-
sadores franciscanos de su separación.
En el comentario a la cuestión de la usura (II-II, q. 78) Francisco de Vitoria,
después de defender con el Aquinate su condena de la usura, identifica con
precisión el problema planteado por la espiritualidad franciscana: “los hermanos
menores [los franciscanos] tienen el uso de las cosas y, sin embargo, no tienen
el dominio; luego el dominio de la cosa se distingue del uso de la misma co-
sa”55. En su resolución, el dominico burgalés deja, no obstante, abierta la cues-
tión, y en este lugar sólo salvaguarda la intención de Santo Tomás frente a la
justificación de la usura. Su argumentación desplaza la cuestión al plano del va-
lor económico, dejando de lado el problema de la real separación de uso y do-
minio en los bienes fungibles. Así afirmará: “sea lo que fuere, ya se distinga el
uso del dominio, ya no; sin embargo aquí el uso es tomado según santo Tomás
por la estimación de la cosa y por el valor de la misma, y de este modo no se
distingue el uso del dominio. Así, por tanto, santo Tomás quiere decir que el uso
del caballo puede ser valorado por sí mismo, aunque no des el caballo, pero el
uso del vino no puede ser valorado sin el vino. Y por esto, cuando dice que no
debe ser computado separadamente el uso de la cosa y la cosa misma –esto es,
que el uso de la cosa no se distingue de su dominio–, entiende que no se distin-
gue en cuanto a la valoración”56.
En la misma línea que Santo Tomás57, Domingo de Soto precisa contra la
práctica de la usura, en primer lugar, que: “Ya se venda una cosa dos veces, ya
se venda aquello que de suyo no tiene valor ninguno, en ambos casos se peca
contra la razón natural de la justicia conmutativa”58.
54
Domingo de Soto, De iustitia et iure, IV, q. 1, a. 1, vol. II, p. 281. Pues dicen “los Menores
que renunciaron a todo dominio, de tal manera que no son dueños ni del dinero, ni del pan, ni de
los manjares con que se alimentan, para (empleando sus mismas palabras) poder llamarse propie-
tarios”.
55
Francisco de Vitoria, Contratos y usura, q. 78, a. 1, n. 9, p. 145.
56
Francisco de Vitoria, Contratos y usura, q. 78, a. 1, n. 9, p. 145 (la cursiva es nuestra).
57
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 78, a. 1, c.
58
Domingo de Soto (De iustitia et iure, VI, q. 1, a. 1, vol. III, p. 509) expone otros argumentos
en la misma línea: “pues bien, transferir el dominio de estas cosas de manera que al precio de la
cosa se añada otro por el uso de la misma, o es vender una misma cosa dos veces, o vender en un
126 Mª Idoya Zorroza
También Soto, al igual que hemos visto que hace Francisco de Vitoria59, in-
tenta precisar el sentido de las palabras del Aquinate. Así, un primer resultado
respecto a la relación entre uso y dominio, es determinar en virtud de la valora-
ción de la realidad fungible, si es separable el valor de uso y del valor del domi-
nio en esa realidad. La convicción común a ambos autores es que uso y dominio
no pueden valorarse separadamente60 ya que los bienes fungibles no pueden
usarse sin destruir su sustancia.
Pero Soto no se limita a resolver el problema en el orden de la valoración, y
quiere responder la cuestión abierta con mayor profundidad. Así, propone una
tesis más elaborada sobre el dominio que será de gran utilidad para profundizar
en esta realidad de alcance antropológico. El maestro segoviano comienza por
distinguir, en primer lugar, dos sentidos de “dominio”. En sentido amplio el do-
minio es facultad sobre la cosa61, en sentido estricto el dominio es la propiedad
de algo. La propiedad –o dominio en sentido estricto– se caracteriza por la
ausencia de restricciones en el uso, como destaca Soto: “el verdadero dominio,
si te fijas en la definición dada más arriba, consiste en que la cosa puede dedi-
carse a cualquier uso”62.
En relación con este doble sentido de dominio, afirma nuestro autor, el voto
de pobreza franciscano admite el dominio en sentido amplio –como facultad–
pero no como propiedad: “el uso de los comestibles y útiles se distingue en
nuevo precio el uso que sin la cosa misma no tiene precio alguno. Por tanto, el préstamo usurario
constituye un pecado contra la naturaleza. Lo mismo afirma Wim Decock en relación con la
complejidad que introduce Cayetano entre la deliberación, propósito y promesa: cfr. W. Decock,
Theologians and Contrac Law. The Moral transformation of the Ius commune (ca. 1500-1650),
Martinus Nijhoff Publishers, Leiden / Boston, 2013, p. 180.
59
Y además Cano, Mancio y Medina. M. del Corpus Christi / B. de Medina, De dominio, A.
Sarmiento (ed.), Eunsa, Pamplona (en preparación), MCP5, fol. 569r: “el uso de la cosa es la
facultad de usarla, salvada la substancia de la misma; ahora bien cuando se consume la cosa no
permanece su substancia; luego no es sólo uso sino dominio”. Por consiguiente sólo tiene una
valoración para el ser humano, un –por decirlo así– precio de mercado.
60
Domingo de Soto, De iustitia et iure, VI, q. 1, a. 1, vol. III, p. 509.
61
Según Domingo de Soto “[e]l dominio es la facultad sobre la sustancia de la cosa [facultas in
substantiam rei] mas el uso y el usufructo sobre sus cualidades y accidentes”; Domingo de Soto,
De iustitia et iure, IV, q. 1, a. 1, vol. II, p. 281. De manera que “el usufructo es el derecho a hacer
uso y disfrutar de las cosas ajenas respetando su ser o substancia” y el que “tiene solamente el uso
tiene derecho a usar de las cosas de otro respetando su naturaleza, pero no a disfrutar de ellas”; p.
281. Según Soto “el dominio es una relación real entre poseedor y la cosa poseída; o sea, la
facultad del poseedor sobre la cosa que se posee”; p. 280.
62
Domingo de Soto, De iustitia et iure, IV, q. 1, a. 1, vol. II, p. 281.
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: respuestas a una problemática común 127
cierto modo del dominio, de tal manera que en los mendicantes hacen uso de
estas cosas sin tener sobre ellas, según dice, ninguna propiedad”63.
Subrayando parte de la definición de dominio como propiedad, a saber, el
que la cosa pueda “dedicarse a cualquier uso”, queda más clara la división de
uso y dominio en el uso de las cosas fungibles; pues aunque en dicho uso dichas
cosas desaparecen con su consumo, hay un uso en el que se evidencia el domi-
nio, cuando uno tiene la capacidad de que “puedan dedicarse a cualquier uso”, y
entonces aquél ostenta su dominio pleno o propiedad; y hay otro uso, siendo és-
te limitado, cuando se ejerce sobre ellas el mero uso.
El dominico prueba su conclusión con gran finura: “para que el dominio sea
verdadero no basta que uno pueda consumir la cosa, sino que además se re-
quiere que pueda dedicarla a toda clase de usos, como se dijo en la definición;
por ejemplo, venderla, defenderla en un juicio, legarla, abandonarla, etc.”; pues
bien, si los franciscanos no pueden –como sí los propietarios– ni litigar por
ellas, ni destinarlas64, entonces no son verdaderos dueños de ellas y les queda la
misma posición que (en la comparación que Soto utiliza) los convidados a un
banquete: “Y así de la misma manera que una persona al invitar a sus amigos a
un banquete, no los hace dueño de los manjares y bebidas con que se prepara la
mesa, ni les autoriza para apoderarse de estas cosas y llevarlas a sus casas, sino
que sentados coman de ellas”65, se les cede el mero uso de los bienes fungibles,
quedando el Papa o los propietarios de los inmuebles, como verdaderos dueños,
autorizados para todas las responsabilidades y acciones públicas que surgieran.
En efecto queda para los franciscanos “aunque después de su consumo, de estas
cosas no quede otro uso alguno para ellas” sin embargo “no se sigue, sin embar-
go, que se reciban inmediatamente para todo uso, que es lo que se exige para el
dominio”66.
63
Domingo de Soto, De iustitia et iure, IV, q. 1, a. 1, vol. II, p. 282.
64
Domingo de Soto, De iustitia et iure, IV, q. 1, a. 1, vol. II, p. 282: “Pues bien, los Menores no
pueden, ni reunidos en Capítulo, hacer uso de sus bienes de tales modos. Por el contrario quienes
les hayan dado dinero pueden reclamárselo a capricho cuantas veces quieran como verdaderos
dueños. Y de los demás útiles y de los alimentos el Papa se declara dueño”.
65
Domingo de Soto, De iustitia et iure, IV, q. 1, a. 1, vol. II, p. 282, continúa: “de esta misma
manera el Papa invita todos los días a los Hermanos, autorizándoles solamente para comer, beber
y vestir, etc. Y así, si el Papa le quita de su presencia estas cosas, no les causaría injuria ninguna,
ni podría considerársele ni ladrón ni atracador, sino como dueño que toma lo que es suyo. Apoyan
asimismo esta conclusión aquellas palabras de los Hechos, 2, en donde consta que todos los cre-
yentes tenían todas las cosas en común, lo cual ha de entenderse de los que vivían en Jerusalén;
por consiguiente todas las cosas, hasta los alimentos, les eran comunes y se conducían como los
convidados en la mesa del que los convida”.
66
Domingo de Soto, De iustitia et iure, IV, q. 1, a. 1, vol. II, p. 283. Lo mismo destaca Cano, si
bien con cautela (probabiliter); cfr. M. Cano, Tractatus de iustitia et iure, Ms. Vaticano Latino
128 Mª Idoya Zorroza
***
4648. Ahondan más M. del Corpus Christi / B. de Medina, De dominio, MCP5, fol. 569v: “Domi-
nio es la facultad de usar de la cosa para cualquier uso; ahora bien los padres franciscanos no
tienen la facultad de usar de la cosa, que consumen con el uso, para cualquier uso: no la pueden
donar, ni legar, ni cambiar; luego no tienen dominio”.
67
Recordemos que de Francisco de Vitoria, perdidos los manuscritos autógrafos con sus prepa-
raciones para las lecciones salmantinas, sólo quedan los manuscritos académicos copiados y
atesorados por sus alumnos y discípulos, en particular el más fidedigno, que es el manuscrito del
bachiller Trigo, conservado en Salamanca, y editado por Vicente Beltrán de Heredia: Francisco de
Vitoria, Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás, Biblioteca de Teólogos Españoles,
Salamanca, 1932-52. En el caso de Domingo de Soto, además de los manuscritos de sus alumnos,
tenemos dos ediciones de sus lecturas preparadas por él para la imprenta y luego supervisadas por
él mismo, que llevan el título De iustitia et iure.
68
Cfr. S. Orrego, La actualidad del ser en la “Primera Escuela” de Salamanca, p. 76.
Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: respuestas a una problemática común 129
Introducción
Francisco de Vitoria y Luis de Molina son, sin duda, dos de los principales
representantes del pensamiento filosófico y jurídico español del siglo XVI. En
distintos rubros, su obra ha respondido a problemas fundamentales de su época.
El caso de Vitoria y sus análisis sobre la cuestión americana en textos como De
indis o De iure belli es conocido, considerándose las aportaciones del dominico
como una de las bases teóricas del derecho internacional y de tránsito hacia una
teoría jurídica de los derechos humanos que se terminaría de desarrollar en el
siglo XX. Luis de Molina es principalmente conocido por su obra De iustitia et
iure, en el que igualmente trató temas de su época, como la esclavitud africana,
además de desarrollar su propia interpretación del derecho natural.
La obra de ambos autores ha sido analizada por diversos investigadores,
mostrándose varios de sus aspectos1. En este trabajo analizaremos las aporta-
ciones de ambos autores al tema del derecho bajo la hipótesis de que la filosofía
del derecho es el principal problema desarrollado por ambos autores y quizás,
en general, por la Escuela de Salamanca, en la que esta vertiente filosófica se
conecta directamente con cuestiones de filosofía política y de normatividad
social basados en criterios de derecho natural y no sólo en el campo del derecho
positivo. Así, nuestra pregunta para este ensayo será por la relevancia del iusna-
turalismo como base de la reflexión filosófico-política y el lugar de la obra de
estos autores para la reflexión política actual.
