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PABLO PEUSNER

EL SUFRIMIENTO
DE LOS NIÑOS
SEGUNDA EDICIÓN CORREGIDA Y AUMENTADA
Pablo Peusner. El sufrimiento de los niños
1ª edición, JVE editor, Buenos Aires, 1999

Revisión editorial de la 2ª edición: Eugenia Merbilháa.


Dedico estas páginas a Cacho y Mercedes,
y a su saber sobre el sufrimiento...
Índice

Prólogo a la primera edición . . . . . . . . . . . . . . 9

Prólogo a la segunda edición . . . . . . . . . . . . . 11

PRIMERA PARTE
EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

I. El Sufrimiento de los Niños . . . . . . . . . . . 17

II. Escenas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

III. La lógica de la imposibilidad interna . . . . . . . . 53

IV. El sufrimiento de los niños. Final . . . . . . . . . 69

ANEXO: Acerca del matiz objetivo en El sufrimiento de los niños . 71

SEGUNDA PARTE
ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

I. Crítica de la noción de “familia” . . . . . . . . . . 83

II. Acerca de la “constelación familiar” en la clínica


psicoanalítica lacaniana con niños . . . . . . . . . . 99

ANEXO: Nota sobre la pregnancia imaginaria de la “familia


conyugal” en la clínica psicoanalítica lacaniana. . . . . . 117

ADDENDA: La familia conyugal . . . . . . . . . . 123


Prólogo a la primera edición

El sufrimiento de los niños comenzó como un juego de palabras –de la


misma forma comienza su análisis en este libro–. Un juego de palabras
cuyos valores fueron desplegados en un breve curso a principios de la
primavera del ’98. En el inicio, no pensamos que condensaría gran parte
de las ideas que, sobre el psicoanálisis con niños, habíamos construido
en los últimos años de práctica clínica –en la línea del “retorno a Freud”
propuesto por Jacques Lacan–.
En primer término hemos situado una definición en el eje temporal
para El sufrimiento de los niños –puesto que consideramos conveniente
incluir cierta referencia a lo real (del sexo) en juego en el cuerpo del su-
jeto que llamamos “niño”–.
En articulación con el eje diacrónico, hemos abordado el modo en que
El sufrimiento de los niños se desarrolla coextensivamente con su inter-
pretación bajo el modo de una serie de ‘escenas’ (en tanto manifestacio-
nes clínicas de la estructura). Situamos así la existencia de un elemen-
to que condiciona la producción de un imposible para las mismas [que
llamamos ‘a’] y que funciona como el factorial a las permutaciones que
toman lugar en la estructura.
En el último capítulo enfrentamos el problema del final de El sufri-
miento de los niños. Para ello revisamos el valor del Complejo de Cas-
tración freudiano en términos de “lógica de la imposibilidad interna (de
la satisfacción en el marco del Complejo de Edipo)”. La asimetría en la
construcción de la sexualidad masculina y femenina nos permitirá pro-
poner la inversión de la hipótesis freudiana acerca de las ‘consecuencias
psíquicas de la diferencia sexual anatómica’. Situaremos alguna diferen-

9
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

cia entre el análisis “interminable” e “interminado” (según un neologismo


de nuestra factura) para arriesgar una hipótesis acerca del final de El
sufrimiento de los niños.
Es mi intención que la fórmula que lleva por título este libro, sea con-
siderado por todos los actores que intervienen en el área de la niñez; que
estos no malinterpreten el sentido y el valor del sufrimiento; que mode-
ren sus certezas sobre la función de la Educación...

Este libro no hubiera sido posible sin el apoyo de un vasto grupo de


colegas y alumnos que me rodean, los que no me han ahorrado desafíos
ni cuestionamientos.
Quisiera recordar aquí al grupo que participara del curso titulado,
justamente, El sufrimiento de los niños en el año 1998: un grupo inquie-
to, cuyas preguntas alimentaron el texto y guiaron mis reflexiones. Fi-
nalmente, gracias a Zaida Gatti (por todo).

Gracias a Martín, Pato, Hernán, Fabio y Jorge...


Cuando éramos niños sufríamos juntos...
Hoy, he querido recordarlos...

Pablo Peusner, enero de 1999

10
Prólogo a la segunda edición
Prólogo a la segunda edición

“El sufrimiento es un hecho”.


JACQUES LACAN

Han pasado ya diez años desde que redacté el Prólogo a la primera


edición de este libro. Diez años es mucho tiempo y recién ahora caigo en
la cuenta de la osadía de aquel intento. No obstante, hace poco, en una
entrevista para Imago-Agenda, tuve ocasión de contar el contexto de pro-
ducción de la que fuera mi primera obra. Quisiera citarla brevemente:

... en aquel momento, momento freudiano, mi preocupación giraba en tor-


no a la operatoria del Complejo de Edipo. Buscaba una forma de combatir
la lógica imaginaria con la que se lo enseñaba en la Universidad. Yo estaba
muy dedicado a fines de los años ’90 a la enseñanza universitaria y notaba
que había mucha pregnancia del “cuentito” edípico en los estudiantes. A su
vez, siendo docente de una materia en la que se intentaban transmitir cier-
tos postulados teóricos para entender el momento de la niñez, mis intereses
psicoanalíticos a menudo chocaban con el programa que debía transmitir.
El libro fue un intento por logificar el problema de lo que Freud llamaba la
“imposibilidad interna” del Complejo de Edipo de alcanzar el goce sincróni-
co del falo y el objeto. Tal vez se me fue la mano, pero mi intento fue el de
mostrar lógicamente que el Complejo de Castración nada tenía que ver con
alguien amenazando a un niño, sino con cierta lógica que impedía goces si-
multáneos.
Entonces, si tuviera que dar una respuesta más puntual, diría que la opera-
toria que lleva a la inscripción de esa imposibilidad interna es el Complejo de
Castración, pero entendido como una lógica propia de la articulación de los
términos (falo y objeto) del Complejo de Edipo. El libro llegó hasta allí, pero

11
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

nunca supe a ciencia cierta si alguien retomó la idea ya que fue mi senten-
cia en la Universidad: al año siguiente de la publicación del libro, el titular
de la materia prefirió prescindir de mis servicios1.

¿Por qué volver a la carga diez años después, cuando mi contexto ha


cambiado tanto?
Podría invocar aquí motivos editoriales, ya que el libro se agotó y en
estos últimos tiempos se ha tornado difícil de conseguir. También podría
agregar que como en los libros posteriores hice referencia al mismo, el
interés por su lectura creció. Sin embargo, otras son las causas y convie-
ne dar cuenta de ellas, para que el intento de una nueva edición resulte
honesto y justificado.
A la distancia El sufrimiento de los niños se ha transformado en una
fórmula. Originalmente, la idea de considerar la situación de consulta
por un niño como un fenómeno de doble entrada no parecía tan arries-
gada. Pero luego de diez años de leer mucho de lo que mis colegas han
producido en el campo de la clínica con niños, de escuchar cientos de pre-
sentaciones de casos y de discutir algunos en particular en la práctica de
la supervisión, noto que los modos de consideración de la posición de los
padres y parientes en las consultas por un niño siguen siendo problemá-
ticas, y hasta generadoras de contradicción en el medio psicoanalítico.
Y la sencillísima fórmula de El sufrimiento... sigue siendo para mí un
ordenador de la posición del psicoanalista, una herramienta posible en
aquellos puntos de detención de nuestro trabajo.
Seguramente hoy escribiría el libro de otra manera –considero que
hay párrafos de una notable inocencia y otros que podrían desarrollarse
aún mucho más, apoyándose en conceptos y referencias que fui hallando
a lo largo del tiempo–. Ciertos textos que figuraban en la primera edi-
ción pero no eran de mi autoría han sido retirados en el afán de asumir
plenamente la responsabilidad por los contenidos. En síntesis: me he
limitado tan sólo a corregir algunos errores mínimos y ciertas erratas,
intentando conservar el espíritu original de la propuesta.

El Sufrimiento de los niños fue publicado originalmente en 1999, y en


el año 2000 intenté desplegar aún más algunos de sus matices. Ese tra-
bajo fue publicado y también se agotó2. Rescaté lo que consideraba más
valioso y cercano al estilo del libro para agregarlo como Anexo.
1. “Entrevista al psicoanalista lector” por Emilia Cueto, en Imago-Agenda Nº 117, mar-
zo de 2008, Letra Viva, Bs.As., 2008.
2. Se trata de Non Liquet-Estudios de psicoanálisis, Gráfica 24, Bs. As., 2000.

12
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Ahora bien, la ocasión de esta segunda edición permitía agregarle al


libro una segunda parte que incluyera un material que, a mi criterio,
hacía serie con las ideas desarrolladas en El sufrimiento... Se trata de
un seminario que dictara en Buenos Aires durante el año 2003, titula-
do Elementos para una teoría lacaniana de la familia, en el que junto a
un grupo de jóvenes analistas realicé un recorrido por ciertos textos de
Jacques Lacan; recorrido que halló su punto de partida en la temprana
noción de “complejo familiar” y se extendió hasta los desarrollos sobre
la “constelación familiar”. Algunas ideas halladas a lo largo de dicho re-
corrido precipitaron en una nota para una conocida publicación virtual,
nota que también adjunto a modo de Anexo a la segunda parte del libro
(junto a mi traducción de una de las fuentes principales para su com-
prensión).

A lo largo de estos años hay gente que fielmente acompañó mi re-


corrido, con algunos hemos intercambiado ideas y discutido conceptos,
pero todos me han brindando su incondicional apoyo ante las tormentas.
Algunos son colegas, otros no, pero más allá de sus campos de trabajo,
han demostrado una sensibilidad humana de la que me he nutrido y que
debo agradecer profundamente. Saludo con este libro (en estricto orden
alfabético) a Sandra Ibarra, Silvia Migdalek, Alberto Narvaja, Ariel Per-
nicone, Leandro Salgado y Alberto Santiere.
Finalmente, y una vez más, agradezco a Zaida, Tomás y Julieta por
las horas robadas en la redacción y corrección de este libro, otro libro...
liber enim, librum aperit.

Pablo Peusner, enero de 2009


(diez años después)

13
PRIMERA PARTE:
El sufrimiento de los niños
I

El Sufrimiento de los Niños

I. POSICIÓN DEL PROBLEMA: ASPECTOS GRAMATICALES DEL TÍTULO

A primera vista el título El sufrimiento de los niños no remite a un


cuerpo teórico particular, ni hace referencia a ningún concepto estable-
cido. Se trata más bien de una frase coloquial. Sin embargo, resultó in-
teresante iniciar un proceso de reflexión acerca de cierta ambigüedad
en los significados que la misma produce.
El contexto del encuentro fue una cita de Platón: apareció en un ca-
pítulo de La República referido a la educación de los niños –problema
fundacional de la rama inaugurada por Sócrates en la antigua Grecia,
puesto que allí los niños no eran considerados ciudadanos–. Al momento
de la traducción y puesto que respondía al caso del genitivo1, surgió el
siguiente problema: acorde a como estaba escrita en el texto original (en
griego) no dejaba en claro quién sufría y quién hacía sufrir. Sus matices
permitían, al menos, dos lecturas: por un lado que los niños sufren. Aquí
prima el valor del genitivo subjetivo. Los niños serían los afectados por
este sufrimiento.
Ahora bien, para despejar el segundo valor permítaseme cambiar la
frase en cuestión. Si se tratara de el sufrimiento de los callos sería difícil
pensar que los callos –de los pies, se entiende– sufren. Más bien, ellos
podrían hacer sufrir. En este caso, la construcción respondería al matiz
del genitivo objetivo: los callos serían agente del sufrimiento.
La misma lectura se aplica a el sufrimiento de los niños. De esta for-
ma, los niños funcionarían haciendo sufrir a Otro. Por lo tanto enunciar

1. El genitivo es un caso de los sustantivos que indica que un nombre es un comple-


mento nominal de otro. En ocasiones el genitivo puede confundirse con el posesivo,
aunque a menudo lo excede en su función ya que el genitivo no sólo cubre relaciones
de posesión, sino también muchas otras tales como “material del que está hecho”,
“objeto relacionado con”, etc..

17
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

como título El sufrimiento de los niños es una invitación a desplegar


los sentidos que la frase adquiere si se consideran ambos matices gra-
maticales.
Puesto que el intento radica en problematizar la clínica psicoanalíti-
ca con niños, es exigible preguntar si los valores señalados encontrarían
correlato en la teoría psicoanalítica, es decir, si con estas dos formas de
pensar el sufrimiento podría interrogarse la obra de Freud para obtener
un nuevo concepto que oriente problemas de la clínica y abra nuevas lí-
neas de trabajo.

II. DEL MALESTAR EN LA CULTURA AL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS: EL


COMPONENTE TEMPORAL

En primer lugar, despejemos semejanzas y diferencias entre nuestro


título y un título de Freud: El Malestar en la cultura. En este texto de
1929 Freud planteó tres fuentes de sufrimiento2 propias de quienes par-
ticipan en la cultura y por lo tanto calificadas de inevitables.
Una es la hiperpotencia de la naturaleza, a la que Freud en esa época
prestaba mucha importancia.
La segunda consiste en la fragilidad de nuestro cuerpo –esta segun-
da fuente, tal vez sea la más cercana al sentido que queremos atribuirle
a el sufrimiento de los niños en tanto porta una referencia a lo real del
cuerpo que toma un valor particular en la niñez–.
La tercera es la insuficiencia de las normas qe regulan las relaciones
entre los hombres en la familia. Puesto que en la clínica psicoanalítica
con niños hay presencia de la familia, Freud había planteado, para estos
casos, cierta reserva al concepto de transferencia3.
En una primera aproximación, podría resumirse el supuesto de El ma-
lestar en la Cultura con una proposición del estilo: para todo x [es decir
para todo sujeto] tiene valor el malestar en la cultura [Mk].

x (Mk)

2. Freud, S. “El malestar en la cultura” en Obras Completas, AE. XXI. p. 85


3. Recomiendo revisar el “Prólogo a August Aichorn: Juventud descarriada” en Op.cit.
AE. XIX, p.297 y ss. y la “Conferencia 34: Esclarecimientos, aplicaciones, orientacio-
nes” en AE.XXII, p.137. En ambos textos Freud plantea ciertos reparos al concepto
de ‘situación analítica’ en la clínica con niños y fundamentalmente al concepto de
‘transferencia’.

18
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Me inclino a pensar que estos modos de sufrimiento que Freud ins-


cribe para todo sujeto, están pensados como ucrónicos. El Malestar en la
cultura está planteado como una circunstancia de lugar y no de tiempo.
Podría incluso forzarse la idea y pensar a la cultura {Kultur} como una
organización espacial –recordemos que la única indicación temporal que
Freud contruyó en relación a la cultura, fue mítica y estaba orientada a
dar cuenta de su origen en el banquete totémico–.
Sin embargo, el sufrimiento de los niños remite a una circunstancia
de tiempo, introducida en la frase por la referencia a la niñez. Nuestro
intento consiste en incluir el factor-tiempo en la circunstancia de lugar
que Freud fundó. ¿Por qué no pensar que en el marco de la cultura y del
malestar que ésta supone, en determinado tiempo se sufre de manera
particular?
La propuesta sería leer que para todo x existe un sufrimiento4, tal que
x transcurra en un determinado tiempo (tiempo de la niñez)

x V:__
x

Una vez introducida la categoría temporal, el equívoco que produce el


título retorna bajo la pregunta “¿quién sufre?”. Esta pregunta (dirigida
a una proposición regida por el caso genitivo) porta la lógica de suponer
dos lugares: un primer lugar ocupado por el agente del sufrimiento, es
decir, por aquél que hace sufrir a quien se ubica en el segundo de los lu-
gares, el del objeto del sufrimiento.
Inscribamos entonces una pequeña estructura con dos lugares y un
modo de relación.

Un lugar Otro lugar


una relación

Los lugares: los del agente y el objeto. La relación: el sufrimiento de


los niños.

Agente Objeto
sufrimiento(V)
4. A partir de aquí y a los fines algebraicos, el sufrimiento se inscribirá con la letra
griega ‘sigma minúscula’ (V)

19
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

De esta manera podrían ordenarse los dos valores gramaticales que


el título El sufrimiento de los niños produce. Se podría escribir el sufri-
miento de los niños colocando a los niños en el lugar del agente y ha-
ciendo sufrir a Otro; o en el lugar del objeto, recibiendo ellos [los niños]
las consecuencias de lo que llamamos sufrimiento. Es una estructura de
dos lugares y una relación. La idea es que el niño ocupe uno de los dos
lugares que la estructura provee; por lo tanto, la misma se funda en el
imposible de que el niño ocupe los dos lugares a la vez.
En relación al significante “sufrimiento” cabe hacer una aclaración.
No se trata de asociar rápidamente sufrimiento con dolor. El sufrimiento
de los niños invita a inventar un valor nuevo, un modo de relación que
permita hablar del sufrimiento en los dos niveles que el equívoco del tí-
tulo propone y sin perder de vista el factor temporal propio de la niñez.
El objetivo es no reducir al niño a la categoría del sujeto y así perder de
vista procesos que, regidos por el tiempo, dan cuenta de lo real en juego
en la niñez –real que se manifiesta en la prematuración del nacimiento
del cachorro humano, pero también en lo imposible de la realización de
la acción específica (imposible biológico) y del nuevo acto psíquico (im-
posible psicológico)–.
Queda indicado así el primer deslizamiento: de la circunstancia de lu-
gar localizable en El malestar en la cultura, a la circunstancia de tiempo
que supone hablar de los niños. Deslizamiento que nos fuerza a enriquecer
el concepto de malestar (que articula con el sujeto) con la introducción
del sufrimiento; incorporando así lo real en juego en el cuerpo del niño y
la particular disposición temporal con la que se enfrenta: la actualidad
del goce sexual allí localizado, más la anterioridad que éste supone en
tanto no hay disponibilidad para su uso en relación al Otro.
El tiempo de ser niño coincide con el primero de los cortes que se pue-
den realizar en la diacronía vital de un organismo humano. La extensión
del concepto de sexualidad a este período es mérito exclusivo de Freud,
así como la tesis de la coincidencia en la estructura perverso-polimorfa
de la sexualidad infantil con la del adulto.
Este tiempo de ser niño, coincide con el comienzo y Freud estableció
las características metapsicológicas de este comienzo en su Proyecto de
psicología para neurólogos:

El principio de inercia es quebrantado desde el comienzo por otra conste-


lación. El sistema de neuronas recibe estímulos desde el elemento corporal
mismo, estímulos endógenos…5 .

5. Freud, S. “Proyecto de psicología para neurólogos”, en Op.cit. AE. I, p. 341.

20
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

El comienzo, en sentido metapsicológico, coincide con la ruptura del


principio de inercia. Este principio enuncia que las neuronas (según el
vocabulario que Freud usaba en épocas pre-psicoanalíticas) procuran
aliviarse de la cantidad. Por lo tanto, la primera observación es que al
comienzo el aparato tiene problemas para descargar las cantidades que
provienen desde el interior del cuerpo. Esta indicación negativa es su-
ficiente para fundar una línea de tiempo diacrónica que coloque al fra-
caso en el lugar del comienzo –consecuentemente podemos pensar que
no hay registro en el aparato psíquico de un funcionamiento logrado del
principio de inercia, el que se transforma en un supuesto–.

ppo.de inercia // fracaso del ppo.de inercia


comienzo

Existe una lógica del fracaso del principio de inercia. En el comienzo,


son ciertos estímulos endógenos los que producen una situación cuanti-
tativa particular: la incapacidad del organismo para sustraerse de ellos.
Estos estímulos endógenos remiten a una cantidad…“provienen de cé-
lulas del cuerpo y dan por resultado las grandes necesidades, hambre,
respiración y sexualidad”6 .
El problema que Freud se plantea es cómo el organismo enfrenta a
esta cantidad, puesto que los estímulos endógenos “cesan bajo preci-
sas condiciones que tienen que realizarse en el mundo exterior”7 . Una
cantidad que proviene de adentro se resuelve con una operación que se
produce afuera y que tiene dos características importantes: la primera
es que esa operación no es proporcional con la cantidad y aparte supone
“una intervención que por un tiempo elimine en el interior del cuerpo el
desprendimiento de esa cantidad”8 .
Freud indica que esta cantidad aparece como una exigencia de trabajo.
Y lo que exige es una alteración en el mundo exterior. A esta alteración
en el mundo exterior la llama acción específica. Estamos en ese momento
que Freud llamó “el comienzo”. Hay un imposible situado en este punto
temporal. Como consecuencia de estar ubicados en el primer momento

6. Ibídem
7. Ibídem
8. Ibid.p. 362

21
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

de la línea del tiempo, la estructura responde con un imposible de tipo


biológico: “el organismo humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo
la acción específica”9 –otra vez, la cita dice “al comienzo”–.
Por lo tanto este comienzo supone una indicación temporal sincrónica:
es el mismo momento el de la ruptura del principio de inercia y el de la
inscripción de lo imposible de realizar la acción específica, el comienzo.

ruptura del ppo.de inercia


imposibilidad de la acción específica
comienzo

Hay más consecuencias, puesto que luego de ubicar un imposible se


requiere de la inclusión de un agente de la acción específica –inclusión
que funda un lugar de alteridad reservado para el Otro [A]–. Es posible
asignarle un valor de estructura a este comienzo, formulándolo así: por-
que hay comienzo, hay cantidad que circula por el interior del cuerpo [que
llamaremos Q10 ] y hay Otro [A]. La consecuencia inmediata se resume
en que es necesario un comienzo.
En Más allá del principio del placer11 indica que la consciencia tiene
una capa de células inanimadas orientadas hacia el afuera. Cuando los
estímulos externos llegan a aquélla primera capa (llamada de protección-
antiestímulo), los mismos pierden parte de su potencia y en el interior
del aparato el impacto es menor. El planteo de Freud es que

... el sistema de la consciencia recibe también excitaciones desde adentro y


mientras que hacia afuera hay una protección anti-estímulo, hacia adentro
ella es imposible12 .

Nótese que nuevamente retoma la dificultad que supone para el apa-


rato, en un momento determinado, el estímulo que proviene desde el in-
terior [para nosotros, Q ], puesto que la operación de escape es imposible.
En el capítulo V aclara que la fuente de esa excitación interna, son las
pulsiones. En lugar de decir “estímulos endógenos”, dice pulsiones13
9. Ibídem
10. De aquí en más, se utilizará la letra ‘Q’ para indicar la concepción cuantitativa freu-
diana en general, sin seguir los distingos que el “Proyecto…” propone.
11. Freud, S. “Más allá del principio del placer” , en Op. cit., AE. XVIII.
12. Ibid. p. 28
13. Ibid. p. 34 . “Las fuentes más proficuas de esa excitación interna son las llamadas
pulsiones del organismo”.

22
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Apoyándonos en esta construcción, intentemos plantear una prime-


ra posición del sufrimiento de los niños con una fórmula que ubique a la
cantidad como agente de ese sufrimiento en el comienzo.

Qoñ
V

III. DEL SUFRIMIENTO Y LA NEUROSIS

Para no perder la referencia a la clínica, es conveniente incorporar la


articulación entre lo que llamamos sufrimiento y la neurosis. Podríamos
afirmar, sin temor a equivocarnos, que el sufrimiento tiene que ver con la
neurosis. Queda como tarea despejar el tipo de relación de que se trata.
Una primera aproximación intuitiva obliga a preguntar: ¿el sufrimiento
es la causa de la neurosis?
Recurrimos una vez más a Freud para observar cómo ordena los fac-
tores causales de la neurosis.

Con respecto a la causación, los casos de contracción de la neurosis se ordenan


en una serie dentro de la cual dos factores –constitución sexual y vivencia o,
si ustedes quieren, fijación libidinal y frustración– aparecen de tal modo que
uno aumenta cuando el otro disminuye […] Les propongo que a las series de
esta clase las llamemos series complementarias […]”14.

constitución sexual
(fijación libidinal)

vivencia
(frustración)

Si se revisan ambos componentes de la serie, se puede advertir que


lo que Freud llama “constitución sexual o fijación libidinal” coincide con
aquéllo que, en el comienzo, rompe con el principio de inercia. Se trata de
los estímulos endógenos que, vía el texto de 1920, llamamos pulsión y que
hemos denominado genéricamente Q. Ahora bien, este factor hace serie
con “la vivencia sexual o frustración” que en la obra de Freud toma valor

14. Freud, S. “Conf.22: Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión. Etiología”,


en Op.cit., AE. XVI, p. 316.

23
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

de escena sexual, prematura y traumática. Nótese aquí el matiz temporal


de la frase, puesto que la vivencia es prematura y, por eso, traumática.
Clásicamente esta idea ha sido escenificada con la seducción del niño por
un Otro –siendo que la relación del niño a lo real del sexo es prematura,
mientras que para el Otro reviste carácter de actualidad–.
Existe entonces una diferencia a tener en cuenta entre ambas series:
la introducción o no del Otro [A]. Ésto nos permite reducir aún más el
gráfico de las series complementarias:

Q
A

Habíamos escrito una primera posición del sufrimiento de los niños


en la que el niño quedaba como objeto de sufrimiento ante la cantidad
ubicada en el lugar del agente. Podemos ahora plantear que en la esce-
na de seducción freudiana, el niño nuevamente queda como objeto de
sufrimiento, en este caso, a expensas del Otro que lo confronta, prema-
turamente, al goce sexual localizado en el cuerpo.

Aoñ
V

Arribamos así a un nuevo cuadro, en el que podemos reemplazar los


factores que constituyen las series complementarias de la causación de
la neurosis, por las dos posiciones del sufrimiento de los niños que res-
ponden al matiz del genitivo subjetivo (en el que los niños son los que
sufren).

Q ñ

A ñ

24
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Se establece una nueva articulación entre las series complementarias


–responsables de la etiología de las neurosis– y las posiciones del sufri-
miento de los niños. El resultado es un cuadro distinto del que Freud
produjo en la Conferencia XXIII15 para ilustrar las series complemen-
tarias: dentro de cada serie, nos quedó inscripto un modo de pensar el
sufrimiento.

IV. EDUCAR: TAREA IMPOSIBLE (ODISEA)

Ahora bien, es visible en los gráficos que el niño ocupa el lugar del
objeto en la relación del sufrimiento; mientras quedaron ubicados como
dos posibles agentes la cantidad [Q] y el Otro [A]. Nos resta aún como
tarea despejar el otro matiz del título, es decir leerlo como un genitivo
objetivo: se trata del caso en el que el niño hace sufrir al Otro [A].
La hipótesis para sostener la inversión de la fórmula y confirmar el
matiz del genitivo objetivo del título [en el que los niños hacen sufrir al
Otro] se enuncia así: cuando el que sufre es el Otro, el nombre del sufri-
miento de los niños es lo imposible de la educación.
En una primera aproximación, podemos decir que se trata de una sus-
titución: allí donde debería aparecer lo imposible de la tarea de educar, el
Otro primordial sufre de los niños y lo manifiesta como su impotencia.

impotencia para Educar


lo imposible de Educar

Este supuesto invita a retomar el concepto de Educación en la teoría


freudiana, como un modo particular de relación del niño y el Otro de la
Cultura –relación que, en nuestro caso, intentamos poner en concordan-
cia con el sufrimiento de los niños–. Según Freud, la Educación es una
de las tareas de la Sociedad y forma parte del programa del Malestar
en la cultura.

