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ESCUELA DE LIDERAZGO
DYNAMIS

CURSO DE FORMACIÓN CRISTIANA


AHÍ TIENE A TU MADRE
(MARIOLOGÍA)

Sandra Verano Sepúlveda


Trabajadora Social. Especialista en Gerencia Social
Magister en Sexualidad y defensa de la vida - ULIA
Email: sandra@proyecciondynamis.org Celular: +57 3158408821
Manuel Tenjo Cogollo
Magister en Teología - PUJ
Magister en Bioética - ULIA
Email: manueltenjo@yahoo.com Celular: +57 3124817374
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ESCUELA DE LIDERAZGO
DYNAMIS

CURSO DE FORMACIÓN CRISTIANA


AHÍ TIENE A TU MADRE
(MARIOLOGÍA) 
OBJETIVOS:
 Comprender la Mariología desde la Biblia para crecer en el amor filiar a la madre de
los cristianos.
 Descubrir a María como Madre que nos acompaña en el crecimiento integral hacia
Jesucristo para asumir sus virtudes y seguir con fidelidad al Maestro.
 Tener unos criterios de discernimiento mariano para comprender los mensajes de
revelación privada en torno a María.

CONTENIDOS:
1. María profetizada en el Antiguo Testamento
2. María en el Kerigma primitivo
3. María en el Evangelio de Mateo
4. María en los Escritos Lucanos
5. María en los Escritos Joánicos
6. Las 7 palabras de María
7. Los 7 títulos mariológicos
8. María y el Espíritu Santo
9. Encarnar la Palabra como María
10. María Nuestra Madre
11. La intercesión de María
12. Conclusiones

BIBLIOGRAFÍA:
 Vaticano II. Lumen Gentium cap. VIII
 Pablo VI. Marialis Cultus. Ed. Paulinas, 1974. Bogotá
 Forero, J. María en la Biblia y en la Teología. CCCMD: Bogotá
 Carrillo, S. María en el Nuevo Testamento. CCCMD: Bogotá
 Nicolás, M.J. Theotocos. El Misterio de María. Ed. Herder. Barcelona 1967.
 Betancourt, D. Me llamarán Bienaventurada. CCCMD. Bogotá. 1998


Realizado por Emperatriz Tapia y Manuel Tenjo para la Escuela de Liderazgo Dynamis y para la Escuela
de Formación Carismática de la RCC-Perú.
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ESCUELA DE LIDERAZGO
DYNAMIS

CURSO DE FORMACIÓN CRISTIANA 

AHÍ TIENE A TU MADRE


(MARIOLOGÍA) 
1. MARÍA PROFETIZADA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Vamos a ver la manera como fue profetizada la presencia de María en la Historia de la


Salvación, de manera que manejemos los rasgos característicos de una visión
mariológica veterotestamentaria.

Para lograrlo necesitamos que se busquen las fuentes doctrinales del Concilio Vaticano II
y las interpretaciones que han realizado distintos autores en la Iglesia Católica

1.1. María bosquejada en Génesis 3, 15

Interpretaciones del texto:

 Ética: Representa la lucha entre el bien y el mal a lo largo de la historia.


 Sentido Salvífico: se afirma la victoria del bien sobre el mal que se logrará, de
alguna forma por medio de Cristo: Sentido mesiánico: En la medida en que en él se
predice la victoria del bien sobre el mal (realizada por un individuo), que no puede
ser otra que el Mesías
 Sentido mariológico: Algunos autores intentan identificar a la mujer del texto con
María, aunque parece evidente que hay que identificarla con Eva.
Es preciso distinguir dos planos en el texto: el más profundo se alude a María.
Desde el siglo II los Padres establecen un paralelismo entre las relaciones Adán –
Cristo y Eva – María.
La Teología de la Nueva Eva ha tendido una gran importancia en la Mariología y en
la eclesiología.
Las relecturas del texto que ven en él, el papel de María y de la Iglesia en la
salvación de los hombres están hechos por la Iglesia a la luz de la
revelación posterior y plena.


Realizado por Emperatriz Tapia y Manuel Tenjo para la Escuela de Liderazgo Dynamis y para la Escuela
de Formación Carismática de la RCC-Perú.
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1.2. Identificación de María con la Virgen de Isaías 7, 14 ss

Interpretaciones del texto:

 Alude a la esposa y al hijo de Ajaz


 Alude a la esposa y al hijo de Isaías
 Alude a María y a Jesucristo: Esta es la interpretación clásica a partir de Mt, 1, 23
que también tiene fuertes defensores.
Identifica al Emmanuel con el rey cantado en Is 9,1 e Is, 11, 1 – 9 que solo puede
representar al Mesías. El Emmanuel citado en Is 8,8 es un rey situado en la esfera
trascendente. Fundándose en el sentido de “ALMAH” (joven núbil, joven madre, la
virgen) en el A.T., concluye que el signo anunciado por el profeta es la maternidad
virginal de María.

 El Concilio Vaticano II Afirma que “María es la virgen que concebirá y dará a luz un
Hijo que se llamará Emmanuel “. (LG 55), Mt 1 22-23. Para ello se basa en el
principio exegético previamente formulado: tal como estos textos se leen en la
Iglesia y tal como se interpretan a la luz de una revelación posterior y plena.

1.3. El Texto de Miqueas 5, 1- 4

Interpretación del texto

 Parece un reflejo del texto de Isaías.


 Mateo ve cumplido este oráculo en el nacimiento de Cristo en Belén.
 El Vaticano II solamente lo aduce como referencia al texto de Isaías.

1.4. Otros textos

El Vaticano II hace referencia a dos figuras bíblicas


veterotestamentarias que la Teología moderna ve
realizada en María: Los pobres de Yahvé y la Hija de
Sión (LG 55).

1.5. Conclusión

La presencia de María en los textos del Antiguo


Testamento no aparece por sí misma. Les necesario el
recurso a la interpretación de la Iglesia y a una revelación
ulterior y plena.
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2. MARÍA EN EL KERIGMA PRIMITIVO

2.1. El Kerigma primitivo

El centro de la predicación primitiva es la proclamación de la muerte y resurrección de


Jesús, en las que se cumplen las promesas del Antiguo Testamento. Poco a poco se
agranda el horizonte del Kerigma incluyendo también los hechos y dichos de la vida de
Jesús que son garantía de su mesianismo y su divinidad. La fijación por escrito de ésta
primera predicación da origen a los Evangelios Sinópticos.

2. 2. María en Gálatas 4, 4 ss

No se cita explícitamente a María, pero se hace una referencia a ella de gran contenido
teológico.

 El Contexto:
En los capítulos 3 y 4 de Gálatas, Pablo fundamenta su tesis de la justificación por la fe y
no por la ley.

Nota: Ley es la institución socio-religiosa más representativa de Israel. La teología judía


defendía la justificación por la observancia de los preceptos.

La Ley tuvo vigencia hasta el advenimiento de Cristo, a partir de El sólo rige la fe (Ga 3,
23- 29).
Para explicar su argumento Pablo acude a una institución de la época: el derecho a
heredar que solo podía hacerse efectivo a la mayoría de edad (Ga 4, 1- 4). Con la
Encarnación del Verbo ha llegado para el hombre la mayoría de edad de su filiación divina
(Ga 4, 3 ss).

 Interpretación del texto:

Afirma la pertenencia de Jesús a la raza humana, porque nació de mujer. Afirma su


pertenencia al pueblo judío porque nació bajo la Ley. Se trata de una afirmación
directamente cristológica e indirectamente mariológica: El Verbo es enviado al seno de
María, que se constituye así en el eslabón entre lo divino y lo humano: porque María es
realmente mujer y madre, Jesús es verdaderamente hombre. Pablo nos muestra a María
absorbida por el plan salvador del Padre que la incorpora al misterio de Cristo por medio
de la Encarnación (LG 52).

2.3. María en Marcos

Marcos también es anterior al año 70 y nos ofrece las primeras experiencias de reflexión
en torno a María.

Podemos leer y analizar con cierta calma a Mc 3, 20 – 22. 31 – 35 (Paralelos Mt 12, 46–
50 y Lc 8, 19–21, Mc 3, 31–35). María en Marcos 6, 1 – 6 (Paralelos Mt 13, 53 – 58; Jn 6,
42) Paralelo Mc 6, 3; Mt 13, 55, Lc 4, 22; Jn 6, 42.
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 Conclusión
Los textos más antiguos referentes a María nos hablan de su “maternidad” (Ga 4, 45; Mc
6, 3), por lo cual el Verbo adquirió una naturaleza humana verdadera y de su “fe activa”,
por lo que María adquirió una comunión con Jesús superior a la de su misma maternidad
biológica (Mc 3, 31–35 familia escatológica).
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3. MARÍA EN EL EVANGELIO DE MATEO

3.1. Presencia silenciosa

Los primeros dos capítulos de Mateo son conocidos como el Evangelio de la Infancia.

El Evangelio de Mateo tiene destinatarios judíos y por tanto utiliza muchas categorías que
sus destinatarios comprenden con toda familiaridad.

En el primer evangelio, la presencia de María es silenciosa, no pronuncia una sola palabra


como es propio de la mujer judía, pero está ahí, cercana, activa, servicial, siempre en
función del Evangelio y del plan de salvación que el Padre Dios quiere realizar a través de
su Hijo.

Entendemos por qué José, el varón y el jefe de familia, es quien recibe el anuncio del
ángel, a través de sueños, que eran una forma propia del Antiguo Testamento para
ofrecer una misión (cf. Gn 28,10.17; 31,10-13; 37,5-11; 44,1-36), y actúa el proyecto de
Dios como hombre justo (Mt 1,19).

Mt 1-2 tiene una introducción, cinco escenas cortas intercaladas por sueños, con textos
bíblicos de cumplimiento, porque con Jesús se cumple la Escritura.

Introducción: La genealogía de Jesús 1,1-17

1ª escena Primer sueño de José: 1,18-25 Cumplimiento de Is 7,14


Concepción de Jesús, el Emmanuel

2ª escena Nacimiento de Jesús en tiempo de Herodes: 2,1-12 Cumplimiento de Miq 5,1


Venida de los magos de Oriente a
Belén para adorar a Jesús – Mesías

3ª escena Segundo sueño de José: 2,13-15 Cumplimiento de Os 11,1


Huida a Egipto

4ª escena Herodes persigue al Mesías: 2,16-18 Cumplimiento de Jer 31,15


Y mata a los inocentes de Belén

5ª escena Tercer sueño de José: 2,19-23 Cumplimiento de Jc 3,5.7


Retorno de Jesús y establecimiento en Galilea

3.2. Presencia en el ministerio de Jesús

Veamos Mt 12,46-50, que es paralelo de Mc 3,31-35 pero con diferente contexto.


Ser discípulo de Jesús significa cumplir la voluntad del Padre del cielo, realizar su plan.
Para Mateo, el discipulado integra, entonces, la escucha de la Palabra y su acción (cf.
5,19; 7,24-25), el estar junto a Jesús y bajo su protección (12,49-50). Y maría, son su
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vida, su obediencia y su cercanía junto a su Hijo es perfecta discípula y “familia suya” a un
nivel mucho más fuerte y firme que el de los lazos físicos de generación.

Otro pasaje interesante es Mt 13,53-58, que también tiene su paralelo en Mc 6,1-6, con
detalles especiales que tienen su resonancia.

María está íntimamente unida a Jesús, desde antes del nacimiento, y una vez nacido al
mundo, está pegada a Él en los momentos fundamentales de su vida y de su ministerio,
pero también de la vida del pueblo nuevo que surge con Jesús. María aparece, aun sin
palabras, como testigo de la gracia abundante de Dios para con su pueblo, pero también
como Madre que cuida y acompaña al Hijo de sus entrañas.
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4. MARÍA EN LOS ESCRITOS LUCANOS

4.1. Los Evangelios de la Infancia

Los capítulos 1 y 2 de Mateo y de Lucas presentan características especiales que los


diferencia de los restantes capítulos: que narran la vida pública de Jesús. Abundan en
ellos lo misterioso, las inspiraciones carismáticas, y los cantos proféticos. Son al mismo
tiempo relatos sustancialmente históricos y “lecciones de Teología”; por lo que:

+ Las narraciones están leccionadas.


+ El recurso y las alusiones al A.T., son frecuentes.
+ Las fuentes de Lucas son probablemente los recuerdos de María y los discípulos Juan
Bautista.

4.2. María, signo de la Presencia Liberadora de Dios.

 La Hija de Sión en el Antiguo Testamento


Miqueas es el primero que anuncia a la Hija de Sión la liberación de Yahvé (Miq. 4, 9 –
10; 5, 2).
Sofonías, Joel y Zacarías, repiten el oráculo añadiendo el tema de la alegría. (So 3, 14 –
17; Za 2, 14; 9, 9; Joel 2, 21.23.27) (So 3, 18 –20).
Por las notas con que se designa a la Hija de Sión parece que puede identificarte con el
“resto de Israel”. (Is 66, 7 – 8; Sam 1, 15; 2, 13; Is 40,9; 46, 13).
María, La Hija de Sión (LG 63)
Santificada en plenitud.
Lugar privilegiado de la presencia de Dios.
Encarna las características atribuidas a la Hija de Sión.
Es la primera creyente.

 María, Arca de la Alianza


La imagen veterotestamentaria del arca.
** Sentido Litúrgico: El arca es signo visible de la presencia de Dios entre los suyos (Ex
25, 10 – 20; 37, 1- 9; 40, 34 – 38; I Rey 8, 1 – 13)
** Sentido Bélico: El arca es evocación del caudillaje de Yahvé sobre su pueblo (Nm 10,
35; I Sam 4, 2 – 7; Josué 3, 14 – 17; 6, 1 – 16).
Aplicación de María de la Imagen del Arca.
** En la Anunciación: La sombra del Altísimo (Lc 1, 35; Ex, 40, 35)
La nube que cubría la tienda de la reunión simboliza una presencia de Dios dinámica
(Dios baja) y estática (Dios se queda).
Dios aplica a María en la Encarnación la Teología de la nube (te cubrirá con tu sombra).
En la Visitación: La mujer victoriosa (Lc 1, 39 – 45).
Existen semejanzas entre el relato de la Visitación y el de traslado del Arca en (2 Sam 6, 1
– 6; I Cor 15, 25 ss)
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La expresión “Madre de mi Señor”, hace suponer que Isabel comprende que María es la
Madre del Mesías.
Conclusión Teológica
María es el nuevo Templo de Dios, porque Dios mora en ella, y a través de sus palabras y
de sus gestos opera su Hijo presente el ella.

María es la mujer victoriosa que asegura a su pueblo la victoria definitiva sobre el mal y
anticipa la efusión del Espíritu Santo acompañada de alegría.

