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OBLIGACIONES DE HACER
§ 1. CONCEPTO
Como en general no lo hace el código, las obligaciones de hacer no han
sido legislativamente definidas. Estas obligaciones pueden ser
conceptuadas como aquellas en las que el deudor se compromete a realizar
una actividad material o intelectual a favor del acreedor, actividad con la
que este último alcanza el objeto de la relación obligatoria. Se suele afirmar
que en las obligaciones de hacer se prescinde casi en lo absoluto de las
cosas, como lo refiere una connotada doctrina italiana. Esta afirmación no
es del todo correcta si ha de considerarse que es justamente a través de la
actividad material o intelectual que el acreedor alcanza, por lo general, algo
material. Si, por ejemplo, el deudor, en calidad de pintor notable, se
compromete a pintar un cuadro, sería lícito calificar a esta obligación como
una de “hacer”, sin embargo, el producto de la actividad del deudor dará
como resultado un cuadro pintado, el mismo que, como tal, no tiene sino la
condición de “bien” y en tal sentido se erige como presupuesto de la
obligación. Cuando menos en este ejemplo no se puede prescindir de
aquella entidad objetiva denominada “bien”. Incluso, en el desarrollo de las
actividades materiales, con respecto al “modo”, la calidad de los materiales
(o bienes) adquieren una enorme importancia, en razón de que es a través
de ellos que el deudor podrá materializar la prestación.
En las obligaciones de hacer adquiere una enorme relevancia la
actividad a ser desarrollada por el deudor. Sin embargo, ello no significa
que sólo en estas obligaciones la conducta del deudor sea primordial, ya
que también en las obligaciones de dar se hace necesaria la realización de
una determinada actividad, sin la cual es imposible que el acreedor alcance
el objeto que ha de satisfacer sus expectativas.
Habría que preguntarse, en esta categoría obligacional, si el deber
primario de actuación a cargo del deudor ¿se puede limitar únicamente a
este deber?, es decir con absoluta exclusión de deber de “entregar”
considerado en esta relación obligatoria como deber secundario, de tal
modo que se agotaría o se extinguiría con el sólo desempeño de la actividad
prometida. La respuesta a esta pregunta es afirmativa: sí es posible que el
comportamiento del deudor se circunscriba a un puro comportamiento y
específicamente relacionado con el deber primario de actuación, como
acontece cuando, por ejemplo, un pintor notable se compromete a pintar un
retrato familiar en una las paredes del salón de la casa del acreedor. En
efecto, finalizada la labor del pintor notable, éste en calidad deudor no hará
“entrega” de “algo” material al acreedor, en razón de que la actividad del
deudor se ha materializado en un objeto que se halla poseído por el
acreedor.
Pueden incluirse en este tipo de obligaciones a las que contienen un
deber de custodiar, como el que se presenta en las obligaciones que se
generan del contrato de suministro; y, también aquellas obligaciones que
incluyen un deber de desplazar, como aquel que se incluye en las
obligaciones que se originan del contrato de transporte. Siendo así, no
habría razón ni argumento válido que impidan la inclusión de estas formas
obligaciones en rubro general de las obligaciones de hacer, en calidad de
tipos especiales de relaciones obligatorias, cuya actividad material o
intelectual es preponderante sobre cualquier otro deber jurídico de
actuación.
§ 2. DIFERENCIAS ENTRE LAS OBLIGACIONES DE DAR Y HACER
En principio, ambas obligaciones son positivas. La obligación de dar
implica una “entrega”, obviamente de un bien; sin duda que esta entrega se
realiza a través de una actividad, sin embargo, esta actividad no es
propiamente lo que busca el acreedor, sino el bien que se le ha de entregar
mediando aquella labor. En la obligación de hacer se contrata,
esencialmente, “una actividad” del deudor; no obstante ello, y de manera
frecuente, esta labor fundamental a ser desarrollada por el solvens se
materializa en “algo”, en un bien, lo que en forma alguna conlleva a la
relación obligatoria a asumir la denominación de obligación de dar. En una
forma obligacional los bienes desempeñan un rol preponderante y en la
otra, en varias situaciones se puede llegar a prescindir de aquellos objetos
en el cumplimiento estricto del deber primario de actuación, sin que ello
proponga la posibilidad de una obligación sin objeto.