15. Sugiero revisar la p. 330 del tomo XVI de las Obras completas de Freud. Se trata de
la conferencia 23: “Los caminos de la formación de síntoma”. En la misma página, en
nota al pie, Strachey propone una segunda forma de plantear el cuadro. El nuestro,
pareciera entonces ser una tercera versión posible.

25
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

La sociedad, en efecto, tiene que hacerse cargo, como una de sus más impor-
tantes tareas pedagógicas, de domeñar la pulsión sexual…16.

Este es un matiz importante, que define a la Educación en el contexto


de la obra de Freud: constreñir, obligar, exigir la renuncia pulsional.
Así es que “parece, más bien, que toda cultura debe edificarse sobre
una compulsión y una renuncia de lo pulsional”17, tarea que se transmi-
te desde el Otro cultural a cada nuevo sujeto –encarnado en un niño– a
inscribirse en la lógica del sufrimiento.
Las primeras imágenes que Freud nos brinda para ejemplificar esta
tarea, están bien lejos de la Institución Escolar. La Educación no está
restringida a los pedagogos, sino a cualquier Otro que tome a su cargo
el mandato propio de la cultura: transmitir la renuncia pulsional. Es así
que en la Conferencia sobre La vida sexual de los seres humanos intro-
duce una escena para mostrar de qué se trata la Educación en sentido
freudiano:

… las personas encargadas de la crianza de los niños no dudan de que el chu-


peteo sirve solamente a una ganancia de placer lo cuentan entre las malas
costumbres del niño a las que él debe renunciar y cuando no quiere hacerlo
por si solo lo obligan provocándole impresiones penosas18.

El chupeteo queda definido como una conducta de inequívoco carácter


pulsional, diferenciado correctamente por Freud del reflejo de succión
–actividad innata y codificada genéticamente–. Pero no es el chupeteo
el único modo de satisfacción pulsional primitiva sobre el que recae la
tarea de la Educación. Ocurre algo similar en la siguiente fase de la or-
ganización libidinal: las manifestaciones de la analidad.

... el lactante tiene sensaciones placenteras cuando vacía sus intestinos y


organiza estas acciones de tal manera que le procuren la máxima ganancia
de placer posible mediante las correspondientes excitaciones de las zonas
erógenas de la mucosa […] en este punto el mundo exterior se le enfrenta
como un poder inhibidor, hostil a sus aspiraciones de placer […] < y por lo
tanto> No debe expeler sus excrementos cuando a él le da la gana, sino cuan-
do otras personas lo determinan. Para moverlo a renunciar a esas fuentes

16. Freud, S. “Conferencia 20: La vida sexual de los seres humanos”, en Op.cit., AE. XVI,
p. 284.
17. Freud, S. “El malestar en la Cultura”, en Op.cit., AE. XXI, p. 7.
18.Freud, S. “Conferencia 20: La vida sexual de los seres humanos”, en Op.cit., AE. XVI,
p. 284.

26
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

de placer se le declara que todo lo que atañe a estas funciones es indecente,


y esta destinado a mantenerse en secreto […]19 .

Estas actividades, reconocidas con inequívoco valor sexual, repre-


sentan manifestaciones pulsionales. Es tarea del Otro cultural trans-
mitir un mandato orientado a la renuncia pulsional y es justamente el
hecho de que la Cultura se edifique sobre esa renuncia, lo que invita a
suponer cierta incompletud de ese Otro. Transmitir esa incompletud al
nuevo ser que se incluye en la cultura es la tarea propia del Educador.
Pensamos, con Freud, que se trata de una función que cualquier sujeto
puede desempeñar –de hecho, los ejemplos demuestran que la tarea se
inicia mucho antes del ingreso a la Escuela, que sus agentes pueden ser
las personas encargadas de la crianza de un niño y que son variadas las
formas en que se puede llevar adelante–.
Hay otro nivel en el que Freud ejemplifica esta función: las respuestas
que el Otro brinda a la investigación sexual infantil de los niños durante
el período de la Organización genital infantil. En este contexto, aclara
que toda respuesta (ya sea correcta o incorrecta)…

choca con incredulidad ya en los más pequeños […]. La sensación de que los
adultos le birlan la verdad contribuye mucho a que el niño se sienta solo y
al desarrollo de su autonomía20.

Freud llama a este fenómeno “primer engaño”21. Le otorga un va-


lor muy importante en la teoría en tanto supone ser la ocasión de un
conflicto:

…así han vivenciado también la primera ocasión de un conflicto psíquico


[…] Desde ese conflicto psíquico puede desenvolverse pronto una escisión
psíquica […]22.

Una conclusión probable sería afirmar que toda respuesta a una pre-
gunta de la investigación sexual infantil, representa un modo estructu-
ral de producir el efecto educativo y ésto en tanto que cada respuesta
transfiere la escisión (lo que da cuenta de la incompletud) desde el Otro
al sujeto encarnado en el niño.

19. Ibid. p. 287.


20. Ibid. p. 290.
21. Freud, S. “Sobre las teorías sexuales infantiles”, en Op.cit., AE. IX, p. 91.
22. Ibídem.

27
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Se ha definido la estructura de la Educación en el sentido freudiano.


Para ello, se produjo un viraje en el estatuto del Otro, puesto que pasó de
ser el seductor de la escena sexual prematura y traumática, al educador
que obliga a renunciar a la pulsión en nombre del mandato cultural. Sin
embargo, la tarea de educar puede producir efectos de retorno sobre sus
agentes. Son estos efectos, los que propusimos leer como uno de los ma-
tices del sufrimiento de los niños. Y el caso particular a revisar consiste
en la asunción por parte del Otro de la impotencia para educar, cuando
en realidad esta función, por su estructura misma, es imposible.
¿Por qué Educar es imposible?
Antes de desplegar la respuesta y sus consecuencias para el supues-
to del sufrimiento de los niños, incluiremos en nuestro desarrollo una
breve viñeta clínica.

* * *

Una madre refiere acerca de su hija de cinco años, que en los últimos
tiempos ha tenido notables cambios en su conducta. Arma una serie con
ellos –intentando ordenarlos desde lo menos grave a lo más grave: “hace
berrinches para entrar al Jardín, me contesta agresivamente en casa, se
niega a hacer cosas que le pedimos y no quiere comer…”.
Manifiesta que está muy angustiada –esto lo dice llorando– y que sien-
te una sensación de vacío al pensar que “a lo mejor está sufriendo…”.
Le pregunto si no tiene hipótesis acerca de qué es lo que le está ocu-
rriendo a la niña. Luego de un silencio largo empieza a plantearse tres
posibilidades:
“No le enseñamos a expresar lo que le pasa; no le damos suficiente
contención en casa; el padre y yo no ocupamos los espacios que nos co-
rresponden a nosotros”.
Visiblemente satisfecha con su propia respuesta, hace una apología
de la importancia que tiene hacerse cargo de la responsabilidad que le
corresponde como madre.
Le pregunto:
–¿Está segura de que la responsabilidad es solamente suya?
–“Si no es responsabilidad mía, no se me ocurre qué otra cosa pue-
de ser”.

* * *

28
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Esta viñeta nos permite retomar dos preguntas planteadas durante el


desarrollo del texto que, en este punto, se convierten en ejes para proseguir
nuestras reflexiones. En primer lugar, la relación posible entre neurosis y
sufrimiento; luego, lo imposible de la educación en la teoría freudiana.
Existe cierta tendencia a asimiliar la sofocación pulsional –tarea del
educador– con el peligro de contraer la neurosis; supuesto que se halla
vigente aún en el final de la obra de Freud.

El niño debe aprender el dominio sobre lo pulsional, por lo tanto la educación


tiene que inhibir, prohibir, sofocar, y en efecto es lo que todas las épocas han
procurado hacer abundantemente. Ahora bien, por el análisis hemos sabido
que esa misma sofocación de lo pulsional conlleva al peligro de contraer la
neurosis23.

En la cita Freud reduce el problema a una articulación lógica, regida


por el modus de lo posible: el mandato de renunciar a la pulsión –podría-
mos decir: la Educación– produciría el efecto de neurotizar a los sujetos
que llamamos niños. En el razonamiento aún no ha incorporado la im-
posiblidad que la tarea de educar supone y justamente por eso hace la
siguiente recomendación:

Entonces la educación tiene que buscar su senda entre la Escila de la per-


misión y la Caribdis de la denegación. Si esa tarea no es del todo insoluble,
será preciso descubrir para la educación un optimum en que consiga lo más
posible y que perjudique lo menos24.

Quisiera desplegar la paradoja del optimum, retomando la obra a la


que Freud hace referencia sin citar. Cuando nombra a Caribdis y Escila
se trata de monstruos mitológicos que aparecen en La Odisea –un largo
poema épico escrito por Homero, que narra las aventuras de Ulises en
su regreso a Itaca luego de la guerra de Troya–. En la isla de la que era
el rey, lo esperaban Penélope, su esposa y Telémaco, su hijo. En el canto
XII del poema, Ulises mantiene una charla con la envenenadora Circe en
la que ella, vencida por el héroe, le anticipa los peligros que enfrentará
su barco en el retorno. Le advierte muy especialmente de un tramo en el
cual se cruzará con Caribdis y Escila, horribles monstruos que aguardan
uno de cada lado en un paso muy estrecho…

23. Freud, S. “Conferencia 34: Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones”, en Op.cit.,


AE. XXII, p. 138.
24. Ibídem.

29
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

…hay dos escollos, uno alcanza el anchuroso cielo con su pico agudo corona-
do por el pardo nubarrón que jamás le abandona; de suerte que la cima no
aparece despejada nunca, ni siquiera en verano, ni en otoño. Ningún hombre
mortal, aunque tuviese veinte manos e igual número de pies, podría subir
tal escollo […] En medio del escollo hay un antro sombrío que mira al oca-
so, allí mora Escila, que aúlla terriblemente, con voz semejante a la de una
perra recién nacida y es un monstruo perverso a quien nadie se alegrará de
ver, aunque fuese un dios quien con ella se encontrase. Tiene doce pies, todos
deformes, y seis cuellos larguísimos, cada cual con una horrible cabeza, en
cuya boca hay tres filas de abundantes y apretados dientes, llenos de negra
muerte. Está sumida hasta la mitad del cuerpo en una honda gruta, saca
las cabezas fuera de aquél horrendo báratro, y registrando alrededor del es-
collo pesca delfines, perros del mar, y también, si puede cogerlo, alguno de
los monstruos mayores que cría en cantidad inmensa la ruidosa Anfitrite.
Por allí jamás pasó una embarcación cuyos marineros pudieran gloriarse
de haber escapado indemnes, pues Escila les arrebata con sus cabezas sen-
dos hombres de la nave de azulada proa. En el otro escollo mora la divinal
Caribdis, la cual sorbe las turbias aguas tres veces al día y las hecha fuera
otras tantas de modo horrible. No te encuentres allí cuando las sorbe, pues
ni Poseidón, que sacude la tierra, podrá librarte de la perdición.
Debes acercarte mucho al escollo de Escila y hacer que tu nave pase rápi-
damente; pues mejor es que eches de menos a seis compañeros que a todos
juntos25.

Freud asocia a Escila con la permisión y a Caribdis con la sofocación


pulsional –¡está citando a Homero tan sólo con dos palabras!–. Es decir
que la primera propuesta –un tanto ingenua– de Freud, es que no se le
permita a los niños la absoluta satisfacción mediante conductas sexua-
lizadas, a la vez que los mandatos propios del quehacer educativo no lle-
guen a ese extremo (que ubicamos como posible) de neurotizarlos.
Sin embargo, hay un matiz en la cita que Freud realiza de la Odisea
que tiene un valor fundamental respecto de la pregunta abierta por lo
imposible de educar. Es un detalle: porque Ulises –que es neurótico y
por eso tarda tanto en volver a su casa– le pregunta a quien lo está pre-
viniendo del peligro:

Diosa, háblame sinceramente: si por algún medio lograse escapar de la fu-


nesta Caribdis, ¿podré atacar a Escila cuando quiera apoderarse de mis
compañeros?26.

25. Homero. La Odisea. Ed. Losada, Bs.As., 1992, Canto XII, pp. 175-176.
26. Íbid. p. 176.

30
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Ulises no quiere perder a sus compañeros, no quiere renunciar a volver


con su tripulación completa. Piensa seguir el consejo de Freud: intentar
pasar por el justo medio, buscar el optimum.
Qué le contesta la diosa Circe?

¡Oh, infeliz! ¿Aún piensas en obras y trabajos bélicos, y no has de ceder ni


ante los inmortales dioses? Escila no es mortal, sino una plaga imperecede-
ra, grave, terrible, cruel e ineluctable. Contra ella no hay defensa: huir de
su lado es lo mejor27.

Uno de estos monstruos es invencible; hay un punto de pérdida res-


pecto del cual no se puede ir más allá. Existe un poder que participa en
la historia, contra el cual no se puede luchar.
Esta idea retorna en Freud, al destacar que entre los factores en juego
en las series complementarias de la causación de la neurosis, existe uno
que supone el mismo estatuto que la Escila: ser invencible. Y entonces –ya
menos ingenuamente– advierte que cuando aquél que opere como edu-
cador intente hallar el justo medio siguiendo el ejemplo de Ulises…

… puede esperarse que extirpará uno de los factores que intrevienen en la


etiología de la contracción de la neurosis, el influjo de los traumas infantiles
accidentales28.

Con cuidado y haciendo profilaxis, se podrían evitar las escenas sexua-


les prematuras y traumáticas (podríamos hacer escapar a los niños de
Caribdis). El ideal de educar según el optimum sería efectivo respecto

[A o ñ ]. Esta proposición nos ilusiona respecto de la efectividad de la


del sufrimiento que los niños experimentan con el Otro como agente

Educación.
Nos queda una pregunta pendiente: ¿se puede hacer profilaxis edu-
cativa respecto del factor constitucional? ¿Se puede escapar de Escila?
En Los caminos de formación de síntomas plantea que…

El riguroso resguardo de los niños <nosotros podríamos decir: la profilaxis


según el ideal educativo del optimum> pierde valor porque es impotente
frente al factor constitucional29 .

27. Ibídem.
28. Freud, S. “Conferencia 34: Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones”, en Op.cit.,
AE. XXII, p. 138.
29. Ibídem.

31
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Existe una relación entre la educación y el sufrimiento que el Otro en


tanto agente de la escena de seducción, puede representar para un niño
–vale decir: se pueden evitar vivencias traumáticas–. Por el contrario,
no existe relación entre la educación y el factor de cantidad. Cada vez
que el Otro de la educación intenta operar sobre aquéllo que llamamos
Q se enfrenta a una tarea imposible (en tanto modo lógico). Y para re-
afirmar nuestra hipótesis, diremos que el niño funciona como agente
del sufrimiento para el Otro cuando éste [el Otro] encarna lo imposible
de la función de educar –en tanto someter al mandato cultural, el factor
de cantidad–.
La viñeta clínica nos muestra a una madre que se responsabiliza por
la neurosis de su hija. ¿Y cuál es el supuesto en esta posición? La trans-
misón absoluta. Esta mamá cree que todo viene del Otro y que todo se
transmite. Efectivamente hay un posicionamiento de esta nena como ob-
jeto. Podríamos ilustrarlo diciendo que, para esta mamá, su hija es como
una gran antena que recibe todo lo que ella –en tanto Otro inmediato–
transmite. Pero finalmente esta señora no puede pensar en la posibili-
dad de que aquéllo que le ocurre a su hija [de algo sufre la niña], no sea
transmitido por ella en tanto madre [y de eso sufre la madre].
Remarcamos la idea de que el doble valor gramatical del sufrimien-
to está presente en el relato: a nivel de la niña en sus manifestaciones
neuróticas y las permutaciones de éstas; a nivel de la madre, encarnan-
do lo imposible de la función de educar –que, en su fantasma, aparece
aún como impotencia–.
De esta manera se intentan pensar las dos instancias clínicas del
trabajo con niños:

a. en las sesiones con los chicos, el sufrimiento se analiza. Acom-


pañamos el despliegue de su neurosis bajo el formato de ‘per-
mutaciones.
b. en las entrevistas a padres, se analiza el sufrimiento que el niño
representa para ellos y que fenoménicamente, los mismo hacen
aparecer como su impotencia –desconociendo la imposibilidad es-
tructural que la tarea de educar supone–.

Es importante destacar la presencia de los padres en los tratamien-


tos con niños, puesto que nuestro modelo conceptual del sufrimiento de
los niños nos permitirá diferenciar dos modos diferentes de ubicarnos
como psicoanalistas: en primer término ante la posibilidad de que un

32
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

niño despliegue su neurosis; pero también, ante lo imposible de la fun-


ción de educar que los padres encuentran –imposibilidad que se oscu-
rece a menudo bajo la posición neurótica de la impotencia de la pareja
parental. Es por ello que debemos ajustar nuestro modelo a los casos
de niños neuróticos.

V. EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS SE ANALIZA

Para cerrar este capítulo, es necesario aclarar que la puesta en funcio-


namiento del equívoco producido por nuestro título El sufrimiento de los
niños, supone el punto de llegada de un recorrido. Recorrido que se inicia
en la idea de las series complementarias de la causación de la neurosis
y pasa por la indicación temporal de un comienzo freudiano.
Retomemos una vez más los dos valores gramaticales de la frase que
guía nuestros razonamientos.
Primero: si suponemos a los niños como el sujeto que sufre, abrimos la
dimensión del genitivo subjetivo. El siguiente gráfico, que toma prestado
de la teoría de conjuntos a los círculos de Euler, lo ilustra

a Q A

Se trata del momento que, con Freud, podemos ubicar en el comien-


zo; donde el círculo de la izquierda representa la concepción cuantitati-
va freudiana (que llamamos Q). Sabemos que la acción inhibitoria de la
fuente de dicha cantidad [tal es su función primaria] debe provenir des-
de el afuera y ser operada por el Otro de los primeros cuidados –agente
que aparece en el círculo de la derecha, llamado A–. La función secun-
daria de la acción específica es la del entendimiento30: se trata de actuar
sobre la Q, cifrarla por medio de la estructura propia del significante,
identificarla con sus significantes primordiales. Hay algo de Q suceptible

30. {Verständigung } también ‘comunicación’. Así aparece en el “Proyecto de psicología…”,


[AE. I, p. 363].

33
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

al significante, sin embargo… esta acción deja intacto algo de Q. Debe-


ríamos pensar que, puesto que hay algo de Q imposible al significante
–llamemos a esto a– el círculo de la izquierda se nos desdobla en Q y a;
siendo Q aquéllo sobre lo cual el significante tiene efectos, y a la pérdida
inevitable que funda el circuito.
Es notorio que los círculos ponen en concordancia las letras a las que
habíamos reducido las series complementarias: Q y A. Pero también se
observa que se funda un resto a la operación de la intersección (que pue-
de leerse como la condición de la operación): se trata de aquéllo que hace
sufrir al niño. El círculo de la izquierda queda identificado como aquél
que sostiene al sufrimiento de los niños.
Si a esta disposición sincrónica, le incluimos la temporalidad diacró-
nica, diremos que el sufrimiento de los niños se despliega desde a como
imposible a la operación de captura significante, hasta su inscripción
como imposibilidad interna.

Distinto es el gráfico para ilustrar el matiz objetivo del sufrimiento


de los niños. En este sentido, el Otro sufre de los niños. Definimos este
sufrimiento como el retorno de lo imposible de la función de educar e
indicamos que este retorno es frecuentemente encarnado por la pareja
parental bajo el modo de la impotencia. Aquéllo que escapa a la tarea
de educar en nuestro álgebra fue designado a. Hay algo ineducable en
un niño, se trata de algo sobre lo cual es imposible actuar desde la po-
sición del Otro agente de la educación. Y es ésto lo que el Otro sufre de
los niños.
educar

a A

Frecuentemente la pareja parental se identifica con la impotencia ante


la aparición de manifestaciones neuróticas en un niño –tal vez el mejor
ejemplo sean las conductas propias de la sexualidad perverso polimor-
fa que muy tempranamente se observan–. Puesto que dichas conductas
cuestionan su efectividad como agentes de la educación, los padres tratan
de ponerle obstáculos. Pero esto no es más que reactivar fantasmática-
mente el lugar de agentes de seducción: supone creer que los avatares

34
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

de la vida de un niño neurótico son transmitidos absolutamente desde


el lugar del Otro. La pregunta inevitable sería: ¿no hay nada propio y
original de los niños?
Tal vez lo más ridículo sea que ante tales manifestaciones, los pa-
dres lleven a los niños al analista con la demanda de obstaculizar tales
irrupciones las que –en función del tiempo– permutan, y se modifican
constantemente.
No es tarea del psicoanalista de niños satisfacer esta demanda. Más
bien se trata de hacer lo contrario: sin desconocer ambos matices del su-
frimiento, contribuir al despliegue de las manifestaciones neuróticas de
lo niños. Aquí es donde nuestro modelo presta un servicio clínico: en el
ordenamiento de las demandas y en el posicionamiento ético ante cada
una de ellas. Aquí es donde debemos preguntarnos acerca de qué deman-
da satisfacer. Si la de los padres, consistente en que obstaculicemos, que
anulemos estas manifestaciones (también podríamos decir que los padres
nos piden que hagamos posible la educación); o la de los niños.
¿Qué demandan los niños a su analista?
Ensayaremos dos respuestas. La primera, se apoya en el comentario
que Lacan realizara sobre el tratamiento de un niño de cinco años, en el
Seminario 4. Allí ubica que Juanito…

sabe muy bien qué precioso le resulta el hecho de poder hablar y lo destaca
constantemente. […] No se trata sólo de hablar, sino de hablarle a alguien
[…] Juanito manifiesta su sensación de fecundidad, favorecida por el hecho
de que al fin y al cabo tiene con quien hablar. Sería asombroso que no nos
diéramos cuenta de que lo precioso y lo eficaz del análisis es ésto31.

La segunda, inspirada en el hermoso libro de Michel Silvestre, dice


así:

… si el niño neurótico pudiera demandar algo, demandaría que le dejen hacer


su neurosis tranquilamente. Además, me parece que esto es lo que compren-
dieron los mejores psicoanalistas de niños. Dan la impresión de preservar, de
encauzar, de dirigir un proceso, más que de intentar ponerle obstáculos32.

A diferencia de los padres que solicitan un educador efectivo y la in-


terrupción de las conductas propias de la sexualidad infantil; el niño

31. Lacan, J. El seminario, Libro IV, La relación de objeto, Paidós, Bs.As., p. 344.
32. Silvestre, M. “La neurosis infantil según Freud” [1983] en Mañana el Psicoanálisis,
Manantial, Bs.As., 1987, p. 156.

35
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

demanda alguien con quien hablar y que le dejen hacer su neurosis tran-
quilamente. Para ello, es necesario que un analista acompañe el proceso
en los dos niveles que definimos para el sufrimiento y que lo haga con-
vencido del siguiente axioma: el sufrimiento de los niños se analiza.

36
2

Escenas

I. POSICIÓN DEL PROBLEMA

De las múltiples escenas propuestas por Freud en su obra, la amenaza


de castración es una de las que tiene mayor pregnancia imaginaria; sin
embargo, hoy día, y merced a la penetración cultural del psicoanálisis de
divulgación, es impensable que pudiera seguir produciéndose según su
descripción clásica: un adulto amenaza a un niño varón, enunciándole
que le van a cortar el pene por tal o cual motivo.
Puesto que en el contexto de la obra freudiana esta escena produce el
sepultamiento del Complejo de Edipo y el ingreso en la latencia, debe-
mos deducir su importancia fundamental. Ahora bien…¿esta importan-
cia radica en los componentes de la escenificación (su desarrollo),o más
bien deberíamos intentar hallar relaciones entre ciertos componentes
que justifiquen pensar que la amenaza de castración es un concepto ar-
ticulable a una estructura?
Cualquier lector de los textos freudianos advertirá que la situación de
amenaza varía según el contexto en el que Freud lo ubique. Este primer
indicador nos advierte de cierta variabilidad en los componentes de la
escenificación –lo que equivale a decir que el montaje de la escena no se
mantiene constante–. Esta idea no deja lugar a dudas: hay un compo-
nente variable en las escenas de la amenaza. Y es un supuesto necesario
para mantener la efectividad de aquéllas que algo permanezca constante
más allá de las permutaciones. Abrimos así la hipótesis de este recorrido:

37
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

existe una estructura para la amenaza de castración, la que permanece


constante más allá del montaje imaginario.

II. LA ESCENA CLÁSICA EN EL SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO DE


EDIPO DE 1924

Se inicia aquí un recorrido que no se reduce al eje cronológico. No será


el texto de referencia aquél en el que Freud propuso su primera versión
de la escena de la amenaza. Sí, en cambio, se trata de la versión más po-
pular: aquella que alcanzó la máxima difusión entre los que nos dedica-
mos a la transmisión del psicoanálisis y la que mas penetró en nuestros
jóvenes aprendices; pero también la más difundida ideológicamente en el
contexto de padres, maestros y todos aquellos que ocasionalmente actúan
como agentes de la educación de los sujetos que llamamos niños.
Así la plantea Freud en 1924:

Cuando el niño (varón) ha volcado su interés a los genitales, lo deja traslucir


por su vasta ocupación manual en ellos, y después tiene que hacer la expe-
riencia de que los adultos no están de acuerdo con ese obrar. Más o menos
clara, más o menos brutal, sobreviene la amenaza de que se le arrebatará
esta parte tan estimada por él. La mayoría de las veces, la amenaza de cas-
tración proviene de mujeres; a menudo, ellas buscan reforzar su autoridad
invocando al padre o al doctor (…) En cierto número de casos, las mujeres
mismas proceden a una mitigación simbólica de la amenaza, pues no enun-
cian la eliminación de los genitales, en verdad pasivos, sino de la mano, ac-
tivamente pecaminosa. Y con notable frecuencia acontece que al varoncito
no se lo amenaza con la castración por jugar con la mano en el pene, sino por
mojar todas las noches su cama y no habituarse a la limpieza1.

Esta es la primera parte del desarrollo sobre la escena que Freud


realiza en el texto. Es interesante que ya aquí se puedan notar ciertas
permutaciones en juego. Es decir, Freud abre la posibilidad de que las
cosas ocurran de diversa manera incluso en el contexto de lo que llamé
la “escenificación clásica”. Detallemos las posibles permutaciones.

a. La amenaza puede ser más o menos clara, más o menos brutal.


b. La amenaza proviene de mujeres en la mayoría de los casos, si
bien a menudo buscan reforzar su autoridad invocando al padre

1. Freud, S. “El sepultamiento del Complejo de Edipo”, Op.cit., AE. XIX, pp. 182-3.

38
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

o al doctor como agentes del castigo. Esta permutación permite


diferenciar dos agentes en la escena: el agente de la amenaza y
el agente del castigo.
c. La amenaza puede ser mitigada simbólicamente, es decir se puede
hacer una sustitución y amenazar no con el corte del pene (tér-
mino pasivo, dice Freud), sino con el corte de la mano (término
activo de la relación).
d. La amenaza puede estar dirigida a conductas que, si bien no son
masturbatorias en forma directa, participan de la ampliación del
concepto de sexualidad operado por Freud. Es así que son repro-
bables acciones tales como la enuresis y otras que atentan contra
los hábitos de limpieza.

