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El documento presenta la historia de Marta, una mujer que vive su día a día siguiendo una rutina establecida por las convenciones sociales y la publicidad. Al final, se invita al lector a identificar aspectos de la vida de Marta que le generen dudas o rechazo, para evaluar si piensa de forma independiente o influenciado por otros.
Descripción original:
¿Piensas por cuenta propia o por cuenta ajena? – La Comadreja Ácrata
Título original
¿Piensas por cuenta propia o por cuenta ajena? – La Comadreja Ácrata
El documento presenta la historia de Marta, una mujer que vive su día a día siguiendo una rutina establecida por las convenciones sociales y la publicidad. Al final, se invita al lector a identificar aspectos de la vida de Marta que le generen dudas o rechazo, para evaluar si piensa de forma independiente o influenciado por otros.
El documento presenta la historia de Marta, una mujer que vive su día a día siguiendo una rutina establecida por las convenciones sociales y la publicidad. Al final, se invita al lector a identificar aspectos de la vida de Marta que le generen dudas o rechazo, para evaluar si piensa de forma independiente o influenciado por otros.
Hoy, una vez más, he venido con ganas de contarte una
historia.
Bueno, se trata de una historia y, también, de una especie
de test. ¡Sí, como esos que encuentras cada semana en tu revista favorita! Si continúas conmigo y lo haces, tal vez (o tal vez no), puedas hacerte una idea de hasta qué punto piensas por ti misma o por ti mismo, manejas ideas verdaderamente liberadoras y tienes inquietudes sobre asuntos que verdaderamente te afectan o, por el contrario, te contentas con manejarte con un puñado de “verdades absolutas” que tomaste prestadas del pensamiento hegemónico que nos rodea. Unas verdades que refrendan y sustentan el orden de cosas actual limitándose, como mucho, a generar algún tipo de disidencia fácilmente asumible y controlable por quienes ostentan el poder. Vamos, que si eres dueña o dueño de tus pensamientos o si otras personas piensan por ti.
Para realizar esta prueba, sólo tienes que tomar papel y
boli y dibujar una rayita, una cruz o lo que te parezca cada vez que alguna de las vivencias o reflexiones de la heroína de nuestra historia te chirríe o te genere algún tipo de duda o rechazo. No importa que se trate de cosas que tú acostumbres a hacer o pensar o que hayas hecho o pensado alguna vez. Basta con que, viéndolo desde fuera, sientas que algo no debería ser así o que no te termine de gustar del todo.
Al final del artículo haremos recuento y veremos los
resultados del test. ¿Te parece?
Nuestra heroína se llama Marta y, todas las mañanas, le
cuesta un montón levantarse. Vamos, que deja siempre sonar un rato el despertador antes apagarlo. Anoche se quedó despierta hasta las tantas viendo la televisión. Y, claro, el reloj no perdona.
En consecuencia, Marta siempre empieza el día con la
hora bastante ajustada y tiene que hacerlo todo corriendo. Ha encendido la tele para que le haga un poco de compañía y, tras una ristra interminable de anuncios publicitarios, entra el telediario con las previsiones de voto para las próximas elecciones. Con ella lo tienen claro, porque va a votar a los de siempre. Pero, eso sí, votar hay que votar. Que luego sale quien no tiene que salir y nos falta tiempo para quejarnos.
Mientras escucha la tele desde el baño, Marta se lava y
perfuma con tres o cuatro productos de aseo industriales y corre a despertar a su hijo Nico. El niño se viste y se lava la cara y Marta, entretanto, prepara el desayuno. Para ella, algo ligerito: un café, un vaso de néctar concentrado a base de naranja y una tostada untada en mantequilla y mermelada. Para Nico algo más nutritivo que le dé energía para toda la mañana: un buen tazón de leche con cereales azucarados. También deja preparado el desayuno de Carlos, su marido: un vaso de leche con cacao y unas magdalenas.