 María, la Llena de Gracia


El significado de “jaris” (GRACIA) (Lc, 1, 28).
En la Biblia puede tener dos sentidos:
+ Belleza exterior (Sal 45, 3; Rut 2, 2. 10. 13)
+ Belleza moral interior (Ef 1, 6; Gn 6, 8; Ex 33, 12 ss)
Empleada por Lucas en el segundo sentido, encierra todo el misterio de la inserción del
hombre en Cristo que le hace semejante a Dios.
La Plenitud de la Gracia
El verbo “jaritoo” es un verbo de intensidad (Lc 1, 28. 30 – 35. 38) (jaritoo= agraciar).
Un Carisma al Servicio de la Vocación
Lucas apunta a un carisma gratuitamente concedido a la Virgen en orden a la realización
de su vocación materna. La inhabitación en ella del Espíritu Santo le facilita la captación
del mensaje de Dios y la disponibilidad junto con la fuerza para seguir la llamada (Lc 1,
38).

4.3. María, la Pobre de Yahvé

 La pobreza en el Antiguo Testamento


Al principio, la apreciación de la pobreza (castigo de Dios) y la riqueza (premio) (Job 15,
20 – 35; 23, 13 – 19; Pr 6, 9 – 11; Sb 2, 10; So 2, 3; Is 66, 2).
Poco a poco se realiza un proceso de espiritualización del concepto de pobreza, en el que
los profetas juegan un papel trascendental (So 3, 11 – 15).
Después del exilio Sofonías predice el día de Yahvé, en el que éste se reservará “un
resto” heredero de las promesas, formado por los pobres.
Tras esta evolución, el concepto de pobreza del A. T. Incluye las siguientes
características:
+ Es carencia de bienes materiales que, cuando procede de la opresión, se convierte en
un hecho escandaloso e indefensión social (Pr 10, 4; 15, 19; 19,15).
+ Es esperanza y confianza sin límites en el Dios liberador que hace suya la causa de los
pobres (Ex 2, 23 ss; Lv 19, 9 – 18. 32 – 36).
+ Es vacío de sí mismo y disponibilidad absoluta a la voluntad de Dios (Sal 34; 37; 131).
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 Los pobres en el Nuevo Testamento
Lucas presenta una serie de figuras cuya espiritualidad entra de lleno en “los pobres de
Yahvé”: Simeón, Ana, los pastores (Lc 2, 25 – 38; 2, 8 – 20; 1, 46 – 47; 1 S 2, 1 – 10).
Las Bienaventuranzas de Mateo se pueden considerar una breve exposición de la
espiritualidad de los pobres (Mt, 11, 25 –30; Lc 10, 21 – 22; Mt 5, 3 – 12).
En el Evangelio de Lucas, los sencillos son quienes reconocen la llegada de la Salvación
(Lc 18, 17).

 María la Pobre: El Magnificat (Lc 1, 46 – 55).


Lucas sitúa a María entre los pobres de Yahvé, como lo pone de manifiesto en el
Magnificat (Lc 1, 38.48). Los pobres eran la porción privilegiada del pueblo mesiánica;
María se convierte así en su portavoz y en su representación más cualificada.

+ Teología Mariana del Magnificat

1. El tema del cumplimiento


En el Magnificat, María se coloca al final de toda una larga serie de piadosos que han
esperado el cumplimiento de la Palabra de Yahvé (Lc 1, 32 ss)
2. María es la primera cristiana e imagen de la Iglesia
Con el SI de la Anunciación acepta una vocación que en eminentemente cristiana.
La comparación que introduce Lucas entre Israel y María nos invita a hacer de
ella imagen y portavoz de la Iglesia.
3. La Encarnación como liberación.
En el Magnificat se interpreta el sentido de la encarnación en clave de liberación, como
cumplimiento de una promesa, por lo que Lucas ve a María como la mujer victoriosa.
4. La liberación de los pobres (Lc 6, 20 – 26).
Esta liberación adopta la forma de un “cambio de situación” (Lc 1, 51 ss; 6, 20 – 26; 1, 38
– 45).
María la Creyente
Comparación con Zacarías Lucas intenta establecer una comparación entre la aceptación
de María y la de Zacarías (Lc 5, 1 – 25).

4.4. Bienaventurada la que creyó

Isabel llena de Espíritu Santo pronuncia la primera bienaventuranza del N.T. (Lc 1, 42).
Jesús era un admirador de la fe de su madre (Lc 11, 28)

 La fe de María
+ El fundamento de la fe de María (Lc 1, 35. 37)
La confianza sin límites en el poder y en la fidelidad de Dios que se traduce en
disponibilidad y en fidelidad a su vocación divina (Lc 1, 38); (Hch 11, 8).
+ El contenido de la fe de María
A este respecto los teólogos se colocan en tres posiciones:
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1. La maximalista: María poseyó desde el primer momento de la Concepción
de Jesús un conocimiento perfecto de la divinidad de su Hijo.
2. La minimalista: María no supo nada de su maternidad divina hasta
después de la Resurrección de Jesús.
3. La intermedia: María conoció en la Anunciación, de una manera confusa,
su maternidad divina, conocimiento que se fue afianzando a lo largo de toda su vida (Lc 1,
26 – 38).

+ María, modelo de la fe de la Iglesia (LG 53, 63).


Siguiendo a los Santos Padres, el Vaticano II insiste en esta tipología de María.
Al cristiano, como a María se le revela velada y progresivamente lo que ha de ser su
propia vocación.
María colaboradora en la Obra de Jesús (Lc cap. 1 y 2)

 El Fiat de María (LG 56)


En contraposición con todos los relatos de anuncios en la Sagrada Escritura, solo en el
caso de María, Dios espera la respuesta del hombre.
En el plano actual de salvación, la Encarnación queda condicionada al SI de María (Lc 1,
38. 45) Para los Santos Padres, María es la Nueva Eva no junto a la cruz, sino en la
Anunciación.

 Unión de Jesús y de María en la Visitación (Lc 1, 39 – 56)


La Visitación puede ser considerada el comienzo de los tiempos mesiánicos (Is 32, 15 –
18; Ez 36, 25 – 35). Es la manifestación jubilosa de la llegada del Señor libertador (Mt 5,
12; 1 Pe 1, 6 – 8). Jesús santifica por medio de su Madre.

 La presentación de Jesús en el Templo (Lc 2, 22,-


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En la narración se utiliza el plural refiriéndose a Jesús y a
María. La narración destaca más el aspecto oblacional que
el purificatorio de la escena.
En la profecía de Simeón, Lucas quiere dar a entender que
la pasión del Hijo y la compasión de la Madre forman una
cierta unidad.

4.5. Conclusión

Casi toda la Mariología de Lucas se encuentra en su


Evangelio de la Infancia. La figura de María, que se nos
descubre a través de este Evangelio, encierra las semillas
que, a lo largo de los siglos, fructificarán en las
afirmaciones sobre María que la Iglesia confiesa
actualmente como verdades de fe.
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5. MARÍA EN LOS ESCRITOS JOANICOS

5.1. Introducción: El Evangelio según San Juan

Juan es el evangelista teólogo que busca el significado que la fe descubre en la historia,


por lo que sus narraciones encierran un profundo sentido histórico (Jn 20, 30 – 31).
El simbolismo joánico es la dimensión teológica profunda dada a los sucesos reales (Jn 1,
13 – 14).
Se puede afirmar que los dos relatos de Juan en los que aparece María son considerados
mutuamente complementarios (Jn, 2, 1 – 11 y Jn 19, 25 – 27), la relación de María con
Jesús está encuadrada en la “hora de Jesús” y en la repetición del término en las dos
escenas (“mujer”, “madre de Jesús”).

5.2. Las Bodas en Caná (Jn 2, 1 – 11), (LG 58)

+ “Las indicaciones cronológicas” parecen bastante intencionadas en la pluma de San


Juan. El milagro tiene lugar el “tercer día”, momento asignado también para la
Resurrección del Señor (Mt, 16, 21; 17, 23; 20, 19; 27, 64; Mc 8, 31; 9, 31; 10, 34; Lc 9,
22; 18, 33; 24, 7. 46; Hch 10, 40). Es una forma de hacer referencia a la Pascua de Cristo.
Por otra parte, si sumamos las referencias cronológicas de Juan en 1, 29. 35. 43, que dan
como resultado cuatro días, y le añadimos dos días más del milagro de Caná (2,1),
tenemos que este ocurre el día sexto, día también de la muerte del Señor (19, 31), y
evoca a la vez el día de la creación del hombre (Gn 1, 31 – 2, 7).

+ La expresión “ no tienen vino” (Jn 2, 3b). Algunos comentaristas piensan que María pide
ayuda material para los esposos.
Otros pensamos que María tiene conciencia de que Jesús posee el poder de hacer
milagros y le suplica una intervención de ese poder, para prevenir el bochorno de los
esposos.

+ La respuesta de Jesús presenta “tres” expresiones problemáticas para la exégesis


Por qué la palabra “mujer”
Qué significa la expresión: “que a mí y a ti”
Cuál es la “hora” que no ha llegado.

La palabra “mujer” (Jn 2, 49a) inusual entre los judíos para dirigirse a su madre (sino con
el término “INMAH” que en arameo significa “madre” o “madre mía”.).
- Creemos que esta palabra, que aparece en el relato de la Cruz (Jn 19, 26), se utiliza
con la intención de establecer una relación entre las dos escenas y sitúa a Jesús en un
plan que no es el puramente familiar;
- Una segunda interpretación sitúa a la palabra “mujer” en el lenguaje coloquial en
referencia a la mera condición femenina de María.
- Una tercera interpretación la entiende en el sentido “esposa” con un valor simbólico:
María es la comunidad-esposa de la alianza antigua que se ha mantenido fiel a Dios.
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+ La expresión: “que a mi y a ti” (Jn 2, 4 a)
- Algunos han visto en estas palabras la manifestación de la oposición entre Jesús y
María interpretación no compatible con el contexto (Mc 3, 29ss. 31 – 35);
- Pensemos que con ellas invita a María a comprender su papel en la vida pública
(Jesús inauguró su ministerio público en las Bodas de Caná).

+ La frase: “Todavía no ha llegado mi hora” (Jn 2, 4 b)


- “mi hora” es una expresión utilizada por Juan para indicar la Pasión y Resurrección, en
las que se manifiesta la gloria de Jesús (Jn 7. 30; 8, 20; 12, 23. 27; 13, 1; 17, 1);
- Con ella da a entender a su Madre que ella ha de permanecer en la penumbra hasta el
momento de la glorificación en el dolor.
- El vino/amor verdadero no lo dará Jesús hasta que derrame su sangre en la Cruz
como sello de la Nueva Boda/Alianza entre Dios y el hombre.

+ “Tu has guardado el vino de calidad hasta ahora” (Jn 2, 10 b)


- Esta expresión debe entenderse en la misma línea interpretativa: El Vino Nuevo
anuncia el fin de la Boda presente y la ratificación de la Nueva Alianza en la Sangre de
Jesús.

+ Otros temas del Capítulo: María, Signo, Fe (Jn 1, 14; 2, 11; 11, 4.40; 12, 23 – 28; 13, 31
ss; 17,1).

- También confirma la interpretación anterior


- Juan, que ha comprendido en cada detalle “el todo de la vida de Cristo”, reúne en la
escena de Caná todos los temas centrales.

+ Significado Cristológico
Caná marca en su contexto, el momento de la automanifestación de Jesús. La narración
es claramente Cristológica. En su primera semana de apostolado, orientada toda ella a
desvelar la personalidad mesiánico – divina de Cristo (Jn 1, 19 ss: primer testimonio del
Bautista; 29: segundo testimonio; 35: tercer testimonio y vocación de los primeros
discípulos: 43: vocación de Felipe y Natanael: 2,1: al tercer día, es decir, al sexto día, las
bodas de Caná). A la manifestación de la gloria responde la fe de los discípulos (2,11).

En la sección del Evangelio que trata del cambio de la Economía Antigua a la Nueva (Cap
2 – 4), el agua (4, 7- 15), símbolo de la Ley, se cambia por el vino, símbolo de la Nueva
Alianza (4, 21).

En el banquete de las bodas, símbolo de los tiempos nuevos (Mt 22, 1 ss: Lc 14, 16 – 24),
Cristo es el esposo del banquete de bodas escatológico.

+ Significado Mariológico
María es destacada fuertemente desde el primer momento (Jn 2, 1).
Según la “Lumen Gentium” María esta “reveladoramente” presente en el plano simbólico,
Cana da origen a la Iglesia, en cuyo nacimiento María interviene eficazmente, ejerciendo
su maternidad espiritual en la caridad y en la fe (LG 58).

Desde la cruz (Jn 19, 25 – 27) Jesús revelará al mundo la maternidad de María que ya se
manifiesta en las bodas de Caná (Jn 2, 1 – 11).
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5.3. María junto a la Cruz (Jn 19, 25 ss).

 Virginidad de María y piedad filial de Jesús

Entre los Santos Padres es presente el uso del texto para probar la virginidad de María
(Jn 19, 26–27). La interpretación que ve en este hecho, un mero acto de piedad filial no
agota el sentido de la narración obviando la significación que Juan concede en su
Evangelio al discípulo amado (Jn 20,8; 21, 7. 24).

 Maternidad Espiritual de María (Jn 19, 17 – 37)

+ Evocación Veterotestamentaria

La referencia, en el contexto inmediato, el cumplimiento de la Escritura ha llevado a


numerosos autores a pensar en (Gn 3, 15). María es la mujer al lado de Cristo en el
momento cumbre de la Redención. La Pasión es en el cuarto Evangelio un parto doloroso
del que nace la nueva familia de los hijos de Dios (Jn 16, 21 ss: 20, 17.22) Jesús revela
la maternidad de su Madre al discípulo, prototipo de los que siguen a Jesús, y la filiación
de éste respecto de aquella (Jn 19, 25 – 27).

+ Conexión con el milagro de las bodas de Caná

La mayoría de los intérpretes admite que el uso de la palabra “mujer” establece entre
Caná y el cuarto episodio de la crucifixión la figura literaria de la “inclusión”. En Caná,
María enciende con su fe, la fe de los discípulos provocando el milagro: al pie de la cruz
toma bajo su custodia a la comunidad creyente, representada en el discípulo amado.

5.4. Apocalipsis 12: “La mujer vestida de Sol”

 Contexto remoto: El Apocalipsis

El Apocalipsis surge en un período de persecución violenta contra la Iglesia naciente y


tiene como finalidad afianzar la moral de los cristianos frente a ella. En este contexto se
entiende mejor los elementos simbólicos de nuestro pasaje: la mujer, el niño, los dolores,
el desierto, etc. Esos elementos simbólicos son claves para la comprensión de Ap 12.

 Interpretación primaria Eclesiológica

Intento de identificación de los personajes:


- El dragón es una personificación del mal (Ap 13, 2 – 4) = la serpiente genesiaca (Gn 3,
4 ss) = el diablo (Jn 12, 31).
- El hijo de la mujer es el Mesías = Cristo (Ap 19, 13: Jn 16, 20 ss: Ap 12, 7 – 12).
- La mujer parturienta: (Ap 12, 1 – 2: Jn 16, 20 – 21)

Tiene las mismas características que la Sión ideal anunciada por los profetas (Is 26, 17:
66, 7).
16
La referencia a la Iglesia aparece no menos clara que a la Sión ideal de los profetas y es
ampliamente aceptada por los exegetas de todos los tiempos.