Para reubicar al lector, es importante aclarar que ya en la primera


versión de la escena [trabajaremos sobre tres de ellas] Freud realiza mo-
dificaciones que no producen cambios en el efecto final de la situación
que describe. Aparentemente, las sustituciones no alcanzan para evitar
el resultado final de la articulación (estructural) de los elementos.
Ubiquemos, con Freud, el desenlace de los acontecimientos reseñados.

La observación que por fin quiebra la incredulidad del niño es la de los geni-
tales femeninos. Alguna vez el varoncito, orgulloso de su posesión del pene,
llega a ver la región genital de una niñita, y no puede menos que convencerse
de la falta de pene en un ser tan semejante a él. Pero con ello se ha vuelto
representable la pérdida del propio pene, y la amenaza de castración obtiene
su efecto con posterioridad (nachträglich)2.

En esta segunda parte del desarrollo se sitúa el complemento de la


primera parte. Esto ya es una indicación temporal para incorporar a la
escena: la amenaza se establece en dos tiempos, siguiendo la lógica del
tiempo de la resignificación (que en el texto aparece con el significante
en alemán nachträglich). El tiempo 1 que he llamado “amenaza” es aquel
que fue desarrollado en la primera cita y que admitía las permutaciones
que fueron reseñadas oportunamente. El tiempo 2 consiste en la visión
de la región genital de una niña. Y la articulación efectiva entre ambos
tiempos, está operada por la resignificación que la visión (tiempo 2) rea-
liza sobre la amenaza (tiempo 1), resignificación que determina un efecto
final llamado “Amenaza de castración”.

2. Ibid. p. 183.

39
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

ESCENA 1

nachträglich

(1) amenaza (2) visión

Amenaza de Castración

Es importante no confundir la amenaza del tiempo 1 (amenaza dis-


cursiva que puede permutar, según lo reseñado) con el concepto de “Ame-
naza de Castración” –el cual, para producirse, requiere de dos tiempos
articulados por medio de la temporalidad retroactiva–. En el texto de
referencia, la tesis es que la organización genital-fálica (adviértase aquí
el equívoco que Freud mismo produce) cae como efecto de la “Amenaza
de Castración” en tanto articulación retroactiva de dos tiempos.

III. LA CONTINGENCIA DEL AGENTE EN LA ORGANIZACIÓN GENITAL


INFANTIL DE 1923

Apenas un año antes del texto reseñado, Freud ya había hablado


de la escena que interrogamos en La organización genital infantil3,con
sustantivas diferencias que desplegaremos a continuación. El contexto
supone el funcionamiento de las conductas típicas de la investigación
sexual infantil, en la cual el niño se encuentra realizando indagaciones
referidas a la realidad sexual.

En el curso de estas indagaciones el niño llega a descubrir que el pene no es


un patrimonio común de todos los seres semejantes a él. Da ocasión a ello
la visión casual de los genitales de una hermanita o compañerita de juegos;
pero niños agudos ya tuvieron antes, por sus percepciones del orinar de las
niñas, en quienes veían otra posición y escuchaban otro ruido, la sospecha
de que ahí había algo distinto […] La falta de pene es entendida como resul-

3.Freud, S. “La organización genital infantil”, en Op.cit., AE. XIX.

40
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

tado de una castración, y ahora se le plantea al niño la tarea de habérselas


con la referencia de la castración a su propia persona4.

Freud vuelve a poner la visión casual de los genitales en el tiempo 2,


admitiendo la posibilidad de que se trate de una hermanita o una com-
pañerita de juegos –lo cual supone ya una permutación posible–.
Lo que resulta muy diferente es cómo construye el tiempo 1 del
esquema, puesto que ubica allí las percepciones del orinar de las niñas.
¿En qué consisten estas percepciones? Lo dice claramente: visión de otra
posición y audición de otro ruido. Es decir que en el tiempo 1 podríamos
colocar “visión” (con lo cual el esquema de dos tiempos quedaría reducido
a visiónĺvisión) o podríamos ubicar “audición”, aunque ya no se trate de
la audición de una amenaza verbal proferida por un agente, sino de un
ruido que, como tal, no pertenece a la lógica del significante (el cuadro
quedaría audiciónĺ visión).

ESCENA 2

(1) visión/audición (2) visión

Amenaza de Castración
-referencia a la castración propia-

La organización genital infantil es el contexto temporal de la Amena-


za de castración. Freud lo dice claramente en un párrafo que aparece en
bastardillas: allí hace referencia a que es la primacía que el falo reviste
en esta fase la que garantiza que se aprecie rectamente la importancia
de la articulación entre la Amenaza y el Complejo de castración.
Así como fueron ubicadas las permutaciones pertinentes dentro de
cada escena, en el pasaje de un texto al otro, de una escena a otra, tam-
bién se produjeron cambios.

4. Ibid. p. 147.

41
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Revisaremos los valores constantes y variables relativos al pasaje de


escenas.
a. El lugar que en los gráficos representa al segundo tiempo y está
numerado con el 2, da cuenta de una constante en las dos esce-
nas: la visión.
b. El lugar que en los gráficos está numerado con el 1 y representa el
primer tiempo, da cuenta de la variable: amenaza (audición verbal
proferida por un agente); audición (ruido del orinar). Esta permu-
tación tiene un valor puesto que borra al agente de la amenaza
como primer tiempo; no hay nadie para amenazar al niño. Por lo
tanto, mediante esta permutación, Freud le asigna un carácter
contingente a la acción del agente de la amenaza como tiempo 1:
puede haberlo pero no es necesario para obtener el efecto de Ame-
naza de castración.
c. Debemos tener en cuenta que persiste constante en las escenas
la articulación temporal: se trata de una temporalidad de signi-
ficación a posteriori.

IV. LA REDUCCIÓN A LA LÓGICA DEL SIGNIFICANTE EN EL ESQUEMA


DEL PSICOANÁLISIS DE 1937

Ahora bien, en el Esquema del psicoanálisis5 Freud vuelve a contar


una versión de la Amenaza de castración. Otra vez pone en juego una
escena y plantea ciertas permutaciones.

La madre ha comprendido muy bien que la excitación sexual del varoncito


se dirige a su propia persona. En algún momento medita entre sí que no es
correcto consentirla […] Por fin la madre echa mano del recurso más tajante:
amenaza quitarle la cosa con la cual él la desafía. Por lo común, cede al padre
la ejecución de la amenaza, para hacerla más terrorífica y creíble: se lo dirá
al padre y él cortará el miembro. Asombrosamente, esta amenaza sólo pro-
duce efectos si antes o después se cumple otra condición. En sí, al muchacho
le parece demasiado inconcebible que pueda suceder algo semejante. Pero si
a raíz de esa amenaza puede recordar la visión de unos genitales femeninos
o poco después le ocurre verlos […] entonces cree en la seriedad de lo que ha
oído y vivencia al caer bajo el influjo del complejo de castración, el trauma
más intenso de su joven vida6.

5.Freud, S. “Esquema del psicoanálisis”, en Op.cit., AE. XXIII.


6.Ibid. p. 189.

42
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

En primer término, la relación del conflicto está encarnada aquí por


la madre y el niño. Es la madre el agente de la amenaza, si bien Freud
le asigna al padre un lugar en el discurso materno: el del agente del cas-
tigo (la castración propiamente dicha). Aquí ya hay cambios respecto de
las otras versiones de la escena que hemos reseñado.
En esta ocasión, el problema de la amenaza materna se complejiza,
puesto que Freud introduce una condición que debe cumplirse para
que la amenaza materna sea efectiva. Y respecto de esta condición (uno
sospecha inevitablemente que se trata del otro tiempo necesario para
la articulación) hay una formulación inédita del tiempo. En las otras
escenas, la otra condición (tiempo 2) de la amenaza (como tiempo 1),
llegaba después y la resignificaba. Sin embargo en el Esquema... Freud
plantea que la otra condición puede darse antes o después –entende-
ríamos perfectamente que fuera después, allí intervendría la resigni-
ficación–. Sin embargo, la otra condición que Freud llama “visión de
unos genitales femeninos” pudo haber ocurrido antes de la amenaza
materna. Con esto, Freud ha destruído la relación fija entre amenaza-
tiempo 1 y visión-tiempo 2.
Si bien retoma el término “visión”, ahora la modificación no es a nivel
del agente sino a nivel del tiempo. Ambos tiempos siguen relacionándose
bajo el modo de la resignificación puesto que aquello que hubiera funcio-
nado en el tiempo 2 (aclarando que podría ser o la visión o la amenaza
materna), resignificará a lo que haya funcionado en el tiempo 1 (que, de
igual modo podría haber sido o la visión o la amenaza materna). Por lo
tanto, lo que permuta es la relación que fija a la amenaza en el tiempo
1 y a la visión en el tiempo 2.
En este orden de cosas, se comprende que el desencadenamiento de
la Amenaza de castración pueda coincidir con cualquiera de los dos mo-
mentos: o con la visión o con la amenaza. El requisito indispensable es
que ambos momentos se relacionen según la lógica freudiana de la sig-
nificación con efecto diferido.

43
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

ESCENA 3

visión amenaza visión

Amenaza de Castración

Puesto que la significación con efecto diferido operará de igual modo


sea cual fuere la secuencia, no tiene ningún sentido hablar de visión y de
amenaza; a los fines de la lógica del funcionamiento, ambos momentos son
iguales. Por lo tanto, admiten la reducción a la lógica del significante.
Si como fue realizado en la lectura de los textos, se plantea que una
permutación es un significante, no caben dudas de que al momento de
la “Amenaza de castración” se articulan un significante con otro signi-
ficante.

€

Puesto que estamos obligados a poner índices cuando escribimos sig-


nificantes, pongamos 1 y 2. Se trata de un S1 y de un S2, los que se arti-
culan con la temporalidad de anticipación-retroacción .
Por lo tanto, no hay ningún problema en decir que el S2 resignifica al
S1 ,tanto como en afirmar que este último anticipa al primero. Poner S1
y S2 nos libera del problema de establecer si se trata de visión o de ame-
naza. De esta manera, reduciendo el problema a la lógica del significante
se explica que no haya lo uno ni lo otro. La hipótesis es que la Amenaza
de castración consiste en la articulación diferida en el tiempo de dos sig-
nificantes.

44
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Cuando Lacan armó su grafo del deseo7 se apoyó en esta estructura.


¿Cómo se puede hacer para mostrar la correlación de la temporalidad
del grafo que Lacan inventó con esta articulación temporal? Se abre aquí
esta pregunta, porque nuestra propuesta es que esos significantes son
inscribibles en el grafo de Lacan.
Aquello que Freud en el Esquema del psicoanálisis plantea como pu-
diendo ocurrir “antes o después” fue rescatado por Lacan bajo el modo
de dos flechas:

BOUFT

€
después

Ahora bien, remplacemos por los elementos del primer piso en el gra-
fo de Lacan.

T "
"

En este punto, uno debería aclarar que esta línea es la línea del enun-
ciado, es decir, es la línea de lo que, efectivamente, se dice. Mientras que,
la línea del segundo piso da cuenta de la enunciación. Se puede escribir
el S1 en s(A) y el S2 en A.

S(

T "
"

ʠ
7. Para consultas sobre el grafo del deseo, revisar Jacques Lacan, “Subversión del sujeto
y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” en Escritos 2, Siglo XXI, Bs.As.,
p.773 y ss.

45
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Cualquier articulación significante a nivel del enunciado que se pue-


da entender en términos de “Te corto el falo”, al nivel de la enunciación,
arriba, reza: “El que carece de falo soy yo”.
Cada vez que, a nivel del enunciado se articulan dos significantes
que, apelando al lugar del Otro barrado, muestren que en realidad el
que no tiene es el Otro, el significado que se produce en s(A), es la Ame-
naza de castración.
Proponemos que la Amenaza de castración sea un significado posible
para una articulación de dos significantes que introduzca, en la enun-
ciación de una frase, la castración del Otro.
No se trata de pensar a la Amenaza de castración como una escena en
la que hay que amenazar a alguien –hemos demostrado que ni siquiera
la escena se mantiene en Freud; la cambia todo el tiempo–.¿Qué es lo
que permanece constante?
Lo que permanece constante en la escena es la relación de dos signi-
ficantes que al articularse en un enunciado producen un efecto al nivel
de la enunciación invocando la castración del Otro y produciendo un
sentido que es el sentido de la amenaza de castración. Es decir que la
Amenaza de castración es el sentido producido por dicha articulación
significante –pero no es la articulación de los significados en la escena–.
No importa cuáles sean los términos que vengan a parar al lugar de S1
o al lugar de S2 –no importa que sean la visión o la amenaza, el ruido
del orinar o la visión, se trate de la hermanita o de la tía, la amenaza
del doctor o del papá.
Al reducirlo a S1- S2, hemos perdido absolutamente cualquier referen-
cia a ubicar la visión y la amenaza. Entonces ya no buscamos la visión,
ni la amenaza, buscamos términos significantes que, al articularse, in-
voquen la barradura del Otro y produzcan esa transmisión lógica por la
cual si al Otro le falta, al sujeto también.
¿Qué valor darle a esta situación clínica respecto del sufrimiento
de los niños?
¿Qué hace un niño ante la inevitabilidad de enfrentarse en un enun-
ciado con la castración del Otro?
Sepulta todo quehacer referido a la sexualidad en relación al Otro. De
esta forma podemos retomar la cuestión inicial para ubicar al Complejo
de Edipo como una escena que inscribe su imposibilidad interna de sa-
tisfacción, operando así el final del funcionamiento diacrónico desarro-
llado por el sistema permutativo. El sufrimiento de los niños escenifica
su momento de concluir con el sepultamiento del Complejo de Edipo.

46
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

V. EL NACIMIENTO DEL HERMANITO: MOMENTO DESENCADENANTE

De una atenta lectura de los textos de Freud, se desprende la afirma-


ción que da título a este punto de nuestro trabajo. La escena del naci-
miento del hermanito coincide con el momento desencadenante…

…de la pregunta por el origen de los niños


…de la puesta en funcionamiento de los tres tiempos de la
novela familiar
…de un modo muy particular de aparición del deseo de
muerte
…de la ruptura de la ligazón preedípica de la niña con la
madre fálica
…de la fobia del pequeño Hans.

¿Debe entenderse, entonces, que si en la vida de un niño este episodio


no ocurriera, no se pondrían en funcionamiento los procesos reseñados?
Cabe destacar que algunos de ellos suponen un momento necesario
en la constitución del psiquismo del niño y que por lo tanto, no pueden
estar subordinados a la contingencia de un hecho particular. Suponemos
un mecanismo estructural, que nos permite reconocer los mismos efec-
tos aun ante episodios diferentes en la vida de un niño; y pensamos que
Freud situó la idea con una regla técnica en el texto que escribió acerca
de La cabeza de Medusa.8

Aquí se corrobora una regla técnica: la multiplicación de


los símbolos del pene significa castración9.

Es interesante la regla: se nota a primera vista que se trata de la mul-


tiplicación de los símbolos del pene y, por lo tanto, no del pene en forma
directa. Freud aisló determinados símbolos del pene en el texto Sobre
las transposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal10 (Niño-
Pene-Heces-Dinero-Regalo) y por lo tanto, cualquiera de estos símbolos
en forma multiplicada, evocaría la castración.
Podríamos complejizar un poco este problema, haciendo notar que ya
el pene en realidad es un sustituto de otra cosa: el falo, según el último

8. Freud, S. “La cabeza de Medusa”, en Op.cit., AE. XVIII, p. 270 y ss.


9. Ibídem.
10. V. Freud, S. Obras Completas, AE XVII, p. 113 y ss.

47
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

párrafo del texto de 1927 sobre el Fetichismo: “… el modelo normal del


fetiche es el pene del varón…”11.
Si bien la cita elide el concepto del falo, éste retorna para cerrar el
razonamiento transitivo que proponemos:

el fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en que el va-


roncito ha creído y al que no quiere renunciar –sabemos por qué12.

En primer lugar, ilustremos la lógica de las sustituciones…

fetiche pene j pene


j
falo de M (madre o mujer) fetiche falo de la M

En la conclusión, el pene simboliza el falo del Otro –al cual, Narcisismo


mediante, no se quiere renunciar–. Y es por ello que preferimos pensar
a la Verleugnung freudiana como un mecanismo estructural: aquél bajo
el cual el hombre define su relación a la castración del Otro –que según
el matema lacaniano se escribiría S(%)–.
Diremos que no se requiere necesariamente del nacimiento del herma-
nito para dar cuenta de lo que llamamos momento desencadenante; éste
responde al hecho estructural de la multiplicación de los símbolos del
pene –en tanto modelo “normal” del sustituto del falo–. Es el encuentro
con la castración del Otro, lo que motoriza a la organización genital in-
fantil –uno de los nombres de El sufrimiento de los niños– como deman-
da particular al aparato psíquico de los sujetos que llamamos “niños”;
demanda que pone en marcha la maquinaria permutativa a nivel de la
estructura y que produce como efecto las escenas propias de la clínica
con niños.
Hemos introducido aquí el punto referencial para sostener el funcio-
namiento de las escenas en el sistema de El sufrimiento de los niños:
la castración del Otro como lugar estructural a evitar por medio de la
coextensividad13 del desarrollo del sufrimiento y su interpretación bajo
el modo de las escenas.

11. Freud, S. “Fetichismo”, Op.cit., AE XXI, p.152.


12. .Ibid. p. 148.
13. La idea de la “coextensividad” surge de una relectura de ciertas proposiciones la-
canianas. Para ubicar su contexto sugiero consultar los escritos “La dirección de la
cura y los principios de su poder” en Escritos 2, p. 578 y “La instancia de la letra en
el inconsciente o la razón desde Freud” en Escritos 1, p. 500, ambos en Siglo XXI, Bs.
As., 1984.

48
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

VI. ESCENA // ESTRUCTURA

Si bien Freud aisló algunas escenas típicas (hemos recorrido dos de


ellas), las escenas pueden ser distintas para distintos sujetos o para un
mismo sujeto en función del tiempo.
Para aclarar la articulación, retomemos la relación entre los elementos
que participan del sufrimiento de los niños según uno de los esquemas
del capítulo anterior. Allí podemos observar dos letras que evocan las se-
ries complementarias y su punto de intersección: el quehacer simbólico
[A] con la cantidad [Q]…

a Q A

...donde se pone de manifiesto, que dicha operación (el quehacer sim-


bólico con la cantidad) está condicionada por la producción de un resto
[que escribimos a] no susceptible a la articulación permutativa de los
términos de la estructura simbólica.
Incluyendo el factor tiempo en esta proposición sincrónica, abrimos
una perspectiva de lectura diacrónica: en el nivel manifiesto, se observan
una serie de escenas que cambian a lo largo del tiempo.

Hemos acotado el concepto de “escena” a tres breves definiciones:


Una escena es el sentido imaginario efecto de un quehacer simbólico
con la cantidad.
Una escena es la forma final de un quehacer simbólico con la canti-
dad.
Una escena es una manifestación clínica del quehacer simbólico con
la cantidad.
Podemos afirmar que los términos de la estructura simbólica se rela-
cionan según leyes susceptibles de permutaciones, y que las mismas se
manifiestan a nivel de las escenas –allí donde observamos en la clínica,
el pasaje de una escena a otra [relatos, sueños, teorías sexuales, fobias,
dibujos, juegos…etc.] a nivel de la estructura corresponde una permuta-
ción–.

49
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

La permutación supone el cambio en el orden de alguna cosa. Esta es


la definición matemática de permutación. Es importante aclarar que el
efecto que esto produzca, a los matemáticos no les compete. Es decir, si
uno escribe 7 + 3 =10, es una operación permutable a 3 + 7 = 10. De la
misma forma si escribiéramos 7 - 3 = 4 la operación podría permutarse
a 3 -7 = -4. Seguiría siendo una permutación sin embargo, la diferen-
cia de resultados no cuenta para un matemático. Para nosotros, ana-
listas, la consecuencia de que la permutación se produzca a nivel de la
estructura, es que cambie la escena –éste es el punto de diferencia con
las matemáticas–. Conocemos intuitivamente a la permutación bajo el
modo de la combinatoria. El problema clásico consiste en preguntar de
cuántas formas posibles podrían sentarse diez personas, disponiendo
de diez sillas.
Existe una fórmula matemática que permite despejar el problema.
Consiste en una sencilla multiplicación de 1 x 2 x 3 x 4… hasta n (en
nuestro ejemplo, n = 10).

n! = n x (n-1) x … x 2 x 1

Si tomo diez personas y diez lugares, las puedo sentar de 3.628.800


maneras diferentes. Son muchas posibilidades, pero no son infinitas. Las
mismas se encuentran acotadas por el factorial (lo que en la fórmula se
escribe con el signo ‘!’).
Si nos despegamos un poco de la idea matemática, en nuestro postu-
lado hemos ubicado que, más allá de las permutaciones que se pueden
realizar con los elementos de la estructura, existirá a –un resto imposible
e inasimilable al quehacer permutativo de la estructura–. Su existencia
determina que la cantidad de elementos a permutar quede limitada, y
por lo tanto, que la estructura no sea infinita.
Las escenas varían por definición, la estructura permuta y a perma-
nece constante. El término que llamamos a no puede ser representado
por la estructura. Diremos que es imposible a la estructura, fijando el
límite a las permutaciones y funcionando como el factorial.
El fracaso de la estructura simbólica respecto del apresamiento de a,
se produce en el nivel de las escenas. Las escenas, que pueden manifes-
tarse en la clínica con niños como un texto, un juego, un dibujo y otras
conductas, intentan apresar algo de a –repitiendo cierto funcionamiento
que existe a nivel de la cultura: cada vez que es necesario dar cuenta de
un imposible allí están los mitos.

50
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

El mito es lo que da forma discursiva a algo que no puede ser transmitido en


la definición de la verdad, porque la definición de la verdad sólo puede apo-
yarse sobre ella misma y la palabra en tanto que progresa la constituye14.

Podemos pensar que cuando Freud funda sus escenas’para todos, está
construyendo los mitos de su propia teoría. Sin embargo, nos interesa
plantear los pequeños mitos que no son para todos, sino para cada sujeto.
Lacan hablaba de “mito individual”. Freud reseñaba “teorías sexuales
infantiles”, pero en todos los casos, se trata de escenas que cambian a lo
largo del tiempo.

En suma, para centrar el valor exacto de las llamadas teorías sexuales in-
fantiles hemos de referirnos a la noción de mito. Lo que se llama un mito se
presenta como un relato. Pueden decirse muchas cosas sobre ese relato, por
ejemplo que tiene algo de atemporal pude tratar de definirse su estructura
en relación con los lugares que define por que muestra ciertas constancias
que no están sometidas en absoluto a la invención subjetiva. También in-
dicar el problema planteado por el carácter de ficción que el mito tiene en
conjunto. Pero esta ficción representa una estabilidad que implica que cual-
quier modificación supone al mismo tiempo alguna otra sugiriendo, inva-
riablemente, la noción de estructura. Por otra parte esta ficción mantiene
una singular relación con algo que siempre se encuentra detrás implicado,
se trata de la verdad15.

La cita retoma los valores que hemos asignado a las escenas: la es-
tructura del lenguaje y las constancias que supone, el carácter de ficción,
y la relación con la verdad.
Tampoco descuida la relación con el elemento imposible…

El mito individual reproduce a pequeña escala ese carácter profundo del


desarrollo mítico. Consiste en enfrentarse con una situación imposible me-
diante la articulación sucesiva de todas las formas de imposibilidad de la
solución16.

Lacan enuncia que poniendo a jugar todas las permutaciones posi-


bles en la estructura, lo que se va a demostrar es la imposibilidad de
capturar a –mientras demuestra que los elementos de la estructura

14. Lacan, J. “El mito individual del neurótico”, en Intervenciones y Textos 1, Manantial,
1985, p. 39.
15. Lacan, J. El seminario, Libro IV, La relación de Objeto, Paidós, Bs.As., p.251.
16. Ibid. p. 330.

51
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

son limitados y no infinitos por medio de la existencia del factorial [que


escribimos a].
Hay factorial para los elementos de la estructura, hay permutación
porque hay a –porque hay imposible–. El carácter de la variable que La-
can muestra en el mito, lo hemos retomado en tanto escena, en tanto algo
susceptible de modificarse porque supone al significante y a la estructura
del lenguaje –terreno de la ficción–. Detrás de esa ficción hay algo, real-
mente, cierto: a –modo de retorno del sufrimiento de los niños–.
Por lo tanto: las permutaciones no son infinitas, es decir, admiten un
factorial. Uno podría decir que para toda estructura X existe ‘a’ y que, por
lo tanto, X no es infinito.

Ӂx Ӄ a ӫx z f
El segundo teorema que se deduce es que la articulación de a y las
permutaciones se realiza mediante el factorial, es decir que, porque exis-
te a, se puede decir que para todo X existe factorial de X.

a YŒY! a

Una vez ejecutado el factorial, nos reencontramos con a. Suponemos


que el modo de relación del sujeto con a (la primera letra de la fórmula)
no es el mismo modo que aquel que lo relaciona con a (la última letra, a
continuación de la línea punteada). La línea punteada supone un cam-
bio cualitativo. Pensamos que mientras se hacen las permutaciones,
mientras el sujeto que llamamos niño asiste a sus sesiones, se puede
leer ahí el sufrimiento de los niños. Ahora bien, existe un momento en
el que el sufrimiento se termina –que hemos ubicado provisionalmente
bajo el nombre de cambio cualitativo y que desplegaremos en el capítulo
siguiente como un pasaje en el estatuto de a: de su no-inscripción a su
inscripción como imposibilidad interna.

52
3

La lógica de la
imposibilidad interna

Partimos de un axioma: hay un final.


Lo hemos situado en el capítulo anterior: las permutaciones se some-
ten al factorial y, por lo tanto, la existencia de aquello que llamamos a
supone que las permutaciones concluyan, y con ellas el sufrimiento de
los niños. Se produce de esta forma lo que dimos en llamar un cambio
cualitativo en el estatuto de a.

I. ACERCA DE LA ORGANIZACIÓN GENITAL INFANTIL

Existe en la niñez cierta organización que funciona como un corte


temporal particular y que Freud llamó Organización Genital Infantil.
Se puede fijar una definición para la misma a partir de dos observables
clínicos: el interés sobre el propio cuerpo (interés narcisista que se mani-
fiesta a través de la actividad de investigación sexual infantil) y el queha-
cer genital (masturbación infantil). Sobre estos dos observables clínicos
Freud produjo la inscripción de una operación fallida: la unificación de
las pulsiones; mientras que intentando definir un referente para la fase
establece –por escrito– un desplazamiento entre los términos “genital-
genital masculino (pene)-falo”1.

