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El Rey Garabito 26 Set-16
El Rey Garabito 26 Set-16
EL REY GARABITO
DEFENSOR DE LA LIBERTAD
EL REY GARABITO
DEFENSOR DE LA LIBERTAD
92
G212 s
ÍNDICE
DEDICATORIA 5
INTRODUCCIÓN 7
BIBLIOGRAFÍA 122
DEDICATORIA
INTRODUCCIÓN
Uno de los problemas más notorios que se encuentran cuando se quiere hacer un
estudio académico de la figura y las actuaciones de Garabito, es lo escaso y escueto de las
fuentes documentales con que se cuenta. Lo poco que sabemos con certeza de Garabito deriva
principalmente de párrafos aislados de unas cuantas cartas e informaciones del siglo XVI y de
comienzos del XVII, todos muy parcos en detalles y escritos por conquistadores españoles,
para quien Garabito era simplemente un rebelde. Infortunadamente, no hubo en Costa Rica ni
cronistas indígenas que nos dejaran su propia visión de hechos y personajes, ni tampoco
españoles que se preocuparan por escribir una historia de la conquista de nuestro territorio,
como sí ocurrió en otros lugares de América.
No fue sino hasta fines del siglo XIX y principios del siglo XX cuando algunos
costarricenses empezaron a interesarse por el pasado de nuestro país, y gracias a ello el
nombre de Garabito empezó a aparecer en las páginas de la historia patria. Lamentablemente,
el creciente interés por las culturas indígenas de Costa Rica llevó asimismo a que a veces se
elaboraran sobre ellas variadas especulaciones sin verdadero fundamento y, también, a que
páginas de ficción escritas con propósitos exclusivamente literarios terminaran siendo
tomadas al pie de la letra y consideradas como historia auténtica y fidedigna. El resultado de
todo ello, por lo que respecta a Garabito, es que su figura se asocia en ocasiones con una serie
de episodios imaginarios y supuestas “leyendas” que tienen muy poco que ver con el
auténtico héroe indígena. Los esfuerzos por arrojar luz sobre lo que realmente se sabe de él y
alejar su figura de esas ficciones han sido pocos y casi que pueden circunscribirse a la obra de
Óscar Bákit Garavito, nuestra raíz perdida, publicada en 1981.
Agradecemos profundamente a don Miguel Ángel Quesada Pacheco por las valiosas
observaciones que nos formuló, a don Tomás Federico Arias Castro por los datos que nos
9
suministró y a doña María de los Ángeles Gutiérrez Bonilla por habernos obsequiado un
ejemplar de la obra de su padre don Juan Ramón Gutiérrez, Garabito, el rey indómito.
Del verdadero Garabito, insistimos, se sabe poco. Muy poco, y en todo caso mucho
menos de lo que se sabe de otros monarcas y héroes indígenas americanos. Pero ello no le
quita grandeza a su figura ni nos impide verlo hoy como un defensor de la independencia de
su pueblo y un héroe inspirador para todos los que creen en la libertad.
1
GALLEGO, Pedro, “Relación de lo que he andado y visto de la provincia de Costa Rica. Año de 1570”, p. 11,
en Documentos históricos, Academia de Geografía e Historia de Costa Rica, 1ª. ed., 1990, pp. 11-18.
2
VÁZQUEZ DE CORONADO, Juan, Cartas de relación sobre la conquista de Costa Rica, San José, Academia
de Geografía e Historia de Costa Rica, 1ª. ed., 1964, p. 14.
11
CAPÍTULO PRELIMINAR
GARABITO, REY
Términos como cacique y cacicazgo son hoy de uso común entre los arqueólogos,
etnólogos e historiadores profesionales que se ocupan del pasado de Costa Rica y de otros
países iberoamericanos. Sin embargo, en el título y el contenido de esta obra nos abstenemos
conscientemente de referirnos a Garabito con el apelativo de cacique, aunque así se le
menciona habitualmente en los documentos españoles de la época de la conquista, con
excepción de alguno en que se le llama reyezuelo. Eso tiene una explicación.
Los españoles designaron con la voz antillana cacique prácticamente a todos los reyes,
caudillos y señores que encontraron en el continente americano. La palabra la escucharon por
primera vez durante el primer viaje de Colón. En el diario de a bordo de ese primer viaje, en
el apunte correspondiente al 17 de diciembre de 1492, se consigna que en la que los españoles
llamaron Isla Española, “Vieron a uno que tuvo el Almirante por gobernador de aquella
provinçia que llamaban caçique…”3 Al día siguiente, sin embargo, el diario empieza a
utilizar la palabra rey para referirse a ese personaje, y explica “allí supo el Almirante que al
rey llamaban en su lengua caçique”4. Cacique era, pues, la palabra que se usaba en lengua
taína para referirse a un rey, y así lo entendió perfectamente Colón.
3
COLÓN, Cristóbal, Los cuatro viajes. Testamento, Madrid, Alianza Editorial , S. A., 1ª. ed., 1986, p. 132.
4
Ibid., p. 136.
5
Diccionario de la Lengua Española, en http://dle.rae.es/
6
Ibid.
7
Diccionario de la Lengua Española, Madrid, Real Academia Española de la Lengua, 19ª. ed., 1970, p. 889.
12
menos que treinta y un reyes a los que habían vencido los israelitas, solo en la margen
occidental del río Jordán 8.
Hay una sola y notable excepción. Cuando en español se hace referencia a los
gobernantes indígenas de América, habitualmente se utiliza la palabra cacique. Se llama
caciques no solo a los gobernantes de las Antillas, sino también a los de Centroamérica y de
Sudamérica. Aún en textos severamente críticos de la conquista, la palabra cacique es de uso
general: se habla del cacique Guaicaipuro en Venezuela, el cacique Urraca en Panamá, el
cacique Caupolicán en Chile, el cacique Diriangén en Nicaragua, el cacique Garabito en Costa
Rica… Obviamente, ninguno de los pueblos donde gobernaban hablaba taíno, y sin embargo,
se les llama caciques. Apenas se salvan los emperadores de los aztecas y de los incas, aunque
no faltan textos que también les den ese apelativo.Con respecto a los de los Estados Unidos y
Canadá habitualmente no se usa el término cacique, pero tampoco el de rey: se les llama
“jefe” o a lo sumo “gran jefe”.
Lo que vale para los reyes, vale para sus dominios. En español, el territorio donde
gobierna un rey es un reino, independientemente de su tamaño, población, riqueza o
importancia. Hablamos, leemos y escribimos sobre los reinos de Israel y Judá, los reinos de
los francos y de los ostrogodos, el reino de Marruecos, el reino de Bután, el reino de Tonga, el
reino de Italia; en la América española, el reino de Guatemala, el reino de Chile, el reino de
Tierra Firme… De nuevo, los indígenas americanos son la excepción. Nunca se habla de los
reinos de los chorotegas, de guaraníes o de los sioux: para ellos se usan palabras como
cacicazgo o tribu.
8
Josué, 12: 7-24. Utilizamos la Biblia de Jerusalén, Madrid, Ediciones Desclée de Brouwer, 2ª. ed., 1971.
13
que los primeros son para sociedades más amplias, basadas en una
identidad de grupo compartida. En la práctica, no obstante, “jefe” y
“tribu” se han empleado en sentido despectivo a las culturas
fronterizas conquistadas por otras sociedades mayores…”9
Durante el reinado del emperador Carlos V, la Corona de Castilla incluso llegó a hacer
legalmente obligatorio el uso de la palabra cacique. Mediante una ley emitida en Valladolid el
26 de febrero de 1538, y recogida después en la Recopilación de las leyes de Indias, se
dispuso:
La ley de 1538 tuvo rápido y generalizado cumplimiento. Por lo que respecta a Costa
Rica, prácticamente en todos los informes, cartas y otros documentos de la época de la
conquista, emanados de los conquistadores, gobernadores y otros funcionarios
gubernamentales, así como en los provenientes de autoridades eclesiásticas y misioneros,
siempre encontramos a los reyes indígenas mencionados como caciques. Desde Gil González
Dávila, que recorrió la costa pacífica costarricense en 1522, hasta Perafán de Ribera, con el
cual se considera tradicionalmente concluida la época de la conquista de Costa Rica, todos
utilizan la palabra cacique para referirse a los monarcas indígenas. Son poquísimos los textos
en los que se les reconoce el título regio, uno de los cuales es el documento mediante el cual
el gobernador Diego de Artieda Chirino otorgó en 1584 la encomienda de Tucurrique a Don
Alonso Correque, posiblemente sin saber que estaba violando flagrantemente la mencionada
ley de 1538:
Pero nos parece que llamar “caciques”, en lugar de reyes, a los gobernantes vitalicios y
hereditarios de los indígenas de América antes de ser sometidos por los conquistadores, es tan
absurdo como hablar, por ejemplo, de los caciques Fernando e Isabel para referirse a los
Reyes Católicos. Lo mismo vale para sus dominios: cualquier persona juzgaría erróneo y
ridículo hablar del cacicazgo de Castilla o la tribu de los aragoneses. Y sin embargo, es
igualmente ilógico llamar cacicazgo a reinos que no eran taínos y donde jamás hubo un
“cacique” antes de la conquista española. Lo mismo vale para el despectivo término
reyezuelo: se juzgaría inadmisible llamar así a los monarcas de reinos de reducida extensión
territorial, como lo fueron en su tiempo Judá, Navarra o Granada o lo son hoy Bélgica o
Baréin;perotodavía en publicaciones recientes se menciona al monarca huetar Garabito como
“reyezuelo”.
Obviamente, el hacer obligatorio el uso del término cacique tenía una connotación
política y psicológica, y la ley de 1538 logró plenamente sus objetivos. Lo paradójico es que
esa ley todavía se cumple: aunque don Ricardo Fernández Guardia utilizó reiteradamente el
término rey al hablar de Garabito, los historiadores de la época contemporánea, con raras
excepciones, siguen utilizando la palabra cacique para referirse a él y a los demás reyes
indígenas de América, aunque no fueran taínos. El Diccionario de la Real Academia Española
continúa igualmente generalizando la voz cacique para todos los gobernantes de los pueblos
indígenas de América y a la vez circunscribiéndola única y exclusivamente a estos, ya que
define el término como “Gobernante o jefe de una comunidad o pueblo de indios” 14. Nunca
se habla de caciques para referirse a los gobernantes de pueblos primigenios de otros
continentes.
Para peores, el término cacique también ha terminado por tener otras connotaciones
negativas. Como registra el Diccionario de la Academia, la palabra también puede querer
decir “Persona que en una colectividad o grupo ejerce un poder abusivo” 15 o “Persona que
en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos políticos” 16, y de estas
acepciones ha derivado el igualmente negativo término caciquismo, definido como
12
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, San José, Tipografía Nacional, 1ª. ed., 1905, pp. 3-4. La
publicación no indica el nombre del recopilador o editor.
13
Las limitadas atribuciones de los caciques se regulan en la Recop. Ind., Libro VI, título VII, leyes I-XVII.
14
Diccionario de la Lengua Española, en http://dle.rae.es/
15
Ibid.
16
Ibid.
15
Garabito fue rey. Un rey que luchó valerosamente por la independencia y la libertad de
su pueblo. Creemos que ya es hora de que los costarricenses nos desprendamos del chip
colonial cuando nos refiramos a él y a otros monarcas indígenas de Costa Rica y de las
Américas. Así lo hacemos en esta obra.
17
Ibid.
16
CAPÍTULO I
LOS PRIMEROS CONTACTOS
De Panamá salió, en ese mismo año de 1519, la primera expedición española que
arribó a la costa pacífica de lo que hoy es Costa Rica. La encabezaba el licenciado Gaspar de
Espinosa, alcalde mayor de Pedrarias Dávila, el sanguinario y despótico anciano al que la
Corona en mala hora había nombrado gobernador de Castilla del Oro, es decir, del territorio
panameño no comprendido en la disputada Veragua explorada por Colón en 1502.
Ponce de León y Castañeda bordearon las costas del golfo de Osa, así llamado por el
nombre de un monarca indígena y que hoy se conoce como Golfo Dulce, y continuaron su
recorrido por mar. Según un relato de fray Bartolomé de las Casas, la expedición
Continuando su recorrido, las naves de los exploradores llegaron a una ensenada que
llamaron golfo de San Vicente, identificado por don León Fernández con la bahía de Caldera
o la ensenada de Tivives20, y posteriormente al golfo llamado hoy de Nicoya, donde tuvieron
18
FERNÁNDEZ, León, Historia de Costa Rica durante la dominación española 1502-1821, San José, Editorial
Costa Rica, 1ª. ed., 1975, p. 25.
19
FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Historia de Costa Rica. El descubrimiento y la conquista, San José,
Imprenta Alsina, 3ª. ed., 1933, p. 46 n. 4.
20
FERNÁNDEZ, León, Colección de documentos para la historia de Costa Rica, San José, Imprenta Nacional;
París, Imprenta de Pablo Dupont, y Barcelona, Imprenta Viuda de Luis Tasso, 1ª. ed., 1881-1907, vol. I, p. 95
nota 5.
17
un enfrentamiento con los indígenas, cuyos pormenores describe así fray Bartolomé de Las
Casas:
Varios testigos corroboraron el dicho del piloto y también agregaron que en el golfo en
cuestión, la expedición de Castañeda había capturado a varios indígenas que años después
sirvieron de intérpretes (“lenguas” se les llamaba entonces) a Gil González Dávila. Uno de los
declarantes, Diego Pérez, incluso manifestó que
“… cuando vino Gil González, que fue a las partes del poniente, este
testigo fue con él é por causa de las dichas lenguas [intérpretes] se
descubrió después toda la tierra, é por la llevar no mataron al dicho
Gil González…”24
Gil González Dávila viajó por mar desde la isla de las Perlas en el golfo de San
Miguel en Panamá el 21 de enero de 1522, y después de visitar varias islas y lugares en la
costa desembarcó en un paraje llamado Cheriquí y de allí siguió por tierra hasta Burica, el
lugar donde había desembarcado el licenciado Espinosa tres años antes. El ya mencionado
Andrés de Cereceda, tesorero de la expedición, elaboró una nómina de los diversos lugares
visitados durante el recorrido, en la que consignó el nombre de los reyes que iban
encontrando, el número de indígenas bautizados y el monto del oro que se obtenía en cada
21
FERNÁNDEZ, 1975, p. 25.
22
PERALTA, Manuel M. de, Costa Rica, Nicaragua y Panamá en el siglo XVI, Madrid, Librería de M. Murillo,
y París, Librería de J. I. Ferrera, 1ª. ed., 1883, p. 29.
23
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VI, p. 51.
24
Ibid., VI, p. 53.
18
sitio. Con respecto a lo recorrido después de Burica y antes de llegar al golfo de San Vicente,
el itinerario de Cereceda dice:
Pero en todo caso, de los datos consignados por Cereceda resulta evidente que en la
vasta región recorrida desde Burica y antes de llegar al golfo de San Vicente, la expedición no
topó con reinos indígenas que mostraran tener alta densidad de población, ni tampoco ser
especialmente ricos en oro. Los bautizados apenas ascendieron a 205 y el oro a unos 6665
pesos. Las cifras no admiten comparación con las que se consignan poco después con respecto
a los reinos indígenas de la península de Nicoya y de Nicaragua: por ejemplo, en los dominios
del rey Nicoya se bautizaron 6063 personas y se obtuvieron 13442 pesos de oro; en los del rey
Niqueragua, los bautizados ascendieron a 9017 y se recogió oro por un valor de 18506 pesos.
Después de los dominios del rey Cob, y antes de llegar al golfo de San Vicente, la
expedición, que había venido recorriendo la región por la costa, hizo un súbito viraje hacia el
interior del territorio, hasta arribar a la comunidad donde reinaba Huetara, cuyo asentamiento,
según Cereceda, estaba ubicado, “20 leguas adelante [de los dominios de Cob], las 12 por
costa y las 8 por tierra adentro.”27¿A qué se debió esa decisión de ir hacia el interior? Las
ocho leguas que había desde la costa hasta los dominios de Huetara, equivalen a unos 44
kilómetros, distancia por demás considerable en una región que era totalmente desconocida
para los españoles y sin vías de comunicación adecuadas.
En su obra Garavito, nuestra raíz perdida, Óscar Bákit opina que lo que se quiso con
ese cambio de rumbo aparentemente desconcertante fue evitar tener que cruzar el río Grande
de Tárcoles en las vecindades de su desembocadura.Días atrás, ya Gil González Dávila había
tenido que enfrentarse con una tremenda crecida del río Grande de Térraba, en la que estuvo a
punto de perecer y que lo dejó en pésimas condiciones físicas. Dice Bákit:
¿Quién era Huetara? En opinión de Bákit, el nombre de este rey era de origen náhuatl
y su pequeña comunidad pudo haber sido el extremo sur del avance “chorotega” o
mesoamericano en territorio costarricense 30. Este autor se fundamenta en la raíz Hue- del
nombre del monarca, que en náhuatl significa viejo y que aparece en numerosos nombres
personales y geográficos de las culturas mesoamericanas. El argumento, por sí solo, nos
parece débil, entre otras cosas porque, enfrentados con lenguas que les eran totalmente
extrañas, los españoles no solían ser especialmente precisos ni cuidadosos a la hora de hacer
una transcripción a su idioma de las palabras indígenas. Ni siquiera podemos estar seguros de
que cuando Cereceda se refiere al cacique tal o cual, esté consignando el nombre personal del
monarca de que se trate. Puede que la palabra mencionada en su itinerario como nombre de un
rey indígenase refiera a la denominación de su territorio, su idioma o cualquier otra cosa. La
expedición viajaba con relativa prisa y no tenía mayor interés en cuestiones etnológicas o
lingüísticas.
¿A qué se refería Cereceda al decir que el rey Chorotega “es caribe y de aquí en
adelante lo son”? Por supuesto, el vocablo no se dirigía a identificar a los indígenas de la
región con las costas del mar Caribe, al que ni siquiera se daba todavía ese nombre. Según
29
MOLINA MONTES DE OCA, Carlos, Garcimuñoz, la ciudad que nunca murió, San José, EUNED, 1ª. ed.,
1993, p. 85.
30
BÁKIT, 1981, p. 18.
31
PERALTA, 1883, p. 29.
21
“Sin ser más que un curioso capitán, Gil González pudo darse
cuenta en este último lugar [los dominios de Chorotega a orillas del
golfo de San Vicente], que las tierras a que había llegado
correspondían a las primeras de origen norteño de que tenía
conocimiento por contacto directo. Él mismo confiesa que “ya
aviamos començado a topar mayores caciques” y en otra parte
agrega que toda esta gente, en su opinión, es la misma de Yucatán. Su
tesorero Cereceda escribirá diciendo que esta tierra “es caribe, y de
aquí en adelante los son”. Quiere con ello dar a entender que estos
naturales practican el canibalismo, dato este que no es estrictamente
correcto, puesto que lo que se practicaba aquí es la antropofagia
ceremonial o ritual, mas noel verdadero canibalismo.”33
Como es sabido, en las culturas mesoamericanas, desde México hasta Costa Rica, se
practicaba la antropofagia ritual, costumbre que horrorizó por demás a los españoles. Si los
integrantes de la expedición de Gil González Dávila advirtieron que los súbditos del rey
Chorotega comían carne humana y que lo mismo hacían los habitantes de los reinos situados
más al norte, tanto en la península de Nicoya como en el suroeste de la actual Nicaragua, era
perfectamente lógico que Cereceda apuntase que Chorotega era caníbal y que las
comunidades que había más adelante hacia el norte también lo eran. Por el contrario, el texto
del tesorero no contiene ninguna referencia semejante al hablar de Huetara y sus gentes, lo
que hace suponer que no advirtieron en ellos prácticas antropófagas. Así las cosas, podemos
suponer que, en vez de ser el extremo sur del avance mesoamericano en Costa Rica, la
comunidad de Huetara pertenecía a una cultura distinta, como lo eran las de la llamada Área
Intermedia de Costa Rica, que si bien efectuaban sacrificios humanos, no practicaban el
canibalismo.
Molina Montes de Oca, al contrario de Bákit, considera que el rey Huetara era
simplemente huetar e incluso caracteriza a su comunidad como “los güetares del sur” 34.
Como ya indicamos, y tomando como base la distancia desde la costa, Molina Montes de Oca
ubica a esa comunidad en la actual Tabarcia, la Pacaca antigua y original.
Contra el criterio de Molina Montes de Oca cabría objetar que el reino de Huetara
eranotoriamente pobre,en términos demográficos y de riqueza, ya que allí los españoles solo
bautizaron a 28 personas y su botín se limitó a 433 pesos y 4 tomines de oro. Pacaca, por el
contrario, desde que los españoles se apoderaron del Valle Central, fue consideradauna
comunidad indígena muy numerosa, en la que en 1569, según la distribución de encomiendas
32
MORENO DE ALBA, José G., “Minucias del lenguaje”, en
https://www.fondodeculturaeconomica.com/obras/suma/r3/buscar.asp?word2=can%EDbalConsultado el 16 de
agosto de 2016.
33
MELÉNDEZ, Carlos, Hernández de Córdoba, capitán de conquista de Nicaragua, Managua, Fondo de
Promoción Cultural-BANIC, 2ª. ed., 1993, p. 39.
34
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, pp. 84-86.
22
hecha por Perafán de Ribera, se calculaba que habría unos mil cuatrocientos indígenas
35
.Ahora bien, dado que González Dávila no avanzó más hacia el interior del territorio, cabe
perfectamente suponer que la comunidad de Huetara fuera simplemente una pequeña aldea, la
primera desde la costa entre las muchas que pudo haber habido en el territorio de Pacaca,
inequívocamente huetar.
Cinco leguas adelante del reino de Chorotega, y siempre sobre el litoral, la expedición
de Gil González Dávila encontró al rey Gurutina, que era evidentemente un monarca
importante, ya que en sus dominios se bautizaron 713 personas y el oro recogido montó a
6053 pesos y 6 tomines de oro36.
Óscar Bákit, en su obra ya mencionada, supuso que Gurutina era un monarca huetar 37,
ya que sus dominios estaban inmediatos a los del rey Chorotega y sobre este Cereceda había
dicho que “es caribe y de aquí en adelante lo son”. Bákit pensó que con la palabra “caribe”
se había querido hacer referencia al lugar de proveniencia original de los pueblos
mencionados, ya que incluso se preguntó “¿qué hacía un caribe en el mar Pacífico?” 38 Como
ya indicamos, el uso de esta palabra por Cereceda se explica más que suficientemente como
un sinónimo de caníbal, sin que tenga que ver nada con la cultura o el origen de los pueblos
visitados. Por consiguiente, parece mejor fundada la opinión de que el reino de Gurutina
perteneciera al área cultural mesoamericana, como lo indicaron los primeros historiadores
costarricenses39.
