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Escuela Jónica, destacando los aportes de Tales de Mileto.

Thomerly Rivera Castro


2021-0718

Introducción
Se conoce como escuela de Mileto o Jónica a la escuela filosófica fundada en el
siglo VI a. C. en la ciudad griega de Mileto, en la costa egea de Jonia (Asia
Menor). Sus miembros fueron Tales, Anaximandro y Anaxímenes, los tres,
ciudadanos de Mileto. En este mismo siglo Mileto alcanzó la cima de su desarrollo
económico, político e intelectual.

Introdujo nuevos puntos de vista contrarios a las opiniones prevalecientes de la


época sobre cómo estaba organizado el mundo: mientras que estas daban a la
voluntad de dioses antropomórficos la responsabilidad sobre los fenómenos
naturales, los milesios presentaron una visión de la naturaleza en términos de
entidades metodológicamente observables e inteligibles por sí mismas, con lo que
puede considerarse a la suya la primera filosofía científica. Por este motivo
Aristóteles se refirió a ellos como los «físicos», dado que buscaban la explicación
de las cosas únicamente según principios naturalistas.1 También era una escuela
que aceptaba la confrontación de tesis e ideas diversas: el hombre dejaba de ser un
servidor de los dioses y pasó a ser considerado como un ser pensante.
Escuela Jónica, destacando los aportes de Tales de Mileto.

Thomerly Rivera Castro


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Sin contar la escuela o secta de los sofistas, la cual puede considerarse como la transición al
segundo período helénico iniciado por Sócrates, el primer período de la Filosofía griega abraza
cuatro escuelas principales, que son la jónica, la itálica o pitagórica, la eleática y la atomística, si
bien esta última es considerada por algunos, no sin fundamento, como una prolongación y
variante de la escuela jónica.
Pero sea de esto lo que quiera, conviene no perder de vista que durante este período primero de
la Filosofía helénica, aparecieron algunos filósofos que, sin pertenecer de una manera exclusiva
y sistemática a ninguna de las escuelas mencionadas, contribuyeron al movimiento general de la
Filosofía durante este período, ora iniciando una nueva evolución en alguna de las escuelas
dichas (Heráclito, Anaxágoras), ora inspirándose en varias de las mismas (Empédocles), y
formulando una especie de concepción sincrética y conciliadora.
Ya dejamos indicado arriba que el carácter general y común a todas estas escuelas y a sus
derivaciones parciales, es el predominio del pensamiento cosmológico, o, si se quiere, del
problema físico. Los jónicos y atomistas, lo mismo que los eleáticos y pitagóricos, no menos que
Heráclito y Anaxágoras y Empédocles, tratan ante todo y sobre todo de conocer y determinar la
materia, la esencia, la realidad que constituye el ser o substancia de las cosas particulares, y, por
consiguiente, del Universo-mundo. Porque es de notar que, para todas estas escuelas y filósofos
del primer período, excepción hecha a lo más de Anaxágoras, las substancias materiales y
sensibles entrañan la universalidad del ser, la realidad se identifica en el fondo con la naturaleza
o mundo visible. Ni el número de los pitagóricos, ni el ser abstracto de los eleáticos, ni el fuego
de Heráclito, representan y significan una realidad o substancia espiritual distinta de la realidad
material. Y esta negación, o, mejor dicho, esta ausencia de la concepción de un ser espíritu,
constituye otro de los caracteres generales de la especulación helénica en su primer período.
Concretándonos ahora a la escuela jónica, distínguese ésta por el modo esencialmente
materialista con que plantea y resuelve el problema cosmológico. El ser substancial, la esencia de
todas las cosas, consiste en una materia primera, agua, aire, fuego, tierra, ora solos o unidos. Pero
como la materia es de suyo inerte e inmóvil, y las cosas varían, se transforman y se distinguen
unas de otras, es preciso que esa materia entrañe, o un principio interno de vida (hylozoismo), o
al menos de movimientos (mecanismo) varios, y de aquí los matices y variantes que aparecen en
los partidarios y representantes de esta escuela.
Pero aparte de estos caracteres y de estas diferencias, la escuela jónica, aun prescindiendo de la
atomística, como rama o prolongación de la misma, puede y debe dividirse en dos secciones, la
primera de las cuales se halla representada por los tres primeros filósofos jónicos, Tales,
Anaximandro, Anaxímenes, y la segunda por Heráclito, Anaxágoras y sus sucesores. Porque si
es cierto, a la verdad, que uno y otro pertenecen en el fondo a la escuela jónica a causa de la
materia que reconocen como principio esencial y substancia real del mundo, no es menos cierto
que colocaron el problema cosmológico en un terreno relativamente nuevo y especial. Hasta
entonces sólo se había tratado de saber en qué consiste la esencia y substancia de las cosas,
dando por supuesto que es una cosa permanente y fija. Heráclito pone en cuestión esta segunda
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hipótesis, y esfuérzase en probar que la esencia, el ser y la substancia de las cosas, lejos de ser
una cosa permanente, consiste precisamente en la mutación, en el fieri; que la variación es la
única ley invariable, el movimiento continuo o incesante, la esencia real de las cosas.
Por su parte, Anaxágoras inicia y resuelve, aunque de una manera vaga y confusa, el problema
espiritualista. Con el filósofo de Clazomene, el mundo deja de ser una combinación fatal de
fuerza y materia, para convertirse en producto de la inteligencia, en resultado y representante de
la idea, en efecto y demostración, a la vez, de un ser no material, extracósmico y trascendente.
Al hylozoismo primitivo de la escuela jónica en sus primeros pasos, Heráclito sustituye el
principio dinámico y la ley universal del fieri; los atomistas y Empédocles sustituyen el principio
mecánico; Anaxágoras tiende a desenvolver y coronar los principios anteriores y la concepción
general de la escuela jónica por medio de un principio espiritualista.

