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involucra una real conversión. Y ésta es una promesa no automática de la fe, hay que
exigirse, formarse. Implica una permanente conversión espiritual.
En esta “sociedad del cansancio” -como lo ha titulado el conocido filósofo coreano
Byung Chul-han - donde el narcicismo, el exitismo y la competencia subyugan nuestra
alma y nuestro cuerpo, luchar por encontrar a otros y más si son desvalidos, nos sanan
paradojalmente. Los empobrecidos de hoy necesitan, no solo nuestra asistencia material
sino también nuestro afecto que transforma también nuestra cabeza, corazón y sentidos.
Sin afecto y sin ternura finalmente nos pasará la cuenta nuestro cuerpo, nuestra
psicología y nuestra espiritualidad. Y lo pagarán también los excluidos de este mundo, lo
paga la naturaleza, la iglesia, la congregación, nuestro trabajo, las relaciones
comunitarias, la familia, los niños. En un mundo hostil a la vida y a la humanidad, que
endurece el corazón y nos separa, hay que reivindicar otro estilo, con más afecto y
ternura. Aquí encontramos otro rasgo también de Emilia Gamelin que nos conecta con la
misión.
Sabemos que ella se encuentra con Dios que la desafía a una misión con los
pobres y desvalidos del Montreal de su tiempo. Su estilo será de respeto y delicadeza con
los sufrientes y adoloridos. Este es un rasgo muy importante en su modo de proceder. No
se trata solo de trabajar por los pobres sino con un estilo que testimonie finalmente al
Señor. En consonancia con San Vicente de Paul -sobre todo en este año que celebramos
los cuatrocientos años de su nacimiento- la Madre Emilia sentía que los pobres tenían
que ser considerados como “amos y maestros”. San Vicente decía: “Ellos mandan y
nosotros aprendemos…. Nos dicen, cómo, cuándo y que necesitan y nosotros acudimos
a su servicio”…Un legado central de este santo francés que sabemos que es tan
inspirador para las obras de las Hermanas de la Providencia. Hoy nuevamente Emilia nos
urge a trabajar por la dignidad y el respeto que los pobres deben tener. Una visión que
no siempre es fácil pero es fundamental.
El dolor y el sufrimiento no son estériles. Si podemos resistirlos desde la
compasión y de la solidaridad nos convierten. Desde la fe son semillas de acción y de
sentido. El poder del afecto y la ternura nos transforman y al mundo. Emilia Tavernier
Gamelin es una inspiración para este anhelo.
Juan Carlos Bussenius R.
Centro de Espiritualidad Providencia.