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Reaccion y Revolucion
Reaccion y Revolucion
I
I
PI Y MARGALL
La Reacción
y la Revol ución
Libro editado en el año 1854
•'1; * *
***
JO PI Y MARG.'\LL
LA POLíTICA
Capítulo 1
ex i-;tenci~?
La <;anción del mal sobre la tierra, la iIlS()lidaridad, d
;:nonadamiento moral del hombre: he aqui, ¡Xli' fin. lo,;
re'illitaclos dd dualis:llO. ¿ Qué \-iene a ,;er, pregunto aho-
Id, in humanidad, !'i no nos consideramos con ella soli-
<:l siglo XVI las de 1tal ia, después que han conspirado unas
contra otras, y visto sus banderas deq;arradas por los
gUelfos y los gíbelinos. Sucumbe la de In.glaterra cuando,
muerto Cromwell, la amenazan la guelTa civil y las dic-
taduras mil ¡tares. Sucumbe la francesa del 92 después del
reinado del terror y de la guillotina. Sucumbe la del 48
cuando, mal formulada aún la idea social, aspira a su rea-
lizaciém inmediata, y, próxima a triunfar, pone en cons-
ternación todos los <inimos, en peligro todos los intereses,
en el borde de un abismo la sociedad entera. Sucumbrll,
por fin, todas cuando los excesos de la libertad hacen sen-
tir más la necesidad del orden, y éste la de un poder fuer-
te, incoercible, omnímoc1o, que sobreponga su voluntad a
la discordante yoluntad de todos. La dictadura viene por
de' pronto a cortar el paso a la discordia; tras ella la mo-
narqula, que, por querer, como siempre, legitimarse, em-
pieza de nuevo a limitarse y a destruirse.
Seguid, empcl'o, observando. Entre los monarcas que
ban levantado un trono sobre los escombros de las repú-
blicas, ¿cu~íntos halláis que no hayan tomado por punto
de partida en la obra de su propia demolición el estado
en que se encontraba la idea de poder poco tiempo antes
de su encumbramiento? Dejo aparte a Filipo de [\'[ace-
donia, que no sólo fue dictador, sino también conquista-
dor de las repúblicas c1e Grecia. Augusto César dejó en
pié el Senado, y quiso afízclir a su título de emperador
el de cónsul elegido. Los ?lI~dicis, les pontífices y Carlos \'
respetaron, cuando menos en la apariencia, las institucio-
nes libres de la Italia de los siglos medios; Carlos II de
Inglaterra reconoció las conquistas hechas contra su padre
por la audacia de Oliverio CromweIl; Napoleón 1 sigui!>
paso a paso la conc1ucta de Octaviano: :\apoleón JII pas r')
de cónsul a emperador, consultando el \-oto uni\'Crsal del
L\ RE,\CCI6~ y L.\ RE\'OU;CIÚX 9I
pueblo. Han retrocedido después, y han aspirado, si han
podido, al ausolutismo puro; mas, como he dicho ya, no
tanto por su capricho como por la fuerza de la idea que
han representado. No pocas veces han hecho, por otra
parte, concesiones que lcs ha arrancado el simple temor
de \"(~r alzada contra sí la sombra de la reyolución ven-
cida.
Hoy tellemos en España parte de la familia real pros-
crita: Carlos y sus hijos. Han sostenido en mucnas de
nuestras prO\·incias llna guerra prolongada ;y, aunque ven-
cidos m;ls por la traición que por las armas, hoy, después
de catorce' años, cuentan aún con un partido que, no sin
razón, les hace concebir lisonjeras esperanzas. Se han de-
clarado campeOlWS del ab"olulismo, y com~ tales, han en-
contrado millares de hombres dispw:stos a todo genero
de s,¡criticios por sostelll'l" sus fundados o infundados de-
rechos a la curOlla de Fernando. ¿ Qué nos ha dicho, sin
emhargo, el conde de .\lontemolín cuando el año 46 se tra-
taba de casarle con Isabel II? ¿Qué limitaciones impues-
tas al i,oder monárquico dejaba de admitir el Conde? Sus
partidarios no cesan de repetirnos hoy que el príncipe ha
aprendido en la emigración y en la historia de nuestws
mismos acontecimientos; que estil muy lejos de desconocer
lo que exige la marcha de las idtas y las necesidades de
este siglo. Si mañana los excesos de la libertad le traje-
ran a fundar un trono sobre las l"llinas de la democracia,
¿ creéis que seguiría otra conducta que la de esos reyes
ya mentados, otros principios que los que él mismo ha
consignado en su iinolvidabk manifiesto? Les daría la me-
nor btitud posiule; mas tened por seguro que los aplica-
ría. Si no sus cOll\"icciones, su egoísmo, su espíritu de
consen·ación, se los impondrían como una condición in-
c\·itah1e. Tiempo me quedad después, diría, para des-
,- ,
'j- PI Y ~I:\RGALL
11l()1l:IICjllla ht'l'l'dilaria.
