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Guía de trabajo autónomo # 3 primer semestre 2021

El trabajo autónomo es la capacidad de realizar tareas por nosotros mismos, sin necesidad de que nuestros/as
docentes estén presentes.

Centro Educativo: Colegio Técnico Profesional de Ulloa


Educador/a: Ilse Ma. Arguedas Zárate
Nivel: 7° año secciones: 7-1, 7-2 y 7-3
Asignatura: Español
Nombre de la persona estudiante: Ana Belén Rosales Álvarez

Semana del 22 de marzo al 09 de abril

1. Me preparo para hacer la guía


Pautas que debo verificar antes de iniciar mi trabajo.
Materiales o recursos queLibros, Internet, bolígrafo, cuaderno, revistas, periódicos, lápices y
voy a necesitar marcadores de colores, pliego de papel o cartulina, (teléfono, tableta o
computadora, según las posibilidades de la familia).
Condiciones que debe Espacio cómodo, según la preferencia de cada estudiante y las posibilidades
tener el lugar donde voy en el hogar.
a trabajar
Tiempo en que se espera Dos horas.
que realice la guía

2. Voy a recordar lo aprendido en clase.


Indicaciones
Estimada persona estudiante, en la presente guía de trabajo aprenderemos sobre
el uso de mayúsculas y leyes de división silábica ,ley del hiato diptongo,
triptongo para ello estaremos atentos a la definición y aplicación de cada uno de
estos apartados.
MAYÚSCULAS. La escritura normal utiliza habitualmente las letras minúsculas, si
bien, por distintos motivos, pueden escribirse enteramente con mayúsculas
palabras, frases e incluso textos enteros pero lo usual es que las mayúsculas se
utilicen solo en posición inicial de palabra, y su aparición está condicionada por
distintos factores.

Usos de las mayúsculas:


A. Las vocales en mayúscula se tildan y llevan la diéresis, según lo requieran, de
acuerdo con la normativa.

B. En relación con los signos de puntuación, se usa la mayúscula inicial: a. Cuando


la palabra aparece después de punto, aunque vaya precedida por paréntesis,
comillas, signo de interrogación o de exclamación.
b. Cuando los puntos suspensivos coinciden con el cierre de un enunciado, la
palabra que va después inicia con mayúscula.
c. Cuando una pregunta o exclamación inicia un enunciado.
d. Cuando hay enunciados de preguntas o exclamaciones continuas que se
consideran independientes: ¿Qué hora es? ¿Tardará mucho en llegar?
e. Después de los dos puntos que anuncian la reproducción de una cita textual o
palabras textuales que no van antecedidas por puntos suspensivos.
f. Después de los dos puntos que cierran los epígrafes o subtítulos de un libro o
documento.
g. En los elementos de una enumeración en forma de lista, cuando el texto
explicativo que los sigue comienza en la misma línea.

C. Se usa mayúscula siempre en la letra inicial de:


a. Hipocorísticos (Nando)
b. Antropónimos (Cabeza de Águila)
c. Apodos y alias (José Nemesio, alias el Chino)
d. Seudónimos (Magón)
e. Sobrenombres (Isabel La Católica)
f. Nombres de pila (Roxana)
g. Apellidos (Guevara)
h. Apellidos que comienzan con preposición o preposición y artículo, siempre que
se omita el nombre de pila (señor De la Rosa)
i. Apellidos que comienzan por artículo (Antonio La Merced)
j. Plural de antropónimos (los Vargas llegarán primero)
k. Personajes de ficción (Mafalda, Caperucita Roja)
l. Deidades y otros seres del ámbito religioso
m. El sustantivo “dios” cuando se emplea como nombre propio sin determinante,
para designar al ser supremo de una religión monoteísta.
n. Nombres que designan individualmente a seres mitológicos fabulosos (Pegaso,
Polifemo)