El hecho que se hallen diferencias entre las obligaciones de dar con las
de hacer, no significa que tengan un desarrollo incompatible en la dinámica
obligatoria, pues es fácil hallar vinculaciones con deberes de actuación
referidos a una y otra forma obligacional. La pretensión en este parágrafo
es simplemente poder de relieve al objeto en las obligaciones de dar, aun
cuando este tipo de vinculación exija de un comportamiento para que el
acreedor alcance el resultado; y, en contrapartida, poner de relieve la
“actividad” en las obligaciones de hacer, las que, podrían prescindir de la
“entrega” del objeto, al encontrarse ya en poder del acreedor.
§ 3. LAS OBLIGACIONES DE HACER EN SUS DIVERSOS ASPECTOS
1. FUNGIBILIDAD Y NO FUNGIBILIDAD DE LA PRESTACIÓN
Tratándose de las obligaciones de dar, la fungibilidad se refiere
fundamentalmente al objeto; en tanto que en las obligaciones de hacer la
fungibilidad incide, esencialmente, sobre la prestación. Atendiendo a la
preponderancia de la prestación, las obligaciones de hacer pueden tener la
calidad de fungibles o de no fungibles. Se había afirmado en el capítulo
segundo de este volumen que la fungibilidad quiere decir posibilidad de
sustitución o aptitud de las cosas para ser recíprocamente sustituidas por
otras, de tal modo que puede un bien ser fungible sin ser consumible (punto
1 del § 35), en este sentido, se marca un distanciamiento radical del
significado estricto otorgado por la Real Academia Española, la misma que
entiende que un bien es fungible cuando se agota con el uso o es
consumible.
Las obligaciones de hacer se configuran como auténticos
comportamientos a ser desarrollados por el deudor, en este sentido, el
término fungibilidad tiene que ser adaptado al tipo obligacional
correspondiente, de allí que, siendo nuestro centro de atención las
obligaciones de hacer, habría que referirnos a la fungibilidad de la
prestación y no tanto del objeto que puede materializarse por aquel
comportamiento. Es suma, no hay manera de evitar que las obligaciones de
hacer puedan ser calificadas de fungibles o no fungibles. Dicho de otro
modo, la labor del deudor, por lo general, puede ser sustituida por la
actividad de otra persona, lo que no puede ser impedido por el acreedor;
excepcionalmente, esta actividad tiene que ser desarrollada por el mismo
deudor cuanto se ha pactado en este sentido, cuando la ley así lo dispone o
cuando se trate de obligaciones personalísimas en estos casos el deudor
tiene que cumplir personalmente el deber de prestación. En conclusión:
a) una obligación de hacer es fungible cuando la actividad del deudor puede
ser reemplazada por la de otra persona tercero; y, b) una obligación de
hacer no es fungible cuando la labor del deudor no puede ser reemplazada
por la de otro sujeto (como en el caso de las obligaciones intuito personae),
a no ser que el mismo acreedor lo consienta. En el mismo sentido se ha
pronunciado, una doctrina cuando señala: “Algunas obligaciones de hacer
son infungibles (retro, §99, n. 5), en el sentido de que su cumplimiento no
puede ser obra sino del deudor en persona; así, en ciertas figuras de
obligaciones de contrato de obra, y, a veces, de contrato de trabajo y
similares. De ordinario, las obligaciones son fungibles, o sea, que pueden
ser cumplidas también por un tercero”. Sobre el cumplimiento por tercero
se remite al lector al punto 3 del § 43 de este trabajo.
