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EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

PROF. RUBÉN H. PARDO

VIERNES 04/10/2021 TURNO MAÑANA

CLASE N° 8: Unidad 3: Comprensivismo y Hermenéutica en


ciencias Sociales

1) Repaso de la clase anterior:

En la clase anterior comenzamos con el desarrollo de la segunda parte del curso y

de la Unidad 3. Luego de mencionar algunos aspectos del pensamiento de T. Kuhn

(todavía Unidad 2), nos adentramos entonces en el ámbito más específico de las Ciencias

Sociales. Y seguimos el siguiente camino:

• Explicamos el nacimiento de las Ciencias Sociales en el contexto del

pensamiento moderno, guiado por los ideales de objetividad y capacidad

predictiva que se suponía caracterizaban a las Ciencias Naturales.

• Dijimos, entonces, que las Ciencias Sociales surgen desde un modelo naturalista.

• Introdujimos 3 ejemplos de investigación social para ilustrar algunas

problemáticas que se van a plantear en relación con las Ciencias Sociales, como

son el de la influencia del observador , el de la capacidad de formular leyes y el

de la interpretación.

• Luego hablamos de 3 ejes problemáticos siempre presentes en el debate sobre

las Ciencias Sociales: el problema del objeto, el del método y el de su status

epistemológico.
• Y finalmente explicamos las características más importantes de las

concepciones naturalistas en Ciencias Sociales.

Ahora retomaremos nuestro tema para explicitar en qué consistió la reacción

comprensivista que, a principios del siglo XX se opuso al modelo naturalista y pretendió

salvaguardar una especificidad propia para las Ciencias Sociales. Señalaremos los

problemas de este planteo y –finalmente- presentaremos a la Hermenéutica Filosófica

de Hans Georg Gadamer como un ejemplo de una concepción postnaturalista de las

Ciencias Sociales. Comencemos.

2) La reacción comprensivista: el problema de la subjetividad

Ya hemos visto que la concepción naturalista de las ciencias sociales considera que

hacer ciencia es “explicar” fenómenos, esto es, dar razones de por qué esos fenómenos

ocurren mediante leyes. Por lo tanto, para esa concepción ell camino a recorrer por las

ciencias sociales debía ser el mismo: dar cuenta de lo social, en tanto conjunto de

hechos empíricos, mediante leyes.

Sin embargo, hacia fines del siglo XIX hace su aparición en el ámbito teórico de

las ciencias sociales un elemento determinante:” la subjetividad”. ¿A qué nos

referimos con “subjetividad? Todos tenemos claro que no puede alcanzarse el sentido

pleno de un producto artístico –una película, una novela o una canción- sin prestar alguna

atención al autor y sin hacer referencia a conceptos como “voluntad”, “propósito” o

“intención”. Bueno, tampoco cabe plantear la posibilidad de entender el mundo

histórico-social sin descifrar los “sentidos” que en él van creando sus propios

constructores, los actores sociales. Así, sólo puede accederse al conocimiento de lo

social si primero “comprendemos” sus significados. Lo que queremos decir es que el

objetivo de las ciencias sociales no sería tanto el de “explicar” sino más bien el de
“comprender”. Mientras las ciencias naturales explican lo natural, las ciencias

sociales comprenden lo social. ¿Y qué significará “comprender”? Respuesta: desocultar

el sentido de algo, dar cuenta de los significados emitidos por el otro. ¿Cómo –

argumentarán los comprensivistas- en la medida en que el objeto de estudio de las

disciplinas que estudian la sociedad está constituido por los hombres mismos, puede

concebirse su tarea sin atender los “sentidos” que éstos emiten? Un hecho natural, como

la caída de una manzana de un árbol, podrá ser “explicado”, pero un hecho social, una

creación humana, debe ser “comprendido”. Eso es lo que hace un sociólogo, cuando

investiga las características de un grupo social o de cualquier proceso sociopolítico, o lo

que hace un psicólogo cuando atiende un paciente: comprender significados.