1. Freud tituló su texto partiendo de una fase de organización genital, luego aclaró que
no se trataba de cualquier genital sino del genital masculino, por lo que la Organi-

53
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Referente

OGI

Operación fallida Observables clínicos


a. interés genital
b. quehacer genital

Leemos en esta Organización (definida por los observables clínicos,


una operación fallida y un referente) una demanda de trabajo al aparato
psíquico –en el sentido de la exigencia de elaborar una cantidad, Q–. Esa
cantidad2 es el motor dinámico de la Organización Genital Infantil.
Es posible retomar aquí la fórmula de la primera posición del sufri-
miento de los niños y afirmar que la Organización Genital Infantil, en
tanto motorizada por una cantidad, funciona como agente del sufrimien-
to de los niños.

OGI ķ
ñ
Q

Esta afirmación supone reincorporar el elemento temporal con un nue-


vo nombre (ya no se trata de “el comienzo”). En determinado momento
de la vida de un niño aparece una cantidad organizada demandándole
trabajo al aparato. Destacamos el matiz de la articulación temporal para
no perder de vista la incidencia del tiempo diacrónico, ni disolver a la
niñez en una clínica del sujeto.
Puesto que se trata de una demanda que proviene del cuerpo, a través
de ciertas experiencias verificables en la clínica es posible afirmar que al
momento de la Organización Genital Infantil el pene del niño se vuelve
real. Se trata, no sólo de la capacidad de erección de aquella parte tan
zación se convertía en pénica (neologismo de nuestra factura); para finalmente y en
un último deslizamiento afirmar el primado del falo. Transcribo la cita: [la organi-
zación genital infantil] “Reside en que para ambos sexos, sólo desempeña un papel
genital, el masculino. Por lo tanto no hay un primado genital, sino un primado del
falo”.Freud, S. “La organización genital infantil”, en Op.cit., AE.XIX, p.146.
2. La idea de la cantidad y su inscripción como ‘Q’ fue abordada en el primer capítulo
de este libro.

54
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

valorada del cuerpo, sino también de las nuevas sensaciones que a partir
de ella pueden obtenerse. En este sentido las satisfacciones provistas por
el pene real, remiten a una temporalidad de actualidad. Efectivamente,
en el tiempo presente, este pene es fuente de satisfacción.
Aquí radica cierta especificidad de la sexualidad del sujeto que lla-
mamos niño (adviértase que no calificamos a esa sexualidad de “infan-
til”; tal adjetivo le corresponde aún a la sexualidad del sujeto adulto)
puesto que respecto de poner en juego con efectividad esta disposición,
la Organización Genital Infantil supone un tiempo de espera. Habrá
que esperar…
Por lo tanto el modo en que articulan “cantidad y tiempo” en la Orga-
nización Genital Infantil tiene efectos a nivel de la sexualidad, en tanto
si bien hay satisfacción provista por el pene, no hay disponibilidad para
su uso en relación al Otro. Aquí está supuesta la gran diferencia con lo
que ocurre después de la latencia: en la pubertad sí se puede; pero en
la niñez no hay concreción posible. En tal sentido que el pene se vuelva
real es fuente de sufrimiento.
Podemos ubicar así cierta diferencia radical: el sujeto que llamamos
niño no tiene con qué responder (fallidamente) al encuentro con el Otro
(sexo); mientras que, a partir de la pubertad el sujeto tiene con qué res-
ponder (fallidamente) al encuentro con el Otro (sexo). La particular co-
existencia de dos modos de temporalidad en el niño (actualidad y espe-
ra) respecto de la sexualidad, condicionan una clínica particular a la vez
que autorizan la introducción del concepto del sufrimiento de los niños.
Nuestra propuesta consiste en hacer coincidir en el tiempo el matema
del sufrimiento (que condensa el binario actualidad y espera) con la dia-
cronía de las permutaciones.

permutaciones
ķ

Es la Organización Genital Infantil –en tanto cantidad que deman-


da el trabajo– la que pone en movimiento la maquinaria permutativa,
produciendo finalmente las escenas (de las que hablamos en el capítulo
anterior). Todo el trabajo permutativo –y sus efectos fantasmáticos que
los chicos llevan adelante mediante el juego y el dibujo, sus relatos y
sus sueños– está puesto al servicio de tramitar cantidad. Mientras tan-
to, se produce un imposible, que hemos llamado a y que no cesa de no
inscribirse.

55
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

En la línea del sufrimiento de los niños podemos ahora resituar a la


Organización Genital Infantil: se trata de la demanda que supone al
aparato significante lo que no cesa de no-inscribirse. Aquello que no se
inscribe debemos pensarlo en relación al sufrimiento de los niños. Sabe-
mos lo que puede hacer el aparato para elaborar este sufrimiento: por
ejemplo, teorías sexuales infantiles –reseñadas por Freud en 1908 en
todas sus variedades para la época–. De todas maneras las permutacio-
nes no sólo admiten ser ubicadas en el texto, sino que las propias teorías
han modificado sus escenas desde entonces hasta la fecha.
El aparato puede construir una fobia infantil –tal el caso del pequeño
Hans –para tratar de elaborar con esa cantidad.
Se le pueden dar distintos valores al referente fálico: mediante per-
mutaciones el falo puede tomar el valor del pene investido narcisística-
mente, el matiz del pene del cual la niña se siente privada por la madre
o finalmente el estatuto de aquel pene que le falta a la madre.
De hecho, se puede aplicar ese sufrimiento a la construcción de iden-
tificaciones y elecciones de objeto. Y se pude armar una articulación sig-
nificante tal que funcione como Amenaza de castración.

II. EL PROBLEMA DE LA ESCENA Y LA ESTRUCTURA EN EL COMPLEJO


DE EDIPO, AMENAZA DE CASTRACIÓN Y COMPLEJO DE CASTRACIÓN.
ACERCA DEL FINAL

La estructura de la escena que Freud llama Complejo de Edipo, se


define a partir de la articulación sincrónica del Narcisismo y la Elección
de Objeto que imaginarizamos mediante los círculos de Euler. El círculo
que denominamos N da cuenta de la introducción al Narcisismo del pene,
operación que lo eleva a la categoría del falo; sincrónicamente el círculo
E. de O. promueve (en el supuesto del Edipo Completo) como términos
de la relación objetal una representación de la Madre y una del Padre.

N E.de O.

pene Ñ P
Ñ M

56
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

La estructura en juego ofrece dos posibilidades de satisfacción: la


primera a nivel del Narcisismo y la segunda a nivel de la Relación de
Objeto –considerando que, dentro de esta última también existen dos
posibilidades: la pasiva (en relación a la representación del Padre) y la
activa (en relación a la representación de la Madre)–.
La tramitación de la Organización Genital Infantil puede llevarse a
cabo mediante variadas escenas desplegadas en el tiempo, a condición de
considerar la existencia de un final. La amenaza de castración (en tanto
escena) opera el final del funcionamiento diacrónico desarrollado por el sis-
tema permutativo y el sufrimiento de los niños escenifica así su momento
de concluir. En tanto no se trata de una escena, el Complejo de Castración
es el nombre freudiano para la lógica de la imposibilidad interna de satis-
facción completa en el marco de la escena del Complejo de Edipo.

Los modos de satisfacción que estructuran la escena del Complejo de


Edipo se sostienen en paralelo hasta que, en dicho marco, se dispara el
problema de la satisfacción completa –vale decir, sin inscripción de per-
dida alguna–. Freud atribuye al Otro edípico la función de producir esa
articulación haciendo jugar un enunciado que transfiere al sujeto (en la
enunciación) la lógica de su propia falta. Es así que…

…la tesis es que la organización genital fálica del niño se va al fundamento


a raíz de esta amenaza de castración…3.

Nuestra hipótesis es que la Amenaza de Castración produce una in-


terpretación de la escena edípica a partir de una lógica de la Imposibi-
lidad Interna (de satisfacción). Dicha lógica lleva por nombre Complejo
de Castración: lo imposible de obtener satisfacción conjuntamente y a la
vez, del falo y los objetos edípicos.

… el complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso, como re-


sultado de su imposibilidad interna4.

La escena del Complejo de Edipo, a partir de su interpretación vía la


Amenaza de Castración, enfrenta al sujeto con una elección forzada: se
trata de una elección planteada en términos de “o el falo o los objetos”
–donde el sujeto, elija lo que elija, pierde:

3. Freud, S. “El Sepultamiento del Complejo de Edipo”, en Op.cit., AE. XIX p. 183.
4. Ibid. p. 181.

57
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

…si elige el falo, pierde a los objetos…


…si elige al objeto Madre, pierde el falo como castigo…
…si elige al objeto Padre, pierde el falo por premisa…

El sujeto realiza su elección por el falo, pero no hay más permutacio-


nes. Por lo tanto, la escena de la Amenaza de Castración es la última en
el despliegue diacrónico de las permutaciones que suponen la coexten-
sividad del desarrollo del sufrimiento y su interpretación.

Esta fase fálica, contemporánea a la del complejo de Edipo, no prosigue su


desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que se hunde y es
revelada por el período de latencia5.

Puesto que ambas modalidades de satisfacción en la escena del Com-


plejo de Edipo son imposibles a la vez, no existe permutación alguna
(posible) luego de la elección forzada por el falo.
Esta elección enfrenta al sujeto con a, con aquello que no cesa de no-
inscribirse: la satisfacción completa (falo y objeto) en el corte temporal
propio de la niñez. Dicha satisfacción, que debería inscribirse en el punto
de intersección entre los dos círculos, es imposible. Y, en tanto imposible,
la nombraremos a. En la teoría freudiana, la lógica que conduce a este
lugar de la intersección donde se inscribe la satisfacción imposible, lleva
por nombre Complejo de Castración.

Para el sujeto que llamamos niño, la única opción viable es ese pene
investido por el Narcisismo y elevado a la categoría del falo. Por lo tan-
to, la Ley del incesto viene a inscribir simbólicamente un imposible que
responde a lo real –incorporándose el componente temporal, en tanto y
en cuanto el pene del niño no está habilitado para la relación sexual–.
Acorde el texto de Freud se puede afirmar que al momento del Com-
plejo de Edipo “es imposible (la satisfacción con) el falo y el objeto”.

5. Ibid. p. 182.

58
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

–& (Ǘ. O)
Porque “es necesario (elegir la satisfacción con) o el falo o el objeto”.

–& (ǗԙO)

Puesto que el sufrimiento de los niños consiste en una operación tem-


poral es posible resumir el supuesto con una proposición del estilo …para
todo niño es necesario el falo. Es decir que, en esta elección forzada, en
realidad no hay ninguna elección: lo único que al niño le queda por rete-
ner es su pene elevado a la categoría del falo puesto que, con los objetos
no se puede: el hecho de ser niño supone la espera…
En este sentido, Freud la llama Amenaza de Castración a la escena
de la última permutación posible para un niño, la que motoriza en la
estructura la operatoria del sepultamiento del Complejo de Edipo –a
partir de lo que dimos en llamar una “interpretación” del Complejo de
Edipo–. Luego de esta escena no continúa una permutación sino la la-
tencia. El Complejo de Castración porta la lógica para hacer aparecer
al factorial.
Existe cierta disyunción entre lo que es la Organización Genital
Infantil como maquinaria permutativa y la latencia. La latencia no
es una demanda de trabajo al aparato, más bien es lo contrario. Es el
punto final, la tramitación de cierta cantidad propia de la niñez. De
hecho, al salir de la latencia no continúa la niñez. Nuestro interés
fundamental radica en mostrar que luego de todas las permutaciones
propias de la Organización Genital Infantil, aparece una última esce-
na que inscribe esa imposibilidad que es a dentro de su lógica interna
–haciendo caer la Organización y finalizando con el sufrimiento pro-
pio de la niñez–.
El sufrimiento de los niños se termina.

III. LA SEXUALIDAD FEMENINA: PERMUTACIONES…

Podemos complejizar el planteo, si reconocemos que Freud –un poco


tardíamente en su obra– fundó cierta asimetría entre el hombre y la
mujer. La que se apoya en el modelo de articulación temporal entre los
Complejos de Edipo y Castración.

59
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Mientras que el complejo de Edipo del varón se va al fundamento debido al


complejo de castración, el de la niña es posibilitado e introducido por este
último6.

Se observa que mientras el varón sale del Complejo de Edipo con el


Complejo de Castración, la niña entra. Por lo cual: si para el caso del
varón, hemos planteado al Complejo de Castración como la lógica que
hace aparecer al factorial, dicho Complejo no tiene el mismo valor para
ambos sexos. Mientras que para el varón sanciona a la Amenaza como
la ultima permutación de la serie (operando una interpretación en tér-
minos de “imposibilidad interna” sobre la escena del Complejo de Edipo),
para la niña produce más permutaciones.
¿Cuáles son las permutaciones que realiza una niña cuando entra al
complejo de Edipo?
Solemos nombrarlas con los términos “cambio de vía” (del clítoris a
la vagina), “cambio de objeto” (de la madre fálica al padre), “puesta en
funcionamiento de la ecuación simbólica (pene = niño)” pero responden a
la lógica de las permutaciones… Se trata de las permutaciones del Com-
plejo de Edipo femenino generadas por el Complejo de Castración. Nos
parece interesante mostrar que en el posicionamiento que Freud hace
del Complejo de Edipo masculino, el Complejo de Castración articula con
el momento de concluir. Sin embargo, para la niña esto no ocurre.

¿Qué construcción toma el valor del factorial de las permutaciones


de la feminidad?
¿Cuándo se terminan las permutaciones del complejo de Edipo fe-
menino?
Si hemos apostado a que el sufrimiento se termina… ¿cómo pensar
ese final para la sexualidad femenina?
¿Es verdad que la diferencia anatómica entre los sexos es la causa de
consecuencias psíquicas?

Retomando la articulación entre el Complejo de Castración y el Com-


plejo de Edipo Femenino, el axioma será… para cada mujer, permutacio-
nes. Se trata de seguir las permutaciones que el Complejo de Castración
pone a funcionar para la niña.
Esta atraviesa una primera fase de relación donde toma por objeto a

6. Freud, S. “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”,


en Op.cit., AE. XIX, p.275.

60
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

la madre fálica. Freud nos enseño a mostrar que “el destino sincrónico
de la elección de objeto y la identificación”, en la niña no existe, como sí
existe en el hombre7.

f0Ǘ
posición masculina

El gráfico muestra una primera fase de ligazón (que Freud suele lla-
mar preedípica) con la madre fálica,

pero luego sucumbe a aquel sustantivo proceso de la represión de cuyo des-


enlace, como a menudo se ha expuesto, dependen los destinos de la femini-
dad8.

f0Ǘ represión
posición masculina

Obsérvese cierta función que Freud le atribuye a la operatoria de la


represión puesto que de ella dependen los caminos de la feminidad. Queda
claro que a la primera fase le sigue una segunda que recae sobre la pri-
mera. Lo que se reprime es el primer tiempo, la posición masculina…

Mucho importa para estos destinos de la feminidad que se haya sustraído de


la represión, en bastante medida, el complejo de masculinidad9.

f0Ǘ represión complejo de


posición masculina Masculinidad

-retorno del deseo de pene


-fracaso de la represión

7. Cf. Freud, S. “El yo y el ello”, en Op.cit., AE. XIX, p. 231.


8. Freud, S. “Análisis terminable e interminable”, en Op.cit., AE XXIII, p. 252.
9. Ibídem.

61
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Freud hablaba de la primera fase de ligazón preedípica como una fase


activa, como una fase masculina que sucumbe a la represión. Sin embar-
go es importante que esta resista a la represión. De hecho, la represión
es su propio fracaso, por lo cual, la operación de reprimir la ligadura a
la madre fálica está condenada al fracaso; su retorno es lo que se llama
Complejo de Masculinidad.

Grandes sectores del complejo [de masculinidad, se entiende] son transmu-


tados de manera normal para contribuir a la edificación de la feminidad10.

Freud pone en serie al Complejo de Masculinidad y a la feminidad.


El Complejo contribuye a la feminidad. Cabe preguntarse: ¿de qué
manera?

…del insaciable deseo del pene devendrán el deseo del hijo y del varón por-
tador del pene11.

El Complejo de Masculinidad motoriza al deseo del pene, el cual sufre


un desplazamiento para, de esta forma, entrar a la fase femenina –que
en Freud es análoga al Complejo de Edipo–.

f0Ǘ represión complejo de


CdC CdE
posición masculina Masculinidad

-retorno del deseo de pene


-fracaso de la represión

PERMUTACIONES
*de la madre al padre
*del clítoris a la vagina
*del deseo de pene al deseo de niño

Podemos ahora reseñar un orden temporal diacrónico: fase preedípi-


ca masculina reprimida que retorna (como Complejo de Masculinidad)
y que, merced a ese retorno motorizado por el deseo del pene –deseo fe-

10. Ibídem.
11. Ibídem.

62
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

menino por excelencia 12– se puede articular al Complejo de Edipo como


máxima posición femenina.
Es interesante notar que después del Complejo de Castración –ubi-
cable más o menos a esta altura– el Complejo de Edipo coincide con per-
mutaciones: el pasaje de la madre al padre, el pasaje del pene al hijo y el
pasaje del clítoris a la vagina. El Complejo de Castración pone a trabajar
permutaciones, el problema es… ¿Cuántas? ¿Hasta dónde?
En la niña no existe el sepultamiento del Complejo de Edipo –hemos
dejado abierta la pregunta acerca de qué construcción opera como el fac-
torial–. Freud enfrentó el mismo problema:

Este último (el complejo de Edipo) escapa al destino que le está deparado
en el varón13.

Al destino que le está deparado en el varón lo hemos nombrado a. No


podemos hablar de la misma imposibilidad interna en la niña. Freud
propone tres posibles caminos para tramitar el Complejo de Edipo fe-
menino…

puede ser abandonado poco a poco (permutaciones), puede ser tramitado por
represión (la represión supone su falla y su retorno), o sus efectos penetrar
mucho en la vida que es normal para la mujer14.

Esta última proposición siempre fue la más enigmática: ¿qué quiere


decir Freud cuando dice que el Complejo de Edipo puede penetrar mu-
cho en la vida que es normal para la mujer? Cuesta comprender esta
idea. Proponemos leerla a partir de un párrafo del Esquema del psicoa-
nálisis.

Para la mujer conlleva mínimos daños permanecer en su postura edípica


femenina15.

“Permanecer”…
“Permanecer” realizando permutaciones…
“Permanecer” sin momento de concluir…

12. V. Freud, S. “Conferencia 33: La feminidad”, en Op.cit., AE. XXII, p. 119.


13. Freud, S. “Algunas consecuencias psíquicas...”, en Op.cit., AE. XIX, p. 276 y ss.
14. Ibídem.
15. Freud, S. “Esquema del Psicoanálisis”, en Op.cit., AE. XXIII, p. 93.

63
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Escogerá a su marido por cualidades paternas (otra permutación, del padre


al marido) y estará dispuesta a reconocer su autoridad (otra vez, de la auto-
ridad del padre a la autoridad del marido –si bien esto era para la época vic-
toriana y hoy en día habría que discutirlo). Su añoranza de poseer un pene,
añoranza en verdad insaciable, puede llegar a satisfacerse si ella consigue
totalizar el amor por el órgano como amor por el portador de éste… 16.

Del pene al portador… otra permutación. Freud propone más permu-


taciones para la mujer, en un devenir que pareciera ser interminable.
Podría pensarse que, mientras todo el trabajo del varón encuentra su
límite en a, la mujer parece, ella misma, no cesar de no-inscribirse y por
lo tanto encarnar a.
Mientras que para la posición masculina, a funciona como el límite,
como el factorial que detiene a la cadena de las permutaciones posibles,
no se puede hallar construcción alguna con este valor para la niña. El
elemento que para el varón funciona deteniendo la permutación, para la
niña la pone a funcionar cada vez más y la deja coincidiendo con el lugar
de a, el lugar de aquello que no cesa de no-inscribirse.
Es lícito partir de esta articulación para pensar que hay un lado hom-
bre limitado por a y que la mujer quedaría por fuera de ese límite, en-
carnando la posición de a. Si fuera así la diferencia anatómica entre los
sexos no produciría consecuencias psíquicas, sino exactamente al revés:
lo simbólico de los modos lógicos en la representación del sujeto, produ-
ciría las consecuencias de la diferencia sexual.

IV. ¿ES NECESARIO UN LÍMITE…?

Si interrumpiéramos nuestras elucubraciones aquí quedaría afirmada


la idea de un campo limitado para el hombre y exactamente lo contrario
para la mujer. Sería fácil, partiendo de la existencia de lo imposible que
determina el campo de las permutaciones del varón, reconstruir todas
las leyes y caer –con Freud– en el análisis interminado17aquel que su-
pone la diferencia sexual anatómica como la causa de las consecuencias
psíquicas.
Deberíamos revisar las leyes porque del lado hombre debería existir
también alguna manera de pensar cierta incompletud. Freud organiza

16. Ibídem.
17. Neologismo que produce cierto matiz en el título de referencia: lo interminable de la
estructura, frente a lo interminado de la tarea.

64
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

muy bien el campo masculino, sin ninguna ruptura, casi matemáticamen-


te; y no hace lo mismo con el campo de la feminidad. De hecho, sabemos
que Freud murió sin respuesta al enigma de la feminidad.

En el campo de la masculinidad, a la hora de la elección forzada que


supone el Complejo de Castración y ante la elección objetal de la repre-
sentación-padre, funciona cierta ley por la cual si se elige la satisfacción
con ese objeto (la representación del padre) se debe perder el pene por
premisa. Esto es una ley en la teoría freudiana: para todo hombre, cuan-
do el hombre se relaciona con el hombre, (por premisa) le corresponde
la castración.
En El sepultamiento del complejo de Edipo lo dice así:

En efecto, ambas (se refiere a las formas de satisfacción en el marco del Com-
plejo de Edipo) conllevan la pérdida del pene; una, la masculina en calidad
de castigo, y la otra, la femenina, (es decir, aquélla en la que toma por objeto
al padre) como premisa18.

Así queda situada la ley: pérdida del pene como premisa en todos los
casos de la relación al padre. En El esquema del psicoanálisis..:
…la actitud femenina hacia el sexo propio,…tiene por premisa la pérdida
del pene19.

Vuelve a situar la ley.


En Análisis terminable e interminable, en la página 252, dice que “la
actitud pasiva presupone la castración…”20.

Hasta aquí las citas contrastan la ley que enunciamos. Sin embargo,
hay un detalle a tener en cuenta. En el texto que hemos citado en último
término, en la página 253, a la misma altura que la cita anterior reza…

… una actitud pasiva frente al varón no siempre tiene el significado de una


castración…21.

Partimos de citas que responden al modo lógico de lo necesario. Sin


embargo la última de las citas ubica algo que no siempre ocurre, por lo

18. Freud, S. “El sepultamiento del Complejo de Edipo”, en Op.cit., AE. XIX p. 184.
19. Op. cit. en AE. XXIII p. 184.
20. Op. cit. en AE. XXIII p. 252.
21. Op. cit. en AE. XXIII p. 253 [ambas citas están en la edición a la misma altura].

65
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

tanto responde a la lógica de la contingencia. No es en todos los casos.


Con lo cual, este pequeño equívoco de Freud, equívoco lógico, nos permite
construir. Porque ahora la imposibilidad del lado del padre no está. Un
sujeto podría relacionarse al padre y no perder el pene, dice Freud. O dice
que no siempre que el sujeto se relaciona al padre, pierde el pene.

¿Por qué Freud inventa una ley a la que después le da valor de obs-
táculo al análisis?
¿Por qué Freud inventa una ley a la que después ubicó como funda-
mento de la “roca viva”?

En este sentido, este equívoco lógico permite pensar que, en realidad,


el campo analítico del lado hombre queda delimitado por la posición del
sujeto ante su padre.
¿Tendrá efectos en la economía del aparato que la imposibilidad in-
terna se inscriba, en vez de como castigo, como premisa?

Retomamos así el supuesto del sufrimiento de los niños. Efectiva-


mente, en todos los casos, de lo que se trata es de enfrentar la castración
como premisa. No hay castigo posible, ningún niño se puede acostar con
la mamá. En este sentido, la única forma de pensar a la castración arti-
culada a una lógica es como premisa, es decir, antes de que ocurra –no
puede ocurrir porque la niñez, en ese punto, es un tiempo de espera–. Y
por eso los chicos sufren, porque están esperando…
Proponemos nombrar al sufrimiento de los niños como el tiempo de
la espera para el encuentro (que por estructura será fallido) con el Otro
(sexo).
Pero una espera que no es cualquier espera, sino que es la espera de
la permutación, la espera de llegar al punto donde se pone en juego o no
la contingencia respecto del factorial.

A menudo uno tiene la impresión de haber atravesado todos los estratos psi-
cológicos (todos, es decir, el factorial, todas las permutaciones) y llegando…
a la roca de base y, de este modo, al término de su actividad22.

Es decir que, después de todas las permutaciones posibles, al llegar


a la roca de la base, se terminaron las permutaciones. En ese sentido,
el fin de análisis que Freud está proponiendo comparte la estructura

22. Freud, S. “Análisis terminable e interminable”, en Op.cit., AE XXIII, p. 253.

66
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

con lo que ocurre al momento del sepultamiento del Complejo de Edipo


para el varón.
Es ese el planteo y, éticamente, es el planteo adecuado para sostener
el análisis de un niño.
Pensamos que el sufrimiento de los niños termina con la inscripción
de la imposibilidad interna. Por lo tanto, entre la niñez y la latencia se
produce una articulación lógica que responde a la operación de la disyun-
ción exclusiva: o el sufrimiento, o la latencia. La latencia supone cierto
modo de resolución de la demanda que plantea la cantidad que circula
por el aparato en determinado momento de la vida y que (siguiendo al
Freud del Proyecto…) habíamos nombrado con la letra Q.
Existe un final para la niñez como momento temporal. Existe una
resolución para el sufrimiento de los niños.

67
4

El sufrimiento de los niños.


Final

1. El concepto del sufrimiento de los niños es un intento de no disol-


ver al niño en una generalizada clínica del sujeto, en un fuera de
tiempo cronológico que implique una renuncia a lo real de la vida
del cuerpo. En este sentido el sufrimiento de los niños articula la
actualidad de un goce sexual localizado en el cuerpo, con la ante-
rioridad que éste supone en tanto no hay disponibilidad para su
uso en relación al Otro (sexo).
2. La puesta en funcionamiento del equívoco producido por el sig-
nificante el sufrimiento de los niños supone el punto de llegada
de un recorrido. Recorrido que se inicia en la idea de las “series
complementarias” de la causación de la neurosis y pasa por la in-
dicación temporal de “un comienzo” freudiano.
3. Existe en la niñez un encuentro fallido con un modo de satisfacción
pulsional que provee el cuerpo y que Freud llama “Organización
genital infantil”. El sufrimiento de los niños es un nombre de la
“Organización genital infantil”, así como todos los modos clínicos
de elaboración de esa demanda (escena) responden al funciona-
miento propio de las permutaciones en la estructura.
4. Cuando el que sufre es el Otro, el nombre del sufrimiento de los
niños es lo imposible de la Educación.
5. El sufrimiento de los niños supone una lectura sincrónica que se
resuelve en la ubicación de la primera de las articulaciones signi-

69
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

ficantes que marcan como sujeto a ese cuerpo biológico que más
tarde llamaremos “niño”. La prematuración inicial del cachorro
humano es aquí la norma que determina un imposible biológico (ac-
ción específica) y un imposible psicológico (nuevo acto psíquico).
6. El sufrimiento de los niños supone una lectura diacrónica; que
se resuelve en el despliegue permutativo de una serie de escenas
con estructura significante y condicionadas por la producción de
su propio imposible (que escribimos con la letra a). Encontramos
aquí el modelo propio de la clínica psicoanalítica con niños, don-
de reconocemos la coextensividad del despliegue del sufrimiento
y su interpretación.
7. Existe una escena llamada por Freud Amenaza de Castración (la
última de la serie para el varón) que produce una resignificación
sobre su inmediata anterior llamada Complejo de Edipo: consiste
en una interpretación mediatizada por la lógica de la imposibilidad
interna de satisfacción en el marco del Complejo de Edipo (cuyo
nombre freudiano es Complejo de Castración). El sufrimiento de
los niños escenifica su momento de concluir con el sepultamiento
del Complejo de Edipo. Por lo tanto, el sufrimiento de los niños
reconoce un final.
8. El sufrimiento de los niños se analiza.

