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Ferran Archilés (Ed.) NO SOLO CIVICA NACION Y NACIONALISMO CULTURAL ESPANOL Tel PTE Et Le And EL DISCRETO ENCANTO DEL CENTRALISMO O LOS LIMITES DE LA DIVERSIDAD EN LA ESPANA CONTEMPORANEA FERRAN ARCHILES Universitat de Valéncia! Construccién de la nacién ha sido sinénimo en la Espaiia contem- poranea de centralismo, de oposicion al federalismo —o a cualquier formula asociada— y de indiferencia, suspicacia o abierto rechazo de la diversidad cultural interna, especialmente lingtiistica (aunque se haya podido aceptar e incluso promover cierta versidn de lo regional o lo lo- cal, expurgado de horizonte identitario que no sea el nacional espanol). Estas tres dimensiones han estado, sin embargo en permanente inter- seccién con propuestas de descentralizacién administrativa (producidas tanto desde el «centro» como desde la «periferia») y de reconocimiento de la diversidad cultural (generadas basicamente desde los territorios con lengua propia distinta al castellano), Lanacion espafola no ha sido construida solo como una nacién civica, sino que ha sido imaginada con materiales culturales, y especificamente como una nacién culturalmente definida. Los dos elementos fundamen- tales de esta nacién cultural han sido la lengua y un relato histérico*, En primer lugar, la lengua castellana ha sido concebida como Unica lengua nacional (y de manera asociada, se ha asumido la literatura en esta lengua ' El autor participa en el proyecto GV2016-L17 financiade por la Generalitat Valenciana; en el proyecto HAR2014-53042-P, financiado por el Ministerio de Economiay Competitividad yenel Grupodeexcelencia GVPROMETEO/2016/108 de la Generalitat Valenciana. 2 Usaré este concepto a partir de Charles TAYLOR: El multiculturalismo y “la politica del reconocimiento”, México; FCE, 1993. 2 Lengua y relato histérico como las dos piezas clave del «canon cultural» del nacionalismo espaiiol desde inicios del siglo XIX, en José ALVAREZ JUNCO: Mater Dolorosa. La idea de Espaita en el siglo XIX, Madrid: ‘Taurus, 2001. pp. 187 26 Ferran Archilés su canon— como la literatura nacional). Este estatus implica conver- tirla de jure y/o de facto en la lengua del Estado, de la educacidn y de la es- fera publica, mientras se relega a una condicién subalterna cualquier otra lengua y se consolida una situacion sociolingiistica de diglosia frente a la lengua de prestigio. Frecuentemente, la naturalizacién de esta situacion hace que nisiquiera sea necesaria la mencién explicita (por ejemplo en textos juridicos) dela lengua. Seré a partir del iiltimo tercio del siglo XIX cuando se producira la aparicién o consolidaci6n de un poderoso «na- cionalismo lingiiistico» en paralelo a las primeras demandas de recono- cimiento de las otras lenguas. De hecho, la ridiculizacién 0 minusvalora- cidn de estas otras lenguas (usualmente referidas como dialectos) forma parte de la ideologia del nacionalismo lingitistico espafiol'. El segundo elemento de la nacién cultural es la construccién desde mediados del siglo XIX de un relato historico caracterizado por afirmar una antigtiedad de la nacion que oscila entre el siglo XV y el pasado ibérico preromano (o incluso prehistérico)*. Ademas, este relato funde la historia politica de la nacién y del Estado con la historia del reino de Castilla, conformando un sustrato castellanocéntrico desde sus pri- meras formulaciones en el siglo XIX (aunque puede comportar grados diversos de apertura hacia formulaciones mas policéntricas). Frecuen- temente, la religion cristiana —en tanto que liberales y antiliberales es- pafioles compartian el legado catélico— ocupa un lugar central en este relato histérico: es el fundamento de la «unidad» peninsular basado en la «Reconquista» (continuado con el «Descubrimiento» y colonizacién de América). Este relato quedara netamente exacerbado en las lecturas del nacionalis o. Por su parte, sera parcial- mente impugnado por la tradicién republicana —y posteriormente por la socialista y comunista y la libertaria— pero mas por el contenido reli- ‘spanol nacionalcaté + Clare MAR-MOLINERO: «'Ihe role of language in Spanish nation-building» en Clare MAR-MOLINERO, Angel SMITH (eds.): Nationalism and the Nation in the Iberian Peninsula. Competing and Conflicting identities, Oxford: Berg, 1996, pp. 69-87. 5 José Alvarez JUNCO (coord..): Las historias de Espaia : visiones del pasado y construccién de identidad, Barcelona: Critica, 2013; Ignacio PEIRO: En los altares de la patria. La construceién de la cultura nacional en Espaia, ‘Tres Cantos: Akal, 2017. El discreto encanto del centralismo o Los limites de la diversidad... 7 gioso que por su caracter nacional. La idea de un «pueblo» caracteriold- gicamente siempre fiero por sus libertades inventado por el liberalismo espafiol decimondnico sera heredado por la cultura politica republicana y por las culturas obreristas. El contenido histérico presente en los rela- tos de los nacionalismos espanoles afecta, en primer lugar, a la escritura de la historia como disciplina, pero se extiende hacia el ambito de la en- sefanza (publica o privada) y se filtra en la creacién literaria y estética: pintura, literatura, cine, televisién y cémic. Ademds, muchos de estos ambitos se combinan con la exclusividad del uso del castellano. La definicién cultural de la nacidn espafiola no se ha fundamentado sobre un contenido racial o étnico explicito, o lo ha hecho solo de ma- nera marginal. Al menos es lo que sucedié con los intentos por elaborar desde finales del siglo XIX un relato de base antropoldgica saldado mas con la idea del «crisol» que con la de una raza pura, pero no menos esencialista por ello®. Pero la combinacién de la centralidad de la pre- misa lingiiistica y/o del relato histérico ha dado lugar frecuentemente a una concepcion de la raza espafiola entendida en términos culturales 0 etnoculturales que se han permeado de un significado racial’. Es en este sentido también que cabe interpretar las frecuentes alusiones al «carac- ter nacional» y ya a finales del siglo XIX a la «psicologia colectiva». De manera paralela, los discursos entorno al 12 de octubre y el denomi- nado dia de la «raza» vinculado a la nocién de la Hispanidad son una extensién de esta concepcidn etnocultural racializada’. Por otra parte, si ha existido un discurso racializado sobre la alteridad colonial —negra, india o mestiza en las colonias de América— y abiertamente xendfobo * Joshua GOODE: Impurity of blood. Defining race in Spain, 1870-1930, Baton Rouge: Louisiana University Press, 2009. Fernando WULFF: Las esencias patrias: historiagrafia ¢ historia antigua en la construccién de la identidad espafiola (siglos XVI-XX), Barcelona: Critica, 2003; Xavier ANDREU: «Qué se’n va fer del fenicis? Raca, historia i nacié a Espanya liberal (1830-1860)"» en Ferran ARCHILES (ed.): Jnventar la nacié. Cultura id iscursos nacionalistes a TEspanya contempordnia, Catarroja; Afers, 2017, pp. 65-98. David MARCILHACY: Raza hispana: hispanoamericanismo e imaginario nacional en la Espana de ia Restauracién, Madrid: CEPC, 2010; Cristopher SCHMIDT- NOWARA: The Conquest of History. Spanish Colonialism and National Histories in the Nineteenth Century, Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2006. 28 Ferran Archilés sobre el «moro» en las colonias del norte de Africa’. Estos discursos han revertido sobre la autoimagen de «lo espaiiol» en la metrépolis. Por ultimo, la definicién —y por tanto, voluntad de fijacisn— de una cultura popular o de lo «popular» entendido en el sentido de au- tenticidad de lo espanol (frente a distorsiones externas o versiones de enemigos internos) ha jugado un papel clave como recurso estetizante o miovilizador: del casticismo al pueblo revolucionario, del costumbrismo: literario a Unamuno o la Generacién del 27'°. La idea que quiero plantear en este capitulo es que esta imaginacion cultural de la macién espafola (y cuyo horizonte de expectativas seria alcanzar el mayor grado de homogeneizacién cultural de la misma'') que atraviesa el proceso de construccién nacional desde el siglo XLX ha establecido severas limitaciones o incluso ha podido impedir una con- cepcion plural de la nacion. El centralismo politico del Estado-nacién surgido de la revolucion liberal —heredado y cumplimentado en el siglo XX, especialmente en los dos periodos dictatoriales— seria la otra cara de una misma moneda. En mi opinidn la existencia de los imaginarios culturales de la nacién no son el resultado a posteriori de un proceso de centralizacion: son también una causa de la manera como fue concebi- do politicamente el Estado-nacién. Habra que esperar hasta la aprobacién de la Constitucidn de 1931 para que se abriera la puerta a un modelo diferente, que sin embargo estaba Nena de laciones y que en todo caso no pudo ser mas que un parénte- sis en la historia del centralismo espanol. Finalmente sera el marco abier- to con el fin de la dictadura franquista y la Constitucién de 1978 cuando hallaremos un cambio de tendencia, no exento de contradicciones. 9 Eloy MARTIN CORRALES: La imagen del magrebi en Esparta. Una perspectiva , siglos XVI-XX, Barcelona: Bellaterra, 2002. ‘© Carlos SERRANO: el nacimiento de Carmen. Simbolos, mitos, nacién, Madrid: taurus, 1999; Marta GARCIA CARRION: Por un cine patrio. Cultura cinematogrdfica y nacionalismo espafial (1926-1936), Valencia: PUY, 2013. Esta aspiracién, y la ansiedad que genera su constamte frustracién es un central del discurso nacionalista como sefalé Homi BHABHA:«ntroduct Narrating the Nations, a homi BHABHA (ed.}: Nation and Narration, Londres- Nova York: Routledge, 1990, pp. 1-7. u go El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... 29 LOS «OTROS» EN EL LARGO SIGLO XIX Desde la Constitucién de 1812 hasta la Constitucidn de 1978, en nin- gin ordenamiento constitucional o juridico espaol ha habido forma alguna de afirmacién de plurinacionalidad. Pero esto no es, sin embar- go, ninguna singularidad en el contexto constitucional europeo mas in- mediato. La naturaleza imperial de muchos de los paises de la Europa Occidental no se bas6 en un caracter abiertamente multinacional: nin- guno de ellos siguid el modelo del Imperio Austrohungaro (que de todas formas no tenia colonias ni territorios fuera del continente europeo)'*. El caso britanico —al menos por lo que respecta a las Islas— es el mo- delo mas original, pero la relacién con, y el papel jugado por Escocia a partir de 1707 —por no hablar de Irlanda— no remite a su reconoci- miento juridico como «nacién»'*. Otra cosa es, ciertamente, que el Rei- no Unido no se planted una homogeneizacién cultural o institucional como horizonte y por tanto permitié la supervivencia de instituciones y marcos juridicos autoctonos. El Estado aleman unificado —convertido en imperio en 1871— es a su vez un ejemplo de estado federal efectivo pero muy complejo, construido sobre una amplia diversidad regional e identitaria —que se extiende a la lengua alemana que tedricamente ha- bria de unificar al pueblo aleman— muy caracteristica™. Con su fémula federal —y a la vez como resultado de un impulso r a explici- to— orillé cualquier cuestién sobre la plurinacionalidad. El federalismo en Alemania es, de hecho, sinénimo de impulso hacia la unidad. "Robin OKEY: The Habsburg Monarchy c, 1765-1918, Basingstoke-Nueva York, Palgrave Macmillan, 2002; Pieter M. JUDSON: The Habsburg empire. A new history, Cambridge, MA-Londres, Belknap-Harvard University Press, 2016, 1) Alvin JACKSON: ‘he two unions, Ireland, Scotland and the survival of the United Kingdom, 1707-2007, Oxtord: Oxford University Press, 2012; Linda J. COLLEY: Unié i desunid. Qué ha mantingut 1 qué esta dividinnt el Regne Unit, Catarroja: Afers/PUV, 2018; Tom M. DEVINE: independence or Union. Scotland's Past and Scotland’ present, Londres: Allan Lane, 2016. ‘4 Abigail GREEN: Fatherlands, State-Building and Nationhood inNineteenth-Century Germany, Cambridge: Cambridge University Press, 2001; Maiken UMBACH (ed.): German federalism. Past, present, future, Basingstoke: Palgrave, 2002; Ronald SPEIRS, John BREULLY (eds.): Germany’ two unifications, Basingstoke-Nueva York: Palgrave-Macmillan, 2005. 