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JORGE FRANCISCO SÁENZ CARBONELL

EL REY GARABITO
DEFENSOR DE LA LIBERTAD

Serie Yvonne Clays N° 28

Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto


Instituto de Servicio Exterior Manuel María de Peralta
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JORGE FRANCISCO SÁENZ CARBONELL

EL REY GARABITO
DEFENSOR DE LA LIBERTAD

Serie Yvonne Clays N° 28

Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto


Instituto de Servicio Exterior Manuel María de Peralta
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92
G212 s

SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco

El rey Garabito, defensor de la libertad.- San José, Ministerio de Relaciones


Exteriores y Culto, 1ª. ed., 2016.

Portada: Garabito, escultura de Oscar Bákit.


5

ÍNDICE

DEDICATORIA 5

INTRODUCCIÓN 7

CAPÍTULO PRELIMINAR.- GARABITO, REY. 11

CAPÍTULO I.- LOS PRIMEROS CONTACTOS.

1.- El recorrido de Juan de Castañeda y Hernán Ponce de León. 16


2.- El recorrido de Gil González Dávila. 17
3.- La villa de Bruselas. 22
4.- El infame capitán Andrés de Garabito. 27
5.- Andrés de Garabito y el nombre del rey huetar: ¿una desafortunada coincidencia?29

CAPÍTULO II.- LOS REINOS DE LOS HUETARES Y LA FAMILIA DE GARABITO

1.- Los pueblos del Área Intermedia: caracterización general. 38


2.- Los pueblos huetares. 41
3.- Los dominios de Garabito. 43
4.- La familia del rey. 48

CAPÍTULO III.- EL REY GARABITO Y EL LICENCIADO CAVALLÓN (1561-1562)

1.- Las nuevas políticas de la Corona de Castilla en torno a la conquista de América. 51


2.- La llegada de Juan de Cavallón a Costa Rica. 52
3.- Apresamiento y sumisión forzosa del rey Coyoche. 55
4.- Llegada de los españoles al Valle Central. 56
5.- El supuesto reconocimiento de la autoridad de la Corona de Castilla por Garabito. 57
6.- El comienzo de la resistencia armada de los huetares. 58

CAPÍTULO IV.- EL REY GARABITO Y JUAN VÁZQUEZ DE CORONADO (1562-


1564)

1.- Condenado a muerte. 64


2.- Juan de Ovalle en los dominios de Garabito. 69
3.- Francisco de Marmolejo en el reino de los votos. 70
4.- Captura de cuatro principales de Garabito por Juan Dávila. 72
5.- Una nueva incursión de Antonio Pereyra en los dominios del rey Garabito y sus
consecuencias. 74
5.- Garabito, el rey irreductible. 76

CAPÍTULO V.- DIEZ AÑOS DE MISTERIO (1564-1574)

1.- La resistencia indígena entre 1564 y 1568. 79


2.- Los dominios de Garabito en la adjudicación de encomiendas de 1569. 82

CAPÍTULO VI.- FINAL EN CLAVE MENOR (1574-1575)

1.- Luis González de Estrada y la sumisión del rey Garabito. 90


2.- Garabito y la ciudad del Espíritu Santo. 95
6

3.- Los “negocios é peticiones” de Garabito. Su muerte. 98


4.- ¿Dejó descendencia Garabito? 100
5.- El pueblo de Santa Catalina de Garabito. 102

CAPÍTULO VII.- GARABITO EN LA HISTORIA Y EN LA FICCIÓN

1.- Garabito y los primeros historiadores costarricenses. 112


2.- Un relato de don Manuel de Jesús Jiménez. 114
3.- Garabito, su mujer y Dulcehe en la imaginación genealógica. 116
4.- Al rescate del verdadero Garabito. 118

PALABRAS FINALES 121

BIBLIOGRAFÍA 122

SOBRE EL AUTOR 129


7

DEDICATORIA

A la memoria de mi tío Víctor Sáenz


8

INTRODUCCIÓN

El nombre de Garabito es bastante familiar para los costarricenses. Se tiene la idea


general de que fue un importante “cacique” huetar que luchó contra los conquistadores
españoles, en un parque de la ciudad de San José hay un busto que lo representa y un cantón
de la provincia de Puntarenas lleva su nombre. Pero no es frecuente que se sepa mucho más
de eso acerca de él, y nos atreveríamos a decir que mucho del supuesto conocimiento que hay
sobre su figura contiene errores garrafales, cuando no puras invenciones.

Uno de los problemas más notorios que se encuentran cuando se quiere hacer un
estudio académico de la figura y las actuaciones de Garabito, es lo escaso y escueto de las
fuentes documentales con que se cuenta. Lo poco que sabemos con certeza de Garabito deriva
principalmente de párrafos aislados de unas cuantas cartas e informaciones del siglo XVI y de
comienzos del XVII, todos muy parcos en detalles y escritos por conquistadores españoles,
para quien Garabito era simplemente un rebelde. Infortunadamente, no hubo en Costa Rica ni
cronistas indígenas que nos dejaran su propia visión de hechos y personajes, ni tampoco
españoles que se preocuparan por escribir una historia de la conquista de nuestro territorio,
como sí ocurrió en otros lugares de América.

No fue sino hasta fines del siglo XIX y principios del siglo XX cuando algunos
costarricenses empezaron a interesarse por el pasado de nuestro país, y gracias a ello el
nombre de Garabito empezó a aparecer en las páginas de la historia patria. Lamentablemente,
el creciente interés por las culturas indígenas de Costa Rica llevó asimismo a que a veces se
elaboraran sobre ellas variadas especulaciones sin verdadero fundamento y, también, a que
páginas de ficción escritas con propósitos exclusivamente literarios terminaran siendo
tomadas al pie de la letra y consideradas como historia auténtica y fidedigna. El resultado de
todo ello, por lo que respecta a Garabito, es que su figura se asocia en ocasiones con una serie
de episodios imaginarios y supuestas “leyendas” que tienen muy poco que ver con el
auténtico héroe indígena. Los esfuerzos por arrojar luz sobre lo que realmente se sabe de él y
alejar su figura de esas ficciones han sido pocos y casi que pueden circunscribirse a la obra de
Óscar Bákit Garavito, nuestra raíz perdida, publicada en 1981.

En épocas recientes, varios profesionales en historia han estudiado con atención la


Costa Rica indígena y la época de la conquista, a partir de los documentos, gracias a lo cual
podemos tener hoy una visión de ese pasado más fidedigna, así como comprender mejor la
dinámica del fenómeno conquistador y muchos de los intereses que se conjugaban en torno
suyo. Persisten, naturalmente, inmensas lagunas, que difícilmente podrán ser llenadas jamás,
debido a la ausencia de fuentes y a la pérdida de documentos. En el caso particular de la
cultura huetar, tenemos que lamentar además la temprana y completa extinción de su idioma,
del cual solamente se conocen hoy unas pocas palabras.

En estas páginas procuramos reunir y exponer lo que en realidad se sabe de Garabito, a


partir de los documentos históricos y sin hacer concesiones a la ficción. Nos hemos basado,
sustancialmente, en las colecciones documentales publicadas por don Manuel María de
Peralta y don León Fernández, y algunos valiosos estudios recientes, como los publicados por
doña Eugenia Ibarra Moya, don Carlos Molina Montes de Oca y don Miguel Ángel Quesada
Pacheco, entre otros.

Agradecemos profundamente a don Miguel Ángel Quesada Pacheco por las valiosas
observaciones que nos formuló, a don Tomás Federico Arias Castro por los datos que nos
9

suministró y a doña María de los Ángeles Gutiérrez Bonilla por habernos obsequiado un
ejemplar de la obra de su padre don Juan Ramón Gutiérrez, Garabito, el rey indómito.

Del verdadero Garabito, insistimos, se sabe poco. Muy poco, y en todo caso mucho
menos de lo que se sabe de otros monarcas y héroes indígenas americanos. Pero ello no le
quita grandeza a su figura ni nos impide verlo hoy como un defensor de la independencia de
su pueblo y un héroe inspirador para todos los que creen en la libertad.

Cartago, setiembre de 2016.


10

“… descubrimos el camino por donde había de


entrar, el cual después de descubierto entró y fue
una provincia que llamaron de Garavito, donde
hallamos gran cantidad de indios, comida y
muchas cosas que los indios de aquella tierra
tenían, como era oro labrado en patenas, aguilillas
y cuentas y otros géneros y maneras de cosas
hechas de dicho oro. En la cual tierra estuvimos
hasta que los dichos indios vinieron de paz.
Aunque después de muerto un cacique que era el
principal señor de aquella tierra, abuelo del dicho
Garavito, se alzaron, y lo están al día de hoy con
estar que el pasaje y entrada de la tierra o por ser
el heredero que quedó, indio belicoso y enemigo de
españoles…”

PEDRO GALLEGO, Relación de lo que he andado


y visto de la provincia de Costa Rica, 1570 1

“El mas dañoso para la pacificación de esta


provincia es un cacique llamadoGarabito…”

JUAN VÁZQUEZ DE CORONADO, Carta a Don


Felipe II, 11 de diciembre de 15622

1
GALLEGO, Pedro, “Relación de lo que he andado y visto de la provincia de Costa Rica. Año de 1570”, p. 11,
en Documentos históricos, Academia de Geografía e Historia de Costa Rica, 1ª. ed., 1990, pp. 11-18.
2
VÁZQUEZ DE CORONADO, Juan, Cartas de relación sobre la conquista de Costa Rica, San José, Academia
de Geografía e Historia de Costa Rica, 1ª. ed., 1964, p. 14.
11

CAPÍTULO PRELIMINAR
GARABITO, REY

Términos como cacique y cacicazgo son hoy de uso común entre los arqueólogos,
etnólogos e historiadores profesionales que se ocupan del pasado de Costa Rica y de otros
países iberoamericanos. Sin embargo, en el título y el contenido de esta obra nos abstenemos
conscientemente de referirnos a Garabito con el apelativo de cacique, aunque así se le
menciona habitualmente en los documentos españoles de la época de la conquista, con
excepción de alguno en que se le llama reyezuelo. Eso tiene una explicación.

Los españoles designaron con la voz antillana cacique prácticamente a todos los reyes,
caudillos y señores que encontraron en el continente americano. La palabra la escucharon por
primera vez durante el primer viaje de Colón. En el diario de a bordo de ese primer viaje, en
el apunte correspondiente al 17 de diciembre de 1492, se consigna que en la que los españoles
llamaron Isla Española, “Vieron a uno que tuvo el Almirante por gobernador de aquella
provinçia que llamaban caçique…”3 Al día siguiente, sin embargo, el diario empieza a
utilizar la palabra rey para referirse a ese personaje, y explica “allí supo el Almirante que al
rey llamaban en su lengua caçique”4. Cacique era, pues, la palabra que se usaba en lengua
taína para referirse a un rey, y así lo entendió perfectamente Colón.

¿Qué es un rey? La Real Academia Española, en su Diccionario de la Lengua


Española, lo define como “monarca soberano de un reino”5; más elaborada y adaptada a los
tiempos contemporáneos de monarquías constitucionales es la definición que el mismo
Diccionario, en su versión actual, da de monarca, palabra derivada del griego mónarchos,
gobernante único: “Jefe del Estado de un reino, que ejerce normalmente la más alta
representación de este y que arbitra y modera el funcionamiento de sus instituciones,
recibiendo y transmitiendo su cargo por sucesión hereditaria”6. Esto podrá ser válido para los
reyes europeos de la actualidad, pero la definición nos parece ajena e impropia cuando
pensamos, por ejemplo, en el rey israelita David o en Luis XIV de Francia. En español por lo
general llamamos rey simplemente a un gobernante vitalicio que recibe y transmite su cargo
por sucesión hereditaria, y al respecto sí resulta aceptable la definición que versiones
anteriores del Diccionario de la Academia daban de monarquía: “Forma de gobierno en que
el poder supremo corresponde con carácter vitalicio a un príncipe, designado generalmente
según orden hereditario y a veces por elección”7.

En el lenguaje común, lo habitual es efectivamente que identifiquemos como rey a un


gobernante cuyo cargo es vitalicio y hereditario. No solemos preocuparnos por cuál es la
denominación que en el idioma autóctono se da hoy o se ha dado históricamente a este tipo de
gobernantes, y así hablamos indistintamente de los reyes de Francia, de Dinamarca, de
Madagascar, de Suazilandia, de Tailandia o de las islas Hawái. No importa la clase de pueblo
que gobiernen: no le negamos el título regio a Atila, rey de los hunos, ni a sus colegas godos o
vándalos. Tampoco parece importar la extensión territorial de sus dominios o el poder
efectivo de que gocen: en los libros del Antiguo Testamento hallamos mencionados
numerosísimos reyes, muchos de los cuales posiblemente no gobernaban más que unos pocos
kilómetros cuadrados; por ejemplo, en el capítulo 12 del libro de Josué se enumeran nada

3
COLÓN, Cristóbal, Los cuatro viajes. Testamento, Madrid, Alianza Editorial , S. A., 1ª. ed., 1986, p. 132.
4
Ibid., p. 136.
5
Diccionario de la Lengua Española, en http://dle.rae.es/
6
Ibid.
7
Diccionario de la Lengua Española, Madrid, Real Academia Española de la Lengua, 19ª. ed., 1970, p. 889.
12

menos que treinta y un reyes a los que habían vencido los israelitas, solo en la margen
occidental del río Jordán 8.

Independientemente de épocas y lugares, la palabra equivalente a rey siempre se


traduce al español: nos referimos por ejemplo al rey Salomón y al rey Ricardo Corazón de
León, al rey de Persia y al rey de Troya, porque incluso sonaría ridículo que en un texto en
lengua española digamos “el kingde Inglaterra”, “el roi de Francia” o “el malik de Arabia
Saudita”. Y también utilizamos con frecuencia y sin distinciones la versión femenina, reina,
debidamente traducida, cuando la gobernante es una mujer. Decimos la reina de Saba, la reina
Isabel la Católica, la reina Victoria.

Hay una sola y notable excepción. Cuando en español se hace referencia a los
gobernantes indígenas de América, habitualmente se utiliza la palabra cacique. Se llama
caciques no solo a los gobernantes de las Antillas, sino también a los de Centroamérica y de
Sudamérica. Aún en textos severamente críticos de la conquista, la palabra cacique es de uso
general: se habla del cacique Guaicaipuro en Venezuela, el cacique Urraca en Panamá, el
cacique Caupolicán en Chile, el cacique Diriangén en Nicaragua, el cacique Garabito en Costa
Rica… Obviamente, ninguno de los pueblos donde gobernaban hablaba taíno, y sin embargo,
se les llama caciques. Apenas se salvan los emperadores de los aztecas y de los incas, aunque
no faltan textos que también les den ese apelativo.Con respecto a los de los Estados Unidos y
Canadá habitualmente no se usa el término cacique, pero tampoco el de rey: se les llama
“jefe” o a lo sumo “gran jefe”.

Lo que vale para los reyes, vale para sus dominios. En español, el territorio donde
gobierna un rey es un reino, independientemente de su tamaño, población, riqueza o
importancia. Hablamos, leemos y escribimos sobre los reinos de Israel y Judá, los reinos de
los francos y de los ostrogodos, el reino de Marruecos, el reino de Bután, el reino de Tonga, el
reino de Italia; en la América española, el reino de Guatemala, el reino de Chile, el reino de
Tierra Firme… De nuevo, los indígenas americanos son la excepción. Nunca se habla de los
reinos de los chorotegas, de guaraníes o de los sioux: para ellos se usan palabras como
cacicazgo o tribu.

La explicación de este curioso fenómeno es a la vez histórica y política. Cuando se


dejó de lado el respeto inicialmente mostrado a los indígenas de las Antillas y empezó el
fenómeno de la conquista española en América, se partió del abusivo supuesto de que el único
rey legítimo, el único cuya autoridad era válida y debía ser aceptada por todos los seres
humanos que poblaban el continente, era por supuesto el rey de Castilla. Jurídica y
políticamente, no podía haber dos reyes en un mismo territorio. Esto, y la generalizada
opinión de que las culturas indígenas eran inferiores a la europea, llevaron a que rápidamente
se dejara de lado el uso de la palabra rey para referirse a los gobernantes indígenas y se
generalizara la voz cacique, aun para monarcas que no tenían nada que ver con los taínos. A
lo sumo, a veces se utilizaba la forma despectiva reyezuelo. Y por supuesto, si no eran reyes,
sus dominios tampoco podían ser reinos, sino cacicazgos o tribus.

Al respecto, el historiador Charles C. Mann, en su obra 1491. Una nueva historia de


las Américas antes de Colón, dice:

“En este libro tiendo a preferir vocablos como “rey” y


“nación” en vez de “jefe” y “tribu”. Supuestamente los últimos se
refieren a sociedades basadas en el parentesco, o clanes, mientras

8
Josué, 12: 7-24. Utilizamos la Biblia de Jerusalén, Madrid, Ediciones Desclée de Brouwer, 2ª. ed., 1971.
13

que los primeros son para sociedades más amplias, basadas en una
identidad de grupo compartida. En la práctica, no obstante, “jefe” y
“tribu” se han empleado en sentido despectivo a las culturas
fronterizas conquistadas por otras sociedades mayores…”9

Lo mismo vale para los dominios de los reyes indígenas de América:

“Los mapas de Europa en el siglo V y en el siglo VI


representan por lo general los “reinos celtas”, “el reino de los
lombardos”, etcétera, cuyas fronteras delimitan las sólidas líneas que
relacionamos con las fronteras nacionales. Sin embargo, las
entidades del mismo tamaño, e incluso mayor, tal como mayor era su
sofisticación tecnológica, en el Hemisferio Occidental, rutinariamente
reciben el nombre de “cacicazgos” o “tribus”, dando a entender que
son de alguna manera distintos, de menor relieve. Y las líneas que
delimitan sus fronteras son más desvaídas, como si así se pretendiera
indicar la laxitud con que estaban organizadas y definidas.”10

Durante el reinado del emperador Carlos V, la Corona de Castilla incluso llegó a hacer
legalmente obligatorio el uso de la palabra cacique. Mediante una ley emitida en Valladolid el
26 de febrero de 1538, y recogida después en la Recopilación de las leyes de Indias, se
dispuso:

“Prohibimos a los Caciques, que se puedan llamar, o intitular


Señores de los Pueblos, porque así conviene á nuestro servicio, y
preeminencia Real. Y mandamos á los Vireyes, Audiencias, y
Gobernadores, que no lo consientan, ni permitan, y solamente puedan
llamarse Caciques, ó Principales, y si alguno contra el tenor, y forma
de esta ley se lo llamare, ó intitulare, executen en su persona las
penas, que les parecieren convenientes.”11

La ley de 1538 tuvo rápido y generalizado cumplimiento. Por lo que respecta a Costa
Rica, prácticamente en todos los informes, cartas y otros documentos de la época de la
conquista, emanados de los conquistadores, gobernadores y otros funcionarios
gubernamentales, así como en los provenientes de autoridades eclesiásticas y misioneros,
siempre encontramos a los reyes indígenas mencionados como caciques. Desde Gil González
Dávila, que recorrió la costa pacífica costarricense en 1522, hasta Perafán de Ribera, con el
cual se considera tradicionalmente concluida la época de la conquista de Costa Rica, todos
utilizan la palabra cacique para referirse a los monarcas indígenas. Son poquísimos los textos
en los que se les reconoce el título regio, uno de los cuales es el documento mediante el cual
el gobernador Diego de Artieda Chirino otorgó en 1584 la encomienda de Tucurrique a Don
Alonso Correque, posiblemente sin saber que estaba violando flagrantemente la mencionada
ley de 1538:

“… por cuanto Su magestad manda que los rreyes y Señores sus


vasallos naturales de las yndias que le uvieren dado la obidiençia
sean favoreçidos y amparados y como a tales de sus mesmos vasallos
9
MANN, Charles C., 1491. Una nueva historia de las Américas antes de Colón, Bogotá, Taurus Ediciones, 1ª.
ed., 2006, pp. 447-448.
10
Ibid., p. 448.
11
Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias, Madrid, Consejo de la Hispanidad, 1ª. ed., 1943, Libro VI,
título VII, ley V. En adelante esta obra es citada como Recop. Ind.
14

se les den los que uvieren menester para su sustento conforme á la


calidad de sus personas para que otros rreyes y señores vista la
merced y comodo que se les haze se animen a dar el dominio y
obidiençia paçificamente y por que a don Fernando rrey y Señor
natural de toda esta tierra hijo del Guarco Señor que asi mismo fue
della y su legitimo sucesor y heredero…”12

Desde el punto de vista histórico, y aunque pueda sonar paradójico, juzgamos


admisible que se utilice la voz cacique para referirse a los jefes hereditarios de los pueblos
indígenas ya sometidos, porque esa era su realidad: ya no eran reyes, sino que su poder
efectivo estaba circunscrito al estrechísimo espacio que el nuevo rey único, el de Castilla, les
permitió conservar, como meros apéndices de la administración del régimen impuesto por los
españoles; un “cacicazgo” de nuevo cuño, muy distante de la autoridad regia de que habían
gozado en otros tiempos13.

Pero nos parece que llamar “caciques”, en lugar de reyes, a los gobernantes vitalicios y
hereditarios de los indígenas de América antes de ser sometidos por los conquistadores, es tan
absurdo como hablar, por ejemplo, de los caciques Fernando e Isabel para referirse a los
Reyes Católicos. Lo mismo vale para sus dominios: cualquier persona juzgaría erróneo y
ridículo hablar del cacicazgo de Castilla o la tribu de los aragoneses. Y sin embargo, es
igualmente ilógico llamar cacicazgo a reinos que no eran taínos y donde jamás hubo un
“cacique” antes de la conquista española. Lo mismo vale para el despectivo término
reyezuelo: se juzgaría inadmisible llamar así a los monarcas de reinos de reducida extensión
territorial, como lo fueron en su tiempo Judá, Navarra o Granada o lo son hoy Bélgica o
Baréin;perotodavía en publicaciones recientes se menciona al monarca huetar Garabito como
“reyezuelo”.

Obviamente, el hacer obligatorio el uso del término cacique tenía una connotación
política y psicológica, y la ley de 1538 logró plenamente sus objetivos. Lo paradójico es que
esa ley todavía se cumple: aunque don Ricardo Fernández Guardia utilizó reiteradamente el
término rey al hablar de Garabito, los historiadores de la época contemporánea, con raras
excepciones, siguen utilizando la palabra cacique para referirse a él y a los demás reyes
indígenas de América, aunque no fueran taínos. El Diccionario de la Real Academia Española
continúa igualmente generalizando la voz cacique para todos los gobernantes de los pueblos
indígenas de América y a la vez circunscribiéndola única y exclusivamente a estos, ya que
define el término como “Gobernante o jefe de una comunidad o pueblo de indios” 14. Nunca
se habla de caciques para referirse a los gobernantes de pueblos primigenios de otros
continentes.

Para peores, el término cacique también ha terminado por tener otras connotaciones
negativas. Como registra el Diccionario de la Academia, la palabra también puede querer
decir “Persona que en una colectividad o grupo ejerce un poder abusivo” 15 o “Persona que
en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos políticos” 16, y de estas
acepciones ha derivado el igualmente negativo término caciquismo, definido como

12
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, San José, Tipografía Nacional, 1ª. ed., 1905, pp. 3-4. La
publicación no indica el nombre del recopilador o editor.
13
Las limitadas atribuciones de los caciques se regulan en la Recop. Ind., Libro VI, título VII, leyes I-XVII.
14
Diccionario de la Lengua Española, en http://dle.rae.es/
15
Ibid.
16
Ibid.
15

“Intromisión abusiva de una persona o una autoridad en determinados asuntos, valiéndose


de su poder o influencia.”17

Los conquistadores españoles siempre se refirieron a Garabito como “cacique” y a lo


sumo como “reyezuelo”. Eso respondía tanto a su manera de ver las cosas como a la
legislación vigente en aquellos tiempos. Era lógico que emplearan ese término, porque para
ellos no había reyes indígenas, sino solamente “caciques”. Lo que no encontramos lógico es
que nosotros los imitemos.

Garabito fue rey. Un rey que luchó valerosamente por la independencia y la libertad de
su pueblo. Creemos que ya es hora de que los costarricenses nos desprendamos del chip
colonial cuando nos refiramos a él y a otros monarcas indígenas de Costa Rica y de las
Américas. Así lo hacemos en esta obra.

17
Ibid.
16

CAPÍTULO I
LOS PRIMEROS CONTACTOS

1.- El recorrido de Juan de Castañeda y Hernán Ponce de León.

La llegada el 25 de setiembre de 1513 de la expedición de Vasco Núñez de Balboa al


océano Pacífico, hecho al que sus contemporáneos llamaron “el descubrimiento de la mar del
Sur”, abrió nuevas e infinitas posibilidades de expansión a la presencia española en América.
Muy poco después, los exploradores empezaron a recorrer en diversas direcciones las aguas y
costas del “nuevo” océano. El 15 de agosto de 1519 se fundó la ciudad de Panamá, que
durante cierto tiempo iba a ser el punto de partida de todas las expediciones.

De Panamá salió, en ese mismo año de 1519, la primera expedición española que
arribó a la costa pacífica de lo que hoy es Costa Rica. La encabezaba el licenciado Gaspar de
Espinosa, alcalde mayor de Pedrarias Dávila, el sanguinario y despótico anciano al que la
Corona en mala hora había nombrado gobernador de Castilla del Oro, es decir, del territorio
panameño no comprendido en la disputada Veragua explorada por Colón en 1502.

La expedición de Espinosa, integrada por 115 hombres distribuidos en dos bajeles y


dos canoas grandes, partió de la ciudad de Panamá en dirección al oeste y llegó por mar hasta
Burica. Allí, en lo que siglos más tarde marcaría el límite terrestre de Costa Rica y Panamá, el
alcalde mayor decidió desembarcar, debido al mal tiempo y a que las naves iban demasiado
llenas de gente. Reducida la tripulación a cuarenta hombres, las embarcaciones continuaron el
recorrido de las costas, bajo la dirección del capitán Hernán Ponce de León y el piloto mayor
Juan de Castañeda. Espinosa permaneció con el resto de los expedicionarios en Burica, donde
empezaron a cometer todo tipo de tropelías contra los indígenas.

Ponce de León y Castañeda bordearon las costas del golfo de Osa, así llamado por el
nombre de un monarca indígena y que hoy se conoce como Golfo Dulce, y continuaron su
recorrido por mar. Según un relato de fray Bartolomé de las Casas, la expedición

“… llegó a cierta tierra de gentes llamados los cuchires, y hallólos


aparejados con mucha gente armada para se defender, y los
españoles no osaron en tierra saltar.”18

Llama la atención en este episodio – que el historiador don Ricardo Fernández


Guardia consideró ocurrido en lo que hoy es el cantón de Quepos 19-, la actitud defensiva de
los indígenas, que se supone que no habían tenido jamás contacto con los españoles. Es
posible, sin embargo, que de algún modo los cuchires hubieran tenido noticias de las
crueldades y abusos que el licenciado Espinosa y su gente estaban cometiendo en Burica, y se
encontraran ya preparados para evitar que desembarcaran en sus tierras.

Continuando su recorrido, las naves de los exploradores llegaron a una ensenada que
llamaron golfo de San Vicente, identificado por don León Fernández con la bahía de Caldera
o la ensenada de Tivives20, y posteriormente al golfo llamado hoy de Nicoya, donde tuvieron
18
FERNÁNDEZ, León, Historia de Costa Rica durante la dominación española 1502-1821, San José, Editorial
Costa Rica, 1ª. ed., 1975, p. 25.
19
FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Historia de Costa Rica. El descubrimiento y la conquista, San José,
Imprenta Alsina, 3ª. ed., 1933, p. 46 n. 4.
20
FERNÁNDEZ, León, Colección de documentos para la historia de Costa Rica, San José, Imprenta Nacional;
París, Imprenta de Pablo Dupont, y Barcelona, Imprenta Viuda de Luis Tasso, 1ª. ed., 1881-1907, vol. I, p. 95
nota 5.
17

un enfrentamiento con los indígenas, cuyos pormenores describe así fray Bartolomé de Las
Casas:

“Anduvieron más de cincuenta leguas la costa abajo y hallaron un


golfo de más de veinte leguas lleno de islas… Allí cercan los navíos
gran número de canoas de gente armada y otra mucha gente que
apareció en la costa con sus trompetillas y cornetas, haciendo
grandes fieros y amenazas; pero tirados algunos tiros de pólvora, no
quedó hombre en la mar que huyendo no volase. Viendo Hernán
Ponce que por allí no podía ganar nada, y que la costa iba adelante,
tornóse a juntarse con Espinosa…”21

Hay dudas sobre si Ponce de León y Castañeda efectivamente llegaron al golfo de


Nicoya, o si el enfrentamiento con los indígenas ocurrió en el llamado golfo de San Vicente.
Andrés de Cereceda, tesorero de la expedición que al mando de Gil González Dávila recorrió
esas regiones en 1522, apenas tres años después de lo ocurrido, dice que el golfo de San
Vicente “es lo postrero do llegaron los navíos del alcalde mayor [Espinosa]por la mar….”22.
Sin embargo, Juan de Castañeda, en una información de méritos y servicios que hizo levantar
en la ciudad de Panamá en 1528, afirmó que

“… fuimos hasta el golfo de Sanlúcar [el golfo de Nicoya] é cabo de


Buena Esperanza, donde se descubrió el dicho golfo, ques tierra muy
rica…”23,

Varios testigos corroboraron el dicho del piloto y también agregaron que en el golfo en
cuestión, la expedición de Castañeda había capturado a varios indígenas que años después
sirvieron de intérpretes (“lenguas” se les llamaba entonces) a Gil González Dávila. Uno de los
declarantes, Diego Pérez, incluso manifestó que

“… cuando vino Gil González, que fue a las partes del poniente, este
testigo fue con él é por causa de las dichas lenguas [intérpretes] se
descubrió después toda la tierra, é por la llevar no mataron al dicho
Gil González…”24

2.- El recorrido de Gil González Dávila.

Después del interrumpido viaje de Ponce de León y Castañeda, la región permaneció


sin presencia española durante varios años. No fue sino hasta 1522 cuando reaparecieron los
intrusos, esta vez al mando de Gil González Dávila.

Gil González Dávila viajó por mar desde la isla de las Perlas en el golfo de San
Miguel en Panamá el 21 de enero de 1522, y después de visitar varias islas y lugares en la
costa desembarcó en un paraje llamado Cheriquí y de allí siguió por tierra hasta Burica, el
lugar donde había desembarcado el licenciado Espinosa tres años antes. El ya mencionado
Andrés de Cereceda, tesorero de la expedición, elaboró una nómina de los diversos lugares
visitados durante el recorrido, en la que consignó el nombre de los reyes que iban
encontrando, el número de indígenas bautizados y el monto del oro que se obtenía en cada
21
FERNÁNDEZ, 1975, p. 25.
22
PERALTA, Manuel M. de, Costa Rica, Nicaragua y Panamá en el siglo XVI, Madrid, Librería de M. Murillo,
y París, Librería de J. I. Ferrera, 1ª. ed., 1883, p. 29.
23
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VI, p. 51.
24
Ibid., VI, p. 53.
18

sitio. Con respecto a lo recorrido después de Burica y antes de llegar al golfo de San Vicente,
el itinerario de Cereceda dice:

“El cacique Osa está 8 leguas adelante: babtizáronse 13


ánimas, dio 465 pesos de oro.

El cacique Boto está 9 leguas adelante: babtizáronse 6


ánimas, dio y hubiéronse 418 pesos, 4 tomines de oro.

El cacique Coto está 12 leguas adelante, la tierra adentro:


babtizáronse 3 ánimas, y se hubieron desta provincia, con lo que
dieron los caciques Dujura y Daboya, 541 pesos de oro.

El cacique Guaycara está 13 leguas adelante hacia la costa de


la mar; dio 112 pesos de oro.

La provincia de Durucaca está 3 y 4 leguas de Guaycara:


dieron los caciques della 2.184 pesos, 2 tomines de oro, con lo que se
tomó a uno dellos que anduvo huyendo, que no quería ser vasallo de
Su Alteza; tornáronse cristianos 6 personas. Aquí, a esta provincia de
Durucaca trajo Andrés Niño 59 pesos de oro que le dio el cacique
Boto, y el capitán Ruy Diez 106 pesos que le dio el cacique Alorique,
que son todos 165 pesos de oro.

El cacique Carobareque está 10 leguas adelante en la costa de


la mar: babtizáronse 6 ánimas, dio 25 pesos, 4 tomines de oro.

El cacique Arocora está 5 leguas adelante: tornáronse


cristianos 29 personas, dio 212 pesos, 4 tomines. Aquí truxo el
Tesorero 5 pesos, 6 tomines de oro, del cacique Zaque.

El cacique Cochira está 8 leguas adelante: babtizáronse 57


ánimas, dio 1.205 pesos de oro.

El cacique Cob está 6 leguas adelante: babtizáronse 57


ánimas, dio 1.008 pesos,2 tomines de oro.

El cacique Huetara está 20 leguas adelante, las 12 por costa y


las 8 por tierra adentro: babtizáronse 28 ánimas, dio 433 pesos, 4
tomines.” 25

Ni de la lacónica enumeración de Cereceda, ni de un relato que de su expedición hizo


González Dávila en una carta dirigida al emperador Carlos V en marzo de 1524, se desprende
que en todo ese recorrido desde Burica hasta el golfo de San Vicente se hayan producido
enfrentamientos entre los indígenas y los españoles. Llama la atención, por ejemplo, que el
rey Cochira, cuyos súbditos se habían mostrado tan a la defensiva tres años atrás, haya
recibido pacíficamente a los intrusos. Tampoco se conocen los métodos que hayan usado
estos para lograr que los monarcas locales les entregaran su oro y se bautizaran junto con sus
súbditos, aunque en su carta al emperador, al hablar de lo realizado más allá del golfo de San
Vicente, González Dávila dijo
25
PERALTA, 1883, pp. 28-29.
19

“… quede con mis cien onbres y quatro cavallos, prosiguiendo mi


descubrimiento por tierra y por la costa al Poniente, porque aquella
hera la verdad para que vuestra magestad fuese servido como lo fue,
con pensamiento de pacificar los caciques que topase y hazellos
vasallos de vuestra magestad por toda manera de bien, y a los que no
quisiesen, hazerselo hazer por fuerça como lo hiçe.”26

Pero en todo caso, de los datos consignados por Cereceda resulta evidente que en la
vasta región recorrida desde Burica y antes de llegar al golfo de San Vicente, la expedición no
topó con reinos indígenas que mostraran tener alta densidad de población, ni tampoco ser
especialmente ricos en oro. Los bautizados apenas ascendieron a 205 y el oro a unos 6665
pesos. Las cifras no admiten comparación con las que se consignan poco después con respecto
a los reinos indígenas de la península de Nicoya y de Nicaragua: por ejemplo, en los dominios
del rey Nicoya se bautizaron 6063 personas y se obtuvieron 13442 pesos de oro; en los del rey
Niqueragua, los bautizados ascendieron a 9017 y se recogió oro por un valor de 18506 pesos.

Después de los dominios del rey Cob, y antes de llegar al golfo de San Vicente, la
expedición, que había venido recorriendo la región por la costa, hizo un súbito viraje hacia el
interior del territorio, hasta arribar a la comunidad donde reinaba Huetara, cuyo asentamiento,
según Cereceda, estaba ubicado, “20 leguas adelante [de los dominios de Cob], las 12 por
costa y las 8 por tierra adentro.”27¿A qué se debió esa decisión de ir hacia el interior? Las
ocho leguas que había desde la costa hasta los dominios de Huetara, equivalen a unos 44
kilómetros, distancia por demás considerable en una región que era totalmente desconocida
para los españoles y sin vías de comunicación adecuadas.

En su obra Garavito, nuestra raíz perdida, Óscar Bákit opina que lo que se quiso con
ese cambio de rumbo aparentemente desconcertante fue evitar tener que cruzar el río Grande
de Tárcoles en las vecindades de su desembocadura.Días atrás, ya Gil González Dávila había
tenido que enfrentarse con una tremenda crecida del río Grande de Térraba, en la que estuvo a
punto de perecer y que lo dejó en pésimas condiciones físicas. Dice Bákit:

“Gil González estuvo allí enfermo e inválido y cargado en camilla


por españoles e indios, posiblemente obligado a penetrar en territorio
para no vadear el Río Grande en sus partes anchas, criterio que
posiblemente usaría también con el Río Jesús María y el Machuca.
Hay que recordar también que desde las Playas de Herradura es fácil
ver desde muy largo todas las costas y comprobar qué hay en ellas.
Posiblemente el grupo de González y él vieron que estaban desiertas y
buscaron gente donde es lógico que esté, cerca de un gran río, el cual
vadearon ya muy arriba, después de contactar al pobre Huetara y su
poca gente.”28

Carlos Molina Montes de Oca, en su libroGarcimuñoz, la ciudad que nunca murió,


expone una opinión diferente. A su juicio, el río que la expedición de González Dávila trató
de evitar tener que vadear en su desembocadura fue el Pirrís o Parrita:

“Para localizar a Huetara debe preguntarse ¿en qué punto de


la costa abandona González el litoral y se interna tierra adentro ocho
26
Ibid., p. 9.
27
Ibid., p. 29.
28
BÁKIT, Óscar, Garavito: nuestra raíz perdida, San José, Jiménez & Tanzi, 1ª. ed., 1981, p. 20.
20

leguas (unos 44 kilómetros)… Al seguir adelante y encontrarse con


otro gran curso fluvial, el Pirrís (Parrita), que debió presentar
características de flujo similares a las del Térraba, la prudencia le
aconsejó hacer un rodeo mediante el cual evitaba también el gran
saliente de la costa que se presentaba ante su vista, y que se localiza
entre las desembocaduras del Parrita y el Grande de Tárcoles… El
lugar de la costa elegido por González para internarse hacia el este
fue, posiblemente, la margen izquierda de la desembocadura del
Pirrís, a través de las tierras bajas aledañas a su curso inferior,
cruzándolo por su parte media antes de su unión con el Candelaria,
para adentrarse después por la depresión que forma este río con los
cerros de Turrubares y continuar su marcha hasta la actual Tabarcia,
al este de Santiago de Puriscal, donde Thiel situaba a Pacaca.”29

Efectivamente, en los inicios de la dominación española en Costa Rica, en la Tabarcia


de hoy se ubicaba la población indígena de Pacaca, trasladada a principios del siglo XVII a
otro asentamiento, correspondiente a la actual Ciudad Colón. Sus habitantes hablaban la
lengua huetar. Quitirrisí y Zapatón, las únicas comunidades huetares todavía hoy que se
identifican como tales en Costa Rica (aunque ya no se habla la lengua indígena), se hallan a
corta distancia de Tabarcia.

¿Quién era Huetara? En opinión de Bákit, el nombre de este rey era de origen náhuatl
y su pequeña comunidad pudo haber sido el extremo sur del avance “chorotega” o
mesoamericano en territorio costarricense 30. Este autor se fundamenta en la raíz Hue- del
nombre del monarca, que en náhuatl significa viejo y que aparece en numerosos nombres
personales y geográficos de las culturas mesoamericanas. El argumento, por sí solo, nos
parece débil, entre otras cosas porque, enfrentados con lenguas que les eran totalmente
extrañas, los españoles no solían ser especialmente precisos ni cuidadosos a la hora de hacer
una transcripción a su idioma de las palabras indígenas. Ni siquiera podemos estar seguros de
que cuando Cereceda se refiere al cacique tal o cual, esté consignando el nombre personal del
monarca de que se trate. Puede que la palabra mencionada en su itinerario como nombre de un
rey indígenase refiera a la denominación de su territorio, su idioma o cualquier otra cosa. La
expedición viajaba con relativa prisa y no tenía mayor interés en cuestiones etnológicas o
lingüísticas.

Por lo demás, ni Cereceda ni González Dávila consignan ninguna particularidad sobre


la cultura o costumbres de la comunidad donde reinaba Huetara que permita singularizarla.Por
el contrario, al hablar del siguiente rey visitado, Cereceda dice:

“El cacique Chorotega está 7 leguas adelante, cerca de la


costa de la mar, en el golfo de San Vicente, que es lo postrero donde
llegaron los navíos del alcalde mayor [Gaspar de Espinosa] por la
mar, es caribe y de aquí en adelante lo son: baptizáronse 477 ánimas,
dio 4.708 pesos, 4 tomines de oro.”31

¿A qué se refería Cereceda al decir que el rey Chorotega “es caribe y de aquí en
adelante lo son”? Por supuesto, el vocablo no se dirigía a identificar a los indígenas de la
región con las costas del mar Caribe, al que ni siquiera se daba todavía ese nombre. Según
29
MOLINA MONTES DE OCA, Carlos, Garcimuñoz, la ciudad que nunca murió, San José, EUNED, 1ª. ed.,
1993, p. 85.
30
BÁKIT, 1981, p. 18.
31
PERALTA, 1883, p. 29.
21

explica el filólogo mexicano José G. Moreno de Alba, la palabra caribe significaba


simplemente antropófago. La palabra caníbal viene precisamente de caribe, nombre que se
daba a algunos indígenas de las Antillas que comían carne humana. En su obra Minucias del
lenguaje, Moreno de Alba indica que “la voz caribe se empleó, con mayor frecuencia que
caníbal, a lo largo de los siglos XVI a XIX” 32.

El historiador Carlos Meléndez dice que

“Sin ser más que un curioso capitán, Gil González pudo darse
cuenta en este último lugar [los dominios de Chorotega a orillas del
golfo de San Vicente], que las tierras a que había llegado
correspondían a las primeras de origen norteño de que tenía
conocimiento por contacto directo. Él mismo confiesa que “ya
aviamos començado a topar mayores caciques” y en otra parte
agrega que toda esta gente, en su opinión, es la misma de Yucatán. Su
tesorero Cereceda escribirá diciendo que esta tierra “es caribe, y de
aquí en adelante los son”. Quiere con ello dar a entender que estos
naturales practican el canibalismo, dato este que no es estrictamente
correcto, puesto que lo que se practicaba aquí es la antropofagia
ceremonial o ritual, mas noel verdadero canibalismo.”33

Como es sabido, en las culturas mesoamericanas, desde México hasta Costa Rica, se
practicaba la antropofagia ritual, costumbre que horrorizó por demás a los españoles. Si los
integrantes de la expedición de Gil González Dávila advirtieron que los súbditos del rey
Chorotega comían carne humana y que lo mismo hacían los habitantes de los reinos situados
más al norte, tanto en la península de Nicoya como en el suroeste de la actual Nicaragua, era
perfectamente lógico que Cereceda apuntase que Chorotega era caníbal y que las
comunidades que había más adelante hacia el norte también lo eran. Por el contrario, el texto
del tesorero no contiene ninguna referencia semejante al hablar de Huetara y sus gentes, lo
que hace suponer que no advirtieron en ellos prácticas antropófagas. Así las cosas, podemos
suponer que, en vez de ser el extremo sur del avance mesoamericano en Costa Rica, la
comunidad de Huetara pertenecía a una cultura distinta, como lo eran las de la llamada Área
Intermedia de Costa Rica, que si bien efectuaban sacrificios humanos, no practicaban el
canibalismo.

Molina Montes de Oca, al contrario de Bákit, considera que el rey Huetara era
simplemente huetar e incluso caracteriza a su comunidad como “los güetares del sur” 34.
Como ya indicamos, y tomando como base la distancia desde la costa, Molina Montes de Oca
ubica a esa comunidad en la actual Tabarcia, la Pacaca antigua y original.

Contra el criterio de Molina Montes de Oca cabría objetar que el reino de Huetara
eranotoriamente pobre,en términos demográficos y de riqueza, ya que allí los españoles solo
bautizaron a 28 personas y su botín se limitó a 433 pesos y 4 tomines de oro. Pacaca, por el
contrario, desde que los españoles se apoderaron del Valle Central, fue consideradauna
comunidad indígena muy numerosa, en la que en 1569, según la distribución de encomiendas

32
MORENO DE ALBA, José G., “Minucias del lenguaje”, en
https://www.fondodeculturaeconomica.com/obras/suma/r3/buscar.asp?word2=can%EDbalConsultado el 16 de
agosto de 2016.
33
MELÉNDEZ, Carlos, Hernández de Córdoba, capitán de conquista de Nicaragua, Managua, Fondo de
Promoción Cultural-BANIC, 2ª. ed., 1993, p. 39.
34
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, pp. 84-86.
22

hecha por Perafán de Ribera, se calculaba que habría unos mil cuatrocientos indígenas
35
.Ahora bien, dado que González Dávila no avanzó más hacia el interior del territorio, cabe
perfectamente suponer que la comunidad de Huetara fuera simplemente una pequeña aldea, la
primera desde la costa entre las muchas que pudo haber habido en el territorio de Pacaca,
inequívocamente huetar.

Cinco leguas adelante del reino de Chorotega, y siempre sobre el litoral, la expedición
de Gil González Dávila encontró al rey Gurutina, que era evidentemente un monarca
importante, ya que en sus dominios se bautizaron 713 personas y el oro recogido montó a
6053 pesos y 6 tomines de oro36.

Óscar Bákit, en su obra ya mencionada, supuso que Gurutina era un monarca huetar 37,
ya que sus dominios estaban inmediatos a los del rey Chorotega y sobre este Cereceda había
dicho que “es caribe y de aquí en adelante lo son”. Bákit pensó que con la palabra “caribe”
se había querido hacer referencia al lugar de proveniencia original de los pueblos
mencionados, ya que incluso se preguntó “¿qué hacía un caribe en el mar Pacífico?” 38 Como
ya indicamos, el uso de esta palabra por Cereceda se explica más que suficientemente como
un sinónimo de caníbal, sin que tenga que ver nada con la cultura o el origen de los pueblos
visitados. Por consiguiente, parece mejor fundada la opinión de que el reino de Gurutina
perteneciera al área cultural mesoamericana, como lo indicaron los primeros historiadores
costarricenses39.

Después de recorrer el litoral del golfo de Nicoya, González Dávila estuvo en la


península que hoy lleva ese nombre y continuó más tarde hasta llegar al territorio de la actual
Nicaragua, desde donde emprendió el regresopor tierra hasta el golfo de San Vicente y de allí
volvió por mar a Panamá 40.

3.- La villa de Bruselas.

Pedrarias Dávila quiso aprovechar para sí mismo las exploraciones de González


Dávila, y envió una expedición a Nicaragua, al mando de Francisco Hernández de Córdoba.
Este se convirtió en el conquistador efectivo de Nicaragua, y para consolidar el dominio
español en el territorio fundó en 1524 las ciudades de León y Granada. Poco después, uno de
sus tenientes, llamado Ruy Díaz, fundó en la margen oriental del golfo de Nicoya la villa de
Bruselas.

