¡ P UEDO VERLO TODO SOBR E TU ROSTRO !
discutieron que estas evidencias eran débiles, y que la expresión de
Ekman, P., & Friesen, W.V. (1971). Constantes a través de las
culturas en el rostro y las emociones. Journal of Personality and
Social Psychology, 17, 124-129.
Piensa en algo divertido ¿Cuál es la expresión de tu rostro?
Ahora piensa en algo de tu pasado que te haya provocado tristeza
¿Cambia tu rostro? Lo más probable es que sí. Sin duda, estás
consciente de que ciertas expresiones faciales coinciden con
emociones específicas. Y la mayor parte del tiempo, probablemente
eres capaz de decir cómo se está sintiendo la gente emocionalmente
según las expresiones de su rostro. Ahora, considera esto: ¿Podrías
tener el mismo éxito al determinar el estado emocional de alguien
basándote en su expresión facial, si esa persona fuera de una cultura
diferente –digamos, Rumania, Sumatra, o Mongolia? En otras
palabras, ¿crees que las expresiones faciales de las emociones son
universales? La mayoría de la gente cree que es así, hasta que se
detienen y consideran cuán radicalmente diferentes son las demás
culturas de la suya. Piensa en la multitud de diferencias culturales en
gestos, espacio personal, reglas de etiqueta, creencias religiosas,
actitudes, y así sucesivamente. Con todas estas diferencias
influenciando la conducta, sería más bien sorprendente si las
características humanas, incluyendo las expresiones emocionales,
fueran idénticas a lo largo de todas las culturas.
Paul Ekman es considerado el investigador más destacado en
el área de las expresiones faciales de la emoción. Este temprano
artículo detalla su investigación, la cual fue diseñada para demostrar
la universalidad de estas expresiones. Mientras los autores
reconocieron en su introducción, que los investigadores previos
habían encontrado algunas evidencias de que las conductas faciales
estaban determinadas por aprendizajes culturalmente variables, ellos
las emociones básicas era equivalente en todas las culturas.
Varios años previos a este estudio, Ekman y Friesen habían
guiado una investigación en la cual mostraban fotografías de rostros
a personas con educación universitaria en Argentina, Brasil, Chile,
Japón, y Estados Unidos. Todos los sujetos de cada país,
identificaron exitosamente las mismas expresiones faciales
correspondientes a las mismas emociones. Los investigadores
presentaron sus resultados como evidencia de universalidad en estas
expresiones. Sin embargo, tal como lo señalaron Ekman y Friesen,
estos resultados estaban abiertos a críticas, desde que los miembros
de las culturas estudiadas habían estado expuestos a medios
internacionales de comunicación masiva (películas, revistas,
televisión), los cuales están repletos de expresiones faciales. Lo que
se necesitaba para probar la universalidad de las expresiones
faciales, era una cultura que no hubiese estado expuesta a este tipo
de cosas. Imagina cuán difícil (¡quizás imposible!) sería encontrar
tal cultura en nuestros días. Bueno, incluso en 1971 no era fácil.
Ekman y Friesen viajaron a las tierras altas del sudeste de
Nueva Guinea, con el fin de encontrar sujetos para su estudio entre
la tribu Fore, que existía entonces como una sociedad aislada de la
Edad de Piedra. Muchos de los miembros de este grupo, habían
experimentado muy poco o ningún contacto con las culturas
modernas de Occidente u Oriente. Por lo tanto, no habían sido
expuestos a otras expresiones faciales emocionales que las de su
propia gente.
PROPOSICIONES TEÓRICAS
La teoría que subyace al estudio de Ekman y Friesen, era
que las expresiones faciales especificas correspondientes a las
emociones básicas, son universales.
Ekman y Friesen lo plantearon de manera muy simple: historia de miedo, tuvo que ser más larga para prevenir que los
sujetos la confundieran con sorpresa o enojo.