30 Ferran Archilés En el otro extremo del escenario nacional europeo, el ejemplo mas decididamente singular de Estado caracteristicamente multiétnico y culturalmente diverso es el de Suiza. Articulado como Estado-nacién federal, Suiza era el ejemplo perfecto de nacién «imposible»: demasiado pequefia y demasiado diversa que sin embargo —aunque no sin tensio- nes internas y desequilibrios entre grupos— pudo persistir'’. Paralela- mente, Bélgica se construyé como Estado unido sobre la base de una diversidad lingiiistica de gran alcance que nunca desaparecié y que ha dado lugar a fuertes movimientos nacionalistas —flamenco y valén— y ha evolucionado desde mediados del siglo XX hacia un estado federal!®. La construccion nacional espafiola siguié pautas unitaristas y cultural- mente homogeneizadoras similares al modelo francés y, en otro sentido, al italiano. En ambos casos la diversidad original del territorio que acabaria por conformar el Estado nacional es un rasgo caracteristico (aunque no las dinamicas politicas previas—con una monarquia preexistente— ausentes en el caso italiano’), Esto diversidad previa diferenciard el caso espaiiol de casos con puntos de partida al menos en teoria mas homogéneos como Portugal y en menor medida Holanda (pero también distintos por el ta- maiio respectivo y la mayor persistencia del imperio, por otra parte)", ‘© Oliver ZIMMER: A contested nation: History, Memory and Nationalism in Switzerland, 1761-1891, Cambridge: Cambridge University Press, 2003. ‘© Lode WILS: Histoire des nations belgues, Brusela itions Labor, 2005 (ed. orig. 1996); Karl DEPREZ, Louis VOS: Nationalism in Belgium: Shifting identities, 1780- 1995, Basingstoke: Palgrave, 1998. Alberto Mario BANTI: Sublime madre nostra. La nazione italiana dal Risorgimente al fascismo, Bari: Laterza, 2011. Sobre la diversidad interna, Stefano CAVAZZA; «Identita nazionale ¢ identita locale nella storia italiana: clementi per una riflessiones, en S. Schwaeze (ed.): Siame wna nazione? Nationales Seolbstverstdnndnis im aktuelle Diskurs itber Sprache, Literatur und Gesichte Italiens, ‘Tubinga: Stauffenburg Verlag, 2006, pp. 15-33; Luca MANNORE: «Tra nazioni € nazione: una riflessione introduttivay a A. de Benedectis, 1. Fosi, L. Mannori (eds.): Nazioni italia. Identité politiche e appartenenze regionali fra seitecento ¢ Ottocento, Roma: Vielha, 2012 pp. 7-32. Una compracién entre Holanda y Bélgica en Marnix BEYEN: «Belgium: A nation that failed to be ethnic», en Linas ERIKSONAS, Leos MULLER: Statehood Before and Beyond Ethnicity: Minor States in Northern and Eastern Eurepe, 1600-2000, Bruselas: Peter Lang, 2005, pp. 341-352. El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad, 31 Pero sin duda Francia fue una suerte de modelo u obsesién en la construccién nacional espaiola y de manera ampliamente transver- sal en las distintas culturas de los nacionalismos espanoles. Lo ha sido después también en el trabajo de los historiadores, de manera que el estudio de la identidad nacional espafiola se ha trazado como contra- modelo normativo del caso francés. En todo ello, ha habido mucho de mitificacion de la nacionalizacién francesa, que como han ido mostran- do los estudios mas recientes, fue mas tardia y contradictoria — menos integradora en su modelo de «ciudadania»— de lo pretendido"”. Pero en efecto, el modelo francés ha tendido siempre hacia la homoge- neizacién cultural de sus diversidades (la «integracién») y el modelo «republicano» ha tolerado mal la diferencia”. y mucho En el caso espafiol, la irrelevancia de una casi inexistente diversidad religiosa, comparada con paises como Alemania, Reino Unido o Suiza (aunque la presencia imperial espanol en el Norte de Africa si reactua- lizé parcialmente el contraste con el Islam) y la escasa entidad de irre- dentismos territoriales (que la pérdida progresiva del Imperio colonial americano no activé) con la excepcidn de Gibraltar, ha trasladado toda la presién del centralismo hacia la diferencia territorial interior —esto es regional— y/o la lingiiistica. La existencia de identidades colectivas de base territorial y/o cultural —en general basadas en cronologias anteriores al periodo contempora- neo— no ha contado en Espafia con ninguna forma especifica de reco- nocimiento de identidad politica, de autogobierno. La excepeién han sido los territorios que mantuvieron ordenamientos forales tras la gue- rra de Sucesién, pero que fueron reformados tras la revolucidn liberal. Sin embargo, no se traté de un reconocimiento de legitimidad politica nacional en sentido propio, por mas que el nacionalismo vasco haya intenado profundizar en este camino. Véase la sintesis de Anna-Marie THIESSE: Franca, Quina identitat nacional? Catarroja lencia; Afers/PUV, 2017, Una revisién critica centrada en la tercera republica en Arnaud-Dominique HOUTE: Le triomphe de la République, 1871- 1914, Paris: Seuil, 2014. ® ‘Timothy BAYCROFT: France, Londres: Hodder, 2008, pp. 204-228. 32 Ferran Archilés Las tendencias centralizadoras del Estado desplegadas a lo largo del siglo XVIII marcaron un precedente a la revolucién liberal. Ademas, la existencia misma de una monarquia consolidada, como sucedié en Francia o el Reino Unido cred un entorno institucional preexistente en el cual fue relativamente facil insertar el nuevo lenguaje de la nacién*!. Con todo, la institucién de la Monarquia iba a introducir matices im- portantes en la definicion de la soberania nacional hasta la época isabe- lina”? La invasién napolednica dio paso al movimiento de las Juntas que se fundamenteron en una legitimidad territorial y pusieron de manifiesto una diversidad y fragmentacion clave en un momento que iba a resul- tar fundacional”*. La Constitucién de 1812 planteé de manera compleja una apuesta unitaria (con una sola nacién aunque se referia a las «Espa- fas») y a favor del centralismo (aunque no qued6 del todo excluida una praxis mds diversa que intenté articular la participacion de la periferia, de la «provincia»)*", Pero los territories americanos plantearon hasta su secesion final un desafio muy complejo al modelo territorial y nacional pretendido® Lo cierto es que el federalismo acabé por convertirse en el gran «otro» del imaginario territorial de los nacionalismos espafioles, cuya aparicion era esperada y/o temida en cada revuelta de base popular®’. Juan Francisco FUENTES: «Conceptos previos; Patria y nacién en los origenes de la Esparia contemporanea» en Antonio MORALES et al. (dirs.): Historia de la nacién y del nacionalismo espaitol, Galaxia Gutenberg, Barcelona: 2013, pp. 169-196. ® Isabel BURDIEL: Isabel IL. Una biografia (1830-1904), Madrid: Taurus, 2010, pp. 347 y ss; Jestis MILLAN, Maria Cruz ROMEO: «Modelos de monarquia en el proceso de afirmacién nacional de Espafa, 1808-1923», Diacronie. Studi di Storia Contempornaea 16-4 (2013). http.//studistorici.com/2013/12/29 /numero 16 % Josep Ramon SEGARRA: «La hidra del federalism. Les juntes provincials i Varticulacié politica d'un espai nacional (1808-1809)», Afers, XXVI (68), 2011, pp. 17-45, Manuel MARTI, Maria relacién del territorio y la nacién», en. (eds,): Provincia y nacién.... pp. 51 2% Bartolomé CLAVERO, José Maria PORTILLO, Marta LORENTE: Pueblos, nacién, constitucion (en torno a 1812), Vitoria: Ikusager, 2004. % Fidel GOMEZ OCHOA: «Antifederalismo en Espafia en las primeras décadas uz ROMEO: «El juego de espejos o la ambivalente arlos FORCADELL, Maria Cruz ROMEO we 3 El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad. Pero fue tan solo tras la experiencia del Sexenio democratica —y ya plenamente durante la Primera Republica— cuando se articuld en for- ma tanto de partido politico como de programa que algunas fuerzas republicanas y obreristas asumirian con mayor o menor énfasis, segin las coyunturas, pero sin capacidad real de transformar la estructura del Estado. A lo largo del siglo XIX el pensamiento juridico espafiol se ocu- pé con cierta continuidad, pero el tono general fue siempre de abierta reticencia. El federalismo fue interpretado no como una alternativa sino como una propuesta de desemembramiento de la nacién”. El Estado-nacién espafol que fue forjandose con la revolucion libe- ral combiné un modelo unitario y de voluntad fuertemente centralista —del cual la estructura provincial impulsada por Javier de Burgos es el legado mds importante— con la existencia previa de bien afianzadas for- mas de identidades territoriales. Estas podian ir acompafiadas de cier- tas caracteristicas culturales, significativamente lingiiisticas, pero nunca contaron con forma alguna de reconocimiento por parte del Estado. Es diferente el caso de los territories navarro y vasco, y sus marcos fora- les. La transformacién de estas identidades forales en el seno del nuevo marco nacional se convirtio en una via propia de nacionalizacion muy compleja, y con diferencias entre los diversos territorios forales igual- mente remarcables”, Otras diferencias juridicas existieron igualmente de la época liberal (1810-1837), en Manuel SUAREZ CORTINA, Maurizio RIDOLE! (eds.): El Estado y la Nacién, Cuestién nacional, centralismo y federalismo en la Europa del Sur, Universidad de Cantabria, Santander: 2013, pp. 71-101. José Antonio PIQUERAS: El federalismo. La libertad protegida, la convivencia pactada, Madrid: Catedra, 2014, pp. 176 i ss. 77 Xavier ARBOS: Doetrinas constitucionales y federalismo en Espana, Barcelona: IPS, 2006. *8 Cero RUBIO: La identidad vasea en el siglo XIX: diseurso y agentes nacionales, Madrid: Biblioteca Nueva, 2003; «Centinelas de la patria. Regionalismo vasco y nacionalizacién espaitola en el siglo XX», Historia Contempordnea, 53, 2016, pp. 393-425 Para el caso de Mavarra, liaki [RIARTE: «La Provincia foral. La nostalgia de Ia independencia», en Carlos FORCADELL, Maria Cruz ROMEO (eds): Provincia y nacién.... pp. 143-158 y Angel GARCIA-SANZ MARCOTEGUI: La identidad de navarra. Las razones del navarrismo (1866-1936), Pamplona: Gobierno de Navarra, 2012. 