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PUNTOS DEL EXAMEN FINAL

SEMINARIO MAYOR NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN


I DE AÑO DE TEOLOGÍA 2021

1. Definición de virtud, qué son virtudes adquiridas e infusas. Divisiones.

a) "La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien; que permite a la persona no sólo realizar actos
buenos, sino dar lo mejor de sí misma", y agrega que "con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona
virtuosa tiende hacia el bien y lo elige a través de acciones concretas", sin afirmar que esto se deba totalmente al
esfuerzo humano o a la gracia de Dios (CIC 1803).
Solamente podrán ser perfectamente virtudes si están unidas a la caridad.
Las virtudes son perfección de la libertad, ya que aumentan la capacidad o la energía para obrar el bien.
b) ADQUIRIDAS: La acción repetida del bien contribuye a la formación moral que en su estado habitual es
llamado virtud. Cuando la persona obra el bien una y otra vez adquiere tal firmeza que le hace fácil la práctica del
bien de la misma especie, lo practica cada vez mejor y a medida que lo practica se siente más inclinado a él
INFUSAS: Son cualidades que elevan las potencias para hacer un bien que está por encima de las fuerzas
humanas (por ejemplo, perdonar, entregar la vida-martirio). Forman parte de la transformación divina de la persona
humana, de tal manera que esté en capacidad de realizar acciones que convienen a su nueva vida. Son una ayuda
para vivir una vida moralmente recta.

● Teologales: Principios operativos mediante los cuales la persona se ordena directamente a Dios. Fe,
esperanza, caridad.
● Morales o cardinales: Disponen las potencias para seguir el dictamen de la razón iluminada por la fe.
Ordenan directamente los actos responsables al fin sobrenatural.

2. Doctrinas erróneas que afirman que no es necesaria la gracia para salvarse o simplemente para ser
buenos.
Lutero: La doctrina de la sola fide o «sólo por la fe», afirma que el perdón de Dios para los pecadores culpables se
concede y recibe a través de la fe sola, con exclusión de todas las «obras». Los cristianos se salvan por la fe, no por
sus esfuerzos o méritos (no por sus virtudes)
Pelagianismo: no se podría sostener una libertad humana si Dios actúa también en el interior del hombre para
moverlo a hacer el bien. San Agustín: la acción de la gracia no suprime la libertad del hombre porque actúa por
atracción, por amor.
Miguel Bayo: la naturaleza humana está tan dañada que sin la gracia, todos los actos humanos son pecados.
Jansenismo: al hombre le es imposible realizar una obra buena.

3. La virtud de la penitencia
Es un hábito o virtud sobrenatural por el que nos dolemos de los pecados pasados con intención de removerlos del
alma y el firme propósito de enmienda y satisfacción. Como un acto de la voluntad Sí. Es una elección que uno se
duela de lo que tiene que dolerse conforme a la recta razón. Como virtud adquirida es el hábito por el que el
hombre tiende a hacer actos de p.; esta virtud se consolida por la frecuente repetición de estos actos. Es desagrado
y reprobación de lo ocurrido en el pasado con la intención de eliminar las consecuencias: La ofensa a Dios y el
débito de la pena.
Elementos de esta Virtud.

• Acto interno: contrición.


• Los actos externos: las penas corporales que el penitente se inflige en satisfacción por los pecados
cometidos. 
Comprende:
1º, el odio y la detestación de los pecados.
2º, el firme propósito de una vida mejor.
3º, la expiación de las culpas pasadas. 
La virtud de la penitencia no es más que una parte del sacramento, que comprende, además, la confesión del
penitente y la absolución del sacerdote. La virtud de la penitencia puede existir sin el sacramento, pero el
sacramento no puede existir sin la virtud de la penitencia. Los actos de la virtud de la penitencia no conducen por sí
solos al pecador bautizado a la gracia de la justificación si no van unidos al menos con el deseo de recibir el
sacramento. La penitencia es necesaria con necesidad de medio para obtener el perdón de los pecados. “Si no
hacéis penitencia, todos pereceréis”. (Lc 13, 5)
Fundamento bíblico.

Cristo nos llama a la conversión y a la penitencia, pero no con obras exteriores, sino a la conversión del corazón, a
la penitencia interior. De otro modo, sin esta disposición interior todo sería inútil. (Cfr. Is. 1, 16-17; Mt. 6, 1-6; 16-
18)
AT: Ez 18, 30 ss ; 33, 11; Jer 18, 11; 25, 5 s ; 1 sam 2, 12s; Ecclo 2, 22; 17, 21 ss .
NT: Mt 3, 2 ; 4, 17; Hech. 2, 38

Medios para adquirirla.


• La Oración
• La contemplación de los sufrimientos de Cristo por nuestros pecados.
• La práctica voluntaria de mortificaciones.
• Confesarse con frecuencia.

4. Destaque los principales aspectos de la virtud en la Sagrada Escritura

ANTIGUO TESTAMENTO:
*El libro de Jonás: Es un elogio de la caridad hacia el prójimo, a la piedad hacia Dios, y la aceptación de sus
designios.
*Jonás predica la penitencia y Sofonías alaba la humildad de los pobres de YHVH.
*En los Salmos se alaba al hombre piadoso, que con manos limpias promueve la justicia, y puede subir al templo
del Señor
*Los libros Sapiensales abordan el ideal moral en términos de virtud y sabiduría.
+ Los diversos personajes bíblicos son modelos virtud:
*Abrahám: ejemplo de fe (GN 15,6)
*Enós: modelo de esperanza (Gn4,26)
*Lot y Rajab: representan la humildad
*Moisés: hombre humilde (Nm 27, 1-11)
*David: mansedumbre (2 Samuel 16, 5-11), nobleza, lealtad (1 Sm 24,3-8ª)
*Elías: modelo de recogimiento, fidelidad y austeridad.

NUEVO TESTAMENTO
Encontramos más la palabra griega “DINAMYS” (fuerza o poder), que luego se tradujo al latín por “virtus” Cr.
Hechos 3, 12; 6, 8.
● EVANGELIOS SINÓPTICOS
Encontramos un rico contenido de la virtud libre de todo legalismo y exterioridad que se puede relacionar con una
interpretación farisaica de la ley. Ejemplo de ello son las bienaventuranzas en Mt 5 y el sermón de la montaña en
Mt 7, 7-20
*Virtudes en general: la fe (Mt 5, 8-13); el amor a Dios y al prójimo (Mt 22, 34-40 y Mc 12, 29-31); la penitencia
(Mt 3, 1-6); la veracidad y fidelidad a la Palabra dada (Mt 5, 33-37); la austeridad y la renuncia (Mt 16, 24-25); la
humildad (Mt 18, 1-6); la vigilancia y la oración, la misericordia que se antepone a los sacrificios rituales (Mt 9,13)
● ESCRITOS PAULINOS
*Pablo, desde su primera carta, presenta algunas exigencias positivas de la vida de la comunidad (1 Ts 5, 13-19)