La fundación de Bruselas, población que tuvo una corta y accidentada vida, conllevó
consecuencias nefastas para los indígenas de la región, ya que Hernández de Córdoba
implantó allí la encomienda de servicios personales, que obligaba a la población autóctona a
trabajar para los invasores. Entre los beneficiarios de esta adjudicación de encomiendas
estuvo un soldado llamado Juan Esteban, que había participado en la expedición de Gil
González Dávila en 1522 y a quien se le encomendaron, según se dice en un documento de
1548,
35
PERALTA, 1883, p. 425.
36
Ibid., p. 29.
37
BÁKIT, 1981, pp. 69-70.
38
Ibid., p. 20.
39
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 11; PERALTA, Manuel M. de, y ALFARO, Anastasio, Etnología
centroamericana, Madrid, Hijos de D. Manuel Ginés Hernández, 1ª. ed., 1893, p. XXIII.
40
PERALTA, 1883, p. 18.
23
La referencia a los Bueteres llamó poderosamente la atención del historiador don León
Fernández, quien escribió en 1881:
No se conoce el sitio exacto donde estuvo emplazada la villa de Bruselas, cuestión que
ha sido largamente debatida por los historiadores. Pedrarias Dávila, en una carta de 1525 al
emperador Don Carlos V, escribió:
El párrafo transcrito indica que Bruselas estaba en el asiento de Urutina, lugar que
podría ser identificado con los dominios del rey Gurutina, visitados por González Dávila en
1522, y que según el itinerario de Cereceda se hallaban a cinco leguas de los del rey
Chorotega, ubicados en el litoral del golfo de San Vicente. Como vimos, Gurutina era un
monarca poderoso, con un considerable número de súbditos y que dio a los españoles una
apreciable cantidad de oro. Tenía lógica, por consiguiente, fundar allí una población.
41
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, pp. 92-93.
42
Ibid., I, p. 93 n. (f)
43
Ibid., I, p. 93 n. (g)
44
FERNÁNDEZ, 1975, p. 266 n. 50.
24
Los primeros autores que en el siglo XIX se ocuparon del tema del sitio donde estuvo
Bruselas, el guatemalteco Juan Gavarrete y el británico Hubert Howe Bancroft, la ubicaron en
lugares distintos: el primero al fondo del golfo de Nicoya, y el segundo en la región llamada
la Chorotega, después conocida como valle de Landecho 46.
Don León Fernández opinó que la villa de Bruselas había estado en la península de
Nicoya, frente a la isla de Chira, y así lo hizo constar en el primer tomo de su Colección de
documentos para la historia de Costa Rica, publicado en 188147. Esto no coincidía con lo
indicado por Pedrarias de que la villa se había poblado “en el asiento de Urutina”, pero don
León consideró que este último nombre había que tomarlo en un sentido amplio, ya que
también se utilizó para llamar al golfo de Nicoya, conocido indistintamente en esa época,
según Fernández de Oviedo, con los nombres de golfo de Sanlúcar, de Nicaragua, de Orotiña
o de los Güetares 48.
En su obra Costa Rica, Nicaragua y Panamá, impresa en 1883, don Manuel María de
Peralta, basándose en la referencia de Pedrarias al asiento de Urutina, al acta notarial de
Valderrama y a otro documento en que el capitán Francisco Serrano dice que entre Chira y
Bruselas había cuatro leguas 49, ubicó la villa en las cercanías del actual puerto de Puntarenas
Monseñor Bernardo Augusto Thiel, obispo de Costa Rica, ubicó la villa en la cuenca
del río Abangares, en un paraje de los barrios de San Buenaventura y Colorado de la
población de Cañas 51. Don Cleto González Víquez consideró infundadaesta hipótesis, puesto
que era claro que esa región correspondía a los dominios del “cacique” Avancari 52. En efecto,
el itinerario de Cereceda da cuenta de que la expedición de Gil González Dávila, en su
jornada de regreso desde Nicaragua, tuvo que recorrer una distancia considerable por los
dominios del rey Avancari y de otro monarca, Cotosi, hasta llegar de nuevo al reino de
Gurutina:
“Alderredor del golfo de Sant Lúcar se anduvieron 12 leguas por el asiento de los
caciques Avancari y Cotosi, hasta llegar á la provincia de Gurutina.” 53
45
PERALTA, 1883, p. 702.
46
Ibid., p. 720.
47
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, p. 136 nota (j).
48
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo, Costa Rica vista por Fernández de Oviedo, San José, Ministerio de
Cultura, Juventud y Deportes, 1ª. ed., 1978, p. 18.
49
PERALTA, 1883, p. 720.
50
Ibid., p. 721.
51
GONZÁLEZ VÍQUEZ, Cleto, “Apuntes de geografía histórica de Costa Rica”, pp. 52-53, en La Escuela
Costarricense, n° 35, noviembre de 1935, p. 49.
52
Ibid., p. 54.
53
PERALTA, 1883, p. 30.
25
La hipótesis de monseñor Thiel fue resucitada en la segunda mitad del siglo XX por
don Carlos Meléndez. Para este historiador, la villa se ubicaba a orillas del río Abangares y su
ubicación correspondería al del actual caserío de Abangaritos 56. Meléndez basó su hipótesis
principalmente en el mapa de la región del golfo de Nicoya trazado por Gonzalo Fernández de
Oviedo, que ubicó a Orotina muy al este al fondo del golfo, frente a la isla de Chira 57. Ahora
bien, el escribano Valderramaconsignó en 1526 que entre Bruselas y Chira había siete leguas,
distancia que el mismo Meléndez reconoce como desmesurada y que en su opinión, fue
indudablemente el resultado de la descuidada anotación de una cifra 58. No nos parece
verosímil que en Chira el escribano Valderrama haya consignado por descuido la frase “dizen
que ay siete leguas mas adelante hácia el poniente de Bruselas”, cuando lo más sencillo y
lógico hubiera sido decir que la isla se hallaba frente a la villa. En adición a lo anterior, a
pesar de que en su mapa Fernández de Oviedo ubica a Orotina frente a Chira, el mismo
cronista dice que “frente de la isla Cachoa está la gente é provincia de Orotiña…” 59, y en el
mapa aludido la isla Cachoa (actual isla Venado) queda frente a Chomes. Pueden pensarse
muchas cosas, pero es obvio que el mapa no está exento de errores.
54
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 60.
55
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, pp. 53-54.
56
MELÉNDEZ, 1993, pp. 97-98.
57
El mapa se reproduce en FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 1978, p. 13.
58
MELÉNDEZ, 1993, p. 98.
59
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 1978, p. 22.
60
Ibid.
26
Como ya vimos, Pedrarias Dávila, al hablar de la villa de Bruselas, dijo en 1525 que
Con base en este párrafo, don Cleto González Víquez, que como Peralta ubicaba a la
villa de Bruselas al norte de la actual ciudad de Puntarenas, consideró que la sierra minera a
que se hace referencia en él sería la cordillera de Tilarán y que las minas en cuestión serían las
del paraje conocido como las Ciruelitas 62. Sin embargo, nos parece que Pedrarias estaba
tratando de decir que la villa estaba entre los llanos y la sierra minera, es decir, que esta se
hallaba al este de la población. El mapa trazado por Oviedo, único testimonio cartográfico que
nos queda de esa época, no incluye montaña alguna hacia el norte, en la dirección de la
cordillera de Tilarán, pero sí contiene el dibujo de unas montañas al noroeste del puerto de la
Herradura, y sobre ellas trazó inequívocamente la palabra “güetares”; este mismo autor, como
ya dijimos, dice que los huetares “viven encima de las sierras del puerto de la Herradura”.
Nos parece, por consiguiente, que “la sierra donde están las minas” de la que hablaba
Pedrarias, se hallaba al este y no al noroeste de de Bruselas, y por consiguiente no puede ser
identificada con la cordillera de Tilarán, sino con las elevaciones orográficas que se elevan
desde la costa hacia el cantón de Turrubares y el interior. Esto coincide con la ubicación que
el texto de Fernández de Oviedo atribuye claramente a las sierras de los huetares, al noreste y
no al noroeste de la región de Gurutina u Orotina, donde estuvo Bruselas:
Uno de los personajes que tuvo mayor vinculación con la breve vida de Bruselas, y no
ciertamente para bien, fue un individuo llamado Andrés de Garabito, a quien Hernández de
Córdoba nombró como su teniente en la villa. Con respecto a su apellido cabe suponer que es
de origen ocupacional, ya que un garabito, según el Diccionario de la Academia Española, es
un “Asiento en alto y casilla de madera que usan las vendedoras de frutas y otras cosas en la
plaza.”65
Don Cleto González Víquez escribió con respecto a Andrés de Garabito que“Pocas
noticias tenemos de dicho capitán y las pocas que nos han llegado no son muy honrosas para
su memoria”66. En efecto, la información que ha sobrevivido de este personaje nos lo pinta
como un individuo rastrero, desleal, cobarde y nada digno de admirar o imitar.
quiera que fuera, Hernández de Córdoba arrestó al capitán sublevado para someterlo a juicio
en Nicaragua y los vecinos de Bruselas fueron obligados a abandonarla población. La
reacción de Pedrarias no se hizo esperar, ya que en cuanto se enteró de lo que sucedía, marchó
a Nicaragua, hizo decapitar a Hernández de Córdoba y puso en libertad a Garabito. También
ordenó repoblar la villa de Bruselas67.
En 1527, cuando ya Pedrarias había regresado a Panamá, donde tuvo que entregar el
gobierno de Castilla del Oro a Pedro de los Ríos, se presentaron nuevos problemas en
Nicaragua. El gobernador de Honduras Diego López de Salcedo, llegó a León y se hizo
proclamar gobernador de Nicaragua. Ríos se trasladó de Panamá a Nicaragua, para tratar de
detener a López de Salcedo, pero aunque logró que los vecinos de Bruselas reconocieran su
autoridad, su rival ya tenía a Nicaragua bajo su control efectivo y tuvo que emprender el
regreso a su gobernación. Sin duda temiendo que Bruselas sirviera como avanzada en otra
eventual expedición de Ríos, Diego López de Salcedo decidió despoblar definitivamente la
villa y dispuso que el capitán Garabito ejecutara la orden. Desde Nicoya, Garabito envió
cartas a los vecinos de Bruselas, para instarlos a que abandonaran la villa, como en efecto lo
hizo la mayoría. Cuando Garabito finalmente llegó a Bruselas, quedaba allí muy poca gente, y
el capitán se retiró enseguida, ante la inminente perspectiva de un nutrido ataque indígena 68.
Fernández Guardia supone que los indígenas que amenazaban Bruselas eran los huetares 69.
Garabito, según relata Fernández de Oviedo, murió tiempo después en León de Nicaragua, en
un juego de cañas, para el cual tanto ese capitán como otros soldados se disfrazaron de moros;
en el juego, Garabito se dirigió a unas españolas, instándolas a tornarse moras y alabando a
Mahoma y su religión, después de lo cual
Entre los indígenas, los únicos que consiguieron beneficiarse del despoblamiento de
Bruselas fueron los huetares, que aprovecharon las circunstancias para sublevarse contra la
autoridad española. Según consignó en 1529 el licenciado Francisco de Castañeda,
presente sojuzgar, e los yndios del llano son pocos para repartir en
gente que pueble allí…”72
“Los Güetares son mucha gente, é viven ençima de las sierras del
puerto de La Herradura, é se extienden por la costa deste golpho al
Poniente de la banda del Norte hasta el confín de los Chorotegas.”73
5.- Andrés de Garabito y el nombre del rey huetar: ¿una desafortunada coincidencia?
Como puede deducirse de todo lo anterior, los huetares que tuvieron contacto con los
pobladores de Bruselas tenían más que suficientes motivos para detestar a los españoles y
desconfiar de ellos. Por lo que se refiere al capitán Andrés de Garabito, nada hubo en sus
actuaciones con respecto a Bruselas que fuera digno de admirar y menos aún algo que
suscitara respeto, estimación o siquiera asombro en los indígenas sometidos.
Sin embargo, muchos historiadores han consignado la versión de que el rey huetar
Garabito, que resistió encarnizadamente a los españoles durante las expediciones de Juan de
Cavallón y Juan Vázquez de Coronado en el decenio de 1560, había tomado tal nombre del
capitán Andrés de Garabito.
Esta conseja (entendida como narración de un suceso fantástico que se cuenta como si
hubiera sucedido en tiempos lejanos) parece haber tenido origen o por lo menos divulgación
en una carta que el licenciado fray Juan de Estrada Rávago, antiguo socio de Cavallón, dirigió
el 6 de mayo de 1572 a fray Diego de Guillén, comisario de la provincia de Cartago y Costa
Rica. Tras referirse en esa misiva a la interrupción de la acción conquistadora de Hernán
Sánchez de Badajoz (al que llama Francisco Sánchez de Badajoz) por la intervención del
gobernador de Nicaragua Rodrigo de Contreras, el padre Estrada Rávago escribió:
La carta de Estrada Rávago, que en otras partes está igualmente plagada de errores,
brilla en este párrafo por el volumen de sus inexactitudes. Para empezar, el capitán Garabito
actuó en Bruselas no después, sino mucho antes de la expedición de Hernán Sánchez de
Badajoza la cuenca del río Sixaola en Costa Rica, efectuada entre 1540 y 1541. En segundo
lugar, Garabito nunca fue “proveído” como gobernador de Costa Rica ni nada por el estilo,
como parece haber creído fray Juan, y de hecho en Bruselas nunca pasó de ser un teniente de
Hernández de Córdoba primero y de López de Salcedo después. Por último, es igualmente
erróneo afirmar que a la muerte de Garabito su gente abandonó Costa Rica para irse al Perú,
“por ser entonces su conquista”. Como ya indicamos, el capitán español no murió en
Bruselas ni en Costa Rica, sino que falleció repentinamente en León de Nicaragua, durante un
juego de cañas, y dado que entonces era un simple vecino de esa ciudad, tampocotenía a sus
órdenes gente ninguna que después de su fallecimiento decidiera irse al Perú, país cuya
conquista iniciaron los españoles en 1532.
Si en tan escasas líneas el padre Estrada Rávago fue capaz de consignar tantos
disparates con respecto a Andrés de Garabito, ¿por qué habríamos de creer que acertó al
afirmar que el nombre del rey de los huetares se originó en el de semejante personaje?
La combinación del texto de Estrada Rávago con el de López de Velasco incluso llevó
a don Ricardo Fernández Guardia a suponer, en su obra Historia de Costa Rica. El
descubrimiento y la conquista, publicada por primera vez en 1905, que Andrés de Garabito
había hecho desde Bruselas una incursión a territorio huetar:
“Sin que sea posible precisar la fecha, pero en el curso del año 1524,
el capitán Andrés de Garabito, teniente de gobernador de la villa de
Bruselas, hizo una correría en el territorio de Costa Rica ocupado
por los huetares de Occidente…”77
hipótetica entrada de Garabito a tierras huetares y don Ricardo simplemente supuso que se
había producido en algún momento. Sin embargo, en su Cartilla Histórica de Costa Rica,
publicada en 1909, Fernández Guardia repitió e incluso amplió esas afirmaciones:
Pero aún en el caso de que hubiera sido el capitán Garabito el que hubiera llevado a
efecto el sometimiento de los huetares a la autoridad española implantada en Bruselas, queda
sin respuesta la interrogante de por qué un rey de esa nación indígena iba a adoptar y, peor
aún, a conservar durante decenios, el nombre de uno de los victimarios de su pueblo. Lo
irrazonable de la conseja reproducida por Estrada Rávago con respecto al origen del nombre
del monarca huetar no dejó de llamar la atención del destacado escritor y lingüista don Carlos
Gagini, quien al respecto expresó:
Las dudas de Gagini obedecen a una lógica contundente. Si hubiera sido del
conocimiento general que el monarca indígena había dejado su nombre propio para tomar el
de un español, posiblementeJuan Vázquez de Coronado y otros conquistadores que
mencionaron a Garabito en sus cartas hubieran comentado el hecho y además consignado el
nombre original del rey huetar; sin embargo, no hay una sola referencia en los documentos de
la época de la Conquista al “verdadero” nombre del rey Garabito. Y como dice el mismo
Gagini, es todavía menos razonable que todos los otros indígenas que tenían relaciones de
algún tipo con el monarca indígena, estuvieran perfectamente enterados de su supuesto
cambio de nombre.
Gagini llegó a la conclusión de que Garabito era, sencillamente, una voz autóctona, y
como a su juicio la cultura huetar tenía raíces mesoamericanas, incluso planteó la posibilidad
79
FERNÁNDEZ GUARDIA, Cartilla histórica de Costa Rica, San José, Antonio Lehmann Librería, Imprenta y
Litografía, 1ª. ed., 1970, p. 29.
80
GAGINI, Carlos, Los aborígenes de Costa Rica, San José, Imprenta Trejos Hermanos, 1ª. ed., 1917, pp. 63-64.
32
de que el nombre Garabito derivara de una palabra tarahumara que significa “el mejor” 81.
Hoy sabemos que esta etimología es errónea, ya que ni la lengua ni la cultura de los huetares
tenían nada que ver con los tarahumaras ni con Mesoamérica, pero esto no afecta el peso de
los argumentos de Gagini en cuanto a lo ilógico de que el rey huetar hubiera tomado el
nombre del capitán español Garabito y de que todos los demás indígenas estuvieran al tanto
de su cambio de denominación.
Óscar Bákit, en su obra sobre el rey Garabito, llegó a las mismas conclusiones que
Gagini y Castro y Tosi en el sentido de que el nombre del monarca huetar era autóctono y no
tenía absolutamente nada que ver con el del capitán Andrés de Garabito, personaje al que
posiblemente el monarca indígena nunca conoció y que tampoco hizo nada digno de que un
adversario constante de los españoles tomara su nombre.
Bákit planteó la hipótesis de que que la voz Garabito pudiera haber sido una
españolización de la palabra Guarabito, dado que el prefijo guar- aparece en varios nombres
personales o geográficos de indiscutido origen huetar. A modo de ejemplo Bákit mencionó,
entre otros, el nombre de el Guarco, que llevaba uno de los reyes huetares del interior del país
y que se conserva en la denominación de la parte oriental del Valle Central, conocida hasta
nuestros días como valle del Guarco83.Por nuestra parte, agregamos a este nombre otros tres
de los monarcas indígenas y lugares mencionados en la concesión de encomiendas efectuada
por el gobernador Perafán de Ribera en 1569: Guaçara, “cacique” de Pariagua; Guaraçi,
“cacique” de Curbubite, y Guacara, “pueblo cerca de la sierra”84.
Consultamos sobre este tema con el doctor don Miguel Ángel Quesada Pacheco, el
especialista que ha dedicado más atención al estudio de la cultura huetar y de su extinta
lengua huetar y que en 1996 publicó la obra Los huetares: historia, lengua, etnografía y
tradición oral85. El doctor Quesada Pacheco nos manifestó que en contra de la posibilidad
planteada por Bákit estaba el hecho de que los españoles, si bien muchas veces podían alterar
la forma original de los nombres indígenas, difícilmente hubieran convertido la sílaba gua- en
ga-, ya que ambas existían en su propio idioma:ningún hispanohablante convierte guasa en
gasa 86. En efecto, nunca se ha documentado, por ejemplo, que los españoles escribieran
alguna vez Garco en lugar de Guarco.
81
Ibid., p. 63.
82
CASTRO Y TOSI, Norberto de, “Los caciques de Costa Rica bajo la monarquía española”, p. 30, en Colección
Norberto de Castro, vol. IV, noviembre de 1981, pp. 7-40.
83
BÁKIT, 1981, pp. 66-67.
84
PERALTA, 1883, p. 424.
85
QUESADA PACHECO, 1996.
86
Miguel Ángel Quesada Pacheco, comunicación personal, 29 de agosto de 2016.
33
En la capitulación suscrita en 1573 por Diego de Artieda Chirino con la Corona, según
la versión publicada en 1883 por don Manuel María de Peralta en su obra Costa Rica,
Nicaragua y Panamá en el siglo XVI, se habla de que ese conquistador debía poblar en Costa
Rica tres ciudades,
Dadas las referencias al valle del Guarco y a la provincia de Garabito, es obvio que el
redactor de este párrafo, quien quiera que haya sido, conocía bien la toponimia de la Costa
Rica de esa época, o había recibido información fidedigna de alguna fuente confiable.
Don Manuel María de Peralta estaba obviamente familiarizado con el nombre del rey
indígena y por consiguiente, al trascribir la capitulación de Diego de Artieda, consignó la
formaGaravito, utilizada en las cartas de Juan Vázquez de Coronado y otros documentos que
mencionan al rey huetar o a hacen referencia a la región que gobernó.
Sin embargo, nos llamó profundamente la atención encontrar una versión diferente en
la obra Las capitulaciones de Indias en el siglo XVI, de la historiadora española Milagros del
Vas Mingo, publicada en 1986, y que reproduce el texto de la mayoría de las capitulaciones
suscritas por los conquistadores de América con la Corona. Al transcribir este mismo párrafo
de la capitulación de Artieda, la versión de la profesora del Vas Mingo decía“la provincia de
Guaravito”88. Esto hacía necesario revisar el originalpara ver cuál de las dos versiones era la
correcta.
87
PERALTA, 1883, p. 501. El texto también figura en FERNÁNDEZ, 1881-1907, vol. V, p. 57
88
V. DEL VAS MINGO, Milagros, Las capitulaciones de Indias en el siglo XVI, Madrid, Instituto de
Cooperación Iberoamericana, 1ª. ed., 1986, p. 447.
89
Archivo General de Indias,INDIFERENTE,415,L.1,F.263R-270R. Su texto figura en
http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/ImageServlet?
accion=41&txt_id_imagen=1&txt_rotar=0&txt_contraste=0&txt_zoom=10&appOrigen=&cabecera=N
34
Este texto nos parece muy importante, ya que con él tenemos por lo menos un
documento de la época en que se consigne la formaGuarabito sugerida por Bákit y una
indicación de que el nombre del héroe indígena admitía otras versiones y no solamente la que
se asemejaba al apellido del capitán Andrés de Garabito. No creemos que se haya tratado de
un mero error del escribiente del Consejo de Indias, ya que otros topónimos del documento,
tales como Guarco y Nicoya, están consignados correctamente, y todo el texto parece haber
sido escrito con sumo esmero (dicho sea de paso, como puede verse, el documento no dice “a
la banda del mar del sur”, como transcribió don Manuel María de Peralta, sino “a la venida
del mar del sur”).
A Bákit también le llamó la atención que desde las primeras menciones documentales
del nombre Guarco, siempre aparece precedido del artículo determinado el: nunca se habla del
cacique Guarco o del Valle de Guarco, sino invariablemente de “el Guarco” y “el Valle del
Guarco”. Esto llevó a Bákit a sugerir la posibilidad de que términos como Guarco o Guarabito
puedieran haber sido, más que nombres personales, denominaciones del cargo que
desempeñaban. Contra esta hipótesis, sin embargo, cabe indicar que mientras que los
documentos españoles siempre hablan de “el Guarco”, jamás se refieren a Garabito o al valle
de Garabito con el artículo.