34 Ferran Archilés (por ejemplo en el derecho civil persistentes de otros marcos forales de la Corona de Aragon) en otros territorios, pero con calado menor. En el proceso de construccién del Estado centralista espafiol, cabe tener en cuenta que la existencia misma del Estado y sus fronteras (fisi- cas y simbolicas), los limites de la «comunidad imaginada», producian efectos nacionalizadores. Este es un ambito sobre el que todavia sabe- mos poco. jEs posible que en ausencia todavia de politicas de «nacio- nalizacién de las masas» el Estado como tal pueda crear nacién? ;Hubo: formas de aceptacién simbdlica de la existencia del Estado? Un labo- ratorio extraordinario es en este sentido el de las zonas fronterizas con otros estados. Por lo que sabemos de la Cerdafia, a lo largo del siglo XIX —y tras dos siglos de redefinicién identitaria continua— avanzé netamente en ambos lados de la frontera la identificacidn con el Estado- nacién respectivo. Y ello sin que se alterara la percepcion de pertenencia comin a una identidad catalana”. Fue también el caso en gran medida que se dio en la frontera del Mito (jincluso si se sigue planteando la dé- bil capacidad nacionalizadora de ambos estados!)™. Se trata ademas, de dos territorios, con caracteristicas culturales y lingilisticas propias, que sin embargo quedaron inmersas en el doble proceso de construccién del Estado y de mantenimiento de la diversidad. Por otra parte, coexistieron algunos marcos peculiares derivados de la dominacion colonial. En la Constitucién de 1837 —y a diferencia de lo que inicialmente previsto en 1812— se decreté que estos territorios fueran regidos por leyes especiales. Por tanto quedaron separados de la legislacion ordinaria del territorio nacional, lo que las situaba en neta condicién colonial*'. 2% Peter SAHLINS: Fronteres i identitats: la formacié Espanya i Franga a la Cerdanya, s.XVIL-XIX, Vic: Eumo, 1993. Xosé-Manoe] NUNEZ SEIXAS: «identités ethniques partagés et divisées: le cas de la frontiére entre la Galice et le Portugal», Mirmanda, n= 4 (2009), pp. 44- 3 Anténio M ROS: Los dos ladas de un rio, Nacionalismo y etnografias en Portugal y en Galicia, Madrid: C18, 2006 31 Antonio-Filiu FRANCO: Cuba en los origenes del constitucionalisme espaiiol: la alternativa descentralziadora (1808-1837), Madrid: Fundacién Manuel Giménez Abad, 2011. 0 ye a El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... Cuba y Puerto Rico figuraron en la Constitucion de 1876 (y tras fi- gurar en la de 1873 como Estados) como provincias que podian enviar representacié a Cortes (pero no Filipinas) aunque se mantenian las leyes especiales. ‘Iras dos décadas de tensiones, la via autonomista planteada para Cuba hasta el inicio de la guerra de 1895 fue tardia e ineficaz, pero lo cierto es que podria haber supuesto una modificacion de gran interés del modelo territorial y con consecuencias para el conjunto del Estado. La miopia de la metrépolis frustré, en todo caso, cualquier desarrollo y el resultado final fue la secesin™. La presencia espafiola en Africa, no se abordé nunca con una volun- tad de integracién nacional plena de los territorios coloniales (solo se contemplé un cambio de su estatus en 1873°*). Con todo, y sobretodo en el siglo XX si hubo algunos intentos de «espafiolizar» a los indigenas. Otra cosa es que el discurso africanista jugara un papel importantisimo a la hora de legitimar los proyectos de regeneracién nacional desde el ultimo cuarto del siglo XIX, En conjunto, se dibuja la imagen de una asimetria de facto —juridica y linguistica— no deseada, entendida como un mal menor, aunque un mal enquistado. La desaz6n respecto de la organizacion territorial de Es- pafia hizo que los debates sobre su reforma abundaran desde inicios de la Restauracion, una vez constatada que la division provincial adoptada en 1837 resultaba un tanto insatisfactoria®. Sin embargo, la ley provincial de 1882 reforzé el papel de las Diputaciones®. Las decenas de proyectos ® Marta BIZCARRONDO, Antonio, ELORZA: Cuba/Espatia. el dilema autonomista, 1878-1898, Madrid: Colibri, 2001. 3% Jorge de ESTEBAN: Las Constituciones de Esparia, CEPC, Madrid: 2000, pp. 240 y 6 Ferran ARCHILES: «Ni imiperio ni imperialisma? El imaginaria nacional espaftal y el imperialismo africanista en la Espaita de la Restawracién», en Ferran ARCHILES et al. (eds.): Nacién y nacionalizacién. Una perspectiva europea comparada, Valéncia: PUV, 2013, pp. 201-224. ® Jacobo GARCIA ALVAREZ: Provincias, regiones y comunidades autondmas, La formacién del mapa politico de Espaita, Madrid: Senado, 2003, Jesiis BURGUENO: Geografia politica de la Espaiia constitucional. La divisién provincial, Madrid: CEPC, 1996, 3% Julio PONCE: «Por la piel provincial de Espatta: Estado, politica y administracién 36 Ferran Archilés de reorganizacién territorial no se concretaron en nada. Este permanente malestar es, por cierto, comparable con Francia donde el debate sobre la reorganizacion del modelo departamental (antecedente ideal de las pro- vincias espaniolas) fue insistente en la Tercera Republica —y después”. Pero las reformas que los partidos liberal y conservador planteaban. se situaban en el marco de la reforma de la administracién local, rehu- yendo el ambito regional. Fue la presién del catalanismo, ya a inicios del siglo XX, la que abriria la puerta hacia los planteamientos de descentra- lizacién (con la autonomia en el horizonte)**. En este sentido, resulta significativa la posicién del influyente krauso-institucionismo. En reali- dad, raramente fue mas alla de formular una pura abstraccién y en todo caso su horizonte fue el de una suerte de Estado regional (cuando no se quedé en la mera reforma del régimen local) deliberadamente alejado del federalismo y desde luego de cualquier forma de reconcimiento de una pluralidad nacional’. Sobre la pluralidad lingiiistica, su posicién fue aun menos favorable. Por su parte, la posicién del republicanismo espanol fue ambivalen- te. Si bien formalmente contemplaban la descentralizaci6n —incluso de manera espasmédica con propuestas federalizantes y/o iberistas— su identificacién con la nacién espafiola es un rasgo general a las diversas corrientes en pugna™’. Evidentmente correspondid a los federales here- local» a José M. BARRAJON, José A, CASTELLANOS (coords,): La provincia: realidad histérica e imaginario cultural, Madrid: Silex, 2016, pp. 75-100. Jean Marie MIOSSEC: Géohistoire de la régionalisation en France. Chorizon regional, Presses Universitaires de France, Paris: 2008. Aurora GARRIDO; «Descentralizacién y autonomia en el discurso politico de la Espaita liberal (1875-1923)» en Manuel SUAREZ CORTINA (ed.): Federalismos. Europa del sur y América Latina en perspectiva historica, Granada: Comares, 2016, pp. 299-322. Aunque sin mencionar la carga nacionalista véase el modelo de nacin en Gonzalo CAPELLAN de MIGUEL: La Espatia Arménica. El proyecto del krausismo espaiiol para una sociedad en conflicto, Madrid: Biblioteca Nueva, 2006. «© A. de BLAS GUERRERO: Tradicién republicana y nacionalismo espatiel (1876- 1930), Madrid: Tecnos, 1991; Javier de DIEGO ROMERO: Imaginar la Repuiblica. La cultura politica del republicanismo espaiiol, 1876-1908, Madrid: CEPC, 2008, pp. 193-254. 8 2 we a El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... ones de Pi y Margall, la defensa plena y articulada del 4, Pi y Margall defendié siempre la idea de una nacién espaiola, y se opuso a cualquier lectura estricta- mente plurinacional del Estado. Su posicién respecto de la diversidad lingiiistica fue, ademas, compleja, pues —en coherencia con la defensa de la nacién espafiola— nunca consideré la lengua como fundamento nacional: ello legitimaria una vision plurinacional en Espafia 0 incluso la secesion. Seran discipulos —y en general casi siempre autores catala- nes— como Valenti Almirall o seguidores tardios como Antoni Rovira i Virgili los que desarrollen planteamientos lingilisticos mas atrevidos. Las diferencias inter definitiva, su enorme variedad”. Pero irénicamente, podemos concluir que el prestigio de sus propuestas —y del propio Pi y Margall— fue in- versamente proporcional a la capacidad real de influencia del federalis- mo en la vida politica espanola, que fue nula”. deros de las po: federalismo durante la Restauracié: en el seno del federalismo espanol explican, en éSOLO UNA NACION CIVICA? El cuestionamiento de la division entre nacién «civica» y nacién «cul- tural» obliga a una nueva manera de leer el significado de lo politico, y por tanto de la nocién de ciudadania. ;Quién esta efectivamente dentro de la «comunidad nacional»? Es en este sentido que cabe abordar el nuevo 41 Sergio SANCHEZ COLLANTES: «Los proyectos de constitucién republicanismo federal para las regiones espanolas (1882-1888). Una conjunto» en José A. CABALLERO, José M. DELGADO, Rebeca VIGUERA (eds.): El lenguaje politico y retérico de las constituciones espatiolas, Oviedo: Fundacion Sagasta-In Itinere, 2015, pp. 201-2. 4 Jorge CAGIAO y CONDE: Tres maneras de entender el federalismo, Pi y Margall, Salmerin y Abnirall. La teoria de la federacién en la Espasa del sigle XIX, Madrid: Biblioteca Nueva, 2014. La dmica fuerza politica espafiola que Ilego a plantear la defensa de las «nacionalidades» fue cl PSOE en una ponencia de su Congreso de 1918, a instancias de los socialistas catalanes. Esta propuesta caeria después en el olvido, La descentralizacién y no la autonomia fue la posicién teérica defendida habitualmente por el socialismo espaitol, Véase, Daniel GUERRA SESMA: Socialisma espanol y federalismo (1873-1976), Oviedo: KRK, 2013, pp. 76 y ss. 38 Ferran Archilés estatus de las «lenguas nacionales» abierto con las revoluciones liberales. Sin duda un caso paradigmatico de nacionalisme linguistico ha sido Fran- cia’, Sin embargo, como es bien sabido, ello no ha alterado la vision del modelo francés «civico» que encarnaria la Republica: la difusién del fran- cés seria, por tanto, un asunto de «ciudadania» pero no de nacién (ni por tanto de nacionalismo). La consideracién del espaiiol como unica lengua oficial —nacional— no necesité quedar fijada en los textos constitucio- nales espanoles del siglo XIX, tan natural resultaba su identificaci6n con el Estado”. Esta invisibilidad se ha trasladado a su vez a la bibliografia espafiola sobre la construccién nacional, naturalizandola de igual forma. En la practica, es el efecto combinado de la consolidacion definiti- va del espaiial como tnica lengua de prestigio y el reforzamiento de la diglosia respecto de las demas lenguas peninsulares lo que marca el es- cenario espaiiol, Otra cosa es si, como ha hecho frecuentemente la his toriografia espanola, la pluralidad lingiiistica debe ser entendida como prueba de debilidad o déficit de la construccién nacional. Lo cierto es que a lo largo de la primera mitad del siglo XIX no hubo nunca reivin- dicacién explicita (esto es: con significado politico) ligada al reconaci- miento de la diferencia lingitistica. Como sefialé Joan Lluis Marfany, la revolucién liberal (la aceptacién del liberalismo y su modelo nacional por parte de distintos sectores sociales) supuso un impacto mayor en el retroceso de la presencia piiblica y privada de la lengua catalana que la guerra de Sucesién“*. Con todo, y de la misma forma que en los paises europeos de nuestro entorno, el despliegue de politicas activas de homo- geneizacion lingiiistica no se desarrollarian hasta finales del siglo XIX o incluso mas tarde’, Habitualmente, se ha presentado el caso italiano “Georg KREMMNITZ, (dir): Histoire saciale des langues de France, Park Universitaires de France, Paris: 2013. En contraste con lo que sucederia a finales del siglo, fueron muy escasas disposiciones legals adoptadas a lo largo del ochocientos. Véase, Francesc FERRER GIRONES: La persecucié politica de la lengua catalana, Barcelona: Edicions 62, 1985, pp. 61-74. Joan Lluis MARFANY: La lengua maliractada, Barcelona: Empitries, 2002. Xavier ANDREU: «La lengua es la nacién. Situando a Billig en la Espafta liberal (1808-1868)», en Alejandro QUIROGA, Ferran ARCHILES (eds.): Ondear la nacién. Nacionalismo banal en Espana, Granada: Comares, 2018, pp. 19-41. El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... 