*Recuérdese sus exhortaciones a la caridad (Rm 12, 9-13; 1 Cor 13, 4-7)
*También nos ofrece una lista de virtudes morales fruto del espíritu en Gal 5, 22-23)
*En las CARTAS PASTORALES se evocan algunas virtudes griegas que son estimadas por la comunidad cristiana
(justicia, piedad, fe, caridad, paciencia en el sufrimiento y la dulzura (1 Tim 6, 11).
*También se ofrece un ideal de vida virtuosa para las diversas situaciones de los fieles (Tit 2, 2-10)
● TEOLOGÍA JOÁNICA
*Resume el ejercicio de las virtudes en el cumplimiento del mandamiento del amor (Jn 15, 12-27), que debe
conducir a la santificación de los discípulos (Jn 17, 9-26)
Un amor que enraizado en la fe (1 Jn 5, 1-5) ha de guiar toda la vida moral de la comunidad (1 Jn 4, 7-21; 2 jn 6)
● CARTAS CATÓLICAS
*En particular en 1 Pe 1, 21-23 se exhorta a la fe, la esperanza y el amor fraterno. Recuerda a los esposos la
castidad y el respeto Mutuo (3,17) y a todos los fieles, la lealtad y la sinceridad (2,1)
*En la CARTA DE SANTIAGO se encuentra una ferviente invitación a la justicia, a la paz (3,18; 5, 1-6), a la
concordia (4, 1.11) y a paciencia (5, 7-11)

5. Definición del pecado y mencione las 2 consecuencias. Tener presente todo el material que les envié y
la exposición de Carlos Serrano. Haga su esquema personal.

El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y
para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra
la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna” (San
Agustín)

CONSECUENCIAS:
1. El hombre no sentirá la necesidad de convertirse si no tiene conciencia del mal cometido. Biblia: anuncio del
Reino de Dios como llamado a la conversión.
2. Tampoco apreciará la obra redentora de Jesús

6. Las virtudes cardinales: ¿Cuáles son? Definiciones? Todo lo visto. TRABAJAR MUY BIEN ESTE
TEMA. Hacer esquemas.

Las cuatro virtudes cardinales son virtudes humanas que gobiernan nuestras decisiones morales. Son adquiridos
por el esfuerzo humano y perfeccionados por la gracia. Las cuatro virtudes cardinales son: prudencia, justicia,
templanza y fortaleza. La palabra cardinal proviene de una palabra latina que significa “bisagra” o “pivote”. Todas
las demás virtudes están conectadas o se articulan con las virtudes cardinales. Sin las virtudes cardinales, no
podemos vivir las otras virtudes.
a) La prudencia
“Dispone de razones prácticas para discernir nuestro verdadero bien en cualquier circunstancia y para elegir los
medios adecuados para lograrlo” (CIC 1806). Debemos recordar que nuestro verdadero bien siempre es lo que nos
llevará al Cielo, de modo que tal vez otra forma de decir esto es que la prudencia nos permite conocer el bien desde
una perspectiva eterna. La prudencia se llama el conductor del carro (o el conductor) de las virtudes porque guía o
dirige las otras virtudes.
La prudencia puede definirse como "recta ratio agibilium": recta ordenación de las cosas agibles. (Se llama agible
a todo lo que puede ser hecho por el hombre en el mundo espiritual -las leyes, los propósitos, los planes de acción,
son agibles. Se opone a factible, que es lo que puede ser hecho por el hombre en el mundo corpóreo: una estatua,
un puente son factibles; esta actividad se rige por las artes). La prudencia es así la virtud que ordena el
entendimiento en su orientación práctica, iluminadora de la acción, habituándole a juzgar serena y
desapasionadamente, de forma tal que aclare a la voluntad los motivos del caso que ha de decidir.
Por esto la prudencia es una virtud esencialmente circunstancial: no es una sabiduría desinteresada ni sobre
principios generales, sino de casos concretos, aplicada y práctica. A veces se confunde la noción de prudencia con
la de cautela y lentitud en el decidir y en el actuar, y la de imprudencia con la de precipitación. Siendo la prudencia
la virtud del entendimiento en cuanto ilumina a la voluntad, es normal que su ejercicio se acompañe de la necesaria
pausa reflexiva, pero puede también pecar de imprudente el que, por excesiva cautela, deja pasar la ocasión
propicia para decidir y actuar.
b) La justicia
“Consiste en la constante y firme voluntad de dar lo debido a Dios y al prójimo” (CIC 1807). Esta es una virtud
particularmente desafiante en una sociedad saturada de autoindulgencia y acumulación de bienes. La virtud de la
justicia nos ayudará a elegir correctamente cómo debemos usar y compartir las cosas de este mundo (incluyendo la
vida, el respeto, la libertad, etc.).
La justicia, entendida en su acepción amplia, es la práctica habitual del bien; en este sentido la entendía Platón,
para quien era como el compendio o conjunto armónico de las virtudes. Como virtud especial (en un sentido más
bien aristotélico) se entiende por justicia el hábito de dar a cada uno lo que es suyo, lo que le pertenece. Lo que a
cada persona pertenece es su derecho, su jus (de aquí justicia) Santo Tomás la definía como: constans et perpetua
voluntas jus summ cuique tribuendi: una voluntad constante, habitual, de dar a cada uno aquello que por ley natural
o positiva le corresponde; esto es, de respetar su derecho y no perjudicarle en el mismo. En realidad, se trata de la
manifestación de la íntima justicia o armonía interna del alma, en el sentido que vimos en Platón. El hombre
armónico en su alma es justo, da a cada uno lo suyo; esto es, practica la justicia.
La justicia es la base en que se apoyan las relaciones humanas y sobre las que se edifica el orden social. No puede
pervivir pacíficamente una sociedad que no se asiente en una más o menos justa correlación entre los derechos y
deberes de sus miembros, y en una justa distribución de los bienes y de las cargas comunes. Por ello hizo Platón de
la justicia la virtud propia o característica de la ciudad (polis) o Estado. La justicia se divide en general y particular.
La primera inclina a dar o respetar lo suyo a la comunidad, y obliga especialmente al que ejerce autoridad, que se
debe a la cosa común. Cuando se refiere al derecho de otras personas se llama particular, y puede ser conmutativa,
que inclina a dar al prójimo su estricto derecho según un principio de igualdad aritmética entre lo que se da y se
recibe; y distributiva, que inclina al que ejerce una función de gobierno a repartir los bienes o cargas comunes entre
los miembros de la comunidad, no según partes iguales (aritméticamente), sino según la proporción de los méritos,
servicios o talentos (por así decir, según una igualdad de proporciones o igualdad geométrica).
c) La templanza
“Modera el atractivo de los placeres y proporciona un equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el
dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos dentro de los límites de lo que es honorable” (CIC
1809). Esta virtud nos permite vivir nuestras vidas con moderación para no ser esclavizados a nuestras pasiones.
La templanza, en fin, es la virtud que rige el apetito concupiscible; esto es, que frena o modera -sin anularlas las
pasiones concupiscibles. Carece de esta virtud, cuyo efecto es la moderación, el que no sabe sujetar sus deseos
sensibles. Partes de la templanza o virtudes subordinadas son: la abstinencia (relativa a los placeres de la comida),
la sobriedad (a los de la bebida), y la castidad (que regula el apetito sexual).
d) La fortaleza
“Asegura la firmeza en las dificultades y la constancia en la búsqueda del bien” (CIC 1808). Esta virtud nos da
fuerza contra la tentación y nos ayuda a superar el miedo, incluso el miedo a la muerte, para vivir una vida moral.
La fortaleza es la virtud propia del ánimo o apetito irascible, aquel que tiene por objeto el bien (lo deseable) en
cuanto arduo y difícil de alcanzar. La fortaleza impulsa rectamente a la voluntad cuando se siente amenazada de
decaer por temor al esfuerzo o a los peligros y dificultades que ha de vencer. La preserva igualmente de caer en la
audacia temeraria.

