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HÖLDERLIN
Martin Heidegger
Traducción de José María Valverde, en Interpretaciones de la poesía
de Hölderlin, Barcelona, Ariel, 1983, pp. 163-192
Para mirar a Hölderlin, quien nos da una indicación de esa índole sigue
siendo para todos nosotros Norbert von Hellingrath, cuya imagen se nos ha hecho
presencia esta mañana gracias a un dibujo magistral.
Si es verdad lo que ha dicho Paul Valéry del poema «El poema: esa
vacilación prolongada entre el sonido y el sentido» entonces el escuchar el
poema, y más aún el pensamiento previo a la escucha, son aún más vacilantes
que el poema mismo. Sin embargo, esa vacilación tiene su propia y elevada
exactitud: no es un mero oscilar.
O ihr Stimmen des Geschiks, ihr Wege des Oh vosotras, voces del destino, oh caminos del
Wanderers viajero
Denn an der [Augen] Schule Blau, pues en el azul, escuela [de los ojos]
Fernher, am Tosen des Himmels de lejos, en el tumulto del cielo
Tönt wie der Amsel Gesang resuena como el canto del mirlo
Der Wolken [sichere] heitere Stimmung gut la [segura] serena disposición de las nubes bien
Gestimmt vom Daseyn Gottes, dem Gewitter. dispuesta por la existencia de Dios, la tormenta.
Und Rufe, wie hinausschauen, zur Y llamadas, como mirar afuera, hacia
Unsterblichkeit und Helden; la inmortalidad y los héroes;
Viel sind Erinnerungen. Wo darauf muchas son recuerdos. Donde allá arriba
Tönend, wie des Kalbs Haut resonando, como piel de ternera
Die Erde, von Verwüstungen her Versuchungen la tierra, desde asolaciones, tentaciones de los
der Heiligen santos
Denn anfangs bildet das Werk sich pues inicialmente se ha configurado la obra
Grossen Gesezen nachgehet, die Wissenschaft sigue grandes leyes, la ciencia
Und Zärtlichkeit und den Himmel breit lauter y la ternura y el cielo ancho, claro velo en seguida
Hülle nachher apareciendo cantan nubes de cánticos.
Erscheinend singen Gesangeswolken. Pues firme es el ombligo
Denn fest ist der Erde de la tierra. Captadas en efecto en orillas de hierba
Nabel. Gefangen nemlich in Ufern von Gras sind están
Die Flammen und die allgemeinen las llamas y los universales
Elemente. Lauter Besinnung aber oben lebt der elementos. Pura meditación sin embargo arriba
Aether. Aber silbern vive el éter. Pero plateada
An reinen Tagen en días puros
Ist das Licht. Als Zeichen der Liebe es la luz. Como signo del amor
Veilchenblau die Erde. violeta la tierra.
[Aber wie der Reigen [Pero como el cortejo
Zur Hochzeit,] a la boda,]
Zu Geringem auch kann kommen a lo escaso también puede llegar
Grosser Anfang. un gran comienzo.
Alltag aber wunderbar zu lieb den Menschen Pero todos los días maravillosamente por amor a
Gott an hat ein Gewand. los hombres
Und Erkenntnissen verberget sich sein Angesicht Dios lleva una vestidura.
Und deket die Lüfte mit Kunst. Y a los conocimientos se oculta su rostro
Und Luft und Zeit dekt y cubre los párpados con arte.