39 como ejemplo de debilidad en la homogenizaciOn lingitistica, pero no fue un ejemplo aislado". El aleman, el griego o las lenguas escandinavas son ejemplos de lenguas fuertemente fragmentadas. La persistencia de las formas dialectales fue mas la norma que la excepcién y en todo caso lo fue en Espaita® Por otra parte, la persistencia y recuperacién para la cultura escri- ta del catalan (y del gallego) son ejemplos destacados pero en absoluto linicas en Europa, de lenguas cuyo uso se mantuvo vivo en la sociedad civil y la cultura popular con fuerza suficiente como para poder con- vertirse en unos de los ejes clave del catalanismo politico a partir de los anos ochenta del siglo XIX, pero no antes”. Sin embargo, su presencia en el imaginario nacional espafiol era marginal, cuando no inexistente: por eso no eran tampoco una urgencia politica El esfuerzo desplegado por las élites politicas y culturales espaficlas en los dos primeros tercios del siglo XIX para construir imaginarios nacionales fue intenso y cumplié sus objetivos especificos™'. La «nacio- nalizacién» del ambito de la cultura y la creacién de una esfera publica nacional avanzé de manera decisiva a lo largo de la era isabelina”. No por casualidad, la escritura de la historia se convirtié en un laborato- rio decisivo en la forja del discurso del nacionalismo espanol*. Lo fue concretamente sobre la base de un relato de matriz castellanocéntrica, a pesar de que tuvo que hacer frente (como sucede en la obra monumen- tal de Modesto Lafuente) al desafio de un pasado irremediablemente di- verso, que historiadores y eruditoss «periféricos» (com Victor Balaguer, * Tullio De MAURO: Storia lingiiistica detf Italia wnita, Bari: Laterza, 1991; Michele DARDANO: La lingua della Nazione, Bari: Laterza, 2011. # Daniele BAGGIONI: Langues et nations en Europe, Paris: Payot, 1997, pp. 2: Pere ANGUERA: El catalé al segle XIX. De lengua del poble a lengua nacional, Barcelona: Empiiries, 1997. 51 Ampliamente documentada a José ALVAREZ JUNCO: Mater dolorasa...pp. 187 y ss. = Xavier ANDR «La cultura» en Isabel BURDIEL (coord, 1830/1880, La construceién nacional, Madrid: Taurus-Funda pp. 335-426. 2 Paloma CIRUJANO et al. : Historiografia y nacionalismo espaiol (1834-1868), Madrid: CSIC, 1985. afta, ‘Tomo 2 én Mapfre, 2012, 40 Ferran Archilés Braulio Foz, Manuel Murguia o Vicent Boix) enmendaban™. De hecho, en un primer momento fue el relato histérico el que se convirtié en el eje principal para pensar la diversidad territorial, y no la diversidad lin- gilistica®’. Significativamente, la adaptacién del discurs histdrico a otros ambitos com la literatura o la pintura siguieron las mismas pautas. En el caso de la pujante pintura de tema histérico la pulsién castellanista fue omnipresente™. En resumen, las diferencias coexistieron en el seno delo marco uni- tario. No fue un déficit de la construccién nacional. Ni en Espafia ni en ningun pais de su entorno se emprendieron de manera decidida politi- cas de «nacionalizacién de las masas» y concretamente de homogenei- zacion cultural (y asi lingiiistica) hasta el ultimo tercio del siglo XIX. La existencia de estas otras identidades fue m; bien la pauta, no la excep- cién también en paises en que la centralizacian y la homogeneizacién habrian sido aparentemente incuestionables, como es el caso de Francia. Sin embargo, a lo largo de los siglos XIX y XX se produjo también en Francia el mantenimiento y/o la reinvencién de identidades regionales. Ademas, si algo marcé la relacién entre lo nacional y el espacio local Sobre la dimensién M. ESTEBAN DE VEt Lafuente», en Antonis de esp Madris tellanista en la historiografia liberal espaftola y sus limites, : «Castilla y Espana en la Historia general de Modesto MORALES, Mariano ESTEBAN DE VEGA (eds.}: zAlma ? Castilla en las interpretaciones del pasado espanol, Marcial Pons, 2005, pp. 87-140. Sobre las versiones en pugna, Josep Ramon RRA: «La dialéctica Corona de Aragén-Castilla en el imaginario histérico liberal del siglo XIX», Alcores, 12 (2011), pp. 37-52. 8° Carlos FORCADELL: «Del viejo reino al nuevo Estado liberal: ciudadania, liberalismo ¢ identidad en el Aragin del Ochocientos», a Luis CASTELLS (ed,): Del territorio a la nacién, Biblioteca Nueva, Madrid: 2006, pp. 65-86. Ferran ARCHILES; «Hacia el regionalismio? La identidad valenciana en la era del Pprovincialismo» en Justo G. BERAMENDI, Xosé R. VEIGA (eds.): Poder y territario en Ia Espafta del siglo XIX. De las Cortes de Cadiz a la Restauracién, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela: 2014, pp. 197-218: Siren Brinkmann: «Monumentos contra el Estado unitario. Construccién estatal y resistencia foral en el siglo XIX: Aragon y Navarra», en Angel GARCIA-SANZ MARCOTEGUI (ed) Memoria histérica e identidad. En torno a Catalunta, Aragon y Navarra, Universidad Pablica de Navarra, Pamplona: 2004, pp. 65-89. 3° "Tomas PEREZ VEJO: Esparta imaginada. Historia de la invencién de una nacién, Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2015. El discrete encanto del centralismo o los limites de la diversidad... 41 fue la complejidad. Es altamente significative que la tercera Reptiblica incluyera en su imaginario a las «petites patries», del ambito escolar al simbdlico pasando por la erudicién historica” Pero las diferencias, la asimetria, eran decididamente incémodas. A partir de los afios cuarenta del siglo XIX los ambitos intelectuales y poli- licos estuvieron marcados en Espaiia por las polémicas entorno al «pro- vincialismo», concepto polisémico pero casi siempre connotado con un sentido de amenaza a la unidad de la nacién‘*. Mas que un concepto univoco el provincialismo puede entenderse en el seno de un campo semantico que va mas alla de proyectos concretos (por ejemplo en auto- res como Victor Balaguer o Manuel Murguia). Estarie en relacién con el centralismo y la descentralizacién, los debates entorno del federalismo y la construccién cultural de identitades «regionales» y finalmente de los «regionalismos». E] impacto del romanticismo afadiria a estos discursos sobre las identidades territoriales un énfasis cultural decisivo (en didlogo o con- flicto con el impacto del romanticismo en la cultura nacionalista espa- nola). Asi, diversos territorios con lenguas amb distintas a la espanola desarrollarian movimientos literarios como la Renaixenga o el Rixordi- mento, Se insertan netamente en el contexto de lo que Joep Leerssen ha denominado para el conjunto de casos europeos del ochocientos, «na- cionalismo cultural». 7 — Jean Francais CHANET: Ecole républicaine et les petites patries, Paris: Aubier, 1996; Anne-Marie THIESSE: lis apprenaient la France, L'Exaltation des regiones dans le discourse patriotique, Paris: Editions de la Maison des Sciences de Homme, 1989; Odile PARSIS-BARUBE: La province antiquaire. invention de Uhistoire locale en France (1800-1870), Paris: Editions du Comité des travaux historiques et scientifiques, 2011; Francoise Plaux: Une mémoire de papier. Les historiens de village et le culte des petites patries rurales (1830-1930), Rennes: Presses Universitaires de Rennes, 2011. Josep Ramon SEGARRA; «El reverso de la nacién. ‘Provincialismo’ ¢“independen- cia’ durante la Revolucién liberal, en J. Moreno Luzén (ed.): Construir Es pp. 59-82, Josep Ramon SEGARRA; «El ‘provineialisme’ involuntari, Els territoris, en el projecte liberal de nacié espanyola, 1808-1868», Afers, 48 (2004), pp. 327-345. 59 Joep LEERSSEN: «El nacionalisme i el conreu de la cultura», Afers, 86 (2017), pp. 21-46. 42 Ferran Archilés i bien no sostenian ninguna reivindicacion politica nacional —que no fuese espafiiola—, estos movimientos alimentaron los debates y las ansiedades alrededor de los provincialismos. De hecho, como ha mos- trado Joan Lluis Marfany para el caso catalan, la Renaixenca permitio el surgimiento de un renavado nacionalismo espanol en Cataluna, a la vez que consolidaba la diglosia lingtiistica®’, Seria mas adelante que el sus~ trato trazado por la Renaixenga actuaria como fundamento, no deseado en origen, de discursos nacionales alternativos*!. La fijacidn de las identidades territoriales como identidades regiona- les se convertiria, ya en el marco de la Restauracién en un s6lido funda- mento de construccién de la identidad nacional espafiola®. Significati- vamente el Estado de la Restauracién no qusio articular ninguna forma de reconocimiento de la diversidad regional, a pesar de la creciente om- nipresencia de sus imaginarios que estaban reubicando —o invantan- do— las identidades territoriales 0 provinciales previas™. Nunca antes se habia desarrollado una forma tan eficaz de integra territorial identitaria en el marco nacional. En este sentido crea que cabe matizar y en todo caso replantear la idea ampliamente extendida de que, diferencia del caso francés o italiano, en Espafia no se habria producido una integracion de las periferias™. Esta afirmacién seria solo valida no antes de inicios del siglo XX cuando el nacionalismo catalan Joan Lluis MARFANY: Nacionalisme espariol i catalanitat, Cap a una revisié de la Renixenga, Barcelona: Ed. 62, 2017, Véase también, Angel SMITH: The Origins of ‘Catalan Nationalism, 1770-1898, Basignstoke: Palgrave, 2014. Es en este sentido que cabe interpretar la argumentacién que plantea Pere ANGUERA: Els precedents del catulanisme. Catalanitat i anticentralisme: 1808- 1868, Barcelona: Empiries, 2000. Sobre la discontinuidad en el caso valenciano, Ferran ARCHILES; «La Renaixenga al Pais Valencia ila construccid de la identitat regional», Anuari Verdaguer, 15 (2007), pp. 483-519 @ Xosé-Manoel NUNEZ SEIXAS: «The region as the essence of the fatherland: regional variants of the Spanish nationalism (1840-1936), European History Quarterly, 31-4 (2001), 483-518, "Ferran ARCHILES: «“Hacer regién es hacer patria’. La regién en el imaginario de la nacién espaiiola de la Restauraciénm, Ayer, 64 (2006), pp. 121-147, “4 Jorg AUGUS Eric STORM(eds): Region and State in Nineteenth-Century Europe. Nation building, Regional Identities and Separation, Basingstoke: Palgrave, st El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... 