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Ensayo: 

 
“El Hombre en busca de sentido” 
 
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1. Escriba 3 caracteristicas del Contexto donde se desarrolla la historia. 
2. Escriba el/los objetivos que tenía el personaje para sobrevivir al encierro/campo de
concentración. 
3. Escriba una razón por la que algunos no sobrevivían. 
4. Escriba 3 estrategias/tácticas de supervivencia. 
5. Escriba 2 conclusiones del autor referente a su historia. 
Según Viktor Frankl (1905-1997), autor del libro El hombre en busca de sentido , la respuesta sería
que no hay un sentido de la vida, sino muchos, tantos como personas habitan la Tierra. No hay que
buscar un sentido abstracto de la vida, sino el sentido que cada uno de nosotros le demos a la vida
en cada una de las etapas de nuestro desarrollo personal; estarán determinadas por una misión, un
cometido que llevar a cabo en cada momento. El autor intenta ayudar a responder a ésta y otras
preguntas existenciales a través de sus conocimientos y su experiencia en los campos de
concentración nazis. Al lector le provoca una continúa y profunda reflexión.

Viktor Frankl, ( 1905-1997) fue un neurólogo y psiquiatra judío austriaco, fundador de la logoterapia;
una psicoterapia centrada en el sentido. A diferencia del psicoanálisis, más introspectivo y
retrospectivo, la logoterapia mira menos hacia nuestro pasado y más hacia nuestro futuro, a los
valores y al sentido de la vida intentando descubrirlos en nosotros mismos. Para Viktor Frankl "ser
hombre implica dirigirse hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea realizar un valor,
alcanzar un sentido o encontrar a otro ser humano" Otra faceta muy interesante y pragmática de la
logoterapia es una técnica a la que llama, "intención paradójica". A través de ella, el autor ayuda a
sus pacientes a luchar contra los miedos, ya que estos pueden ser la causa, a veces, de aquello que
tememos. También trata de controlar la hiperintención, que es precisamente lo contrario: el
excesivo deseo de algo perjudicaría, en cierta manera, su realización final. La "intención paradójica"
consistiría en inducir al paciente a realizar lo que teme como método de sanación.

Todos estos conocimientos llevan implícitos su experiencia en cuatro campos de concentración


nazis, hecho que Viktor Frankl comparte con nosotros en la primera parte del libro, y en la que hace
un análisis en primera persona de cómo afecta psicológicamente al ser humano estar sometido a
unas situaciones tan extremas y dramáticas.Todo esto es muy estimulante en la época actual
dominada por un vacío existencial y marcada por un nihilismo que afecta a parte de la sociedad de
nuestro tiempo. Especialmente en lo que se refiere a la perdida de valores, tradiciones y
escepticismo hacia los dogmas religiosos y hacia todo lo preestablecido. El hombre en busca de
sentido ayuda a una introspección sobre nuestra experiencia vital; nuestras capacidades,
aspiraciones, deseos, limitaciones… Propone proyectarla de manera pragmática y positiva, y para así
dirigirla a un proceso de desarrollo personal hacia el futuro. Y con el mismo proceder en lo relativo a
los miedos e inseguridades, y tras un proceso etiológico y de aceptación, enfrentarse mejor a ellos,
minimizandolos, controlandolos y transformandolos hacia un mayor crecimiento individual.
‹‹Un psicólogo en un campo de concentración››. Este libro no pretende presentar un informe sobre hechos y
acontecimientos históricos, sino un relato de vivencias personales, unas experiencias vividas por millones de
personas. Es la historia de un campo de concentración ‹‹vista desde dentro››, contada por uno de sus
supervivientes. No se detiene en detallar el interminable catálogo de las monstruosas atrocidades cometidas,
que ya han sido suficiente y prolijamente descritas (aunque no siempre y todos las creyeran); más bien se
detiene en narrar la otra lista interminable de los menudos tormentos diarios. O para decirlo en otras palabras,
intenta dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo afectaba el día a día en un campo de concentración en la
mente, en la psicología, del prisionero medio?
 
La mayoría de los sucesos que aquí se describen ocurrieron en los pequeños campos –donde se llevó a cabo
la mayor parte del exterminio real-, y no en los campos grandes y famosos. Tampoco cuenta el testimonio del
sufrimiento y la muerte de los héroes y los mártires, ni de los prisioneros de privilegios especiales por gozar
de la confianza de los guardias de las SS.
(…)
Bajo el influjo de un entorno que no reconocía la vida y la dignidad del hombre, que le despojaba de la voluntad
y lo reducía a ‹‹carne de exterminio›› (eso sí, después de exprimirle hasta la última gota de sus fuerzas
físicas), el yo personal prescindía de sus principios morales. Esa crisis significaba un momento crucial, pues
si en un supremo esfuerzo por conservar la dignidad humana, el prisionero no luchaba por mantener sus
principios, terminaba por perder la conciencia de su individualidad –un ser con mente propia, con voluntad
interior e integridad personal- y se consideraba a sí mismo una simple fracción de una enorme masa de gente:
la existencia descendía a un nivel animal.
(…)
En ese estado de embriaguez nostálgica se cruzó por mi mente un pensamiento que me petrificó, pues por
primera vez comprendí la sólida verdad dispersa en las canciones de tantos poetas o proclamada en la
brillante sabiduría de los pensadores y de los filósofos: el amor es la meta última y más alta a la que puede
aspirar el hombre. Entonces percibí en toda su hondura el significado del mayor secreto que la poesía, el
pensamiento y las creencias humanas intentan comunicarnos: la salvación del hombre sólo es posible en el
amor y a través del amor. Intuí cómo un hombre, despojado de todo, puede saborear la felicidad –aunque sólo
sea un suspiro de felicidad- si contempla el rostro de su ser querido. Aun cuando el hombre se encuentre en
una situación de desolación absoluta, sin la posibilidad de expresarse por medio de una acción positiva, con el
único horizonte vital de soportar correctamente –con dignidad- el sufrimiento omnipresente, aun en esa
situación ese hombre puede realizarse en la amorosa contemplación de la imagen de su persona amada.
Ahora sí entiendo el sentido y el significado de aquellas palabras: ‹‹Los ángeles se abandonan en la
contemplación eterna de la gloria infinita››.
 