Den Schröklichen, dass zu sehr nicht eins Y aire y tiempo cubren
Ihn liebet mit Gebeten oder lo espantable, para que ni uno demasiado
Die Seele. Dein lange schon steht offen lo ame con oraciones o
Wie Blätter, zu lernen, oder Linien und Winkel el alma. Pues hace mucho ya que está abierta
Die Natur como hojas, para aprender, o líneas y ángulos
Und gelber die Sonasen und die Monde, la Naturaleza
Zu Zeiten aber más amarillos los soles y las lunas,
Wenn ausgehn will die alte Bildung pero a veces
Der Erde, bei Geschichten nemlich cuando quiere surgir la vieja formación
Gewordnen, muthig fechtenden wie auf Höhen de la tierra, esto es, en historias,
führet convertida, animosamente combatiendo, como a
Die Erde Gott. Ungemessene Schritte cimas lleva
Begränzt er aber, aber wie Blüthen golden thun Dios la tierra. Pasos desmesurados
Der Seele Kräfte dann der Seele sin embargo limita él, pero como floraciones de
Verwandtschaften sich zusammen, oro se reúnen
Dass lieber auf Erden las fuerzas del alma, entonces, las afinidades del
Die Schönheit wohnt und irgend ein Geist alma
Gemeinschaftlicher sich zu Menschen gesellet. para que mejor en la tierra
habite la belleza y algún espíritu
Süss ists, dann unter hohen Schatten von con más comunidad se una a los hombres.
Bäumen
Und Hügeln zu wohnen sonnig, wo der Weg ist Dulce es, entonces, bajo altas sombras de árboles
Gepflastert zur Kirche. Reisenden aber, wem, y colinas habitar, soleados, donde está
Aus Lebensliebe, messend immerhin, pavimentado el camino a la iglesia. Pero a los
Die Füsse gehorchen, blühn viajeros, a quienes
Schöner die Wege, wo das Land por amor a la vida, midiendo, sin embargo,
obedecen los pies, florecen
más bellos los caminos, donde la tierra
(Tercera versión, impresa según la edición de Stuttgart (StA), t. II, pp. 257 ss.
Los dos versos entre corchetes están tomados de la segunda versión; las palabras
también entre corchetes «de los ojos» y «segura» señaladas en las variantes.)
Querido mío:
Tu H.**
Muchos días y horas favorables harían falta para meditar esta carta de un
modo adecuado. Ahora sólo atendemos, y con la brevedad necesaria, a tres
cuestiones de hecho en relación mutua.
Por otra parte meditaremos el pasaje en que, llegado a él, el poeta guarda
en la memoria los caminos de su andanza, y a la vez prestaremos atención a la luz
en que se mueve tal recuerdo.
«Lo atlético de las gentes del Sur, en las ruinas del espíritu de la
Antigüedad»: eso muestra más claramente a Hölderlin la auténtica esencia de los
griegos. Hölderlin experimenta «lo atlético» no como algo aparte por sí mismo,
sino en el elemento del espíritu de la Antigüedad. El verbo griego significa
luchar, combatir, coger y sostener. Pensado en griego, lo atlético hace surgir y
reservarse alternativamente todo lo que está en lucha recíproca. Lo atlético es lo
heroicamente «guerrero» en el sentido del ; de esa lucha que Heráclito
piensa como el movimiento en el cual y para el cual dioses y hombres, libertad y
servidumbre, salen afuera en la apariencia de su ser. Lo atlético del «cuerpo
heroico» no es ni lo meramente sensible ni lo plástico. Es el refulgir del espíritu
que se abre paso luchando en su medida corporal y se capta en ello.
En una versión tardía de Patmos (StA II, p. 180), Hölderlin llama a Grecia
«la tierra juvenil de los ojos atléticos». Su mirada es, como toda auténtica mirada,
espiritual, y brilla en lo corporal. Los ojos ven lo que irradia sólo en la medida en
que estén antes iluminados y mirados por ello. Los «ojos atléticos» miran la
belleza. Ella es la verdad percibida al modo griego, esto es el desvelamiento de lo
se hace presente por sí, de la de esa Naturaleza en que y de la que vivían los
griegos. El más elevado conocimiento que tiene Hölderlin del ser auténtico de los
griegos es de una situación objetiva, de que habla la carta.
La otra inseparable de la primera, la .contiene la indicación de Hölderlin
sobre el pasaje por el que se nombra el conocimiento auténtico sólo ahora
adquirido, del ser griego.