7. Virtudes teologales y pecados. ESTE TEMA ES FUNDAMENTAL PARA EL EXAMEN. Organicen


esquemas de todo el material.

Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la
Santísima Trinidad. tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino. Las virtudes teologales fundan,
animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas
por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la
garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. 

a) LA FE.

La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Es la virtud teologal
por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque
El es la verdad misma.
BIBLIA:
● Concibe la fe como una dependencia de Dios
● Es una actitud radical que compromete toda la persona del creyente, con sus potencias y facultades.
● La fe del Nuevo Testamento incluye la aceptación de Cristo como el Mesías. Jesús es la máxima y más perfecta
revelación del Padre (Hb 1,3). Se salva quien cree que Cristo es el Señor.
● El cristiano debe esforzarse, como San Pablo, por perseverar en la fe hasta el final: "He competido en la noble
competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe" (2Tm.4,7).
La fe es un don gratuito de Dios: no se debe a las capacidades humanas

PECADOS CONTRA LA FE

Se puede pecar contra la fe por negarla interiormente, por no confesarla exteriormente y por exponerla a peligros.

1. Por negarla

La fe puede ser negada de varias maneras (Catec. n. 2089):

● Incredulidad: es la carencia culpable de la fe ya sea total (ateísmo) o parcial (falta de fe). Supone el rechazo
del principio y fundamento de la salvación eterna.
● Por negligencia en la instrucción religiosa;
● Por rechazar o despreciar positivamente la fe después de haber recibido la instrucción religiosa básica.
● Apostasía: abandono total de la fe cristiana recibida en el bautismo. No es una pérdida paulatina, como en
la infidelidad, debida al desprecio, a la vida de pecado o a la negligencia en la propia formación, sino una
opción clara y global: cambio de religión o adhesión intelectual al panteísmo, racionalismo, marxismo,
masonería...
● Herejía: es el error voluntario y pertinaz contra alguna verdad definida como dogma de fe. En realidad, la
herejía, al rechazar una verdad de fe, está rechazando toda la fe y está rechazando implícitamente la
autoridad de dios que revela. Es, por tanto, un pecado gravísimo pues se rechaza formalmente a Dios. Por
eso, la Iglesia denuncia las herejías para proteger a los fieles.
● Dudas contra la fe. Si estas dudas se vencen sometiendo humildemente nuestro entendimiento a la
revelación, a Dios, hacemos un acto virtuoso. Sin embargo, si estas dudas son admitidas deliberadamente o
no se ponen los medios para salir de ellas, se está incurriendo en una falta contra la fe.

2. Por no confesarla externamente por vergüenza o temor

Este defecto consiste en la vergüenza de confesar externamente la fe por miedo a la opinión que los demás puedan
formarse sobre mí. Puede llevar a omitir preceptos graves (por ejemplo, no voy a Misa el domingo por temor a que
se enteren mis amigos con los que estoy pasando el fin de semana), o a veces puede suponer desprecio de la
religión o ser causa de escándalo (por ejemplo, no responder ante un ataque al Papa en una conversación).

3. Por exponerla al peligro

Es el pecado de los que no se apartan de todo lo que puede hacer daño a la fe. Se puede presentar de muchas
formas: conversaciones, lectura de libros contrarios a la fe, películas, conferencias, negligencia en la formación
religiosa, supersticiones (la guija, espiritismo, etc). Cuando se perciba alguna ocasión de peligro para tu fe,
conviene acudir a un director espiritual o confesor fiel a la Iglesia y consultarle sobre las dificultades o los peligros
que puedan aparecer.

LA ESPERANZA.

La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad
nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los
auxilios de la gracia y del Espíritu Santo (1817). La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad
puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres,
las purifica para ordenarlas al Reino de los Cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata
el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a
la dicha de la caridad (1818).

PECADOS CONTRA LA ESPERANZA


Se peca contra la virtud de la esperanza cuando por descuido de los actos de esperanza se pone en peligro la vida
religioso-moral. Los pecados contra la virtud teologal de la esperanza se pueden reducir a dos especies: la
desesperación y la presunción.
- LA DESESPERACIÓN. (Del Catecismo de la Iglesia Católica: 2091).- El primer mandamiento se refiere
también a los pecados contra la esperanza, que son la desesperación y la presunción. Por la desesperación, el
hombre deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus
pecados. Se opone a la bondad de Dios, a su Justicia, porque el Señor es fiel a sus promesas, y a su
misericordia (Hasta aquí el Catecismo).
Propiamente la desesperación consiste en la renuncia voluntaria a la bienaventuranza eterna por considerarla como
algo imposible de alcanzar. La persona se sitúa en el punto de vista de que para ella no hay camino de salvación. A
este estado se puede llegar por el horror del propio pecado, por dificultades en la vida moral o por conceptos
errados acerca de la vida cristiana: "Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue
acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,
diciendo: 'Pequé entregando sangre inocente'" (Mt.27,3-4a). Entraña una decisión contra Cristo, camino de
salvación; una decisión contraria a lo que nos dice la Revelación sobre la misericordia y fidelidad de Dios.

En la línea de la desesperación se sitúan la pusilanimidad (Falta de ánimo o valor para soportar las desgracias o
hacer frente a grandes empresas.) y el desaliento respecto de los bienes eternos, como también la desesperanza
consistente en el espíritu puramente temporalista y terreno, en el que la persona no acepta a Dios como su fin
último, por lo que el mismo Dios nada representa en la orientación de su vida, o en lo que espera de ella. A quien
así vive y piensa hay que contarlo entre quienes "no tienen esperanza" (cf. 1Ts.4,13). Esta desesperanza tiene su
raíz en la incredulidad o en una fe atrofiada.
La desesperación reviste dos formas: una positiva y otra privativa. La desesperación positiva consiste en la falta de
confianza en la infinita bondad de Dios. La privativa consiste en la carencia de deseo de los bienes eternos. La
desesperación positiva constituye gravísimo pecado contra el Espíritu Santo; cierra el corazón a la acción de Dios.
La persona llega a asumir esa actitud, sea por considerar que sus pecados son tan graves que Dios no podría
perdonarlos, sea por creer que su debilidad es tan grande que Dios no podría o no querría ayudarle con su gracia a
enmendar la vida. La desesperación privativa más propiamente es pusilanimidad que lleva a cierta desconfianza de
salvarse a causa de las frecuentes tentaciones o de las dificultades de la virtud. También se presenta como
desprecio de los bienes eternos por preferencia de los temporales. Esta especie de desesperación, más propiamente
llamada desesperanza, no siempre reviste la gravedad de una actitud voluntaria contra Dios, pero sí constituye
pecado por desprecio de los bienes eternos.

- LA PRESUNCIÓN (Del Catecismo de la Iglesia Católica: 2092).- Hay dos clases de presunción. O bien el
hombre presume de sus capacidades (esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la
omnipotencia o de la misericordia divinas (esperando obtener su perdón sin conversión y la gloria sin
mérito). (Hasta aquí el Catecismo).
La presunción es una temeraria confianza de obtener la salvación por medios que no corresponden a la ordenación
del plan divino. Esta temeridad no impide directamente acercarse a Dios, ni va contra la confianza en El, sino más
bien contra el saludable temor que necesariamente implica la virtud de la esperanza. El presuntuoso tiene por
absolutamente segura la salvación y puede pecar directamente contra la justicia divina al persuadirse de que Dios le
concederá la bienaventuranza eterna aunque él no se convierta de corazón y se entregue tranquilamente al pecado.
Hay también pecado de presunción cuando se desconoce el carácter sobrenatural de la esperanza teologal y se
pretende alcanzar el fin eterno por las solas fuerzas naturales.