Aportes de Tales
Este filósofo, apellidado por Aristóteles príncipe (hujus philosophiae princeps) o fundador de la
escuela jónica, nació en Mileto por los años 640 antes de la era cristiana. Si hemos de dar crédito
al citado Aristóteles, afirmaba que el agua es el principio, causa y substancia primitiva de todas
las cosas. Fundaba su opinión en que el agua es la que suministra alimento y nutrición a todas las
existencias. Hasta el calor vital de los animales depende para su producción y conservación, de la
humedad producida por el agua. En la sangre, con los demás humores y líquidos que se observan
en la economía animal, así como también en los jugos y savia de las plantas, en todos predomina
la humedad o el principio acuoso.
También le atribuye Aristóteles las siguientes opiniones:
1) Que la tierra nota en el agua, o se halla como sumergida en este elemento.
2) Que el imán es un ser animado, toda vez que atrae al hierro.
Cicerón afirma que, además del agua como principio material de las cosas y como substratum
general de la naturaleza, admitía la existencia de una inteligencia o mente (1), como fuerza
ordenadora de los seres formados o compuestos del agua. Pero en esta parte, merece más crédito
Aristóteles, que atribuye esta doctrina a Anaxágoras, posterior a Tales, opinión que tiene en su
favor el sufragio de los más autorizados críticos e historiadores de la Filosofía.
El filósofo de Mileto cultivó también las matemáticas y la astronomía, estudio muy en armonía y
muy conducente para el progreso y consolidación de su doctrina filosófica, atendido su carácter
físico-cosmológico. Se le atribuye el descubrimiento y primera resolución de algunos problemas
geométricos de los más importantes, y no faltan autores que afirman que predijo el eclipse solar
acaecido en el año 585 antes de la era cristiana. Esto revela que nuestro filósofo poseía
conocimientos astronómicos nada vulgares, atendida la época, y explica por qué fue considerado
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generalmente en la antigüedad, no solamente como el primer filósofo, sino como el primer


geómetra y el primer astrónomo. Herodoto y Diógenes Laercio hablan de Tales como de un
notable hombre político, y, entre otras, aducen como prueba el consejo que dio a sus
conciudadanos disuadiéndoles de formar alianza con Creso en contra de Ciro.