La fundación de Bruselas, población que tuvo una corta y accidentada vida, conllevó
consecuencias nefastas para los indígenas de la región, ya que Hernández de Córdoba
implantó allí la encomienda de servicios personales, que obligaba a la población autóctona a
trabajar para los invasores. Entre los beneficiarios de esta adjudicación de encomiendas
estuvo un soldado llamado Juan Esteban, que había participado en la expedición de Gil
González Dávila en 1522 y a quien se le encomendaron, según se dice en un documento de
1548,

35
PERALTA, 1883, p. 425.
36
Ibid., p. 29.
37
BÁKIT, 1981, pp. 69-70.
38
Ibid., p. 20.
39
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 11; PERALTA, Manuel M. de, y ALFARO, Anastasio, Etnología
centroamericana, Madrid, Hijos de D. Manuel Ginés Hernández, 1ª. ed., 1893, p. XXIII.
40
PERALTA, 1883, p. 18.
23

“… en los términos de la dicha villa de Bruselas, los indios de


Nicopasaya y Papaca en los Bueteres…”41

La referencia a los Bueteres llamó poderosamente la atención del historiador don León
Fernández, quien escribió en 1881:

“Esta palabra es de grandísimo interés histórico para el


descubrimiento y estudio de los aborígenes de Costa Rica y
Nicaragua… Los Bueteres, como dice este documento, ó los Huetares
o Güetares, como dicen muchos otros, eran indios cuyo principal
asiento estaba en las sierras y confines de la Herradura, conocidas
hoy con los nombres de Turrubales y Candelaria, según puede verse
en la relación del contador Andrés de Cereceda, socio y compañero
de Gil González de Ávila.”42

Curiosamente, Fernández no atinó a relacionar con Pacaca el nombre de Papaca


mencionado en el mismo documento en conexión con los Bueteres, ya que manifestó que
Papaca:

“Es un nombre completamente desconocido para mí. Así como


este se encuentran muchos otros, que o han desaparecido
enteramente sin que se pueda fijar hoy ni aproximadamente el lugar
que ocuparon, o han cambiado de nombre.”43

La presencia simultánea de las voces Papaca y Bueteres en este documento de 1548,


no deja lugar a dudas de que los indígenas encomendados a Juan Esteban eran los que Molina
Montes de Oca llama “güetares del sur”.

No se conoce el sitio exacto donde estuvo emplazada la villa de Bruselas, cuestión que
ha sido largamente debatida por los historiadores. Pedrarias Dávila, en una carta de 1525 al
emperador Don Carlos V, escribió:

“En el estrecho dudoso se pobló una villa que se dice Bruselas, en el


asiento de Urutina, la cual tiene los llanos por una parte, y por otra
la mar, y por otra la sierra donde están las minas, que será á tres
leguas. Están los indios pacífícos, y este pueblo está en medio de toda
la gente de aquellas provincias: es muy buena comarca, tiene buenas
aguas, y hay res é montería é pesquería en cantidad. Es la tierra
fructífera é de buenas güertas y á propósito de pan de la tierra que
lleva en abundancia…”44

El párrafo transcrito indica que Bruselas estaba en el asiento de Urutina, lugar que
podría ser identificado con los dominios del rey Gurutina, visitados por González Dávila en
1522, y que según el itinerario de Cereceda se hallaban a cinco leguas de los del rey
Chorotega, ubicados en el litoral del golfo de San Vicente. Como vimos, Gurutina era un
monarca poderoso, con un considerable número de súbditos y que dio a los españoles una
apreciable cantidad de oro. Tenía lógica, por consiguiente, fundar allí una población.

41
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, pp. 92-93.
42
Ibid., I, p. 93 n. (f)
43
Ibid., I, p. 93 n. (g)
44
FERNÁNDEZ, 1975, p. 266 n. 50.
24

Oro documento, redactado en Chira el 16 de de marzo de 1526 por el escribano


Bernardino de Valderrama, por orden del mismo Pedrarias, comienza diciendo

“En la ysla é cacique de Chira, que es en el Estrecho dubdoso,


que dizen que ay siete leguas mas adelante hácia el poniente de
Bruselas…”45

Los primeros autores que en el siglo XIX se ocuparon del tema del sitio donde estuvo
Bruselas, el guatemalteco Juan Gavarrete y el británico Hubert Howe Bancroft, la ubicaron en
lugares distintos: el primero al fondo del golfo de Nicoya, y el segundo en la región llamada
la Chorotega, después conocida como valle de Landecho 46.

Don León Fernández opinó que la villa de Bruselas había estado en la península de
Nicoya, frente a la isla de Chira, y así lo hizo constar en el primer tomo de su Colección de
documentos para la historia de Costa Rica, publicado en 188147. Esto no coincidía con lo
indicado por Pedrarias de que la villa se había poblado “en el asiento de Urutina”, pero don
León consideró que este último nombre había que tomarlo en un sentido amplio, ya que
también se utilizó para llamar al golfo de Nicoya, conocido indistintamente en esa época,
según Fernández de Oviedo, con los nombres de golfo de Sanlúcar, de Nicaragua, de Orotiña
o de los Güetares 48.

En su obra Costa Rica, Nicaragua y Panamá, impresa en 1883, don Manuel María de
Peralta, basándose en la referencia de Pedrarias al asiento de Urutina, al acta notarial de
Valderrama y a otro documento en que el capitán Francisco Serrano dice que entre Chira y
Bruselas había cuatro leguas 49, ubicó la villa en las cercanías del actual puerto de Puntarenas

“… creemos que su sitio debe corresponder a la vecindad del puerto


de Puntarenas, quetiene por un lado el mar, los llanos por otro, y por
detrás, a tres leguas de distancia, las sierras de las minas: al Norte
las de las Ciruelitas y al Este las del Aguacate.”50

Monseñor Bernardo Augusto Thiel, obispo de Costa Rica, ubicó la villa en la cuenca
del río Abangares, en un paraje de los barrios de San Buenaventura y Colorado de la
población de Cañas 51. Don Cleto González Víquez consideró infundadaesta hipótesis, puesto
que era claro que esa región correspondía a los dominios del “cacique” Avancari 52. En efecto,
el itinerario de Cereceda da cuenta de que la expedición de Gil González Dávila, en su
jornada de regreso desde Nicaragua, tuvo que recorrer una distancia considerable por los
dominios del rey Avancari y de otro monarca, Cotosi, hasta llegar de nuevo al reino de
Gurutina:

“Alderredor del golfo de Sant Lúcar se anduvieron 12 leguas por el asiento de los
caciques Avancari y Cotosi, hasta llegar á la provincia de Gurutina.” 53
45
PERALTA, 1883, p. 702.
46
Ibid., p. 720.
47
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, p. 136 nota (j).
48
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo, Costa Rica vista por Fernández de Oviedo, San José, Ministerio de
Cultura, Juventud y Deportes, 1ª. ed., 1978, p. 18.
49
PERALTA, 1883, p. 720.
50
Ibid., p. 721.
51
GONZÁLEZ VÍQUEZ, Cleto, “Apuntes de geografía histórica de Costa Rica”, pp. 52-53, en La Escuela
Costarricense, n° 35, noviembre de 1935, p. 49.
52
Ibid., p. 54.
53
PERALTA, 1883, p. 30.
25

Don Ricardo Fernández Guardia, en su obra Historia de Costa Rica. El


descubrimiento y la conquista, publicada en 1905, apoyó la opinión de Peralta, porque indicó
que Bruselas se hallaba cerca del actual puerto de Puntarenas 54. En el mismo sentido opinó
don Cleto González Víquez, que después de un minucioso examen de los documentos de la
época y de los lugares y distancias geográficas mencionados en ellos, concluyó que

“… el asiento de Bruselas fue a la boca del río Aranjuez, que guarda


las distancias antes citadas respecto de Chorotega y de Pococí, que
además se halla al oeste de la isla de Chira y a unas siete leguas de
ella. La distancia de tres leguas a la cordillera es bien aproximada.”55

La hipótesis de monseñor Thiel fue resucitada en la segunda mitad del siglo XX por
don Carlos Meléndez. Para este historiador, la villa se ubicaba a orillas del río Abangares y su
ubicación correspondería al del actual caserío de Abangaritos 56. Meléndez basó su hipótesis
principalmente en el mapa de la región del golfo de Nicoya trazado por Gonzalo Fernández de
Oviedo, que ubicó a Orotina muy al este al fondo del golfo, frente a la isla de Chira 57. Ahora
bien, el escribano Valderramaconsignó en 1526 que entre Bruselas y Chira había siete leguas,
distancia que el mismo Meléndez reconoce como desmesurada y que en su opinión, fue
indudablemente el resultado de la descuidada anotación de una cifra 58. No nos parece
verosímil que en Chira el escribano Valderrama haya consignado por descuido la frase “dizen
que ay siete leguas mas adelante hácia el poniente de Bruselas”, cuando lo más sencillo y
lógico hubiera sido decir que la isla se hallaba frente a la villa. En adición a lo anterior, a
pesar de que en su mapa Fernández de Oviedo ubica a Orotina frente a Chira, el mismo
cronista dice que “frente de la isla Cachoa está la gente é provincia de Orotiña…” 59, y en el
mapa aludido la isla Cachoa (actual isla Venado) queda frente a Chomes. Pueden pensarse
muchas cosas, pero es obvio que el mapa no está exento de errores.

La hipótesis de Peralta es la que nos parece mejor fundamentada. En abono de los


argumentos esbozados por el marqués y por don Cleto González Víquez, es importante tener
en cuenta que los vecinos de Bruselas sometieron al régimen de encomienda de servicios
personales a los indígenas de la antigua Pacaca (Tabarcia), lo cual indica que no estaban tan
lejanos de la población, si esta se hallaba en los dominios del rey Gurutina. La cuenca del río
Abangares, en cambio, estaba a una distancia muy considerable. Ya hemos visto, que según el
itinerario de Cereceda, los dominios de Gurutina estaban en la costa; más al este, en el golfo
de San Vicente, estaban los de Chorotega, y tierra adentro, los de Huetara. Aunque el mapa de
Oviedo coloque a Orotina al fondo del golfo, frente a Chira, y ubique a los Chomes entre
Orotina y Chorotega, el textodel mismo cronista coincide con lo consignado por Cereceda, en
la dirección inversa:

“… frente de la isla Cachoa está la gente é provincia de Orotiña, é


más al Este está la gente é provincia de Chorotega, é a las espaldas,
más al Norte é al Nordeste, están las sierras é gentes llamados
Güetares.”60

54
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 60.
55
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, pp. 53-54.
56
MELÉNDEZ, 1993, pp. 97-98.
57
El mapa se reproduce en FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 1978, p. 13.
58
MELÉNDEZ, 1993, p. 98.
59
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 1978, p. 22.
60
Ibid.
26

La región del golfo de Nicoya (mapa de Gonzalo Fernández de Oviedo)

Como ya vimos, Pedrarias Dávila, al hablar de la villa de Bruselas, dijo en 1525 que

“En el estrecho dudoso se pobló una villa que se dice Bruselas, en el


asiento de Urutina, la cual tiene los llanos por una parte, y por otra
la mar, y por otra la sierra donde están las minas, que será á tres
leguas.”61

Con base en este párrafo, don Cleto González Víquez, que como Peralta ubicaba a la
villa de Bruselas al norte de la actual ciudad de Puntarenas, consideró que la sierra minera a
que se hace referencia en él sería la cordillera de Tilarán y que las minas en cuestión serían las
del paraje conocido como las Ciruelitas 62. Sin embargo, nos parece que Pedrarias estaba
tratando de decir que la villa estaba entre los llanos y la sierra minera, es decir, que esta se
hallaba al este de la población. El mapa trazado por Oviedo, único testimonio cartográfico que
nos queda de esa época, no incluye montaña alguna hacia el norte, en la dirección de la
cordillera de Tilarán, pero sí contiene el dibujo de unas montañas al noroeste del puerto de la
Herradura, y sobre ellas trazó inequívocamente la palabra “güetares”; este mismo autor, como
ya dijimos, dice que los huetares “viven encima de las sierras del puerto de la Herradura”.
Nos parece, por consiguiente, que “la sierra donde están las minas” de la que hablaba
Pedrarias, se hallaba al este y no al noroeste de de Bruselas, y por consiguiente no puede ser
identificada con la cordillera de Tilarán, sino con las elevaciones orográficas que se elevan
desde la costa hacia el cantón de Turrubares y el interior. Esto coincide con la ubicación que
el texto de Fernández de Oviedo atribuye claramente a las sierras de los huetares, al noreste y
no al noroeste de la región de Gurutina u Orotina, donde estuvo Bruselas:

“… frente de la isla Cachoa está la gente é provincia de Orotiña, é


más al Este está la gente é provincia de Chorotega, é a las espaldas,
61
Ibid.
62
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, pp. 3-99.
27

más al Norte é al Nordeste, están las sierras é gentes llamados


Güetares.” (el subrayado es nuestro)63

No ha quedado ningún testimonio documental de cómo los españoles de Bruselas


consiguieron someter a los huetares de Pacaca al régimen de encomiendas, ni de cuánto
trabajo efectivo les tuvieron que prestar estos. Sin embargo, sí constan los horrores que
tuvieron que sufrir los indígenas encomendados de Nicoya y de las comunidades ribereñas del
golfo en esa época y los decenios siguientes:

“… fueron tratados bárbaramente. A la fuerza se les sacaba de sus


tierras para irlos a vender como esclavos en Panamá, el Perú y otras
partes, después de marcarlos con un hierro candente, cuando no los
mataban de fatiga empleándolos como bestias de carga. Los
chorotegas, que al principio se sometieron, rebeláronse a causa de
estas crueldades, y muchos indios de otras tribus y de la isla de Chira
se pasaron a vivir con ellos, huyendo de los españoles, porque
después de la destrucción de Bruselas fueron repartidos de nuevo
entre los habitantes de las ciudades de León y Granada, reservándose
Pedrarias las mejores encomiendas de Nicoya. Los indios de este
pueblo, que desde el principio mostraron gran sumisión y fidelidad a
los españoles, no por esto salieron mejor librados. Al contrario, no
hubo exacción ni tropelía de que no fueran víctimas; porque como se
hallaban en el camino de Nicaragua, los viajeros que entraban les
exigían víveres y cargadores, y los que se iban los arrebataban de sus
hogares para venderlos en lejanas tierras.”64

4.- El infame capitán Andrés de Garabito.

Uno de los personajes que tuvo mayor vinculación con la breve vida de Bruselas, y no
ciertamente para bien, fue un individuo llamado Andrés de Garabito, a quien Hernández de
Córdoba nombró como su teniente en la villa. Con respecto a su apellido cabe suponer que es
de origen ocupacional, ya que un garabito, según el Diccionario de la Academia Española, es
un “Asiento en alto y casilla de madera que usan las vendedoras de frutas y otras cosas en la
plaza.”65

Don Cleto González Víquez escribió con respecto a Andrés de Garabito que“Pocas
noticias tenemos de dicho capitán y las pocas que nos han llegado no son muy honrosas para
su memoria”66. En efecto, la información que ha sobrevivido de este personaje nos lo pinta
como un individuo rastrero, desleal, cobarde y nada digno de admirar o imitar.

En 1526, Hernández de Córdoba, decidido a romper con Pedrarias Dávila, decidió


despoblar Bruselas, quizá con el propósito de eliminar un posible puesto de abastecimiento
del gobernador de Castilla del Oro. Al capitán Garabito le fue dada la orden de llevar a cabo
el despoblamiento, pero no la obedeció, al parecer para hacerse del mando en la villa o por el
deseo de favorecer a Pedrarias. Otras versiones suponen que Garabito trató de alzarse contra
Hernández de Córdoba y que esa fue la razón por la que este decidió despoblar la villa. Como
63
FERNÁNDEZ, 1975, p. 35.
64
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, pp. 64-65. Una síntesis biográfica del capitán Garabito en VÍQUEZ
SEGREDA, Juan Rafael, “El Capitán Andrés de Garabito”, en Academia Costarricense de Ciencias
Genealógicas, San José, N° 2, agosto de 1955, pp. 53-67.
65
V. http://dle.rae.es
66
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 70.
28

quiera que fuera, Hernández de Córdoba arrestó al capitán sublevado para someterlo a juicio
en Nicaragua y los vecinos de Bruselas fueron obligados a abandonarla población. La
reacción de Pedrarias no se hizo esperar, ya que en cuanto se enteró de lo que sucedía, marchó
a Nicaragua, hizo decapitar a Hernández de Córdoba y puso en libertad a Garabito. También
ordenó repoblar la villa de Bruselas67.

En 1527, cuando ya Pedrarias había regresado a Panamá, donde tuvo que entregar el
gobierno de Castilla del Oro a Pedro de los Ríos, se presentaron nuevos problemas en
Nicaragua. El gobernador de Honduras Diego López de Salcedo, llegó a León y se hizo
proclamar gobernador de Nicaragua. Ríos se trasladó de Panamá a Nicaragua, para tratar de
detener a López de Salcedo, pero aunque logró que los vecinos de Bruselas reconocieran su
autoridad, su rival ya tenía a Nicaragua bajo su control efectivo y tuvo que emprender el
regreso a su gobernación. Sin duda temiendo que Bruselas sirviera como avanzada en otra
eventual expedición de Ríos, Diego López de Salcedo decidió despoblar definitivamente la
villa y dispuso que el capitán Garabito ejecutara la orden. Desde Nicoya, Garabito envió
cartas a los vecinos de Bruselas, para instarlos a que abandonaran la villa, como en efecto lo
hizo la mayoría. Cuando Garabito finalmente llegó a Bruselas, quedaba allí muy poca gente, y
el capitán se retiró enseguida, ante la inminente perspectiva de un nutrido ataque indígena 68.
Fernández Guardia supone que los indígenas que amenazaban Bruselas eran los huetares 69.
Garabito, según relata Fernández de Oviedo, murió tiempo después en León de Nicaragua, en
un juego de cañas, para el cual tanto ese capitán como otros soldados se disfrazaron de moros;
en el juego, Garabito se dirigió a unas españolas, instándolas a tornarse moras y alabando a
Mahoma y su religión, después de lo cual

“… súbitamente se cayó del caballo abajo muerto, sin decir otra


palabra alguna, sino tras lo que en favor de Mahoma dijo, se le acabó
la vida.”70

El segundo y definitivo despoblamiento de Bruselas no significó ninguna ventaja para


la población autóctona. Pedrarias Dávila, que en 1528 asumió el cargo de gobernador de
Nicaragua, no ordenó repoblar la villa, pero se apoderó de las encomiendas otorgadas a los
antiguos vecinos de Bruselas y continuó con la explotación de aquellos:

“… estando de asiento, después de lo suso dicho, el dicho Pedrarias


de Ávila, aunque el dicho Juan Estevan y los demás vecinos de la
dicha villa le requirieron la tornase a poblar, no lo hizo, a cuya cabsa
el dicho Juan Estevan y los demás quedaron sin indios, y él se quedó
con Nicoya y con todos los indios de aquella comarca é términos de
la dicha villa…”71

Entre los indígenas, los únicos que consiguieron beneficiarse del despoblamiento de
Bruselas fueron los huetares, que aprovecharon las circunstancias para sublevarse contra la
autoridad española. Según consignó en 1529 el licenciado Francisco de Castañeda,

“A cabsa de averse ansy despoblado Bruselas los guetares, que son


los mas yndios de la syerra, se an levantado y no syrven ; tornarse a
poblar seria cosa dificultosa, porque de las syerras no se podrán al
67
BÁKIT, 1981, pp. 23-25; FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, pp. 62-64.
68
BÁKIT, 1981, p. 25; FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 64.
69
Ibid., p. 64 nota 3.
70
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 73.
71
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, p. 96.
29

presente sojuzgar, e los yndios del llano son pocos para repartir en
gente que pueble allí…”72

Acuartelados en sus montañas, los huetares lograron mantenerse al margen de la


autoridad española y evitarse los sufrimientos que padecían los indígenas de Nicoya y la
región del golfo. Fernández de Oviedo, que visitó Nicoya en 1529, escribió que

“Los Güetares son mucha gente, é viven ençima de las sierras del
puerto de La Herradura, é se extienden por la costa deste golpho al
Poniente de la banda del Norte hasta el confín de los Chorotegas.”73

5.- Andrés de Garabito y el nombre del rey huetar: ¿una desafortunada coincidencia?

Como puede deducirse de todo lo anterior, los huetares que tuvieron contacto con los
pobladores de Bruselas tenían más que suficientes motivos para detestar a los españoles y
desconfiar de ellos. Por lo que se refiere al capitán Andrés de Garabito, nada hubo en sus
actuaciones con respecto a Bruselas que fuera digno de admirar y menos aún algo que
suscitara respeto, estimación o siquiera asombro en los indígenas sometidos.

Ante estas perspectivas, ¿tendría sentido que un monarca huetar –y no un monarca


huetar cualquiera, sino el que se mostró más tenaz en la resistencia contra los españoles-
hubiera adoptado como nombre propio el apellido del capitán de Pedrarias? Dado que al
bautizarse, muchos indígenas tomaban los nombres de sus padrinos españoles o de algún
español de notoriedad, no es imposible que un indígena huetar bautizado en Bruselas durante
la época en que estuvo gobernada por Andrés de Garabito hubiera adoptado el nombre e
incluso el apellido de este, pero, una vez despoblada la villa y retirados los huetares a sus
montañas, ¿a santo de qué hubiera el bautizado conservado para sí y durante muchos decenios
un nombre execrable, en vez de retomar el suyo original? Por lo demás, sabemos que el rey
Garabito no se bautizó sino hasta 1574 74.

Sin embargo, muchos historiadores han consignado la versión de que el rey huetar
Garabito, que resistió encarnizadamente a los españoles durante las expediciones de Juan de
Cavallón y Juan Vázquez de Coronado en el decenio de 1560, había tomado tal nombre del
capitán Andrés de Garabito.

Esta conseja (entendida como narración de un suceso fantástico que se cuenta como si
hubiera sucedido en tiempos lejanos) parece haber tenido origen o por lo menos divulgación
en una carta que el licenciado fray Juan de Estrada Rávago, antiguo socio de Cavallón, dirigió
el 6 de mayo de 1572 a fray Diego de Guillén, comisario de la provincia de Cartago y Costa
Rica. Tras referirse en esa misiva a la interrupción de la acción conquistadora de Hernán
Sánchez de Badajoz (al que llama Francisco Sánchez de Badajoz) por la intervención del
gobernador de Nicaragua Rodrigo de Contreras, el padre Estrada Rávago escribió:

“Después de este caso, fue proveído el capitán Garavito, de cuyo


nombre se le ha quedado al reyezuelo indio que V. R. conoce, que
nunca habemos podido hacer buen amigo de él. Este capitán murió; y
por su muerte, su gente, teniendo navíos, se pasaron al Perú, por ser
entonces su conquista, ó á lo menos la fuerza de la población.”75
72
PERALTA, 1883, p. 53.
73
FERNÁNDEZ, 1975, p. 35.
74
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 468.
75
Ibid., III, p. 5.
30

La carta de Estrada Rávago, que en otras partes está igualmente plagada de errores,
brilla en este párrafo por el volumen de sus inexactitudes. Para empezar, el capitán Garabito
actuó en Bruselas no después, sino mucho antes de la expedición de Hernán Sánchez de
Badajoza la cuenca del río Sixaola en Costa Rica, efectuada entre 1540 y 1541. En segundo
lugar, Garabito nunca fue “proveído” como gobernador de Costa Rica ni nada por el estilo,
como parece haber creído fray Juan, y de hecho en Bruselas nunca pasó de ser un teniente de
Hernández de Córdoba primero y de López de Salcedo después. Por último, es igualmente
erróneo afirmar que a la muerte de Garabito su gente abandonó Costa Rica para irse al Perú,
“por ser entonces su conquista”. Como ya indicamos, el capitán español no murió en
Bruselas ni en Costa Rica, sino que falleció repentinamente en León de Nicaragua, durante un
juego de cañas, y dado que entonces era un simple vecino de esa ciudad, tampocotenía a sus
órdenes gente ninguna que después de su fallecimiento decidiera irse al Perú, país cuya
conquista iniciaron los españoles en 1532.

Si en tan escasas líneas el padre Estrada Rávago fue capaz de consignar tantos
disparates con respecto a Andrés de Garabito, ¿por qué habríamos de creer que acertó al
afirmar que el nombre del rey de los huetares se originó en el de semejante personaje?

Hoy es imposible determinar de dónde obtuvo Estrada Rávago la errónea información


contenida en su carta, pero dado que nadie había escrito hasta entonces nada parecido a una
historia de la conquista de Costa Rica (como sí había ocurrido con respecto a la de otras partes
de los dominios españoles en América), posiblemente entre los españoles de Costa Rica y
Nicaragua circulaban oralmente versiones muy tergiversadas y llenas de datos incorrectos
sobre personajes, lugares y episodios, e indudablemente algunas de ellas fueron reproducidas
de buena fe por autores irreprochables. No creemos que el fraile se haya inventado todo eso
porque sí. Por la misma época en que escribió su carta a fray Diego de Guillén, se estaba
publicando en España la Geografía y Descripción Universal de las Indias del cronista Juan
López de Velasco, en uno de cuyos párrafos se decía con respecto a Costa Rica: “El primero
que entró en esta provincia fue el capitán Garabito con poder de Pedrarias Dávila,
gobernador de Panamá, a quien mataron los indios…” 76. Como puede verse, muchos
decenios después de la súbita muerte de Andrés de Garabito en el juego de cañas en León de
Nicaragua, en diversos ámbitos corría la especie de que había perecido en Costa Rica a manos
de los indígenas.

La combinación del texto de Estrada Rávago con el de López de Velasco incluso llevó
a don Ricardo Fernández Guardia a suponer, en su obra Historia de Costa Rica. El
descubrimiento y la conquista, publicada por primera vez en 1905, que Andrés de Garabito
había hecho desde Bruselas una incursión a territorio huetar:

“Sin que sea posible precisar la fecha, pero en el curso del año 1524,
el capitán Andrés de Garabito, teniente de gobernador de la villa de
Bruselas, hizo una correría en el territorio de Costa Rica ocupado
por los huetares de Occidente…”77

El mismo Fernández Guardiaaclara enseguida que de esta supuesta correría “no


quedan más huellas” 78 que la referencia del padre Estrada Rávago y el párrafo del geógrafo
López de Velasco. Ninguna de las dos la menciona, ni siquiera indirectamente. En otras
palabras, en realidad no existía absolutamente ningún documento que se refiriera a esa
76
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 70.
77
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 65.
78
Ibid.
31

hipótetica entrada de Garabito a tierras huetares y don Ricardo simplemente supuso que se
había producido en algún momento. Sin embargo, en su Cartilla Histórica de Costa Rica,
publicada en 1909, Fernández Guardia repitió e incluso amplió esas afirmaciones:

“El capitán Andrés de Garabito, teniente de gobernador de la villa


de Bruselas, hizo una entrada en las llanuras de Esparza en el mismo
año de 1524 y sometió al rey de los huetares, el cual más tarde fue
llamado por los españoles Garabito… Los huetares de occidente
estuvieron prestando servicio en la villa de Bruselas mientras duró
esta población, que fue muy corto tiempo.” 79

Es obvio que al menos algunas de la comunidades huetares y por lo menos con


seguridad la de Pacaca estuvieron sometidas a Bruselas, como lo confirma el hecho de que se
hubieran encomendado a Juan Esteban los indígenas “de Papaca en los Bueteres…” y la
indicación de Castañeda en 1529 de que a raíz del despoblamiento de Bruselas los huetares se
habían levantado y no prestaban servicios. Sin embargo, no se conoce nada sobre las
circunstancias en que se produjo ese sometimiento, y no parece verosímil que lo llevara a
cabo el capitán Garabito, que más bien demostró en diversas oportunidades de su vida su falta
de valentía. Ni uno solo de sus contemporáneos hace referencia a la supuesta correría de
Andrés de Garabito a tierra huetar.

Pero aún en el caso de que hubiera sido el capitán Garabito el que hubiera llevado a
efecto el sometimiento de los huetares a la autoridad española implantada en Bruselas, queda
sin respuesta la interrogante de por qué un rey de esa nación indígena iba a adoptar y, peor
aún, a conservar durante decenios, el nombre de uno de los victimarios de su pueblo. Lo
irrazonable de la conseja reproducida por Estrada Rávago con respecto al origen del nombre
del monarca huetar no dejó de llamar la atención del destacado escritor y lingüista don Carlos
Gagini, quien al respecto expresó:

“No parece verosímil que un cacique tan principal y tan enemigo de


los españoles hubiese abandonado del todo su nombre patronímico y
que este nombre no aparezca en documento alguno… Más inverosímil
aún es que todos los indios hubiesen aprendido el nombre español y
olvidado el indígena, aún los que vivían tan apartados entre sí como
la Cacica de los Botos y el Cacique Accerrí, según lo certifica
Vásquez de Coronado en sus Cartas.” 80

Las dudas de Gagini obedecen a una lógica contundente. Si hubiera sido del
conocimiento general que el monarca indígena había dejado su nombre propio para tomar el
de un español, posiblementeJuan Vázquez de Coronado y otros conquistadores que
mencionaron a Garabito en sus cartas hubieran comentado el hecho y además consignado el
nombre original del rey huetar; sin embargo, no hay una sola referencia en los documentos de
la época de la Conquista al “verdadero” nombre del rey Garabito. Y como dice el mismo
Gagini, es todavía menos razonable que todos los otros indígenas que tenían relaciones de
algún tipo con el monarca indígena, estuvieran perfectamente enterados de su supuesto
cambio de nombre.

Gagini llegó a la conclusión de que Garabito era, sencillamente, una voz autóctona, y
como a su juicio la cultura huetar tenía raíces mesoamericanas, incluso planteó la posibilidad
79
FERNÁNDEZ GUARDIA, Cartilla histórica de Costa Rica, San José, Antonio Lehmann Librería, Imprenta y
Litografía, 1ª. ed., 1970, p. 29.
80
GAGINI, Carlos, Los aborígenes de Costa Rica, San José, Imprenta Trejos Hermanos, 1ª. ed., 1917, pp. 63-64.
32

de que el nombre Garabito derivara de una palabra tarahumara que significa “el mejor” 81.
Hoy sabemos que esta etimología es errónea, ya que ni la lengua ni la cultura de los huetares
tenían nada que ver con los tarahumaras ni con Mesoamérica, pero esto no afecta el peso de
los argumentos de Gagini en cuanto a lo ilógico de que el rey huetar hubiera tomado el
nombre del capitán español Garabito y de que todos los demás indígenas estuvieran al tanto
de su cambio de denominación.

El historiador y genealogista Norberto de Castro y Tosi también consideró que


Garabito era un nombre indígena y no español:

“Prueba que era nombre amerindio, es que lo encontramos repetido a


bastante distancia en el tiempo y el espacio, aunque siempre entre
huetares, en la persona de Don Diego Garavito, Alcalde del Pueblo
de Turrialba, en cuyo caso no hay lugar a dudatratarse de su nombre
propio, al cual agrega el nombre cristiano de Diego y el título
nobiliario de DON, por causa de ser bautizado y procedente de casa
caciquil.” 82

Óscar Bákit, en su obra sobre el rey Garabito, llegó a las mismas conclusiones que
Gagini y Castro y Tosi en el sentido de que el nombre del monarca huetar era autóctono y no
tenía absolutamente nada que ver con el del capitán Andrés de Garabito, personaje al que
posiblemente el monarca indígena nunca conoció y que tampoco hizo nada digno de que un
adversario constante de los españoles tomara su nombre.

Bákit planteó la hipótesis de que que la voz Garabito pudiera haber sido una
españolización de la palabra Guarabito, dado que el prefijo guar- aparece en varios nombres
personales o geográficos de indiscutido origen huetar. A modo de ejemplo Bákit mencionó,
entre otros, el nombre de el Guarco, que llevaba uno de los reyes huetares del interior del país
y que se conserva en la denominación de la parte oriental del Valle Central, conocida hasta
nuestros días como valle del Guarco83.Por nuestra parte, agregamos a este nombre otros tres
de los monarcas indígenas y lugares mencionados en la concesión de encomiendas efectuada
por el gobernador Perafán de Ribera en 1569: Guaçara, “cacique” de Pariagua; Guaraçi,
“cacique” de Curbubite, y Guacara, “pueblo cerca de la sierra”84.

Consultamos sobre este tema con el doctor don Miguel Ángel Quesada Pacheco, el
especialista que ha dedicado más atención al estudio de la cultura huetar y de su extinta
lengua huetar y que en 1996 publicó la obra Los huetares: historia, lengua, etnografía y
tradición oral85. El doctor Quesada Pacheco nos manifestó que en contra de la posibilidad
planteada por Bákit estaba el hecho de que los españoles, si bien muchas veces podían alterar
la forma original de los nombres indígenas, difícilmente hubieran convertido la sílaba gua- en
ga-, ya que ambas existían en su propio idioma:ningún hispanohablante convierte guasa en
gasa 86. En efecto, nunca se ha documentado, por ejemplo, que los españoles escribieran
alguna vez Garco en lugar de Guarco.

81
Ibid., p. 63.
82
CASTRO Y TOSI, Norberto de, “Los caciques de Costa Rica bajo la monarquía española”, p. 30, en Colección
Norberto de Castro, vol. IV, noviembre de 1981, pp. 7-40.
83
BÁKIT, 1981, pp. 66-67.
84
PERALTA, 1883, p. 424.
85
QUESADA PACHECO, 1996.
86
Miguel Ángel Quesada Pacheco, comunicación personal, 29 de agosto de 2016.
33

En la capitulación suscrita en 1573 por Diego de Artieda Chirino con la Corona, según
la versión publicada en 1883 por don Manuel María de Peralta en su obra Costa Rica,
Nicaragua y Panamá en el siglo XVI, se habla de que ese conquistador debía poblar en Costa
Rica tres ciudades,

“… una de las cuales a de ser en el puerto de las Bocas del Drago[la


bahía del Almirante], que es á la mar del norte de la dicha
provincia… y la segunda de las dichas tres ciudades avéys de poblar
en lo mediterráneo de la dicha provincia, en el valle del Guarco, y la
otra en la provincia de Garavito, ó en otra parte más cómoda, á la
banda del mar del sur” 87.

Dadas las referencias al valle del Guarco y a la provincia de Garabito, es obvio que el
redactor de este párrafo, quien quiera que haya sido, conocía bien la toponimia de la Costa
Rica de esa época, o había recibido información fidedigna de alguna fuente confiable.

Don Manuel María de Peralta estaba obviamente familiarizado con el nombre del rey
indígena y por consiguiente, al trascribir la capitulación de Diego de Artieda, consignó la
formaGaravito, utilizada en las cartas de Juan Vázquez de Coronado y otros documentos que
mencionan al rey huetar o a hacen referencia a la región que gobernó.

Sin embargo, nos llamó profundamente la atención encontrar una versión diferente en
la obra Las capitulaciones de Indias en el siglo XVI, de la historiadora española Milagros del
Vas Mingo, publicada en 1986, y que reproduce el texto de la mayoría de las capitulaciones
suscritas por los conquistadores de América con la Corona. Al transcribir este mismo párrafo
de la capitulación de Artieda, la versión de la profesora del Vas Mingo decía“la provincia de
Guaravito”88. Esto hacía necesario revisar el originalpara ver cuál de las dos versiones era la
correcta.

Afortunadamante, mucha de la documentación indiana de esos años puede ahora


consultarse en línea, y así ocurre con la capitulación original de Diego de Artieda, conservada
en el Archivo General de Indias en Sevilla 89. Resultó que la transcripción de la profesora del
Vas Mingo era la correcta. El original, en la antepenúltima línea del correspondiente folio,
dice claramente Guaravito, como puede verse en la imagen que reproducimos aquí:

87
PERALTA, 1883, p. 501. El texto también figura en FERNÁNDEZ, 1881-1907, vol. V, p. 57
88
V. DEL VAS MINGO, Milagros, Las capitulaciones de Indias en el siglo XVI, Madrid, Instituto de
Cooperación Iberoamericana, 1ª. ed., 1986, p. 447.
89
Archivo General de Indias,INDIFERENTE,415,L.1,F.263R-270R. Su texto figura en
http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/ImageServlet?
accion=41&txt_id_imagen=1&txt_rotar=0&txt_contraste=0&txt_zoom=10&appOrigen=&cabecera=N
34

Capitulación de Diego de Artieda (1573) donde se registra la forma Guaravito

Este texto nos parece muy importante, ya que con él tenemos por lo menos un
documento de la época en que se consigne la formaGuarabito sugerida por Bákit y una
indicación de que el nombre del héroe indígena admitía otras versiones y no solamente la que
se asemejaba al apellido del capitán Andrés de Garabito. No creemos que se haya tratado de
un mero error del escribiente del Consejo de Indias, ya que otros topónimos del documento,
tales como Guarco y Nicoya, están consignados correctamente, y todo el texto parece haber
sido escrito con sumo esmero (dicho sea de paso, como puede verse, el documento no dice “a
la banda del mar del sur”, como transcribió don Manuel María de Peralta, sino “a la venida
del mar del sur”).

A Bákit también le llamó la atención que desde las primeras menciones documentales
del nombre Guarco, siempre aparece precedido del artículo determinado el: nunca se habla del
cacique Guarco o del Valle de Guarco, sino invariablemente de “el Guarco” y “el Valle del
Guarco”. Esto llevó a Bákit a sugerir la posibilidad de que términos como Guarco o Guarabito
puedieran haber sido, más que nombres personales, denominaciones del cargo que
desempeñaban. Contra esta hipótesis, sin embargo, cabe indicar que mientras que los
documentos españoles siempre hablan de “el Guarco”, jamás se refieren a Garabito o al valle
de Garabito con el artículo.

La hipótesis de Bakit sobre el origen autóctono del nombre de Garabito y su posible


forma original es compartida por don Luis Ferrero Acosta, quien en su obra Entre el pasado y
el futuro (1988) hace referencia a

“… el cacique Garabito, cuyo nombre indígena fue posiblemente


Guar-Abito: El centinela de Abito.” 90

Ferrero Acosta no indica la fuente de donde tomó ese posible significado del nombre
Garabito, y dado que no se encuentra, que sepamos, en ningún documento, cabría suponer que
fue mera especulación suya.

Según nos indicó el doctor Quesada Pacheco, en los idiomas emparentados con la
lengua huetar que aún sobreviven, como el maleku, y en las escasas palabras que se conocen
del propio huetar, existen muy pocas que empiecen con la letra g, a menos que vaya seguida
de un diptongo91 (como en Guarco, Güetar, Güicasí, etc.). ¿Podría esto llevar a pensar que
Garabito no era, a fin de cuentas, un nombre huetar? En la enumeración de encomiendas de
1569, hay solamente un pueblo, el penúltimo de la lista, cuyo nombre empieza con G sin que
vaya seguida de diptongo: Gotane, encomendado a Bernardino de Saravia 92. El problema es
que el documento no da ninguna otra información sobre ese pueblo y no hay forma de saber si
se trataba o no de una localidad de lengua huetar.

Ahora bien, según indica el doctor Quesada Pacheco en su exhaustivo estudio de la


lengua huetar, sí se registran al menos dos casos en que los españoles, al escribir palabras
indígenas que empezaban con c- sin estar seguidas de diptongo, alternaban la grafía c con la g
en posición inicial: Goyoche en lugar de Coyoche y Guábate en vez de Cuábata 93.

90
FERRERO ACOSTA, Luis, Entre el pasado y el futuro, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1988, p. 73.
91
Miguel Ángel Quesada Pacheco, comunicación personal, 29 de agosto de 2016.
92
PERALTA, 1883, p. 433.
93
QUESADA PACHECO, Miguel Ángel, Los huetares: historia, lengua, etnografía y tradición oral, Cartago,
Editorial Tecnológica de Costa Rica, 1ª. ed., 1996.
35

Al contrario de lo que ocurre con las palabras con g inicial sin estar seguidas de
diptongo, sí hay registro de numerosos nombres de personas y lugares en huetar que
comenzaban con la sílaba Ca- : Cabizcara, Cachiste, Cachistoc, Calicuy, Cambum, Capeta,
Capetare, Caracabi, Caraquibi, Carecoc, Cariboru, Caricabi, Caricura, Cariogres, Caruca, etc.
También hay bastantes nombres de plantas y animales que tienen esa sílaba ca- inicial:
cabucó, cachí, canjorro, capasurí, caqué, caracá, caragra, carbuta, caregre, carrás, cas, cascuá,
etc.94 Esto nos lleva a considerar la posibilidad de que la forma original del nombre del rey
indígena hubiera sido Carabito, en vez de Garabito, y que los españoles, al oírlo por primera
vez, lo hayan escrito como con la G inicial, quizá por asociación inconsciente con el apellido
español Garabito o con la palabra que designaba a una casetilla de mercado. Consultamos con
el doctor Quesada Pacheco sobre la verosimilitud de esta idea desde el punto de vista
lingüístico y nos respondió que era admisible:

“… bien pudo ser *Carabito y que pasara a Garabito por influjo del
apellido español; el problema es que no está documentado.” 95

Efectivamente, mientras que por lo menos está documentada una vez la forma
Guaravito -en la capitulación de Diego de Artieda-, no se conoce un solo texto que consigne
la forma *Carabito en lugar de Garabito y por ello es una mera hipótesis.

Ahora bien, si el nombre del rey indígena era Guarabito, según la forma registrada en
la capitulación de Artieda, o *Carabito, como hemos sugerido, subsiste la pregunta de por qué
los españoles habitualmente escribieron Garabito.

El documento más antiguo conservado en que aparece el nombre del monarca huetar
es una carta de Juan Vázquez de Coronado al rey Don Felipe II, escrita en Garcimuñoz en
diciembre de 1562, cuando aquel solamente llevaba unas semanas en Costa Rica. Muy
posiblemente fueron los españoles que encontró en Garcimuñoz quienes lo pusieron al tanto
de la existencia del rey indígena y de los problemas que suscitaba. Recordemos que a su
llegada, quien estaba al frente del gobierno de la provincia era el padre Estrada Rávago,
precsiamente el que años después, con su carta de 1572, divulgaría la versión de que el
monarca huetar había tomado su nombre del capitán Andrés de Garabito. Resulta verosímil
que el clérigo, en noviembre de 1562, le haya hablado a Vázquez de Coronado de “Garabito”
y el nuevo alcalde mayor simplemente haya dado por bueno que ese era el nombre del rey, lo
consignara así en su carta de diciembre a Don Felipe II y siguiera utilizando esa versión,
aunque después oyera en boca de indígenas hablantes de huetar pronunciaciones distintas,
como podían haber sido Guarabito o *Carabito.Se conociera ya o no la versión de que el
nombre del rey derivaba del conquistador del decenio de 1520, lo cierto es que Garabito era
una palabra perfectamente familiar para oídos españoles, ya fuera como apellido o con el
significado de casetilla de mercado. Una vez registrada mentalmente la forma Garabito, era
fácil dejar de lado otras posibilidades, como posiblemente le ocurrió a don Manuel María de
Peralta en 1883 al transcribir la capitulación de Diego de Artieda y leer Garabito en vez de
Guarabito. Peor aún: si el padre Estrada Rávago le había contado "su" versión sobre Andrés
de Garabito, Vázquez de Coronado hasta pudo haber pensado que eran los huetares, al decir
Guarabito o *Carabito,  los que no pronunciaban bien  la palabra española...

El sentido común parece indicar que el rey huetar tenía un nombre indígena y no
español, independientemente de que fuera Garabito (aunque en huetar sea muy poco
frecuente el uso de Ga- como sílaba inicial), Guarabito, como dice la capitulación de Artieda,

94
Ibid., pp. 158-159, 176-177 y 186-187.
95
Miguel Ángel Quesada Pacheco, comunicación personal, 30 de agosto de 2016.
36

o *Carabito, como hemos sugerido aquí. Fuera de la afirmación de Estrada Rávago, en una
carta que está llena de errores y disparates, no hay realmente nada que sustente la afirmación
de que su nombre derivara del de Andrés de Garabito, y a ella se opone la lógica más
elemental:¿por qué iba el rey indígena a adoptar y sobre todo a mantener durante cincuenta
años el nombre de uno de los aborrecidos invasores, y de una manera tan pública y notoria
que hasta el rey Aczarrí y la reina de los votos lo conocían por esa denominación? Es como si
don Juan Rafael Mora hubiera llevado complacidamente el apodo de “Walker” durante la
Guerra contra los filibusteros y tanto los costarricenses como los demás centroamericanos lo
hubieran llamado así y hubieran dejado totalmente de lado su nombre original.

A todos estos argumentos cabe añadir que, según expondremos al hablar de la familia
del rey huetar, hay un documento de 1566 que nos indica que a la llegada de Cavallón a Costa
Rica a comienzos de 1561 no estaba reinando todavía Garabito, sino su abuelo (u otro
pariente), lo cual hace muy difícil que alrededor de 1525 o 1526 estuviera en edad de tratar
con el capitán español y adoptar su nombre. Posiblemente apenas estaba naciendo, y tampoco
tiene lógica pensar que sus familiares iban a querer para el niño el humillante nombre de uno
de los esclavistas intrusos asentados en Bruselas, o que él lo haya conservado ya de adulto
contra viento y marea, a la vez que combatía a los españoles.

En conclusión, la similitud del apellido de Andrés de Garabito con el nombre del rey
huetar puede haber sido, y creemos que fue, una desdichada coincidencia.

Resumimos las diversas hipótesis en cuanto al nombre del rey huetar en el cuadro
siguiente:
37

ETIMOLOGÍA FORMA ARGUMENTOS A FAVOR ARGUMENTOS EN CONTRA


DEL
NOMBRE
1.- No hay ningún documento que
indique que Andrés de Garabito
haya entrado a tierras huetares.

2.- La carta de Estrada Rávago


contiene muchos y graves errores
históricos y cronológicos.
ESPAÑOLA Garabito Carta de Juan de Estrada Rávago
en 1572, que afirma que al rey 3.- Monarcas indígenas de tierras
indígena le quedó el nombre del distantes como la reina de los votos,
capitán español Andrés de o que no eran vasallos ni tributarios
Garabito, que estuvo en el litoral del rey huetar, como el rey Accerrí,
del Pacífico central en el decenio estaban perfectamente enterados de
de 1520. que se llamaba Garabito, lo cual no
parece verosímil si ese no era su
nombre original sino un nombre
tomado de un español.