43 y vasco crezcan de manera consistente. Y aun asi, habria que matizar el alcance de propuestas de tipo secesionista, que no fueran mayoritarias. En el caso del nacionalismo catalin hay, de hecho, una voluntad deses- perada de influir en la direccién politica y econémica de Espafia hasta al menos los aiios treinta del novecientos, no de separarse Por definicién la region és una parte subordinada de la nacién. Esta jerarquia natural comportaba, por ejemplo, que algunos rasgos cultura- les pudieran ser mas facilmente asimilables que otros: las lenguas distin- tas al espaol seriean siempre obstdculos mas dificiles. La Restauracién fue el periodo de mas caracteristico centralismo politico y cultural, desplegado por un Estado cuyos medios no tienen parangon respecto de cualquier momento previo. Si es dudoso afirmar que el Estado fue el gran ausente de la construccion nacional espanola del siglo XIX, los afios de la Restauracion son una prueba incontestable en sentido contrario®, Fue entonces cuando se sentaron las bases para un proyecto de homogeneizacién lingitistica y de hecho para el inicio efectivo de la alfabetizacién de las masas. A pesar del indudable atraso espafiol visto en perspectiva comparada, no puede dejar de subrayarse que, entre 1860 y 1930, en la que Clara Eugenia Nuitez ha denominado «transicién de la alfabetitzacién», se produjo un incremento conside- rable de las tasas de escolarizacién (aunque notablemente mucho mas retrasado en el caso de las mujeres). Pero, por otra parte, las tasas de derarse el unico criterio para medir la difusién de la lengua oficial del Estado, lo cual es especialmente interesante por lo que respecta a los territorios con lenguas propias (y que abarcaban posiblemente no me- nos del 40% del total de la poblacién espafiola). El castellano dispuso. de muchos otros medios para garantizar su difusion, La pervivencia de scolarizacién no pueden consi- ®© Salvador CATALAYUD, Maria Cruz ROMEO, Jests MILLAN: «El Estado en la configuracién de la Espaiia contemporanea. Una revision de los. problemas historiograficos», en Salvador CALATAYUD et al.: Estado y periferias en la Espatia del sigha XIX. Nuevos enfoques, Valéncia: PUV, 2009, pp. 9-130. Clara Eugenia NUNEZ: La fuente de la riqueza. Educacién y desarrollo econémica en ia Espana contempordnea, Madrid: Alianza Editorial, 1992. 44 Ferran Archilés las demas lenguas peninsulares no puede plantearse automaticamente como el fracaso de la lengua oficial —y por ende como prueba de una débil nacionalizacion— a no ser que queramos reproducir precisamente las légicas homogeneizadoras excluyentes del discurso nacionalista. En un contexto acusadamente diglésico, nunca hubo equilibrio entre una y las otras, y se saldé como queda dicho en favor de la lengua de presti (nacional). Bajo la formula estadistica de la alfabetizacién (entendida como un juego de suma cero) se enmascaran grados muy diversos de compren- n oral y escrita de las lenguas®’. Por lo que respecta al castellano su in no dependid solo de la escolarizacién: teatros y espectaculos las activitades procedentes de la sociedadat civil (casinos, ateneos, fies- tas...) el paisaje urbano de anuncios 0 carteles, la presencia de la lengua en los tramites de la administracion... Un ejemplo epecialmente rele- vante, es el de la prensa periddica (cuya actividad era, en linias generales independiente respecto de las instituciones estatales). Evidentemente, su desarrollo estava ligado al de Ja difusion de las habilidades lectoras. Pero como es bien sabido, las practicas de lectura en voza alta estaban muy extendidas en ambitos de sociabilidad muy diversos (asi en las cul- turas republicanas y obreristas), con lo que se pudieron sortear otras carencias™, De hecho, el incremento de la prensa fue en la Restauracién muy notable, y a partir de 1875 se puede hablar de una verdadera es- fera publica extrainstitucional de alcance plenamente nacional‘. Una prensa, cuyos contenidos estaban notablemente «nacionalizados» por otra parte. Sin duda, cumplio la funcién de forjar entre sus lectores una «comunidad imaginada» simultanea y nacional. difusi David VINCENT: The rise af Mass literacy, Reading and Writing in Modern Europe, Cambridge: Polity Press, 2000. ® Antonio VINAO: «Los discursos sobre la lectura en la Espafia del siglo XIX y primeros aiios del XX» en Jestis MARTINEZ (ed): Origenes culturales de ta sociedad liberal (Espasa siglo XIX), Biblioteca Nueva, Madrid: 2003, pp. 85-14’ Jean F. BOTREL: “Teoria y practica de la lectura en el siglo XIX: el arte de leer", Bulletin Hispanique, 100-2, 1998, 377-90. ® David ORTIZ: Paper Liberals. Press and Politics in Restoration Spain, Westport: Praeger, 2000. El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... 4. En resumen, de manera cada vez mas consistente, desde los aitos ochenta del siglo XIX y adentréndose en las primeras décadas del siglo XX, asistimos a la forja de una verdadera esfera publica nacional na- cionalizada y —por accion directa del Estado o no— tendente hacia un horizonte de homogenizacién cultural”, Fue ademas en el marco de la Restauracion, cuando se hizo mas visible la construccién de un poderoso discurso nacionalista espanol, con unos sectores «intelectuales» (que en propiedad estaban emer- giendo como tales en este momento) que situaron precisamente la re- flexion sobre la nacién en un primer plano. De manera similar a lo que sucedia en los paises europeos de nuestro entorno, esta cultura nacionalista se articulé en versiones rivales, pero bajo la formula de un nacionalismo cultural obsesionado con la regeneracién de la nacién y con su identidad”!, El surgimiento del «regionalismo politico catalan» y sus demandas iba a agitar las aguas del nacionalismo cultural espaiol. Posiblemente el momento fundacional se produjo a mediados de la década de los aiios ochenta, cuando, con el Ateneo de Madrid como punto nodal se pro- dujo la polémica entre Gaspar Niez de Arce y Valenti Almirall, en la que terciarian otros autores, como Juan Valera, Sanchez Moguel o Mahé y Flaquer. Dando forma definitiva a las suspicacias ya clasicas sobre los «provincialismose, se establecia una linea divisoria que no pararia de ahondar. Antonio Canovas —en linea con Ernest Renan— no habia considerado, al menos de manera exclusiva la lengua como para definir la nacién, en su célebre discurso de 1882. Pero los escritores e intelec- tuales posteriores, lo formularian de manera explicita: la «generacién ™ Ferran ARCHILES, Marta GARCIA CARRION: «En la sombea del Estado, Esfera publica nacional y homogeneizacién cultural en la Espaiia de la Restauracién», Historia Contempordnea, 45 (2012), pp. 483-518. Marta GARCIA CARRION; «Cultura nacional y nacionalismo espaiiol» en Carlos FORCADELL, Manuel SUAREZ CORTINA (eds,): La Restauraciérr y la Reptiblica, Zaragoza: Marcial Pons-PUZ 2015, pp. 169-200. 7 Horst HINA: Castilla y Catalufia en el debate cultural, 1714-1939, Barcelona: Peninsula, 1986, pp. 227-232; Andreu NAVARRA: La region sospechosa. La dialéctica hispanocatalana entre 1875 y 1939, Barcelona: UAB, 2013. 46 Ferran Archilés del 98» —y los autores de la literatura del desastre— harian de la lengua un factor clave del Volkgeist nacional. Significativamente cuando a inicios del siglo XX Angel Pulido lance su. camparia —que resultaré ampliamente exitosa— para la nacionali- zacin de los judios sefarditas espafioles, ba: argumento no en la religion sino en la lengua: esta bastara para caracterizar a estos “espaiio- 73 les sin patria Este seria el escenario al inicio del siglo XX y un legado de larga duracién, que atravesaria a la generacién de 1914 y los intelectuales de los afios republicanos (cuando no eran, por otra parte unos y otras los mismos)”'. Pero para entonces ya era de buen tono negar cualquier afi- nidad con el nacionalismo, atribuible precisamente al catalanismo y los demas movimientos. Asi Ortega y Gasset (en supuesta guerra abierta con los autores del 98) renegaria de toda fundamentacién lingiiistica o étnica para definir la nacién, aunque precisamente toda su obra era una meditacién de alto voltaje cultural sobre lo espanol. La nacién cultural se negaba a si misma. TRES CRISIS PARA EL SIGLO XX No es ninguna casualidad que el primer momento culminante de la «nacionalizacion de las masas» coincida con la aparicién de movimien- tos regionalistas/nacionalistas que la cuestionen, Como ha senalado John Hutchinson, la «nacién de masas» finisecular no pudo absorber todas las diferencias territoriales y culturales, y de su propia compleji- dad nace la aparicién de contestaciones (y reapropiaciones)”*. A partir de los afios ochenta del siglo XIX, con la aparicién y con- solidacién del nacionalismo catalan (y después del nacionalismo vasco 7 Eva TOUBOUL TARDIEU: Sephardisme et Hispanité, L'Espagne é la recherche de sort passé, Paris, Presses de la Université Paris-Sorbonne, 2009, Xosé-Manoel NUNEZ SEIX AS: «La(s) lengua(s) dela naciéneen Javier MORENO, Xosé-Manoel NUNEZ SEIXAS (eds.): Ser espasioles. Imaginarios nacionalistas ex ef siglo XX, Madrid: RBA, 2013, pp. 246-286. John HUTCHINSON: Nations as zones of conflict, Londre Sage, 2005, pp. 116 y ss. El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad.... 47 y otros) quedé planteado con claridad el doble problema al que desde entonces tuvo que hacer frente el Estado y el nacionalismo espaiiol: el de las demandas de reconocimiento de la diversidad cultural/lingiistica y la demanda de autonomia politica (y como consecuencia fia reorgani- zacion del Estado)”, Fue Miroslav Hroch quien sefalé que las crisis de legitimidad de los regimenes politicos son momentos decisivos en que las alternati- vas nacionales (y los conflictos de intereses) encuentran la posibilidad de enraizamiento social’”. No es, desde luego, ni lo pretendié nunca el historiador checo, suerte alguna de «ley historica». Una crisis de legi midad (acompanada de una posible frustracion de expectativas como horizonte) permite que la difusién social de un discurso nacional alter- nativo aparezca y/o alcance eco social. Al dibujarse como alternativa a un orden en crisis, la propuesta de cambio nacional (que acabara por afectar, por tanto, al ambito de la representacin de la identidad y los sentimientos individuales y colectivos de pertenencia) puede encon- trar una via para afirmarse. En paralelo, una crisis de legitimidad puede comportar, de la mano del cuestionamiento del Estado o la nacién en crisis, una re politica o administrativa del Estado. En este caso, una crisis de legiti- midad puede no culminar en una secesién y si en una transformacion —adopcidn de una estructura federal o descentralizacion— del Estado- naci6n existente. omposicién o reordenacién de la estructura territorial, En el siglo XX ha habido tres momentos, tres crisis de legitimidad de los regimenes politicos e institucionales que han abierto las puertas a discursos nacionales alternatives y/o que han culminado en una re- ordenacién de la estructura territorial. El primero de estos momentos fue la «crisis» de 1898 que posibilité los primeros éxitos politicos del nacionalismo catalan —y con posterioridad vasco— y que planted por primera vez un cuestionamiento del fuerte centralismo del modelo de Estado de la Restauracién. % Joan LLUIS MARFANY: La cultura del catalanisme, Barcelona: Empiries, 1995, 7 Miroslav HROCH: «From National Movement to the fully formed nation; ‘The nation-building process in Europe», New Left Review, 198 (1993), pp. 3-20. 