Tales, como casi todos los representantes de la escuela jónica durante sus primeros pasos,
consideraba la naturaleza o materia como vivificada y animada (hylozoismo) por una fuerza
interna y esencial a la misma, y poblaba el universo mundo de divinidades, las cuales
probablemente no eran para el fundador de la escuela jónica más que manifestaciones más o
menos perfectas, más o menos sutiles de esa fuerza viva, inherente y esencial a la materia, que
constituye para el filósofo de Mileto la substancia y el fondo real de todas las cosas. En otros
términos, los dioses de Tales son los dioses del politeísmo helénico; son personificaciones
diferentes de las fuerzas y de los fenómenos de la naturaleza, según que son compatibles con la
teoría hylozoista. Por otra parte, sus conocimientos astronómicos y meteorológicos, que debían
ser bastante notables para aquellos tiempos, a juzgar por el testimonio de algunos autores
antiguos (2), se prestan a la concepción naturalista del politeísmo griego.

La teoría concreta de Tales acerca del agua como principio y substancia de las cosas, fue seguida más
tarde por Hipon, natural de Samos, según unos, y de Regio, según otros, y que vivía en Atenas en tiempo
de Pericles. A juzgar por ciertos pasajes de Aristóteles (3), Hipon fue hombre de escaso mérito como
filósofo.
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Aportes Anaximandro
Compatriota, amigo y, según algunos, aunque sin bastante fundamento, discípulo de Tales, fue
Anaximandro, el cual dio cierta forma unitaria y panteística a la teoría cosmológica de la escuela
jónica, afirmando que el principio de las cosas no es el agua, como quería Tales, sino lo infinito,
es decir, la naturaleza material considerada como unidad primitiva, potencial e indiferente,
respecto de los seres varios que van saliendo de ese fondo o substancia común como desarrollos
parciales de la misma. Gracias a la antítesis y oposición del calor y frío, de la humedad y
sequedad, del fondo de ese infinito van saliendo sucesivamente los diferentes seres que aparecen
en el Universo, para volver a entrar después en ese infinito-materia, que viene a ser de esta suerte
como un substratum general de la circulación del ser y de la vida, los cuales aparecen,
desaparecen y reaparecen bajo formas nuevas, ya diferentes, ya similares. En suma: el infinito-
principio de Anaximandro, lleva consigo la explicación del mundo y la naturaleza por medio de
una especie de emanación y remanación panteístico-materialista, y presenta alguna analogía con
el Unum de los neoplatónicos; pero mayor acaso con el éter divino de los estoicos, y con el fuego
de Heráclito.

Porque conviene tener presente que el infinito, o, mejor dicho, el indefinido de Anaximandro,
aunque es infinito propiamente por parte de la cantidad o extensión, por parte de la cualidad es
solamente indefinido o indeterminado e indiferente. Las cosas traen su origen del indefinido
como de su principio primero y único; pero no por vía de producción, sino por vía de desarrollo,
y el Universo mundo, considerado en su totalidad, representa un conjunto de desarrollos y
reversiones, una serie indefinida de evoluciones y de involuciones, cualquiera que sea, por otra
parte, la esencia concreta e íntima del indefinido (4), del cual proceden todas las cosas.

Según Anaximandro, la tierra con su atmósfera se halla situada en el centro del mundo, a igual
distancia de los puntos de la esfera celeste, y rodeada por todas partes y como sumergida en una
substancia sutil o etérea. Las estrellas y las divinidades celestes están formadas del fuego y del
aire, y la tierra, considerada en su origen y formación, se encontró en estado líquido. El alma
humana es una substancia aérea o etérea (materialismo), y todos los animales tuvieron su origen
en el agua, en donde se formaron las primeras especies animadas, de las cuales salieron por
transformaciones sucesivas (darwinismo, transformismo) las especies superiores, incluso el
hombre, que trae su origen de un pez. Sólo es permanente el infinito, o sea la materia-principio,
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que posee vitalidad perpetua: los individuos y las especies que salen de su seno varían
incesantemente.