Ahora bien, este debate entre “explicar” y “comprender” implica también una

discusión acerca del tipo de realidad que constituye lo social. ¿Ésta debe ser asimilada

a lo natural o, más bien, convendría poner el énfasis en las diferencias entre sociedad

y naturaleza? Obviamente, los comprensivistas basan su concepción de las ciencias

sociales, centrada en la comprensión, en una esencial especificidad de lo social: esta

realidad, a diferencia de la naturaleza, sería básicamente valorativa, simbólica,

lingüística, histórica. El “error” de los naturalistas, sería el de no tomar en cuenta la forma

en que la realidad social se constituye y mantiene. La concepción naturalista de la que

hablábamos anteriormente, homologa el mundo social al físico y entiende al primero,

mientras que una versión más adecuada de la labor del científico social debería prestar

atención al carácter simbólico de la vida humana y a los horizontes de sentido que la

constituyen. O, dicho de otro modo –siempre según el comprensivismo- las ciencias

sociales no pueden dejar de lado el mundo de la vida cotidiana, ese entramado de

significados compartidos en el que vivimos y que ponemos en juego al hacer ciencia.


En síntesis, el comprensivismo quiere rescatar para las ciencias sociales un ámbito

propio, diferente del de las ciencias naturales; o dicho de otro modo: para ellos no habría

una única manera de hacer ciencia. Y así como las ciencias naturales tienen su

“método” (la explicación de fenómenos mediante leyes de acuerdo al hipotético

deductivo), las ciencias sociales tendrán el suyo: comprender los fenómenos sociales, esto

es, desentrañar sus “sentidos”, sus significados, atendiendo a sus “autores”: los actores

sociales y su mundo cotidiano. Podríamos resumir esto en las siguientes características

(las tienen más desarrolladas, por supuesto, en el texto):

• Especificidad de lo social.

El comprensivismo defiende una visión de la sociedad como un objeto específico e

irreductible a los hechos naturales. Y esta especificidad se basa en que lo social estaría

atravesado por ciertas particularidades, como el lenguaje, la historia, los valores, lo

simbólico.

• Dualismo metodológico.

La posición comprensivista es esencialmente dualista. ¿Qué significa esto? Afirma la

existencia de una diferencia sustancial entre las ciencias naturales y las sociales. Sería

totalmente descabellado y erróneo concebir la labor del científico social desde los

preceptos metodológicos que guían el acceso al mundo físico. Así, no habría, como creían

los naturalistas, una continuidad, sino más bien una radical discontinuidad en las ciencias.

• El conocimiento de las ciencias sociales como comprensión.

De las dos características anteriores se sigue ésta: “conocer” en ciencias sociales, ya

no será subsumir –desde la objetividad- fenómenos particulares mediante leyes (explicar),

sino “comprender”. Y “comprender” significa “desocultar significados”, alcanzar –

desde la propia subjetividad de intérprete- la subjetividad del actor social. Eso sería lo
que hace un científico social: intentar acceder al mundo de significados de los actores

sociales; algo similar a lo que hace un psicoanalista con su paciente cuando trata de

“interpretar” lo que éste dice. Eso que se llama “empatía”: se trata de desentrañar los

propósitos o intenciones del otro; algo así como acceder al alma del otro. Sólo así sería

posible entender un proceso social.

Pero aquí surge, entonces, un problema. ¿Cómo “controlar” ese conocimiento? Si

el conocimiento de las ciencias sociales está constituido por esa suerte de empatía, que

implica el acceso a las “intenciones” del otro, ¿cómo garantizar ciertos estándares de

“objetividad”? Ya que, ¿no sería entonces demasiado “subjetivo” ese saber? El

problema al que se sometido el comprensivismo es, a fin de cuentas, el de platear una idea

de conocimiento demasiado “psicologista”. ¿Por qué? Porque piensa la idea de

“comprensión” como “interpretación de intenciones” (allí el psicologismo). En la medida

en que la comprensión –modo de conocimiento propio de las ciencias sociales- sea

concebida como empatía, vale decir, como acceso al pensamiento o a la mente del autor,

no es controlable científicamente.