La sección 12, 1 a 14, 20 esta conceptuada como el núcleo central del Apocalipsis. En
ella se describen los esfuerzos titánicos del mal por deshacer al Mesías y a su pueblo.
Pero los cristianos han de confiar, porque Cristo ha conseguido la victoria y sigue
protegiendo a los suyos.

 Interpretación Mariológica

Afirmar la referencia a la Iglesia y a la Sión ideal no es excluir de raíz la interpretación


mariológica:

- La presencia de María viene revelada por el nacimiento;


- Es comúnmente admitido que Apocalipsis 12 evoca la figura de la mujer del Génesis;
- La figura de María la Madre de Jesús, la Nueva Eva, es la mujer real que nos trae la
victoria.

María es la figura central, en la que se transparente la Sión ideal de los profetas y la


Iglesia nacida del Costado de Cristo. Cumbre del antiguo Israel y modelo perfecto de la
Iglesia.

5.5. Conclusión

En este tema hemos tratado Capítulos Marianos presentes en la obra joánica.

En las Bodas de Caná, aunque de significado principalmente Cristológico, María ocupa un


lugar importante por su “caridad”, puesto que con solicitud material se ocupa de remediar
el apuro de la situación, y por su “fe”, puesto que con ella suscita el milagro que hará
creer a los discípulos.

Junto a la cruz, María se responsabiliza especialmente de su maternidad espiritual


tomando bajo su custodia, cuando muere Cristo, a la comunidad cristiana representada en
el discípulo amado.

La mujer parturienta vestida de sol es, ante todo, un arquetipo de la Iglesia; de la Iglesia
histórica contemporánea del autor del Apocalipsis, acosada por poderes impíos, y de la
Iglesia eterna, perenne, indestructible que ha de sobrevivir a todos los ataques de sus
enemigos, sin dejar de cumplir su misión histórica de madre de Cristo místico por el
testimonio apostólico. Pero este
símbolo se ha hecho concreto en la
figura de María, ejemplar del cristiano
fiel, madre física de Jesús, participe de
los sufrimientos redentores de Cristo
en la cruz, testigo de su entronización
a la derecha de Dios y más tarde
también del sufrimiento del resto de
sus hijos.
17

6. LAS 7 PALABRAS DE MARÍA

INTRODUCCIÓN:
 Escuchamos hablar mucho sobre nuestra Madre María, también escuchamos que
ella ha hablado en Fátima, en Lourdes y en otros tantos lugares en el mundo, y eso
está muy bien.
 Ahora la vamos a escuchar a ella misma. María nos hablará desde la Sagrada
Escritura.
 Tomaremos las pocas palabras que los autores de los evangelios han consignado
donde se revela la gran y maravillosa experiencia de María nuestra Madre. Aunque
sean pocas son de una gran riqueza.

6.1. PRIMERA PALABRA: LA PALABRA DE COMPROMISO

Lc 1,34 María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
 Es la pregunta de la curiosidad inocente pero no ingenua.
 Es la consagración de la virginidad para vivir la apertura a Dios.

6.2. SEGUNDA PALABRA: LA PALABRA DE LA DISPONIBILIDAD

Lc 1, 38: Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
 El esclavo no tiene derecho ni a reclamar sus derechos. Todo para el amo.
 Disponibilidad a la Palabra de Dios. Encarnación de la Palabra de Dios

6.3. TERCERA PALABRA: LA PALABRA DE LA PAZ

Lc 1,40: (María) entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.


 El saludo judío es Shalom (Núm 6,24-26)
 Es portadora de la paz mesiánica
 Contagia de Espíritu Santo

6.4. CUARTA PALABRA: LA PALABRA DE LA ALABANZA

Lc 1, 46- 55: Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios
mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora
todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor
maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en
generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó
de bienes y despidió a los ricos sin nada.
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como había anunciado a
nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»
18
 Los v.v. 46-50: son la alabanza que brota del corazón humilde al ver lo que hace en
ella.
 Los v.v. 51-53: contempla las maravillosas obras de Dios a favor de los
marginados.
 Los v.v. 54-55: son la confianza ante la fidelidad divina en la historia del pueblo.
 María es la mujer del pueblo que ora desde el pueblo.

6.5. QUINTA PALABRA: LA PALABRA DE LA BÚSQUEDA

Lc 2,48: Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos
has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.»
 No comprende la misión de Jesús y se sorprende ante sus acciones.
 Búsqueda de Jesús en forma afanosa y venciendo obstáculos.
 Encontrarse con Jesús y quedarse con Él.

6.6. SEXTA PALABRA: LA PALABRA DE LA INTERCESIÓN

Jn 2,3: Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús
su madre: «No tienen vino.»
 María ve la necesidad del nuevo matrimonio: carecen del vino del amor.
 María acude a quien puede ayudar a la familia naciente: su hijo Jesús.
 María plantea en problema y deja en libertad a Jesús para que Él haga lo mejor.

6.7. SEPTIMA PALABRA: LA PALABRA DEL DISCIPULADO

Jn 2,5: Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»


 La disponibilidad ante Jesús. La disponible enseña sobre disponibilidad.
 Coloquen todo en Jesús (Gn 41,44), su hambre y su sed y esperen en Jesús
 Sean obedientes a Jesús

CONCLUSIONES:
 María está centrada en Jesús y todo lo dirige a su
hijo. Es un cristocentrismo.
 María invita a centrarse en Jesús el Salvador.
 Obedecer a María es mirar para donde ella mira:
la mirada centrada en su hijo.
 María nos lleva a Jesús para que establezcamos
una relación con Él
19

7. LOS 7 TÍTULOS MARIOLÓGICOS

INTRODUCCIÓN:
 Son muchos los títulos como se conoce a María, aquí vamos a mirar solamente
siete de ellos, señalando especialmente los evangelistas Lucas y Juan.
 Los títulos giran en torno a la misión, a las virtudes y a la relación de María con
Dios.

7.1. LA LLENA DE GRACIA

Lc 1,28Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 29Ella se
conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 30El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios…»
 El ángel Gabriel le dice a María varias frases sorprendentes: "llena de gracia, el
Señor está contigo" "has hallado gracia delante de Dios". En griego se dice
kejaritomene, para señalar que se encuentra "recontrarrepleta de Dios".
 María es la saturada de Dios, porque Él está con ella y la inunda con su presencia.
 Dios mira con agrado a María y la llena de su poder. La llena del Espíritu Santo.
 Todas las decisiones y las obras de María son dirigidas por la voluntad de Dios.

7.2. LA ESTRELLA DE LA EVANGELIZACIÓN

Lc 1,39En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a
una ciudad de Judá; 40entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41Y sucedió que, en
cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó
llena de Espíritu Santo.
 María es la primera evangelizadora porque es la primera portadora de la Buena
Noticia de Dios que está en la historia de los hombres.
 María es portadora del Evangelio sentido pleno por tres motivos:
+ Escucha y comparte el mensaje con su pariente Isabel y su familia.
+ En su ser lleva a Jesús. Jesús se forma en su corazón y en sus entrañas.
+ Abre espacios para que su pariente tenga un encuentro personal con el Espíritu
Santo.
 El anuncio del evangelio desde la mañana de la nueva creación sigue resonando.
 Por lo cual, también en su obra apostólica, con razón, la Iglesia mira hacia aquella
que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen,
precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de
los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es
necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia
cooperan para regenerar a los hombres. (L.G. 65)
20

7.3. LA ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO

Lc 1,35El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
 María es el "centro de la Trinidad" porque: "es la hija predilecta del Padre, la madre
del Hijo de Dios y la esposa del Espíritu Santo" se dice desde la antigüedad.
 María fue "fecundada por el Espíritu" sin participación de ningún hombre.
 Lo engendrado en el amor santo del Espíritu y en la pureza virginal de una mujer
es santo y por eso es llamado Hijo de Dios.
 El obrar de María lleva el sello indeleble de su esposo el Espíritu Santo.
 María nos puede ayudar a conocer al Espíritu y saber cómo dejarnos guiar por Él,
pues ella sabe cómo tratar y cómo dejarse tratar por el Espíritu Santo.
 Pedir al Espíritu que encarne en nosotros a Jesucristo, que Jesús se forme en
nuestro corazón para transparentarlo en todo lo que hacemos y transfigurarnos en
Él.

7.4. EL ARCA DE LA NUEVA ALIANZA

En Lc 1,39-40 vemos el encuentro de dos mujeres: la vieja Isabel que en sus entrañas
lleva al último profeta del Antiguo Testamento y la joven María que en sus entrañas lleva
al profeta definitivo del Nuevo Testamento.

 En la antigüedad el Arca de la Alianza simboliza la presencia de Dios en medio del


pueblo y para donde llevaran el Arca para allí iba Dios. Es la experiencia de un
Dios que camina con el pueblo.
 En Lc 1,39-40 vemos el encuentro la vieja se encuentra con la nueva. El N.T. se
encuentra con el A.T. Se vive la alegría, la paz y la presencia del Espíritu Santo
que le da sentido y plenitud al A.T.
 Por los montes de Israel va la procesión de Dios en medio de su pueblo, ya no es
un símbolo, ahora es la presencia de Dios que sale al encuentro de su pueblo y lo
inunda con su presencia.
 María es como el "anda", pero ahora Dios va dentro de esta mujer. Dios se hace
histórico y camina con su pueblo. María facilita el encuentro de Dios con su pueblo
a través de su Hijo Jesucristo.

7.5. LA ESCLAVA DEL SEÑOR

Lc 1,38Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» El
esclavo no tiene derecho ni a reclamar sus derechos.

 El esclavo no tiene voluntad propia, se hace lo que diga su amo.


 El esclavo no es dueño se su vida, pues le pertenece a su amo.
 El esclavo es pobre y depende directamente de la riqueza de su amo.
 El esclavo es disponible al querer del amo.
21

7.6. LA NUEVA EVA

Jn 2, 4Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi


hora.»
Jn 19, 26Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su
madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

 La madre de Jesús aparece en el Evangelio de Juan como la "mujer".


 La "mujer" se encuentra al comienzo de la misión de Jesús en las bodas en Caná y
se encuentra en la plenitud de la misión de Jesús en la cruz. Acompaña toda la
misión del Hijo.
 El sentido puede venir desde Gn 3,15, conocido como el proto-evangelio, donde se
anuncia que la salvación del mal (serpiente) vendrá por la descendencia de la
"mujer".
 María es la Nueva Eva, cuya descendencia (su Hijo) acaba con el Mal, pero queda
mordido en el talón, es decir, queda herido de muerte.
 Con razón, pues, los Santos Padres estima a María, no como un mero instrumento
pasivo, sino como una cooperadora a la salvación humana por la libre fe y
obediencia. Porque ella, como dice San Ireneo, "obedeciendo fue causa de la
salvación propia y de la del género humano entero". Por eso, no pocos padres
antiguos en su predicación, gustosamente afirman "El nudo de la desobediencia de
Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la
incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe"; y comparándola con Eva, llaman
a María Madre de los vivientes, y afirman con mayor frecuencia "La muerte vino por
Eva; por María, la vida". (L.G. 56)

7.7. LA MADRE DE LA IGLESIA

Jn 19, 26Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su
madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» 27Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y
desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

 María es la madre de todos los discípulos amados de Jesús.


 María es recibida como lo más precioso en la vida de los discípulos amados de
Jesús.
 Como los discípulos amados se congregan en la Iglesia, podemos concluir que
María es la madre de la Iglesia.
 La Bienaventurada Virgen, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, con
la que está unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida
también íntimamente a la Iglesia. la Madre de Dios es tipo de la Iglesia, orden de la
fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Porque en el misterio de la
Iglesia que con razón también es llamada madre y virgen, la Bienaventurada Virgen
María la precedió, mostrando en forma eminente y singular el modelo de la virgen y
de la madre, pues creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al mismo Hijo del
Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como
una nueva Eva, practicando una fe, no adulterada por duda alguna, no a la antigua
serpiente, sino al mensaje de Dios. Dio a luz al Hijo a quien Dios constituyó como
22
primogénito entre muchos hermanos (Rom., 8,29), a saber, los fieles a cuya
generación y educación coopera con materno amor. (L.G. 63)

 Ahora bien, la Iglesia, contemplando su arcana santidad e imitando su caridad, y


cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, también ella es hecha Madre por la
palabra de Dios fielmente recibida en efecto, por la predicación y el bautismo
engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo
y nacidos de Dios. Y también ella es virgen que custodia pura e íntegramente la fe
prometida al Esposo, e imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu
Santo conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera caridad.
(L.G. 64)

CONCLUSIONES:
 Los títulos mariológicos vistos nos señalan virtudes de María que deben ser
asumidos por todos los cristianos.
 Los cristianos debemos ser humildes, obedientes al Padre, disponibles, fieles al
plan que Dios tiene con nosotros, perseverantes en la acción evangelizadora como
María nuestra Madre.
 María encarna la Palabra de Dios para darla a la humanidad.
 Dejarse saturar por el Espíritu Santo para la vida cristiana, las virtudes de María y
la misión evangelizadora llegue a feliz término.
23

8. MARÍA Y EL ESPÍRITU SANTO

INTRODUCCIÓN:
 Contemplar la vida y el ministerio de María nuestra Madre, nos conduce a observar
la acción del Espíritu Santo en ella, la manera como el Espíritu de amor la
fortalece, la acompaña y la lleva de vida fecunda.
 Veremos particularmente en el Evangelio de Lucas la relación entre el Espíritu
Santo y nuestra Madre.

8.1. LA LLENA DEL ESPÍRITU SANTO


Lc 1,35.41.46-47: muestra a María llena del Espíritu Santo.
 María está bajo el poder del Espíritu Santo y la rodea por todas partes, está
cubierta por el Amor de Dios.
 María contagia de Espíritu en su visita a la pariente.
 María hace oración guiada por el Espíritu Santo.
 Ella es la llena del Espíritu Santo, tiene su poder y su unción, por eso todo lo que
hace está lleno de Dios.

8.2. LA TESTIGO DEL ESPÍRITU SANTO

Lc 1,67: Aquí está presente María viendo y escuchando la oración de Zacarías.


Lc 2,16-19: María ve y escucha los relatos de los pastores y todo lo medita en el corazón.
Ve lo que hace el Espíritu y se sorprende por ello.
Lc 2,25-32: María ve y escucha a Simeón que hace las cosas y ora en el Espíritu Santo.
María ve al Espíritu haciendo cosas maravillosas.
Lc 2,36-38: María ve y escucha a la profetisa Ana, quien en guiada
por el Espíritu de Dios.
Lc 2,52: María ve crecer a Jesús en estatura, en estatura y en
gracia ante Dios y ante los hombres.
Lc 2,19.33.51: María medita, ora los acontecimientos que le ocurren.
Hch 1,14-15; 2,1: María está presente en la comunidad de
discípulos que viven con la expectativa del Espíritu Santo y el día de
Pentecostés ella está presente.

