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EL PROBLEMA DE LA CERTEZA EN EL

«CASTILLO INTERIOR»

HANS FLASCHE
Universidad de Hamburgo

A mi amigo A. Parker

En casi todos sus escritos Santa Teresa se esfuerza por una expresión
adecuada de las experiencias interiores que le fueron concedidas. Huelga decir
que de este modo se propone una tarea de muy difícil solución. Muchas veces
habla de las dificultades que debe allanar para presentar la vida mística a sus
hermanas y a sí misma. Su diligencia de conocer distintamente o -mejor
dicho- sentir vivamente los fenómenos psíquicos se manifiesta sobre todo en
su lenguaje.
Su voluntad de describir un acontecimiento psíquico es constantemente
acompañada por la intención de poner cuidado en el máximo esmero.
Actuando de esta manera se da cuenta exacta del hecho de que sus empeños no
pueden salir de ciertos límites. Para hacerse dueño de lo que puede expresarse
difícilmente o de lo que no es posible referir, Teresa se sirve de una serie de
palabras que por una parte dejan ver su obligación aparentemente ineludible
de exponer y de analizar misterios, por otra la convicción de no estar a la altura·
de su misión. En los «Pensamientos» de Pascal salta a la vista la frecuencia del
término «chose», en los textos teresianos damos muchas veces con la palabra
«cosa». Comprueba este hecho que más de una vez le falta la terminología
referente a experiencias que se notan en el interior del hombre o que la
terminología en cuestión no se usa en la lengua española de la época. Para
hacer entender un acontecimiento psíquico apenas comprensible, Santa Teresa
recurre muchas veces a comparaciones. Anuncia SlJ intención señalando el
término «comparaciófl». Manifiesta su opinión acerca de esta voz explicando
también la posibilidad de su empleo. Es natural que en las exposiciones
respecto a una finalidad determinada la autora se sirva del par lingüístico
«atinar-desatinan>.
U na de las palabras más importantes en el léxico de Santa Teresa es
«parecen>. Se refiere esta palabra a la intensidad de la certidumbre o
incertidumbre en la explicacíón de la vida afectiva y mística. El Diccionario de
Autoridades define el substantivo de la manera siguiente: «Dictamen, voto o
sentencia que se da o lleva en cualquier materia». En cuanto al verbo «parecen>
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el Diccionario dice: «Vale ... hacer juicio o dictamen acerca de alguna cosa». Se
añaden a estas definiciones términos latinos que ponen en evidencia la
certidumbre a veces menos sólida latente en la palabra «parecen>. Así es que «el
parecen> se comenta por «opiniQ»), y «parecen> por «videri». El verbo teresiano
«parecen> puede ser comparado con el verbo latino «viderü>.
En cuanto al análisis de todas las ideas que Santa Teresa une con el
término «parecen> y sus diversos empleos, queremos sondear su obra mística
central «Moradas del Castillo Interion>. Ya en el prólogo «parecen) llama la
atención del lector-investigador que escudriña la manera de expresarse de la
autora. Respecto a su intención de detallar «cosas de oración», Teresa dice:
«... no me parece me da el Señor espíritu para hacerlo ni deseo ... ». Hacemos
observar, comenzando nuestras interpretaciones, qué, a juzgar por las
apariencias, nuestra escritora suele incluir el verbo «parecen> acompañado por
partícula negativa en casos contados, es decir, que le gusta acentuar el acto
intelectual exteriorizado por «parecen>. Tocante a la frase teresiana que
acabamos de citar estamos inclinados a afirmar que se trata de una impresión
personal sin conocimiento exacto de la voluntad divina. La impresión personal
toma incremento a consecuencia de la actitud humilde de la autora que no se
atreve a tomar una decisión relativa a la intención divina de conceder «espíritm>
y «deseo». También en un pasaje que sigue casi inmediatamente tan sólo el
contexto informa sobre el sentido de «parecen>: «Mas entendiendo que la
fuerza de la obediencia suele allanar cosas que parecen imposibles ... ». En este
caso no se habla de una impresión subjetiva, de un «yO» que ofrece una opinión
que se le presenta como auténtica, sino de asuntos normalmente por lo visto
insuperables; en realidad y debido a la virtud de la obediencia no resultan
insuperables. Nos enseña esto el verbo «entenden> que surge aquí y en muchos
otros textos teresianos. Por lo tanto no es lícito pensar aquí en una
«incertidumbre aparente». Una vez más la interpretación del contexto en el
prólogo es absolutamente necesaria. A continuación de la caracterización
ahora mismo realizada de la intensidad de la obediencia leemos: «.. .la voluntad·
se determina a hacerlo [se. escribir cosas de oración] muy de buena gana,
aunque el natural parece que se aflige mucho ... ». Incluso esta vez está enjuego
la transmisión de una impresión, puesta sin embargo lingüísticamente en un
sector general. La frase reza: (<<la voluntad», «el natural»). Leyendo las líneas
siguientes (<< .•. no me ha dado el Señor tanta virtud que el pelear con la
enfermedad ... se puede hacer sin gran contradicción sUYaI», y haciendo constar
que «contradicción suya» se refiere a «el natural», llegamos a la interpretación
de que «el natural» designa la naturaleza humana en general y también la de la
autora del prólogo. Hay que acentuar que el por qué se concentra sobre la
persona que escribe según se desprende claramente de las palabras «me ha
dado». Además <<la enfermedad» significa «mi enfermedad». Respecto al
individuo que habla la aflicción se afirma con una certeza mucho mayor que en
virtud de los hombres sobrecogidos de la misma índole en general. Cuando
Santa Teresa habla después de «... el parecer de quien me le manda escribir...»,
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tenemos que pensar en «voto» o «dictamen». N o se incluye ni «opmlO» ni


