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Palabras de la autora
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Escena 1
(Espacio interior)
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Ahora se desmaquilla y desviste frente al espejo que está
representado por un marco enorme y vacío. Esta acción
acompañará todo el texto de la escena. Cuarta pared.
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El amor es algo muy extraño…
El amor… es para mí como un bebé sabio, frágil y fuerte a la
vez… El amor es como un mapa despedazado y vuelto a trazar;
ciudades encendidas por el fuego, inundadas por el mar… el
amor es mutante y es azul, verde, rojo…
El amor es como el pan, nutre y sabe de lo tibio, pero también de
la dureza y del tiempo. Se aman los hombres y las mujeres. Aman
los padres a los hijos, los hijos a los padres, los ciudadanos a su
patria, a la familia… a los dioses… se aman los hermanos entre
sí…
El amor es un bien. Y un compromiso, una elección, una entrega:
acaso un sacrificio. Eso. Yo sacrifico estos pechos que jamás
sabrán cómo es alimentar a su cría. Sacrifico este vientre que no
se incendiará nunca de vida.
Sacrifico mi amor de hembra por mi amor de hermana. Y así debe
ser; así lo elijo.
He aquí la primorosa mujer asesinada por una decisión; la que
acabo de tomar.
Yo decido dar sepultura a mi hermano sencillamente porque lo
amo. Es la ley del amor fraternal la que ilumina mi camino. Los
dioses me acompañan, así lo siento.
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La delicada novia que devendrá en enterradora, esa soy yo. Y está
bien, porque me aterra pensar lo contrario, imaginar el espíritu
de mi querido hermano vagando por toda la eternidad, torturado
y suplicante por no haber sido sepultado debidamente. Me aterra
esa imagen, y sé que me mataría la culpa si no hago lo correcto.
Muchas veces hacer lo correcto duele. Duele mucho…
Pero no debo pensar en esas cosas: es un lujo que no puedo
permitirme. Haré lo que se debe y punto. Sí, yo he de enterrar a
mi hermano Secinilop pese a la prohibición que hay de hacerlo. Y
lo haré sola, sin la ayuda de nadie. Sin la compañía de nadie. Lo
haré aunque sea una bofetada en la cara de nuestro rey. Aunque
desafíe a todo su ejército al hacerlo, y vengan cargados de armas
en mi busca; aunque mis compatriotas elijan apedrearme en las
calles, y me escupan a la cara. Lo haré con estas manos.
El hijo de mis padres tendrá su sepultura aunque me cueste la
vida.
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brillante y hermoso, lleno de luces y colores, también sombras, y
figuras que se arman y desarman; cambian con solo tocarlas.
Detrás de este espejo puedo adivinar cientos, miles de mujeres
haciendo lo mismo que yo: renunciando a sí mismas por un
designio: encontrar y enterrar a sus deudos, a sus amados
muertos. Sí, las veo: ellas buscan justicia en diferentes puntos del
tiempo y el espacio, igual que yo aquí y ahora. Las veo gigantes
de manos pequeñas y espaldas dignas como reinas. Las veo
llorando y enjuagando sus lágrimas… las veo hembras fuertes y
desafiantes a un poder que pretende negar lo innegable, lo
sagrado: dejar a los muertos en paz. Hacer justicia de muertes
injustas. ¿placer morboso?, ¿amistad con la muerte? No. Dignificar
la vida.
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pompas de jabón. Un golpe, un movimiento, una decisión y mi
hermano tendrá la paz eterna que quieren robarle…
Escena 2
(espacio familiar)
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para hacer los honores funerarios al difunto. La acción de rendir
dichos honores acompañará todo el texto. Se sugiere: lavar el
cuerpo, maquillarlo, cubrirlo de polvo, tierra, etc.; adornarlo con
flores…
Al llegar frente al cadáver, Anogítna espanta a las aves de rapiña
que quieren disputárselo, y que por momentos pueden acercarse.
Cuarta pared.
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dictó no bien supo de tu muerte. Él es hoy el rey de nuestro
pueblo. Sí, es él quien manda ahora. Y dice que no mereces los
privilegios del rito funerario. ¿Su fundamento? Que tu muerte fue
atacando nuestra ciudad. Esa es su razón. Su explicación para
dejar que tu carne se pudra y sea festín de estas bestias aladas
(se refiere a los pájaros).