70
Anexo

Acerca del matiz objetivo en


El sufrimiento de los niños

POSICIÓN DEL PROBLEMA

En principio es preciso ubicar el sufrimiento de los niños en su matiz


objetivo, es decir aquél donde el niño opera como agente del sufrimiento
para Otro. Se trata de una de las dos posibilidades que el supuesto del
sufrimiento de los niños abre, en tanto permite establecer al niño como
objeto del sufrimiento o como agente –en este segundo caso, haciendo
sufrir a Otro–.

sufrimiento

Niño Otro Fórmula del matiz


sufrimiento objetivo

X Niño Fórmula del matiz


sufrimiento subjetivo

71
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

LO IMPOSIBLE DE LA EDUCACIÓN

A partir del matiz objetivo propusimos una primera posición: aque-


lla desde la cual el niño encarna lo imposible de ser educado por el Otro
–realizando un recorrido por el concepto de “educación” en la obra de
Freud, situando el punto respecto del cual algo del orden de lo pulsional
es ineducable1–. Incluso se propuso la escritura de un pequeño gráfico
que plasma la articulación sincrónica entre la estructura del Otro (A) y
la cantidad (Q); articulación donde algo es susceptible de ser educado,
dejando un resto imposible al campo del Otro, resto que había sido escri-
to como a: aquéllo que escapa a la tarea de la educación y que funciona
como causa del sufrimiento para el Otro.

Q
educar

a A

Tal situación se presenta en la particularidad de la clínica bajo la


forma de la impotencia del Otro para ejercer la educación. Es decir que
no se juega como un punto de imposibilidad en la estructura; sino que
en la versión neurótica se presenta como una función que no se puede
realizar –de allí la impotencia–.
La pareja parental se identifica con la impotencia ante la aparición
de las manifestaciones neuróticas en los niños –puesto que el concepto
de la sexualidad infantil se ha extendido en gran medida, existen cierto
número de manifestaciones propias de los niños susceptibles de ser en-
tendidas como manifestaciones de la neurosis de la infancia–. Es este el
punto en el cual el Otro produce su respuesta fantasmática en términos
de impotencia.
Y la respuesta consiste en la reducción de un modo lógico a una po-
sición subjetiva: una función imposible (la Educación) queda reducida
(fantasma neurótico mediante) a una posición subjetiva. La impotencia
no es un modo lógico y por ello siempre remite a un modo de retorno en
el nivel del sujeto. Así, el no-poder-educar-al-niño es una nueva versión

1. V. Capítulo 1, en este mismo libro.

72
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

de la escena de seducción, en tanto y en cuanto no hay ningún motivo


para suponer en el Otro al responsable de (lo imposible de) educar –eso
que nosotros, en nuestra álgebra, escribimos con la letra a–.
La reducción de un modo lógico a una posición subjetiva debe enten-
derse como un indicador clínico, ante el cual es necesario abrir la pre-
gunta de si el analista debe tomar el relevo de esa impotencia parental
que en realidad enmascara una imposibilidad.

LA INCONSISTENCIA DEL SABER

Ahora bien, lo imposible de la educación no agota la fenomenología


bajo la que se presenta el matiz objetivo del sufrimiento de los niños. Es
posible introducir una segunda posición afirmando que el niño trabaja
activamente para producir un no-saber en el Otro. Que el niño “trabaja
activamente” quiere decir que produce una organización –en el sentido
que el concepto de “organización” toma en la obra de Freud como Orga-
nización Genital Infantil–.
Freud hizo coincidir a la Organización con la tarea de la Investigación,
asignándole a ésta un carácter eminentemente pulsional, y haciéndola
pasar por un momento estructural de recurso al Otro.

... tarde o temprano emprenderá el camino más próximo y demandará una


respuesta a sus padres o a las personas encargadas de su crianza, que para
él significan la fuente del saber2.

Sin embargo, Freud declara que este camino fracasa inevitablemen-


te. Podemos afirmar que es necesario que fracase y situar tal necesidad
como un hecho de estructura. El Otro no está en condiciones de dar una
respuesta que satisfaga la demanda pulsional que motoriza la Investiga-
ción Sexual Infantil. Las personas que, según Freud, significan la fuen-
te del saber para el niño, sólo disponen de algunos conocimientos sobre
las temáticas por las que son interrogados. La muerte y la sexualidad
(escritos por separado y con minúscula) permiten al ser hablante múl-
tiples referencias y asociaciones. El significante “Muerte y Sexualidad”
(escrito con comillas y mayúsculas) es uno de los nombres del agujero
en la estructura simbólica.
Es por ello que “organizar” se puede explicar como un modo de causar

2. Freud, S. “Sobre las teorías sexuales infantiles”, en Op.cit., AE. IX, p.190.

73
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

una sustracción de saber al Otro. Para ello es necesario ubicar al niño


en el lugar del objeto causa de la barradura del Otro, en tanto lo obliga
a confrontarse con el significante “Muerte y sexualidad”–nombre de la
falta en el Otro que admite ser escrito en el grafo lacaniano–. Y la única
respuesta que éste puede ofrecerle al niño ante la pregunta por “Muer-
te y sexualidad” es su propia castración, su propia indisposición de tal
significante, que lo deja ante el agujero en su propio saber –posición es-
tructural que Freud nombra “primer engaño”3–.

Goce S(A)

Se podría escribir un nuevo modo de entender el sufrimiento de los


niños entre el vector que va desde el goce al significante de la falta en
el Otro [en el grafo del deseo propuesto por Lacan] y que consiste en
enfrentar al Otro con una cierta no-disposición de saber respecto del
significante “Muerte y Sexualidad” –si bien esta no-disposición no lo in-
hibe de responder a las temáticas de Investigación Sexual Infantil: de
dónde vienen los niños4, es decir, la contingencia en el ser y el origen de

3. Esta denominación aparece en Freud, S. “Sobre las teorías sexuales infantiles”, en


Op. cit., AE. IX, p. 191.
4. La pregunta por el origen de la vida debe entenderse como formando una serie com-
plementaria con el retorno a lo inorgánico propuesto por Freud con ocasión del “Más
allá del principio del placer”; en tanto la puesta en funcionamiento del devenir vital

74
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

la vida; y la pregunta por el falo que despliega el enigma de la diferen-


cia entre los sexos
Resulta interesante que este segundo modo (el vaciamiento a nivel
del saber) se articule al primero (la educación). Aquí se manifiesta, como
en el caso anterior, bajo la impotencia de dar una respuesta satisfactoria
a las preguntas –y debe aclararse que la situación no se modifica si la
respuesta se corresponde con “la verdad”–. Toda respuesta transmite la
barradura en tanto no se dispone del significante que cubra el agujero
que hay en el Otro respecto de “Muerte y sexualidad”.
En esta vertiente ya no se trata de la impotencia de educar, sino que
se trata más bien de la inconsistencia del saber encarnada por el Otro,
en tanto y en cuanto no dispone del saber que recubre el significante
“Muerte y sexualidad”.

EL SUFRIMIENTO NARCISISTA

Afirmamos la preexistencia del discurso del Otro y la consideraremos


en su doble valor lógico y cronológico. Es cierto que un texto precede la
aparición del nuevo cuerpo en lo real. Por ello el carácter primero de este
texto admite ser situado en la línea del tiempo, en tanto existe antes del
nacimiento del niño.

Discurso del Otro nuevo cuerpo

¿Qué estatuto darle a este texto que precede la irrupción de un nuevo


real? Podemos considerarlo, con Freud “como renacimiento y reproducción
del narcisismo propio, ha mucho abandonado”5 y también “sustituto del
narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal”6.
Vale decir: el texto compuesto por el Otro y que preexiste la aparición
del nuevo real, esconde, a la vez que actualiza, la verdad de un narcisis-
mo resignado. Este nuevo elemento es susceptible de ser incorporado a
nuestro esquema.

entendido como deseo, hace serie con el inicio del retorno a lo inorgánico propio del
goce aislado en la pulsión de muerte.
5. Freud, S. “Introducción al narcisismo”, en Op.cit., AE.XIV, p. 87.
6. Ibid. p. 91

75
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Discurso del Otro nuevo cuerpo


Narcisismo resignado

Podemos dar un paso más en nuestra reflexión e introducir el matiz


objetivo del sufrimiento de los niños. Este supuesto implica preguntar-
nos… ¿ cómo leer la relación inversa (la que va desde el nuevo cuerpo al
discurso del Otro) en nuestro pequeño esquema?
Cuando el organismo nace, en su encuentro con la preexistencia del
Otro, ese nuevo cuerpo produce la puntuación del texto que precedía su
existencia –es decir, funciona como un S1–. Dicho texto compuesto por
la esencial división ante lo irruptivo del nuevo real, las dudas y las pre-
guntas que el Otro parental desarrolla, permite situar la lógica de la es-
cisión como agente del discurso. Por lo tanto, la línea superior de nues-
tro esquema está montada sobre la estructura que Lacan nos enseñó a
escribir como el “discurso de la histérica”7.



Donde el nuevo organismo puntúa la producción discursiva que los


padres despliegan en el lugar del sujeto dividido –sujeto que reconoce su
causa en la verdad del narcisismo perdido hace ya mucho tiempo–.
Se debe considerar que el Otro es afectado. Esta afectación –y se man-
tiene el equívoco para hablar del efecto y del afecto– debe ser leída como
la diferencia producida en el encuentro entre el nuevo organismo y el
narcisismo actualizado por el discurso de la pareja parental. Es decir
que el nuevo organismo inaugura cierto carácter de alteridad, respecto
del texto que funcionaba actualizando la verdad de un narcisismo re-
signado hace tiempo.
De ahí que leamos la máxima tensión entre los términos implicados
en el discurso de que se trata: el narcisismo resignado reconoce una
máxima diferencia con el nuevo cuerpo.
La hipótesis es que siempre hay diferencia, y que esta diferencia es la
que produce “el sufrimiento”, según el matiz objetivo puntualizado: un
niño siempre es más, menos o distinto de lo que se esperaba para satis-
facer el narcisismo resignado de sus padres.

7. Lacan, J. El Seminario, Libro XVII, El envés del psicoanálisis, Paidós, Bs.As., p.12.

76
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Discurso del Otro nuevo cuerpo


Narcisismo resignado sufrimiento objetivo

Es sobre este matiz del sufrimiento como producción que se re-


compone algo de la subjetividad parental, cerrando la hiancia ma-
nifestada en el texto con un saber: el saber del sufrimiento. No se
trata aquí de asimilar rápidamente el sufrimiento al dolor, sino más
bien suponer un valor estructural-necesario en tal posición parental
para abrir la hipótesis de su manifestación afectiva bajo el modo de
un binario. Este binario, intenta reducir el modelo posible de subje-
tivación de este encuentro a, al menos, dos posibilidades: la sobres-
timación o lo siniestro.

* * *

Freud sitúa en el texto del Narcisismo cierta configuración que va a


llamar “la actitud de los padres tiernos hacia sus hijos” gobernada por
un vínculo afectivo que denomina sobreestimación. Acerca de dicha ac-
titud, Freud afirma que,

habremos de discernirla como renacimiento y reproducción del narcisismo


propio, ha mucho abandonado8.

Es decir que allí donde la pareja parental puede relacionarse con el


nuevo organismo bajo el modo de la sobreestimación, de lo que se trata
es de una actualización narcisista. Según Freud, tal actualización nar-
cisista es absolutamente extrema. Es tan extrema, que coloca al niño en
cierto lugar calificado como el de his majesty the baby, lugar resistente
a la enfermedad, a la muerte, a la renuncia al goce y a la restricción de
la voluntad propia.
En este sentido el niño debe cumplir los sueños irrealizados de sus
padres. Ellos quieren que su hijo sea una maldición sobre el mundo9,
que sea lo no-idéntico a ellos; a diferencia del mandato de la biología,
donde el programa genético empuja a producir la réplica. Esta diferen-

8. Freud, S. “Introducción al narcisismo”, en Op.cit., AE. XIV, p. 87.


9. “El fondo del deseo de un niño es simplemente esto que nadie dice: que sea como no
uno, que sea mi maldición sobre el mundo”. Lacan, J. Seminario IX, La identificación,
clase del 28/3/62, inédito.

77
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

cia es resumida por Freud afirmando que “el niño debe tener mejor suerte
que sus padres”10.
Esta frase resume la posición de la sobrestimación: este conmovedor
amor parental no es otra cosa que el narcisismo revivido de los padres
transmutado en amor de objeto.
La sobreestimación produce una sustitución sencilla, consistente en
ver al objeto (que escribimos a) recubierto por una imagen ideal, de una
completud y perfección tal que sólo se puede entender vehiculizada por
el Narcisismo.

i(a)
a
Esta es la formula del amor freudiano, es decir, recubrir al objeto con
una imagen que lo totalice. Es decir no hay un carácter de alteridad tan
marcado en la sobrestimación, puesto que, narcisísticamente, en el eje ima-
ginario, puede producirse un juego de miradas y espejos tal que la fantasía
permita sentir al niño como una prolongación del cuerpo del Otro.

* * *

El otro afecto es lo siniestro (das Unheimliche)11.


Freud considerará inicialmente a este concepto como materia sig-
nificante para realizar sobre él un trabajo filológico. Lo siniestro es en
realidad una palabra negada: Un es en alemán un prefijo de negación y
heimliche es la palabra afectada por tal negación.
El trabajo comienza con el rastreo de la palabra raíz –de la misma
forma en que nosotros buscamos una palabra compuesta en el dicciona-
rio–, y esta vía lo conduce a una serie de nueve definiciones.
La primera es “perteneciente a la casa, familiar, doméstico, de con-
fianza e íntimo”.
La segunda es “mantener algo clandestino, oculto, ocultarlo para que
otros no sepan de ello, esconderse”.
La acepción número cuatro muestra cierto desarrollo del término…
“desde la noción de lo hogareño se desarrollara el concepto de lo sustraí-
do a los ojos ajenos, lo oculto, lo secreto”.
10. Freud, S. “Introducción al narcisismo”, en Op.cit., AE. XIV, p. 88.
11. Todo este apartado se apoya en las conceptualizaciones que Freud realizara en su
texto de 1919 titulado “Lo siniestro”, en Op.cit., AE. XVII.

78
PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

En la novena definición dice “…del significado de lo escondido y pe-


ligroso que se destaca en las últimas definiciones se desarrolla todavía
más de suerte que Heimliche cobre el sentido que suele asignarse a Un-
heimliche…” –es decir que esta palabra finalmente termina significan-
do lo contrario de lo que quería decir en un principio–. Freud indica que
Heimliche es una palabra que ha desarrollado su significado siguiendo
una ambivalencia hasta coincidir, al fin, con su opuesto.
En este sentido, lo siniestro, lo Unheimliche es algo que no es nuevo o
ajeno –porque es algo familiar– pero a su vez es algo “otro”. En lo siniestro
se mezclan estos dos valores: lo más familiar y lo más ajeno a la vez– y este
segundo valor, por extensión, remite a lo más oculto y lo más tenebroso–.
Si lo siniestro remite a lo más íntimo del sujeto, a la vez que presen-
ta un matiz de ajenidad, de exterioridad, para ubicarlo en el espacio no
dudaríamos en calificarlo de “éxtimo”.
Se trata de algo familiar para nuestra vida anímica, enajenado de ella
por represión. Freud afirmará que aquello que representa a la represión
en el nivel filológico es el prefijo Un.
En este sentido, un niño puede ser para sus padres lo más familiar y
lo más ajeno a la vez. En Introducción al Narcisismo Freud plantea que
una madre puede catectizar a su niño con pleno amor de objeto –si se
fuerza la idea de que un niño es un “pedazo de carne que ha salido de otro
pedazo de carne” no es tan difícil comprender este carácter de lo familiar
y extraño a la vez; carácter que encarna el niño en tanto uno puede allí
reconocerse a la vez que encontrarse con un “otro” (un extraño)–.

<para las mujeres> en el hijo que dan a luz se les enfrenta una parte de su
cuerpo propio como un objeto extraño al que ahora pueden brindar, desde el
narcisismo, el pleno amor de objeto12.

En este sentido se podría pensar que ese objeto presentificado como


un niño es susceptible de ser informado con una imagen ideal mediante
la sobrestimación; a la vez que es susceptible de producir la división a
nivel del Otro, puesto que permite el reconocimiento a la vez que hace
sentir la ajenidad.
Ésto es manifiestamente mucho más fácil de observar en cuadros
con patología orgánica muy severa. Allí la dimensión de lo siniestro se
hace notar en el punto donde es difícil para los padres reconocerse en
ese pedazo de carne.

12. Freud, S. “Introducción al narcisismo”, en Op.cit., AE. XIV, p. 86

79
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Winnicott ha adelantado en el tiempo esta posición al considerar los


avatares de la relación entre la madre y el feto. En un texto de 1960
afirma:

Si la capacidad biológica de la madre para producir un bebé vivo real y total


se representa con un 100%, se podrá describir con un porcentaje aproximado
su capacidad psicológica. Con esto quiero decir que ninguna madre es ciento
por ciento capaz de producir en su fantasía un niño vivo total. Algunas, in-
cluso, apenas tienen un 50% de esta capacidad; y es dable imaginar su con-
fusión cuando se ven ante un bebé que, según les dicen, ellas han traído al
mundo, y en lo cual, sin embargo, no creen totalmente13.

Para seguir con las proporciones matemáticas que Winnicott incorpora,


podemos decir que la diferencia entre la capacidad del 100% de producir
un bebé completo y normal en lo biológico, y la capacidad psicológica de
fantasearlo –que es menor al porcentaje indicado–representa la función
de lo siniestro que intentábamos ubicar anteriormente.
No debemos entender la relación entre la pareja parental y el niño
como establecida de una vez y para siempre por alguno de los términos
del binario propuesto. Más bien proponemos la existencia de una am-
plia gama que hemos reducido con ambos afectos: es probable que ante
determinada manifestación o posición del niño, el Otro quede afectado
por uno u otro de los componentes del binario, pero consideramos tal
afectación como no definitiva, por lo que, en este sentido, sólo la clínica
podría brindar pruebas.

13. Winnicott, D.W. “Nota sobre la relación entre la madre y el feto” (circa 1960) en Ex-
ploraciones psicoanalíticas I, Paidós, Bs. As., p. 197.

80
SEGUNDA PARTE:
Elementos para una teoría
lacaniana de la familia
I

Crítica de la noción de “familia”

Buenas tardes. Me entusiasma verlos a casi todos con el libro de La-


can sobre La Familia en mano. Algunos de ustedes me confesaron que
jamás habían leído el texto y decidieron aprovechar la ocasión para in-
tentarlo...
Para ir entrando en el problema de a poco, quiero leer dos citas que
constituirán el contexto con el que vamos a trabajar. La primera de ellas,
es del Seminario 1; en sus primeras páginas, Lacan dice:

El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su manera de estudiar un


caso en su singularidad.
¿Qué quiere decir, estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencial-
mente, para él, el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del
análisis, es la reintegración por parte del paciente de su historia hasta sus
últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera amplia-
mente los límites individuales1.

De esta primera cita, les quiero proponer una especie de oposición.


Fíjense ustedes que por un lado nos quedan los límites individuales, el
individuo entendido como límite; y por el otro lado, nos queda el sujeto.
Todo el trabajo que el paciente –niño o adulto– realiza respecto de su
historia excede el límite individual. Los analistas deberíamos practicar
esta política.
La segunda cita es de un texto que se llama “Breve discurso en la Or-
ganización de la Radio y la Televisión Francesa (ORTF)”, está publicado
1. Lacan, Jacques. El seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As.,
1981, p. 26.

83
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

en español en Intervenciones y textos 2, es de 1966 –año en que se publi-


caron los Escritos– y la cita corresponde a la página 38.

No solamente el lenguaje es un medio tan real como el mundo llamado exte-


rior sino que es necesario ser muy cretino para eludir el hecho masivo de que
el hombre crece, hace su crecimiento, tan sumergido en un baño del lenguaje
como en el medio llamado natural2.

La idea central está expresada por medio de una hipérbaton. Si le


devolvemos a la frase un orden más convencional, diría: “Si uno elude
el hecho de que el hombre crece tan sumergido en el lenguaje como en
la naturaleza, es un cretino”. Luego, la cita continúa afirmando que “ese
baño de lenguaje lo determina al sujeto incluso antes de haber nacido”.
Esta es otra manera posible de entender la superación de los límites
individuales porque, evidentemente, si esto opera aún antes de haber
nacido, el límite individual está superado de entrada. Y rescato esta idea:
el medio en el que un niño crece puede ser entendido tanto como un me-
dio natural como un medio del lenguaje. Lacan no dice que el niño crece
más en uno que en otro, dice que hay que ser un cretino para no ver que
crece tanto en uno como en otro, pero crece en los dos por igual. Es cier-
to que si el niño no realizara su intercambio energético con el medio no
podría sobrevivir, pero también es cierto que tiene que haber algo del
orden del significante funcionando para que pueda vivir –de hecho, está
comprobado que sin ese mundo simbólico también se muere–.
Ahora bien, suponiendo que estuviera aceptada la propuesta que es-
tablece que el sujeto no es una persona, no es un individuo ni un cuerpo
biológico, si consideráramos a la estructura biológica familiar como or-
ganizada a partir del padre y la madre, entonces estaríamos reintrodu-
ciendo por la ventana el prejuicio biológico que acabamos de expulsar por
la puerta (digo: negando que el sujeto sea un cuerpo). O sea, si nosotros
luchamos tanto para que el sujeto no sea una persona de carne y hue-
so, tenemos que tener cuidado para que no se nos desplace el problema
a la familia, considerándola en términos de personas de carne y hueso
con el mismo material genético y la misma sangre de aquella que hemos
aceptado como paciente.
Tenemos, también, cierto problema lingüístico generado en la traduc-
ción de un término francés: parents. En francés, en lenguaje coloquial

2. Lacan, J. “Breve discurso en la ORTF” (1966), en Intervenciones y textos 2, Manantial,


Bs. As., 1988. p. 36.

84
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

les parents son ‘los padres’ –padre y madre, se entiende3–. Ahora bien,
parents son también los ancestros, aquellas personas que componen la
ascendencia de una persona. El Grand Robert también propone que pa-
rent es cualquier persona con la que se tenga un lazo (no especificando
que deba ser sanguíneo) de parentesco.
Es por eso que cada vez que encontremos en traducciones de textos
o conferencias de Lacan términos como “parental” o “los padres”, es ne-
cesario que dudemos y verifiquemos si la traducción es correcta ya que
podría tratarse de “los parientes”. Sobre este término el error de tra-
ducción, por mínimo que sea, nos deja totalmente atados a la idea de la
familia biológica. En 1938 Lacan conocía bien la noción de “familia con-
yugal”, e intentaba que su noción de “complejo familiar” tomara máxima
distancia de aquella.
Y este es nuestro segundo problema: así como la ideología contem-
poránea nos provee de una noción intuitiva del sujeto entendido como
persona de carne y hueso, la misma ideología sostiene hoy en día para
los países del capitalismo occidental una noción de familia en términos
de “familia conyugal”, que es aquella compuesta por el padre, la madre
y sus hijos biológicos menores y solteros. Sin embargo, cuando le pedi-
mos a un niño que dibuje a su familia, ¿notaron lo que pasa?: incluyen
a los abuelos, al perro, al tío Pocho que usa gorrita de pescador, al novio
de la hermana…
Pensar a la familia en términos de “complejo familiar” –tal el concep-
to que proponía Lacan en el año 1938– nos reconduce a una revisión de
nuestra concepción del Edipo. ¿Acaso no será el Edipo un concepto for-
jado a partir del efecto del proceso de contracción familiar?4. Y si Lacan
dejó de lado la noción del Edipo en favor de la metáfora paterna, ¿no fue
acaso con el objetivo de no favorecer la asociación directa de los términos
del complejo con los actores reales?
Sabemos que Lacan hablaba de “la miseria fisiológica propia de los
primeros meses de vida del hombre”5. Nos recuerda de esta forma que
3. Aquí, como tantas otras veces, vuelvo a preguntarme y a preguntarle al lector, si
acaso podríamos afirmar que en sus intervenciones y textos Lacan hablaba y escribía
en lenguaje coloquial.
4. Lacan insinúa algo de esto muy tempranamente en su escrito sobre los complejos
familiares, afirmando que... “Es posible que el sublime azar del genio no explique por
sí sólo que haya sido en Viena (...) que un hijo del patriarcado judío haya imaginado
el complejo de Edipo”. Jacques Lacan, “Les complexes familiaux dans la formation
de l’individu”, en Autres Écrits, Seuil, Paris, 2001, p. 61 [traducción personal].
5. v. Lacan, Jacques. “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en crimino-
logía” (1950) en Escritos 1, Siglo XXI Editores, Bs. As., 1988, p. 128.

85
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

el ser humano nace en desventaja biológica, ya que su sistema nervioso


central no está definitivamente constituido (la idea de la prematuración
biológica es de Bolk). De ahí, concluye con la afirmación de la dependen-
cia genérica del cachorro humano con su medio. El gran aporte de La-
can consiste en situar esa dependencia respecto del medio en términos
significantes. Y que deba ser entendida en términos significantes es el
único motivo por el cual un analista no debe retroceder en la consulta con
un niño. Esta idea es fundamental porque, sin duda, todos conocemos y
manejamos la idea de “no retroceder ante la psicosis”. Pero esta otra…
Les presento, ahora, la cita completa.

La realidad de la miseria fisiológica propia de los primeros meses de la vida


del hombre (...) expresa la dependencia, genérica en efecto, del hombre con
respecto al medio humano.
Que esa dependencia pueda aparecer como significante en el individuo en
un estadio increíblemente precoz de su desarrollo, no es éste un hecho ante
el cual deba el psicoanalista retroceder6.