La superación de este problema y –en general- del debate entre explicacionistas y

comprensivistas, supondrá –como se verá en el siguiente punto- el desarrollo de lo que

llamaremos “giro lingüístico”; esto es, la aparición de otro elemento determinante en la

comprensión de las ciencias sociales: el lenguaje. Pero este tópico nos transporta ya a

una de las características centrales del temple filosófico de base del actual escenario

postempirista.

3) El escenario postnaturalista / postempirista y el giro lingüístico

A partir de la década del sesenta del siglo XX comienzan a multiplicarse algunas

críticas a la concepción tradicional de la filosofía de la ciencia. Sin embargo, lo que aquí


denominaremos como escenario postnaturalista o postempirista no debe ser

homologado a una corriente filosófica determinada, sino que conviene comprenderlo en

términos de un escenario teórico plural conformado por autores provenientes de diversas

tradiciones de pensamiento. Y como ya sabemos, tanto en el texto que ustedes están

siguiendo como en esta clase, sólo nos vamos a ocupar de una corriente, a modo de

ejemplo: la Hermenéutica filosófica de Hans Georg Gadamer.

Sin embargo, existe un contexto previo a la conformación de este escenario que lo

hace posible. Y dos de los más importantes hechos que constituyeron este horizonte de

posibilidad son: el debate entre “explicación” y “comprensión” (que ya hemos visto)

y el denominado “giro lingüístico.

“Giro lingüístico” es el nombre que se le dio a un cambio fundamental acerca de la

consideración del lenguaje. Éste tradicionalmente se entendía sólo como un medio de

comunicación, un mero instrumento para intermediar la relación del hombre con las

cosas. Ahora, ya a partir de los década del 30 del siglo pasado surgen una serie de

corrientes de pensamiento que comenzarán a considerar al lenguaje no sólo como un mero

instrumento de conocimiento sino como “materia prima del mundo social”, esto es,

como horizonte último de la inteligibilidad de los procesos históricos y sociales. ¿Qué

querrá decir esto? Que la realidad social y, a la vez, el hombre mismo, su racionalidad,

sería lenguaje. Todo sentido, todo significado es lingüístico. Esto dará lugar, entre otras

cosas, a una reeducación de la mirada del científico social, que se desplazará del

fenómeno visible –del hecho social de los positivistas- a la preestructura del lenguaje. En

resumidas cuentas, no solamente el reduccionismo naturalista –que homologaba

linealmente lo social a lo natural- sino también las exigencias de especificidad reclamadas

por el comprensivismo serán reemplazadas por un temple postgirolingüístico común: la

declaración del carácter esencialmente lingüístico de la comprensión de las acciones


humanas. Y ésta es una de las características principales del escenario postempirista:

el reconocimiento de la importancia del lenguaje en la comprensión de la realidad

social.

Una segunda característica, en contraposición al atomismo propio de las

concepciones naturalistas en cuanto al análisis de lo que es una teoría científica, es el

contextualismo. Las teorías científicas no estarían compuestas en realidad por

enunciados autónomos, sino que en realidad el significado de un enunciado depende de

la conexión con el resto de los enunciados. Esto constituiría una visión holística o

contextualista de las teorías científicas, ya que el uso de los términos dependería entonces

del contexto, cada término adquiriría su significado de las relaciones con los demás

términos. Por ello, las teorías –desde esta concepción- ya no son conjuntos sino

estructuras enunciativas. Recuerden, por ejemplo, lo que vimos de Kuhn: a diferencia de

Popper y la concepción heredada que partían del concepto de “teoría” y “enunciados”

para entender el quehacer de la ciencia, Kuhn –contextualista- parte del conceto de

“paradigma”.