1
Cfr. las siguientes obras: F. Castilla Urbano, El pensamiento de Francisco de Vitoria. Filoso-
fía política e indio americano, Anthropos / Universidad Autónoma Metropolitana, Barcelona /
Iztapalapa, 1992; M. C. Rovira Gaspar, Francisco de Vitoria. España y América. El poder y el
hombre, Porrúa / Cámara de Diputados, México, 2004. Además: M. A. Pena González, La
escuela de Salamanca. De la Monarquía hispánica al Orbe católico, BAC, Madrid, 2009.
132 Luis Aarón J. Patiño Palafox
2
Francisco de Vitoria, Relectio de indis o Libertad de los indios, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), Corpus hispanorum de pace, 5, Madrid, 1967.
Vitoria y Molina: filosofía del derecho fundamental en la Escuela de Salamanca 133
3
El proceso de formación de la idea de América ha sido estudiado por Edmundo O’Gorman en
su libro La invención de América: investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mun-
do y del sentido de su devenir (Fondo de Cultura Económica, México, 1992; 21995) analizando
cómo se traslapa la visión de mundo europea a América y la reestructuración que los europeos tu-
vieron que hacer de su propia cosmovisión.
134 Luis Aarón J. Patiño Palafox
4
Para esta investigación utilizaremos la selección y traducción de la obra de Molina publicada
por Clemente Fernández. Cfr. C. Fernández, Los filósofos escolásticos de los siglos XVI y XVII,
BAC, Madrid, 1986. Además: F. B. Costello, The political philosophy of Luis de Molina, S.J.
(1535-1600), Institutum Historicum S.I., Roma, 1974.
Vitoria y Molina: filosofía del derecho fundamental en la Escuela de Salamanca 135
5
Un estudio dedicado a este tema es J. M. García Añoveros, “Luis de Molina y la esclavitud de
los negros africanos en el siglo XVI. Principios doctrinales y conclusiones”, Revista de Indias,
2000 (60, 219), pp. 307-329.
6
Molina afirma lo siguiente: “Pero hay que advertir la inmensa diferencia que hay entre la
variación de las cosas que son de derecho natural y las que son de derecho positivo. En efecto, la
variación de las cosas que son de derecho natural no tiene lugar a causa de la variación o
mutación que suceda en la ley natural, sino a causa de que han surgido circunstancias que sacan al
objeto del número de aquellas cosas que abarca la ley; por lo cual tiene lugar sin dispensación
alguna o mutación de la ley, por dictar e interpretar la luz del entendimiento, que, persistiendo la
ley en sí como era antes, se entiende que no tiene vigencia en esa coyuntura o surgiendo esa
circunstancia. Así, nunca fue de derecho natural que se devolviese la espada recibida en depósito
al loco que la pide, sino más bien el derecho natural ha enseñado siempre lo contrario. De ahí que,
en general, es verdad que lo que es de derecho natural, en el grado y modo que se estima que es
de derecho natural, tiene dondequiera y ante todos la misma fuerza, como definió Aristóteles en el
libro V de los Eticos (c. 7). En cambio, la variación de las cosas que son de derecho positivo
puede suceder no sólo porque ha tenido lugar variación en el objeto, como, por ejemplo, si el que
136 Luis Aarón J. Patiño Palafox
estaba obligado a la abstinencia de carnes en viernes cae en fiebre, sino también porque ha
sobrevenido mutación y variación en la ley misma por abrogación total o dispensación de ella”;
Luis de Molina, De iustitia et iure, citado en C. Fernández, Los filósofos escolásticos de los siglos
XVI y XVII, p. 356.
7
Cfr. L. Strauss, “Natural Right and the Historical Approach”, en An introduction to political
philosophy: ten essays by Leo Strauss, edición e introducción de H. Hildin, Wayne State Univer-
sity Press, Detroit, 1989.
8
Cfr. H. Kelsen, La idea del derecho natural y otros ensayos, Editora Nacional, México, 1979.
Vitoria y Molina: filosofía del derecho fundamental en la Escuela de Salamanca 137
4. Conclusiones
Se trata, sin duda, de una rama de primer orden para la reflexión filosófico
política actual, no es casual la proliferación de obras en torno a la teoría de la
justicia y la búsqueda de principios que permitan crear sociedades más equita-
tivas y reguladas por principios comunes, aunque sean mínimos y estrictamente
normativos. No es una búsqueda que haya inaugurado el siglo XX sino que sim-
plemente lo hizo con sus propios recursos conceptuales y jurídicos, este proble-
ma ha permeado históricamente a la filosofía política y a las instituciones de ca-
da época, pero en algunos momentos decisivos se ha visto con mayor claridad la
necesidad de una reestructuración de concepciones sobre la justicia y el dere-
cho. El siglo XVI es paradigmático de esto y es de esta evolución que surge la
9
Strauss afirmaba: “The historical school did not discover the local and temporal variety of
notions of justice: the obvious does not have to be discovered. The utmost one could say is that it
discovered the value, the charm, the inwardness of the local and temporal, or that It discovered
the superiority of the local and temporal to the universal”; L. Strauss, An introduction to political
philosophy, pp. 104-105.
138 Luis Aarón J. Patiño Palafox
obra de autores como Vitoria o Molina, a la vez que ellos contribuyeron a dicha
transformación.
Es claro que no podemos pensar como en el siglo XVI y que el manejo que
hagamos de conceptos como “ley natural” no puede ser el mismo, e incluso,
quizás hayamos transitado a otra terminología jurídico-filosófica. No obstante,
el problema central que une a la filosofía del derecho y la filosofía política sigue
siendo relevante, es decir, siempre necesitaremos de un orden jurídico con fines
de justicia en sus distintos niveles. Si bien es cierto que las distintas concepcio-
nes sobre estos elementos han cambiado, la búsqueda de una normatividad y
una ética no es algo temporal, sino por el contrario, han jugado en papel clave
en el desarrollo de la filosofía. La Escuela de Salamanca, en su momento, fue
determinante para responder a este tipo de problemáticas, es por ello que el
conocimiento claro de sus aportaciones a la historia de la filosofía política y la
filosofía del derecho siguen siendo claves para aportar elementos a problemáti-
cas actuales. La riqueza de sus métodos, de sus autores, su similitud con proble-
mas actuales y su clara relación con nuestra realidad la convierten en un tema de
estudio indispensable para nuestra filosofía, a la par de la filosofía política con-
temporánea.
1
S. de Dios, “Corrientes jurisprudenciales. Siglos XVI y XVII”, en Historia de la Universidad
de Salamanca, t. III,1: Saberes y confluencias, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2006, p.
81.
2
L. Pereña, “La Escuela de Salamanca. Notas de identidad”, en G. Camacho / R. Robledo
(eds.), El pensamiento económico de la Escuela de Salamanca, Ediciones Universidad de Sala-
manca, Salamanca, 1998, p. 53.
140 Amalia Xochitl López Molina
3
Cfr. M. C. Rovira Gaspar, Francisco de Vitoria. España y América. El poder y el hombre,
Porrúa, México, 2004, pp. 148-153.
4
M. C. Rovira Gaspar, Francisco de Vitoria, p. 150.
5
M. C. Rovira Gaspar, Francisco de Vitoria, p. 153.
6
Cfr. B. Barret-Kriegel, Les droits de l’homme et le droit natural, Quadrige / Presses
Universitaires de France, Paris, 1989.
7
Cfr. A. García y García, “La Facultad de Derecho Canónico”, en Historia de la Universidad
de Salamanca, t. III,1: Saberes y confluencias, p. 110.
Delimitación crítica a la ‘Escuela de Salamanca’: influencia en Francisco Suárez 141
8
M. A. Pena González, “El concepto «Escuela de Salamanca», siglo XVI-XX”, en Historia de
la Universidad de Salamanca, t. III,1: Saberes y confluencias, p. 251.
9
M. Beuchot, Derechos humanos, iuspositivismo y iusnaturalismo, UNAM, México, 1995, p.
91.
10
Jesús María García Añoveros es director de la colección ‘Corpus Hispanorum de Pace’, y la
nota se encuentra en su prólogo al libro de M. A. Pena González, La Escuela de Salamanca. De la
Monarquía hispánica al Orbe católico, BAC, Madrid, 2009.
142 Amalia Xochitl López Molina
11
L. E. Rodríguez-San Pedro, “Preámbulo” a M. A. Pena González, La Escuela de Salamanca,
p. XVII.
12
M. A. Pena González, La Escuela de Salamanca, p. XX.
13
Cfr. L. Pereña, La Escuela de Salamanca. Conciencia crítica de América en el centenario de
su reconciliación, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1992.
Delimitación crítica a la ‘Escuela de Salamanca’: influencia en Francisco Suárez 143
Sin embargo, antes de pasar al siguiente apartado, cabe mencionar que el to-
mismo fue el medio y el lenguaje en el que se entendían autores muy diversos y
que, tras del Concilio de Trento, se configuró como la forma y filosofía de la
Iglesia, por lo que, si bien es cierto que en la primera mitad del siglo XVI el to-
mismo fue la filosofía oficial de la Orden Dominica, conforme nos adentramos
hacia el siglo XVII, la Compañía de Jesús se constituyó en la gran difusora del
pensamiento teológico tomista.
14
Cfr. J. Brufau Prats, “La primera generación de la Escuela de Salamanca: Soto, Cano, Cova-
rrubias”, en Actas de I Simposio sobre la ética de la conquista de América (1492-1573), Ayunta-
miento y Diputación Provincial de Salamanca, Salamanca, 1984, pp. 223-238.
15
Cfr. C. Baciero, “La segunda generación de teólogos salmantinos”, en Actas de I Simposio
sobre la ética en la conquista de América, p. 315.
16
M. A. Pena González, La Escuela de Salamanca, p. 123. Vemos también la misma
afirmación en Blandine Barret-Kriegel.
17
L. Pereña, La Escuela de Salamanca, p. 53. Aunque cabe advertir que no estamos de acuerdo
con incluir a Suárez como parte de la ‘Escuela de Salamanca’ por razones que advertiremos más
adelante.
144 Amalia Xochitl López Molina
a) Primera generación
b) Segunda generación
18
Cfr. C. Baciero, “La segunda generación de teólogos salmantinos”, p. 315.
19
Cfr. M. A. Pena González, La Escuela de Salamanca, pp. 120-122.
Delimitación crítica a la ‘Escuela de Salamanca’: influencia en Francisco Suárez 145
c) Tercera generación
20
M. A. Pena González, La Escuela de Salamanca, pp. 121-122.
21
M. A. Pena González, La Escuela de Salamanca, p. 158.
22
Bartolomé de Medina, Expositio in Primam Secundae, Salmanticae, 1578.
23
Esto se puede comprobar claramente desde la introducción manuscrita de la obra que ofrecí
como apéndice de mi tesis de doctorado y que espero poder publicar a la brevedad.
146 Amalia Xochitl López Molina
Dado que una de las principales obras del jesuita Francisco Suárez es el De
legibus, y en él reconoce explícitamente la influencia de los salmantinos, es cla-
ro que el análisis de la ‘Escuela de Salamanca’ resulta relevante para poder
determinar si el Doctor Eximio puede ser considerado, o no, como miembro de
esa ‘Escuela’, pues varios pensadores como Pereña y Barret-Kriegel lo integran
dentro de ella y otros, como Rovira y Pena, se niegan a pensarlo como parte de
ella. Sin embargo, a pesar de que es cierta la polémica entre jesuitas y Domini-
cos a grado tal que el Sumo Pontífice debió intervenir con el objeto de que ya
no se escribiera más sobre ella, como afirma Rovira, coincido más con el punto
de vista de Miguel Anxo Pena, para quien Suárez no puede ser considerado
miembro de la escuela salmantina porque no dio cátedra en la Universidad de
Salamanca, pero se le debe reconocer la influencia de dicha ‘Escuela’ debido a
que estudió con los maestros de la segunda generación, que en ese momento
utilizaban los textos de Vitoria y Soto para preparar y enseñar en sus propias cá-
tedras.
24
Tomás de Aquino, Suma de Teología, I-II, BAC, Madrid, vol. 2, 2005; II-II (a), vol. 3, 2005.
25
Francisco de Vitoria, Doctrina sobre los indios, R. Hernández O.P. (ed.), San Esteban, Sala-
manca, 2009; De legibus, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2010.