Les anticipé que en la reunión de trabajo de hoy, nos dedicaríamos a


revisar la introducción y la primera parte del capítulo primero del es-
crito de Lacan conocido como “La familia”. Con este título fue incluido
en el tomo octavo de la Encyclopédie française, publicada en 1938 por la
Editorial Larousse. En los recientemente publicados “Autres Écrits” (del
2001), el texto lleva por título Les complexes familiaux dans la formation
de l’individu (“Los complejos familiares en la formación del individuo”)
y por subtítulo Essai d’analyse d’une fonction en psychologie (“Ensayo
de análisis de una función en psicología”). Estos nuevos títulos corres-
ponden a la reedición de 1984 en la Editorial Navarin. En la edición del
’84 el texto no incluyó ni la bibliografía ni los subtítulos incluidos en la
versión original.
En español tenemos dos traducciones que circulan en nuestro medio;
ambas presentan divergencias importantes con la versión francesa. La
primera de ellas, prologada por Oscar Massota, fue traducida por Vitto-
rio Fishman y publicada por la Editorial Argonauta de Buenos Aires.
La segunda corresponde a la Editorial Axis –de la ciudad de Rosario–,
traducida por Nico Goldman. Ambas presentan los subtítulos a lo largo
del texto (subtítulos que no son de Lacan, sino de Lucien Febvre y Henri
Wallon para la edición en la “Enciclopedia Francesa”), mientras que la

6. Ibídem.

86
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

versión francesa, editada por Jacques-Alain Miller, no los incluye, por lo


que parece ser una reimpresión de la edición del ’84.
Entonces, como muchos de ustedes tienen el texto aquí, les voy a pro-
poner que leamos juntos ciertos párrafos muy importantes. Sé que tal vez
no sea el mejor formato; quizás aburra un poco, pero es la única manera
de evitar los efectos “mágicos” y mostrar que las ideas de Lacan surgen
de sus textos –y no de maravillosas intuiciones de sus iluminados y es-
clarecidos comentadores...–.
Estuve preparando la reunión de hoy con el texto en francés publica-
do en los “Autres Écrits”. Comparé los párrafos que más me interesaban
con las dos traducciones españolas, pero sin embargo produje una nueva
traducción porque ninguna de las dos me satisfizo plenamente. Entonces,
voy a trabajar con mi traducción y podríamos compararla con las versio-
nes españolas, así ustedes deciden si corrigen o no el texto.

Encuadremos el asunto a partir de una pregunta: ¿en qué caso un


problema, un asunto, es susceptible de ser estudiado específicamente en
forma analítica? Algo es susceptible de ser trabajado específicamente
en forma analítica cuando ese mismo fenómeno no puede ser ubicado y
encontrado en el nivel del reino animal. Un asunto o problema deja de
habilitar un abordaje psicoanalítico si ese asunto o problema pudiera
ser detectado en el reino animal. Por ejemplo: si ustedes quisieran abor-
dar a la familia como “macho y hembra donadores de material genético
para una cría”, ese problema, igual, en esos mismos términos, podría ser
planteado para el reino animal y, por lo tanto, dejaría de ser un problema
propiamente psicoanalítico.
Respecto de la familia, ni siquiera para los animales se puede decir
–y así comienza el artículo de Lacan– que una familia se corresponda
con la familia biológica. Entre los animales ocurren fenómenos notorios,
especies cruzadas que se adoptan mutuamente, mismas especies que se
comen a sus crías, etc.

En un primer enfoque, la familia aparece como un grupo natural de indivi-


duos, unidos por una doble relación biológica7.

Aquí tenemos una primera definición. “Generación” sería una de las


dos relaciones. La generación es el hecho que asigna los miembros al

7. Lacan, J. “Les complexes familiaux dans la formation de l’individu” (1938) en Autres


Écrits, Seuil, París, 2001, p. 23. [Traducción personal].

87
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

grupo; es decir, puesto que hay relaciones que generan nuevos miem-
bros, esos nuevos miembros se inscriben en el grupo. Y “condiciones de
ambiente” es la otra relación, es decir, facilitaciones de ambiente, comi-
da y posibilidad de vivir, que algunos miembros del grupo, mayores, les
brindan a los miembros del grupo más nuevos.
Lacan dice que:

En las especies animales, esta función da lugar a comportamientos instinti-


vos, a menudo muy complejos8.

Es decir, hizo una primera presentación, lo que él llama el “primer en-


foque”, de lo que es una familia: un grupo de individuos unidos por una
doble relación biológica (generación y ambiente). Hasta aquí estamos en
el terreno puro de la biología –como les dije antes, en esto no hay dife-
rencias entre los animales y los humanos–. Pero no se asusten, porque
a renglón seguido dice:

Se ha debido renunciar al intento de hacer derivar de las relaciones familia-


res así definidas los otros fenómenos sociales observados en los animales9.

O sea, esta definición de familia en términos biológicos que hoy en


día pareciera valer también para la especie humana, no se sostiene
ni siquiera para la especie animal. Lacan afirma que ha debido ser
rechazada como definición válida.
Entonces, podemos proponer que en el primer párrafo del artículo
Lacan trabaja para demoler la definición habitual y el primer enfoque
acerca de qué es una familia; es decir, aquel enfoque que podría hacer
coincidir a la familia animal con la familia humana. Y no sólo no los hace
coincidir sino que afirma que en los animales tampoco se verifica.
Veamos, ahora, el segundo párrafo en el que comienza a caracteri-
zar a la especie humana.

La especie humana se caracteriza por un desarrollo singular de las relaciones


sociales, que sostienen capacidades excepcionales de comunicación mental y,
correlativamente, por una economía paradójica de los instintos que se pre-
sentan como esencialmente susceptibles de conversión y de inversión (...)10.

8. Ibídem.
9. Ibídem.
10. Ibídem.

88
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

Ustedes habrán notado que habla de “instintos”; pero al proponer


que estos instintos tienen una economía paradójica, dejan de serlo. La
economía paradójica supone que son susceptibles de conversión y de
inversión, algo que el instinto animal no puede hacer sino a través de
miles y miles de años. ¿Queda claro que es un concepto sólo aplicable a
la especie humana?

De ese modo, son posibles comportamientos adaptativos de una variedad


infinita11.

Lo cual es cierto: el ser humano pareciera estar en condiciones de


adaptarse a casi cualquier medio. Hay especies que se extinguieron pero
el hombre sigue adelante. Más allá de los pronósticos apocalípticos, se-
guimos existiendo.

Por depender de su comunicación, la conservación y el progreso de estos


comportamientos adaptativos son, fundamentalmente, una obra colectiva y
constituyen la cultura (...)12.

He aquí una definición de cultura que se deduce de este párrafo: la


obra colectiva de conservación y progreso de los comportamientos adap-
tativos de la especie humana, por la vía de lo simbólico (aunque en el
texto Lacan diga “comunicación”).

Entonces, hemos visto que en el primer párrafo hace caer la noción


biológico-intuitiva de familia.
En el segundo, propone como una particularidad de la especie huma-
na el instinto con economía paradójica, es decir, la posibilidad infinita
de adaptación. Y la forma de la agrupación familiar ha tenido muchí-
simas modificaciones a lo largo de la historia. Nosotros, como en todos
estos casos y por una particularidad sumamente humana, tendemos a
pensar que las cosas siempre fueron como las conocemos hoy. Tengan
en cuenta que accedemos a un nivel de familia, pero hace cincuenta
años en la ciudad de Buenos Aires existía otro tipo de organización fa-
miliar del que existe hoy. Prevalecía la casa grande –contra el depar-
tamentito de dos ambientes de hoy en día–, en la que convivían varias
generaciones con sus hijos y cónyuges mezclados. El casamiento era

11. Ibídem.
12. Ibídem.

89
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

casi una obligación para convivir con alguien y, por lo general, se te-
nían varios hijos.
Hoy todos nosotros, cuando formamos pareja o nos casamos, armamos
una nueva casa, pero no fue siempre así. En una época, el matrimonio que
se constituía estaba obligado a convivir en la casa del padre del novio. Y
no sólo eso, sino que ese matrimonio nuevo que se constituía –el que hoy
en día muchos pacientes buscan para poder escapar del yugo familiar–,
no sólo se iba a vivir a la casa del padre del novio, sino que quedaba bajo
el poder de ese padre –es decir, no tenía soberanía para tomar decisiones,
debía acatar las órdenes de ese padre, por ejemplo–.
Les cuento muy rápidamente algunas cosas como para que comen-
cemos a pensar que esa capacidad de comportamientos adaptativos ha
tenido todo un desarrollo a lo largo de la historia.
El tercer párrafo del texto propone que la familia es privilegiada para
mostrar cómo las instancias sociales dominan a las instancias natu-
rales. Por “instancias sociales” entendamos al significante, puesto que
las instancias sociales no son más que acuerdos de orden significante,
contratos, y un contrato está hecho con significantes. Y por “instancias
naturales” leamos el precepto biológico, el que supone cualquier lógica
que pueda ser deducible a partir de preceptos de sangre. Lacan ejem-
plifica aquí con la paternidad, porque ni siquiera en los casos en que
estemos casi convencidos de que somos los dadores del material genéti-
co de nuestros hijos, ni siquiera en ese caso podemos hacer una rápida
y clara atribución de causalidad por la vía de la sangre; lo único que
hay es el ADN, y ustedes saben que el ADN da el 99,9% de seguridad.
Convenzan ustedes a un paciente obsesivo de no ser él, justo él, ese
0,01% restante… Con lo cual no hay manera de establecer la paterni-
dad por la vía de lo biológico; hay que recurrir a un cálculo simbólico
de probabilidades o, como hacemos todos, a un acto de fe y conformar-
nos con el recurso imaginario de ver que nuestros hijos se nos parecen
en alguna cosa...
Voy a saltear el cuarto párrafo sólo por cuestiones de agilidad. Aun-
que les anticipé que sólo haríamos una puntuación, les sugiero que no
dejen de leer el texto en forma completa.
En el quinto párrafo del texto, Lacan afirma que la familia humana
es una institución. Yo estoy puntuando sólo la Introducción, pero uste-
des van a notar que a lo largo de todos los capítulos del texto Lacan hace
mucho hincapié en esta idea que, como tal, entonces:

90
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

No tiene nada que hacer con los intentos filosóficos que proponen reducir
la familia humana a un hecho biológico o a un elemento teórico de la socie-
dad13.

La familia humana no es un hecho biológico. Les propongo que res-


catemos esta idea porque muchos de los problemas que se nos presen-
tan en la consulta vienen planteados al revés, vienen planteados por el
lado de: “¿Qué quiere que haga, licenciado, si yo no soy el padre? Y si el
padre no le pone límites, ¿cómo voy a hacerlo yo, que soy el marido de la
madre?”. ¿Ven que allí vacila la noción de padre, porque por “padre” se
entiende “padre biológico”? Nosotros encontramos estos problemas en
la clínica diaria.
Supongan la siguiente consulta: los llama una señora para pedirles
una entrevista en carácter de madre de un niño, y les pregunta: “¿Ten-
go que ir con el padre del niño o tengo que ir con mi marido que es la
persona que convive con él?”. ¿Qué le responderían? Porque hoy en día
comienzan a pasar estas cosas. Tenemos que reflexionar sobre ellas. Y la
clave es tener una buena teoría para explicar qué es una familia y cómo
se arma la estructura de una familia.

Sigue a continuación lo que considero la idea fundamental. Hay una


idea central en la teoría de la familia que maneja Lacan, pero que no es
de Lacan –él le dio el relieve que tiene que tener, pero no es suya–.
Cuando en el año 2002 se publicó el libro de Marcos Zafirópulos titu-
lado Lacan y las ciencias sociales14, me encontré con Émile Durkheim, a
quien había leído muy circunstancialmente a instancias de Freud (¿re-
cuerdan que Freud trabaja algunas cuestiones de Durkheim en “Psico-
logía de las masas...”?). Me encontré con una clase que Durkheim dictó
el año 1892, titulada “La familia conyugal”. El libro de Zafirópulos me
dio la pista de que esta clase existía y que era el marco teórico de Lacan
para hablar de sociología en el artículo que estamos estudiando, cosa que
yo no sabía. En realidad, siempre pensé que el antropólogo de Lacan era
Lévi-Strauss; pero queda claro que, después de leer estos textos, antes
de Lévi-Strauss el interlocutor de Lacan era Durkheim.
Tengo esta clase en francés (la bajé de Internet), pero no pude conse-
guir la traducción. Creo que no está traducida15. Si les parece, traduciré
13. Ibid. p. 24
14. Zafirópulos, Markos. Lacan y las ciencias sociales. La declinación del padre (1938-
1953). Nueva Visión, Bs. As., 2002.
15. El lector encontrará mi traducción completa de esta clase de Durkheim al final de

91
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

los párrafos que considero centrales. En esa clase, Durkheim introduce


la noción de “familia conyugal”. Dice así:

Llamo con este nombre a la familia tal como está constituida en las socieda-
des surgidas de sociedades germánicas, es decir, en los pueblos más civiliza-
dos de la Europa moderna16.

¡Yo no sabía que los pueblos germánicos eran los más civilizados de la
Europa moderna! Durkheim murió en 1917, pero... ¿qué hubiera dicho
de los pueblos germánicos después del comportamiento de tales pueblos
en los campos de exterminio nazis…?
Continuemos. Sigue una línea en la que, antes de la definición,
Durkheim ubica la lógica de construcción de la familia conyugal, afir-
mando que “la familia conyugal resulta de una contracción de la familia
paternal”17.
Acá ya tenemos un problema. Comiencen a hacerse el cuadro: familia
conyugal, familia paternal. ¿Cuál es la familia paternal?

La familia paternal comprendía al padre, a la madre y a todas las genera-


ciones surgidas de ellos, salvo a las hijas y sus descendientes18.

Según esta definición, cuando una mujer tenía hijos dejaba de perte-
necer a su familia y pasaba a la familia del padre de sus hijos; esa era
la familia paternal. Durkheim dice que “por contracción” de esa familia,
apareció la “conyugal”; y esta no comprende más que al marido, la espo-
sa y los hijos menores y solteros.
Y luego sigue un análisis de cómo se modifican ciertas relaciones de
poder en este tipo de estructura familiar.
Hoy cuando un hijo varón se casa, automáticamente y sólo por el he-
cho de casarse, se transforma en cabeza de familia, y su padre pierde
la autoridad sobre el nuevo hogar que se acaba de constituir –bueno, al
menos en teoría...–. Muchos pacientes están esperando ese momento…
¿Notaron que mucha gente se casa y tiene hijos para poder salir de la

este libro.
16. Durkheim, Émile. “La famille conjugale”. Publicación póstuma de un curso dictado
en 1892. Texto extraído de la Revue philosophique 90, 1921, páginas 9 a 14. La edi-
ción corresponde a Marcel Mauss y retoma la clase decimoséptima del “Curso sobre
la familia” dictado el 2 de abril de 1892. [Traducción personal]..
17. Ibídem.
18. Ibídem.

92
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

casa de sus padres? Es frecuente escuchar que alguien confiese: “Y…


me embaracé para irme de la casa de mis padres. ¡Estaba harta de vivir
ahí!”. No me digan que esto no es bastante frecuente.
Este es un principio de poder que en la familia paternal no existía,
porque a pesar de que alguien tuviera un hijo, el poder sobre ese hijo y
el nuevo hogar quedaba en manos del padre del novio. No había manera
de que uno se constituyera como dueño de su propio hogar (no entiendan
aquí “hogar” en sentido material, como sería, por ejemplo, una casa; sino
como un núcleo familiar). Hoy tenemos la fantasía de transformarnos
en cabeza de familia al casarnos (bueno, algo que tampoco ocurre tan a
menudo, puesto que basta con el hecho de la convivencia) –ni siquiera
hace falta tener hijos– y por ello pasamos a ser dueños de nuestro propio
destino y de nuestras decisiones. Insisto, es una fantasía...
Y justamente, respecto de esta idea, Durkheim dice lo siguiente:

No hay nada que recuerde ese estado de dependencia perpetua que era la
base de la familia paternal y de la familia patriarcal19.

Esa, la familia patriarcal, es anterior a la paternal. Pero... ¿saben por


qué Durkheim dice que hoy en día no hay nada que recuerde el estado de
dependencia perpetua que uno tenía respecto de sus generaciones ante-
riores en aquellos tipos familiares? Porque no es psicoanalista. Cualquier
psicoanalista hubiera objetado: “¿Cómo que no hay nada? Ponga usted a
cualquier persona en el diván y se dará cuenta de que la gente sigue tan
dependiente de las generaciones anteriores como lo fue en cualquier otro
estilo de conformación familiar. Solamente hay que ponerlo a hablar”.
Lacan lo dice mejor que yo, ya en 1938:

La familia instaura una continuidad psíquica entre las generaciones cuya


causalidad es de orden mental20.

Esta es la idea. “La continuidad psíquica entre las generaciones” de


Lacan, es “el estado de dependencia perpetua con las generaciones ante-
riores” de Durkheim. Se trata exactamente del mismo fenómeno.
Es por ello que propongo que ante la situación de consulta por un niño
debe establecerse por dónde pasa la continuidad psíquica entre las ge-
neraciones. Eso tiene que estar. Y si no aparece es porque no se lo busca.

19. Ibídem.
20. Lacan, J. “Les complexes familiaux...”, Op.cit., p. 25.

93
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Lo propongo como una idea teórica poderosísima. Hay que establecer la


continuidad psíquica entre las generaciones. ¿Dónde está eso que me si-
gue ligando a mi padre y a mi abuelo? Lacan siempre apuntó, al menos,
a tres generaciones21. Los pacientes nos preguntan: “¿Cómo puede ser
que eso siga estando, después de tanto tiempo? ¿Dónde está escrito eso?
¿Cómo es que yo puedo saberlo?”.
Si nosotros realmente trabajamos con el concepto de sujeto bidimen-
sional y de un inconsciente que, como Lacan dice en “Función y campo...”,
es transindividual22, ¿dónde podría estar sino en el inconsciente? Pero es
el inconsciente entendido como transindividual, y no como lo más oculto
en el fondo, lo más escondido en lo profundo de algo.
Con frecuencia les pido a mis pacientes niños que inventen y dibujen
el escudo de su familia –en realidad, en algunas ocasiones, también se
lo sugiero a mis pacientes adultos, aunque de palabra, sin necesidad
de un dibujo sobre el papel...–. No soy muy afecto a los test clásicos
para indagar cuestiones vinculadas con la familia, porque ya desde la
consigna se trata de que dibujen “personas”. La consigna del escudo
es más ambigua, les permite darle la forma que ellos deseen, dividirlo
como quieran, colorearlo según sus gustos... Es cierto que los miem-
bros de la familia pueden aparecer dibujados como personitas dentro
del escudo, pero también pueden aparecer representados por alguna
cosa, algún objeto... lo que en un test clásico, como por ejemplo el de la
familia kinética, sería considerado un fallo de respuesta a la consigna
(que, seguramente, sería interpretable en términos de déficit de alguna
cosa). Para mí es un recurso muy interesante porque permite encon-
trar rasgos de la historia familiar: recuerdo ahora una paciente que
en el escudo ubicó un “plato vacío”, para dar cuenta de cierta miseria
familiar que no respondía exactamente a la pobreza, sino a un modo
de vincularse con los bienes a lo largo de varias generaciones –en ese
caso la involucraba a ella, a sus padres y abuelos–. Esto muestra un
grado de elaboración sorprendente y facilita encontrar esa continuidad
que necesitamos ubicar.
Debe quedar claro que no se trata de una técnica proyectiva. Es sólo

21. “...para obtener un niño psicótico, hace falta al menos el trabajo de dos generaciones,
siendo él mismo el fruto de la tercera”. Jacques Lacan, “Allocution sur les psychoses de
l’enfant” (1967), en Autres Écrits, Seuil, Paris, 2001, p. 362 [Traducción personal].
22. “El inconsciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual
que falta a la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso
consciente”. Lacan, Jacques. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psi-
coanálisis” (1953), en Escritos 1, Siglo XXI Ed., Bs. As., 1984, p. 248.

94
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

un invento mío para bajar a la clínica una idea teórica de Lacan: el res-
tablecimiento de la continuidad psíquica entre las generaciones.

Volvamos al texto. Aquí sigue una referencia implícita a Durkheim:

Otra semejanza absolutamente contingente se observa en el hecho de que


los miembros normales de la familia, tal como se lo observa en la actualidad
en occidente, a saber: el padre, la madre y los hijos, son los mismos que los
de la familia biológica. Esta identidad no es nada más que una identidad
numérica23.

Esta coincidencia no es una casualidad porque hoy en día, a partir


del valor que la biología ha tomado, se hace el corte de la familia por
ahí: con el criterio de la sangre. No es casual que la familia se haya con-
vertido en “conyugal” justo en el momento en que la biología comienza
a manejar el mundo.
Luego sigue un párrafo muy interesante que es el de crítica a la teoría
de la horda primitiva de Freud. Ustedes saben que la horda primitiva
de Freud fue un error antropológico que arrastró de los libros utilizados
como fuente para poder escribir su trabajo. Es un poco sorprendente,
en realidad, el error de Freud. A mí me llama la atención porque Freud
escribió Tótem y Tabú en 1912-1913, y a esa altura, por ejemplo, Durkheim
ya había producido gran parte de su corpus teórico. Obviamente, en
aquella época la comunicación de las cuestiones teóricas era lenta, no
existía la Internet. Freud tomó como fuente el famoso libro de Frazer
titulado Totemismo y exogamia de 1910. No sé muy bien por qué eligió
esa referencia; quizá le había gustado el libro. Bueno, la crítica de Lacan
es la que sigue a continuación:

En estas premisas se han apoyado teorías puramente hipotéticas de la fa-


milia primitiva que, basándose en algunos casos en la promiscuidad obser-
vada en los animales, formularon críticas subversivas del orden familiar
existente24.

La teoría de la horda supone cierta promiscuidad porque el macho


más poderoso sometía sexualmente a todos sus componentes, tanto ma-
chos como hembras.

23. Ibídem.
24. Ibídem.

95
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Las teorías a las que acabamos de referirnos no se basan en hecho conocido


alguno. La presunta promiscuidad no puede ser afirmada en ningún lugar,
ni siquiera en los casos llamados de matrimonio de grupo: desde un comien-
zo existen prohibiciones y leyes25.

Es decir que, desde el comienzo, en la historia de los agrupamientos hu-


manos que conocemos con el nombre de “familia”, existen prohibiciones y
leyes, algunas más extrañas que otras; y también algunas muy teñidas de
pensamiento religioso. El libro de Durkheim sobre las Formas elementales
de la vida religiosa de 1912 (este sí está traducido, yo tengo una edición
mexicana de Ediciones Coyoacán) abunda en tales cuestiones (lo recomien-
do; es un poco largo pero muy interesante) acerca de cómo los lazos de la
vida humana, de la familia, tienen un origen muy ligado a la religión.
Decíamos entonces que desde los agrupamientos más primitivos exis-
ten leyes que siempre suponen algún tipo de prohibición, y que también
siempre hay algo que está favorecido.

Las formas primitivas de la familia muestran los rasgos esenciales de sus


formas finales: autoridad (...), modo de parentesco, herencia, sucesión...26.

Esa es la lógica que siempre estuvo presente a lo largo de los cambios


que la familia ha sufrido con el tiempo: autoridad, modos de establecer el
parentesco y modos de transmitir los bienes; son las tres cosas más impor-
tantes. Si ustedes hicieran un cuadro sobre los tipos de familia, tendrían
que incluir siempre esos casilleros: cómo funcionaba la autoridad, cómo
se hacían los intercambios y qué pasaba con el derecho sucesorio.
Y lo que plantea Lacan es que:

... a medida que estas familias son más primitivas, no sólo se comprueba un
agregado más vasto de parejas biológicas...27.

Cuánto más primitivas, más parejas biológicas conforman una misma


familia. Con lo cual, la familia ya no se reduce a una familia biológica
sino que muchos matrimonios con hijos, sin relación entre sí, forman
una familia, y también “... un parentesco menos conforme a los vínculos
naturales de consanguinidad”28.

25. Ibídem.
26. Ibídem.
27. Ibid. p. 26.
28. Ibídem.

96
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

Ustedes saben que en estas familias primitivas había modos de gene-


rar nuevos vínculos que eran netamente simbólicos, como nuestro vínculo
básico del matrimonio de hoy.
Y después aparece otra cuestión: la familia primitiva desconoce –y
esto es claro por una cuestión de elaboración del pensamiento– los vín-
culos biológicos del parentesco (Lacan lo trabajó mucho más tarde, en el
Seminario 3). No había asociación entre coito y engendramiento de un
hijo, sino toda una serie de teorías mágicas respecto de cómo una mujer
quedaba embarazada (sobre este particular, hay ideas contrarias. Lacan
siempre apoyó esta idea, pero hoy en día es difícil de sostener). Pero sí
había cierto intento de recuperación de la cosa de la sangre por la vía del
tío materno; es decir que un hombre consideraba que su sangre se pro-
pagaba, no en sus hijos –el niño respecto del cual alguien le dijo: “Toma,
este es tu hijo” y había que creer, como nos pasa a nosotros– sino que ellos
creían firmemente que su sangre se repetía, se desplazaba a los hijos de su
hermana, porque la hermana era de la misma sangre. Entonces, ahí hay
toda una teoría de lo que es el origen de los intercambios. Lévi-Strauss
teorizó este asunto a partir de la noción de “vínculo avuncular”.
Lo que Lacan plantea es que puesto que esta familia primitiva desco-
noce los vínculos biológicos del parentesco, el parentesco no es reconoci-
do sino mediante ritos que legitiman lazos de sangre y, de ser necesario,
crean vínculos ficticios. Y no hay ningún problema con esto. Es decir
que, ya desde los sistemas más primitivos de agrupamiento familiar, el
sistema simbólico crea los vínculos familiares. Así, el vínculo familiar es
simbólico por excelencia. Si acaso algún antropólogo descubriera que los
primitivos conocían perfectamente la relación entre coito y engendra-
miento sería para nosotros un argumento más espectacular aún, porque
el rito en que sancionaban el parentesco funcionaría como un rechazo
radical del parentesco sanguíneo. Por eso no importa mucho si la cosa
es o no como pensaba Lacan.
El año pasado, en una reunión de trabajo de la que participé como
invitado, un psicoanalista propuso que en muchísimas ocasiones los ge-
nios estaban fuera de época y dio como ejemplo la posición de Lacan.
Recuerdo que ese día acepté que la posición de Lacan fuera la de estar
fuera de época pero por “atraso” ya que, cuando debió conceptualizar a
la familia, recurrió a los modos más antiguos de la historia del hombre,
y no a los más posmodernos. O también, quizá, para ser posmoderno re-
currió a lo más antiguo. Es notorio porque, para nosotros, este modo de
pensar el vínculo familiar es totalmente antinatural. Todos, tarde o tem-

97
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

prano, nos preguntamos: ¿cómo puede ser que algo que le pasó al abuelo
afecte al niño que tenemos en el consultorio? Hay que hacer un trabajo
totalmente anti-intuitivo con estas cosas que son de la experiencia tan
cotidiana (uno utiliza el término “familia” tantas veces por día…). Si uno
no hace este trabajo de pensar un poco y de reflexionar acerca del valor
del concepto, se nos pierde.
Y con esto me voy a permitir hacer una breve reflexión que va en esta
línea: ¿notan que no hay nada natural en un analista? Nadie tiene el don
de ser analista. Para ser analista, hay que analizarse; hay que estudiar;
hay que pensar estas cosas, porque a nadie se le ocurriría naturalmente
que el sujeto es bidimensional; a nadie se le ocurriría naturalmente que
podría existir una continuidad psíquica entre generaciones familiares
o un estado de dependencia perpetua que supere las generaciones su-
cesivas. En nuestro sistema ideológico occidental contemporáneo, no es
natural pensar así. Para pensar así hay que hacer un esfuerzo de pen-
samiento que exige un recorrido por el tema. Y esto también explica en
cierto sentido cuál era el objetivo de Lacan al escribir un poquito más
difícil que cualquier otro autor: él calculaba que el acceso a la cosa no
fuera natural. Fíjense, entonces, en que el acceso a los textos de Lacan no
es natural; el acceso a los casos tampoco debe ser un acceso natural. Uno
tiene siempre que estar orientado por estas preguntas y por estos cortes
que estamos estudiando. Observen todo lo que debe ser considerado en
la ocasión de la consulta por un niño; no sólo quién es el paciente, sino
qué es lo que se transmitió de generación a generación, cómo se conservó
eso, cuántas versiones tuvo, porque –tal como nos lo enseñó Lacan– el
neurótico respondió a esa historia con un mito que es individual.
En el último párrafo de la introducción, Lacan finalmente designa como
“excelente” el término de “familia conyugal” propuesto por Durkheim.
Pero es la hipoteca que tenemos, o sea, es excelente pero es nuestro
enemigo; es excelente para describir lo que quiere describir pero en la
clínica es nuestro enemigo; siempre tenemos que hacer movimientos para
salir de los lugares comunes donde nos deja este concepto.
Y quizás, dos de las manifestaciones que mejor demuestren esa conti-
nuidad entre las generaciones sean el sentimiento de estar en deuda con
algún otro del mismo linaje, y esa necesidad de expiación de las faltas
cometidas por algún ancestro. Ambos casos, son tan frecuentes que casi
podríamos decir que definen a la neurosis...