Se trata de una presunción de carácter herético, como el caso de los pelagianos, -que pretenden alcanzar la
bienaventuranza eterna por las solas fuerzas naturales; o de los luteranos, que lo esperan todo de la fe sin las obras
buenas; o de los calvinistas, que esperan la salvación por predestinación absoluta, así sean malas las obras. En
estos casos indudablemente hay falta grave contra la auténtica esperanza teologal.
Cuando la presunción no reviste carácter herético, no siempre será grave por razón de la materia. Será pecado
grave de presunción aumentar pecados y más pecados con la falsa convicción de que a Dios le es tan fácil
perdonar multitud de pecados graves, como perdonar un solo pecado leve. Este modo de pensar cambia el motivo
de la esperanza en motivo de insolencia y aberración al pecado.

c) LA VIRTUD TEOLOGAL DE LA CARIDAD.

(Del Catecismo de la Iglesia Católica: 1822 a 1829).


1822.- La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro
prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.

El amor a Dios.
2083.- Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mt.22,37; cf. Lc.10,37): "... y con todas tus fuerzas". Estas
palabras siguen inmediatamente a la llamada solemne: "Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor"
(Dt.6,4). Dios nos amó primero. El amor del Dios Unico es recordado en la primera de las "diez palabras". Los
mandamientos explicitan la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a Dios.

EXPLICACIÓN BÍBLICO-TEOLÓGICA.- La caridad es la virtud cristiana por excelencia: "Ahora subsisten la


fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas es la caridad" (1Co.13,13). Es el vínculo de la
perfección: "Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección" (Col.3,14). El
precepto del amor es el principal de todos los mandamientos y los encierra a todos (cf. Mt.22,34-40; Mc.12,28-34;
Jn.14,23-24; 15,9-15; 1Jn.2,7-11; 4,7-21).

El precepto de la caridad se dirige en primer término al amor a Dios. Al don del amor de Dios, que nos ha sido
dado en su Hijo, la persona debe responder con un intenso amor a Dios. El Verbo encarnado nos ha puesto de
manifiesto, por su persona y por sus obras, el amor del Padre. Por el Espíritu Santo hemos recibido la fuerza del
amor divino. El fin o meta de la persona es llegar a la plenitud del amor. La dificultad para comprenderlo resulta de
las falsas interpretaciones sobre la naturaleza de este amor. Según las palabras de Jesús se trata de la unión del
Padre y del Hijo (cf. Jn.14,8-11) y de la unión de los hombres entre sí en el Padre y en el Hijo (cf. Jn.15,12-13;
16,25-28).

PECADOS CONTRA EL AMOR A DIOS.- (Del Catecismo de la Iglesia Católica: 2094).- Se puede pecar de
diversas maneras contra el amor de Dios. La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina;
desprecia su acción providente y niega su fuerza. La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y
devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede aplicar la
negación a entregarse al movimiento de la caridad. La acedia o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene
de Dios y a sentir horror por el bien divino. El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios
cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige penas. (Hasta aquí el Catecismo).
El precepto de la caridad pide al pecador quitar los obstáculos que se oponen al amor de Dios. Son obstáculos al
amor de Dios el apego desordenado a los bienes temporales, y el pecado como tal. El pecado mortal es
incompatible con la caridad, de suerte que no pueden coexistir pecado mortal y caridad en la misma persona. El
pecado venial constituye solamente un obstáculo al fervor de la caridad; pero esto no quiere decir que carezca de
importancia. La tibieza es una falta de fervor convertida en hábito y constituye un serio peligro para la virtud
teologal de la caridad.

El pecado que más directamente va contra la caridad es el odio: "El que me odia, odia también a mi Padre. Si no
hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ninguno otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos
odian a mí y a mi Padre" (Jn.15,23-24).
Quien odia a Dios se porta como si en Dios hubiera maldad. Con razón se considera el odio a Dios como el más
grave de todos los pecados. Es el pecado más directamente opuesto a la caridad, que es la más excelsa de las
virtudes. Es el pecado que contradice en sumo grado a la vocación esencial de la persona. Del odio a Dios pueden
proceder las blasfemias, maldiciones, sacrilegios. Quien deliberadamente fomente el odio, se aparta de su destino
esencial de participar de la vida y amor de Dios.

El amor al prójimo.

(Del Catecismo de la Iglesia Católica: 2196).- En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de
los mandamientos, Jesús responde: "El primero es: 'Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y
amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda su alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas'. El
segundo es: 'Amarás a tu prójimo como a tí mismo'. No existe otro mandamiento mayor que estos" (Mc.12,29-31).
El apóstol S. Pablo lo recuerda: "El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no
matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo
como a tí mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud" (Rm.13,8-10).-
(Hasta aquí el Catecismo).

EXPLICACIÓN BÍBLICO-TEOLÓGICA.- El amor al prójimo es exigencia fundamental de la moralidad


cristiana (cf. Mt.22,39-40; 2Jn.5; GS 24.27.38). Cuando Jesús habla de un mandamiento nuevo: "Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros" (Jn.13,34), se refiere al mandamiento del amor al prójimo,
ya conocido en el Antiguo Testamento, pero ahora con la particularidad de que nace de la unión de la persona con
Dios, que se realiza en Cristo (cf. Jn.15,12; 1Jn.4,20-21; 5,1-5). El amor al prójimo se manifiesta en la
preocupación por la afirmación de la persona amada, de sus valores, de su existencia. Cuando en el mandamiento
del amor al prójimo se nos dice: "como a tí mismo", se nos indica la profundidad y dirección de nuestra actitud
respecto al prójimo (cf. ST 1,2,28,1 a 2). Se trata de un mandamiento que no se cumple en un solo acto y luego
deje de obligar, sino que exige un constante esfuerzo de continuidad: "Con nadie tengáis otra deuda que la del
amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley" (Rm.13,8).

El amor al prójimo logra su plena realización cuando está respaldado por la donación total del que ama. Una acción
meramente externa en favor del prójimo, sin la disposición afectiva interior no pasaría de ser una actitud "sin
alma": "Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me
aprovecha" (1Co.13,3). Pero tampoco llega el amor a su plena realidad por el mero afecto interior, sin las obras:
"No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad" (1Jn.3,18; cf. St.2,15-16).

● Pecados contra el amor al prójimo.

El odio y la envidia: El odio es el pecado que más directamente va contra el amor al prójimo. Hay otros pecados
cercanos al odio, como son los resentimientos y los rencores. Son serios obstáculos que se oponen al amor al
prójimo, al tiempo que constituyen grandes dificultades para la realización de la vida cristiana.
El odio es el pecado que más directamente va contra el amor al prójimo. Hay otros pecados cercanos al odio, como
son los resentimientos y los rencores. Son serios obstáculos que se oponen al amor al prójimo, al tiempo que
constituyen grandes dificultades para la realización de la vida cristiana. La envidia es tristeza o malestar por el bien
del prójimo. El envidioso, en lugar de desear el bien al prójimo, le tiene ojeriza y aun le desea el mal porque ve en
la dicha de su prójimo un perjuicio o una limitación para sí. La envidia es una falta moral tanto más grave cuanto
más seriamente se fomente y cuanto mayor sea el bien que ataca. San Pablo la cuenta entre los signos de un espíritu
reprobable, y entre las obras de la carne, que codicia contra el espíritu (cf. Rm.1,29; Ga.5,19-26; 1Tm.6,4; Tito
3,3). Es efecto del orgullo o soberbia y de ella proceden otros males tales como el odio, la murmuración, la
difamación.

