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R.P.

Bertrand Labouche

BACH y PINK FLOYD


Breve estudio comparativo de la música clásica y la
música rock
  

“Rock de calidad”

.No es raro escuchar alabanzas acerca de las cualidades técnicas de


tal o cual músico de “rock”, o las invenciones musicales de tal agrupa-
ción.
Son citados, por ejemplo: Pink Floyd, los Beatles, Carlos Santana
(guitarrista de “rock” latinoamericano), Emerson (del grupo “E.L. &
P.”), Eric Clapton (guitarrista); Ginger Baker (baterista) y algunos
otros.

• El disco “The dark side of the moon", de Pink Floyd, fue el fruto de
un año de trabajo en un estudio de grabación. Es verdad que es de una
más alta dimensión armónica que los “rocks” comunes.
• Los Beatles compusieron melodías agradables y bien acompañadas
("Let it be”, “Hey Jude”, etc).
• El guitarrista Santana puede hacer de su guitarra aquello que él
quiera; es un maestro de la improvisación. Igualmente el guitarrista del
grupo “Yes” ejecutó un día, durante un concierto, con una guitarra
clásica, una pieza extremadamente difícil.
• Emerson (de formación clásica), es un excelente pianista y orga-
nista.

Es cierto que los fanáticos del “rock” no serían tan numerosos si


hubiese solamente horrores. Por lo demás, la música actual no podía
pasar sin transición del jazz al “hard rock” más decadente, de Louis
Armstrong a AC/DC.
La música de los Beatles constituyó una etapa. En cuanto los vir-
tuosos del rock, bastante raros, y los compositores que poseen una
ciencia musical más evolucionada, aún más raros, se distinguen todos
precisamente porque ellos se alejan algunas veces de la pobreza
habitual del rock, pero sin renegar de él. Ellos conservan sus principios
fundamentales como la importancia capital del ritmo y el empleo de
efectos especiales mencionados más arriba.
Tomemos un ejemplo: “Europa”, una pieza instrumental de Carlos
Santana. Después de una suave introducción del tema principal, este
guitarrista la desarrolla con talento usando diversas líneas melódicas;
después, el ritmo entonces discreto se torna repentinamente dos veces
más rápido y de un martilleo más acentuado. Santana se pone a tocar
de una manera más agresiva y repetitiva, subiendo poco a poco al
agudo mientras distorsiona las cuerdas de su guitarra. En seguida
emplea un pedal de distorsión y utiliza cada vez más acordes disonan-
tes, para así llegar a una papilla sonora inverosímil. El “rock” ha
impuesto su ley de inversión de los elementos de la música.
Además, la inspiración fundamental de toda canción de “rock” está
siempre presente y es tanto más influyente sobre el auditorio cuanto es
servida por un talento real.
¿De qué se trata? No directamente de música, ciertamente, sino de
un elemento indispensable de la música “rock”:
laREVOLUCION contra todo orden establecido. Este elemento es el
común denominador de todos los rockeros en un sentido amplio.
No considerar a los Beatles más que en un plano puramente musical
sería un error. Sus peinados, sus vestimentas, sus canciones sobre el
amor libre y la droga se han convertido en el símbolo de toda una
generación.
Pink Floyd y todos los grupos de “rock” se mantienen en esa misma
línea. La violencia extrema engendrada por los grupos más decadentes
musicalmente es también una consecuencia de la inmoralidad
predicada por estos grupos, como también por los más evolucionados
musicalmente.
U2, o Pink Floyd, los Beatles o los Rolling Stones, Elvis Presley o
Carlos Santana, Janis Joplin o Black Sabbath, todos los grupos de rock,
desde los más softs hasta los más hards persiguen un mismo fin, que su
música traduce en diversos grados: Destruir el hombre y la
sociedad tal y como Dios los ha concebido. No se puede ocultar
este elemento.
“We don’t need no education: No necesitamos educación, ni control
mental, ni obscuros sarcasmos en clase: Maestros, dejen a los jóvenes
en paz”: estas frases fueron cantadas por un coro de niños (!) en el
disco “The Wall”, de Pink Floyd.(1)

- “El rock es algo más que música; es el centro enérgico de una


nueva cultura y de una juventud revolucionaria".(2)
- “El rock ha marcado el inicio de la verdadera revolución”, escribió
el anarquista Jerry Rubin.
- “El rock es ante todo una actitud, una manera de afrontar la
sociedad, que trasciende ritmos y melodías”, afirmó Luis Antonio
Mello, director de una estación de radio brasileña.
- “Todo rock es revolucionario” (revista “Time”).
- “La rebelión es la base de nuestra agrupación; los jóvenes nos
consideran como héroes porque sus padres nos odian” (Alice Cooper).
- “Lo que nos interesa, es la revolución y el desorden” (Jim
Morrison, del grupo “The Doors”).
- “Los Rolling Stones han contribuido tanto para la transformación
de las costumbres de su generación que los sociólogos del futuro afir-
marán que ellos han confirmado la crítica de sus opositores por su
vida de vagabundos destinados a arruinar progresivamente la
civilización occidental a través de la droga, la perversión sexual y la
violencia”, escribió David Dalton, periodista de “rock”.

La inversión de los elementos musicales en el rock no es una simple


idea original; participa del ideal revolucionario. El efecto de tal
inversión es sustituir la tranquilidad del orden por el caos, la paz por la
insatisfacción, la vida por la muerte, como muestra el anterior esque-
ma.
Este segundo esquema muestra que los “pequeños «rocks» llamados
inofensivos” se sitúan al principio de una pendiente que puede llegar
muy lejos y que toda simpatía para con estos no es sin un peligro real,
al menos el de no progresar espiritualmente. Muchos jóvenes católicos
juegan así con el fuego, artesanos inconscientes de su propia perdición.
“Quien no avanza, retrocede”. Y el resultado puede ser fatal...
Y hay algunos que piensan que la solución es escuchar o tocar “rock
cristiano”...

“Rock cristiano”

Basta un poco de sentido común para comprender que el cristia-


nismo y el “rock” son incompatibles: el cristianismo es la religión del
orden, porque obra con el fin de restaurar todas las cosas en Nuestro
Señor Jesucristo. El “rock” es una música desordenada, porque la jerar-
quía de los elementos de la música (melodía-armonía-ritmo) está
invertida. Un “rock cristiano” es una cosa tan contradictoria como un
“sofisma razonable”.