Finalmente, y sin la pretensión de agotar los rasgos propios de este escenario, una

tercera característica compartida por las corrientes postempiristas es la creencia en una

idea más amplia de razón y de ciencia. Se trata de la reivindicación de otras formas de

racionalidad, más allá de la implícita en el método experimental de las ciencias naturales.

Aunque consideremos a la ciencia como “modelo de conocimiento”, esto no querría decir

que toda la “verdad” se agote en ella. Los postnaturalistas reivindican a aquellos saberes

que van más allá del método científico como poseedores también de “verdad”. Por

ejemplo, el arte.

Para sintetizar lo dicho en este punto:


• Contexto a tener en cuenta para el postnaturalismo

- Debate entre explicacionistas y comprensivistas

- Giro lingüístico

• Algunas de las características principales del postnaturalismo

- Importancia del lenguaje (materia prima de los social)

- Contextualismo

- Idea más amplia de razón

Abordemos ahora un ejemplo de postnaturalismo: la Hermenéutica de Gadamer.

4) La Hermenéutica filosófica de Hans Georg Gadamer

Retomemos uno de los ejemplos de investigación social de los que partimos en esta

clase; el que denominamos como ‘Ejemplo 3’: un sociólogo entrevista a un grupo de

vecinos en un barrio que registra problemas de convivencia con un grupo de vecinos del

barrio lindero, con el propósito de sugerir líneas de acción que consigan mitigar o reducir

esa problemática.

Agreguemos ahora alguna información extra. Supongamos que en uno de esos barrios

en cuestión vive una numerosa comunidad de inmigrantes que, además, proviene de una

cultura y profesa una religión diferente a la del otro barrio y a la del sociólogo mismo.

Una primera recomendación metodológica básica para el abordaje del problema estaría

dada por la conveniencia de que nuestro científico social ponga entre paréntesis todos sus

‘prejuicios’ Vale decir, que sea capaz de dejar de lado las ideas previas que pudiera tener

respecto de dicha comunidad de inmigrantes y su religión, de la de los otros vecinos, de

la suya propia, de su cultura, de la de los otros, etc… Pero entonces surge una pregunta
insoslayable: ¿es esto posible? ¿Puede nuestro sociólogo ‘filtrar’ todas estas ‘ideas

previas’, vale decir, todos sus prejuicios? Veamos.

En primer lugar, podríamos responder que es posible que nuestro investigador filtre

algunos de sus prejuicios. Por ejemplo, podrá dejar de lado algunas valoraciones

personales, como el equipo de fútbol del cual es hincha (no sé si sería mi caso, je).

También en su calidad de investigador podrá sin mayor esfuerzo dejar de lado sus ideas

previas relacionadas con la opinión que tenga respecto de la manera en que estos vecinos

pronuncian la lengua castellana, o de su color de piel, de sus rasgos físicos, etc… etc…

Sin embargo, la pregunta inicial era sobre la posibilidad de dejar de lado todos los

prejuicios. Y aquí radica el problema que nos hará desembocar en la concepción

hermenéutica. Si bien un investigador debe ser capaz de sobreponerse a ciertos

prejuicios personales o particulares, nunca podrá disponer ni hacer conscientes

‘todos sus prejuicios’. Es imposible poner entre paréntesis la cultura toda en la que

hemos sido formados, el contexto histórico, político, económico, lingüístico, etc…

Siempre alguno de estos ‘prejuicios’ se anticipará a nuestra comprensión del objeto de

estudio en cuestión, porque son constitutivos de nuestra realidad histórica y además

porque, en principio, comprendemos ‘desde’ ellos.

