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LA INTOLERANCIA,

DENSA NUBE QUE NOS OBSCURECE EL ALMA

Si los intolerantes volaran, ciertamente que no veríamos el sol. En


tiempo de crisis, de acelerados cambios, de transformaciones sociales, de
profundas diferencias en la manera de concebir nuestra sociedad, cunde la
intolerancia como actitud, que no tolera la pluralidad de opiniones, posiciones,
creencias e ideas. Se siente que “mi” verdad es única, propia e unilateral. Es
cosa de ver como, en las redes sociales y en el espacio público se agrede a
todo nivel. Para los intolerantes, los demás son considerados como
contrincantes porque siempre están luchando por imponer su opinión. Existen
amplios sectores que promueven los valores racistas y homofóbicos. Nuestra
sociedad, peligrosamente tiene duros bandos, que creen tener el monopolio
de “su” única verdad.

La intolerancia como actitud negativa la vemos patentemente en el


mundo de la política, del trabajo, en el barrio, en la familia y en toda clase de
ambientes. La autoridad intolerante impone temor y crea sentimientos no
expresados que larvadamente van minando su presencia.

El problema, no es tener, obviamente una opinión, sino cuando no


escucho o no logro comprender, lo que hay de verdad, en posiciones que son
distintas.

No se trata de dar recetas, porque tenemos todos una manera de ver la


realidad y podría caer en lo que justamente critico, pero, sabemos que solo se
podrá construir tolerancia, cuando existen distintas opiniones que van
finalmente, aunándose en la relación y en la comunicación, como diversos
esteros que van formando un gran río. Es interesante preguntarse: ¿En que no
tranzo? ¿Qué me cuesta aceptar de los demás? ¿Qué me da rabia de los
otros? ¿Qué me sucede con los que piensan diferente a mi? Son preguntas,
que nos puede dar luces parra ubicarnos en este tema. Tener conversaciones
con personas que piensan diferentes, con respeto, es otro ejercicio. Atreverse
a estar y convivir con personas diversas a nosotros, también ayuda. En una
ciudad como Santiago, tan segmentada, viajar a otros barrios y conocerlos,
abre el entendimiento. Sabemos que la diversidad en distintos ámbitos
(biológica, cultural, sexual, biodiversidad, etc.), nos capacitan para comprender
que las diferencias enriquecen la realidad.

El tolerante evita apropiarse de la conciencia ajena. Admite que llegar a


la verdad es una búsqueda en común, muchas veces cansadora. Ser tolerante
no es ser pusilánime o debilucho. Es hacer presente mi verdad, muchas veces
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con fuerza pero abierto a las otras, en un discernimiento continuo. En


realidad, el intolerante es el más débil porque sólo se afirma en la fuerza de su
poder. El tolerante siempre se mantendrá joven porque será flexible su
estructura sicológica y espiritual. Se llenará de vida porque siempre estará
abierto a lo nuevo. Su actitud lo llevará a la paz y a la celebración porque
estará construyendo sobre la roca de la unión, de la común-unidad.

Las religiones son “como dedos que señalan hacia Dios”, el problema,
está cuando nos ponemos a discutir o a competir sobre las formas de esos
dedos, olvidándonos de Dios, como dice Xavier Melloni. Las religiones están
en crisis no tanto, porque hay una crisis de lo sagrado sino por problemas de
lenguaje y de representación. Si lo unimos al poder omnímodo y al
patriarcado, tenemos la fórmula de la intolerancia. Fermento de abusos de
todo tipo, como lo vemos en la actualidad.

La intolerancia en nuestra Iglesia es mucho más grave porque atenta


contra la novedad del Espíritu. Es "babel" como una gran voz, que sobresale
imponiéndose. Los períodos históricos más obscuros de nuestra Iglesia fueron
los más intolerantes, que siguen brotando, como lo vemos en estos tiempos.
Muchas de las estructuras eclesiales y religiosas, siguen creyendo que “tienen
la verdad” y que los demás están equivocados” y se defienden, cerrándose.
Hay asentado un paradigma, difícil de erradicar, ya que se ha basado en el
poder absoluto, originando una manera de proceder, sin que nadie los
cuestionara, hasta ahora, y por eso, no lo entienden completamente.

La actitud conciliar, que busca abrirse, sin temor a la verdad del espíritu,
se necesita en estos tiempos. Una oración profunda y tranquila lleva a la
búsqueda de caminos, muchas veces inciertos y sorpresivos de Dios. La
lectura de las Sagradas Escritura nos debería re-orientar y posesionar como
criaturas y no dioses, "aterrizándonos" evangélicamente. La liturgia del
pueblo, también nos debería ubicar, al celebrar abiertos y humildes al único
Dios que debemos transparentar. Jesús fue el tolerante por excelencia.
Entregó su mensaje en cercanía, con paz, con humildad y conviviendo con
todos, en la sociedad tan dividida como le tocó vivir.

Uno de los mayores desafíos que tenemos es trabajar por un mundo,


una sociedad y una iglesia más tolerante, sobre todo los cristianos. Nuestra fe
debe traducirse en actitudes y en cambios de hábitos. Desafíos que nos
conectan con este mundo y facilitan, mostrar el rostro de Jesús; el tolerante
por excelencia.
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Juan Carlos Bussenius R.


25 de abril de 2019

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