El propósito de este artículo, era probar la hipótesis de que los
miembros de una cultura ágrafa, que habían sido seleccionados
para asegurar el máximo aislamiento visual de otras culturas
alfabetizadas, serían capaces de identificar los mismos conceptos
emocionales con los mismos rostros, como lo hacen los miembros
de culturas alfabetizadas de Occidente y Oriente. (p.125)

MÉTODO
El subgrupo más aislado de la tribu Fore, estaba entre
aquellos relacionados con los Fore del sur. Los individuos
seleccionados para participar en el estudio no habían visto películas,
no hablaban inglés o pidgin, nunca habían trabajado para un
occidental, y nunca habían vivido en los asentamientos occidentales
del área. Había 189 adultos y 130 niños escogidos para participar,
de un total de aproximadamente 11.000 habitantes de los Fore del
sur. Para comparar, había también 23 adultos escogidos, que habían
experienciado gran contacto con la sociedad occidental al ver
películas, vivir en los asentamientos, y atender estudiantes
misioneros.
A través de ensayo y error, los investigadores descubrieron
que el método más efectivo para pedirle a los sujetos que
identificaran las emociones, era presentándoles tres fotografías de
diferentes expresiones faciales, y leer una breve descripción de una
escena o historia emocionante, que correspondiera a una de las
fotografías. Entonces el sujeto simplemente podía señalar la
expresión que calzara mejor con la historia. Las historias usadas
eran seleccionadas muy cuidadosamente, para estar seguros de que
cada escena estaba relacionada con una sola emoción, y que ésta era
reconocible por la gente Fore. La Tabla 1 muestra las seis historias
desarrolladas por Ekman y Friesen. Los autores explicaron que la
Cuarenta fotografías de 24 personas diferentes, incluyendo
hombres, mujeres, niños y niñas, fueron empleadas como ejemplos
para las seis expresiones emocionales. Estas fotografías habían sido
validadas previamente, al mostrárselas a los miembros de varias
otras culturas. Cada fotografía había sido juzgada como
representativa de la emoción que estaba expresando por al menos un
70% de los observadores, en al menos dos culturas alfabetas de
Occidente u Oriente.
El experimento actual, fue conducido mediante equipos
conformados por un miembro del grupo investigativo, y un miembro
de la tribu Fore del sur, que explicaba la actividad y traducía las
historias. A cada sujeto adulto se le mostraban tres fotografías (una
correcta y dos incorrectas), se le contaba la historia que
correspondía a una de ellas, y se le pedía que escogiera la expresión
que calzaba mejor con la historia. El procedimiento era el mismo
para los niños, excepto que ellos tenían que escoger entre dos
fotografías, una correcta y una incorrecta. A cada sujeto se le
presentaban varios conjuntos de fotografías, de manera que ninguna
fotografía apareciera dos veces en la comparación.
A los traductores se les daba cuidadoso entrenamiento, para
asegurarse de que no fueran a influenciar a los sujetos. Se les decía
que no había absolutamente ninguna respuesta correcta, y se les
pedía que no distrajeran a los sujetos. También se les explicaba
cómo traducir las historias exactamente de la misma manera en cada
ocasión, y cómo resistir la tentación de elaborarlas y exagerarlas.
Para evitar el sesgo involuntario, el miembro occidental del equipo
investigativo evitaba mirar al sujeto y simplemente registraba las
respuestas que éste daba.
Recuerda que éstas eran fotografías de expresiones faciales
occidentales. Entonces, ¿podría la gente Fore identificar
correctamente las emociones de las fotografías, incluso aunque no
hubiesen visto nunca antes un rostro occidental?
porcentajes fueron estadísticamente significativos, excepto cuando a
los sujetos se les pedía distinguir entre miedo y sorpresa. Cuando se
daba esta situación, se cometían muchos errores, y en un grupo, la
sorpresa era, en efecto, seleccionada un 67% de las veces, cuando la
historia describía miedo.