Cabe recordar, en este punto, el concepto de “carga teórica”, que hemos tratado

en la clase sobre las críticas de Popper al inductivismo. Allí se decía que “toda

observación tiene carga teórica”, esto es, no hay observación pura, sino que siempre se

mira, se comprende, desde un contexto, desde un marco de referencia. Así como no hay

observación totalmente objetiva, toda interpretación siempre se hace desde un

conjunto de prejuicios compartidos. Además, es justamente desde estos ‘prejuicios’,

ya no personales, sino comunitarios, que en realidad comprendemos y conocemos el

mundo, ya sea la barriada en cuestión o el objeto que fuere. Cuando iniciamos la


comprensión de algo ponemos en juego una suerte de saber de fondo que se anticipa a

nuestro conocimiento, pero que, además, generalmente será corregido o modificado por

aquello que intentamos comprender. No es anulando nuestro horizonte previo de sentido

que lograremos comprender las características de los vecinos de ese barrio de inmigrantes,

sino que justamente es desde ese conjunto de prejuicios compartidos por la cultura en la

que hemos sido formados que llegaremos a conocer cabalmente aquello que los otros

tienen para decirnos. Y comprender esa otra cultura seguramente también nos modificará

a nosotros mismos. Es por ello que Gadamer pretende hacer una suerte de resignificación

del concepto de ‘prejuicio’, desligándolo de su sentido eminentemente negativo. En

sentido literal ‘pre-juicio’ no significa ‘juicio falso’; más bien alude a todo aquello que

se anticipa a nuestros juicios sobre algo. Y allí, entonces, es posible distinguir entre

aquellos prejuicios subjetivos, personales y, por lo tanto, filtrables y los que tienen que

ver con la pertenencia del intérprete a una tradición desde la cual se comprende.

En síntesis, al intentar comprender ponemos en juego un saber de fondo. Y ese

saber previo se anticipa a nuestro conocimiento. Pero al arribar a un conocimiento nuevo,

ese saber previo y de fondo termina modificado. Seguramente nuestro sociólogo, si

realmente logró comprender la idiosincrasia de esa comunidad de inmigrantes, habrá

ampliado su propio horizonte cultural que, más adelante, operará como un nuevo saber

de fondo, como un enriquecido conjunto de prejuicios que le permitirá abordar y

comprender otras realidades.

Lo que estamos haciendo es describir una relación de circularidad entre el “saber

de fondo” del que partimos (el todo) y el “saber crítico” obtenido (la parte). Y esta

suerte de circularidad en la que funciona el conocimiento es lo que se denomina como

“CÍRCULO HERMENÉUTICO”. Un ejemplo muy ilustrativo podríamos encontrarlo

en lo que nos suele suceder cuando vemos una película. Es inevitable anticipar
expectativas: si esperamos mucho o poco de ella, si creemos que nos gustará o no; luego

anticipamos acontecimientos, sospechosos, culpables, incluso ideamos un posible final.

¿Por qué? ¿De dónde provienen estos ‘pre-juicios’? Seguramente del conocimiento con

que contamos del director del film, de nuestra experiencia con el género en cuestión y, en

general, de nuestra formación. Ése es el ‘todo’ que constituye el ‘saber de fondo’ que

opera como una suerte de conjunto de prejuicios que generan las expectativas desde las

cuales comenzamos a interpretar la película. Y luego, quizás una escena nos modifica el

sentido y nos genera la necesidad de replantearlo todo. Entonces, si bien hay un saber de

fondo (todo) que a nuestras espaldas produce efectos en la comprensión de cada escena

del film (parte), por otro lado, cada una de estas escenas puede modificar –y de hecho lo

hace- el todo de expectativas desde el que habíamos partido. Vale decir, interpretamos

la parte a partir de un todo y ese todo, a su vez, se va recreando desde las nuevas

partes. La problemática que se abre a partir de este círculo es la de LA

INTERPRETACIÓN. Y el nombre que está asociado a ella es la Hermenéutica.

La hermenéutica tiene su origen en el arte de la comprensión e interpretación de

textos. Y puede ser dividida en tres etapas. En la primera (siglo XVI) el problema de la

interpretación estaba ligado a la necesidad de recuperar el sentido de ciertos textos

cuya comprensión se creía oculta o distorsionada por el paso del tiempo. Es el caso,

por ejemplo, de las sagradas escrituras en la época de la Reforma religiosa dentro del

cristianismo.