«incertidumbre». El prólogo contiene aún dos pasajes que cautivan al lector. Se
dice de la persona que dio el orden de componer «Las Moradas»: «Díjome ...
que le parecía que mejor se entienden el lenguaje unas mujeres de otras ... )).
Puesto que se trata aquí de la hipótesis que un hombre formula sobre la
comprensión recíproca de mujeres, la expresión «le parecím) contiene menos
convicción que la forma «me parece)) de Santa Teresa. El último párrafo del
prólogo comienza por las palabras: «y porque parece desatino pensar que [lo
que escribiré] puede hacer al caso a otras personas, harta merced me hará
nuestro Señor si a alguna de ellas [sc. monjas] se aprovechare para alabarle
algún poquito más)). Santa Teresa dice que tan sólo una mujer tiene el don de
hacerse entender por mujeres. En la frase que acabamos de citar se acentúa
tanto la intención referente a las compañeras como el éxito probable de la
empresa. Por tanto, la forma presente «parece)) que no se refiere a una persona
determinada posee -también con motivo del término «desatinm)- un grado
exiguo de incertidumbre.
El prólogo contiene seis pasajes no equivalentes respecto al significado y
precisamente por esta razón muy interesantes e importantes para las
consideraciones relativas a nuestro tema. Después de haber leído e interpre-
tado una sola página, vislumbramos que el Cuerpo de la obra mística principal
de la Santa debe contener una profusión de exposiciones difícilmente
analizables y tan sólo en un trabajo muy amplio.
El número de oraciones que contienen el substantivo «parecem (muy
especialmente en la forma «a mi parecem y una vez «de mi parecem) y el verbo
(con o sin pronombre personal) es enorme. Respecto al problema «certi-
dumbre-incertidumbre)) todos los enunciados de la autora deberían ser
examinados en relación con el contexto entero. Es aconsejable imponernos una
restricción referente a citas que permiten una interpretación en la medida de lo
posible exacta.
Reflexionando sobre los inconvenientes y las contrariedades que acom-
pañan posiblemente el camino hacia Dios -camino que debería ser recorrido
sin interrupción- Santa Teresa exclama en el segundo capítulo de las Moradas
Terceras: «¡Oh, qué buenas señas podré yo dar de esto; y plega a Dios que [sc.
yo] haya pasado de aquí, que hartas veces me parece que no!¡). De vez en
cuando describe a sus hermanas todos los acontecimientos psíquicos uno por
uno; a veces -por ejemplo aquí- se da por satisfecha con una alusión a sus
facultades de presentar los hechos notables. Muchas veces no cree haber
recorrido correcta y ordenadamente el camino en cuestión, aunque se atribuye
la capacidad de una explicación precisa. El término «buenas señas)) prueba que
le preocupa el empeño relativo a una descripción minuciosa de lo que es
posible en atención de la abundancia de los fenómenos. Santa Teresa da
muestras de su valor como filóloga en el procedimiento relativo a muchos
problemas.
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Para demostrar esto queremos escoger como ejemplo la diferencia