CONCLUSIÓN

El cantante y arpista bretón, Alan Stivell, decidió un día electrificar


su música, dar a los cantos tradicionales de la tierra bretona y de sus
antepasados un aspecto más actual, con más ritmo, "más rock”. Sus
“fans” se multiplicaron, sus conciertos atrajeron multitudes, su fortuna
personal se aumentó considerablemente, en breve, ¡fue un éxito! Sin
embargo, los bretones, que bailaban al son de la música de sus padres,
despreciaron la nueva música de Stivell: el alma de Bretaña no estaba
más ahí. Otra cosa la había reemplazado, un espíritu que no era el de
sus antepasados.
El “rock” es una música, porque utiliza elementos musicales, pero es
una música enferma, en contrasentido, desequilibrada. Yo no pienso
que se pueda afirmar “el rock, no es ni siquiera música”. Es como un
loco, que ha perdido el uso normal de sus facultades, sin perder por lo
tanto su naturaleza humana. Y hay grados en la locura, como hay
grados en la perversión musical del “rock”.
La bella y verdadera música es más que un conjunto ordenado de
sonidos agradables. Su influencia, como la educación, es de orden
espiritual, moral (4) y político, mientras que en el “rock” se verifica lo
contrario. Aquella ordena las pasiones humanas, sin destruirlas ni
exacerbarlas. Socialmente, no conduce a la anarquía, finalidad del
“rock”, sino que favorece la paz de la ciudad, como lo expresa muy bien
W. T. Walsh (5)
“En la España medieval, como en Grecia, se consideraba la música
elemento esencial en toda educación; y no se tenía por persona
educada a la que no era capaz de cantar o tocar varios instrumentos.
Ruy Sánchez de Arévalo, en su Vergel de príncipes, dirige a Enrique
IV la siguiente apología de la música: «La principal excelencia de este
noble arte y su digno ejercicio consiste en disponer y dirigir los
hombres, no sólo hacia las virtudes morales, sino hacia las virtudes
políticas que los hacen aptos para reinar y gobernar: Es por esto por
lo que este virtuoso ejercicio debe ser recomendado a los reyes y
príncipes”.
El historiador jesuita, Padre Mariana, expresa un pensamiento
semejante: “Porque en el canto pueden aprender los príncipes cuán
fuerte es la influencia de las leyes, cuán útil el orden en la vida, cuán
suave y dulce la moderación del ánimo... No sólo pues ha de cultivar
el rey la música para distraer el ánimo, templar la violencia de su
carácter y armonizar sus afectos, sino también para que con la
música comprenda que el estado feliz de una república consiste en la
moderación y en la debida proporción y acuerdo de sus partes”.
Estas líneas deberían inspirar a los padres católicos. La música clá-
sica debería formar parte de la educación de sus hijos, desde la más
temprana edad. Su oído se habituaría a su belleza y rechazaría las
elucubraciones sonoras del “rock”.
Muchos jóvenes de hoy sólo escuchan la música moderna porque
ellos no tienen una idea de qué es la gran música. Se contentan con
aquello que ellos creen ser el único género musical, un género que los
degrada.
No vacilen, estimados padres, en poner verdadera música en sus
hogares durante los domingos y días de fiestas. Inicien a sus hijos, con
la ayuda de un profesor o de un buen método, en un instrumento de
música (piano, flauta, guitarra clásica, violín...). Que los educadores en
las escuelas primarias enseñen el solfeo, el canto, la flauta dulce a los
niños. Un sacerdote, director de una escuela primaria, se puso un día a
enseñar el Ave María de Gounod a niños entre 4 y 8 años; al termino
del año escolar, lo cantaron completo y con todo su corazón delante de
sus padres deslumbrados. Está al alcance de cualquier profesor de
canto.
El canto no es cosa fácil; necesita rigor, sensibilidad, dominio de sí y
perseverancia, cualidades que precisarán durante toda su vida. Así
como para el estudio de un instrumento, su aprendizaje tiene un gran
valor educativo.
Un joven, que cursaba el año de humanidades en el Seminario de la
Reja, que tiene también un curso de iniciación musical, me confió:
“Descubro estas maravillas; es absolutamente necesario que los jóve-
nes las conozcan". Desgraciadamente muchos jóvenes parecen llegar a
un punto sin regreso: el “rock” ejerce una influencia tal que romper sus
cadenas, esto es, sus discos, parece estar por encima de sus fuerzas.
¿Serán irremediablemente insensibles a los más grandes maestros de la
música? La oración, la paciencia, las pruebas de la vida les harán poco a
poco, esperémoslo, dejar a sus despiadados ídolos. ¡Que Nuestra
Señora de Fátima venga en su socorro!
Uno de los efectos de la música, paradójicamente, es el de colocar el
alma en el silencio: rechazar las preocupaciones, hacer apagar el
alboroto del mundo, y “dar a los hombres una significación espiri-
tual”.
“Cuando se toca música, no se hablan tonterías, se guarda silen-
cio”, recomienda la Sagrada Escritura. (6)
La música rock al contrario, forma parte de esa “conspiración con-
tra toda especie de vida interior” (7) que es la vida moderna. Ella mata
las almas musicalmente: es su principal perversión.
¿Y si Bach hubiese conocido la música “rock”?... Sin duda él habría
afirmado sin rodeos:
“El único fin y el único objetivo de toda música no es más que la
alabanza de Dios y la recreación del alma. Cuando se pierde esto de
vista, no puede haber verdaderamente música, sino solamente ruidos
y gritos infernales” (J.S. Bach, 1738). (8)

