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112 EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA CLÁSICA que Cicerón sigue los criterios éticos

establecidos por la mejor filosofía política griega. Cicerón va en busca de una politeya donde
puedan vivir hombres virtuosos y, en efecto, la vida política recta es para él la mejor manera de
practicar la virtud. Sin embargo, en su mente, a esa politeya no se llega a través de la especulación
racional, sino mediante la aceptación de unas tradiciones políticas. Claro está que esto no lo dice
Cicerón explícitamente, mas la verdad es que, bajo la forma racionalista y especulativa de su
diálogo, De la república se esconde una justificación emocional y una racionalización psicológica
de las instituciones romanas de la época escipiónica.

La lucha de Cicerón porque la cosa pública no fuera monopolio arbitrario de uno sólo puede
encontrar la crítica inevitable que se suele hacer a los pensadores antiguos: que el concepto de lo
público se refiere tan sólo a un número limitado de personas, los ciudadanos. Empero, hay que
insistir que en la formulación lógica de su pensamiento, Cicerón hace unas generalizaciones que se
convierten en postulados ineludibles para nosotros, herederos culturales de la sabiduría social por
él representada. Para él la cosa pública es, y debe ser, la cosa del pueblo: «Es pues la República
cosa del pueblo, considerando tal, no a todos los hombres de cualquier modo congregados, sino a
la reunión que tiene su fundamento en el consentimiento jurídico y en la común utilidad. Ahora
bien: la primera causa de esta agregación de unos hombres a otros es menos su debilidad que un
cierto instinto de sociabilidad en todos innato.» «Cada forma de gobierno... recibe su verdadero
valor de la naturaleza o de la voluntad del poder que la dirige. [Por lo tanto] la libertad... no puede
existir verdaderamente sino allí donde el pueblo ejerce la soberanía.» «Cuando el pueblo sabe
mantener sus prerrogativas... sólo entonces es la cosa pública cosa del pueblo.»" Mas su intento
de conciliar el principio aristotélico de la sociabilidad innata, y el del gobierno popular con la
estructura aristocrática de la República anterior a las guerras civiles en la que él sueña, lleva a
Cicerón a restringir, según sus principios de constitución mixta, todo tipo de democracia extrema:
La igualdad de derecho o de la democracia es una quimera imposible, y los pueblos más enemigos
de toda dominación y de todo yugo han conferido los poderes más amplios a algunos de sus
elegidos, fijándose con cuidado en la importancia de los rangos y en el mérito de los hombres.20
Lo cual está de acuerdo con su profunda actitud de desdén frente a las clases humildes, a las que
considera irremediablemente estúpidas e ignorantes. A la masa hay que gobernarla sm permitir
que se desmande, satisfaciendo en lo posible sus simples deseos, pero impidiendo que intervenga
en las decisiones 19. I, xxv. xxxv. 20. Ibid., I, xxxiv. LA FILOSOFÍA SOCIAL EN EL MUNDO ROMANO
113 políticas responsables, pues «no hay incendios ni tempestades más difíciles de apaciguar que
la insolencia y el furor de la muchedumbre».2 ' En esto hay también que hacer justicia a Cicerón e
insistir en el hecho de que el prejuicio antiplebeyo está profundamente enraizado en la mayoría de
los autores de la Antigüedad, miembros en su inmensa mayoría de las clases poderosas o
acomodadas. En el terreno de lo moral Cicerón es más auténtico. Su vinculación de la filosofía
estoica a las ideas jurídicas romanas, su reelaboración de la concepción iusnaturalista, heredada
de Crisipo a través de Panecio, y que hemos puesto ya de relieve, le confieren una importancia
singular. La igualdad de los hombres es absoluta, si nos atenemos al derecho natural, no sólo
porque hayan nacido iguales sino, como vimos al ocuparnos del estoicismo, por su capacidad de
discernir lo bueno de lo malo.22 La moral es la instancia suprema de nuestras acciones, de modo
que, gracias a ella, cualquier ciudadano puede con conciencia tranquila desafiar una ley injusta. De
este modo quería también Cicerón, político hasta el final, justificar su desobediencia y la de sus
conciudadanos frente a las pretensiones tiránicas de hombres como Sila. Pero al margen de toda
conveniencia política, Cicerón es ejemplo, en el mundo clásico, del máximo secularismo y
racionalismo en el entendimiento de lo jurídico: La ley -^-afirma— es la suma razón, inmanente en
la naturaleza, que manda aquellas cosas que han de ser hechas y prohibe las contrarias. Aquella
misma razón, cuando ha sido confirmada en la mente del hombre, es la ley.23 § 5.

LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA: POLIBIO (aproximadamente 205-125 a.C). —


Muchas fueron las consecuencias de la expansión del imperio romano hacia el Oriente. Tras la
guerra en Macedonia contra Mitrídates, la Liga Aquea envió a Roma un millar de rehenes, gentes
selectas y educadas. Su influjo cultural fue decisivo; el más distinguido de ese grupo era Polibio,
quien pasó a formar parte del círculo escipiónico (de 167 a 151 a.C). Polibio es considerado como
el último de los teóricos sociales griegos de importancia, a la par que como el primer historiador
de Roma, aunque no fuera romano. Lo más exacto es, quizás, el describirlo como una de las
primeras figuras del intelectual típico del Imperio, con una preparación genuinamente helenística,
pero plenamente inserto en el nuevo mundo estructurado por Roma. De su obra, la Historia
Universal, dos son los aspectos que nos interesan: primero, su teoría general de la historia
humana, segundo, su interpretación del fenómeno romano. I. Tanto Herodoto como Tucídides
poseen unos esquemas men21. Ibid., I, XLII. 22. Cicerón, De legi, I, 10, 28 y 29. 23. Ibid., I-IV. 114

EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA CLÁSICA tales con cuya ayuda investigan la realidad histórica.
Sin embargo, ninguno de los dos los exponen en forma explícita. Tales esquemas se adivinan
subyacentes en sus obras mismas. Polibio, por el contrario, sin limitarse a su tarea de historiador,
enuncia su propia teoría del saber histórico, con lo cual queda convertido en uno de los
fundadores de la filosofía de la historia. En esto, poca duda cabe, tuvo mucho que ver la formación
filosófica de su juventud.24 Pero, si queremos ser precisos, habrá que decir que Polibio es un
filósofo de la sociedad para quien el método más adecuado para llegar a conocer el universo de las
cosas humanas es el histórico. La situación presente de la sociedad, así como las tendencias
evolutivas que la dominan y que marcarán su futuro, se explican en función de una teoría o
esquema general de la historia de la humanidad. Dicha teoría, más la explicación concreta de los
hechos históricos, es una faena seria y científica cuyo fin no puede ser el de entretener al lector u
oyente. Con esta actitud, Polibio da un paso más en la separación del trabajo historiográfico de la
obra literaria. Hasta el momento en que él escribió su Historia, la mayoría de historiadores
helenísticos discriminaban poco entre leyenda y realidad, y se preocupaban mucho de presentar
sus relatos en una forma animada y hasta divertida, faltando así a los criterios estrictos de su
labor, tal como los sentó Polibio. Éste, dicho sea de paso, no hizo sino seguir criterios antipoéticos
de objetividad planteados ya muy claramente en la obra platónica. Polibio, además, concibe la
exposición de la historia en términos utilitarios: el fin supremo no parece ser el, por otra parte,
necesario conocimiento de la verdad, sino dotar al hombre culto y avezado de elementos de juicio
para que pueda sacar conclusiones eficaces para su vida política o militar. Claro que esto quizá
fuera su manera de justificar su propio oficio de historiador ante hombres tales como su amigo
Escipión. Para alcanzar este grado de seriedad, Polibio exige que el historiador mencione sus
fuentes, busque y se atenga a documentos fehacientes, investigue y describa la topografía de los
lugares sobre los que se desarrollan los acontecimientos, y que posea, en fin, experiencia directa
de la vida de los pueblos. Como otros pensadores, Polibio se siente obligado a ofrecer una
hipótesis sobre el origen de la sociedad.25 Según él, las primeras formas de cohesión social
aparecieron, como entre los animales, de modo instintivo. Mas esta sociabilidad no es la
aristotélica; Polibio hace más énfasis en los aspectos puramente animales. El surgimiento de un
sentimiento moral, que es lo que hace humano al hombre, fue un proceso lento y tuvo lugar
cuando las primeras comunidades llevaban una luenga época de vida. Éstas, en un principio,
estaban dominadas por la fuerza bruta, y la jerarquía que se podía ya notar, procedía del dominio
de los 24. R. von Scala, Die Studien des Polybius. Stuttgart, 1890. 25. Polibio, Historia, VI, 56. Todas
las referencias importantes a la evolución general de la sociedad se encuentran en el Libro VI de
esta obra.

