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Final, Laura Santullo

Final es un texto escrito para el cuentario El Otro Lado, publicado en 2004 por la escritora
uruguaya Laura Santullo. En él, nos relatan la breve despedida de una pareja de “desenamorados” que
deciden reunirse para plantar un final definitivo a su historia, dejar ir y continuar cada quien por su lado,
no obstante, el panorama presenta cierta esencia de afecto, de memoria y de nostalgia, que brindan por
consecuencia una amplia complejidad en el adiós para los personajes principales. En este caso, Final no
representa por completo el desenlace de la historia para Magdalena y su ex amor, algo reflejado a través
de todo el texto, en el que no se dejan de evocar sentimientos de un entrañable amor que prevalece en la
memoria de ambos personajes, por ejemplo, cuando recuerda como “sus dedos finos habían sabido
acariciarle el pecho cuando le inundaba la tristeza” (3) o cuando conmemora los “códigos secretos, gestos
privados que lo decían todo, su mirada cómplice” (26) que remarcan la melancolía ante las memorias que
recopilaron como pareja, cuando había un “nosotros” que ahora no persiste. Por esta razón el título resulta
paradójico. Lo que pasa en el texto no es el final, la historia no se acaba en el presente que nos muestra
Santullo, pues esta se alberga en la memoria de ambos y aunque, reconocen que con el tiempo se va a
desvanecer el tiempo no es aquí, ahora.

I. Prueba y error

Durante el progreso de Final, podemos observar como ambos personajes buscan de manera recíproca
a la persona de la que alguna vez se enamoraron, aquella persona por la que desarrollaron la ilusión de lo
que parece ser amor. Una ilusión equivocada, burbuja de perfecto entendimiento y complemento. Sin
embargo, a pesar de buscarse hasta en el más mínimo de los detalles (como en el movimiento del pelo y
una mano apartando un mechón) no se encuentran, ya no está la persona que buscan, la persona idealizada
que cumplía con los requisitos del amor romántico. No se pertenecen, no funciona igual. Esta búsqueda se
evidencia, por ejemplo, en la siguiente cita: “Lo miró un tiempo largo, en silencio, tratando de
reconocerlo detrás de toda la rabia, detrás del tiempo” (10) ella lo observa, lo analiza en busca de aquel
con el que compartió vida, espacio y tiempo, pero no lo encontró porque la pertenencia ya no juega un
papel importante entre ambos “…muy dentro sabía que nada le importaba esa nueva historia que no le
pertenecía” (14), lo que provoca que Magdalena sienta que ya no le pertenece, es el desencuentro de lo
que solía ser. Esto es algo que no solo le pasa a ella, sino también a él, como se muestra a continuación:
“Creyó entrever a la otra” (5), en este caso, el creer ver a la Magdalena del pasado supone haberla
buscado previamente, la serendipia no es opción ante el análisis evocativo que hace el hombre,
imaginándola en su cama, como antes, nuevamente dándole características del pasado, de cómo solían
coincidir y suceder en conjunto, pero ya no. Esto es algo que podemos justificar después cuando Santullo
indica que él “descubrió en ella una nueva máscara, dura, inflexible, distante” (20), pero eso no era una
nueva Magdalena, era la Magdalena cruda, no idealizada por el enamoramiento, la que él no buscaba,
pero siempre estuvo ahí.

Rebuscaron. Ambos analizaron hasta el más pequeño de sus detalles para probar que podían encontrar
aquella versión del nosotros, pero no fue así, es un error creer que las cosas son para siempre, los cigarros
de Magdalena se acaban, el café del chico se enfría y así con todo. Dejar ir.

II. Deseo y escapatoria

El deseo nunca acaba durante el texto, pero no es un deseo sexual, sino, más bien, un deseo de hablar.
La incomunicación es dolosa a través de la historia, no solo se lee, se siente y de algún modo, frustra;
porque el amor no cesa, aunque ya no se encuentren el uno al otro. Para ilustrar el deseo de
comunicar, Santullo relata: “Nadie habló de amor, ni tampoco del dolor de la pérdida, nadie dino
todavía te necesito, aunque lo pensaron los dos…” (45) en efecto, a lo largo del texto encontramos
paralelismo con frases como “Quiso decirle” o “Pensó en”, pero se quedaban en eso, en querer, en
pensar, pero nunca en expresar, así fuese no verbal. Se abstienen de hacer lo que desean, escapan de
lo que les dicta el corazón. A manera de escape, por ejemplo, Magdalena nunca se quita su abrigo.
Abrigo que le da calor, que la hace sentir protegida resultándole refugio que, por supuesto, como
plantea Santullo, indica que espera partir rápido, huir, suposición justificada cuando en lugar de decir
que ama la voz de él, le dice que no tiene tiempo y que es mejor resolver los asuntos rápidamente,
quizá para escapar de su deseo; quizá porque su corazón vulnerable puede soltar las palabras que
desea recitar, pero su cerebro sabe que no es lo ideal. Desde otro punto, el cigarro también juega un
papel importante. Se consume en la boca de Magdalena, como las palabras, como los recuerdos, se
queda ahí. El hombre puede percibir como todo eso se esfuma en el aire que sale desde los adentros
de ella y su corazón le duele. Este sentimiento lo percibe Magdalena, como se menciona en la línea
23: “Ella vio en sus ojos el dolor y sintió lástima.”, ella entiende que lo está hiriendo, y no es su
intención, pero sabe que es necesario. Se lamenta por no encontrar las palabras adecuadas, pero aún
así, no hace que su posición se debilite de ningún modo. Lo está dejando ir.

En cuanto a los tecnicismos, el narrador omnisciente en la historia juega un papel importante, pues la
esencia de la historia no sería ni remotamente la misma teniendo, por ejemplo, un narrador
protagonista, pues no podríamos saber si existe reciprocidad en los sentimientos de ambos personajes
y el mensaje cambiaría por completo. Además, la topografía es vital para entender el espacio en el
que la relación llega a su “fin”, un café, el mismo que produce insomnio, y en sus afueras, lluvia, de
tono melancólico y a la vez, romántico; perfecto ambiente para describir la situación de Magdalena y
su amante, eterno resplandor de desconsuelo y memoria.
Para finalizar, podemos concluir que, en definitiva, Final no se trata de un final ni de desamor,
sino de aceptar. De, a pesar de sentir el más puro de los amores en los adentros del alma, admitir que
las historias tienen fin, acaban, se esfuman, vuelan con el resto de los recuerdos que en algún
momento construimos con la más grande de las ilusiones. Dejar ir es parte de crecer, madurar y estos
personajes son la clara exposición de un proceso por el que todos pasan, pero que pocos hablan, tal
como ellos, ignorando que la razón se encuentra detrás del hablar sin hablar, de las miradas, la
energía y el entendimiento de que al final, solo el amor permanecerá por siempre.

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