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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

DEPARTAMENTO DE PLANIFICACIÓN URBANA


PL- TALLER DE URBANISMO VII
EDUARDO CÓRDOBA

ENSAYO “LA CALLE”

La calle es el espacio público por excelencia o al menos lo fue durante grandes periodos
de la historia. Estuvieron concebidas como un modo de comunicación y su propia geometría
delata en sí su función. Sin embargo, tal como conectaban espacios urbanos, fueron
desarrollándose inevitablemente como lugares de traspaso de información e interacción entre
seres humanos. Siendo su condición de lugar horizontal, amplio, abierto y conector
facilitador durante mucho tiempo de manifestaciones pública y democracia.

Asimismo, la calle se exhibe como el lugar de mayor presencia en la ciudad (Quintero,


2004), quien va definiendo su evolución y transformación, no solo en su sentido físico, sino
social y de significado en la vida urbana. La calle, así como la plaza representan el telón de
fondo de los vestigios de la humanidad, cuya historia ha demostrado que es un espacio
complejo, contenedor del vacío, pero donde convergen tantos llenos, liderados por valores,
pensamientos y significados del hombre. Así mismo, refleja el proceso de adaptación de la
cultura, o de toda la civilización del entorno que expresa una consciencia gradual de la
separación entre lo privado y lo público, entre la familia y la comunidad, a pesar de ser un
símbolo de separación entre el dominio privado y público que constituye el lugar de
definición activa de la ciudad.

Sin embargo, pensar la calle contemporánea en el contexto venezolano hace replantear su


función y majestuosidad histórica. En este sentido, Borjas (2003) plantea que la calle es hoy
objeto de un recuerdo romántico al considerarlo un anacronismo, admitiendo con demasiada
facilidad su inevitable sustitución física y social (por vías más rápidas y otros espacios de
encuentro). Asimismo, se hace evidente al transitar las calles caraqueñas que su pasado (era
moderna) hace referencia a una intrincada relación con el automóvil y los modos de
transporte motorizados, alejado de la escala peatonal y la percepción de calle como lugar de
encuentro para el caminante cotidiano.
De aquellas esquinas del centro de Caracas solo queda la memoria de los que vivieron su
dinámica. Pero ya la ciudad no responde a espacios como la calle para el soporte de las
relaciones interpersonales de los habitantes. Esto ha quedado relegado para otros lugares (no-
lugares) que terminan abarcando los sitios de reunión y de reconocimiento del otro.

Por otro lado, muchas serán las variables que han convertido a las calles caraqueñas en
escenarios de desencuentro, pero cabe la pena mencionar el modelo de ciudad que se
implantó, la inseguridad y la poca sensibilidad de la calle con el peatón. Por ende, se hace
evidente que a través del tiempo ha perdido su facultad de escenario del debate público. Y si
la percepción es producto de un complejo proceso cognitivo donde se analizan y procesan las
cosas que se observan (Quintero, 2004), la calle que se vive actualmente se aleja de sus
primeras intenciones.

En este sentido, ya no se siente viva la ciudad, su tejido parece resignado al uso del motor
y el desconocimiento a vivirla ha generado un desapego enorme con la urbe que habitamos.
Asimismo, por más pública que aparenta, no se vive con la intensidad que el medioevo le
otorgó (a la ciudad europea). Es así que, aunque el pensamiento parece estar suelto en la
ciudad (Fernández, 2005) la experiencia en la calle contemporánea limita nuestra esencia a
los espacios más privados donde podemos mostrarnos sin aprensión.

Por ende, y teniendo en consideración el enaltecimiento de la calle de antaño, ¿por qué al


salir de casa y tocar la calle invade una sensación de inseguridad, desprotección y profundos
deseos de refugiarnos en nuestra individualidad? ¿por qué el simple hecho de recorrer una
calle de Caracas genera tantas dudas? ¿acaso solo lo hacemos por necesidad o realmente es
un placer vivir la calle? No es una cuestión que se limita a una pandemia ni al aislamiento
obligatorio, es la calle desde su origen, enferma y descuidada, la que grita y te empuja de su
recorrido. Una senda que ha perdido la noción de ciudadanía, en la que no se debate ni se
comunica, en la que no existe un dialogo más allá de un cruce de miradas y un paso
apresurado, un espacio que ha perdido todas las cualidades sociales de lo público, sumido a
limites espaciales.

Y debido a que el interés primordial recae por una parte sobre el usuario y por otra, sobre
las cualidades formales y características funcionales del espacio, pareciera que las calles
caraqueñas no persuaden lo suficiente a aquel que las quisiera vivir a plenitud. Entonces,
¿existen acaso calles recorridas en Caracas cuya percepción sea más alejada de la de sentirme
ciudadano y parte de la memoria colectiva? Como si no hubiese construido o formado parte
de su historia jamás. Como si la memoria individual quedara resguardada bajo el techo de un
centro comercial, la casa y la intimidad.

Y aunque la calle (caraqueña) representa todo un imbricado sistema espacial y urbano, un


receptáculo de valores significantes, también representa un mero espacio de transición, un
lugar en el que no me permito sentirme cómodo ni expresar mi esencia, donde no puedo
hallar un sentimiento de pertenencia y cohesión.

Sin embargo, es importante destacar que, al hacer referencia a la calle desde este punto de
vista, si se quisiese hasta romántico, bajo ningún motivo deben estas no ser accesibles a los
automóviles. Pero, considerando el importante sistema espacial y social que conforman, es
relevante darles prioridad a los usuarios que realmente las pueden vivir y que enaltecen los
vestigios de un pasado que el inexorable rigor del tiempo no puede ocultar: el peatón.

Por ello, precisamente como peatón, como vividor de experiencias y ciudadano de Caracas
(hasta donde pueda abarcar la connotación de este concepto), la calle implica un triste
recuerdo de lo que fue y de aquello que conviene recuperar. Además, como futuro profesional
representa un mar abierto de oportunidades y potencialidades únicas que permanecen ocultas
bajo la somnolienta espera de una ciudad que ve sus habitantes pasar como foráneos en una
carretera, que siente, palpita sufre la pérdida de identidad y que espera pacientemente la
recuperación y apropiación de sus plazas, parques y calles como máximo acto de
manifestación pública.

REFERENCIAS

Quintero, C. (2007). La percepción en el espacio calle: parametros de calidad ambiental Caso


de estudio: Calle 67. Cecilio Acosta. Maracaibo, Venezuela. Espacio Abierto, 16(4),
12.

Fernandez, P. (2005). El espíritu de la calle (1st ed., pp. 9-38). Guadalajara: Universidad de


Guadalajara.

Borja, J, (2003). El Marketing como estrategia de desarrollo metropolitano. Curso para la


Agencia transfronteriza para el desarrollo de la eurociudad vasca.

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