Delimitación crítica a la ‘Escuela de Salamanca’: influencia en Francisco Suárez 147
26
Francisco Suárez, De legibus, 6 vols., edición crítica bilingüe de L. Pereña y otros, CSIC,
Madrid, 1971-1981; Principatus Politicus, CSIC, Madrid, 1965.
EL ESPÍRITU VITORIANO DE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
Víctor Zorrilla Garza1
1. Consideración preliminar
1
Resultado del Proyecto de investigación “Bases antropológicas de ‘dominio, ‘uso’ y ‘propie-
dad’. Proyecciones de la Escuela Salmantina de los siglos XVI-XVII”, del Programa Estatal de
I+D, Fomento de la investigación científica y técnica de excelencia, Subprograma de generación
del conocimiento, con el Proyecto titulado FFI2013-45191-P (2014-16).
2
Cfr. J. A. Cárdenas Bunsen, Escritura y Derecho Canónico en la obra de fray Bartolomé de
las Casas, Iberoamericana / Vervuert, Madrid / Frankfurt, 2011, pp. 359, 358-359, n. 2.
150 Víctor Zorrilla Garza
en las Indias concurran las condiciones que Vitoria había establecido como re-
quisitos para la validez de dichos títulos. Es decir, Las Casas cita la relección
De indis para responder a lo que Vitoria había expresado ahí en lenguaje condi-
cional, negando el antecedente en todos los casos. Las Casas considera que Vi-
toria había sido mal informado por indianos interesados, y es consciente de las
reservas que el mismo Vitoria mostraba al respecto. No detecta algún fallo de
índole teórica en la argumentación vitoriana, sino, más bien, un deficiente cono-
cimiento de la realidad americana, deliberadamente inducido por informantes
codiciosos3. Por ello, Cárdenas Bunsen comenta que “hay una cercanía muy es-
trecha entre Las Casas y su hermano de orden en materias teóricas de iure y una
distancia simétricamente grande cuando Vitoria desciende al terreno práctico”4.
Al parecer, lo que estimuló a Las Casas a tratar el tema de los títulos Vitoria-
nos fue la alegación, por parte de Ginés de Sepúlveda, de que Francisco de
Vitoria, a través de su hermano Diego –a la sazón, miembro del Consejo de
Castilla–, había aprobado la argumentación en pro de la guerra contra los indios
contenida en su Democrates alter5. En vista de ello, Las Casas subraya el
carácter débil y condicional de las afirmaciones de Vitoria, que en ningún caso
son categóricas en expresión ni en intención. Será categórica, en cambio, la
negación lascasiana de que en la realidad americana se den las condiciones que
Vitoria plantea hipotéticamente, sobre todo en el octavo título de la relección
De indis. En este título, Vitoria considera la posibilidad de que los indios, al ser,
según algunos, bárbaros, o al diferenciarse muy poco de los dementes, resulten
incapaces de gobernarse políticamente6. La contra-argumentación lascasiana en
este sentido se había desplegado a lo largo de varias obras –el Tratado
comprobatorio y la Apología, entre otras–, y se extenderá exhaustivamente,
posteriormente a la Controversia de Valladolid (1550-51), en la Apologética
historia sumaria. Esta argumentación se encaminará a la demostración de que
en las socidades indígenas existieron, de facto, las instituciones del Derecho de
gentes, mismas que sólo podrían darse en sociedades políticas perfectas y
autosuficientes. Éste es uno de los aspectos donde se patentiza el espíritu
vitoriano de Las Casas, como veremos.
3
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Apología, en Obras completas de Bartolomé de las Casas, vol.
9, Alianza, Madrid, 1988, p. 626; J. A. Cárdenas Bunsen, Escritura y Derecho Canónico, pp. 361-
365.
4
J. A. Cárdenas Bunsen, Escritura y Derecho Canónico, p. 360.
5
Cfr. J. A. Cárdenas Bunsen, Escritura y Derecho Canónico, p. 362.
6
Cfr. Francisco de Vitoria, De indis recenter inventis relectio prior, en Obras de Francisco de
Vitoria. Relecciones teológicas, T. Urdánoz (ed.), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1960,
pp. 723-725.
El espíritu vitoriano de Bartolomé de las Casas 151
7
Cfr. Francisco de Vitoria, Relectio de potestate civili. Estudios sobre su filosofía política, J.
Cordero Pando (ed.), CSIC, Madrid, 2008, p. 36.
8
Cfr. Juan Ginés de Sepúlveda, Demócrates Segundo o de las justas causas de guerra contra
los indios, CSIC / Instituto Francisco de Vitoria, Madrid, 1984, pp. 20-22, 29-31, 33, 39, 42, 44,
62-63, 67-68. Sepúlveda tenía redactada esta obra hacia 1545.
9
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Apologética historia sumaria, en Obras completas de Bartolo-
mé de las Casas, vols. 6-8, Alianza, Madrid, 1992; cito esta obra indicando el número del
volumen en romano, y las páginas; en este caso: I, pp. 465-466.
152 Víctor Zorrilla Garza
las otras dos, Las Casas hará un amplísimo estudio antropológico de las socie-
dades indígenas con el objeto de mostrar que se regían con prudencia política.
Para ello, aplicará un baremo, tomado de la Política de Aristóteles, según el
cual toda comunidad política, para ser autosuficiente, debía contar con al menos
seis grupos: campesinos, artesanos, comerciantes, militares, sacerdotes y
gobernantes10. Las Casas estudiará estos seis grupos en una muestra tan amplia
como le fue posible rastrear de pueblos indígenas, que incluía tanto a los que
conoció directamente como aquéllos de los que obtuvo información a través de
otros cronistas o de misioneros avezados en sus lenguas. Y mostrará que estos
pueblos cuentan con todo lo necesario para un adecuado y cumplido gobierno
político; es decir, que constituyen sociedades autosuficientes en cuanto a su
regimiento temporal y son, por tanto, perfectas según un criterio aristotélico
similar al adoptado por Vitoria en la relección De postestate civili11.
Por ello, la argumentación de la Apologética historia se encamina a negar la
condición de validez del octavo título vitoriano, según el cual el sometimiento
de los indígenas quedaría justificado por su demencia o su insuficiente capaci-
dad racional. Las Casas prueba que hay una falla de orden fáctico en el argu-
mento –cuya posibilidad había considerado el mismo Vitoria, como veíamos–,
por cuanto la realidad americana prehispánica mostraba a los indios como pru-
dentes y, por tanto, en pleno uso de sus facultades racionales.
En el segundo aspecto mencionado arriba –la validez de los dominios indíge-
nas–, Las Casas se muestra más netamente vitoriano, aunque su desarrollo e im-
plicaciones se encuentran no ya en la Apologética historia sino en otras obras
lascasianas. De ellas, me centraré aquí en el tratado doctrinal Principia quae-
dam y en la Historia de las Indias.
Las Casas sienta los principios doctrinales en los que se apoya su defensa de
los derechos fundamentales de los indios en el tratado Principia Quaedam, im-
preso en el volumen de sus Tratados de 1552. Ahí, Las Casas trata el dominio
sobre los seres inferiores (dominio de propiedad) y el que se ejerce sobre los
otros hombres (dominio de jurisdicción).
10
Cfr. Aristóteles, Política, VII, 8, 1328b 1-22; Aristóteles, The Complete Works of Aristotle,
vol. 2, J. Barnes (ed.), Princeton University Press, Princeton / Chichester, 1984, p. 2108.
11
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Apologética historia, III, pp. 1571-1572. El criterio es similar
en cuanto supone la naturaleza social del hombre, aunque recurra, en cada caso, a lugares distin-
tos de la obra aristotélica.
El espíritu vitoriano de Bartolomé de las Casas 153
12
“Dominum rerum homine inferiorum competit hominibus de mundo, nullo excluso, fideli vel
infideli, ex divina iustitia et ordinatione in communi, in particulari vero ex iure naturali et gen-
tium”; Bartolomé de Las Casas, Principia Quaedam, en Tratados de 1552; Obras completas de
Bartolomé de las Casas, vol. 10, Alianza, Madrid, 1992, p. 550.
13
Cfr. Génesis, 1, 28.
14
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Principia Quaedam, p. 550.
15
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Principia Quaedam, pp. 552-554.
16
“Apud infideles iuste esse rerum dominia. Probatur, quia indifferenter pro omni rationali
creatura et in ministerium cunctis gentibus fecit Deus alias creaturas homine inferiores […], nec
distinxit inter fideles et infideles. Ergo nec nos distinguere debemus”; Bartolomé de Las Casas,
Principia Quaedam, p. 554.
17
“Non licet cuicumque private persone quoquomodo, nec publice, absque legitima causa,
tollere rem suam alicui homini fideli vel infideli invito, postquam iam effectus est dominus”;
Bartolomé de Las Casas, Principia Quaedam, p. 554.
18
“Dominium unius hominis super alios homines prout importat officium consulendi et dirigen-
di, quod alias est iurisdictio, est de iure naturali et gentium”; Bartolomé de Las Casas, Principia
Quaedam, p. 554. “A todo rey, o rector de cualquier multitud ayuntada o comunidad, de necesi-
dad le compete tener jurisdicción como cosa necesaria para el ejercio e gobernación real. La cual
le confirió toda la comunidad en quien estaba como en su fuente originalmente […]. De lo dicho
se sigue a los infieles pertenecelles de derecho natural todos los estados e dignidades e jurisdicio-
nes reales en sus reinos e provincias de derecho y ley natural, como a los cristianos, e cerca desto
ninguna diferencia se puede asignar”; Tratado comprobatorio, en Tratados de 1552; Obras com-
pletas de Bartolomé de las Casas, vol. 10, Alianza, Madrid, 1992, p. 454.
19
“Compete asimismo a los hombres, pueblos y ayuntamientos tener reyes o gobernadores, y a
los que las tales dignidades y oficios e preminencias tienen, les pertenece de derecho de gentes, lo
cual probamos así. Como la necesidad de vivir los hombres en compañía los compeliese a jun-
tarse, y, por consiguiente, a tener quien los rigiese, no pudo ser de otra manera tenello, como
todos fuesen libres y no uno más señor del otro que el otro de aquél, sino que todos o la mayor
parte conveniesen y se concertasen en uno, en escoger o elegir alguno que cognosciesen ser más
154 Víctor Zorrilla Garza
prudente o más esforzado y señalado por la naturaleza en alguna especial gracia o virtud, o tam-
bién de quien hoviesen en algunas necesidades que les acaesciesen algún beneficio rescido o le
pudiesen recebir, aquél por rey o rector sobre todos elegían y de su propria voluntad y consenti-
miento se le sometían. Y ésta fue la primera causa y motivo que los pueblos y gentes tuvieron pa-
ra elegir por reyes a unos más que a otros, como trae el Filósofo […]. Y porque las gentes, por la
lumbre y razón natural, cognoscían esto serles cosa conveniente y necesaria, y por ello venían en
concierto y común consentimiento de así elegir e someterse por la propria e común utilidad a las
tales excelentes personas, y así lo comenzaron todas las gentes a usar, porque fácilmente caían en
ello; por eso se dice aqueste uso o costumbre ser derecho de las gentes”; Bartolomé de Las Casas,
Tratado comprobatorio, p. 455.
20
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Principia Quaedam, pp. 554-556.
21
Bartolomé de Las Casas, Tratado comprobatorio, pp. 454-455, cfr. supra, notas 18 y 19.
22
“Sin diferencia, infieles o fieles son animales racionales, y por consiguiente competelles y
serles cosa natural vivir en compañía de otros, y tener ayuntamientos, reinos, lugares y ciudades,
y por consiguiente tener gobernadores y reyes, y competerles tenellos, y los que lo son pertenece-
lles de ley e derecho natural”; Bartolomé de Las Casas, Tratado comprobatorio, p. 454. Cfr.
Principia Quaedam, p. 560; Aquí se contienen treinta proposiciones, en Tratados de 1552; Obras
completas de Bartolomé de las Casas, vol. 10, Alianza, Madrid, 1992, p. 206.
23
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Principia Quaedam, p. 562.
El espíritu vitoriano de Bartolomé de las Casas 155
descripción de hechos, sino que incluya una valoración moral (e incluso provi-
dencialista) de los mismos24.