Son aún h()y hcn~dit;¡l·ia" las Illo!¡anjuias; y lIt: <Ji¡lIí
otru moti\() jllstísimo de ata(Ille, si presl:indirnos de que
a"i lo o:i,g'" la nat uraleza del principio de autoridad, COI1-
"idcra(]a indc:penclicniemcllte de la l1<.:gaciún que hoy la
:,nwn:,za. El cj,~rciciu de 1;: ~ut()ridad real es iíldudabk·
1l1l'lltc la [unción social m:is de\'ada, la que requiere ma·
(iv que para alcanzar este objeto dispollt.' P11 todos lo;, pa i _
,.,.:; constitucionales el pocler ejecutivo. Cuando no ~llS
"('l1viccioncs, su amor propio le Ilcyar<Í a echar mallo d,~
¡¡da clase de recursüs. Si ni aun así logra su intento, ¿in-
,¡inar;'! con respcto la cabeza ante la ,"oluntad de las se-
o, Ilndas ni la de las terceras cortes? U II gülpe de Estado,
~i CW'llia con más fuerza; una re'io]ución, si cuenta con
¡¡,ás el parlamento, es la salida natural de é'stDS conflictof;.
Rf'spond<l, si no, la historia.
J\f as quiero suponer aún que la corona se resuelva "
",del' en aras del bien público. Nü se evitad nunca la ani-
lI:osidad del poder ejecutivo contra el legislativo, ni que
, ~ta animosidad, secreta por más o menos tiempo, se tra-
duzca al fin exteriormente en una abierta lucha, ni que esta
misma animosidad sea, como ha sido, una conspiración per-
manente contra las instituciones representativas. El l:ons-
l itucionalismo, cOl1\'iene dcsengaiíarsc, ya que no sea la
guerra civil continua, es por lo menos el continuo terno"
\' la continua c]esconfianz:l. Cuando no lo confirl11asen los
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ti\o. Dejad que vaya cada cual al paso que sus fuerzas le
permiten, que estudie cada cual el libro que mejor le plaz-
ca, que piense caela cual como quiere en pro o en contra
de vuestros profesores. ¿ Qué adelantamos con que salgan
1"dos los años de vueslras universidades dos o tres mil
medianías? Que no otra cosa salen. Los establecimientos
de t'llseñam:a pública en las naciones deben ser el espejo
fOil Ij\l(, se reflejell los adelantos ele la ciencia a los ojos
dt, los pllehlos, no In cúrcel cid pensamiento individllal,
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hatir COlltra la fuerza, porquc IllI ley Illoral tiL:l1c ::;;)10 L:1l
"j su límite; ninguna ley exterior pucck Ilunca limitarla.
Cabe, pues, que haya delitos políticos; no los hay ;¡!w-
I'a. El delito es la infracción de la necesidad moral o la
dL: la ley que la traduce exactamente. Si mañana hay UIla
lihertad completa, la necesidad moral dirú a cuantos as-
piren a reformas: Procura el convencimiento de tus se-
mejantes, haz que, convencidos los más, la reforma venga
a realizarse sin estrcpito, en medio ele la paz, como UIl
resultado de las libertades mismas. Una gota de sangre
¡¡tiC se vicrta, cae como un remordimiento eterno sobre
tu conciencia y pide contra ti \"enganza, es decir, el cas-
ti,go prescrito por los intereses sociales del Estado, Hoy
IIU hay medios de convencimiento: la necesidad moral de
I]()y estü explicada.