(1). Estas palabras, quizás, expresan un reproche legítimo: si se trata de


la educación moderna, sin principios, sin ideal satisfactorio,
¡comprendemos que no necesitan de esta educación y que quieran
destruir todo lo que representa esta educación! De hecho, Pink Floyd
critica también el “dios-dinero” en su canción “Money”, burlándose de
los ricos... ¡pero esta crítica no les impidió recibir los millones de
dólares ganados por este éxito! Es una contradicción, ciertamente, pero
su crítica de la sociedad actual, materialista, “robotizada” no carece de
fundamentos. Se equivocan sobre las soluciones (anarquía, droga,
sensualidad sin freno...).
(2).    Revista “Rolling Stones”. Citada por Alberto Boixadós en “La
renovación cristiana del arte", Ed. Areté, pág. 45.
(3).    Roger Waters, letrista y bajista de Pink Floyd afirma
sustancialmente en un DVD sobre “The dark side of the moon”: "Mi
madre me enseñaba cuando era niño que había una vida después de la
muerte; lo creía hasta que entendí que era falso”...
(4). “El hombre que no tiene música en sí mismo y no se queda
emocionado por un concierto de suaves acordes es capaz de traiciones,
de complots y de rapiñas” (William Shakespeare, “El mercader de
Venecia”, V, 1, Lorenzo).
(5). ‘‘Isabel de España”, cap. XXVI, pág. 477.
(6). Eclesiástico, 32, 4.
(7). G. Bernanos.
(8). Citado por Ulrich Michels, op. cit., pág. 101. 46
El autor de la obra, Padre Bertrand Labouche.
Publicado por Unknown en 18:34 
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Etiquetas: "Rock cristiano", Alberto Boixadós, Bach y Pink Floyd, Carlos Santana, P. Bertrand
Labouche, Pink Floyd, Revolución, The Beatles

lunes, 19 de agosto de 2013


BACH Y PINK FLOYD - V

R.P. Bertrand Labouche

BACH y PINK FLOYD


Breve estudio comparativo de la música clásica y la
música rock

La armonía

Se limita, en general, a tres o cuatro acordes, que vuelven sin cesar.


(1) La facilidad técnica es una constante en el rock. ¿Por qué entonces
esforzarse en la armonía si lo esencial es dado por el ritmo? La guitarra
(clásica) es un instrumento difícil que supone un trabajo asiduo; la
pieza Asturias, de Albéniz, ¡no se aprende de un día para otro tocando
algunos acordes!

¿Cuáles son los acordes del “rock”?


Consultemos uno de estos métodos básicos concebidos para los roc-
keros principiantes.
• Estos acordes, tres, son exclusivamente acordes de 7a: Mi 7a, la 7a,
si 7a. ¡Interesante! El acorde de 7a es utilizado en música clásica como
un acorde de transición, resuelto por un acorde consonante, según una
tonalidad predefinida; en sí menor, en re mayor, etc. En el caso del
“rock”, se trata de los acordes fundamentales. Esto es una aberración
musical. Por supuesto, todas las piezas de “rock” no utilizan
necesariamente el acorde de T, pero estos acordes constituyen la base
del “rock”.
Es claro que el efecto de estos acordes, siendo disonantes, de esta
constante desarmonía, será una impresión de tensión continua, de
malestar, de inestabilidad, de vacío en el alma, de frustración. La sen-
sibilidad no tendrá un instante de reposo, especialmente si el acorde
final será a menudo un acorde de 7a, como en el caso del blues.

• Otro tipo de acordes(2) es de aquellos compuestos por dos notas


(por ejemplo mi-si), alternados y repetidos con otra nota (fa#), tocado
por el dedo meñique de la mano derecha, mientras se pega al ritmo.

• Es de notar igualmente que en la guitarra de rock, siendo eléctrica


y llevada a un volumen muy alto, los acordes son reducidos a tres o en
algunos casos a dos notas tocadas simultáneamente; esto es más fácil
que tocar el acorde completo sobre cinco o seis cuerdas. Esto trae como
consecuencia un empobrecimiento de la armonía, constituida por
acordes incompletos, ahogada por el volumen y por otros procesos que
veremos más abajo.
Imaginen un guitarrista de flamenco que sólo tocara acordes de dos
notas: sería aburrido como la lluvia y no tendría nada que ver con el
flamenco, un arte difícil que no se puede satisfacer con una técnica tan
limitada.

Resumamos: La armonía en el “rock” tomado en general, consiste y


se limita al uso de acordes esencialmente disonantes o
empobrecidos, en número restringido y repetidos incansablemente.(3)

La melodía

En un 99% de los casos, es de una alucinante pobreza. Este elemento


esencial del arte musical no es importante en el “rock”. La reina de la
música no es más que una miserable sirvienta. He aquí dos ejemplos,
que no son de los peores casos:
- El título de la canción “Goin’down” de los “Monkees” se repite
ochenta y cinco veces en dos minutos.
- Igualmente el de la canción "Cheap thrills” de “Rubén and the
Jets”, se repite treinta y seis veces en ciento cuarenta segundos.
A menudo, la melodía de una pieza de “rock” no llega a un punto
terminal; el final no es preparado, pues no hay nada para preparar. La
conclusión se hará en una explosión de ruido o, en muchos casos, con-
sistirá en repetir una frase o una serie de notas.
Una disminución progresiva del volumen, si escuchan un disco, o los
gritos de histeria del público terminarán por interrumpir la pieza de
“rock".
En el “rap”, la melodía acaba por desaparecer completamente, tra-
gada por el ritmo: el cantante dice un texto (no hablamos aquí acerca
de su calidad y de su vocabulario particularmente escogido) siguiendo
el ritmo y sus síncopas. El grupo “Eminem” es uno de los principales
representantes del “rap”, nueva forma de “rock” muy apreciada actual-
mente.
Estas “melodías” embrutecedoras, escuchadas muchas veces por los
jóvenes, gritadas a sus oídos por sus “walkman”, ¿obtendrán el mismo
efecto que una Serenata de Schubert, un Choral de Bach o un motete de
Mozart?
Una melodía noble ennoblece, una melodía pacífica otorga paz, una
melodía pobre hace brutos.

