Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Habitualmente no solemos concebir el hecho de hablar como algo similar al hecho de masticar, lamer o sorber,
si bien, al igual que sucede en el primer caso, estas tres actividades implican la realización de movimientos con la boca, la
lengua y los labios que son, en cierta medida, controlados. En consecuencia, es posible que dicha relación no resulte tan
improbable como podría parecer a primera vista. Constituye, asimismo, un ejemplo del tipo de observaciones que pueden
dar lugar a especulaciones interesantes acerca del origen del lenguaje hablado. No obstante, siguen siendo especulaciones
y no hechos. Lo cierto es que desconocemos cómo se originó el lenguaje. Sospechamos que alguna forma de lenguaje
hablado debió desarrollarse hace entre 100.000 y 50.000 años, mucho antes que lo hiciese cualquier forma de lenguaje
escrito (cuyos primeros vestigios datan de hace sólo 5000 años). Con todo, entre los restos procedentes de etapas
anteriores de la vida sobre la Tierra no ha sido posible encontrar ni evidencias directas, ni artefactos relacionados con el
habla de nuestros antepasados lejanos, que sirvan para esclarecer el aspecto que podría haber tenido el lenguaje en las
primeras etapas de nuestra historia evolutiva. Quizás debido a esta falta de evidencias físicas directas ha habido una gran
cantidad de hipótesis sobre los orígenes del habla en la especie humana. En este capítulo analizaremos algunas de estas
especulaciones con mayor detalle.
El origen divino
Según la tradición bíblica, Dios creó a Adán y «formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves
del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el
hombre le diera» (Gn 2,19). De acuerdo con una tradición hindú, el lenguaje proviene de la diosa Sarasvati, esposa de
Brahma, creador del Universo. Para la mayoría de las religiones el lenguaje humano parece tener un origen divino. A lo
largo de la historia se han llevado a cabo algunos experimentos, con resultados bastante contradictorios, para intentar
redescubrir esta lengua divina original. La hipótesis de partida era que si se permitía que algunos niños crecieran sin entrar
en contacto con ninguna lengua, entonces terminarían por usar espontáneamente la lengua original dada por Dios.
Un faraón llamado Psamético probó a realizar este experimento con dos recién nacidos hace más de 2500 años.
Tras pasar dos años en compañía de vanas cabras y de una pastora muda, parece ser que los niños empezaron a hablar
espontaneamente Sus palabras no sonaban a egipcio, sino a lo que parecía ser la palabra frigia bekos, que significaba
«pan». El faraón llegó así a la conclusión de que el frigio, una antigua lengua hablada en parte de la actual Turquía, debía
de ser la lengua original. Esta conclusión resulta poco plausible. Es posible que los niños no tomaran esta «palabra» de
ninguna fuente humana, sino que, como diversos críticos han señalado, seguramente se la debieron oír a las propias cabras
(si eliminas la terminación -kos, que fue añadida en la versión griega de la historia, y pronuncias lo que queda, ¿acaso no
eres capaz de oír a las cabras?).
Jacobo IV de Escocia llevó a cabo un experimento similar hacia el año 1500 y parece ser que en esta ocasión los
niños empezaron a hablar en hebreo. Desgraciadamente, los restantes casos en los que se han descubierto niños salvajes
que no han tenido ningún contacto previo con una lengua humana no parecen confirmar los resultados obtenidos por este
tipo de experimentos sobre el «origen divino». Los niños que viven privados de contacto con el lenguaje humano en sus
primeros años de vida no llegan a desarrollar el lenguaje. Aun en el caso de que el lenguaje hubiera tenido un origen
divino, lo cierto es que carecemos de medios para reconstruirlo, máxime teniendo en cuenta los acontecimientos ocurridos
en una ciudad llamada Babel «porque allí confundió Dios el lenguaje de todo el mundo» (Gn 11, 9).
