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Soldado gaucho, la ley de levas y las penurias en la “frontera con el indio”

La historia tradicional rescata a los grandes personajes -civiles y militares- que hicieron posible a la Argentina,
exaltan su valentía y coraje. Pero nada dice acerca de los soldados gauchos y del heroísmo en su vida cotidiana.
Se concebía al gaucho como el elemento haragán y pendenciero que depredaba al ganado y vagaba por las tierras.
Tierras que pertenecían, o se creían con derechos sobre ellas, a los propietarios de saladeros y grandes estancias. Los
terratenientes se encontraban ante graves problemas: por un lado, la presencia de los indígenas y por el otro, la falta
de mano de obra y soldados y, la necesidad de incorporar al gauchaje al sistema capitalista que buscaban imponer.
Los gobiernos “provinciales” (los territorios provinciales aún no estaban definidos) y el gobierno nacional,
administrado por los mismos miembros del sector terrateniente, trataron de resolver el problema indígena
propiciando campañas militares que buscaban la expulsión de los indígenas de los territorios que ocupaban y el
establecimiento de una línea de fortines. La escasez de mano de obra y de soldados se resolvió a través de la sanción
de las leyes de Vagos o de Levas1
A través de la ley de Leva, se trató de combatir el nomadismo, el vagabundeo y la delincuencia rural estableciendo
que todo varón entre 18 y 40 años que no tuviera propiedad, careciera de domicilio fijo, que no pudiera demostrar
ocupación alguna (los gauchos podían demostrar su ocupación a través de un documento, denominado papeleta de
conchabo, emitido por el patrón, que certificaba su relación de dependencia), sería detenido, puesto a disposición de
las autoridades y destinado al desarrollo de obras públicas o a cumplir servicio militar en la frontera con el indio. Así,
el gaucho era incorporado obligatoriamente al mercado de trabajo y a la función de soldado.
Cuando el gaucho llegaba al fortín, ¿con qué situación se encontraba? El francés Alfredo Ebelot que visitó el fortín
de Sanquilcó lo describió así:

“Imagínense ustedes un reducto de tierra, de una cuadra de lado, flanqueado por chozas de juncos, algo más
grandes que tiendas y más pequeñas que los ranchos más exiguos, dejando en el medio un sitio cuadrado en cuyo
centro está el pozo, e inundado de criaturas que chillan, perros que retozan, de avestruces, de ratas de agua
domesticadas que allá llaman nutrias, de mulitas, de peludos que trotan y cavan la tierra, de harapos que secan en
cuerdas, de fogones de estiércol en los que canturrea la pava del mate y se asa el alimento al aire libre; figúrense
ustedes en torno la pampa desierta, que el centinela apostado en una torrecilla de césped, interroga día y noche
[...]”

Los soldados, habitualmente, no tenían uniforme. Todos estaban vestidos de diferente manera, en general, un poncho,
un chiripá de manta, chaquetilla, botas viejas, alpargatas desflecadas o descalzos. Las armas eran las que los
acompañaban siempre y algunos tenían una carabina vieja. Los soldados padecían hambre, desnudez y soledad y
éstas, mellaban los espíritus más fuertes.
Según los relatos del Comandante Manuel Prado (1863-1932), los ejércitos parecían una “horda de forajidos”, no
recibían más que una ración de carne muy escasa y los vicios (cigarros y yerba). En el mejor de los casos, tenían con
una manta para abrigarse en la temporada fría. No contaban con los elementos necesarios para tratar las heridas y las
enfermedades que pudieran presentarse; esto hacía que el enfermo o el herido que con un tratamiento elemental podía
curarse, en pocos días encontrara la muerte.
Cuando los indígenas atacaban, se enfrentaban con los pobladores y con los hombres del fortín. Incendiaban las
casas y tomaban todo lo que encontraban a su paso, comida, ropa, cautivos y fundamentalmente, el preciado ganado.
Se retiraban de manera rápida y comenzaba la persecución.
Así lo cuenta Martín Fierro:

“Y cuando se iban los indios


con lo que habían manotiao
es porque no habían hallado”.

[...] Los perseguimos de lejos


sin poder ni galopiar;
¡Y qué habíamos de alcanzar
en unos bichocos viejos!”

Estas penurias a las que eran sometidos, generaban que, en muchos casos, el gaucho desertara del ejército y terminara

1
leva
Reclutamiento de gente para un servicio, generalmente el del servicio militar, y en especial el que se hacía de malhechores y vagabundos para nutrir las filas del
ejército en la guerra.
siendo un fugitivo de la ley.

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