La discordia: La discordia se opone al bien de la paz y la concordia. Nace del desordenado amor propio y de la
vanagloria. De ella nacen las contiendas, discusiones violentas, malos tratos, riñas. La falta recae primeramente
sobre el agresor injusto, y luego sobre el agredido si no es moderado en su defensa.

La seducción: La seducción consiste en el esfuerzo premeditado e intencional de hacer caer al prójimo en pecado.
El seductor peca contra el amor al prójimo, pues no solamente no favorece al seducido en su valor moral, sino que
trata de dañarle. La seducción recibe su especie del pecado al cual se pretende seducir. Su gravedad depende del
daño moral que amenaza al seducido. Si el seductor logra su intento, tiene obligación moral de reparar los daños
producidos, según sus posibilidades, especialmente por medio de una influencia positiva sobre el seducido,
contraria a la especie de su seducción. Ordinariamente la seducción reviste también carácter de escándalo.

El escándalo: 2284.- El escándalo es una actitud o un comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que
escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su
hermano la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave, si por acción u omisión, arrastra
deliberadamente a otro a una falta grave.

2285.- El escándalo adquiere una gravedad particular según la autoridad de quienes lo causan o la debilidad de
quienes lo padecen. Inspiró a Nuestro Señor esta maldición: "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen
en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de estas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo
profundo del mar" (Mt.18,6; cf. 1Co.8,10-13). El escándalo es grave cuando es causado por quienes, por naturaleza
o por función, están obligados a enseñar y educar a otros. Jesús, en efecto, lo reprocha a los escribas y fariseos: los
compara a lobos disfrazados de corderos (cf. Mt.7,15).

2286.- El escándalo puede ser provocado por la ley o por las instituciones, por la moda o por la opinión. Así se
hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las
costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a "condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente,
hacen árdua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforma a los mandamientos" (Pío XII, discurso 1
de Junio 1941). Lo mismo ha de decirse de los empresarios que imponen procedimientos que incitan al fraude, de
los educadores que "exasperan" a sus alumnos (cf. Ef.6,4; Col. 3,21), o de los que, manipulando la opinión pública,
la desvían de los valores.

En sentido general, escándalo quiere decir "piedra de tropiezo". En sentido moral es toda acción u omisión que
constituya para otros un tropiezo en el camino de la salvación; todo aquello que, por uno u otro motivo, hace caer
al prójimo en pecado o lo lleva a decidirse por el mal. Hay circunstancias en que se da escándalo aún por acciones
y omisiones que, consideradas en sí mismas, independientemente del efecto que puedan producir en el prójimo, no
son pecaminosas. Es el llamado "escándalo de los débiles", que se da por razón de su conciencia débil o mal
formada (cf. 1Co.8,8-13).

Las formas más comunes de escándalo son las que se dan por la indecencia de los vestidos, el arte degenerado, la
pornografía, la literatura tendenciosa y, en general, por toda conducta depravada. A veces el escándalo tiene
carácter de seducción, cuando la intención de quien da el escándalo es arrastrar a otros al pecado. Quien se ha
hecho culpable de escándalo está obligado en conciencia a impedir sus efectos, si ello es posible, y a reparar por
los daños causados. Quien públicamente causa escándalo, debe esforzarse por reparar públicamente. Cuando no es
posible una reparación adecuada, hay mayor obligación de dar buen ejemplo y de orar por aquellas personas que
han recibido daño por razón del escándalo. Una de las mejores maneras de reparar por el escándalo es la entrega a
una vida virtuosa, en una actitud de sincera y profunda conversión.

La cooperación al mal: Cooperación al mal es el concurso al pecado de otro que ya de suyo está decidido a pecar.
Es una ayuda o contribución física o moral que se presta al otro para un acto pecaminoso. Si el cooperador no
solamente participa efectivamente en la mala acción del otro, sino que también la aprueba, por esa mala disposición
interior, se hace culpable del pecado cometido por el otro; su acción recibe el nombre de cooperación formal. Falta
contra el amor al prójimo porque en lugar de apartarlos del mal, como es su deber, le ayuda a realizarlo. A veces
pueden existir motivos que permitan la sola cooperación material, sin aprobación de la mala acción. Se puede
afirmar, en general, que es lícita la sola cooperación material cuando con ella se defiende algún bien superior o se
trata de impedir un mal mayor. Hay cooperación pasiva cuando no se impide el mal que se puede y se debe
impedir. Quien formalmente coopera al mal tiene la obligación de reparar según la medida de su cooperación. En
caso de cooperación pasiva la obligación de reparar es proporcional a la obligación de impedir el mal y a la
posibilidad de impedirlo.
● Pecados de omisión contra el amor al prójimo

"Aquél, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado" (St.4,17). El no cumplimiento de cualquier
deber de caridad para con el prójimo constituye un pecado de omisión opuesto a la misma virtud de la caridad. San
Mateo, en la perícopa sobre el juicio final (25,41-46) se refiere a algunos pecados de omisión contra la caridad para
con el prójimo. Toda omisión de un deber de caridad para con el prójimo constituye un pecado de la misma
naturaleza del deber no cumplido. Habrá, entonces, tantos pecados de omisión respecto al amor al prójimo, cuantos
sean los deberes para con el prójimo.

El amor a sí mismo

La persona está llamada no solamente a amar a Dios, sino también a tener parte en el amor de Dios. El amor a sí
mismo es legítima participación en el amor de Dios (cf. ST.2,2,26,4). Lo toma el Señor como medida del amor al
prójimo: "Amarás a tu prójimo como a tí mismo" (Mt.22,39; cf. Hb.13,3). El verdadero amor a sí mismo consiste
en la realización de la propia persona tal como es proyectada y amada por Dios. Es el amor a la imagen de Dios
configurada en la unidad sobrenatural de vida y de amor; imagen por la que Dios mismo es glorificado. El amor a
sí mismo no tiene su punto de apoyo y su inspiración en sí mismo, sino en Dios. Para llegar a Dios la persona
necesita salir de sí misma; y por la participación en el amor de Dios debe salir de sí para llegar al prójimo.

La persona llega cabalmente y de veras al amor de sí misma cuando no busca egoístamente sus propios intereses,
sino la realización del plan de Dios: "El que ama su vida, la pierde, y el que odia su vida en este mundo, la
guardará para una vida eterna" (Jn.12,25; cf. 1Co.13,4-5). Quien se ama cristianamente a sí mismo, por razón de
ese amor a sí mismo está atento a la realización del plan que el Señor le ha trazado. Es precisamente así como
atiende a la realización de su 'yo' que glorifica a Dios, su verdadero Bien. Todos los demás bienes los juzga y
emplea en cuanto le sirvan y estén ordenados a Dios, el Sumo Bien.

Se peca contra el amor a sí mismo por buscar egoístamente las propias satisfacciones, halagos e intereses
temporales, descuidando así la propia vocación a la comunión de vida con Dios. Toda entrega a una vida depravada
es una grave falta contra el amor a sí mismo.