2. INSTANTÁNEAS Y PERMANENTES
Las obligaciones de hacer pueden hallarse referidas a un cumplimiento
instantáneo o a uno permanente. Una obligación de hacer es instantánea
cuando el deudor la cumple mediando una sola actividad, desarrollada en
un “instante”, por ejemplo, firmar una escritura pública; la firma de una
escritura pública, para suscribir un acto jurídico formal, no requiere sino de
algunos pocos segundos. Una obligación de hacer es permanente cuando la
actividad del deudor tiene que ser desarrollada en todo momento o por lo
menos en varios momentos, requiriéndose, por lo tanto, de un tiempo
mucho mayor al necesitado para el cumplimiento de una obligación
instantánea. A su vez, las obligaciones permanentes pueden ser
subdivididas en continuadas o periódicas. Una obligación es calificada de
“continua” cuando la permanencia es ininterrumpida, como en el contrato
de depósito o los contratos para la provisión de servicios públicos; los
depositarios y las empresas prestadoras de aquellos servicios realizan una
actividad “continua”. En cambio, la obligación es denominada “periódica”
cuando la labor del deudor a ser desarrollada no se realiza de manera
continua, sino que se ve interrumpida por algunos espacios de tiempo
(como las que tienen lugar como consecuencia del contrato de trabajo).
3. DE OBRA O DE SERVICIO
Las obligaciones de hacer, siempre referidas a una actividad a ser
desarrollada por el deudor, pueden referirse a una obra o a un servicio. Los
contratos de obra, regulados en los artículos 1771-1789 del Código Civil,
implican el desarrollo de una actividad material a cargo de un contratista;
por lo tanto, las obligaciones que se generan de los contratos de obra, son
obligaciones en las que el deber de prestación está delineado para el
desempeño de una actividad material (una obra). La locación de servicios
contemplada en los artículos 1755-1763 del Código Civil, está referida al
desarrollo de una actividad a cargo del locador; esta actividad debe
circunscribirse a la prestación de un servicio, normalmente profesional,
servicio que puede ser material (labores de ingeniería) o intelectual
(asesoramiento jurídico); de consiguiente, el contrato de locación de
servicios genera una obligación cuya deber de prestación se limita a la
prestación de una actividad, por lo común profesional y además que tiene la
nota característica de corresponder a un deber que se justifica por el mero
desarrollo de la actividad, con independencia del resultado a obtenerse, se
erige, en suma, como auténtica obligación de medio, en la que es suficiente
que el deudor ponga de su parte lo necesario para que se obtenga el
resultado, aunque éste sea, al final, negativo.
4. EL DEBER DE ESCRITURAR
Se ha discutido sobre si el deber de escriturar es un deber de actuación
que corresponde a una obligación de dar o a una obligación de hacer.
Teniéndose presente que el mismo lleva una actividad a cargo del deudor,
este deber se halla contenido, como deber primario de actuación, en una
obligación de hacer. La suscripción de una escritura pública, por ejemplo,
constituye un modo de actuación con independencia de los efectos que
produzca el mismo; es decir, una vez cumplida la formalidad, sin duda que
este acto podrá provocar muchos efectos; sin embargo, estos efectos son
independientes de la naturaleza del acto realizado por el deudor. Al
firmarse una escritura pública, lo que busca el acreedor no es la entrega de
“algo”, sino la “constitución” de algo, aun cuando esto genere, de
inmediato un determinado derecho real.
§ 4. EL OBJETO EN LAS OBLIGACIONES DE HACER
En el capítulo cuarto de este volumen se ha distinguido entre objeto y
prestación, habiéndose afirmado que el objeto de la obligación está
integrado por bienes y utilidades, en tanto que la prestación es puro
comportamiento. Tratándose de las obligaciones de hacer lo que debe
ponerse de relieve es la prestación, entendida que ésta importa única y
exclusivamente un comportamiento; sin embargo, a pesar de que el objeto
se muestra desplazado por el comportamiento, también las obligaciones
tienen aquel presupuesto material denominado “bien” o “utilidad”.
Tratándose de la obligación de hacer por la que un pintor notable se
compromete a pintar un cuadro, el objeto de esta obligación es el cuadro
pintado. La prestación, en las obligaciones de hacer, así como en todas las
demás, permite que el acreedor pueda alcanzar el objeto materia de la
obligación.
El problema relacionado con el objeto es el relativo a la
“imposibilidad”, en la medida de que no queda claro si la imposibilidad se
refiere al objeto de la obligación o a la prestación. La imposibilidad a la
que se refiere el Código Civil en los artículos 1154 a 1156, es una
imposibilidad sobrevenida, ya que adviene como consecuencia de la
presentación de hechos que se presentan después de que la obligación ha
sido debidamente configurada.
