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Cuento: “El hombre Caimán”

Cuenta una antigua leyenda de Colombia, que existió cerca del río Magdalena un pescador

muy pícaro al que le gustaba mucho presumir delante de las chicas. Su segunda pasión, sin

embargo, eran los caimanes. No les tenía ningún miedo, y le encantaba darles caza con sus

propias manos.

Un día, durante las fiestas de la Virgen, que se celebraban en su pueblo, el hombre, que se

llamaba Saúl se fijó en la cantidad de adornos de toros que había, y en cómo las chicas

suspiraban cada vez que veían un torero. A él se le ocurrió que harían lo mismo si le veían

cazar caimanes.

Saúl ensayaba sin que le viera nadie. Prefería esconderse y espiar desde ahí a las

muchachas que se bañaban en el río, pero siempre le pillaban, porque tenía un diente de oro

que brillaba mucho.

– Si pudiera ser invisible... ¡Qué bien me lo pasaría!- pensaba.

Y un día, alguien le habló de un brujo que era capaz de transformar a las personas en algún

animal. Y él pensó que era una ocasión única para poder espiar a las chicas sin que le

vieran. La idea era fantástica: ¡transformarse en caimán!

Saúl fue a ver al brujo y bebió una pócima; uno para transformarse en caimán y otro para

volver a su figura humana. El pescador estaba encantado. Pensaba usarlo inmediatamente.

Así que habló con un amigo para que le ayudara y puso en marcha su plan al día siguiente.

Su amigo debía permanecer en la orilla con el antídoto para volver a ser humano. Mientras,

él disfrutaría de su forma de caimán.


Los dos acudieron hasta la orilla del río y allí Saúl se transformó en caimán, gracias a la

pócima que le había dado el brujo.

ya convertido en caimán, se adentra en el río y se lo pasa muy bien, recorriendo zonas

inexploradas y espiando de vez en cuando a las muchachas que se bañaban. Ninguna se dio

cuenta de su presencia. Pero pasaba el tiempo y el amigo de Saúl se quedó dormido.

Cuando Saúl se acercó a la orilla para volver a transformarse en humano, su amigo despertó

de golpe y se asustó al ver un caimán tan cerca. No imaginó que podía ser su amigo, y del

susto, dio un manotazo al frasco con el antídoto. Algunas gotas cayeron sobre la cara de

Montenegro, pero el resto se perdió en el río.

Y así fue cómo Montenegro quedó para siempre transformado en un extraño ser: un hombre

caimán, con cuerpo de cocodrilo y cabeza humana.

Cuentan que el hombre caimán lloró mucho. Que solo era capaz de acercarse a él su madre

para llevarle su comida favorita, y que, desolado, se fue un buen día hacia la zona de la

Barranquilla.

Esta leyenda dio origen a una famosa canción que se escucha en todos los carnavales: ‘Se

va el caimán, se va el caimán… se va para Barranquilla…’.

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