8. Pecados contra la religión

El ateísmo: 2123.- "Muchos de nuestros contemporáneos no perciben de ninguna manera esta unión íntima y vital
con Dios o la rechazan explícitamente, hasta tal punto que el ateísmo debe ser considerado entre los problemas más
graves de esta época" (GS 19,1).

2124.- El nombre del ateísmo abarca fenómenos muy diversos. Una forma frecuente del mismo es el materialismo
práctico, que limita sus necesidades y sus ambiciones al espacio y al tiempo. El humanismo ateo considera
falsamente que el hombre es "el fin de sí mismo, el artífice y demiurgo único de su propia historia" (GS 20,1). Otra
forma de ateísmo contemporáneo espera la liberación del hombre, de una liberación económica y social para la que
"la religión, por su propia naturaleza, constituiría un obstáculo..., porque, al orientar la esperanza del hombre hacia
una vida futura ilusoria, lo apartaría de la construcción de la ciudad terrena" (GS 20,2).

2125.- En cuanto rechaza o niega la existencia de Dios, el ateísmo es un pecado contra la virtud de la religión
(cf. Rm.1,18). La imputabilidad de esta falta puede quedar ampliamente disminuída en virtud de las intenciones y
de las circunstancias. En la génesis y difusión del ateísmo "puede corresponder a los creyentes una parte no
pequeña; en cuanto que, por descuido en la educación para la fe, por una exposición falsificada de la doctrina, o
también por los defectos de su vida religiosa, moral y social puede decirse que han velado el verdadero rostro de
Dios y de la religión, más que revelarlo" (GS 19,3).

2126.- Con frecuencia el ateísmo se funda en una concepción falsa de la autonomía humana, llevada hasta el
rechazo de toda dependencia respecto a Dios (cf. GS 20,1). Sin embargo, "el reconocimiento de Dios no se opone
en ningún modo a la dignidad del hombre, ya que esta dignidad se funda y se perfecciona en el mismo Dios" (GS
21,3). "La Iglesia sabe muy bien que su mensaje conecta con los deseos más profundos de corazón humano" (GS
21,7).
La idolatría: 2110.- El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Unico Señor que se ha revelado
a su pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión. La superstición representa en cierta manera una perversión,
por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto por defecto a la virtud de la religión.

2112.- El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios
verdadero. Y no venerar otras divinidades que el Unico Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de
los "ídolos, oro, plata, obra de las manos de los hombres" que "tienen boca y no hablan, ojos y no ven..." Estos
ídolos vanos hacen vano al que les da culto: "Como ellos serán los que los hacen, cuanto en ellos ponen su
confianza" (Sal.115,4-5.8; cf.Is.44,9; Jr.10,1-16; Dn.14,1-30; Ba.6; Sb.13,1-15.19). Dios, por el contrario, es
el"Dios vivo" (Jos.3,10; Sal.42,3; etc.), que da vida e interviene en la historia.

2113.- La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste
en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura
en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de
los antepasados, del Estado, del dinero, etc. "No podéis servir a Dios y al dinero", dice Jesús (Mt.6,24). Numerosos
mártires han muerto por no adorar a "la Bestia" (cf. Ap.13,14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría
rechaza el Único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf.Ga.5,20; Ef.5,5).

2114.- La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da
unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en
el hombre. El idólatra es el que "aplica a cualquier cosa más bien que a Dios su indestructible noción de Dios"
(Orígenes, Cels.2,40).- (Hasta aquí el Catecismo).

Cuando la idolatría es consciente, constituye gravísimo pecado, pues niega a Dios la gloria que le pertenece
solamente a Él, para tributarla a una criatura: "Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto" (Lc.4,8; cf.
1Co.10,20). Cuando no hay una sincera disposición para rendir a Dios la adoración y el culto debido solamente a
Él, resultan otros males opuestos a la virtud de la religión, tales como la blasfemia, la superstición, la tentación de
Dios, etc.

La blasfemia: 2148.- La blasfemia se opone directamente al segundo mandamiento. Consiste en proferir contra
Dios -interior o exteriormente- palabras de odio, de reproche, de desafío; injuriar a Dios, faltarle al respeto en las
expresiones, en abusar del nombre de Dios. Santiago reprueba a "los que blasfeman el hermoso Nombre (de Jesús)
que ha sido invocado sobre ellos" (St.2,7). La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la
Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar
prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte. El abuso del nombre de Dios para
cometer un crimen provoca el rechazo de la religión. La blasfemia es contraria al respeto debido a Dios y a su santo
nombre. Es de suyo un pecado grave (cf. CIC can.1369).

2149.- Las palabras malsonantes que emplean el nombre de Dios sin intención de blasfemar son una falta de
respeto hacia el Señor. El segundo mandamiento prohíbe también el uso mágico del nombre divino. El nombre de
Dios es grande allí donde se pronuncia con el respeto debido a su grandeza y su majestad. El nombre de Dios es
santo allí donde se le nombra con veneración y temor de ofenderle (S. Agustín, serm. Dom.2,45,19).- (Hasta aquí
el Catecismo).

La forma más perversa de blasfemia es el desprecio y escarnio consciente, plenamente deliberado, con el fin de
ofender a Dios en su honor y santidad. Es la llamada "blasfemia diabólica". Constituye también pecado de
blasfemia desear a otro un mal por la invocación de uno de los misterios del amor divino, v.gr., la cruz, la
encarnación, los sacramentos, la sangre de Cristo, etc. Esto se ha llamado "blasfemia imprecativa". A veces a la
blasfemia va unida la herejía, cuando en ella se niega alguna verdad de fe o se afirma de Dios algo contrario a la fe,
lo que se llama "blasfemia herética". La blasfemia, cualquiera sea su motivo, constituye grave pecado. En el
Antiguo Testamento era castigada con la pena de muerte: "Quien blasfeme el Nombre de Yahveh, será muerto;
toda la comunidad lo lapidará. Sea forastero o nativo, si blasfema el Nombre, morirá" (Lv.24,16). Las injurias
proferidas contra los santos, especialmente contra la Santísima Virgen María, constituyen pecado de blasfemia, en
cuanto recaen sobre el misterio de Dios, por la íntima relación que ellos tienen con El y por la gloria de Dios que
resplandece en ellos.

Superstición, adivinación, hechicería y magia: 2111.- La superstición es la desviación del sentimiento religioso
y de las prácticas que impone. Puede afectar también el culto que damos al verdadero Dios, cuando se atribuye una
importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a
la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores
que exigen, es caer en la superstición (cf. Mt.23,16-22).

2115.- Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa es
entregarse en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al
respecto. Sin embargo, la imprevisión puede constituir una falta de responsabilidad.
2116.- Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los
muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone "desvelan" el porvenir (cf. Dt.18,10; Hb.29,8). La
consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de
visión, el recurso a "mediums" encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los
hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor
y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.

2117.- Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las cuales se pretende domesticar potencias ocultas
para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente
contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una
intención de dañar a otro, recurran o nó a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible.
El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que
se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias
malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.

