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Crónica

Primer día en el bachillerato en línea

Comienza una nueva etapa estudiantil. Han quedado atrás los días de la
secundaria, junto con el bullicio en los pasillos que ya no se volvió a escuchar,
porque una pandemia invadió los espacios de la vida cotidiana y no fue posible
regresar al colegio para decir adiós a los maestros causantes del estrés, a los
alumnos destacados que debieron recibir honores y a los amigos que ya no se
volverán a ver porque sus rutas serán otras.
Tras la experiencia de tomar clases en línea, con los tropiezos de un sistema que
no tenía las bases para una óptima ejecución, algunos alumnos desarrollaron
habilidades para crecer cognitivamente con tan solo un ordenador frente a ellos y
la ferviente voluntad de avanzar. Así terminó la secundaria y, de pronto, ya estaba
adelante el siguiente peldaño: la preparatoria.
Seguir en línea era una de las mejores opciones, y más si este ejercicio es
avalado por una institución tan prestigiada como la UNAM (Universidad Nacional
Autónoma de México). Varios asumieron el reto y así fue como llegó el primer día
de clases.
Caminar por los amplios espacios semivacíos fue una sensación extraña. El salón
donde se daría la bienvenida estaba retirado de la entrada principal, así que cada
estudiante avanzó en solitario, observando los murales plasmados sobre las
paredes, que no dejan de recordar lo difícil que se ha vivido en los últimos tiempos
por causa de la enfermedad que azotó el mundo entero.
Ya en el salón, fue conmovedor ver las mesas y sillas tan separadas, como si
hubiera que abrir un abismo entre cada pupitre, tan solo para mantener a salvo a
cada joven. Sin embargo, el entusiasmo por comenzar algo nuevo siguió latente.
La emoción de ver a un profesor en vivo, de frente, a lado de la pizarra, hacía latir
el corazón a un ritmo apresurado.
Pronto llegaron las primeras indicaciones. Encender las computadoras portátiles e
ingresar a la plataforma que la UNAM ya tenía lista, para darse de alta en el
sistema y emprender la nueva aventura del aprendizaje. Descubrir cómo
desplazarse por las pestañas, ver el catálogo de materias y explorar en los temas
generaba una adrenalina peculiar, pues dentro del ordenador ya no estaba un
profesor hablando todo el tiempo.
Cada minuto tomó relevancia en este nuevo universo del conocimiento. Cada uno
listo para iniciar la exploración, con el profundo deseo de aprender, encaminando
los sueños hacia la realidad, respirando la posibilidad de un mañana lleno de
grandes profesionales, con capacidades ilimitadas para enfrentar los retos que
corresponden a estos tiempos de caos e incertidumbre.

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