Por estas indicaciones se ve que la escuela jónica contiene ya desde sus primeros pasos gérmenes
panteístas y materialistas, y gérmenes también bastante explícitos del darwinismo
contemporáneo, a pesar de sus pretensiones a la novedad y originalidad.

Si hemos de dar crédito a Cicerón, Anaximandro identificaba los dioses con los astros o cielos, y
admitía una serie infinita de mundos (5), si bien se ignora y disputa entre los críticos e
historiadores de la filosofía acerca del sentido en que Anaximandro admitía la pluralidad o serie
infinita de mundos. Algunos suponen, no sin algún fundamento, que el filósofo jónico entendía
por pluralidad de mundos, pluralidad de cielos. San Agustín opinaba, sin embargo, aunque su
autoridad dista mucho de ser irrefragable en la materia, que Anaximandro hablaba de verdaderos
mundos, y que se refería a una pluralidad sucesiva y no simultánea: Innumerabiles mundos
gignere et quaecumque in eis oriuntur, eosque mundos, modo dissolvi, modo iterum gigni
existimavit.

La concepción de Anaximandro es esencialmente hylozoista, como la de Tales, puesto que su


materia universal e indefinida lleva en sus entrañas un principio vital, una fuerza motriz. Sus
ideas acerca del estado primitivo, o sea acerca del estado líquido y húmedo de la tierra, parecen
abonar la opinión de los que le hacen discípulo de Tales, o revelan, cuando menos, que las ideas
de éste ejercieron alguna influencia en la teoría de su compatriota.

Además de filósofo, Anaximandro fue también astrónomo y geógrafo. Cuéntase que construyó
una esfera para explicar los movimientos de los astros, y también un mapa descriptivo de la
tierra. No falta quien le atribuye la invención de los relojes solares, aunque es más probable que
lo que hizo fue introducir entre los griegos el uso de dichos relojes, conocidos y usados desde
antiguo por los babilonios.
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Thomerly Rivera Castro


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Aportes de Anaxímenes
Aunque algunos hacen a Anaxímenes discípulo de Anaximandro, Aristóteles, a quien debemos
suponer mejor informado, le hace discípulo de Tales. La verdad es que su doctrina, si tiene cierta
analogía con la de Anaximandro, también ofrece puntos de contacto y semejanza con la de Tales.

Para Anaxímenes el aire es la primera causa y la primera substancia de todas las cosas, las cuales
no son más que modificaciones y transformaciones de esta substancia, ora se trate de una
substancia aérea sui generis, ora se trate del aire común o atmosférico, cosa difícil de averiguar
con certeza. En estas transformaciones, o sea en el origen, constitución y distinción de las cosas,
desempeñan papel importante la condensación y dilatación del aire, pues la formación, cambios
y fases diferentes de los cuerpos, deben su origen a este movimiento perpetuo de condensación y
dilatación. Así, por ejemplo, el fuego no es más que el aire enrarecido o dilatado; el agua y sus
varios estados y derivaciones, como la nieve, las nubes, el hielo, etc., son el aire en diferentes
grados de condensación; y esta misma condensación, llevada a determinados grados, da origen y
explica la formación de la tierra, de las piedras y metales.
Excusado parece advertir que para nuestro filósofo el alma humana no es más que una
modificación o transformación del aire; como substancia y causa primera de todas las cosas;
porque uno de los caracteres de la escuela jónica en su primera época es el materialismo
psicológico, consecuencia inevitable de su monismo material e hylozoista.
En relación con estas ideas, y, sobre todo, en relación con el principio fundamental de su teoría
cosmológica, la divinidad se identifica con el aire inmenso, infinito y en perpetuo movimiento
(immensum, et infinitum, et semper in motu), como dice Cicerón, que da origen, ser y
propiedades o atributos a todas las cosas, y que constituye el fondo real y esencial de las mismas.
Así es que, según el citado Cicerón, para Anaxímenes el aire-principio es el Dios sumo. Sin
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Thomerly Rivera Castro