Efectos especiales
Son necesarios para compensar un conocimiento insuficiente de la
música y una técnica limitada. Estos efectos especiales tienen por
objetivo aumentar el impacto sonoro y exacerbar los sentidos. El lector
puede concluir acertadamente que, con estos efectos, una banda de
“rock” hará de su público lo que quiera...
• La guitarra está provista de una barra de distorsión de las cuerdas.
• El guitarrista utiliza pedales de distorsión, “fuzz”, “wah-wah”, etc.,
conectados entre la guitarra y el amplificador. Permiten “metalizar”,
triturar el sonido, prolongarlo, darle eco, transformarlo en un ruido de
avión, de bombas (por ejemplo, en la “interpretación” del himno de los
Estados Unidos por Jimmy Hendrix), etc.
• Puede también utilizarse un “bottle neck”, que es un cilindro de
metal insertado en el dedo índice de la mano izquierda; permite resba-
lar sobre las cuerdas; tiene una apariencia muy lejana a aquel de la gui-
tarra hawaiana.
• Este volumen, a menudo sobrepasa, en conciertos o en los boli-
ches, el límite que el oído humano puede soportar. Los “fans” del “rock”
sufren frecuentemente de problemas auditivos irreversibles. En cuanto
a los rockeros, el volumen les procura una impresión de poder, de
invencibilidad y les permite crear un ambiente de violencia extrema.
• El guitarrista utiliza sistemáticamente un mediador (o plumilla),
que sostiene entre el pulgar y el dedo índice de la mano derecha que le
facilita el golpeado y trinos rápidos y prolongados.
• Una guitarra eléctrica se compone de un mástil más largo que
aquel de la guitarra clásica, fijado sobre una caja muy recortada, que
permitirá tocar notas extremadamente agudas. Además, para aumentar
el placer, puede también producir efectos larsen.
• El solista, a menudo, no pasa directamente de una nota a otra sino
progresivamente, distorsionando la cuerda; esto le permite tocar
deliberadamente de arriba o abajo el acorde acompañante.
• El baterista puede electrificar su batería, así como también
sintetizarla, esto es tocar una nota a cada golpe.
• El cantante necesita de un micrófono pegado a sus labios y
conectado a un sistema que permita darle eco o profundidad a su voz.
• Unas luces deslumbrantes, sincronizadas con el ritmo, barren a la
multitud, o descomponen los movimientos.
No evoco más que los efectos relacionados con la música: son
elocuentes. Todos contribuyen a aumentar la excitación de los sentidos
hasta el paroxismo.

Los textos
Es necesario hablar de los textos pues, como lo hemos visto, la
música tiene una relación estrecha con el texto.
- Los temas más frecuentes son: la droga, la violencia y el sexo en
todas sus formas, la rebelión contra el orden establecido.
- Su calidad, sin contar los “yeah”, los gritos, etc., oscila entre el
horror y la nulidad, cuando no llegan a ser blasfemias. Si nuestros
jóvenes comprendiesen estos textos en inglés, quizás reflexionarían un
poco antes de escucharlos una segunda vez.
Si una música es tanto más bella cuanto traduce nobles sentimientos
y está a la altura de los textos sagrados o de obras literarias, o sim-
plemente de buen gusto (música folklórica), ¿no puede entonces dedu-
cirse, de otro lado, que el “rock” y la vulgaridad van necesariamente a la
par?
He aquí algunos ejemplos significativos de inspiración de rockeros:
“Sympathy for the devil” (“Simpatía por el diablo” - Rolling Stones),
“Lucy in the Sky with Diamonds” (L.S.D: droga; Beatles), “Brown
sugar” (droga; The Doors), la canción “We are the champions" que
tantas veces se escuchó en 1998 con ocasión de la victoria de Francia en
la copa del mundo de fútbol, en realidad es el himno nacional del
movimiento homosexual de los Estados Unidos.
“Dead babies", “bebés muertos” de Alice Cooper, “Hell’s bells”, “Las
campanas del infierno”, del grupo AC/DC, “El álbum blanco del
diablo” con la canción “Revolution n° 9” (Beatles, 1968), “El sacrificio
más agradable a Satanás es matar a los bebés no bautizados” canta
Black Sabbath en su disco “Sabbat sanglant”, el grupo Prince canta
“Actuemos como si todos estuviéramos casados”, (el amor libre), etc.
etc.
Los rock dichos “nacionales”, por supuesto, difunden las mismas
perversiones: Charly García, considerado hoy en día Patrimonio
Cultural Argentino (!) canta, por ejemplo: “Cambiaste de tiempo y de
amor / Cambiaste de sexo y de Dios / Y en sensual abandono vendrá
(droga) / Y lleva el caño a tu sien / bang, bang, bang” o “Un señor que
yo conozco / Anda siempre con muchachos”, etc. etc.
Sería muy fácil llenar muchas páginas de citas repugnantes de los
grupos más escuchados por la juventud.
Un tipo de música se adapta perfectamente a estos temas, y es uno
sólo: el “rock”. La música clásica, durante el desarrollo de su historia,
jamás se ha visto sometida a una depravación tal.
La belleza es “el esplendor de la verdad” (Aristóteles). Ahora bien, el
“rock”, con distintos grados, es el vehículo musical privilegiado de la
mentira. Por lo tanto...

Un ejemplo de “rock”

Como lo habíamos hecho para la música clásica, veamos un poco


más de cerca de qué está hecha una canción famosa de “rock”.
Estudiemos “Vértigo", el reciente y enorme éxito del grupo irlandés U2,
que no está entre los más decadentes.
 Una canción así deja un sabor amargo en la boca. Esta mezcla de
violencia rítmica, de “acordes duros”, de un vago y malsano senti-
miento religioso, es dañina. Traduce una profunda tristeza sin la espe-
ranza de una verdadera liberación. Construida con los sempiternos
estereotipos de la “rock music”, esta canción no tiene ningún valor
musical.
El disco que contenía esta canción, me fue prestado por un alumno...
¡de una de las escuelas de la Fraternidad San Pío X! He aquí lo que
varios jóvenes nuestros escuchan, la música que ellos aman. Que los
padres no se asombren si los resultados escolares y espirituales de sus
hijos no están a la altura de sus esperanzas... Padres y educadores,
¡vigilen!
A decir verdad, nada es más fácil que componer una pieza de “rock”:
modifiquen un poco cualquier melodía básica de una canción de “rock”
clásica, añádanle tres acordes, un bajo lancinante, y sobre todo una
percusión desenfrenada, sin olvidar unas palabras que nutran la
violencia y la sensualidad o cuyo carácter extraño quiere aparentarse al
de la profundidad, agreguen unos cuantos “yeah” y otros borborigmos,
y repitan todo eso a un alto volumen. Hagan así durante tres o cuatro
minutos hasta una brusca conclusión en un acorde de 7ª puntuado por
un aullido, a menos de que escojan no concluir, y entonces repitan diez
veces cualquier cosa que quieran(5): habrán creado así una pieza de
“rock” digna de ese nombre. ¿Digna de pertenecer al arte musical? Eso
es menos seguro.
“Pero usted exagera, no todos los tipos de rock son así, muchos
tienen una real calidad musical”. Responderemos ahora a esta objeción
corriente.