LA SÍLABA. Las oraciones están compuestas por palabras. Estas también pueden
separarse en partes más pequeñas llamadas sílabas, en cada una siempre tiene que
haber, por lo menos, una vocal. El fonema es el elemento fonético mínimo de la
lengua. Combinando distintos fonemas se forman las sílabas. Nuestra lengua cuenta
con 24 fonemas divididos en dos grupos: Vocales: pueden pronunciarse en forma
aislada y formar por sí mismas una sílaba. A su vez se clasifican en fuertes (a , e , o) y
débiles (i , u).
Consonantes: no pueden pronunciarse en forma aislada, necesitan de una vocal para
formar una sílaba. 2.2.1. REGLAS PARA LA DIVISIÓN DE SÍLABAS. Para separar
correctamente las palabras en sílabas conviene tener en cuenta las siguientes
recomendaciones. 1. Los diptongos: se producen cuando en una sílaba hay dos
vocales débiles juntas (huida) o bien una vocal fuerte y una débil (Mario). Los
diptongos no se pueden separar. Los catorce diptongos:

ai- bai-le ia lim-pia uo- ar-duo


au- au-to ua- a-gua io- lim-pio
ei- pei-ne ie- pien-so iu- ciu-dad
eu- deu-da ue- fuer-za ui- cui-da-do
oi oi-go ou Sou-sa

Los triptongos: se producen cuando en una sílaba hay tres vocales, dos de ellas serán
débiles y una fuerte. Los triptongos no se pueden separar.
Por ejemplo: Miau, Uru- guay.
Los seis triptongos

3. Los hiatos: Cuando hay dos vocales fuertes se llama hiato. Si una vocal débil lleva
tilde, se convierte en fuerte y se produce también el hiato. Siempre se deben separar:
fe-o, ba-úl.

Los hiatos de español son:


aí - pa-ís Íe rí-e
aú- ba-úl Oí o-í
eí- re-í úa pú-a
eú- re-ú-ne úe con-tinú-es
Ía fi lo-so-fí-a úo- a-cen-tú-o
Ío rí-o ea- te-a-tro
eo - a-é-re-o

4. Los grupos ch, ll y rr no admiten separación.


hacha: -> ha-cha
callado -> ca-lla-do
arroyo -> a-rro-yo

5. Si aparecen dos consonantes, cada una de ellas se une a la vocal inmediata.


digno: dig-no
6. El prefijo ex- (que significa ‘separación’ o ‘fuera de’ forma una sílaba.
exalumno: ex-a-lum-no,

7. Si a la x sigue una vocal, forma una sílaba con ella. maxilar: ma-xi-lar

8. Si a la x sigue una consonante, forma sílaba con la vocal que tiene antes.
excepto: ex-cep-to.

ACTIVIDADES A. Extraiga las palabras con diptongos y triptongos que encuentre en el


texto. Divídalas en sílabas.

La selección de fútbol de Brasil se llevó una sorpresa en aquella famosa final de 1950.
El equipo del vecino país de Uruguay les ganó la copa en su propio estadio, ante sus
propios aficionados. La lección es clara: nunca es conveniente confiarse, incluso
cuando parezca que tenemos el partido ganado. A cualquiera le pueden dar su
“maracanazo”

Diptongos hiatos triptongos


A-que-lla País Uru-guay
Se-lec-ción
Pro-pio
Es-ta-dio
Pro-pios
Afi-cio-na-dos
Lección
Con-ve-nien-te
Con-fiar-se E-qui-po
Cuan-do
Cual-quie-ra
Pue-den

Divida las siguientes palabras en sílabas aplicando las reglas de división estudiadas.
Motivación: Mo-ti-va-cion
Seleccionar: Se-leccio-nar
Leer: Leer
Auxilio: Au-xi-lio
Existir: Exis-tir
Excesivo: Exce-si-vo
Éxito: Exi-to
Chaquetilla: Cha-que-ti-lla
Prohíbo: Pro-hi-bo
Carreta: Ca-rre-ta
Almohada: Al-moha-da
Actuales: Ac-tua-les

Responda las siguientes preguntas de acuerdo con la lectura del cuento Un baño en la
presa.

1. Explique dos tradiciones del tiempo de antes que llevaban a cabo los niños en
esas épocas (1800).
 Hacían bolsos de cartón

 Tenían cuadernos de hojas de “venao”

2. Explique, ¿cómo manejaban el poder y la crianza los padres en el tiempo de


antes? Debe anotar una cita textal que apoye su explicación (recuerde que las
citas textuales deben ponerse entre comillas).
Les pegaban, “Veía pasar por delante de mis ojos, amenazadoras y terribles,
las riendas que mi padre usaba como instrumento de castigo”

3. ¿Qué pasa con el final de la historia? Explique el final del cuento.