LA FILOSOFÍA SOCIAL EN EL MUNDO ROMANO 115 más fuertes. En cuanto éstos comenzaron a
infligir castigos a los que se desviaban de las reglas de conducta dominantes, el hombre comenzó a
tener una noción de lo ético. He aquí, pues, por primera vez la idea de que la moral apareció como
fruto de la coerción y del castigo, y de que, en principio, su contenido era esencialmente social, no
innato ni religioso. Además, el grupo podía rebelarse contra las arbitrariedades del poderoso, con
lo cual surgía el sentimiento de solidaridad, primigenio de todos los seres morales, según nos
describe Polibio. Naturalmente, ante estas reacciones de la mayoría contra el desafuero, el antojo
y la arbitrariedad, los gobernantes primitivos comenzaron a mandar según preceptos y principios,
con lo que, al sentimiento de moralidad se le añadió el de la razón y el buen sentido. La razón, y su
predominio en la vida de la sociedad civilizada, tiene, pues, un origen evolutivo perfectamente
social, al igual que la ética. La humanidad llegó a la racionalidad y a la moral a través de un proceso
evolutivo natural. A partir de su plena aparición, Polibio considera que la historia propiamente
dicha está puesta en marcha, y cree que su estructura es eminentemente cíclica. Las tipologías
clásicas del pensamiento político heleno cobran en Polibio una especial dínamicidad. Según él, hay
un movimiento histórico mediante el cual cada uno de los tipos puros de sociedad va degenerando
en su tipo impuro correspondiente, y de éste pasa a otro tipo puro. Así, la monarquía degenera en
tiranía, y ésta en aristocracia, al derribar la nobleza al tirano, que no es sino un monarca
degenerado. La aristocracia, a su vez, degenera en oligocracia, y el pueblo, desencantado, se alza
para establecer la democracia. Este sistema político funciona, como la monarquía y la aristocracia,
muy bien en la primera generación, que es la de los hombres que han hecho la revolución, mas a
la segunda, las instituciones vuelven a degenerar. Surge así la ojlocracia (8xXoxpaxia), el caos
general bajo el imperio de las turbas. Del caos se vuelve al estado primario de tipo monárquico. La
idea de ojlocracia es importante. Polibio es el primer pensador que imagina una situación de
disgregación social absoluta; hasta entonces algunos escritores habían expresado un cierto temor
a los desórdenes de la turba o de la plebe, pero Polibio establece el caos como una posibilidad
histórica concreta. Para él la masa es incapaz de regirse en términos de absoluta igualdad: en la
misma democracia gobernaba una élite popular. La degeneración de la democracia consiste en el
triunfo de la mediocridad. Una sociedad completamente igualitaria no puede sostenerse, porque
la difusión absoluta del poder entre todos supondría una guerra universal de cada individuo contra
cada individuo. Es ésta la idea del bellum omnium contra omnes, característica del caos social, al
que Polibio llamó gobierno de la turba u ojlocracia. La única forma política estable que se le
aproxima es la democracia, donde ciertas desigualdades económicas, por ejemplo, persisten. Y la
estabilidad de la democracia es también proble- 116

EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA CLÁSICA mática, pues «la larga asociación debilita» el amor
del pueblo «por la igualdad y la libertad».26 ¿Cómo alcanzar, pues, la verdadera estabilidad? La
respuesta está en la constitución mixta. La politeya de Aristóteles se puede entender como
precedente de la idea polibiana, pero ésta no disminuye por ello en interés, ya que Polibio plantea
su concepto de constitución mixta en términos de equilibrios de poder en el estado, que reflejen a
su vez equilibrios en la constitución de la sociedad. Aunque esta idea de la balanza de poderes no
fuera plenamente desarrollada por Polibio, él es su primer expositor coherente. Como a varias
otras de su teoría histórica, le esperaba un largo y azaroso porvenir. El otro aspecto del
pensamiento social de Polibio está directamente relacionado con esta cuestión. Al plantearse el
problema de la estabilidad en el proceso cíclico general de la historia, Polibio hace referencia a
Roma como la constitución política ideal que expresa un equilibrio de fuerzas sociopolíticas y que,
al abarcar el universo conocido, establece así una era de armonía en medio de un mundo
dominado por una inestabilidad de otro modo inevitable. Según él, Roma encarna los elementos
monárquicos —representados por el poder ejecutivo de los cónsules— combinados con los
aristocráticos —la institución senatorial— y los democráticos —cargos plebeyos, y en especial,
tribunado de la plebe—. En realidad esta visión es más bien una estimación subjetiva de Polibio
que la verdadera realidad de la Roma republicana que él vivió. No cabe lugar a dudas de que la
explicación polibiana de la situación política romana es tendenciosa," en el sentido de que es una
justificación ideológica del statu quo en favor del Senado, con cuya clase social Polibio se hallaba
plenamente identificado, y con quienes seguramente deseaba congraciarse en su calidad de
extranjero e intelectual. Por otra parte tampoco sería muy justo acusarle de poca honestidad en
estas opiniones: es posible que el gran historiador se hubiera convencido a sí mismo de que Roma
cumplía con todos los requisitos de su esquema de constitución mixta, sin darse cuenta de que
todo el poder decisorio estaba de hecho en manos del Senado, de entre cuyos miembros, además,
salían los cónsules. Además, Polibio añade importantes elementos ideológicos a las opiniones a la
sazón corrientes sobre la misión de Roma en el mundo. De entre éstos el más importante es la
introducción de la idea helenística de fortuna y su identificación con la expansión romana. En
Polibio la idea de fortuna llega casi a fundirse con la de providencia. Su Historia comienza
precisamente con una meditación sobre el hecho de que se está produciendo una «catástrofe
general» en el mundo,28 una conflagración universal, que es lo que le mueve a escribirla. Esa
«catástrofe» —en un sentido no peyorativo de la palabra: cambio ingente— consiste en que la 26.
Polibio, Ibid., VI, 9. 27. Jean Touchard y otros, Histoire des idees politiques. París, 1959, vol. I, p.
68. 28. Polibio, op. cit., I, 63, 9.

