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“Curas”, Sylvia Molloy

Se llamaba Quintana, no recuerdo su nombre de pila pero mi madre le decía así, hola
Quintana necesito que vengas mañana (porque Quintana se tuteaba con todo el
mundo), tengo a las chicas enfermas. Era enfermero y daba inyecciones a domicilio, no
sé bien de qué, de algo que curaba gripes y resfríos invernales. Era una práctica tan
inútil como festiva porque Quintana hablaba hasta por los codos y era divertido, a ver,
boca abajo en la cama, m`hijita, no me llore que no va a sentir nada, cuando pincha
Quintana no duele y sí sana, mirá si yo voy a hacerte mal, así quietita querida, no ves
que no te dolió y ya está, pinchó Quintana, pinchó, y ahora a otra cosa, chau, que se va
Quintana. Y así, como una ráfaga, pasaba Quintana, de quien recuerdo la voz un poco
arrastrada, con un leve acento provinciano, y el olor a agua de colonia. Recuerdo el
pequeño calentador de alcohol en que brevemente hervían las jeringas y agujas, y
también que mi madre le tenía preparadas unas toallas blancas de hilo, muy
planchadas, para que se secara las manos después de lavárselas, antes de administrar
la inyección. De vez en cuando reconocíamos su auto estacionado frente a alguna casa,
o lo cruzábamos en la avenida, y mi padre tocaba la bocina y decía ahí va Quintana a
pinchar algún traste.
Pero sobretodo recuerdo una vez que yo sola estaba enferma y vino Quintana, que
acababa de quedarse viudo. Andaba desganado, se ha quedado muy solo, observaba
mi madre. Se le notaba en la cháchara, forzada, como una representación que ha
perdido su gracia. Me dio la inyección (que no me dolió) y me dijo que estaba muy
triste, y luego me dio vuelta en la cama, y me bajó los calzones hasta los muslos,
dejame que te vea querida, y me acarició diciéndome cómo te parecés a mi mujer,
pobrecita, y por un instante apoyó la cabeza contra mi vientre y me besó, y vi de muy
cerca su pelo engominado. Luego se levantó y se fue.
No sé donde estaba mi madre esa tarde. Tampoco recuerdo si le dije algo, pero si
no, algo adivinó, porque Quintana no volvió a casa. Desde entonces recurrimos a otras
curas, igualmente ineficaces, para nuestros resfríos y gripes.

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