Todo había sido un sueño

4. Elija tres personajes y realice un dibujo de cada uno de ellos. El dibujo debe
llevar color y debe ser grandecito.
ANEXO

Un Baño en la Presa
Manuel González Zeledón
Crucé en compañía de mi hermano Chepe la esquina de doña Guillerma Cacheda,
con dirección a la Plaza Principal, llegué a la tienda de don Maurilio, torcí a la
derecha hasta la escuela de las niñas Gutiérrez, no sin pararme largo rato en las
aceras del Bazar Atlántico de don Manuel Argüello y pedir a Baltasar, en “La
Esperanza” de don José Trinidad Chaves, un pedacito de hielo que me duró hasta
la esquina de la Artillería. Íbamos a la Escuela de don Adolfo Romero, una mañana
del mes de marzo de 1874. Mi equipo consistía en un vestido de cotín azul con
vivos blancos, blusa de botones de hueso con sus dos bolsas pecheras, calzón de
media pierna, botas de becerro con delantera colorada y águila americana,
compradas donde “Lescoviche”, y sombrero de fieltro panza de burro, forma de
bolsa de chorrear café, de los más baratos que introducía don Julián Carazo.

Bajo el brazo y colgando de un orillo de paño, regalo del maestro Madriz, llevaba
mi bulto, hecho de un cartón de tijeras, primoroso obsequio de don Teodorico
Quirós. Contenía ese bulto una pizarra, un cuadernillo de papel de “venao”, un
casquillo de puerco espín, una regla de cedro, mi trompo, un mango verde y una
botella de agua dulce con limón, tapada con un olote.

Los mejores propósitos me llevaban a esa hora a mis cotidianas lecciones;


pellizcaba de cuando en cuando la cáscara del mango y me saboreaba en
mascarme una de lima que en la bolsa del calzón me había encontrado; repasaba
los nudos del cordel de mi trompo y le emparejaba con los dientes las canelas y
secos que me le habían inferido en la mancha brava de la víspera, en el altozano
de la Catedral.

De repente me siento cogido por la espalda, con un par de manos olorosas a zumo
de naranja encima de los ojos, y una voz vibrante y juvenil que me grita:

–¡Manuelillo, huyámonos de la escuela y vamos a bañarnos a La Presa! Va con


nosotros Toño Arguedas, los Pinto y el Cholo Parra.

El que me llamaba con tanta zalamería era mi amigo íntimo, mi compañero


inseparable, mi siempre admirado negro, Alejandro González Soto, el que hoy
duerme el sueño eterno en el fondo del océano, digna tumba de tan digno
carácter.
Vacilé un instante, el deber me llamaba a la escuela, veía pasar por delante de mis
ojos, amenazadoras y terribles, las riendas que mi padre usaba como instrumento
de castigo, veía las lágrimas surcar silenciosas por las pálidas mejillas de mi madre
y oía la voz de mi hermana Marcelina, que decía: “No le pegue más, papito, no le
pegue más”. Hice un débil esfuerzo para alejar aquellas visiones importunas y,
como el acero sigue al imán, me sentí arrastrado por el placer de la escapatoria y
el baño, y contesté:

–Bueno, vamos, pero cuidado nos cavilosean.

Todos deshicimos parte del camino recorrido y, a saltos y brincos, llegamos a La


Presa, el lugar en donde hoy se encuentran los lavaderos públicos, en las orillas
del río Torres, camino del Ballestero.

Como cincuenta varas antes de desembocar a la plazoleta que daba frente al


remanso, ya la mayor parte de nosotros no tenía puestos más que los calzones:
todo el resto del vestido colgaba ya en apretado motete debajo del brazo. Era
cuestión de alta nombradía lograr echarse al agua el primero. Ese puesto no se le
podía arrebatar al Cholo Parra, que no usaba zapatos y casi no gastaba camisa ni
chaqueta; para él quitarse los calzones y la camisetilla de manta era la obra de
persignarse un cura loco, y apenas si podíamos oír el chasquido del agua al caer el
pesado cuerpo cobrizo del Cholo, al principiar nosotros a soltar la faja de los
calzones.