«El hecho de que todos los lugares sagrados de la tierra estén reunidos en
torno de un lugar... es ahora mi gozo.» Mediante el lugar que el poeta habita
ahora, la tierra se le hace de nuevo tierra. Ella alberga y lleva, como edificación
de los celestes, lo Sagrado, esto es, la esfera del dios. La tierra es sólo tierra en
cuanto la tierra del cielo, que sólo es cielo en cuanto que hace descender a la
tierra su influjo. Sus manifestaciones, desde la más alta, el rayo, hasta «las demás
formas», están citadas en las frases anteriores de la carta. Rayo [Blitz] es la
misma palabra que mirada [Blick]. En la mirada hay existencia. La tormenta se
llama por eso la «existencia de Dios». Tierra y cielo, y los dioses escondidos en
el cielo, todo está presente para el estado de ánimo del poeta, tranquilamente
gozoso, en la totalidad de la Naturaleza brotando desde su origen. Ésta se le
aparece en una luz especial.
Pero para los griegos lo que hay que señalar ahora, esto es, lo que se
muestra e irradia por sí mismo, es también lo verdadero: la belleza. Por eso se
necesita el arte, la esencia poetizadora del hombre. El hombre que habita
poéticamente lleva todo lo que aparece, tierra y cielo y lo sagrado, a la apariencia
estable por sí misma, y que lo preserva todo; lo lleva; en figura de la obra, a un
seguro estar. «Mantener todo en pie y por sí mismo» significa: fundar.
In-finito quiere decir que los fines y lados, los lugares de la pertenencia,
no están cortados, unilateralmente por sí mismos, sino que, liberados de la
unilateralidad, se pertenecen mutuamente en la pertenencia que los mantiene
unidos «de parte a parte» desde su centro. El centro, que se llama así porque
centra, no es ni la tierra, ni el cielo, ni el dios, ni el hombre. Lo in-finito que hay
que pensar aquí es abismalmente diverso de lo meramente sin fin, que por su
uniformidad no consiente ningún crecimiento. Por el contrario la «pertenencia
más tierna» de tierra y cielo, dios y hombre, puede llegar a ser más in-finita. Pues
lo no-unilateral puede salir a luz más puramente a partir de la entrañabilidad en
que los Cuatro nombrados se mantienen en relación mutua.
Con todo no pasemos por alto el « pero» en el v. 48: «Pero a los viajeros ...
El viajero, es decir, el poeta queda distinguido respecto a lo que dicen los versos
inmediatamente precedentes (46 ss.):
«... vosotros caminos del viajero», por delante de ellos van las «voces del
destino. ¿Qué significa aquí «destino»? Si cabe entenderlo, es sólo si tenemos en
cuenta cómo se nombra al destino. «Oh vosotras, voces del destino...» ¿Voces?
Resuenan. La elegía Pan y vino pregunta en su cuarta estrofa: « ¿y dónde
resuena el gran destino?». Se piensa en la «bienaventurada Grecia», apelada al
comienzo de esta estrofa, para la cual y en la cual resonaba el gran destino.
¿A través de qué resuenan las «voces del destino»? ¿Qué resuena? Los
versos 2 ss dicen:
El cielo resuena. Es una de las voces del destino. Otra voz es la tierra.
También ella resuena (V, 9 ss.):
... Donde allá arriba
resonando, como piel de ternera
la tierra,...
Siempre, ¡amada! va
la tierra y sostiene el cielo.