Las comparaciones se hicieron entre adultos
occidentalizados y no occidentalizados. No se encontraron
diferencias importantes entre estos dos grupos, sobre el número de
sujetos que escogieron las fotografías coincidentes con las historias
emocionantes. Tampoco se hallaron diferencias entre los niños más
grandes y los más pequeños. Como puedes ver en la Tabla 3, los
niños parecen haber realizado mejor la tarea que los adultos, pero
Ekman y Friesen atribuyeron estos resultados, al hecho de que los
niños sólo tenían que escoger entre dos fotografías en lugar de tres.

RESULTADOS
Primero, los análisis fueron realizados para ver si había
diferencias entre hombres y mujeres, o entre adultos y niños. Se
encontró que las mujeres adultas eran más indecisas en participar, y
se consideró que tenían menos contacto con los occidentales que los
hombres. No obstante, no se encontraron diferencias significativas
entre los grupos en cuanto a su capacidad para identificar
correctamente las emociones de las fotografías.
Las Tablas 2 y 3 sintetizan el porcentaje de respuestas
correctas para las seis emociones, al menos en los adultos y niños
occidentalizados respectivamente. No todos los sujetos fueron
expuestos a todas las emociones, algunos sujetos eran expuestos a la
misma emoción más de una vez. Por tanto, el número de sujetos en
las tablas no es igual al número total de participantes. Todos los

DISCUSIÓN
Ekman y Friesen no dudaron en trazar una conclusión segura
de sus datos: “Los resultados de ambos, adultos y niños, apoyan
claramente nuestra hipótesis de que las conductas faciales
particulares están asociadas universalmente con emociones
particulares” (p.128) Esta conclusión estaba basada en el hecho de
que la tribu Fore del sur no tenía oportunidad alguna de aprender
sobre las expresiones occidentales y, por ende, no había forma de
que las identificaran, a menos que las expresiones fueran
universales.
Como una forma de chequear nuevamente sus resultados, los
investigadores grabaron en cintas de video a los miembros de la
aislada cultura Fore, retratando las mismas seis expresiones faciales,
Más tarde, cuando estos videos fueron mostrados a estudiantes
universitarios en Estados Unidos, los estudiantes identificaron
correctamente las expresiones correspondientes a cada una de las
emociones.
La evidencia de ambos estudios, contradice la visión de que todas
las conductas faciales asociadas a emociones son culturalmente
específicas, y que las conductas faciales son un conjunto
específico de convenciones ligadas a la cultura, que no pueden ser
comprendidas por miembros de otra cultura (p.128)
La única excepción de sus consecuentes resultados, fue que los
sujetos confundidos parecían experienciar una distinción entre
expresiones de miedo y sorpresa, Ekman y Friesen lo explicaron al
reconocer que ciertamente existen algunas diferencias culturales en
las expresiones emocionales, pero esto no disminuyó la evidencia
preponderante de que casi todas las otras expresiones eran
correctamente interpretadas a través de las culturas. Ellos
especularon que el miedo y la sorpresa debían ser confusos “porque
en esta cultura los eventos temerosos casi siempre también son
sorprendentes; esto es, la apariencia repentina de un miembro hostil
de otra villa, el encuentro inesperado de un fantasma o un brujo,
etc.” (p.129).
CONSECUENCIAS DE LA INVESTIGACIÓN
Este estudio realizado por Ekman y Friesen, sirvió para
demostrar científicamente lo que ya estás sospechando: que las
expresiones faciales de las emociones son universales. Sin embargo,
aún puedes estar preguntándote, “¿cuál es la importancia de esta
información?” Bueno, parte de la respuesta a esta pregunta se
relaciona con el debate naturaleza-crianza sobre cuáles
comportamientos humanos están presentes al nacer, y cuáles son
adquiridos a través del aprendizaje. Desde que las expresiones
faciales para las seis emociones usadas en este estudio parecen ser
muy poco influenciadas por diferencias culturales, es posible
concluir que deben ser innatas, es decir, biológicamente cableadas
al momento de nacer.