Ferrero Acosta no indica la fuente de donde tomó ese posible significado del nombre
Garabito, y dado que no se encuentra, que sepamos, en ningún documento, cabría suponer que
fue mera especulación suya.
Según nos indicó el doctor Quesada Pacheco, en los idiomas emparentados con la
lengua huetar que aún sobreviven, como el maleku, y en las escasas palabras que se conocen
del propio huetar, existen muy pocas que empiecen con la letra g, a menos que vaya seguida
de un diptongo91 (como en Guarco, Güetar, Güicasí, etc.). ¿Podría esto llevar a pensar que
Garabito no era, a fin de cuentas, un nombre huetar? En la enumeración de encomiendas de
1569, hay solamente un pueblo, el penúltimo de la lista, cuyo nombre empieza con G sin que
vaya seguida de diptongo: Gotane, encomendado a Bernardino de Saravia 92. El problema es
que el documento no da ninguna otra información sobre ese pueblo y no hay forma de saber si
se trataba o no de una localidad de lengua huetar.
90
FERRERO ACOSTA, Luis, Entre el pasado y el futuro, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1988, p. 73.
91
Miguel Ángel Quesada Pacheco, comunicación personal, 29 de agosto de 2016.
92
PERALTA, 1883, p. 433.
93
QUESADA PACHECO, Miguel Ángel, Los huetares: historia, lengua, etnografía y tradición oral, Cartago,
Editorial Tecnológica de Costa Rica, 1ª. ed., 1996.
35
Al contrario de lo que ocurre con las palabras con g inicial sin estar seguidas de
diptongo, sí hay registro de numerosos nombres de personas y lugares en huetar que
comenzaban con la sílaba Ca- : Cabizcara, Cachiste, Cachistoc, Calicuy, Cambum, Capeta,
Capetare, Caracabi, Caraquibi, Carecoc, Cariboru, Caricabi, Caricura, Cariogres, Caruca, etc.
También hay bastantes nombres de plantas y animales que tienen esa sílaba ca- inicial:
cabucó, cachí, canjorro, capasurí, caqué, caracá, caragra, carbuta, caregre, carrás, cas, cascuá,
etc.94 Esto nos lleva a considerar la posibilidad de que la forma original del nombre del rey
indígena hubiera sido Carabito, en vez de Garabito, y que los españoles, al oírlo por primera
vez, lo hayan escrito como con la G inicial, quizá por asociación inconsciente con el apellido
español Garabito o con la palabra que designaba a una casetilla de mercado. Consultamos con
el doctor Quesada Pacheco sobre la verosimilitud de esta idea desde el punto de vista
lingüístico y nos respondió que era admisible:
“… bien pudo ser *Carabito y que pasara a Garabito por influjo del
apellido español; el problema es que no está documentado.” 95
Efectivamente, mientras que por lo menos está documentada una vez la forma
Guaravito -en la capitulación de Diego de Artieda-, no se conoce un solo texto que consigne
la forma *Carabito en lugar de Garabito y por ello es una mera hipótesis.
Ahora bien, si el nombre del rey indígena era Guarabito, según la forma registrada en
la capitulación de Artieda, o *Carabito, como hemos sugerido, subsiste la pregunta de por qué
los españoles habitualmente escribieron Garabito.
El documento más antiguo conservado en que aparece el nombre del monarca huetar
es una carta de Juan Vázquez de Coronado al rey Don Felipe II, escrita en Garcimuñoz en
diciembre de 1562, cuando aquel solamente llevaba unas semanas en Costa Rica. Muy
posiblemente fueron los españoles que encontró en Garcimuñoz quienes lo pusieron al tanto
de la existencia del rey indígena y de los problemas que suscitaba. Recordemos que a su
llegada, quien estaba al frente del gobierno de la provincia era el padre Estrada Rávago,
precsiamente el que años después, con su carta de 1572, divulgaría la versión de que el
monarca huetar había tomado su nombre del capitán Andrés de Garabito. Resulta verosímil
que el clérigo, en noviembre de 1562, le haya hablado a Vázquez de Coronado de “Garabito”
y el nuevo alcalde mayor simplemente haya dado por bueno que ese era el nombre del rey, lo
consignara así en su carta de diciembre a Don Felipe II y siguiera utilizando esa versión,
aunque después oyera en boca de indígenas hablantes de huetar pronunciaciones distintas,
como podían haber sido Guarabito o *Carabito.Se conociera ya o no la versión de que el
nombre del rey derivaba del conquistador del decenio de 1520, lo cierto es que Garabito era
una palabra perfectamente familiar para oídos españoles, ya fuera como apellido o con el
significado de casetilla de mercado. Una vez registrada mentalmente la forma Garabito, era
fácil dejar de lado otras posibilidades, como posiblemente le ocurrió a don Manuel María de
Peralta en 1883 al transcribir la capitulación de Diego de Artieda y leer Garabito en vez de
Guarabito. Peor aún: si el padre Estrada Rávago le había contado "su" versión sobre Andrés
de Garabito, Vázquez de Coronado hasta pudo haber pensado que eran los huetares, al decir
Guarabito o *Carabito, los que no pronunciaban bien la palabra española...
El sentido común parece indicar que el rey huetar tenía un nombre indígena y no
español, independientemente de que fuera Garabito (aunque en huetar sea muy poco
frecuente el uso de Ga- como sílaba inicial), Guarabito, como dice la capitulación de Artieda,
94
Ibid., pp. 158-159, 176-177 y 186-187.
95
Miguel Ángel Quesada Pacheco, comunicación personal, 30 de agosto de 2016.
36
o *Carabito, como hemos sugerido aquí. Fuera de la afirmación de Estrada Rávago, en una
carta que está llena de errores y disparates, no hay realmente nada que sustente la afirmación
de que su nombre derivara del de Andrés de Garabito, y a ella se opone la lógica más
elemental:¿por qué iba el rey indígena a adoptar y sobre todo a mantener durante cincuenta
años el nombre de uno de los aborrecidos invasores, y de una manera tan pública y notoria
que hasta el rey Aczarrí y la reina de los votos lo conocían por esa denominación? Es como si
don Juan Rafael Mora hubiera llevado complacidamente el apodo de “Walker” durante la
Guerra contra los filibusteros y tanto los costarricenses como los demás centroamericanos lo
hubieran llamado así y hubieran dejado totalmente de lado su nombre original.
A todos estos argumentos cabe añadir que, según expondremos al hablar de la familia
del rey huetar, hay un documento de 1566 que nos indica que a la llegada de Cavallón a Costa
Rica a comienzos de 1561 no estaba reinando todavía Garabito, sino su abuelo (u otro
pariente), lo cual hace muy difícil que alrededor de 1525 o 1526 estuviera en edad de tratar
con el capitán español y adoptar su nombre. Posiblemente apenas estaba naciendo, y tampoco
tiene lógica pensar que sus familiares iban a querer para el niño el humillante nombre de uno
de los esclavistas intrusos asentados en Bruselas, o que él lo haya conservado ya de adulto
contra viento y marea, a la vez que combatía a los españoles.
En conclusión, la similitud del apellido de Andrés de Garabito con el nombre del rey
huetar puede haber sido, y creemos que fue, una desdichada coincidencia.
Resumimos las diversas hipótesis en cuanto al nombre del rey huetar en el cuadro
siguiente:
37
CAPÍTULO II
LOS REINOS DE LOS HUETARES Y LA FAMILIA DE GARABITO
A principios del siglo XVI, a la llegada de los europeos, Costa Rica no existía como
unidad, sino que estaba habitada por diversos pueblos independientes entre sí y cuyas
respectivas culturas tenían grados muy diferentes de complejidad y desarrollo. Sin embargo,
es posible identificar de modo general dos grandes áreas culturales. Los grupos que habitaban
en la península de Nicoya, la región aledaña al golfo de ese nombre, parte de la región del
Pacífico Central, la desembocadura del San Juan y una pequeña zona en la cuenca del Sixaola
96
pertenecían al área cultural de Mesoamérica, que se extiende desde el centro de México
hasta las riberas del golfo de Nicoya. En los grupos del resto del territorio costarricense
predominaban las influencias de las culturas del Caribe y de Sudamérica, por lo que se le ha
denominado Área Intermedia. Esta comprendía, además, la región caribeña de Nicaragua,
Panamá, Colombia, parte de Venezuela y la costa del Ecuador 97. Es posible que en épocas
anteriores la región nicoyana haya formado también parte de ella 98. Entre las áreas
Mesoamericana e Intermedia no hubo una frontera estrictamente delimitada y debieron ser
frecuentes los contactos y la transculturación entre ellas, sobre todo en las zonas de
confluencia 99.
El Área Intermedia de Costa Rica estaba habitada por numerosas comunidades con
costumbres y lenguas distintas, aunque la mayoría de sus idiomas pertenecían a la familia
macro-chibcha 100. La cultura de algunos de esos grupos, especialmente en la vertiente del
Caribe, tenía muchos elementos similares a las de los pueblos de las Antillas, pero en otros
era perceptible la influencia sudamericana: por ejemplo, en 1562 el Cabildo de la ciudad del
Castillo de Garcimuñoz, ubicada en el Valle Central, escribió que los indígenas de Costa Rica
imitaban en el traje y la contratación a los del Perú 101. También se pueden encontrar
semejanzas entre las costumbres de ciertas comunidades y las de pueblos indígenas de
Panamá y Colombia 102.
Entre muchos de los reinos y comunidades del Área Intermedia costarricense había
vínculos comerciales, de vasallaje o de alianza, pero no había una sola autoridad en todo el
territorio, sino toda una pluralidad de sociedades de diverso grado de complejidad. En los
documentos de los españoles aparecen mencionados muchísimos grupos indígenas 103, pero
las referencias al respecto son demasiado imprecisas y escuetas como para poder identificar
con claridad las diversas etnias y sus características específicas. Los nombres de las
localidades y los reyes también son problemáticos, ya que algunas veces se usan dos o más
nombres para un mismo lugar o persona 104, o la misma denominación para un lugar y para un
monarca o señor. Para algunas comunidades se ha sugerido incluso que esto pudiera deberse a
96
V. FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, pp. 13-14; IBARRA ROJAS, Eugenia, Fronteras étnicas en la conquista
de Nicaragua y Nicoya, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 2001, pp. 57-59.
97
FERRERO ACOSTA,1988, p. 15.
98
IBARRA ROJAS, 2001, p. 46-48.
99
V. FERRERO ACOSTA, Luis, Costa Rica precolombina, San José, Editorial Costa Rica, 6ª. reimpr. de la 1ª.
ed., 2000, pp. 51-58.
100
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 40-42.
101
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 15-16.
102
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 210.
103
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 38.
104
QUESADA PACHECO, 1996, pp. 60-61.
39
una costumbre en el sentido de cambiar el nombre del sitio cada vez que moría un rey o señor,
para darle el del difunto 105.
Los reyes del Área Intermedia parecen haber tenido mayores potestades que los de
Nicoya; por ejemplo, tanto Garabito como Correque, heredero del Guarco, parecen haber
gozado de una autoridad considerable 110. Sin embargo, quizá en otros grupos el poder del rey
sobre los demás no era grande, sino que se ejercía en coordinación con los señores
subordinados 111. Incluso se sabe que en algunas comunidades talamanqueñas del siglo XIX la
autoridad del monarca era puramente nominaly su posición solo se distinguía por aspectos
protocolarios y ceremoniales 112.
105
CASTRO Y TOSI, 1981, pp. 26-27
106
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 45 y ss.
107
Ibid., p. 54.
108
QUESADA PACHECO, 1996, p. 41.
109
FERRERO ACOSTA, 2000, pp. 189-190.
110
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 74; VÁZQUEZ DE CORONADO,1964, pp. 14 y 23.
111
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 73.
112
GABB, William M., Talamanca, el espacio y los hombres, San José, Ministerio de Cultura, Juventud y
Deportes, 1ª. ed., 1978, p. 95.
113
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 72-73 y 77-78.
114
Ibid., pp. 75-77.
115
Ibid., p. 112; QUESADA PACHECO, 1996, p. 60.
40
eran sacrificados para enterrarlos con los reyes u otros personajes de elevada jerarquía117.
116
FERRERO ACOSTA, 2000, pp. 195-196; FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 78; IBARRA ROJAS, Eugenia,
Las sociedades cacicales de Costa Rica (siglo XVI), San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed.,
1990, pp. 124-125; QUESADA PACHECO, 1996, p. 65-66. El misionero fray Agustín de Cevallos, al referirse
en 1610 a varios grupos indígenas del sudeste de Costa Rica, consignó que vivían en continuas guerras unos con
otros, porque debían sacrificar periódicamente a algunas personas, “... y cuando no las tienen, por no sacrificar
los de su nación, acometen a los de otra y los que cautivan sacrifican; y si les sobran, los venden a otros vecinos
para el mismo efecto.” V. FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Reseña histórica de Talamanca, San José,
Editorial Costa Rica, 3ª. ed., 1975, p. 148.
117
QUESADA PACHECO, 1996, p. 56.
118
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 62-64.
119
Ibid., pp. 62-63.
120
Ibid., p. 63-64.
121
CASTRO Y TOSI, Norberto de, “Familias patricias de Costa Rica”, p. 65, en Revista de la Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, Noviembre de 1975, N° 22, pp. 11-190; FERRERO ACOSTA, 1988,
p. 63.
122
GABB, 1978, p. 114.
123
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 210.
124
Ibid., p. 209-210; GABB, 1978, p. 113.
125
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1975, p. 155.
126
STONE, Doris, Las tribus talamanqueñas de Costa Rica, San José, Comisión Costarricense del V Centenario
del Descubrimiento de América, 1ª. ed., 1993, pp. 61-63 y 75-91.
41
Al igual que en otras culturas, en la del Área Intermedia costarricense la mujer casada
podía tener en la familia una posición igual o incluso superior a la del marido. Posiblemente
gozaba también de bastante libertad sexual, ya que los grupos del Área Intermedia no parecen
haber dado importancia a la virginidad y en algunas comunidades había mujeres que se
entregaban a quienes las solicitaran 128. No parece que existiera una diferencia sustancial en la
posición del varón y la mujer en cuanto a la disolución de la convivencia, como lo sugieren
las costumbres que mantenían los grupos indígenas de Talamanca a fines del siglo XIX: en
caso de infidelidad de parte de la mujer, o de indebida crueldad de parte del marido, la pareja
se separaba en forma temporal o definitiva 129.
A los europeos les llamó la atención la gran diversidad lingüística que había en el
territorio de lo que hoy es Costa Rica 132, y todavía hoy, los idiomas indígenas que subsisten en
el país tienen características muy diferentes entre sí. Sin embargo, la mayoría de los pueblos
con los que tuvieron contacto los españoles en la región del Pacífico Central a donde llegó la
expedición de Cavallón a principios de 1561 y en el Valle Central, tenía como lengua materna
o al menos comprendían el idioma huetar.
127
BOZZOLI DE WILLE, María E, “Continuidad del simbolismo del cacao, del siglo XVI al siglo XX”, pp.
231-232, en V° Centenario de Gonzalo Fernández de Oviedo. Memoria del Congreso sobre el Mundo
Centroamericano de su Tiempo, San José, Editorial Texto Ltda., 1ª. ed., 1978, pp. 229-240.
128
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 209; GABB, 1978, p. 113.
129
Ibid., p. 114.
130
Ibid., pp. 210-211; IBARRA ROJAS, 1990, pp. 78-107.
131
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 198; FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 46-47 y 80.
132
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 16, IBARRA ROJAS, 1990, p. 119.
133
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, pp. 93-94 nota (f).
134
PERALTA y ALFARO, 1893, p. XIII.
135
GAGINI, Carlos, Diccionario de costarriqueñismos, San José, Editorial Costa Rica, 3ª. ed., 1975, p. 135.
42
Don Miguel Ángel Quesada Pacheco, que en su obra Los huetares: historia, lengua,
etnografía y tradición oral define como etnia huetar al conjunto de habitantes de Costa Rica
que en el siglo XVI hablaban el huetar como lengua materna 137, el área geográfica habitada
por esa etnia comprendía el Vallle Central en toda su extensión y algunas zonas periféricas a
este. Cabe indicar que el idioma huetar se ha perdido por completo, y aunque en un
documento de 1607 consta que fray Agustín de Cevallos había escrito un catecismo en esa
lengua, su texto no ha llegado hasta nosotros 138.
Por el oeste, los dominios de los huetares llegaban hacia el oriente hasta Chirripó y
Tayutic; un documento de 1563 hace referencia a “la provincia de Tayutique, ques límite de
la nación huetar” 139. Hacia el norte, los huetares dominaban las regiones de las actuales
provincias de Alajuela y Heredia que se hallan en el Valle Central y las estribaciones de la
Cordillera Volcánica Central hasta las llanuras de San Carlos, donde se iniciaba el territorio
de los indígenas votos o botos, ya que en una carta de Juan Vázquez de Coronado, fechada el
11 de diciembre de 1562, se habla de “la provincia de los Botos, que confina con la de
Garabito.”140 Por el sur, los huetares habitaban en los actuales cantones de Puriscal, Acosta y
Mora hasta el río Pirrís, en Parrita, por donde limitaban con los quepos 141.
Es difícil determinar con precisión hasta dónde se extendieron los huetares hacia el
este y por la costa del Pacífico. En su recorrido de 1522, la expedición de Gil González Dávila
no parece haber encontrado ninguna comunidad huetar en el litoral. Los dominios del rey
Huetara estaban tierra adentro; en el golfo de San Vicente (la bahía de Caldera o la ensenada
de Tivives), los expedicionarios encontraron al rey Chorotega y después de él los dominios de
los reyes Gurutina y Chomi; enseguida cruzaron el golfo de Nicoya y llegaron a la península
de Nicoya. Como ya indicamos, en el itinerario de Cereceda se dice que “El cacique
Chorotega… es caribe y de aquí en adelante lo son...” 142, por lo que podemos colegir que
tanto en los dominios de Gurutina como en los de Chomi se practicaba la antropofagia y la
población era por consiguiente de cultura mesoamericana. Por supuesto, el que la expedición
de Gil González Dávila no haya tenido contacto con pueblos huetares en la costa al este del
golfo de San Vicente, no quiere decir que allí no hubiera ninguna comunidad huetar en 1522 o
que la región no pudiera estar sometida a la hegemonía de los huetares. Por el contrario, estos
deben haber tenido una presencia importante en la zona costera, ya que uno de los nombres
que los indígenas daban al actual golfo de Nicoya era el de golfo de Huetares, según consignó
Gonzalo Fernández de Oviedo, al decir que ese golfo, al que los españoles llamaron de
Sanlúcar o de Nicaragua,
Hay que recordar que González Dávila se apartó de la costa después de los dominios
136
FERNÁNDEZ, 1933, p. 14.
137
QUESADA PACHECO, 1996, p. 15.
138
QUESADA PACHECO, Miguel Ángel, Historia de la lengua española en Costa Rica, San José, Editorial
UCR, 1ª. ed., 2009, pp. 50-51.
139
PERALTA, 1883, p. 337.
140
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 15.
141
QUESADA PACHECO, 1996, p. 27.
142
PERALTA, 1883, p. 29.
143
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 1978, pp. 20-21.
43
de un rey llamado Cob y solo volvió a salir al litoral en el golfo de San Vicente, tras visitar,
tierra adentro, la pequeña comunidad del rey Huetara. Es posible que la sección costera entre
el golfo de San Vicente y los dominios de Cob estuviera controlada por los huetares. Por otra
parte, como ya vimos, el mismo Fernández de Oviedo dice inequívocamente que los dominios
de los huetares se extendían por el litoral pacífico:
“Los Güetares son mucha gente, é viven ençima de las sierras del
puerto de la Herradura, é se extienden por la costa deste golpho al
poniente de la banda del Norte hasta el confín de los Chorotegas…”
144
“… estos que he dichobiben de rescates con los de las syerras, que les
llevan cántaros e ollas, e platos de barro negro que labran muy
bueno, e mantas de algodón e chaquiera, e mayz e cosas de la tierra,
que los de la tierra no tienen.” 145
Oscar Bákit, en su obra sobre Garabito, supone que el interés de los huetares por el
litoral pacífico y susenfrentamientos bélicos con los pueblos de cultura mesoamericana
asentados allí se debía al interés de controlar las salinas ubicadas entre los ríos Barranca y
Jesús María y en utilizar a integrantes de esos pueblos como cargadores para llevar la sal
hacia el interior 146.
Para la época de Juan Vázquez de Coronado, el rey huetar Coquiva de Pacaca había
logrado dominar y casi exterminar a los chorotegas anteriormente asentados a orillas del golfo
de San Vicente y había llevado a los sobrevivientes hasta sus dominios tierra adentro.
Vázquez de Coronado hizo ponerlos en libertad y conducirlos a su antiguo asiento, según
informó al rey Don Felipe II en una carta fechada el 2 de julio de 1563:
Fue Fernández Guardia el que creó la idea de dos grandes reinos huetares, separados
por el río Virilla y que llamó “huetares de Oriente” y “huetares de Occidente”:
Ningún documento del siglo XVI hace esta caracterización de dos grandes reinos
huetares, ni menos divide a estos en orientales y occidentales. Por lo que respecta a los
dominios de Garabito, en la ilegal repartición de encomiendas efectuada por el gobernador
Perafán de Ribera en 1569 se dice:
El valle de Coyoche.
Barba y su gente.
Yuruste y su gente, que confina con Currirabá por la parte del real
de Juan de Estrada el principal.
148
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 14.
149
Ibid., pp. 14-15.
45
Como puede verse, los dominios de Garabito no comprendían a todos los pueblos que
Fernández Guardia englobaba en el “reino de los huetares de Occidente”, ya que la
enumeración contenida en este documento de 1569 no incluye entre los vasallos de Garabito
al importante reino de Pacaca, que en el mismo texto es mencionada como “provincia
principal” 151.
Aún así, del documento de 1569 podemos colegir que Garabito gobernaba un reino
bastante extenso, que comprendía siete regiones diferentes, aunque con respecto a la mayoría
de ellas no sabemos si los nombres con los que figuran en ese mismo documento son
denominaciones geográficas o se trata del nombre de los reyes o señores que las gobernaban,
como parece sugerir el texto cuando los enumera otra vez después de la palabra “principales”:
b) el valle de Coyoche, cuyo rey, a pesar de ser cultura mesoamericana, pudo haberle estado
subordinado;
c) las tierras donde se ubicó el llamado Real o campamento de Pereyra, que según Molina
Montes de Oca corresponden a ciertos cerros al sureste de la actual ciudad de San José 152;
d) Barva, en la región donde hoy se ubica la población del mismo nombre, en la provincia de
Heredia;
e) Yuruste, señorío que colindaba con los dominios de Currirabá, y cuyo asiento identificó
Gagini con San Miguel de Santo Domingo de Heredia 153; Luis Ferrero Acosta lo ubica entre
San Isidro de Heredia y San Rafael de Coronado 154. Un documento de 1563 menciona a
“Yurusti, cacique de Toyopán en el Abra”155. Gagini ubicó Toyopán en San Isidro de la
Arenilla, hoy de Vázquez de Coronado 156.