sostenida por ella en el primer capítulo de las Cuartas Moradas entre los
términos trascendentes «contentQ» y «gustQ». «Contento» es una especie de
alegría que reina en la naturaleza humana durante la oración suplicatoria.
(<< ... Los contentos me parece a mí se pueden llamar los que nosotros
adquirimos con nuestra meditación y peticiones a nuestro Señor» [IV, 1]). La
yuxtaposición de «parece a mÍ» y «poden) hacen resaltar sin duda alguna la
posibilidad de denominación, de calificación a base de sentimiento comple-
tamente personal. «GustO», en cambio, es (IV, 1) un gozo que procede de Dios
y es experimentado por la naturaleza humana. (<<Los gustos comienzan de
Dios, y siéntelos el natural...»). En virtud de esta diferencia Santa Teresa dice a
sus hermanas en el segundo capítulo de las Terceras Moradas: «Pareceros ha
que contentos y gustos todo es uno, que para qué hago esta diferencia en los
nombres. A mí paréceme que la hay muy grande; ya me puedo engañan). En los
escritos teresianos hallamos muy frecuentemente la fórmula dirigida a las
personas apostrofadas «Pareceros ha». Opone la Santa a la hipótesis expresada
mediante el futuro la locución muy similar «A mí paréceme». Pero se reconoce
en este texto también la disposición natural de Teresa de separar diversas
categorías o grados. La ilusión eventual traducida por «ya me puedo engañan)
disminuye la seguridad de la confesión «A mí paréceme». Se considera muchas
veces en las Moradas la eventualidad del engaño de sí mismo y es
imprescindible acentuarlo respecto a la aplicación sumamente frecuente de la
palabra «parecem.
La incertidumbre combinada con el modelo «a mi parecer» o -mejor
dicho- la convicción que confía principalmente en el juicio propio puede ser
exteriorizada todavía por medio de otros pensamientos que dejan ver una
inaptitud. Después de haber distinguido entre «gustO» y «contento» Santa
Teresa exclama en el primer capítulo de las Cuartas Moradas: «jOh, Jesús, y
qué deseo tengo de saber declararme en esto! porque entiendo -a mi
parecer- muy conocida diferencia y no alcanza mi saber a darme a entender;
hágalo el Señom. Estas líneas deben ser consideradas como particularmente
características porque la comprensión afirmada muy cautelosamente en la
parte central de la frase (<<porque ... diferencia») es atenuada todavía más por la
exposición precedente (<<y qué deseo tengo») y la que sigue (<<y no alcanza»). La
fórmula «a mi parecen) incluida después de «entiendo» significa -acabamos de
bosquejarlo- una disminución del entendimiento, a saber una variedad de
«incertidumbre». Es asombroso (dicho sea de paso) que el giro «a mi parecen)
se interponga muchas veces en una estructura sintáctica bastante larga. Leemos
en las Moradas Cuartas que someten a discusión en el primer capítulo la
distinción entre «contento» y «gustO» y además la diferencia entre «pensa-
miento» y «entendimiento»: «Yo vía -a mi parecer- las potencias del
alma empleadas en Dios y estar recogidas en El, y por otra parte el
pensamiento alborotado traíame tonta». El tema «potencias del alma» es, como
sabemos, a pesar de su complejidad un tema muy profundamente meditado
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por la Santa. Es posible que en virtud de las dificultades tantas veces