La tierra se destina a las grandes leyes. ¿Por qué caminos? Son nombrados
(v, 13 s.): «la ciencia y ternura». «La ciencia», esta palabra, dicha sencillamente
como aquí, está entendida en el sentido de la doctrina de su maestro Fichte y su
amigo Hegel: «la ciencia» es el pensar del pensador, que ha recibido de Grecia su
nombre y con él su esencia. La claridad del pensar determina «la luz en torno a la
ventana» a través de la cual el poeta «mira fuera». «Y la ternura» -hemos oído
esas palabras en la carta a Böhlendorff. La ternura señala la «popularidad» de los
griegos. La popularitas es la capacidad de la más alta inclinación hacia aquello, y
la suprema participación en aquello que, en cuanto extraño, alcanza conforme a
su destino a un pueblo en lo que le es innato. La popularidad de los griegos es
ternura. De ella forman parte lo atlético del cuerpo heroico y la capacidad de
reflexión. La ternura, su esencia alegradora y ofrecedora -y a la vez recibiendo
sencillamente- tiene, con la ciencia que hace devolver el reflejo pensando, la
tierra abierta al cielo. Ambos forman la relación de la tierra con el cielo y por ello
son a la vez celestes.
Uno de los Cantos nocturnos que, bajo el título Lágrimas, canta a Grecia
y cuya época de origen se sitúa entre la carta a Böhlendorff y el
esbozo Grecia, empieza:
Y es menester
preguntar al cielo.
El azul escuela de los ojos es de donde los «ojos del mundo de las
maravillas», las islas de Grecia, «sus héroes y santos» aprenden lo que es propio
del destino al enfrentarse en contramirada. En la tercera estrofa del cántico
nocturno Lágrimas canta Hölderlin:
Las llamadas que miran hacia fuera a la inmortalidad son las llamadas de
los llamados. Estos reciben en la «vocación de poetas» la determinación al
cántico. Los que así llaman llegan a ser así ellos mismos una voz del destino. Su
«amor de la inmortalidad», esto es, de la divinidad, «es de un dios» (¿Qué es
dios?, StA II, p. 210, 6 s.). Tal amor pertenece al dios, pero sigue siendo algo
extraño en lo cual se destina igual que en las nubes de cánticos. Pues también el
dios está aún bajo el destino. El dios es una de las voces del destino. De Dios se
dice en el poema ¿Qué es dios?
Cuatro voces son las que resuenan: el cielo, la tierra, el hombre, el dios. En
esas cuatro voces reúne el destino toda la infinita pertenencia. Pero ninguno .de
los Cuatro se sostiene y marcha unilateralmente por sí. Ninguno es finito en este
sentido. Ninguno es sin los demás. In-finitos se relacionan unos con otros; son lo
que son a partir de la in-finita pertenencia; son esa totalidad misma.
dice Hölderlin:
Los dos versos que preceden a las palabras de la llegada del gran
comienzo, contienen la respuesta:
Esto nos deja extrañados. ¿El cortejo va a ser lo grande y la boda va a ser
lo escaso? ¡Se pensaría lo contrario! La extrañeza crece aún cuando pensamos
que ese «Pero como...» no introduce una mera comparación, sino que dice él
mismo el asunto claramente: a saber, el modo como puede llegar un gran
principio también a lo escaso. Entonces sería la boda lo escaso. En cuanto que
luego llegue a ella otra cosa, permanece remitida a lo que viene, también la boda
pertenece al venir. Ella misma es lo que viene. Hölderlin dice de ella al comienzo
de la 13.ª estrofa del Himno al Rhin(StA II, pp. 147, 180):
La novia es la tierra a la que llega la canción del cielo. Así dice el posterior
esbozo (StA II, p. 253, 44):
Entonces viene el canto nupcial del cielo.
Entonces hay «Paz plena. Rojo de oro». Dorados están, abiertos, «los soles
y lunas más amarillos». ¿Y «rojo»? ¿Es ese «rojo» por el cual el azul del cielo se
hace violeta para la tierra? Ese rojo sería entonces, en la esfera de lo luminoso, el
eco del azul escuela de los ojos.