4.- No tiene lógica que un rey que


resistió tenazmente a los españoles
haya adoptado y conservado
durante más de treinta años un
nombre español, aun después de
que se apoderaron de su familia.
Prácticamente no hay palabras en
huetar o en lenguas afines que se
Casi todos los documentos inicien con la letra G salvo que
Garabito españoles que mencionan al rey lleven después un diptongo (como
huetar usan esa forma. en Guarco). En huetar no se conoce
ninguna otra palabra que comience
con la sílaba Ga-.
1.- En español existen tanto el
1.- Existen diversos nombres sonido Ga- como el sonido Gua- y
huetares de personas y de lugares prácticamente nunca se confunden
INDÍGENA Guarabito que empiezan con la sílaba Gua- (gasa/guasa, Gante/guante, etc.).
Los españoles nunca escribieron,
por ej., Garco en vez de Guarco.
2.- Hay un documento español de
1573 donde se registra la forma 2.- Casi todos los documentos
Guarabito en vez de Garabito. españoles del siglo XVI usan la
forma Garabito y solo se ha hallado
uno que diceGuarabito.
1.- Existen muchos nombres
propios y comunes en huetar que
empiezan con la sílaba ca-
No se conoce ningún documento
*Carabito 2.- Está documentado que que registre la forma *Carabito.
ocasionalmente, los españoles
escribían con G inicial palabras
que empezaban con C o viceversa
(Coyoche / Goyoche, Cuábata /
Guábate)
38

CAPÍTULO II
LOS REINOS DE LOS HUETARES Y LA FAMILIA DE GARABITO

1.- Los pueblos del Área Intermedia: caracterización general.

A principios del siglo XVI, a la llegada de los europeos, Costa Rica no existía como
unidad, sino que estaba habitada por diversos pueblos independientes entre sí y cuyas
respectivas culturas tenían grados muy diferentes de complejidad y desarrollo. Sin embargo,
es posible identificar de modo general dos grandes áreas culturales. Los grupos que habitaban
en la península de Nicoya, la región aledaña al golfo de ese nombre, parte de la región del
Pacífico Central, la desembocadura del San Juan y una pequeña zona en la cuenca del Sixaola
96
pertenecían al área cultural de Mesoamérica, que se extiende desde el centro de México
hasta las riberas del golfo de Nicoya. En los grupos del resto del territorio costarricense
predominaban las influencias de las culturas del Caribe y de Sudamérica, por lo que se le ha
denominado Área Intermedia. Esta comprendía, además, la región caribeña de Nicaragua,
Panamá, Colombia, parte de Venezuela y la costa del Ecuador 97. Es posible que en épocas
anteriores la región nicoyana haya formado también parte de ella 98. Entre las áreas
Mesoamericana e Intermedia no hubo una frontera estrictamente delimitada y debieron ser
frecuentes los contactos y la transculturación entre ellas, sobre todo en las zonas de
confluencia 99.

El Área Intermedia de Costa Rica estaba habitada por numerosas comunidades con
costumbres y lenguas distintas, aunque la mayoría de sus idiomas pertenecían a la familia
macro-chibcha 100. La cultura de algunos de esos grupos, especialmente en la vertiente del
Caribe, tenía muchos elementos similares a las de los pueblos de las Antillas, pero en otros
era perceptible la influencia sudamericana: por ejemplo, en 1562 el Cabildo de la ciudad del
Castillo de Garcimuñoz, ubicada en el Valle Central, escribió que los indígenas de Costa Rica
imitaban en el traje y la contratación a los del Perú 101. También se pueden encontrar
semejanzas entre las costumbres de ciertas comunidades y las de pueblos indígenas de
Panamá y Colombia 102.

Entre muchos de los reinos y comunidades del Área Intermedia costarricense había
vínculos comerciales, de vasallaje o de alianza, pero no había una sola autoridad en todo el
territorio, sino toda una pluralidad de sociedades de diverso grado de complejidad. En los
documentos de los españoles aparecen mencionados muchísimos grupos indígenas 103, pero
las referencias al respecto son demasiado imprecisas y escuetas como para poder identificar
con claridad las diversas etnias y sus características específicas. Los nombres de las
localidades y los reyes también son problemáticos, ya que algunas veces se usan dos o más
nombres para un mismo lugar o persona 104, o la misma denominación para un lugar y para un
monarca o señor. Para algunas comunidades se ha sugerido incluso que esto pudiera deberse a
96
V. FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, pp. 13-14; IBARRA ROJAS, Eugenia, Fronteras étnicas en la conquista
de Nicaragua y Nicoya, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 2001, pp. 57-59.
97
FERRERO ACOSTA,1988, p. 15.
98
IBARRA ROJAS, 2001, p. 46-48.
99
V. FERRERO ACOSTA, Luis, Costa Rica precolombina, San José, Editorial Costa Rica, 6ª. reimpr. de la 1ª.
ed., 2000, pp. 51-58.
100
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 40-42.
101
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 15-16.
102
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 210.
103
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 38.
104
QUESADA PACHECO, 1996, pp. 60-61.
39

una costumbre en el sentido de cambiar el nombre del sitio cada vez que moría un rey o señor,
para darle el del difunto 105.

En el siglo XVI, en el Área Intermedia parece haber predominado un tipo


deasentamiento disperso, concretado en la existencia de caseríos formados por dos o tres
palenques comunales muy grandes, cuyos habitantes cultivaban los campos aledaños 106.
Algunas fuentes indican que en cada vivienda habitaba junta “toda una familia, parentela y
linaje” 107. Aunque sitios como Guayabo (que parece haber sido abandonado muchos años
antes de la llegada de los europeos) dan testimonio de que hubo asentamientos mayores 108, la
tendencia de las comunidades a la concentración urbana parece haber sido menor en el Área
Intermedia que en la región nicoyana, quizá debido a que los cultivos nómadas o
seminómadas obligaban a los grupos a desplazarse paulatinamente 109. Al contrario de lo
ocurrido en otros lugares de Centroamérica, los conquistadores españoles no lograron
encontrar en Costa Rica ningún centro de población suficientemente grande o populoso como
para darle el calificativo de ciudad.

Los reyes del Área Intermedia parecen haber tenido mayores potestades que los de
Nicoya; por ejemplo, tanto Garabito como Correque, heredero del Guarco, parecen haber
gozado de una autoridad considerable 110. Sin embargo, quizá en otros grupos el poder del rey
sobre los demás no era grande, sino que se ejercía en coordinación con los señores
subordinados 111. Incluso se sabe que en algunas comunidades talamanqueñas del siglo XIX la
autoridad del monarca era puramente nominaly su posición solo se distinguía por aspectos
protocolarios y ceremoniales 112.

Aunque la existencia de redes de reciprocidad en el intercambio de bienes y servicios


caracterizara la vida de las comunidades, el rey o señor solía tener en tales redes un papel muy
significativo. Encauzaba las actividades productivas, redistribuía los excedentes, solucionaba
conflictos internos e impartía justicia, dirigía las relaciones con otros grupos y tenía funciones
sacerdotales. Su persona casi siempre era sagrada, llevaba vestiduras e insignias especiales y
estaba rodeado de asistentes y servidores, así como de un elaborado protocolo. Los principales
hechos de su vida y sus funerales solían estar caracterizados por ritos públicos complejos y
solemnes. La jerarquización de la sociedad dependía en muchosaspectos de las relaciones con
el rey, ya que el rango de las personas podía estar determinado por el grado de lejanía o
proximidad consanguínea con él 113.

Los guerreros y sacerdotes solían pertenecer a los estratos superiores de la sociedad y


llevar vestimentas e insignias especiales indicativas de su condición 114. En ciertos pueblos,
como el de los coctus o cotos, había mujeres guerreras, llamadas biritecas115. Los
enfrentamientos bélicos entre los diferentes reinos y grupos eran frecuentes, y los prisioneros
de guerra a menudo se destinaban a la esclavitud o al sacrificio ritual, aunque sin la
antropofagia habitual en las ceremonias religiosas mesoamericanas 116. Los esclavos también

105
CASTRO Y TOSI, 1981, pp. 26-27
106
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 45 y ss.
107
Ibid., p. 54.
108
QUESADA PACHECO, 1996, p. 41.
109
FERRERO ACOSTA, 2000, pp. 189-190.
110
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 74; VÁZQUEZ DE CORONADO,1964, pp. 14 y 23.
111
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 73.
112
GABB, William M., Talamanca, el espacio y los hombres, San José, Ministerio de Cultura, Juventud y
Deportes, 1ª. ed., 1978, p. 95.
113
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 72-73 y 77-78.
114
Ibid., pp. 75-77.
115
Ibid., p. 112; QUESADA PACHECO, 1996, p. 60.
40

eran sacrificados para enterrarlos con los reyes u otros personajes de elevada jerarquía117.

Las normas sobre familia y parentesco se fundamentaban en un sistema matrilineal o


cognático, por lo que debió ser muy importante la relación de las personas con sus tíos
maternos 118. La organización familiar estaba basada en clanes matrilineales que se suponían
descendientes de una antepasada común y que a veces se identificaban con un nombre
también común a todo el grupo, referido por ejemplo a un animal 119. En ciertos grupos estaba
rigurosamente prohibida la relación sexual entre personas del mismo grupo matrilineal, por
lejano que fuese el parentesco, lo cual obligaba a la exogamia: los varones debían buscar
esposa en otro clan 120. En cambio, no se reconocía el parentesco patrilineal y en consecuencia
el trato carnal entre dos personas unidas por vínculos exclusivamente patrilineales era
irrelevante. Imperaba además un sistema de residencia uxorilocal, es decir, el varón debía irse
a vivir a casa de sus suegros 121 y contribuir con su trabajo al sustento común de su nueva
familia; por esta razón tener hijas eran considerado ventajoso, mientras que se sabía que los
varones, al casarse, trabajarían para otra familia 122.

En el Área Intermedia parece haber prevalecido un sistema de unión conyugal


sindiásmica,es decir, con parejas más o menos estables que podían disolverse unilateralmente,
aunque algunas comunidades pudieron tener formas de matrimonio monogámico 123. La
poligamia solía estar reservada a los reyes y los estratos superiores de la sociedad, aunque
otros sectores también la practicaban: en la segunda mitad del siglo XIX, entre los grupos
indígenas de Talamanca muchos varones tenían dos o más mujeres, y la pluralidad de esposas
quedaba a opción del marido 124. Además, en algunas comunidades existía la costumbre de
casar a una niña de corta edad con un joven adulto, para que se criara con él hasta el momento
de consumar la unión 125.

La expresión ur betsuk utilizada hoy en el idioma bribri para designar al matrimonio,


que significa literalmente manos unidas, da idea de lo sencilla de lo que pudo haber sido la
ceremonia, cuando había alguna 126. Un misionero alemán consignó que todavía a principios
del siglo XX persistía entre los mismos bribris un matrimonio con escasas formalidades, pero
en el cual la madre de la novia desempeñaba un papel importante, ya que era a ella a la que el
pretendiente explicaba sus intenciones y quien decidía si era conveniente la unión. Al día
siguiente, después de informar a su marido, la madre avisaba al pretendiente que viniera a

116
FERRERO ACOSTA, 2000, pp. 195-196; FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 78; IBARRA ROJAS, Eugenia,
Las sociedades cacicales de Costa Rica (siglo XVI), San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed.,
1990, pp. 124-125; QUESADA PACHECO, 1996, p. 65-66. El misionero fray Agustín de Cevallos, al referirse
en 1610 a varios grupos indígenas del sudeste de Costa Rica, consignó que vivían en continuas guerras unos con
otros, porque debían sacrificar periódicamente a algunas personas, “... y cuando no las tienen, por no sacrificar
los de su nación, acometen a los de otra y los que cautivan sacrifican; y si les sobran, los venden a otros vecinos
para el mismo efecto.” V. FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Reseña histórica de Talamanca, San José,
Editorial Costa Rica, 3ª. ed., 1975, p. 148.
117
QUESADA PACHECO, 1996, p. 56.
118
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 62-64.
119
Ibid., pp. 62-63.
120
Ibid., p. 63-64.
121
CASTRO Y TOSI, Norberto de, “Familias patricias de Costa Rica”, p. 65, en Revista de la Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, Noviembre de 1975, N° 22, pp. 11-190; FERRERO ACOSTA, 1988,
p. 63.
122
GABB, 1978, p. 114.
123
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 210.
124
Ibid., p. 209-210; GABB, 1978, p. 113.
125
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1975, p. 155.
126
STONE, Doris, Las tribus talamanqueñas de Costa Rica, San José, Comisión Costarricense del V Centenario
del Descubrimiento de América, 1ª. ed., 1993, pp. 61-63 y 75-91.
41

vivir con ellos y ya se consideraba concluido el casamiento 127.

Al igual que en otras culturas, en la del Área Intermedia costarricense la mujer casada
podía tener en la familia una posición igual o incluso superior a la del marido. Posiblemente
gozaba también de bastante libertad sexual, ya que los grupos del Área Intermedia no parecen
haber dado importancia a la virginidad y en algunas comunidades había mujeres que se
entregaban a quienes las solicitaran 128. No parece que existiera una diferencia sustancial en la
posición del varón y la mujer en cuanto a la disolución de la convivencia, como lo sugieren
las costumbres que mantenían los grupos indígenas de Talamanca a fines del siglo XIX: en
caso de infidelidad de parte de la mujer, o de indebida crueldad de parte del marido, la pareja
se separaba en forma temporal o definitiva 129.

En el Área Intermedia debieron prevalecer sistemas colectivos de trabajo y de


propiedad de la tierra cultivable 130, aunque con posiciones de privilegio para las personas
pertenecientes a los estratos superiores de la sociedad. No se ha hallado ninguna referencia
documental sobre la existencia de mercados, aunque la acumulación de objetos permite
suponer que en algunos lugares hubo un comercio muy intenso. Hay sitios donde se ha
comprobado la existencia de plazas, que pudieron haber sido utilizadas para actividades de
redistribución de bienes, así como para ritos religiosos 131.

2.- Los pueblos huetares.

A los europeos les llamó la atención la gran diversidad lingüística que había en el
territorio de lo que hoy es Costa Rica 132, y todavía hoy, los idiomas indígenas que subsisten en
el país tienen características muy diferentes entre sí. Sin embargo, la mayoría de los pueblos
con los que tuvieron contacto los españoles en la región del Pacífico Central a donde llegó la
expedición de Cavallón a principios de 1561 y en el Valle Central, tenía como lengua materna
o al menos comprendían el idioma huetar.

Los pioneros de la historiografía costarricense no tuvieron mucha seguridad sobre la


lengua y el origen de los huetares. En el primer tomo de su Colección de Documentos para la
historia de Costa Rica, publicado en 1881, don León Fernández expuso su criterio de que los
chorotegas y los huetares eran una misma nación y hablaban una misma lengua, el chorotega
o mangue 133. Don Manuel María de Peralta, por su parte, aunque diferenció claramente ambas
culturas indígenas y dijo que la lengua huetar era enteramente distinta de la de sus vecinos
mangues y nahuas, atribuyó a la palabra huetar una etimología mesoamericana, ya que pensó
que derivaba del náhuatl uei tlalli, tierra grande 134. Por su parte, don Carlos Gagini consignó
que, según sus investigaciones, los huetares “eran una mezcla de Tarascos, Aztecas y otras
tribus”135. Don Ricardo Fernández Guardia, aunque descartó la idea de que los huetares
fueran de origen mesoamericano, tampoco percibió su conexión con los pueblos de la familia
lingüística chibchense, ya que dijo que ellos y los viceitas o indígenas de la actual Talamanca,

127
BOZZOLI DE WILLE, María E, “Continuidad del simbolismo del cacao, del siglo XVI al siglo XX”, pp.
231-232, en V° Centenario de Gonzalo Fernández de Oviedo. Memoria del Congreso sobre el Mundo
Centroamericano de su Tiempo, San José, Editorial Texto Ltda., 1ª. ed., 1978, pp. 229-240.
128
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 209; GABB, 1978, p. 113.
129
Ibid., p. 114.
130
Ibid., pp. 210-211; IBARRA ROJAS, 1990, pp. 78-107.
131
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 198; FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 46-47 y 80.
132
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 16, IBARRA ROJAS, 1990, p. 119.
133
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, pp. 93-94 nota (f).
134
PERALTA y ALFARO, 1893, p. XIII.
135
GAGINI, Carlos, Diccionario de costarriqueñismos, San José, Editorial Costa Rica, 3ª. ed., 1975, p. 135.
42

“Según fundadas posibilidades eran oriundos del Brasil de donde


pasaron a Venezuela, esparciéndose después por las Antillas y las
costas del mar Caribe.” 136

Don Miguel Ángel Quesada Pacheco, que en su obra Los huetares: historia, lengua,
etnografía y tradición oral define como etnia huetar al conjunto de habitantes de Costa Rica
que en el siglo XVI hablaban el huetar como lengua materna 137, el área geográfica habitada
por esa etnia comprendía el Vallle Central en toda su extensión y algunas zonas periféricas a
este. Cabe indicar que el idioma huetar se ha perdido por completo, y aunque en un
documento de 1607 consta que fray Agustín de Cevallos había escrito un catecismo en esa
lengua, su texto no ha llegado hasta nosotros 138.

Por el oeste, los dominios de los huetares llegaban hacia el oriente hasta Chirripó y
Tayutic; un documento de 1563 hace referencia a “la provincia de Tayutique, ques límite de
la nación huetar” 139. Hacia el norte, los huetares dominaban las regiones de las actuales
provincias de Alajuela y Heredia que se hallan en el Valle Central y las estribaciones de la
Cordillera Volcánica Central hasta las llanuras de San Carlos, donde se iniciaba el territorio
de los indígenas votos o botos, ya que en una carta de Juan Vázquez de Coronado, fechada el
11 de diciembre de 1562, se habla de “la provincia de los Botos, que confina con la de
Garabito.”140 Por el sur, los huetares habitaban en los actuales cantones de Puriscal, Acosta y
Mora hasta el río Pirrís, en Parrita, por donde limitaban con los quepos 141.

Es difícil determinar con precisión hasta dónde se extendieron los huetares hacia el
este y por la costa del Pacífico. En su recorrido de 1522, la expedición de Gil González Dávila
no parece haber encontrado ninguna comunidad huetar en el litoral. Los dominios del rey
Huetara estaban tierra adentro; en el golfo de San Vicente (la bahía de Caldera o la ensenada
de Tivives), los expedicionarios encontraron al rey Chorotega y después de él los dominios de
los reyes Gurutina y Chomi; enseguida cruzaron el golfo de Nicoya y llegaron a la península
de Nicoya. Como ya indicamos, en el itinerario de Cereceda se dice que “El cacique
Chorotega… es caribe y de aquí en adelante lo son...” 142, por lo que podemos colegir que
tanto en los dominios de Gurutina como en los de Chomi se practicaba la antropofagia y la
población era por consiguiente de cultura mesoamericana. Por supuesto, el que la expedición
de Gil González Dávila no haya tenido contacto con pueblos huetares en la costa al este del
golfo de San Vicente, no quiere decir que allí no hubiera ninguna comunidad huetar en 1522 o
que la región no pudiera estar sometida a la hegemonía de los huetares. Por el contrario, estos
deben haber tenido una presencia importante en la zona costera, ya que uno de los nombres
que los indígenas daban al actual golfo de Nicoya era el de golfo de Huetares, según consignó
Gonzalo Fernández de Oviedo, al decir que ese golfo, al que los españoles llamaron de
Sanlúcar o de Nicaragua,

“(… otros le dicen golpho de Orotiña, e otros golpho de Güetares) e


cualquiera de estos dos nombres postreros es su nombre propio)”143

Hay que recordar que González Dávila se apartó de la costa después de los dominios
136
FERNÁNDEZ, 1933, p. 14.
137
QUESADA PACHECO, 1996, p. 15.
138
QUESADA PACHECO, Miguel Ángel, Historia de la lengua española en Costa Rica, San José, Editorial
UCR, 1ª. ed., 2009, pp. 50-51.
139
PERALTA, 1883, p. 337.
140
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 15.
141
QUESADA PACHECO, 1996, p. 27.
142
PERALTA, 1883, p. 29.
143
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 1978, pp. 20-21.
43

de un rey llamado Cob y solo volvió a salir al litoral en el golfo de San Vicente, tras visitar,
tierra adentro, la pequeña comunidad del rey Huetara. Es posible que la sección costera entre
el golfo de San Vicente y los dominios de Cob estuviera controlada por los huetares. Por otra
parte, como ya vimos, el mismo Fernández de Oviedo dice inequívocamente que los dominios
de los huetares se extendían por el litoral pacífico:

“Los Güetares son mucha gente, é viven ençima de las sierras del
puerto de la Herradura, é se extienden por la costa deste golpho al
poniente de la banda del Norte hasta el confín de los Chorotegas…”
144

Según escribió en 1529 el licenciado Francisco de Castañeda,los indígenas de Chira y


los súbditos de los reyes Corobicí, Cangen y Orotina vivían del comercio con los huetares de
las sierras:

“… estos que he dichobiben de rescates con los de las syerras, que les
llevan cántaros e ollas, e platos de barro negro que labran muy
bueno, e mantas de algodón e chaquiera, e mayz e cosas de la tierra,
que los de la tierra no tienen.” 145

Oscar Bákit, en su obra sobre Garabito, supone que el interés de los huetares por el
litoral pacífico y susenfrentamientos bélicos con los pueblos de cultura mesoamericana
asentados allí se debía al interés de controlar las salinas ubicadas entre los ríos Barranca y
Jesús María y en utilizar a integrantes de esos pueblos como cargadores para llevar la sal
hacia el interior 146.

Para la época de Juan Vázquez de Coronado, el rey huetar Coquiva de Pacaca había
logrado dominar y casi exterminar a los chorotegas anteriormente asentados a orillas del golfo
de San Vicente y había llevado a los sobrevivientes hasta sus dominios tierra adentro.
Vázquez de Coronado hizo ponerlos en libertad y conducirlos a su antiguo asiento, según
informó al rey Don Felipe II en una carta fechada el 2 de julio de 1563:

“Tube noticia de un pueblo de Mangues que el cacique Coquiva tenia


por esclavos y los sacrificaba, y que de quatro cientos que eran abian
quedado muy pocos: Son de la lengua de Nicaragua. Envie un
caudillo para que en nombre de Vuestra Magestad los pusiese en
libertad; hallolos, y entendida por el cacique dellos su libertad,
lloraba de gozo diciendo que el queria ser cristiano y que por el Dios
en quien adorábamos le truxesen a el y a su gente donde residíamos.
Fue por su mujer e hijos, y llegado a esta cibdad le envie con toda su
gente al puerto de Landecho, asiento antiguo suyo llamado la
Chururteca, a donde se an bautizado los niños, que fueron pocos, y
los mayores aprenden las quatro oraciones para poder recibir el
bautismo.”147

3.- Los dominios de Garabito.

Don Ricardo Fernández Guardia, en su obra Historia de Costa Rica. El


144
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 1978, p. 22.
145
PERALTA, 1883, p. 54.
146
BÁKIT, 1981, pp. 69-71 y 76-77.
147
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 52.
44

descubrimiento y la conquista, publicada por primera vez en 1905, dijo:

“Los dominios de Garabito empezaban en el río Virilla y se extendían


en dirección del Pacífico, hasta las montañas de Tilarán y de La
Herradura. Los principales asientos de estos indios estaban en los
valles de Pacaca, Tabarcia, Santo Domingo, Garabito y la Santa
Cruz. En el mismo río Virilla tenía su principio el señorío de Guarco,
y pasando sobre la Cordillera Madre, en dirección del Atlántico, iba
a terminar cerca del río San Juan, al norte, y en Chirripó, al sudeste,
abarcando los valles de San José, Cartago, Ujarraz, Orosi,
Tucurrique, Atirro, Tuís, Platanillo, Moravia, Chirripó, Turrialba,
Siquirres, Matina, las llanuras de Santa Clara y el Tortuguero.” 148

Fue Fernández Guardia el que creó la idea de dos grandes reinos huetares, separados
por el río Virilla y que llamó “huetares de Oriente” y “huetares de Occidente”:

“Los güetares vivían en las altiplanicies centrales y se extendían por


las vertientes de ambos océanos hasta cerca de las costas. Formaban
dos naciones, gobernada cada una por un príncipe o cacique
supremo. En la época de la conquista estos príncipes se llamaban
Garabito y Guarco… Por su situación geográfica, los dos reinos
güetares pueden diferenciarse con los nombres de güetares de
Oriente y Occidente. La capital del primero estaba situada en el valle
del Guarco de Cartago y después en el pintoresco valle de Ujarraz; la
del segundo en la de Garabito. Ambos estaban divididos en
numerosas parcialidades regidas por caciques feudatarios, a extremo
de que puede decirse que cada familia se gobernaba aparte; pero
todos acataban la autoridad suprema de sus príncipes, que vivían
rodeados de una corte de señores.” 149

Ningún documento del siglo XVI hace esta caracterización de dos grandes reinos
huetares, ni menos divide a estos en orientales y occidentales. Por lo que respecta a los
dominios de Garabito, en la ilegal repartición de encomiendas efectuada por el gobernador
Perafán de Ribera en 1569 se dice:

“Los pueblos que se an de encomendar y repartir son los


siguientes:

Garabito, que se entiende el propio valle que dizen de la Cruz.

El valle de Coyoche.

El real de Pereyra, que son las lomas de çabanas antes de llegar á


la ciudad vieja [Garcimuñoz], por lo alto.

Barba y su gente.

Yuruste y su gente, que confina con Currirabá por la parte del real
de Juan de Estrada el principal.

148
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 14.
149
Ibid., pp. 14-15.
45

Coboboci, en la quebrada de una parte y otra.

Abacara y Chucasque, que están poblados en el río Grande.

Esta es la provincia de Garabito.

Garabito, cacique. Principales: Cobobia, Abacara, Chucasque,


Barba, Yuruste.

Abrá entre el Cacique y principales dos mil y quinientos yndios.”


150

Como puede verse, los dominios de Garabito no comprendían a todos los pueblos que
Fernández Guardia englobaba en el “reino de los huetares de Occidente”, ya que la
enumeración contenida en este documento de 1569 no incluye entre los vasallos de Garabito
al importante reino de Pacaca, que en el mismo texto es mencionada como “provincia
principal” 151.

Aún así, del documento de 1569 podemos colegir que Garabito gobernaba un reino
bastante extenso, que comprendía siete regiones diferentes, aunque con respecto a la mayoría
de ellas no sabemos si los nombres con los que figuran en ese mismo documento son
denominaciones geográficas o se trata del nombre de los reyes o señores que las gobernaban,
como parece sugerir el texto cuando los enumera otra vez después de la palabra “principales”:

a) la región del valle de la Cruz, donde se hallaba su residencia más importante;

b) el valle de Coyoche, cuyo rey, a pesar de ser cultura mesoamericana, pudo haberle estado
subordinado;

c) las tierras donde se ubicó el llamado Real o campamento de Pereyra, que según Molina
Montes de Oca corresponden a ciertos cerros al sureste de la actual ciudad de San José 152;

d) Barva, en la región donde hoy se ubica la población del mismo nombre, en la provincia de
Heredia;

e) Yuruste, señorío que colindaba con los dominios de Currirabá, y cuyo asiento identificó
Gagini con San Miguel de Santo Domingo de Heredia 153; Luis Ferrero Acosta lo ubica entre
San Isidro de Heredia y San Rafael de Coronado 154. Un documento de 1563 menciona a
“Yurusti, cacique de Toyopán en el Abra”155. Gagini ubicó Toyopán en San Isidro de la
Arenilla, hoy de Vázquez de Coronado 156.

f) Coboboci o Cobobici, comunidad que no ha sido claramente identificada,con respecto a la


cual Gagini plantea la posibilidad de que la “quebrada” a cuyas márgenes estaba fuera el río
Virilla 157;

150
PERALTA, 1883, pp. 421-422.
151
PERALTA, 1883, pp. 422-423.
152
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 133.
153
GAGINI, 1917, p. 54.
154
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 192.
155
FERNÁNDEZ, 1881-1907, IV, p. 224.
156
Ibid.
157
GAGINI, 1917, p. 54.
46

g) la cuenca del río Grande, donde se ubicaban los señoríos de Abacara (también escrito
Abaçara) y Chucasque; Gagini identifica este último con el lugar denominado Chucás, en el
cantón de Puriscal 158.Sin embargo, cabe recordar que también lleva el nombre de Chucás un
afluente del río Grande de Tárcoles, donde hoy existe un proyecto hidroeléctrico con ese
nombre. Nos parece más verosímil que el señorío de Garabito haya estado a cuyas orillas de
ese río, ya que específicamente se dice que este estaba poblado “en el río Grande”.

A los anteriores lugares, don Carlos Gagini añade Turrubará (Turrubares); Cobux, que
ubicaba en el paraje llamado las Ciruelas 159 y cuyo señor, según un documento de 1563, se
llamaba Yuruci y era un personaje distinto de Yurusti 160, y Xoquia, lugar que Gagini identifica
con El Barreal de Heredia 161. Este mismoautor dice que de los nombres de estos dos últimos
lugares pudo haber surgido la palabra Cubujuquí, que identificaba al primer asiento de la
actual ciudad de Heredia.

A juicio de Carlos Molina Montes de Oca,

“A pesar de lo que se ha escrito sobre los grandes dominios


territoriales que gobernaba el discutido jerarca güetar, lo que
efectivamente le estaba sujeto eran las sierras del Aguacate, las
llanuras de San Mateo y Orotina (Valle de la Cruz) y los llanos de
Esparza (Valle de Garabito)… Garabito tuvo poco o nada que hacer
al este y al sur de la cuenca Río Grande-Virilla… Su influencia se
hizo sentir más en el norte y al oeste de dicho río, y como esas áreas
estaban fuera del radio de avance de los conquistadores, y las
violaban sólo para buscarlo y tratar de prenderlo, fue quizá por ello
que el huidizo reyezuelo güetar logró sobrevivir… Sin embargo, es
posible que Garabito hubiera tenido alguna ascendencia con dos
caciques connotados del este de Río Grande: Barva y Yorusti, que se
habría trastornado con la llegada de Cavallón.” 162

La influencia del monarca huetarse extendía sobre otros pueblos; de acuerdo con lo
que unos “principales” suyos informaron al soldado Juan Dávila, en diciembre de 1562, los
tices y los votos eran tributarios de Garabito 163. La autoridad de este sobre los tices se puso de
manifiesto en enero de 1563, cuando uno de sus “dobles”, como veremos, llegó a Garcimuñoz
trayendo consigo al rey de los tices y este dio la obediencia a la Corona 164. Los tices, según
Ferrero Acosta se hallaban poblados en las vecindades de la actual Heredia, al norte 165; en un
documento de 1590 se menciona a un indígena “natural del pu° de los Tices questá poblado
en el pu° de Barva” 166.

Junto con los tices se cita habitualmente a los catapas, que a juicio de Ferrero Acosta
residían en las vecindades de Alajuela y Santa Bárbara de Heredia, al norte 167.Un documento
de 1607 menciona a “los Tices y Catapas, que son todos uno”168. Sin embargo, es posible que

158
Ibid., pp. 54 y 133.
159
Ibid.
160
FERNÁNDEZ, 1881-1907, IV, p. 224.
161
GAGINI, 1917, p. 54.
162
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 90.
163
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 38.
164
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 23.
165
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 193.
166
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 204.
167
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 193.
168
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 212.
47

los catapas o parte de estos hayan estado ubicados mucho más al oeste, en el suroeste de la
actual provincia de Alajuela o incluso más hacia la costa pacífica, ya que en 1613 Francisco
Chacón de Alarcón era “corregidor de Garabito, Chomes, Catapas y Abangares”169 y en
1662 existía un pueblo indígena llamado San Ildefonso de Atapas (¿Catapas?) en la
jurisdicción de Santa Catalina de Garabito, localidad esta ubicada en el actual cantón de San
Mateo:

“La dotrina de Santa Catalina de Garavito, en que está


incluso el convento de la ciudad del Espíritu Santo de Esparza, que se
quemó, consta de tres pueblos en distancia de veinte leguas poco más
ó menos: el uno es el nombrado, y el otro San Ildefonso de Atapas, y
el otro los Abangares: constan todos de veinte tributarios; están todos
estos pueblos en el despoblado que hay desde la provincia de
Nicaragua á esta de Costarrica…” 170

Los votos, según Ferrero Acosta, ocupaban los valles de San Carlos Pocosol y río
Sarapiquí; hacía el sur se extendían a la Cordillera Central y probablemente a través de las
montañas de la provincia de Alajuela 171.

En cuanto a los dominios del rey Guarco,sí consta documentalmente que sucesor
Correque dominaba un territorio que se extendía desde el río Virilla hasta Aserrí y hacia el
este hasta Chirripó y Parragua 172. En todo caso, tanto Correque como Garabito parecen haber
tenido bajo su autoridad un número importante de comunidades y grupos 173. Empero, más
que en dos extensos reinos territorialmente delimitados como los estados occidentales
europeos del siglo XVI, los pueblos del Área Intermedia costarricense se hallaban
organizados en una variada gama de reinos y señoríos (que algunos autores, siguiendo la
terminología implantada por los conquistadores, denominan cacicazgos mayores y cacicazgos
menores), y en clanes gentilicios 174. Se sabe de varios grupos que estaban subordinados a otro
y pagaban tributo a su monarca; sin embargo, es muy difícil la fijación clara de la linealidad
jerárquica, debido a que los documentos españoles son imprecisos sobre el particular, y a
veces emplean indistintamente términos como cacique mayor y cacique principal 175. En otros
casos no se puede determinar si las relaciones entre los grupos eran de subordinación o de
simple alianza 176, o los alcances que pudiera tener lo que desde el punto de vista español se
describía como vasallaje.

No se conoce cuál era la palabra con la que los huetares identificaban a sus monarcas.
Aunque los castellanos generalizaron la voz antillana cacique, que no utilizaban los indígenas
costarricenses, también recogieron documentalmente términos huetares como taque, que en
chibcha significa mandón o jefe; ibux, que podría identificar a los hermanos o hijos de los

169
PRADO SÁENZ, Eladio,”Los fundadores españoles de Costa Rica”, p. 31, en Revista de la Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, octubre de 1965, Números 13-14, pp. 31-70, en 1613 Francisco
Chacón de Alarcón era “corregidor de Garabito, Chomes, Catapas y Abangares”.
170
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VIII, p. 294.
171
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 194.
172
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 67.
173
FERRERO ACOSTA, 2000, pp. 192-194; FERRERO ACOSTA, 1988, p. 73-74, QUESADA PACHECO,
1996, pp. 31-32.
174
V. IBARRA ROJAS, Eugenia, Las manchas del jaguar. Huellas indígenas en la historia de Costa Rica, San
José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 1999, pp. 35-36; IBARRA ROJAS, 1990 , pp. 33-44 y
144-146.
175
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 70-73.
176
Ibid., pp. 72-73.
48

reyes 177, y uri, que significa hijo de señor 178. Un documento de 1576se refiere a un “ybux ó
taquey, ó indio más principal” 179 y otro de 1590 consigna que los huetares

“… en su lengua llaman a los hijos de caciques y principales Ybux y Taque.” 180

4.- La familia del rey.

La mayoría de los reinos y señoríos costarricenses del Área Intermedia eran vitalicios
y hereditarios por vía matrilineal, como los de otras partes de esa misma área cultural 181. En
algunas comunidades este sistema debió ser dinástico-electivo; así ocurría todavía, por
ejemplo, en ciertos grupos indígenas de Talamanca en la segunda mitad del siglo XIX 182. En
pueblos como el de los votos podía haber reinas: un capitán español que los visitó en 1562,
Francisco de Marmolejo, fue “... bien recibido de una india cacica de ellos y de su marido
que manda poco en ellos” 183. Luis Ferrero Acosta dice:

“En los clanes matrilineales únicamente se reconoce parentesco por


la línea de madre y de ahí que solo la mujer pueda transmitir el
derecho al mando. Así, entre los indios Votos encontraron que
gobernaba una mujer. Posiblemente entre los Quepo la
matrilinealidad era predominante: esto explica porqué Corrohore se
preocupaba tanto por la liberación de su hermana Dulcehé a quien
los indios Turucaca-Coctus tenían presa, ya que esta sería quien
debía transmitir la herencia.” 184

¿Cuáles eran las normas de la sucesión del mando entre los huetares? Ninguna fuente
documental de la época de la conquista nos da una respuesta clara al respecto. Algunos textos
parecieran sugerir que entre los huetares del valle del Guarco había un sistema de sucesión
patrilineal, porque en un documento de 1584 se dice que Don Fernando Correque, que había
reinado sobre ellos, era hijo del rey Guarco, y que Don Fernando Correque había dejado un
hijo llamado Don Alonso, a quien Diego de Artieda otorgó la encomienda de Tucurrique:

“… don Fernando rrey y Señor natural de toda esta tierra hijo del
Guarco Señor que así mismo fue della y su legítimo suçesor y
heredero los gobernadores y Justicias pasadas acudiendo a lo que Su
magestad manda le dieron de sus mesmos vasallos servicio personal y
para que le hiziesen sus milpas y demás labores para el sustento de su
persona mujer y hijos y no obstante servirle a el acudían muchos
alguaziles dellos a servir a las Justiçias en lo que les mandava y por
muerte del dicho don Fernando sucedió en su lugar don Alonso su
hijo…” 185

No hay otro documento del siglo XVI que confirme que Correque haya sido hijo del
Guarco, y es perfectamente posible que este en realidad fuera tío materno de aquel. En cuanto

177
Ibid., p. 71-72.
178
QUESADA PACHECO, 1996., pp. 33-34.
179
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 198.
180
GONZÁLEZ VÍQUEZ, Cleto, Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, San José, Tipografía
Nacional, 1ª. ed., 1905, p. 36.
181
CASTRO Y TOSI, 1975, p. 63.
182
GABB, 1978,pp. 94-95.
183
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 18.
184
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 63-64.
185
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 4.
49

a la transmisión de la condición regia de Don Fernando Correque a su hijo Don Alonso,


Ferrero Acosta dice que este sistema sucesorio patrilineal “…parece haber sido impuesto por
los primeros conquistadores españoles porque hay noticias de que otros caciques menores y
tributarios de Correque eran matrilineales.” 186 En un texto reciente, la historiadora Eugenia
Ibarra, con base en el análisis de varios documentos, llegó a la conclusión de que
efectivamente Don Alonso Correque no había sido hijo de Don Fernando, sino de una de sus
hermanas 187.

¿Y en el reino de Garabito? La única referencia que tenemos sobre la familia en la cual


nació Garabito se encuentra en un documento de 1566, donde se menciona al que se supone
que era su abuelo. Su autor, Pedro Gallego, que llegó a Costa Rica a principios de 1561 con la
expedición de Juan de Cavallón, dice que al iniciar la marcha hacia el interior del territorio,
toparon con

“… una provincia que llamaron de Garabito, donde hallamos gran


cantidad de indios, comida y muchas cosas que los indios de aquella
tierra tenían, como era oro labrado en patenas, aguilillas y cuentas y
otros géneros y maneras de cosas hechas de dicho oro. En la cual
tierra estuvimos hasta que los dichos indios vinieron de paz. Aunque
después de muerto un cacique que era el principal señor de aquella
tierra, abuelo del dicho Garavito, se alzaron, y lo están al día de hoy
con estar que el pasaje y entrada de la tierra o por ser el heredero
que quedó, indio belicoso y enemigo de españoles…” 188

Si el antecesor inmediato de Garabito era su abuelo, esto podría querer decir que en su
reino la sucesión era patrilineal, ya que de haber sido matrilineal, el rey anterior a Garabito
hubiera sido su tío materno u otro pariente por línea femenina. Sin embargo, es muy posible
que los españoles simplemente hayan dado por sentado que la sucesión entre los reyes
huetares de la “provincia de Garabito” era patrilineal, de acuerdo con lo que era habitual en
Europa, y hayan interpretado como “abuelo” algún término de parentesco que en realidad
identificara al tío o tío abuelo materno del monarca. No parece razonable pensar que en la
mayoría de los pueblos del Área Intermedia predominara un sistema de parentesco matrilineal
y que el reino de Garabito constituyera la excepción.

Aparte de la cuestión del parentesco, el documento de Pedro Gallego nos parece digno
de atención por otro motivo. De acuerdo con lo que se dice en este texto, Garabito habría
heredado el reino de sus mayores muy poco después de haber llegado a Costa Rica la
expedición de Juan de Cavallón, en ese mismo año de 1561. Este dato es muy interesante,
porque es el único que nos permiteesbozar alguna idea sobre la edad de Garabito y suponer
que era un hombre más o menos joven a la llegada de los españoles.

Quienes supusieron que Garabito había tomado su nombre de Andrés de Garabito,


como consecuencia de su hipotética correría a tierras huetares en la época de la existencia de
Bruselas, es decir, alrededor de 1525, tuvieron forzosamente que considerar que Garabito era
ya un hombre de bastante edad a la hora de enfrentarse con Cavallón en 1561, treinta y seis
años después. Don Ricardo Fernández Guardia, que en su obra Historia de Costa Rica. El
descubrimiento y la conquista, repitió la conseja en cuanto al nombre del monarca huetar, dijo
por ello que era un“cacique viejo, levantisco y mañoso”189, y esa idea se repite en algunas
186
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 64.
187
IBARRA ROJAS, 1990, pp. 148-152.
188
GALLEGO, 1990, p. 11.
189
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 120.
50

publicaciones modernas. Lo absurdo del asunto no escapó a la atención de don Cleto


González Víquez, que al respecto escribió:

“El cacique a quien dio su nombre el capitán Garabito no debe ser el


mismo que se rindió a Anguciana, pues median entre los dos sucesos
por lo menos cincuenta años.” 190

Sin embargo, si se desecha la versión que vincula el nombre del rey indígena con la
supuesta correría de Andrés de Garabito, que consideramos totalmente infundada, el
documento de Gallego sugiere algo muy distinto. Partiendo del supuesto de que el antecesor
de Garabito en el reinado –tío o abuelo- haya muerto de unos cincuenta o sesenta años en
1561, es razonable suponer que el nuevo monarca fuera considerablemente más joven, al
menos una generación menor. Es decir, que en ese para él fatídico año 1561, Garabito podría
haber tenido entre unos treinta y unos cuarenta años de edad. Habría sido, pues, más o menos
coetáneo de sus dos grandes adversarios españoles, Juan de Cavallón y Juan Vázquez de
Coronado, que en 1561 tenían respectivamente treinta y seis y treinta y siete años.

Sabemos que 1561 Garabito tenía esposa e hijos, ya que Juan de Cavallón envió al
sargento mayor Antonio Pereyra a sus dominios, con el objetivo de “prender a Garavito,
cacique principal, é mujer é hijos…” 191. En esta incursión, aunque no se logró el propósito de
capturar al rey indígena, los españoles “tomaron la mujer del principal garavito y dos
hijos…”, que fueron llevados a Garcimuñoz. 192. Dado que aparentemente los dos hijos
mencionados estaban con la mujer en el momento de la captura, es de suponer que se trataba
de hijos de ella y que además eran niños, porque de haber sido adultos lo lógico es que
hubieran estado como guerreros al lado de su progenitor.

Otro documento relacionado con la incursión de Pereyra dice que en esta“se prendió
una muger principal del dicho Garabito” 193. El hecho de que el texto califique a la capturada
como “una mujer principal” del monarca huetar, parece indicar que este tenía otras “mujeres
principales”, ya que de lo contrario posiblemente se hubiera hecho referencia a “la” mujer
principal de Garabito. Además, el uso del adjetivo “principal” para referirse a la consorte
capturada, en vez de decir simplemente, “la mujer del dicho Garabito” permite suponer que
Garabito tenía otras mujeres, esposas secundarias o concubinas. Como ya indicamos, en otros
pueblos del Área Intermedia costarricense podía darse la poligamiaentre los reyes y grandes
señores.

Sobre los hijos de Garabito no se sabe nada con certeza, ya que la única referencia a su
existencia es la que figura en los documentos mencionados en el párrafo anterior. No se tiene
noticia alguna de lo que ocurrió con los dos que fueron capturados con la “mujer principal” y
llevados con ella a Garcimuñoz, ni tampoco se sabe si el monarca tenía otros. Cabe recordar
que si en su pueblo imperaba un sistema matrilineal, los hijos biológicos del rey hubieran
carecido de importancia en la sucesión, ya que esta hubiera correspondido a sus sobrinos,
hijos de sus hermanas.

190
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 77.
191
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 219.
192
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 11, San José, Tipografía Nacional, 1ª. ed., 1905, p. 8. La
publicación no indica el nombre del recopilador o editor.
193
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 219.
51

CAPÍTULO III
EL REY GARABITO Y EL LICENCIADO CAVALLÓN (1561-1562)

1.- Las nuevas políticas de la Corona de Castilla en torno a la conquista de América.

A mediados del siglo XVI hubo en España muchas discusiones con respecto a cómo
debía procederse para hacer efectiva la autoridad de la Corona sobre los indígenas de América
de un modo jurídicamente válido. En 1550, el emperador Carlos V dispuso que una junta de
teólogos y juristas dilucidara la cuestión y que mientras tanto se suspendieran todas las
acciones conquistadoras 194. Ante esta junta, que se reunió en Valladolid, fray Bartolomé de
las Casas defendió los derechos y la libertad de los indígenas, en acre polémica con Juan
Ginés de Sepúlveda, representante de los intereses de los conquistadores y de la idea de
someter a los indígenas por los métodos tradicionales. No se llegó a ninguna conclusión
definitiva 195. Sin embargo, la paralización de las conquistas ordenada por la Corona sí detuvo
durante varios años la expansión del dominio castellano en América. Por ejemplo, quedaron
en suspenso los preparativos de una expedición que estaba organizando Juan Pérez de Cabrera
para conquistar Costa Rica “a fuego y a sangre” 196, y durante todo el decenio de 1550 no
hubo presencia castellana en territorio costarricense.

Aunque la junta de Valladolid no emitió una resolución expresa sobre los temas
debatidos ante ella, la Corona sí modificó de modo significativo sus criterios sobre sus títulos
sobre las Indias. En cierto sentido, esto representó una aceptación tácita de las tesis de Las
Casas, aunque la victoria de tales ideas llegó demasiado tarde como para producir un cambio
sustancial en la situación general de los indígenas del Nuevo Mundo.