98
II

Acerca de la “constelación familiar”


en la clínica psicoanalítica
lacaniana con niños

Quisiera hoy darle una segunda vuelta a los planteos que abrimos
hace quince días referidos a la noción de “familia”. Pero, para que la pro-
puesta sea más atractiva –y por qué no decir, novedosa–, voy a intentar
aprovechar al máximo una idea que Lacan utilizó con cierta frecuencia
en sus escritos e intervenciones: la noción de “constelación familiar”.
Comencemos, entonces, con una viñeta de la vida cotidiana. Recuerdo
que cuando mi hijo tenía más o menos cuatro años, me preguntó: “Papá,
¿qué quiere decir que la luna esté redonda o con forma de medialuna?”.
Mi hijo suponía que si la luna estaba “llena” quería decir algo, y que ese
significado era diferente al de una luna en cuarto menguante. Él, como
los astrólogos, no dudaba de que los astros “hablan”.
Hoy mi hijo es algo mayor y ya no está tan interesado por estos asun-
tos, pero nunca olvidé nuestra conversación puesto que me hizo recor-
dar dos momentos de la obra de Lacan en la que reflexiona sobre esta
lógica. Uno de estos casos se puede leer en el texto que lleva por título
“El mito individual del neurótico”. Allí, luego de hacer una referencia a
la constelación familiar, Lacan afirma: “(...) hablo de la constelación en
el sentido con el que de ella hablan los astrólogos”1.

1. Lacan, Jacques. “El mito individual del neurótico” (1953) en Intervenciones y textos 1, Ed. Ma-
nantial, Bs. As., 1985, p. 42. [Posiblemente, el lector encontrará divergencias con la versión que
cité. Estas diferencias están motivadas en que, para preparar la clase, revisé una versión francesa
incluida a modo de Apéndice en la excelente versión del Seminario IX preparada por Michel Rous-
san. Esta tiene serias divergencias con la versión establecida y publicada en la revista “Ornicar?”
usada como fuente de la traducción española realizada por la Editorial Manantial. Al compararlas,
HQFRQWUpTXHODYHUVLyQGH5RXVVDQHVPXFKRPiV¿HODOHVWLORH[SRVLWLYRGH/DFDQVHWUDWDGH
XQDFRQIHUHQFLD(Q¿QRWURGHORVFOiVLFRVSUREOHPDVSDUDDFFHGHUDORVWH[WRVGH/DFDQ@

99
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

¿Lacan habla igual que los astrólogos?


Obviamente, esta frase requiere una explicación. Y para ir acercán-
donos a ella lentamente, les propongo que revisemos ciertos párrafos de
la clase 19 del Seminario 2. La clase fue titulada “Introducción del gran
Otro”. Hay un parágrafo de dicha intervención, en el que Lacan despliega
diversas respuestas a la pregunta “¿por qué no hablan los planetas?”. La-
can afirma que alguna vez los planetas hablaron y, probablemente, para
muchas personas lo sigan haciendo hoy en día (mi hijo era una de esas
personas). Porque ¡no me van a decir que nunca han ojeado el horósco-
po en algún diario o en alguna revista de actualidad! Hay gente que se
toma muy en serio eso que, por su posición en el espacio, dicen los plane-
tas. Ahora bien –y para retomar las reflexiones de Lacan en la clase del
seminario que les proponía–, los planetas fueron llamados a silencio por
Newton al proponer la fórmula de la inercia y al reducir todo el problema
de las posiciones de los planetas a un cálculo producto de una fórmula
matemática. El “campo unificado” redujo las relaciones entre las leyes del
cielo y de la tierra a un problema de atracción gravitacional. Ya no hay de-
terminaciones de otro tipo. Si aceptamos una posición científica, entonces
los planetas ya no hablan, ya no se puede suponer que les quede un resto
de atribución subjetiva. Como dice Lacan: “se los ha hecho callar”.
Establecida esta posición, sin embargo Lacan propone que la “cons-
telación familiar” de un sujeto humano hablante debe ser entendida al
modo de los astrólogos: hay que hacerla hablar. Y hay que hacerla hablar
porque permite no sólo establecer las posiciones de sus componentes al
momento de la llegada de un sujeto humano hablante al mundo (algo
así como una “carta natal”), sino que también hay que hacerla hablar
para que permita “anticipar” algo de lo que podría ocurrir en el futuro
(al mejor estilo del horóscopo). Lacan, en “El mito individual...”, afirma
que la personalidad del paciente debe a la constelación familiar su “na-
cimiento y su destino”. No es ocioso repetir aquí que se refiere al caso de
“El Hombre de las Ratas”, aunque todo el sistema sea aplicable a cual-
quier caso. Y un poco más adelante –estoy parafraseando las páginas
42 y 43 de la versión española publicada por la editorial Manantial en
Intervenciones y textos 1– explica cuáles son sus componentes. Allí pro-
pone que consiste en:

(...) las relaciones familiares fundamentales que han presidido el encuentro


de sus parientes, aquello que los llevó a unirse...1.

1. Ibid. P. 42 [por divergencias, v. nota 1].

100
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

Aquí tengo que volver a hacer la siguiente aclaración: en la versión


española está traducido parents como ‘padres’, pero prefiero abrir el valor
del término también a ‘parientes’ (ya sabemos que no trabajamos sólo
con los componentes de la “familia conyugal”).
También componen la “constelación” las leyendas, las tradiciones fa-
miliares y “... los rasgos que tipifican o especifican la unión de sus pa-
rientes, de sus progenitores”2.
Bien, este es el contenido del sistema. Lacan da un paso más, porque
afirma que este sistema se relaciona con lo más significativo del delirio
del Hombre de las Ratas mediante una fórmula de transformación que él
califica de “mítica”. Nosotros podemos volver a la sugerencia de Lacan y
leer la constelación como lo haría un astrólogo. Para ello, y mediante una
fórmula tal vez algo mágica, un astrólogo supondría que a un estado “x” de
cierta constelación espacial le correspondería un efecto “z” sobre la vida de
determinada persona. Y no es tan descabellado suponer que al estado de
las faltas del padre de Lorenz, o sea al prevaricato y su pena (que fue la
baja del ejército), a la deuda contraída con su amigo para poder reponer
el dinero (de la que nunca se supo si fue cancelada) y a la elección inte-
resada de su futura esposa (mujer rica, pero no amada y abandono de su
verdadera amada pobre), le corresponde todo el sistema delirante que lle-
va al paciente hasta Freud. Establecer el sistema de transformaciones es
tarea del analista; es una tarea que no va de suyo, que debe ser propuesta
y aceptada como valiosa para destrabar aquello que hace obstáculo a la
realización del acto del deseo por parte de un analizante.
En casi todos los casos –estuve revisándolos en estos días– en que
Lacan habla de “constelación familiar”, hace referencia al Hombre de
las Ratas. Estimo que es el caso de Freud que utilizó para reflexionar
con mayor profundidad sobre el problema de la “constelación familiar”.
Hay una idea fuerte en esta noción. En los casos de consultas por niños,
es muy interesante el efecto que produce en los padres abrir la inves-
tigación sobre la “constelación”. Para intentar transmitirles algo de tal
efecto voy a echar mano a una especie de acertijo.
Supongan ustedes un plano que presente nueve puntos distribuidos
de la siguiente manera:
t t t

t t t

t t t

2. Ibid. P. 43 [por divergencias, v. nota 1].

101
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Les propongo, entonces, la siguiente consigna: traten de unir los nue-


ve puntos con cuatro líneas rectas sin levantar el trazo del plano –en
nuestro caso, de la pizarra–.
Si quieren podemos dejar tres, cuatro, cinco minutos para que lo in-
tenten hacer en los cuadernos. Esto me hace acordar a las ocasiones en
que Lacan hacía jugar a los participantes del seminario… Tal como él
decía, el verdadero psicoanálisis deber ser amusante…
Aquí hay alguien que me acerca una hoja con la solución. La paso a
la pizarra... Comenzamos en el 0, y vamos hacia el 1, bajamos en diago-
nal al 2, subimos al punto de origen que ahora llamaremos 3, y de allí
en diagonal a los dos puntos que faltan. Es correcto.

3
0 t t t 1

t t t

t t t
4
2

ASISTENTE1: ¡Ah! ¡Pero se salió del cuadrado!

Nadie dijo que allí había “un cuadrado”.


Seguramente, muchos de ustedes se dejaron engañar por la intuición
visual y, tal como la guestalt proponía, vieron allí una “buena forma”.
Pero, ¿recuerdan la consigna de la experiencia? Decía “nueve puntos en
una plano...”, no decía “un cuadrado”.

ASISTENTE2: Yo no pude salirme de los puntos, los tomé como si fueran


el límite.

¡Claro! Estabas trabajando sobre un cuadrado, cuando la solución exi-


gía rechazar la intuición del cuadrado para poder resolver el problema.
¿Ven cómo nos captura la intuición?
Bueno, supongan la siguiente situación clínica: llega a la consulta
una familia por su niño de cinco años. El niño presenta episodios de
violencia en la escuela, les pega a sus compañeros, en la casa es agre-
sivo con sus hermanos, le ha dado de comer un muñequito de los power
rangers al perro y lo ha atragantado… Durante el primer encuentro,

102
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

les propongo a los padres que mantengamos algunas entrevistas. Rá-


pidamente, aparece la respuesta bajo la forma de pregunta: “¿Por qué
usted tiene que tener entrevistas con nosotros, si el que tiene proble-
mas es el niño?” –primer testimonio de la sorpresa por salirnos del
cuadrado–. ¿Por qué motivo uno debería tener entrevistas o trabajar
con los padres de un niño si el que tiene el problema, aparentemente,
a simple vista, es el niño?
En nuestro pequeño ejercicio, hacía falta incluir ciertos puntos que
están por fuera del “cuadrado”: son dos puntos en los que las rectas se
cortan por fuera del plano que el cuadrado describía (en nuestro gráfico,
los puntos 1 y 2). Porque si consideran que la operatoria que ustedes tie-
nen que desarrollar (que en este caso consistía en trazar líneas rectas) se
lleva a cabo adentro de un cuadrado, el cuadrado ya es un dato intuitivo
que hace obstáculo, cuando en realidad nuestra práctica exige comenzar
sin ideas previas, sin comprender –como decía Lacan–.
Se escucha a diario en el consultorio el testimonio de personas ence-
rradas en el cuadrado: “¿Y para qué usted me tiene que entrevistar a
mí y, encima, preguntarme por mi padre? ¿Qué tienen que ver mi padre
y mi abuelo, por ejemplo, en lo que le está pasando a mi hijo hoy, aquí y
ahora, que es sumamente puntual y que está totalmente reducido a una
escena que, digamos, se resuelve de tal o cual manera?”.
No debemos aceptar de entrada que “lo que se ve cuadrado es un
cuadrado”.

En las entrevistas a padres es siempre conveniente incluir alguna en-


trevista con el padre solo y otra con la madre sola. Esto favorece mucho
la aparición de ciertos episodios familiares que, por cierto, son bastan-
te vergonzosos para las personas como para contarlos ante su cónyuge.
Otras veces, es el cónyuge quien blanquea una situación que su marido
o esposa obvió contar para ocultar cierta deshonra. En fin, esto no es
más que fenomenología, pero no deja de formar parte de la experiencia
clínica que atravesamos diariamente.
Lacan también le dedicó un párrafo a este asunto en “Función y campo
de la palabra...”. En la página 291 de la edición española de los Escritos
1, Lacan explica que en el caso en cuestión (el Hombre de las Ratas),
Freud llegó a su meta:

... o sea: a hacerle recuperar en la historia de la indelicadeza de su padre, de


su matrimonio con su madre, de la hija “pobre pero bonita”, de sus amores
heridos, de la memoria ingrata del amigo saludable, con la constelación fa-

103
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

tídica que presidió su nacimiento mismo, la hiancia imposible de colmar de


la deuda simbólica de la cual su neurosis constituye su protesto3.

Es un párrafo largo, pero no es difícil. Lacan dice que Freud logró


hacerle recuperar a su analizante la deuda simbólica del padre. Pri-
mera cuestión: la falta es del Otro (en este caso particular, del padre).
Segunda cuestión: la deuda, nombre de la falta del padre, fue contraí-
da “antes” de que el paciente viniera al mundo. Nótese aquí dónde
queda colocado el comienzo del asunto. Ahora bien, en el párrafo, las
circunstancias de lo que Lacan denomina la “indelicadeza del padre”
(circunstancias que, por cierto, están muy bien enumeradas) constitu-
yen lo que da en llamar la “constelación fatídica”. Ahí retoma nuestro
término, pero le agrega el valor de “fatídico”. ¿Saben qué es algo fatídi-
co? Es algo que pronostica el porvenir, al igual que el horóscopo, aun-
que con un pronóstico más negativo4. Ahora bien, ¿queda claro que no
hay nada “original” en este paciente? Escuchen cómo sigue el siguiente
párrafo: “Ningún rastro aquí de un recurso al espectro innoble de no
sé qué ‘miedo’ original”5.
Lacan califica de “innoble” a cualquier recurso a algún “espectro” de
algo “original” en este paciente. La “constelación” lo determina. Él sólo
responde.

“Función y campo...” es del año 1953. Lacan siguió trabajando so-


bre este asunto de la “constelación familiar”. En el año 1957, un diario
francés, L’Express publicó una entrevista a Lacan, realizada por Made-
laine Chapsal (salió en el diario del 31 de mayo). Es una entrevista que
podría calificarse sin duda de texto “de divulgación”. Lacan habla claro
–lamentablemente, no tenemos una traducción “oficial” de esta entrevis-
ta–. En este texto, Lacan “explica” cuestiones básicas del psicoanálisis
–el diario tituló la entrevista La clef de la psychanalyse, algo así como
“La llave (o la clave) del psicoanálisis”–. En uno de los momentos más
interesantes de la entrevista, conversando acerca de lo que conocemos
como la “neurosis obsesiva”, Lacan retoma al Hombre de las Ratas. Y
sobre este caso, afirma:

3. Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” (1953), en


Escritos 1, Siglo XXI Editores, Bs. As., 1988, p. 291.
4. Según el RAE (edición on-line), Fatídico: “Que anuncia o pronostica el porvenir, es-
pecialmente si anuncia desgracias”.
5. Ibídem.

104
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

Si se sigue literalmente, con sus dudas incluidas, el escenario instituido por


el síntoma en donde figuraban cuatro personas, se pueden encontrar, sin que
el sujeto lo sospeche, todos los rasgos, transpuestos a una vasta pantomima,
de las historias que llevaron al matrimonio cuyo fruto es el mismo sujeto6.

Aquí tenemos presente la “constelación”, aunque Lacan no diga exac-


tamente la palabra –la dirá más adelante–. Pero quería señalarles que
retoma la articulación entre el síntoma y la historia que concluye con el
matrimonio de sus padres; dicha articulación es calificada por Lacan de
“transposición”: se trata de una transposición cuyas reglas el paciente
desconoce.
Ahora bien, la periodista, que no conoce en detalle el historial, le pre-
gunta a Lacan a qué historias se refiere.

Una deuda fraudulenta de su padre, quien para más datos era militar en
aquella época y fue degradado por prevaricato. El préstamo de un amigo que
acudió en su ayuda le permitió reintegrar la deuda, pero quedó cubierto en
la oscuridad si se lo devolvió o no. Por fin traicionó un amor por un matri-
monio que le daba una ‘posición’7.

Observen que se trata de la historia de la que hablábamos antes, todos


aquellos elementos que integramos en nuestra noción de “constelación
familiar”. Y, para lo que sigue, prefiero dejar hablar a Lacan:

El Hombre de las Ratas escuchó hablar de esas historias a lo largo de toda


su infancia –de la una en términos jocosos, de la otra a medias palabras. Lo
pasmoso es que no se trata de un evento particular, o incluso traumático, que
retorna de lo reprimido; se trata de la constelación dramática que presidió
su nacimiento, de la prehistoria, valga la expresión, de su individualidad;
irrupción de un pasado legendario. Esta prehistoria reaparece traducida por
sus síntomas que la vehiculizan con una forma desconocida para, finalmen-
te, entretejerse en un mito representado. El sujeto, sin tener la menor idea,
protagoniza su reproducción8.

Es realmente muy claro, ¿no les parece?


Aquí, la relación que hay entre la “constelación” y el síntoma es si-
tuada por Lacan como una “traducción”. Pareciera haber un cambio en

6. Lacan, J. “Entrevista en L’Express” del 31 de mayo de 1957. Titulada La clef de la


psychanalyse. Versión tomada de www.ecole-lacanienne.net [traducción personal]
7. Ibídem.
8. Ibídem. [itálicas mías].

105
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

el sistema de lenguas utilizado: el lenguaje con el que se ha escrito la


“constelación” cambia en otro (aunque no pierde el sentido original) a
nivel del sujeto. Y nuevamente, afirma que el paciente, Lorenz, el Hom-
bre de las Ratas, protagoniza esta repetición de la historia, sumergido
en ella e ignorándola. Finalmente:

Pese a que, esa prehistoria, fue transportada ahí, a otra lengua o con otros
signos, fue vuelta a escribir sin modificación de sus conexiones; todavía más,
como en geometría se transforma una esfera en un plano. Evidentemente
eso no quiere decir que cualquier figura pueda transformarse en cualquier
otra9.

Aquí desarrolla un poco más la relación que en el párrafo anterior


llamó “traducción”. Ahora dice que cambiaron los signos, aunque no
las conexiones entre ellos. Y dice algo más que a mí me llamó mucho la
atención. Dice que se trata de algo similar al modo en que “se proyecta
una esfera en un plano”. Esta operación es la más básica en “geometría
proyectiva”: consiste en producir el pasaje de la tercera dimensión a la
segunda dimensión, de inscribir un objeto de tres dimensiones en un pla-
no, como podría ser una foto a partir de cualquier objeto, o un planisferio
a partir de un globo terráqueo (es lo que se llama “perspectividades es-
paciales”, porque también es posible proyectar un plano sobre otro). Sin
duda, esta operación genera distorsiones, aunque mantiene intactas las
relaciones entre los puntos proyectados. Para nosotros, se trata de algo
fundamental porque contribuye a la teoría del “sujeto” con la que traba-
jamos: el sujeto bidimensional. Aquí, en estas palabras de Lacan, queda
claro que el “asunto” de un paciente es bidimensional y surge como el
producto de una escritura que traduce el sentido de ciertos hechos, de
ciertos acontecimientos y también de ciertos dichos que constituyeron
la “constelación familiar” (constelación que, como resultado, arrojó al
mundo al paciente en cuestión).
Les recomiendo mucho leer esta entrevista. No sólo por la sencillez con
la que Lacan responde, sino por la agudeza de su entrevistadora. Ella,
luego de escuchar la explicación acerca del caso del Hombre de las Ratas,
pregunta a Lacan: “¿Y después que saca a la luz esa historia?”. Parece
una pregunta zonza, pero le exige a Lacan una respuesta muy valiosa:

Entiéndame bien: no he dicho que la cura de la neurosis se logra viendo eso


y nada más. Piense usted que en la observación del Hombre de las Ratas hay

9. Ibídem.

106
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

otra cosa que no puedo desarrollar acá. Si fuera suficiente una prehistoria
para originar una culpa, todo el mundo sería neurótico. Eso esta ligado a la
manera con que el sujeto toma las cosas, las admite o las reprime10.

Esta idea de Lacan es fundamental. No alcanza con un sujeto aislado


(eso a lo que en el mundo contemporáneo se llama un “individuo”), sino
que debe incluirse su “constelación familiar”. Pero tampoco alcanza sólo
con esta. Hace falta una posición especial de quien está implicado en el
asunto como para que algo del orden de la neurosis se ponga en funcio-
namiento. Siempre, en todos los casos, Lacan sostiene esta lógica de lo
que se produce “entre dos” posiciones.

Sobre este tema debemos trabajar tres párrafos más de Lacan. Son
tres párrafos del escrito “La cosa freudiana o la razón desde Freud”. Se
trata de un escrito que está originado en una conferencia que Lacan dio
en 1955, en Viena, y los párrafos que voy a tomar están en la página 416
de los Escritos 1 y de la página 433 de la edición francesa (son los que
siguen al título “La deuda simbólica”). Los tres primeros párrafos que
Lacan escribe después de ese título son los que les voy a proponer revi-
sar ahora. Lamentablemente tengo que leerlos, pero son fundamentales
para darle un matiz muy particular a los componentes de la “constela-
ción familiar”.
Lacan viene hablando de la acción del analista, y se pregunta: ¿Nues-
tra acción irá pues a reprimir la verdad misma que ella arrastra en su
ejercicio?”11.
Hay una verdad en juego en la práctica del analista. La cuestión es
si nuestro accionar como analistas va a eliminarla o si va a favorecerla.
¿Vamos a hacer algo con esa verdad, o no? Muchas veces, el problema de
la verdad no se aborda en el análisis. Lacan plantea la pregunta explíci-
tamente, y el verbo que usa, refouler, puede ser “reprimir” o “rechazar”.
¿Nos vamos a sacar de encima el problema de la verdad, o vamos a en-
frentarlo? Lacan se pregunta incluso si lo pondremos a dormir…
Entonces, he aquí la primera idea: en la constelación familiar circu-
la una verdad y es tarea del psicoanalista hacerla advenir, buscarla y
leerla.
Les leo lo que sigue todo junto, y luego lo analizamos para intentar
captar mejor la idea:
10. Ibídem.
11. Lacan, J. “La chose freudienne ou Sens du retour à Freud en psychanalyse” (1955),
en Écrits, Seuil, París, 1966, p. 433. [Traducción personal].

107
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

... a saber, que es de las felonías y de los vanos juramentos, de las faltas a la
palabra y de las palabras en el aire cuya constelación ha presidido la venida
al mundo de un hombre, que está amasado [armado, modelado] el convidado
de piedra que viene a turbar en los síntomas el banquete del deseo12.

El “convidado de piedra” al que Lacan hace referencia habita en los


síntomas. Pero no es exactamente lo mismo que un síntoma. Aquí entra
lo que habíamos visto antes: la fórmula de transformación. Sin embar-
go, se manifiesta en los síntomas para bloquear el acceso al banquete
del deseo. Es una bella forma de decirlo... Les propongo que intentemos
buscar en el párrafo de qué está hecho, cuál es el material de este “con-
vidado de piedra” (que no por cierto es nada material, como podría ser
una piedra, un hueso, o algo por el estilo).
Ese “convidado” está amasado. Y Lacan nos explica cuáles son los in-
gredientes de esa masa:

... a saber, que es de las felonías y de los vanos juramentos, de las faltas a la
palabra y de las palabras en el aire (...) que está amasado [armado, modela-
do] el convidado de piedra...13.

¿Saben lo qué es una felonía? Una traición. Miren qué material… Lo


que habita en el síntoma está compuesto de las traiciones, de los jura-
mentos que no se cumplieron, de las palabras que no comprometieron a
nadie. Este material tan especial, estas cadenas significantes ante las
cuales ciertas personas fueron vulnerables o vulneradas, guardan entre
sí una relación muy particular. Lacan dice que constituyen una “conste-
lación” y que presidieron la entrada al mundo de determinada persona.
Cito una parte de la frase que omití en la lectura anterior: “... cuya cons-
telación presidió la venida al mundo de un hombre”14.
Ese conjunto de palabras –que podríamos denominar “caídas en des-
gracia”– que dan cuenta de la posición ante la palabra de los componen-
tes de la prehistoria del sujeto, de qué posición enunciativa adoptaron
sus parientes y sus padres, constituyen la “constelación”. Y es con este
material que “... está amasado el invitado de piedra que viene a turbar
en los síntomas el banquete del deseo”15.

12. Ibídem.
13. Ibídem.
14. Ibídem. (efectivamente, la cita corresponde a los puntos suspensivos entre paréntesis
de la cita de nota 13).
15. Ibídem.

108
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

Así cerramos el círculo y, creo, nos queda una lectura bastante clara
del primer párrafo.
Pasemos al segundo párrafo, a cuya traducción española también haré
algunas modificaciones para que se entienda mejor:

Pues las uvas agraces (verdes) de la palabra por las cuales el niño recibe de-
masiado pronto de su padre la autentificación de la nada de la existencia, y
el racimo de ira que responde a las palabras de falsa esperanza con que su
madre le ha engañado al alimentarlo con la leche de su verdadera desespe-
ranza, le dan aún más dentera que haber sido destetado de un gozo imagi-
nario o incluso por haber sido privado de tales cuidados reales16.

Este es el párrafo. De a poco vayamos intentando producirle una lec-


tura.
En principio, todo el párrafo encierra una referencia a la Biblia. Se
trata del versículo 29 del capítulo 31 del Libro de Jeremías. Es una re-
ferencia culta de Lacan, pero como la ha usado bastante a lo largo de su
obra conviene recordar de dónde viene. El texto bíblico dice así:

Los padres comieron las uvas agraces, y los dientes de los hijos tienen la
dentera17.