manifiestas en los textos teresianos de conocer las funciones de las facultades
del alma (particularmente del «entendimiento» y de la «voluntad») el carácter
personal del contenido de «a mi parecer» sea -en este caso también-
realmente considerable.
El convencimiento de que «parecen> no implica una certeza firme se
desprende del segundo capítulo de las Moradas Cuartas, en el que se discute
igualmente el tema de las potencias del alma. Santa Teresa procura encontrar
el lugar que, en el interior del alma, entra en consideración para lo que llama
«gusto». En primer lugar cita la segunda línea de un verso de los salmos. Reza
ésta en la Vulgata Clementina: «Viam mandatorum tuorum cucurri, cum
dilatasti cor meum». (Nos damos cuenta, dicho sea de paso, de que la Santa,
llena de confianza en cuanto a su memoria, no da mucha importancia a la
alegación exacta de textos convenientes. Escoge el fragmento de la cita que está
en tela de juicio según su intención: acentúa lo que le parece ser importante y
ventajoso respecto a su propósito). Para dilucidar la esencia del gozo que
quiere analizar, escribe refiriéndose a las tres palabras «Dilatasti cor meum»:
«... y no me parece que es cosa -como digo- que su nacimiento es del
corazón, sino de otra parte aún más interior, como una cosa profunda. Pienso
que deve ser el centro del alma, como después he entendido y diré a la postre;
que cierto veo secretos en nosotros mismos que me traen espantada muchas
veces ... » (IV, 2). Según la opinión de Santa Teresa es posible descubrir en el
interior del hombre un sitio adecuado al gusto más profundo que el corazón.
La fórmula «no me parece», el empleo reiterado de la palabra «cosa» (que no
contiene una determinación exacta) y finalmente la intercalación de «pienso» y
que «deve sen> -todas estas partes de la frase señalan una hipótesis válida para
la autora-; no se refieren a una certeza objetivamente establecida. El
desarrollo de las consideraciones realizadas en referencia a las palabras latinas
nos muestran claramente que Santa Teresa sabe aprovecharse de textos ya
existentes para su análisis del alma. No quiere, como acabamos de ver, servirse
del término «con> para su definición de la palabra «gusto». Pero cree serIe muy
útil el verbo «dilatare» porque opina que puede comprobar en el «gusto» un
«ensanchamiento» debido a agua celestial. Dice: «Tornando al verso, en lo que
me puede aprovechar -a mi parecer- para aquí, es en aquel ensan-
chamiento». (IV, 2). La creencia personal y la seguridad que estriba en ella son
evidentemente acentuadas tanto por el pronombre «me» precedente a una
forma del verbo «poden> y calificativo de ventaja individual como por la
fórmula «a mi parecen>. El comentador de las obras teresianas encuentra
continuamente la combinación de varios elementos que significan una
certidumbre personal. Asimismo encuentra con frecuencia la yuxtaposición de
partes sintácticas que expresan sin duda alguna una incertidumbre incontesta-
ble. Analizando el «gusto», Santa Teresa escribe refiriéndose a la facultad que
considera como la más importante: «La voluntad bien me parece que deve estar
unida en alguna manera con la de Dios ... » (IV, 2). Hacemos constar un enlace
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estrecho y equilibrado entre la fórmula «me parece», el verbo «deben> (que


muchas veces sirve a la indicación de una incertidumbre) y finalmente el
pronombre «alguno» que corresponde a la falta de precisión. Le gusta a la
autora la utilización de cuerpos lingüísticos heterogéneos que contribuyen a la
expresión de una sola intención -es decir, más bien a un intento cuidadoso
que a una afirmación definitiva-o Le gusta también la repetición reiterada de
«me parece» o «parece» en un solo párrafo. Bajo esta perspectiva recomenda-
mos al lector las primeras frases del tercer capítulo de las Cuartas Moradas,
que tratan de la «oración de recogimientm).
Cuanto más el alma se adelanta en el «Castillo Interion>, tanto más resulta
difícil describir las experiencias que se presentan. Empezando las Moradas
Quintas Santa Teresa habla de «la riqueza y tesoros y deleites que hay en las
quintas moradas». La autora se propone relatar la unión con Dios en la
oración. En cuanto a la diferencia entre las Moradas Cuartas y las Moradas
Quintas el intérprete se da cuenta de que en el escalón mencionado en primer
lugar (a saber, en las Moradas Cuartas) el alma es caracterizada como «alma
adormizada». En las Moradas Quintas se ofrece como alma «toda dormida».
Inmediatamente después de haber citado esta discrepancia Teresa destaca una
incertidumbre sirviéndose del verbo «parecen>. ¿Sería posible que recalque de
otra manera? El lector del texto se percata de un movimiento en el interior de la
mujer que escribe. «... De verdad parece se parte el alma de él [sc. del cuerpo]
para mejor estar en Dios de manera que aún no sé yo si le [sc. al cuerpo] queda
vida para resolgar (ahora lo estaba pensando y paréceme que no; al menos, si
lo [se. resolgar] hace, no se entiende si lo hace) ... » (VI, 1). La fórmula
«paréceme» que recalca la subjetividad, depende de una idea que acaba de
presentarse dependiente de un pensamiento surgido en el acto de escribir.
Vése en seguida que las exposiciones de la Santa encierran, atesoran una vida
intensa y se comprende en tales circunstancias que -teniendo presente la
ausencia de un resultado convincente después de una reflexión detenida-
incertidumbre y probablemente humildad hacen ahora acto de presencia. En la
frase ahora mismo citada hallamos (como en muchos otros pasajes ya
analizados) diversas fórmulas relativas a un sentimiento de incertidumbre
(<<parece» -<mo sé yo si»- «paréceme que no» -«al menos»- «si lo hace»
-«no se entiende si lo hace»-).