(1). En la canción “Alter Bathing at Baxter ’s" el grupo Jefferson utiliza


durante 9 minutos la misma secuencia de acordes.
(2).    Llamados de shuffle rock abundantemente usados por Chuk
Berry en "Johnny be good”, “Roll over Beethoven” (¡sic!), etc.
(3). Desgraciadamente se pueden evocar también los cánticos
progresistas de la nueva liturgia, cuyos efectos son más de contonearse
que de rezar. “Yo nunca comprenderé por qué el clero, que posee este
magnífico tesoro del canto gregoriano, tiene el mal gusto de utilizar
otra cosa en sus iglesias”. El Alleluia de Taizé, por ejemplo, gran éxito
internacional de la Iglesia conciliar, no tiene nada que ver,
musicalmente hablando, con un Alleluia gregoriano. Ciertamente un
estudio sobre este tema acabaría con conclusiones que no honrarían la
liturgia progresista...
(4). “¿Quién nos hará ver los bienes verdaderos?” (Salmo 4, 61).
(5).    Como por ejemplo, “comete un chicle", repetido 32 veces por
"Alcalá”, grupo argentino de cuarteto, forma de música también muy
apreciada por los jóvenes actuales.

TEMAS MUSICALES MENCIONADOS EN EL ARTÍCULO:

Publicado por Unknown en 8:12 
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Labouche, The Beatles, The Rolling Stones, U2, Wolfgang Amadeus Mozart

jueves, 15 de agosto de 2013


BACH Y PINK FLOYD - IV

R.P. Bertrand Labouche


BACH y PINK FLOYD
Breve estudio comparativo de la música clásica y la
música rock

  
III — La “música rock”.
De nuevo, el objetivo de este artículo es puramente musical. Pero
por la misma razón que hemos comprobado el estrecho vínculo que une
un texto a la creación musical (esto es verdad para el gregoriano, como
también para un motete de Mozart o una ópera de Verdi o de Wagner),
verificaremos también en la música “rock” esta necesaria relación entre
textos y música.
Dejaremos a un lado su vida y sus costumbres. Pero sabemos que la
sensibilidad puede ser fuertemente desestabilizada por el empleo de
ritmos devastadores o de disonancias sistemáticas, y esto no es
evidentemente un factor de santidad; esta, en efecto, no se puede
concebir sin el dominio de las pasiones.
El “rock” no tiene las características de la revolución beethoveniana,
aun cuando sus ritmos violentos pueden, más por causa de sus efectos
que por su sutileza, recordar aquellos de la Quinta sinfonía(1) o de la
“Appassionata". El “rock” es más bien una regresión musical. Los
elementos fundamentales de la música en el “rock” están, por principio,
invertidos. El ritmo ocupa ampliamente el primer lugar, la armonía, el
segundo, y la melodía, el último. Esta inversión se verifica en casi la
totalidad de piezas de “rock”, que se difunden sin parar en las
estaciones de radio. Es también el repertorio musical más vendido y,
por lo tanto, el más escuchado. Estudiaremos una pieza reciente del
grupo U2.
Luego, evocaremos algunas piezas de rock que tienen un cierto valor
musical y veremos las distinciones que se imponen.
Finalmente, nos preguntaremos si puede existir un “rock cristiano”,
antes de concluir sobre el valor intrínseco del rock y su definición real.

Los elementos de la “música rock”

El ritmo

Es el elemento más importante, nadie lo puede negar. De hecho, no


se puede concebir la música rock sin el ritmo, el cual puede ser
calificado de tiránico. Hemos visto que el ritmo en la música tiene por
función dar una simple estructura a la melodía, la cual constituye la
esencia de la música. Si no fuera así, la música sería la más aburrida de
todas las artes y se resumiría en diferentes cadencias.
La palabra “ritmo” viene de “rima”, la cual distingue la poesía de la
prosa (aquello que el Sr. Jourdain(2) hacía sin saberlo), un texto “nor-
mal”, sin una cadencia particular.
Es claro que unos poemas con un ritmo perfecto, pero compuestos
de cualquier palabra, sin una idea directriz, sin “melodía” constituirían
un poema mediocre si no lino nulo. Al contrario, una prosa rica por la
profundidad, la pertinacia, el poder, la delicadeza del pensamiento
adornada de expresiones bien pensadas sería un texto de valor, a pesar
de no tener cadencia.
En la primer parte hemos explicado suficientemente la noción de
ritmo, no insistiré.
El “rock’n’roll"(3) nació de los contoneos groseros de Elvis Presley y
del “beat” (serie de golpes rítmicos) agresivo de sus canciones. El
nombre de los ‘'Beatles” es un juego de palabras entre “beetle”, “esca-
rabajo” y “beat”, “golpe”. No hay ningún grupo de rock sin batería, lo
que no era el caso del jazz en sus comienzos. Este instrumento de per-
cusión ocupa el lugar central del grupo e impone un ritmo constante,
muy marcado y pesado. Es obstinado, esencialmente repetitivo, apo-
yado y amplificado por un bajo que le sigue ciegamente. El ritmo del
“rock” utiliza alegremente la síncopa, que es un acento sobre un tiempo
débil, e intermedio, como por ejemplo sobre el 2° o el 4o tiempo, en un
tempo de 4/4.
Dos hechos concretos les darán una idea de la absoluta necesidad de
este ritmo duro y pulsante:

• Durante un concierto de los “Who”, el baterista, Keith Moon,


colapso repentinamente debido a un abuso de drogas o/y de alcohol. El
grupo paró de tocar; el cantante y los guitarristas no eran suficientes
para suplir la falta del baterista. Fue necesario que el líder preguntara
al público si no había en la sala un baterista de rock, aun cuando no
fuera profesional; había uno y así pudo continuar el concierto.
Esto sería impensable en la música clásica; si, por desgracia, el per-
cusionista estuviese, por ejemplo, ausente, la obra sería indudablemen-
te tocada. No se enviaría al público a su casa. La obra perdería un
apoyo rítmico, pero que no es absolutamente necesario salvo en algu-
nas muy raras excepciones, y no concerniendo sino a sólo algunas par-
tes de la partitura, la orquesta podría realizar su interpretación, enri-
queciendo al auditorio con sus melodías y sus armonías, mucho más
esenciales.
• Durante una repetición, la mayoría de las veces, los rockeros bus-
can nerviosamente, al azar, en sus guitarras, o eventualmente, en el
teclado, aquella que “quedaría bien”, sin ninguna consideración de
tonalidades (mayor/menor) de escala de referencia, si no, eventual-
mente de un tema que sea lo más simple y golpeante posible.(4) La
batería impone su tiempo y nada la detendrá. Su estructura de una
rigidez absoluta (tac-pum, tac-pum-pum, tac-pum, tac-pum-pum) es la
ley suprema que no da lugar a un mínimo de búsqueda melódica y
armónica (y no hablo de contrapunto) con todos los matices que
implican. Ciertamente, hablo aquí de un tipo de “rock” básico, pero el
principio es el mismo con los más “evolucionados”: el ritmo impone su
ley a los cantantes de la... libertad sin freno, sin ningún ritmo: un
golpeo violento e inexorable.