En primer lugar, Las Casas denuncia el atropello de las jurisdicciones políti-
cas: los reyes y señores naturales han sido injustamente despojados de sus rei-
nos y señoríos legítimos, que les correspondían por derecho natural25. En segun-
do lugar, Las Casas denuncia las intervenciones bélicas injustas: los pobladores
naturales de las Indias, que vivían pacíficamente en sus tierras, han sido agre-
didos injustificadamente por los cristianos en guerras que carecen de legitimi-
dad jurídica y moral. La ilegitimidad de las guerras contra los indios no estriba,
para Las Casas, en el supuesto de que ellos vivieran pacíficamente en términos
absolutos –pues en la misma Historia de las Indias hay abundantes testimonios
de que poseían aparato bélico y había guerras entre ellos26–, sino en la injusticia
inherente a las guerras de conquista. Los cristianos no habían recibido ofensa al-
guna de parte de los indios, antes bien, habían sido casi siempre acogidos por
ellos con gran liberalidad en sus primeros encuentros27. Ante los indios, pues,
no se han dado las condiciones necesarias para una guerra justa; ellos no habían
24
“Si leemos con atención su Historia de las Indias –comenta Manuel María Martínez–, echa-
remos ya de ver su preocupación moral respecto de cuanto tiene que narrar, de modo que nunca
nos da el relato escueto de los hechos de los españoles en su contacto y encuentros con los indios;
no es un mero cronista de los asaltos, escaramuzas, sorpresas y demás incidentes de la conquista,
sino que examina cada uno de los sucesos con sus circunstancias agravantes o atenuantes para
establecer la responsabilidad moral o jurídica que cada uno de ellos pueda implicar. Si recogiése-
mos las innumerables observaciones y juicios de esa índole que ingiere en dicha obra, obtendría-
mos un ingente florilegio de doctrina moral y de filosofía de la historia”; M. M. Martínez, “Del
saber y erudición del padre Las Casas”, Ciencia Tomista, 1974 (101), p. 428. He estudiado el pro-
videncialismo lascasiano en: V. Zorrilla, “Providentialism as an Instrument for Moral Instruction
in Bartolomé de las Casas and José de Acosta”, Philosophy and Theology, 2013 (25, 1), pp. 33-
41.
25
Cfr. v. gr. Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, en Obras completas de Bartolomé
de las Casas, vols. 3-5, Alianza, Madrid, 1994; cito esta obra indicando el número del volumen en
romano, y las páginas; en este caso: III, p. 1923.
26
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, III, pp. 1921-1922. Además del arma-
mento, algo rudimentario, que poseían los pueblos antillanos, Las Casas habla de variantes del ar-
mamento indígena bastante más temidas por los españoles y que, en algunas ocasiones, hicieron
estragos en ellos, como las flechas envenenadas de los indios de la región de Cartagena (cfr. His-
toria de las Indias, II, pp. 1528-1531).
27
Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, II, p. 1188; p. 1522. Quizá el ejemplo más
significativo de estos encuentros sea el generoso acogimiento y la ayuda que el rey Guacanagarí
dispensó a Colón cuando éste perdió la nave capitana en las costas de su territorio (cfr. Historia
de las Indias, I, pp. 638-639). También es de notar el recibimiento que un cacique indio hizo a
Juan de Grijalva en Tabasco, obsequiándole y vistiéndole él mismo una fina armadura de oro con
ornamentos de piedra y pluma (cfr. Historia de las Indias, III, pp. 2236-2237).
156 Víctor Zorrilla Garza
28
Para Las Casas, la ilegitimidad de la guerra contra los indios no se debe a que ellos sean ino-
centes en términos absolutos –como piensan, erróneamente, algunos intérpretes (cfr. J. A. Mara-
vall, Utopía y reformismo en la España de los Austrias, Siglo XXI, Madrid, 1982, p. 127; J. L.
Abellán, Historia crítica del pensamiento español, vol. 2, Espasa-Calpe, Madrid, 1980, p. 425)–.
En la Historia de las Indias hay varias alusiones a la disposición bélica adoptada por algunos pue-
blos indios en legítima defensa (cfr. v. gr. Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, III, p.
1862; pp. 2234-2235). Para Las Casas se trata de un hecho evidente: los indios poseen un aparato
bélico que les permite defenderse de ataques llevados a cabo con medios militares similares a los
suyos, y tienen, en ocasiones, guerras entre sí (cfr. Historia de las Indias, III, p. 1789). En cual-
quier caso, sin embargo, la guerra que han hecho los españoles a los indios no está justificada,
pues estas gentes son, dirá Las Casas, “por respecto de nosotros inocentísimas”; Historia de las
Indias, III, p. 1780 (“aquestas humildes gentes […] inocentes cuanto a nosotros son y siempre lo
fueron”; Historia de las Indias, III, p. 1824; cfr. también II, p. 931). Así, ni los reyes ni el papa
podían despojarlos de sus señoríos o privarlos de su libertad, pues “no eran moros o turcos que
tuviesen nuestras tierras usurpadas o trabajasen de destruir la religión cristiana o con guerras
injustas nos fatigasen e infestasen” (Historia de las Indias, II, p. 1007). Cfr. Bartolomé de Las
Casas, Tratado sobre los indios que han sido hechos esclavos, en Tratados de 1552; Obras com-
pletas de Bartolomé de las Casas, vol. 10, Alianza, Madrid, 1992, p. 222; I. Pérez Fernández,
“Estudio crítico preliminar” a Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las
Indias, Universidad Central de Bayamón / Centro de Estudios de los Dominicos del Caribe /
Instituto de Estudios Históricos Juan Alejo de Arizmendi, Bayamón, 2000, pp. 339-344.
29
Por ejemplo, en la Isla Española; cfr. Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, II, pp.
1345-1355; Aquí se contienen treinta proposiciones, pp. 211-213.
30
Cfr. Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, I, p. 581; p. 668; Principia Quaedam, p.
581; Aquí se contienen treinta proposiciones, pp. 206-207, 209-210. La obligación de predicar la
fe exclusivamente con medios persuasivos del entendimiento y atractivos para la voluntad será el
tema del tratado lascasiano De unico vocationis modo (en Obras completas de Bartolomé de las
Casas, vol. 2, Alianza, Madrid, 1990).
El espíritu vitoriano de Bartolomé de las Casas 157
nes y señoríos, por lo que éstos no pueden ni deben expropiarse31. Los dominios
indígenas, sus leyes y sus soberanos gozan de plena legitimidad por derecho na-
tural, y atentar contra ellos constituye una violación a este derecho32. La Histo-
ria de las Indias es un manifiesto de denuncia contra las violaciones a este dere-
cho, perpetradas por quienes han usurpado los bienes y señoríos a sus legítimos
poseedores.
4. Conclusión
La obra de Las Casas está animada por un espíritu renovador similar al que
estimuló a Vitoria a poner al día el pensamiento tomista de cara a las
31
“Entre los infieles que tienen reinos apartados, que nunca oyeron nuevas de Cristo ni rescibie-
ron la fe, hay verdaderos señores, reyes y príncipes, y el señorío y dignidad y preeminencia real
les compete de derecho natural y de derecho de las gentes, en cuanto el tal señorío se endereza al
regimiento y gobernación de los reinos, confirmado por el derecho divino evangélico. Lo mismo a
las personas singulares el señorío de las cosas inferiores, y por tanto, en el advenimiento de Jesu-
cristo, de los tales señoríos, honras, preeminencias reales y lo demás no fueron privados en uni-
versal ni en particular ipso facto nec ipso iure”; Bartolomé de Las Casas, Aquí se contienen trein-
ta proposiciones, p. 206. Cfr. Bartolomé de Las Casas, Tratado comprobatorio, pp. 450-451. Las
Casas extraerá las consecuencias prácticas de este principio en la Historia de las Indias: “Pero
esta ceguedad del Almirante y suponer la reina que podía el Almirante hacelles guerra procedía y
siempre procedió de la del Consejo y letrados que en él los Reyes tenían, la cual en ellos era into-
lerable y más que culpable porque no les era lícito [a] ellos ignorar el derecho y justicia destas
gentes, que consistía en ser pueblos libres que tenían sus reinos y reyes y señores, dominios y
jurisdiciones [sic], y que les pertenecían de derecho natural y de las gentes, y que no los perdían
solamente por carecer de fe y no ser cristianos; ni los podían los reyes de Castilla dellos privar”;
Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, II, p. 1243; cfr. II, pp. 887-889; p. 1010. Para
ello, no obsta su condición de infieles, ni siquiera los pecados que los indios pudieran cometer en
su infidelidad: “Por ningún pecado de idolatría ni de otro alguno, por grave y nefando que sea, no
son privados los dichos infieles, señores ni súbditos, de sus señoríos, dignidades ni otros algunos
bienes ipso facto vel ipso iure”; Aquí se contienen treinta proposiciones, p. 207; Tratado
comprobatorio, p. 462. El señorío supremo de los reyes de Castilla sobre las Indias es compatible,
por otro lado, con la conservación de la jurisdicción de los señores indios sobre sus propios
pueblos: cfr. Aquí se contienen treinta proposiciones, p. 209; Tratado comprobatorio, pp. 464-
465.
32
Por ello, Las Casas escribirá a Carlos V que “los bienes que todos los conquistadores en todas
las Indias tienen, todos son robados y por violencias enormísimas y gravísimas habidos, y toma-
dos a sus proprios dueños y naturales proprietarios y poseedores que eran los indios”; Bartolomé
de Las Casas, Representación al emperador Carlos V, en Cartas y memoriales; Obras completas
de Bartolomé de las Casas, vol. 13, Alianza, Madrid, 1995, p. 102. Este documento data de 1542.
158 Víctor Zorrilla Garza
1. Introducción
Existe una larga discusión sobre cuáles son las influencias intelectuales defi-
nitivas de los autores novohispanos. Durante un periodo, la lista la encabezaron
el aristotelismo y la escolástica pero de eso hace tiempo ya. Las investigaciones
han continuado y las preguntas de investigación han encontrado nuevas influen-
cias, referentes no señalados, y autores con tradiciones no solamente distintas
sino contrarias a las dos primeras.
A manera de ejemplo, están los trabajos de Carmen Rovira quien ha insistido
en la influencia nominal en la tradición novohispana1; la sofisticada investiga-
ción de Virginia Aspe sobre Aristóteles en América en la que no sólo se pregun-
ta si fue Aristóteles una fuente importante en el planteamiento novohispano sino
qué tradición aristotélica asumen; están, además, sus aportaciones sobre la in-
fluencia de Jean Gerson2. Finalmente, existe un trabajo que presenté en 2007
sobre la influencia de Cicerón, lo mismo en asuntos políticos que en temas retó-
ricos3.
Además, se encuentran las lecturas que señalan que el armazón conceptual
de los novohispanos es completamente deudor de la Escuela de Salamanca, re-
presentado icónicamente en Francisco de Vitoria4. Dicha afirmación ha de ser
revisada cuidadosamente por imprecisa; Bartolomé de las Casas, al menos, re-
fiere en muy pocos lugares al trabajo de Vitoria mientras que no se cansa de
aludir a muchos otros autores.
1
Cfr. M. C. Rovira, Francisco de Vitoria: España y América, el poder y el hombre, Porrúa,
México, 2004.
2
Cfr. Jean Charlier Gerson, De Potestate Ecclesiae y De Mistica, S. García Peláez (trad.), in-
troducción y análisis filosófico de V. Aspe, Teologica Practica, Novohispanía, México, 2013.
3
V. López Vela, “Cicerón y la Nueva España, una influencia soslayada”, en M. C. Rovira
(comp.), Presencia del siglo XVI, Cátedra especial Samuel Ramos / UNAM, México (en prensa).
4
A manera de ejemplo, cfr. J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca y la renovación de la
teología en el siglo XVI, BAC, Madrid, 2000.
160 Valeria López Vela
De esta forma, sabemos hoy que para comprender los planteamientos de los
autores novohispanos es necesario reconocer no una sino varias influencias des-
de las que plantean sus discusiones.