En el primer capítulo de las Moradas Quintas encontramos la verificación


que, a decir verdad, no nos presentó el por qué de esta conferencia. Sin
embargo nos proporciona la legitimación de realizarla. «Siempre en cosas
dificultosas, aunque me parece que lo entiendo y que digo verdad, voy con este
lenguaje de que "me parece"; porque si me engañare, estoy muy aparejada a
creer lo que dijeren los que tienen letras muchas». Por medio de su fórmula
MODELO, «estandarizada» «me parece» Teresa desea incluir -tomando en
consideración el nivel de sus letras--'--- la eventualidad de un error. Ya que habla
con frecuencia de las personas que disponen de «muchas letras»,. su
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manifestación de humildad tiene importancia extraordinaria. Esta manifesta-
ción reduce sin duda alguna la exactitud del juicio propio en todos los
dominios examinados en el «Castillo Interior». Incluso esta vez la frase, la
fórmula-modelo, está relacionada muy estrechamente con el problema
«certidumbre/incertidumbre». El concepto traducido por «me parece» es
apoyado por la conjunción «aunque» (que precede) y por las formas verbales
«entiendo» y «digo» que siguen. Inmediatamente después se realiza la
restricción de la locución «me parece» por la condición «si me engañare».
También en el «Castillo Interion> es naturalmente necesario distinguir
entre las páginas que procuran examinar abstracta y escrupulosamente
acontecimientos en alto grado sutiles y las páginas, en las cuales la autora llega
(como explicamos arriba) a analizar lo que desea aclarar por medio de
imágenes y comparaciones. Leemos por ejemplo en las Moradas Quintas:
«Estas penas pasan de presto; que, como dije de los gozos en la oración, parece
que no llegan a lo hondo del alma, sino a estos sentidos y potencias» (V, 3).
Santa Teresa quiere decir que la caridad produce sensaciones de dolor que
pasan rápidamente. Puesto que estas penas no penetran probablemente hasta
la región llamada por ella «lo hondo del alma» sino solamente a la zona de los
«sentidos y [las] potencias», es lícito interpretar «parecen> en este caso por «en
apariencia». Estamos autorizados a atribuir a la palabra «parece» cierto matiz
de «incertidumbre» porque se trata de «lo hondÜ), de «los sentidos», de «las
potencias», a saber de energías psíquicas invisibles. N o es permitido olvidar
que en el texto en cuestión encontramos tan sólo «parece»; no encontramos
«paréceme». Sin embargo hay que acentuar también que la referencia a los
«gozos en la oración» apenas rebaja el significado de «parecen> sin el
pronombre «me». (Queremos notar entre paréntesis que sería sumamente
ventajoso poder disponer de una estadística relativa al uso de «parece» con y
sin pronombre personal. Esta estadística corroboraría la base de la interpre-
tación aquí presentada a la cual podemos conceder ya ahora una garantía
considerable. Muchas veces no es fácilmente reconocible si es lícito afirmar que
la añadidura de un pronombre personal aumenta la seguridad de una opinión).
El cuarto capítulo de las Moradas Quintas comienza con la frase:
«Paréceme que estáis con deseo de ver qué se hace esta palomica ... ».
(<<Palomica» es símbolo del alma). En este caso también podemos hablar de
una suposición relativa a la persona que emite su concepto individual. Pero
teniendo en cuenta que Santa Teresa dispone evidentemente de un profundo
conocimiento de sus hermanas y muy especialmente del carácter femenino, la
frase del cuarto capítulo ahora mismo citada tiene un matiz de certeza propio
que se encuentra quizás también en la fórmula tan frecuente «pareceros ha».
Prescindiendo de la fórmula «paréceme» la expresión «paréceme a mí»
llama la atención del comentador en esta parte de las Moradas (yen otras
también). Analiza la «oración de unión», la autora manifiesta su opinión
acerca de la unÍón en el sentido siguiente: «Paréceme a mí que la uniónaún no
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llega a desposorio espirituaL.» (V, 4). La amplificación a consecuencia de «a