Hasta ese momento, se había sostenido oficialmente que el papa Alejandro VI, como
señor del mundo, había concedido las Indias a los reyes de Castilla en las bulas al efecto
otorgadas a los Reyes Católicos en 1493, y que por consiguiente los indígenas, una vez
notificados de tal concesión, debían aceptar la autoridad de la Corona o ser sometidos
militarmente, mediante una guerra considerada jurídicamente justa. Sin embargo, desde los
inicios del reinado de Don Felipe II (1556-1598), esa interpretación tradicional de las bulas
alejandrinas, fundamentada en los principios del Derecho Común europeo, fue desplazada por
otra tesis, basada en las ideas del Derecho Natural. Según esta nueva interpretación, las bulas
de 1493 no habían podido conceder a los monarcas ninguna autoridad sobre las personas 197,
debido a que los indígenas, por Derecho Natural, eran seres libres y tenían entonces la
facultad de elegir o reconocer pacíficamente a su gobernante o de no rechazarlo 198. Como
también para el iusnaturalismo era nulo el dominio que un príncipe ejerciera por la mera
fuerza, la Corona de Castilla no podía hacer valer legítimamente su autoridad en ningún
territorio, aunque se lo hubiera otorgado el papa, sin el previo reconocimiento y aceptación de
los indígenas, que era en consecuencia el único título válido. Si los indígenas no admitían por
propia voluntad la sujeción al rey de Castilla, no podía sometérseles por la fuerza de las
armas.
194
HANKE, Lewis, The Spanish struggle for Justice in the Conquest of America, Boston, Little, Brown and
Company, 7ª. ed., 1965, p. 117.
195
Sobre la junta de Valladolid, V. Ibid., pp. 117-132; MARÍN GUZMÁN, Roberto, El espíritu de cruzada
español y la ideología de la colonización en América, San José, Instituto Costarricense de Cultura Hispánica, 1ª.
ed. 1985, pp. 86-90; SÁNCHEZ, Dolores M., El deber de consejo en el Estado moderno. Las Juntas “ad hoc”
en España, Madrid, Ediciones Polifemo, 1ª. ed., 1993, pp. 52-56.
196
V. PERALTA, 1883, p. 160.
197
ZORRAQUÍN BECÚ, Ricardo, Estudios de Historia del Derecho, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1ª. ed.,
1988-1992, I, pp. 204-205.
198
KONETZKE, Richard, América Latina. II. La época colonial, México, Siglo Veintiuno Editores, S. A., 15ª.
ed., 1984, pp. 25-26.
52

Con base en estas nuevas ideas, la Corona permitió que se reiniciara la actividad
conquistadora, aunque sustituyó expresamente el término conquista con el de pacificación. 199.
Una ventaja práctica que ofrecía la nueva interpretación de las bulas es que solamente era
aplicable a los territorios que aún estaban al margen a la autoridad castellana, y en
consecuencia no afectaba el dominio de la Corona sobre las vastas y ricas regiones ya
conquistadas.

El actual territorio costarricense, con excepción de la península de Nicoya y la región


del golfo homónimo, había permanecido sin conquistar. No fue sino hasta el 13 de diciembre
de 1559 cuando se volvió a tomar en consideración la situación del territorio, mediante una
comisión dada a Alonso Ortiz de Elgueta. La Corona canceló la comisión, pero el 30 de enero
de 1560 la Real Audiencia de los Confines, con sede en la ciudad de Guatemala, se la
transfirió al licenciado Juan de Cavallón y Arboleda, quien había sido nombrado alcalde
mayor de Nicaragua, y lo autorizó para someter Nuevo Cartago y Costa Rica, disposición que
la Corona confirmó el 5 de febrero de 1561 200. Cabe recordar que de conformidad con los
nuevos lineamientos implantados por ese monarca, la conquista debía hacerse de modo
humanitario y los poderes que tenían los funcionarios encargados de efectuarla eran bastante
limitados 201.

Para llevar a cabo la expedición, el licenciado Cavallón se asoció con un franciscano


exclaustrado, el presbítero Juan de Estrada Rávago, quien debía entrar a la provincia por el
litoral caribeño, mientras el abogado lo hacía por la costa del Pacífico. Estrada Rávago llegó
alrededor de octubre de 1560, en plena estación lluviosa, a la región de Bocas del Toro, donde
fundó la ciudad del Castillo de Austria, pero debido a lo inhóspito del clima y la topografía y
a la resistencia de los indígenas, tuvo que trasladar la población a la boca del río Suerre, hoy
sesembocadura del Parisimina. Allí no tuvo mejor suerte y finalmente la población fue
abandonada y los desalentados expedicionarios regresaron a Nicaragua 202.

Cavallón, más afortunado o avisado que su socio, salió de Nicaragua por tierra con
destino a Nicoya en enero de 1561, durante la estación seca, y después pasó a a la región de
los indígenas llamados chomes, que ya estaban sometidos a los españoles y tenían su asiento
en la costa oriental del golfo de Nicoya. Desde allí inició el avance hacia el interior, la “tierra
de guerra” que no había sido sujeta a la autoridad de la Corona. A poca distancia de la costa
estableció posiblemente el 5 de marzo de 1561 un campamento provisional, al que se le dio el
nombre de Real de la Ceniza 203.

2.- La llegada de Juan de Cavallón a Costa Rica.

El 18 de febrero de 1561, en una carta dirigida al Consejo de Indias, monseñor Lázaro


Carrasco, obispo de León de Nicaragua, expresó

“Abrá tres días me escribió el licenciado Cavallon que estaba a punto


de entrar en la tierra deguerra y que avia grandes nuevas de la
riqueza de la tierra, y que los huetares, que son los primeros yndios
199
BASADRE G. Jorge, Historia del Derecho peruano, Lima, Ediciones Gráficas S. A., 2ª. ed., 1985, p. 246,
KONETZKE, p. 33; Recop. Ind., lib. IV, tít. I, ley 6.
200
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, pp. 112-114.
201
SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Breve historia del Derecho costarricense, San José, ISOLMA, S. A.,
1ª. ed., 2016, pp. 107-109.
202
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, pp. 115-116.
203
Ibid., pp. 117-118; MOLINA MONTES DE OCA, 1993, pp. 97-99.
53

de guerra que convidaba con la paz, aunque desto no hay seguridad,


podrá ser que Dios ponga su mano y los convierta.” 204

El primer contacto de los expedicionarios con los súbditos de Garabito se produjo


cuando el licenciado Cavallón envió cuarenta hombres dirigidos por Juan Gallego en una
misión exploratoria. Al llegar a un valle donde aparentemente residía el monarca de los
huetares, los españoles quedaron asombrados por la cantidad de gente que vivía allí. Según
relatóen febrero de 1572 Domingo Hernández, uno de los hombres del grupo de Gallego,

“… el dicho Cavallón envió a Juan Gallego con quarenta Hombres al


descubrimiento de las dichas provincias y descubrió el Valle de
Garavito hasta el Valle que dizen de la Cruz, entre los quales
quarenta hombres fue el dicho Domingo Hernández uno dellos, donde
allaron tanta gente que luego volvió el dicho Joán Gallego á embiar á
llamar al dicho licenciado Cavallón que quedava atrás con la demás
gente…” 205

Otro de los compañeros de Cavallón, Pedro Gallego, narró en 1570 aquellos primeros
momentos de la expedición del siguiente modo:

“Yo entré con el Licenciado Juan de Cavallón, que fue el


primero que en aquella entró, lo cual ha nueve años. El cual
Licenciado Cavallón entró por la provincia de Nicaragua y fue a un
pueblo que se dice los Chomes, de donde tomó la jurisdicción de
Costa Rica y de allí estos soldados descubrimos el camino por donde
había de entrar, el cual después de descubierto entró y fue una
provincia que llamaron de Garabito, donde hallamos gran cantidad
de indios, comida y muchas cosas que los indios de aquella tierra
tenían, como era oro labrado en patenas, aguilillas y cuentas y otros
géneros y maneras de cosas hechas del dicho oro.” 206

En el valle de la Cruz asentaron los españoles su real o campamento. Según Gallego,


estuvieron allí hasta que los huetares se acercaron a los recién llegados, sin dar muestras de
hostilidad: “En la cual tierra estuvimos hasta que los dichos indios vinieron de paz.” 207

Como indicamos en el capítulo anterior, cuando la expedición de Cavallón llegó al


valle de la Cruz, el reino de los huetares estaba gobernado por un pariente de Garabito: su
abuelo, según Pedro Gallego, o más probablemente su tío materno. Ese monarca, cuyo
nombre se desconoce, no manifestó intenciones de enfrentarse con los recién llegados.

Es posible que además de entrevistarse con el licenciado Cavallón, el rey huetar haya
“prestado la obediencia”, es decir, que haya otorgado su reconocimiento a la autoridad de la
Corona y aceptado como soberano a Don Felipe II. En una información de 1567 referida a
Diego de Trejo, que llegó a Costa Rica con Cavallón, se pidió a los testigos declarar si sabían
si Trejo había sido de los primeros que entraron al valle de Garabito y comenzaron a descubrir
y pacificar “todos los pueblos del dicho valle y de la provincia de Coyoche y Pacaca” 208.

204
PERALTA, 1883, p. 189.
205
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 218.
206
GALLEGO, 1990, pp. 11-18.
207
Ibid.
208
FERNÁNDEZ, 1881-1907, p. 414.
54

Todos los testigos respondieron afirmativamente, entre ellos el alcalde de la Santa Hermandad
de Cartago Diego de la Barrera, quien declaró:

“… este testigo fué también uno de los primeros que entraron en el


dicho valle de Garavito, donde yva el dicho Diego de Trexo, y se alló
al dicho descubrimiento; é vido este testigo como fue útil e
ynmportante en el dicho descubrimiento, por cuya causa los caciques
é principales de las dichas provincias dieron el dominio á su
magestad … y los dichos caciques y principales dieron la obediencia
a su magestad sin opresiones ni malos tratamientos…” 209

El “reconocimiento” de la autoridad de la Corona por los soberanos indígenas era un


acto jurídico formal, que se otorgaba mediante intérpretes, ante testigos, y se hacía consignar
documentalmente. El acta de reconocimiento se autorizaba con las firmas del jefe de la
expedición española y del escribano. Se conservan, por ejemplo, varias de las actas del
reconocimiento otorgado por reyes indígenas de Costa Rica en la época de Juan Vázquez de
Coronado. Transcribimos a continuación una de ellas, al parecer correspondiente a la
sumisión de un rey cabécar:

“En el pueblo de Hara, cordillera de la mar del norte,


provincia del valle del Guaymí, comarca del valle de Coaça, en
primero del mes de henero de mill é quinientos y sesenta é quatro
años, ante el muy magnífico señor Jhoan Vázquez de Coronado,
justicia mayor y capitán general destas provincias del Nuevo Cartago
é Costa Rica, justicia mayor, juez de rresidencia é visitador general
de la provincia de Nicaragua por su magestad, y á su llamamiento
paresció presente Quexeburu, cacique del pueblo nombrado Cabeaca,
comarca del pueblo de Hara, el qual dixo, por lengua de Lucas de
Escobar y Luisa yndia, yntérpretes, que él venía á veer lo quel dicho
señor general le mandava; al qual el dicho señor general le dixo, por
las dichas lenguas, que su merced venía en nombre de su magestad
del Rey don Phelipe nuestro señor á que él fuese xpiano é su vasallo y
le diese la obediencia devida y le tuviese por su rrey y señor como lo
avían hecho todas las demás provincias; é haziéndolo así, le tendría
el dicho señor general por amigo; al qual el dicho cacique, por las
dichas lenguas, dixo que estaba presto de ser vasallo de su magestad
é servir al dicho señor general en su rreal nombre y le tener toda
amistad; en señal de lo qual el dicho señor general le abrazó é le dió
hachas, chaquiras y otras cosas; con lo qual el dicho cacique pareció
quedar contento é le prometió de servir con su gente en lo que le
mandase; y el dicho señor general lo firmó de su nombre; testigos
Francisco de Estrada é Antonio de Herrera y Agustín de Ynojosa =
(f) Ju° Vázquez de Coronado = Pasó ante mí = Xpóval de Madrigal,
escrivano.” 210

Lamentablemente, no se conserva ni una sola de las actas de reconocimiento obtenidas


durante la expedición de Juan de Cavallón a Costa Rica, pero no es verosímil que el alcalde
mayor, sabiendo que en su momento le llegaría el juicio de residencia, obviara esa formalidad,
máxime teniendo en cuenta que era abogado de profesión.

209
FERNÁNDEZ, 1881-1907, IV, pp. 418-419.
210
PERALTA, 1883, p. 298.
55

Como hasta el momento los españoles no habían manifestado actitudes agresivas, es


posible que el antecesor de Garabito haya decidido voluntariamente entrevistarse con
Cavallón y que, de algún modo, se haya logrado persuadirlo a manifestar su obediencia a la
Corona, o que el propio rey huetar haya fingido aceptar pacíficamente la autoridad española,
con el fin de poder apreciar debidamente las intenciones de los recién llegados y las fuerzas
con que contaban, y de que los conquistadores se confiaran, para más adelante sorprenderlos.

Por supuesto, si es que efectivamente se dio el tal reconocimiento voluntario de la


autoridad de la Corona por parte del antecesor de Garabito, sus consecuencias eran
completamente distintas para una y otra parte. Desde el punto de vista español, una vez que
un monarca indígena aceptaba la autoridad regia, quedaba sometido permanentemente a ella y
no podía retractarse de la aceptación, ya que desconocer esa autoridad conllevaba ser
considerado un vasallo rebelde, susceptible de ser castigado como tal. Para el monarca huetar,
en cambio, el acto de sumisión, si es que llegó a comprender algo de lo que significaba, no
tenía el menor valor: él era tan soberano como el lejano y desconocido rey de Castilla y sin
duda no abrigaba ninguna intención de entregarle sus dominios y súbditos sin luchar.

3.- Apresamiento y sumisión forzosa del rey Coyoche.

Desde el valle de la Cruz, el caudillo español envió al sargento mayor Antonio


Pereyra, portugués, a explorar el cercano valle de Coyoche o Coyochi, donde reinaba el
monarca indígena de ese nombre, de manifiesta etimología mesoamericana, y que
posiblemente reinaba sobre la misma comunidad donde en 1522 Gil González Dávila había
encontrado a un rey llamado Chorotega. Es posible que Coyoche haya tenido algún tipo de
sumisión hacia los huetares, ya que en 1569, según ya vimos, sus dominios fueron
comprendidos dentro de lo que los españoles llamaron “provincia de Garabito”.

Según relató el soldado Domingo Hernández,

“… estando el dicho campo asentado en el dicho valle de la Cruz el


dicho licenciado Cavallón enbió á Antonio Pereyra, sargento mayor,
con ciertos soldados, entre los quales yva el dicho Domingo
Hernández, á descubrir el valle que dizen de Coyochi, adonde
haviéndole descubierto prendieron y truxeron ante el dicho Cavallón
a Coyochi, cacique principal y señor de las dichas provincias, de
donde rredundó muy gran provecho por que luego que el dicho
cacique fué presso vinieron los indios á serbir a los Hespañoles y dió
la obediencia á su magestad…” 211

En otras palabras, los españoles secuestraron al rey Coyoche y lo tomaron como rehén,
para conseguir que sus súbditos fueran al valle de la Cruz a “servir” a los recién llegados. No
creemos que se trate de lo que entonces se llamaban servicios personales, es decir, trabajos
forzados permanentes, tanto porque estos habían sido rigurosamente prohibidos por las Leyes
Nuevas sino porque su ilegal implantación hubiera sin duda provocado una resistencia
enconada de los indígenas, en momentos en que la empresa conquistadora apenas se iniciaba
y el grupo español era muy reducido. Nos parece más bien que se trataba principalmente de
suministrar víveres a los españoles, cuyas provisiones debían disminuir rápidamente
conforme pasaban los días y no tenían otro medio para conseguirlas, fuera de enviar por ellas

211
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 218.
56

a Nicoya o a Nicaragua, y a lo sumo prestar su ayuda como cargadores o en algunas otras


labores.

La sumisión a la Corona, de conformidad con los nuevos lineamientos del Derecho


Indiano, debía ser voluntaria o de lo contrario carecía de validez jurídica. Sin embargo, el
licenciado Cavallón no tenía tantos escrúpulos, porque aceptó la “obediencia” de Coyoche. Es
obvio que con el propósito de recuperar la libertad, el monarca cautivo “dió la obediencia á
su magestad”, es decir, se sometió a la farsa de aceptar la autoridad de la Corona y cumplir
con las formalidades exigidas por los españoles.

4.- Llegada de los españoles al Valle Central.

Conseguida así la teórica obediencia de ambos monarcas indígenas, el huetar y el


mesoamericano, Cavallón y sus gentes empezaron a avanzar hacia el interior. El hecho de que
los españoles se alejaran de la región costera y marcharan tierra adentro parece confirmar que
de parte del antecesor de Garabito había habido un reconocimiento o un simulacro de
reconocimiento. No es creíble que Cavallón abandonara el valle de la Cruz y avanzara hacia
tierras completamente desconocidas si hubiera estado consciente de que a sus espaldas dejaba
a un poderoso monarca que no había prestado la sumisión y que en cualquier momento podía
atacar a su grupo. Por el contrario, según lo que refiere Pedro Gallego, los propios huetares
sirvieron de guía a los españoles en su marcha hacia el Valle Central:

“… fuimos llevados por los mismos indios de la dicha provincia a la


tierra adentro, donde dimos en un valle hermoso y grande, que tendrá
de largo diez y seis leguas y de ancho más de seis. El cual estaba todo
poblado de mucha gente, donde tenían sus casas, milpas y otras
cosas. El cual valle, por parecer de tierra apacible y deleitosa y de
grandes campos y ríos, se pobló una ciudad, la cual puso nombre el
licenciado Cavallón el Castillo de Garcimuñoz.” 212

Llama la atención esta amistosa actitud de los huetares, pueblo que después los
españoles comprobarían ser muy belicoso y desconfiado. Aunque todavía no estuviera
reinando Garabito, sino su antecesor, es posible que esa aparente buena voluntad tuviera como
propósito alejar a los españoles del principal núcleo huetar y poder así organizar mejor la
resistencia en su contra.

La marcha de los españoles hasta el Valle Central parece haberse realizado sin
mayores contratiempos. Cavallón fundó en el sector occidental del Valle Central la ciudad del
Castillo de Garcimuñoz, a la que denominó así en recuerdo de la población donde había
nacido y a cuyos habitantes corresponde el gentilicio de castilleros.Aunque se desconoce la
fecha precisa de la fundación, debió efectuarse durante el mes de marzo de 1561, ya que el
obispo Carrasco escribió el 25 de abril de ese año al Consejo de Indias:

“El Licenciado Cavallon fue por tierra, por la parte de


Nicoya, y sin riesgo ni guaçabara, dos jornadas más delante de los
Chomes, que están de paz. Entre los huetares y el Guarco, que dizen
que es buen valle y de buen temple, pobló una ciudad que se dize el
castillo de Garci Muñoz, donde al presente esta con noventa onbres,
edificando la ciudad: sirbenlo los indios huetares, porque hasta

212
GALLEGO, 1990, pp. 11-12.
57

agora todos an mostrado querer paz y ser cristianos, digo los que se
an visto.” 213

No se puede evitar una sonrisa al leer la última frase del prelado. En efecto, que unos
cuantos huetares estuvieran demostrando buena voluntad a los invasores y suministrándoles
víveres, no garantizaba en lo absoluto que no hubiera otros muchos preparándose para
enfrentarlos.

5.- El supuesto reconocimiento de la autoridad de la Corona de Castilla por Garabito.

Si hemos de creer a la relación de Pedro Gallego, único documento que se refiere al


antecesor de Garabito, en algún momento de 1561 murió el monarca huetar que gobernaba a
la llegada de Cavallón a Costa Rica, y Garabito heredó el reino. Surge entonces la pregunta de
si entonces Garabito, imitando a su antecesor, prestó formalmente la obediencia a la Corona
española.

En una carta dirigida al rey Don Felipe II en 11 de diciembre de 1562, Juan Vázquez
de Coronado escribió que Garabito

“… en los principios dio el reconocimiento que devia a Vuestra


Magestad y al licenciado Cavallon, en nombre de Vuestra Magestad,
y despues se rebelo…” 214

Como ya indicamos, no se conservan las actas de reconocimiento obtenidas en la


época de Cavallón. Sin embargo, los documentos respectivos deben haber sido conservados
en Garcimuñoz después de la partida del castillero y ahí debe haberlos visto y analizado Juan
Vázquez de Coronado.

Dado que Vázquez de Coronado indica en la ya citada carta de 1562 que Garabito dio
el reconocimiento “en los principios”, nos parece verosímil que ello haya podido ocurrir en
forma bastante temprana, muy poco después de la fundación de Garcimuñoz.

Nos surge, sin embargo, una duda en cuanto a ese reconocimiento por parte de
Garabito, y deriva del hecho de que posteriormente, ya enfrentado con los españoles, el
monarca indígena les envió varias veces “dobles” suyos, es decir, otros indígenas que fingían
ser el rey huetar, con el propósito de engañar aunque fuera pasajeramente a los invasores y de
ganar tiempo. Si Garabito, ya como rey de los huetares, se hubiera entrevistado con Cavallón
en Garcimuñoz u otro sitio, y hubiera formalizado el reconocimiento ante testigos y escribano,
el envío posterior de esos falsos Garabitos hubiera conllevado indudablemente el riesgo de
que algunos españoles advirtieran enseguida que se trataba de individuos distintos y el ardid
hubiera perdido toda utilidad. Nos parece más creíble que, desde el principio de su reinado,
Garabito decidido haya utilizar la táctica de los “dobles”, y el supuesto reconocimiento
otorgado ante Cavallón haya tenido como protagonista a uno de esos falsos Garabitos.

Cualquiera que hayan sido las motivaciones de su antecesor para mostrar buena
voluntad hacia los españoles, es poco creíble que Garabito, que para el momento del inicio de
su reinado ya debe haber sabido bien cómo se las gastaban Cavallón y sus gentes, haya
corrido el riesgo de ir a Garcimuñoz a prestar la obediencia al desconocido monarca de
Castilla. No tiene lógica. Por el contrario, en ese mismo año 1561, el nuevo rey huetar

213
PERALTA, 1883, p. 192.
214
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 14.
58

comenzó las acciones armadas de resistencia contra los intrusos. Cabe recordar una vez más
lo consignado en 1570 por Pedro Gallego:

“Aunque después de muerto un cacique que era el principal señor de


aquella tierra, abuelo del dicho Garavito, se alzaron, y lo están al día
de hoy… por ser el heredero que quedó, indio belicoso y enemigo de
españoles…” 215

Nos parece, por consiguiente, que Garabito nunca prestó la obediencia ante Cavallón y
simplemente se limitó a enviar por primera vez a uno de sus “dobles” a Garcimuñoz, para que
cumpliera con el acto formal al que los intrusos atribuían tanto valor y, de paso, analizar la
actitud que adoptaban estos y ganar tiempo para organizar la resistencia indígena.

Tiempo después, el mismo Vázquez de Coronado, en una carta al rey Don Felipe II,
fechada en Garcimuñoz el 2 de julio de 1563, reconoció que el verdadero Garabito no había
prestado el reconocimiento:

“He sido informado que a V. M. se le escrivio que el licenciado Juan


Cavallon el tiempo que estuvo en esta cibdad tuvo caciques de paz y
dieron la obediencia a Vuestra Magestad. Solamente la dieron un
falso Garabito y otros dos caciques, los quales estubieron presos y no
muy bien tratados: quando entre en ella estava toda de guerra.” 216

6.- El comienzo de la resistencia armada de los huetares.

Los primeros meses de la estadía de los españoles en el Valle Central no fueron muy
halagadores, entre otras cosas por la escasez de víveres y la dificultad de obtenerlos de los
indígenas.

A poco de fundada la ciudad de Garcimuñoz, el licenciado Cavallón envió al sargento


mayor Antonio Pereyra al reino de Pacaca (Tabarcia), con el propósito de repetir lo que se
había hecho con el rey Coyoche meses atrás: secuestrar a integrantes de la realeza o la
aristocracia local para exigirles que prestaran la obediencia y mantenerlos como rehenes a fin
de que ese pueblo indígena suministrara alimentos a los españoles y prestara otros servicios.
Aunque la incursión del portugués no logró capturar a Coquiva, rey de Pacaca, sí consiguió
apresar a su hermano Quizarco y a otras muchas personas:

“… el dicho licenciado Cavallón enbió al dicho Antonio Pereyra,


sargento mayor, con ciertos soldados a las provincias de Pacaca,
donde se prendió un cacique llamado Quiçarco, hermano del cacique
Principal llamado Coquiba, demás de prenderse mucha gente con el
dicho cacique, de lo qual redundó tanto bien y provecho de los
naturales [los indígenas] como de los soldados para el sustento de la
dicha ciudad y poblazón della, el qual cacique Quiçarco dio el
dominio á su magestad…” 217

Por esta época debe haber llegado a Costa Rica Pedro de Balmaceda, quien en 1568
declaró:

215
GALLEGO, 1990, pp. 11-18.
216
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 58.
217
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 218.
59

“… ques verdad quel dicho licenciado Joan de Cavallón, ya difunto,


fué el primero alcalde é justicia mayor en estas provincias, y el que
las començó a descubrir, y pobló dos pueblos, que fueron la villa de
los Reyes é puerto de Landecho y la ciudad del Castillo de Garci
Muñoz; y quando este testigo llegó á estas provincias aun no estava
poblada la villa de los Reyes más que la ciudad del Castillo de Garci
Muñoz; y en ella halló al dicho licenciado Joan de Cavallón
entendiendo en las pacificaciones de la tierra, y halló que tenía
consigo el cacique del Guarco; y ansí mismo por cosa muy cierta
como avia traydo de paz y á la obediencia de su magestad a Coyoche
é á la provincia de Garavito é Pacaca é Corriravá; y tomó posesión
en nombre de su magestad de los dichos pueblos, é vido que servían
yndios; y después queste testigo allegó, dende á ciertos días, dieron á
su magestad la obediencia los pueblos de Yorusti…” 218

Poco después de la captura de Quizarco por Pereyra, el rey Garabito inició la


resistencia armada contra los españoles. Aunque lamentablemente no consta ningún detalle de
las fechas y circunstancias en que se inició el movimiento de resistencia, el detonante de este
fueel salvaje trato que dio Cavallón al falso Garabito y a al príncipe de Pacaca Quizarco,
según escribió Vázquez de Coronado el 2 de julio de 1563, en la ya mencionada carta al rey
Don Felipe II:

“Este cacique [Garabito] y un hermano de Coquiba, cacique de


Pacaca, llamado Queçarco, alteran demasiadamente a los
comarcanos. Causolo haber azotado a este Queçarco y echandole en
cadenas en tiempo de Cavallon y haber hecho otro tanto a otro
Garavito falso que el verdadero envio para tomar en el espiriencia
del tratamiento que se les hazia, los quales se huyeron con las
cadenas, cosa que a mi me ha sido harto dañosa.” 219

Es posible que uno de las primeras manifestaciones de esa resistencia haya sido la
muerte de uno de los soldados españoles a manos de los súbditos de Garabito, ya que Vázquez
de Coronado, en carta al rey de 11 de diciembre de 1562, menciona que el monarca indígena
había “sacrificado un soldado que le prendio al licenciado Cavallon…”220

Antes o después de ese episodio, Cavallón decidió enviar al sargento mayor Pereyra al
valle de la Cruz, al mando de sesenta soldados, con el propósito de “prender a Garavito,
cacique principal, é mujer é hijos…” 221. La incursión de Pereyra en los dominios del monarca
huetar no logró el resultado esperado, ya que no se pudo capturar al rey, pero los españoles sí
consiguieron apoderarse de una de sus esposas, dos de sus hijos y otras muchas personas. En
un documento relativo a los servicios de uno de los integrantes de la fuerza de Pereira, el
soldado Esteban de Mena, se dice

“… salió el susodicho en compañía de dicho capitán Antonio Pereira


otra vez para la dicha provincia de Garavito con sesenta hombres que
llevaba á pacificalla y conquistalla de todo punto, como se hizo,
porque tomaron la mujer del principal garavito y dos hijos…” 222
218
Ibid., IV, p. 487.
219
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 54.
220
Ibid., p. 14.
221
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 219.
222
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 11, 1905, p. 8
60

Según relató el soldado Domingo Hernández,

“… se prendió una muger principal del dicho Garabito demás que


también prendió mucha gente con ella, donde resultó mucho bien y
provecho por que el dicho Garabito enbió luego que le prendieron á
su muger muchos yndios á servir en la dicha ciudad, de lo qual fué
muy gran bien para el sustento de los vezinos y ciudad y de los
naturales…” 223

Es muy explicable que Garabito, sin deponer su resistencia armada, quisiera evitar que
su mujer, sus dos hijos y las demás personas capturadas con ellos pasaran hambre en
Garcimuñoz, donde sin duda se daría preferencia a los españoles en la distribución de los
pocos alimentos disponibles. Que el envío de “muchos indios a servir” en Garcimuñoz no
tenía que ver con trabajos forzados o servicios personales permanentes se confirma no
solamente por la referencia específica del párrafo transcrito al sustento, sino además porque se
indica expresamente que ese servicio fue de gran bien no solo para el sustento de los
españoles, sino de los “naturales”, es decir, de los indígenas que se hallaban en Garcimuñoz.

La captura de su “mujer principal” y sus dos hijos debió representar un feroz golpe
para Garabito, quien sin duda hubo de temer que fueran esclavizados o ejecutados por los
españoles, o que estos intentaran convertirlos en elementos de negociación para lograr que se
sometiera a su autoridad. Al parecer, sin embargo, los conquistadores se limitaron a exigir que
los súbditos del monarca huetar “sirvieran” a la ciudad, es decir, que llevaran víveres allí.

Lamentablemente, las fuentes documentales de que se dispone hoy no permiten saber


qué fue de la consorte de Garabito ni de sus hijos, porque no vuelve a ser mencionados jamás
y ni siquiera conocemos su nombre. Quizá fueron dejados en libertad meses más tarde,
cuando Cavallón abandonó definitivamente Costa Rica y se hizo cargo del gobierno fray Juan
de Estrada Rávago, infinitamente más bondadoso que el castillero y que siempre trató con
humanidad y consideración a los indígenas. También es posible que murieran en Garcimuñoz,
víctima de alguna de las nuevas enfermedades que los conquistadores habían traído consigo,
sin saberlo, y que tan catastrófica mortandad causaron entre los indígenas, carentes de
defensas para enfrentarlas.

Como muchos años después el sargento mayor Pereyra tuvo hijos extramatrimoniales,
la captura de la mencionada mujerprincipal de Garabito por la expedición de castigo
encabezada por el portugués dio pie, al parecer a partir de principios del XX, a una serie de
relatos absolutamente fantásticos, en los cuales se identificaba de modo gratuito a la madre de
los vástagos del portugués con la mujer del rey huetar. Lo cierto es que no se sabe
absolutamente nada del destino de esta última después de que fue capturada y conducida a
Garcimuñoz, ni tampoco acerca de qué ocurrió con los hijos del rey.

En medio de estos y otros choques con los indígenas, Cavallón dispuso efectuar una
segunda fundación, esta vez a corta distancia de la sede principal de la corte de Garabito. La
nueva población recibió el nombre de villa de Los Reyes y su puerto inmediato, localizado al
parecer en la ensenada de Tivives, la denominación de Landecho, en homenaje al presidente
de la Real Audiencia y Chancillería de los Confines, el licenciado Juan Martínez de
Landecho. A juicio del historiador Carlos Meléndez, las acciones de resistencia de Garabito
fueron determinantes para que se fundara la villa en aquel lugar:
223
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 219.
61

“Al presentarse problema tan importante en la ruta obligada


de los españoles para entrar al valle, debió haber surgido entonces la
necesidad de establecer una población de españoles en el otro
extremo del camino hacia el mar. Hallarían allí seguro refugio los
viajeros, y los hombres armados que necesariamente debían custodiar
la ruta, encontrarían igualmente en el poblado la seguridad
necesaria.” 224

Poco después de fundada la villa de Los Reyes, los súbditos de Garabito atacaron a un
grupo de viajeros españoles que se dirigían a Garcimuñoz, aunque se limitaron a despojarlos
de sus pertenencias:

“… entrando en estas dichas provincias Luis Díaz Trejo, casado, con


muger e hijos, le salieron en la Quebrada los yndios de Garabito y les
robaron y tomaron toda su hazienda…” 225

La reacción de Cavallón no se hizo esperar. Al enterarse de lo sucedido a Díaz Trejo y


a su familia, envió a veinticinco soldados dirigidos por Ignacio Cota al paraje donde había
ocurrido el asalto, con el propósito de castigar a los indígenas. Cota y sus hombres, después
de ir al sitio de los hechos, se dirigieron al valle de la Cruz, que aparentemente encontraron
desierto, porque solamente lograron capturar a una o dos mujeres, a las cuales procedieron a
interrogar, posiblemente de modo violento, sobre el paradero de los demás indígenas:

“…prendieron a una yndia ó dos, y desaminándolas conffesaron al


dicho caudillo [Cota]que los yndios eran ydos a matar á ciertos
soldados que estaban en la villa de Los Reyes, Puerto de Landecho,
que de allí habría cinco ó seis leguas; y el dicho caudillo y soldados
caminó de noche y de día sin parar, por fuera de camino, por grandes
montañas, por llegar á socorrer á los dichos vecinos de Los Reyes…”
226

Los huetares, sin duda por haber advertido la llegada de Ignacio Cota y su gente,
desistieron del ataque a Los Reyes. Cota se marchó con sus hombres al valle de Coyoche, al
que llegaron al cabo de dos o tres días de camino. La lentitud de la jornada se debió, al
parecer, a que uno o dos soldados iban gravemente enfermos. En el valle de
Coyocheencontraron a otro de grupo de españoles, encabezado por Juan Illanes de Castro, que
se hallaban allí con el propósito de recoger (mejor dicho robar) maíz para llevarlo a
Garcimuñoz, que seguía padeciendo de una crónica escasez de alimentos. Cota y los suyos se
detuvieron brevemente en el valle de Coyochepara dejar a los enfermos, que fueron
reemplazados por algunos de los hombres de Illanes de Castro, y al día siguiente
emprendieron el regreso a Garcimuñoz 227.

A poco de haber partido del valle de Coyoche, Cota y sus hombres toparon con las
fuerzas huetares y se produjo una verdadera batalla, la primera entre los españoles y los

224
MELÉNDEZ CH., Carlos, “La entrada del licenciado Cavallón al centro del país y la importancia de su
empresa”, p. 85, en IV centenario de la entrada de Cavallón a Costa Rica 1561-1961, San José, Academia
Costarricense de la Historia, 1ª. ed., 1961, p. 71-89.
225
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, pp. 219-220.
226
Ibid., VII, p. 220.
227
Ibid.
62

huestes de Garabito que encontramos documentada, aunque sea mediante el lacónico relato de
uno de aquellos, el soldado Domingo Hernández:

“… otro día caminaron y fueron a dar en una junta de quatrocientos


ó quinientos yndios que se estavan aderezando para venir y dar sobre
los Hespañoles que allí estavan rrecogiendo el maíz para el sustento
de la dicha ciudad, donde los desbarataron y salieron heridos tres ó
quatro soldados, entre los quales salió Herido el dicho Domingo
Hernández de aquella guaçabara, de lo qual redundó mucho bien a
los hespañoles, porque no podían dexar de pasallo muy mal por
andar como andavan debididos los unos de los otros cogiendo el maíz
que dicho es…” 228

Sin duda, para que un grupo de veinticinco españoles lograra imponerse a


cuatrocientos o quinientos indígenas, los caballos y las armas de acero y de fuego deben haber
desempeñado un papel fundamental en el combate.

Para fines de año, el licenciado Cavallón debe haber estado desanimado y harto de
Costa Rica. Los esfuerzos de su socio y financiador, el padre Juan de Estrada Rávago, para
establecer una población en la vertiente del Caribe, región que se suponía rica en oro, habían
terminado en un rotundo fracaso. En el interior de Costa Rica, las riquezas que ambicionaban
los españoles no habían aparecido por ninguna parte y el alcalde mayor estaba impedido
legalmente para someter a los indígenas al sistema de encomiendas, todo lo cual sin duda era
propicio para inducir a sus hombres a abandonar la empresa. El esfuerzo conquistador no
había alcanzado mayores dimensiones: después de casi un año en Costa Rica, la autoridad
efectiva de Cavallón no pasaba de las incipientes poblaciones de Garcimuñoz y Los Reyes y
las exploraciones no habían ido más allá del valle del Guarco. Y naturalmente, la resistencia
de Garabito y de Quizarco, sin duda secundada por otros monarcas indígenas, representaba
una permanente espada de Damocles sobre el pequeño grupo español, por más que este
contara con la ventaja de los caballos y de las armas de acero y de fuego.

El historiador Meléndez escribe:

“Al concluir el año de 1561, el Licenciado Cavallón bien pudo


haber hecho una apreciación objetiva de su labor y por ello adquirir
clara noción de su ingrata tarea. Su obra, objeto de muchos desvelos
e inquietudes, no estaba ni siquiera consolidada suficientemente y
más bien las dificultades crecían conforme los días pasaban. Los
indígenas cada día se mostraban más decididos a desligarse del yugo
que pretendía establecerse. Las deudas personales del jefe iban en
aumento, sin posibilidad alguna de liberarse de ellas en un futuro
inmediato.” 229

En tales circunstancias, para Cavallón debe haber representado una verdadera


bendición la noticia, que posiblemente recibió en los días finales de 1561, de que desde el 28
de abril de ese año el rey Don Felipe II lo había nombrado como fiscal de la Real Audiencia y
Chancillería de los Confines, cuya sede era la ciudad de Santiago de Guatemala.

228
Ibid.
229
MELÉNDEZ CH., 1961, p. 87.
63

Con una prisa que casi cabe calificar de indecorosa y que manifiesta cuán profundos
debieron ser su hastío y su desilusión, Cavallón decidió abandonar Costa Rica cuanto antes y
dirigirse a tomar posesión de su nuevo cargo. Como había muy pocos hombres disponibles
para marchar con él en su jornada, decidió partir solo de Garcimuñoz. El capitán Diego Caro
de Mesa, alguacil mayor de la provincia, logró convencerlo para que permitiera que lo
acompañara una escolta de cuatro soldados armados.

Cavallón abandonó Garcimuñoz en enero de 1562, cuando no había transcurrido ni


siquiera un año de su llegada a Costa Rica. Sin duda, muy pronto circuló entre los indígenas
la noticia de la partida del alcalde mayor, y el rey Garabito quiso aprovechar las
circunstancias para atacarlo al frente de un considerable número de guerreros. Sin embargo, la
compañía de los cuatro soldados armados fue providencial para que Cavallón salvara la vida y
lograra llegar sano y salvo a Nicaragua, según consignó el capitán Caro de Mesa en un
memorial de servicios redactado en 1565:

“Viniendo su general a la dicha provincia de Nicaragua a hazer


gente, sin querer llevar en su compañía soldado alguno, por los pocos
que avía en la dicha poblaçión; persuadido por él, llevó quatro
soldados consigo, que él señaló, y en el camino dentro en la dicha
provincia, sabida su yda por el caçique Garavito, de los mayores
señores de aquella tierra, con yntento de le sacrificar y matar a los
demás soldados que quedavan poblados, les invadió en una montaña
áspera y passo estrecho, donde con grandísima dificultad se podían
defender, con más de mil hombres de los más belicosos de aquella
tierra armados y, mediante su defensa y de los otros tres soldados, se
evadieron y scaparon al dicho capitan con muy grande riesgo, y fué
causa que la tierra no se perdiese…” 230

La precipitada salida de Cavallón dejó el gobierno de la provincia en manos de fray


Juan de Estrada Rávago, en calidad de teniente de alcalde mayor. Estrada Rávago era de un
temperamento muy distinto al de su antiguo socio, porque hizo gala de una actitud de
benevolencia y afecto hacia los indígenas. Esto debe haber terminado de hastiar a muchos de
los hombres que habían llegado a Costa Rica con Cavallón, ya bastante desanimados por la
partida del abogado castillero. Un número significativo de vecinos de Garcimuñoz y de la
villa de Los Reyes decidieron también abandonar la provincia, a pesar de los esfuerzos que
hizo Estrada Rávago para evitarlo.

Es muy posible que la humanitaria conducta de Estrada Rávago haya contribuido a


aliviar tensiones entre españoles e indígenas, pero no consiguió, sin embargo, que el rey
Garabito depusiera su resistencia. De haberlo logrado, no dudamos que el clérigo lo hubiera
consignado así en su tan traída y llevada carta de 1572, donde por el contrario dejó claro
“quenunca habemos podido hacer buen amigo de él.” 231.

230
PERALTA, 1883, pp. 372-373.
231
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 5.
64

CAPÍTULO IV
EL REY GARABITO Y JUAN VÁZQUEZ DE CORONADO (1562-1564)

1.- Condenado a muerte.

El 2 de abril de 1562, la Real Audiencia y Chancillería de Los Confines decidió


nombrar como nuevo alcalde mayor de Nuevo Cartago y Costa Rica a Juan Vázquez de
Coronado, que en ese momento desempeñaba el cargo de alcalde mayor de Nicaragua.

Juan Vázquez de Coronado, hijo extramatrimonial de un prominente caballero de


Salamanca y de una dama hidalga de la misma ciudad, tenía bastantes años de estar en
América. Había llegado aún adolescente a México, donde vivía un hermano de su padre, y se
interesó en la vida de los indígenas lo suficiente como para aprender la lengua náhuatl, cosa
rarísima en aquellos tiempos, porque prácticamente los únicos españoles que aprendían los
idiomas autóctonos eran los misioneros. Después se trasladó a Guatemala, de cuya capital fue
alcalde y donde contrajo matrimonio y nacieron sus hijos.

A Vázquez de Coronado se le dieron las mismas facultades que había tenido Juan de
Cavallón, lo cual hizo que el obispo Carrasco escribiera al rey Don Felipe II que

“… lleva los poderes tan cortos como la Real Audiencia los suele y
puede dar… la causa porque hasta aquí se a hecho poca lavor en la
pacificación y descubrimiento de la tierra, a seydo porque como el
licenciado Cavallon tenía los poderes tan cortos, que ningun soldado
podia premiar despues de sus trabajos… ” 232

Además de tener potestades tan limitadas, la situación que esperaba a Vázquez de


Coronado en Costa Rica no era nada halagüeña, ya que bajo la égida de Cavallón la conquista
del territorio había avanzado muy poco. Según el propio Vázquez de Coronado le escribió al
rey Don Felipe II desde León el 4 de mayo de 1562, “en Costa Rica no ay indio de paz…” 233

Vázquez de Coronado partió de la ciudad de León el 18 de agosto de 1562, en


compañía de ochenta soldados y vecinos, y llegó a Nicoya el 6 de setiembre. Los rigores de la
estación lluviosa dificultaron el traslado de los expedicionarios a Costa Rica, pero a principios
de noviembre el nuevo alcalde mayor pudo llegar al puerto de Landecho, próximo a la villa de
Los Reyes, población en la que solamente habían quedado cuatro soldados. Después de dejar
allí a una pequeña parte de sus propios hombres, se encaminó con los demás hacia el interior,
y llegó el 20 de noviembre a la ciudad del Castillo de Garcimuñoz, donde fue jubilosamente
recibido 234.

Vázquez de Coronado no había cursado, como Cavallón, una carrera universitaria,


pero era éticamente muy superior al abogado castillero y no le animaban ni la codicia ni la
ambición de poder. Su temperamento era conciliador, humanitario y bondadoso, y su
pensamiento estaba al parecer fuertemente impregnado por las ideas de fray Bartolomé de las
Casas y de la escuela de Salamanca, corriente de pensamiento desarrollada en su ciudad natal
por una serie de teólogos y juristas tan importantes como fray Francisco de Vitoria, que
profesaban la creencia en un Derecho Natural que hacía a todos los seres humanos iguales en
dignidad y derechos 235. Desde sus primeras actuaciones en Costa Rica, los españoles tuvieron
232
MELÉNDEZ, Carlos, Juan Vázquez de Coronado, San José, Editorial Costa Rica, 2ª. ed., 1972, p. 69.
233
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 9.
234
MELÉNDEZ, 1972, p. 73.
235
MARÍN GUZMÁN, 1985, pp. 72-76.
65

que lidiar con un jefe conquistador muy sui generis, que no les permitía abusar de la
población autóctona, que exigía que se le pagara todo cuanto de ella se obtuviera, que
aspiraba a lograr la obediencia a la Corona mediante la diplomacia y el buen trato y no
mediante la fuerza bruta, y que incluso hizo enterrar la cadena antes utilizada con los
prisioneros indígenas. En el trato con los indígenas, el alcalde mayor hacía gala de
cordialidad, accesibilidad, paciencia, cordura y moderación, lo cual provocaba la hilaridad de
los soldados españoles, para quienes el uso de la fuerza era el único método efectivo para
someter a los indígenas. Incluso ante costumbres chocantes para los españoles, como los
sacrificios humanos que practicaban los huetares, no se lanzó a ejecutar castigos violentos
sino a convencer a aquellos de que abandonaran tales prácticas 236.

Contra todos los pronósticos, Costa Rica le causó una excelente impresión a Vázquez
de Coronado, según les escribió al rey Don Felipe II desde Garcimuñoz el 11 de diciembre:

“La tierra es una de las buenas que yo he visto en Indias y a


mi ver no le haze ventaja ninguna de la Nueva España ni del distrito
[de la Real Audiencia]… Danse muy bien ganados de todas maneras.
Los naturales della son vivos de yngenio, belicosos, mayores de
cuerpo que otros, bien hechos, imitan en la sotileza de las
contrataciones a los mexicanos; tienen ropa de algodón por extremo
buena, gran cantidad de oro de todos quilates… Vuestra Magestad
tiene aquí uno de los mejores rincones de sus reynos.” 237

Sin embargo, el alcalde mayor confirmó lo que ya sabía desde León: que en la
provincia “no avia yndio de paz”238, puesto que los que antes habían estado prestando
servicios a Garcimuñoz se habían retirado. Después de la llegada de Vázquez de Coronado,
empezaron a regresar y ya para principios de diciembre estaban en la ciudad ochenta
indígenas de nueve comunidades, cinco del sector occidental del Valle (el Abra, Accerrí,
Pacaca, Tiribí y Toyopán) y cuatro del valle del Guarco (Cot, Orosi, Puririce y Quircot). En la
ya mencionada carta del 11 de diciembre, el alcalde mayor informó al soberano que

“… los caciques de los quales me los an enviado después que llegue,


diciendo que quieren reconocer a Vuestra Magestad y ser mis amigos
y de los españoles. Parece que los caciques no osan venir porque en
los principios fueron mal tratados y no se les guardo la fee en algunas
csoas. Yo les he enviado a decir que los yre a ver de paz a sus tierras
y dicen questa bien. Ire a ello la semana que viene siendo Dios
servido… Enviadoles he rescates y dado de lo que traya sin pedilles
cosa ni mostralles cobdicia, lo qual procurare se guarde por todas las
vías a mi posibles. Rescatan los yndios que vienen mantas que traen
por chaquira, agujas, lienço; piden tigeras, machetes, cuchillos,
hachas; no se las consiento de dar hasta que la tierra este reducida al
servicio de Vuestra Magestad.” 239

Y enseguida en fuerte contraste con el tono conciliador, optimista y humanitario de


que hasta ese momento había hecho gala la carta, Vázquez de Coronado escribió un párrafo
virulento:
236
V. URBANO, Victoria, Juan Vázquez de Coronado y su ética en la conquista de Costa Rica, San José,
Ediciones Cultura Hispánica, 1ª. ed., 1968, pp. 154-157.
237
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 13.
238
Ibid.
239
Ibid., p. 14.
66

“El mas dañoso para la pacificación de esta provincia es un cacique


llamado Garabito que en los principios dio el reconocimiento que
devia a Vuestra Magestad y al licenciado Cavallon, en nombre de
Vuestra Magestad, y despues se rebelo; y no se contenta con aver
sacrificado a un soldado que le prendio al licenciado Cavallon y
avelle salido a el a matar con mano armada y aver hecho otros
ynsultos, sino que exorta y aun amenaza a todos los demás que no den
la obediencia que deven a Vuestra Magestad ni reconozcan a Dios
nuestro Señor. Asi he hecho proceso contra el: esta condenado a
muerte y a que se le haga guerra como a persona que se a rebelado.”
240

Cronológicamente, este es el primer documento conservado en que se menciona por su


nombre al rey Garabito, y no ciertamente para elogiarlo. En un mes escaso de estar en Costa
Rica, Juan Vázquez de Coronado ya estaba convencido de que el principal obstáculo para el
establecimiento permanente de la autoridad española en la provincia era el rey huetar, el
“dañoso” Garabito. ¿Qué había sucedido? No parece verosímil que las fuerzas de Garabito
hayan efectuado durante esas cuatro semanas alguna acción armada significativo contra los
recién llegados o contra Garcimuñoz, porque en tal caso indudablemente el alcalde mayor lo
hubiera dicho así en su carta a Don Felipe II, como mencionó los ataques contra Cavallón y su
gente. Pero en el texto sí consignó que el monarca huetar exhortaba a los demás reyes
indígenasa que no prestaran la obediencia a los españoles ni aceptaran su religión, e incluso
les formulaba amenazas para que no lo hicieran. Esto nos indica que Garabito era un rey
poderoso y temido, capaz no solo de hacerse obedecer de su propio pueblo, sino de ejercer
influencia sobre otros monarcas indígenas.