Para cuando terminan de desayunar, ya son las 8,25 (las
clases empiezan a las 8,30). Marta corre a su dormitorio a despertar a Carlos, su marido, y, tras un beso apresurado, sale de casa a toda prisa con su hijo Nico, camino del colegio. Allí, el niño pasará casi toda la mañana y parte de la tarde sentado en un pupitre atendiendo a la lección de su profesor o realizando los ejercicios que se le ordenen. Marta está algo preocupada con él, porque la psicóloga de la escuela le dijo otro día que había detectado en el niño indicios de que pudiera padecer TDAH. Pero, bueno, ya tiene concertada cita con psiquiatría para la próxima semana y, entonces, saldrá de dudas.
Tras dejar a su hijo en la escuela, Marta se dirige a la
boca del metro para tomar un tren hacia el centro de la ciudad. Ya no tiene tanta prisa. Dispone de una hora y media para llegar al trabajo y el trayecto apenas suele llevarle algo más de una hora. Puede permitirse el lujo, incluso, de levantar la mirada al cielo mientras camina. El día está despejado, sin una sola nube. Tan sólo dos estelas blancas paralelas dejadas por sendos aviones y una tercera cruzando a ambas en perpendicular rompen la armonía de aquel azul intenso.
Lo malo es el viaje en metro. Por lo general, va como una
sardina en lata, metida con cientos de personas más en un vagón donde apenas queda hueco para respirar. Pero la alternativa tampoco es que sea mucho mejor: ir en coche al trabajo y soportar atascos interminables en las calles de la ciudad. Y, además, el coche siempre se lo lleva Carlos.
Por el camino, Marta se entretiene un rato contemplando
los carteles publicitarios que plagan los andenes de las estaciones por las que pasa, pero, al final, se deja llevar por la tentación y saca su móvil. El resto del viaje lo pasa mirando sus redes sociales o jugando a un videojuego de esos de unir bolitas de colores. Como casi todo el mundo a su alrededor, en realidad.
Ya fuera del metro, el paseo por el centro hasta su
trabajo es breve. Los anuncios publicitarios y los carteles luminosos lo invaden todo y hacen que su mirada oscile de acá para allá, atraída por tanto reclamo. Marta trabaja en una tienda de ropa del centro, una perteneciente a una marca multinacional, y las siete horas y pico siguientes las pasa doblando prendas, sacando stock a planta o convenciendo a clientas y clientes indecisos sobre lo bien que les queda esa camisa o esos pantalones vaqueros, aunque eso a veces no sea del todo cierto. Hacia el mediodía, tiene una pausa de veinte minutos para bajar a la sala de descanso y tomarse a toda prisa un sándwich de la máquina expendedora y una lata de refresco de cola.
Sobre las 17,20, Marta sale del trabajo. A esa hora, el
centro está atestado de turistas que se entretienen mirando escaparates o haciéndose selfies delante de cualquier cosa que llama su atención. Y, para colmo, hay una manifestación. Por no sabe bien qué rollo de una reforma laboral. Con tanta gente, resulta difícil darse prisa. Y el caso es que va otra vez con la hora pegada. A las 18,30 tiene que estar en el colegio para recoger a Nico de sus clases extraescolares. Hoy es miércoles y le toca inglés y judo. Marta no tiene a quien recoja a su hijo al término de las clases a las 16,30, así que no hay más narices que tenerlo este par de horas de más en el colegio haciendo las actividades que haya.
Tienen consulta en el centro de salud a las 19,00 para
vacunar a Nico, así que deben darse algo de prisa. Marta no recuerda la vacuna que le toca este año (¿triple vírica, tal vez?), pero desde luego que hay que ponérsela. Y, de paso, ella aprovecha para ponerse la de la gripe, que dicen que este año va a pegar bastante fuerte.
Y luego de vuelta a casa, que Nico suele tener un buen
montón de deberes. Aunque, de camino, paran en la farmacia a por dipirona magnésica para los dolores menstruales y, también, para comprar paracetamol infantil. Que estamos en esa época del año en la que a los niños les entra fiebre en cualquier momento y, de vez en cuando, hay que meterles una buena pastilla para que en el cole no se den cuenta de que está enfermo y que no te llamen para que vayas a por él.