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embargo, creemos que San Agustín, al decir que, según Anaxímenes, los dioses proceden o son
hechos del aire (6), expresó con mayor precisión y exactitud el pensamiento del filósofo jónico.
Atribuyeron algunos escritores antiguos a Anaxímenes el descubrimiento de la oblicuidad de la
eclíptica. Lo cierto es que consideraba la tierra como un cuerpo de figura plana, colocada en el
centro del mundo, rodeada y transportada por el aire lo mismo que los astros.

El cretense Diógenes de Apolonia floreció después de Anaxímenes, reconociendo o afirmando,


como éste, que el aire es la causa y substancia primera y universal de las cosas. fue
contemporáneo de Anaxágoras, y mientras éste comunicaba a la escuela jónica una dirección
espiritualista con tendencias al teísmo verdadero, Diógenes se esforzó en conservar la tradición
esencialmente hylozoista y materialista que venía dominando en aquella escuela desde su origen.
Diógenes, lo mismo que Anaxímenes, señalaba el aire como origen y esencia de todas las cosas,
sin excluir el alma humana, a la cual consideraba como una derivación sutilísima de este primer
principio. A juzgar por las indicaciones de Aristóteles, el filósofo de Apolonia opinaba que
nuestra alma en tanto conoce las demás cosas, en cuanto y porque contiene en sí el aire, primer
principio y substancia de todas ellas, a la vez que por razón de su misma sutileza es causa de los
movimientos vitales.
Simplicio y algunos otros comentadores de Aristóteles suponen que Diógenes consideraba la
razón o pensamiento como una propiedad o fuerza inherente al aire-principio de las cosas. Este
hecho probaría que la concepción espiritualista de Anaxágoras ejerció cierta influencia sobre
Diógenes, y que éste había tratado de conciliar las ideas del filósofo de Clazomenes con la
doctrina general de la escuela jónica.
Sexto Empírico y algunos otros hacen mención de un Ideo de Himera, del cual apenas se sabe
otra cosa, sino que su doctrina coincidía con la de Anaxímenes, en orden a la solución del
problema fundamental de la Filosofía por aquellos tiempos. Porque Ideo, como Anaxímenes,
consideraba el aire como principio esencial y primitivo de las cosas, si bien se ignora si se refería
al aire común, o más bien a un fluido intermedio entre el aire atmosférico y el fuego.
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Thomerly Rivera Castro


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Conclusión
De estas acciones se derivó un resentimiento contra el opresor persa. El ambicioso
tirano de Mileto, Aristágoras, aprovechó este sentimiento para movilizar a las
ciudades jónicas contra el Imperio persa, en el año 499 a. C. Aristágoras pidió
ayuda a las metrópolis de la Hélade, pero solo Atenas, que envió veinte barcos y
Eretria con cinco naves, acudieron en su ayuda. El ejército griego se dirigió a
Sardes, capital de la satrapía persa de Lidia, y la redujo a cenizas, mientras que la
flota recuperaba Bizancio. Darío I, por su parte, envió un ejército que destruyó al
ejército griego en Éfeso y hundió la flota helena en la batalla naval de Lade.

Tras sofocar la rebelión, los persas reconquistaron una tras otra las ciudades jonias
y, después de un largo asedio, arrasaron Mileto. Murió en combate la mayor parte
de la población, y los supervivientes fueron esclavizados y deportados a
Mesopotamia. De esta manera terminó la escuela de Mileto aunque su filosofía se
extendió por todas las ciudades de Jonia.

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