150
PERALTA, 1883, pp. 421-422.
151
PERALTA, 1883, pp. 422-423.
152
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 133.
153
GAGINI, 1917, p. 54.
154
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 192.
155
FERNÁNDEZ, 1881-1907, IV, p. 224.
156
Ibid.
157
GAGINI, 1917, p. 54.
46
g) la cuenca del río Grande, donde se ubicaban los señoríos de Abacara (también escrito
Abaçara) y Chucasque; Gagini identifica este último con el lugar denominado Chucás, en el
cantón de Puriscal 158.Sin embargo, cabe recordar que también lleva el nombre de Chucás un
afluente del río Grande de Tárcoles, donde hoy existe un proyecto hidroeléctrico con ese
nombre. Nos parece más verosímil que el señorío de Garabito haya estado a cuyas orillas de
ese río, ya que específicamente se dice que este estaba poblado “en el río Grande”.
A los anteriores lugares, don Carlos Gagini añade Turrubará (Turrubares); Cobux, que
ubicaba en el paraje llamado las Ciruelas 159 y cuyo señor, según un documento de 1563, se
llamaba Yuruci y era un personaje distinto de Yurusti 160, y Xoquia, lugar que Gagini identifica
con El Barreal de Heredia 161. Este mismoautor dice que de los nombres de estos dos últimos
lugares pudo haber surgido la palabra Cubujuquí, que identificaba al primer asiento de la
actual ciudad de Heredia.
La influencia del monarca huetarse extendía sobre otros pueblos; de acuerdo con lo
que unos “principales” suyos informaron al soldado Juan Dávila, en diciembre de 1562, los
tices y los votos eran tributarios de Garabito 163. La autoridad de este sobre los tices se puso de
manifiesto en enero de 1563, cuando uno de sus “dobles”, como veremos, llegó a Garcimuñoz
trayendo consigo al rey de los tices y este dio la obediencia a la Corona 164. Los tices, según
Ferrero Acosta se hallaban poblados en las vecindades de la actual Heredia, al norte 165; en un
documento de 1590 se menciona a un indígena “natural del pu° de los Tices questá poblado
en el pu° de Barva” 166.
Junto con los tices se cita habitualmente a los catapas, que a juicio de Ferrero Acosta
residían en las vecindades de Alajuela y Santa Bárbara de Heredia, al norte 167.Un documento
de 1607 menciona a “los Tices y Catapas, que son todos uno”168. Sin embargo, es posible que
158
Ibid., pp. 54 y 133.
159
Ibid.
160
FERNÁNDEZ, 1881-1907, IV, p. 224.
161
GAGINI, 1917, p. 54.
162
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 90.
163
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 38.
164
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 23.
165
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 193.
166
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 204.
167
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 193.
168
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 212.
47
los catapas o parte de estos hayan estado ubicados mucho más al oeste, en el suroeste de la
actual provincia de Alajuela o incluso más hacia la costa pacífica, ya que en 1613 Francisco
Chacón de Alarcón era “corregidor de Garabito, Chomes, Catapas y Abangares”169 y en
1662 existía un pueblo indígena llamado San Ildefonso de Atapas (¿Catapas?) en la
jurisdicción de Santa Catalina de Garabito, localidad esta ubicada en el actual cantón de San
Mateo:
Los votos, según Ferrero Acosta, ocupaban los valles de San Carlos Pocosol y río
Sarapiquí; hacía el sur se extendían a la Cordillera Central y probablemente a través de las
montañas de la provincia de Alajuela 171.
En cuanto a los dominios del rey Guarco,sí consta documentalmente que sucesor
Correque dominaba un territorio que se extendía desde el río Virilla hasta Aserrí y hacia el
este hasta Chirripó y Parragua 172. En todo caso, tanto Correque como Garabito parecen haber
tenido bajo su autoridad un número importante de comunidades y grupos 173. Empero, más
que en dos extensos reinos territorialmente delimitados como los estados occidentales
europeos del siglo XVI, los pueblos del Área Intermedia costarricense se hallaban
organizados en una variada gama de reinos y señoríos (que algunos autores, siguiendo la
terminología implantada por los conquistadores, denominan cacicazgos mayores y cacicazgos
menores), y en clanes gentilicios 174. Se sabe de varios grupos que estaban subordinados a otro
y pagaban tributo a su monarca; sin embargo, es muy difícil la fijación clara de la linealidad
jerárquica, debido a que los documentos españoles son imprecisos sobre el particular, y a
veces emplean indistintamente términos como cacique mayor y cacique principal 175. En otros
casos no se puede determinar si las relaciones entre los grupos eran de subordinación o de
simple alianza 176, o los alcances que pudiera tener lo que desde el punto de vista español se
describía como vasallaje.
No se conoce cuál era la palabra con la que los huetares identificaban a sus monarcas.
Aunque los castellanos generalizaron la voz antillana cacique, que no utilizaban los indígenas
costarricenses, también recogieron documentalmente términos huetares como taque, que en
chibcha significa mandón o jefe; ibux, que podría identificar a los hermanos o hijos de los
169
PRADO SÁENZ, Eladio,”Los fundadores españoles de Costa Rica”, p. 31, en Revista de la Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, octubre de 1965, Números 13-14, pp. 31-70, en 1613 Francisco
Chacón de Alarcón era “corregidor de Garabito, Chomes, Catapas y Abangares”.
170
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VIII, p. 294.
171
FERRERO ACOSTA, 2000, p. 194.
172
FERRERO ACOSTA, 1988, p. 67.
173
FERRERO ACOSTA, 2000, pp. 192-194; FERRERO ACOSTA, 1988, p. 73-74, QUESADA PACHECO,
1996, pp. 31-32.
174
V. IBARRA ROJAS, Eugenia, Las manchas del jaguar. Huellas indígenas en la historia de Costa Rica, San
José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 1999, pp. 35-36; IBARRA ROJAS, 1990 , pp. 33-44 y
144-146.
175
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 70-73.
176
Ibid., pp. 72-73.
48
reyes 177, y uri, que significa hijo de señor 178. Un documento de 1576se refiere a un “ybux ó
taquey, ó indio más principal” 179 y otro de 1590 consigna que los huetares
La mayoría de los reinos y señoríos costarricenses del Área Intermedia eran vitalicios
y hereditarios por vía matrilineal, como los de otras partes de esa misma área cultural 181. En
algunas comunidades este sistema debió ser dinástico-electivo; así ocurría todavía, por
ejemplo, en ciertos grupos indígenas de Talamanca en la segunda mitad del siglo XIX 182. En
pueblos como el de los votos podía haber reinas: un capitán español que los visitó en 1562,
Francisco de Marmolejo, fue “... bien recibido de una india cacica de ellos y de su marido
que manda poco en ellos” 183. Luis Ferrero Acosta dice:
¿Cuáles eran las normas de la sucesión del mando entre los huetares? Ninguna fuente
documental de la época de la conquista nos da una respuesta clara al respecto. Algunos textos
parecieran sugerir que entre los huetares del valle del Guarco había un sistema de sucesión
patrilineal, porque en un documento de 1584 se dice que Don Fernando Correque, que había
reinado sobre ellos, era hijo del rey Guarco, y que Don Fernando Correque había dejado un
hijo llamado Don Alonso, a quien Diego de Artieda otorgó la encomienda de Tucurrique:
“… don Fernando rrey y Señor natural de toda esta tierra hijo del
Guarco Señor que así mismo fue della y su legítimo suçesor y
heredero los gobernadores y Justicias pasadas acudiendo a lo que Su
magestad manda le dieron de sus mesmos vasallos servicio personal y
para que le hiziesen sus milpas y demás labores para el sustento de su
persona mujer y hijos y no obstante servirle a el acudían muchos
alguaziles dellos a servir a las Justiçias en lo que les mandava y por
muerte del dicho don Fernando sucedió en su lugar don Alonso su
hijo…” 185
No hay otro documento del siglo XVI que confirme que Correque haya sido hijo del
Guarco, y es perfectamente posible que este en realidad fuera tío materno de aquel. En cuanto
177
Ibid., p. 71-72.
178
QUESADA PACHECO, 1996., pp. 33-34.
179
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, p. 198.
180
GONZÁLEZ VÍQUEZ, Cleto, Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, San José, Tipografía
Nacional, 1ª. ed., 1905, p. 36.
181
CASTRO Y TOSI, 1975, p. 63.
182
GABB, 1978,pp. 94-95.
183
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 18.
184
FERRERO ACOSTA, 1988, pp. 63-64.
185
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 4.
49
Si el antecesor inmediato de Garabito era su abuelo, esto podría querer decir que en su
reino la sucesión era patrilineal, ya que de haber sido matrilineal, el rey anterior a Garabito
hubiera sido su tío materno u otro pariente por línea femenina. Sin embargo, es muy posible
que los españoles simplemente hayan dado por sentado que la sucesión entre los reyes
huetares de la “provincia de Garabito” era patrilineal, de acuerdo con lo que era habitual en
Europa, y hayan interpretado como “abuelo” algún término de parentesco que en realidad
identificara al tío o tío abuelo materno del monarca. No parece razonable pensar que en la
mayoría de los pueblos del Área Intermedia predominara un sistema de parentesco matrilineal
y que el reino de Garabito constituyera la excepción.
Aparte de la cuestión del parentesco, el documento de Pedro Gallego nos parece digno
de atención por otro motivo. De acuerdo con lo que se dice en este texto, Garabito habría
heredado el reino de sus mayores muy poco después de haber llegado a Costa Rica la
expedición de Juan de Cavallón, en ese mismo año de 1561. Este dato es muy interesante,
porque es el único que nos permiteesbozar alguna idea sobre la edad de Garabito y suponer
que era un hombre más o menos joven a la llegada de los españoles.
Sin embargo, si se desecha la versión que vincula el nombre del rey indígena con la
supuesta correría de Andrés de Garabito, que consideramos totalmente infundada, el
documento de Gallego sugiere algo muy distinto. Partiendo del supuesto de que el antecesor
de Garabito en el reinado –tío o abuelo- haya muerto de unos cincuenta o sesenta años en
1561, es razonable suponer que el nuevo monarca fuera considerablemente más joven, al
menos una generación menor. Es decir, que en ese para él fatídico año 1561, Garabito podría
haber tenido entre unos treinta y unos cuarenta años de edad. Habría sido, pues, más o menos
coetáneo de sus dos grandes adversarios españoles, Juan de Cavallón y Juan Vázquez de
Coronado, que en 1561 tenían respectivamente treinta y seis y treinta y siete años.
Sabemos que 1561 Garabito tenía esposa e hijos, ya que Juan de Cavallón envió al
sargento mayor Antonio Pereyra a sus dominios, con el objetivo de “prender a Garavito,
cacique principal, é mujer é hijos…” 191. En esta incursión, aunque no se logró el propósito de
capturar al rey indígena, los españoles “tomaron la mujer del principal garavito y dos
hijos…”, que fueron llevados a Garcimuñoz. 192. Dado que aparentemente los dos hijos
mencionados estaban con la mujer en el momento de la captura, es de suponer que se trataba
de hijos de ella y que además eran niños, porque de haber sido adultos lo lógico es que
hubieran estado como guerreros al lado de su progenitor.
Otro documento relacionado con la incursión de Pereyra dice que en esta“se prendió
una muger principal del dicho Garabito” 193. El hecho de que el texto califique a la capturada
como “una mujer principal” del monarca huetar, parece indicar que este tenía otras “mujeres
principales”, ya que de lo contrario posiblemente se hubiera hecho referencia a “la” mujer
principal de Garabito. Además, el uso del adjetivo “principal” para referirse a la consorte
capturada, en vez de decir simplemente, “la mujer del dicho Garabito” permite suponer que
Garabito tenía otras mujeres, esposas secundarias o concubinas. Como ya indicamos, en otros
pueblos del Área Intermedia costarricense podía darse la poligamiaentre los reyes y grandes
señores.
Sobre los hijos de Garabito no se sabe nada con certeza, ya que la única referencia a su
existencia es la que figura en los documentos mencionados en el párrafo anterior. No se tiene
noticia alguna de lo que ocurrió con los dos que fueron capturados con la “mujer principal” y
llevados con ella a Garcimuñoz, ni tampoco se sabe si el monarca tenía otros. Cabe recordar
que si en su pueblo imperaba un sistema matrilineal, los hijos biológicos del rey hubieran
carecido de importancia en la sucesión, ya que esta hubiera correspondido a sus sobrinos,
hijos de sus hermanas.
190
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 77.
191
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 219.
192
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 11, San José, Tipografía Nacional, 1ª. ed., 1905, p. 8. La
publicación no indica el nombre del recopilador o editor.
193
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 219.
51
CAPÍTULO III
EL REY GARABITO Y EL LICENCIADO CAVALLÓN (1561-1562)
A mediados del siglo XVI hubo en España muchas discusiones con respecto a cómo
debía procederse para hacer efectiva la autoridad de la Corona sobre los indígenas de América
de un modo jurídicamente válido. En 1550, el emperador Carlos V dispuso que una junta de
teólogos y juristas dilucidara la cuestión y que mientras tanto se suspendieran todas las
acciones conquistadoras 194. Ante esta junta, que se reunió en Valladolid, fray Bartolomé de
las Casas defendió los derechos y la libertad de los indígenas, en acre polémica con Juan
Ginés de Sepúlveda, representante de los intereses de los conquistadores y de la idea de
someter a los indígenas por los métodos tradicionales. No se llegó a ninguna conclusión
definitiva 195. Sin embargo, la paralización de las conquistas ordenada por la Corona sí detuvo
durante varios años la expansión del dominio castellano en América. Por ejemplo, quedaron
en suspenso los preparativos de una expedición que estaba organizando Juan Pérez de Cabrera
para conquistar Costa Rica “a fuego y a sangre” 196, y durante todo el decenio de 1550 no
hubo presencia castellana en territorio costarricense.
Aunque la junta de Valladolid no emitió una resolución expresa sobre los temas
debatidos ante ella, la Corona sí modificó de modo significativo sus criterios sobre sus títulos
sobre las Indias. En cierto sentido, esto representó una aceptación tácita de las tesis de Las
Casas, aunque la victoria de tales ideas llegó demasiado tarde como para producir un cambio
sustancial en la situación general de los indígenas del Nuevo Mundo.
Hasta ese momento, se había sostenido oficialmente que el papa Alejandro VI, como
señor del mundo, había concedido las Indias a los reyes de Castilla en las bulas al efecto
otorgadas a los Reyes Católicos en 1493, y que por consiguiente los indígenas, una vez
notificados de tal concesión, debían aceptar la autoridad de la Corona o ser sometidos
militarmente, mediante una guerra considerada jurídicamente justa. Sin embargo, desde los
inicios del reinado de Don Felipe II (1556-1598), esa interpretación tradicional de las bulas
alejandrinas, fundamentada en los principios del Derecho Común europeo, fue desplazada por
otra tesis, basada en las ideas del Derecho Natural. Según esta nueva interpretación, las bulas
de 1493 no habían podido conceder a los monarcas ninguna autoridad sobre las personas 197,
debido a que los indígenas, por Derecho Natural, eran seres libres y tenían entonces la
facultad de elegir o reconocer pacíficamente a su gobernante o de no rechazarlo 198. Como
también para el iusnaturalismo era nulo el dominio que un príncipe ejerciera por la mera
fuerza, la Corona de Castilla no podía hacer valer legítimamente su autoridad en ningún
territorio, aunque se lo hubiera otorgado el papa, sin el previo reconocimiento y aceptación de
los indígenas, que era en consecuencia el único título válido. Si los indígenas no admitían por
propia voluntad la sujeción al rey de Castilla, no podía sometérseles por la fuerza de las
armas.
194
HANKE, Lewis, The Spanish struggle for Justice in the Conquest of America, Boston, Little, Brown and
Company, 7ª. ed., 1965, p. 117.
195
Sobre la junta de Valladolid, V. Ibid., pp. 117-132; MARÍN GUZMÁN, Roberto, El espíritu de cruzada
español y la ideología de la colonización en América, San José, Instituto Costarricense de Cultura Hispánica, 1ª.
ed. 1985, pp. 86-90; SÁNCHEZ, Dolores M., El deber de consejo en el Estado moderno. Las Juntas “ad hoc”
en España, Madrid, Ediciones Polifemo, 1ª. ed., 1993, pp. 52-56.
196
V. PERALTA, 1883, p. 160.
197
ZORRAQUÍN BECÚ, Ricardo, Estudios de Historia del Derecho, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1ª. ed.,
1988-1992, I, pp. 204-205.
198
KONETZKE, Richard, América Latina. II. La época colonial, México, Siglo Veintiuno Editores, S. A., 15ª.
ed., 1984, pp. 25-26.
52
Con base en estas nuevas ideas, la Corona permitió que se reiniciara la actividad
conquistadora, aunque sustituyó expresamente el término conquista con el de pacificación. 199.
Una ventaja práctica que ofrecía la nueva interpretación de las bulas es que solamente era
aplicable a los territorios que aún estaban al margen a la autoridad castellana, y en
consecuencia no afectaba el dominio de la Corona sobre las vastas y ricas regiones ya
conquistadas.
Cavallón, más afortunado o avisado que su socio, salió de Nicaragua por tierra con
destino a Nicoya en enero de 1561, durante la estación seca, y después pasó a a la región de
los indígenas llamados chomes, que ya estaban sometidos a los españoles y tenían su asiento
en la costa oriental del golfo de Nicoya. Desde allí inició el avance hacia el interior, la “tierra
de guerra” que no había sido sujeta a la autoridad de la Corona. A poca distancia de la costa
estableció posiblemente el 5 de marzo de 1561 un campamento provisional, al que se le dio el
nombre de Real de la Ceniza 203.
Otro de los compañeros de Cavallón, Pedro Gallego, narró en 1570 aquellos primeros
momentos de la expedición del siguiente modo:
Es posible que además de entrevistarse con el licenciado Cavallón, el rey huetar haya
“prestado la obediencia”, es decir, que haya otorgado su reconocimiento a la autoridad de la
Corona y aceptado como soberano a Don Felipe II. En una información de 1567 referida a
Diego de Trejo, que llegó a Costa Rica con Cavallón, se pidió a los testigos declarar si sabían
si Trejo había sido de los primeros que entraron al valle de Garabito y comenzaron a descubrir
y pacificar “todos los pueblos del dicho valle y de la provincia de Coyoche y Pacaca” 208.
204
PERALTA, 1883, p. 189.
205
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 218.
206
GALLEGO, 1990, pp. 11-18.
207
Ibid.
208
FERNÁNDEZ, 1881-1907, p. 414.
54
Todos los testigos respondieron afirmativamente, entre ellos el alcalde de la Santa Hermandad
de Cartago Diego de la Barrera, quien declaró:
209
FERNÁNDEZ, 1881-1907, IV, pp. 418-419.
210
PERALTA, 1883, p. 298.
55
En otras palabras, los españoles secuestraron al rey Coyoche y lo tomaron como rehén,
para conseguir que sus súbditos fueran al valle de la Cruz a “servir” a los recién llegados. No
creemos que se trate de lo que entonces se llamaban servicios personales, es decir, trabajos
forzados permanentes, tanto porque estos habían sido rigurosamente prohibidos por las Leyes
Nuevas sino porque su ilegal implantación hubiera sin duda provocado una resistencia
enconada de los indígenas, en momentos en que la empresa conquistadora apenas se iniciaba
y el grupo español era muy reducido. Nos parece más bien que se trataba principalmente de
suministrar víveres a los españoles, cuyas provisiones debían disminuir rápidamente
conforme pasaban los días y no tenían otro medio para conseguirlas, fuera de enviar por ellas
211
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 218.
56
Llama la atención esta amistosa actitud de los huetares, pueblo que después los
españoles comprobarían ser muy belicoso y desconfiado. Aunque todavía no estuviera
reinando Garabito, sino su antecesor, es posible que esa aparente buena voluntad tuviera como
propósito alejar a los españoles del principal núcleo huetar y poder así organizar mejor la
resistencia en su contra.
La marcha de los españoles hasta el Valle Central parece haberse realizado sin
mayores contratiempos. Cavallón fundó en el sector occidental del Valle Central la ciudad del
Castillo de Garcimuñoz, a la que denominó así en recuerdo de la población donde había
nacido y a cuyos habitantes corresponde el gentilicio de castilleros.Aunque se desconoce la
fecha precisa de la fundación, debió efectuarse durante el mes de marzo de 1561, ya que el
obispo Carrasco escribió el 25 de abril de ese año al Consejo de Indias:
212
GALLEGO, 1990, pp. 11-12.
57
agora todos an mostrado querer paz y ser cristianos, digo los que se
an visto.” 213
No se puede evitar una sonrisa al leer la última frase del prelado. En efecto, que unos
cuantos huetares estuvieran demostrando buena voluntad a los invasores y suministrándoles
víveres, no garantizaba en lo absoluto que no hubiera otros muchos preparándose para
enfrentarlos.
En una carta dirigida al rey Don Felipe II en 11 de diciembre de 1562, Juan Vázquez
de Coronado escribió que Garabito
Dado que Vázquez de Coronado indica en la ya citada carta de 1562 que Garabito dio
el reconocimiento “en los principios”, nos parece verosímil que ello haya podido ocurrir en
forma bastante temprana, muy poco después de la fundación de Garcimuñoz.
Nos surge, sin embargo, una duda en cuanto a ese reconocimiento por parte de
Garabito, y deriva del hecho de que posteriormente, ya enfrentado con los españoles, el
monarca indígena les envió varias veces “dobles” suyos, es decir, otros indígenas que fingían
ser el rey huetar, con el propósito de engañar aunque fuera pasajeramente a los invasores y de
ganar tiempo. Si Garabito, ya como rey de los huetares, se hubiera entrevistado con Cavallón
en Garcimuñoz u otro sitio, y hubiera formalizado el reconocimiento ante testigos y escribano,
el envío posterior de esos falsos Garabitos hubiera conllevado indudablemente el riesgo de
que algunos españoles advirtieran enseguida que se trataba de individuos distintos y el ardid
hubiera perdido toda utilidad. Nos parece más creíble que, desde el principio de su reinado,
Garabito decidido haya utilizar la táctica de los “dobles”, y el supuesto reconocimiento
otorgado ante Cavallón haya tenido como protagonista a uno de esos falsos Garabitos.
Cualquiera que hayan sido las motivaciones de su antecesor para mostrar buena
voluntad hacia los españoles, es poco creíble que Garabito, que para el momento del inicio de
su reinado ya debe haber sabido bien cómo se las gastaban Cavallón y sus gentes, haya
corrido el riesgo de ir a Garcimuñoz a prestar la obediencia al desconocido monarca de
Castilla. No tiene lógica. Por el contrario, en ese mismo año 1561, el nuevo rey huetar
213
PERALTA, 1883, p. 192.
214
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 14.