CONCLUSIONES
 Nuestra Madre María tuvo una fuerte experiencia del Espíritu Santo.
 Desde la encarnación hasta Pentecostés, María aparece como la llena del Espíritu
y la testigo de su acción.
24
 Las acciones del Espíritu (o intervenciones de Dios en la historia de María y del
pueblo) son meditadas por María.
 Por tal motivo, María es reconocida como la Esposa del Espíritu Santo.

9. ENCARNAR LA PALABRA COMO MARÍA

INTRODUCCIÓN
 Vamos a mirar Lc 1,38-56 para mirar las características de las personas que
encarnan la Palabra de Dios como lo hace nuestra Madre María.
 María disponible a la Palabra de Dios (como lo dice Lc 1,38) emprende un camino
que nos enseña varios elementos de disponibilidad y compromiso con Dios y con
los hermanos.

9.1. CORRE CON PRONTITUD PARA SERVIR A SU PARIENTE

Lc 1,39 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a
una ciudad de Judá;
 Una vez que María encarna la Palabra en su corazón y en sus entrañas, sale a
servir a su pariente Isabel que se encuentra en cinta desde hace seis meses.

9.2. CONTAGIA DE PAZ Y ESPÍRITU SANTO

Lc 1,40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Y sucedió que, en cuanto oyó
Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de
Espíritu Santo;
 El saludo de María (Shalom) a su prima Isabel hace que quede llena del Espíritu
Santo.

9.3. SABE RECIBIR ELOGIOS Y BENDICIONES

Lc 1,42 y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu seno; 43 y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque, apenas
llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. 45 ¡Feliz la que ha
creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
 María no rechaza las bendiciones y los elogios de su prima Isabel. Sabe recibir con
humildad para tomar conciencia de las bendiciones divinas.

9.4. ALABA A DIOS DESDE LA REALIDAD

Lc 1,46 Y dijo María:


«Engrandece mi alma al Señor ,47y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador 48porque ha
puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada, 49porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso,
Santo es su nombre 50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le
temen. (Alabanza a Dos por lo que Él es y por lo que hace en María)
25
51
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.
52
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. 53A los hambrientos
colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. (Contemplación de las acciones de Dios a
favor de los marginados)
54
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia 55 - como había anunciado a
nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.» (Contemplar la
fidelidad de Dios a con el pueblo)
 La oración de María tiene tres estrofas o secciones que nos muestran la calidad de
la oración de nuestra Madre.
 La primera estrofa (v.v.46-50) es la alabanza a Dios por las acciones que realiza a
favor de María.
 La segunda estrofa (v.v.51-53) es el reconocimiento del las acciones de Dios a
favor de los marginados y más necesitados.
 La tercera estrofa (v.v.54-55) es el reconocimiento de la fidelidad de Dios con su
pueblo al cumplir las promesas.

9.5. SE QUEDA A SERVIR HASTA EL FINAL

Lc 1,56 María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
 María se queda con Isabel hasta el final, hasta que termina el servicio. María no
abandona el servicio a su prima aunque se hubieran podido presentar dificultades.

CONCLUSIONES
 Una vez que se encarna la Palabra (a Jesucristo) se desencadenan
comportamientos que se vuelven testimonio de la vida en Cristo.
 María encarna la Palabra en el corazón y en su ser. El cristiano debe encarnar a
Jesucristo en su vida y actuar en consecuencia.
26

10. MARÍA NUESTRA MADRE

INTRODUCCIÓN:
 En la comunidad – familia que Jesús quiere nos ha donado a su madre María para
que nos ayude a caminar constantemente en la relación de intimidad con Él y para
que la acojamos como Madre nuestra.

10.1. AHÍ TIENES A TU HIJO

 En el momento en que Jesús vive la escena dramática de la pasión y muerte en la


cruz, se presenta una escena conmovedora y comprometedora. “Cuando vio Jesús
a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
‘Mujer, he ahí tu hijo”. (Jn 19,26)
 Es maravilloso descubrir que el discípulo amado (que somos nosotros) queda bajo
la protección de la madre de Jesús. La responsabilidad de María es cuidarnos,
acompañarnos, educarnos y amarnos como a su hijo Jesucristo.
 La misma madre de nuestro salvador que acompañó a Jesucristo desde las bodas
en Caná hasta la muerte en la cruz, ahora nos acompaña a nosotros para que
vivamos con ella la manifestación de la gloria de Dios de comienzo a fin y nos
conduce a vivir en intimidad con su Hijo.

10.2. AHÍ TIENES A TU MADRE

“Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió
en su casa”. (Jn 19,27)

 El discípulo amado que ha sido fiel a su Maestro, no se queda solo: queda bajo la
protección de María, es acompañado por ella y la recibe como Madre. El discípulo
debe recibir a María como Madre personal, cercana, y con misiones
encomendadas por Jesucristo para nuestro beneficio.
 La herencia que nos dejó Jesucristo en la cruz es a María, que debe ser recibida
como nuestra Madre y acompañante en la vida.
 Recibir a María como Madre es el mandato que Jesucristo deja al discípulo amado.

CONCLUSIONES
 María es nuestra Madre que nos acompaña a vivir en
intimidad con Jesucristo, nos muestra el rostro
femenino de Dios y nos cuida como a su propio hijo.
 María es don – herencia y es parte de la fidelidad a
Jesucristo.
 Nos enseña a mirar constantemente a su corazón,
porque allí habita Jesucristo.
 De tal manera que María “ruega por nosotros tus hijos,
ahora y en la hora de nuestra pascua”.
27

11. LA INTERCESIÓN DE MARÍA

INTRODUCCIÓN:
 En el Nuevo Testamento encontramos que el único mediador entre Dios Padre y la
humanidad, al mismo a tiempo que entre la humanidad redimida y Dios Padre es
Jesucristo. En los siguientes textos bíblicos encontramos con claridad y detalles el
fundamento de la afirmación anterior (cf. 1 Tim 2,5; Fil 2,5-7).
 Sin embargo, podemos interceder al estar unidos a Jesucristo. María está unida a
Jesús y por eso puede interceder con Él.

11.1. "YA NO TIENEN VINO” Jn 2,3

En las Bodas de Caná que podemos contemplar en Jn 2,1-12 y más concretamente en la


afirmación que María hace a Jesús: "No tiene vino", fundamentamos la intercesión de
nuestra Madre. Miremos algunas implicaciones de esa afirmación:
 María plantea el problema a Jesús, no aconseja posibles soluciones, sino que deja en
libertad a Dios para que obre de acuerdo a su voluntad. La intercesión no consiste en
decirle a Dios lo que debe hacer según nuestra voluntad, sino que plantea el problema
y deja que Él actúe con libertad.
 María espera confiada en Jesús. La intercesión consiste en confiar positiva y
esperanzadora la respuesta amorosa de Dios.
 Otra actitud de María es que se deja sorprender por Dios. Sorprenderse ante al actuar
de Dios es la actitud propia del adorador, del niño, del genio, del ser humano que vive
cada día como el último, teniendo en cuenta en toda la voluntad de nuestro Padre.
 Sorprenderse ante lo que Dios hace por nosotros nos lleva a vivir agradecidos con
nuestro Padre, con una alabanza en nuestros labios, con un anuncio gozoso del amor
de Dios y con el testimonio para compartir con todos lo que tenemos alrededor.

11.2. "HAGAN TODO LO QUE ÉL LES DIGA” Jn 2,5 (cfr. Gn 41,55)

Nuestra Madre se dirige a los servidores humildes, que son capaces de ver el agua
convertida en vino, una hermosa invitación: "hagan todo lo que Él les diga". Veamos
algunas implicaciones:
Coloque su vida (hambre y sed) en Jesús: coloquen sus necesidades y proyectos en las
manos de Jesucristo.
 María señala que el camino es Jesús. No existe ningún otro camino a la solución de
nuestras necesidades.
 Nuestra Madre pide la obediencia a su Hijo para que hagamos su voluntad

CONCLUSIONES
 María es el ejemplo de obediencia y disponibilidad a Dios.
 Se deja sorprender por Dios ante sus peticiones.
 Único es nuestro Mediador según la palabra del Apóstol "Porque uno es Dios y uno el
Mediador de Dios y de los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se entregó a Sí
mismo como precio de rescate por todos" (1 Tim., 2,5-6). Pero la misión maternal de
María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece ni disminuye esta única
mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico
28
de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres no es exigido por ninguna ley,
sino que nace del Divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo,
se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su
virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.
(L.G. 60)

12. CONCLUSIONES

El repaso que hemos hecho a los fundamentos bíblicos de la Mariología nos permiten
ahora sacar algunas conclusiones generales:

PRIMERO. A primera vista puede aparecer más bien escaso el material que nos ofrece la
Biblia sobre María. Sin embargo, después de un detenido examen de los textos,
comprobamos que es suficientemente rico y variado. No era fácil suponer, antes de
comprobarlo, que la Sagrada Escritura pudiera ofrecernos tantos y variados rasgos de la
semblanza espiritual de María.

SEGUNDO. El N.T. adquiere una comprensión de María a la luz del Antiguo. Y esto no es
de extrañar puesto que los autores del N.T. son judíos y expresan su fe con el recurso a
los materiales que les suministra su formación cultural veterotestamentaria. Así María es
vista como la encarnación del nuevo pueblo mesiánico (Hija de Sión), como el nuevo
templo (Arca de la Alianza), como la nueva representación de los pobres-piadosos de
Israel, etc.

TERCERO. En el Nuevo Testamento destaca la caracterización de María como la fiel


oyente de la Palabra de Dios y modelo de creyentes. Incluso el privilegio singular de su
maternidad biológica sobre Jesús está condicionado
a su fe, y es por esto, y no por aquella, por lo que
María entra a formar parte de la familia escatológica
de Jesús.

CUARTO. Por lo dicho se ve claro que María siempre


aparece en la Biblia en contextos Cristológicos. Su
asociación al misterio de Jesucristo y, a través de él,
al de la Iglesia es una constante bíblica. El lector por
sí solo podrá tematizar estas ideas repasando los
diversos títulos que la Sagrada Escritura da a María.

QUINTO. Espero que el estudio de esta unidad haya


podido convencer a ustedes de la absoluta necesidad
de recuperar las aportaciones bíblicas sobre María
para una auténtica formación Mariana. Sería
sobremanera empobrecedor que la devoción Mariana
del pueblo cristiano perdiera tanta riqueza.
29

ANEXO: MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA Y MEDIADORA DE LA GRACIA


Catequesis de Juan Pablo II

Presencia de María en el origen de la Iglesia


Catequesis de Juan Pablo II (6-IX-95) 1

1. Después de haberme dedicado en las anteriores catequesis a profundizar la identidad y


la misión de la Iglesia, siento ahora la necesidad de dirigir la mirada hacia la santísima
Virgen, que vivió perfectamente la santidad y constituye su modelo.
Es lo mismo que hicieron los padres del concilio Vaticano II: después de haber expuesto
la doctrina sobre la realidad histórico-salvífica del pueblo de Dios, quisieron completarla
con la ilustración del papel de María en la obra de la salvación. En efecto, el capítulo VIII
de la constitución conciliar Lumen gentium tiene como finalidad no sólo subrayar el valor
eclesiológico de la doctrina mariana, sino también iluminar la contribución que la figura de
la santísima Virgen ofrece a la comprensión del misterio de la Iglesia.

2. Antes de exponer el itinerario mariano del Concilio, deseo dirigir una mirada
contemplativa a María, tal como, en el origen de la Iglesia, la describen los Hechos de los
Apóstoles. San Lucas, al comienzo de este escrito neotestamentario que presenta la vida
de la primera comunidad cristiana, después de haber recordado uno por uno los nombres
de los Apóstoles (Hch 1,13), afirma: «Todos ellos perseveraban en la oración, con un
mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus
hermanos» (Hch 1,14).
En este cuadro destaca la persona de María, la única a quien se recuerda con su propio
nombre, además de los Apóstoles. Ella representa un rostro de la Iglesia diferente y
complementario con respecto al ministerial o jerárquico.

3. En efecto, la frase de Lucas se refiere a la presencia, en el cenáculo, de algunas


mujeres, manifestando así la importancia de la contribución femenina en la vida de la
Iglesia, ya desde los primeros tiempos. Esta presencia se pone en relación directa con la
perseverancia de la comunidad en la oración y con la concordia. Estos rasgos expresan
perfectamente dos aspectos fundamentales de la contribución específica de las mujeres a
la vida eclesial. Los hombres, más propensos a la actividad externa, necesitan la ayuda
de las mujeres para volver a las relaciones personales y progresar en la unión de los
corazones.
«Bendita tú entre las mujeres» (Lc 1,42), María cumple de modo eminente esta misión
femenina. ¿Quién, mejor que María, impulsa en todos los creyentes la perseverancia en la
oración? ¿Quién promueve, mejor que ella, la concordia y el amor?
Reconociendo la misión pastoral que Jesús había confiado a los Once, las mujeres del
cenáculo, con María en medio de ellas, se unen a su oración y, al mismo tiempo,
testimonian la presencia en la Iglesia de personas que, aunque no hayan recibido una
misión, son igualmente miembros, con pleno título, de la comunidad congregada en la fe
en Cristo.

1
[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 8-IX-95]
Tomado de http://www.franciscanos.org/jpabloII/jpiimediadora.html
30
4. La presencia de María en la comunidad, que orando espera la efusión del Espíritu (cf.
Hch 1,14), evoca el papel que desempeñó en la encarnación del Hijo de Dios por obra del
Espíritu Santo (cf. Lc 1,35). El papel de la Virgen en esa fase inicial y el que desempeña
ahora, en la manifestación de la Iglesia en Pentecostés, están íntimamente vinculados.
La presencia de María en los primeros momentos de vida de la Iglesia contrasta de modo
singular con la participación bastante discreta que tuvo antes, durante la vida pública de
Jesús. Cuando el Hijo comienza su misión, María permanece en Nazaret, aunque esa
separación no excluye algunos contactos significativos, como en Caná, y, sobre todo, no
le impide participar en el sacrificio del Calvario.
Por el contrario, en la primera comunidad el papel de María cobra notable importancia.
Después de la ascensión, y en espera de Pentecostés, la Madre de Jesús está presente
personalmente en los primeros pasos de la obra comenzada por el Hijo.