Los días puros no tienen nada del tumulto amenazador de las nubes
tormentosas. La existencia de dios no se vela en una oscuridad. Aún más
veladora que ésta es la más clara claridad. En su serenidad medita arriba el dios
el destino de la infinita pertenencia, en cuanto que «odia» el «crecimiento fuera
de sazón». (StA II, p. 225, 93 ss.). Ya los griegos sabían que la claridad es aún
más veladora que la oscuridad.
Quizá Europa ha llegado ya a ser lo que es: un mero cabo, pero, en cuanto
tal, al mismo tiempo, el cerebro de todo el cuerpo terráqueo, ese cerebro que
computa el cálculo técnico e industrial, planetario e interestelar. Porque es así y
porque lo que es así no puede durar, quizá podríamos añadir una tercera pregunta
a las dos de Paul Valéry. No pregunta pasando por encima de Europa, sino
retrocediendo a su principio. Podría decir así: Europa, como ese cabo y cerebro,
debe llegar a ser tierra de un atardecer desde el cual otra mañana del destino
universal prepara su comienzo? La pregunta suena presuntuosa y arbitraria. Pero
tiene una base: ante todo en un hecho esencial, por otro lado en una conjetura
esencial.
Pero es difícil
en lo grande conservar lo grande.
El poema nombra «el antiguo Decir», el mostrarse del gran comienzo. Éste
es. Su presencia se despliega «alrededor por todas partes» de ese único lugar; y
ello «con espiritualidad, esto es, con divinidad que vive ella misma en lo sagrado.
Todos los lugares sagrados están reunidos. El poema confía, en sus últimas
líneas, en la «Humanidad». Según el uso lingüístico de entonces, esa palabra no
quiere decir la totalidad de todos los hombres, sino que, como libertad dice la
esencia de lo libre, humanidad es la esencia del hombre. Esa esencia se requiere
en la «relación viva y el destino», esto es, en «la vida».
Grecia
24 de mayo de 1748
Con sumisión
« SCARDANELLI»
Martin Heidegger
** Muchos de ustedes están enterados de cómo esta carta, y sobre todo la escrita un año
antes al mismo amigo, inmediatamente antes del viaje al sur de Francia, suelen citarse en
referencia para basar lo que se ha llamado «el giro occidental» de Hölderlin, y que
Hölderlin mismo, aunque queriendo decir otra cosa, considera bajo el nombre «el giro a la
tierra patria». El discurso de Hölderlin sobre lo «patrio» y lo «nacional» lo debemos oír,
ciertamente, según el sentido de su pensamiento; esto es, liberándolo de nuestras corrientes
ideas estrechas. Lo «patrio» quiere decir la referencia de la tierra al Padre como al supremo
Dios, quiere decir esa «relación» que otorga vida, en que está el hombre en cuanto que tiene
un «destino». Igualmente, lo «nacional» alude a la tierra del
nacimiento (nasci, natura, nación), tal como lo determina como principio lo que
permanece:
lo más en efecto
puede el nacimiento,
y el rayo de luz, que sale
al encuentro del recién nacido.
La cuarta estrofa del Himno al Rhin contiene una indicación anticipada sobre el sentido de
las estrofas citadas. Pero la meditación de Hölderlin sobre el «giro a la tierra paterna» y lo
«nacional» no entra aquí en consideración; de ningún modo sólo porque haya en ello
muchas cosas difíciles de interpretar y lo total en su sentido no esté decidido de modo
inequívoco, sino porque Hölderlin ha dejado aquí atrás ese mismo estadio de su camino que
considera bajo el título «giro hacia la tierra paterna», en cuanto que lo ha asumido.
Exactamente eso es lo que nos dice el hecho que exista ese poema tardío Grecia -aunque
sólo en esbozos. (N. del A.)
*** (Observación al corregir.) El citar esta tercera estrofa y antes la primera de Lágrimas
tenía la intención también (aunque no expresada) de dotar al v. 11 «de devastaciones,
tentaciones de los santos. de una indicación a su posible explicación, que muchos oyentes
de la conferencia echaron de menos. (N. del A.)