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Ensayo
Ensayo
La calle es el espacio público por excelencia o al menos lo fue durante grandes periodos
de la historia. Estuvieron concebidas como un modo de comunicación y su propia geometría
delata en sí su función. Sin embargo, tal como conectaban espacios urbanos, fueron
desarrollándose inevitablemente como lugares de traspaso de información e interacción entre
seres humanos. Siendo su condición de lugar horizontal, amplio, abierto y conector
facilitador durante mucho tiempo de manifestaciones pública y democracia.
Por otro lado, muchas serán las variables que han convertido a las calles caraqueñas en
escenarios de desencuentro, pero cabe la pena mencionar el modelo de ciudad que se
implantó, la inseguridad y la poca sensibilidad de la calle con el peatón. Por ende, se hace
evidente que a través del tiempo ha perdido su facultad de escenario del debate público. Y si
la percepción es producto de un complejo proceso cognitivo donde se analizan y procesan las
cosas que se observan (Quintero, 2004), la calle que se vive actualmente se aleja de sus
primeras intenciones.
En este sentido, ya no se siente viva la ciudad, su tejido parece resignado al uso del motor
y el desconocimiento a vivirla ha generado un desapego enorme con la urbe que habitamos.
Asimismo, por más pública que aparenta, no se vive con la intensidad que el medioevo le
otorgó (a la ciudad europea). Es así que, aunque el pensamiento parece estar suelto en la
ciudad (Fernández, 2005) la experiencia en la calle contemporánea limita nuestra esencia a
los espacios más privados donde podemos mostrarnos sin aprensión.
Y debido a que el interés primordial recae por una parte sobre el usuario y por otra, sobre
las cualidades formales y características funcionales del espacio, pareciera que las calles
caraqueñas no persuaden lo suficiente a aquel que las quisiera vivir a plenitud. Entonces,
¿existen acaso calles recorridas en Caracas cuya percepción sea más alejada de la de sentirme
ciudadano y parte de la memoria colectiva? Como si no hubiese construido o formado parte
de su historia jamás. Como si la memoria individual quedara resguardada bajo el techo de un
centro comercial, la casa y la intimidad.
Sin embargo, es importante destacar que, al hacer referencia a la calle desde este punto de
vista, si se quisiese hasta romántico, bajo ningún motivo deben estas no ser accesibles a los
automóviles. Pero, considerando el importante sistema espacial y social que conforman, es
relevante darles prioridad a los usuarios que realmente las pueden vivir y que enaltecen los
vestigios de un pasado que el inexorable rigor del tiempo no puede ocultar: el peatón.
Por ello, precisamente como peatón, como vividor de experiencias y ciudadano de Caracas
(hasta donde pueda abarcar la connotación de este concepto), la calle implica un triste
recuerdo de lo que fue y de aquello que conviene recuperar. Además, como futuro profesional
representa un mar abierto de oportunidades y potencialidades únicas que permanecen ocultas
bajo la somnolienta espera de una ciudad que ve sus habitantes pasar como foráneos en una
carretera, que siente, palpita sufre la pérdida de identidad y que espera pacientemente la
recuperación y apropiación de sus plazas, parques y calles como máximo acto de
manifestación pública.
REFERENCIAS