5. Los Hechos de los Apóstoles ponen de relieve que María se encontraba en el cenáculo
«con los hermanos de Jesús» (Hch 1,14), es decir, con sus parientes, como ha
interpretado siempre la tradición eclesial. No se trata de una reunión de familia, sino del
hecho de que, bajo la guía de María, la familia natural de Jesús pasó a formar parte de la
familia espiritual de Cristo: «Quien cumpla la voluntad de Dios -había dicho Jesús-, ése es
mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34).
En esa misma circunstancia, Lucas define explícitamente a María «la madre de Jesús»
(Hch 1,14), como queriendo sugerir que algo de la presencia de su Hijo elevado al cielo
permanece en la presencia de la madre. Ella recuerda a los discípulos el rostro de Jesús y
es, con su presencia en medio de la comunidad, el signo de la fidelidad de la Iglesia a
Cristo Señor.
El título de Madre, en este contexto, anuncia la actitud de diligente cercanía con la que la
Virgen seguirá la vida de la Iglesia. María le abrirá su corazón para manifestarle las
maravillas que Dios omnipotente y misericordioso obró en ella.
Ya desde el principio María desempeña su papel de Madre de la Iglesia: su acción
favorece la comprensión entre los Apóstoles, a quienes Lucas presenta con un mismo
espíritu y muy lejanos de las disputas que a veces habían surgido entre ellos.
Por último, María ejerce su maternidad con respecto a la
comunidad de creyentes no sólo orando para obtener a la Iglesia
los dones del Espíritu Santo, necesarios para su formación y su
futuro, sino también educando a los discípulos del Señor en la
comunión constante con Dios.
Así, se convierte en educadora del pueblo cristiano en la oración
y en el encuentro con Dios, elemento central e indispensable
para que la obra de los pastores y los fieles tenga siempre en el
Señor su comienzo y su motivación profunda.

6. Estas breves consideraciones muestran claramente que la


relación entre María y la Iglesia constituye una relación
fascinante entre dos madres. Ese hecho nos revela nítidamente
la misión materna de María y compromete a la Iglesia a buscar
siempre su verdadera identidad en la contemplación del rostro de
la Theotókos.
31
María, Madre de la Iglesia
Catequesis de Juan Pablo II (17-IX-97)2

1. El concilio Vaticano II, después de haber proclamado a María «miembro muy


eminente», «prototipo» y «modelo» de la Iglesia, afirma: «La Iglesia católica, instruida por
el Espíritu Santo, la honra como a madre amantísima con sentimientos de piedad filial»
(Lumen gentium, 53).
A decir verdad, el texto conciliar no atribuye explícitamente a la Virgen el título de «Madre
de la Iglesia», pero enuncia de modo irrefutable su contenido, retornando una declaración
que hizo, hace más de dos siglos, en el año 1748, el Papa Benedicto XIV (Bullarium
romanum, serie 2, t. 2, n. 61, p. 428).
En dicho documento, mi venerado predecesor, describiendo los sentimientos filiales de la
Iglesia, que reconoce en María a su madre amantísima, la proclama, de modo indirecto,
Madre de la Iglesia.

2. El uso de dicho apelativo en el pasado ha sido más bien raro, pero recientemente se ha
hecho más común en las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y en la piedad del
pueblo cristiano. Los fieles han invocado a María ante todo con los títulos de «Madre de
Dios», «Madre de los fieles» o «Madre nuestra», para subrayar su relación personal con
cada uno de sus hijos.
Posteriormente, gracias a la mayor atención dedicada al misterio de la Iglesia y a las
relaciones de María con ella, se ha comenzado a invocar más frecuentemente a la Virgen
como «Madre de la Iglesia».
La expresión está presente, antes del concilio Vaticano II, en el magisterio del Papa León
XIII, donde se afirma que María ha sido «con toda verdad madre de la Iglesia» (Acta
Leonis XIII, 15, 302). Sucesivamente, el apelativo ha sido utilizado varias veces en las
enseñanzas de Juan XXIII y de Pablo VI.

3. El título de «Madre de la Iglesia», aunque se ha atribuido tarde a María, expresa la


relación materna de la Virgen con la Iglesia, tal como la ilustran ya algunos textos del
Nuevo Testamento.
María, ya desde la Anunciación, está llamada a dar su consentimiento a la venida del
reino mesiánico, que se cumplirá con la formación de la Iglesia.
María, en Caná, al solicitar a su Hijo el ejercicio del poder mesiánico, da una contribución
fundamental al arraigo de la fe en la primera comunidad de los discípulos y coopera a la
instauración del reino de Dios, que tiene su «germen» e «inicio» en la Iglesia (cf. Lumen
gentium, 5).
En el Calvario María, uniéndose al sacrificio de su Hijo, ofrece a la obra de la salvación su
contribución materna, que asume la forma de un parto doloroso, el parto de la nueva
humanidad.
Al dirigirse a María con las palabras «Mujer, ahí tienes a tu hijo», el Crucificado proclama
su maternidad no sólo con respecto al apóstol Juan, sino también con respecto a todo
discípulo. El mismo Evangelista, afirmando que Jesús debía morir «para reunir en uno a
los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52), indica en el nacimiento de la Iglesia
el fruto del sacrificio redentor, al que María está maternalmente asociada.
El evangelista san Lucas habla de la presencia de la Madre de Jesús en el seno de la
primera comunidad de Jerusalén (cf. Hch 1,14). Subraya, así, la función materna de María
2
[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 19-IX-97]
Tomado de http://www.franciscanos.org/jpabloII/jpiimediadora.html
32
con respecto a la Iglesia naciente, en analogía con la que tuvo en el nacimiento del
Redentor. Así, la dimensión materna se convierte en elemento fundamental de la relación
de María con respecto al nuevo pueblo de los redimidos.

4. Siguiendo la sagrada Escritura, la doctrina patrística reconoce la maternidad de María


respecto a la obra de Cristo y, por tanto, de la Iglesia, si bien en términos no siempre
explícitos.
Según san Ireneo, María «se ha convertido en causa de salvación para todo el género
humano» (Adv. haer., III, 22, 4: PG 7, 959), y el seno puro de la Virgen «vuelve a
engendrar a los hombres en Dios» (Adv. haer., IV, 33, 11: PG 7, 1.080). Le hacen eco san
Ambrosio, que afirma: «Una Virgen ha engendrado la salvación del mundo, una Virgen ha
dado la vida a todas las cosas» (Ep. 63, 33: PL 16, 1.198); y otros Padres, que llaman a
María «Madre de la salvación» (Severiano de Gabala, Or. 6 de mundi creatione, 10: PG
54, 4; Fausto de Riez, Max Bibl. Patrum VI, 620-621).
En el medievo, san Anselmo se dirige a María con estas palabras: «Tú eres la madre de
la justificación y de los justificados, la madre de la reconciliación y de los reconciliados, la
madre de la salvación y de los salvados» (Or. 52, 8: PL 158, 957), mientras que otros
autores le atribuyen los títulos de «Madre de la gracia» y «Madre de la vida».

5. El título «Madre de la Iglesia» refleja, por tanto, la profunda convicción de los fieles
cristianos, que ven en María no sólo a la madre de la persona de Cristo, sino también de
los fieles. Aquella que es reconocida como madre de la salvación, de la vida y de la
gracia, madre de los salvados y madre de los vivientes, con todo derecho es proclamada
Madre de la Iglesia.
El Papa Pablo VI habría deseado que el mismo concilio
Vaticano II proclamase a «María, Madre de la Iglesia, es
decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles
como de los pastores». Lo hizo él mismo en el discurso de
clausura de la tercera sesión conciliar (21 de noviembre de
1964), pidiendo, además, que, «de ahora en adelante, la
Virgen sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano
con este gratísimo título» (AAS 56 [1964], 37).
De este modo, mi venerado predecesor enunciaba
explícitamente la doctrina ya contenida en el capítulo VIII de
la Lumen gentium, deseando que el título de María, Madre de
la Iglesia, adquiriese un puesto cada vez más importante en
la liturgia y en la piedad del pueblo cristiano.
33
La intercesión celestial de la Madre de la divina gracia
Catequesis de Juan Pablo II (24-IX-97)3

1. María es madre de la humanidad en el orden de la gracia. El concilio Vaticano II


destaca este papel de María, vinculándolo a su cooperación en la redención de Cristo.
Ella, «por decisión de la divina Providencia, fue en la tierra la excelsa Madre del divino
Redentor, la compañera más generosa de todas y la humilde esclava del Señor» (Lumen
gentium, 61).
Con estas afirmaciones, la constitución Lumen gentium pretende poner de relieve, como
se merece, el hecho de que la Virgen estuvo asociada íntimamente a la obra redentora de
Cristo, haciéndose «la compañera» del Salvador «más generosa de todas».
A través de los gestos de toda madre, desde los más sencillos hasta los más arduos,
María coopera libremente en la obra de la salvación de la humanidad, en profunda y
constante sintonía con su divino Hijo.

2. El Concilio pone de relieve también que la cooperación de María estuvo animada por
las virtudes evangélicas de la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad, y se realizó bajo
el influjo del Espíritu Santo. Además, recuerda que precisamente de esa cooperación le
deriva el don de la maternidad espiritual universal: asociada a Cristo en la obra de la
redención, que incluye la regeneración espiritual de la humanidad, se convierte en madre
de los hombres renacidos a vida nueva.
Al afirmar que María es «nuestra madre en el orden de la gracia» (ib.), el Concilio pone de
relieve que su maternidad espiritual no se limita solamente a los discípulos, como si se
tuviese que interpretar en sentido restringido la frase pronunciada por Jesús en el
Calvario: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26). Efectivamente, con estas palabras el
Crucificado, estableciendo una relación de intimidad entre María y el discípulo predilecto,
figura tipológica de alcance universal, trataba de ofrecer a su madre como madre a todos
los hombres.
Por otra parte, la eficacia universal del sacrificio redentor y la cooperación consciente de
María en el ofrecimiento sacrificial de Cristo, no tolera una limitación de su amor materno.
Esta misión materna universal de María se ejerce en el contexto de su singular relación
con la Iglesia. Con su solicitud hacia todo cristiano, más aún, hacia toda criatura humana,
ella guía la fe de la Iglesia hacia una acogida cada vez más profunda de la palabra de
Dios, sosteniendo su esperanza, animando su caridad y su comunión fraterna, y
alentando su dinamismo apostólico.

3. María, durante su vida terrena, manifestó su maternidad espiritual hacia la Iglesia por
un tiempo muy breve. Sin embargo, esta función suya asumió todo su valor después de la
Asunción, y está destinada a prolongarse en los siglos hasta el fin del mundo. El Concilio
afirma expresamente: «Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la
gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin
vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos»
(Lumen gentium, 62).
Ella, tras entrar en el reino eterno del Padre, estando más cerca de su divino Hijo y, por
tanto, de todos nosotros, puede ejercer en el Espíritu de manera más eficaz la función de
intercesión materna que le ha confiado la divina Providencia.

3
[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 26-IX-97]
Tomado de http://www.franciscanos.org/jpabloII/jpiimediadora.html
34
4. El Padre ha querido poner a María cerca de Cristo y en comunión con él, que puede
«salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para
interceder en su favor» (Hb 7,25): a la intercesión sacerdotal del Redentor ha querido unir
la intercesión maternal de la Virgen. Es una función que ella ejerce en beneficio de
quienes están en peligro y tienen necesidad de favores temporales y, sobre todo, de la
salvación eterna: «Con su amor de madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía
peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz. Por eso la
santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora,
Socorro, Mediadora» (Lumen gentium,62).
Estos apelativos, sugeridos por la fe del pueblo cristiano, ayudan a comprender mejor la
naturaleza de la intervención de la Madre del Señor en la vida de la Iglesia y de cada uno
de los fieles.

5. El título de «Abogada» se remonta a san Ireneo. Tratando de la desobediencia de Eva


y de la obediencia de María, afirma que en el momento de la Anunciación «la Virgen
María se convierte en Abogada» de Eva (Adv. haer. V, 19, 1: PG VII, 1.175-1.176).
Efectivamente, con su «sí» defendió y liberó a la progenitora de las consecuencias de su
desobediencia, convirtiéndose en causa de salvación para ella y para todo el género
humano.
María ejerce su papel de «Abogada», cooperando tanto con el Espíritu Paráclito como con
Aquel que en la cruz intercedía por sus perseguidores (cf. Lc 23,34) y al que Juan llama
nuestro «abogado ante el Padre» (cf. 1 Jn 2,1). Como madre, ella defiende a sus hijos y
los protege de los daños causados por sus mismas culpas.
Los cristianos invocan a María como «Auxiliadora», reconociendo su amor materno, que
ve las necesidades de sus hijos y está dispuesto a intervenir en su ayuda, sobre todo
cuando está en juego la salvación eterna.
La convicción de que María está cerca de cuantos sufren o se hallan en situaciones de
peligro grave, ha llevado a los fieles a invocarla como «Socorro». La misma confiada
certeza se expresa en la más antigua oración mariana con las palabras: «Bajo tu amparo
nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en
nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y
bendita» (Breviario romano).
Como mediadora maternal, María presenta a Cristo
nuestros deseos, nuestras súplicas, y nos transmite los
dones divinos, intercediendo continuamente en nuestro
favor.
35

ANEXO: MARÍA EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO,


NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"

I CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO ...

484 La anunciación a María inaugura "la plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4), es decir, el
cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel
en quien habitará "corporalmente la plenitud de la divinidad" (Col 2, 9). La respuesta
divina a su "¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?" (Lc 1, 34) se dio mediante
el poder del Espíritu: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti" (Lc 1, 35).
485 La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El Espíritu
Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina,
él que es "el Señor que da la vida", haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en
una humanidad tomada de la suya.
486 El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María,
es "Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo, desde el principio de su existencia
humana, aunque su manifestación no tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores,
a los magos, a Juan Bautista, a los discípulos. Por tanto, toda la vida de Jesucristo
manifestará "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38).

II ... NACIDO DE LA VIRGEN MARÍA

487 Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo,
pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo.

La predestinación de María
488 "Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero para "formarle un cuerpo" quiso la libre
cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la
Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a "una
virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la
virgen era María" (Lc 1, 26-27):
El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada
a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la
muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida.
489 A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la misión
de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia,
recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno y la de ser la
Madre de todos los vivientes. En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de
su edad avanzada. Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por
impotente y débil para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel,
Débora, Rut, Judit y Ester, y muchas otras mujeres. María "sobresale entre los humildes y
los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen.
Finalmente, con ella, excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se
cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación".
36
La Inmaculada Concepción
490 Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de
una misión tan importante" El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda
como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe
al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia
de Dios.
491 A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María "llena de gracia"
por Dios había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la
Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: ... la bienaventurada
Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer
instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en
atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano.
492 Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue "enriquecida
desde el primer instante de su concepción", le viene toda entera de Cristo: ella es
"redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". El Padre la ha
"bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef 1, 3)
más que a ninguna otra persona creada. El la ha "elegido en él, antes de la creación del
mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor" (Ef 1, 4).
493 Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa"
("Panaghia"), la celebran "como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por
el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura". Por la gracia de Dios, María ha
permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.

"Hágase en mí según tu palabra..."


