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ayer (actualizado: hace 11 horas) 31-08-2021
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Pascual Serrano
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Libertad duradera
No hacía falta que Biden saliera desmarcándose de que sus
intenciones no fueran ni la democracia, ni la libertad, ni los derechos
humanos, ni siquiera los de las mujeres bajo el régimen talibán, creo
que, efectivamente, nunca son esos los objetivos de las
intervenciones/invasiones estadounidenses. Ni siquiera llamándoles
"libertad duradera", como se denominó la invasión de Afganistán.
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Miente, por tanto, la ministra de Defensa española, Margarita Robles,
cuando, apesadumbrada ahora dice que Afganistán "es un gran
fracaso de Occidente, un fracaso enorme, sin paliativos" y añade que
"Occidente les ha fallado, sin ninguna duda". No puede haber fallado
si el objetivo, como dice Biden, nunca fue mejorar la vida de los
afganos.
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Estados". Evidentemente, el primer paso para la guerra es enviar un
ejército a otro país sin el consentimiento de este último.
Brigadas internacionales
Este asunto lo aborda magistralmente el profesor de la Universidad
Católica de Lovaina Jean Bricmont en su libro Imperialismo
humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra.
Para él, una intervención solidaria y humanitaria fue la que hicieron los
hombres y mujeres de las Brigadas Internacionales que vinieron a
España a luchar contra el fascismo en 1936.
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los cuales dieron su vida— con el nuestro que nos limitamos —bajo un
solemne nosotros— a pronunciarnos a favor de la intervención desde
el sofá de nuestra casa.
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inmortalizó Robert Capa en sus fotografías cuando participó en el
desembarco en Sicilia.
Aquello fue un éxito, señala Archibugi, debido a que, previo a la
invasión estadounidense, había una resistencia italiana combatiendo y
enfrentándose a los nazis, que propagó entre la población la idea de
que los estadounidenses no eran enemigos, sino sus "aliados". Y que
su intención no era permanecer en Italia, sino reconstruir sus
instituciones. La película Un americano en Roma (1954) muestra en
clave de comedia esa admiración italiana por los americanos tras la
Guerra Mundial.
Dudosas intenciones
Además de la ineficacia, queda plantearse si es legítimo ir por el
mundo lanzando bombas y tropas en nombre de la democracia y los
derechos humanos. Sobre todo, si tenemos suficientes pruebas de
que sus intenciones no son buenas a la vista de su doble rasero, el
curioso interés por países con valiosos recursos naturales, el negocio
de las empresas de armamento con sede en Estados Unidos, la
corrupción de los gobiernos títeres impuestos tras la intervención y los
intereses accionariales de los altos cargos del gobierno "liberador" en
las empresas que primero bombardean y luego "reconstruyen".
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Y si de derechos humanos se trata, la experiencia también ha
demostrado que, tras la intervención, las tropas ocupantes reprimen
de forma sanguinaria a los que se resisten, detienen masivamente sin
garantías, cometen actos de tortura, asesinan civiles, incluidos
mujeres y niños. No hace falta recordar Abu Grahib, Guantánamo, o
bombardeos masivos de población civil. Sin ir más lejos el 29 de
agosto, diez miembros de una familia, incluidos cuatro niños, fueron
asesinados por un avión no tripulado estadounidense en Kabul.
Democracia y subdesarrollo
Nos consideramos tan superiores como para creernos con el derecho
a violar la Carta Fundacional de las Naciones Unidas e ignorar la
soberanía de los países. Es verdad que los derechos humanos son un
valor universal, pero les exigimos a países del Tercer Mundo que
respeten derechos humanos que nosotros nunca respetamos cuando
nos encontrábamos en sus mismos niveles de subdesarrollo.
No somos capaces de entender que no puede desaparecer la
corrupción policial si el policía no gana para comer, ni dejará de haber
cultivos de droga si los campesinos se mueren de hambre cultivando
maíz y que el trabajo infantil o los derechos sexuales de la población
LGTBI pasan a un segundo plano cuando no se tiene para comer. Del
mismo modo que la ausencia de libertad de prensa es irrelevante para
ellos si no saben leer ni escribir, no tienen sanidad y viven en la calle.
Tampoco van a aceptar fácilmente que ponerles un día una urna sea
una solución a su hambre, su frío, su fiebre y a la violencia que sufren.
Sobre todo si veinte años después de la urna sigue todo igual.
Esto, que hace unas décadas hubiera sido una obviedad para la
izquierda, ahora se ha olvidado, en lo que supone una victoria del
concepto neoliberal de los derechos humanos, que los homologan a
libertades públicas y no a derechos sociales.
Los intelectuales de Occidente no dejan de repetir que las naciones
del tercer mundo deben resolver sus diferencias como lo hacen los del
primero, sin entender que su situación de subdesarrollo, con quien
debería compararles es con nuestra Europa y Estados Unidos de hace
muchos años.
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Olvidamos que nuestra riqueza, confort y democracia se basa, en
primer lugar, en una explotación de los recursos naturales inviable si lo
quisieran hacer en el resto del mundo. Queremos que Irán o Filipinas
respeten los derechos humanos como nosotros, pero nos asusta que
consuman tanta gasolina o tantos recursos minerales como hacemos
aquí porque desestabilizan el mercado mundial. Queremos que se
vacunen de COVID en India, pero es que ellos no tienen
vacunas porque las que producen terminan exportadas al primer
mundo.
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La conclusión es que "la ideología de la intervención en nombre de los
derechos humanos ha sido el instrumento perfecto para destruir a los
movimientos pacifistas y a los movimientos antiimperialistas". Las
organizaciones de derechos humanos, ante esas invasiones, piden
que se respeten las leyes de la guerra, en lugar de denunciar la
ilegalidad de la invasión, es como si pidieran a los violadores que
utilizaran preservativo.
Marqués de Sade
Probablemente la mejor forma de exportar democracia y derechos
humanos sea presentando al mundo el ejemplo de nuestro país. Lo
explicaba magistralmente el marqués de Sade en los momentos más
convulsos de la Revolución Francesa (1795) en su libro Filosofía en el
tocador:
"Invencibles en vuestro interior y modelos de todos los pueblos por
vuestra civilización y vuestras buenas leyes, no habrá gobierno en el
mundo que no trabaje por imitaros, ni uno sólo que no se honre con
vuestra alianza; mas si, por el vano honor de llevar vuestros principios
lejos, abandonáis el cuidado de vuestra propia felicidad, el
despotismo, que sólo está adormecido, renacerá, las disensiones
intestinas os desgarrarán, habréis agotado vuestras finanzas y
vuestras conquistas, y todo esto para volver a besar los hierros que
habrán de imponeros los tiranos que os habrán subyugado durante
vuestra ausencia. Todo lo que deseáis puede hacerse sin que sea
necesario abandonar vuestros hogares; que los demás pueblos os
vean felices, y correrán a la dicha por el mismo camino que vosotros
les habréis trazado".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON
LA DE SPUTNIK