La superstición puede constituir pecado contra la fe, en cuanto representa abandono del motivo de la fe o del
contenido de la fe, es también pecado contra la virtud de religión, en cuanto afecte el culto debido a Dios, por
prácticas desviadas. Nace del propósito de descifrar el porvenir o de dominar la naturaleza y las dificultades de la
vida sin esfuerzo. Presenta dos formas particulares: la adivinación y la magia. La adivinación pretende predecir
acontecimientos futuros o conocer cosas secretas por medios ilógicos. Toda adivinación realizada y tomada en
serio constituye pecado contra la virtud de religión, y son reos de pecado tanto los que se dan de adivinos como
quienes los consultan. La Sagrada Escritura condena a los adivinos y hechiceros: "Pero los cobardes, los
incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán
su parte en el lago que arde con fuego y azufre: que es la muerte segunda" (Ap.21,8; cf. Dt.18,10-14; Ex.22,17;
Lv.19.31; Is.2,6; 44.25; Jr.27,9-10; Zac.10,2; Ga.5,20). La ignorancia o la irreflexión de la persona pueden
disminuir la gravedad de al de la falta. La magia más propiamente consiste en el "arte" de realizar cosas
"maravillosas" por fuerzas o causas ocultas, o por invocación o intervención diabólica. Es gravemente pecaminosa
sobre todo ésta que acude a la intervención diabólica.

La irreligión y la tentación de Dios: 2118.- El primer mandamiento de la ley de Dios reprueba los principales
pecados de irreligión: la acción de tentar a Dios con palabras o con obras, el sacrilegio y la simonía.

2119.- La acción de tentar a Dios consiste en poner a prueba, de palabra o de obra, su bondad y su omnipotencia.
Así es como Satán quería conseguir de Jesús que se arrojara del templo y obligase a Dios, mediante este gesto, a
actuar (cf. Lc.4,9). Jesús le opone las palabras de Dios: "No tentarás al Señor tu Dios" (Dt.6,16). El reto que
contiene este tentar a Dios lesiona el respeto y la confianza que debemos a nuestro Creador y Señor. Incluye
siempre una duda respecto a su amor, su providencia y su poder (cf. 1Co.10,9; Ex.17,2-7; Sal.95,9).
Si la tentación de Dios proviene de una libre decisión de la voluntad, constituye grave pecado. Pero cuando lo que
se pretende no es poner a prueba el poder divino, ni pedir a Dios un milagro o prodigio como prueba de su
divinidad porque no se cree en Él, sino que se trata más bien de ligereza o irreflexión, no siempre será pecado
grave. No hay tentación de Dios cuando con humildad y confianza se pide un favor extraordinario para remediar
una gran necesidad.

El sacrilegio: 2120.- El sacrilegio consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones
litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios. El sacrilegio es un pecado grave sobre
todo cuando es cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace presente
substancialmente (cf. CIC can.1367;1376).

Son personas sagradas las que han recibido una consagración sacramental y las que por voto público se han
consagrado de una manera especial al Señor en la vida religiosa. Se comete sacrilegio personal por cualquier
pecado contra la castidad cometido por una persona consagrada o con una persona consagrada. Para este caso se
tiene en cuenta solamente la consagración por el sacramento del orden, desde el Diaconado, y la relativa a los votos
públicos de los religiosos.

Son lugares sagrados los dedicados al culto mediante una consagración o bendición conforme a las prescripciones
litúrgicas. Tiene carácter de sacrilegio local toda acción que por su naturaleza atenta contra la santidad, v.gr.
asesinatos, riñas, desórdenes sexuales, y otros que no se compaginan con la finalidad del lugar sagrado, tales como
bailes, mercados, negocios mundanos, etc.: "Llegan a Jerusalén; y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a
los que vendían y a los que compraban en el templo; volcó las mesas de los cambista y los puestos de los
vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba diciendo: '¿No
está escrito: Mi casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha cueva de
bandidos!'"
(Mc.11,15-17).
Tiene carácter de sacrilegio real la profanación de los sacramentos, las reliquias de los santos, la Biblia y las
expresiones de la Palabra divina, como también los objetos destinados exclusivamente al culto divino. La
profanación de los sacramentos se da especialmente por conferirlos, recibirlos o tratarlos indignamente (cf.
1Co.11,27-29). La falta de respeto por las cosas sagradas no constituye propiamente sacrilegio. Ordinariamente se
debe al hecho de no distinguir lo sagrado de lo profano. Pero por lo menos se es culpable de irreverencia.

La simonía: 2121.- La simonía(cf. Hch.8,9-24) se define como la compra o venta de cosas espirituales. A Simón el
mago, que quiso comprar el poder espiritual del que vió dotado a los apóstoles, Pedro le responde: "Vaya tu dinero
a la perdición y tú con él, pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero" (Hch.8,20). Así se ajustaba a
las palabras de Jesús: "Gratis o recibísteis, dadlo gratis" (Mt.10,8; cf. Is.55,1). Es imposible apropiarse de los
bienes espirituales y comportarse respecto de ellos como un poseedor o un dueño, pues tienen su fuente en Dios.
Sólo es posible recibirlos gratuitamente de Él.

2122.- "Fuera de las ofrendas determinadas por la autoridad competente, el ministro no debe pedir nada por la
administración de los sacramentos, y ha de procurar siempre que los necesitados no queden privados de la ayuda de
los sacramentos por razón de la pobreza" (CIC can.848). La autoridad competente puede fijar estas "ofrendas"
atendiendo al principio de que el pueblo cristiano debe contribuir al sostenimiento de los ministros de la Iglesia.
"El obrero merece su sustento" (Mt.10,10; cf. Lc.10,7; 1Co.9,5-18; 1Tm.5,17-18).

La simonía constituye un caso especial de sacrilegio. Es reo de simonía quien deliberadamente pretende vender o
comprar una realidad espiritual por un valor temporal, o una realidad temporal inseparablemente unida a una
realidad espiritual. Es gravemente pecaminosa. Por su naturaleza obligan gravemente las leyes de la Iglesia
encaminadas a eliminar hasta las apariencias y el peligro de simonía. Por dignidad y por prudencia se debe evitar
en el servicio divino toda apariencia de comercio.

El perjurio: 2142.- El segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor. Pertenece, como el primer
mandamiento, a la virtud de la religión y regula más particularmente el uso de nuestra palabra en las cosas santas.
2143.- Entre todas las palabras de la revelación hay una, singular, que es la revelación de su Nombre. Dios confía
su Nombre a los que creen en Él; se revela a ellos en su misterio personal. El don del Nombre pertenece al orden de
la confianza y la intimidad. "El nombre del Señor es santo". Por eso el hombre no puede usar mal de él. Lo debe
guardar en la memoria en un silencio de adoración amorosa (cf. Za.2,17). No lo emplea en sus propias palabras,
sino para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo (cf. Sal.29,2; 96,2; 113,1-2).

2144.- La deferencia respecto a su Nombre expresa la que es debida al misterio de Dios mismo y a toda la realidad
sagrada que evoca. El sentido de lo sagrado pertenece a la virtud de la religión.

2145.- El fiel cristiano debe dar testimonio del Nombre del Señor confesando su fe sin ceder al temor (cf.
Mt.10,32; 1Tm.6,12). La predicación y la catequesis deben estar penetradas de adoración y de respeto hacia el
nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

2146.- El segundo mandamiento prohíbe abusar del Nombre de Dios, es decir, todo uso inconveniente del nombre
de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de todos los santos.

2147.- Las promesas hechas a otro en nombre de Dios compromete el honor, la fidelidad, la veracidad y la
autoridad divinas. Deben ser respetadas en justicia. Ser infiel a ellas es abusar del Nombre de Dios y, en cierta
manera, hacer de Dios un mentiroso (cf. 1Jn.1,10).