58
comenzó las acciones armadas de resistencia contra los intrusos. Cabe recordar una vez más
lo consignado en 1570 por Pedro Gallego:
Nos parece, por consiguiente, que Garabito nunca prestó la obediencia ante Cavallón y
simplemente se limitó a enviar por primera vez a uno de sus “dobles” a Garcimuñoz, para que
cumpliera con el acto formal al que los intrusos atribuían tanto valor y, de paso, analizar la
actitud que adoptaban estos y ganar tiempo para organizar la resistencia indígena.
Tiempo después, el mismo Vázquez de Coronado, en una carta al rey Don Felipe II,
fechada en Garcimuñoz el 2 de julio de 1563, reconoció que el verdadero Garabito no había
prestado el reconocimiento:
Los primeros meses de la estadía de los españoles en el Valle Central no fueron muy
halagadores, entre otras cosas por la escasez de víveres y la dificultad de obtenerlos de los
indígenas.
Por esta época debe haber llegado a Costa Rica Pedro de Balmaceda, quien en 1568
declaró:
215
GALLEGO, 1990, pp. 11-18.
216
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 58.
217
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 218.
59
Es posible que uno de las primeras manifestaciones de esa resistencia haya sido la
muerte de uno de los soldados españoles a manos de los súbditos de Garabito, ya que Vázquez
de Coronado, en carta al rey de 11 de diciembre de 1562, menciona que el monarca indígena
había “sacrificado un soldado que le prendio al licenciado Cavallon…”220
Antes o después de ese episodio, Cavallón decidió enviar al sargento mayor Pereyra al
valle de la Cruz, al mando de sesenta soldados, con el propósito de “prender a Garavito,
cacique principal, é mujer é hijos…” 221. La incursión de Pereyra en los dominios del monarca
huetar no logró el resultado esperado, ya que no se pudo capturar al rey, pero los españoles sí
consiguieron apoderarse de una de sus esposas, dos de sus hijos y otras muchas personas. En
un documento relativo a los servicios de uno de los integrantes de la fuerza de Pereira, el
soldado Esteban de Mena, se dice
Es muy explicable que Garabito, sin deponer su resistencia armada, quisiera evitar que
su mujer, sus dos hijos y las demás personas capturadas con ellos pasaran hambre en
Garcimuñoz, donde sin duda se daría preferencia a los españoles en la distribución de los
pocos alimentos disponibles. Que el envío de “muchos indios a servir” en Garcimuñoz no
tenía que ver con trabajos forzados o servicios personales permanentes se confirma no
solamente por la referencia específica del párrafo transcrito al sustento, sino además porque se
indica expresamente que ese servicio fue de gran bien no solo para el sustento de los
españoles, sino de los “naturales”, es decir, de los indígenas que se hallaban en Garcimuñoz.
La captura de su “mujer principal” y sus dos hijos debió representar un feroz golpe
para Garabito, quien sin duda hubo de temer que fueran esclavizados o ejecutados por los
españoles, o que estos intentaran convertirlos en elementos de negociación para lograr que se
sometiera a su autoridad. Al parecer, sin embargo, los conquistadores se limitaron a exigir que
los súbditos del monarca huetar “sirvieran” a la ciudad, es decir, que llevaran víveres allí.
Como muchos años después el sargento mayor Pereyra tuvo hijos extramatrimoniales,
la captura de la mencionada mujerprincipal de Garabito por la expedición de castigo
encabezada por el portugués dio pie, al parecer a partir de principios del XX, a una serie de
relatos absolutamente fantásticos, en los cuales se identificaba de modo gratuito a la madre de
los vástagos del portugués con la mujer del rey huetar. Lo cierto es que no se sabe
absolutamente nada del destino de esta última después de que fue capturada y conducida a
Garcimuñoz, ni tampoco acerca de qué ocurrió con los hijos del rey.
En medio de estos y otros choques con los indígenas, Cavallón dispuso efectuar una
segunda fundación, esta vez a corta distancia de la sede principal de la corte de Garabito. La
nueva población recibió el nombre de villa de Los Reyes y su puerto inmediato, localizado al
parecer en la ensenada de Tivives, la denominación de Landecho, en homenaje al presidente
de la Real Audiencia y Chancillería de los Confines, el licenciado Juan Martínez de
Landecho. A juicio del historiador Carlos Meléndez, las acciones de resistencia de Garabito
fueron determinantes para que se fundara la villa en aquel lugar:
223
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 219.
61
Poco después de fundada la villa de Los Reyes, los súbditos de Garabito atacaron a un
grupo de viajeros españoles que se dirigían a Garcimuñoz, aunque se limitaron a despojarlos
de sus pertenencias:
Los huetares, sin duda por haber advertido la llegada de Ignacio Cota y su gente,
desistieron del ataque a Los Reyes. Cota se marchó con sus hombres al valle de Coyoche, al
que llegaron al cabo de dos o tres días de camino. La lentitud de la jornada se debió, al
parecer, a que uno o dos soldados iban gravemente enfermos. En el valle de
Coyocheencontraron a otro de grupo de españoles, encabezado por Juan Illanes de Castro, que
se hallaban allí con el propósito de recoger (mejor dicho robar) maíz para llevarlo a
Garcimuñoz, que seguía padeciendo de una crónica escasez de alimentos. Cota y los suyos se
detuvieron brevemente en el valle de Coyochepara dejar a los enfermos, que fueron
reemplazados por algunos de los hombres de Illanes de Castro, y al día siguiente
emprendieron el regreso a Garcimuñoz 227.
A poco de haber partido del valle de Coyoche, Cota y sus hombres toparon con las
fuerzas huetares y se produjo una verdadera batalla, la primera entre los españoles y los
224
MELÉNDEZ CH., Carlos, “La entrada del licenciado Cavallón al centro del país y la importancia de su
empresa”, p. 85, en IV centenario de la entrada de Cavallón a Costa Rica 1561-1961, San José, Academia
Costarricense de la Historia, 1ª. ed., 1961, p. 71-89.
225
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, pp. 219-220.
226
Ibid., VII, p. 220.
227
Ibid.
62
huestes de Garabito que encontramos documentada, aunque sea mediante el lacónico relato de
uno de aquellos, el soldado Domingo Hernández:
Para fines de año, el licenciado Cavallón debe haber estado desanimado y harto de
Costa Rica. Los esfuerzos de su socio y financiador, el padre Juan de Estrada Rávago, para
establecer una población en la vertiente del Caribe, región que se suponía rica en oro, habían
terminado en un rotundo fracaso. En el interior de Costa Rica, las riquezas que ambicionaban
los españoles no habían aparecido por ninguna parte y el alcalde mayor estaba impedido
legalmente para someter a los indígenas al sistema de encomiendas, todo lo cual sin duda era
propicio para inducir a sus hombres a abandonar la empresa. El esfuerzo conquistador no
había alcanzado mayores dimensiones: después de casi un año en Costa Rica, la autoridad
efectiva de Cavallón no pasaba de las incipientes poblaciones de Garcimuñoz y Los Reyes y
las exploraciones no habían ido más allá del valle del Guarco. Y naturalmente, la resistencia
de Garabito y de Quizarco, sin duda secundada por otros monarcas indígenas, representaba
una permanente espada de Damocles sobre el pequeño grupo español, por más que este
contara con la ventaja de los caballos y de las armas de acero y de fuego.
228
Ibid.
229
MELÉNDEZ CH., 1961, p. 87.
63
Con una prisa que casi cabe calificar de indecorosa y que manifiesta cuán profundos
debieron ser su hastío y su desilusión, Cavallón decidió abandonar Costa Rica cuanto antes y
dirigirse a tomar posesión de su nuevo cargo. Como había muy pocos hombres disponibles
para marchar con él en su jornada, decidió partir solo de Garcimuñoz. El capitán Diego Caro
de Mesa, alguacil mayor de la provincia, logró convencerlo para que permitiera que lo
acompañara una escolta de cuatro soldados armados.
230
PERALTA, 1883, pp. 372-373.
231
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 5.
64
CAPÍTULO IV
EL REY GARABITO Y JUAN VÁZQUEZ DE CORONADO (1562-1564)
A Vázquez de Coronado se le dieron las mismas facultades que había tenido Juan de
Cavallón, lo cual hizo que el obispo Carrasco escribiera al rey Don Felipe II que
“… lleva los poderes tan cortos como la Real Audiencia los suele y
puede dar… la causa porque hasta aquí se a hecho poca lavor en la
pacificación y descubrimiento de la tierra, a seydo porque como el
licenciado Cavallon tenía los poderes tan cortos, que ningun soldado
podia premiar despues de sus trabajos… ” 232
que lidiar con un jefe conquistador muy sui generis, que no les permitía abusar de la
población autóctona, que exigía que se le pagara todo cuanto de ella se obtuviera, que
aspiraba a lograr la obediencia a la Corona mediante la diplomacia y el buen trato y no
mediante la fuerza bruta, y que incluso hizo enterrar la cadena antes utilizada con los
prisioneros indígenas. En el trato con los indígenas, el alcalde mayor hacía gala de
cordialidad, accesibilidad, paciencia, cordura y moderación, lo cual provocaba la hilaridad de
los soldados españoles, para quienes el uso de la fuerza era el único método efectivo para
someter a los indígenas. Incluso ante costumbres chocantes para los españoles, como los
sacrificios humanos que practicaban los huetares, no se lanzó a ejecutar castigos violentos
sino a convencer a aquellos de que abandonaran tales prácticas 236.
Contra todos los pronósticos, Costa Rica le causó una excelente impresión a Vázquez
de Coronado, según les escribió al rey Don Felipe II desde Garcimuñoz el 11 de diciembre:
Sin embargo, el alcalde mayor confirmó lo que ya sabía desde León: que en la
provincia “no avia yndio de paz”238, puesto que los que antes habían estado prestando
servicios a Garcimuñoz se habían retirado. Después de la llegada de Vázquez de Coronado,
empezaron a regresar y ya para principios de diciembre estaban en la ciudad ochenta
indígenas de nueve comunidades, cinco del sector occidental del Valle (el Abra, Accerrí,
Pacaca, Tiribí y Toyopán) y cuatro del valle del Guarco (Cot, Orosi, Puririce y Quircot). En la
ya mencionada carta del 11 de diciembre, el alcalde mayor informó al soberano que
En su carta a Don Felipe II, Vázquez de Coronado dice que había incoado un proceso
contra Garabito y se le había condenado a muerte y a que se le hiciera la guerra como rebelde.
Por supuesto, en términos jurídicos de hoy nos parece que esto es una perfecta barbaridad,
aunque solo fuera por haber abierto un proceso con reo ausente, que dejaba a este en total
estado de indefensión. Recordemos, sin embargo, que los conceptos de administración de
justicia y de derechos procesales que se tenían en el siglo XVI eran muy diferentes. Sin ir
muy lejos, basta recordar que todavía el Código costarricense de Procedimientos Penales de
1906, que estuvo vigente hasta 1975, dedicaba todo el título IV de su libro tercero (artículos
535 a 557) a los juicios criminales con reo ausente: era perfectamente admisible llevar a cabo
un proceso penal contra una persona que no había podido ser detenida por las autoridades. Se
la citaba mediante edictos publicados en el Boletín Judicial, y después se le declaraba reo
rebelde, se recibían las pruebas y si era hallado culpable se dictaba sentencia en su contra, que
se ejecutaba cuando se presentara o pudiera ser aprehendido 241. Si esto ocurría en la Costa
Rica dela segunda mitad del siglo XX, con derechos civiles y políticos consagrados en la
240
Ibid..
241
Código de Procedimientos Penales[de 1906], San José, Antonio Lehmann Librería, Imprenta y Litografía, 1ª.
ed., 1966.
67
Una ley dictada por los Reyes Católicos en 1503 había establecido el orden de
proceder contra los reos ausentes y rebeldes. De conformidad con su normativa, si la persona
contra la que se hubiera de proceder criminalmente no pudiera ser encontrado para prenderlo,
el juez debía emplazarlo tres veces, sin hacer diferencia de que el ausente estuviera dentro o
fuera de la jurisdicción. Esto se hacía mediante una carta de emplazamiento, que se colocaba
en un lugar público de la ciudad, villa o lugar, en la cual se indicara el delito de que se le
acusaba. Si ese delito estaba castigado con pena de muerte, una vez efectuado el segundo
emplazamiento se podía prescindir del tercero, se recibían las declaraciones de testigos u otras
pruebas y se dictaba sentencia 242. Como puede verse, en lo esencial el sistema no era muy
distinto del consagrado en el Código de Procedimientos Penales de 1906.
¿De qué delito se acusó a Garabito en el proceso? Si se tenía por un hecho que en
tiempos del licenciado Cavallón había dado la obediencia, el haber desconocido después la
autoridad de la Corona significaba ni más menos que desde el punto de vista español había
cometido el delito de traición, uno de los más graves previstos en las leyes penales de Castilla
y que las Siete Partidas de Don Alfonso X el Sabio consideraban como “la más vil cosa, e la
peor, que puede caer en coraçon de ome”243. Entre las diversas maneras de cometer ese
delito, la legislación alfonsí –que tuvo aplicación en nuestro territorio hasta el año 1841,
cuando se dictó el Código General de don Braulio Carrillo- había dos en las que, según la
visión española, incurría alguien que hubiera reconocido la autoridad regia y después se
hubiera rebelado contra ella:
En otras palabras, desde el punto de vista jurídico castellano, Garabito había cometido
doblemente el delito de traición, tanto al rebelarse él personalmente contra la autoridad de la
Corona, como por haber procurado que otros indígenas incurrieran en la misma
desobediencia.
Las Siete Partidas eran muy enfáticas al señalar la pena que debía imponerse a los
responsables del delito de traición:
Aun para los conceptos jurídicos del siglo XVI, llama poderosamente la atención la
celeridad con que se efectuó el juicio contra Garabito. Recordemos que Vázquez de Coronado
había llegado a Garcimuñoz el 20 de noviembre, y ya el 11 de diciembre, es decir, apenas
veinte días después, ya se había concluido el juicio contra el rey huetar y se le había
condenado a muerte. Ciertamente, en el juicio no había mucho qué probar, porque era pública
y notoria la “rebeldía” de Garabito, pero aún así nos resulta evidente que todo el proceso fue
una farsa, un mero requisito formal para poder proceder por la vía armada contra Garabito sin
que después se le hicieran recriminaciones legales al alcalde mayor. La actuación de este nos
parece al respecto muy reprobable, como siempre que se abusa del Derecho para conseguir
propósitos alejados de la verdadera justicia.
Ahora bien, ¿cuáles eran las verdaderas intenciones de Juan Vázquez de Coronado? Si
Ovalle y Marmolejo hubieran logrado prender a Garabito y conducirlo a Garcimuñoz, ¿se le
hubiera en efecto ejecutado como reo culpable del delito de traición? Nos parece muy
inverosímil, y no solo porque el alcalde mayor le haya dado a sus capitanes la instrucción de
actuar con moderación y como si Garabito no hubiera delinquido y procuraran ganárselo
pacíficamente, sino por la manera en que procedió Vázquez de Coronado cuando tuvo que
enfrentarse con otros casos similares. En repetidas ocasiones, durante los años 1563 y 1564,
reyes indígenas que habían dado la obediencia ante el propio Vázquez de Coronado
desconocieron la autoridad de la Corona, y sin embargo, el alcalde mayor no asumió una
política de venganzas y ejecuciones, sino que procuró por medios pacíficos, hasta donde le
fue posible, que los alzados depusieran su actitud y se restableciera la armonía. Nos parece
que el propósito de Vázquez de Coronado era realmente convencer a Garabito para que
aceptara poner fin a su política de resistencia y después olvidarse de los cargos formulados en
su contra. Compartimos la opinión de Victoria Urbano, para la cual el proceso solo era una
formalidad legal y que las verdaderas intenciones del alcalde mayor no incluían ejecutar al rey
246
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 58.
247
Ibid., pp. 14-15.
69
Juan Dávila, que en su carta atribuye la jefatura de la misión no a Juan de Ovalle, sino
a Juan Illanes de Castro, dice que este
No se logró capturar al rey huetar, pero sí a un aristócrata que fue identificado con el
nombre de Taque. Como sabemos, en lengua huetar taque no era un nombre propio, sino la
denominación de un cargo, afín al término chibcha zaque, que quiere decir mandón o jefe, o
248
URBANO, 1958, p. 159.
249
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 19.
250
Ibid., p. 15.
251
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 37.
252
Ibid.
70
una palabra que designaba a un pariente cercano de los reyes. En todo caso, debía tratarse de
un indígena de alto rango, ya que en se le mencionó como un “principal” 253 en la
correspondencia de Vázquez de Coronado. Una vez en Garcimuñoz, Taque procedió a
cumplir con el acto formal de dar obediencia, en nombre de su ausente rey. Vázquez de
Coronado refirió:
Posiblemente, como parte de las ritualidades del acto de sumisión realizado en nombre
de su rey, el taque ofreció que un cierto número de súbditos de Garabito se presentarían poco
después en Garcimuñoz para suministrar víveres y otros servicios a la población. Sin
embargo, como muy pronto descubrió Vázquez de Coronado, el viaje del taque a esa ciudad
fue simplemente un ardid de Garabito, destinado principalmente a alejar de sus dominios a la
fuerza militar de Ovalle. El alcalde mayor, al referirse al acto de supuesta obediencia del
taque, escribió que este
“…lo hizo solamente para sacar a la gente que fue con el maese de
campo y no cumplio cosa de las que puso…”255
El reino de los votos colindaba con el de Garabito, por lo cual la misión de Marmolejo
era muy importante para evitar que la resistencia dirigida por el rey huetar se extendiese a esa
región, ya que según Juan Dávila, se tenía noticia de que allí
En aquellos momentos, sobre los votos reinaba una mujer, circunstancia que debe
haber llamado poderosamente la atención de los españoles, que hasta entonces, por lo que
sabemos, solo se habían topado en Costa Rica con reinos gobernados por varones. El marido
de la gobernante era un mero rey consorte y no ejercía autoridad efectiva. Según refirió
Vázquez de Coronado al rey Don Felipe II:
253
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 19.
254
Ibid.
255
Ibid.
256
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 37.
71
¿A qué se debió tanta amabilidad de los reyes de los votos hacia Marmolejo y su gente
y su insólito deseo de que se establecieran en sus dominios? Sin duda, la reina y su marido
sabían que los españoles podían ser unos adversarios formidables, aunque solo fuera por
contar con armas de fuego. Muy posiblemente, su verdadera intención era convertirlos en sus
aliados contra un enemigo al que quizá temían más:
Conseguir la obediencia de la reina de los votos no tenía mucha utilidad práctica por lo
que se refiere al suministro de víveres y servicios a Garcimuñoz, ya que sus dominios estaban
demasiado lejos de la ciudad y la ruta era muy ardua de recorrer. Sin embargo, para los
propósitos estratégicos de los españoles era sumamente importante ganarse su amistad y así
evitar que pudiera aliarse con Garabito. Adicionalmente, según lo percibió visionariamente
Vázquez de Coronado, la región podía convertirse en un elemento importante de
comunicación fluvial con el mar Caribe e incluso ayudar a que Costa Rica se convirtiera en la
ruta de tránsito comercial con el Perú, en lugar del istmo de Panamá:
Juan Dávila fue mucho menos optimista al referirse al reino de los votos:
257
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 18.
258
Ibid., p. 18.
259
Ibid.
260
Ibid., pp. 18-19.
72
En su carta a Don Felipe II, Juan Dávila refiere que después de la fracasada expedición
al valle de la Cruz, se tuvo noticia de que cuatro “principales” de Garabito estaban retirados al
pie de una montaña y Juan Vázquez de Coronado le encargó irlos a “traer de paz”. Según su
relato, unos guías los llevaron al paraje donde se hallaban los aristócratas huetares,
“… los cuales eran los mismos de que habíamos tenido noticias, con
los cuales estaban hasta veinte indios, treinta mujeres y hasta quince
ó diez y seis mochachos. Estaban aposentados en dos casas no muy
grandes; pregúnteles que dónde estaba Garavito, los cuales me
dijeron se había ido á la provincia de los Votos; importuneles que me
llevasen adonde estaba, á lo cual me respondieron que sería muy
gran trabajo irlo á buscar, porque él andaba con treinta indios á
noche y mesón, sin parar en segunda noche en una parte; y que, á
esta causa, entendían que si él no se quería mostrar, que era cosa
imposible hallarle.”262
Por otra parte, aunque no conocemos los métodos que utilizó Juan Dávila para extraer
información de los “principales”, al parecer la conversación con ellos fue amistosa. Dado que
261
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 37.
262
Ibid., III, p. 38.
263
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 18.
73
los españoles todavía desconocían en gran medida la geografía de Costa Rica, cabe
preguntarse por qué los principales iban a señalarle a Juan Dávila el verdadero rumbo que
había tomado Garabito, exponiéndose a que el español decidiera ir en su búsqueda, como en
efecto pareció dispuesto a hacerlo. Nos parece más verosímil que simplemente le hayan dado
a Dávila información falsa, y que Garabito y sus hombres hubieran tomado otra dirección,
quizá avanzando hacia el noroeste por los bosques y montes de la actual provincia de
Alajuela, que permanecieron durante largo tiempo al margen de los esfuerzos conquistadores.
Si, como dice el mismo Dávila, ya desde antes de la expedición de Marmolejo se decía que
Garabito se había retirado al territorio de los votos, hasta es posible que el mismo rey haya
dado instrucciones para que se hiciera correr esa especie.
Juan Dávila también le preguntó a los aristócratas huetares cuántos indígenas había en
los dominios de Garabito y encontró desconcertante su respuesta, porque le aseguraron que se
trataba de unos trescientos:
“… luego los invió á que fuesen por toda la tierra para dar noticia de
que era venido, y que les hacía saber que venía á les hacer todo buen
tratamiento, y no á tratarlos como el capitán que se había salido
[Cavallón]. Por que por los malos tratamientos que á algunos
caciques había hecho el licenciado Cavallón ó sus tenientes, sepa
vuestra alteza, estaba la tierra alterada. Mandoles que todos viniesen
a dar el dominio á vuestra real corona, apercibiéndoles que el que
estuviese rebelde lo castigaría.”265
264
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 38.
265
Ibid.
74
El rey Aczarrí, cuyo nombre también se consigna como Aqueccerí o Accerrí, y cuyos
dominios estaban muy próximos a Garcimuñoz, fue el primero en presentarse, el 11 de
diciembre de 1562; dio la obediencia y empezó a enviar a la ciudad“indios que sirvan y otros
que traten y contraten en este real”267, es decir que comerciaran con los españoles. El 16 de
diciembre se presentó el rey de Orosi y aceptó la autoridad de la Corona, y el 1° de enero hizo
lo propio el poderoso Coquiva, rey de Pacaca. El 2 de enero se presentaron los reyes de
Yuruci y Uxarraccí (Ujarrás), y el 3 de enero otro monarca llamado Teviste, del valle del
Guarco 268.
