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FUERZA
Gálatas 5:22-23 “Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley.
A menudo cuando pensamos en el gozo, pensamos acerca de una
emoció n. Hemos sido condicionados a pensar que el gozo es una
respuesta a algo bueno que ha ocurrido, o es el resultado de un
conjunto de circunstancias favorables. Porque creemos que el gozo
es una emoció n, cometemos el error de pensar que no se puede
controlar. Asumimos que cuando las cosas marchan bien en
nuestras vidas, cuando Dios ha respondido a nuestras oraciones, y
estamos celebrando nuestras victorias, el gozo viene
automá ticamente.
Tenemos también tendencia a creer lo opuesto de la verdad, que si
en medio de nuestro dolor o prueba, o si estamos esperando que
Dios supla nuestras necesidades, es imposible estar gozosos.
El enemigo nos ha convencido de que el gozo está completamente
fuera de nuestro control y depende de nuestras circunstancias.
El ha logrado que veamos el gozo como algo que está fuera de
nuestro alcance, a menos que todo caiga en el lugar correcto de
nuestras vidas; y nos ha engañ ado en hacernos creer que a menos
que logremos lo que queremos nos tenemos que resignar a una
estació n de tristeza, frustració n o de sentirnos incompletos.
El Señ or en el libro de Gá latas nos muestra que la interpretació n
que debemos darle al gozo es muy diferente.
Su Palabra no describe el gozo como una emoció n, que es algo
efímero, temporal o inconstante. En la definició n de Gozo del
Señ or, el lo describe como un fruto. Es algo tangible. Es algo
bueno para nosotros. Y más importante, es algo que puede
producirse en nosotros.
Así como puedes producir fruto cuando no hay, y ese fruto puede
alimentar tu cuerpo físico, el Espíritu Santo puede producir gozo
en tu corazó n, que puede alimentar tu espíritu, aun en las
circunstancias más difíciles.
Dios a través de su Palabra, nos recuerda que el gozo no es algo
que esta fuera de nuestro alcance o que es algo que actuará
dependiendo de nuestras circunstancias. Por el contrario, Él creó la
naturaleza del gozo para ser un producto de nuestra relación
con Él.
Una de las razones por la cual es tan difícil obtener gozo es porque
vivimos en un mundo completamente saturado por el estrés.
Nuestra cultura nos exige ser eficientes, competentes y rápidos.
Nuestras propias expectativas nos llevan a ser perfeccionistas y
controladores.
Queremos ser el todo para todos, siempre, y puede que esté bien
pensar y querer alcanzar el éxito en las cosas que emprendemos.
Lo que no está bien es pensar que eso lo lograremos nosotros
solos. Y precisamente el alimento de la ansiedad es pensar que
podemos enfrentar las situaciones difíciles solo con nuestras
fuerzas.
Claro, nuestro cerebro se sobrecarga, produce alertas que al no
poder ser atendidas nace otro fruto muy lejano al que anhelamos:
el estrés que es el rival má s efectivo y fuerte contra el gozo. De un
solo golpe el estrés ocasiona problemas de salud, tristeza y miedo,
lo que, a su vez, causa más estrés y ansiedad. Es el virus que ataca
nuestro gozo haciendo imposible cultivarlo.
La porció n de Filipenses nos brinda la vacuna de una sola dosis
que nos permite erradicar todo aquello que quiera robarnos el
gozo: NECESITAMOS LA AYUDA DE DIOS.
Esto nos brinda una doble ganancia. Después de todo, no puedo
controlar lo desconocido, y la verdad no conozco a ciencia cierta
lo que es mejor para mi vida, pero Dios si sabe.
Este versículo nos enseñ a que no necesitamos entender el desastre
en el que nos hemos metido. No tenemos que ser perfectos, ni
asegurarnos que todo salga bien, ese es el trabajo de Dios. El
Señ or nos invita a cambiar nuestro punto de vista. Dejemos de
ver las cosas que nos ocurren como desafíos que producen
ansiedad y estrés. Recuerda tu tienes la opció n si vas o no vas a
estar ansioso, ya que entonces la porció n de la palabra diría: “por
nada estéis afanosos”
Esto no quiere decir que nunca me sienta preocupada o que no
tenga miedo de nada en mi vida, eso me haría sú per humana.
Simplemente elijo no dejar evolucionar en mi vida el pá nico ni la
ansiedad. Es una decisió n y tú decides si le das a las diversas
situaciones que se te presenten en este mundo el poder
necesario para que te haga sentir ansioso. No tiene sentido. Si ya
presenté mi petició n ante Dios, É l lo solucionará . Si algo malo ha
de suceder, confío en que al final, todo obrará para bien.