LA FILOSOFÍA SOCIAL EN EL MUNDO ROMANO 117 fortuna o providencia histórica haya hecho
«que casi todos los asuntos del mundo converjan en una sola dirección, centrándose sobre un solo
punto». Claro está que ese punto es Roma, y que una explicación providencialista de su conducta
en el mundo de la época era muy conveniente a sus hombres. Por otra parte, la atribución de tal
misión imponía al romano unos deberes morales de civilización y pacificación. La fuerte influencia
estoica sobre la obra de Polibio aportaba también este elemento moralizante a su concepción de
la historia romana como misión civilizadora y moralizadora. Su misma visión cíclica está
relacionada con la cosmología estoica, en la que el crecimiento y la decadencia sucesivos tenían un
papel preponderante. Polibio, con un gran esfuerzo de síntesis, intenta superar lo cíclico mediante
el descubrimiento de una tendencia histórica de unificación general. La fusión de todos los
pueblos bajo la estructura imperial romana hace que cesen los ciclos particulares, las historias
locales, las sociedades cerradas, y que comience la verdadera existencia común del género
humano. § 6. Los HISTORIADORES ROMANOS. — La labor de los primeros historiadores de Roma
no es muy relevante para nuestro propósito. Los analistas, como se les suele llamar, se limitaban a
registrar listas de eventos, fechas y datos, con un extremo laconismo. En todo caso la lectura de
sus textos podría iluminar, aún más, lo que ya sabemos sobre la mentalidad de los hombres de la
joven ciudad del Lacio. Aunque los historiadores de los últimos momentos de la República y los del
Imperio alcanzaron un notable grado de excelencia en su menester, la verdad es que no lograron
interpretaciones históricas de la profundidad y vastedad de las griegas. Sin embargo, las
aportaciones romanas en este terreno merecen bastante atención. Cayo Julio César (100-44 a.C.)
fue el primer historiador que rompió con la parca tradición de los analistas, aunque mucho de su
sobriedad pueda percibirse en sus Comentarios a la Guerra de las Galias. Pero la obra de César no
es sólo historia, es ante todo crónica de hechos vividos y justificación política. Se considera que De
bello gallico es un manifiesto político de César en polémica contra Catón, de modo que muchos
críticos ponen en tela de juicio la seriedad de algunos de los datos que ofrece el conquistador de
las Galias. A pesar de ello, tanto esta obra, como sus Comentarios a la Guerra Civil tienen la
importancia de que el autor es a la vez el protagonista de lo relatado. Sabemos que el romano era
ante todo un hombre de acción; pues bien, aquí nos es dable contemplar la marcha de los sucesos
desde la mente de uno de ellos. De todos modos, estrictamente hablando, César no es el fundador
de la historia como género literario en Roma. Sus escritos poseen un interés muy grande para la
historia militar y por ciertos datos antropológicos sobre las tribus transalpinas, pero son, en
conjunto, un documento autobiográfico, y no verdaderos tratados históricos. Si consideramos a
Polibio y César como casos aparte, es Cayo 118

EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA CLÁSICA Salustio Crispo (87 a.C. - 35 a.C.) quien abre el campo
de la ciencia histórica en Roma. Salustio retiróse para dedicarse a las faenas intelectuales tras de
haber llevado una vida un tanto disoluta y políticamente muy activa. De esta decisión, y de su
experiencia con la política, surgen sus obras. Una sobre la Conspiración de Catilina (que tuvo lugar
el año 63), otra sobre la Guerra de Yugurta (cuyas operaciones militares duraron desde el 111 al
105) y otra, las Historias, inacabada, que trata de los años agitados que van desde la muerte de
Sila (78 a.C.) hasta el año 67. Esta última obra no se ha conservado entera y es mal conocida.
Todas las obras de Salustio muestran una cierta preocupación por la cuestión de la supuesta
degeneración de las instituciones sociales. Mas Salustio se explica este problema mediante
interpretaciones individualistas. Para él no son las estructuras las que fallan, sino los individuos
responsables los que caen en la corrupción. Al plantear esta cuestión, Salustio se inscribe en la
corriente general de pesimismo histórico tan típica del mundo antiguo, y cuya primera prueba la
tenemos en Hesíodo, que concibe a la humanidad como si sufriera un proceso paulatino de
degeneración a partir de una imaginaria Edad de Oro. Salustio refleja solamente la tendencia
general, pero la concreta, en cuanto a Roma, a un movimiento de decadencia que, según él,
comienza con la caída de Cartago.2 ' A pesar de este pesimismo no exento de influjos filosóficos,
Salustio es un escritor de tendencias democráticas. Su actuación política había sido al lado de los
populares, el cuasipartido político opuesto a la aristocracia. Salustio hace una descripción
excelente del orgullo de la nobleza, de su crueldad, de su habilidad en engañar a la plebe incauta.
Sólo por esto merece un lugar especialísimo en el pensamiento social clásico. Su habilidad en
descubrir la vida interna de la sociedad dominante y sus añagazas y maquinaciones por
mantenerse a toda costa en su situación de privilegio no le ciegan para entender también la
turbulencia de los bajos fondos de Roma. En cierto momento nos da una imagen casi sociológica
de los orígenes de la plebs urbana, por la que siente un «irónico desdén»: M Por lo que respecta a
la plebe de la ciudad su perdición obedecía a muchas causas. En primer lugar, los señalados en
cada sitio por su ignominia y desvergüenza, los que habían disipado deshonrosamente su
patrimonio y, finalmente, cuantos habían tenido que salir de los lugares patrios a causa de sus
crímenes o su infamia, todos éstos habían afluido a Roma como a una sentina... Además, la
juventud que había hecho frente a la escasez en los campos con el trabajo de sus manos,
ilusionada con las liberalidades del estado y de los particulares había dejado aquellas rudas labores
por el ocio de la ciudad.3 ' 29. M. L. W. Laistner, The Greater Román Historians. Universidad de
California, 1947, p. 53. 30. J. M. Pabón, trad. de Salustio, Catilina y Jugurta, Introd., p. xxix, vol. I.
Barcelona, 1954. 31. Salustio, Conjuración de Cat., 37.