Esto es importante, me parece, por dos motivos. Primero, porque los autores
novohispanos se insertan en la discusión filosófica asumiendo las tradiciones
intelectuales previas siempre con la peculiaridad de la situación indiana. Se-
gundo, porque los argumentos, las discusiones y las soluciones nacen en el seno
del conflicto novohispano pero el armazón conceptual corre paralelo a discusio-
nes similares que posteriormente utilizaron la misma ruta argumentativa.
Sin dudar de la importancia de Vitoria es necesario decir que no fue el único
ni el más importante referente intelectual de los novohispanos. Todavía más,
hay una distancia importante en el modo de comprender a los naturales de Amé-
rica; a manera de ejemplo, Vitoria no duda en llamarlos bárbaros –con toda la
carga cultural peyorativa implícita en el término– mientras que Las Casas de-
dica un gran esfuerzo para explicitar que dicho concepto sólo podría utilizarse
de forma imprecisa5. En ese sentido, no es preciso afirmar la influencia definiti-
va y directa que en ocasiones se ha atribuido a Vitoria.
En esta línea, la influencia nominal que ha señalado Rovira en los autores
novohispanos se traduce en Las Casas en los textos de Pierre d’Ailly específica-
mente y en la noción de alodial orientada a la defensa de la dignidad.
Para demostrar esto presento un concepto muy importante en el discurso las-
casiano y que contribuye de manera importante en la comprensión del comple-
jísimo concepto de dignidad y cuyas consecuencias difieren fuertemente de la
solución propuesta por Vitoria. Me refiero a la noción de alodial en Las Casas y
de “cosas comunes” en Vitoria6 que tiene menor alcance que los que logra el
dominico.
En este escrito, me propongo hablar de los orígenes de la noción de alodial;
en segundo lugar, explicar en qué sentido la utiliza Bartolomé de las Casas e in-
sistir en las consecuencias políticas que de esto se desprenden; tercero, señalara
5
“Por lo tanto, no todos los bárbaros carecen de razón ni son siervos por naturaleza o indignos
de gobernarse a sí mismos. Luego algunos bárbaros justamente y por naturaleza tienen reinos y
dignidades reales, jurisdicciones y leyes buenas y su régimen político es legítimo. Bartolomé de
las Casas, Obra Completa, vol. 6, P. Castañedo Delgado (dir.), V. Abril Castelló / J. A. Barreda /
B. Ares Queija / M. J. Aril Stoffels (eds.), edición preparada por la fundación “Instituto Bartolo-
mé de las Casas” de los dominicos de Andalucía, Alianza Editorial, Madrid, 1992, p. 143.
6
A manera de ejemplo se encuentra el título: “De los títulos legítimos por los cuales los
bárbaros pudieron venir a poder de los españoles”. Ahí mismo, refiere a las cosas comunes para
argumentar que es lícito para los españoles el comercio con los bárbaros. Cfr. Francisco de
Vitoria, Obras de Francisco de Vitoria. Relecciones teológicas, T. Urdanoz (ed.), BAC, Madrid,
1960.
La noción de alodial en Bartolomé de las Casas 161
2. La noción de alodial
7
Voz “Alodio”, en Real Academia de la Lengua, Diccionario de la Lengua Española, t. I, Es-
pasa Calpe, Madrid, 212001, p. 121.
8
Voz “Alodial”, en A. de Campany, Nuevo Diccionario Francés-Español. En este van enmen-
dados, corregidos, mejorados, y enriquecidos considerablemente los de Gattel, y Cormon, Im-
prenta de Sancha, Madrid, 1805, p. 26.
9
Véase A. Urquidi, El feudalismo en América y la reforma agraria boliviana, Librería Edito-
rial Juventud, La Paz, Bolivia, 1990, p. 27.
10
Cfr. William Ockham, Opus nonaginta dierum, en Opera Politica, University of Manchester
Press, Manchester, 1940-1963.
162 Valeria López Vela
4. Materia lascasiana
¿En qué sentido emplea Las Casas la noción alodial en su discurso? El voca-
blo aparece específicamente en su obra De regia potestate, de 1546, al respecto
de la libertad, por derecho natural, a las cosas inanimadas:
“Se llaman alodiales o libres los bienes que no están bajo el dominio de
nadie más que Dios, porque todo lo que Dios creó lo hizo para servicio de
todas las gentes que hay bajo el cielo. Por ello, por concesión divina
cualquier hombre puede ocupar la posesión de todas las cosas, que al
11
Ockham influyó en los pensadores del siglo XVI novohispano mucho más de lo que se ha
reconocido tradicionalmente. En Las Casas, específicamente, en los conceptos de dominio,
alodialidad y de potestad. En el Opus nonaginta dierum, Ockham presenta estas ideas en razón
de la disputa en torno a la propiedad privada entre los franciscanos y el Papa Juan XXII.
La noción de alodial en Bartolomé de las Casas 163
12
Bartolomé de las Casas, Quaestio de imperatoria vel regia potestate, notab. § II, 3, en Obras
completas, vol. 12: De regia potestate, J. González Rodríguez (ed.), introducción de A. E. Pérez
Luño, pp. 43-45; Quaestio theologalis, A. Larios Ramos, O.P. / A. García del Moral y Garrido,
O.P (eds.), V Centenario del Descubrimiento de América / Consejería de Cultura, Junta de
Andalucía, Alianza Editorial, Madrid, 1990, pp. 40 y 42 (la obra se encuentra digitalizada en
http://alcolonial.wordpress.com/2012/10/07/ficha-obras-completas-de-fray-bartolome-de-las-ca-
sas/).
13
“El dominio de los seres inferiores al hombre compete a todos los hombres, sin excluir
alguno, sean fieles o infieles, según la justicia y la ordenación divina en lo común, y según el
derecho natural y de gentes en lo particular”; Bartolomé de las Casas, Obra Completa, vol. 10,
Principia Quaedam, p. 551.
164 Valeria López Vela
14
“1. A principio genenris humani ominia fuisse libera, late probatur. 2. Servitus non habet
causam naturalem, sed accidentalem. 3. Homo semper est liber, done probetur contrarium 4. Quis
dicatur hom liber. 5. In quo differat sevus ab homine”; Bartolomé de las Casas, Obra Completa,
vol. 12, De Regia Potestate, p. 34.
15
“Et quidem, quantum ad homines, probatur quoniam ab origine naturae rationalis liberi
nascenatur, tu l. manumissiones, De iust. Et ius. Quia in natura pari Deus non facit unum alterius
servum, ser par omnibus concessit arbitrium. Cuius ratio est secundum Thomam (2 sent. Dist., 44,
q. 1, art. 3) quia natura “rationalis, quantum est de se, non ordinatur ut ad finem ad alium, ut
homo at hominem”. Nam libertas est ius insitum hominibus de necessitate et per se ab exordio”;
Bartolomé de las Casas, Obra Completa, vol. 12, De Regia Potestate, p. 34.
16
“rationalis naturae, et sic de iure naturali”.
La noción de alodial en Bartolomé de las Casas 165
cional; que la definición de hombre es ser animal racional17. Y que por ello, to-
dos los miembros de esta especie son iguales y libres18. Respecto del primer
atributo el argumento es propiamente lógico pues se aclara a partir de la perte-
nencia al género por parte de las especies y la imposibilidad de atribuir alguna
otra diferencia específica que modificara la definición y, con ello, la igualdad
atribuíble a las instancias19.
El razonamiento lógico es el siguiente: la definición incluye a todos los
miembros de la misma especie. La extensión del género implica a todos los su-
jetos que lo componen:
La definición expresa la esencia; los miembros de la especie comparten los
mismos principios; una forma de llamar a esos principios es esencia. Por lo que:
Si A se define como X entonces A pertenece a X.
Por lo que, todos los miembros de A son X.
De donde: A, A’, A’’… pertencen a X.
De esta forma, Las Casas sostiene la igualdad natural entre todos los hom-
bres.
De la naturaleza racional se desprende la libertad –para todos los hombres–
derivada de la noción de alodial pues parece que Las Casas encuentra que la
alodial precede ontológicamente al dominio o al uso. El primero –alodial– es
sustantivo mientras que los segundos se engarzan dentro de las relaciones entre
otros alodiales.
Es decir, alodial tiene la condición de fin mientras que dominio y uso de
medio.
Me parece que el argumento sigue la línea aristotélico-tomista clásica aun-
que incorpora un concepto: si el hombre es capaz de proponerse fines propios y
específicos –aún al margen de su naturaleza– es porque aunque tiene una forma
específica que no lo determina ad unum sino que está abierta a los contrarios20.
La libertad se manifiesta como la capacidad para elegir entre ellos21.
17
“Cualquiera que sea la definición del hombre, esa vale para todos. Lo cual es argumento
suficiente de que ninguna desemejanza hay en la naturaleza; si existiera alguna, no comprendería
a todos los hombres una misma definición”; Bartolomé de las Casas, Obra Completa, vol. 2, Del
único verdadero modo, p. 373.
18
Esto contrasta con la postura aristotélica en Política, 1254 a 21-24.
19
Pues todo lo que está ordenado a otro, como a fin, es un medio relacionado con ese fin, ya
que el medio no se emplea más que para conseguir el fin, como dice Aristóteles; Bartolomé de las
Casas, Obra Completa, vol. 12, De Regia Potestate, p. 46.
20
“Por ello dice el Filósofo en el segundo de la Ética: nosotros somos el fin en cierta manera de
todas las cosas y usamos de ellas, porque son por razón de nosotros. Dionisio en el libro octavo
del tratado De divinis nominibus dice: conviene ver en esto la verdadera justicia de Dios, que da a
166 Valeria López Vela
cada cosa existente lo propio según su dignidad, y salva la naturaleza de cada una en su propio
orden y virtud”. Bartolomé de las Casas, Obra Completa, vol. 10, Principia Quaedam, p. 553.
21
La definición que subyace es la siguiente: “Llámase libre quien posee libre albedrío, es decir,
la facultad de disponer libremente, como quiera, de su persona y de sus bienes”. “Est autem
considerandum quod ille dicitur liber homo qui es sui arbirtrii. Unde habent facultatem libere de
personis propriis et rebus disponendis, prout volunt”; Bartolomé de las Casas, Obra Completa,
vol. 12, De Regia Potestate, p. 38.
22
Desde este punto, es posible señalar la visión teleológica del autor. En palabras de Pablo
Casanova: “Uno de los puntos clave para acercarnos a Bartolomé es la teleología, como proyecto
universal del que habrá que adecuarse. La finalidad por la que se constituye el Estado, como todas
las demás obras y acciones humanas están encaminadas a un orden, es decir, responden causal-
mente y proceden teleológicamente. El concepto “fin” es constitutivo de la naturaleza y lo com-
plejo se produce por el desarrollo de lo primigenio, a lo que en definitiva se llegará. El devenir
aumenta la actualización de las potencialidades del ser de tal manera que adquiere un “peso”
ontológico mayor, no tanto por su antigüedad, sino por su actualidad real”. P. González Casanova
(comp.), El pensamiento lascasiano en la conciencia de América y Europa, UNAM, México,
2004, p. 152).
23
“Así las cosas, la referencia a la naturaleza no ha de verse en conflicto con la creatividad de
la razón práctica. Ciertamente, la naturaleza propone una serie de bienes-fines, cuya promoción
comporta la promoción del ser humano en cuanto tal. Pero tal promoción no aparece ‘por natura-
leza’”; A. M. González, Moral, razón y naturaleza, Eunsa, Pamplona, 2006, p. 260.
La noción de alodial en Bartolomé de las Casas 167
5. Conclusiones
24
“Quia licet homo liber, ingenuus, nono possit delegari, donari aut vendi per se, cuius nulla est
aestimatio”; Bartolomé de las Casas, Obra Completa, vol. 12, De Regia Potestate, p. 24.
25
Baste recordar la marcada estructura social de la época: reyes, miembros de la Iglesia, milita-
res, nobles, siervos. Todos ellos representan un espectro de la sociedad con un desenvolvimiento
disímbolo y no pocas veces contradictorio.
26
Esta idea se encuentra, en cierto modo, en Tomás de Aquino en el Comentario a las Senten-
cias (cfr. In II Sententiarum, d. 44, q. 1, a. 3, n. 5).
27
“A principio generis humani, omnis homo et monis terra et monis res, de iure naturali et
gentium primaevo fuit libera et alllodalis, id est, franca, nulli subiecta servituti”. Bartolomé de las
Casas, Obra Completa, vol. 12, De Regia Potestate, p. 34.