2150.- El segundo mandamiento prohíbe el juramento en falso. Hacer juramento o jurar es tomar a Dios por testigo
de lo que se afirma. Es invocar la veracidad divina como garantía de la propia veracidad. El juramento compromete
el nombre del Señor: "Al Señor tu Dios temerás, a El le servirás, por su nombre jurarás" (Dt.6,13).

2151.- La reprobación del juramento en falso es un deber para con Dios. Como Creador y Señor, Dios es la norma
de toda verdad. La palabra humana está de acuerdo o en oposición con Dios que es la Verdad misma. El juramento,
cuando es veraz y legítimo, pone de relieve la relación de la palabra humana con la verdad de Dios. El falso
juramento invoca a Dios como testigo de una mentira.

2152.- Es perjuro quien, bajo juramento, hace una promesa que no tiene la intención de cumplirla, o que, después
de haber prometido bajo juramento, no la mantiene. El perjurio constituye una grave falta de respeto hacia el Señor
que es dueño de toda palabra. Comprometerse mediante juramento a hacer una obra mala es contrario a la santidad
del Nombre divino.

2153.- Jesús expuso el segundo mandamiento en el Sermón de la Montaña: "Habéis oído que se dijo a los
antepasados: 'no perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos'. Pues yo os digo que no juréis en modo
alguno... sea vuestro lenguaje: 'sí, sí'; 'nó, nó': que lo que pasa de aquí viene del Maligno" (Mt.5,33-34.37; cf.
St.5,12). Jesús enseña que todo juramento implica una referencia a Dios y que la presencia de Dios y de su verdad
debe ser honrada en toda palabra. La discreción del recurso a Dios al hablar va unida a la atención respetuosa a su
presencia, reconocida o menospreciada en cada una de nuestras afirmaciones.

2154.- Siguiendo a San Pablo (cf. 2Co.1,23; Ga.1,20), la tradición de la Iglesia ha comprendido las palabras de
Jesús en el sentido de que no se oponen al juramento cuando éste se hace por una causa grave y justa (por ejemplo,
ante el tribunal). "El juramento, es decir, la invocación del Nombre de Dios como testigo de la verdad, sólo puede
prestarse con verdad, con sensatez y con justicia" (CIC can.1199,1).

2155.- La santidad del Nombre divino exige no recurrir a él por motivos fútiles, y no prestar juramento en
circunstancias que pudieran hacerlo interpretar como una aprobación de una autoridad que lo exige injustamente.
Cuando el juramento es exigido por autoridades civiles ilegítimas, puede ser recusado. Debe serlo, cuando es
impuesto con fines contrarios a la dignidad de las personas o a la comunión de la Iglesia.

El agnosticismo: 2127.- El agnosticismo reviste varias formas. En ciertos casos, el agnosticismo se resiste a negar
a Dios; al contrario, postula la existencia de un ser trascendente que no podría revelarse y del que nadie podría
decir nada. En otros casos, el agnosticismo no se pronuncia sobre la existencia de Dios, manifestando que es
imposible probarla e incluso afirmarla o negarla.

2128.- El agnosticismo puede contener a veces una cierta búsqueda de Dios, pero puede igualmente representar
indiferentismo, una huída ante la cuestión última de la existencia, y una pereza de la conciencia moral. El
agnosticismo equivale con mucha frecuencia a un ateísmo práctico.

No te harás escultura alguna: 2129.- El mandamiento divino implica la prohibición de toda representación de
Dios por mano del hombre. El Deuteronomio lo explica así: "Puesto que no vísteis figura alguna el día en que el
Señor os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de cualquier
representación que sea..." (Dt.4,15-16). Quien se revela a Israel es el Dios absolutamente Trascendente. "El lo es
todo", pero al mismo tiempo "está por encima de todas las obras" (Si.43,27-28). Es la fuente de toda belleza creada
(cf. Sb.13,3).

2130.- Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducían
simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (cf. Nm.21,4-9; Sb.16,5-14; Jn.3,14-
15), el arca de la Alianza y los querubines (cf. Ex.25,10-12; 1R.6,23-28; 7,23-26).

2131.- Fundándose en el misterio del Verbo encarnado, el séptimo Concilio Ecuménico (celebrado en Nicea el año
787), justificó contra los iconoclastas el culto de las sagradas imágenes: las de Cristo, pero también las de la Madre
de Dios, de los ángeles y de todos los santos. El Hijo de Dios, al encarnarse, inauguró una nueva "economía" de las
imágenes.

2132.- El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En
efecto, "el honor dado a una imagen se remonta al modelo original" (S.Basilio, spr.18,45). "El que venera una
imagen, venera en ella la persona que en ella está representada" (Cc. de Nicea II; cf. Cc. de Trento: DS 1821-1825;
Cc. Vaticano II SC 126; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una "veneración respetuosa", no
una adoración, que sólo corresponde a Dios. El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como
realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el
movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella
es la imagen (Sto. Tomás de Aquino, s.th.2-2,81,3 ad 3).

9. Encíclicas: Veritatis Splendlor y Fratelli Tuti. Tener esquemas.

10. El celibato como virtud

Para comenzar, hay que decir que el celibato es un estado de vida y la castidad es una virtud que ha de vivirse en
cualquier estado de vida, incluido el celibato. El célibe es la persona que vive el celibato por una decisión personal
civilmente o por una vocación especial de consagración también religiosamente. Es cierto que el estado celibatario
en el ámbito civil no siempre es fruto de una plena decisión personal, sino que puede ser fruto de algunas
circunstancias o incluso imposiciones de índole sociales, culturales o incluso biológicas. En la vida cristiana la
opción por el celibato es siempre un don de Dios y quien lo recibe está llamado a acogerlo como tal, a custodiarlo y
a ponerlo al servicio del Reino (Mt 19,12). Son célibes los que se consagran en la vida religiosa bajo una carisma y
estilo de vida particulares, convirtiéndose en signos del Reino de Dios en medio del mundo; son célibes los
sacerdotes de rito latino y algunos de rito oriental; son célibes también muchos fieles que se siente llamados a esta
condición de vida sin alguna consagración particular, ya que no todos son llamados a la vida matrimonial, que es
también una vocación específica.
Por otra parte, la castidad es la integración de la sexualidad de la persona en su ser corporal y espiritual, y como
virtud cristiana debe ser practicada por todos, tanto célibes como casados, incluidos los novios y personas
homosexuales. Es parte de la templanza, virtud cardinal que consiste en moderar la atracción de los placeres y
procurar el equilibrio de los bienes creados. Por tanto, la castidad no es simplemente “no tener sexo”, sino que
consiste en respetar el propio cuerpo y el de los demás mediante el dominio de sí y de la propia libido, de tal
manera que la práctica sexual exprese el don de sí y no el deseo egoísta del propio placer. En última instancia, el
ejercicio de la castidad, como cualquier virtud, está animando e inspirado por el amor, que es la virtud teologal de
la caridad.
La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la totalidad del don. CIC #2337. La virtud
de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones
y los apetitos de la sensibilidad humana. CIC # 2341
La castidad es una virtud moral. Es también un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual (cf Ga 5,
22). El Espíritu Santo concede, al que ha sido regenerado por el agua del bautismo, imitar la pureza de Cristo (cf 1
Jn 3, 3). CIC # 2345

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