Temo que no se me comprenda, por esto soy a pro-
p{Í"ito difuso. Los que no me comprendan, mediten un
instante sobre este hecho: En los años que llevamos de
IT\·oluciones centenares de hombres han subido las gra-
das del cadalso por conspiradores o rebeldes; otros tan
conspiradores como ellos han subido en tanto las gradas
de palacio. Para unos el poder y los honores, para otros
la muerte. ¿ En qué ha consistido la diferencia? En que
unos han sido vencidos, otros vencedores. Si tenéis co-
razón, estremeceos. ¿ En quc poclcis descubrir aqui ni la
señal de la justicia? Yo no llego a concebir cómo el ven-
cedor ha podido oir sin aturdirse: «Ahora acaban de ex-
pirar tus víctimas». Puesto en su lugar, no me atrevería
a tijar los ojos en mis semejantes; mi vida entera sería
para mi un martirio. ¿ Concebís ahora que puede ser un
delito, bajo el imperio de la ley moral, un hecho que den-
tro de una misma sociedad y en una misma época es sus-
ceptible de premio y de castigo? Otro hecho aun deseo
L\ RE.\CCIÓN y L.\ REVOLUCIÓN 18 7
([ I 'Ile r{'f",ro <t 1" disl'lhilÍn sobre b base 2." de I:t ley fund:1-
mp¡H:11 que r.;;tún dCl;tin<'l.das a cl;1fllnS ];1"; Constituyr·tltc':-;, J-Ioy, :2S <Ir
f<.bn~ru de IS;~. ha .:;ido al fin :qJroharl:1, Lo...; nr:l<l()n'..; 11 1á . . 1101::1hl(,,",
tlt·l p:\ 1"\ ilto C(-H~:-.('n·ndo( ;--l' h:\11 j"1' ...;('n';ldo p:tr:¡ 1:1"; ¡'lIt illl~l~ h(Jr:ls tkl
dl,1J;¡!I'.
LA RE.\CcrÓ" y L.\ RE\"OLL:CIÚK 239
di
CAPITULO IX
(J) E,ta idea pan 'ce la misma que he cOIll],;'lido ("11 Hé'gl·l. ;\0
1d €~S, s:n clnlJ::.~rgo. Lo gel1tral y lo p:lrticllbr :-ion r,·l:tti\"ü",;. :\ ¡lli
Jllndo de \'r:", r01110 lo p{lrtirl1]~lr no ruede, d(',,! t"uir l:! rc:t1id:td dé
lo gPrl¡or:1J, lo gpnf'r;l1 no Plh'df' ,..1estruir 1.1 rr:tlid:lcl 11,,1 individuo.
11,:g(·1 ('(",' !¡) (·{)Illr:lri\l. \ . . . í, t10 llt'·~~!·1 :11"1,!,t() {.] 1)¡i[I(·~)):(J. lit) 1,-,..;
Cl)j;~ ·"ll'-!lI'Lh, 'ille !llI lT~'¡} lr-gl·~illl.l:-'.
LA REACCIÓN Y LA REVOLUCIÓN 255
UU1tO nu lus concibo, o los cOl1l:ibu con relación al tiel111'o
y:::1 espacio.-Que estudie, por otra parte, la historia.
qllt' la natllr~deza, que lo que pasa en el fondo de mí mi~
mo, yo no veo hechos (!ue no crea al instante derivados
de un:l causa. Si no la conozco, la supongo. ¿ Qué es lu('-
f;"O para mí la causa, sino el origen. lé' naturaleza, la ex-
plicación de todos esos h('c]¡os~ Quiero remontarme a la
,',lusa de las causas, y no p\ledo sin abrazar mentalmente
lodos los fenómenos, 0, lo que es lo mismo, todos los efec-
tos. La" ideas de efecto y causa, por consiguiente, son
tambi<'n inseparables.-SlH'édc otro tanto y mús con 1,1
:¡tributo y la substancia; no creo necesario demostral·-lo.
Existe, pues, una relación necesaria entre estas dos
('Jases de conceptos. Abrid entre ellos un abismo, y tent:is
a un lado la duración, la extensióll, el efecto, el atribulo,
1,) /illito; al otro la eternidad, la inmensidad, la causa,
ia substancia, lo iilfi¡¡ito. ¿ Que es entonces el Dios de
\'Uést ras creencias r V uest ro Dios, pensad lo bien, es en-
tonces una eternidad sin tiempo, una inmensidad sin es-
p:.wio, una substancia sin atributo, una causa sin efecto,
Illl ser ilógico, un ente que no se concibe ni concibe, la
¡;'
LIBR.O SEGUNDO
LA ADMINISTRACIÓN
•
Capítulo 1
(1) :"Ir .. diere> e11 o,to, y ol ..u' dato, " .. :du¡';'" al I'ru)'cl1o de
prfSUptlcslO para este afío 55, 110 a las reformas posteriores.