Otra razón por la cual los científicos conductistas encuentran
interesante la noción de expresiones emocionales universales, es
porque comprenden el tema de cómo los humanos evolucionan. En
1872, Darwin publicó un, ahora famoso, libro llamado La Expresión
de las Emociones en Hombres y Animales. Él sostuvo que las
expresiones faciales, eran mecanismos adaptativos que ayudaban a
los animales a adaptarse a su medio ambiente, y por tanto,
aumentaban su capacidad de sobrevivir. La idea detrás de esto, era
que si ciertos mensajes podían ser comunicados dentro y a través de
especies animales mediante expresiones faciales, aumentaría la
supervivencia. Por ejemplo, una expresión de miedo proporcionaría
una alerta silenciosa del peligro inminente de los depredadores; una
expresión de ira advertiría a los miembros menos dominantes del
grupo, alejarse de los más poderosos; y una expresión de
repugnancia comunicaría un mensaje de “Yuck! Hagas lo que hagas,
no comas eso”, y prevendría un envenenamiento potencial. Sin
embargo, estas expresiones no serían buenas para los animales, si no
fueran universales entre todos los individuos que componen las
diversas especies. Incluso aunque estas expresiones pueden ser
actualmente menos importantes para los humanos en términos del
valor de su supervivencia, el hecho de que sean universales,
indicaría que han llegado hasta nosotros desde nuestros ancestros
evolutivos, y nos han ayudado a encontrar nuestra posición actual en
la escala evolutiva.
Un estudio fascinante demostró este valor restante de
supervivencia de las expresiones faciales en humanos. Los
investigadores (Hansen & Hansen, 1988) razonaron que si las
expresiones faciales podían advertir el peligro inminente, entonces
los humanos debían ser capaces de reconocer ciertas expresiones
tales como el enojo, más fácilmente que otras expresiones menos
amenazadoras. Para probar esto, a ciertos sujetos les presentaron
fotografías de multitudes de gente con diferentes expresiones
faciales. En algunas de las fotografías, todas las expresiones faciales
eran felices, excepto una que estaba enojada. En otras, todas las
expresiones eran de enojo, excepto una que era feliz. La tarea de los
sujetos era distinguir el rostro que era diferente. La cantidad de
tiempo que tomaban los sujetos para encontrar una sola cara feliz en
la multitud de caras enfadadas, era significativamente mayor que
cuando debían buscar una cara enojada en una multitud de rostros
felices. Además, a medida que aumentaba el tamaño de la multitud
en las fotografías, el tiempo que tardaban los sujetos en encontrar un
rostro feliz también aumentaba, y aún así, descubrir el rostro
enojado no tomaba tanto tiempo. Estos y otros resultados similares,
han señalado que los humanos pueden estar programados
biológicamente para responder mejor a la información
proporcionada por ciertas expresiones que por otras, debido a que
ofrecen mayor información de supervivencia.
APLICACIONES RECIENTES
Otros estudios más recientes en varias áreas de
investigación, están basados en los primeros resultados de Ekman,
con el propósito de mejorar nuestra comprensión sobre niños y
adultos con discapacidades de desarrollo o aprendizaje. Uno de
dichos estudios, descubrió que los niños diagnosticados con autismo
(un desorden generalizado del desarrollo, marcado por déficits de
lenguaje, retraimiento social, y conductas repetitivas de auto
estimulación) parecen tener dificultades en reconocer las
expresiones faciales que corresponden a las emociones básicas
(Bolte & Poustka, 2003). Esta dificultad era incluso más
pronunciada en familias con más de un niño autista, y puede ayudar
a explicar por qué muchos individuos autistas, típicamente muestran
complicaciones al interpretar las respuestas emocionales de otras
personas.
 La investigación de Ekman sobre las expresiones faciales,
también ha desempeñado un papel fundamental en la investigación
psicológica transcultural. David Matsumoto, uno de los
investigadores líderes en esta área, ha hecho un uso frecuente de los
conceptos de Ekman en sus estudios sobre interpretaciones
interculturales de emociones y expectativas conductuales (por
ejemplo, Matsumoto, Kasri, & Kooken, 1999). Conjuntamente,
Matsumoto y Ekman han colaborado con otros investigadores, en un
estudio sobre diferencias transculturales de género en expresiones
faciales (Biehl et al., 1997).