5.- Una nueva incursión de Antonio Pereyra en los dominios del rey Garabito y sus
consecuencias.
¿Y Garabito? Cualesquiera que hayan sido las promesas formuladas por “Taque” a
Juan Vázquez de Coronado, ya fuera sobre una eventual sumisión de Garabito o sobre el
servicio a la ciudad de Garcimuñoz, lo cierto es que el alcalde mayor no tardó en advertir que
tales promesas habían quedado sin cumplir, y decidió entonces enviar a Antonio Pereyra a los
dominios del monarca huetar.
266
FERNÁNDEZ, 1881-1907, III, p. 38.
267
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 17.
268
Ibid., pp. 17-18.
75
Con la obediencia dada por los recién llegados, en nombre propio y el de su monarca,
Vázquez de Coronado aparentemente creyó que el “problema Garabito” estaba prácticamente
solucionado. El 5 de enero de 1563 escribió desde Garcimuñoz al rey Don Felipe II una
extensa carta en la que refería las acciones llevadas a cabo para disipar la resistencia del
monarca indígena y dijo con gran optimismo:
“Por manera que despues que entre en esta cibdad tiene Vuestra
Magestad de paz la provincia de Pacaca y la de Accetti y la de los
Botos y la del Abra y la del Guarco y gran principio en la de
Garabito, sin que se aya derramado gota de sangre.”270
El optimismo del alcalde mayor se vio confirmado por el hecho de que, una vez que el
taque y el noble que había personificado a Garabito regresaron a sus tierras, esta vez sí
empezaron a llegar a “servir” a Garcimuñoz indígenas supuestamente enviados por Garabito,
en número de treinta y cinco por semana 271.
269
Ibid., 1964, p. 19.
270
Ibid.
271
Ibid., p. 23.
272
Ibid.
273
Ibid., p. 54.
76
Sin embargo, ya para entonces Juan Vázquez de Coronado estaba percatándose de cuál
era la estrategia de Garabito, porque en la ya citada carta al licenciado Martínez de Landecho
escribió:
Garabito, por lo visto, no andaba por las distantes tierras de los votos, sino que estaba
oculto en algún lugar bastante más cercano a su residencia original, desde donde podía
continuar dando instrucciones a sus súbditos y analizando la actitud de los españoles.
¿Era realmente Quitao el rey de los más importantes pueblos del valle del Guarco? Así
parece deducirse de la carta de Vázquez de Coronado. Sin embargo, don Ricardo Fernández
Guardia fue de la opinión de queQuitao “era un enviado de Correque”281. En un documento
de 1590, un “yndio principal de la encomienda de Uxarrace” llamado Don Fernando
Parrahara declaró en un litigio que
“… don Fernando Correque hera rrey sobre todos los caciques de los
pueblos de esta comarca desde Currizaba y Accerrí hasta más delante
de Atirro y como a tal rrey via este testigo que le obedecian y
triubutavan… al tiempo que los españoles vinieron a esta provincia
ymbio el dicho don Fernando en su lugar un principal que viniese en
su lugar a servir a los españoles e truxese indios para ello…”282
Curiosamente, en ese mismo litigio se dice que en 1569, uno de los “caciques” del
pueblo de Ibuxibux, encomendado a Alonso Gutiérrez de Sibaja (o de Gibaja) se llamaba
Buenaventura Quitao 283. ¿Sería el mismo Quitao que en 1563 había dado la obediencia,
fingiendo ser “señor de los demás” aunque solo fuera un “principal” y en realidad
representara a Correque? Nos parece bastante verosímil, ya que el Quitao de 1563,
aparentemente tan importante, no vuelve a ser mencionado nunca.
280
Ibid., p. 54.
281
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 140 n. 19.
282
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 35.
283
Ibid., p. 14.
284
VÁZQUEZ DE CORONADO, 1964, p. 54.
285
Ibid.
78
Entre tanto, ¿qué había ocurrido con Garabito? No lo sabemos; muy posiblemente se
mantenía oculto en los bosques, tratando de animar a los indígenas con los que tenía contacto
para que rehusaran la sumisión a los españoles. Pero una cosa sí nos parece indubitable:
durante el gobierno de Juan Vázquez de Coronado, el monarca huetar no prestó la obediencia
ni se sometió a los españoles, ni tampoco estos lograron derrotarlo. Si algo de ello hubiera
sucedido, el alcalde mayor hubiera estado sin duda muy satisfecho de logro tan importante
para la acción conquistadora y lo hubiera puesto en conocimiento del rey Don Felipe II o del
presidente de la Real Audiencia.
Vázquez de Coronado fue muy bien recibido en la corte española. Don Felipe II lo
nombró gobernador vitalicio de Costa Rica y le concedió el título hereditario de adelantado,
con una renta y un señorío territorial, y además concedió un escudo de armas a la ciudad de
Cartago. Sin embargo, cuando el adelantado viajaba de regreso a América, la flota en que iba
fue dispersada por una tormenta y no se volvieron a tener noticias suyas.
286
Ibid.
287
MELÉNDEZ, 1972, pp. 146-151.
79
CAPÍTULO V
DIEZAÑOS DE MISTERIO (1564-1574)
288
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 185.
289
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 228.
80
En fecha que se desconoce, pero que se supone que fue poco después que los
españoles llegaran al valle del Guarco, el más importante monarca de los huetares de esa
región, Correque, que había tenido diversas residencias en diversos lugares del mismo valle e
incluso otra en Suerre 290, se había retirado a Tucurrique, llevando consigo a “muchos señores
e hijos de señores de muchas partes a el sujetas” 291. Como consecuencia, Tucurrique se
convirtió en el foco más importante de la resistencia indígena en el sector oriental del Valle
Central.
La población indígena del valle del Guarco era cada vez más hostil a la presencia
española:
Para febrero de 1568, los indígenas del valle del Guarco se habían aliado contra los
españoles y decidieron pasar a la acción para terminar definitivamente con los invasores de
sus tierras, y como primera fase del plan prepararon una celada para matar al alcalde mayor
Venegas de los Ríos, según refiere Alonso Hernández de Guido, procurador general de
Cartago, en un documento de marzo de 1568:
“… podrá aver un mes, poco más o menos, que los dichos yndios, y en
especial los deste valle del Guarco, se confederaron y aliaron con los
demás yndios sus comarcanos de los pueblos de Turrialva y de
Uxarraccí y Corroscí y Atirro y otros, se rrevelaron contra el servicio
de su magestad para matar á Pedro Venegas de los Ríos questava por
alcalde mayor en la dicha cibdad Cartago y á todos los españoles que
con él estavan; y para el dicho efecto concertaron de venir, como
vinieron, á llamar a Pedro Venegas de los Ríos y á le pedir que fuese
á sus tierras á les enseñar sitios donde se poblasen los que estavan…
yendo para el dicho efecto el dicho Pedro Venegas de los Ríos,
alcalde mayor, y con él siete ó ocho soldados y gente de servicio,
290
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, pp. 52 y 55.
291
Ibid., p. 44
292
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VII, p. 145.
293
Ibid., IV, p. 463.
81
El proyectado ataque indígena a Cartago fracasó, debido a que justo en esos momentos
llegó ala ciudad una expedición al mando de Pero Afán (Perafán) de Ribera y Gómez, un
ancianoy arruinado conquistador a quien la Corona había nombrado desde 1566 como nuevo
gobernador de Costa Rica.
294
Ibid., IV, pp. 463-464.
295
Ibid., IV, p. 464.
296
Ibid.
297
Ibid., VII, pp. 463-464.
298
Ibid.
82
Como puede verse, esta correría de Pereyra incluyó al menos dos de las comunidades
que formaban parte de los dominios originales de Garabito: Barva y Toyopán. Pero lo que
más nos llama la atención es que los expedicionarios establecieran su real o campamento en el
valle de la Cruz, es decir, en lo que originalmente había sido la residencia principal del rey
huetar. Esto podría sugerir que Garabito no se encontraba allí, sino retirado en los montes; de
haber estado el rey huetar en el valle de la Cruz, difícilmente un soldado experimentado como
Pereyra hubiera establecido su campamento en un lugar tan peligroso para los españoles.
la mayoría 306 y, con ese pretexto, durante muchos años los encomenderos utilizaron
directamente la mano de obra indígena en provecho propio, de un modo absolutamente ilegal
307
.
La ley disponía que debían reservarse a la Corona las encomiendas cuyas rentas
provinieran de puertos o de cabeceras de cacicazgo 308, es decir, de los reinos indígenas que
tenían bajo su égida otros reinos y señoríos menores. Indudablemente, el reino de Garabito
debió haber sido considerado “cabecera de cacicazgo” y sus tributos ser adjudicados a la
Corona, dada su importancia y el hecho de que ejercía autoridad sobre otros varios pueblos.
Lo mismo debió haberse hecho con Tucurrique, donde reinaba el poderoso Correque. Sin
embargo, en la distribución hecha por Perafán de Ribera ninguno de los dos reinos fue
considerado “cabecera de caciczago”, sin duda con el ánimo de que sus tributos o el trabajo de
sus súbditos fueran a las arcas del lejano Don Felipe II, sino que sirvieran para beneficiar a los
conquistadores y allegados del gobernador. En el reparto de encomiendas de 1569 se
adjudicaron a la Corona los pueblos de Pacaca, cuyo rey era Coquiva, con unos
milcuatrocientos indígenas, y de Quepo, donde seguía reinando Corrohore, con unos mil. Se
trataba de reinos indígenas sin duda relevantes, pero de mucho menor importancia que los de
Garabito y Correque y que difícilmente podrían haber sido considerados “cabeceras de
cacicazgo”, porque su ámbito de autoridad territorial era mucho más limitado y no tenían, que
sepamos, a otros reinos o señoríos bajo su égida. A Pacaca y Quepo se agregó Chomes, que
tenía unos cien indígenas y que fue adjudicado a la Corona por considerársele puerto309.
Correque no fue mencionado en la lista de reyes indígenas cuyos pueblos que iban a
repartirse, elaborada el 11 de enero de 1569. Curiosamente en la nómina sí aparece “El
pueblo de Purapura, cacique el Guarco, terná cinquenta yndios” 310. No sabemos si al decir
“el Guarco” se quiso hacer referencia a un cargo regio y no a un nombre personal, caso en el
cual el “cacique” en cuestión podría haber sido Correque, de quien en un documento de 1584
se dice que era hijo (¿sucesor?) del Guarco311. Pero en todo caso, evidentemente la cifra de
cincuenta “yndios” del pueblo de Purapura es insignificante en el contexto del valle del
Guarco, donde había comunidades con cifras mucho más elevadas de tributarios: Quircó
ciento cincuenta, Coo trescientos cincuenta, Uxarraccí trescientos, Orosi ciento cincuenta,
Buxebux doscientos, Corroci doscientos, etc. 312. En la distribución, Purapura fue adjudicado a
Juan Alonso, junto otro pueblo llamado Pucuca, y entre ambos apenas sumaban cien
tributarios. Aunque todas las cifras de la lista son bastante arbitrarias y constituyen en realidad
cálculos meramente aproximados, llama muchísimo la atención la escasa importancia que en
la nómina reviste el señorío de “el Guarco”, cuando en 1584 se dice que Don Fernando
Correque había sido
“… rrey y Señor natural de toda esta tierra hijo del Guarco Señor
que asi mismo fue della y su legitimo sucesor y heredero…”313
Quizá “el Guarco” de Purapura de 1569 era un personaje distinto del antecesor de
Correque, o alguien que estaba al frente de la comunidad en nombre del monarca retirado en
306
SIBAJA, Luis Fernando, “La encomienda de tributo en el Valle Central de Costa Rica (1569-1683)”, p. 81, en
Costa Rica colonial: tres ensayos, San José, Cuadernos Centroamericanos de Ciencias Sociales, 1ª. ed., 1984,
pp. 43-83.
307
Ibid., pp. 52-53.
308
Recop. Ind., lib. VI, tít. VIII, ley 2.
309
PERALTA, 1883, p. 425.
310
Ibid., p. 423.
311
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 4.
312
PERALTA, 1883, pp. 422-423.
313
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 4.
84
El valle de Coyoche.
Barba y su gente.
Yuruste y su gente, que confina con Currirabá por la parte del real
de Juan de Estrada el principal.
314
PERALTA, 1883, p. 427.
315
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, pp. 50-54 .
316
PERALTA, 1883, pp. 421-422.
85
317
Ibid., pp. 425-427 y 429.
318
Ibid., p. 423.
86
Molina Montes de Oca incluye enel grupo de encomiendas efectivas o “de primera
clase” a las localizadas en la llamada provincia de Garabito. La importancia que se les
atribuyó se denota por los beneficiarios de estas encomiendas: además del hijo del
gobernador, a quien este obviamente quiso favorecer, encontramos en la lista a veteranos
conquistadores, la mayoría de los cuales estaba en Costa Rica desde la época de Cavallón, y
que gozaban de gran prestigio e influencia en Cartago. Varios de ellos eran integrantes del
Cabildo de la ciudad en el momento en que se efectuó la distribución y ello les permitió sin
duda apoderarse de lo mejor del menú.
319
PERALTA, 1883, pp. 430-431.
320
MOLINA MONTES DE OCA, pp. 238-241.
87
inequívoca manifestación de que la resistencia del rey huetar había menguado, o por lo menos
se había vuelto mucho menos problemática para los españoles.
Juan Romo había sido corregidor de Nicoya en la época en que era alcalde mayor de
Costa Rica Juan Vázquez de Coronado, con quien tuvo estrecha amistad y a quien prestó
valiosos auxilios para su acción conquistadora en varias oportunidades. Aunque no había
participado personalmente en la conquista de Costa Rica, el hecho de que se le asignaran
tributarios en Garabito en compensación por los de Chomes lo hizo vincularse a la provincia,
ya que fue vecino de Aranjuez y de la ciudad del Espíritu Santo322.
El capitán Diego de Trejo, nacido en 1538 y llegado a Costa Rica con Cavallón, había
acompañado a Vázquez de Coronado en sus viajes a Quepo y a Couto y a la costa caribeña y
había participado también en la jornada de Antonio Pereyra al sur de la provincia y en la la
fundación de la efímera ciudad de Nuevo Cartago. En Cartago desempeñó los cargos de
alcalde ordinario, regidor y tesorero 324. Era un hombre bastante joven, puesto que había
nacido en 1538, pero eso no impidió que se le adjudicara una importante encomienda en la
provincia de Garabito, y de hecho la suya podría ser considerada la más importante de todas
las establecidas allí, puesto que entre los encomendados debía estar el propio monarca huetar,
si es que llegaba a ser sometido.
El capitán Juan Solano, de edad similar a la de Trejo, había nacido en una prominente
familia de la ciudad de Trujillo, en Extremadura. Llegó a Costa Rica con Cavallón y fue
regidor de la ciudad del Castillo de Garcimuñoz. Participó en las jornadas de Vázquez de
Coronado a Quepo y a Couto. En Cartago había sido alcalde de la Santa Hermandad y en
321
PERALTA, 1883, p. 425.
322
VÍQUEZ SEGREDA, Juan Rafael, “Juan Romo”, enAcademia Costarricense de Ciencias Genealógicas, San
José, N° 10, mayo de 1962, pp. 22--24.
323
Recop. Ind., lib. VI, tít. XI, ley 7.
324
Sobre Trejo, V. BARRANTES FERRERO, Mario, Progenitores de los costarricenses, San José, Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, 1ª. ed., 1973, p. 199; FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, “Diccionario
biográfico de Costa Rica: descubridores y conquistadores”, p. 80, en Otras páginas, San José, EUNED, 1ª. ed.,
2008, pp. 31-85; MELÉNDEZ, Carlos, Conquistadores y pobladores, San José, EUNED, 1ª. ed., 1982, p. 83.
88
1569 era factor y veedor. Fuealférez general de la expedición de Perafán de Ribera a la región
del Caribe y el sur de la provincia y fue uno de los fundadores de la ciudad de Nombre de
Jesús. De 1543 a 1574 estuvo encargado interinamente del mando de Costa Rica, en calidad
de teniente de gobernador. Llegó a ser considerado uno de los hombres más respetados y de
mayor prestigio entre los españoles de Costa Rica. Murió en Cartago en 1615 325. En el reparto
de encomiendas de 1569, además de los doscientos cincuenta tributarios en Garabito, se le
adjudicaron ciento cincuenta más en el pueblo de Puririce, cuyo rey Toboba era vasallo de
Aquecerrí 326.
Juan Mexía Valladares, compañero de Cavallón al igual que Trejo y Solano, era unos
años mayor que estos y llegó a ser sargento mayor. Participó en las jornadas de Vázquez de
Coronado a Quepo y a Couto y al litoral caribeño. En 1564 fue alcalde ordinario de la villa de
los Reyes. En enero de 1569 era uno de los regidores del Cabildo de Cartago 327.
Esteban de Mena, nacido alrededor de 1532, llegó a Costa Rica con Cavallón y
participó con Antonio Pereyra en la jornada al sur del país y en la fundación de Nuevo
Cartago. También fue integrante de la expedición de Vázquez de Coronado al litoral caribeño.
En 1569 era uno de los regidores de Cartago 328.
El capitán Pero Alonso de las Alas, nacido alrededor de 1536 y llegado a Costa Rica
con Cavallón, había sido procurador de Garcimuñoz y acompañado aVázquez de Coronado en
sus viajes a Quepo y a Couto. En 1568 había sido fiscal en Cartago. En años posteriores fue
alcalde ordinario de Aranjuez y de Cartago 329.
Perafán de Ribera y Paz, hijo del gobernador, había llegado a Costa Rica con este. En
1568 fue alférez mayor de Costa Rica y en 1570 acompañó a su padre en su expedición a la
región sudeste. El transcurso de ella desapareció junto con otros dos soldados, por lo que se
supuso que habían muerto a manos de los indígenas. Reapareció muchos años después y en
octubre de 1605 fue uno de losfundadores de la ciudad de Santiago de Talamanca a orillas del
río Sixaola, aunque poco tiempo después murió en un enfrentamiento con los indígenas de esa
región 330.
Simón Sánchez de Guido, hermano de Miguel y tío de María de Guido, era solo un
muchacho de diecinueve o veinte años de edad en 1569 331 y naturalmente no tenía una hoja
de servicios tan brillante como la de los otros encomenderos de Garabito, aunque después
participó en la jornada de Perafán al litoral caribeño y al sur de la provincia y fue uno de los
fundadores de la ciudad de Nombre de Jesús 332. La principal encomienda que se le adjudicó,
325
BARRANTES FERRERO, 1973, p. 192; FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, pp. 77-78: MELÉNDEZ, 1972, p.
248; VÍQUEZ SEGREDA, Juan Rafael, “El Capitán Juan Solano”, en Academia Costarricense de Ciencias
Genealógicas, San José, N° 3, marzo de 1956, pp. 35-45.
326
PERALTA, 1883, pp. 423 y 426.
327
BARRANTES FERRERO, 1973, p. 129; FERNÁNDEZ, IV, p. 220 y 473-474; FERNÁNDEZ GUARDIA,
2008, p. 85.
328
BARRANTES FERRERO, 1973 p. 129; FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 66; MELÉNDEZ, 1982, p. 232;
VÍQUEZ SEGREDA, Juan Rafael, “Esteban de Mena”, enAcademia Costarricense de Ciencias Genealógicas,
San José, N° 10, mayo de 1962, pp. 31-33.
329
BARRANTES FERRERO, 1973, p. 20; FERNÁNDEZ, 1881-1907, V, p. 465; FERNÁNDEZ GUARDIA,
2008, p. 33; VÍQUEZ SEGREDA, Juan Rafael, “El capitán Pero Alonso o Peralonso de las Alas”, en Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, San José, N° 3, marzo de 1956, pp. 57-60.
330
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 33; FERNÁNDEZ PERALTA, Ricardo, Reinado de Felipe II. Pero
Afán de Ribera. Gobernador y capitán general de Costa Rica 1566-1568-1573, San José, Instituto Geográfico
Nacional, 1ª. ed., 1974, pp. 23-28.
331
BARRANTES, FERRERO, 1973, p. 187.
332
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 77.
89
con doscientos indígenas, fue la de Marena, una de las utópicas del sudeste, cuyo cacique se
llamaba Diracibat 333. Sin embargo, alguna influencia debían tener él o su familia, ya que
además de esa encomienda inalcanzable se le asignaron cien tributarios en lo que sobrara de la
provincia de Garabito.
333
FERNÁNDEZ, 1881-1907, V, p. 25.
334
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, pp. 39 y 64.
335
FERNÁNDEZ, 1881-1907, vol. IV, 334.
336
FERNÁNDEZ, 1881-1907, vol. IV, 327.
337
MELÉNDEZ, 1982, p. 231.
338
FERNÁNDEZ, 1881-1907, IV, pp. 486-487;FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 36.
339
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 198-199.
340
FERNÁNDEZ GUARDIA, 2008, p. 53.
341
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 198-199.
90
CAPÍTULO VI
FINAL EN CLAVE MENOR (1574)
En abril de 1574342 tomó posesión del gobierno de Costa Rica Alonso Anguciana de
Gamboa, nombrado por la Real Audiencia de Guatemala como alcalde mayor interino de la
provincia.
Cuando este sombrío personaje asumió el poder, había dos ciudades de españoles en
Costa Rica: Aranjuez en las vecindades de la actual Puntarenas y Cartago en el sitio llamado
Mata Redonda, ubicada al parecer donde hoy se encuentra la ciudad de San José. Quedaban
también dos importante núcleos de resistencia indígena: uno en Tucurrique, en el valle del
Guarco, donde el rey huetar Correque había trasladado su residencia con un nutrido grupo de
aristócratas, y otro en los dominios de Garabito, dirigido por este.
En criterio del historiador Molina Montes de Oca, el nuevo gobernante estaba decidido
a concentrar la acción conquistadora en la vertiente del Caribe, con el propósito de explotar su
supuesta riqueza aurífera, especialmente en la región de Suerre, es decir, la cuenca del bajo
Reventazón343. Esto explica más que sobradamente su interés en trasladar Cartago al valle del
Guarco, mucho más próximo al hipotético emporio minero que el paraje de la Mata Redonda.
Sin embargo, el valle del Guarco tenía el problema de que allí el dominio español allí era más
débil que en el sector occidental del Valle Central y sobre él siempre se cernía, como una
espada de Damocles, la posibilidad de que desde Tucurrique, la corte de Correque organizara
una sublevación general de los indígenas. Era necesario terminar con ese potencial foco de
insurrecciones.
342
MOLINA MONTES DE OCA, 1993, p. 268.
343
Ibid., pp. 268 y 275-277
344
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, p. 220.
345
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 171.
91
¿Quién era Luis González de Estrada, el hombre a quien Anguciana de Gamboa confió
tal misión, y que consiguió alcanzar lo que no habían logrado ni Juan de Cavallón ni Juan
Vázquez de Coronado?
346
FERNÁNDEZ, 1881-1907,I, p. 219.
347
Ibid., VII, pp. 467-468.
348
Ibid., p. 459.