El Cholo, Toño y los Pinto eran insignes nadadores, se tiraban de la Punta del
Cascajo y, después de estar consumidos largo rato, braceaban airosos hasta el
Castillo, del que tomaban posesión a los pocos minutos.

Alejandro y Chepe no alcanzaban puntos tan altos, aunque sí aguantaban mucho


de consumida y nadaban de “a lao” y de espaldas. Si no me equivoco, Alejandro
sabía dar el zapatazo y ya casi hacía el candelero, pero este último ejercicio sólo
recuerdo exactamente habérselo visto hacer a Parra con una perfección envidiable.

Yo era, además de mal nadador, sumamente pusilánime, y era para mí obra de


mérito cuando me tiraba del Cascajillo y con “nadao” de perro llegaba,
ahogándome, a la Pocilla de los chiquillos, con un pie en el fondo y el agua a la
cintura; pero me daba aires, tenía mi cáñamo amarrado a la barriga como el Cholo
y sacudía desdeñoso la cabeza para quedar peinado con un golpe de agua, como
coyol “chupao”.

Todos los compañeros estaban ya en el agua; sólo yo estaba tiritando, sentado a


la orilla del Cascajo, contemplando envidioso los graciosos movimientos de los
nadadores, sin atreverme a echarme al río, cuya temperatura había tanteado
metiendo la pierna hasta la rodilla.
–¿Idiái, no t’echás?– me gritó Alejandro.

–Echémolo al Cascajo– vociferó Toño, al mismo tiempo que Jenaro Pinto me


zampaba en el pecho una pelota de barro.

Atemorizado, convulso, lloroso, corrí a ampararme al lado de una lavandera que


estaba metida hasta la pantorrilla en un ojo de agua lleno de cabezones y ranas
verdes, y tal era mi congoja que no veía por donde pisaba, resbalé en una laja y
caí entre la batea de la pobre vieja, emporcándole la ropa de segundo ojo y un
fustán engomado, que parecía un globo ensartado en una mata de güízaro llena
de manchas de jabón. La vieja me cubrió de insultos y nalgadas y me acertó un
mojicón en un ojo que me hizo ver candelillas.

Del pozo me sacaron entre Alejandro y Toño y en medio de una algazara de once
mil diablos, sordos a mis gritos y patadas, me lanzaron a medio río, en donde me
di un panzazo que me dejó colorado como un tomate todo el vientre y parte de la
rabadilla.

Me ahogaba, tragaba agua a borbollones, estaba perdido, la vivísima luz del día
llegaba amarillenta a mi pupila buena al través de las fangosas aguas, y mis
esfuerzos eran impotentes para salvarme. Sentí que me agarraban de una mano,
que me tiraban fuertemente y por fin la luz hirió mi vista con inusitado brillo, con
fulgor indescriptible. Eché a llorar en medio de las carcajadas de los compañeros y
me encaminé mustio y cabizbajo, como perro regañado, al lugar en donde me
había desvestido. Soplaba un viento fuerte que me acalambraba; fui a ponerme los
calzones y no pude: me les habían echado biscocho; a la camisa y a la blusa les
había pasado otro tanto; cada nudo de aquéllos, apretado por las robustas manos
del Cholo Parra, era una bola de billar indestructible. Por fin, a fuerza de dedos y
dientes y uno que otro rasgonazo, logré deshacer el daño y vestirme. ¡Nuevo
tormento! Se habían llevado el bulto los de la Banda Chiquilla, Jenaro Pinto se
había comido mi mango y Ernesto se había bebido mi agua de dulce con limón, y
todos huyendo me habían dejado solo.

Lloré largo rato, me encaminé a casa con un miedo horrible, llegué cuando
principiaban a servir la comida, oí la voz de mi padre que preguntaba airado por
sus riendas, y caí en el quicio de la puerta, víctima de un desmayo.

Todo había sido un sueño, pero un sueño horroroso, tan horroroso y tan… que…
vaya, pues lo digo. No baste saber que todo ese día el colchón de mi cama,
tendido sobre dos taburetes, recibió los ardientes rayos del sol.

LA PATRIA,  12 de enero de 1896

Dibujo

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