mÍ¡) intensifica la relación al «yo» de la escritora. Por una parte la opinión
alegada es caracterizada como completamente individual y muy bien arraiga-
da, por otra en esta declaración también la apreciación permanece un
«parecen> y no se convierte en «quedar convencida». Debemos suponer que se
trata de un proceso muy difícilmente concebible en su esencia hasta por una
mujer, muy iniciada en los misterios de la mística.
Es claramente inteligible, que «parecen) desempeñe un papel importante
en las Moradas Sextas y en las Moradas Séptimas porque en ellas las
experiencias llegan a su máximo desarrollo. (Es además interesante que en el
título del cuarto capítulo de las Moradas Sextas veámos la fórmula «a mi
parecen>: Trata de cuando suspende Dios en la oración con arrobamiento o
«éstasi o rapto, que todo es uno, a mi parecer. .. ». Como todos los otros títulos
el del cuarto de las Moradas Sextas fue agregado tan solamente en 1588 y por
un copista. ¡El manuscrito original no contiene títulos!). La incertidumbre
encerrada sin duda alguna en «me parece» es reforzada -como ya antes- en
las Moradas Sextas mediante un pronombre indefinido: «En alguna manera
me parece esta pena y corrimiento falta de humildad ... » (VI, 4). Santa Teresa
quiere decir que algunas personas, a las cuales Dios otorga la experiencia
mencionada, sienten cierta vergüenza mientras que otras se percatan de una
desorientación respecto al regalo divino.
A Santa Teresa le gusta servirse de «parecen>, si habla de una voluntad
atribuida por ella al Dios incomprensible. ¿Cómo sería posible atreverse a
adjudicar a él una volición determinada? «Parece que quiere nuestro Señor que
todos entiendan que aquel alma es ya suya ... » (VI, 4). La Santa se refiere a un
éxtasis que le tocó en suerte. El señor le dijo: «N o tengas pena, que o ellos han
de alabarme a Mí o murmurar de ti; y en cualquiera cosa de éstas ganas tú».
(Casi las mismas palabras se encuentran en el capítulo trigésimo primero de la
psiquografía). También en el capítulo siguiente de las Moradas Sextas, en el
cual el arrobamiento es llamado «vuelo del espíritu», Santa Teresa hace el
esfuerzo de aproximarse a la comprensión de la voluntad de Dios sirviéndose
del verbo «parecen>. En cuanto al vuelo del espíritu leemos: ... parece quiere
Dios dar a entender al alma que ... entienda ya no tiene parte en sÍ...» (VI, 5). La
frase que sigue deja reconocer que le cuesta mucho al hombre hacer concebible
el acontecimiento místico del «vuelo del espíritu»: «Quien pasare por ellas [sc.
estas muchas cosas], que tenga más habilidad que yo, las sabrá quizá dar a
entender, aunque me parece bien dificultoso» (VI, 5). En comparación con
«parece» la fórmula «me parece» contiene aquí por razón del pronombre
personal otra vez una fuerza persuasiva mayor respecto a la dificultad de la
expresión «dar a entender». El «vuelo del espíritu» lleva -así lo expone el
capítulo siguiente- al deseo de ver al Señor. La Santa que aboga con
insistencia por una moderación prudente de las personas todavía no muy
avanzadas, dice previniendo: «... es -al parecer- deseo que ya parece de
personas muy aprovechadas ... » (VI, 6). El empleo doble de la palabra
El problema de la certeza en el "Castillo Interio,,> 455