48 Ferran Archilés Habria que esperar, con todo, a la puesta en marcha de la Manco- munitat de Catalunya en 1913 (y tras la experiencia de la Solidaritat Catalana que continud y culminé en Catalunya la crisis de legitimidad abierta en 1898) para que se plasmara un modelo viable de «descentra- lizaciény. Se trataba de un planteamiento que, en realidad, no iba mas alla de las competencias ya existentes en las Diputaciones provinciales (y a una nueva lectura del poder municipal), y por tanto no plantea- ba ninguna forma de «autonomia», o de capacidad legislativa’’. Pero era la primera vez que se permitia coordinar un ambito de accion ad- ministrativa de alcance regional”. En concreto, la dimensién cultural fue intensamente asumida por la Mancomunitat de Catalunya. Nunca hasta entonces el fomento de la lengua catalana habia tenido un apoyo institucional tan claro. Aun asi su alcance quedé limitado —y aunque a priori estaba abierto a cualesquiera provincias 0 municipios que lo desearan— a las cuatro provinci; talanas. Para entonces, sin embar- go, ya habia arrancado un proceso de multiplicacién de movimientos regionalistas © nacionalistas, por imitacion o reacci6n al catalanismo, que agitaban las demandas de descentralizacién 0 autonomia. A Galicia 0 el Pais Valenciano (que contaban con una consistente tradicién previa de construccién cultural de la identidad regional) se ahadirian ahora Andalucia, Asturias Canarias o Mallorca®!. En Aragon e incluso Castilla se desarrollaron también —en un sentido fuertemente anticatalanista— El otro ejemplo, aunque de aleance bien distinto, de modificacién del marco administrative fue la puesta en marcha en 1912 de los cabildos canarios. Véase, José M. PEREZ GARCIA: Canarias: de los cabildos a ta division provineial, las Palmas de Gran Canaria: 1997, 7 Albert BALCELLS et al: La mancomunitat de Catalunya i Fautonomia, Barcelona: Institut d’Estu talans/Proa, 1996, so Ferran ARCHILES: «Acords i desacords, Valencianisme politic i identitat valenciana contemporinia», Afers 55 (2005), pp. 481-510; Justo G. BERAMENDI: De provincia a Nacién. Historia da galleguismo politico, Vigo: Ed. Xerais, 2007; Justo G, BERAMENDI et al.: Repensar Galicia: as Irmandades da Fala, Vigo: Museo do Pobo galego-Xunta de Galicia, 2018. 1 Salvador CRUZ ARTACHO; Historia del proceso autondinico andaluz, El andalucisma histérico (H) 1916-1936, Sevilla, CEA, 2017. Bartomeu CARRIO: El nacionalisme a les Balears, Palma de Mallorca: Documenta Balear, 1999; Pablo San Asturianismu politicu: 1790-1936, Oviedo: Trabe, 1998. El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... 49 propuestas regionalistas. No por casualidad result fallido en 1919 el intento de aprobacion de un «Estatuto de Autonomia» para Cataluiia. La Mancomunitat tuvo una vida breve, pues poco mids de una década después, el general Primo de Rivera cerré est4 experiencia. De hecho la dictadura fomenté un modelo de regionalismo literalmente opuesto a las demandas de los nacionalismos catalan o vasco (desplegando un programa explicito de liquidacién cultural de la tarea de la Mancomu- nitat*’) asi como un vigoroso proyecto de «renacionalizacién» en clave excluyente™, La segunda crisis de legitimidad se produjo entre 1929-1931. Esta crisis se fragué con el descrédito de la dictadura del General Primo de Rivera, pero arrastré con ella la institucién de la monarquia y del ré- gimen de la Restauracion (de la constituci6n de 1876 y del turnismo conservador-liberal). Lo que no habia sucedido en 1898 —nia partir de 1917 con la grave crisis social y econdmica que la Primera Guerra Mun- dial abrié— acabé por comportar el paso de un sistema mondrquico a una Reptiblica. En el seno del programa politico que se alz6 como al- ternativa —representado por el conocido como Pacto de San Sebastian del verano de 1930— se situé la necesidad de un modelo territorial que reconociera la singularidad catalana (algo que habia fracasado con el proyecto de autonomia de 1919). La fuerza del catalanismo permitio la redaccién de un estatuto de autonomia (ampliamente plebiscitado) an- tes de la redaccion y aprobacién misma de la Constitucién republicana que sin embargo fue modificado y reconducido, en el seno del modelo del «Estado integral». En todo caso se sancioné constitucionalmente la primera experiencia de autonomia politica de los territorios del Estado, que se extendid al Pais Vasco en 1936 (y de manera virtual a Galicia). 82 Josep M. ROIG ROSICH: La dictadura de Primo de Rivera a Catalunya, un assaig de repressié cultural, Barcelona: Publicacions de [Abadia de Montserrat, 1992. Alejandro QUIROGA: Haciendo espafioles: la nacionalizacién de las masas en la dictadura de Primo de Rivera, Madrid: CEPC, 2008, Manuel GERPE LANDIN: L’Estaiut d’Autonamia de Catalunya i PEstat integral, Barcelona: Edicions 62, 1977; Josep M. ROIG ROSICH: LEstatut de Catalunya a les Corts Constituents (1932), Barcelona: Curial, 1978. 50 Ferran Archilés Pero el modelo del Estado integral era deliberadamente antifederal®. En palabras del socialista Luis Jiménez de Asua: «Era evidente que muchos de los hombres que componiamos la Constitucién, por nuestro ideario de partido, hubiésemos deseado no encontrarnos en el camino con el gran problema de las regiones». Pero existia una «realidad insobornable: la de que en Espaiia hay regiones de naturaleza tipica, de perfil acusa~ do». A partir de ahi, Jimémez de Asda se preguntaba «;Nos obligaba esto a componer un Estado federal? ;Podriamos, traicionando la reali- dad, hacer un Estado unitario? Con entera lealtad voy a confesar ante ustedes que esa perplejidad del momento primero bien pronto se allané por el hallazgo de una formula afortunada». Esa formula era la del Es- tado integral. Para Jiménez de Astia el federalismo y el estado unitario —escribia estas palabras en 1946— estaban en decadencia. En el fondo, lo que queria decir es que el Estado integral era una formula no fede- ral (ni federable) para permitir un Estado articulado territorialmente de manera asimétrica, que salvaguardaba la unidad y las competencias del Estado frente a cualquier demanda. Para Jiménez de Asta: «en nuestro caso, federar no seria unir sino separar»™. Con todo, el reconocimiento de la autonomia fue abiertamente pro- blematico y rechazado incluso por quienes pretendieron actuar como idedlogos del régimen, como fue el caso de José Ortega y Gasset. Si fi- nalmente se aprobo el Estatuto catalan fue debido menos al entusiasmo que a un calculo de pérdidas inaceptables, como fue el caso de Azafia*’. No hay mas que pensar en el papel que jugé el PSOE pi parlamentaria en las Cortes constituyentes, cuya identif idea de Espafia (una identificacion que hacia compatible el internacio- nalismo con un imaginario de la nacién espafiola culturalmente poco SS Joaquin VARELA SUAREZ-CARPEGNA: «La cuestiGn territorial en las dos reptiblicas espafiolas» en Sergio SANCHEZ COLLANTES (ed.}: Estudios sobre el republicanismo historico en Espana, Oviedo: RIEA, 2017, pp. 221-250, © Luis JIMENEZ de ASUA: La Constitucién de la democracia espafiola y el problenia regional, Buenos Aires: Losada, 1946, pp. 63-66 pp. 111-114. Josep CONTRERAS: Azavia y Catalufia. Historia de un desencuentro, Barcelona: EDHASA, 2008. 7 El discrete encanto del centralismo o los limites de la diversidad... plural) era profunda, mientras que el reconocimiente de la posible di- versidad nacional aprobada en 1918 era papel mojado™. Significativamente, la Constitucién de 193] fue la primera en la his- toria constitucional espafiola en explicitar que «El castellano es el idio- ma oficial de la Republica» (Francia no incluiria el francés en el texto constitucional hasta 1992). El articulo cuarto continuaba con la siguien- te doble aclaracion: «Todo espaol tiene obligacién de saberlo y derecho de usarlo, sin perjuicio de los derechos que las leyes del Estado reconoz- can a las lenguas de las provincias 0 regiones. Salvo lo que se disponga en leyes especiales, a nadie se le pondra exigir el conocimiento ni el uso de ninguna lengua regional». El cardcter confuso y aun contradictorio de este redactado dejaba claro que el Estado (como sucedera de nue- vo en 1978) no asume ninguna proteccién de las lenguas que no sean el castellano, unico del que ademas explicita su cardcter obligatorio en todo el territorio nacional. En el articulo 50 se legislaba que las regiones auténomas podrian organizar la ensefanza en sus lenguas respectivas pero quedaba explicitado que: «Es obligatorio el estudio de la lengua castellana, y esta se usard también como instrumento de ensenanza en todas los Centros de instruccion primaria y secundaria de las regiones auténomas». Se llegaba hasta el punto de afiadir que: «E] Estado podra mantener © crear en ellas instituciones docentes de todos los grados en el idioma oficial de la Republica»*’. El fomento, por tanto, de las demas lenguas quedaba delegado al ambito de la autonomia, y no en manos del stado, y subordinado siempre, ala primacia juridica del propio Estado. Aun asi, mis alla de algunos de los territorios con lengua propia, la in- comprensién y oposicién fue la norma™. En tercer lugar se encuentra la crisis de legitimidad de la dictadura franquista. El régimen del «Nuevo Estado» se habia edificado precisa- mente como una feroz oposicion a cualquier reconocimiento politico de 8§ Aurelio MARTE: Esparia socialista, El discurso nacional del PSOE durante la Segunda Repiblica Madrid: CEPC, 2017. % Jorge de ESTEBAN: Las Constituciones de Espatia... pp. 277-278, 290. Marie-Angéle OROBON: «Lenguas y naciones en las cortes Constituyentes de la Il visidn desde Castilla», Investigaciones Historicas, 34 (2014), pp. 185- 52 Ferran Archilés la pluralidad y la diversidad nacional y cultural y habia liquidado toda huella del marco republicano. El nacionalismo espanol fue uno de los ce- mentos ideoldgicos del régimen. Aunque existian versiones rivales con la pugna entre el nacionalismo fascista y el nacionalcatdlico, el modelo de exclusién de toda diversidad y especialmente la lingiiistica, les unia”!. El franquismo fomenté un regionalismo «sin region», aun mas timorato que el que Primo de Rivera habia puesto en marcha. Cuando el nacio- nalismo catalan resurgid, el franquismo fue incapaz de ofrecer una res- puesta”, El fomento de un nacionalismo espafiol, una estrecha versién de base castellanocéntrica, fue la contraparte de un modelo centralista extremo. La dictadura emprendié un vasto programa de nacionaliza- cién autoritaria que ocupé todos los extremos del imaginario nacional: de la escuela a los simbolos, del relato histdrico al cine. Pero ademas, y sobre todo en el contexto de la nueva sociedad de consumo que empezd a tomar cuerpo con el «desarrollismo», se desplego un vasto imaginario de caracter popular o de masas: fiestas locales, toros o futbol se tiferon de matiz nacionalista. La exclusién de las otras lenguas que no fueran el castellano fue completa en la esfera publica y en el ambito educativo. Solo progresivamente se permitié que ciertas instancias de la sociedad civil pudiesen promover actividades editoriales o culturales, y siempre bajo sospecha. La aparicion de fenomenos como la «Nova Cango» en catalan, fue, simplemente algo que no pudieron evitar. En la década de los setenta, y tras mas de tres décadas de poder ab- soluto del nacionalismo espanol mas extremado, la legitimidad del régi- men estaba en entredicho para, al menos, algunos sectores muy activos