Un segundo momento en la historia de la hermenéutica (fines del siglo XIX y

comienzos del XX) estuvo constituido por la necesidad de fundamentar las ciencias

sociales a través de un método propio. Tal como se planteó en otra parte de este trabajo,

si las ciencias naturales “explican”, puesto que en ellas es posible la objetividad, las
ciencias sociales “comprenden” o “interpretan”, dado que en ese campo es mucho más

difícil la separación de sujeto-objeto.

Finalmente, el tercer paso en la conformación del sentido de una hermenéutica

filosófica es fruto de nuestro tiempo (segunda mitad del siglo XX en adelante). El

problema de la interpretación ya no ha de estar limitado a ciertos textos o al ámbito de un

tipo de ciencias como las ciencias sociales, sino que se ha universalizado: atañe al

hombre mismo, a su propia forma de conocer. Gadamer le dará a esta última etapa el

nombre de “Hermenéutica filosófica”.

Una caracterización general de lo que hoy en día se denomina como “concepciones

hermenéuticas” sería considerarlas como aquellas que valorizan la intervención de

los significados, del sentido, de los intercambios lingüísticos en la constitución de la

realidad social. La comprensión de lo social requiere de esa capacidad de traducción de

los distintos discursos que lo construyen. Sin embrago, en un sentido más específico, la

hermenéutica filosófica es una filosofía de la interpretación, cuya importancia y efectos

siempre están ligados a la necesidad de recuperar un sentido o una tradición que se

encuentra oscurecida o alejada del presente.

En primer lugar, cabe aclarar y reiterar que la hermenéutica no pretende constituirse

en una nueva preceptiva del comprender –no se trata de una metodología- sino que, por

el contrario, su tarea será, según Gadamer, la de “iluminar las condiciones bajo las

cuales se comprende” Dicho de otro modo, de lo que se trata es de desocultar los

condicionantes previos que determinan –en parte- el conocimiento, incluso el científico.

Justamente por ello, se ha descripto a la hermenéutica filosófica de Gadamer como el

reconocimiento de la ineludible condicionalidad a la que está sometida la comprensión;

éste es el gesto de finitud que la caracteriza: la racionalidad humana, lejos de ponerse en

marcha desde una posición de “objetividad”, no puede sustraerse al flujo de ciertos


“prejuicios” que son constitutivos de su propio ser. Por lo tanto, todo acto cognoscitivo,

todo intento por explicar el mundo, posee una dimensión de “interpretación”. La

razón interpreta: antes de cualquier toma de distancia respecto del objeto a conocer,

siempre estamos ya ligados de algún modo a él, siempre estamos ya en un “mundo” con

sentido, en una “comunidad de prejuicios” desde la cual comprendemos, y a la que se

denomina “tradición”. Entonces, afirmar el carácter interpretativo de todo conocimiento

implica, en primer lugar, reconocer que a esa supuesta primera relación de sujeto-objeto

en la que se asienta la “objetividad” la antecede otra más originaria: la ligazón del hombre

con un mundo, con una tradición. No sólo las ciencias sociales estarán determinadas por

ese círculo entre el intérprete y el objeto, sino que el conocimiento todo se mueve dentro

de una cierta circularidad: al fin y al cabo, siempre hablamos “desde” algún lugar.

Estamos así en el polo opuesto de la concepción naturalista de las ciencias sociales,

la cual nos decía que el precepto fundamental que debe guiar el conocimiento es el de

eliminar el prejuicio. Aquí, por el contrario, se afirma que hay prejuicios legítimos que

no pueden ser evitados ni tendría sentido hacerlo, ya que sólo comprendemos ‘desde’

ellos. También se reivindica el concepto de tradición y de prejuicio. ¿A qué se alude

concretamente con estos condicionantes del comprender? ¿Qué contienen realmente? El

carácter finito y condicionado del conocimiento, esa relación previa que nos liga con una

tradición señala la presencia ineludible de dos elementos que se anteponen siempre a toda

distanciación objetivadora: la historia y el lenguaje.