«parecen> deja reconocer incertidumbre o timidez cuando se trata de la


afirmación de la autenticidad de emociones místicas vehementes.
La explicación siguiente demuestra que Santa Teresa relatando expe-
riencias místicas muy hondas no pierde de vista la retrospectiva referente a la
vida anterior que no poseía ninguna de las mercedes adquiridas más tarde: «Yo
no tendría por seguro -por favorecida que un alma esté de Dios- que se
olvidase de que en algún tiempo se vio en miserable estado; porque aunque es
cosa penosa, aprovecha para muchas. Quizá como yo he sido tan ruin, me
parece esto, y ésta es la causa de traerlo siempre en la memoria» (VI, 7). El
adverbio «quizá» que es indicio de una incertidumbre y la expresión no muy
frecuente «me parece esto» comprueban que la autora no está completamente
acertada en su aseveración considerándola como una referencia a sí misma.
Pertenece a las gracias concedidas ya en las Moradas Sextas la «visión
intelectual» caracterizada con el asombro del lector de la manera siguiente:
«Esta [sc. merced] llaman visión intelectual no sé yo por qué», (VI, 8). Escribe
Santa TereSa un poco antes que se trata de un sentimiento repentino tocante a
Jesucristo alIado del alma. El término «sentir» no corresponde a primera vista
a la voz «visión intelectual». (En el Diccionario de Autoridades encontramos la
explicación: «Sentir. Percibir con los sentidos las impresiones de los objetos»).
Ahora bien; la Santa continúa poniendo en claro: «y aunque -a mi parecer-
es mayor merced algunas de las que quedan dichas, ésta trae consigo un
particular conocimiento de Dios ... » (VI, 8). Creemos que el conocimiento
particular se realiza por el sentimiento -facultad que, por lo tanto- tiene
aquí una significación especial.
La comparación preparada cuidadosamente por «a mi parecer» llama la
atención extraordinaria de cada intérprete porque la conjunción «aunque»
atribuye (como en muchas otras frases) una importancia considerable a la
segunda parte de la proposición. Pero esta intención se comprende tan sólo si
la opinión personal precedente se queda con el carácter de una convicción no
más que individual y sin embargo verídica. Traigamos a nuestra memoria el
pasaje importantísimo ya citado: «Siempre en cosas dificultosas, aunque me
parece que lo entiendo y que digo verdad, voy con este lenguaje de que «me
parece»; porque si me engañare, estoy muy aparejada a creer lo que dijeren los
que tienen letras muchas».
U na antítesis notable relativa al uso de «parecen> se encuentra al fin del
capítulo undécimo de las Moradas Sextas. Santa Teresa habla de dos peligros
que amenazan al alma que desea gozar de Dios. U no de los peligros está en el
ansia de morir por Dios, el otro riesgo está en el exceso de gozo insoportable.
Santa Teresa dice: «Dos cosas me parece a mí que haya en este camino
espiritual que son peligro de muerte: la una ésta, que verdaderamente lo es [sc.
peligro de muerte], y no pequeño; la otra, de muy excesivo gozo y deleite, que
es en tan grandísimo extremo, que verdaderamente parece que desfallece el
alma de suerte que no le falta tantito para acabar de salir del cuerpo ... ». Frente
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a la expresión «me parece a mí» (que inicia el período) se halla la palabra


«parece» posterior y sin referencia a una persona. Además la autora opone el
peligro de muerte real al peligro de muerte probable. La cita prueba la
habilidad con que Santa Teresa saca provecho de «sen> y «parecen>, de «me
parece» y «parece». Los dos riesgos son presentados tan sólo a base de una
hipótesis fundada individualmente.
El comienzo de las Séptimas Moradas documenta otra vez que según el
contexto la fórmula «me parece» puede tener un grado mayor o menor de
seguridad (VII,l). Preguntándose, si es posible dedicarse a la tarea futura, a
saber, a la terminación de la obra «Moradas del Castillo Interior», Santa
Teresa escribe: «... me parece que han de pensar que yo lo sé por experiencia, y
háceme grandísima vergüenza, porque, conociéndome la que soy, es terrible
cosa. Por otra parte, me ha parecido que es tentación y flaqueza». Las
exposiciones positivas que se encuentran en el período dependiente de «me
parece» a saber «han de pensar» -«yo lo sé»- «háceme grandísima vergüenza»
-«es terrible cosa»-) no llevan (porque no deben hacerlo) a la transformación
de la impresión individual de la mujer en un «Por cierto» o un adverbio
semánticamente parecido. A pesar de todo conceden a la fórmula «me parece»
un carácter que disminuye la duda. En otras proposiciones también -por
ejemplo a base del contexto y particularmente debido al empleo de la
combinación «a mi parecen>- el verbo «parecen> comunica tanto una certidum-
bre subjetiva como una incertidumbre de tendencia objetiva. Leemos en el
primer capítulo de las Moradas Séptimas: «... y si no falta a Dios el alma, jamás
El la faltará -a mi parecer- de darse a conocer tan conocidamente su
presencia». En el caso del cumplimiento de la condición expresada por sí, el
modo de ver (caracterizado por «a mi parecen» resulta bien fundado. «A mi
parecen> puede basarse en la afirmación enérgica «jamás Elle faltará de darse a_
conocer conocidamente». -
La frase que pone término al mismo capítulo tiene otro carácter (VII, 1)
porque Santa Teresa se considera como un individuo que vacila en afirmar
categóricamente si se trata de las facultades del alma: «También me parece que
el alma es diferente cosa de las potencias, y que no es todo una cosa; hay tantas
y tan delicadas [sc. cosas] en lo interior, que sería atrevimiento ponerme yo a
declararlas». Abrazando todas las reflexiones teresianas relativas a las
potencias del alma, llegamos a despecho de las dificultades mencionadas al
reconocimiento de una cantidad de afirmaciones muchas veces repetidas y
orientadas hacia la misma dirección. Mencionemos como ejemplo en el
dominio de estas afirmaciones que la voluntad tiene la función más
importante. Con todo eso Santa Teresa no se abstiene de limitar la
admisibilidad de su criterio individual llamando la atención sobre la temeridad
de querer definirla.
En la página de las Séptimas Moradas, en la cual habla del matrimonio
espiritual, renuncia a la insistencia generalmente tan frecuente en su inaptitud
El problema de la certeza en el «Castillo Interio,,> 457