Para efectos de los artículos 1154 a 1156, la imposibilidad jurídica
queda reducida a su mínima expresión, pues ésta constituye un supuesto
más de ilicitud que para el presente caso se muestra cuando se ejecuta un
acto contra la norma. Un caso de imposibilidad jurídica sobrevenida
podría ser aquella que se presenta cuando el objeto materia de la obligación
queda fuera del comercio de los hombres. La imposibilidad que
sobrevenga, una vez configurada la obligación, tiene que sostenerse en un
hecho y no en aspectos jurídicos, estos advienen si se produce el
cumplimiento a pesar de que la prestación devino en imposible por
disposición normativa. De otro lado, se ha dicho (en el número 1 del § 25
de este volumen) que la imposibilidad únicamente afecta a la prestación y
no al objeto; ratifica esta afirmación el hecho que el código, regula los
supuestos de imposibilidad de la “prestación” y no del objeto, aunque no
faltará alguien que sostenga que la norma que se refiere a la prestación, la
entiende como objeto de la obligación, criterio ampliamente objetado en el
capítulo cuarto de esta investigación.
§ 5. LA PRESTACIÓN EN LAS OBLIGACIONES DE HACER
Siendo preponderante este componente, se hace imprescindible revisar
nuevamente la relación existente entre el deber primario de actuación con
el deber secundario, pero ahora con estrecha vinculación a la específica
labor del deudor, con primacía del objeto.
1. DEBER PRIMARIO DE ACTUACIÓN
El deber primario se halla identificado con el comportamiento que
permitirá que el acreedor alcanzar el objeto. Sin duda que desde esta
perspectiva, no habría mayor diferencia entre los varios deberes de
actuación presentes en las obligaciones en general, seas positivas o
negativas. El acreedor pacta, en las obligaciones de hacer porque le es
sumamente relevante la labor a ser desempeñada por el deudor, obviando la
presencia del objeto, el mismo que advendrá por efecto de la actividad del
deudor. En cambio, en las obligaciones de dar el acreedor presta su
atención sobre el objeto, a pesar de que, para alcanzarlo, sea necesaria una
actividad, la misma que incluso puede pasar inadvertida para el acreedor.
El deber primario es el deber preponderante y hace que la obligación
asuma determinada denominación. Cuando una persona se compromete a
levantar una pared, ha de considerarse la actividad del deudor como
preponderante y por este motivo aquella relación obligatoria toma el
nombre de obligación de hacer. El deber primario se identifica plenamente
con la prestación, haciendo que tal deber sea exigible cuando el deudor no
lo ejecuta voluntariamente. Sin el cumplimiento del deber primario el
acreedor no puede obtener el objeto materia de la obligación.
2. DEBER SECUNDARIO DE ACTUACIÓN
El deber secundario se relaciona con aquellos comportamientos que
coadyuvan al cumplimiento del deber primario de actuación. Constituye un
deber secundario de actuación la “entrega” que ha de realizar el deudor una
vez concluida la labor diseñada para el cumplimiento del deber primario. Si
el deudor asume pintar un cuadro, debido a sus cualidades personales como
pintor, el deber primario se caracteriza por el número de actividades
necesarias para darle materialidad al cuadro; en cambio, el deber de
“entregar” el cuadro, en nada contribuye en la elaboración de la obra y,
aunque necesario para que el acreedor lo alcance, no deja de ser un deber
secundario. Este deber secundario puede ser omitido, como en el ejemplo,
anteriormente utilizado, en el cual se explica cómo el pintor notable pinta el
cuadro en una de las paredes ubicadas en la sala de la casa del acreedor. En
esta última hipótesis, la labor del deudor se limita a un deber primario de
actuación, el mismo que, al plasmarse en un objeto, no requiere de
“entrega” alguna.
3. OBLIGACIONES DE DAR Y DE HACER A LA VEZ (PREPONDERANCIA DE LA
PRESTACIÓN)