En el párrafo en comentario, Vázquez de Coronado afirma que Garabito había dado en


tiempos de Cavallón la obediencia a la Corona. Ya explicamos en su oportunidad que
suponemos que para decir tal cosa, el alcalde mayor debe haberse basado en documentos
conservados en Garcimuñoz, porque él mismo después se mostró muy puntilloso en cuanto a
que se registraran en actas formales los actos de obediencia de otros reyes indígenas. Sin
embargo, tiempo después admitiría que el que había dado la obediencia había sido uno de los
“falsos Garabitos” o dobles del monarca huetar.

En su carta a Don Felipe II, Vázquez de Coronado dice que había incoado un proceso
contra Garabito y se le había condenado a muerte y a que se le hiciera la guerra como rebelde.
Por supuesto, en términos jurídicos de hoy nos parece que esto es una perfecta barbaridad,
aunque solo fuera por haber abierto un proceso con reo ausente, que dejaba a este en total
estado de indefensión. Recordemos, sin embargo, que los conceptos de administración de
justicia y de derechos procesales que se tenían en el siglo XVI eran muy diferentes. Sin ir
muy lejos, basta recordar que todavía el Código costarricense de Procedimientos Penales de
1906, que estuvo vigente hasta 1975, dedicaba todo el título IV de su libro tercero (artículos
535 a 557) a los juicios criminales con reo ausente: era perfectamente admisible llevar a cabo
un proceso penal contra una persona que no había podido ser detenida por las autoridades. Se
la citaba mediante edictos publicados en el Boletín Judicial, y después se le declaraba reo
rebelde, se recibían las pruebas y si era hallado culpable se dictaba sentencia en su contra, que
se ejecutaba cuando se presentara o pudiera ser aprehendido 241. Si esto ocurría en la Costa
Rica dela segunda mitad del siglo XX, con derechos civiles y políticos consagrados en la
240
Ibid..
241
Código de Procedimientos Penales[de 1906], San José, Antonio Lehmann Librería, Imprenta y Litografía, 1ª.
ed., 1966.
67

Constitución Política y convenios internacionales de derechos humanos aprobados y


ratificados, no puede pensarse que en el siglo XVI, en una monarquía absoluta, las cosas
fueran mejores.

Una ley dictada por los Reyes Católicos en 1503 había establecido el orden de
proceder contra los reos ausentes y rebeldes. De conformidad con su normativa, si la persona
contra la que se hubiera de proceder criminalmente no pudiera ser encontrado para prenderlo,
el juez debía emplazarlo tres veces, sin hacer diferencia de que el ausente estuviera dentro o
fuera de la jurisdicción. Esto se hacía mediante una carta de emplazamiento, que se colocaba
en un lugar público de la ciudad, villa o lugar, en la cual se indicara el delito de que se le
acusaba. Si ese delito estaba castigado con pena de muerte, una vez efectuado el segundo
emplazamiento se podía prescindir del tercero, se recibían las declaraciones de testigos u otras
pruebas y se dictaba sentencia 242. Como puede verse, en lo esencial el sistema no era muy
distinto del consagrado en el Código de Procedimientos Penales de 1906.

¿De qué delito se acusó a Garabito en el proceso? Si se tenía por un hecho que en
tiempos del licenciado Cavallón había dado la obediencia, el haber desconocido después la
autoridad de la Corona significaba ni más menos que desde el punto de vista español había
cometido el delito de traición, uno de los más graves previstos en las leyes penales de Castilla
y que las Siete Partidas de Don Alfonso X el Sabio consideraban como “la más vil cosa, e la
peor, que puede caer en coraçon de ome”243. Entre las diversas maneras de cometer ese
delito, la legislación alfonsí –que tuvo aplicación en nuestro territorio hasta el año 1841,
cuando se dictó el Código General de don Braulio Carrillo- había dos en las que, según la
visión española, incurría alguien que hubiera reconocido la autoridad regia y después se
hubiera rebelado contra ella:

“La tercera es, si alguno se trabajasse de fecho, o de consejo, que


alguna tierra o gente que obedesciesse a su Rey, se alçasse contra el,
o que le non obedesciesse también como solia… La setena es si
alguno fiziesse bollicio, o aleuantamiento en el Reyno, faziendo juras,
o cofradías de caualleros, o de villas contra el Rey, de que nasciesse
daño, a el, o a la tierra.” 244

En otras palabras, desde el punto de vista jurídico castellano, Garabito había cometido
doblemente el delito de traición, tanto al rebelarse él personalmente contra la autoridad de la
Corona, como por haber procurado que otros indígenas incurrieran en la misma
desobediencia.

Las Siete Partidas eran muy enfáticas al señalar la pena que debía imponerse a los
responsables del delito de traición:

“Cvalquier ome que fiziere alguna cosa de las maneras de traycion,


que diximos en la ley ante desta, deue morir por ello…”245

Si efectivamente en Garcimuñoz constaban actas en las que supuestamente Garabito


había dado la obediencia, es posible que en el juicio se hayan guardado en lo esencial las
242
La ley de 1503 está sintetizada en la Novísima Recopilación de las leyes de España, Madrid, Boletín Oficial
del Estado, 1ª. ed., 1976, Libro XII, título XXXVII, ley I.
243
Las Siete Partidas del sabio Rey Don Alonso el nono, nuevamente glosadas por el Licenciado Gregorio López,
Madrid, Boletín Oficial del Estado, 1ª. ed., 1985, Partida VII, título II, ley I.
244
Ibid.
245
Ibid., Partida VII, título II, ley II.
68

formalidades de la legislación castellana de entonces y que por consiguiente el proceso


incoado contra Garabito y la sentencia dictada en su contra hayan parecido legalmente
válidos. Decimos hayan parecido, y no hayan sido, porque todo el proceso partía de un hecho
falso: la “obediencia” de Garabito. Siete meses después, el mismo Vázquez de Coronado,
como ya indicamos, habría de reconocer que solo la había dado un Garabito falso preso en
Garcimuñoz 246, uno de los muchos dobles que personificaron al monarca huetar.

Aun para los conceptos jurídicos del siglo XVI, llama poderosamente la atención la
celeridad con que se efectuó el juicio contra Garabito. Recordemos que Vázquez de Coronado
había llegado a Garcimuñoz el 20 de noviembre, y ya el 11 de diciembre, es decir, apenas
veinte días después, ya se había concluido el juicio contra el rey huetar y se le había
condenado a muerte. Ciertamente, en el juicio no había mucho qué probar, porque era pública
y notoria la “rebeldía” de Garabito, pero aún así nos resulta evidente que todo el proceso fue
una farsa, un mero requisito formal para poder proceder por la vía armada contra Garabito sin
que después se le hicieran recriminaciones legales al alcalde mayor. La actuación de este nos
parece al respecto muy reprobable, como siempre que se abusa del Derecho para conseguir
propósitos alejados de la verdadera justicia.

Una vez pronunciada la sentencia contra Garabito, Vázquez de Coronado procedió a


dar órdenes para su captura:

“Envie al maese de campo Juan de Ovalle y al capitán Francisco de


Marmolejo con noventa soldados a le prender y encárgueles que se
ubiesen con toda templança y como si no ubiera cometido delicto y
que le procurasen ganar por via de paz, y no pudiendo le procurasen
prender por las mejores vías que pudiesen. Espero en nuestro Señor
que desta jornada se sacara asiento para adelante en lo que toca a
este cacique.”247

El número de soldados enviado con Ovalle y Marmolejo a prender a Garabito era


asombrosamente elevado, si recordamos que Vázquez de Coronado había llegado a Costa
Rica con ochenta hombres y que a su llegada a Garcimuñoz no debía haber encontrado allí
muchos más. Evidentemente se tenía conciencia de no habérselas con un adversario débil.

Ahora bien, ¿cuáles eran las verdaderas intenciones de Juan Vázquez de Coronado? Si
Ovalle y Marmolejo hubieran logrado prender a Garabito y conducirlo a Garcimuñoz, ¿se le
hubiera en efecto ejecutado como reo culpable del delito de traición? Nos parece muy
inverosímil, y no solo porque el alcalde mayor le haya dado a sus capitanes la instrucción de
actuar con moderación y como si Garabito no hubiera delinquido y procuraran ganárselo
pacíficamente, sino por la manera en que procedió Vázquez de Coronado cuando tuvo que
enfrentarse con otros casos similares. En repetidas ocasiones, durante los años 1563 y 1564,
reyes indígenas que habían dado la obediencia ante el propio Vázquez de Coronado
desconocieron la autoridad de la Corona, y sin embargo, el alcalde mayor no asumió una
política de venganzas y ejecuciones, sino que procuró por medios pacíficos, hasta donde le
fue posible, que los alzados depusieran su actitud y se restableciera la armonía. Nos parece
que el propósito de Vázquez de Coronado era realmente convencer a Garabito para que
aceptara poner fin a su política de resistencia y después olvidarse de los cargos formulados en
su contra. Compartimos la opinión de Victoria Urbano, para la cual el proceso solo era una
formalidad legal y que las verdaderas intenciones del alcalde mayor no incluían ejecutar al rey

246
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 58.
247
Ibid., pp. 14-15.
69

huetar, sino solamente obtener su sometimiento248. Según veremos, cuando un aristócrata


huetar identificado como Taque y otro que pretendió ser Garabito fueron conducidos a
Garcimuñoz, y dieron la obediencia en su nombre y en el de Garabito, Vázquez de Coronado
dice que “aceptélos y perdóneles lo pasado”249. Nos parece lógico creer que hubiera hecho lo
mismo con el propio Garabito, sabiendo que era un rey muy poderoso y que su sumisión no
solamente conllevaba la de sus numerosos súbditos sino que hubiera sido muy útil para
conseguir la de otros monarcas indígenas. Por el contrario, haberlo ejecutado sin duda hubiera
provocado una reacción muy hostil en todos los reinos huetares y hubiera hecho ver como
falsas todas las promesas y muestras de amistad del alcalde mayor.

Las intenciones conciliatorias de Vázquez de Coronado se manifestaron también en


otras instrucciones dadas a Juan de Ovalle y Francisco de Marmolejo. Además de confiarles la
misión de detener a Garabito, el alcalde mayor dispuso que visitaran el reino de los votos,
colindante con los dominios de Garabito, para tratar de que esos indígenas aceptaran
pacíficamente la autoridad de la Corona:

“Tambien les encargue que llegasen a la provincia de los Botos, que


confina con la de Garabito, y los requiriesen y amonestasen que
dexasen predicar el evangelio y que reconociesen a Vuestra Magestad
por su Rey y Señor, y por las lenguas que con ellos envie les diesen a
entender la ceguedad en que estaban y el bien que se les seguía, lo
qual se hiciese con toda moderacion y por via de paz, y con lo que
respondiesen me diesen aviso, sin hazelles daño alguno, y se saliesen
para dar orden conforme al suceso.”250

2.- Juan de Ovalle en los dominios de Garabito.

Para cumplir con la misión encomendada por Vázquez de Coronado, el maese de


campo Juan de Ovalle se dirigió hacia la región gobernada por Garabito, que según refirió en
1566 el soldado Juan Dávila en una carta al rey Don Felipe II,

“… es la provincia que más forma tiene de gente y la que más


alborotada estaba.”251

Juan Dávila, que en su carta atribuye la jefatura de la misión no a Juan de Ovalle, sino
a Juan Illanes de Castro, dice que este

“… salió y anduvo en la dicha provincia algunos días, y la razón que


trujo fué decir que la gente toda estaba alzada y que no había podido
verse con Garavito ni con ningún principal suyo. Trujo algunas indias
é mochachos, de los cuales, siendo yo informado, entendí no haber en
aquella tierra y provincia de Garavito tanta gente como el licenciado
Cavallón había publicado…”252

No se logró capturar al rey huetar, pero sí a un aristócrata que fue identificado con el
nombre de Taque. Como sabemos, en lengua huetar taque no era un nombre propio, sino la
denominación de un cargo, afín al término chibcha zaque, que quiere decir mandón o jefe, o
248
URBANO, 1958, p. 159.
249
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 19.
250
Ibid., p. 15.
251
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 37.
252
Ibid.
70

una palabra que designaba a un pariente cercano de los reyes. En todo caso, debía tratarse de
un indígena de alto rango, ya que en se le mencionó como un “principal” 253 en la
correspondencia de Vázquez de Coronado. Una vez en Garcimuñoz, Taque procedió a
cumplir con el acto formal de dar obediencia, en nombre de su ausente rey. Vázquez de
Coronado refirió:

“Juan de Ovalle me truxo consigo a un principal llamado Taque, el


qual en nombre de Garabito dio la obediencia como los demas…”254

Posiblemente, como parte de las ritualidades del acto de sumisión realizado en nombre
de su rey, el taque ofreció que un cierto número de súbditos de Garabito se presentarían poco
después en Garcimuñoz para suministrar víveres y otros servicios a la población. Sin
embargo, como muy pronto descubrió Vázquez de Coronado, el viaje del taque a esa ciudad
fue simplemente un ardid de Garabito, destinado principalmente a alejar de sus dominios a la
fuerza militar de Ovalle. El alcalde mayor, al referirse al acto de supuesta obediencia del
taque, escribió que este

“…lo hizo solamente para sacar a la gente que fue con el maese de
campo y no cumplio cosa de las que puso…”255

La misión de Juan de Ovalle a tierras de Garabito resultó a fin de cuentas un completo


fracaso y, por consiguiente, un éxito para la política del monarca huetar.

3.- Francisco de Marmolejo en el reino de los votos.

Francisco de Marmolejo, quien se encargó de la visita al reino de los votos, tuvo


mucho mejor fortuna que su compañero Juan de Ovalle.

Los votos habitaban en la región norte de la provincia, a orillas de un río llamado


Pocosol, que hoy se denomina San Carlos y que es uno de los principales afluentes del río San
Juan. Llegar allí desde Garcimuñoz debió ser una verdadera odisea, dado que se tuvo que
atravesar la Cordillera Volcánica Central para alcanzar esa región, que además era selvática y
de clima cálido y húmedo.

El reino de los votos colindaba con el de Garabito, por lo cual la misión de Marmolejo
era muy importante para evitar que la resistencia dirigida por el rey huetar se extendiese a esa
región, ya que según Juan Dávila, se tenía noticia de que allí

“… estaba retirado Garavito, señor de la mayor parte de aquellas


provincias.”256

En aquellos momentos, sobre los votos reinaba una mujer, circunstancia que debe
haber llamado poderosamente la atención de los españoles, que hasta entonces, por lo que
sabemos, solo se habían topado en Costa Rica con reinos gobernados por varones. El marido
de la gobernante era un mero rey consorte y no ejercía autoridad efectiva. Según refirió
Vázquez de Coronado al rey Don Felipe II:

253
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 19.
254
Ibid.
255
Ibid.
256
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 37.
71

“Francisco de Marmolejo, que por mi mandado fue a los


Botos, fue allí bien recibido de una yndia cacica dellos y de su marido
que manda poco en ellos.”257

Desde el punto de vista diplomático, la misión de Marmolejo fue un completo éxito y


su resultado sin duda llenó de satisfacción a Juan Vázquez de Coronado, que informó así al
rey:

“Tambien dieron la obediencia a Vuestra Magestad y rogaron al


capitan Marmolejo que poblase allí y le pidieese lo que quisiese de
oro, cacao o mantas; y por aber yo prohibido que no se les tomase
nada solamente les pidieron comida, la qual se les dio de puercos de
monte y de carne de dantas y mayz, y Marmolejo les dexo muy
contentos y les dio a la cacica y cacique dos aguilillas de oro y se
despidio dellos diciendo que como yo les diese licencia yrian a poblar
alli.”258

¿A qué se debió tanta amabilidad de los reyes de los votos hacia Marmolejo y su gente
y su insólito deseo de que se establecieran en sus dominios? Sin duda, la reina y su marido
sabían que los españoles podían ser unos adversarios formidables, aunque solo fuera por
contar con armas de fuego. Muy posiblemente, su verdadera intención era convertirlos en sus
aliados contra un enemigo al que quizá temían más:

“Pidio la cacica ayuda a los soldados y a Marmolejo contra


Garabito, cacique de quien yo he dado relacion a Vuestra Magestad,
que los oprime, maltrata y sacrifica.”259

Conseguir la obediencia de la reina de los votos no tenía mucha utilidad práctica por lo
que se refiere al suministro de víveres y servicios a Garcimuñoz, ya que sus dominios estaban
demasiado lejos de la ciudad y la ruta era muy ardua de recorrer. Sin embargo, para los
propósitos estratégicos de los españoles era sumamente importante ganarse su amistad y así
evitar que pudiera aliarse con Garabito. Adicionalmente, según lo percibió visionariamente
Vázquez de Coronado, la región podía convertirse en un elemento importante de
comunicación fluvial con el mar Caribe e incluso ayudar a que Costa Rica se convirtiera en la
ruta de tránsito comercial con el Perú, en lugar del istmo de Panamá:

“… a dos leguas de los Botos pueden llegar, a lo que se entiende, las


fragatas de Nombre de Dios que van a la cibdad de Granada. Deende
los Botos questan donde digo hazia la mar del Norte, al puerto de
Landecho abra veynte y cinco leguas, todas tierra fria y sana, de
mucha génte y comida, por manera que es razon este Vuestra
Magestad advertido de este caso para la contratacion de Piru que
podria ser cosa comoda por esta provincia y viage mas breve y mas
cercano que por otra; y creo se descubrira adelante mas luz en esto
que la que agora tiene y camino mas breve.”260

Juan Dávila fue mucho menos optimista al referirse al reino de los votos:

257
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 18.
258
Ibid., p. 18.
259
Ibid.
260
Ibid., pp. 18-19.
72

“Dijo [Marmolejo] haber llegado á la dicha provincia y lo


más que en ella pudo ver fueron dos casas, la una grande y la otra no
tanto; la mayor dijo tener doscientos piés de largo y cuarenta de
ancho. Informándome yo de ciertos mochachos é indias que de la
dicha provincia trujeron algunos soldados, me dijeron residir en
aquellas dos casas hasta noventa ó cien indios, y que la mayor era la
casa del señor. Preguntéles si había más casas y dijéronme que sí,
mas que estaban muy lejos y que en cada casa había un cacique. Es la
gente de esta provincia y la de todas las que en ésta se cuentan, gente
pobre y que no tienen más que lo que traen encima, que es, los
principales caciques, unos cosetes sin mangas, y tan cortos algunos ó
los más, que no pasan del ombligo; las indias y los demás indios
andan desnudos, que si no son algunas pampanillas de corteza con
que se tapan sus vergüenzas, no tienen otra cosa; y algunos andan
como su madre los parió.” 261

4.- Captura de cuatro “principales” de Garabito por Juan Dávila.

En su carta a Don Felipe II, Juan Dávila refiere que después de la fracasada expedición
al valle de la Cruz, se tuvo noticia de que cuatro “principales” de Garabito estaban retirados al
pie de una montaña y Juan Vázquez de Coronado le encargó irlos a “traer de paz”. Según su
relato, unos guías los llevaron al paraje donde se hallaban los aristócratas huetares,

“… los cuales eran los mismos de que habíamos tenido noticias, con
los cuales estaban hasta veinte indios, treinta mujeres y hasta quince
ó diez y seis mochachos. Estaban aposentados en dos casas no muy
grandes; pregúnteles que dónde estaba Garavito, los cuales me
dijeron se había ido á la provincia de los Votos; importuneles que me
llevasen adonde estaba, á lo cual me respondieron que sería muy
gran trabajo irlo á buscar, porque él andaba con treinta indios á
noche y mesón, sin parar en segunda noche en una parte; y que, á
esta causa, entendían que si él no se quería mostrar, que era cosa
imposible hallarle.”262

Evidentemente, Garabito seguía desconfiando de los españoles, y había optado por


retirarse montaña adentro con un pequeño grupo de hombres. Era sin duda consciente de que
los invasores estaban muy interesados en su captura, y en vez de establecer un cuartel general
en algún lugar alejado, prefirió adoptar una táctica de continuos desplazamientos, típico de la
guerra de guerrillas. Los “principales” le aseguraron a Dávila que se había ido a los dominios
de los votos, pero aunque eso suena razonable, dado que era una región alejada y selvática, tal
versión hay que tomarla con cautela. Hay que recordar que la reina de los votos había pedido
ayuda a los españoles contra el monarca huetar, “que losoprime, maltrata y sacrifica”263 y es
dable suponer que la soberana quisiera librarse del tributo que su pueblo debía pagar a aquel:
¿por qué iba Garabito, indudablemente un hombre con sentido de la estrategia, a adentrarse en
tierras de los votos y correrse el riesgo de que estos lo entregaran a los españoles o les
indicaran su paradero, en vez de adentrarse en sus propios dominios?

Por otra parte, aunque no conocemos los métodos que utilizó Juan Dávila para extraer
información de los “principales”, al parecer la conversación con ellos fue amistosa. Dado que
261
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 37.
262
Ibid., III, p. 38.
263
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 18.
73

los españoles todavía desconocían en gran medida la geografía de Costa Rica, cabe
preguntarse por qué los principales iban a señalarle a Juan Dávila el verdadero rumbo que
había tomado Garabito, exponiéndose a que el español decidiera ir en su búsqueda, como en
efecto pareció dispuesto a hacerlo. Nos parece más verosímil que simplemente le hayan dado
a Dávila información falsa, y que Garabito y sus hombres hubieran tomado otra dirección,
quizá avanzando hacia el noroeste por los bosques y montes de la actual provincia de
Alajuela, que permanecieron durante largo tiempo al margen de los esfuerzos conquistadores.
Si, como dice el mismo Dávila, ya desde antes de la expedición de Marmolejo se decía que
Garabito se había retirado al territorio de los votos, hasta es posible que el mismo rey haya
dado instrucciones para que se hiciera correr esa especie.

Juan Dávila también le preguntó a los aristócratas huetares cuántos indígenas había en
los dominios de Garabito y encontró desconcertante su respuesta, porque le aseguraron que se
trataba de unos trescientos:

“… los cuales se resumieron que serían hasta trescientos indios; a lo


cual, respondiéndoles yo que no lo creía, porque otros caciques me
habían dicho que eran más de dos mil, se admiraron y me tornaron á
decir que no creyese tal, porque ellos lo sabían mejor que ninguno de
los que me habían informado; que verdad era que si en la cuenta
entrasen los Tices y la provincia de los Votos, las cuales eran
tributarias al dicho Garavito, que serían por todo quinientos ó
seiscientos.”264

Evidentemente, los “principales” le dieron a Dávila unos datos muy alejados de la


realidad, porque ciertamente en los dominios de Garabito había mucho más de trescientas
personas. En la distribución de encomiendas hecha por Perafán de Ribera en 1569, seis años
después, se habló de que en la “provincia de Garabito” habría unos dos mil quinientos
indígenas. Suponemos que los aristócratas huetares trataban de dar al soldado español una
idea muy reducida de la importancia de su nación, quizá con el propósito de que se confiaran
y bajaran la guardia, o simplemente para que exigieran menos “servicios” de los que podía dar
un pueblo numeroso. En todo caso, estas discrepancias nos llevan a suponer que si dieron
información inexacta sobre el número de indios que había en los dominios de Garabito,
también igualmente errónea pudo ser la que suministraron sobre el rumbo que había tomado
el monarca.

Los “principales” de Garabito fueron conducidos a Garcimuñoz y llevados a la


presencia de Juan Vázquez de Coronado. Según refirió Juan Dávila a Don Felipe II, el alcalde
mayor

“… luego los invió á que fuesen por toda la tierra para dar noticia de
que era venido, y que les hacía saber que venía á les hacer todo buen
tratamiento, y no á tratarlos como el capitán que se había salido
[Cavallón]. Por que por los malos tratamientos que á algunos
caciques había hecho el licenciado Cavallón ó sus tenientes, sepa
vuestra alteza, estaba la tierra alterada. Mandoles que todos viniesen
a dar el dominio á vuestra real corona, apercibiéndoles que el que
estuviese rebelde lo castigaría.”265

264
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 38.
265
Ibid.
74

La actitud amistosa y conciliatoria de Vázquez de Coronado resultó muy fructífera. En


las dos semanas siguientes a la partida de los cuatro “principales” huetares de Garcimuñoz,
empezó a llegar a esta ciudad, en son de paz, una serie de monarcas y señores indígenas. Juan
Dávila escribió que

“Dentro de quince días que estos principales fueron con este


despacho, vinieron á la dicha ciudad diez ó doce caciques de
diferentes provincias, entre los cuales vino uno que á todos ecedía en
autoridad, el cual dijo ser cacique de la provincia de Auzarrí…”266

El rey Aczarrí, cuyo nombre también se consigna como Aqueccerí o Accerrí, y cuyos
dominios estaban muy próximos a Garcimuñoz, fue el primero en presentarse, el 11 de
diciembre de 1562; dio la obediencia y empezó a enviar a la ciudad“indios que sirvan y otros
que traten y contraten en este real”267, es decir que comerciaran con los españoles. El 16 de
diciembre se presentó el rey de Orosi y aceptó la autoridad de la Corona, y el 1° de enero hizo
lo propio el poderoso Coquiva, rey de Pacaca. El 2 de enero se presentaron los reyes de
Yuruci y Uxarraccí (Ujarrás), y el 3 de enero otro monarca llamado Teviste, del valle del
Guarco 268.

5.- Una nueva incursión de Antonio Pereyra en los dominios del rey Garabito y sus
consecuencias.

¿Y Garabito? Cualesquiera que hayan sido las promesas formuladas por “Taque” a
Juan Vázquez de Coronado, ya fuera sobre una eventual sumisión de Garabito o sobre el
servicio a la ciudad de Garcimuñoz, lo cierto es que el alcalde mayor no tardó en advertir que
tales promesas habían quedado sin cumplir, y decidió entonces enviar a Antonio Pereyra a los
dominios del monarca huetar.

El portugués, como ya sabemos, era un soldado curtido, que había participado ya en


incursiones semejantes, pero esta vez se enfrentó con una situación que tuvo casi ribetes de
comedia. Primero, el taque en cuestión salió a su encuentro, asegurándole que era Garabito.
La estratagema no logró engañar a los expedicionarios, y entonces apareció después ante los
españoles otro individuo, pretendiendo a su vez ser Garabito. Quizá para evitarse el riesgo de
que alguno de los dos fuera efectivamente el monarca huetar y escapara de sus manos,
Pereyra decidió conducir a ambos a Garcimuñoz, a donde llegaron el 5 de enero de 1563. En
la ciudad, los dos dieron otra vez la obediencia “en su nombre y de Garabito”, lo cual revela
que ya los españoles habían podido comprobar, posiblemente interrogando a otros indígenas
más confiables, que una vez más tenían que habérselas con un doble del escurridizo rey
huetar, o mejor dicho con dos, y que Garabito continuaba sin poder ser habido. Vázquez de
Coronado, en una carta escrita en esa misma fecha al rey Don Felipe II, escribió:

“Hoy dia de la fecha entro aquí Pereyra, caudillo que envie a


Garabito… me fue forçoso enviar a Pereyra con cinquenta soldados,
al qual torno a salir el propio Taque haziendole entender que era
Garabito, y luego vino otro principal a velle diciendo lo mismo.
Truxolos a ambos a esta cibdad por decir que de oy en adelante
servirian, y nuevamente dieron ambos a Vuestra Magestad la
obediencia y reconocimiento debido en su nombre y de Garabito:

266
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 38.
267
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 17.
268
Ibid., pp. 17-18.
75

aceptelos y perdoneles lo pasado y an començado a servir treynta


yndios que truxeron.”269

Con la obediencia dada por los recién llegados, en nombre propio y el de su monarca,
Vázquez de Coronado aparentemente creyó que el “problema Garabito” estaba prácticamente
solucionado. El 5 de enero de 1563 escribió desde Garcimuñoz al rey Don Felipe II una
extensa carta en la que refería las acciones llevadas a cabo para disipar la resistencia del
monarca indígena y dijo con gran optimismo:

“Por manera que despues que entre en esta cibdad tiene Vuestra
Magestad de paz la provincia de Pacaca y la de Accetti y la de los
Botos y la del Abra y la del Guarco y gran principio en la de
Garabito, sin que se aya derramado gota de sangre.”270

El optimismo del alcalde mayor se vio confirmado por el hecho de que, una vez que el
taque y el noble que había personificado a Garabito regresaron a sus tierras, esta vez sí
empezaron a llegar a “servir” a Garcimuñoz indígenas supuestamente enviados por Garabito,
en número de treinta y cinco por semana 271.

El 12 de enero, Vázquez de Coronado salió de Garcimuñoz para efectuar una gira de


cinco días a los dominios del rey Accerríy a la región conocida como el Abra. Durante su
ausencia llegó a la ciudad el aristócrata huetar que días atrás había pretendido ser Garabito,
acompañado por el rey de los tices, y dio muestras de gran sentimiento al enterarse de que el
alcalde mayor no se encontraba allí. Vázquez de Coronado regresó alrededor del 17 de enero,
y el 20 de ese mismo mes, en una carta escrita desde Garcimuñoz al licenciado Juan Martínez
de Landecho, presidente de la Audiencia de los Confines, expresó:

“…el principal que dixo ser Garabito… bino a verme estando yo en


Accesrri y diole pena mi ausencia en tanto grado que dizo que hasta
que yo biniese no saldria de aqui , y que si yo no venia queria morir
aquí… Truxome consigo el cacique de los Tices: dio la obediencia a
su magestad segun se colige y dixeron los yndios que servian.”272

Al parecer, Vázquez de Coronado fingió creer que el “doble” era efectivamente el


monarca huetar, ya que meses después, en una carta al rey Don Felipe II, dijo que Garabito

“… me envio un Garabito falso a que diese la obediencia a S. M. y


sirviese en esta cibdad. Hizele todo buen tratamiento y a servido el
falso Garabito, entendiendo que hera tenido de mi por
verdadero...”273

El mismo 20 de enero de 1563, en una carta a Juan Romo, corregidor de Nicoya,


Vázquez de Coronado escribió:

269
Ibid., 1964, p. 19.
270
Ibid.
271
Ibid., p. 23.
272
Ibid.
273
Ibid., p. 54.
76

“Todas las provincias e caciques vistos hasta ahora sirven, y entre


ellos el que mejor sirve es Garabito, de cuya causa [no] ay necesidad
de mayz hasta la cosecha, que todos harán milpas…” 274

Sin embargo, ya para entonces Juan Vázquez de Coronado estaba percatándose de cuál
era la estrategia de Garabito, porque en la ya citada carta al licenciado Martínez de Landecho
escribió:

“Garabito enbia sus caciques y principales mas viejos a ver si yo los


mato y dize quel quiere que todos sirvan y que si yo los trato bien quel
se descubrirá, y que si no que tengan al principal por el. Espero en
Dios de ganalle a costa de mi hazienda como a los demas.”275

Garabito, por lo visto, no andaba por las distantes tierras de los votos, sino que estaba
oculto en algún lugar bastante más cercano a su residencia original, desde donde podía
continuar dando instrucciones a sus súbditos y analizando la actitud de los españoles.

6.- Garabito, el rey irreductible.

A fines de enero de 1563, Juan Vázquez de Coronado salió de Garcimuñoz para


emprender una prolongada jornada a la región del Pacífico central, ya que el rey Accerrí y
otros monarcas indígenas le habían pedido su auxilio contra Corrohore, rey de Quepo. Entre
los preparativos de la expedición surgió un detalle que nos parece de interés, porque revela la
opinión que entre los indígenas se tenía de la importancia de Garabito: cuando el alcalde
mayor le manifestó al rey Accerrí que se requerían cuatrocientos granos (¿mazorcas?) de
maíz,

“… el cacique se espantó mucho y dijo que Garavito, con todo su


poder, no podía dar tantos…”276

La expedición fue en conjunto muy exitosa. Vázquez de Coronado logró concertar la


paz entre sus aliados del Valle Central y el rey de Quepo, y después marchó hacia el sudeste,
ya que Corrohore le había pedido ayuda para rescatara su hermana Dulcehe, que estaba
prisionera y esclavizada por los indígenas de Couto o Coctu. Tras un violento enfrentamiento
armado con los indígenas de Couto, se pudo rescatar a la princesa de Quepo y los reyes de
Couto dieron la obediencia a la Corona. El 20 de marzo los expedicionarios emprendieron el
retorno a Garcimuñoz, a donde llegaron el 18 de abril 277.

Al volver a la ciudad, Vázquez de Coronado se encontró con la noticia de que uno o


dos reyes indígenas del valle del Guarco se habían rebelado, y que el más importante de
todos, Quitao, aún no había dado la obediencia. El alcalde mayor envió a Juan Illanes de
Castro con sesenta soldados al valle del Guarco, y Quitao salió a encontrarle, para decirle que
quería ir a ver a Vázquez de Coronado y llevar consigo a los reyes de Atirro y Turriarba,
como en efecto lo hizo, en compañía de los dos reyes mencionados y de otros doscientos
indígenas. Quitao, “ques señor de los demás”278, consultó con los otros monarcas y les
expresó que “estaba cansado de traer su gente por los montes y desasosegada” 279.
274
PERALTA, 1883, p. 223.
275
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 23.
276
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 39.
277
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, pp. 29-52.
278
Ibid., p. 53.
279
Ibid.
77

Finalmente, todos reconocieron la autoridad de la Corona, según escribió Vázquez de


Coronado a Don Felipe II280.

¿Era realmente Quitao el rey de los más importantes pueblos del valle del Guarco? Así
parece deducirse de la carta de Vázquez de Coronado. Sin embargo, don Ricardo Fernández
Guardia fue de la opinión de queQuitao “era un enviado de Correque”281. En un documento
de 1590, un “yndio principal de la encomienda de Uxarrace” llamado Don Fernando
Parrahara declaró en un litigio que

“… don Fernando Correque hera rrey sobre todos los caciques de los
pueblos de esta comarca desde Currizaba y Accerrí hasta más delante
de Atirro y como a tal rrey via este testigo que le obedecian y
triubutavan… al tiempo que los españoles vinieron a esta provincia
ymbio el dicho don Fernando en su lugar un principal que viniese en
su lugar a servir a los españoles e truxese indios para ello…”282

Curiosamente, en ese mismo litigio se dice que en 1569, uno de los “caciques” del
pueblo de Ibuxibux, encomendado a Alonso Gutiérrez de Sibaja (o de Gibaja) se llamaba
Buenaventura Quitao 283. ¿Sería el mismo Quitao que en 1563 había dado la obediencia,
fingiendo ser “señor de los demás” aunque solo fuera un “principal” y en realidad
representara a Correque? Nos parece bastante verosímil, ya que el Quitao de 1563,
aparentemente tan importante, no vuelve a ser mencionado nunca.

Durante la expedición de Vázquez de Coronado al lejano sudeste, los súbditos de


Garabito habían interrumpido el “servicio” semanal a Garcimuñoz, pero al parecer el hecho
de que un personaje tan prominente como Quitao (¿o su representado Correque?)
rindieravasallaje a la Corona española les hizo cambiar de opinión y reanudar el “servicio”.
En una carta al rey Don Felipe II, fechada en Garcimuñoz el 2 de julio de 1563, Vázquez de
Coronado refirió que poco después de la visita de Quitao, llegaron a la ciudad de los
conquistadores unos aristócratas huetares, entre ellos uno de los que había pretendido ser
Garabito:

“Sabida la venida destos caciques [Quitao y los reyes de Atirro y


Turriarba] por los principales de Garabito, vinieron a servir.”284

Garabito continuaba resistiéndose a admitir la autoridad de los españoles. En esa


misma carta a Don Felipe II, Vázquez de Coronado dijo que el monarca huetar andaba
huyendo

“… y trae desasosegada la mayor parte de la tierra.”285

Enseguida, Vázquez de Coronado indicó que Garabito continuaba exhortando a otros


reyes indígenas a la resistencia, junto con el príncipe de Pacaca Quezarco, y dio cuenta al
monarca del motivo inicial de esta actitud, en un párrafo que ya hemos citado anteriormente:

280
Ibid., p. 54.
281
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 140 n. 19.
282
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 35.
283
Ibid., p. 14.
284
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 54.
285
Ibid.
78

“Este cacique [Garabito] y un hermano de Coquiba, cacique de


Pacaca, llamado Queçarco, alteran demasiadamente a los
comarcanos. Causolo haber azotado a este Queçarco y echandole en
cadenas en tiempo de Cavallon y haber hecho otro tanto a otro
Garavito falso que el verdadero envio para tomar en el espiriencia
del tratamiento que se les hazia, los quales se huyeron con las
cadenas, cosa que a mi me ha sido harto dañosa.”286

Después de esta carta, Vázquez de Coronado no volvió a mencionar a Garabito en sus


informes, al menos en los que han sobrevivido. El interés del alcalde mayor se concentró en la
fundación de una nueva ciudad, Cartago, en el valle del Guarco, y en explorar la región de la
vertiente del Caribe, donde recibió la obediencia de numerosos reyes y señores indígenas y
encontró unos lavaderos de oro, aparentemente muy promisorios, en un río al que se dio el
nombre de río de la Estrella y al que se conoce hoy como Changuinola.

El gradual traslado de los habitantes de Garcimuñoz a la nueva población española del


valle del Guarco quizá hizo también que perdiera importancia el “servicio” de los súbditos de
Garabito, ya que la región donde se fundó Cartago contaba con una numerosa población
indígena.

Juan Vázquez de Coronado, que había gastado prácticamente todo su patrimonio en


Costa Rica, decidió viajar a España en busca de mercedes y de respaldo para continuar con
sus actividades. Al contrario de Cavallón, sentía mucho entusiasmo por lo que estaba
haciendo en su gobernación y tenía grandes planes para el futuro próximo. A fines de mayo de
1564 dejó el mando de la provincia en manos del capitán Antonio de Andrada y salió de
Cartago, para dirigirse al parecer a Nicaragua y de allí a Panamá287.

Entre tanto, ¿qué había ocurrido con Garabito? No lo sabemos; muy posiblemente se
mantenía oculto en los bosques, tratando de animar a los indígenas con los que tenía contacto
para que rehusaran la sumisión a los españoles. Pero una cosa sí nos parece indubitable:
durante el gobierno de Juan Vázquez de Coronado, el monarca huetar no prestó la obediencia
ni se sometió a los españoles, ni tampoco estos lograron derrotarlo. Si algo de ello hubiera
sucedido, el alcalde mayor hubiera estado sin duda muy satisfecho de logro tan importante
para la acción conquistadora y lo hubiera puesto en conocimiento del rey Don Felipe II o del
presidente de la Real Audiencia.

Vázquez de Coronado fue muy bien recibido en la corte española. Don Felipe II lo
nombró gobernador vitalicio de Costa Rica y le concedió el título hereditario de adelantado,
con una renta y un señorío territorial, y además concedió un escudo de armas a la ciudad de
Cartago. Sin embargo, cuando el adelantado viajaba de regreso a América, la flota en que iba
fue dispersada por una tormenta y no se volvieron a tener noticias suyas.

286
Ibid.
287
MELÉNDEZ, 1972, pp. 146-151.
79

CAPÍTULO V
DIEZAÑOS DE MISTERIO (1564-1574)

1.- La resistencia indígena entre 1564 y 1568.

Después de la partida de Juan Vázquez de Coronado, y durante varios años, no se


volvió a mencionar a Garabito en relación con la resistencia de los indígenas contra los
españoles, al menos en los documentos que han sobrevivido.En esta época, el papel
protagónico en la resistencia indígena se desplazó al valle del Guarco, situación bastante
explicable si se considera que con la fundación de la ciudad de Cartago debe haber crecido
notoriamente la presión sobre la población autóctona de esa región, mientras que
paulatinamente disminuía en el sector occidental del Valle Central, donde todavía quedaban
algunos españoles en la despoblada Garcimuñoz o sus vecindades.

Como ya indicamos, Vázquez de Coronado había dejado al frente del gobierno


provincial a Antonio de Andrada. Durante el interinato de este, que se prolongó de 1564 a
1566, Cartago vivió días muy difíciles. Varios pueblos indígenas ya sometidos, como Pacaca,
Tiribí y Ujarrás, se rebelaron contra la autoridad española y fue necesario enviar fuerzas para
someterlos. Las sublevaciones de los indígenas provocaban además la interrupción del
“servicio”, es decir del suministro de víveres y mano de obra auxiliar a la ciudad, por lo que
se llegó a una situación crítica. Andrada dispuso efectuar incursiones armadas para someter a
los indígenas rebelados y obtener víveres, tanto en el valle del Guarco como en los dominios
del indómito Garabito:

“… por haber sido aquellos años estériles y faltos de bastimentos en


aquella ciudad é provincia, los vecinos della habían padecido mucha
hambre é no tenían con qué sustentarse, de cuya causa el dicho
teniente de general [Andrada] mandó al capitán Juan Mejía que fuese
con los dichos treinta soldados y Juan Calderón á la provincia de
Garavito é trujesen todos los bastimentos que pudiesen hallar para la
ciudad y de camino conquistasen y pacificasen los indios de la dicha
provincia que se habían alzado y estaban de guerra, los cuales dichos
capitanes y Juan Calderón, entre ellos fueron y castigaron los
enemigos y los dejaron conquistados y pacíficos como de antes
estaban, y trajeron muchos bastimentos y otras cosas con que se
reformó y sustentó la ciudad y vecinos della muchos días y se
sosegaron las gentes della de temor de los indios enemigos que
estaban rebelados…”288

Molina Montes de Oca comenta:

“… hubo desesperación y se invadieron hasta los predios de


Garabito, intocable en su coto, al norte de la profunda cuenca del
Virilla. Una treintena de soldados, de fijo reforzados por algunos
vecinos de Garcimuñoz (las incursiones de Cartago siempre contaban
con veinte) llevaban la comisión de buscar provisiones en los predios
del irreductible cacique…”289

288
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 185.
289
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 228.
80

Aunque la jornada conseguiera su objetivo principal, es decir, obtener provisiones para


los hambrientos españoles de Cartago, es obvio que no se logró someter a Garabito, porque de
lo contrario se hubiera pregonado hasta el cansancio haber conseguido que el rey huetar diera
la obediencia.

En fecha que se desconoce, pero que se supone que fue poco después que los
españoles llegaran al valle del Guarco, el más importante monarca de los huetares de esa
región, Correque, que había tenido diversas residencias en diversos lugares del mismo valle e
incluso otra en Suerre 290, se había retirado a Tucurrique, llevando consigo a “muchos señores
e hijos de señores de muchas partes a el sujetas” 291. Como consecuencia, Tucurrique se
convirtió en el foco más importante de la resistencia indígena en el sector oriental del Valle
Central.

A principios de 1566, enterada de la muerte del adelantado Vázquez de Coronado, la


Real Audiencia de Panamá, a cuya jurisdicción había sido trasladada Costa Rica, designó
como alcalde mayor interino de la provincia a Pedro Venegas de los Ríos, antiguo tesorero de
Nicaragua. El nombramiento no fue especialmente acertado: Venegas de los Ríos era pobre y
estaba endeudado 292, por lo que su llegada a Cartago no solo no conllevó ningún avance en la
conquista y dominación efectiva del territorio provincial por parte de los españoles.