Sin embargo, la influencia de la investigación de Ekman no
se limita sólo a los humanos. Un estudio realizado por Ekman en
1971, ha sido citado en investigaciones sobre las emociones en
animales de granja (Desire, Boissy, & Veissier, 2002). Estos
investigadores sugieren que el bienestar de los animales de granja
depende, en parte, de las reacciones emocionales a su medio
ambiente. Cuando los animales se sienten en armonía con su
ambiente, su bienestar se maximiza; sin embargo, “cualquier
desviación marcada de este estado, si es percibida por el animal,
resulta en un déficit de bienestar debido a experiencias emocionales
negativas” (p.165). Claramente, existe un grupo de animales de
granja que se siente en armonía con su ambiente, pues, tal como lo
dice la campaña publicitaria, “el mejor queso proviene de vacas
felices, y las vacas felices provienen de California”.
Finalmente, otro estudio que cita el artículo de Ekman de
1971, intenta arrojar luz sobre cómo una característica facial
específica, las cejas, contribuye al reconocimiento facial (Sadr,
Jarudi, & Sinha, 2003). Investigaciones anteriores se han centrado
más en los ojos y la boca, pero estos investigadores encontraron que
las cejas podrían ser más importantes que los mimos ojos. Los
autores concluyeron “que la ausencia de cejas en rostros familiares,
conduce a una interrupción muy extensa y significativa en el
resultado del reconocimiento. De hecho, se observa una disminución
mucho mayor en el reconocimiento de rostros, en la ausencia de
cejas más que en ausencia de ojos” (p. 285). Entonces, si alguna vez
necesitas un disfraz efectivo, ¡asegúrate de cubrir tus cejas!
CONCLUSIÓN
Durante las dos décadas siguientes a la temprana
investigación transcultural sobre expresiones emocionales, Ekman
ha continuado su investigación sobre las emociones, tanto
individualmente como en colaboración con Friesen y varios otros
investigadores. Dentro de este cuerpo de trabajo, se han hecho
muchos descubrimientos fascinantes. Un ejemplo más de la
investigación de Ekman, comprende la llamada teoría de la
retroalimentación facial de las expresiones emocionales. La teoría
establece, que la expresión en tu rostro, en realidad retroalimenta
información a tu cerebro, para ayudarte a interpretar la emoción que
estás experienciando. Ekman probó esta idea identificando los
músculos faciales exactos, implicados en cada una de las seis
emociones básicas. Luego, entrenó a ciertos sujetos para que
tensaran estos músculos, formando expresiones que se parecieran a
variadas emociones. Cuando hicieron esto, Ekman fue capaz de
medir las respuestas psicológicas de los sujetos que correspondían a
la emoción apropiada, resultante de la expresión facial sola, y no de
la presencia real de la emoción en sí misma (Ekman, Levensen, &
Friesen, 1983).
Ekman también ha ampliado esta investigación dentro del
área del engaño, y de cómo el rostro y el cuerpo filtran información
a otros sobre si alguien está diciendo la verdad. En general, estos
resultados han indicado que la gente es capaz de detectar cuando
otros están mintiendo a un mejor nivel, cuando observan sus
expresiones faciales. No obstante, cuando se les permite observar el
cuerpo completo de otra persona, los sujetos tienen mucho más
éxito al detectar mentiras, señalando que el cuerpo puede
proporcionar mejores pistas de ciertos estados mentales que el puro
rostro (ve Ekman, 1985, para una discusión completa sobre este
asunto).
Ekman y sus socios nos han aportado amplia literatura sobre
la comunicación no verbal proporcionada por las expresiones
faciales (ve Ekman, 2003). Y la investigación en esta área continúa.
Existe una pequeña duda que los estudios perpetuarán, hasta que
logremos cumplir el objetivo que fue título del libro de Ekman y
Friesen en 1975, Desenmascarando el Rostro.