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RESEÑA HISTÓRICA

Benito Pablo Juárez García nació el 21 de marzo de 1806, en el seno de una


familia indígena de San Pablo Guelatao, Oaxaca, pueblo de origen mixteco-
zapoteco enclavado en la Sierra Madre Occidental; y murió el 18 de julio de 1872
en la Ciudad de México. Abogado de formación y político por vocación fue
gobernador de Oaxaca en varias ocasiones, secretario de Estado, presidente de la
Suprema Corte de Justicia y presidente de la República por 14 años. Pero más
que recordar los detalles de su biografía, por casi todos conocida, en esta ocasión
haré referencia al período del 14 de febrero al 20 de marzo de 1858, en que
Guadalajara se convirtió en refugio del presidente Juárez y sede del Poder
Ejecutivo Federal que, con la desaparición del Congreso de la Unión, se erigió
como único poder constitucional legítimo al inicio de la Guerra de tres
años o Guerra de Reforma.
El conflicto inició después de que Ignacio Comonfort tomó posesión como
presidente electo de México, el 1º de diciembre de 1857 y Benito Juárez, que era
Ministro de Gobernación, fue nombrado también presidente de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación. Comonfort, delante de Manuel Payno, le dijo a Juárez
que pensaba cambiar el rumbo de la política nacional, con su programa “Libertad y
Religión”, a lo que éste último le respondió “te deseo muy buen éxito y muchas
felicidades en el camino que vas a seguir, pero yo no te acompaño en él”. Esta
decisión fue aprovechada por los conservadores encabezados por Félix Zuloaga,
quienes el 17 de diciembre idearon el Plan de Tacubaya, dado a conocer por
medio de bando – ordenanza que se imprimía y daba a conocer a las otras
instancias-  el 20 del mismo mes. Consecuentemente, Juárez fue detenido e
incomunicado.
Se desconoció la Carta Magna y se otorgaron facultades extraordinarias al
ejecutivo. El Congreso y algunos estados desconocieron al presidente. Los
conservadores violaron el acuerdo, por lo que Comonfort decidió exiliarse, no sin
antes dejar en libertad a Juárez, que se dirigió a Guanajuato. Con la renuncia de
Comonfort y acorde a lo previsto en la Constitución, Juárez, automáticamente, se
convirtió en Presidente interino.
El avance y la cercanía de las fuerzas conservadoras lo obligaron a trasladarse a
Guadalajara el 13 de febrero, por expresa invitación del congreso local, así como
el Ejecutivo y la mayoría de la sociedad tapatía, que repudiaron el Plan de
Tacubaya. De esta forma, Jalisco encabezaba un proyecto de coalición con los
estados de Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Guerrero, Michoacán, Querétaro
y Zacatecas, para hacer frente a la crisis en la política nacional y apoyar los
poderes constitucionalistas, dirigido por el gobernador del Estado, Anastasio
Parrodi, quien fue nombrado general en jefe del ejército federal. Este último
marchó hacia la capital mexicana con un gran contingente, dejando a Jesús
Camarena como interino.
El gobernador Camarena puso a disposición de la comitiva presidencial el Palacio
de Gobierno de Jalisco, convirtiéndose así en sede del Poder Ejecutivo Federal; y
el Ejecutivo Estatal se trasladó al edificio del Ayuntamiento de Guadalajara.
Menos de un mes les duró la tranquilidad a los huéspedes, hasta que llegó la
noticia de la derrota de las fuerzas constitucionalistas acaecida el 10 de marzo
cerca de Salamanca, por el ejército conservador, bajo las órdenes de los
generales Miguel Miramón, Francisco G. Casanova, Luis Moreno y Tomás Mejía.
Hecho que motivó a los conservadores tapatíos a actuar. Fue convencido el
coronel Antonio Landa, jefe del 5º batallón de línea (encargado de la guardia de
honor presidencial), para que apresara a los jefes liberales. Para ello, el 13 de
marzo, al hacer el cambio de guardia, al grito de ¡Viva la religión! capturó a todo el
gabinete presidencial, que también habitaba en Palacio, y a algunos empleados,
siendo casi 80 personas que fueron conducidas al salón de sesiones del