494 Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin conocer varón, por la virtud
del Espíritu Santo, María respondió por "la obediencia de la fe" (Rm 1, 5), segura de que
"nada hay imposible para Dios": "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu
palabra" (Lc 1, 37-38). Así dando su consentimiento a la
palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y,
aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación,
sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma
por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en
su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de
la Redención : Ella, en efecto, como dice san Ireneo, "por su
obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el
género humano". Por eso, no pocos Padres antiguos, en su
predicación, coincidieron con él en afirmar: "el nudo de la
desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo
que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen
María por su fe". Comparándola con Eva, llaman a María
’Madre de los vivientes’ y afirman con mayor frecuencia: "la
muerte vino por Eva, la vida por María".

La maternidad divina de María


495 Llamada en los evangelios "la Madre de Jesús" (Jn 2, 1; 19, 25), María es aclamada
bajo el impulso del Espíritu como "la madre de mi Señor" desde antes del nacimiento de
su hijo (Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu
Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo
37
eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que
María es verdaderamente Madre de Dios ["Theotokos"].

La virginidad de María
496 Desde las primeras formulaciones de la fe, la Iglesia ha confesado que Jesús fue
concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo,
afirmando también el aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido "absque
semine ex Spiritu Sancto", esto es, sin semilla de varón, por obra del Espíritu Santo. Los
Padres ven en la concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el
que ha venido en una humanidad como la nuestra: Así, san Ignacio de Antioquía
(comienzos del siglo II): "Estáis firmemente convencidos acerca de que nuestro Señor es
verdaderamente de la raza de David según la carne, Hijo de Dios según la voluntad y el
poder de Dios, nacido verdaderamente de una virgen... Fue verdaderamente clavado por
nosotros en su carne bajo Poncio Pilato... padeció verdaderamente, como también
resucitó verdaderamente".
497 Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que
sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas: "Lo concebido en ella viene del
Espíritu Santo", dice el ángel a José a propósito de María, su desposada (Mt 1, 20). La
Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías: "He
aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo".
498 A veces ha desconcertado el silencio del Evangelio de san Marcos y de las cartas del
Nuevo Testamento sobre la concepción virginal de María. También se ha podido plantear
si no se trataría en este caso de leyendas o de construcciones teológicas sin pretensiones
históricas. A lo cual hay que responder: la fe en la concepción virginal de Jesús ha
encontrado viva oposición, burlas o incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y
paganos; no ha tenido su origen en la mitología pagana ni en una adaptación de las ideas
de su tiempo. El sentido de este misterio no es accesible más que a la fe que lo ve en ese
"nexo que reúne entre sí los misterios", dentro del conjunto de los Misterios de Cristo,
desde su Encarnación hasta su Pascua. San Ignacio de Antioquía da ya testimonio de
este vínculo: "El príncipe de este mundo ignoró la virginidad de María y su parto, así como
la muerte del Señor: tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios".

María, la "siempre Virgen"


499 La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar
la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre.
En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su
madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la
"Aeiparthenos", la "siempre-virgen".
500 A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos
hermanos y hermanas de Jesús. La Iglesia siempre ha
entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la
Virgen María; en efecto, Santiago y José "hermanos de Jesús"
(Mt 13, 55) son los hijos de una María discípula de Cristo que
se designa de manera significativa como "la otra María" (Mt
28, 1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una
expresión conocida del Antiguo Testamento.
501 Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad
espiritual de María se extiende a todos los hombres, a los
cuales El vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al que Dios
38
constituyó el mayor de muchos hermanos (Rm 8, 29), es decir, de los creyentes, a cuyo
nacimiento y educación colabora con amor de madre".

La maternidad virginal de María en el designio de Dios


502 La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones
misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una
virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo
como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres.
503 La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación.
Jesús no tiene como Padre más que a Dios. "La naturaleza humana que ha tomado no le
ha alejado jamás de su Padre...; consubstancial con su Padre en la divinidad,
consubstancial con su Madre en nuestra humanidad, pero propiamente Hijo de Dios en
sus dos naturalezas".
504 Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque
él es el Nuevo Adán que inaugura la nueva creación: "El primer hombre, salido de la
tierra, es terreno; el segundo viene del cielo" (1 Co 15, 47). La humanidad de Cristo,
desde su concepción, está llena del Espíritu Santo porque Dios "le da el Espíritu sin
medida" (Jn 3, 34). De "su plenitud", cabeza de la humanidad redimida, "hemos recibido
todos gracia por gracia" (Jn 1, 16).
505 Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los
hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. "¿Cómo será eso?" (Lc 1, 34) . La
participación en la vida divina no nace "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de
hombre, sino de Dios" (Jn 1, 13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es
dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con relación a
Dios se lleva a cabo perfectamente en la maternidad virginal de María.
506 María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe "no adulterada por duda
alguna" y de su entrega total a la voluntad de Dios. Su fe es la que le hace llegar a ser la
madre del Salvador: "Beatior est Maria percipiendo fidem Christi quam concipiendo
carnem Christi" ("Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir
en su seno la carne de Cristo").
507 María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización
de la Iglesia: "La Iglesia se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya
que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos
concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda
íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo".

"Alégrate, llena de gracia"


721 María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión
del Hijo y del Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio
de Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en
donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos
textos sobre la sabiduría, la tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con
relación a María: María es cantada y representada en la Liturgia como el "Trono de la
Sabiduría".
En ella comienzan a manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en
Cristo y en la Iglesia:
722 El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de gracia"
la madre de Aquel en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2,
9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las
39
criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el
ángel Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate". Cuando ella lleva en sí al Hijo
eterno, hace subir hasta el cielo con su cántico al Padre, en el Espíritu Santo, la acción de
gracias de todo el Pueblo de Dios y por tanto de la Iglesia.
723 En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen
concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte
en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe.
724 En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre
hecho Hijo de la Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía
definitiva: llena del Espíritu Santo, presenta al Verbo en la
humildad de su carne dándolo a conocer a los pobres y a las
primicias de las naciones.
725 En fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a
poner en Comunión con Cristo a los hombres "objeto del amor
benevolente de Dios", y los humildes son siempre los primeros
en recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los
esposos de Caná y los primeros discípulos.
725 Al término de esta Misión del Espíritu, María se convierte
en la "Mujer", nueva Eva "madre de los vivientes", Madre del
"Cristo total". Así es como ella está presente con los Doce, que
"perseveraban en la oración, con un mismo espíritu" (Hch 1,
14), en el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va
a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación
de la Iglesia.

MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA

963 Después de haber hablado de la función de la Virgen María en el Misterio de Cristo y


del Espíritu, conviene considerar ahora su lugar en el Misterio de la Iglesia. "Se la
reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor... más aún, ’es
verdaderamente la madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que
nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza’" "...María, Madre de
Cristo, Madre de la Iglesia".

I LA MATERNIDAD DE MARÍA RESPECTO DE LA IGLESIA

Totalmente unida a su Hijo...


964 La función de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo,
deriva directamente de ella. "Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación
se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte". Se
manifiesta particularmente en la hora de su pasión: La Bienaventurada Virgen avanzó en
la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por
voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio
con corazón de madre que, llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su
Hijo como víctima. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al
discípulo con estas palabras: ’Mujer, ahí tienes a tu hijo’ (Jn 19, 26-27).
965 Después de la Ascensión de su Hijo, María "estuvo presente en los comienzos de la
Iglesia con sus oraciones". Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, "María pedía
40
con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su
sombra".

... también en su Asunción...


966 "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado
original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
celestial y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más
plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte". La
Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección
de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos:
En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de
Dios. Te trasladaste a la vida porque eres Madre de la Vida, y con tu intercesión salvas de
la muerte nuestras almas.

... ella es nuestra Madre en el orden de la gracia


967 Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda
moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la
caridad. Por eso es "miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia", incluso
constituye "la figura" ["typus"] de la Iglesia.
968 Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos.
"Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza y
ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es
nuestra Madre en el orden de la gracia".
969 "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el
consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la
cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su
asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos
con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna... Por eso la Santísima Virgen
es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora".
970 "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o
hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto,
todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres... brota de la
sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente
de ella y de ella saca toda su eficacia". "Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el
mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de
Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el
pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se
difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así
también la única mediación del Redentor no excluye, sino que
suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa
de la única fuente".

II EL CULTO A LA SANTÍSIMA VIRGEN


971 "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc
1, 48): "La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un
elemento intrínseco del culto cristiano". La Santísima Virgen
"es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y,
en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la
Santísima Virgen con el título de ’Madre de Dios’, bajo cuya
41
protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades... Este
culto... aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se
da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy
poderosamente"; encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de
Dios y en la oración mariana, como el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio".

ANEXO: EXHORTACIÓN APOSTÓLICA MARIALIS CULTUS


Pablo VI (1974)

POR UNA RENOVACIÓN DE LA PIEDAD MARIANA.

24. Pero el mismo Concilio Vaticano II exhorta a promover, junto al culto litúrgico, otras
formas de piedad, sobre todo las recomendadas por el Magisterio 4. Sin embargo, como es
bien sabido, la veneración de los fieles hacia la Madre de Dios ha tomado formas diversas
según las circunstancias de lugar y tiempo, la distinta sensibilidad de los pueblos y su
diferente tradición cultural. Así resulta que las formas en
que se manifiesta dicha piedad, sujetas al desgaste del
tiempo, parecen necesitar una renovación que permita
sustituir en ellas los elementos caducos, dar valor a los
perennes e incorporar los nuevos datos doctrinales
adquiridos por la reflexión teológica y propuestos por el
magisterio eclesiástico. Esto muestra la necesidad de que
las Conferencias Episcopales, las Iglesias locales, las
familias religiosas y las comunidades de fieles favorezcan
una genuina actividad creadora y, al mismo tiempo,
procedan a una diligente revisión de los ejercicios de
piedad a la Virgen; revisión que queríamos fuese
respetuosa para con la sana tradición y estuviera abierta a
recoger las legítimas aspiraciones de los hombres de
nuestro tiempo. Por tanto nos parece oportuno, venerables
hermanos, indicaros algunos principios que sirvan de base
al trabajo en este campo.

SECCIÓN PRIMERA:
NOTA TRINITARIA, CRISTOLÓGICA Y ECLESIAL EN EL CULTO DE LA VIRGEN

25. Ante todo, es sumamente conveniente que los ejercicios de piedad a la Virgen María
expresen claramente la nota trinitaria y cristológica que les es intrínseca y esencial. En
efecto, el culto cristiano es por su naturaleza culto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo o,
como se dice en la Liturgia, al Padre por Cristo en el Espíritu. En esta perspectiva se
extiende legítimamente, aunque de modo esencialmente diverso, en primer lugar y de
modo singular a la Madre del Señor y después a los Santos, en quienes, la Iglesia
proclama el Misterio Pascual, porque ellos han sufrido con Cristo y con El han sido

4
Const. Vat. II, Const. Dogm. sobre la Iglesia. Lumen gentium, n. 67; AAS 57 (1965), p. 65-66.
42
glorificados5. En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de Él: en vistas
a El, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con
dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro. Ciertamente, la genuina
piedad cristiana no ha dejado nunca de poner de relieve el vínculo indisoluble y la
esencial referencia de la Virgen al Salvador Divino6. Sin embargo, nos parece
particularmente conforme con las tendencias espirituales de nuestra época, dominada y
absorbida por la «cuestión de Cristo»7, que en las expresiones de culto a la Virgen se
ponga en particular relieve el aspecto cristológico y se haga de manera que éstas reflejen
el plan de Dios, el cual preestableció «con un único y mismo decreto el origen de María y
la encarnación de la divina Sabiduría»8. Esto contribuirá indudablemente a hacer más
sólida la piedad hacia la Madre de Jesús y a que esa misma piedad sea un instrumento
eficaz para llegar al «pleno conocimiento del Hijo de Dios, hasta alcanzar la medida de la
plenitud de Cristo» (Ef 4,13); por otra parte, contribuirá a incrementar el culto debido a
Cristo mismo porque, según el perenne sentir de la Iglesia, confirmado de manera
autorizada en nuestros días9, «se atribuye al Señor, lo que se ofrece como servicio a la
Esclava; de este modo redunda en favor del Hijo lo que es debido a la Madre; y así recae
igualmente sobre el Rey el honor rendido como humilde tributo a la Reina»10.

26. A esta alusión sobre la orientación cristológica del culto a la Virgen, nos parece útil
añadir una llamada a la oportunidad de que se dé adecuado relieve a uno de los
contenidos esenciales de la fe: la Persona y la obra del Espíritu Santo. La reflexión
teológica y la Liturgia han subrayado, en efecto, cómo la
intervención santificadora del Espíritu en la Virgen de Nazaret
ha sido un momento culminante de su acción en la historia de
la salvación. Así, por ejemplo, algunos Santos Padres y
Escritores eclesiásticos atribuyeron a la acción del Espíritu la
santidad original de María, «como plasmada y convertida en
nueva criatura» por El11; reflexionando sobre los textos
evangélicos -«el Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1,35) y «María... se
halló en cinta por obra del Espíritu Santo; (...) es obra del
Espíritu Santo lo que en Ella se ha engendrado» (Mt 1,18.20)-,
descubrieron en la intervención del Espíritu Santo una acción
que consagró e hizo fecunda la virginidad de María12 y la
transformó en Aula del Rey13, Templo o Tabernáculo del

5
Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 104; AAS 56 (1964), pp.
125-126
6
Cf. Conc. Vat. II, Const.dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 66; AAS 57 (1965), p. 65.
7
Cf. Paulus VI, Alocución pronunciada el día 24 de Abril de 1970 en el Santuario de «Nostra Signora di
Bonaria» en Cagliari; ASS 62 (1970), p. 300.
8
Pius IX, Carta Apostólica, Ineffabilis Deus: Pii IX Pontificis Maximi Acta, I, 1, Romae 1854, p. 599; cf.
también V. Sardi, La Solenne definizione del dogma dell Immacolato concepimento di Maria Santissima, Atti
e documenti..., Roma 1904-1905, vol. II, p. 302.
9
Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 66; AAS 57 (1965), p. 65.
10
S. Hildelfonsus, De virginitate perpetua sanctae Mariae Cap. XII; PL 96, 108.
11
Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 56; AAS 57 (1965), p. 60 y los autores
citados en la correspondiente nota 176.
12
S. Ambrosius, De Spiritu Sancto II, 37-38; CSEL 79, pp. 100-101; Cassianus, De Incarnatione Domini II,
Cap. II; CSEL 17, pp. 247-249; S. Beda, Homilia I, 3; CCL 122, p. 18 y p. 20.
13
Cf. S. Ambrosius, De institutione virginis, Cap. XII, 79; PL 16 (ed. 1880), 339; Epistula 30, 3 et Epistula 42,
7; ibid., 1107 et 1175; Expositio evangelii secundum Lucam X, 132: S. Ch. 52, p. 200; S. Proclus
43
Señor14, Arca de la Alianza o de la Santificación 15; títulos todos ellos ricos de resonancias
bíblicas; profundizando más en el misterio de la Encarnación, vieron en la misteriosa
relación Espíritu-María un aspecto esponsalicio, descrito poéticamente por Prudencio: «la
Virgen núbil se desposa con el Espíritu16, y la llamaron sagrario del Espíritu Santo 17,
expresión que subraya el carácter sagrado de la Virgen convertida en mansión estable del
Espíritu de Dios; adentrándose en la doctrina sobre el Paráclito, vieron que de Él brotó,
como de un manantial, la plenitud de la gracia (cf. Lc 1,28) y la abundancia de dones que
la adornaban: de ahí que atribuyeron al Espíritu la fe, la esperanza y la caridad que
animaron el corazón de la Virgen, la fuerza que sostuvo su adhesión a la voluntad de
Dios, el vigor que la sostuvo durante su «compasión» a los pies de la cruz 18; señalaron en
el canto profético de María (Lc 1, 46-55) un particular influjo de aquel Espíritu que había
hablado por boca de los profetas19; finalmente, considerando la presencia de la Madre de
Jesús en el cenáculo, donde el Espíritu descendió sobre la naciente Iglesia (cf. Act 1,12-
14; 2,1-4), enriquecieron con nuevos datos el antiguo tema María-Iglesia20; y, sobre todo,
recurrieron a la intercesión de la Virgen para obtener del Espíritu la capacidad de
engendrar a Cristo en su propia alma, como atestigua S. Ildefonso en una oración,
sorprendente por su doctrina y por su vigor suplicante: «Te pido, te pido, oh Virgen Santa,
obtener a Jesús por mediación del mismo Espíritu, por el que tú has engendrado a Jesús.
Reciba mi alma a Jesús por obra del Espíritu, por el cual tu carne a concebido al mismo
Jesús (...). Que yo ame a Jesús en el mismo Espíritu, en el cual tú lo adoras como Señor
y lo contemplas como Hijo»21.