VITORIA Y SAHAGÚN:
DOS MIRADAS SOBRE AMÉRICA
Sandra Anchondo Pavón
II
III
En la primera parte del De indis, obra que no fue escrita por él mismo, sino
recopilada por sus estudiantes, el dominico afirma que los indios son verdaderos
dueños de sus bienes y de sus pueblos. Los españoles, para someterlos y ocupar
aquellas tierras, tienen que contar con verdaderos derechos y que ser respetuo-
sos.
Existe amplia bibliografía que resalta la principal aportación del dominico:
separar el poder temporal (civil) del eclesiástico, para defender los derechos de
todos los hombres por igual. Esto le ha ganado el consabido título de padre del
Derecho Internacional.
Siguiendo a Tomás de Aquino, a Vitoria le interesa fundamentar los
derechos de los naturales de América recurriendo a lo que tienen de común con
otras culturas, como la suya propia, es decir, la naturaleza humana.
Basándose en el concepto tomista de ley natural, él intenta cierta defensa de
los indios americanos con argumentos de derecho: como la ley natural permite
que la razón natural humana conozca la ley eterna y consiste en una serie de
principios generales de validez universal que obligan a todos los seres humanos
por igual, a partir de él Vitoria se plantea en qué consiste el derecho natural y a
partir de ello se cuestiona su aplicación a los casos particulares en el contexto
de los pueblos americanos, para ver si se sigue, si es justa1 , en cuanto derive de
la ley natural o no. Lo que resulta también interesante, si tomamos en cuenta
1
O si la diferencia puede tolerarse.
Vitoria y Sahagún: dos miradas sobre América 171
que Vitoria nunca pisó tierras americanas, es que este pensador no tiene mayor
problema en hablar de estas personas americanas sin haberlos conocido siquie-
ra.
Ahora, según el Aquinate, la razón humana puede conocer el orden natural
que rige el universo a través de la razón (de la razón especulativa y de la razón
práctica), por eso la ley natural es un acto de la razón. Al suponer que la inteli-
gencia capta el bien y manda a la voluntad en búsqueda del mismo2, Vitoria
también da mucha importancia al conocimiento de las leyes, de ahí que para que
alguien sea juzgado se requiere que éste sea consciente de que actuó contra la
ley. Nuestro autor ve la necesidad de que, en este caso, los indígenas sepan cuá-
les leyes son de derecho natural y postula que no pueden ser juzgados por actuar
contra la ley divina porque no la conocen. De esta manera apunta que los indios
no son culpables y se merecen un trato digno, pero además, que al conocer la
ley natural y la ley divina, ellos deberían poder reconocer por sí mismos que sus
antiguallas estaban equivocadas.
A diferencia de Vitoria, Sahagún establece su apología presentando una de-
mostración desde los fundamentos de hecho3, más que los de derecho. Y me pa-
rece que podemos suponer que esto se debe, al menos en parte, a la influencia
que recibe de Duns Escoto. Me explico: si bien para el doctor Sutil la ley natu-
ral también es universal como propone el tomismo, lo que hay que ver es en qué
consiste y si Dios puede dispensar a algunos de su cumplimiento4. Juan Duns
hace varias distinciones que invitan a pensar que fue este autor quien influye a
Sahagún en su apertura hacia la diversidad en varias cuestiones indianas y para
ser más tolerante al respecto, llegando a defender “sus maneras”, sus usos y cos-
tumbres, incluso por encima de las de los españoles. Se ve en la siguiente cita:
“Es gran vergüenza nuestra que los indios naturales, cuerdos y sabios anti-
guos, supieron dar remedio a los daños que esta tierra imprime en los que en
2
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 82, a. 4, ad3.
3
No quiero decir con esto que Sahagún conozca sólo la facticidad, sino que le da prioridad a
una demostración desde lo empírico y no desde los fundamentos de derecho solamente.
4
Como explica Verónica Murillo “no siendo producto del intelecto sino de la voluntad, Escoto
pondera el carácter imperativo de la ley y no tanto la manera en que llegamos a su conocimiento o
el que ella remita a una disposición o tendencia natural de las cosas, como sucede en el tomismo.
Particularmente en el caso de la ley natural, si bien afirma que es universal, lo que atrae su refle-
xión es en qué consiste y si Dios puede dispensar a alguno de su cumplimiento, a lo cual dedica la
cuestión única de la distinción 37 de sus In III libros Sententiarum (d. 37, q. única): si todos los
preceptos del decálogo son de ley natural. Notemos que siendo la ley producto de la voluntad di-
vina, es coherente que la reflexión de este franciscano gire en torno a los preceptos dados directa-
mente por Dios, los mandamientos del Decálogo, y que se interese por aclarar cuáles de ellos son
de ley natural. Cfr. V. Murillo Gallegos, “Fray Toribio de Benavente: restricción de la ley y de la
imposición de la ley”, Tópicos, 2013 (45), p. 172.
172 Sandra Anchondo Pavón
ella viven, obviando a las cosas naturales como contrarios ejercicios; y noso-
tros nos vamos al agua debajo de nuestras malas inclinaciones”5.
Recordemos que Escoto postula la voluntad como suprema potencia del
hombre y acentúa su carácter absolutamente libre6. El Sutil insiste en que sólo
en los primeros preceptos del decálogo se cumplen totalmente las condiciones
de la ley natural y que el resto puede variar, que el hombre es libre de orientar
hacia Dios aquellos actos que ni favorecen ni se oponen a la salvación. Con lo
que acabamos de apuntar, no es difícil entender que para el franciscano novo-
hispano no sólo sea factible aceptar la diversidad de los indígenas en cuanto a
sus instituciones, costumbres, maneras de policía y uso del lenguaje, sino que le
permita ser mucho más flexible y comprensivo que Vitoria en estos asuntos. Sa-
hagún sí necesita pasar años con los indios y recopilar datos para decir que los
conoce y puede hablar de ellos. Al final es remarcable que cuando escribe su
“Apéndice” a la Postilla, incluso promueve la inculturación:
“Esto es como la siembra de semillas, el soterramiento pues tu alma es el te-
rreno de cultivo espiritual, y has de cuidar bien la mata de maíz espiritual, el
ya dicho mantenimiento de los mandamientos divinos y la aceptación de las
virtudes como modo de vivir. Pero en cuanto a los que sólo son pecados, los
que sólo son yerbas, zacates, tapates, chicalotes ¡que no vayan a crecer, que
no vayan a nacer las plantas, que no vayan a sazonarse!”7.
Sahagún hace varias dispensas a los indios y acepta incluso que los cristia-
nos algo pueden aprender de ellos, en fin, hasta promueve las diferencias cultu-
rales cuando no los hacen caer en idolatría. Esto porque según su propia con-
cepción de la ley natural, se puede permitir cierta pluralidad en algunos prin-
cipios prácticos. Según la explicación de Verónica Murillo, especialista en pen-
samiento franciscano, así es para Escoto:
“No hay dispensa en torno a la ley natural estricta pero sí en torno a la ley
natural en sentido amplio, en la cual incluso se admite que los principios
prácticos pueden ser cumplidos de varias maneras y que hay preceptos que
pueden no existir o no cumplirse. Esto es importante porque los cronistas
5
Cfr. Bernardino de Sahagún, Códice Florentino. Colección Mendicea-Palatina (Florentin
Codex. History of the things of New Spain, School of American Research / University of Utah,
Salt Lake, vol. 1, 1950; vol. 2, 1951; vol. 3, 1952; vol. 7, 1953; vol. 8, 1954; vol. 12, 1955); X, ca.
27, fol. 71v-72r.
6
E. J. Cuccia, “Primacía de la voluntad y virtud moral en Juan Duns Escoto”, Tópicos, 2012
(43), pp. 53-172.
7
Bernardino de Sahagún, O.F.M., Apéndice a la Postilla y Ejercicio Cotidiano, UNAM,
México, 1993, pp. 147-149.
Vitoria y Sahagún: dos miradas sobre América 173
IV
Las distinciones que hemos hecho acerca de las concepciones que tuvieron
nuestros pensadores sobre la ley natural y de la prioridad que le da uno a la filo-
sofía tomista, el otro a la escotista, se pueden conectar con las metodologías di-
versas en las investigaciones de ambos.
Francisco de Vitoria tiene una centralidad innegable entre los estudiosos del
Derecho internacional. Considerado como el padre del Derecho internacional, el
profesor salmantino, establece que la percepción del “otro” tiene que basarse en
una serie de disposiciones derivadas del derecho natural. Esta aplicación del de-
recho natural, para todos los hombres, se extiende a las relaciones entre Estados
y pueblos de todo el orbe. Mediante un método, que podríamos llamar en gene-
ral “deductivo”, Vitoria descubre ciertas reglas que se adaptan a una política
“internacional” en cada sociedad, la indígena en este caso. De modo que va
deduciendo particularidades que le permiten ver lo que en cada sociedad queda
dentro o fuera de la ley y por lo tanto debe permitirse o no, promoverse o no.
8
V. Murillo Gallegos, “Fray Toribio de Benavente: restricción de la ley”, pp. 178, 179.
9
Cfr. Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, X, c. 27, fol. 74v.
174 Sandra Anchondo Pavón
10
Cfr. A. Pirotto, “Francisco de Vitoria”, Introducción a Relecciones sobre los indios y el
derecho de guerra, Espasa-Calpe, Madrid, 1975, p. 9.
11
Esta reconstrucción de argumento está tomada de Francisco de Vitoria, Relecciones sobre los
indios y el derecho de guerra, pp. 45-52.
12
Se basa en un principio a favor del derecho natural. Si el que peca no tuviera poder civil, tam-
poco tendría poder natural. Cfr. Francisco de Vitoria, Reelecciones sobre los indios y el derecho
de guerra, p. 41.
Vitoria y Sahagún: dos miradas sobre América 175
13
Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, “Prologo”, VI.
14
Como, por ejemplo, Ángel María Garibay, Miguel León Portilla, Ascensión Hernández y
Pilar Máynez.
15
Cfr. Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, VI.
176 Sandra Anchondo Pavón
16
Los indios son capaces de dominio, cfr. Francisco de Vitoria, Relecciones sobre los indios y
el derecho de guerra, pp. 31-52.
17
Del mismo modo que lo es el comercio, la comunicación, etc. Cfr. Francisco de Vitoria, Re-
lecciones sobre los indios y el derecho de guerra, pp. 87-147.
18
Romanos, 2, 14-15.
19
Cfr. Francisco de Vitoria, Relecciones sobre los indios y el derecho de guerra, p. 94.
Vitoria y Sahagún: dos miradas sobre América 177
hombres justos, a los que viven según los mandamientos de Dios (sea cual
fuere su costumbre o proveniencia)20.
Es decir, reconoce la dignidad de la cultura india, tan valiosa como la espa-
ñola y como se ve, no sólo la tolera, sino la promueve incluso, pues sólo sugiere
que se parezcan a los españoles en tanto cristianos. Parece que, de tener la
certeza de haber erradicado la idolatría, Bernardino estaría dispuesto a aceptar
manifestaciones diversas e incluso a abrirse a nuevas formas de religiosidad y
de moralidad21.
Hay más diferencias que pudieran ser relevantes para otros estudios sobre
sus metodologías: el discurso que de Vitoria conservamos fue reconstruido por
sus alumnos, la palabra pronunciada en cátedra está proyectada desde la escri-
tura de otros, y la materia del discurso no es fundamentalmente la realidad in-
diana, sino los fundamentos formales, historizados y concretados en dicha reali-
dad. En el caso del franciscano, en cambio, se trata de la oralidad de los otros,
proyectada en su propia escritura (es él quien escribe y supervisa los trabajos
del colectivo indígena) y cuyo material discursivo principal está en las reali-
dades indianas.
Vitoria recurre a la naturaleza humana, lo común a ambas culturas y empren-
de una defensa de carácter político teológico, le interesa una fundamentación de
derecho.
Sahagún, lo hace, para presentar una “demostración” lingüístico-etnográfica
desde fundamentos de hecho.
Mientras que al dominico le interesa hablar de sus capacidades de dominium,
el franciscano encuentra necesario enfatizar sus capacidades para la policía y fi-
losofía moral, su criterio es menos eurocéntrico y más americano.