Mientras Nico hace sus tareas, Marta aprovecha para
limpiar la casa por encima al tiempo que escucha la tele encendida en el salón, donde ponen su programa del corazón favorito. La condesa de Lugo tiene un nuevo romance con una estrella de la canción. Lo malo son todos esos anuncios publicitarios que saltan cada diez minutos. ¡Anda, han sacado un modelo de teléfono móvil nuevo! Lo cierto es que el Marta se ha quedado un poco obsoleto en el año y medio que hace que lo tiene.
Sobre las 20,00, Carlos llega de trabajar y, a las 20,30,
Marta prepara algo rápido para cenar (pizza congelada para Nico y Carlos y una ensalada para ella, que hay que guardar la línea). Los tres cenan juntos viendo una serie de dibujos animados en una plataforma de televisión de pago. Bueno, Marta no hace demasiado caso a la pantalla, aprovechando como está a echar un nuevo vistazo a sus redes sociales en el teléfono móvil.
Mientras retira los platos vacíos, Marta propone a Carlos
y a Nico pasar el domingo en el centro comercial: comer una hamburguesa, ir al cine y, tal vez, hacer algunas compras. A Carlos no le apetece mucho, pero el niño acepta entusiasmado. A lo mejor sus padres acceden esta vez a comprarle el hamster que lleva meses pidiendo.
Hacia las 21,00, Marta ayuda a Nico a ponerse su pijama
verde camuflaje que lo hace parecer un soldadito en miniatura y lo arropa con su manta estampada con dibujos de los superhéroes de moda. Después, ella va a relajarse otro rato al sofá junto con Carlos, mientras ambos ven su reallity show favorito. Cada noche, ella se promete a sí misma que va a acostarse pronto, pero al final, no sabe bien como, le dan las dos o las tres de la madrugada y tiene que obligarse a levantar del sofá, despertar a Carlos, que se ha quedado adormilado, apagar la televisión e irse a la cama. Y siempre lo hace con cierta sensación de angustia y culpabilidad, porque sólo le quedan cinco o seis horas para levantarse.
Para empezar un nuevo día que, probablemente, no sea
muy distinto del anterior.
Y aquí termina nuestra historia. Cada rayita o cruz que
hayas anotado en el papel la contaremos como un punto. Hagamos el recuento y…
Si no has obtenido ningún punto: ¡felicidades! Te
encuentras completamente integrada o integrado en el medio que te rodea. Todo es perfecto, nada te parece malo o fuera de lugar y, para serte sincero, no entiendo qué haces leyendo este blog.
Entre 1 y 10 puntos: algo has empezado a percibir, pero
probablemente no te hayan saltado aún las señales de alarma. En el fondo, las cosas están bien como están, así que, ¿por qué deberían cambiar?
Entre 11 y 30 puntos: eres una persona con cierto
pensamiento crítico que, en mayor o menor medida, se hace algunas preguntas sobre el medio que la rodea. Y, de vez en cuando, también busca respuestas. Creo sinceramente que vas por el buen camino.
Entre 31 y 40 puntos: ¡bueno, bueno, bueno! Tenemos
aquí a toda una librepensadora o librepensador. Te felicito. Albergas un buen montón de dudas y críticas sobre el entorno en el que te ha tocado vivir. Y, además, estás empezando a vislumbrar las raíces de los problemas que te rodean.
Más de 40 puntos: te encuentras directamente en Nivel
Dios. Jajaja. ¡No, en serio! Lo que sí tienes es muchísimo camino recorrido. Has dedicado muchos años a deconstruir todo el esquema mental habías venido construyendo durante toda tu vida, poniéndolo todo en duda, incluso tus propias ideas. Tienes una visión de la realidad bastante clara, pero, ¡cuidado!, no te duermas en los laureles. En esta vida, nunca dejamos de aprender y de mejorar. Las verdades absolutas no existen.
Así que ya tienes tus resultados. Tú sabrás lo que haces