Todo el arte consiste en dar ritmo, y como autómatas, el cantante y


los otros integrantes deben contribuir a esto. Que el público quiera
romper todo, he ahí el objetivo. Los bailes de los pueblos, donde se toca
“rock”, terminan casi sistemáticamente en peleas sangrientas. Quien
desencadene el ritmo del “rock”, cosecha la violencia. Esto no es, pues,
asombroso esto pues el ritmo se dirige, como lo hemos dicho, a la parte
inferior, animal del hombre. Les ahorraré las citas de todas las
“estrellas de rock” sobre esto y los textos de la mayor parte de sus can-
ciones.
Podríamos igualmente evocar los graves problemas psicológicos que
trae, algunas veces hasta entrar en trance, el ritmo obsesivo del “rock”.
Los más corrientes son la incapacidad para mantener la atención, y una
cierta forma de depresión. Los jóvenes suicidas son igualmente muy
numerosos. No solamente el “rock” incita explícitamente a consumir
droga sino que es en sí mismo una droga. Conocí un estudiante que no
pudo participar en un Campamento de Verano de MJCF,(5) porque
durante el campamento no podía escuchar a los Rolling Stones; su
habitación estaba literalmente cubierta de afiches de este grupo, sin el
cual su vida era imposible.
Los rockeros no esconden su objetivo: “Nuestra intención es evitar
que piensen” (Paul Stanley, del grupo Kiss). “La estrategia propia del
rock’n’roll es la de conquistar los corazones y atacar los espíritus”
(Bernardo Villena, rockero brasileño).
¡Cuántos jóvenes que escuchan la música “rock” son sus víctimas
inconscientes! ¡Cuántos jóvenes católicos (¡sí!) comprometen su
salvación, derrochan los dones de Dios, son esclavos del pecado,
pierden una posible vocación únicamente porque sus inconscientes
padres les permiten escuchar la “música actual”!
¿Por qué este adolescente, que, sin embargo, no es un mal chico, es
insolente en la escuela, en su casa, perezoso, desordenado, fácilmente
colérico, inestable, replegado sobre sí mismo? Miren qué género de
música no cesa de escuchar, y tendrán una buena parte de la
explicación.
Cuando el “rock” invierte en la juventud desestabiliza su sensibilidad,
destruye su voluntad, apaga las aspiraciones de su alma y la des-
conecta del mundo real porque, musicalmente, es una aberración.
Supriman el ritmo, ordénenlo, impónganle su lugar como subalterno,
descubran una bella línea melódica, denle un acompañante armónico
matizado y, entonces, comenzarán a obtener una verdadera música,
aquella que hace florecer a la juventud.

(1). He escuchado recientemente unos extractos de la Quinta sinfonía


ejecutados por Yngwie Malmsteen, un talentoso guitarrista de rock,
acompañado con un fuerte martillazo de la batería: hecho
significativo...
(2). Cfr. “El burgués gentilhombre” de Moliere.
(3). La palabra “rock’n’roll” era usada en ciertos ghettos
norteamericanos para designar el movimiento de actos sexuales: ¡noble
origen!
(4).    Cfr. por ejemplo “Smoke on The Water", de Deep Purple.
(5). Movimiento de la Juventud Católica Francesa.

Publicado por Unknown en 20:57 
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Etiquetas: Bach y Pink Floyd, Keith Moon, Libros, P. Bertrand Labouche, Ritmo, The Beatles

sábado, 10 de agosto de 2013


BACH Y PINK FLOYD - III

R.P. Bertrand Labouche

BACH y PINK FLOYD


Breve estudio comparativo de la música clásica y la
música rock

 “Canten este Introito largamente, pero sin pesadez, sin grandes


matices, con preferencia en una tonalidad baja. Se ve el contrasentido
que sería cantarlo fuertemente e ir aumentando poco a poco la inten-
sidad para darle ese brillo, bajo el pretexto de la Pascua. Sería elevar
su carácter propio y darle un carácter propio totalmente inexpresivo.
“Cántenlo, finalmente pensando solamente en El que habla y en las
cosas que El ha dicho, y verán. Para comprenderlo, hace falta saber
un poco del cristianismo y de la vida sobrenatural, el verdadero
carácter de la religión cristiana que es, ante todo, no una gran
demostración exterior, no una cuestión de sentimientos, sino una
religión interior, una cosa del alma, una adhesión de todo el ser a
Dios".
Dom Gajard señala aquí la importancia del conocimiento del
catolicismo como una fuente para una buena interpretación. Llevemos
esto al mundo de la música clásica. Es claro que una seria formación en
humanidades es una de las grandes lagunas de nuestra época de técni-
cos y de computadores. ¡Las teclas que nuestros jóvenes hoy día tocan
no son las de un órgano o de un piano! Ahora bien, si la música es una
forma de expresión, hace falta que haya algo para expresar por parte
del músico y algo que pueda ser comprendido por quien escucha. Si
este último evoluciona en un mundo donde la formación en
humanidades (literatura, arte, filosofía, historia, música...) está ausente
y peor aún, es reemplazada por una formación excesiva en las
matemáticas, las ciencias naturales y la informática, es claro que se
obtendrá una música hecha de tecnología y de brutalidad, mientras que
la música clásica será como un extranjero porque se desarrolla en un
mundo real y humano, y no en un mundo virtual e inhumano.
La conclusión del comentario de Dom Gajard lo demuestra de una
manera sobrecogedora: “Saber que se trata de Alguien que tiene una
grandeza absoluta, que nos sobrepasa infinitamente. Saber, en fin,
que nosotros no tenemos razón de ser sino en Él, para Él, y por Él.
Entonces el Resurrexi les parecerá como una pieza única, como el
verdadero canto de Pascua”.
La comprensión de esta pieza de música gregoriana es proporciona-
da al conocimiento de Dios.
La comprensión y el amor de la música, y más aún de su creación,
necesitan de un mínimo de vida del espíritu, la única que puede satis-
facer y elevar al hombre.
Lo verificaremos estudiando un poco dos piezas musicales célebres,
la una de Johann Sebastian Bach y la otra de Ludwig van Beethoven.