Congreso. Al mismo tiempo fueron liberados alrededor de 500 presos de la cárcel
anexa, individuos que se dedicaron a realizar toda clase de tropelías en el
inmueble y fuera de él.
Los leales al gobierno rodearon el Palacio y la lucha se generalizó. Mientras
afuera se realizaban combates, dentro, el presidente Juárez y su gabinete era
objeto de vejaciones. Antonio Landa, ante el temor de no poder sostener más la
revuelta, pidió a Juárez que ordenara el cese al fuego, lo que éste no aceptó. El
día 14 cesaron las hostilidades y se convocó al diálogo; más como no todos
estaban enterados de la tregua, Miguel Cruz Aedo, que estaba parapetado en el
convento de San Francisco, intentó tomar Palacio para liberar a los cautivos, por lo
que este acto fue tomado como traición por parte de los rebeldes, quienes
intentaron matar a los prisioneros. Aunque el hecho fue recogido por diversas
fuentes, no quedó clara la forma como se desenvolvieron los hechos ese día, solo
el resultado favorable a los cautivos.
Narran las crónicas que el capitán Peraza, que custodiaba a los prisioneros,
ordenó a su subalterno de que pasara por las armas a los rehenes; Filomeno
Bravo acompañado de 20 hombres entró al recinto dispuesto a cumplir la orden,
causando pánico entre los que se encontraban ahí, quienes intentaron refugiarse
en las habitaciones contiguas. El presidente Juárez con aparente calma los
encaró, pero el ministro de Hacienda, Guillermo Prieto se interpuso entre ambos y
les gritó unas palabras a los verdugos que los hicieron desistir: “¡Levanten las
armas!, ¡levanten las armas!, ¡los valientes no asesinan!; ¿quieren sangre?,
¡bébanse la mía! “.
Al respecto, don Benito narró: “El día 13 se sublevó la guardia de Palacio y fui
hecho prisionero de orden de Landa, que encabezó el motín. El día 15 salí en
libertad”.
El batallón desistió de su propósito, saliendo del salón, pero siguieron en guardia
hasta que se retiraron los asaltantes. Al reanudarse las pláticas, se acordó que
Landa se retiraría de la plaza; se otorgaría la amnistía y se liberaría a los
prisioneros. Dada la magnitud de los hechos fueron pocos los muertos (alrededor
de 50), pero los daños materiales fueron incalculables, sobre todo los destrozos al
Palacio de Gobierno.
El 17 de marzo comenzaron a llegar las fuerzas constitucionalistas, diezmadas y
desmoralizadas, por lo que don Benito, decidió abandonar Guadalajara el día 20,
junto con sus ministros, en busca de un lugar más seguro para instalar su
gobierno. Tomaron rumbo a Colima, pero a su paso por Acatlán -de Juárez-,
estuvo a punto de ser capturado por Landa, y gracias al párroco del lugar,
don Melitón Vargas y a un grupo de vecinos, pudo evitarse. De Manzanillo salió
rumbo a Veracruz, lugar estratégico, no lejos del centro y con recursos
provenientes de los impuestos a las mercancías que pasaban por la aduana.
Situación que le proporcionaba cierta estabilidad para tomar las decisiones
políticas y de guerra que necesitaba el rumbo del país.
En estos tiempos tan aciagos de infinidad de conflictos, cobra especial vigencia la
frase: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno
es la paz”, palabras célebres pronunciadas por el prócer unos años después, tras
el derrocamiento del Segundo Imperio; pues le tocó protagonizar una de las
etapas más difíciles e importantes en la historia de México, quien como
gobernante supo paliar las dificultades de una guerra civil y la intervención
extranjera, cuyas decisiones fueron determinantes para consolidar el régimen
republicano.
RESEÑA HISTÓRICA
De origen humilde, Benito Juárez nació el 21 de marzo de 1806 en San Pablo
Guelatao, Oaxaca. Sus padres murieron cuando él era un niño y debió pasar a
vivir con sus abuelos y sus dos hermanas. El pequeño Benito sólo hablaba
zapoteco, su lengua de origen y no sabía leer ni escribir. Sin embargo, esto no
habría de ser un obstáculo ya que ese niño, hijo de agricultores indígenas, habría
de convertirse en uno de los hombres más influyentes de la historia de México.