PI Y MARGALL
plomacia.
Reconozco y lle\'o ya dicho que en muchas naciones
hemos de tener un hombre que \"ele asiduamente por nues-
tros intere~es; mas este hon~bre ¿ no bastada acaso qu<:
fuese cónsul? Sé la diferencia que separa la carrera diplo-
mática de la del consulado; pero sé también que no seria
difícil refundirlas. Recuérdese por de pronto que en nues-
tra misma Esparia reunimos en algunos de nuestros agen-
tes exteriores el titulo de cónsul y el de encargado de ne-
gocios; que muchos cónsules ingleses representan su país
en lo comercial y en lo polít ico ; que los de Francia juzgan
en Oriente a sus compatricios, y los convocan para la re-
solución de cuestiones que puedan afectar el interés de
todos; que algunos durante la república de febrero han
sido elevados a la categoría de ministros plenipotenciarin~
y merecido bien de su pcttria en distintas cortes europeas.
La distancia entre la carrera consular y la diplomMica
está Yct salvada; falta sólo que desaparezca, cosa que, no
yaci10 en decirlo, considero yentajosa y f;\cil.
Hoy la política de la Emopa culta tiene su principal
esr era de acción en el comercio. El Austria vence en ba-
talla campal a la Cerdeña y le impone un tratado mer-
cantil como premio de su triunfo; la España reconoce la
independencia de sus antiguas colonias a trueque de me-
jorar en i\mlTica sus condiciones comerciales; la Ing1a-
LA REACCIÓN Y LA REVOLCCIÓN
naciones.
La Francia, recelosa también del poder de Inglaterra
en aquel vasto archipiélago, quiso ocupar Basilán con par-
3 12 PI Y MARGALL
l
mico. 12 4,00 0
Gastos de administración de las
escuelas espccialc~ de Furl1cn too
IKGRESOS
Instrucción púhlica a Grncia y Justicia. S.DOO.OOO
I)l~p6sito hidrogrúficu a ~1:lriTla . ]56 ,1 0 0
Obs(~rvatorio astron6nIico a 1Iarina. 37°,(){)Ó
Escuelns especiales a Fomento. 67°,000
RESU:\1EN
Gastos generales de instrucción pública 23. 22 9,934
Ingresos generales . 1).19 6 ,196
S,,/tIn·
AL PUEBLO
mas? Tú, que eres el que trabajas; tú, que eres el que
haces las revoluciones; tú, que eres el que redimes con
tu sangre las libertades patrias; tú, que eres el que cu-
bres todas las atenciones del Estado, ¿ no eres, por lo me-
nos, tan acreedor como el que más a intervenir en el go-
bierno de la nación, en el gobierno de ti mismo? O pro-
clamas el principio del Sufragio Universal, o conspiras
contra tu propia dignidad, cavando desde hoy con tus
propias manos la fosa en que han de venir a sepultarse
tus conquistadas libertades. Acabas de consignar de una
manera tan brillante como sangrienta tu soberanía; y ¿ la
habías de abdicar momentos después de haberla consig-
nado: Proclama el Sufragio Universal, pide y exige una
libertad amplia y completa. Que no haya en adelante tra-
ba alguna para el pensamiento, comprensión alguna para
la conciencia, lfmite alguno para la libertad de enseñar,
de reunirte, de asociarte. Toda traba a esas libertades es
un'principio de tiranía, una causa de retroceso, un arma
terrible para tus constantes e infatigables enemigos. Re-
cuerda cómo se ha ido realizando la reaccíón por que has
pasado: medidas represivas, que parecían en un principio
insignificantes, te han conducido al borde del absolutismo,
ele una teocracia absurda, de un espantoso precipicio.
Afuera toda traba, afuera toda condición; una libertad
condicional no eS una libertad, es una esclavitud modifi-
cada y engañosa.
¿ Depende acaso ele ti que tengas capitales? ¿ Cómo
puede ser, pues, el capital base y motivo de derechos que
son inherentes a la calidad de hombre, que nacen con el
hombre mismo? Todo hombre que tiene uso de razón es,
sólo por ser tal, elector y elegible; todo hombre que tiene
lhO de razón es, só:o por ser ta!') soberano CQ toda la
PÁGS.
Prólogo. s
LIBRO PRIMERO
LA POLíTICA
LIBRO SEGUNDO
LA ADMINISTRACIÓN
APÉNDICE
El Eco de la revolución.