La población indígena del valle del Guarco era cada vez más hostil a la presencia
española:

“… los dichos yndios comarcanos á esta dicha ciudad, estando de paz


y aviendo dado el dicho dominio, sirviendo á los conquistadores
españoles que en la dicha tierra estavan en hazer sus casas, millpas y
sementeras, y dando el mayz necesario para el sustento de la dicha
ciudad y vecinos della, como está dicho, mataron á ocho españoles y
siete yndios, que yvan por el mayz que los dichos yndios les querían
dar, sin los dichos españoles les hazer mal ni daño…”293

Para febrero de 1568, los indígenas del valle del Guarco se habían aliado contra los
españoles y decidieron pasar a la acción para terminar definitivamente con los invasores de
sus tierras, y como primera fase del plan prepararon una celada para matar al alcalde mayor
Venegas de los Ríos, según refiere Alonso Hernández de Guido, procurador general de
Cartago, en un documento de marzo de 1568:

“… podrá aver un mes, poco más o menos, que los dichos yndios, y en
especial los deste valle del Guarco, se confederaron y aliaron con los
demás yndios sus comarcanos de los pueblos de Turrialva y de
Uxarraccí y Corroscí y Atirro y otros, se rrevelaron contra el servicio
de su magestad para matar á Pedro Venegas de los Ríos questava por
alcalde mayor en la dicha cibdad Cartago y á todos los españoles que
con él estavan; y para el dicho efecto concertaron de venir, como
vinieron, á llamar a Pedro Venegas de los Ríos y á le pedir que fuese
á sus tierras á les enseñar sitios donde se poblasen los que estavan…
yendo para el dicho efecto el dicho Pedro Venegas de los Ríos,
alcalde mayor, y con él siete ó ocho soldados y gente de servicio,
290
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, pp. 52 y 55.
291
Ibid., p. 44
292
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 145.
293
Ibid., IV, p. 463.
81

descuidados de la dicha traición, trataron de lo matar y á los que con


él yvan; y efectuado su mal propósito, venir sobresta ciudad y matar
los que en ella estavan; y para el dicho efecto, concertaron de
ponerse, como se pusieron, en muchas celadas y cañaverales y
montañas; y concertaron que bailasen ciertos yndios con hachas de
hierro que para ello tenían, y que, estando en el dicho bayle, á una
seña que hizieren, diesen en el dicho alcalde mayor y en los españoles
que con él estavan y los matasen todos juntos; y muertos, viniesen á
matar á los que estavan en la dicha ciudad…”.” 294

El alcalde mayor a duras penas pudo salvar la vida y escapar:

“…los dichos yndios, en cumplimiento de lo tratado entre ellos,


aviendo comido el dicho alcalde mayor y españoles, les dieron una
grita que avían de hacer, por lo qual los dichos yndios enboscados,e
ntendiendo que era tiempo y coyuntura, salieron y dieron en los
dichos españoles y mataron á dos mestizos y á tres yndios de servicio,
y hirieron de heridas de muerte algunso de los españoles, y
alvorotaron todo el dicho valle y esta dicha ciudad, en tal manera,
que en muy poco espacio de tienpo salieron muchos esquadrones de
indios; é el dicho alcalde mayor y españoles, como mejor pudieron, á
la dicha ciudad, y en ella se hizieron fuertes en la iglesia de la dicha
ciudad…” 295

El proyectado ataque indígena a Cartago fracasó, debido a que justo en esos momentos
llegó ala ciudad una expedición al mando de Pero Afán (Perafán) de Ribera y Gómez, un
ancianoy arruinado conquistador a quien la Corona había nombrado desde 1566 como nuevo
gobernador de Costa Rica.

Ninguno de los escasos y escuetos documentos que se refieren a la sublevación


indígena menciona para nada a Garabito, quien quizá no tuvo participación alguna en las
actuaciones de los huetares del valle del Guarco. Sin embargo, en el mismo documento de
marzo de 1568, el procurador general Hernández de Guido dice que

“… todas estas provincias de Costa Rica y los pueblos de yndios


inclusos en ellas, están alçados y rrebelados, y se an confederado y
aliado unos con otros…”296

Perafán de Ribera hizo ejecutar algunas acciones para afianzar la tambaleante


autoridad española en diversos lugares del Valle Central, entre ellas la marcha de una
expedición de cuarenta soldados al mando del capitán Alonso Pérez Farfán a Pacaca 297, y de
otra dirigida por Antonio Pereyra a Atirro, Turrialba, Corrocí y Tucurrique 298. El mismo
Pereyra fue enviado, también con cuarenta soldados

“… a correr la tierra á la Abra de Curriravá y á Barva, Uxarraccí y


Toyopás y asentaron Real en el Valle de la Cruz, y de allí sacaron

294
Ibid., IV, pp. 463-464.
295
Ibid., IV, p. 464.
296
Ibid.
297
Ibid., VII, pp. 463-464.
298
Ibid.
82

gran cantidad de maíz para el sustento desta ciudad [Cartago] y de


los soldados que padescían grandísima necesidad…”299

Como puede verse, esta correría de Pereyra incluyó al menos dos de las comunidades
que formaban parte de los dominios originales de Garabito: Barva y Toyopán. Pero lo que
más nos llama la atención es que los expedicionarios establecieran su real o campamento en el
valle de la Cruz, es decir, en lo que originalmente había sido la residencia principal del rey
huetar. Esto podría sugerir que Garabito no se encontraba allí, sino retirado en los montes; de
haber estado el rey huetar en el valle de la Cruz, difícilmente un soldado experimentado como
Pereyra hubiera establecido su campamento en un lugar tan peligroso para los españoles.

Cabe indicar que en alguna fecha no determinada de 1568, o más probablemente de


300
1569 , el gobernador Afán de Ribera fundó en las cercanías de la costa del Pacífico la
ciudad de Aranjuez, en un lugar que don Cleto González Víquez ubicó a orillas del río del
mismo nombre, a corta distancia de la actual ciudad de Puntarenas 301. Con la fundación de
Aranjuez quedó despoblada la efímera villa de los Reyes establecida por Juan de Cavallón en
1561.

2.- La “provincia de Garabito” en la distribución de encomiendas de 1569.

En enero de 1569, presionado por algunos de los españoles residentes en Cartago y


también deseoso de favorecer a su propia familia, Perafán de Ribera procedió a establecer en
Costa Rica la institución de la encomienda, a favor de la Corona y de algunas decenas de
encomenderos particulares. El gobernador no tenía ninguna facultad legal para efectuar un
reparto semejante, pero en el documento respectivo se invocaron diversos pretextos y se pasó
por alto la invalidez jurídica de todo lo actuado.

Además de algunos pocos familiares y allegados de Perafán de Rivera, los favorecidos


en la distribución fueron especialmente los conquistadores que, en las diversas expediciones
realizadas desde la época de Cavallón, habían venido “a su costa y minsión”302, es decir,
aportando ellos mismos hombres, caballos, armas y otros recursos303.

De conformidad con la llamada ley de Malinas de 1545, la única encomienda


sobreviviente en el Derecho indiano era la encomienda de tributos, que era en realidad una
renta o pensión concedida al primer titular y un heredero 304. En el modelo de Malinas, al
encomendero se le prohibía servirse del trabajo de los encomendados, y solamente se le daba
el derecho de recibir periódicamente de ellos un pago en dinero o en especie, a cambio de
velar por su evangelización y de coadyuvar en las actividades defensivas del territorio 305. Las
autoridades debían levantar padrones de los pueblos y con base en ellos efectuar las llamadas
tasaciones, que fijaban el monto de los tributos.Sin embargo, la tasación de las comunidades
indígenas de Costa Rica se llegó a cabo muy lentamente: para 1583 aún no se había tasado a
299
Ibid., IV, p. 464.
300
Aunque varios historiadores han considerado 1568 como año probable de la fundación de Aranjuez, llama la
atención que en la información de méritos y servicios que hizo levantar Perafaán de Ribera en Cartago en enero
de 1569, no menciona ese hecho. Por esta circunstancia consideramos más probable que se efectuara después. La
información figura en Archivo General de Indias, GUATEMALA,111,N.40, que puede consultarse
enhttp://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/ImageServlet?
accion=41&txt_id_imagen=1&txt_rotar=0&txt_contraste=0&txt_zoom=10&appOrigen=&cabecera=N
301
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, pp. 60-62.
302
FERNÁNDEZ, 1881-1907, P. 5.
303
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, pp. 235-236.
304
Recop. Ind., lib. VI, tít. VIII, ley 32.
305
Ibid., lib. VI, tít. VIII, leyes 35 y 40.
83

la mayoría 306 y, con ese pretexto, durante muchos años los encomenderos utilizaron
directamente la mano de obra indígena en provecho propio, de un modo absolutamente ilegal
307
.

La ley disponía que debían reservarse a la Corona las encomiendas cuyas rentas
provinieran de puertos o de cabeceras de cacicazgo 308, es decir, de los reinos indígenas que
tenían bajo su égida otros reinos y señoríos menores. Indudablemente, el reino de Garabito
debió haber sido considerado “cabecera de cacicazgo” y sus tributos ser adjudicados a la
Corona, dada su importancia y el hecho de que ejercía autoridad sobre otros varios pueblos.
Lo mismo debió haberse hecho con Tucurrique, donde reinaba el poderoso Correque. Sin
embargo, en la distribución hecha por Perafán de Ribera ninguno de los dos reinos fue
considerado “cabecera de caciczago”, sin duda con el ánimo de que sus tributos o el trabajo de
sus súbditos fueran a las arcas del lejano Don Felipe II, sino que sirvieran para beneficiar a los
conquistadores y allegados del gobernador. En el reparto de encomiendas de 1569 se
adjudicaron a la Corona los pueblos de Pacaca, cuyo rey era Coquiva, con unos
milcuatrocientos indígenas, y de Quepo, donde seguía reinando Corrohore, con unos mil. Se
trataba de reinos indígenas sin duda relevantes, pero de mucho menor importancia que los de
Garabito y Correque y que difícilmente podrían haber sido considerados “cabeceras de
cacicazgo”, porque su ámbito de autoridad territorial era mucho más limitado y no tenían, que
sepamos, a otros reinos o señoríos bajo su égida. A Pacaca y Quepo se agregó Chomes, que
tenía unos cien indígenas y que fue adjudicado a la Corona por considerársele puerto309.

Correque no fue mencionado en la lista de reyes indígenas cuyos pueblos que iban a
repartirse, elaborada el 11 de enero de 1569. Curiosamente en la nómina sí aparece “El
pueblo de Purapura, cacique el Guarco, terná cinquenta yndios” 310. No sabemos si al decir
“el Guarco” se quiso hacer referencia a un cargo regio y no a un nombre personal, caso en el
cual el “cacique” en cuestión podría haber sido Correque, de quien en un documento de 1584
se dice que era hijo (¿sucesor?) del Guarco311. Pero en todo caso, evidentemente la cifra de
cincuenta “yndios” del pueblo de Purapura es insignificante en el contexto del valle del
Guarco, donde había comunidades con cifras mucho más elevadas de tributarios: Quircó
ciento cincuenta, Coo trescientos cincuenta, Uxarraccí trescientos, Orosi ciento cincuenta,
Buxebux doscientos, Corroci doscientos, etc. 312. En la distribución, Purapura fue adjudicado a
Juan Alonso, junto otro pueblo llamado Pucuca, y entre ambos apenas sumaban cien
tributarios. Aunque todas las cifras de la lista son bastante arbitrarias y constituyen en realidad
cálculos meramente aproximados, llama muchísimo la atención la escasa importancia que en
la nómina reviste el señorío de “el Guarco”, cuando en 1584 se dice que Don Fernando
Correque había sido

“… rrey y Señor natural de toda esta tierra hijo del Guarco Señor
que asi mismo fue della y su legitimo sucesor y heredero…”313

Quizá “el Guarco” de Purapura de 1569 era un personaje distinto del antecesor de
Correque, o alguien que estaba al frente de la comunidad en nombre del monarca retirado en
306
SIBAJA, Luis Fernando, “La encomienda de tributo en el Valle Central de Costa Rica (1569-1683)”, p. 81, en
Costa Rica colonial: tres ensayos, San José, Cuadernos Centroamericanos de Ciencias Sociales, 1ª. ed., 1984,
pp. 43-83.
307
Ibid., pp. 52-53.
308
Recop. Ind., lib. VI, tít. VIII, ley 2.
309
PERALTA, 1883, p. 425.
310
Ibid., p. 423.
311
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 4.
312
PERALTA, 1883, pp. 422-423.
313
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 4.
84

Tucurrique. Los documentos sobrevivientes no permiten aclarar la cuestión. Pero llama


también la atención que en la lista no aparezca del todo Tucurrique, aunque sí se incluya a
pueblos muy distantes de Cartago, en el sudeste, donde la autoridad española era del todo
inexistente y a los que había que someter antes de que los encomenderos pudieran
beneficiarse del tributo. En un proceso judicial de fines del siglo XVI se dijo que el pueblo de
Corroce o Corroci, adjudicado en 1569 a Pedro de Ribero con trescientos “yndios” 314,
comprendía también a Tucurrique, pero hubo testigos que declararon lo contrario 315. Como
quiera que fuera, de este proceso judicial resulta evidente que al momento de la entrada de los
españoles Correque era un rey sumamente poderoso, al que obedecían muchos pueblos, y que
sus dominios, independientemente de cuál fuera su residencia, debieron haber sido
considerados en 1569 como “cabecera de cacicazgo” y encomendarse a la Corona. Por
supuesto, no se hizo así, sino que a Correque ni siquiera se le mencionó en el reparto y sus
antiguos dominios fueron distribuidos entre encomenderos particulares.

Por lo que respecta a Garabito, en la nómina de pueblos que se habían de encomendar


y repartir, los dominios del monarca huetar fueron enumerados del siguiente modo:

“Los pueblos que se an de encomendar y repartir son los siguientes:

Garabito, que se entiende el propio valle que dizen de la Cruz.

El valle de Coyoche.

El real de Pereyra, que son las lomas de çabanas antes de llegar á


la ciudad vieja [Garcimuñoz], por lo alto.

Barba y su gente.

Yuruste y su gente, que confina con Currirabá por la parte del real
de Juan de Estrada el principal.

Coboboci, en la quebrada de una parte y otra.

Abacara y Chucasque, que están poblados en el río Grande.

Esta es la provincia de Garabito.

Garabito, cacique. Principales: Cobobia, Abacara, Chucasque,


Barba, Yuruste.

Abrá entre el Cacique y principales dos mil y quinientos yndios.”316

La distribución de encomiendas no se efectuó adjudicando pueblos a los beneficiarios,


sino grupos numéricos de indígenas que debían pagarles tributos. Esto obviamente se prestaba
para muchísimas complicaciones, porque dentro de una misma comunidad podía haber
personas encomendadas a diferentes encomenderos y entonces, en alguna medida, debía
individualizarse cuáles indígenas estaban adjudicados a cada beneficiario.

314
PERALTA, 1883, p. 427.
315
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, pp. 50-54 .
316
PERALTA, 1883, pp. 421-422.
85

En la repartición, efectuada el 12 de enero de 1569, los súbditos de Garabito fueron


repartidos así

“… se dió al dicho Juan Romo en Garavito quatrocientos yndios, y á


la heredera del dicho Miguel Sánchez [de Guido]se casó con persona
benemérita y se le dieron otros quatrocientos yndios en el mismo
pueblo de Garavito. (…)

Al capitan Diego de Trexo en Garavito, con el cacique principal


Garavito, quatrozientos indios.

A Juan Solano… doscientos y cinquenta yndios en Garavito, con


otro principal dél.

A Juan Mexía Valladares, en Garavito, con otro principal,


quatrocientosyndios.

A Juan Romo otros tantos en el mismo pueblo, con otro principal.

A Esteban de Mena, con otro principal llamado Abacara, otros


quatrocientos yndios.

A Pero Alonso, en la vecindad de Aranjuez, á Chucasque, con


trezientos yndios (…)

A Perafán de Ribera [hijo del gobernador], alférez mayor, a Tiribí


y Yuruste, con quatrocientos yndios (…)

A Simón Sánchez (…) cien yndios en las demasías y sobras de


Garavito.”317

Aunque habían sido enumeradoscomo parte de la “provincia de Garabito”en la lista de


los “pueblos que se han de encomendar y repartir”, la adjudicación no hizo referencia
específica a los indígenas del valle de Coyoche, el real de Pereyra, Barva y Coboboci, por lo
que es posible que fueran incluidos dentro de la expresión general de “yndios en Garavito”.
Cabe indicar también que al alférez mayor Perafán de Ribera y Paz, hijo del gobernador, se le
dio una encomienda de cuatrocientos indígenasque podríamos llamar “mixta””, en la cual se
incluían, sin indicar cuántos correspondían a cada pueblo, tanto indígenas de Yuruste, en los
dominios de Garabito, como de Tiribí, que según la lista de pueblos era un “principal” del rey
Aquecerrí 318.

Además la “provincia de Garabito” propiamente dicha, la adjudicación de


encomiendas también incluyó a los tres pueblos que se han identificado como tributarios del
monarca huetar, es decir, los votos, los catapasy los tices, aunque sin indicar cuántos
indígenas tenía cada uno:

“A Martín Blázquez y a Francisco Magariño, los votos, por iguales partes.

A Pedro de Valmaseda, los Catapas (…)

317
Ibid., pp. 425-427 y 429.
318
Ibid., p. 423.
86

A Domingo Fonseca, el pueblo de los Tices, con sus caciques y principales.”319

De acuerdo con las cifras contenidas en la adjudicación del 12 de enero, tendríamos un


total aproximado de 3250 tributarios en la “provincia de Garavito”: 2350 específicamente
identificados como “yndios en Garavito”, 400 de Abacara (Abaçara), 300 de Chucasque y 200
de Yuruste, suponiendo que la encomienda “mixta” del alférez mayor se repartiera por partes
iguales entre Yuruste y Tiribí. Si suponemos que cada indígena tributario, con su mujer e
hijos, representaba a una familia de al menos unas cinco personas, tendríamos que atribuir a
Garabito aproximadamente unos 16,250 súbditos en 1569, cifra que nos indica claramente su
importancia y poderío. Los monarcas de Pacaca y Quepo, aplicando la misma fórmula, apenas
tendrían unos 7000 y 5000 súbditos respectivamente, y sin embargo, sus reinos fueron
considerados “cabecera de cacicazgo” y el de Garabito no. Obviamente, los autores de la
ilegal adjudicación no estaban dispuestos a que la Corona se llevara los tributos y servicios de
una “provincia” numéricamente tan importante, como tampoco permitieron que le
correspondieran los de los extensos y populosos dominios de Correque. A Don Felipe II,
debieron pensar, lo mismo le iba a dar una encomienda que otra, mientras que para ellos podía
ser algo vital. Además, si ya la sola adjudicación de encomiendas era groseramente ilegal, por
no tener el gobernador Afán de Ribera ninguna facultad para efectuarla, una o dos
ilegalidades más no iban a hacer mucha diferencia.

En su obraGarcimuñoz, la ciudad que nunca murió, Molina Montes de Oca hace un


interesante análisis de las encomiendas efectuada por Afán de Ribera y expone cómo en su
distribución se consideraron especialmente importantes las que ubicadas que en las regiones
en aquellos momentos eran menos problemáticas para los españoles. Este autor incluye en el
grupo las encomiendas del sector occidental del Valle Central, tales como las de Aserrí,
Curriravá, Yuruste y Tiribí, es decir, las que recaían sobre pueblos no solo cercanos
geográficamente a Cartago sino que además se mantenían en relativa calma. Por el contrario,
aunque algunas estuvieran más próximas a la ciudad española que las del sector occidental del
Valle Central, las encomiendas del turbulento valle del Guarco resultaban menos apetecibles,
pues los indígenas que debían constituirlas se habían mostrado habitualmente adversos a los
españoles. Por supuesto, los pueblos situados en lugares remotos y que no estaban sujetos
efectivamente al dominio español, aunque alguna vez los indígenas de ellos hubieran dado la
obediencia, constituían el grupo menos atractivo 320.

Molina Montes de Oca incluye enel grupo de encomiendas efectivas o “de primera
clase” a las localizadas en la llamada provincia de Garabito. La importancia que se les
atribuyó se denota por los beneficiarios de estas encomiendas: además del hijo del
gobernador, a quien este obviamente quiso favorecer, encontramos en la lista a veteranos
conquistadores, la mayoría de los cuales estaba en Costa Rica desde la época de Cavallón, y
que gozaban de gran prestigio e influencia en Cartago. Varios de ellos eran integrantes del
Cabildo de la ciudad en el momento en que se efectuó la distribución y ello les permitió sin
duda apoderarse de lo mejor del menú.

Si para enero de 1569 los pueblos de la “provincia de Garabito” figuraban al lado de


Curriravá y Aserrí entre las encomiendas “tangibles”, es decir, aquellas cuyos indígenas no
estaban generando continuas inquietudesa los españoles y podían ser obligados sin mayor
dificultad a pagar tributos o prestar servicios a sus encomenderos, podemos ver en ello una

319
PERALTA, 1883, pp. 430-431.
320
MOLINA MONTES DE OCA, pp. 238-241.
87

inequívoca manifestación de que la resistencia del rey huetar había menguado, o por lo menos
se había vuelto mucho menos problemática para los españoles.

Veamos ahora la lista de los nueve beneficiarios de encomiendas en la “provincia de


Garabito”, según la lista de 1569.

El documento de distribución, al adjudicar Chomes a la Corona en su calidad de


puerto, indica que ese pueblo estaba anteriormente encomendado a Juan Romo y a Miguel
Sánchez de Guido, quienes habían protagonizado un litigio en la Real Audiencia de Panamá
sobre la titularidad de esa encomienda 321. Para compensarlos por la pérdida de los tributos de
los indígenas de Chomes, se decidió darle a Romo y a la heredera de Sánchez de Guido
indígenas en la provincia de Garabito, en un número de cuatrocientos tributarios cada uno.

Juan Romo había sido corregidor de Nicoya en la época en que era alcalde mayor de
Costa Rica Juan Vázquez de Coronado, con quien tuvo estrecha amistad y a quien prestó
valiosos auxilios para su acción conquistadora en varias oportunidades. Aunque no había
participado personalmente en la conquista de Costa Rica, el hecho de que se le asignaran
tributarios en Garabito en compensación por los de Chomes lo hizo vincularse a la provincia,
ya que fue vecino de Aranjuez y de la ciudad del Espíritu Santo322.

La única mujer beneficiaria de todo el reparto de encomiendas, María de Guido, que


recibió cuatrocientos indígenas en Garabito, era hija de Miguel Sánchez de Guido, uno de los
más destacados compañeros de Cavallón, que ya para 1569 había fallecido. En el documento
se dice que se había casado con “persona benemérita”. Aunque el documento no dice de quién
se trataba, por otras fuentes sabemos que su marido era Pero Alonso de las Alas, a quien en
esa misma distribución le correspondieron trescientos indígenas en Chucasque. La ley
prohibía que una pareja casada tuviera dos encomiendas a la vez, ya que en tal hipótesis
debían renunciar a una de ellas 323, y quizá por eso se obvió indicar en la lista que la heredera
de Miguel Sánchez de Guido estaba casada con otro encomendero de la misma nómina.

El capitán Diego de Trejo, nacido en 1538 y llegado a Costa Rica con Cavallón, había
acompañado a Vázquez de Coronado en sus viajes a Quepo y a Couto y a la costa caribeña y
había participado también en la jornada de Antonio Pereyra al sur de la provincia y en la la
fundación de la efímera ciudad de Nuevo Cartago. En Cartago desempeñó los cargos de
alcalde ordinario, regidor y tesorero 324. Era un hombre bastante joven, puesto que había
nacido en 1538, pero eso no impidió que se le adjudicara una importante encomienda en la
provincia de Garabito, y de hecho la suya podría ser considerada la más importante de todas
las establecidas allí, puesto que entre los encomendados debía estar el propio monarca huetar,
si es que llegaba a ser sometido.

El capitán Juan Solano, de edad similar a la de Trejo, había nacido en una prominente
familia de la ciudad de Trujillo, en Extremadura. Llegó a Costa Rica con Cavallón y fue
regidor de la ciudad del Castillo de Garcimuñoz. Participó en las jornadas de Vázquez de
Coronado a Quepo y a Couto. En Cartago había sido alcalde de la Santa Hermandad y en

321
PERALTA, 1883, p. 425.
322
VÍQUEZ SEGREDA, Juan Rafael, “Juan Romo”, enAcademia Costarricense de Ciencias Genealógicas, San
José, N° 10, mayo de 1962, pp. 22--24.
323
Recop. Ind., lib. VI, tít. XI, ley 7.
324
Sobre Trejo, V. BARRANTES FERRERO, Mario, Progenitores de los costarricenses, San José, Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, 1ª. ed., 1973, p. 199; FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, “Diccionario
biográfico de Costa Rica: descubridores y conquistadores”, p. 80, en Otras páginas, San José, EUNED, 1ª. ed.,
2008, pp. 31-85; MELÉNDEZ, Carlos, Conquistadores y pobladores, San José, EUNED, 1ª. ed., 1982, p. 83.
88

1569 era factor y veedor. Fuealférez general de la expedición de Perafán de Ribera a la región
del Caribe y el sur de la provincia y fue uno de los fundadores de la ciudad de Nombre de
Jesús. De 1543 a 1574 estuvo encargado interinamente del mando de Costa Rica, en calidad
de teniente de gobernador. Llegó a ser considerado uno de los hombres más respetados y de
mayor prestigio entre los españoles de Costa Rica. Murió en Cartago en 1615 325. En el reparto
de encomiendas de 1569, además de los doscientos cincuenta tributarios en Garabito, se le
adjudicaron ciento cincuenta más en el pueblo de Puririce, cuyo rey Toboba era vasallo de
Aquecerrí 326.

Juan Mexía Valladares, compañero de Cavallón al igual que Trejo y Solano, era unos
años mayor que estos y llegó a ser sargento mayor. Participó en las jornadas de Vázquez de
Coronado a Quepo y a Couto y al litoral caribeño. En 1564 fue alcalde ordinario de la villa de
los Reyes. En enero de 1569 era uno de los regidores del Cabildo de Cartago 327.

Esteban de Mena, nacido alrededor de 1532, llegó a Costa Rica con Cavallón y
participó con Antonio Pereyra en la jornada al sur del país y en la fundación de Nuevo
Cartago. También fue integrante de la expedición de Vázquez de Coronado al litoral caribeño.
En 1569 era uno de los regidores de Cartago 328.

El capitán Pero Alonso de las Alas, nacido alrededor de 1536 y llegado a Costa Rica
con Cavallón, había sido procurador de Garcimuñoz y acompañado aVázquez de Coronado en
sus viajes a Quepo y a Couto. En 1568 había sido fiscal en Cartago. En años posteriores fue
alcalde ordinario de Aranjuez y de Cartago 329.

Perafán de Ribera y Paz, hijo del gobernador, había llegado a Costa Rica con este. En
1568 fue alférez mayor de Costa Rica y en 1570 acompañó a su padre en su expedición a la
región sudeste. El transcurso de ella desapareció junto con otros dos soldados, por lo que se
supuso que habían muerto a manos de los indígenas. Reapareció muchos años después y en
octubre de 1605 fue uno de losfundadores de la ciudad de Santiago de Talamanca a orillas del
río Sixaola, aunque poco tiempo después murió en un enfrentamiento con los indígenas de esa
región 330.

Simón Sánchez de Guido, hermano de Miguel y tío de María de Guido, era solo un
muchacho de diecinueve o veinte años de edad en 1569 331 y naturalmente no tenía una hoja
de servicios tan brillante como la de los otros encomenderos de Garabito, aunque después
participó en la jornada de Perafán al litoral caribeño y al sur de la provincia y fue uno de los
fundadores de la ciudad de Nombre de Jesús 332. La principal encomienda que se le adjudicó,
325
BARRANTES FERRERO, 1973, p. 192; FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, pp. 77-78: MELÉNDEZ, 1972, p.
248; VÍQUEZ SEGREDA, Juan Rafael, “El Capitán Juan Solano”, en Academia Costarricense de Ciencias
Genealógicas, San José, N° 3, marzo de 1956, pp. 35-45.
326
PERALTA, 1883, pp. 423 y 426.
327
BARRANTES FERRERO, 1973, p. 129; FERNÁNDEZ, IV, p. 220 y 473-474; FERNÁNDEZ GUARDIA,
2008, p. 85.
328
BARRANTES FERRERO, 1973 p. 129; FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 66; MELÉNDEZ, 1982, p. 232;
VÍQUEZ SEGREDA, Juan Rafael, “Esteban de Mena”, enAcademia Costarricense de Ciencias Genealógicas,
San José, N° 10, mayo de 1962, pp. 31-33.
329
BARRANTES FERRERO, 1973, p. 20; FERNÁNDEZ, 1881-1907, V, p. 465; FERNÁNDEZ GUARDIA,
2008, p. 33; VÍQUEZ SEGREDA, Juan Rafael, “El capitán Pero Alonso o Peralonso de las Alas”, en Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, San José, N° 3, marzo de 1956, pp. 57-60.
330
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 33; FERNÁNDEZ PERALTA, Ricardo, Reinado de Felipe II. Pero
Afán de Ribera. Gobernador y capitán general de Costa Rica 1566-1568-1573, San José, Instituto Geográfico
Nacional, 1ª. ed., 1974, pp. 23-28.
331
BARRANTES, FERRERO, 1973, p. 187.
332
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 77.
89

con doscientos indígenas, fue la de Marena, una de las utópicas del sudeste, cuyo cacique se
llamaba Diracibat 333. Sin embargo, alguna influencia debían tener él o su familia, ya que
además de esa encomienda inalcanzable se le asignaron cien tributarios en lo que sobrara de la
provincia de Garabito.

Los beneficiarios de las encomiendas recaídas en los pueblos tributarios de Garabito,


es decir, los votos, los catapas y los tices, eran personajes de mucho menos viso que los nueve
encomenderos de la provincia de Garabito.

La encomienda de los votos, como ya indicamos, se adjudicó por partes iguales a


Martín Blázquez y Francisco Magariño, que habían venido a Costa Rica con Juan Vázquez de
Coronado 334. Es poco lo que se sabe del primero, cuyo nombre figura en el reparto de los
lavaderos de oro del río de la Estrella, efectuado en abril de 1564 durante la expedición de
Vázquez de Coronado a esa región 335. Hay más datos de Magariño, a quien Vázquez de
Coronado había concedido tierras en 1564 en el valle de Landecho, y que acompañó a ese
conquistador en su jornada al litoral caribeño 336. Fue años después escribano en la ciudad de
Aranjuez y alcalde ordinario en la de Esparza y murió en 1615 337. En todo caso, aunque los
votos hubieran dado la obediencia desde 1562, la encomienda recaída sobre ellos podía ser
comprendida entre las hipotéticas, dada la lejanía del lugar donde estaban asentados y lo
difícil que era llegar allí desde Cartago.

Pedro de Balmaceda, encomendero de los catapas, había llegado a Costa Rica en la


época de Cavallón, pero cuando ya estaba fundada Garcimuñoz. Había sido regidor de
Cartago en 1568 338. Su encomienda era más tangible que la de los votos, pero tampoco muy
importante que digamos. Posteriormente, además de la de los catapas, se le adjudicaron dos de
las encomiendas hipotéticas en lugares remotos, las de Arián y Cora. Ya había muerto en
enero de 1576, cuando el alcalde mayor Anguciana de Gamboa otorgó sus tres encomiendas a
Francisco Ramiro Corajo 339.

No hemos podido encontrar ninguna información sobre Domingo de Fonseca,


encomendero de los tices, fuera de que aparentemente llegó con Perafán de Ribera 340. Para
enero de 1576 ya debía haber muerto o abandonado Costa Rica, puesto que la encomienda de
los tices fue adjudicada por Anguciana de Gamboa a Francisco Ramiro Corajo 341.

Después de la adjudicación de encomiendas, los documentos guardan silencio sobre


Garabito, que no vuelve a ser mencionado sino hasta 1574.No hay indicios de que en esos
cinco años se hayan producido en la “provincia de Garabito” nuevos ataques a los españoles o
encuentros armados con estos. Es posible que el rey huetar se haya replegado hacia el norte y
se haya establecido con parte de su gente en los bosques y montes, dejando en manos de los
invasores el antiguo corazón de sus dominios, es decir, el llamado valle de la Cruz y buena
parte de la cuenca del río Grande.

333
FERNÁNDEZ, 1881-1907, V, p. 25.
334
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, pp. 39 y 64.
335
FERNÁNDEZ, 1881-1907, vol. IV, 334.
336
FERNÁNDEZ, 1881-1907, vol. IV, 327.
337
MELÉNDEZ, 1982, p. 231.
338
FERNÁNDEZ, 1881-1907, IV, pp. 486-487;FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 36.
339
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 198-199.
340
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 53.
341
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 198-199.
90

CAPÍTULO VI
FINAL EN CLAVE MENOR (1574)

1.- Luis González de Estrada y la sumisión del rey Garabito.

En abril de 1574342 tomó posesión del gobierno de Costa Rica Alonso Anguciana de
Gamboa, nombrado por la Real Audiencia de Guatemala como alcalde mayor interino de la
provincia.

Anguciana de Gamboa había sido compañero de Juan Vázquez de Coronado en tierra


costarricense, pero no prácticamente tenía ninguna de las virtudes de que había hecho gala el
malogrado salmantino. De temperamento autoritario y despótico, a veces francamente cruel,
el nuevo gobernante de Costa Rica era además muy codicioso y veía en la provincia, ante
todo, un medio de obtener riquezas.

Cuando este sombrío personaje asumió el poder, había dos ciudades de españoles en
Costa Rica: Aranjuez en las vecindades de la actual Puntarenas y Cartago en el sitio llamado
Mata Redonda, ubicada al parecer donde hoy se encuentra la ciudad de San José. Quedaban
también dos importante núcleos de resistencia indígena: uno en Tucurrique, en el valle del
Guarco, donde el rey huetar Correque había trasladado su residencia con un nutrido grupo de
aristócratas, y otro en los dominios de Garabito, dirigido por este.

En criterio del historiador Molina Montes de Oca, el nuevo gobernante estaba decidido
a concentrar la acción conquistadora en la vertiente del Caribe, con el propósito de explotar su
supuesta riqueza aurífera, especialmente en la región de Suerre, es decir, la cuenca del bajo
Reventazón343. Esto explica más que sobradamente su interés en trasladar Cartago al valle del
Guarco, mucho más próximo al hipotético emporio minero que el paraje de la Mata Redonda.
Sin embargo, el valle del Guarco tenía el problema de que allí el dominio español allí era más
débil que en el sector occidental del Valle Central y sobre él siempre se cernía, como una
espada de Damocles, la posibilidad de que desde Tucurrique, la corte de Correque organizara
una sublevación general de los indígenas. Era necesario terminar con ese potencial foco de
insurrecciones.

En el mismo año en que Anguciana de Gamboa inició su gobierno, se descubrieron en


el valle de Coyoche lo que parecían ser unas minas de oro 344. Este hecho, insólito en una
provincia que ya empezaba a ser notable por su pobreza, sin duda avivó los apetitos auríferos
de Anguciana de Gamboa y posiblemente lo determinó a fundar una ciudad en las cercanías.
De sobra se sabía que para la Corona, una de las acciones más importantes y meritorias que
podía llevar a cabo un conquistador o gobernador era la de establecer nuevas poblaciones de
españoles, que permitieran consolidar la autoridad regia en el lugar de que se tratara y darle
carácter permanente. Pero el alcalde mayor tenía el problema de que ya existía una población
en el litoral pacífico, la ciudad de Aranjuez, y no contaba con demasiada gente como para
establecer otra. Su plan para resolver este obstáculo consistió en borrar del mapa a Aranjuez y
fundar con sus vecinos una nueva población, que debía llamarse ciudad del Espíritu Santo.
Cabe agregar que el vecindario de Aranjuez era diminuto: en 1573, cuando Perafán abandonó
Costa Rica, apenas quedaron en esa ciudad quince soldados 345.

342
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 268.
343
Ibid., pp. 268 y 275-277
344
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, p. 220.
345
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 171.
91

Para la ejecución de los planes de Anguciana de Gamboa resultaba de gran


importancia someter a Garabito y a sus gentes. Difícilmente prosperaría una nueva población
y una explotación minera si estaban siempre bajo la constante amenaza de los huetares.
Además, la mano de obra forzosa de estos podía ser de gran utilidad para la nueva ciudad y
especialmente para el habitualmente brutal trabajo en las minas.Cabe añadir que en un paraje
no muy distante, llamado el asiento de San Jusepe, Anguciana de Gamboa tenía un hato 346, y
el sometimiento de los huetares podía eventualmente contribuir a elevar su productividad y su
valor.

Anguciana de Gamboa puso primeramente sus miras en Correque y logró que se


sometiera. El nuevo alcalde mayor no tenía los escrúpulos de Juan Vázquez de Coronado y
aunque no llevó a cabo un ataque frontal contra Tucurrique, sí se realizaron violentas correrías
por las inmediaciones. Según consta en un documento de 1602, relativo a los méritos y
servicios de Matías de Palacios,

“… el dicho Alonso Anguciana de Gamboa sacó a don Fernando


Correque, cacique y señor natural deste valle[del Guarco], del pueblo
de Cuquerrique donde estaba escondido, y se batizó y con él todos los
yndios de este valle, en lo cual trabajó mucho el dicho Matía de
Palacios y los demás vezinos desta ciudad [Cartago], porque para ella
hicieron muchas entradas y asaltos corriendo la tierra, y deste temor
se dió de paz el dicho cacique y los demás yndios y rrecivieron la
santa doctrina y dieron el dominio á su magestad, y hoy están en
Pueblos formados y sustentan esta ciudad y dello se siguió á su
magestad el fruto que oy se vee, pues el pueblo de Cuquerrique está
puesto en la rreal corona y los demás están encomendados en vezinos
de esta ciudad é pagan sus tributos…”347

En alguna fecha no determinada de 1574, el nuevo alcalde mayor ordenó que el


capitán Luis González de Estrada marchó con un grupo de soldados al valle del Coyoche a
obligar a Garabito a someterse a los españoles.

Se produjo entonces un hecho asombroso: el capitán González de Estrada y sus gentes


consiguieron “sacar” a Garabito de donde estaba oculto y el rey huetar se sometió a los
españoles, después de trece años de resistencia. Según el ya citado documento de 1602 sobre
los servicios de Matías de Palacios:

“… aviendo mandado el dicho Gobernador [Alonso Anguciana de


Gamboa] al capitan Luis Gonçález de Estrada fuese con su compañía
al valle de Coyochi al castigo de los yndios dél, fué con el dicho
capitán y gente el dicho Matías de Palacios y apaciguaron los dichos
indios y sacaron de donde estaba escondido un cacique llamado
Garavito, el qual él y más de otros tres mil yndios se bautiçaron y
bolvieron al servicio de nuestro señor y de Vuestra Alteza …”348

¿Quién era Luis González de Estrada, el hombre a quien Anguciana de Gamboa confió
tal misión, y que consiguió alcanzar lo que no habían logrado ni Juan de Cavallón ni Juan
Vázquez de Coronado?

346
FERNÁNDEZ, 1881-1907,I, p. 219.
347
Ibid., VII, pp. 467-468.
348
Ibid., p. 459.
92

Luis González de Estrada, o simplemente Luis de Estrada como a veces se le cita


también, había nacido alrededor de 1534, ya que en setiembre de 1567 manifestó “ques de
edad de treinta é tres años poco más o menos” 349. Se ignora si era originario de España o hijo
de españoles establecidos en Nicaragua, provincia donde se hallaba en 1560, cuando se unió a
la expedición que estaba organizando el padre Estrada Rávago para explorar y colonizar el
litoral caribeño de Costa Rica 350. Indudablemente fue uno de los fundadores de la efímera
villa del Castillo de Austria establecida por ese clérigo en la bahía del Almirante y después
trasladada a la boca del río Suerre. Fracasada la expedición de Estrada Rávago, el joven
González de Estrada regresó a Nicaragua, pero al poco tiempo se trasladó a Costa Rica, donde
ya Cavallón había fundado la ciudad del Castillo de Garcimuñoz 351. En 1563 participó en la
expedición realizada por Juan Vázquez de Coronado a Quepo y a Couto 352.

En 1567 era regidor de la ciudad de Cartago353, cargo que conservaba en enero de


354
1569 , cuando en el ilegal reparto de encomiendas efectuado por Perafán de Ribera el 12 de
ese mes se le adjudicaron “en Turrialva quatrozientos yndios”355. Sin duda no había perdido
el espíritu aventurero, porque en 1570 acompañó a Perafán en su penosa y por demás
desastrosa expedición a la tierra adentro 356. En 1571 participó en la fundación de la ciudad de
Nombre de Jesús, donde se le asignó un solar 357 y se le nombró alcalde de la Santa
Hermandad 358.

Abandonada la ciudad de Nombre de Jesús en 1572, el capitán González de Estrada


regresó a establecerse nuevamente en Cartago, ciudad de la que fue alcalde ordinario en
1575359. Consta que en abril de 1577 era otra vez regidor de Cartago 360 y que todavía
desempeñaba ese cargo en febrero de 1579 361. No hay datos sobre su vida posterior, y es de
presumir que para enero de 1602, cuando su edad hubiera frisado en los sesenta y siete años,
ya había muerto, puesto que no se le citó como testigo en la información en la que se hacía
alusión al sometimiento de Garabito y donde su declaración sin duda hubiera tenido mucho
peso 362. Dado que no se conservan partidas sacramentales ni protocolos notariales
costarricenses del siglo XVI, tampocose sabe si se casó o dejó descendencia.

Cuando llegó a Costa Rica como alcalde mayor Anguciana de Gamboa, a quien debe
haber conocido bien, Luis González de Estrada tenía ya unos cuarenta años y era un
conquistador veterano y experimentado, curtido por las arduas jornadas que había compartido
con Estrada Ravágo, Vázquez de Coronado y Perafán de Ribera. Tenía, por consiguiente,
buenas calificaciones para que Anguciana de Gamboa le encargara la tarea de someter a
Garabito, al mando de una compañía de soldados.

De algún modo se había sabido que el rey huetar se encontraba oculto en el valle de
Coyoche, y a ese lugar se dirigió González de Estrada, al mando de una compañía de

349
Ibid., IV, p. 426.
350
Ibid., IV, p. 426
351
Ibid., IV, p. 426
352
Ibid., IV, p. 427.
353
Ibid., IV, p. 416.
354
Ibid., V, p. 16.
355
Ibid., V, p. 26.
356
Ibid., III, pp. 83, 88, 125, 162 y 216.
357
Ibid., V, p. 39.
358
Ibid., V, p. 44.
359
Ibid., I, p. 286.
360
Ibid., I, p. 316.
361
Ibid., V, p. 98.
362
Ibid., VII, p. 468.
93

soldados. Conocemos los nombres de algunos de los participantes en esa jornada: Alonso
Pérez Farfán,Alonso Gutiérrez de Sibaja, Matías de Palacios y Antonio de Carvajal. Aunque
no sabemos nada sobre los demás integrantes de la compañía, por esos cuatro podemos
suponer que la tropa era experimentada, ya que los dos primeros habían llegado a Costa Rica
con Cavallón y los otros dos con Perafán de Ribera; todos, menos Pérez Farfán, habían
participado en la desventurada expedición de Perafán a Tierra Adentro. Los cuatro, además,
habían recibido encomiendas en la adjudicación hecha por ese gobernador en 1569.

Garabito continuaba resistiéndose a admitir la autoridad española y todavía le era fiel


un importante grupo de personas, cuyo número se calculó después en más de tres mil. Sin
embargo, la expedición logró descubrir su escondite, “sacarlo” y hacer que se bautizara junto
con sus súbditos.

¿Cómo se logró lo que diez años atrás parecía una hazaña imposible? La respuesta más
sincera y sencilla es: no lo sabemos. Lo único que ha quedado documentado sobre la
expedición de González de Estrada está contenido en un documento de principios de 1602, es
decir, casi cuatro decenios después de los hechos. El 5 de enero de 1602, Gaspar de
Chinchilla, esposo de Catalina de Palacios, hizo levantar en Cartago una información sobre
los méritos y servicios de su suegro Matías de Palacios, la misma que hemos mencionado al
hablar del sometimiento de Correque. Como parte de esa información, Chinchilla pidió que
los testigos dijeran si sabían que por mandado del alcalde mayor interino Alonso Anguciana
de Gamboa

“… fue el capitán Luis Gonzales Destrada con una compañía de


soldados, y el dicho Matía de Palacios con él, al Valle de Coyoche
donde sacaron al cacique Garavito e se batizó e pobló él é más de
tres mil ánimas é se poblaron en pueblo formado; é luego se mudó la
ciudad de Aranjuez al Valle de Coyoche y la pusieron y fundaron la
ciudad del Espíritu Santo, donde hubo mucho número de Hespañoles
poblados en ciudad formada en servicios de Dios nuestro señor y de
su magestad; y con esto se rreduxo toda la tierra é dieron el dominio
é vasallaje a su magestad, mediante lo qual está toda la tierra quieta
y pacífica por ser el dicho Valle la entrada y llave de esta provincia,
&”363

Ese párrafo es prácticamente lo único que se conoce sobre las circunstancias del
sometimiento de Garabito. Los seis testigos que declararon en la información, todos antiguos
veteranos de la Conquista y tres de los cuales habían participado en la expedición al valle de
Coyoche,corroboraron lo indicado por Chinchilla en su interrogatorio, pero lamentablemente
no aportaron detalles adicionales. Aún así, transcribiremos sus escuetas declaraciones:

El capitán Pedro Alonso de las Alas, alcalde ordinario de Cartago en esos momentos,
declaró el 7 de febrero y manifestó: “A las veinte preguntas dixo que sabe la pregunta como
en ella se contiene porque este testigo lo vió ser é pasar por vista de ojos como la pregunta lo
declara, y esto rresponde a la pregunta.”364

El capitán Antonio de Carvajal, teniente de gobernador, declaró el 20 de febrero y


expresó: “A las veinte preguntas dixo que sabe la pregunta como en ella se contiene porque

363
Ibid.
364
Ibid., VII, p. 474.
94

este testigo fue a la dicha jornada é vió ser e pasar todo lo en la pregunta contenido, y esto
responde a ella.”365

El mismo 20 de febrero declaró el capitán y encomendero Juan Solano, uno de los más
prestigiosos veteranos de la conquista, que había estado a cargo del mando de la provincia
entre 1573 y 1574 como teniente de gobernador. Solano manifestó: “A las veinte preguntas
dixo que sabe la pregunta como en ella se contiene porque lo vió ser é pasar como la
pregunta lo dize, y esto rresponde a ella.”366

El capitán Alonso Pérez Farfán, también el 20 de febrero, declaró: “A las veinte


preguntas dixo que sabe la pregunta como en ella se contiene porque vió yr al dicho capitán
Luis González de Estrada a la jornada que la pregunta dize y en su compañía el dicho Matía
de Palacios, y á lo que se quiere acordar este testigo fue a ella, y que es é passa todo lo en la
pregunta contenido y están los dichos naturales [los indígenas] en el estado que en ella se
declara, porque este testigo lo ha visto é vido todo por vista de ojos como en ella se contiene,
y esto rresponde.”367

El 9 de marzo declaró Alonso Gutiérrez de Sibaja, quien manifestó: “A las veinte


preguntas dixo que sabe la pregunta como en ella se contiene porque este testigo fue a la
dicha jornada é todo lo en la pregunta contenido, y el mudamiento de la dicha ciudad lo vió
todo por vista de ojos como la pregunta lo declara, y el dicho Matía de Palacios se halló á
todo ello, y esto rresponde.”368

El último declarante fue el encomendero Juan de Bonilla, quien rindió su testimonio el


18 de marzo y expresó: “A las veinte preguntas dixo que el dicho capitán Luis de Estrada fue
a la jornada que la pregunta dize y con él el dicho Matía de Palacios, y este testigo sabe y ha
visto que la provincia de Garavito é naturales della se poblaron en pueblos formados y se
baptizaron y oy están como la pregunta lo declara, y ansimismo vió este testigo que se mudó
la ciudad de Aranjuez donde la pregunta dize y este testigo fue vezino en ella, y esto
rresponde.”369

De lo preguntado en la información y de las respuestas recibidas podemos por lo


menos conjeturar que la sumisión de Garabito se produjo sin que tuviera lugar un
enfrentamiento armado de proporciones significativas. De haberse producido un hecho
semejante, es decir, una victoria militar de los españoles sobre una fuerza huetar,
indudablemente hubiera sido mencionado y detallado por Gaspar de Chinchilla en su
cuestionario para los testigos. Recordemos que la información de méritos y servicios tenía
como objetivo principal obtener mercedes y recompensas, y por consiguiente el yerno de
Matías de Palacios difícilmente hubiera dejado pasar la oportunidad de referirse con lujo de
detalles a la participación de su difunto en suegro en una batalla tan decisiva para la
consolidación de la dominación española en Costa Rica. En ese mismo cuestionario, se da en
realidad más importancia a otras acciones en las que participó Matías de Palacios que al
sometimiento de Garabito, por lo que podemos colegir que se realizó de modo más o menos
pacífico.