Primer preludio en Do mayor, del


“Clave bien temperado” de J. S. Bach

En el “Clave bien temperado”, compuesto para sus alumnos, Bach,


como buen profesor, clasificó los 24 preludios y fugas por tonalidades
(1): las 24 tonalidades mayores y menores son presentadas en una su-
cesión cromática (por semitonos) ascendente.
Bach utiliza muchos tipos de preludios (2): “arpegios”, “figuras
regulares”, “tocata”, “aria”, “invención”, “sonata en trío”. El que va a
retener nuestra atención, el primer preludio en do mayor, es de tipo
“arpegio”: Se constituye por una serie de arpegios (acordes en que las
notas están tocadas sucesivamente, por ejemplo: re-fa-la para el acorde
de re mayor). La pulsación rítmica regular, en 4/4, contribuye a crear
una impresión de balance y de tranquilidad. Es de notar que el ritmo
está subordinado a la armonía.
La preocupación del compositor es de hacer trabajar la armonía a
sus alumnos y de mostrarles qué acorde puede seguir a otro, partiendo
de un do inicial para concluir en un do.
Bach utiliza 36 acordes, siendo cada uno tocado dos veces, con la
excepción de los dos penúltimos acordes que preparan el acorde final.
He aquí el comienzo del preludio, siendo el primer acorde de do
mayor. Este acorde introduce y concluye el preludio...

 He aquí el final:

 Ciertamente, esta pieza es ante todo un ejercicio, pero compuesto por


un gran músico, aquel que Beethoven designaba como “el padre de la
armonía”. Así, más allá de un medio pedagógico sin dificultad técnica
particular, Bach escribió un hermoso pequeño preludio, a la vez simple
y de una gran riqueza armónica, que constituirá más tarde un
acompañamiento maravilloso a la melodía del Ave María de Charles
Gounod. El preludio se desvanecerá frente al canto del Ave María, fa-
voreciéndolo. Mi propósito es por lo tanto, mostrar que la riqueza de la
armonía, sirve y embellece la melodía, y así favorece a la belleza
musical. Al contrario, es claro que una armonía limitada a tres o cuatro
acordes no contribuirá más que a empobrecer la melodía y, por lo
tanto, la música.
¿Cuáles son los numerosos acordes que Bach utiliza en este prelu-
dio?
Do mayor, re menor séptima, sol mayor séptima, do mayor, la me-
nor, re mayor séptima, sol mayor, do mayor séptima, do mayor, re ma-
yor séptima, sol mayor, sol séptima disminuido, re menor, do mayor, fa
mayor séptima, fa mayor, sol séptima, do mayor, do séptima, fa sépti-
ma, fa' séptima disminuido, do mayor séptima, sol mayor séptima, do
mayor, sol séptima, sol séptima, fa' disminuido, do mayor, sol séptima,
do séptima, fa mayor, sol séptima, do mayor.(3)
Sin entrar en consideraciones demasiado técnicas, recordemos que
un acorde puede ser “disonante”, como por ejemplo el de séptima (se
añade un T intervalo después de la tónica): así, el mi séptima incluye
un re que, unido a un mi, forma una disonancia. Estos acordes diso-
nantes piden una “resolución”, como el sol séptima cuya “tensión” es
resuelta por un do mayor.
Así, en la tercera y cuarta medida:

Dejemos estas precisiones para retener lo esencial:

- Bach emplea una serie extremadamente variada de acordes, cons-


tituidos de tensiones y de resoluciones armónicas también variadas.
Así, el oído no va a tener una impresión de “ya escuchado”.
- Esta rica diversidad se inscribe en una tonalidad, la de do mayor.
El acorde de mayor es el más usado. Por eso el oído siente una impre-
sión de unidad.
- Un ritmo regular, sin tirones, respeta esta unidad en la diversidad.
- Sin embargo, faltaría “algo”, un cierto acabamiento. Este bello
ejercicio de armonía es sobre todo un ejercicio. Una línea melódica le
sería bienvenida. El Ave María de Gounod se lo dará.

Los acordes del preludio de Bach, incluyendo los disonantes, ya que


ellos no tienen un fin en sí mismos, mas piden y encuentran cada uno
su resolución, dan una bella coloración a la melodía de Gounod, que
canta y comenta la salutación angélica.
Por ejemplo: desde el principio, el gratia plena, tan bien expresado
por el acorde de la menor, (el único de toda la pieza), para cantar el
dulce misterio de la plenitud de gracia en María; en la segunda parte
del Ave María, que es una oración del hombre pecador, los acordes
disonantes, relativamente numerosos, traducen la miseria del hombre
pecador, la gravedad del momento de la muerte, mientras que los
acordes mayores muestran la confianza en Nuestra Señora, su poder de
intercesión, etc.

Texto, melodía, armonía, y ritmo: El orden que engendra la belleza


musical.
....Escuchen este Ave María, estimados lectores, lo
comprobaránfácilmente.

La sonata para piano n° 23, “Apassionata”,


Opus 57, de L.V. Beethoven.

Beethoven compuso esta sonata en 1805, entre la sinfonía heroica


(1803) y la célebre Quinta sinfonía (1808), durante la época de su apo-
geo, cuando su obra se reviste de una extraordinaria fuerza de expre-
sión.
En esta pieza para piano forte, “Beethoven lleva hasta los límites
tanto las dimensiones de la obra como las posibilidades sonoras del
piano de aquella época: abandona las categorías estéticas en uso y
cambia la belleza tradicional (4)”por un nuevo tipo de expresión”.(5)
Ciertamente, la estructura es de una sonata clásica (exposición-
desarrollo- recapitulación-coda (6), pero “masas sonoras de una
intensidad máxima vienen a hacer irrupción bruscamente: en el matiz
ff,(7) sobre un ritmo sincopado, acordes masivos de fa menor, en un
movimiento ascendente, rompen brutalmente la línea temática y la
atmósfera (compás 18), pero este episodio prepara al mismo tiempo
la llegada de un segundo tema ascendente en la bemol mayor
(compás 35), con una melodía noble indicada pp dolce”:
Beethoven habría respondido a Schindler, que le preguntaba el sig-
nificado de las sonatas op. 31 n° 2 y opus 57: “¡Leed La Tormenta de
Shakespeare!”. La sonata op. 31 n° 2 es en efecto conocida bajo el
nombre de “La Tormenta”, pero la opus 57 bajo el nombre de
“Appassionata” (8) Sin embargo aquella evoca una verdadera
tempestad por sus martillazos y desencadenamientos rítmicos
acompañados de violentos contrastes armónicos.
Esta pieza traduce la lucha de las pasiones que son presa del destino,
la energía interior de este “Napoleón de la música”: “Yo nunca jamás
había visto un artista tan poderosamente concentrado, tan enérgico,
tan interior”, decía de él Goethe. “Hay seis hombres dentro de él”,
habría afirmado Haydn. Uno querría ver ahí la coronación de la vida
espiritual de Beethoven, la lucha contra el destino (tema que se
encuentra en su Quinta sinfonía: sol-sol-sol-mi: el destino que golpea
la puerta...)', después, la aceptación seguida por un sentimiento
religioso, notablemente en el segundo movimiento, el andante con
moto, antes del surgimiento del finale:

Esta sonata ilustra el poder que puede ejercer el ritmo de una


composición sobre el corazón y las pasiones humanas, al precio de una
sofocación de la melodía y de una fuerte tensión armónica. Beethoven
no va a llegar al punto de sacrificar la música por el ritmo, como hacen
los grupos de hard rock, pero él sabe desencadenar el ritmo como
ningún otro músico había jamás pensado u osado hacerlo.
De una cierta manera, sus efectos rítmicos son más violentos que los
del rock, porque inteligentemente son puestos en contraste con me-
lodías revestidas de una gran nobleza y suavidad, o de una profunda
religiosidad.(9) Una composición musical que se reduzca
esencialmente al ritmo no sabe proponer estos contrastes; no es sino
violencia. Volveremos a este punto. Que nuestros jóvenes escuchen a
Beethoven, ahí encontrarán aquello que el rock no les puede dar:
fortaleza, nobleza y profundidad.
Entremos por ahora en la estructura misma de la sonata
“Appassionata”. Yo les sugiero escucharla mientras leen el cuadro que
nos ha dado S.E.R. Mons. Williamson, gran conocedor de Beethoven:
...¡Uf!, ha pasado la tempestad, el volcán ha puesto fin a su erupción.
Un contemporáneo de Beethoven decía que, después de haberla
escuchado en piano, ¡él había sido incapaz de encontrar su sombrero en
el vestuario!
Berlioz narra así el entusiasmo frenético que produjo entre los
parisinos las tres primeras ejecuciones de la Quinta sinfonía
(ejecutadas en 1828 en un intervalo de seis semanas), así: “El auditorio,
en un momento de vértigo, cubrió la orquesta con sus gritos; eran
exclamaciones furiosas, mezcladas con lágrimas y con carcajadas... un
espasmo nervioso agitaba toda la sala”.
...Podría uno preguntarse si esta reacción no es la misma de una
muchedumbre durante un concierto de rock. Distingamos:
• En tanto que es una música revolucionaria, cuyas audacias y vio-
lencia rítmicas (memorizar esto) y los fuertes contrastes armónicos
destruían las reglas musicales de la época: Sí. Las mismas causas
producen los mismos efectos.
• En tanto que una obra de un músico que domina perfectamente un
material musical melodía /armonía original y muy rico, aun en un
contexto agitado y pasional: No. No se puede afirmar que este poder
emocional inmola el arte musical en el simplismo de una brutalidad sin
alma. Beethoven es un gran músico —que un Pío XII apreciaba mucho
— y que profesaba una profunda admiración por Johann Sebastian
Bach, de quien se inspiró muchas veces; decía de él “que no se debía
llamar «Bach» («arroyo», en alemán) sino océano".
Toda la música de Beethoven no está hasta este punto tan desenca-
denada; lejos de eso su concierto para violín y orquesta, su quinto con-
cierto para piano, el adagio lleno de una noble dulzura, sus cuartetos
para cuerdas, muchas de sus otras obras, unen maravillosamente la
imaginación creadora y la maestría del arte musical, siendo estos los
dos componentes del genio.
Los críticos vieneses, que se encontraban tan descontentos y reser-
vados después de la creación de la Primera sinfonía —uno los com-
prende— encontrarán para esta sinfonía términos muy elogiosos des-
pués de cinco años: “una magnifica creación artística, que despliega
con tanto esplendor y gracia una riqueza inaudita de excelentes ideas, y
en la que reinan en todo momento la coherencia, el orden y la clari-
dad”. La música de “ese sordo que entendía lo infinito”,(10) impregna-
da de voluntad, de poder, de sensibilidad y de imaginación conquista-
dora marcó todo el siglo XIX, el siglo del romanticismo.
Es cierto, sin embargo, que se debe extraer una lección de esta so-
nata, que merece bien el nombre de “Apassionata”: un ritmo desenca-
denado, sincopado, una fuerte tensión armónica debida al empleo de
acordes disonantes repetidos y no resueltos, los crescendos desmesura-
dos tienen efectos sobre la sensibilidad y las pasiones humanas, pues su
origen es, precisamente, pasional. Inestabilidad, frustración, exacerba-
ción son el resultado.
Ciertamente, un volcán en erupción ofrece un espectáculo donde la
grandeza no es sinónimo de fealdad, ¡pero es mejor no acercarse dema-
siado a él!...
Pero cuando nuestros jóvenes pretenden que la “música de papá” es
amanerada, sería necesario incitarlos a acercarse a este volcán, por lo
menos para destruir sus prejuicios; y puede ser que esto los lleve a
reflexionar un poco sobre la naturaleza y el valor de la música “rock”
con la cual se llenan y sufren sus consecuencias.

NOTAS:
(1). También Chopin clasificó sus 24 preludios (op. 28 - 1839) por
tonalidades, no en una sucesión cromática sino según el ciclo de las
quintas.
(2). Ulrich Michels, p. 145.
(3). Aquí los acordes son designados sin precisar algunas diferencias;
así, todos los sol 7a no son tocados igualmente.
(4). Al contrario, su sonata Opus 2, n° 1 es de forma clásica.
(5). Ulrich Michels, pág. 403.
(6). Movimiento sobre lo cual se acaba una pieza musical.
(7). Fortísimo.
(8). Fue dedicada al Conde Franz von Brunswick, quien le dio este
nombre.
(9). Escuchar en la Appassionata el desarrollo del primer movimiento
con sus momentos líricos o el andante con sus suaves variaciones.
(10). La expresión es de Víctor Hugo. La sordera conducirá a Beethoven
casi al suicidio, como lo reveló en su testamento de Heiligenstadt.

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