de la sociedad. Como habia sucedido en 1930, un punto inexcusable de la oposicién antifranquista era la demanda de un cambio en sentido fuertemente descentralizador y aun explicitamente federal, de la estruc- tura del Estado. El crecimiento y consolidacién de los movimientos na- ™ Ismael SAZ: «Las Espafias del franquismo: ascenso y declive del discurso de naeién», en Carlos FORCADELL et al, Discursos de Espatia en el siglo XX, Valencia: PUV, pp. 147-164. "Carles SANTACANA: EI franquisme i els caialans, Els informes del Consejo Nacional del Movimiento (1962-1971), Catarroja-Barcelona: Afers, 2000. w a El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... cior as alternativos —ahora no sdlo en Catalufia o Pais Vasco— los habian convertido en un poderoso ariete de oposicién. En 1975, con la muerte del dictador, la crisis de legitimidad hizo inviable el mantenimiento del régimen, o su continuidad postmor- tem. Aunque las pervivencias del régimen fueron numerosas (incluida la institucién de la Monarquia) y condicionaron en no poca medida el desarrollo politico posterior, la Constitucién de 1978 supuso un cam- bio decisivo. Por lo que respecta a la organizacién territorial del Estado no todo «estuvo atado y bien atado». Antes al contrario desde el poder central se fue mucho mas lejos de lo que jams habian pensado (aun- que lo cierto es que lo que habian pensado no pasaba de un manojo de propuestas administrativas poco practicables)**. Pero tampoco esta vez se aprobé un texto constitucional de naturaleza federal, una vez la izquierda espafiola del PSOE y del PCE (minorizada en las elecciones de 1977 que acabaron por componer unas Cortes Constituyentes) renun- cié a ello frente a un centro y una derecha de UCD y AP que jamés lo contemplaron y al que se opusieron siempre. Se evité asimismo —por obsoleto— una formulacién del estilo del «Estado Integral» republica- no, mientras se navegaba en las aguas de una suerte de Estado regional o regionalizado™. Elarticulo segundo de la Constitucion es una muestra de la comple- jidad que la cuestién nacional supuso en 1977-1978. Entre los jirones de versiones cambiantes en su redaccién, se acabé por incluir una enfatica referencia a la unidad «indisoluble» de la «patria» (lo cual no es una singularidad sin embargo: Italia lo incluyé en la Constitucién de 1948 y Francia lo ha venido haciendo desde 1848). De hecho, en el redactado del articulo la unidad de Espaiia es fundamento preexistente de la Cons- titucidn. Es dificil negar, por tanto el caracter nacionalista de esta afir- % Ferran ARCHILES: «75, modelo para (des}armar. Ideas de nacién y modelos de estado antes y despues del 20-N» en Ferran ARCHILES, Julian SANZ (coords): Cuarenta aftos y un dia, Antes y despues del 20-N, PUV, Valencia: 2017, pp. 239-276. % Ferran ARCHILES: «Una improvisada pervivencia. La constitueién de 1978 y la idea de nacién espafola», en Ferran ARCHILES, Ismael SAZ (eds.): Naciones y Estado, La cuestién espafiela, Valencia, PU, 2014, pp. 15-50. 54 Ferran Archilés macién™. Pero ademas se incluia el concepto de «nacionalidades» junto al de «regiones» (aunque no se definia que era una u otra) cuyo derecho a la autonomia era «reconocido» (esto es era previo) y garantizado por la Constitucién. Finalmente, el titulo VIII de la Constituci6n —modelo involuntario de confusionismo— permitio finalmente un alcance de la descentraliza- cidn generalizable a todos los territorios del Estado que lo desearan —e incluso se aplicé a los que no lo solicitaron— y que irdnicamente era, de facto, asimétrico. Se planted asi una suerte de «no-federalismo... asimetrico». Segun afirmarfa afiios mas tarde uno de los ponentes constituciona- les: «no queriamos en ningun caso que se pudiese apoyar en la Cons- titucién un federalismo originario, y no solo organi en defender una soberania propia a las nacionalidades, basada en una torcida aplicacién del principio romantico de que cada nacién tiene de- recho a ser un Estado independiente, y en un desconocimiento de la realidad histérica de Espana”, tivo, consistente En las tres crisis que hemos sefalado hay al menos dos factores co- munes. En primer lugar, el protagonismo ejercido por el nacionalismo catalan, que ha actuado como ariete, fuerza de arrastre o ejemplo para otros territorios y movimintos nacionales. En segundo lugar, un rasgo comin ha sido la voluntad de oposicién inicial (frontal o mas matiza- da) por parte de los di ionalistas espanales a los cambios, y finalmente de negociacién pragmatica. En todo caso, esta negociacién o adaptacién se ha hecho siempre desde un discurso sospechoso ante la «diferencia», y desde posiciones de fuerza respectiva muy desigual: favorables por parte del Estado. En mi opinion en el periodo 1975-1977 —que es el momento de mayor apertura de todos los trazados— solo se produjo una modificacién —posiblemente una ocultacién pragmatica— del nacionalismo espaiiol, pero un paso incompleto hacia una verdade- ursos ne * Aunque excesivo, es imprescindible Xacobe BASTIDA: La nacién espafola y el nacionalismo constitucional, Barcelona: Ariel, 1998 Gregorio PECES BARBA: La elaboracién de la Constitucién de 1978, Madrid: CEPC, 1988, p. 48. wn a El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad_. ra politica basada en el reconocimiento. Asi, una oportunidad perdida fue la de la premisa lingiiistica (asimétrica simbélicamente y de facto) que afirma la obligacién de todos los espanoles de conocer el espaiil, pero no las demas lenguas espafiolas”’”. Pocas constituciones establecen la obligacidn de que sus ciudadanos «conozcan» una lengua, en la que es una extrafia afirmacién™, Se trata de un ejemplo manifiesto de nacién. (y nacionalismo) cultural. La nacién dibujada por la Constitucién no es culturalmente neutral, y por lo tanto es un fundamento dudoso para un modelo de nacién puramente civica (o su desarrollo en el patriotismo constitucional). Ademés esta afirmacién cultural tiene efectos juridicos de gran alcance: por ejemplo para el acceso a la ciudadania por parte de extranjeros. Se repite en delinitiva, y como ya vimos en la Constitucion de 1931, el hecho de que el Estado no asume ninguna responsabilidad en la proteccién o fomento de las demas lenguas, tarea que queda en ex- clusiva en manos de los poderes autonémicos (pero siempre de manera subordinada) lo cual es una fuente continua de conflictos y recelos, 1978-2017: éAL FIN, LA DIVERSIDAD? El periodo que arranca en 1978 ha estado marcado por una decidida descentralizacion administrativa —de la que la generalizacion de co- munidades auténomas es el rasgo caracteristico, pero también el man- tenimiento de las estructuras prvinciales— al mismo tiempo que por una vigorosa redefinicién del poder central en lo que respecta ala toma de decisiones en numerosos asuntos clave: asi pricticamente todos los relativos a las relaciones con la C.E.E, por ejemplo, pero también de aspectos directamente relacionados con la gestian de la autonomia ad- ministrativa, como sucede en materia de financiacién. Ademéas la apli- cacién en noviembre de 2017 del articulo 155 en territorio catalan, es el 7 Manuel ALCARAZ: Fi pluralismo lingiiistico en la Constitucion Espaiiola, Madrid: Congreso de los Diputados, 1999, * Clare MAR-MOLINERO: «Ihe Iberian Peninsula: Conlicting Linguistic nationalisms» en Stephan BARBOUR, Cathie CARMICHEL (eds.): Language and Nationalism in Europe, Oxford: Oxford University Press, 2002, pp. 83-104. 56 Ferran Archilés ejemplo de que el poder central del Estado se mantiene intacto frente a cualquier aspiracién de los poderes autonémicos. La descentralizacién queda tutelada por el poder central y resulta ser sorpendentemente «re- versible». Sin embargo, por lo que respecta al ambito de los «imaginarios» de la nacién espaiiola, su descentralizacién o al menos el fomento —el «re- conocimiento»— de su diversidad es una asignatura pendiente. Es algo mas que anecdética la dindmica del Instituto Cervantes que eligid la letra A como simbolo (y que inicialmente Ilegé a rechazar el fomen- to internacional de las demas lenguas espafiolas entre sus actividades), La politica cultural y artistica diseftada y gestionada desde el Estado ha estado muy lejos de promover una efectiva diversidad”. La jeraquiza- cién de la diversidad lingitistica, a favor del castellano es, en defnitiva, incuestionable!™. La esfera comunicativa nacional —por ejemplo en el cada vez mas decisivo ambito audiovisual— sigue anclada en pautas propias de un pais centralista!!. No es casualidad, en este sentido, que buena parte de las industrias de la comunicacién —prensa, radio y television— estén radicadas en Madrid. Es la sede ademas de la principal politica estatal de cultura: la mayoria de los museos y la opera, teatros y auditorios deno- minados nacionales estan alli radicados. También es la sede principal de organismos cientificos y de poder académico asi como editorial asocia- do (un modelo de concentracién en la capital similar al de Francia pero no al del Reino Unido, Alemania o Italia). Madrid, en efecto, concentra Giulia QUAGGIO: La cultura en Transicién. Reconciliacién y politica cultural en Espanta, 1976-1986, Madrid: Alianza Editorial, 2014: Luis Elena DELGADO: La nacién singular: fantasias de la normalidad democnitica (1996-2011), Madrid: Siglo XXI, 2014 ‘0 Juan Carlos MORENO CABRERA: El imperio de ia lengua comin. Qué hay detras del espafiolismo lingiiistico, Barcelona: Destino, 2013. 101 Alvar PERIS: «La nacié espanyola en els programes d'infoentreteniment televisiu. Imaginaris culturals, familiaritat i mapes del temps», en Ferran ARCHILES (ed,): Inventar la nacié, Cultura i discursos nacionals a Espanya contemporania, Catarroja: Afers, 2017, pp. 295-329. José CARLOS RUEDA, Carlota CORONADO: La mirada televisiva: ficcién y representacién histérica en Espaia, Madrid: Fragua, 2009, w a El discreto encanto del centralismo o los limites de la diversidad... la practica totalidad de las instituciones del Estado. Cualquier posibi- lidad de compartir alguno de los érganos del Estado (Senado, Tribu- nal Constitucional...) nunca se ha planteado en serio. Madrid, ademas, concentra el grueso del poder financiero del pais. La reinvencién de Madrid como capital de la modernidad —en pug- na evidente con Barcelona— desde finales de los ais setenta ha jugado un papel decisivo en la nueva visién del Estado postfranquista'”. Es una paradoja cuanto menos curiosa que en el momento de maxima des- centralizacién administrativa de la historia contempordnea espaftola, se ista a la hipertrofia de una capital que concentra como no lo ha hizo en ningtin momento histérico anterior tal cantidad de recursos politi cos, econémicos, culturales y simbdlicos!. El Estado de las autonomias no ha puesto en cuestion la identidad nacional espaiiola unitaria: ha combinado una pautada descentraliza- cién administrativa, mediante la (re) invencion de los ambitos regiona- les preexistentes —convertidos ahora en autonémicos— con una nueva idea de nacién postfranquista democratica y en gran medida «banal» pero intensamente unitaria!