92
Cuando llegó a Costa Rica como alcalde mayor Anguciana de Gamboa, a quien debe
haber conocido bien, Luis González de Estrada tenía ya unos cuarenta años y era un
conquistador veterano y experimentado, curtido por las arduas jornadas que había compartido
con Estrada Ravágo, Vázquez de Coronado y Perafán de Ribera. Tenía, por consiguiente,
buenas calificaciones para que Anguciana de Gamboa le encargara la tarea de someter a
Garabito, al mando de una compañía de soldados.
De algún modo se había sabido que el rey huetar se encontraba oculto en el valle de
Coyoche, y a ese lugar se dirigió González de Estrada, al mando de una compañía de
349
Ibid., IV, p. 426.
350
Ibid., IV, p. 426
351
Ibid., IV, p. 426
352
Ibid., IV, p. 427.
353
Ibid., IV, p. 416.
354
Ibid., V, p. 16.
355
Ibid., V, p. 26.
356
Ibid., III, pp. 83, 88, 125, 162 y 216.
357
Ibid., V, p. 39.
358
Ibid., V, p. 44.
359
Ibid., I, p. 286.
360
Ibid., I, p. 316.
361
Ibid., V, p. 98.
362
Ibid., VII, p. 468.
93
soldados. Conocemos los nombres de algunos de los participantes en esa jornada: Alonso
Pérez Farfán,Alonso Gutiérrez de Sibaja, Matías de Palacios y Antonio de Carvajal. Aunque
no sabemos nada sobre los demás integrantes de la compañía, por esos cuatro podemos
suponer que la tropa era experimentada, ya que los dos primeros habían llegado a Costa Rica
con Cavallón y los otros dos con Perafán de Ribera; todos, menos Pérez Farfán, habían
participado en la desventurada expedición de Perafán a Tierra Adentro. Los cuatro, además,
habían recibido encomiendas en la adjudicación hecha por ese gobernador en 1569.
¿Cómo se logró lo que diez años atrás parecía una hazaña imposible? La respuesta más
sincera y sencilla es: no lo sabemos. Lo único que ha quedado documentado sobre la
expedición de González de Estrada está contenido en un documento de principios de 1602, es
decir, casi cuatro decenios después de los hechos. El 5 de enero de 1602, Gaspar de
Chinchilla, esposo de Catalina de Palacios, hizo levantar en Cartago una información sobre
los méritos y servicios de su suegro Matías de Palacios, la misma que hemos mencionado al
hablar del sometimiento de Correque. Como parte de esa información, Chinchilla pidió que
los testigos dijeran si sabían que por mandado del alcalde mayor interino Alonso Anguciana
de Gamboa
Ese párrafo es prácticamente lo único que se conoce sobre las circunstancias del
sometimiento de Garabito. Los seis testigos que declararon en la información, todos antiguos
veteranos de la Conquista y tres de los cuales habían participado en la expedición al valle de
Coyoche,corroboraron lo indicado por Chinchilla en su interrogatorio, pero lamentablemente
no aportaron detalles adicionales. Aún así, transcribiremos sus escuetas declaraciones:
El capitán Pedro Alonso de las Alas, alcalde ordinario de Cartago en esos momentos,
declaró el 7 de febrero y manifestó: “A las veinte preguntas dixo que sabe la pregunta como
en ella se contiene porque este testigo lo vió ser é pasar por vista de ojos como la pregunta lo
declara, y esto rresponde a la pregunta.”364
363
Ibid.
364
Ibid., VII, p. 474.
94
este testigo fue a la dicha jornada é vió ser e pasar todo lo en la pregunta contenido, y esto
responde a ella.”365
El mismo 20 de febrero declaró el capitán y encomendero Juan Solano, uno de los más
prestigiosos veteranos de la conquista, que había estado a cargo del mando de la provincia
entre 1573 y 1574 como teniente de gobernador. Solano manifestó: “A las veinte preguntas
dixo que sabe la pregunta como en ella se contiene porque lo vió ser é pasar como la
pregunta lo dize, y esto rresponde a ella.”366
¿Por qué decidió Garabito, capturado ya por los españoles, poner fin a trece años de
resistencia y aceptar la autoridad de los invasores de su reino? No hay ninguna información
365
Ibid., VII, p. 479.
366
Ibid., VII, p. 484.
367
Ibid., VII, p. 489.
368
Ibid., VII, p. 495.
369
Ibid., VII, p. 501.
95
que arroje luz sobre el asunto. Pudo haberse convencido de que su lucha ya no tenía sentido,
de que la conquista española era un fenómeno irreversible y de que para sus súbditos era
menos perjudicial someterse a los españoles que andar errantes por los montes. Sin embargo,
sabemos que en el norte de Costa Rica y en la región de Talamanca, hubo naciones indígenas
que lograron escapar al dominio español refugiándose precisamente en selvas y montañas,
donde la geografía inhóspita para el conquistador les permitió conservar su libertad.
¿Estaba enfermo y cansado, y quería pasar sus últimos días en su tierra de origen,
donde había sin duda vivido horas más felices ante la llegada de los invasores? Es posible,
pero no parece una actitud propia de quien había sacrificado todo en la lucha por la libertad.
Otros reyes indígenas, desde fecha temprana, habían logrado conservar un resto de autoridad
sobre sus pueblos y un modo de vida más o menos cómodo sometiéndose a los españoles,
aunque esto implicara la servidumbre para sus súbditos. Garabito, por el contrario, nunca
había querido dejarse convencer ni por las armas de Cavallón y sus gentes, ni por el trato
humanitario y amistoso de Juan Vázquez de Coronado.
¿Habían sido diezmados sus súbditos por las enfermedades traídas por los
conquistadores? En un documento de diciembre de 1574 consta que el año anterior había
habido “grandes enfermedades y pestilencias”370 en Costa Rica, Nicaragua y Nicoya, al
extremo de que en cuestión de veinte días en Nicoya habían perecido trescientas personas. Sin
embargo, cuando Garabito se sometió, tenía consigo a “más de tres mil ánimas”, cifra con la
que ciertamente se podría haber mantenido la resistencia. Aunque el rey hubiera sido
capturado, indudablemente habría en las filas huetares muchos guerreros esforzados y
experimentados, capaces de reemplazar al monarca cautivo.
¿Pudo haberse tratado, como otras veces, de un “falso Garabito”, el último de la serie
de dobles que habían personificado al rey huetar? No parece verosímil, si se tiene en cuenta
que junto con el monarca se sometieron y se bautizaron “más de tres mil ánimas”. Los falsos
Garabitos jamás habían movilizado un número de personas semejante. Esta circunstancia nos
lleva a concluir que quien se sometió ante González de Estrada fue efectivamente el auténtico
rey, único capaz de lograr que sus súbditos se sometieran junto con él y aceptaran poner fin a
la resistencia.
No tenemos ninguna respuesta a esas interrogantes, y solo nos queda la escueta frase
de Gaspar de Chinchilla:
Tampoco tenemos ningún dato sobre las circunstancias del bautizo de Garabito, ni se
conoce el nombre cristiano que adoptó al recibir el sacramento. Por lo general, los indígenas
bautizados en el siglo XVI adoptaban un nombre español y conservaban como apellido su
nombre indígena original, como ocurrió en el caso del rey Correque, que al bautizarse se
convirtió en Don Fernando Correque. No obstante, se desconoce cuál fue el nombre que tomó
Garabito al ser bautizado. Hay algo de paradójico en esto de que por largo tiempo se haya
creído sin ningún fundamento que su nombre autóctono derivara del apellido de un
conquistador, y sin embargo se ignore cuál fue el nombre español que realmente adoptó.
370
Ibid., I, p. 239.
371
Ibid., VII, p. 468.
96
372
CASTRO Y TOSI, 1975, p. 67; SÁENZ CARBONELL, 2016, pp. 57-58.
373
FERNÁNDEZ, 1881-1907, Ibid., I, p. 219.
374
Ibid.
375
Ibid.
376
Ibid., I, p. 220.
97
Para octubre de 1574, según Molina Montes de Oca 377, las dos ciudades de Anguciana
de Gamboa estaban ya establecidas: Cartago en su último y definitivo asiento en el valle del
Guarco, y Espíritu Santo en el valle de Coyoche. Sin embargo, para irritación del alcalde
mayor, el magro vecindario de Aranjuez siguió manifestándose reacio al traslado a la nueva
población. Presa de la ira, Anguciana de Gamboa marchó a la ciudad rebelde, hizo prender a
los principales vecinos y abrió proceso contra ellos.
Una de las razones que tenían los pobladores de Aranjuez para rehusarse a la mudanza
era que no querían abandonar las haciendas que tenían en las cercanías de su ciudad y
trasladar sus ganados al valle de Coyoche, donde a su juicio la convivencia con los indígenas
iba a ser muy difícil. En un documento de diciembre de 1574, los regidores y el escribano de
Aranjuez, todos detenidos por orden de Anguciana de Gamboa, acusaron a este, entre otras,
de haber ordenado
“… a lo que dicen que han mandado á los indios que no les acudan
con maíz, que su merced tiene mandado, á pedimento de los dichos
naturales de la provincia de Garabito, como parece por los autos, que
no vengan á servir de tierra fría á tierra caliente, porque Su Mag. lo
manda así por su real provisión…”380
parece más asombroso que el alcalde mayor, persona nada humanitaria, estuviera dispuesto a
responder favorablemente una petición de los huetares en tal sentido. Nos parece más
verosímil que el propio Anguciana de Gamboa, en el ánimo de acosar a los vecinos de
Aranjuez para que llevaran a cabo su traslado, instara u obligara a los indígenas a presentar tal
solicitud y después accediera complacidamente a lo pedido.
Por lo que se refería a las supuestas dificultades que iban a enfrentar los vecinos en la
ciudad del Espíritu Santo, el alcalde mayor manifestó:
Para la historia patria habría sido muy interesante que se hubiera llamado a Garabito a
declarar en el proceso, porque sin duda sabríamos mucho más cosas del monarca huetar,
incluyendo posiblemente su edad aproximada y su nombre cristiano. Sin embargo,
obviamente Anguciana de Gamboa no debe haber tenido el más mínimo interés en la
presencia en el juicio de Garabito, porque este posiblemente habría corroborado las
afirmaciones de los acusados. No es lógico pensar que un monarca que había pasado trece
años resistiendo a los españoles, les iba a obsequiar alegremente parte de sus tierras para que
establecieran una ciudad allí. Por el contrario, resulta verosímil que el rey y sus principales
manifestaran una y otra vez que habían sido engañados en cuanto a la supuesta donación.
381
Ibid., I, pp. 234-235.
382
Ibid.,, I, p. 239.
99
trance: Aranjuez fue despoblada y lo que quedaba de su vecindario tuvo que trasladarse al
valle del Coyoche, a la ciudad del Espíritu Santo.
La última referencia documental que pudimos hallar sobre Garabito en vida del
monarca huetar está relacionada con otro proceso incoado por Anguciana de Gamboa. El 7 de
febrero de 1575, el arbitrario alcalde mayor formuló contra el alcalde ordinario de la ciudad
del Espíritu Santo, Esteban de Mena, el cargo de
Incluso se podría considerar verosímil que su fallecimiento haya ocurrido antes del 5
de enero de 1576, cuando el alcalde mayor Anguciana de Gamboa otorgó una encomienda de
383
Ibid., I, p. 257.
384
Ibid., I, p. 263.
100
cien indígenas en Garabito a Francisco Ramiro Corajo 385. En los documentos respectivos no
se le mencionó, lo cual no tiene nada de particular. Sin embargo, en el mes de julio de ese
año, cuando Anguciana de Gamboaadjudicó ciertas encomiendas en el valle del Guarco a
Alonso Gutiérrez de Sibaja, exceptuó expresamente de ellas a Don Fernando Correque:
Por lo que conocemos de Anguciana de Gamboa, es obvio que no procedió así por
respeto a Correque o porque deseara favorecerlo, sino para evitar que Gutiérrez de Sibaja, al
tener a Correque bajo su égida, pretendiera o lograra controlar por su intermedio a los
indígenas de otros pueblos del valle del Guarco adjudicados a otros encomenderos. El
argumento utilizado con respecto a Correque, en el sentido de que sería un agravio para los
demás encomenderos que un “cacique mayor” formara parte de la encomienda de un
particular, era igualmente lógico y válido con respecto a Garabito. Si Garabito hubiera estado
vivo para esa fecha, es razonable suponer que en enero de 1576 Anguciana de Gamboa
hubiera podido hacer en su favor una excepción similar, al otorgarle la encomienda a Ramiro
Corajo, en vez de permitir que quedara incluido en la encomienda de un particular, como se
había hecho en 1569 al disponerse que a Diego de Trejo se le adjudicaban “en Garabito, con
el cacique principal Garabito, quatrocientos yndios”387.
Aunque por supuesto que esto es solo una hipótesis sin más indicios, lo anterior nos
permite sugerir la posibilidad de que Garabito haya fallecido durante 1575, después del
proceso contra Esteban de Mena y antes de la adjudicación de encomienda a Francisco
Ramiro Corajo. En todo caso, es casi seguro ya había muerto para 1590, dado que en un
documento de ese año se cita a otros indígenas como caciques del pueblo de Santa Catalina.
Cualquiera que haya sido la fecha de muerte del gran rey huetar, esperamos que al
menos haya fallecido rodeado del afecto y el respeto de su pueblo.
Si se tiene en cuenta que Garabito se bautizó, cabe suponer que fue enterrado como
cristiano en ese mismo sitio, ya fuera en la iglesia de Santa Catalina propiamente dicha, como
muchas veces se hacía en aquellos tiempos, o en un cementerio contiguo.
Como ya indicamos en su momento, no se sabe nada del desstino posterior de los dos
hijos de Garabito que fueron capturados por los españoles en 1561 y llevados a Garcimuñoz,
y también se ignora si el monarca tenía otros hijos. Lamentablemente, del pueblo de Santa
Catalina de Garabito casi no ha quedado documentación y no es posible decir nada sobre si
Garabito dejó descendencia allí.
385
FERNÁNDEZ, 1881-1907, II, pp. 198-199.
386
Documentos para la historia de Costa Rica. N° 16, 1905, p. 12.
387
PERALTA, 1883, p. 426.
101
perjuicio de bienes de comunidad de Santa Catalina de Garabito 388, consta que en esa época
Don Francisco Quioquizara era en dicho pueblo gobernador y cacique, al parecer el principal,
además del cual había otros caciques 389: Don Diego Coyoczara, Don Francisco Ucara, Don
Francisco Tarica y Don Francisco Arayuris390. Solo a modo de conjetura, podemos sugerir que
quizá Don Francisco Qioquizara haya sido sobrino de Garabito, si se mantenía la sucesión
matrilineal, o tal vez incluso su hijo, si los españoles hubieran impuesto en el cacicazgo de
nuevo cuño una sucesión patrilineal, como lo hicieron en varias comunidades. Contra esta
segunda posibilidad cabe señalar que en tal hipótesis posiblemente hubiera llevado el apellido
de Garabito y no el de Quioquizara. Pero en todo caso, los documentos del expediente no
permiten confirmar que hubiera un vínculo de parentesco entre el monarca huetar y el cacique
de 1590, ni se sabe nada sobre la posible descendencia de este.
Con respecto a otros indígenas que llevaron el apellido de Garabito, conocemos tres
casos de principios del siglo XVII.
Santa Catalina de Garabito, que con tres mil personas en 1574 debió haber sido un
lugar populoso, fue induablemente uno de las localidades afectadas por la pandemia. Según
vimos, en la repartición de encomiendas de 1569 se había calculado en 3250 el número
potencial de tributarios que había solamente en la llamada provincia de Garabito propiamente
dicha, sin tomar en cuenta otras comunidades que formaban parte de los dominios del rey
huetar, y en 1574 este se había sometido y bautizado con más de tres mil personas. Aunque se
pueda considerar que estas cifras eran algo exageradas, es indudable que la región albergaba
una población numerosa. Sin embargo, en 1583, según datos del gobernador Artieda, en
Garabito había quinientos indígenas, ocho encomiendas y un doctrinero 404. Todavía era un
pueblo de considerable importancia, pero es verosímil pensar que en cuestión de unos pocos
años se había producido una catástrofe demográfica. Además, la pobreza de los sobrevivientes
se vio agravada por las malas cosechas, al extremo de que en 1590 los regidores del pueblo
manifestaron que
402
Ibid., II, p. 200.
403
MACLEOD, Murdo J., Historia socio-económica de la América Central española 1520-1720, Guatemala,
Editorial Piedra Santa, 1ª. ed., 1980, p. 173.
404
Así lo indica el obispo Bernardo Augusto Thiel en sus notas a MOREL DE SANTA CRUZ, Pedro Agustín,
Costa Rica en 1751. Informe de una visita, San José, Convento La Dolorosa, 1ª. ed., 1994, pp. 89-90 nota 110.
Como doctrineros de Garabito, Thiel menciona en 1587 a fray Bernardo de Bustamante, en 1588 a fray Mateo
Pereyra y en 1599 a fray Francisco Izquierdo. V. Ibid., p. 90 nota 110.
405
QUESADA PACHECO, Miguel Ángel, Fuentes documentales para el estudio del español colonial de Costa
Rica, San José, Editorial Alma Mater, 1ª. ed., 1987, pp. 23-28.
105
a su padre en 1575 no llegaban a veinte y que los tices y catapas eran hasta cuarenta, y de que
el monto de los tributos que le daban no llegaba ni a cien pesos 406. Uno de los testigos
llamados a declarar, el respetado capitán Juan Solano, a quien en 1569 también le habían
correspondido tributarios en la llamada provincia de Garabito, corroboró lo dicho por García
Ramiro Corajo, diciendo que sabía que los encomendados de este
Las últimas palabras del capitán Solano dan testimonio de la catástrofe demográfica
que estaba sufriendo la población indígena de Costa Rica, cuyo número se había reducido y
seguía reduciéndose de modo vertiginoso. Otro testigo, Alonso Gutiérrez de Sibaja, también
encomendero, corroboró “que se an muerto muchos yndios”408. Otro más, el síndico
procurador de Cartago Diego de Aguilar, afirmó que el tributo que le daban los indígenas a
García Ramiro Corajo
Entre los pocos documentos que han sobrevivido con respecto a Santa Catalina de
Garabito figura un expediente de los años 1590 y 1591, que ya hemos mencionado por constar
en él los nombres de los caciques que tenía el pueblo. Este expediente contiene el proceso que
se siguió a Francisco de Fonseca, alcalde ordinario de la ciudad de Esparza y titular de una
encomienda en Garabito, por orden del licenciado Juan Velázquez Ramiro de Logrosán,
gobernador interino de Costa Rica, y como parte del juicio de residencia del difunto
gobernador Artieda Chirino410.
El acusado fue arrestado y se embargaron todos sus bienes. Una vez concluido el
sumario por Diego Peláez Berrío, nombrado para la causacomo defensor de los indígenas y
fiscal. se remitieron los autos a la Real Audiencia de Guatemala para su sentencia, pero en el
expediente no consta esta 413.
Una de las quejas constantes de Diego de Artieda Chirino había sido que la Real
Audiencia de Guatemala, pasando por alto su autoridad, establecía corregimientos en Costa
Rica y nombraba corregidores. Para 1576 ya se había creado el de Chomes 414, y en 1583
existían además otros dos, los de Pacaca y Quepo 415. En el expediente de 1590-1591 consta
que para entonces se había erigido un corregimiento en la “provincia de Garabito”, cuyo
titular era Juan de Urroz Navarro, aunque el mismo documento indica que estaba “ausente en
la Jornada de los Puertos, pobre, sin bienes”416.
412
VÍQUEZ SEGREDA, 1955, p. 66.
413
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Guatemala, n° 8.
414
FERNÁNDEZ PERALTA, 1974, p. 22.
415
FERNÁNDEZ, 1975, p. 69.
416
VÍQUEZ SEGREDA, 1955, p. 66. La “jornada de los puertos” es sin duda la expedición que por mandato del
gobernador Velázquez Ramiro de Logrosán efectuaron en 1591 el capitán Juan Cabral y un grupo de soldados en
busca de un puerto adecuado en el litoral caribeño de Costa Rica, para lo cual se exploraron las costas de la bahía
del Almirante y la laguna de Chiriquí. V. FERNÁNDEZ GUARDIA, 1975, p. 166.
417
V. SÁENZ CARBONELL, 2016, pp. 185-187..
107
Es muy escasa y fragmentaria la documentación del siglo XVII disponible sobre Santa
Catalina de Garabito, cuya población disminuyó en forma vertiginosa. Según un informe del
gobernador interino Don Rodrigo Arias Maldonado al rey Don Felipe IV, fechado en Cartago
el 28 de noviembre de 1662, el número de indígenas tributarios de Santa Catalina era
reducidísimo, porque en conjunto con los tributarios de otros dos pueblos apenassumaban
veinte:
Santa Catalina de Garabito sin duda se vio gravemente afectada por la decadencia de
la vecina ciudad de Esparza, que en los decenios finales del siglo XVII fue víctima constante
de ataques piratas. Según refirió el gobernador Don Diego de la Haya Fernández en 1719:
418
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Guatemala, n° 12.
419
ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, Índice de los protocolos de Cartago 1607-1700, San José,
Tipografía Nacional, 1ª. ed.,1909, pp. 8 y 11.
420
FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Crónicas coloniales de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª.
ed., 1967, p. 65. En 1613 Chacón de Alarcón también era corregidor de Chomes, Catapas y Abangares, según
consigna PRADO SÁENZ, 1965, p. 31.
421
FERNÁNDEZ, 1881-1907, VIII, p. 294.
422
FERNÁNDEZ, León, Colección de documentos para la historia de Costa Rica. Volumen II. Encomiendas y
reducciones. Indios no sometidos. Matina, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1976, p. 56.
108
En 1709 el pueblo de Santa Catalina contaba con catorce familias 426.Sin embargo, en la
visita que efectuó a la localidad el gobernador don José Antonio Lacayo de Briones y Palacios
se encontraron únicamente siete familias, para un total de veintisiete habitantes. De todos los
pueblos que visitó Lacayo de Briones entre 1713 y 1714 – Garabito, Barva, Pacaca, Aserrí,
Curridabat, Quircot, Tobosi, Cot, Ujarrás y San Juan de Herrera de los Naboríos-, Santa
Catalina era el más pequeño en población. Los datos de esta visita son muy interesantes, ya
que permiten notar, en una época de una tasa de nacimientos generalmente alta, que las cifras
de natalidaden Santa Catalina de Garabito eran bajísimas. Como consecuencia de la visita de
Lacayo de Briones, se consignó que de las siete familias del pueblo, una no tenía hijos, tres
tenían solamente uno, una tenía dos y solamente había dos que tuvieran cinco hijos o más 427.