Benito Juárez nació el 21 de marzo de 1806, él y su familia vivían en una


comunidad zapoteca en San Pablo Guelatao, Oaxaca, que como muchos pueblos
de esa región, era muy humilde. Cuando tenía apenas cuatro años
lamentablemente quedó huérfano y pasó al cuidado de sus abuelos.
Benito Juárez fue un niño que se destacó por ser fuerte y trabajador. Su infancia
transcurrió como peón de campesino y pastor de ovejas. Hasta los doce años,
Benito solamente sabía hablar su lengua materna que era el zapoteco.
Poco después viaja a la Ciudad de Oaxaca para trabajar junto con su hermana
Josefa como empleados domésticos en la casa de un comerciante, fue ahí cuando
Benito Juárez llamó la atención de Sala nueva un monje franciscano, quien lo
admitió como aprendiz de encuadernador y al mismo tiempo asistía a la escuela
primaria.
El monje, quedó asombrado con la facilidad con que aprendió a leer y escribir y
decidió recomendarlo para que inicie sus estudios en el seminario de Santa Cruz.
Sin embargo, la Teología, con sus temas de religión aburría al joven Juárez y
decidió abandonar el seminario para iniciar sus estudios en Derecho, en el
Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca.
Durante su vida escolar Benito Juárez se destacó por ser el primero en su clase y
obtener las calificaciones más altas, aun cuando muchas veces fue objeto de burla
por parte de sus compañeros por ser pobre e indígena, él nunca se desanimó,
siempre siguió adelante.
Benito Juárez fue un gran gobernante. Fundó Escuelas Normales, reconstruyó el
Palacio de Gobierno y dejó excedentes en la hacienda estatal. Sus inicios en la
política datan del año 1831, cuando se desempeñó como Regidor del
Ayuntamiento de Oaxaca. En 1833 fue elegido diputado y, en el año 1847, asumió
como gobernador de Oaxaca.
En 1831 Benito Juárez fue elegido regidor del ayuntamiento de Oaxaca y al año
siguiente, diputado al Congreso del Estado. La energía con que defendió los
intereses que representaba le valió en 1846 ser diputado por Oaxaca ante el
Congreso de la Unión. Un año más tarde fue designado gobernador de su estado
natal, cargo en el que permaneció hasta 1852.
En 1855 Juárez es nombrado Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Desde
este cargo, promulga la ley conocida como “Ley Juárez”, instrumento que sirvió
para abolir los privilegios de militares y clérigos. Ésta ley provocó fuertes
enfrentamientos entre liberales y conservadores y, durante la presidencia de
Comonfort, se encarceló a numerosos ciudadanos, entre los cuales se encontraba
Benito Juárez.
En 1858, Benito Juárez asumió la presidencia de la nación por primera vez. Con el
apoyo de los liberales, promulgó las Leyes de Reforma, cuyos puntos más
importantes eran los que declaraban la independencia del Estado con respecto a
la Iglesia.
Debido a la invasión francesa, Juárez debió huir a la fuerza y ejerció su gobierno
de manera itinerante en diversas ciudades de México. Sólo regresó a la ciudad de
México una vez que Maximiliano hubo sido fusilado y el imperio francés,
derrotado.
Corría el año 1867 y se había conseguido restaurar, tras años de cruentas luchas,
la república de México. En 1868, Juárez fue elegido por segunda vez presidente
de México y en las elecciones de 1871, fue ratificado nuevamente como primer
mandatario, aunque su salud ya estaba visiblemente deteriorada.
El 15 de julio de 1867, Juárez, con la república restaurada en México, se dirigió al
Congreso de la Unión para dar un solemne discurso que ha quedado grabado
para siempre en la historia de México y el mundo:
“Mexicanos: encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a
consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de
las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la
República. Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los
individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.”
Benito Juárez murió en Ciudad de México el 18 de julio de 1872. Fue declarado
“Benemérito de las Américas” por su infatigable contribución a la libertad y la
democracia del pueblo de México.

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