™. Tras casi cuatro décadas de despliegue del Estado de las autonomias, en ninguna comunidad auténoma se ha generado un movimiento secesionista que no existiera ya antes. El efec- to de emulacién o arrastre respecto a las dos comunidades-faro (Cata- 1m Ferran ARCHILES: «Sangre espafiola, La movida madrilena y la redefi la identidad nacional espaiiola», en Ismael SAZ, Ferran ARCHILES (eds.); La nacién de los espanoles. Discursos y pricticas del nacionalismo espanol en época contempordnea, Valencia, PUY, 2012. pp. 437-462. 1 Germa BEL: Espafta, capital Paris, Barcelona, Destino, 2010; Oscar PAZOS: Madrid es una isla: el estado contra la ciudadania, Barcelona, Los Libros del Lince, 2013; Vicent FLOR: «| Madrid autondmic. La construccién de la capital “total” de la nacié espanyola» en Ferran ARCHILES (ed.): aventar la nacié. Cultura i discursos nacionals a FEspanya contemporania, Catarroja-Barcelona: Afers, 2017, pp. 329-358, to Para una sintesis de lo sucedide en estos afios véase Sebastian BALFOUR, Alejandro QUIROGA; Espatia reinventada, Nacién e identidad desde la Transiciort, Barcelona: Peninsula, 2007; Ferran ARCHILES: «Nacionalismos y culturas politicas en Espana (c. 1975-2010)» en Manuel PEREZ LEDESMA, Ismael SAZ (coords.): Del franquismo a la democracia, 1936-2013, Madrid-Zaragoza: Marcial Pons-PUZ, 2015, pp. 141-174. 58 Ferran Archilés luiia y Pais Vasco) ha actuado sdlo para activar demandas ante posibles discriminaciones y en nombre de la unidad de la nacién (frecuentemen- te bajo el paraguas de la solidaridad interterritorial). El marco autonémico ha cumplido una funcién presumiblemente milar a la de las regiones y sus imaginarios histricos a lo largo de los siglos XIX y XX: apuntalar y fundamentar la nacidn desde lo local. De hecho, con las excepciones de Catalufia y Euskadi el marco autondémico de autogobierno no ha cumplido funciones de construccién nacional alternativa, sdlo regional (sin que el ambito provincial haya desapareci- do ademas como espacio identitario). Habida cuenta que en la mayoria de las comunidades, el gobierno ha estado en manos del PSOE y del PP, cabe senalar que el desarrollo del sentimiento autonémico no pue- de atribuirse a las fuerzas politicas regionalistas minoritarias que hayan podido aparecer, Por otra parte, la construccion de la Comunidad Economica Euro- pea se ha afadido, en definitiva, como un factor decisivo especialmente a partir de los afios ochenta y noventa del siglo XX. La coordinacién o absorcién de algunas de las competencias clasicas de la soberania de los Estados-nacién ha supuesto una redefinicién de los mismos no siem- pre bien digerida'®. Sin embargo, resultaria apresurado afirmar que el Estado-nacion esta en desaparicién en Europa. En primer lugar porque la Unién Europea es basicamente desde sus origenes y sigue siéndolo —y asi reza en el Tratado de Lisboa— una unidn de Estados soberanos. Si en un futuro proximo Europa se encamina o noa ser un Estado 0 una nacidn es materia de especulacidn, pero no una realidad en el presente. Europa como proyecto «posnacional» es sin duda un horizonte pero no una realidad empiricamente constatable, entre otras cosas porque no esta avalada por ningtin sentimiento compartido de identidad compara- ble al de las respectivas naciones —de los respectivos Estados-nacion— que la componen. Cualquier intento de deslegitimacién de las demandas de los nacionalismos subestatales utilizando el horizonte «posnacional» Una magnifica reflexidn sobre los significados de la soberania y el futuro del estado en europa en Michael KEATING: La isndependencia de Escocia. El autogobierno y el cambio de la politica de la Unién, Valencia: PUV, 2012. nsidad... 59 El discrete encanto del centralismo o los limites de la di europeo como contrapunto o estacién terminus inexorable corre el ries- go de resultar absolutamente inapropiado cuando no contraproducen- te. Todo ello no obsta para que se haya producido frecuentemente un efecto deformante en la mirada producida desde Europa sobre el futuro de la naci6n. Como si de una nueva reedicién del «eurocentrismo» se tratara, desde Europa se plantea la dinamica vivida en la Union europea como una norma mundial. Sin embargo, una mirada a lo que sucede en China, Rusia, Estados Unidos o India (asi como en Iran, Brasil o Japon) muestra exactamente lo opuesto: el Estado y a nacién no estan en abso- luto en cuestién, antes al contrario. Con todo, mas alli de los debates sobre el modelo territorial de Es- tado (aunque posiblemente en conexién) en las dos ultimas décadas he- mos asistido a un proceso generalizado de indefinicion y ansiedad en los relatos nacionales legitimadores de la mayoria de los Estados-nacién europeos, Mientras la identidad europea: mas concretamente la de la Union europea no parece servir como nuevo marco legitimador, las ansiedades entorno a unas identidades nacionales amenazadas se han generalizado. En este sentido las cuestiones relativas a los fenémenos migratorios —en un continente en que la digestion del pasado imperial resulta problematica!°°— han ocupado frecuentemente el centro de los debates en las esferas publicas —o al menos en el debate electoral— de la mayoria de los paises europeos. La idea de una Europa «multicultural» cotiza decididamente a la baja'’’. En paralelo, las dudas identitarias se han trasladado significativamente al relato nacional. Ciertamente, tras 1945 el impacto de la catastrofe comporté el descredito del nacionalis- mo como proyecto politico, y se alteré el significado que la nacién habia tenido en el periodo de entreguerras. Pero la centralidad de la nacién no desaparecié del del trabajo de los historiadores ni de la esfera publica. La historia nacional siguié siendo un je legitimador de las naciones eu- ' Elizabeth BLUETTNER: Europe after empire. Decolonization, Society and Culture, Cambridge: Cambridge University Press, 2017. Rita CHIN: The crisis of multiculturalism in Europe. A history, Princeton: Princeton University Press, 2017. 108 Stefan BERGER: The Past as history. National identity and Historical Consciousness in Modern Europe, Basingstoke: Palgrave, 2015, pp. 285 y ss. 60) Ferran Archilés ropeas y si parecié quedar algo oculta, en las tiltimas décadas ha vuelto a ocupar un lugar central. Aunque este es un fendmeno mal estudiado, describe también el caso espafiol en los afios mas recientes. Una ojeada a las «Historias de Espafia» —obras en uno varios voltimenes— publi- cadas en los tiltimos veinte afios (en un género por otra parte prolifico por el que han apostado casi todas las grandes editoriales espafiolas) muestran el predominio de un nacionalismo metodélogico tan invisible como omnipresente™, La gran pujanza de la historia politica conlleva de manera natural la asuncién del marco estatal como horizonte del relato. Ademas la incorporacién de la diversidad (cultural, lingitistica, étnica o de género) es todavia parcial cuanto no marginal. Por supuesto cada caso es distinto. Pero en mi opinidn, el caso es- pafol no es en suma, demasiado diferente al de sus vecinos. Ansieda- des, conmemoraciones autocelebratorias, y pugna por el relato histérico tanto como por la definicién del marco territorial han marcado la re- vencién del imaginario nacional espafiol. Ciertamente, el traumiatico pasado de la dictadura franquista, y el cardcter abierto de lo que ha dado en ser el Estado de las autonomias, han generado la impresion de una especial indefinicion de la identidad espaiola. Pero probablemente se trata mds de una cuestion de grados que de verdadera anomalia. En definitiva, Espaiia es ahora como antes, un pais tan extrafio como cual- quier otro, CODA: UN CENTRALISMO BANAL El rechazo al nacionalismo espanol franquista dejé un vacio dis- cursivo explicita, frecuentemente lamentado. La formula de la «nacién de naciones» nunca acabé de cuajar por su vaguedad y el «patriotismo constitucional» que surgié en la década de los noventa se convirtié en un codiciado objeto de deseo —por el que pugné la izquierda tanto como la dercha espafiola— que a la postre tampoco dejo un legado apreciable. 1 Me refiero en exclusiva a las obras académicas, puesto que en las abundantes obras presentadas como «otras», «verdaderas® u wocultas» historias de Espafa el nacionalismo es no sélo metodolégico sino explicito. El discreto encanto del centralismo o Los limites de la diversidad... 61 En ambos casos se planteaba superar cualquier herencia “nacionalista’, y en el caso del patriotismo constitucional se buscaba desacreditar los nacionalismos alternativos. Ha sido la quintaesencia de un hipotético modelo de nacién civica «sin nacionalismo» —pero con patriotismo— frente a los nacionalismos «étnicos» adversarios. El eje fundamental de la accion politica espafola en democracia ha sido la modernizacién del pais (en sus versiones socialdemocrata, socia- liberal o conservadora). Esta modernizacién ha comportado siempre la voluntad de redefinir los imaginarios de lo espafiol. El «regeneracionis- mo» de los primeros gobiernos socialistas y la «Espaiia sin complejos» de la era de Aznar tenian unos horizontes nacionales unitarios, incues- tionables. Y «modernos». El imaginario de la diversidad cultural del pais fue siempre secundario. Madrid como polo central de Espatia fue reforzado por todos los par radial del AVE como metafora maxima). dos en el gobierno (con el diseno del plan Mas alla de la accion estatal/institucional, la transformacion de las estructuras econémicas y sociales y el acceso a una sociedad de consu- mo y de la informacidn sentd las bases para un despliegue sin preceden- tes historicos de los imaginarios de la nacién espafiola, con el ambito audiovisual en un lugar destacado. El «consumo de nacién» espaiola ha ido apoyandose cada vez en la propia sociedad civil (sin entrar en con- flicto eso si, con el ambito estatal/institucional). Es por esto que merece la pena considerar muy seriamente el enorme peso que ha alcanzado la produccién y difusion —y la aceptacion— de un «nacionalismo banal» espafiol. Desde esta 6ptica, los lamentos sobre la ausencia o invisibilidad de la nacién espafiola de lo espanol explicitamente proclamado care- cen en gran medida de sentido. Cualquier comparativa con otros paises de nuestro entorno deberia atender a esta dimensién, pues la «banali- cién» de las naciones es un rasgo compartido. Como lo son, por otra parte los lamentos en Europa sobre la crisis del Estado-nacion. Ahora bien: ;dénde queda la diversidad en esta nacién banal? En el momento presente, Espaiia es un pais administrativamente, te- rritorialmente muy descentralizado. Pero en el imaginario nacional de una gran mayoria de la poblacién la diversidad no parece tener un facil encaje. Especialmente la diversidad lingitistica. Ha fallado la politica del 62 Ferran Archilés «reconocimiento»: en ambitos institucionales y en la sociedad civil. En realidad ni se ha intentado. La paradoja espafiola es por tanto, la de contar con un modelo terri- torial mas descentralizado que su imaginario nacional. El peso del ima- ginario de una nacion cultural concebida en términos muy estrechos y excluyentes para una parte amplia de la poblacién (y el rechazo simé- trico en sectores de las naciones o culturas alternativas) es un lastre que amenaza con aplastar toda idea de Espana como «nacién de naciones» O simplemente como una nacién con futuro.

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