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¡ESTOY CANSADO!

A pesar del descrédito de las encuestas –al menos en Chile- si


preguntáramos sobre los niveles de cansancio, lo más probable es que
tendríamos una alta cifra, sobre todo al finalizar el año. ¡Los chilenos estamos
cansados de los políticos, de los tacos, de los hospitales, del trabajo, del metro en
hora punta, del calor o del frío, de sí mismos…! Una larga lista que se nos nota en
el cuerpo y en el alma. Podemos decir con Pablo Neruda: “Sucede que me canso
de ser hombre”. Sin embargo, esto es una condición de nuestra actual sociedad
occidental. Byung- Chul Han, uno de los filósofos más interesantes de nuestra
época, se hizo famoso con su libro “La sociedad del cansancio”. Expresa: “el
exceso del aumento del rendimiento provoca el infarto del alma”. El sistema
neoliberal actual nos lleva al agotamiento por las vías de la competencia y el
narcicismo que desemboca en exitismo patológico, depresión y cáncer, finalmente.
Esta cruda realidad ha parasitado nuestra sociedad y el primer síntoma vital es el
cansancio.
Paradojalmente, el agobio nos puede llevar a reconsiderar las expectativas
que tenemos en la vida y con Dios. Se trata, con realismo, poder discernir
nuestros diversos cansancios y exigencias de nuestra sociedad, para encontrar
quienes somos y develar lo que siempre trata de enfermarnos. Actitud tan propia
de la espiritualidad Providencia que hace una pausa para examinar los pasos de
nuestro andar, y desde ahí visualizar las decisiones que tenemos que hacer. El
cansancio es un “catalizador” que lleva muerte pero también vida.
Tenemos que detenernos, por lo tanto, para reflexionar y vivenciar el
cansancio y las exigencias como intentos equívocos de búsquedas sanadoras. No
se trata por supuesto, de indicar recetas o soluciones fáciles a realidades muy
complejas, o sencillamente seguir tomando fármacos para dormir y responder en
la vida (somos un país que tiene altas cifras de consumo de ansiolíticos y
calmantes) pero que van minando el cuerpo y el alma. Se trata de comenzar a
preguntarme: ¿Qué exigencias me cansan? ¿De qué me doy cuenta? Los
“buenos” también se cansan (como es otro título de un libro de un psiquiatra
argentino) para hacerme consciente del agotamiento principal. El papa Pío XII
decía: “No tengo miedo a la acción de los malos sino al cansancio de los buenos”.
Sin ánimo de generalizar, resulta preocupante la salud mental de los consagrados
y personal laico de nuestros colegios, movimientos y parroquias; no estamos al
margen de la realidad. Tenemos que distinguir, no en los síntomas sino en su
etiología (causas, origen) y en el orden que aparecen: desgaste profesional, estrés
laboral, tedio laboral, cansancio por compasión, crisis vitales, etc.
Sabemos que existe un cansancio normal y bueno que resulta de nuestro
aporte por construir el Reino en el trabajo y la familia pero aquí nos referimos al
“malo”: el irresponsable que resulta de las exigencias y situaciones inhumanas.
Por lo tanto, volvemos al cansancio que despierta la conciencia de un Dios
Providente que nos dice: “aquí tengo que revisar y tomar decisiones”. Puede ser el
comienzo de una transformación interior. Una oportunidad para pensar que es lo
verdaderamente importante, mis expectativas y lo que deseo expresar con mi
existencia. Me pregunto: ¿Cansancio de que me quieres salvar? ¿Qué me quieres
decir desde el desorden de mi cansancio del ego? En la medida que nos
contactemos con esa fragilidad se puede convertir y entonces como dice A. Grün:
“el cansancio se convertirá en un lugar de una profunda experiencia espiritual, el
espacio en que se puede sentir la paz interior, y se reconocerá lo que se debe
hacer ahora”.
Podemos decir que la Madre Bernarda -y tantos que se entregan por el
Reino- ciertamente que se cansaba pero renovaba energías desde la fe amante
en Jesús. Por eso ella decía: “felices fatigas que se soportan por amor a nuestro
divino Esposo…”. Es entrega pero sobre todo, hoy habría que decir “responsable”,
dada nuestra sociedad. Autocuidado que nos lleva a una actitud contemplativa. A
una oración creativa y por lo tanto, sanadora. Buscando al niño o niña interior que
siempre llevamos y que nos regala energía transformadora ya que orienta la ruta
que ha desandado el cansancio. La infancia es la cuna de la creatividad y al
acercarnos a ella nos contactamos con lo más profundo que nos puede salvar. No
es casualidad que comencemos a invocar en esta fecha al Niño Jesús, sin duda
que aquí hay una reserva que puede sanar a nuestra adultez cansada.

Juan Carlos Bussenius


Centro de Espiritualidad Providencia

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