El seguidor de Santo Tomás acentúa la universalidad de los derechos que
otorga la naturaleza y el de Escoto, las diferencias (aunque el criterio de la ley
natural es la base común de ambos pensadores, Sahagún quiere salvar estas di-
ferencias desde la propia cultura de los indios y no somete a revisión teórica su
pasado manifiesto).
Con estas distinciones intento decir que, a pesar de que la pregunta central
para ambos es ¿qué valores merecen respeto por encima de cualquier interés hu-
mano, incluso el religioso?, Vitoria hace una proyección de la ética europea
20
Bernardino de Sahagún, Apéndice a la Postilla y Ejercicio Cotidiano, p. 115.
21
Algunas veces incluso afirma que los indios fueron superiores a los españoles, según la cita
antes señalada en nota 5, supra: Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, X, c. 27, fol. 71v-
72r.
178 Sandra Anchondo Pavón
1. Introducción
1
Este trabajo fue realizado como parte del proyecto IN 403013, Controversias en el desarrollo
de la filosofía mexicana.
2
Respecto a las contradicciones en la obra de Vitoria sobre la legitimidad de la guerra y el go-
bierno español sobre los indios véase M. C. Rovira “Relación entre la parte tercera de la Relec-
ción Sobre los indios de Vitoria y la cuestión VI de Dobre el dominio de los indios i la guerra
justa de Alonso de la Veracruz”, en C. Ponce Hernández (coord.) Innovación y tradición en
Alonso de la Veracruz, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 2007, pp. 155-180.
180 Ambrosio Velasco Gómez
3
J. Xirau, “Humanismo Español”, Cuadernos Americanos, 1941 (1), pp. 138-139.
Radicalización del republicanismo salmantino en México 181
España para liberarlos del mal gobierno y sobre todo para instruirlos en la fe
cristiana. El otro humanismo español tiene su centro en la Universidad de Sala-
manca, especialmente con Francisco de Vitoria y Domingo de Soto y posterior-
mente, ya en América, con Alonso de la Veracruz, discípulo de los dos ante-
riores humanistas salmantinos, que se oponen al poder imperial de Carlos V y
defiende los derechos de los pueblos originarios del Nuevo Mundo frente a la
dominación y explotación de los españoles. Éste es propiamente el humanismo
republicano.
Las controversias entre las dos visiones sobre la conquista y el dominio es-
pañol iniciaron desde la promulgación de las Bulas Alejandrinas de 1493 que
concedían a los Reyes Católicos dominio absoluto y a perpetuidad sobre las tie-
rras recién descubiertas de otro lado del océano. El punto central de la cuestión
es si el papa tenía o no potestad terrenal para conceder las tierras. Pero el debate
público convocado por la propia Corona se inició 1512, cuando el rey Fernando
pidió una opinión al juez y catedrático Juan López de Palacios Rubio, a raíz de
las enérgicas denuncias de los abusos de los españoles que hiciera Fray Antonio
de Montesinos. Palacios Rubio justificó plenamente el dominio español sobre el
Nuevo Mundo con dos argumentos principales: Uno , el más difundido, defen-
diendo la validez de las bulas papales. Otro, mas elaborado, a partir de una in-
terpretación de Aristóteles que distinguiría entre naturalezas limitadas en su ra-
cionalidad, propias de la condición de esclavo o siervo y las naturalezas racio-
nales que son las propicias para ejercer gobierno. Siguiendo a Major, Palacios
Rubio juzgaba a los indios americanos como bárbaros y por ello incapaces de
dominio propio. En consecuencia se justificaba plenamente el dominio racional
de los españoles sobre los bárbaros americanos. Contra esta opinión y sobre to-
do contra la guerra de conquista y y la violencia de los conquistadores sobre los
indígenas, el humanista Juan Luis Vives, discípulo de Tomás Moro y Erasmo,
escribió su obra Concordia y discordia en 1529.
Pero la expresión más académica y fundamentada de la crítica a la guerra de
Conquista y la dominación española se desarrolló en la llamada Escuela de Sa-
lamanca, fundada por Francisco de Vitoria y Domingo de Soto desde 1526, a
raíz de la instalación del primero como profesor de Teología en la Universidad
de Salamanca. Con ellos se inicia una profunda revisión de la Escolástica, rein-
troduciendo la lectura directa de las obras de Santo Tomás y de Aristóteles, ade-
más de promover la integración del nominalismo y la teología positiva4. Como
resultado de sus cátedras sobre la legitimidad de la guerra y la dominación es-
pañola Domingo de Soto escribió su relección De dominio (1536) y Francisco
4
Sobre las características teológicas y filosóficas de la Escuela de salamanca, véase el excelen-
te libro de M. A. Pena González. La Escuela de Salamanca. De la Monarquía hispánica al Orbe
católico, BAC, Madrid, 2009.
182 Ambrosio Velasco Gómez
5
Sobre el pensamiento de Vitoria, véase M. C. Rovira, Francisco de Vitoria. España y
América. El poder y el hombre, Porrúa / Cámara de Diputados, México, 2004.
Radicalización del republicanismo salmantino en México 183
6
Alonso de la Veracruz, Tratado de los tópicos dialécticos, traducción, introducción y notas de
M. Beuchot, UNAM, México, 1989, c. 1, p. 3.
7
Alonso de la Veracruz, Dialectica Resolutio, Libro de los Analíticos segundos, traducida por
M. Á. Romero en su tesis de licenciatura en Letras clásicas, FFyL, UNAM, 2010, §§ 19-25, pp.
145-141.
184 Ambrosio Velasco Gómez
seco cuando se toma de aquellas cosas que están por completo separado de
las cosas uy será intermedio el que participa de ambos extremos”8.
Es importante destacar que en los intrínsecos, que son los de mayor fuerza
argumentativa9, el tópico es el desdoblamiento de la implicación semántica en la
inferencia argumentativa, que normalmente se expresa por una máxima. Por
ejemplo en el topo o lugar de la definición la máxima es “Lo que conviene a la
definición conviene a lo definido, como un término inferente a un término in-
ferido”. Fray Alonso señala que muchas veces no conocemos el género y la di-
ferencia específica de algo y lo describimos para determinar a grosso modo la
sustancia y naturaleza de la cosa y entonces “la descripción hace las veces de la
definición”10. La descripción, es quizás el topo intrínseco más común en la
argumentación dialéctica que despliega fray Alonso, lo cual refleja sus reservas
contra definiciones universales exhaustivas.
Pero lo más importante de todos los argumentos dialécticos, intrínsecos, ex-
trínsecos o intermedios, es que incluyen juicios que son sólo verosímiles de-
batibles. Este carácter de las premisas se debe en parte a que a que los concep-
tos que se predican no se asumen con un significado universal, unívoco, sino
que varían según los contextos. Tal equivocidad de los conceptos se asocia des-
de mi punto de vista a la posición nominalista que sostiene fray Alonso en con-
tra de un universalismo propio de la escolástica tomista (aunque fray Alonso no
considera a Santo Tomás como un defensor del realismo de los universales).
Veamos la concepción nominalista de fray Alonso.
Precisamente al inicio de la Dialectica Resolutio, Alonso se pregunta si los
conceptos universales existen en la realidad o sólo en el pensamiento, esto es si
tienen un refernte igualmente universal:
“Es dudoso si el universal en el predicar sea también el universal en el ser, y
esto equivale a preguntar por una parte si estos universales existen en la na-
turaleza de las cosas como decía Platón […] o por el contrario sólo existen
objetivamente en le pensamiento de tal modo que ninguno tendría ser natural
sino sólo ficticio”11.
Fray Alonso se inclina por la tesis nominalista de que todo lo que existe es
singular y en todo caso, los universales sólo existen como predicados en la men-
8
Alonso de la Veracruz, Tratado de los tópicos dialécticos, c. 2, p. 7.
9
“Los lugares intrínsecos –nos dice Beuchot- son aquellos que por pertenecer a la naturaleza o
ciencia de la cosa, harán más fuerza al interlocutor y le urgirán a opinar como el que proponen la
argumentación, cambiando inclusive sus creencias”; M. Beuchot, “Introducción”, en Tratado de
los tópicos dialécticos, UNAM, México, 1989, p. XXXI.
10
Alonso de la Veracruz, Tratado de los tópicos dialécticos, c. 4, p. 12.
11
Alonso de la Veracruz, Dialectica Resolutio, q. 1, § 77, p. 37.
Radicalización del republicanismo salmantino en México 185
Frente al argumento esgrimido por autores pro imperialistas como Ginés de Se-
púlveda acerca del carácter bárbaro de los americanos, por lo cual no tendrían ca-
pacidad de ejercer su derecho de gobierno propio, Fray Alonso sostiene la capa-
cidad racional de los pueblos indígenas y rechaza rotundamente a la idea de que
los indios son irracionales o amentes:
“Los habitantes del nuevo mundo no sólo no son niños amentes, sino que a
su manera sobresalen del promedio y por lo menos algunos de ellos, son de
lo más eminente. Es evidente lo anterior porque antes de la llegada de los es-
12
Alonso de la Veracruz, Libro de los Elencos Sofísticos, c. p. 6.
186 Ambrosio Velasco Gómez
pañoles, y aún ahora lo vemos con nuestros ojos […] Por lo tanto no eran
incapaces de dominio propio”13.
El reconocimiento de la racionalidad de los indios y de su capacidad para
autogobernarse, esto es para ser pueblos y personas libres, es una proyección
ampliativa del humanismo renacentista , pues extiende a los indios americanos
todas las capacidades del europeo para ser libres y artífices de su propio destino.
Con ello deja sin justificación la intervención civilizatoria de España14.
El multiculturalismo de fray Alonso también se manifiesta en una peculiar
interpretación de la ley natural. Siguiendo algunos textos de Santo Tomás y de
Aristóteles, fray Alonso distingue dos tipos de principio de la ley natural: los
primeros principios que son universales pero vagos y por ello no pueden apli-
carse directamente, y los segundos principios, precisos pero variables y depen-
dientes del sentido común de cada pueblo, gracias a los cuales pueden interpre-
tarse y aplicarse los primeros principios:
“La ley natural en relación con aquellas cosas que son de segundos princi-
pios los cuales se deducen como conclusiones de los primeros principios, es
variable y no es la misma en todas las naciones. Se prueba en primer lugar
por la experiencia, pues vemos que en algunas naciones algo que se conside-
ra como bien naturalmente conocido por la luz natural de los primeros prin-
cipios, en otras naciones aquello no se considera como bien”15.
Esta interpretación multiculturalista del iusnaturalismo le permite a fray Alonso
reconocer profundas diferencias entre la visión española de la justicia y la propia
de los americanos: “Quizás esto que parece tiránico desde el punto de vista de
una nación sería adecuado desde el punto de vista de esta gente bárbara”16. Pero
estas diferencias no invalidan el juicio de cada pueblo sobre su propio gobierno
y en última instancia la prioridad del principio republicano de que el dominio
proviene de la comunidad sobre la cual se ejerce, preserva la autonomía de cada
pueblo de cada nación y previene un intervencionismo externo bajo el argumen-
to de la superioridad racional de una nación sobre otra.
13
Alonso de la Veracruz, Del dominio de los indios y la guerra justa, traducción, introducción
y notas de R. Heredia, Facultad de Filosofía y Letras / UNAM, México, 2004 p. 359.
14
“…no hay razón justa para atacar a los infieles bárbaros recientemente descubiertos con base
en que sean infieles, ni tampoco, con base en que por derecho sean súbditos del emperador, ni con
base en que, si no quieren prestar obediencia ni someterse, deben ser compelidos. Esta razón,
digo, no es suficiente; ya que por derecho no son súbditos, porque el emperador no es el señor de
todo el orbe. Alonso de la Veracruz, Del dominio de los indios y la guerra justa, p. 391.
15
Alonso de la Veracruz, Espejo de los cónyuges. Antología, traducción y notas de C. Ponce,
Libros de Homero, colección Novohispania, México, 2008, p. 105.
16
Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, q. 11, p. 357.