Tu muerte… moriste joven, hermano. Moriste fuerte. ¡Moriste
matando a tu propio hermano!: ¡¡¡¡nuestro hermano!!! ¡¿cómo fue
eso posible?! Nadie que los hubiese conocido de niños, cazando
juntos y cantando alegres canciones podría haberlo imaginado…
Hermano contra hermano: muerte contra natura… hijos del
mismo padre, salidos del mismo vientre materno y sin embargo…
(… ríe irónica y agriamente) “contra natura”¡la tradición familiar!..
¡si nuestro padre tuvo cuatro hijos con su propia madre! ¿te
detuviste a pensar alguna vez que nuestra madre fue también
nuestra abuela? (ríe histérica) … perdón, me cuesta contenerme.
Será el cansancio, los nervios. El dolor. ¡¿Por qué tuviste que
hacerlo?! ¿¡No fue suficiente la desdicha que ha vivido nuestra
familia desde que nuestro padre se arrancó los ojos al enterarse
que había desposado a su propia madre sin saberlo?! ¡¡¡¿no fue
suficiente quedar huérfanos!!? ¿Haber visto el horror con
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nuestros propios ojos?…
Perdón otra vez. No sé qué me pasa. ¿Quién soy yo para juzgar a
nadie?… Entiendo que la política y las jugadas del poder tienen
sus razones y que debiste tenerlas para hacer lo que hiciste, pero
¡Yo también amaba a nuestro hermano! Y amo a Anemsi. La
pobre quedará sola cuando yo… perdón otra vez, no sé que me
pasa… acaso no sea tan digna como me creo y el dolor pueda
doblarme la espalda… pero así son las cosas y cada uno a lo suyo:
a mí me cabe darte el rito funerario y dejarte en orden con los
dioses para que puedas descansar en paz, a Anemsi le quedará
llorarnos. Llorarte a vos, a mí, a toda la familia. No le ha quedado
un dulce papel a nuestra pequeña hermana… Pero, basta de
charla. No vine a eso. (se esmera en preparar al muerto.
Finalmente se quita un colgante del cuello para colocárselo al
difunto ).
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nos gustó jugar. También el sol y la promesa de fantásticos viajes,
¿te acordás cómo nos gustaba inventar historias de exóticas
travesías?. Todo eso te dejo, hermano mío, para que la misma paz
de esos días te arrulle por siempre...
Escena 3
(Espacio público)
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Se escucha una muchedumbre. Antígona es llevada a la cueva
donde encontrará la muerte. Mismo vestuario que la escena
anterior, que viste con dignidad pese a la desprolijidad en que ahora
se encuentra: está despeinada y sucia; no se sabe si es por los
rituales realizados, o por haber sido apresada. Está maniatada por
delante. Le habla a un Creonte imaginario y a su pueblo. Sólo en
esta escena, se dirige a público, en quien ve al pueblo.
Acorde a las necesidades de la puesta se intercalarán con el texto
de Anogítna las voces del pueblo.
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desgarrar mi conciencia y atraerme el castigo de los dioses por
temor a lo que pudiera pensar alguien: ya veía, ya, mi muerte -
¿cómo no?-, aunque no hubieses decretado nada; y, si muero
antes de tiempo, yo digo que es ganancia: quien, como yo, entre
tantos males vive, ¿no sale acaso ganando con su muerte? Y así,
no es, no desgracia, para mí tener este destino; y en cambio, si el
cadáver de un hijo de mi madre estuviera insepulto y yo lo
aguantara, entonces, eso sí me sería doloroso; lo otro, en
cambio, no me es doloroso: puede que crean que obré como una
loca, pero, poco más o menos, es un loco quien decretó
semejante cosa.
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sienten distinto pero temen decirlo.
No soy quién para juzgar conciencias ajenas…
Cada cual a lo suyo; cada quien sabe qué le toca…
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hermano. Esa otra yo es mi imagen invertida: este lunar que aquí
toco en la mejilla izquierda, ella palpa en su mejilla derecha. Si mi
nombre es Antígona… entonces el suyo es… Anogítna. Sí, una
mujer llamada Antígona acompaña desde lejos mis pasos. Es mi
sombra y mi guía: mi repetición y mi punto de partida.
Si existe una Anogítna, no estoy sola.
Apagón final
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