También cabe aclarar que en la concepción hermenéutica tampoco queda suprimida

la instancia crítica, la necesaria dimensión de una cierta objetividad a la cual el

conocimiento científico no puede ni debe renunciar. Y esto es así ya que la proyección

previa de sentido que operamos desde nuestra pertenencia a una tradición, y que

podríamos denominar como “saber de fondo”, debe ser luego confirmada, revisada y/o
corregida por un posterior “saber crítico”. Dicho en otros términos, la precomprensión

que proyectamos desde nuestro lugar definido históricamente, en tanto expectativas de

sentido, serán sometidas –al avanzar la lectura- a una suerte de arsenal crítico que las

avale o no como interpretaciones. Se abre así, una dialéctica entre la parte y el todo, entre

un saber de base que está en la estructura ontológica de nuestra racionalidad y una –

siempre posterior- distanciación objetivadora que nos permite la corrección de dichas

proyecciones. Nuevamente el círculo hermenéutico.

Y para finalizar esta clase y que les sirva como orientación para los textos de la unidad

3, se podría plantear la siguiente pregunta: ¿qué tiene para decirles, al fin y al cabo, la

Hermenéutica a las Ciencias Sociales? La respuesta podría dividirse en dos puntos:

En primer lugar, que si partimos del supuesto de que la materia prima con la que

trabajan las ciencias sociales es lenguaje, dado que un científico social interpreta las

interpretaciones que los actores sociales construyen de su mundo, entonces la mirada

del sociólogo, del politólogo o de cualquier científico social no debería quedarse en

lo meramente “visible”, en la superficie. Tendría que ser capaz de poner en contexto

y de “leer entre líneas”. La comprensión del sentido en ciencias sociales requiere de una

mirada profunda que pueda ir “por debajo” de lo empírico para desentrañar el significado,

el sentido de la acción social.

Por otro lado, y para finalizar, otra enseñanza que se puede rescatar de la

Hermenéutica es que el conocimiento implica y se realiza a través de un diálogo

inacabado, vale decir, que la comprensión de un texto o de un hecho no se agota

nunca, que siempre es posible hacer emerger un sentido nuevo y que, por lo tanto, nunca

hay una interpretación definitiva y final. La ciencia -y nosotros mismos- somos en gran

parte ese diálogo siempre abierto. Al fin y al cabo muchachos, el otro puede tener razón.
5) Para la próxima clase:
Con este tema cerramos la unidad 3, en la que hemos intentado mostrar una suerte de

panorama sintético y general respecto de las distintas concepciones acerca de las ciencias

Sociales que han tenido lugar desde su nacimiento:

• Naturalismo/Empirismo

• Comprensivismo

• Postnaturalismo/postempirismo (Hermenéutica como ejemplo)

Por supuesto esta clasificación no pretende, ni mucho menos, agotar exhaustivamente

las diversas concepciones sobre las ciencias sociales. Simplemente les presento los

escenarios más generales. Aunque advierto de un error interpretativo que no deberían

cometer: estos distintos escenarios no son etapas sucesivas de unas corrientes que han

dejado de lado a otras. No. Hoy en día podríamos hablar de corrientes hermenéuticas o

posnaturalistas y también de corrientes naturalistas, solo que de distinto tipo a las que

tuvieron lugar durante el siglo XIX y principios del XX. Ya seguramente las verán cuando

avancen en sus respectivas carreras.

Pero ahora tenemos que avanzar con la Unidad 4. Se trata más que de una “Unidad”,

del planteo de un tema, de una problemática en la cual podríamos hacer desembocar los

diversos temas que vimos a lo largo del curso. Se tratará de un “cruce” entre

epistemología y una ciencia social: la ciencia política.

Ya pueden ir leyendo la bibliografía de la Unidad 4.

Saludos y buena semana.-

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