¿Por qué decidió Garabito, capturado ya por los españoles, poner fin a trece años de
resistencia y aceptar la autoridad de los invasores de su reino? No hay ninguna información
365
Ibid., VII, p. 479.
366
Ibid., VII, p. 484.
367
Ibid., VII, p. 489.
368
Ibid., VII, p. 495.
369
Ibid., VII, p. 501.
95

que arroje luz sobre el asunto. Pudo haberse convencido de que su lucha ya no tenía sentido,
de que la conquista española era un fenómeno irreversible y de que para sus súbditos era
menos perjudicial someterse a los españoles que andar errantes por los montes. Sin embargo,
sabemos que en el norte de Costa Rica y en la región de Talamanca, hubo naciones indígenas
que lograron escapar al dominio español refugiándose precisamente en selvas y montañas,
donde la geografía inhóspita para el conquistador les permitió conservar su libertad.

¿Estaba enfermo y cansado, y quería pasar sus últimos días en su tierra de origen,
donde había sin duda vivido horas más felices ante la llegada de los invasores? Es posible,
pero no parece una actitud propia de quien había sacrificado todo en la lucha por la libertad.
Otros reyes indígenas, desde fecha temprana, habían logrado conservar un resto de autoridad
sobre sus pueblos y un modo de vida más o menos cómodo sometiéndose a los españoles,
aunque esto implicara la servidumbre para sus súbditos. Garabito, por el contrario, nunca
había querido dejarse convencer ni por las armas de Cavallón y sus gentes, ni por el trato
humanitario y amistoso de Juan Vázquez de Coronado.

¿Habían sido diezmados sus súbditos por las enfermedades traídas por los
conquistadores? En un documento de diciembre de 1574 consta que el año anterior había
habido “grandes enfermedades y pestilencias”370 en Costa Rica, Nicaragua y Nicoya, al
extremo de que en cuestión de veinte días en Nicoya habían perecido trescientas personas. Sin
embargo, cuando Garabito se sometió, tenía consigo a “más de tres mil ánimas”, cifra con la
que ciertamente se podría haber mantenido la resistencia. Aunque el rey hubiera sido
capturado, indudablemente habría en las filas huetares muchos guerreros esforzados y
experimentados, capaces de reemplazar al monarca cautivo.

¿Pudo haberse tratado, como otras veces, de un “falso Garabito”, el último de la serie
de dobles que habían personificado al rey huetar? No parece verosímil, si se tiene en cuenta
que junto con el monarca se sometieron y se bautizaron “más de tres mil ánimas”. Los falsos
Garabitos jamás habían movilizado un número de personas semejante. Esta circunstancia nos
lleva a concluir que quien se sometió ante González de Estrada fue efectivamente el auténtico
rey, único capaz de lograr que sus súbditos se sometieran junto con él y aceptaran poner fin a
la resistencia.

No tenemos ninguna respuesta a esas interrogantes, y solo nos queda la escueta frase
de Gaspar de Chinchilla:

“… se batizó e pobló él é más de tres mil ánimas é se poblaron en


pueblo formado…”371

Tampoco tenemos ningún dato sobre las circunstancias del bautizo de Garabito, ni se
conoce el nombre cristiano que adoptó al recibir el sacramento. Por lo general, los indígenas
bautizados en el siglo XVI adoptaban un nombre español y conservaban como apellido su
nombre indígena original, como ocurrió en el caso del rey Correque, que al bautizarse se
convirtió en Don Fernando Correque. No obstante, se desconoce cuál fue el nombre que tomó
Garabito al ser bautizado. Hay algo de paradójico en esto de que por largo tiempo se haya
creído sin ningún fundamento que su nombre autóctono derivara del apellido de un
conquistador, y sin embargo se ignore cuál fue el nombre español que realmente adoptó.

370
Ibid., I, p. 239.
371
Ibid., VII, p. 468.
96

A partir de su sometimiento a la Corona española, Garabito se convirtió en un


“cacique”, es decir, una pieza más del inmenso engranaje del régimen español en América,
con un mínimo de facultades y a lado de otras autoridades indíegnas de nuevo cuño, como
alcaldes y regidores. En este nuevo modelo, implantado por los españoles, los antiguos reyes
convertidos en caciques gozaban de exenciones tributarias y laborales, pero su papel político
se redujo a ser más que todo mediadores entre sus antiguos súbditos 372.

2.- Garabito y la ciudad del Espíritu Santo.

Después de obtenido el sometimiento de Garabito y sus súbditos, los españoles los


hicieron ubicarse en un pueblo que recibió el nombre de Santa Catalina de Garabito, yque no
estaba muy distante del hato de Anguciana de Gamboa 373. Para llevar a efecto la conversión
al cristianismo de un número tan significativo de indígenas, se solicitó que viniera al lugar un
sacerdote, y al efecto se designó a fray Diego Guillén. Curiosamente, se trataba del mismo
clérigo a quien el padre Estrada Rávago dirigiera en 1572 la malhadada carta que dio origen a
la conseja de que el rey indígena había tomado su nombre del capitán Andrés de Garabito.

A partir de su sometiemiento a los españoles, Garabito pasó a ser “cacique” de los


huetares asentados en Santa Catalina de Garabito, con las limitadísimas potestades que les
reconocía el Derecho Indiano a los titulares de los nuevos “cacicazgos” organizados por los
españoles, y por supuesto sin ninguna autoridad sobre las otras reducciones indígenas creadas
por los españoles en territorios que habían formado parte de su antiguo reino, tales como
Barva.

La formación del pueblo de Santa Catalina y la conversión forzosa,fingida o sincera de


los súbditos de Garabito coincidieron con una serie de problemas entre los propios españoles
establecidos en la región, debido al interés de Alonso Anguciana de Gamboa en fundar allí su
nueva ciudad del Espíritu Santo.

Inicialmente, Anguciana de Gamboa pensó en establecer la ciudad del Espíritu Santo


en las cercanías de su hato de San Jusepe, “debajo de la provincia de Garabito”374, e intentó
tentar a los vecinos de Aranjuez para que se mudaran allí, diciéndoles que así estarían “más
cerca de los indios de Garabito que los habían de servir” 375. Sin embargo, los habitantes de
Aranjuez reaccionaron ásperamente y manifestaron al alcalde mayor que, si su ciudad debía
ser trasladada, era preferible que se la mudase al valle de Coyoche, “siendo las minas buenas
de oro”376, es decir, si allí había un yacimiento rentable. Posiblemente, ante la perspectiva de
que Anguciana de Gamboa parecía resuelto a despoblar Aranjuez, sus vecinos preferían
trasladar sus moradas un lugar cercano a las todavía hipotéticas minas.

Anguciana de Gamboa accedió a esta solicitud, dispuso la fundación de la ciudad del


Espíritu Santo en el valle de Coyoche y nombró autoridades, seleccionadas de entre los
propios vecinos de Aranjuez.Tiempo después, el alcalde mayor afirmó que las tierras donde
debía asentarse la nueva ciudad y los ejidos o tierras comunales que debían rodearla le habían
sido dadas voluntariamente por Garabito y sus “principales”, cuando él se las había solicitado.

372
CASTRO Y TOSI, 1975, p. 67; SÁENZ CARBONELL, 2016, pp. 57-58.
373
FERNÁNDEZ, 1881-1907, Ibid., I, p. 219.
374
Ibid.
375
Ibid.
376
Ibid., I, p. 220.
97

Para octubre de 1574, según Molina Montes de Oca 377, las dos ciudades de Anguciana
de Gamboa estaban ya establecidas: Cartago en su último y definitivo asiento en el valle del
Guarco, y Espíritu Santo en el valle de Coyoche. Sin embargo, para irritación del alcalde
mayor, el magro vecindario de Aranjuez siguió manifestándose reacio al traslado a la nueva
población. Presa de la ira, Anguciana de Gamboa marchó a la ciudad rebelde, hizo prender a
los principales vecinos y abrió proceso contra ellos.

Una de las razones que tenían los pobladores de Aranjuez para rehusarse a la mudanza
era que no querían abandonar las haciendas que tenían en las cercanías de su ciudad y
trasladar sus ganados al valle de Coyoche, donde a su juicio la convivencia con los indígenas
iba a ser muy difícil. En un documento de diciembre de 1574, los regidores y el escribano de
Aranjuez, todos detenidos por orden de Anguciana de Gamboa, acusaron a este, entre otras,
de haber ordenado

“… á los naturales [los indígenas] de nuestras encomiendasque no


nos acudan con el tributo de maíz é otras cosas que son obligados por
sus tasaciones, ni ellos se alquilen ni nosotros los alquilemos, so
cierta pena, por lo cual padecemos y esperamos padecer excesiva
hambre y trabaxo, por no podelle traer sino de veinte leguas ó más, y
no tener muchos de nosotros, por nuestra pobreza, con qué comprar
maíz y otros bastimentos para sustento de nuestras casa y familias.”378

Los detenidos también se refirieron al

“…. gran daño y molestia que los naturales [los indígenas] de


aquellas provincias y nuestras encomiendasrecibirán con los puercos,
vacas y caballos en sus milpas y heredades, lo cual será causa muy
legítima para matar el ganado, y para que ellos, por matallo ó por el
daño que recibirán, se ausenten de sus casas y asientos y se retiren
donde no puedan ser habidos, y entre ellos se dilate la conversion,
estando como estan al presente aptos para recibir la ley evangélica,
por haber pedido sacerdote, y haber venido al efeto á la dicha
poblazon el muy reverendo padre fray Diego Guillen…”379

El 22 de diciembre, Anguciana de Gamboa rechazó los argumentos de los acusados.


Con respecto al cargo de que había impedido a los indígenas suministrar maíz y otros auxilios
a los vecinos de Aranjuez, alegó que ello se había debido a una solicitud de los propios
indígenas de Garabito:

“… a lo que dicen que han mandado á los indios que no les acudan
con maíz, que su merced tiene mandado, á pedimento de los dichos
naturales de la provincia de Garabito, como parece por los autos, que
no vengan á servir de tierra fría á tierra caliente, porque Su Mag. lo
manda así por su real provisión…”380

Este argumento llama la atención, ya que si bien existía la prohibición de trasladar


indígenas a trabajar a lugares con un clima diferente del suyo, resulta un tanto asombroso que
los súbditos de Garabito, recién sometidos, estuvieran ya al tanto de esa normativa, y todavía
377
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 272.
378
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, p. 230.
379
Ibid.
380
Ibid.
98

parece más asombroso que el alcalde mayor, persona nada humanitaria, estuviera dispuesto a
responder favorablemente una petición de los huetares en tal sentido. Nos parece más
verosímil que el propio Anguciana de Gamboa, en el ánimo de acosar a los vecinos de
Aranjuez para que llevaran a cabo su traslado, instara u obligara a los indígenas a presentar tal
solicitud y después accediera complacidamente a lo pedido.

Por lo que se refería a las supuestas dificultades que iban a enfrentar los vecinos en la
ciudad del Espíritu Santo, el alcalde mayor manifestó:

“… en lo que dicen que sus ganados no se pueden sustentar en la


cibdad del Espíritu Santo, dixo que la dicha cibdad no tiene más de
diez encomenderos, como tiene dicho, é tiene más ejidos é agua que
la de Guatemala: la cual tierra le dieron el dicho Garabito y los
demás principales, cuando se lo pidió el dicho señor gobernador, de
su voluntad, á pedimento de los suso dichos: y que fuera desto, á tres
é a quatro é a cinco leguas, tienen para poblar cient estancias: é que
no es inconveniente lo que dichos vecinos dicen, pues es solo por ir á
servir allí a Su Mag. e á conquistar sus indios…”381

Los acusados replicaron el 23 de diciembre:

“… en lo que dice V. Md. que el dicho Garabito y principales dieran


las tierras y ejidos á la dicha cibdad del Espíritu Santo, ellos lo
niegan, como lo han dicho y dicen muchas veces, y que fueron
engañados: y puesto caso que las hubieran dado, eran de los
maceguales y en gran daño y perjuicio dellos, los cuales habían de
haber sido congregados y llamados para el dicho efecto, y con su
consentimiento y voluntad se habían de dar, y no sin ella.”382

Para la historia patria habría sido muy interesante que se hubiera llamado a Garabito a
declarar en el proceso, porque sin duda sabríamos mucho más cosas del monarca huetar,
incluyendo posiblemente su edad aproximada y su nombre cristiano. Sin embargo,
obviamente Anguciana de Gamboa no debe haber tenido el más mínimo interés en la
presencia en el juicio de Garabito, porque este posiblemente habría corroborado las
afirmaciones de los acusados. No es lógico pensar que un monarca que había pasado trece
años resistiendo a los españoles, les iba a obsequiar alegremente parte de sus tierras para que
establecieran una ciudad allí. Por el contrario, resulta verosímil que el rey y sus principales
manifestaran una y otra vez que habían sido engañados en cuanto a la supuesta donación.

Llama también la atención el profundo sentido democrático de la afirmación final de


los acusados en el último párrafo transcrito, aunque en texto no queda claro si era una idea
original de ellos o si era algo que hubiera expresado Garabito: las tierras no eran del rey y sus
nobles, sino de los “maceguales”, es decir, de los indígenas del común, y para poder efectuar
una donación como la alegada por Anguciana de Gamboa hubiera sido indispensable
convocar a ese pueblo llano para que diera o negara su consentimiento y voluntad a la entrega
de tierras.

El proceso terminó desastrosamente para los imputados, que se vieron condenados a


diversas penas por el despótico alcalde mayor. Por supuesto, este impuso su voluntad a todo

381
Ibid., I, pp. 234-235.
382
Ibid.,, I, p. 239.
99

trance: Aranjuez fue despoblada y lo que quedaba de su vecindario tuvo que trasladarse al
valle del Coyoche, a la ciudad del Espíritu Santo.

El triunfo del autoritario Anguciana de Gamboa fue de efímera duración. Para


empezar, resultó que los yacimientos minerales encontrados en el valle de Coyoche no eran de
oro, sino de cobre, y su explotación no prosperó, sin duda por no resultar rentable. Por otra
parte, la flamante ciudad del Espíritu Santo tuvo una vida aún más breve que la de Aranjuez.
Diego de Artieda Chirino, a quien Don Felipe II había nombrado gobernador de Costa Rica en
1573 y tomó posesión del cargo en 1577, se había comprometido a fundar una ciudad en “la
provincia de Garabito”. Para conseguirlo, recurrió a la misma fórmula de Anguciana de
Gamboa: hizo despoblar la ciudad del Espíritu Santo y fundó una nueva, la ciudad de Esparza,
que a pesar de muchas vicistudes habría de sobrevivir hasta nuestros días.

3.- Los “negocios é peticiones” de Garabito. Su muerte.

La última referencia documental que pudimos hallar sobre Garabito en vida del
monarca huetar está relacionada con otro proceso incoado por Anguciana de Gamboa. El 7 de
febrero de 1575, el arbitrario alcalde mayor formuló contra el alcalde ordinario de la ciudad
del Espíritu Santo, Esteban de Mena, el cargo de

“… haber conocido de jurisdicion que no le competía, acerca de


ciertos negocios é peticiones que presentó Garabito, cacique
mayor…”383.

Lamentablemente, la acusación no detalló de qué negocios y peticiones se trataba,


aunque por la época y las circunstancias es posible que se refirieran a la apropiación de tierras
hecha por Anguciana de Gamboa en perjuicio de los huetares. Es interesante sin embargo
recordar que Esteban de Mena era uno de los encomenderos con tributarios en la provincia de
Garabito, por lo que debía interesarle que los súbditos del rey huetar estuvieran en capacidad
de llevar a cabo sus faenas agrícolas para que cumplieran con el pago de sus tributos y otros
servicios.

Anguciana de Gamboa delegó el conocimiento y resolución de la causa contra Mena


en Juan Romo, quien también era uno de los encomenderos de la provincia de Garabito.
Romo fue en su sentencia tan lacónico como el alcalde mayor en su acusación, ya que falló el
30 de marzo de 1575 diciendo simplemente

“… que debo de dar é doy por libre al dicho Esteban de Mena de lo


que se le imputa en este proceso…”384

Después de ese proceso, no volvemos a hallar ninguna referencia al rey indígena en


los escasos documentos que se han conservado de esa época y ni siquiera se registra la fecha
de su muerte y no digamos ya las circunstancias de esta. Posiblemente falleció poco tiempo
después de los procesos de Anguciana de Gamboa, en el recién fundado pueblo de Santa
Catalina de Garabito, agobiado al ver a los huetares sometidos al inicuo sistema de la
encomienda y diezmado por las enfermedades que habían traído los españoles.

Incluso se podría considerar verosímil que su fallecimiento haya ocurrido antes del 5
de enero de 1576, cuando el alcalde mayor Anguciana de Gamboa otorgó una encomienda de

383
Ibid., I, p. 257.
384
Ibid., I, p. 263.
100

cien indígenas en Garabito a Francisco Ramiro Corajo 385. En los documentos respectivos no
se le mencionó, lo cual no tiene nada de particular. Sin embargo, en el mes de julio de ese
año, cuando Anguciana de Gamboaadjudicó ciertas encomiendas en el valle del Guarco a
Alonso Gutiérrez de Sibaja, exceptuó expresamente de ellas a Don Fernando Correque:

“… ecepto don Fernando e sus hijos erederos por que esta


averiguado ser caçique mayor de la mayor parte de la provincia de
los guetares y seria agravio de los demas encomenderosde la dicha
provincia ser de un particular encomendero de manera questé libre
como señor y gobernador para que los demas encomenderos acudan
a el como a caçique mayor como dicho es…” 386

Por lo que conocemos de Anguciana de Gamboa, es obvio que no procedió así por
respeto a Correque o porque deseara favorecerlo, sino para evitar que Gutiérrez de Sibaja, al
tener a Correque bajo su égida, pretendiera o lograra controlar por su intermedio a los
indígenas de otros pueblos del valle del Guarco adjudicados a otros encomenderos. El
argumento utilizado con respecto a Correque, en el sentido de que sería un agravio para los
demás encomenderos que un “cacique mayor” formara parte de la encomienda de un
particular, era igualmente lógico y válido con respecto a Garabito. Si Garabito hubiera estado
vivo para esa fecha, es razonable suponer que en enero de 1576 Anguciana de Gamboa
hubiera podido hacer en su favor una excepción similar, al otorgarle la encomienda a Ramiro
Corajo, en vez de permitir que quedara incluido en la encomienda de un particular, como se
había hecho en 1569 al disponerse que a Diego de Trejo se le adjudicaban “en Garabito, con
el cacique principal Garabito, quatrocientos yndios”387.

Aunque por supuesto que esto es solo una hipótesis sin más indicios, lo anterior nos
permite sugerir la posibilidad de que Garabito haya fallecido durante 1575, después del
proceso contra Esteban de Mena y antes de la adjudicación de encomienda a Francisco
Ramiro Corajo. En todo caso, es casi seguro ya había muerto para 1590, dado que en un
documento de ese año se cita a otros indígenas como caciques del pueblo de Santa Catalina.

Cualquiera que haya sido la fecha de muerte del gran rey huetar, esperamos que al
menos haya fallecido rodeado del afecto y el respeto de su pueblo.

Si se tiene en cuenta que Garabito se bautizó, cabe suponer que fue enterrado como
cristiano en ese mismo sitio, ya fuera en la iglesia de Santa Catalina propiamente dicha, como
muchas veces se hacía en aquellos tiempos, o en un cementerio contiguo.

4.- ¿Dejó descendencia Garabito?

Como ya indicamos en su momento, no se sabe nada del desstino posterior de los dos
hijos de Garabito que fueron capturados por los españoles en 1561 y llevados a Garcimuñoz,
y también se ignora si el monarca tenía otros hijos. Lamentablemente, del pueblo de Santa
Catalina de Garabito casi no ha quedado documentación y no es posible decir nada sobre si
Garabito dejó descendencia allí.

Sin embargo, en un expediente judicial de 1590, promovido contra Francisco de


Fonseca, alcalde ordinario de Esparza, y relativo a los abusos que Fonseca había cometido en

385
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 198-199.
386
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 12.
387
PERALTA, 1883, p. 426.
101

perjuicio de bienes de comunidad de Santa Catalina de Garabito 388, consta que en esa época
Don Francisco Quioquizara era en dicho pueblo gobernador y cacique, al parecer el principal,
además del cual había otros caciques 389: Don Diego Coyoczara, Don Francisco Ucara, Don
Francisco Tarica y Don Francisco Arayuris390. Solo a modo de conjetura, podemos sugerir que
quizá Don Francisco Qioquizara haya sido sobrino de Garabito, si se mantenía la sucesión
matrilineal, o tal vez incluso su hijo, si los españoles hubieran impuesto en el cacicazgo de
nuevo cuño una sucesión patrilineal, como lo hicieron en varias comunidades. Contra esta
segunda posibilidad cabe señalar que en tal hipótesis posiblemente hubiera llevado el apellido
de Garabito y no el de Quioquizara. Pero en todo caso, los documentos del expediente no
permiten confirmar que hubiera un vínculo de parentesco entre el monarca huetar y el cacique
de 1590, ni se sabe nada sobre la posible descendencia de este.

Con respecto a otros indígenas que llevaron el apellido de Garabito, conocemos tres
casos de principios del siglo XVII.

En un documento emitido en el pueblo indígena de Turrialba el 14 de junio de 1608,


con motivo de la toma de posesión de Alonso Guajardo de Hoces como corregidor de
Turrialba y de varios pueblos cercanos, como Tucurrique y Atirro, se cita como uno de los
alcaldes de Turrialba a Don Diego Garavito, junto con “otros muchos indios, caciques y
principales de los dichos pueblos”391 y se consigna que fue necesario traducirles mediante
intérprete el título donde constaba el nombramiento de Guajardo de Hoces. Es difícil pensar
que en un pueblo tan lejano de los antiguos dominios de Garabito estuviera residiendo un
pariente cercano del rey huetar y en todo caso el documento no hace ninguna referencia a tal
posible parentesco. Llama la atención, sin embargo, que otros dos de los concurrentes al acto,
el gobernador de Tucurrique Juan Curriravá y el regidor de Atirro Alonso Torapo, llevaran
apellidos vinculados con la realeza huetar: Curriravá había sido uno de los reyes que trataron
con Juan Vázquez de Coronado en el Valle Central, y según consta en la documentación del
reparto de encomiendas hecho por Perafán de Ribera en 1569, el heredero de Pacaca se
llamaba Torapo. Cabe recordar que el rey huetar Correque, heredero del Guarco, había
trasladado su residencia a Tucurrique para sustraerse a la autoridad española y se había
llevado consigo a “mucha cantidad de señores e hijos de señores” 392. No es inverosímil que
entre ellos estuvieran Juan Curriravá y Alonso Torapo o sus parientes inmediatos, y por ello
tampoco cabe descartar que Don Diego Garavito tuviera alguna relación de parentesco por el
rey huetar. El hecho de que usara el título de Don y desempeñara en Turrialba el cargo de
alcalde indica, por lo menos, que pertenecía a la aristocracia indígena sobreviviente.

En el primer libro de bautizos que se conserva de la ciudad de Cartago, y que está


prácticamente dedicado a los bautizos de indígenas, mestizos, negros y mulatos –para los
españoles se llevaba otro libro, que se ha perdido 393- aparece registrado en 1604 el bautismo
de una niña llamada Francisca,

“… hija de Francisco Garavito y de Magdalena su mujer – Padrinos


Phelipe y María de Ortega su mujer”394
388
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Guatemala, n° 8.
389
CASTRO Y TOSI, 1981, pp. 7-40.
390
CASTRO Y TOSI, 1975, N° 22, pp. 11-190; QUIRÓS, Claudia, La era de la encomienda, San José, Editorial
de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 1990, pp. 100-101.
391
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 300.
392
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 46
393
V. SANABRIA MARTÍNEZ, Víctor, Genealogías de Cartago hasta 1850, San José, Servicios Secretariales,
1ª. ed., 1957, I, pp. 22-23.
394
“Libro primero de Bautizos de la Ciudad de Cartago”, p. 15, en Revista de la Academia Costarricense de
Ciencias Genealógicas, N° 4, marzo de 1957, pp. 13-30.
102

Jerónimo Felipe de Coto y Herrera, escribano público de Cartago, y su esposa María


de Ortega eran vecinos bastante prominentes de Cartago; ella era encomendera de los pueblos
de Cayagua y Sucagrua, por lo que los padres de la bautizada bien pueden haber sido
indígenas de alguna de sus encomiendas. En todo caso, Castro y Tosi indica que en esta
partida, el apellido Garavito

“… puede haber sido usado por el padre de la recién nacida,


únicamente en virtud de la circunstancia de ser natural (es decir
nacido en) del pueblo de Garabito junto a Esparza…”395

Lo mismo cabe decir con respecto al bautizo en Cartago, el 18 de febrero de 1618, de


una niña llamada María, cuya madre se llamaba Catalina de Garabito 396, pero de la que no
consta que tuviera ninguna relación de parentesco con el rey huetar. Su partida de bautismo
dice:

“MARÍA – h. de Catalina de Garabito – Pads. Al° de Sotomayor y


doña Franca. de Zúñiga. Testigos Diego de Aguilar y Andrés de
Aguilar.”397

Por lo demás, en ninguno de estos dos bautizos se atribuye a los progenitores de la


bautizada el título de Don, que les hubiera correspondido si hubieran pertenecido a la nobleza
indígena y que sí utilizaban, como ya vimos, los caciques del pueblo de Garabito en 1590 o el
alcalde de Turrialba Don Diego Garabito en 1608.

5.- El pueblo de Santa Catalina de Garabito.

Desde los años iniciales de presencia española en América, las autoridades


concentraron a los indígenas en pueblos llamados reducciones, en los que estaba prohibido
que vivieran españoles, con excepción de los curas doctrineros y algunos pocos funcionarios,
tales como los corregidores o los alcaldes mayores. En Costa Rica, la formación de las
principales reducciones se realizó mediante acciones conjuntas de los religiosos franciscanos,
las autoridades civiles y los encomenderos. Entre 1570 y 1575 se establecieron las de Aserrí,
Barva, Curridabat, Pacaca, Quepo y Ujarrás, y más tarde las de Cot, Quircot y Tobosi.
Muchas otras desaparecieron por muerte o fuga de sus habitantes o porque las autoridades los
reubicaron en otros pueblos 398.

Según se expuso, con Garabito se sometió a la autoridad española en 1574 un gran


número de súbditos suyos, que el documento de 1602 calcula en más de tres mil personas.
Con ellas los españoles formaron una reducción, a la que se dio el nombre de Santa Catalina
de Garabito. A partir de entonces, los antiguos súbditos del monarca huetar se vieron
sometidos al régimen de encomienda, que los obligaba a trabajar para los conquistadores
beneficiarios de ese sistema y sus herederos.

Ya hemos visto que en la ilegal adjudicación de encomiendas hecha por Perafán de


Ribera en enero de 1569, dos mil doscientos cincuenta súbditos de Garabito habían sido
distribuidos entre ocho encomenderos, aunque para entonces la mayoría de aquellos seguía
395
CASTRO Y TOSI, 1981, pp. 32-33
396
https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL7B-Q65
397
“Libro primero de Bautizos de la Ciudad de Cartago”, 1957, p. 15.
398
V. FONSECA CORRALES, Elizabeth, y otros, Costa Rica en el siglo XVIII, San José, Editorial de la
Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 2001, pp. 20-23.
103

negándose a aceptar la autoridad de la Corona. Uno de los beneficiarios de esas encomiendas


fue el capitán Pedro Alonso de las Alas, a quien le correspondieron trescientos indígenas en
Chucasque, comunidad que como sabemos pertenecía a la “provincia de Garabito” 399.

Anguciana de Gamboa anuló parte de lo actuado por Perafán de Ribera, pero no


ciertamente para favorecer a los indígenas, sino para proceder a un nuevo reparto entre sus
allegados. No se conserva, como en el caso de las encomiendas de Perafán, una lista
exhaustiva de los beneficiarios. Pero sí consta que, por haber hecho Pero Alonso de las Alas
dejación de la encomienda de Chucasque, en 1576 Anguciana de Gamboa transfirió sus
trescientos encomendados a Francisco Ramiro Corajo, y otorgó a este además en encomienda
los pueblos de los catapas y los tices, más cien indígenas en el pueblo de Cora y otros tantos
en el pueblo de Arián, encomiendas estas últimas que estaban vacantes por muerte de Pedro
de Balmaceda400. El documento, fechado en Cartago el 5 de enero de 1576, dice:

“… encomyendo y deposito en vos el dho. Franco. Corajo Ramiro,


por título de primera encomyenda, en el p° é provincia de Garabito
cient yndios, con ybux ó taquey, ó indio mas principal de los que
hasta hoy están nombrados por los encomenderos de la dha.
Provincia, el que vos nombráredes y señaláredes fuera de los suso
dhos.; los quales dhos. cient yndios se entiende que son, é por tales
se os dan, de trecientos yndios que en el rrepartim° general se dieron
y encomendaron en el capitán Pedro Alonso de las alas, de los quales
el dho. capitán hizo dexacion: é asimismo encomyendo y deposito en
vos el dho. Franco. Ramiro, por título de primera encomyenda , los
pueblos de los Catapas é Tices, con barrios y estancias, caciques é
principales, y todo lo demas á ellos anejo é perteneciente: y asimismo
encomyendo y deposito en vos el dho. Franco. Ramiro, por título de
primera encomyenda, en el pu° de Arian cient yndios , estos yndios
con el cacique principal y con sus subcesores de los dhos. yndios: y
más os encomyendo en el pu° de Cora cient yndios con el cacique
principal, todos los quales dhos. yndios é pueblos de suso declarados
vacaron por ffin é muerte de P° de Balmaceda, difunto, que Dios aya,
porque en él estaban encomendados, y se os encomyendan según y
como él los tenya, para que de los dhos. yndios y de cada uno dellos,
podais llevar y lleveislos tributos, frutos y rrentos dellos, confforme a
las tasaciones que dellos se hicieren de aquí adelante…” 401

El 1° de abril de 1576, en la ciudad del Espíritu Santo, Francisco Ramiro Corajo


solicitó a Anguciana de Gamboa que lo pusiera en posesión de sus encomiendas y presentó
como ybux o jefe de sus trescientos encomendados de Garabito a un indígena llamado
Patarras. De conformidad con lo que se estilaba en esos casos, se llevó a cabo una ceremonia
simbólica, que debió ser bastante humillante para el ybux:

“E por el dho. governador visto el pedimento y cédula de


encomyenda, mandó llamar ante sí al dho. Patarras, yndio, y,
mediante Diego de Montoya, naguatato [intérprete] destas provincias,
399
PERALTA, 1883, p. 426.
400
Como en Ibid., p. 430, se dice que en la adjudicación de 1569 a Balmaceda le habían correspondido en
encomienda los catapas, podría pensarse que Cora y Arián fueran pueblos catapas, pero en un documento de
1607 García Ramiro Corajo, hijo de Francisco, dice que eran pueblos “en la Tierra Adentro”, es decir, en la
región no sometida a los españoles. V. FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 196.
401
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 198-199.
104

le preguntó cómo se llamaba, el qual dixo que se llama Patarras, é


que era natural de la dha. provincia de Garavito: y el dho. señor
governador le dió á entender que el dho. Franco. Ramiro hera su
encomendero á quien él y sus yndios avian de acudir con los
tributos: y el dho. governador tomó por la mano al dho. Patarras, y lo
dió y entregó al dho. Franco. Ramiro, é dixo que en él le dava y dió la
posesion de los dhos. cent indios, y en señal de posesion le mandó al
dho. Patarras le truxese una daga que echó en el suelo el dho.
Ramiro, el qual lo hizo; y el dho. governador dixo le anparava y
anparó en la dha. posesion y le anparará cada vez que se
ofrezca…”402

Entre 1576 y 1581 una serie de enfermedades afectó catastróficamente a la población


indígena de Costa Rica. Segúndice Murdo J. Macleod,

“De un golpe se redujeron las poblaciones indígenas del altiplano


costarricense a unas pocas; y de ahí en adelante el área iba a
padecer crónicamente de falta de mano de obra.”403

Santa Catalina de Garabito, que con tres mil personas en 1574 debió haber sido un
lugar populoso, fue induablemente uno de las localidades afectadas por la pandemia. Según
vimos, en la repartición de encomiendas de 1569 se había calculado en 3250 el número
potencial de tributarios que había solamente en la llamada provincia de Garabito propiamente
dicha, sin tomar en cuenta otras comunidades que formaban parte de los dominios del rey
huetar, y en 1574 este se había sometido y bautizado con más de tres mil personas. Aunque se
pueda considerar que estas cifras eran algo exageradas, es indudable que la región albergaba
una población numerosa. Sin embargo, en 1583, según datos del gobernador Artieda, en
Garabito había quinientos indígenas, ocho encomiendas y un doctrinero 404. Todavía era un
pueblo de considerable importancia, pero es verosímil pensar que en cuestión de unos pocos
años se había producido una catástrofe demográfica. Además, la pobreza de los sobrevivientes
se vio agravada por las malas cosechas, al extremo de que en 1590 los regidores del pueblo
manifestaron que

“… de la millpa de la comunidad no se cojió mais ninguno y que


atento de quel padre que nos admenistra dotrina no tiene que comer
ni nosotros tenemos de ende dárselo ançí pedimos que del dinero de
la caja de comunidad se saque para que se compre y se le dé al dicho
sacerdote y necesario ançí de mais como de otras cosas…”405

La vertiginosa disminución del número de habitantes de la población se refleja en una


información de 1607, relativa a las encomiendas de indígenas de Garabito, los tices y los
catapasotorgadas en 1575 a Francisco Ramiro Corajo y que a su muerte pasaron a su hijo
García Ramiro Corajo. Este se quejaba de que los cien indígenas que le fueron encomendados

402
Ibid., II, p. 200.
403
MACLEOD, Murdo J., Historia socio-económica de la América Central española 1520-1720, Guatemala,
Editorial Piedra Santa, 1ª. ed., 1980, p. 173.
404
Así lo indica el obispo Bernardo Augusto Thiel en sus notas a MOREL DE SANTA CRUZ, Pedro Agustín,
Costa Rica en 1751. Informe de una visita, San José, Convento La Dolorosa, 1ª. ed., 1994, pp. 89-90 nota 110.
Como doctrineros de Garabito, Thiel menciona en 1587 a fray Bernardo de Bustamante, en 1588 a fray Mateo
Pereyra y en 1599 a fray Francisco Izquierdo. V. Ibid., p. 90 nota 110.
405
QUESADA PACHECO, Miguel Ángel, Fuentes documentales para el estudio del español colonial de Costa
Rica, San José, Editorial Alma Mater, 1ª. ed., 1987, pp. 23-28.
105

a su padre en 1575 no llegaban a veinte y que los tices y catapas eran hasta cuarenta, y de que
el monto de los tributos que le daban no llegaba ni a cien pesos 406. Uno de los testigos
llamados a declarar, el respetado capitán Juan Solano, a quien en 1569 también le habían
correspondido tributarios en la llamada provincia de Garabito, corroboró lo dicho por García
Ramiro Corajo, diciendo que sabía que los encomendados de este

“… son hasta sesenta yndios,porque quando se dieron las


encomyendas en esta provya. Se entendió avia mas yndios, y
generalmente pareció lo contrario, y también se an muerto
muchos…”407

Las últimas palabras del capitán Solano dan testimonio de la catástrofe demográfica
que estaba sufriendo la población indígena de Costa Rica, cuyo número se había reducido y
seguía reduciéndose de modo vertiginoso. Otro testigo, Alonso Gutiérrez de Sibaja, también
encomendero, corroboró “que se an muerto muchos yndios”408. Otro más, el síndico
procurador de Cartago Diego de Aguilar, afirmó que el tributo que le daban los indígenas a
García Ramiro Corajo

“… es tan poco, que si no tuviese otras inteligencias era ynposible


sustentarse, porque lo principal que dan es una sementera de maíz y
esta la a de solicitar y trabajar por su persona el encomendero, y que
esto es generalmente porque los yndios son haraganes y de montaña:
por lo qual sabe y vió que el dho. Franco. Ramiro vivió con mucha
necesidad…”409

Si así la pasaban los encomenderos, beneficiarios de la labor de los indígenas, cabe


imaginar la miserable condición en que estaban estos, aquejados por las enfermedades, los
trabajos forzosos y la aculturación. Y encima se decía que eran haraganes.

Entre los pocos documentos que han sobrevivido con respecto a Santa Catalina de
Garabito figura un expediente de los años 1590 y 1591, que ya hemos mencionado por constar
en él los nombres de los caciques que tenía el pueblo. Este expediente contiene el proceso que
se siguió a Francisco de Fonseca, alcalde ordinario de la ciudad de Esparza y titular de una
encomienda en Garabito, por orden del licenciado Juan Velázquez Ramiro de Logrosán,
gobernador interino de Costa Rica, y como parte del juicio de residencia del difunto
gobernador Artieda Chirino410.

A Fonseca se le formularon cargos con respecto al destino de ciertos bienes de


comunidad de ese pueblo y de haber formulado las amenazas a los indígenas para que no
declararan judicialmente sobre el asunto411. Don Juan Rafael Víquez Segreda dice:

“… habiendo recolectado aquel[Fonseca] el maíz de las milpas de los


indios, entre otros cargos, lo había vendido sin rendir cuenta justa de
su inversión. Del proceso consta que ese maíz (unas ciento ciencuenta
fanegas), fue vendido a razón de nueve reales cada fanega y que se
406
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 196.
407
Ibid., II, p. 215.
408
Ibid., II, p. 217.
409
Ibid., II, p. 219.
410
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Guatemala, n° 8. Parte de este documento es
reproducido en QUESADA PACHECO, 1987, pp. 23-28.
411
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Guatemala, n° 8.
106

llevó para ello al puerto de Caldera, para su embarque; que del


mismo grano se le estuvo dando para su manutención a fray Mateo
Pereira, doctrinero y guardián del convento de Santa Catalina; que
del valor del producto de la venta se aplicaron cien pesos para pagar
a Alonso de Enciso una imagen de Santa Catalina, la patrona que se
fue a recibir a Caldera por los vecinos; veinticuatro pesos para
cubrir al Bachiller Pedro Vázquez el precio de una casulla de tafetán
amarillo y cenefa colorada con su manípula y cenefa; veinte tostones
por cinco petates para el piso de la capilla mayor de la iglesia;
cuatro pesos por un candado comprado al Capitán Juan Solano; dos
pesos por un gozne y una telera para el cepo de la cárcel y siete pesos
pagados a Jusepe Franco, como carpintero que hizo esas obras.” 412

El acusado fue arrestado y se embargaron todos sus bienes. Una vez concluido el
sumario por Diego Peláez Berrío, nombrado para la causacomo defensor de los indígenas y
fiscal. se remitieron los autos a la Real Audiencia de Guatemala para su sentencia, pero en el
expediente no consta esta 413.

Una de las quejas constantes de Diego de Artieda Chirino había sido que la Real
Audiencia de Guatemala, pasando por alto su autoridad, establecía corregimientos en Costa
Rica y nombraba corregidores. Para 1576 ya se había creado el de Chomes 414, y en 1583
existían además otros dos, los de Pacaca y Quepo 415. En el expediente de 1590-1591 consta
que para entonces se había erigido un corregimiento en la “provincia de Garabito”, cuyo
titular era Juan de Urroz Navarro, aunque el mismo documento indica que estaba “ausente en
la Jornada de los Puertos, pobre, sin bienes”416.

Habitualmente, los corregimientos se erigían sobre todo en los pueblos o grupos de


pueblos encomendados mayoritariamente a la Corona, pero no siempre era así, ya que en el
territorio podía haber encomiendas de particulares. Sus titulares no estaban sujetos al
gobernador de Costa Rica, sino que eran nombrados por la Audiencia y dependían
directamente de ella.En todo caso, los gobernadores generalmente veían con malos ojos la
existencia de los corregimientos, que disminuía su propio ámbito territorial de autoridad. Se
suponía que los corregidores debían procurar que los pueblos se conservaran en paz y justicia,
que los indígenas fueran defendidos y amparados y se refrenaran sus vicios y prácticas
idólatras, pero en la práctica, fueron los funcionarios con peor reputación de la administración
indiana, debido a su codicia, su poca probidad y las vejaciones que cometían contra los
indígenas, en provecho propio y de sus familiares y allegados. En Costa Rica su conducta
debe haber sido comparativamente peor, dado lo exiguo de la población y la escasez de
recursos, y la extinción de varios pueblos y la decadencia de otros pueden atribuirse, en gran
medida, a sus escandalosos abusos. Como dependían de la lejana Real Audiencia y no del
gobernador, podían cometer con plena impunidad toda clase de irregularidades 417.

412
VÍQUEZ SEGREDA, 1955, p. 66.
413
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Guatemala, n° 8.
414
FERNÁNDEZ PERALTA, 1974, p. 22.
415
FERNÁNDEZ, 1975, p. 69.
416
VÍQUEZ SEGREDA, 1955, p. 66. La “jornada de los puertos” es sin duda la expedición que por mandato del
gobernador Velázquez Ramiro de Logrosán efectuaron en 1591 el capitán Juan Cabral y un grupo de soldados en
busca de un puerto adecuado en el litoral caribeño de Costa Rica, para lo cual se exploraron las costas de la bahía
del Almirante y la laguna de Chiriquí. V. FERNÁNDEZ GUARDIA, 1975, p. 166.
417
V. SÁENZ CARBONELL, 2016, pp. 185-187..
107

Aparte de Urroz Navarro, conocemos los nombres de otros tres corregidores de


Garabito: Alonso González, nombrado como tal por la Audiencia de Guatemala en 1604 418;
Juan Sánchez Terreros en 1607419 y Francisco Chacón de Alarcón en 1613 420, pero no hay
ninguna documentación sobre sus actuaciones. En todo caso, el corregimiento ya se había
extinguido en 1660, cuando por recomendación de la Audiencia de Guatemala, el Consejo de
Indias acordó que se suprimieran los corregimientos de Chirripó, Pacaca, Quepo y Turrialba,
únicos que habían subsistido.

Es muy escasa y fragmentaria la documentación del siglo XVII disponible sobre Santa
Catalina de Garabito, cuya población disminuyó en forma vertiginosa. Según un informe del
gobernador interino Don Rodrigo Arias Maldonado al rey Don Felipe IV, fechado en Cartago
el 28 de noviembre de 1662, el número de indígenas tributarios de Santa Catalina era
reducidísimo, porque en conjunto con los tributarios de otros dos pueblos apenassumaban
veinte:

“La dotrina de Santa Catalina de Garavito, en que está


incluso el convento de la ciudad del Espíritu Santo de Esparza, que se
quemó, consta de tres pueblos en distancia de veinte leguas poco más
ó menos: el uno es el nombrado, y el otro San Ildefonso de Atapas, y
el otro los Abangares: constan todos de veinte tributarios; están todos
estos pueblos en el despoblado que hay desde la provincia de
Nicaragua á esta de Costarrica…”421

Para 1675, el idioma huetar prácticamente se había perdido o estaba ya en vías de


extinción. En unas ordenanzas emitidas ese año en Cartago, el visitador don Benito de Novoa
Salgado prohibió que a los gobernadores nombrar intérpretes en sus visitas a las reducciones y
atribuirles salario, por cuanto todos los indígenas sometidos al dominio español en Costa Rica
eran “ladinos en la lengua castellana”422.

Santa Catalina de Garabito sin duda se vio gravemente afectada por la decadencia de
la vecina ciudad de Esparza, que en los decenios finales del siglo XVII fue víctima constante
de ataques piratas. Según refirió el gobernador Don Diego de la Haya Fernández en 1719:

“… en los años siguientes de 1681 y en el de 1686, en el puerto de la


Caldera y ciudad de Esparza, de la parte del sur desta provincia,
entraron los corsarios Charpe [Sharp]y otro, que quemaron y
robaron aquella ciudad y se llevaron algunas personas de tdoos
sexos; las cuales después, por el rescate de mil pesos, volvieron á
echar á tierra. De estas dos ocasiones tuvieron por conveniente sus
vecinos (y por no experimentar otras) el retirarse á vivir en los
campos de Bagaces y Landecho, razón por la que desde entonces ha
quedado aquella ciudad despoblada, que apenas tiene al presente

418
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Guatemala, n° 12.
419
ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, Índice de los protocolos de Cartago 1607-1700, San José,
Tipografía Nacional, 1ª. ed.,1909, pp. 8 y 11.
420
FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Crónicas coloniales de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª.
ed., 1967, p. 65. En 1613 Chacón de Alarcón también era corregidor de Chomes, Catapas y Abangares, según
consigna PRADO SÁENZ, 1965, p. 31.
421
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VIII, p. 294.
422
FERNÁNDEZ, León, Colección de documentos para la historia de Costa Rica. Volumen II. Encomiendas y
reducciones. Indios no sometidos. Matina, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1976, p. 56.
108

catorce casas y en ellas otras tantas familias de españoles y


mulatos.”423

A lo largo del siglo XVII, conforme continuaba disminuyendo la población indígena,


en toda la provincia de Costa Rica fueron desapareciendo las encomiendas de particulares.
Una vez concluidas la vida del primer titular y un heredero, la Corona podía conceder la
encomienda a otra persona, pero poco a poco optó preferentemente por no volverlas a
adjudicar. Esto no benefició a los indígenas, ya que al quedar vacante una encomienda,
simplemente los tributos correspondientes pasaban a la Corona. Así ocurrió con Santa
Catalina de Garabito, que para 1701 era pueblo tributario de la Corona. La tasación efectuada
ese año dio como resultado que había tresvarones casados en otros pueblos y seis mujeres
solteras o casadas en otros pueblos 424.En 1708 lo visitó el gobernador Don Lorenzo Antonio
de Granda y Balbín 425.