Tomado del libro “EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO” del doctor VICKTOR FRANKL. Editorial HERDER.
 
VIKTOR FRANKL. Nació en Viena (Austria) en una familia de origen judío, el 25 de marzo de 1905 y murió el 2
de septiembre de 1997 en Viena. Estudió medicina y se especializó en neurología y psiquiatra; y, fundó la
logoterapia[1]. Estuvo en campos de concentración -Auschwitz uno de ellos-, entre 1942 y 1945 y pese a
todo lo sufrido, sobrevivió gracias a su fuerte convicción de que todo lo bueno y lo malo se encuentra en el
poder de la mente.
 
 
En el otoño de 1942, junto con su esposa y sus padres, fue deportado al campo de concentración de
Theresienstadf. En 1944 fue trasladado a Auschwitz y posteriormente a Kaufering y Türkheim, dos campos
de concentración que dependían del de Dachau. Fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército
norteamericano. Vicktor Frankl sobrevivió al holocausto pero su esposa y sus padres fallecieron en campos
de concentración.
 
La experiencia vivida le inspiro el libro “El hombre en busca de sentido”, escrito en 1945.
  
Hasta 1971 dirigió la policlínica neurológica de Viena y dictó clases hasta los 85 años; en 1955 recibió el
doctorado de filosofía; a partir de 1961 dictó clases en las Universidad de Harvard, Stanford y otros centros
académicos en Estados Unidos; fue un gran escalador de montaña y piloto de avión; publicó más de 30
libros traducidos a numerosos idiomas y recibió 29 doctorados Honoris Causa.
 
En su libro “El hombre en busca de sentido”, el doctor Vícktor Frankl nos regalaría las siguientes reflexiones:
 
“El prisionero de un campo de concentración tenía un miedo brutal a tomar decisiones o a adoptar cualquier
tipo de iniciativa. Era la consecuencia del fuerte sentimiento de saberse un juguete de destino, como si el
destino irremediablemente se hubiese apoderado de uno; era mejor no pretender interferir y dejarle seguir su
propio curso”.  
 
(…)
 
“Además de su función como mecanismo de defensa, la apatía de los prisioneros era también el efecto de
otros factores. El hambre y la escasez de sueño la agudizaban -como sucede en la vida normal-, y también la
irritabilidad general, otra de las características de la psicología de los prisioneros de los campos de
concentración. La falta de sueño se debía en buena parte a la plaga de pulgas que infestaban los
superpoblados barracones sin ninguna medida de higiene ni de atención sanitaria. Súmese, además, la
ausencia total de esos productos que en la vida ordinaria aplacan o mitigan la sensación de apatía e
irritabilidad. La cafeína y la nicotina.
 
A estas causas físicas se asociaban también las psicológicas, casi siempre en forma de ciertos complejos.
Buena parte de los prisioneros sufrían una especie de complejo de inferioridad. Todos fuimos –o creímos
ser- ‹‹alguien›› en nuestra existencia anterior al internamiento. Ahora se nos trataba como si fuésemos un
‹‹don nadie››, como si casi no existiésemos”.
 
(…)
 
¿No existe una libertad espiritual frente a la conducta y al entorno? ¿Es correcta la teoría que nos presenta el
hombre como un producto de unos factores condicionantes, bien sean de naturaleza biológica, psicológica o
sociológica? ¿Acaso el hombre es un mero producto fortuito del sumatorio de esos factores? Y, lo que es
más importante, ¿demuestran las reacciones psicológicas de los internos que el hombre es incapaz de
escapar a la influencia de las circunstancias externas, cuando éstas son tan asfixiantes como las reglas de
un campo de concentración? ¿Carece el hombre de la capacidad de decisión interior de elegir cuando las
circunstancias externas anulan o limitan la libertad de elegir su comportamiento externo?
 
Puedo contestar a las preguntas anteriores desde la óptica de la experiencia y también con arreglo a los
principios. Las experiencias de vida en un campo demuestran que el hombre mantiene su capacidad de
elección. Los ejemplos son abundantes, algunos heroicos; también se comprueba cómo algunos eran
capaces de superar la apatía y la irritabilidad. El hombre puede  conservar un reducto de libertad espiritual,
de independencia mental, incluso en aquellos crueles estados de tensión psíquica y de inteligencia física.
 
Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los
barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuese muchos,
pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo
una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al
destino- para decidir su propio camino”.

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