de expresarse atribuyendo a la manifestación de una opinión individual (<<me


parece») al mismo tiempo el carácter de una autenticidad sobreindividual (<<no
parece»). «Por cierto cuando no hubiera otra cosa de ganancia en este camino
de oración, sino entender el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse
con nosotros y andamos rogando -que no parece esto otra cosa- que nos
estemos con El, me parece eran bien empleados cuantos trabajos se pasan por
gozar de estos toques de su amor tan suaves y penetrativos» (VII, 3). La
fórmula de introducción «Por cierto», a saber la afirmación implicada con
seguridad, que es posible enterarse de la voluntad divina de comunicarse con el
hombre y de solicitar su presencia demuestra claramente la aplicación muy útil
de todos los esfuerzos. La caracterización de Dios como una realidad rogante
mediante una proposición subordinada probadora y negadora categó-
ricamente lo contrario (<<que no parece esto otra cosa») y además la repetición
de la palabra «parece» (acompañada una vez por el pronombre «me» que
concede un interés decidido) confirma la creencia en la comprensión de la
existencia de la posibilidad del «matrimonio espiritual». La continuación de la
frase teresiana que acabamos de citar corrobora la convicción individual
expresada, como siempre, de una manera muy cuidadosa: «Esto habréis,
hermanas, experimentado ... » (VII,. 3). El lector se entera por la frase siguiente
que Santa Teresa considera el acontecimiento en cuestión, el matrimonio
espiritual, como un acontecimiento real: «Pasa con tanta quietud y tan sin
ruido todo lo que el Señor aprovecha aquí al alma y la enseña, que me parece
es como en la edificación del templo de Salomón, adonde no se había de oír
ningún ruido ... ». (VII, 3). Es lícito afirmarlo aunque en vez de un «es»
imaginable, la Santa se sirve de la expresión «me parece es». (Santa Teresa se
refiere al tercer Libro de los Reyes, en el que leemos: Domus autem cum
aedificaretur, de lapidibus dolatis atque perfectis aedificata est; et malleus, et
securis, et omne ferramentum, non sunt audita in domo cum aedificaretun».
Los textos examinados en la conferencia presentada llevan a los
resultados siguientes: Es necesario acentuar en primer lugar que la palabra
«parecen> -usada como substantivo y como verbo- desempeña un papel
importantísimo en la obra teresiana de más relieve. Nuestra autora intercala
muchas veces «el parecen>, «al parecen>, «a mi parecen> y «de mi parecen). Las
formas verbales más frecuentes son: «parece», «no parece», «me parece»,
«paréceme», «paréceme a mí», «a mí paréceme», «me ha parecido»,. «no me
parece», «le parecía», «pareceros ha». Las citas ofrecidas en nuestra ponencia
han dejado ver muy distintamente la inclusión muy variada en un complejo
sintáctico. (Pensemos en «parece que» o en la anteposición de un sujeto a una
forma del verbo «parecen». Prescindiendo del problema del contexto tenemos
que mencionar otro y más importante. Según las relaciones sintácticas y según
las palabras utilizadas el contexto se evidencia como elemento esencial
respecto a la interpretación de «parecer». Los pasajes analizados en esta
ponencia nos llevan al conocimiento de numerosOs matices en el dominio de la
significación. La ponderación de lo que designan las palabras «certidumbre» e
458 Hans Flasche

«incertidumbre» es difícil en cada pasaje. Sin duda alguna el empeño teresiano


de iniciar al lector en experiencias místicas resulta evidentemente reconocible
en todas las partes del Castillo Interior que contienen el término «parecen>. Los
recursos que le sirven a la Santa -la palabra «cosa», numerosas imágenes,
muchas comparaciones- pueden ser clasificados según el empeño mencionado.
La lectura del libro aquí en cuestión causa la impresión de que las experiencias
místicas relatadas en todos sus aspectos y matices quedan acontecimientos
encerrados en el interior de la Santa e impenetrables y enigmáticos por el lector
no obstante los esfuerzos espirituales por conseguir una comprensión íntima y
absoluta.

Actas del Congreso Internacional Teresiano : 4-7


Octubre, 1982

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