LA FILOSOFÍA SOCIAL EN EL MUNDO ROMANO 119 Mas la virtud descollante de Salustio reside en
su habilidad para explicar situaciones personales y para retratar individuos históricamente
importantes con toda su complejidad psicológica. Su capacidad para el retrato se combina con sus
dotes dramáticas.32 La obra histórica solía ser concebida como un arte, y Salustio, además, la dota
de caracteres trágicos. Sin sufrir excesivamente en exactitud y fidelidad a la verdad, Salustio sabe
destacar los momentos de tensión, las angustias de la indecisión, los enfrentamientos entre
personajes diversos. Para completar la fuerza de sus escritos introduce, a la manera de Tucídides,
discursos puestos en boca de los protagonistas. De ese modo nos comunica Salustio las ideas
morales y políticas de los hombres de sus historias aunque, poca duda cabe que se hallan muy
tamizadas por la propia vida y prejuicios del escritor. Tito Livio (59 a.C.-34 a.C), el prosista más
notable de la época de Augusto, es también con bastante probabilidad el más grande historiador
de Roma, a pesar de lo mucho que ha sido atacado por los críticos del pasado. Livio, un
provinciano proveniente de Padua, vivió en Roma entre la sociedad imperial, y se dedicó toda su
vida a las tareas intelectuales. Su soberbio estilo refleja su absoluto dominio de la retórica, y el
contenido de sus obras un profundo conocimiento de la filosofía helenística así como de las obras
de otros historiadores griegos, tales como Polibio y Posidonio. De joven parece que escribió
algunos diálogos filosóficos, dentro de la línea estoica, y esta preocupación queda reflejada para
siempre en el tono y el enfoque de su obra de madurez. Ésta consiste en una larga serie de
volúmenes, 142 en total, bajo el título de Libri historiarum ab urbe condita o simplemente
Historiae, que fueron ordenados en grupos de diez por copistas posteriores, por lo cual suelen ser
conocidas corrientemente por el nombre de Décadas. Las Historias o Décadas de Livio cubren el
largo período de la historia de Roma, que va desde su fundación hasta la muerte de Druso, hijo de
la emperatriz Livia, el año 9 a.C. En su famosa introducción a la obra Livio expresa las razones que
le mueven a escribirla. En primer lugar, dice que quiere registrar la vida, costumbres y hazañas
«del pueblo más sobresaliente del mundo». En segundo considera que el estudio del pasado es
importante para corregir los errores del presente. Livio cree profundamente en el valor didáctico
de la historia, en sus ejemplos. Pero más interesante para nosotros es su declaración de respeto
por el pasado: «No es intención mía ni confirmar ni negar las tradiciones sobre los eventos que
ocurrieron antes o durante la fundación de la ciudad».

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