En 1717 la localidad fue visitada por el gobernador Don Pedro Ruiz de Bustamante 428
y en 1719 porsu sucesor Don Diego de la Haya Fernández. Este último, en un informe al rey
Don Felipe V, fechado en Cartago el 15 de marzo de ese año, se refirió así a lo que ya era más
bien un diminuto caserío:
Para la segunda mitad del siglo, la población de Santa Catalina de Garabito había
aumentado, porque un censo deoctubre de 1762 registró que tenía 103 habitantes; pero un
nuevo censo practicado en enero de 1763, es decir, solamente cuatro meses después, indicó
que quedaban 93 430.
423
FERNÁNDEZ, 1881-1907, V, p. 485.
424
FERNÁNDEZ, 1975, p. 140.
425
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Cartago, documento n° 158.
426
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 77.
427
THIEL, Bernardo Augusto, “Monografía de la población de Costa Rica en el siglo XIX”, p. 69, en Población
de Costa Rica y orígenes de los costarricenses, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1977, pp. 15-72..
428
Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo de Cartago, n° 212.
429
FERNÁNDEZ, 1881-1907, V, p. 480.
430
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1977, p. 77.
109
Un informe de 1815 sobre las misiones en Talamanca, consigna que aunque con
numerosos indígenas sacados de esa región se había formado el pueblo del Pilar de los Tres
Ríos y “parte del de Garavito junto a Esparza” 435, este último duró poco. Este documento, al
referirse a la extinción de Santa Catalina de Garabito, dice que el pueblo
Aunque hoy sabemos la lengua y la cultura de los maleku son distintas de las de los
huetares, durante mucho tiempo persistió en Costa Rica la creencia de que los maleku eran los
descendientes de los indígenas de Santa Catalina. En sus Lecciones de Geografía, publicadas
en 1833, el bachiller Rafael Francisco Osejo, al enumerar las naciones indígenas que había en
Costa Rica en ese momento, mencionó a
¿Dónde estuvo ubicado el pueblo de Santa Catalina de Garabito? De acuerdo con los
documentos de la época de la conquista, el lugar donde residían los primeros huetares que
encontró la expedición de Juan de Cavallón en 1561 fue el que llamaron los españoles valle
de la Cruz. Don Cleto González Víquez, que estudió detenidamente los documentos históricos
y la geografía de la región, llegó a la conclusión de que este valle se hallaba a orillas del río
Surubres, al norte de la actual población de San Mateo 441. Entre los documentos que estudió
figuró un expediente de tierras de 1842, relativo al sitio de Oricuajo, del cual resultaba que
una quebrada en las cabeceras del río Jesús María se llamaba quebrada de la Cruz y que
también recibía ese nombre un pequeño cerro redondo localizado al oeste de los potreros de
Surubres. En el expediente se mencionaba la ubicación del antiguo pueblo de Santa Catalina
de Garabito y el reconocimiento hecho por el agrimensor Nazario Flores de los vestigios de la
iglesia de ese pueblo, y se concluía que los indígenas de Garabito confinaban con el sitio de
Oricuajo y que la línea divisoria la señalaba otra quebrada llamada de Garabito 442.
437
Ibid., p. 296.
438
Ibid., p. 298.
439
ZELAYA, Chester, El bachiller Osejo, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1971, vol. II, p. 78.
440
Ibid.
441
GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1935, p. 77.
442
Ibid., p. 76.
111
443
AZOFEIFA V. MARIANO, “Localizada Santa Catalina de Garabito”, en La Nación, 13 de mayo de 1961, p.
24.
112
CAPÍTULO VII
GARABITO EN LA HISTORIA Y EN LA FICCIÓN
El rey Garabito fue olvidado, y permaneció olvidado durante tres siglos. El manto del
olvido cubrió también, justo es decirlo, a sus dos grandes adversarios, Juan de Cavallón y
Juan Vázquez de Coronado, y a casi todos los demás conquistadores españoles que habían
actuado en territorio costarricense durante el siglo XVI. A principios del siglo XIX se
ignoraban totalmente las circunstancias de la conquista de Costa Rica. Por ejemplo, el
presbítero Domingo Juarros, en una obra publicada en la ciudad de Guatemala en 1818, daba
por sentado que Costa Rica había sido la primera provincia del reino de Guatemala en ser
conquistada por los españoles; que sus conquistadores habían sido Juan Solano, Álvaro de
Acuña y Don Jorge de Alvarado, hermano del adelantado de Guatemala Don Pedro, yque
Cartago ya estaba fundada en 1522 444. Estos datos erróneos se repitieron en 1851 en la obra
de don Felipe Molina Bosquejo de la República de Costa Rica445, que sirvió de libro de texto
en las escuelas costarricenses hasta 1886. Molina sí mencionó a Juan de Cavallón, pero solo
para decir que una expedición preparada por él y Juan de Estrada Rávago había fundado en
1560 la villa del Castillo de Austria.
Los primeros documentos publicados en que aparecía mencionado Garabito fueron los
informes y cartas de Juan Vázquez de Coronado incluidos en la obra de don Manuel María de
Peralta Costa Rica, Nicaragua y Panamá en el siglo XVI, impresa en 1883. A ella le siguió,
en 1886, el cuarto tomo de la Colección de Documentos de don León Fernández, que también
contenía algunos textos en que se mencionaba al rey huetar. Sin embargo, ninguno de esos
dos textos, como tampoco los otros tomos que siguieron de la monumental recopilación de
Fernández, llevó a que la mayoría de los costarricenses conociera algo del rey indígena, ya
que se trataba de obras voluminosas y caras, impresas fuera del país y que solo leía un puñado
de personas interesadas en la historia patria.
444
JUARROS, Domingo, Compendio de la Historia del Reino de Guatemala 1500-1800, Guatemala, Editorial
Piedra Santa, 1ª. ed., 1981, p. 315.
445
MOLINA, Felipe, Bosquejo de la República de Costa Rica, San José, EUNED, 1ª. ed., 2007, pp. 2-3.
446
FERNÁNDEZ, 1881-1907, I, pp. 93-95 nota (f).
113
Quien verdaderamente llevó a que se conociera la figura de Garabito en Costa Rica fue
don Ricardo Fernández Guardia, mediante la publicación en 1905 de su obra Historia de
Costa Rica. El descubrimiento y la conquista, texto bien documentado y de agradable lectura,
en el que se daba cuenta, entre otras cosas, de las vicisitudes de las expediciones de Cavallón
y Vázquez de Coronado. Fue en esta obra donde los costarricenses que no habían leído las
colecciones documentales del marqués de Peralta y don León Fernández se enteraron por
primera vez de la existencia del gran rey indígena. Uno de los principales párrafos
relacionados con Garabito dice:
Aunque este texto contiene una idea que consideramos errónea, es decir, la de que el
rey huetar hubiera tomado su nombre del subalterno de Pedrarias, y otra que por lo menos nos
parece dudosa, que es la caracterización de Garabito como “viejo”, gracias a él se pudo
empezar a adquirir conciencia de la importancia histórica del monarca indígena, como “jefe
principal de la resistencia contra los españoles”. Fernández Guardia añadió nuevos elementos
al conocimiento de las actuaciones de Garabito con la publicación, en 1908, de las Cartas de
Juan Vázquez de Coronado.
447
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1933, p. 120.
448
Sobre las publicaciones de Fernández Guardia, V. SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, El canciller
Fernández Guardia, San José, Imprenta Nacional, 2015, p. 33.
449
FERNÁNDEZ GUARDIA, 1970, p. 29.
450
Ibid., p. 35.
451
Ibid., p. 36.
452
FERNÁNDEZ GUARDIA, León, Historia de Costa Rica, San José, Imprenta Lehmann, 2ª. ed., 1939, pp. 26-
29.
114
hizo una correría en sus dominios de la que no hay más recuerdo que
el nombre de Garabito dado por los españoles a este rey o cacique
principal de los huetares de la región del Pacífico. Treinta y siete
años más tarde dio la obediencia a Cavallón a la llegada de este;
pero en seguida se rebeló, convirtiéndose en el alma de la resistencia
a los conquistadores. Vázquez de Coronado no pudo cosneguir que se
presentase personalmente. En eenro de 1562, al emprender Cavallón
su viaje de regreso a Guatemala, Garabito le armó una emboscada en
un mal apso del camino con intención de matarlo y estuvo a punto de
conseguirlo. A su llegada, Vázquez de Coronado le declaró la guerra
y lo condenó a muerte, pero no pudieron los conquistadores
apoderarse de él. Durante más de 10 años anduvo el rey Garabito a
salto de mata, burlando tdoas las persecuciones de los españoles,
hasta que por fin, en tiempo del gobernador Anguciana de Gamboa,
por el año 1575, el capitán Luis González de Estrada lo capturó en el
valle de Coyoche. Garabito, que ya estaba muy anciano, se sometió y
fue bautizado con unos 3000 de sus súbditos. Anguciana formó con
ellos varios pueblos en torno de la recién fundada ciudad del Espíritu
Santo de Esparza.” 453
En 1906, don Cleto González Víquez publicó la obra Apuntes sobre Geografía
Histórica de Costa Rica, que se reprodujo en noviembre de 1935 en el número 35 de la revista
mensual La Escuela Costarricense. En esta obra, en una sección titulada Garavito, don Cleto
se hizo eco de la conseja reproducida por Fernández Guardia de que el rey indígena había
tomado su nombre del capitán Andrés de Garabito, y dedicó algunas páginas a la nada
honrosa vida de este, para enseguida presentar los escuetos datos disponibles acerca de las
actuaciones del monarca huetar en la época de Cavallón y Juan Vázquez de Coronado, según
los documentos publicados por el marqués de Peralta y don León Fernández, así como sobre
su sumisión en tiempos de Anguciana de Gamboa. También se refirió, con base en fuentes
estrictamente documentales, a la ubicación de la llamada provincia de Garabito y del pueblo
de Santa Catalina de Garabito.
Aunque tomara como base de su relato algunas fuentes históricas, es evidente que don
Manuel de Jesús, al escribirlo, estaba haciendo literatura y no historia, y no negamos que su
texto sea muy bello e inspirador y haga gala de un castellano impecable. Pero creemos que,
involuntariamente, Jiménez le hizo un enorme daño a la figura del verdadero Garabito, porque
sus bien hilvanadas fantasías sirvieron como base a gran parte de lo que se escribió y se
publicó en Costa Rica sobre el rey indígena en los años siguientes, y de vez en cuando
elementos de su relato se repiten, sin duda de buena fe, en textos escolares o periodísticos, e
incluso en estudios académicos.
En una breve búsqueda en internet, encontramos las más variadas afirmaciones sobre
Garabito, sin ningún sustento en los documentos históricos: que tomó su nombre de un
capitán español “como muestra de sinceridad y paz”, que Cavallón lo hizo prisionero y logró
escaparse, que su esposa “Biriteca” era muy bella, que “Biriteca” fue capturada junto con
veinticinco mil personas (¡!), que los españoles la torturaron, que Garabito llevaba
ocultamente a su mujer maíz y miel, que “Biriteca” fue obligada a contraer matrimonio con
Pereyra, que Garabito realizó un ataque contra Garcimuñoz, que Coyoche y Garabito eran
primos…
455
JIMÉNEZ, Manuel de Jesús, Noticias de antaño, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 1946-1947, vol. I, p.
258.
116
La escasez de datos históricos reales sobre Garabito fue más que compensada con las
románticas páginas del escritor cartaginés, pero la historia salió muy maltratada del asunto.
Hubo hasta quienes creyeron que el rey huetar se había suicidado arrojándose al cráter del
volcán Poás, según consigna Bákit:
Que todo el relato de Jiménez sobre Biriteca y Pereyra era simplemente una fantasía,
se comprueba con claridad meridiana en otro de susescritos, este rigurosamente histórico,
muy breve y sin ninguna pretensión de belleza literaria, que se titula “Bartolomé Sánchez e
Inés Álvarez Pereyra”. En esteúltimo texto, don Manuel de Jesús consigna que Inés Álvarez
Pereyra, hija extramatrimonial del conquistador portugués, “nació en 1579, según consta por
su propia declaración”458, y dice además que
“Es de presumir que fuera Inés nieta por parte materna de Bartolomé
Álvarez, soldado de Juan Vázquez de Coronado y Regidor del primer
Cabildo de Cartago, pues sólo él figura por esos tiempos con el
apellido de Álvarez”459.
456
BÁKIT, 1981, p. 66.
457
JIMÉNEZ, 1946-1947, vol. I, p. 232. BÁKIT, 1982, p. 46, al señalar lo infundado de este supuesto obsequio,
y recordando que en 1563 el rey Corrohore pidió ayuda a Vázquez de Coronado para enfrentar a sus enemigos
de Couto o Coctu, el pueblo donde existían las mujeres guerreras llamadas biritecas, se pregunta festivamente
“¿Cómo iba Corrohore, víctima de los coctu e indefenso ante las mujeres guerreras, andar regalando
“biritecas” en celofán, cuando eran las biritecas las que lo tenían acartonado?”
458
JIMÉNEZ, 1946-1947, vol. I, p. 227.
459
Ibid., vol. I, p. 228.
117
una indígena y mucho menos la consorte de Garabito capturada por la expedición de castigo
enviada por Cavallón, sino más bien una mujer de sangre española. Por lo demás, resulta poco
razonable pensar que la mujer de Garabito apresada en 1561 le fuera a dar una hija a Pereyra
en 1579, dieciocho años después de su secuestro.
Sin embargo, el relato literario de Jiménez llevó a que don Ernesto Quirós Aguilar, en
un curioso librito titulado Mi ascendencia real indígena, y publicado en 1953, construyera
una genealogía en la cual se identificaba a la madre de los hijos de Pereyra con la hermana del
rey Corrohore de Quepo, llamada Dulcee o Dulcehe, rescatadaen 1563 por Juan Vázquez de
Coronada de las manos de los indígenas del reino de Couto o Coctu, que la tenían secuestrada.
Quirós Aguilar, que expresamente citó comofuente de algunos de sus datos el artículo de don
Manuel dede Jesús Jiménez460, mencionó a la supuesta madre de los hijos de Pereyra del
siguiente modo:
De este modo, Quirós Aguilar convirtió la fantasía literaria de don Manuel de Jesús
Jiménez en dato genealógico e histórico, y la ficticia biriteca de Couto supuestamente
obsequiada a Garabito por el rey Corrohore se transformó nada menos que en la hermana de
este último monarca. Para advertir lo absurdo de estas identificaciones, basta recordar que la
“mujer principal” de Garabito fue apresada por el capitán Pereyra en 1561, durante el
gobierno del licenciado Cavallón, mientras que no fue sino hasta 1563 cuando Vázquez de
Coronado rescató a la princesa Dulcehe de manos de los indígenas de Couto y la devolvió a su
hermano el rey de Quepo. Por lo demás, tampoco consta que el “verdadero” nombre de
Garabito fuera Ibux, que en el relato ficticio de don Manuel de Jesús Jiménez se le atribuye
como mero nom de guerre, un pseudónimo para ocultar su verdadera identidad ante los
españoles.
lo habitual entre los indígenas del Área Intermedia de Costa Rica era que la sucesión de los
reyes se efectuara por la vía matrilineal y en consecuencia lo más verosímil es que el anterior
rey de Quepo no haya sido el padre de Corrohore, sino uno de sus tíos maternos. Pero lo que
sí es seguro es que los monarcas de Quepo no eran huetares ni menos reyes de los huetares,
título que por supuesto correspondía a Garabito, y en consecuencia es absurdo atribuirle a
Dulcehe la calidad de “princesa de los güetares”.Tampoco consta en documento alguno que la
madre de los hijos de Pereyra se llamara Doña Inés y menos que utilizara el nombre de “Doña
Inés de Corrohore”.
Quirós Aguilar repitió esta versión en una genealogía del presidente don Mario
Echandi publicada en 1958, aunque con una ligera variante, ya que la compañera de Pereyra
fue consignada como “Dulcehé o Biriteca - Princesa de los Güetares de Occidente de
Corrohore, mujer que fue del Cacique Ybux o Garavito” 464.Este siguió despojado de su
condición de rey de los huetares en favor de su supuesto suegro. En mayo de 1960, en un
artículo sobre la ascendencia de su pariente monseñor Carlos Humberto Rodríguez Quirós,
cuarto arzobispo de San José, Quirós Aguilar reprodujo estas inexactitudes, con la variante de
que en esta nueva genealogía Garabito ni siquiera fue mencionado por su nombre, ya que
simplemente se dijo que Dulcehe había sido “mujer de Ybux”465, sin aclarar que con esta
última denominación se aludía al monarca huetar.
Las genealogíasde Quirós Aguilar llevaron a que su pariente Otto Jiménez Quirós, en
su novela Árbol criollo, publicada en 1964, diera nuevos bríos a la identificación de Dulcehe
con la madre de los hijos de Pereira, y agregara otro elemento de confusión al tema, ya que en
su relato identifica a Corrohore con Garabito. EnÁrbol criollo, el autor imagina que
Corrohore/Garabito envía a su hermana como obsequio para Juan Vázquez de Coronado,
quien se la manda de vuelta con una escolta dirigida por Antonio Álvarez Pereira. Al final, el
portugués termina casándose con la princesa 466.
documentales se sabía de las acciones de Garabito en conexión con la acción de esos dos
conquistadores.
El historiador don Gabriel Ureña Morales escribió un relato para niños sobre el
personaje de Garabito, que apareció por primera vez en 1964 en un libro de lectura escolar
titulado Centroamérica. En este texto, que se usó en las escuelas primarias estatales durante
varios años, Ureña presentó la figura de Garabito a partir del relato literario de don Manuel de
Jesús Jiménez 468. Por el contrario, don Carlos Meléndez, en otro breve texto para estudiantes
de secundaria, aunque repitió la antigua conseja en cuanto al origen del nombre del rey, no
incluyó elementos ficticios, sino que se ajustó a lo que deriva de las fuentes documentales 469.
En 1970, por gestiones del periodista don Juan Ramón Gutiérrez, se presentó la
oportunidad de colocar una escultura que representara a Garabito en la Plaza Indoamérica de
Quito, donde se estaban emplazando las de otros héroes indígenas americanos. El escultor y
escritor costarricense Óscar Bákit Padilla realizó en bronce un busto que representaba al rey
huetar, lo obsequió al Colegio de Periodistas y este lo hizo llegar a la capital ecuatoriana.
En 1974 el escultor Bákit hizo en piedra artificial una réplica del busto de Garabito
moldeada en piedra artificial, la cual fue colocada en el Parque Central de la ciudad de San
José, con una placa en la que se confundía a Garabito con su vecino y posiblemente
adversario el rey mesoamericano Coyoche. Al comentar años después la ceremonia de
inauguración del busto, Bákit escribió:
“El día que se instaló con honores esa escultura, todos los
discursos revelaron a las clarasque ninguno de los que hablaban
conocían a Garabito. Los varios representantes de Ministerios y
Academias callaron sobre el garrafal error que se había cometido en
la placa y los textos de los discursos que se leyeron “volaban” sobre
el tema sin profundizar.”470
La escultura, una vez corregido el error en la placa, fue tiempo después trasladada al
Parque de los Beneméritos, ubicado en la calle 36 de San José, entre las avenidas segunda y
468
UREÑA M., Gabriel, “Garabito”, en Centroamérica, San José, Antonio Lehmann, 164ª. ed., 1969, pp. 170-
174.
469
MELÉNDEZ, Carlos, “Garabito”, en Nueva historia de Costa Rica, San José, 5ª. ed., 1982, pp. 81-82.
470
BÁKIT, 1981, p. 51.
120
Óscar Bákit, apasionado por la figura del héroe indígena, publicó en 1981 la
obraGaravito, nuestra raíz perdida. Es un libro emotivo y un tanto desigual, que trata por
primera vez de desmontar una serie de fantasías y absurdos que desde el siglo XVI y también
en el XX habían afectado la realidad histórica de Garabito. Con muy válidos razonamientos,
Bákit no solo demostró que Garabito y Coyoche eran dos monarcas completamente distintos,
sino que además, a partir de la muy lógica duda planteada por Gagini desde 1915, rechazó de
modo absoluto la posibilidad de que el héroe indígena hubiera tomado esa denominación del
capitán español Andrés de Garabito y concluyó que el nombre de Garabito era autóctono.
Aunque no compartimos algunas de las ideas de Bákit, nos parece que su obra es la más
importante hasta ahora dedicada al rey huetar.
Entre las publicaciones del último decenio del siglo XX merecen destacarse la obra de
Carlso Molina Montes de Oca Garcimuñoz, la ciudad que nunca murió (1993) que arroja
nueva luz sobre los diversos reinos huetares y las actuaciones de Garabito, sobre todo en la
época de Cavallón, y la de Miguel Ángel Quesada Pacheco Los huetares: historia, lengua,
etnografía y tradición oral, (1996), que es el estudio más profundo que se ha hecho sobre la
cultura de ese pueblo. Quesada Pacheco también publicó, en 1998, la obra Tradiciones
huetares.
471
ARIAS CASTRO, Tomás Federico, “Reseña histórica del cantón de Garabito”, en Revista Punta Leona,
mayo-junio de 2011, n° 25, p. 9 y setiembre-octubre de de 2011, n° 27, p. 23.
472
Ibid.
121
PALABRAS FINALES
Hay muchas cosas que no sabemos, y que posiblemente nunca llegaremos a saber,
sobre el verdadero Garabito. Ignoramos las fechas de su nacimiento y de su muerte y los
nombres de sus padres, de sus esposas y de sus hijos. Desconocemos qué aspecto tenía y
cuáles eran sus creencias religiosas, sus actividades habitualesy la naturaleza precisa de los
vínculos que tenía con otros monarcas indígenas de su época. De su carácter solamente
sabemos que era valiente, astuto y desconfiado. Quedan dudas sobre su nombre, y hasta el
idioma que hablaba se ha extinguido.
Los escasos datos que tenemos sobre él han sido distorsionados por ficciones literarias
y supuestas leyendas sin ninguna base documental. Pero aunque lo que sabemos del Garabito
histórico es menos llamativo que lo contenido las páginas de la ficción literaria, es bastante
para caracterizarlo como uno de los grandes héroes indígenas de Costa Rica y uno de los
primigenios defensores de la libertad en este territorio.
Hay otro reconocimiento pendiente y que creemos que ya es hora de que se le otorgue
al rey huetar. En la galería de defnsores de la libertad en la Asamblea Legislativa figuran, sin
duda muy merecidamente, cinco figuras de la Campaña Nacional contra los filibusteros –don
Juan Rafael Mora, los generales José María Cañas y José Joaquín Mora, Juan Santamaría y
Francisca Carrasco-, así como Pablo Presbere, líder de la sublevación indígena de Talamanca
en 1709. Sin embargo, está ausente el rey Garabito, que con anterioridad a todos ellos
defendió la soberanía e independencia de su territorio. Nos parece que sería un acto de justicia
y de rescate de la historia el declararlo también a él como uno de los defensores de la libertad.
122
BIBLIOGRAFÍA
FUENTES PRIMARIAS
FUENTES IMPRESAS
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FUENTES ELECTRÓNICAS
SOBRE EL AUTOR