Radicalización del republicanismo salmantino en México 187
Al igual que ocurrió en la antigua Roma, y en la Italia del siglo XV, en Espa-
ña los ímpetus de expansión territorial y de concentración del poder al inicio del
siglo XVI representaron una seria amenaza a las instituciones republicanas que
habrían logrado sobrevivir durante el Medioevo. El conflicto entre Carlos V y
los comuneros de las ciudades castellanas hacia 1520 fue una clara manifesta-
ción de la pugna entre vida republicana y proyectos imperiales y es considerado
por Antonio Maravall como la primera revolución republicana moderna.
Las teorías republicanas hispanas estaban vinculadas a importantes prácticas
e instituciones de participación ciudadana. Particularmente las cortes y las jun-
tas ciudadanas eran instituciones que desde los tiempos de Alfonso X “El Sa-
bio” habían tenido una especial relevancia. Los reyes católicos, Fernando e Isa-
bel, recurrieron continuamente a la consulta de las cortes para legitimar su do-
minación, recurso que les resultó muy efectivo para afianzar su legitimidad. Es-
ta tradición medieval española fue interpretada y elaborada intelectualmente por
pensadores castellanos de principios del siglo XVI que resistieron el proyecto
imperial de Carlos V, como Alonso de Castrillo, quien escribió en 1521 el Tra-
tado de República, y Pablo de León, ilustrado comunero de Valladolid autor de
la Ley Perpetúa (1520)17.
En medio de estos conflictos surgen las teorías republicanas más significa-
tivas en España, especialmente el humanismo republicano de la Escuela de Sa-
lamanca que se confronta intensamente con la otra vertiente cortesana y pro im-
perialista del humanismo renacentista español que hemos señalado. El pensa-
miento republicano de la Escuela de Salamanca se expresa principalmente en
las obras de sus fundadores como Domingo de Soto (De dominio, 1536) y de
Francisco Vitoria (De indis, 1539), y posteriormente en la obra de uno de su
discípulos más destacados, Alonso de la Veracruz, que a diferencia de sus
maestros, tuvo la oportunidad de vivir la mayor parte de su vida en e Nueva
España y ser testigo de los conflictos e injusticias que generaba la conquista y
dominación española. De esta manera pudo conjuntar una sólida formación
académica con una intensa experiencia de la realidad colonial.
Alonso de la Veracruz escribió la relección De dominio infidelium et iusto
bello, a raíz de la cátedra inaugural que impartió en la real Universidad de Mé-
xico entre 1553 y 1554. En esa relección señala categóricamente el origen
popular de todo poder político:
17
Sobre el pensamiento filosófico de este movimiento republicano, véase J. L. Castillo, “Las
bases filosófico-jurídicas del pensamiento comunero en la Ley Perpétua”, Ciencia Tomista, 1986
(370); reeditado: Facultad de Teología San Esteban, Salamanca, 1986, 29 págs. Agradezco mucho
al profesor Castillo el envío de su artículo.
188 Ambrosio Velasco Gómez
“Todo el derecho que tiene el rey para gobernar la sociedad la obtiene de ella
misma. Por lo tanto su poder no podrá extenderse más allá. Ahora bien, de la
sociedad no tiene el poder de transferir el dominio o el reino a otro, según
supongo”18.
En otro pasaje Alonso de la Veracruz afirma esta misma idea, reconociendo
que el poder legítimo en una república puede adoptar diferentes formas de go-
bierno. Con esta aclaración Alonso pone en evidencia que su republicanismo,
como el de toda la Escuela de Salamanca es una teoría del poder soberano y de
las formas de gobierno como es el caso del republicanismo florentino:
“Es necesario pues que si alguien tiene dominio justo, éste sea por voluntad
de la comunidad misma, la cual transfiere el dominio a otros, tal y como su-
cede en el principado aristocrático o en democrático, o uno sólo, como su-
cede en el principado monárquico”19.
Finalmente, independientemente de la forma de gobierno que se adopte,
quien “gobierna debe dirigir todas sus obras al bien común”20. En caso contrario
la transferencia del dominio puede ser revocada por la propia comunidad, inclu-
so si se tratara del emperador, pues “el emperador no tiene otro dominio sino el
que se le ha dado por la propia república, de tal suerte que si gobernara tiránica-
mente, podría la república deponerlo y privarlo de su reino”21. Si el tirano no
atendiera la revocación, la sociedad de la cual obtiene el poder tiene la facultad
de obligarlo por la fuerza, incluso tiene derecho al tiranicidio22.
El republicanismo radical de fray Alonso se opone a toda teoría religiosa o
divina del dominio justo que alude tanto al poder terrenal de papa como a la te-
sis de que la infidelidad religiosa es causa de pérdida de dominio político:
“el dominio ha sido introducido por el derecho humano que emana de la ra-
zón natural y la fe, en cambio, es de derecho divino y no puede por tanto
cancelar el derecho natural, por todo esto, en consecuencia, no puede uno ser
privado de su dominio por la sola infidelidad23
En suma, la teoría republicana que sustenta Alonso de la Veracruz, se
caracteriza por se una teoría laica del dominio político, que afirma que todo
poder legítimo se origina en la voluntad de la comunidad que transfiere de ma-
18
Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, q. 11, p. 373.
19
Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, duda I, p. 118.
20
Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, duda I, p. 119.
21
Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, duda I, p. 121.
22
Cfr. Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, q. 11, § 751, p.
378.
23
Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, q. 10, p. 315.
Radicalización del republicanismo salmantino en México 189
24
Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, q. 11, p. 391.
190 Ambrosio Velasco Gómez
25
Juan Zapata y Sandoval, Sobre la justicia distributiva (Disceptación sobre justicia distributiva
y sobre la acepción de personas a ella opuesta / De iustitia distributiva et acceptione personarum
ei opposita disceptatio, introducción, traducción y notas de A. E. Ramírez Trejo, edición del texto
latino P. López Cruz, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1994) citado por R.
Heredia, en el estudio introductorio “Después de Fray Alonso”, en Alonso de la Veracruz, Sobre
el dominio de los indios y la guerra justa, p. 73.
26
Juan Zapata y Sandoval, Sobre la justicia distributiva, p. 74.
Radicalización del republicanismo salmantino en México 191
27
Sor Juana Inés de la Cruz, “Loa al auto sacramental, El divino Narciso”, en El lector novohis-
pano, Ediciones Cal y Arena, México, 2003, p. 562.
192 Ambrosio Velasco Gómez
Europa quien habrá de plasmar sus posibilidades […]. América proyecta sus
posibilidades a su propio grado y las ve plasmadas ante sí misma en el indio
ejemplo clásico”28.
Esta defensa de la valía de las culturas propias y de la diversidad cultural
americana y mexicana fue un paso determinante en las luchas de la Independen-
cia en México y otros países latinoamericanos. La autonomía cultural fue un pa-
so previo e indispensable hacia la revolución de independencia política iniciada
por Hidalgo y por Morelos en 1810.
Tanto Hidalgo como Morelos efectivamente se habían formado en el espíritu
del patriotismo criollo y conocían bien la tradición republicana novohispana. El
mismo Morelos en la sesión inaugural del Congreso de Chilpancingo en 1813
leyó una carta de Bustamante en la que se afirmaba que el Congreso de Chil-
pancingo se reunía para vengar los desafueros y ultrajes que infringieron los es-
pañoles a los pueblos indígenas: “Al 12 de agosto de 1521 sucedió el 14 de sep-
tiembre de 1813. En aquél se apretaron las cadenas de nuestra servidumbre en
México Tenochtitlán, en este se rompen para siempre en el venturoso pueblo de
Chilpancingo”29.
En 1813, plena lucha revolucionaria, Fray Servando publicó en Londres su
Historia de la Revolución de la Nueva España, antiguamente Anahuac, donde
deja ver una fuerte influencia de Las Casas a quien mucho admiraba. En esta
obra presenta a los criollos insurgentes como herederos de la misión reivindica-
dora de los indios que habían realizado los frailes en la época de la Conquista.
Y al igual que los ejércitos españoles habían cometido atrocidades contra la
población indígena, ahora el mismo ejército realista masacraba a los indios,
criollos y mestizos insurgentes.
7. Conclusiones
28
L. Villoro, Los grandes momentos del indigenismo, datos editoriales, p. 162.
29
C. M. Bustamante, citado por D. Brading, “El republicanismo clásico y el patriotismo criollo”
en Mito y profecía en la historia de México, Fondo de Cultura Económica, México, 2004, p. 91.
Radicalización del republicanismo salmantino en México 193
30
Francisco Suárez, Defensio fidei, III Principatus politicus o la soberanía popular, CSIC,
Madrid, 1965; III, 1, p. 34.
31
Francisco Suárez, Defensio fidei, III, 2, p. 34.
194 Ambrosio Velasco Gómez
32
Fray Melchor de Talamantes “Representación nacional de las colonias”, en E. de la Torre
Villar, La independencia de México, FCE, México, 1992, pp. 186-187.
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aproximación a la metafísica de Nicolás de Cusa desde la perspectiva de sus nombres divi-
nos (2013)
142. MANCIO DEL CORPUS CHRISTI Y BARTOLOMÉ DE MEDINA, De iure et iustitia. El derecho
y la justicia (In Secundam Secundae Summae Theologiae Sancti Thomae, qq. 57-60).
Introducción, edición y traducción del manuscrito MCP5 de la Catedral de
Palencia (fols. 530v-565v) por Augusto Sarmiento (2013)
143. NICOLÁS DE CUSA, Sobre la mente y Dios (Diálogo sobre el Dios escondido, La búsque-
da de Dios, El don del Padre de las luces, Apología de la docta ignorancia, El berilo, La
igualdad, El principio, El no-otro), edición de Ángel Luis González (2013)
144. MARCELINO RODRÍGUEZ MOLINERO, Alfonso de Castro y su doctrina penal. El origen de
la ciencia del derecho penal (2013)
145. JOSÉ ÁNGEL GARCÍA CUADRADO (ED.), Los fundamentos antropológicos de la ley en
Suárez (2014)
146. NICOLÁS GONZÁLEZ VIDAL, Inconsciente, conflicto y autoengaño. La psicología de Gre-
gorio Magno en el Comentario al libro de Job (2014)
147. GABRIEL MARTÍ ANDRÉS, Naturaleza y ser del alma. A la luz de los principios aristoté-
lico-tomistas (2014)
148. MARÍA DEL ROSARIO NEUMAN, Metafísica de la inteligibilidad y la autoconciencia en
Tomás de Aquino (2014)
149. CRUZ GONZÁLEZ AYESTA, MAURICIO LECÓN ROSALES (EDS.), Causalidad, determinis-
mo y libertad. De Duns Escoto a la escolástica barroca (2014)
150. LAURA E. CORSO, M. JESÚS SOTO, M.ª IDOYA ZORROZA (EDS.), Ley y razón práctica en
el pensamiento medieval y renacentista (2014)
151. MAURICIO LECÓN ROSALES, Acción, praxis y ley. Estudio metafísico y psicológico de la
acción legislativa en Francisco Suárez (2014)
152. JOSEP IGNASI SARANYANA, Sobre Duns Escoto y la continuidad de la metafísica. Con un
epílogo de gramática especulativa (2014)
153. VIRGINIA ASPE ARMELLA / M.ª IDOYA ZORROZA (EDS.), Francisco de Vitoria en la
Escuela de Salamanca y su proyección en la Nueva España (2014)
EN PREPARACIÓN
MANCIO DEL CORPUS CHRISTI, PEDRO LAZCANO, BARTOLOMÉ DE MEDINA, De gratia / Sobre
la gracia (In primam secundae Summae Thelogiae, Sancti Thomae, qq. 109-114), Intro-
ducción, edición y traducción de los manuscritos 9-92 (fols. 241r-332v) Biblioteca
Provincial de Gerona), Ms. 1583 (fols. 546r-665v) Biblioteca Universidad de
Coímbra, Ottoboniano Latino 1022 (fols. 248r-383v) Biblioteca Vaticana, por
Augusto Sarmiento y María Idoya Zorroza.
CONCEPCIÓN ALONSO DEL REAL / M.ª JESÚS SOTO-BRUNA, De unitate et uno de Dominicus
Gundi[s]salinus, estudio, edición crítica y traducción castellana.
BARTOLOMÉ DE ALBORNOZ, Arte de los contratos (1573), introducción y edición de Ho-
racio Rodríguez-Penelas; presentación, revisión y notas de M.ª Idoya Zorroza.