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Cuando Abraham hizo lo que Dios le pidió este le concedió un hijo al que llamó
Isaac. Pasados los años cuando Isaac creció Dios probó la fe de Abraham
pidiéndole que sacrificara a su hijo. Como Abraham no se lo negó Dios lo
bendijo; por todo esto Abraham recibió el nombre de "Padre de todos los
creyentes".
ABRAHAM EL CRISTIANO
La Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén podría ser el lugar más
cristiano de la tierra, y la masa de roca gris del Gólgota (o Calvario), el
lugar más sagrado de la Iglesia. Según la tradición, aquí fue crucificado
Jesús. Justo encima de la extensión rocosa protegida con plexiglás, hay
una capilla que comparten la Iglesia católica y la ortodoxa griega. La parte
católica está decorada con tres mosaicos. En el centro está María
Magdalena; a la izquierda Cristo tras bajarlo de la cruz; y a la derecha
nada más y nada menos que Abraham, a punto de sacrificar a Isaac. Feiler
apunta: "La imagen de Jesús que yace sobre la piedra de unción es casi
idéntica a la de Isaac sobre el altar". La Epístola a los Romanos del Nuevo
Testamento dice que las ataduras y la liberación de Isaac son un acto
profético de la Resurrección.
ABRAHAM EL MUSULMÁN
No hay ninguna fe tan conscientemente monoteísta como el Islam, que
acepta con gozo a Abraham. Si muchos judíos lo consideran el abuelo
dinástico cuyo nieto Jacob fundó el pueblo de Israel, para los musulmanes
es uno de los cuatro profetas más importantes. Tan pura es su sumisión al
Dios único que Mahoma dirá más tarde que su mensaje no es más que la
restauración de la fe de Abraham. El Corán incluye escenas de la infancia
de Abraham, en las que recrimina a su padre por creer en ídolos y
sobrevive, como Daniel, en un horno al que es condenado por su lealtad a
Alá. Y en la versión coránica de su prueba definitiva, cuando Abraham le
comunica a su hijo la orden de Dios, el chico le responde: "¡Padre mío!
Haz lo que se te ordena. Y si Alá quiere, hallarás en mí uno de los fieles".
El Corán indica con aprobación: "Los dos se habían rendido", usando el
verbo cuya forma nominal es la palabra Islam. Al superar semejantes
pruebas, Alá le dice a Abraham: "¡Mira, te he nombrado guía de la
humanidad!".
EL PATRIMONIO DISPUTADO
Todo empezó ahí. Los judíos, dolidos tomaron iniciativas para cimentar la
identidad judía de Abraham: el Talmud lo describe anacrónicamente como
seguidor de la ley mosaica y hablando hebreo. Y redujeron
considerablemente el papel de Ismael. Según Shaul Magid, profesor de
Midrash en el Seminario Teológico Judío de Nueva York, los padres
judíos solían ponerles a sus hijos el nombre del hijo árabe de Abraham,
pero la costumbre desapareció cuando empezaron a vivir bajo dominio
musulmán.
Dan ganas de llorar, incluso al mismo Feiler. "Tomaron una figura bíblica
abierta a todos", escribe, "quitaron lo que querían ignorar, amplificaron lo
que querían destacar y terminaron con un símbolo de su propia
individualidad que se parecía mucho más una imagen de sus propias
fantasías que un reflejo de la historia original". Y con horror se dio cuenta
de que Abraham "es tanto un modelo para el fanatismo como para la
moderación".
ESPERANZAS DE RECONCILIACIÓN
Una de las premisas fundamentales del movimiento ecuménico, que ha
tratado el problema desde finales del siglo XIX, es que si musulmanes,
cristianos y judíos quieren llegar a respetar y entenderse unos a los otros,
una de las vías principales pasa por Abraham. Fisher, de la Conferencia de
Obispos Católicos, dice: "No podemos dejar de hablar los unos con los
otros sobre él". Pero el hecho de que se haya identificado el camino no lo
hace más transitable.
Es una rareza histórica y un signo de esperanza que incluso cuando las tres
religiones se peleaban sobre Abraham, continuaron (sin admitirlo)
intercambiándose historias sobre el patriarca. Los préstamos y
contrapréstamos, tan antiguos como el conflicto mismo, constituyen una
lectura mucho más placentera. Tal vez la historia más esperanzadora sea
un viejo relato islámico cuyas raíces, según la hipótesis del estudioso
Reuven Firestone, se remontan tanto al judaísmo como al cristianismo.