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Historia mínima de la lengua española
La historia
Características de la colonización
El latín
La escritura
Todos los testimonios del latín que se pueden encontrar son tex-
tos, ya sea los epigráficos —que en los pueblos alejados de las
ciudades se escribían como se podía, con errores como los que
criticaba Probo— en las lápidas funerarias, los arcos triunfales,
los monumentos conmemorativos, o los de las grandes obras
literarias de la época clásica. Nuestra capacidad para acercarnos
a estas últimas, ya porque uno ha logrado aprender latín clásico
en las universidades, ya porque dispone de buenas traduccio-
nes al español, alemán, francés o inglés, nos hace pensar que la
escritura y la lectura entre los siglos ii a.C. y iii d.C y, por supues-
to, quizá aún más, entre los siglos iv y x, época de gran olvido
de la cultura clásica, era tan cotidiana, tan sencilla, tan rápida
como lo es hoy. La lingüística, hasta hace pocos años, soslayó
ese carácter textual y las dificultades que conllevan la escritura
y la lectura; es decir, no consideró que el texto en sí mismo, su
escritura y su lectura pudieran formar parte del complejo feno-
ménico de la lengua en su realidad.
En la época latina —como en otras épocas antiguas y en
otras lenguas— el papel de la escritura en la vida social se fue
desarrollando poco a poco; es decir, no tuvo plena funcionali-
dad como sucede en las sociedades modernas. Al comienzo de la
cultura romana, la escritura tenía como funciones sólo el regis-
tro de acontecimientos políticos relevantes y la pauta para ritos
religiosos; sólo sacerdotes y nobles practicaban la escritura y la
lectura. Más tarde creció su ámbito de utilización al ámbito jurí-
dico y a la memoria de acontecimientos importantes: se desa-
rrolló para la prosa oratoria, para escribir elegías a los muertos,
para informes de la magistratura y para conmemorar diversos
acontecimientos en la ciudad. A partir del siglo ii a.C. —es decir,
durante la colonización de la península— comenzaron a difun-
dirse la escritura y la lectura en epígrafes, grafitti —como los
que se han descubierto en Pompeya, cerca de Nápoles [II. 58]—,
libelos y pasquines, cartas, etc. a la vez que apareció la escritu-
ra literaria, que dio forma al latín clásico.
Junto con la lenta expansión de las funciones sociales de la
escritura, su aprendizaje y manejo, así como la lectura, supo-
nían dificultades que hoy parecen extrañas y hasta dignas de
risa, pero es necesario entenderlas para poder situar su papel
en la evolución del latín hacia las lenguas romances y en la for-
mación de éstas como lenguas de cultura.
Durante la república romana sólo se escribía con letras
mayúsculas o capitales [II. 59]; había unas mayúsculas para fron-
tones, monumentos, lápidas, arcos triunfales y todas aquellas
ubiuismagnaspartiadremnauticamcollecta
Se podia leer como:
Ubiuis magnas parti ad rem nauticam collecta
‘En cualquier lugar muchos partos se habían reunido con pro-
pósitos navales’
o como:
Ubi uis magna sparti ad rem nauticam collecta
‘Donde mucho esparto se había juntado con propósitos navales’
(Tomados de Malcolm Beckwith Parkes, Pause and Effect.
Punctuation in the West.)