El cerebro humano
El cerebro humano es el responsable del control de la organización de todos estos componentes físicos más
complejos disponibles potencialmente para la producción de sonidos. El cerebro humano posee un tamaño inusualmente
grande en relación con el tamaño corporal además se encuentra lateralizado, esto es, cada hemisferio se ocupa de
determinadas funciones especializadas. En la mayoría de los seres humanos las regiones encargadas del control de los
movimientos motores implicados en tareas como el habla y la manipulación de objetos (fabricación y utilización de
herramientas) se encuentran localizadas, en gran medida, en el hemisferio cerebral izquierdo. Resulta plausible la
existencia de una conexión evolutiva entre estas dos capacidades humanas, así como la implicación de ambas en el
desarrollo de un cerebro capaz de hablar. La mayoría de las restantes teorías sobre el origen del habla implican la
existencia de seres humanos que producirían ruidos aislados para señalar objetos de su entorno, en lo que seguramente
puede haber sido una etapa crucial en el desarrollo del lenguaje; sin embargo, conviene señalar que se trataría de un
lenguaje carente aún de cualquier tipo de organización estructural. Todas las lenguas humanas, incluida la de signos,
implican la organización y combinación de sonidos (o signos) en secuencias determinadas. Al parecer, una parte de
nuestro cerebro se ha especializado en generar este tipo de secuencias.
Si tratamos de analizar esta cuestión por analogía e intentamos establecer cuáles son los procesos básicos
necesarios para la fabricación de herramientas, parece evidente que no es suficiente con ser capaz de coger una piedra
(producir un sonido), sino que el ser humano también ha de ser capaz de ponerla en contacto con otra piedra (otros
sonidos) de forma apropiada. Dicho en términos de estructuras lingüísticas, el ser humano debió de desarrollar en primer
lugar la capacidad de nombrar las cosas produciendo siempre el mismo ruido específico (por ejemplo, pan) para cada
objeto concreto. Sin embargo, un segundo paso crucial habría sido el aprender a combinarlo con otro ruido específico (por
ejemplo, bueno) para construir un mensaje complejo (pan bueno). Después de algunos miles de años de evolución, los
seres humanos han terminado perfeccionando esta capacidad de generar mensajes hasta el punto de que los sábados,
viendo un partido de fútbol, pueden picar algo para comer y decir Este pan está bueno. Por lo que sabemos hasta el
momento, otros primates son incapaces de hacerlo.
El origen genético
Podemos concebir a un bebé humano durante sus primeros años de vida como un ejemplo viviente de la manera
en que tuvieron lugar algunos de los cambios físicos descritos anteriormente. En el momento del nacimiento, el cerebro
del bebé pesa únicamente la cuarta parte de lo que llegará a pesar en el estadio adulto y su laringe se encuentra situada en
una posición mucho más elevada de la garganta, lo que le permite, al igual que a los chimpancés, respirar y beber al
mismo tiempo. En un intervalo de tiempo relativamente corto, la laringe desciende, el cerebro se desarrolla, el niño adopta
una postura erguida y comienza a andar y a hablar. Este conjunto de procesos de desarrollo casi automáticos, así como la
complejidad que presenta el lenguaje del niño pequeño, han llevado a algunos investigadores a buscar un origen para el
lenguaje que no consista simplemente en una serie de pequeñas adaptaciones físicas adquiridas por la especie a lo largo
del tiempo. Incluso los niños que son sordos de nacimiento (y que, en consecuencia, nunca desarrollan un lenguaje
hablado) acaban utilizando muy pronto la lengua de signos con gran fluidez, siempre que las circunstancias sean las
apropiadas. Este hecho parece indicar que los humanos nacemos dotados de una capacidad especial para el lenguaje. Es
innata y ninguna otra criatura parece poseerla, no estando vinculada a ninguna variedad específica de lenguaje. ¿Es
posible que esta capacidad lingüística se halle ensamblada genéticamente en el recién nacido humano?
Como solución al enigma del origen del lenguaje, la hipótesis del innatismo sugeriría que dicho origen se
encontraría en la existencia de algo especial en el genoma humano, posiblemente algún tipo de mutación crucial. En
consecuencia, la aparición del lenguaje no habría sido el resultado de un cambio gradual, sino algo que habría sucedido
con bastante rapidez. No estamos seguros de cuándo habría tenido lugar este supuesto cambio genético, ni de cómo se
relacionaría con las adaptaciones físicas descritas anteriormente. Lo que sí parece claro es que cuando se toma en
consideración esta hipótesis, nuestras especulaciones acerca del origen del lenguaje se desplazan desde las evidencias
fósiles o desde el origen físico de los sonidos humanos básicos, hacia las analogías con la manera en que funcionan los
ordenadores (estar pre-programado o ensamblado, etc.) y hacia los conceptos tomados del estudio de la genética. La
investigación acerca del origen del lenguaje se convierte, entonces, en una búsqueda de ese «gen del lenguaje» especial
que sólo poseerían los seres humanos.
Si somos, de hecho, la única criatura dotada de esta especial capacidad para el lenguaje, ¿resulta completamente
imposible para cualquier otra criatura producir o entender el lenguaje?