En 1709 el pueblo de Santa Catalina contaba con catorce familias 426.Sin embargo, en la
visita que efectuó a la localidad el gobernador don José Antonio Lacayo de Briones y Palacios
se encontraron únicamente siete familias, para un total de veintisiete habitantes. De todos los
pueblos que visitó Lacayo de Briones entre 1713 y 1714 – Garabito, Barva, Pacaca, Aserrí,
Curridabat, Quircot, Tobosi, Cot, Ujarrás y San Juan de Herrera de los Naboríos-, Santa
Catalina era el más pequeño en población. Los datos de esta visita son muy interesantes, ya
que permiten notar, en una época de una tasa de nacimientos generalmente alta, que las cifras
de natalidaden Santa Catalina de Garabito eran bajísimas. Como consecuencia de la visita de
Lacayo de Briones, se consignó que de las siete familias del pueblo, una no tenía hijos, tres
tenían solamente uno, una tenía dos y solamente había dos que tuvieran cinco hijos o más 427.

En 1717 la localidad fue visitada por el gobernador Don Pedro Ruiz de Bustamante 428
y en 1719 porsu sucesor Don Diego de la Haya Fernández. Este último, en un informe al rey
Don Felipe V, fechado en Cartago el 15 de marzo de ese año, se refirió así a lo que ya era más
bien un diminuto caserío:

“.. desde dicho río [el Grande]para llegar al pueblo de Garavito,


camino para Esparza, se pasa una montaña de cinco leguas, bien
agria, áspera y elevada, con diferentes ríos y quebradas; desde la
cual y con otras cinco leguas se llega al dicho pueblo de Garavito, el
cual al presente tiene tres casas de paja y otras tantas familias de
naturales… Desde el citado pueblo de Garavito á la ciudad de
Esparza hay cuatro leguas…”429

Para la segunda mitad del siglo, la población de Santa Catalina de Garabito había
aumentado, porque un censo deoctubre de 1762 registró que tenía 103 habitantes; pero un
nuevo censo practicado en enero de 1763, es decir, solamente cuatro meses después, indicó
que quedaban 93 430.

423
FERNÁNDEZ, 1881-1907, V, p. 485.
424
FERNÁNDEZ, 1975, p. 140.
425
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Cartago, documento n° 158.
426
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 77.
427
THIEL, Bernardo Augusto, “Monografía de la población de Costa Rica en el siglo XIX”, p. 69, en Población
de Costa Rica y orígenes de los costarricenses, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1977, pp. 15-72..
428
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Cartago, n° 212.
429
FERNÁNDEZ, 1881-1907, V, p. 480.
430
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1977, p. 77.
109

Desde el 15 de octubre de 1761 la Real Audiencia de Guatemala había dispuesto que


los misioneros hicieran entradas al pueblo indígena de Cabagra y sacaran de allí indígenas, a
fin de reubicarlos en el pueblo de Nuestra Señora del Pilar (Tres Ríos) 431. En 1762 se procedió
a cumplir con esta disposición, pero 105 de los indígenas obligados a cambiar de asiento no
fueron reubicados en el pueblo de Nuestra Señora del Pilar, sino en Santa Catalina de
Garabito 432.

El 13 de noviembre de 1765, en una carta dirigida al presidente de la Real Audiencia


de Guatemala sobre las entradas de los misioneros a Talamanca, el gobernador de Costa Rica
don José Joaquín de Nava y Cabezudo le informó que Santa Catalina de Garabito estaba
ubicado en un lugar malsano, que se habían muerto muchos indígenas y que convendría
trasladar el pueblo a otro lugar. Propuso que los habitantes de Santa Catalina fueran
reubicados en un lugar del nuevo camino que se iba a abrir de Cartago a Térraba. La Real
Audiencia lo dispuso así, pero la orden no se ejecutó 433.

En un informe fechado el 11 de octubre de 1768, el mismo gobernador Nava informó


sobre la conveniencia de reunir en un solo pueblo los de Nuestra Señora del Pilar, Santa
Catalina de Garabito y San José de Orosi 434.

Desconocemos la fecha y las circunstancias en que finalmente fue abandonado el


pueblo, pero al parecer lo que se hizo fue repartir a sus escasos habitantes entre Tres Ríos y
Orosi. Para 1782 ya había desaparecido.

Un informe de 1815 sobre las misiones en Talamanca, consigna que aunque con
numerosos indígenas sacados de esa región se había formado el pueblo del Pilar de los Tres
Ríos y “parte del de Garavito junto a Esparza” 435, este último duró poco. Este documento, al
referirse a la extinción de Santa Catalina de Garabito, dice que el pueblo

“… fue arruinado del temperamento y de muchos bichos venenosos y


sus pocos residuos se trasladaron a Orosi…”436

Por su parte, monseñor Esteban Lorenzo de Tristán, el obispo de Nicaragua y Costa


Rica, que visitó esta última provincia en 1782, consignó en un informe suscrito en Granada en
1783:

“En la provincia de Costa Rica y en el mismo camino real que


de Nicaragua se hallaban numerosos pueblos de indios: uno en el
sitio de Aranjuez y el otro en el Garavito. Por los antiguos asientos,
que del siglo pasado se hallan en los libros de las reales cajas, consta
que esos pueblos se componían de muchos miles de indios
contribuyentes. En el año pasado de 1585 entraron los ingleses por el
puerto de la Caldera en el mar del Sur, saquearon, quemaron y
destruyeron la famosa ciudad de Esparza… Los Indios de Aranjuez y
Garavito, huyendo de la invasión de los ingleses y de la injusticia con
que hacían esclavos á los indios prisioneros, se retiraron á la
431
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Cartago, n° 555.
432
FERNÁNDEZ, 1975, p. 189.
433
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo Complementario Colonial, n° 5034;
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 77.
434
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Guatemala, n° 367.
435
FERNÁNDEZ, 1976, pp. 285-286.
436
Ibid., p. 286.
110

cordillera de la montaña y al otro lado mirando al Norte se


refugiaron temerosos de los ingleses; quedaron desiertos los pueblos
de Aranjuez y Garavito y con tan pocos indios que por real
determinación se agregaron al pueblo de indios de Tres Ríos y en el
día sólo se ven algunas pocas casas y muchos vestigios de las dos
poblaciones.”437

El informe de monseñor Tristán llevaba a concluir que los indígenas llamados


guatusos (maleku) eran los descendientes de los antiguos habitantes de Santa Catalina
Garabito y del supuesto poblado indígena de Aranjuez (que como sabemos, no era un pueblo
indígena sino una ciudad de españoles y había desaparecido desde 1574), refugiados en las
montañas para huir de los ingleses. El obispo consignó también que en algún momento, el
presidente de las misiones de Talamanca, fray Pedro de Zamacois, había incursionado en las
montañas de los guatusos junto con el cura y varios vecinos de Esparza y “seis indios del
aniquilado pueblo de Garabito”438, pero no había conseguido encontrarlos. Tampoco lo logró
monseñor Tristán.

Aunque hoy sabemos la lengua y la cultura de los maleku son distintas de las de los
huetares, durante mucho tiempo persistió en Costa Rica la creencia de que los maleku eran los
descendientes de los indígenas de Santa Catalina. En sus Lecciones de Geografía, publicadas
en 1833, el bachiller Rafael Francisco Osejo, al enumerar las naciones indígenas que había en
Costa Rica en ese momento, mencionó a

“… los Guatusos que se cre decienden del antiguo Pueblo de


Garabito .”439

e indicó que habitaban

“Las cerranías y deciertos que se hallan entre Esparza y Bagaces y


que corren hacia el Norte de estos Pueblos.”440

¿Dónde estuvo ubicado el pueblo de Santa Catalina de Garabito? De acuerdo con los
documentos de la época de la conquista, el lugar donde residían los primeros huetares que
encontró la expedición de Juan de Cavallón en 1561 fue el que llamaron los españoles valle
de la Cruz. Don Cleto González Víquez, que estudió detenidamente los documentos históricos
y la geografía de la región, llegó a la conclusión de que este valle se hallaba a orillas del río
Surubres, al norte de la actual población de San Mateo 441. Entre los documentos que estudió
figuró un expediente de tierras de 1842, relativo al sitio de Oricuajo, del cual resultaba que
una quebrada en las cabeceras del río Jesús María se llamaba quebrada de la Cruz y que
también recibía ese nombre un pequeño cerro redondo localizado al oeste de los potreros de
Surubres. En el expediente se mencionaba la ubicación del antiguo pueblo de Santa Catalina
de Garabito y el reconocimiento hecho por el agrimensor Nazario Flores de los vestigios de la
iglesia de ese pueblo, y se concluía que los indígenas de Garabito confinaban con el sitio de
Oricuajo y que la línea divisoria la señalaba otra quebrada llamada de Garabito 442.

437
Ibid., p. 296.
438
Ibid., p. 298.
439
ZELAYA, Chester, El bachiller Osejo, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1971, vol. II, p. 78.
440
Ibid.
441
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 77.
442
Ibid., p. 76.
111

El 13 de mayo de 1961 el periódico La Nación anunció que el 7 del mismo mes, un


grupo de investigadores, entre los que figuraban don Miguel Ángel Xirinachs y don Carlos
Meléndez, había logrado localizar el antiguo emplazamiento de Santa Catalina de Garabito:

“El lugar en cuestión fue localizado como a diez kilómetros de San


Mateo, por el camino que conduce a Esparza, antiguamente llamado
Camino Real, donde se encuentra una pequeña quebrada denominada
Garabito. Desde el puente de dicha quebrada, a unos trescientos
metros a mano izquierda, en terrenos propiedad actual de Juan
Eduarte, se descubrió la plataforma o base de lo que al parecer fue la
iglesia del poblado indígena, construida a base de piedra y ladrillos
según los vestigios encontrados. Midió más o menos veinte varas de
largo por doce de ancho. Está ubicado en la cima y centro de una
planicie y a su alrededor se extienden vastas llanuras. Asimismo en
los alrededores se encuentran indicios de otras construcciones… Los
señores Meléndez y Xirinachs, como muestras arqueológicas, trajeron
varios fragmentos varios de objetos de manufactura indígena.”443

Lamentablemente no hemos encontrado ninguna información posterior sobre este


hallazgo, y las personas que dirigieron la investigación han fallecido y no publicaron, que
sepamos, ningún texto sobre el sitio o los fragmentos de objetos que habían encontrado. Los
datos reunidos y publicados por don Cleto González Víquez y los contenidos en el artículo
periodístico de 1961 permiten concluir que los vestigios de Santa Catalina fueron localizados
en un lugar muy próximo al sitio arqueológico prehispánico de Jesús María, que está cargo
del Museo Nacional de Costa Rica, pero en el cual no se han encontrado indicios de
ocupación correspondientes al siglo XVI o épocas posteriores.

443
AZOFEIFA V. MARIANO, “Localizada Santa Catalina de Garabito”, en La Nación, 13 de mayo de 1961, p.
24.
112

CAPÍTULO VII
GARABITO EN LA HISTORIA Y EN LA FICCIÓN

1.- Garabito y los primeros historiadores costarricenses.

Después de la sumisión de Garabito, su recuerdo se perdió rápidamente, tanto entre los


españoles como entre los indígenas. Su nombre solamente se conservó en la reducción de
Santa Catalina de Garabito, pero sin que prácticamente nadie supiera a qué se debía la
denominación de ese pequeño poblado indígena. Después de 1602, no hay un solo documento
que vincule al rey con la reducción de Santa Catalina o que siquiera mencione su nombre.

El rey Garabito fue olvidado, y permaneció olvidado durante tres siglos. El manto del
olvido cubrió también, justo es decirlo, a sus dos grandes adversarios, Juan de Cavallón y
Juan Vázquez de Coronado, y a casi todos los demás conquistadores españoles que habían
actuado en territorio costarricense durante el siglo XVI. A principios del siglo XIX se
ignoraban totalmente las circunstancias de la conquista de Costa Rica. Por ejemplo, el
presbítero Domingo Juarros, en una obra publicada en la ciudad de Guatemala en 1818, daba
por sentado que Costa Rica había sido la primera provincia del reino de Guatemala en ser
conquistada por los españoles; que sus conquistadores habían sido Juan Solano, Álvaro de
Acuña y Don Jorge de Alvarado, hermano del adelantado de Guatemala Don Pedro, yque
Cartago ya estaba fundada en 1522 444. Estos datos erróneos se repitieron en 1851 en la obra
de don Felipe Molina Bosquejo de la República de Costa Rica445, que sirvió de libro de texto
en las escuelas costarricenses hasta 1886. Molina sí mencionó a Juan de Cavallón, pero solo
para decir que una expedición preparada por él y Juan de Estrada Rávago había fundado en
1560 la villa del Castillo de Austria.

Esta pavorosa ignorancia de la historia nacional solo empezó a disiparse en el decenio


de 1880, cuando los dos grandes pioneros de la historiografía costarricense, don León
Fernández y don Manuel María de Peralta, empezaron a buscar en archivos americanos y
españoles los documentos históricos indispensables para sustentar los derechos de Costa Rica
en sus litigios de límites con Colombia y con Nicaragua. Inició esa labor don León Fernández
con la publicación, en 1881, del primero de los diez volúmenes que llegaría a alcanzar su
monumental Colección de documentos para la historia de Costa Rica. Sin embargo, era tan
grande entonces el desconocimiento sobre la etnología de los indígenas costarricenses, que el
propio don León, en una nota de ese primer volumen, expuso su creencia de que los
chorotegas y los huetares hablaban la misma lengua y tenían raíces culturales comunes 446.

Los primeros documentos publicados en que aparecía mencionado Garabito fueron los
informes y cartas de Juan Vázquez de Coronado incluidos en la obra de don Manuel María de
Peralta Costa Rica, Nicaragua y Panamá en el siglo XVI, impresa en 1883. A ella le siguió,
en 1886, el cuarto tomo de la Colección de Documentos de don León Fernández, que también
contenía algunos textos en que se mencionaba al rey huetar. Sin embargo, ninguno de esos
dos textos, como tampoco los otros tomos que siguieron de la monumental recopilación de
Fernández, llevó a que la mayoría de los costarricenses conociera algo del rey indígena, ya
que se trataba de obras voluminosas y caras, impresas fuera del país y que solo leía un puñado
de personas interesadas en la historia patria.

444
JUARROS, Domingo, Compendio de la Historia del Reino de Guatemala 1500-1800, Guatemala, Editorial
Piedra Santa, 1ª. ed., 1981, p. 315.
445
MOLINA, Felipe, Bosquejo de la República de Costa Rica, San José, EUNED, 1ª. ed., 2007, pp. 2-3.
446
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, pp. 93-95 nota (f).
113

Quien verdaderamente llevó a que se conociera la figura de Garabito en Costa Rica fue
don Ricardo Fernández Guardia, mediante la publicación en 1905 de su obra Historia de
Costa Rica. El descubrimiento y la conquista, texto bien documentado y de agradable lectura,
en el que se daba cuenta, entre otras cosas, de las vicisitudes de las expediciones de Cavallón
y Vázquez de Coronado. Fue en esta obra donde los costarricenses que no habían leído las
colecciones documentales del marqués de Peralta y don León Fernández se enteraron por
primera vez de la existencia del gran rey indígena. Uno de los principales párrafos
relacionados con Garabito dice:

“De nuevo salió Antonio Pereyra de Garcimuñoz en busca de


Garabito, cacique viejo, levantisco y mañoso, jefe principal de la
resistencia contra los españoles. Este Garabito, así llamado en
memoria del teniente de Pedrarias Dávila que había entrado en sus
dominios treinta y siete años antes, era el rey de los güetares de
Occidente y no debía de tener muy buenos recuerdos de los españoles
cuando se mostraba tan esquivo.”447

Aunque este texto contiene una idea que consideramos errónea, es decir, la de que el
rey huetar hubiera tomado su nombre del subalterno de Pedrarias, y otra que por lo menos nos
parece dudosa, que es la caracterización de Garabito como “viejo”, gracias a él se pudo
empezar a adquirir conciencia de la importancia histórica del monarca indígena, como “jefe
principal de la resistencia contra los españoles”. Fernández Guardia añadió nuevos elementos
al conocimiento de las actuaciones de Garabito con la publicación, en 1908, de las Cartas de
Juan Vázquez de Coronado.

Sin embargo, la principal contribución práctica de Fernández Guardia a la divulgación


sobre la figura del rey indígena la constituyó indudablemente su Cartilla histórica de Costa
Rica, publicada por primera vez en 1909, debido a que durante decenios fue el texto con el
que los estudiantes costarricenses de escuelas y colegios aprendieron sobre la historia
patria448. En esta obra se incluían tres breves referencias a Garabito: una sobre la supuesta
correría de Andrés de Garabito en 1524 y el igualmente supuesto origen del nombre del rey
huetar 449; el ataque de este a Cavallón a su partida de Costa Rica (“Cavallón estuvo a punto
de perecer en un combate contra el viejo Garabito, que lo atacó en un camino.” 450), y el
hecho de que no se sometió a Vázquez de Coronado, aunque otros monarcas indígenas sí lo
hicieran (“Solo el rey Garabito continuó rebelde” 451).Estos conceptos fueron reiterados por
don León Fernández Guardia, hermano de don Ricardo, en una Historia de Costa Rica que
publicó en el decenio de 1930 para uso de los estudiantes de segunda enseñanza 452.

En 1941, don Ricardo Fernández Guardia incluyó en su Diccionario biográfico de


Costa Rica: descubridores y conquistadores, la siguiente entrada sobre Garabito, que
reproducía lo ya dicho en sus publicaciones de principios del siglo:

“GARABITO: último rey de los huetares de Occidente. En 1524, el


capitán Andrés Garabito, teniente gobernador de la villa de Bruselas,

447
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 120.
448
Sobre las publicaciones de Fernández Guardia, V. SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, El canciller
Fernández Guardia, San José, Imprenta Nacional, 2015, p. 33.
449
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1970, p. 29.
450
Ibid., p. 35.
451
Ibid., p. 36.
452
FERNÁNDEZ GUARDIA, León, Historia de Costa Rica, San José, Imprenta Lehmann, 2ª. ed., 1939, pp. 26-
29.
114

hizo una correría en sus dominios de la que no hay más recuerdo que
el nombre de Garabito dado por los españoles a este rey o cacique
principal de los huetares de la región del Pacífico. Treinta y siete
años más tarde dio la obediencia a Cavallón a la llegada de este;
pero en seguida se rebeló, convirtiéndose en el alma de la resistencia
a los conquistadores. Vázquez de Coronado no pudo cosneguir que se
presentase personalmente. En eenro de 1562, al emprender Cavallón
su viaje de regreso a Guatemala, Garabito le armó una emboscada en
un mal apso del camino con intención de matarlo y estuvo a punto de
conseguirlo. A su llegada, Vázquez de Coronado le declaró la guerra
y lo condenó a muerte, pero no pudieron los conquistadores
apoderarse de él. Durante más de 10 años anduvo el rey Garabito a
salto de mata, burlando tdoas las persecuciones de los españoles,
hasta que por fin, en tiempo del gobernador Anguciana de Gamboa,
por el año 1575, el capitán Luis González de Estrada lo capturó en el
valle de Coyoche. Garabito, que ya estaba muy anciano, se sometió y
fue bautizado con unos 3000 de sus súbditos. Anguciana formó con
ellos varios pueblos en torno de la recién fundada ciudad del Espíritu
Santo de Esparza.” 453

En 1906, don Cleto González Víquez publicó la obra Apuntes sobre Geografía
Histórica de Costa Rica, que se reprodujo en noviembre de 1935 en el número 35 de la revista
mensual La Escuela Costarricense. En esta obra, en una sección titulada Garavito, don Cleto
se hizo eco de la conseja reproducida por Fernández Guardia de que el rey indígena había
tomado su nombre del capitán Andrés de Garabito, y dedicó algunas páginas a la nada
honrosa vida de este, para enseguida presentar los escuetos datos disponibles acerca de las
actuaciones del monarca huetar en la época de Cavallón y Juan Vázquez de Coronado, según
los documentos publicados por el marqués de Peralta y don León Fernández, así como sobre
su sumisión en tiempos de Anguciana de Gamboa. También se refirió, con base en fuentes
estrictamente documentales, a la ubicación de la llamada provincia de Garabito y del pueblo
de Santa Catalina de Garabito.

En 1915, en un artículo publicado en el periódico El Imparcial, don Carlos Gagini


planteó por primera vez, y en forma categórica, lo ilógica que resultaba la idea de que
Garabito hubiera tomado su nombre del capitán Andrés de Garabito, aceptada sin objeciones
por Fernández Guardia y González Víquez. Gagini reiteró esa tesis en su obraLos aborígenes
de Costa Rica, publicada en 1917. Sin embargo, como indicamos en su oportunidad, este
autor consideraba que la cultura y la lengua de los huetares eran de raíces mesoamericanas y
por ello atribuyó al nombre Garabito origen en la lengua tarahumara.

2.- Un relato de don Manuel de Jesús Jiménez.

Posiblemente basado en la obra de don Ricardo Fernández Guardia Historia de Costa


Rica. El descubrimiento y la conquista, don Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno escribió un
relato denominado Antonio Pereyra. Episodio de la Conquista, que se publicó en la Revista
de Costa Rica en 1920 454, cuatro años después de su muerte. En este texto, escrito sin duda
con propósitos más literarios que históricos, don Manuel de Jesús imaginó una serie de
episodios y circunstancias de la vida de Garabito, de los que no se tiene otra noticia, cosa muy
explicable si solamente habían surgido de la fantasía del escritor.
453
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 54.
454
JIMÉNEZ, Manuel de Jesús, “Antonio Pereyra. Episodio de la Conquista”, en Revista de Costa Rica, San
José, Números 8-9, abril-mayo de 1920, pp. 263-268.
115

El relato de Jiménez describe con vivos colores, escogido vocabulario y numerosas


figuras literarias la vida de Garabito como poderoso monarca antes de la llegada de los
españoles y dice que los viejos hechiceros de su nación le habían puesto el nombre de
Garabito “desde la hora que empuñó la vara de cacique”, en recuerdo del capitán español.
Narra enseguida la llegada de la expedición de Cavallón al valle de Garabito y supone que
este se ocultó para evitar el encuentro con los españoles y trazó una estrategia guerrillera para
obstaculizar su avance. Varias páginas se dedican a la captura, por Antonio Pereyra, de la
esposa de Garabito, que en el relato es presentada como una biriteca originaria de Coto, y a
una hipotética relación entre el portugués y esa mujer, convertida al cristinianismo en
Garcimuñoz. El relato también atribuye a Garabito, oculto bajo el nombre de Ibux, el papel de
instigador principal de las acciones que en 1561 realizaron contra los españoles los indígenas
de Orosi y otros pueblos del valle del Guarco, acciones con las que históricamente no está
comprobado que el monarca huetar tuviera conexión alguna, y hasta hace una descripción
física de Garabito, que tampoco consta en ningún documento.Con respecto a la emboscada a
Cavallón en enero de 1562, Jiménez hace decir dramáticamente a Garabito, “Venciste,
Cavallón, porque es imposible combatir contra quienes llevando en sus manos el fuego
flamígero del cielo se defienden con el trueno y acometen con el rayo, venciste, Cavallón.”
Después de este episodio, el escritor cartaginés dice que el abatido Garabito se fue a la
recóndita montaña de los votos, donde murió, e imagina que en 1591, cuando Antonio
Pereyra efectuó una expedición a la región de los votos, unos indígenas

“… le dijeron, señalándole el volcán Poás, que allá en la cumbre


vivía remontado el bravío cacique, porque cada vez que retumbaba el
monte, ellos oían los horrísonos gemidos de Garabito caído bajo la
garra poderosa del fiero león hispano, y porque cada vez que se
coronaba el monte de neblinas, ellos veían las grandes bocanadas de
humo con que Garabito ahuyentaba al hispano bukurú; pero esas
eran alucinaciones de los indios, porque ya entonces habiendo
muerto aquel cacique, nadie luchaba con el león ni nadie ahuyentaba
al bukurú.”455

Aunque tomara como base de su relato algunas fuentes históricas, es evidente que don
Manuel de Jesús, al escribirlo, estaba haciendo literatura y no historia, y no negamos que su
texto sea muy bello e inspirador y haga gala de un castellano impecable. Pero creemos que,
involuntariamente, Jiménez le hizo un enorme daño a la figura del verdadero Garabito, porque
sus bien hilvanadas fantasías sirvieron como base a gran parte de lo que se escribió y se
publicó en Costa Rica sobre el rey indígena en los años siguientes, y de vez en cuando
elementos de su relato se repiten, sin duda de buena fe, en textos escolares o periodísticos, e
incluso en estudios académicos.

En una breve búsqueda en internet, encontramos las más variadas afirmaciones sobre
Garabito, sin ningún sustento en los documentos históricos: que tomó su nombre de un
capitán español “como muestra de sinceridad  y paz”, que Cavallón lo hizo prisionero y logró
escaparse, que su esposa “Biriteca” era muy bella, que “Biriteca” fue capturada junto con
veinticinco mil personas (¡!), que los españoles la torturaron, que Garabito llevaba
ocultamente a su mujer maíz y miel, que “Biriteca” fue obligada a contraer matrimonio con
Pereyra, que Garabito realizó un ataque contra Garcimuñoz, que Coyoche y Garabito eran
primos…

455
JIMÉNEZ, Manuel de Jesús, Noticias de antaño, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 1946-1947, vol. I, p.
258.
116

La escasez de datos históricos reales sobre Garabito fue más que compensada con las
románticas páginas del escritor cartaginés, pero la historia salió muy maltratada del asunto.
Hubo hasta quienes creyeron que el rey huetar se había suicidado arrojándose al cráter del
volcán Poás, según consigna Bákit:

“Lo que hasta la fecha sí pareciera una leyenda romántica,


trenzada a principios de siglo por algunos costarricenses es la
narración de boca a boca, que varias veces he escuchado, en la que
nuestro Cacique, después de intentar el rescate de su amadísima
esposa y no lograrlo, se suicida, ya anciano, en el hirviente cráter del
volcán. Personajes de nuestro mundo intelectual repitieron esta
historia y yo la escuché personalmente de un científico costarricense
muy enterado de nuestras cosas pero, hasta la fecha, no he logrado
ninguna comprobación documental de tal hecho.”456

3.- Garabito, su mujer y Dulcehe en la imaginación genealógica.

Como ya indicamos, el relato literario de don Manuel de Jesús Jiménez dedicaba


varias páginas a la consorte de Garabito capturada en 1561 por los españoles. Don Manuel de
Jesús imaginó que Corrohore, señor de Quepo, había enviado para el tálamo nupcial de
Garabito, antes de la llegada de Cavallón,“una gentil muchacha apresada en tierra de Coto,
viriteca (sic) insigne”457. Según consignó Vázquez de Coronado en una de sus cartas, las
biritecas eran las mujeres guerreras del reino indígena de Couto o Coctu, en el sur de Costa
Rica. En el texto de Jiménez, el apelativo de biriteca se convirtió en nombre propio, y la
imaginaria Biriteca en la amada esposa de Garabito. De conformidad con el fabuloso relato
del escritor cartaginés, Biriteca, capturada personalmente por Pereyra y llevada a
Garcimuñoz, fue bautizada con el nombre de Doña Inés y terminó por convertirse en la
compañera del portugués y madre de sus hijos.

Que todo el relato de Jiménez sobre Biriteca y Pereyra era simplemente una fantasía,
se comprueba con claridad meridiana en otro de susescritos, este rigurosamente histórico,
muy breve y sin ninguna pretensión de belleza literaria, que se titula “Bartolomé Sánchez e
Inés Álvarez Pereyra”. En esteúltimo texto, don Manuel de Jesús consigna que Inés Álvarez
Pereyra, hija extramatrimonial del conquistador portugués, “nació en 1579, según consta por
su propia declaración”458, y dice además que

“Es de presumir que fuera Inés nieta por parte materna de Bartolomé
Álvarez, soldado de Juan Vázquez de Coronado y Regidor del primer
Cabildo de Cartago, pues sólo él figura por esos tiempos con el
apellido de Álvarez”459.

Sin entrar en consideraciones con respecto a la verosimilitud de esta última hipótesis,


sí queda claro que don Manuel de Jesús no pensaba que la madre de los hijos de Pereyra fuera

456
BÁKIT, 1981, p. 66.
457
JIMÉNEZ, 1946-1947, vol. I, p. 232. BÁKIT, 1982, p. 46, al señalar lo infundado de este supuesto obsequio,
y recordando que en 1563 el rey Corrohore pidió ayuda a Vázquez de Coronado para enfrentar a sus enemigos
de Couto o Coctu, el pueblo donde existían las mujeres guerreras llamadas biritecas, se pregunta festivamente
“¿Cómo iba Corrohore, víctima de los coctu e indefenso ante las mujeres guerreras, andar regalando
“biritecas” en celofán, cuando eran las biritecas las que lo tenían acartonado?”
458
JIMÉNEZ, 1946-1947, vol. I, p. 227.
459
Ibid., vol. I, p. 228.
117

una indígena y mucho menos la consorte de Garabito capturada por la expedición de castigo
enviada por Cavallón, sino más bien una mujer de sangre española. Por lo demás, resulta poco
razonable pensar que la mujer de Garabito apresada en 1561 le fuera a dar una hija a Pereyra
en 1579, dieciocho años después de su secuestro.

Sin embargo, el relato literario de Jiménez llevó a que don Ernesto Quirós Aguilar, en
un curioso librito titulado Mi ascendencia real indígena, y publicado en 1953, construyera
una genealogía en la cual se identificaba a la madre de los hijos de Pereyra con la hermana del
rey Corrohore de Quepo, llamada Dulcee o Dulcehe, rescatadaen 1563 por Juan Vázquez de
Coronada de las manos de los indígenas del reino de Couto o Coctu, que la tenían secuestrada.
Quirós Aguilar, que expresamente citó comofuente de algunos de sus datos el artículo de don
Manuel dede Jesús Jiménez460, mencionó a la supuesta madre de los hijos de Pereyra del
siguiente modo:

“DULCEHE, sobrenombrada la BIRITECA, hermana del


Cacique Corrohore, cacique de Quepo o Kepo, mujer de Ybux o
Garavito, Señor Natural y Rey de Reyes de los Güetares de
Occidente, tuvo con el capitán don Antonio Álvarez Pereira Señor de
la Encomienda de Curriravá, natural del reino de Portugal,
Conquistador de Costa Rica y compañero del Licenciado Cavallón, a
doña Inés… La Biriteca, bautizada con el nombre de Doña INÉS, tuvo
los siguientes hijos con el Capitán Álvarez Pereira: Don Juan Álvarez
Pereira que casó con doña María Cano. Don Gaspar Pereira. Doña
Juana que casó con el Capitán Pedro de Arce y Doña INÉS.”461

De este modo, Quirós Aguilar convirtió la fantasía literaria de don Manuel de Jesús
Jiménez en dato genealógico e histórico, y la ficticia biriteca de Couto supuestamente
obsequiada a Garabito por el rey Corrohore se transformó nada menos que en la hermana de
este último monarca. Para advertir lo absurdo de estas identificaciones, basta recordar que la
“mujer principal” de Garabito fue apresada por el capitán Pereyra en 1561, durante el
gobierno del licenciado Cavallón, mientras que no fue sino hasta 1563 cuando Vázquez de
Coronado rescató a la princesa Dulcehe de manos de los indígenas de Couto y la devolvió a su
hermano el rey de Quepo. Por lo demás, tampoco consta que el “verdadero” nombre de
Garabito fuera Ibux, que en el relato ficticio de don Manuel de Jesús Jiménez se le atribuye
como mero nom de guerre, un pseudónimo para ocultar su verdadera identidad ante los
españoles.

En un artículo publicado por Quirós Aguilar en mayo de 1956 sobre la ascendencia de


doña Inés Aguilar Cueto, esposa del presidente don Juan Rafael Mora, la supuesta compañera
de Pereyra pasó a ser “Dulcehé - Princesa de los Güetares de Occidente, bautizada con el
nombre de Dª. Inés de Corrohore”462e hija del “Cacique de Quepo – Señor Natural y Rey de
Reyes de toda la Nación Güetar de Occidente”463. Estas cortas frases contienen tantas
inexactitudes que casi nos recuerdan a la carta de Estrada Rávago de 1572. Para empezar, lo
único que se sabe de la familia de Dulcehe es el nombre de su hermano, Corrohore, que en
efecto era rey de Quepo; pero esto no quiere decir que su padre también lo haya sido, porque
460
QUIRÓS AGUILAR, Ernesto, Mi ascendencia real indígena. Descendiente de los caciques “Guarco” y
“Quepo”, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 1953, p. 14.
461
Ibid.
462
QUIRÓS AGUILAR, Ernesto, “Ascendencia del Benemérito D. Juan Rafael Mora Porras y de su esposa D ª.
Inés Aguilar Cueto”, p. 16, en Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, N° 3, marzo de
1956, pp. 4-16.
463
Ibid., p. 16.
118

lo habitual entre los indígenas del Área Intermedia de Costa Rica era que la sucesión de los
reyes se efectuara por la vía matrilineal y en consecuencia lo más verosímil es que el anterior
rey de Quepo no haya sido el padre de Corrohore, sino uno de sus tíos maternos. Pero lo que
sí es seguro es que los monarcas de Quepo no eran huetares ni menos reyes de los huetares,
título que por supuesto correspondía a Garabito, y en consecuencia es absurdo atribuirle a
Dulcehe la calidad de “princesa de los güetares”.Tampoco consta en documento alguno que la
madre de los hijos de Pereyra se llamara Doña Inés y menos que utilizara el nombre de “Doña
Inés de Corrohore”.

Quirós Aguilar repitió esta versión en una genealogía del presidente don Mario
Echandi publicada en 1958, aunque con una ligera variante, ya que la compañera de Pereyra
fue consignada como “Dulcehé o Biriteca - Princesa de los Güetares de Occidente de
Corrohore, mujer que fue del Cacique Ybux o Garavito” 464.Este siguió despojado de su
condición de rey de los huetares en favor de su supuesto suegro. En mayo de 1960, en un
artículo sobre la ascendencia de su pariente monseñor Carlos Humberto Rodríguez Quirós,
cuarto arzobispo de San José, Quirós Aguilar reprodujo estas inexactitudes, con la variante de
que en esta nueva genealogía Garabito ni siquiera fue mencionado por su nombre, ya que
simplemente se dijo que Dulcehe había sido “mujer de Ybux”465, sin aclarar que con esta
última denominación se aludía al monarca huetar.

Las genealogíasde Quirós Aguilar llevaron a que su pariente Otto Jiménez Quirós, en
su novela Árbol criollo, publicada en 1964, diera nuevos bríos a la identificación de Dulcehe
con la madre de los hijos de Pereira, y agregara otro elemento de confusión al tema, ya que en
su relato identifica a Corrohore con Garabito. EnÁrbol criollo, el autor imagina que
Corrohore/Garabito envía a su hermana como obsequio para Juan Vázquez de Coronado,
quien se la manda de vuelta con una escolta dirigida por Antonio Álvarez Pereira. Al final, el
portugués termina casándose con la princesa 466.

Por supuesto,Árbol criollo es de una obra de ficción, sin pretensiones de exactitud


histórica, pero al hacerse eco de los errores genealógicos de publicaciones anteriores, con la
novela de Jiménez Quirós se corre el riesgo deque algunos de sus lectores terminen creyendo
que la narración responde a la verdad de los hechos 467. Incluso en trabajos genealógicos
recientes se sigue repitiendo, sin duda de buena fe, que Dulcehe fue la madre de los hijos de
Antonio Pereyra.

4.- Al rescate del verdadero Garabito.

Garabito volvió a las páginas de la historia seria y documentada con la publicación en


1961 de la obra IV° Centenario de la entrada de Cavallón a Costa Rica (1561-1961), que
contenía varios estudios de don Carlos Meléndez Chaverri y en 1964 de otra obra de este
mismo autor, tituladaJuan Vázquez de Coronado. Meléndez Chaverri no hizo concesiones a la
fantasía, sino que expuso, en una prosa sin adornos literarios, lo que según las fuentes
464
QUIRÓS AGUILAR, Ernesto, “Ascendencia del Sr. Presidente de la República, Lic. Don Mario Echandi
Jiménez”, p. 14, en Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, N° 6, diciembre de 1958,
pp. 4-18.
465
QUIRÓS AGUILAR, Ernesto, “Ascendencia del Excmo. Monseñor y Doctor Don Carlos Humberto
Rodríguez y Quirós, Cuarto arzobispo de San José de Costa Rica”, en Revista de la Academia Costarricense de
Ciencias Genealógicas, N°8, mayo de 1960, pp. 7-16.
466
JIMÉNEZ QUIRÓS, Otto, Árbol criollo, Cartago, Editorial Irazú, 1ª. ed., 1964, pp. 22-27.
467
Cabe mencionar que Jiménez Quirós sin duda veía con cierta sorna los textos genealógicos de su deudo Quirós
Aguilar, porque al referirse a los supuestos antepasados regios de ambos, dijo en una nota: “Tanta nobleza sólo
para exclusiva felicidad de nuestro genealogista, autor de “MI ASCENDENCIA REAL INDÍGENA”. V. Ibid., p.
22 nota (2).
119

documentales se sabía de las acciones de Garabito en conexión con la acción de esos dos
conquistadores.

El historiador don Gabriel Ureña Morales escribió un relato para niños sobre el
personaje de Garabito, que apareció por primera vez en 1964 en un libro de lectura escolar
titulado Centroamérica. En este texto, que se usó en las escuelas primarias estatales durante
varios años, Ureña presentó la figura de Garabito a partir del relato literario de don Manuel de
Jesús Jiménez 468. Por el contrario, don Carlos Meléndez, en otro breve texto para estudiantes
de secundaria, aunque repitió la antigua conseja en cuanto al origen del nombre del rey, no
incluyó elementos ficticios, sino que se ajustó a lo que deriva de las fuentes documentales 469.

En 1970, por gestiones del periodista don Juan Ramón Gutiérrez, se presentó la
oportunidad de colocar una escultura que representara a Garabito en la Plaza Indoamérica de
Quito, donde se estaban emplazando las de otros héroes indígenas americanos. El escultor y
escritor costarricense Óscar Bákit Padilla realizó en bronce un busto que representaba al rey
huetar, lo obsequió al Colegio de Periodistas y este lo hizo llegar a la capital ecuatoriana.

Correspondió al mismo periodista Gutiérrez el mérito de publicar, en 1972, la primera


obra específicamente dedicada a la vida del monarca huetar, que tituló Garabito, el rey
indómito. En cuarenta y cuatro páginas de fácil lectura, don Juan Ramón, cuya admiración por
el héroe indígena era evidente, narró los principales hechos conocidos de la vida y acciones
guerreras de Garabito, de conformidad con los documentos publicados por el marqués de
Peralta y don León Fernández y las obras de don Ricardo Fernández Guardia, don Cleto
González Víquez y otros autores. Sin embargo, Gutiérrez también incluyó en su obra una
serie de elementos fantásticos provenientes del relato literario de don Manuel de Jesús
Jiménez, que al parecer supuso que respondían a la verdad histórica, y como muchos otros
aceptó al pie de la letra la conseja de que el monarca huetar había tomado su nombre del
capitán español Andrés de Garabito. Cabe indicar que Gutiérrez se planteó la cuestión de cuál
había sido el verdadero nombre del rey, y al efecto sugirió la posibilidad de que se hubiera
llamado en realidad Coyoche; de hecho su obra llevó el subtítulo de Cacique del Coyoche.

En 1974 el escultor Bákit hizo en piedra artificial una réplica del busto de Garabito
moldeada en piedra artificial, la cual fue colocada en el Parque Central de la ciudad de San
José, con una placa en la que se confundía a Garabito con su vecino y posiblemente
adversario el rey mesoamericano Coyoche. Al comentar años después la ceremonia de
inauguración del busto, Bákit escribió:

“El día que se instaló con honores esa escultura, todos los
discursos revelaron a las clarasque ninguno de los que hablaban
conocían a Garabito. Los varios representantes de Ministerios y
Academias callaron sobre el garrafal error que se había cometido en
la placa y los textos de los discursos que se leyeron “volaban” sobre
el tema sin profundizar.”470

La escultura, una vez corregido el error en la placa, fue tiempo después trasladada al
Parque de los Beneméritos, ubicado en la calle 36 de San José, entre las avenidas segunda y

468
UREÑA M., Gabriel, “Garabito”, en Centroamérica, San José, Antonio Lehmann, 164ª. ed., 1969, pp. 170-
174.
469
MELÉNDEZ, Carlos, “Garabito”, en Nueva historia de Costa Rica, San José, 5ª. ed., 1982, pp. 81-82.
470
BÁKIT, 1981, p. 51.
120

cuarta y frente a la iglesia de María Auxiliadora, donde se halla actualmente. La figura


representa a Garabito con la frente en alto y el puño cerrado, en actitud de desafío471.

Mediante la ley n° 3549 de 16 de setiembre de 1965 se creó el distrito de Jacó, noveno


del cantón de Puntarenas. Posteriormente, mediante la ley n° 6512 de 25 de setiembre de
1980, ese distrito se convirtió en un nuevo cantón con el nombre de Garabito, undécimo de la
provincia de Puntarenas, y cuya cabecera es Jacó472. En 2008, la municipalidad de Garabito
hizo colocar frente a su sede otro monumento al rey huetar, obra del escultor Gibran Jalil
Tabash González. En el parque de la ciudad de Orotina hay otra escultura de Garabito hecha
en piedra, en la cual el monarca huetar parece emerger de una roca.

Óscar Bákit, apasionado por la figura del héroe indígena, publicó en 1981 la
obraGaravito, nuestra raíz perdida. Es un libro emotivo y un tanto desigual, que trata por
primera vez de desmontar una serie de fantasías y absurdos que desde el siglo XVI y también
en el XX habían afectado la realidad histórica de Garabito. Con muy válidos razonamientos,
Bákit no solo demostró que Garabito y Coyoche eran dos monarcas completamente distintos,
sino que además, a partir de la muy lógica duda planteada por Gagini desde 1915, rechazó de
modo absoluto la posibilidad de que el héroe indígena hubiera tomado esa denominación del
capitán español Andrés de Garabito y concluyó que el nombre de Garabito era autóctono.
Aunque no compartimos algunas de las ideas de Bákit, nos parece que su obra es la más
importante hasta ahora dedicada al rey huetar.

Entre las publicaciones del último decenio del siglo XX merecen destacarse la obra de
Carlso Molina Montes de Oca Garcimuñoz, la ciudad que nunca murió (1993) que arroja
nueva luz sobre los diversos reinos huetares y las actuaciones de Garabito, sobre todo en la
época de Cavallón, y la de Miguel Ángel Quesada Pacheco Los huetares: historia, lengua,
etnografía y tradición oral, (1996), que es el estudio más profundo que se ha hecho sobre la
cultura de ese pueblo. Quesada Pacheco también publicó, en 1998, la obra Tradiciones
huetares.

Esperamos que estas páginas contribuyan, también, a que se conozca y se aprecie


mejor la verdadera figura del rey Garabito, que es suficientemente grande y digna de
admiración como para necesitar del báculo de las ficciones.

471
ARIAS CASTRO, Tomás Federico, “Reseña histórica del cantón de Garabito”, en Revista Punta Leona,
mayo-junio de 2011, n° 25, p. 9 y setiembre-octubre de de 2011, n° 27, p. 23.
472
Ibid.
121

PALABRAS FINALES

Hay muchas cosas que no sabemos, y que posiblemente nunca llegaremos a saber,
sobre el verdadero Garabito. Ignoramos las fechas de su nacimiento y de su muerte y los
nombres de sus padres, de sus esposas y de sus hijos. Desconocemos qué aspecto tenía y
cuáles eran sus creencias religiosas, sus actividades habitualesy la naturaleza precisa de los
vínculos que tenía con otros monarcas indígenas de su época. De su carácter solamente
sabemos que era valiente, astuto y desconfiado. Quedan dudas sobre su nombre, y hasta el
idioma que hablaba se ha extinguido.

Los escasos datos que tenemos sobre él han sido distorsionados por ficciones literarias
y supuestas leyendas sin ninguna base documental. Pero aunque lo que sabemos del Garabito
histórico es menos llamativo que lo contenido las páginas de la ficción literaria, es bastante
para caracterizarlo como uno de los grandes héroes indígenas de Costa Rica y uno de los
primigenios defensores de la libertad en este territorio.

Poco a poco, su figura ha ido reapareciendo en las páginas de nuestra historia y se le


ha empezado a dar su lugar entre sus grandes protagonistas. Sin embargo, falta todavía mucho
para que los costarricenses le atribuyamos la dimensión que le corresponde y se recuerde y se
interiorice su memoria en la dimensión que merece. En la capital del país, por ejemplo, no hay
una sola plaza o calle con su nombre; no hay una carretera ni un colegio Garabito;ningún
costarricense llama Garabito a uno de sus hijos, mientras que no es cosa extraña encontrarse
con mexicanos que lleven el nombre de Cuahtémoc o peruanos que respondan al de Huáscar.
El emplazamiento del antiguo pueblo de Santa Catalina de Garabito, donde presumiblemente
está sepultado, es desconocido para la inmensa mayoría de los costarricenses y allí ni siquiera
hay una placa que lo recuerde.

Hay otro reconocimiento pendiente y que creemos que ya es hora de que se le otorgue
al rey huetar. En la galería de defnsores de la libertad en la Asamblea Legislativa figuran, sin
duda muy merecidamente, cinco figuras de la Campaña Nacional contra los filibusteros –don
Juan Rafael Mora, los generales José María Cañas y José Joaquín Mora, Juan Santamaría y
Francisca Carrasco-, así como Pablo Presbere, líder de la sublevación indígena de Talamanca
en 1709. Sin embargo, está ausente el rey Garabito, que con anterioridad a todos ellos
defendió la soberanía e independencia de su territorio. Nos parece que sería un acto de justicia
y de rescate de la historia el declararlo también a él como uno de los defensores de la libertad.
122

BIBLIOGRAFÍA

FUENTES PRIMARIAS

Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica:

Archivo Complementario Colonial, documento número 5034.

Archivo de Cartago, documentos números 158, 212 y 555.

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FUENTES IMPRESAS

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ARIAS CASTRO, Tomás Federico, “Reseña histórica del cantón de Garabito”, en Revista
Punta Leona, mayo-junio de 2011, n° 25, p. 9 y setiembre-octubre de de 2011, n° 27, p. 23.

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SOBRE EL AUTOR

JORGE FRANCISCO SÁENZ CARBONELL es licenciado en Derecho y doctor en


Educación. Catedrático de la Universidad de Costa Rica, es profesor de Historia del Derecho
en la Facultad de Derecho de esa universidad y de Historia contemporánea y otras materias en
el Sistema de Estudios de Posgrado. Ha publicado numerosos libros sobre temas históricos,
jurídicos y literarios, así como artículos en revistas especializadas. Es miembro de la
Academia Costarricense de la Lengua y de la Academia Costarricense de Ciencias
Genealógicas, miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y
miembro del Instituto de Derecho Privado de Ekaterinburgo (Rusia). Ha sido profesor
invitado de la Escuela Diplomática de España y de la Universidad Mayor de San Marcos
(Lima).

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