Está en la página 1de 3

AMOR IMPORTUNO

Sor Juana Inés De La Cruz

Dos dudas en que escoger Y sea esta la sentencia,


Tengo, y no se a cual prefiera, Porque no os podáis quejar,
Pues vos sentís que no quiera Que entre aborrecer y amar 
Y yo sintiera querer. Se parta la diferencia,

Con que si a cualquiera lado De modo que entre el rigor


Quiero inclinarme, es forzoso Y el llegar a querer bien,
Quedando el uno gustoso Ni vos encontréis desdén
Que otro quede disgustado. Ni yo pueda encontrar amor.

Si daros gusto me ordena Esto el discurso aconseja,


La obligación, es injusto Pues con esta conveniencia
Que por daros a vos gusto Ni yo quedo con violencia
Haya yo de tener pena. Ni vos os partís con queja.

Y no juzgo que habrá quien Y que estaremos infiero


Apruebe sentencia tal, Gustosos con lo que ofrezco;
Como que me trate mal Vos de ver que no aborrezco,
Por trataros a vos bien. Yo de saber que no quiero.

Mas por otra parte siento Sólo este medio es bastante


Que es también mucho rigor A ajustarnos, si os contenta,
Que lo que os debo en amor  Que vos me logréis atenta
Pague en aborrecimiento. Sin que yo pase a lo amante,

Y aun irracional parece  Y así quedo en mi entender


Este rigor, pues se infiere, Esta vez bien con los dos;
Si aborrezco a quien me quiere Con agradecer, con vos;
¿qué haré con quien aborrezco? Conmigo, con no querer.

No se como despacharos, Que aunque a nadie llega a darse


Pues hallo al determinarme En este gusto cumplido,
Que amaros es disgustarme Ver que es igual el partido
Y no amaros disgustaros; Servirá de resignarse.

Pero dar un medio justo


En estas dudas pretendo, 
Pues no queriendo, os ofendo,
Y queriéndoos me disgusto.
REDONDILLAS
Sor Juana Inés de la Cruz
Hombres necios que acusáis ¿Pues como ha de estar templada
a la mujer sin razón, la que vuestro amor pretende,
sin ver que sois la ocasión si la que es ingrata, ofende,
de lo mismo que culpáis: y la que es fácil, enfada?

si con ansia sin igual Mas, entre el enfado y pena


solicitáis su desdén, que vuestro gusto refiere,
¿por qué queréis que obren bien bien haya la que no os quiere
si las incitáis al mal? y quejaos en hora buena.

Cambatís su resistencia Dan vuestras amantes penas


y luego, con gravedad, a sus libertades alas,
decís que fue liviandad y después de hacerlas malas
lo que hizo la diligencia. las queréis hallar muy buenas.

Parecer quiere el denuedo ¿Cuál mayor culpa ha tenido


de vuestro parecer loco en una pasión errada:
el niño que pone el coco la que cae de rogada,
y luego le tiene miedo. o el que ruega de caído?

Queréis, con presunción necia, ¿O cuál es más de culpar,


hallar a la que buscáis, aunque cualquiera mal haga:
para pretendida, Thais, la que peca por la paga,
y en la posesión, Lucrecia. o el que paga por pecar?

¿Qué humor puede ser más raro Pues ¿para qué os espantáis
que el que, falto de consejo, de la culpa que tenéis?
él mismo empaña el espejo, Queredlas cual las hacéis
y siente que no esté claro? o hacedlas cual las buscáis.

Con el favor y desdén Dejad de solicitar,


tenéis condición igual, y después, con más razón,
quejándoos, si os tratan mal, acusaréis la afición
burlándoos, si os quieren bien. de la que os fuere a rogar.

Siempre tan necios andáis Bien con muchas armas fundo


que, con desigual nivel, que lidia vuestra arrogancia,
a una culpáis por crüel pues en promesa e instancia
y a otra por fácil culpáis. juntáis diablo, carne y mundo.
DETENTE, SOMBRA DE MI BIEN ESQUIVO
Sor Juana Inés de la Cruz

Detente, sombra de mi bien esquivo


imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo


sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho


de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,


poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

QUE CONSUELA A UN CELOSO


Sor Juana Inés De La Cruz
Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego,


conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste:


¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?


Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.

También podría gustarte