Constantinopolitanus, Oratio I,1 et Oratio V,3: PG 65, 681,et 720; S. Basilius Celeucensis, Oratio XXXIX, 3;
PG 85, 433; S. Andreas Cretensis Oratio IV, PG 97, 868; S. Germanus Constantinopolitanus, Oratio III, 15;
PC 98, 305.
14
Cf. S. Hieronymus, Adversus Iovinianun I, 33; PL 23, 267; S. Ambrosius, Epistula 63, 33; PL 16 (ed.
1880), 1249; De institutione virginis, cap. XVII, 195; ibid., 346; De Spiritu Sancto III, 79-80; CSEL 79, pp.
182-183; Sedulius, Hymnus «A solis ortus cardini», vv. 13-14; CSEL 10, p. 164; Hymnus Acathistos, str. 23;
ed. I. B. Pietra, Analecta Sacra, I, p. 261; S. Proclus Constantinopolitanus, Oratio I, 3; PG 65, 684; Oratio II,
6; ibid., 700; S. Basilius Seleucencis, Oratio IV; PG 97, 868; S. Ioannes Damascenus, Oratio VI, 10; PG 96,
677.
15
Cf. Severus Antiochenus, Homilia 57; PO 8, pp. 357-358; Hesychius Hierosolymitanus, Homilia de sancta
Maria Deipara; PG 93, 1464; Chrysippus Hierosolymitanus, Oratio in sanctam Mariam Deiparam, 2; PO 19,
p.338; S. Andreas Cretensis, Oratio V; PG 97, 896; S. Ioannes Damascenus, Oratio VI, 6; PG 96, 672.
16
Liber Apotheosis, vv. 571-572; CCL 126, p.97.
17
Cf. S. Isidorus, De ortu et obitu Patrum, cap. LXVII, 111; PL 83, 184; S. Hildefonsus, De virginitate
perpetua sanctae Mariae, cap. X; PL 96, 95; S. Bernardus, In Assumptione B. Virginis Mariae, Sermo IV, 4;
PL 183, 428; In Nativitate B. Virginis Mariae; ibid., 442; S. Petrus Damianus, Carmina sacra et preces II,
Oratio ad Deum Filium; PL 145, 921; Antiphona «Beata Dei Genitrix Maria»; Corpus antiphonialium Officii,
ed. R. J. Hesbert, Roma 1970, vol. IV, n. 6314, p.80.
18
Cf. Paulus Diaconus Homilia I, In Assumptione B. Mariae Virginis; PL 95, 1567; De Assumptione sanctae
Mariae Virginis Paschasio Radberto trib., nn. 31, 42, 57, 83; ed. A. Ripberger, in «Spicilegium Friburgense»,
n. 9, 1962, 72, 76, 84, 96-97; Eadmerus Cantauriensis De excellentia Virginis Mariae, cap. IV-V; PL 159,
562-567; S. Bernardus, In laudibus Virginis Matris, Homilia IV, 3; Sancti Bernardi Opera, ed. J. Leclereq-H.
Rochais, IV, Romanae 1966, pp. 49-50.
19
Cf. Origenes, In Lucam Homilia VII, 3; PG 13, 1817; S. Ch. 87, p. 156; S. Cyrillus Alexandrinus,
Comentarius in Aggaeum prophetam, cap. XIX; PG 71, 1060; S. Ambrosius, De fide IV, 9, 113-114; CSEL
78, pp. 197-198; Expositio Evangelii secundum Lucam II, 23-27-28; CSEL 32, IV, pp. 53-54 et 55-56;
Severianus Gabalensis, In mundi creationem oratio VI, 10; PG 56, 497-498; Antipater Bostrensis, Homilia in
Sanctissimae Deiparae Annunciationem, 16; PG 85, 1785.
20
Cf. Eadmerus Cantuariensis, De excellentia Virginis Mariae, cap. VII; PL 159, 571; S. Amedeus
Lausannensis, De Maria Virgine Matre, Homilia VII; PL 188, 1337; S. Ch. 72, p. 184.
21
De virginitate perpetua sanctae Mariae, cap. XII; PL 96, 106.
44
27. Se afirma con frecuencia que muchos textos de la piedad moderna no reflejan
suficientemente toda la doctrina acerca del Espíritu Santo. Son los estudios quienes
tienen que verificar esta afirmación y medir su alcance; a Nos corresponde exhortar a
todos, en especial a los pastores y a los teólogos, a profundizar en la reflexión sobre la
acción del Espíritu Santo en la historia de la salvación y lograr que los textos de la piedad
cristiana pongan debidamente en claro su acción vivificadora; de tal reflexión aparecerá,
en particular, la misteriosa relación existente entre el Espíritu de Dios y la Virgen de
Nazaret, así como su acción sobre la Iglesia; de este modo, el contenido de la fe más
profundamente medido dará lugar a una piedad más intensamente vivida.

28. Es necesario además que los ejercicios de piedad, mediante los cuales los fieles
expresan su veneración a la Madre del Señor, pongan más claramente de manifiesto el
puesto que ella ocupa en la Iglesia: «el más alto y más próximo a nosotros después de
Cristo»22; un puesto que en los edificios de culto del Rito bizantino tienen su expresión
plástica en la misma disposición de las partes arquitectónicas y de los elementos
iconográficos -en la puerta central de la iconostasis está figurada la Anunciación de María
en el ábside de la representación de la «Theotocos» gloriosa- con el fin de que aparezca
manifiesto cómo a partir del «fiat» de la humilde Esclava del Señor, la humanidad
comienza su retorno a Dios y cómo en la gloria de la «Toda Hermosa» descubre la meta
de su camino. El simbolismo mediante el cual el edificio de la Iglesia expresa el puesto de
María en el misterio de la Iglesia contiene una indicación fecunda y constituye un auspicio
para que en todas partes las distintas formas de venerar a la bienaventurada Virgen María
se abran a perspectivas eclesiales.
En efecto, el recurso a los conceptos fundamentales expuestos por el Concilio Vaticano II
sobre la naturaleza de la Iglesia, Familia de Dios, Pueblo de Dios, Reino de Dios, Cuerpo
místico de Cristo23, permitirá a los fieles reconocer con mayor facilidad la misión de María
en el misterio de la Iglesia y el puesto eminente que ocupa en la Comunión de los Santos;
sentir más intensamente los lazos fraternos que unen a todos los fieles porque son hijos
de la Virgen, «a cuya generación y educación ella colabora con
materno amor»24, e hijos también del la Iglesia, ya que
nacemos de su parto, nos alimentamos con leche suya y
somos vivificados por su Espíritu»25, y porque ambas
concurren a engendrar el Cuerpo místico de Cristo: «Una y
otra son Madre de Cristo; pero ninguna de ellas engendra todo
(el cuerpo) sin la otra»26; percibir finalmente de modo más
evidente que la acción de la Iglesia en el mundo es como una
prolongación de la solicitud de María: en efecto, el amor
operante de María la Virgen en casa de Isabel, en Caná, sobre
el Gólgota -momentos todos ellos salvíficos de gran alcance
eclesial- encuentra su continuidad en el ansia materna de la
Iglesia porque todos los hombres llegan a la verdad (cf. 1Tim
2,4), en su solicitud para con los humildes, los pobres, los

22
Conc. Vat. II, Const. Dogm. Sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 54; AAS 57 (1965), p. 59. Cf. Paulo VI,
Alocución a los Padres Conciliares, en la clausura de la segunda sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II,
4 diciembre 1963: AAS 56 (1964), p. 37.
23
Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Sobre la Iglesia, Lumen gentium, nn. 6, 7-8, 9-17; AAS 57 (1965), pp. 8-9,
9-12, 12-21.
24
Ibid., n. 63; AAS 57 (1865), p. 64.
25
S. Cyprianus, De Catholicae Ecclesiae unitate, 5; CSEL 3, p. 214.
26
Isaac De Stella, Sermo LI. In Assumtione B. Mariae; PL 194, 1863.
45
débiles, en su empeño constante por la paz y la concordia social, en su prodigarse para
que todos los hombres participen de la salvación merecida para ellos por la muerte de
Cristo. De este modo el amor a la Iglesia se traducirá en amor a María y viceversa; porque
la una no puede subsistir sin la otra, como observa de manera muy aguda San Cromasio
de Aquileya: «Se reunió la Iglesia en la parte alta (del cenáculo) con María, que era la
Madre de Jesús, y con los hermanos de Este. Por tanto no se puede hablar de Iglesia si
no está presente María, la Madre del Señor, con los hermanos de Este» 27. En conclusión,
reiteramos la necesidad de que la veneración a la Virgen haga explícito su intrínseco
contenido eclesiológico: esto equivaldría a valerse de una fuerza capaz de renovar
saludablemente formas y textos.

SECCIÓN SEGUNDA
CUATRO ORIENTACIONES PARA EL CULTO A LA VIRGEN: BÍBLICA, LITÚRGICA,
ECUMÉNICA, ANTROPOLÓGICA.

29. A las anteriores indicaciones, que surgen de considerar las relaciones de la Virgen
María con Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- y con la Iglesia, queremos añadir, siguiendo
la línea trazada por las enseñanzas conciliares28, algunas orientaciones -de carácter
bíblico, litúrgico, ecuménico, antropológico- a tener en cuenta a la hora de revisar o crear
ejercicios y prácticas de piedad, con el fin de hacer más vivo y más sentido el lazo que
nos une a la Madre de Cristo y Madre nuestro en la Comunión de los Santos.

30. La necesidad de una impronta bíblica en toda forma de culto es sentida hoy día como
un postulado general de la piedad cristiana. El progreso de los estudios bíblicos, la
creciente difusión de la Sagrada Escritura y, sobre todo, el ejemplo de la tradición y la
moción íntima del Espíritu orientan a los cristianos de nuestro tiempo a servirse cada vez
más de la Biblia como del libro fundamental de oración y a buscar en ella inspiración
genuina y modelos insuperables. El culto a la Santísima Virgen no puede quedar fuera de
esta dirección tomada por la piedad cristiana29; al contrario debe inspirarse
particularmente en ella para lograr nuevo vigor y ayuda segura. La Biblia, al proponer de
modo admirable el designio de Dios para la salvación de los hombres, está toda ella
impregnada del misterio del Salvador, y contiene además, desde el Génesis hasta el
Apocalipsis, referencias indudables a Aquella que fue Madre y Asociada del Salvador.
Pero no quisiéramos que la impronta bíblica se limitase a un diligente uso de textos y
símbolos sabiamente sacados de las Sagradas Escrituras; comporta mucho más;
requiere, en efecto, que de la Biblia tomen sus términos y su inspiración las fórmulas de
oración y las composiciones destinadas al canto; y exige, sobre todo, que el culto a la
Virgen esté impregnado de los grandes temas del mensaje cristiano, a fin de que, al
mismo tiempo que los fieles veneran la Sede de la Sabiduría sean también iluminados por
la luz de la palabra divina e inducidos a obrar según los dictados de la Sabiduría
encarnada.

31. Ya hemos hablado de la veneración que la Iglesia siente por la Madre de Dios en la
celebración de la sagrada Liturgia. Ahora, tratando de las demás formas de culto y de los
criterios en que se deben inspirar, no podemos menos de recordar la norma de la

27
Sermo XXX, 7; S. Ch. 164, p. 134
28
Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, nn. 66-69; AAS 57 (1965), pp. 65-67.
29
Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la divina Revelación, Dei Verbum, n. 25; AAS 58 (1966), pp. 829-
830.
46
Constitución Sacrosanctum Concilium, la cual, al recomendar vivamente los piadosos
ejercicios del pueblo cristiano, añade: «…es necesario que tales ejercicios, teniendo en
cuenta los tiempos litúrgicos, se ordenen de manera que estén en armonía con la sagrada
Liturgia; se inspiren de algún modo en ella, y, dada su naturaleza superior, conduzcan a
ella al pueblo cristiano»30. Norma sabia, norma clara, cuya aplicación, sin embargo, no se
presenta fácil, sobre todo en el campo del culto a la Virgen, tan variado en sus
expresiones formales: requiere, efectivamente, por parte de los responsables de las
comunidades locales, esfuerzo, tacto pastoral, constancia; y por parte de los fieles,
prontitud en acoger orientaciones y propuestas que, emanando de la genuina naturaleza
del culto cristiano, comportan a veces el cambio de usos inveterados, en los que de algún
modo se había oscurecido aquella naturaleza.
A este respecto queremos aludir a dos actitudes que podrían hacer vana, en la práctica
pastoral, la norma del Concilio Vaticano II: en primer lugar, la actitud de algunos que
tienen cura de almas y que despreciando a priori los ejercicios piadosos, que en las
formas debidas son recomendados por el Magisterio, los abandonan y crean un vacío que
no prevén colmar; olvidan que el Concilio ha dicho que hay que armonizar los ejercicios
piadosos con la liturgia, no suprimirlos. En segundo lugar, la actitud de otros que, al
margen de un sano criterio litúrgico y pastoral, unen al mismo tiempo ejercicios piadosos y
actos litúrgicos en celebraciones híbridas. A veces ocurre que dentro de la misma
celebración del sacrifico Eucarístico se introducen elementos propios de novenas u otras
prácticas piadosas, con el peligro de que el Memorial del Señor no constituya el momento
culminante del encuentro de la comunidad cristiana, sino como una ocasión para
cualquier práctica devocional. A cuantos obran así quisiéramos recordar que la norma
conciliar prescribe armonizar los ejercicios piadoso con la Liturgia, no confundirlos con
ella. Una clara acción pastoral debe, por una parte, distinguir y subrayar la naturaleza
propia de los actos litúrgicos; por otra, valorar los ejercicios piadosos para adaptarlos a las
necesidades de cada comunidad eclesial y hacerlos auxiliares válidos de la Liturgia.

