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INTRODUCCION
Todo esto trajo consigo una cadena de conflictos, los cuales llegaron a un punto máximo
en septiembre de 1999 cuando el
gobierno boliviano, en complicidad
con el municipio de Cochabamba,
entregó en concesión el servicio y
distribución de agua de la ciudad a
la empresa “Aguas del Tunari”
subsidiaria de la transnacional
norteamericana Bechtel. Al mismo
tiempo se promulgó la Ley 2029,
bajo la cual el agua era convertida
en mercancía, atentando contra los
usos y costumbres de la gestión de
agua de los campesinos regantes.
• La Ley no respeta los sistemas tradicionales de manejo del agua, basados en usos
y costumbres.
• Prohibición de funcionamiento a sistemas alternativos de distribución de agua, en
áreas de concesión de las ciudades (asociaciones, comités, cooperativas de agua).
• Monopolio a concesionarias en áreas de concesión.
• Reducción de competencias a municipios para fijar tarifas y otorgar concesiones.
• Concentración de poder en la Supe-rintendencia de Aguas.
• No participación ciudadana en la fijación de tarifas, indexadas al dólar americano.
• Aplicación del principio de “full costs recovery” (recuperación total de costos) en la
fijación de tarifas.
Derramaron sangre para no quedarse sin agua. Era el año 2000 y los ciudadanos de
Cochabamba se pusieron en pie de guerra contra la privatización de sus escasos
recursos hídricos.
ANTECEDENTES
A finales de 1999 el
gobierno de Hugo Banzer
vendió a un consorcio
internacional la compañía
municipal de agua,
Marcela Olivera, una
ciudadana que vivía cerca
de la plaza 14 de
Septiembre, en el casco
antiguo de la ciudad de
Cochabamba salió junto a
sus vecinos a luchar por sus Marcela Olivera Activista internacional por el derecho al agua
recursos públicos
convirtiéndose en activista
internacional por el derecho al agua.
En abril, la ciudad se había convertido en un campo de batalla. Banzer sacó al ejército
a la calle y declaró el estado de sitio. Unidades de la Policía y las Fuerzas Armadas se
enfrentaron a la población, primero mediante el uso de gases lacrimógenos y después
con disparos de francotiradores.
Hubo cientos de heridos en la
reyerta y un muerto, Víctor Hugo
Daza, un joven de 16 años herido
de muerte durante la jornada final
de la Guerra del Agua en abril de
2000.
Finalmente, resalta como la Guerra del Agua es una de las experiencias de lucha
colectiva más importantes de los últimos tiempos, sobre todo porque derivó en un triunfo
de los movimientos sociales después de décadas de derrotas y adormecimiento, y
también porque se convirtió en un referente que abrió una nueva época en Bolivia: una
etapa de victoriosas y reiteradas rebeliones contra el neoliberalismo. La incorporación
de los trabajadores fabriles al conflicto fue importante para lograr la generalización del
mismo, ya que con ello se consiguió establecer una articulación entre campesinos
regantes y trabajadores urbanos del sector industrial.
En enero del año 2000, se organizó un nuevo bloqueo regional, esta vez convocado por
la Coordinadora, contra la Ley
2029 y la Concesión,
particularmente el incremento en
las tarifas del agua potable,
establecido por la concesionaria.
La policía reprimió violentamente
las movilizaciones urbanas, pero
se logró un acuerdo para
modificar ambos documentos.
En febrero del mismo año, la
Coordinadora organizó la
llamada “Toma Simbólica de la
Ciudad de Cochabamba”, para
demandar pacíficamente cinco
puntos:
A pesar de la represión violenta de la movilización urbana, pero esta continuó, junto con
los bloqueos de los regantes, con un saldo de 22 heridos, más de 100 detenidos, y un
acuerdo, bajo mediación de la Iglesia y el Defensor del Pueblo, estableciendo la revisión
del Contrato con “Aguas del Tunari”, la modificación de la Ley de Agua Potable y
Alcantarillado con participación de campesinos, regantes y organizaciones urbanas
distribuidoras de agua y la suspensión del incremento tarifario mientras continúen las
negociaciones.
Durante las negociaciones de la Ley, la Fedecor y la Coordinadora lograron hacer
modificar casi la mitad de los artículos, hecho inédito en la historia judicial del país; pero
en la negociación del Contrato de Concesión no hubo avances, pues el gobierno se
empeñaba en mantener la Concesión.
Muchas personas se vieron obligadas a retirar a sus hijos de las escuelas o a dejar de
visitar médicos como consecuencia de los precios del agua
Además, para blindar los intereses de las multinacionales, el parlamento aprobó la Ley
2029, que abría la puerta para que estas nuevas empresas cobraran por el uso
particular de los acuíferos públicos y para que los ciudadanos tuvieran que hacer frente
a sus deudas con sus bienes inmuebles. Sobre el papel, esto significaba que Aguas del
Tunari podía cobrar por el agua que los vecinos obtuvieran de sus pozos, del río o
incluso recogieran de la lluvia, y que si éstos no pagaban estaba autorizada a
desahuciarles y quedarse con sus casas.
“Con esta ley no sólo se privatizaba el sistema público de agua, sino que también se
privatizaban los pequeños sistemas autónomos que dan abastecimiento a un 60% de
la ciudad”.
Tras el asesinato de Víctor Hugo Daza, con la policía y el ejército reducidos en sus
cuarteles, el gobierno de Hugo Banzer se sentó a negociar y acordó expulsar al
consorcio internacional y remunicipalizar Semapa, la compañía de agua de
Cochabamba, que la gente tomó al asalto.
Cubierto con un pañuelo y al grito de “¡el agua es nuestra, carajo!”, Marcelo Rojas fue
uno de los primeros guerreros del agua que entraron a “liberar” Semapa.
Quien se ganó el sobrenombre de El
Banderas, y así es como todavía le
conocen en Cochabamba.
En la ciudad casi todo el mundo tiene
tanques elevados donde almacenar
el agua, pero en la zona sur la gente
lo que tiene son turriles (barriles),
Desde el 4 de abril la ciudad fue
prácticamente tomada por la multitud
durante una semana y el bloqueo de
carreteras paralizó al departamento.