32. Por su carácter eclesial, en el culto a la Virgen se reflejan


las preocupaciones de la Iglesia misma, entre las cuales
sobresale en nuestros días el anhelo por el restablecimiento de
la unidad de los cristianos. La piedad hacia la Madre del Señor
se hace así sensible a las inquietudes y a las finalidades del
movimiento ecuménico, es decir, adquiere ella misma una
impronta ecuménica. Y esto por varios motivos.
En primer lugar porque los fieles católicos se unen a los
hermanos de las Iglesias ortodoxas, entre las cuales la
devoción a la Virgen reviste formas de alto lirismo y de
profunda doctrina al venerar con particular amor a la gloriosa
Theotocos y al aclamarla «Esperanza de los cristianos»31; se
unen a los anglicanos, cuyos teólogos clásicos pusieron ya de
relieve la sólida base escriturística del culto a la Madre de nuestro Señor, y cuyos
teólogos contemporáneos subrayan mayormente la importancia del puesto que ocupa
María en la vida cristiana; se unen también a los hermanos de las Iglesias de la Reforma,
dentro de las cuales florece vigorosamente el amor por las Sagradas Escrituras,
glorificando a Dios con las mismas palabras de la Virgen (cf. Lc 1, 46-55).

30
Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 13; AAS 56 (1964), p.103.
31
Cf. Officium magni canonis paracletici, Magnum Orologion, Athenis 1963, p. 558; passim en los cánones y
en los troparios litúrgicos; cf. Sofonio Eustradiadou. Theotokarion, Chenneviéres sur Marne 1931, pp. 9-19.
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En segundo lugar, porque la piedad hacia la Madre de Cristo y de los cristianos es para
los católicos ocasión natural y frecuente para pedirle que interceda ante su Hijo por la
unión de todos los bautizados en un solo pueblo de Dios32. Más aún, porque es voluntad
de la Iglesia católica que en dicho culto, sin que por ello sea atenuado su carácter
singular33, se evite con cuidado toda clase de exageraciones que puedan inducir a error a
los demás hermanos cristianos acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia católica 34 y
se haga desaparecer toda manifestación cultual contraria a la recta práctica católica.
Finalmente, siendo connatural al genuino culto a la Virgen el que «mientras es honrada la
Madre (…), el Hijo sea debidamente conocido, amado, glorificado» 35, este culto se
convierte en camino a Cristo, fuente y centro de la comunión eclesiástica, en la cual
cuantos confiesan abiertamente que Él es Dios y Señor, Salvador y único Mediador (cf. 1
Tim 2, 5), están llamados a ser una sola cosa entre sí, con El y con el Padre en la unidad
del Espíritu Santo36.

33. Somos conscientes de que existen no leves discordias entre el pensamiento de


muchos hermanos de otras Iglesias y comunidades eclesiales y la doctrina católica «en
torno a la función de María en la obra de la salvación» 37 y, por tanto, sobre el culto que le
es debido. Sin embargo, como el mismo poder del Altísimo que cubrió con su sombra a la
Virgen de Nazaret (cf. Lc 1, 35) actúa en el actual movimiento ecuménico y lo fecunda,
deseamos expresar nuestra confianza en que la veneración a la humilde Esclava del
Señor, en la que el Omnipotente obró maravillas (cf. Lc 1, 49), será, aunque lentamente,
no obstáculo sino medio y punto de encuentro para la unión de todos los creyentes en
Cristo. Nos alegramos, en efecto, de comprobar que una mejor comprensión del puesto
de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia, por parte también de los hermanos
separados, hace más fácil el camino hacia el encuentro. Así como en Caná la Virgen, con
su intervención, obtuvo que Jesús hiciese el primero de sus milagros (cf. Jn 2, 1-12), así
en nuestro tiempo podrá Ella hacer propicio, con su intercesión, el advenimiento de la
hora en que los discípulos de Cristo volverán a encontrar la plena comunión en la fe. Y
esta nueva esperanza halla consuelo en la observación de nuestro predecesor León XIII:
la causa de la unión de los cristianos «pertenece específicamente al oficio de la
maternidad espiritual de María. Pues los que son de Cristo no fueron engendrados ni
podían serlo sino en una única fe y un único amor: porque, «¿está acaso dividido Cristo?»
(cf. 1 Cor 1, 13); y debemos vivir todos juntos la vida de Cristo, para poder fructificar en un
solo y mismo cuerpo (Rom 7, 14)»38.

34. En el culto a la Virgen merecen también atenta consideración las adquisiciones


seguras y comprobadas de las ciencias humanas; esto ayudará efectivamente a eliminar
una de las causas de la inquietud que se advierte en el campo del culto a la Madre del
Señor: es decir, la diversidad entre algunas cosas de su contenido y las actuales
concepciones antropológicas y la realidad sicosociológica, profundamente cambiada, en
que viven y actúan los hombres de nuestro tiempo. Se observa, en efecto, que es difícil

32
Cf. Conc. Vat II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 69; AAS 57 (1965), pp. 66-67.
33
Cf. Ibid., n. 66; AAS 57 (1965), p. 65; Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 103;
AAS 56 (1964), p. 125.
34
Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 67; AAS 57 (1965), pp. 65-66.
35
Ibid., n. 66; AAS 57 (1965), p. 65.
36
Cf. Pablo VI, Alocución a los Padres Conciliares en la Basílica Vaticana, el día 21 de noviembre de 1964;
ASS 56 (1964), p. 1017.
37
Conc. Concilio Vat. II, Decr. Sobre el Ecumenismo, Unitatis redintegratio, n. 20; AAS 57 (1965), p.105.
38
Carta Encíclica, Adiutricem populi; AAS 28 (1895-1896), p.135.
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encuadrar la imagen de la Virgen, tal como es presentada por cierta literatura devocional,
en las condiciones de vida de la sociedad contemporánea y en particular de las
condiciones de la mujer, bien sea en el ambiente doméstico, donde las leyes y la
evolución de las costumbres tienden justamente a reconocerle la igualdad y la
corresponsabilidad con el hombre en la dirección de la vida familiar; bien sea en el campo
político, donde ella ha conquistado en muchos países un poder de intervención en la
sociedad igual al hombre; bien sea en el campo social, donde desarrolla su actividad en
los más distintos sectores operativos, dejando cada día más el estrecho ambiente del
hogar; lo mismo que en el campo cultural, donde se le ofrecen nuevas posibilidades de
investigación científica y de éxito intelectual.
Deriva de ahí para algunos una cierta falta de afecto hacia el culto a la Virgen y una cierta
dificultad en tomar a María como modelo, porque los horizontes de su vida -se dice-
resultan estrechos en comparación con las amplias zonas de actividad en que el hombre
contemporáneo está llamado a actuar. En este sentido, mientras exhortamos a los
teólogos, a los responsables de las comunidades cristianas y a los mismos fieles a
dedicar la debida atención a tales problemas, nos parece útil ofrecer Nos mismo una
contribución a su solución, haciendo algunas observaciones.

35. Ante todo, la Virgen María ha sido propuesta siempre por la Iglesia a la imitación de
los fieles no precisamente por el tipo de vida que ella llevó y, tanto menos, por el ambiente
socio-cultural en que se desarrolló, hoy día superado casi en todas partes, sino porque en
sus condiciones concretas de vida Ella se adhirió total y responsablemente a la voluntad
de Dios (cf. Lc 1, 38); porque acogió la palabra y la puso en práctica; porque su acción
estuvo animada por la caridad y por el espíritu de servicio: porque, es decir, fue la primera
y la más perfecta discípula de Cristo: lo cual tiene valor universal y permanente.

36. En segundo lugar quisiéramos notar que las dificultades a que hemos aludido están
en estrecha conexión con algunas connotaciones de la imagen popular y literaria de
María, no con su imagen evangélica ni con los datos doctrinales determinados en el lento
y serio trabajo de hacer explícita la palabra revelada; al contrario, se debe considerar
normal que las generaciones cristianas que se han ido sucediendo en marcos socio-
culturales diversos, al contemplar la figura y la misión de María -como Mujer nueva y
perfecta cristiana que resume en sí misma las situaciones más
características de la vida femenina porque es Virgen, Esposa,
Madre-, hayan considerado a la Madre de Jesús como «modelo
eximio» de la condición femenina y ejemplar «limpidísimo» de
vida evangélica, y hayan plasmado estos sentimientos según
las categorías y los modos expresivos propios de la época. La
Iglesia, cuando considera la larga historia de la piedad mariana,
se alegra comprobando la continuidad del hecho cultual, pero
no se vincula a los esquemas representativos de las varias
épocas culturales ni a las particulares concepciones
antropológicas subyacentes, y comprende como algunas
expresiones de culto, perfectamente válidas en sí mismas, son
menos aptas para los hombres pertenecientes a épocas y
civilizaciones distintas.

37. Deseamos en fin, subrayar que nuestra época, como las precedentes, está llamada a
verificar su propio conocimiento de la realidad con la palabra de Dios y, para limitarnos al
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caso que nos ocupa, a confrontar sus concepciones antropológicas y los problemas que
derivan de ellas con la figura de la Virgen tal cual nos es presentada por el Evangelio. La
lectura de las Sagradas Escrituras, hecha bajo el influjo del Espíritu Santo y teniendo
presentes las adquisiciones de las ciencias humanas y las variadas situaciones del mundo
contemporáneo, llevará a descubrir como María puede ser tomada como espejo de las
esperanzas de los hombres de nuestro tiempo. De este modo, por poner algún ejemplo, la
mujer contemporánea, deseosa de participar con poder de decisión en las elecciones de
la comunidad, contemplará con íntima alegría a María que, puesta a diálogo con Dios, da
su consentimiento activo y responsable39 no a la solución de un problema contingente
sino a la «obra de los siglos» como se ha llamado justamente a la Encarnación del
Verbo40; se dará cuenta de que la opción del estado virginal por parte de María, que en el
designio de Dios la disponía al misterio de la Encarnación, no fue un acto de cerrarse a
algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó una opción valiente,
llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios; comprobará con gozosa
sorpresa que María de Nazaret, aún habiéndose abandonado a la voluntad del Señor, fue
algo del todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad alienante, antes
bien fue mujer que no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los
oprimidas y derriba sus tronos a los poderosos del mundo (cf. Lc 1, 51-53); reconocerá en
María, que «sobresale entre los humildes y los pobres del Señor 41, una mujer fuerte que
conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio (cf. Mt 2, 13-23): situaciones todas
estas que no pueden escapar a la atención de quien quiere secundar con espíritu
evangélico las energías liberadoras del hombre y de la sociedad; y no se le presentará
María como una madre celosamente replegada sobre su propio Hijo divino, sino como
mujer que con su acción favoreció la fe de la comunidad apostólica en Cristo (cf. Jn 2, 1-
12) y cuya función maternal se dilató, asumiendo sobre el calvario dimensiones
universales42. Son ejemplos. Sin embargo, aparece claro en ellos cómo la figura de la
Virgen no defrauda esperanza alguna profunda de los hombres de nuestro tiempo y les
ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor: artífice de la ciudad terrena y temporal,
pero peregrino diligente hacia la celeste y eterna; promotor de la justicia que libera al
oprimido y de la caridad que socorre al necesitado, pero sobre todo testigo activo del
amor que edifica a Cristo en los corazones.

38. Después de haber ofrecido estas directrices, ordenadas a favorecer el desarrollo


armónico del culto a la Madre del Señor, creemos oportuno llamar la atención sobre
algunas actitudes cultuales erróneas. El Concilio Vaticano II ha denunciado ya de manera
autorizada, sea la exageración de contenidos o de formas que llegan a falsear la doctrina,
sea la estrechez de mente que oscurece la figura y la misión de María; ha denunciado
también algunas devociones cultuales: la vana credulidad que sustituye el empeño serio
con la fácil aplicación a prácticas externas solamente; el estéril y pasajero movimiento del
sentimiento, tan ajeno al estilo del Evangelio que exige obras perseverantes y activas 43.
Nos renovamos esta deploración: no están en armonía con la fe católica y por
consiguiente no deben subsistir en el culto católico. La defensa vigilante contra estos
errores y desviaciones hará más vigoroso y genuino el culto a la Virgen: sólido en su
fundamento, por el cual el estudio de las fuentes reveladas y la atención a los documentos
39
Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, 56; AAS 57 (1965), p.60.
40
S. Petrus Chrysologus, Sermo CXLIII; PL 52, 583.
41
Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, n.55; AAS 57 (1965), pp. 59-60.
42
Cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica, Signum magnum I; AAS 59 (1967), pp. 467-468; Missale Romanum,
die 15 Septembris, Super oblata.
43
Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 67; AAS 57 (1965), pp. 65-66.
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del Magisterio prevalecerán sobre la desmedida búsqueda de novedades o de hechos
extraordinarios; objetivo en el encuadramiento histórico, por lo cual deberá ser eliminado
todo aquello que es manifiestamente legendario o falso; adaptado al contenido doctrinal,
de ahí la necesidad de evitar presentaciones unilaterales de la figura de María que
insistiendo excesivamente sobre un elemento comprometen el conjunto de la imagen
evangélica, límpido en sus motivaciones, por lo cual se tendrá cuidadosamente lejos del
santuario todo mezquino interés.

39. Finalmente, por si fuese necesario, quisiéramos recalcar que la finalidad última del
culto a la bienaventurada Virgen María es glorificar a Dios y empeñar a los cristianos en
un vida absolutamente conforme a su voluntad. Los hijos de la Iglesia, en efecto, cuando
uniendo sus voces a la voz de la mujer anónima del Evangelio, glorifican a la Madre de
Jesús, exclamando, vueltos hacia El: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
crearon» (Lc 11, 27), se verán inducidos a considerar la grave respuesta del divino
Maestro: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 11,
28). Esta misma respuesta, si es una viva alabanza para la Virgen, como interpretaron
algunos Santos Padres44 y como lo ha confirmado el Concilio Vaticano II45, suena también
para nosotros como una admonición a vivir según los mandamientos de Dios y es como
un eco de otras llamadas del divino Maestro: «No todo el que me dice: «Señor, Señor»,
entrará en el reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos» (Mt 7, 21) y «Vosotros sois amigos míos, si hacéis cuanto os mando» (Jn 15, 14).

44
Cf. Augustinus, In Iohannis Evangelium, Tractatus X, 3; CCL 56, pp.101-102; Epistula 243, Ad laetum, n.
9; CSEL 57, pp. 575-576; S. Beda, In Lucae Evangelium expositio, IV, XI, 28; CCL 120, p.237; Homilia I, 4:
CCL 122, pp. 26-27.
45
Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 58; AAS 57 (1965), p. 61.

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