No soy un experto en el tema, pero se advierte aquí cierta lógica de


transmisión generacional. El texto refiere una serie de revelaciones que
Jehová le hiciera al profeta, y este las escribe con el valor simbólico al
que la Biblia nos tiene acostumbrados. No está hablando, por tanto, “a
la letra” de uvas y dientes…
Bien, retomemos el párrafo entonces.
Las uvas verdes de la palabra... Podemos entender que son palabras
dichas tempranamente, cuando la persona en cuestión era pequeña, o
incluso antes de haber nacido. Son palabras que “están verdes” pero por-
tan el sentido de autentificarle a un niño la nada de su existencia. Es
decir, la ausencia de valor para Otro.
... Y el racimo de ira que responde a las palabras de falsa esperanza
con que su madre lo engañó alimentándolo de verdadera desesperanza...
Aquí se trata de las palabras que le transmitieron a la persona en cues-
tión de cómo fue que él no colmó la esperanza que había sido depositada
previamente sobre él, es decir, la desilusión que provocó; esas palabras, le

16. Ibid. p. 433-434.


17. “La Biblia”. Jeremías. 31, 29.

109
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

dan aún más dentera [dolor de dientes] que haber sido destetado [que no
le hayan dado de mamar] ... o que lo hayan privado de cuidados reales.
Es impresionante el párrafo. O sea que el problema, el impacto so-
bre un sujeto humano hablante recién nacido (pero también antes de
eso), no es producido por el hecho de la lactancia, ni por el modo en que
lo abriguen o no lo abriguen; sino que está dado por el modo en que las
palabras trabajaron en él, autentificando la nada de su existencia o el
grado de desesperanza que él representa para alguien.
Voy a detenerme un minuto para que vuelvan a leerlo. Si ustedes su-
pieran las noches que he dedicado a estos párrafos…

El tercer párrafo que quería proponerles hoy es sumamente diferen-


te en español y en francés. Veamos un poco estas diferencias. Comien-
za con una pregunta que en español es: “¿Escurriremos el bulto en lo
simbólico...?”18. Pero en francés, la pregunta es algo diferente: “Tirerons-
nous notre épingle du jeu symbolique...?”19.
Aquí hay una referencia a una expresión francesa que traducir como
“escurrir el bulto” es poco elegante. La expresión es de fines del siglo XVI
y se dice tirer son épingle du jeu. Esto quiere decir algo así como desem-
barazarse astutamente de una situación delicada, retirarse a tiempo de
un asunto que deviene complicado, salir adelante. Nuestro “escurrir el
bulto” no connota esa delicadeza del actor y parece más bien una manio-
bra de escape rápido, sin necesidad de gran astucia. En conclusión, Lacan
se pregunta si estamos dispuestos a desembarazarnos astutamente, con
algún buen argumento, del campo de lo simbólico –campo por excelencia
de la constelación familiar–. Ustedes, que están aquí conmigo leyendo
este texto, ¿están dispuestos?
A continuación llama “estudio” al trabajo del psicoanalista. Les leo:

¿Desviaremos nuestro estudio de lo que sucede con la ley cuando, por haber
sido intolerable a una fidelidad del sujeto, fue desconocida por él ya cuando
era todavía ignorada?20.

¿Vamos a descuidar que el sujeto (aquí habría que leer “paciente” o


“persona”), siendo fiel a alguna cosa, no cumplió la ley cuando aún no la
sabía? Supongan que ustedes desconocen que para circular por la ciu-
dad de Buenos Aires conduciendo un vehículo que no es propio, la cédula

18. Lacan, Jacques. “La chose freudienne...”, Op.cit., p. 416.


19. Ibid. p. 434.
20. Ibídem.

110
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

verde del mismo no puede tener una antigüedad mayor de cinco años.
Salen a la calle en tal situación y son multados. ¿Son menos culpables
porque desconocían dicha ley?
Para un paciente: ¿vamos a decir: “¡No, si él no lo podía saber! ¿Cómo
iba a saber que en su familia todos los hijos mayores tienen que hacer
tal o cual cosa, si nadie se lo dijo?”. ¿Vamos a habilitar una posición sos-
tenida en “Y eso cómo puedo saberlo yo, si es un problema de mi tata-
rabuela”?.
Otra pregunta:

¿Desviaremos nuestro estudio del imperativo si, por haberse presentado a él


en la impostura, es refutado en su fuero antes de ser discernido?21.

¿Vamos a obviar las órdenes que recibió (visto y considerando que él


todavía no estaba en condiciones de poder discernir que se trataba de
una orden), y si eran o no coherentes? ¿Son menos imperativos por estar
expresados por personajes inconsistentes con lo que están enunciando?
O sea: si mi padre, que no terminó el secundario, me exige una licencia-
tura, ¿tal inconsistencia nos autoriza a dejar de estudiar el problema
que tal demanda genera?
Este último es un párrafo denso. Hay que tomarse un tiempito para
leerlo y reflexionar sobre él. Pero, e independientemente de futuras
modificaciones e impugnaciones que ustedes pudieran presentar a la
lectura que les propongo, queda claro que Lacan nos invita a hacernos
fuertes en una lectura de estas cadenas significantes que conforman la
constelación familiar.

Ahora bien, me gustaría aclarar cierto estatuto de la “constelación”.


Porque, por ejemplo, en la clase 6 del Seminario 1, página 108 de la edi-
ción española, dice:

Esta constelación hay que concebirla siempre como ya estructurada, y de


acuerdo a un orden complejo22.

Hago una aclaración: “estructurada” no quiere decir “leída”; o sea que


hay que leerla. Y la lectura que se lleve adelante, la escribe y funda una
verdad.

21. Ibídem.
22. Lacan, J. El seminario. Libro I. Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As., 1981,
p. 108.

111
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

En el caso del Hombre de las Ratas había una verdad: su padre se


jugó el dinero del regimiento, le dieron por eso la baja del ejército, le pi-
dió prestado a un amigo para pagar su delito, supongo que nunca devol-
vió el dinero a su amigo y, finalmente, se casó con una mujer rica que no
amaba dejando a un lado sus sentimientos por otra que era pobre. Esa
fue la verdad. Pero debe ser leída, porque eso, como hecho, no quiere de-
cir nada. Los hechos no existen en el mundo humano. No hay hechos.
El mismo hecho puede ser leído de diversas maneras según el sistema.
Sólo tenemos lecturas, interpretaciones…
Entonces, les propongo leer aquí que esta constelación estructurada
debe ser leída. Y es que cada vez que uno lee un texto lo escribe de nue-
vo. Y es por eso por lo que uno nunca lee dos veces el mismo texto (con
perdón de Heráclito). Si no, vuelvan a leer hoy, a la edad que tengan, “El
Principito”: verán que ya no dice lo mismo que habían leído a los quin-
ce años.

Ahora, para terminar, un pequeño boucle que incluye dos referencias


extra-analíticas que tenía preparadas desde que empezamos nuestro
recorrido y que no quiero dejar de leer.
Susana Torrado fue la socióloga a la cual nuestro ex ministro de eco-
nomía, Domingo Felipe Cavallo, mandó a lavar los platos en una dispu-
ta pública. No sé si recuerdan aquel incidente. Pero, bueno, ella es una
estudiosa y tiene un libro muy recomendable, titulado Historia de la
familia en la Argentina moderna (1870-2000).
Les quería leer un parrafito del epílogo del libro, cómo ella termina,
cuál es la pregunta que le queda planteada después de hacer un análisis
impresionante de la familia en Argentina desde 1870 hasta el año 2000
más o menos; está en la página 658 del libro, y dice así:

En lo que concierne a la familia, las sociedades de capitalismo avanzado en-


frentan hoy un interrogante que puede formularse en los siguientes términos
[es la pregunta que le queda de resto, después de escribir 600 páginas]: ¿la
función de transmisión entre las generaciones puede ser asegurada cual-
quiera sea la manera en la que se organice la vida privada? En especial, esa
contribución [la contribución que la familia brinda a la transmisión entre
las generaciones] ¿puede ser asegurada con un grado de autonomía indivi-
dual y/o aislamiento social tan altos como los que caracterizan hoy en día,
la organización familiar?23.

23. Torrado, Susana. Historia de la familia en la Argentina Moderna (1870 - 2000). Ed.
de la Flor, Bs. As., 2003. p. 658

112
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

O sea, visto y considerando cómo está armada la familia hoy, con tanta
autonomía individual y con tanto aislamiento social; presentándose así
la familia, se pregunta una notable socióloga: ¿se puede seguir pensando
que la familia sigue asegurando la función de transmisión de generación
en generación? No responde, pero concluye diciendo que se trata de “Un
interrogante posmoderno, si los hay”24.
Se nota que la autora no es analista, porque si lo fuera contestaría
que sí. Porque basta escuchar a un paciente para darse cuenta de que
la función de transmisión familiar sigue funcionando, aunque la fami-
lia esté cada vez más aislada. En todo caso, lo que cada vez se modifica
más es el modo sintomático en que la continuidad generacional afecta a
las personas, a los individuos; pero la continuidad sigue estando total-
mente asegurada.
Lacan le respondería más categóricamente aún:

La función de residuo que sostiene (y a la vez mantiene) la familia conyugal


en la evolución de las sociedades, pone en valor lo irreductible de una trans-
misión –que es de otro orden que aquélla de la vida según la satisfacción de
las necesidades vitales (...)25.

Lacan afirma que, más allá del formato conyugal de la familia actual,
la transmisión que esta asegura es irreductible, es decir, no se puede re-
ducir. Sólo que, para advertirlo, hace falta trabajar como psicoanalista.
Pero me parecía interesante destacarles que la pregunta y la preocu-
pación que guían a esta socióloga son el motivo por el cual les propuse
trabajar estos temas. Y es que tenemos nosotros, los analistas, que po-
ner de relieve la función de transmisión que el complejo familiar opera
entre los sujetos humanos hablantes, porque efectivamente la cultura
tiende a borrarlo básicamente con la idea de “individuo” y “familia con-
yugal”. Y una de las maneras con las que el “nuevo psicoanálisis” (y no
me refiero al lacaniano) hace su entrada fuerte en la cultura es ofertan-
do a las personas la idea de que, efectivamente, la familia no transmite
nada sino que el problema (que se llama “goce”) es de Uno, que está en
el cuerpo de Uno, originado por Uno.

Para terminar con todo este asunto –este asunto no termina aquí, ob-
viamente, pero nosotros necesitamos un final–, les traje a Gabriel García
24. Ibídem.
25. Lacan, J. “Note sur l’enfant” (1969) en Autres Écrits, Ed. du Seuil, París, 2001, p. 373.
[Traducción personal].

113
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Márquez. Este libro es el primer tomo de sus memorias y lleva por título
Vivir para contarla. Es un tratado sobre la familia (no sé si ya tuvieron
ocasión de leerlo). Ninguno de nosotros esta en condiciones, ni siquiera
investigando, de escribir un libro como este. Este hombre recuerda todo
lo que cuenta; evidentemente él no hizo una investigación para recom-
poner estos datos; son datos que no se pueden investigar: los olores de
las personas, las caras de las personas a la hora de levantarse, el modo
en que una persona comía… Esas cosas no son datos a los que se acceda
investigando: hay que acordarse.

Es increíble cómo García Márquez nunca perdió de vista su posición


en la “constelación familiar”. Y qué hermoso trabajo nos dejó para que
podamos pensar estas cosas. No puedo hacer menos que recomendar su
lectura. Yo digo que, cuando me encuentro con estos libros, siempre tengo
el mismo problema: no sé cómo hacer para que las personas que quiero
los lean; así que si alguno de ustedes se siente convocado por esta frase,
ojalá se encuentre con el libro.
El contexto es el de contar la vida de su abuelo, el coronel Papa-
leo. Imagínenselo: traje de lino blanco, sombrero de paja y zapatos de
charol blanco. Ese era su abuelo. Él se crió con su abuelo. ¿Sabían que
empezó a vivir con su padre recién a los quince años? Y en cierta oca-
sión en la que desayunaba con su tío paterno, hermano gemelo de su
padre, se acordó de una situación que había vivido de niño junto a su
abuelo, el Papaleo.

Por el contrario, su hermano gemelo [se refiere al hermano de su padre],


Esteban Carrillo, se mantuvo lúcido y dinámico hasta muy viejo. En cierta
ocasión en que desayunaba con él, me acordé con todos los detalles visuales
que a su padre [o sea, al abuelo de G. Márquez] habían tratado de tirarlo por
la borda en la lancha de Ciénaga, levantado en hombros de la muchedumbre
y manteado como Sancho Panza por los arrieros.
Le conté el recuerdo al tío Esteban porque me pareció divertido. Pero él se
levantó de un salto, furioso porque no se lo hubiera contado a nadie ni bien
eso ocurrió y ansioso de que lograra identificar en la memoria al hombre que
conversaba con el abuelo en aquella ocasión para que le dijera quiénes eran
los que trataron de ahogarlo.
Tampoco entendía que mi abuelo no se hubiera defendido puesto que era un
buen tirador que durante dos guerras civiles había estado muchas veces en
la línea de fuego, que dormía con el revólver debajo de la almohada y que ya
en tiempos de paz había matado en duelo a un enemigo.
En todo caso, me dijo Esteban, nunca sería tarde para que él y sus hermanos

114
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

castigaran la afrenta, era la ley guajira, el agravio a un miembro de la familia


tenían que pagarlo todos los varones de la familia del agresor26.

Entonces, hay una ley, obviamente no escrita, en “la guajira” que es


una zona de Colombia, por la cual una afrenta a un miembro de una fa-
milia debe ser pagada todos los varones de la familia del agresor. Ellos
estaban hablando de este episodio muchísimos años después. En esta
lógica, el sujeto no coincide con el cuerpo de persona alguna.

Tan decidido estaba mi tío Esteban que se sacó el revolver del cinto y lo puso
en la mesa para no perder tiempo mientras acababa de interrogarme. Desde
entonces, cada vez que nos encontrábamos en nuestras errancias le volvía
la esperanza de que me hubiera acordado.
Una noche se presentó en mi cubículo del periódico, por la época en que yo
andaba escudriñando el pasado de la familia para una primera novela que
no terminé, y me propuso que hiciéramos juntos una investigación del aten-
tado, nunca se rindió.
La última vez que lo vi en Cartagena, ya viejo y con el corazón agrietado, se
despidió de mí con una sonrisa triste, diciéndome: “No sé cómo has podido
ser escritor con tan mala memoria”27.

¿Se imaginan la escena? Un hombre queriendo investigar quién inten-


tó, alguna vez, agredir a su padre para vengarse de todos los varones de
la familia del agresor, muchísimos años después. Ciertos profesionales lo
internarían en un psiquiátrico o lo medicarían. Nosotros, no lo sé… Qui-
zás escucharíamos esta historia con una sonrisa. Es una linda manera
de ilustrar al sujeto no reducido a una persona y de promover una lógica
de transmisión familiar más allá de los cuerpos discretos. En esto somos
algo antiguos, algo clásicos. Pero también, y lo digo sin lugar a dudas, es
por eso por lo que somos efectivos para aliviar el sufrimiento.

26. García Márquez, Gabriel. Vivir para contarla Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003.
p.150.
27. Ibid. pp. 150-151.

115
Anexo

Nota sobre la pregnancia


imaginaria de la
“familia conyugal” en la clínica
psicoanalítica lacaniana

INCLUYE TRADUCCIÓN DE “LA FAMILIA CONYUGAL”


DE ÉMILE DURKHEIM

“… en lo que concierne a la familia, las sociedades de


capitalismo avanzado enfrentan hoy un interrogante que
puede formularse en los siguientes términos. La función de
transmisión entre las generaciones (…) ¿puede ser asegurada
cualquiera sea la manera en que se organice la vida privada?
En especial, esa contribución ¿puede ser asegurada con un
grado de autonomía individual y/o aislamiento social tan
altos como los que caracterizan hoy en día a la organización
familiar? Un interrogante posmoderno, si los hay”.

SUSANA TORRADO1

1. POR EL LADO DE DURKHEIM

Uno de los mayores méritos del libro de Markos Zafirópulos titulado


Lacan y las ciencias sociales. La declinación del padre (1938-1953)2 ha
sido iluminar la influencia que el pensamiento del sociólogo francés Émile

1. Torrado, S. Historia de la familia en la Argentina moderna (1870-2000). Ed. de la


Flor, Bs. As., 2003; p. 658.
2. Publicado originalmente en 2001 por la Presse Universitaires de France (hay traduc-
ción española publicada por Nueva Visión, Bs. As., 2002).

117
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Durkheim ejerció sobre el incipiente corpus lacaniano que se aborda en el


texto. Más allá de las numerosas cuestiones que desarrolla el libro citado
(y de las que no ahorrará su recorrido la presente nota) quisiera resaltar
el aporte que el tratamiento de la noción de “familia conyugal” en la obra
de Durkheim, puede prestar a quienes practicamos el psicoanálisis laca-
niano (en general) y el psicoanálisis lacaniano con niños (en particular).
En su lección del 2 de abril de 1892 del “Curso sobre la familia”,
Durkheim introduce su noción de “familia conyugal”.

La familia conyugal resulta de una contracción de la familia paternal. Esta


última comprendía al padre, la madre y todas las generaciones surgidas de
ellos, salvo las hijas y sus descendientes. La familia conyugal comprende sólo
al marido, su esposa y sus hijos menores y solteros3.

También releva algunas de las particularidades que este tipo de fa-


milia presenta, fundamentalmente por diferencia de los tipos que la
precedieron y de las que por contracción ha surgido: la familia paternal
y la familia patriarcal. Durkheim le dedica una parte importante de su
intervención al hecho de la ausencia de responsabilidad civil para los
hijos menores y solteros. También hace hincapié en que el capital de la
familia no está a disposición de estos. El matrimonio y la mayoría de
edad constituyen el criterio de salida del ámbito familiar: a partir de
este momento, si bien es posible continuar la convivencia con los padres,
se trata sólo de un hecho material y no jurídico. Durkheim arroja una
conclusión parcial:

Estamos, entonces, en presencia de un nuevo tipo de familia. Puesto que los


únicos elementos permanentes en ella son el marido y la esposa, puesto que
todos los niños dejan tarde o temprano la casa paterna, propongo llamarla
“familia conyugal”4.

Al proseguir el análisis, introduce un elemento fundamental a consi-


derar como formando parte de la vida doméstica: el Estado.

3. Publicación póstuma de un curso dictado en 1892. Texto extraído de la Revue philo-


sophique 90, 1921, páginas 9 a 14. La edición corresponde a Marcel Mauss y retoma
la clase decimoséptima del “Curso sobre la familia” dictado el 2 de abril de 1892.
También en Émile Durkheim, Textes. 3. Fonctions sociales et institutions (pp. 35 à
49). Paris: Les Éditions de Minuit, 1975, 570 pages. [Traducción personal. El lector
encontrará mi traducción completa del artículo, como Addenda a este texto].
4. Ibídem.

118
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

Pero lo que es más nuevo aún y más distintivo de este tipo familiar, es la in-
tervención siempre creciente del Estado en la vida interior de la familia. Se
puede decir que el Estado ha devenido un factor de la vida doméstica. Es por
su intermediación que se ejerce el derecho de corrección del padre cuando
éste sobrepasa ciertos límites. Es el Estado quien, en la persona del magis-
trado, preside los consejos de familia; quien toma bajo su protección al menor
huérfano hasta que un tutor sea nombrado; quien pronuncia y en ocasiones
requiere la interdicción del adulto. Una ley reciente autoriza incluso en cier-
tos casos al tribunal a pronunciar la destitución del poder paterno5.

A estas alturas, no creo que el lector se sorprenda si afirmo que el


tipo familiar que presenta Durkheim en su texto, es el tipo familiar pre-
ponderante en el Occidente moderno y el que rige nuestra vida de hoy,
con los matices propios que cada país pueda aportarle a partir de su le-
gislación vigente.
El texto presenta a continuación una idea que es susceptible de ser
considerada por contraste desde nuestra perspectiva de psicoanalistas
lacanianos. Durkheim propone que…

No hay nada que recuerde aquel estado de dependencia perpetua que era la
base de la familia paternal y de la familia patriarcal6.

Su propuesta es contundente: la familia conyugal supone un corte en


la historia de las formas de la familia, en lo referente al modo en que
los lazos familiares se rompen o se sostienen en forma perpetua. Según
Durkheim, el matrimonio y/o la mayoría de edad, garantizan la ruptura
del estado de dependencia parental. Su afirmación, hito en la historia
de la sociología de la familia, es falsa. Sólo que, para poder verla de este
modo, hace falta haber realizado cierto recorrido por el psicoanálisis, en
el diván o en el sillón. Los ejemplos clínicos abruman y, para no aburrir,
remito al lector a cualquier párrafo de Jacques Lacan acerca del Hombre
de las Ratas: ¿quién podría afirmar que aquel muchacho no era víctima
de un estado de dependencia perpetua?

5. Ibídem.
6. Ibídem.

119
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

2. LACAN CLÁSICO

Es frecuente escuchar entre los psicoanalistas que Lacan, como tan-


tos otros genios del pensamiento estaba fuera de su época. Acuerdo con
el planteo, a condición de que la cláusula de “fuera de época” no se en-
tienda con el matiz de visionario o adelantado que a menudo se le otor-
ga. Propongo, más bien, que se trata de un “Lacan clásico”, lo que queda
ejemplificado de la mejor manera con el uso que realizara de la noción
de familia.
Si en lo concerniente al abordaje de la familia Lacan hubiera sido
un adelantado, debió haber previsto el fenómeno de lo que Elisabeth
Roudinesco en un libro reciente llamó La familia en desorden7 y también
las dificultades propias de la “familia ensamblada”8. Lacan consideró
a la familia con los modelos de la antigüedad clásica. Supongamos que
hoy día falleciera un sostén de familia (pongamos, un padre) dejando
una enorme deuda y ningún bien sucesorio. Los acreedores no podrían,
conforme a derecho, reclamarle el pago a nadie, ni siquiera a sus hijos,
si los tuviera. Pongamos la misma situación en la Grecia clásica. En
ausencia de bienes, los hijos del deudor estarían, conforme a ley, suje-
tados a prestar servicios a los acreedores (aún como esclavos, si fuera
necesario) hasta obtener la cancelación de la deuda. Se ve aquí que el
estado de dependencia es eterno y que no se detiene ante la desapa-
rición física de ninguno de los partícipes de la relación. Les digo a los
psicoanalistas: ¡cuántos pacientes hemos escuchado dispuestos a pagar
deudas que nadie les ha reclamado y que, ni siquiera, la ley positiva
podría obligarles a cancelar!
Lacan propone que dicha versión conyugal de la familia no hace sino
sostener y mantener lo irreductible de la transmisión. Es decir, esa trans-
misión no se puede reducir, no se puede eliminar, ni aún con el nuevo
formato que la familia presenta: un formato, al parecer, más apto para
la satisfacción de las necesidades básicas del cachorro humano.

7. Roudinesco, Elisabeth. La famille en désordre. Librarie Arthème Fayard, 2002. (hay


edición española. La familia en desorden. FCE, Bs. As., 2003.)
8. He abordado en alguno de mis cursos el problema lingüístico que presentan este
tipo de familias en lo referente al modo de nombrar los lazos fraternos. En clínica
psicoanalítica lacaniana con niños, se escucha: “mi hermano”, “el hijo del marido de
mi mamá”, “el hijo de la pareja de mi papá”, “el hijo de mi papá (o mi mamá) con su
nueva pareja”… y otras perífrasis que aún hoy no hay sido resueltas.

120
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

La función de residuo que sostiene (y a un tiempo mantiene) la familia


conyugal en la evolución de las sociedades, valoriza lo irreductible de una
transmisión –de un orden distinto al de la vida conforme a la satisfacción
de las necesidades– que es la de una constitución subjetiva, y que implica la
relación con un deseo que no sea anónimo9.

Esta cita, esconde su referencia velada a Durkheim. Pero ya en 1938,


en su artículo sobre “Les complexes familiaux dans la formation de
l’individu” Lacan había calificado de “excelente” el término propuesto
por Durkheim.
Ahora bien, la familia no puede ser reducida a su función de satisfac-
ción de necesidades. Según Lacan, contribuye a establecer un irreducti-
ble estado de continuidad psíquica entre las generaciones, continuidad
cuya causalidad es de orden mental10.
Y, como para reforzar la idea de un “Lacan clásico” y en estos días de
tanto énfasis por el quehacer biológico, se justifica una cita en la que
queda claro que el asunto se resuelve a partir de cierta estructuración
significante de las relaciones y no a partir de lazos de sangre:

(…) la familia humana es una institución. El análisis psicológico debe adap-


tarse a esta estructura compleja y no tiene nada que hacer con las tentati-
vas filosóficas que han tenido por objeto reducir a la familia humana a un
hecho biológico…11.

Las citas son numerosas y todas conducen al mismo objetivo: advertir


que el funcionamiento conyugal de la familia debe su persistencia al avance
de la biología; tanto como que su fracaso en reducir la transmisión de cierta
dependencia perpetua es función del orden significante que la funda.

9. Lacan, Jacques. “Note sur l’enfant”, en Autres écrits, Ed. du Seuil, 2001, p.373 [traduc-
ción personal]. (hay edición española, en “Intervenciones y textos 2”, Ed. Manantial,
Bs. As., maltitulada “Dos notas sobre el niño”)
10. “<la familia> establece así entre las generaciones una continuidad psíquica cuya
causalidad es de orden mental” –afirma Lacan en su escrito sobre “Les complexes
familiaux dans la formation de l’individu” (1938) en “Autres écrits”, Ed. du Seuil, Pa-
rís, 2001, p. 25 [Traducción Personal]. (hay edición española. “La familia”, Ed. Axis,
Rosario)
11. Ibid. p. 24.

121
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

3. PARA CONCLUIR

Uno de los objetivos centrales de nuestro trabajo ha consistido en un


intento por aportar una alternativa a la tan contemporánea tendencia
que asimila al sujeto con la persona. La noción bidimensional del sujeto
fue propuesta como una vía posible a los fines de evitar la pregnancia
del cuerpo como condición para afirmar la existencia del sujeto.
Pero a veces, un obstáculo expulsado por la puerta se nos cuela por
la ventana…
Salvado este escollo, con frecuencia el problema se nos reintroduce por
el lado de la familia. Y si, no sin esfuerzo teórico, hemos logrado evitar a
la biología para definir al sujeto, siempre está presente la tentación de
reducir la noción de familia a un agregado biológico estructurado según
lazos de sangre. No es casual, a modo de ejemplo, que Lacan haya plan-
teado la exigencia de al menos tres generaciones para la obtención de un
niño psicótico: aquí cae la prevalencia de la familia conyugal12.
Propongo, entonces, que desconocer el problema teórico implícito (la
concepción y construcción de la noción de “familia conyugal”), produce
como efecto el arrastre de una concepción sociológica, biológica e ideoló-
gica en el campo del quehacer clínico.

4. ADDENDA

Puesto que el texto permanece inédito en español y es de una impor-


tancia no despreciable para el estudio del problema en cuestión, propon-
go a continuación mi traducción de la clase 17, del 2 de abril de 1892 del
Curso sobre la familia de Émile Durkehim. El establecimiento del texto
original es de Marcel Mauss y fue publicado en la Revue philosophique
90, de 1921. Posteriormente fue incluida en Émile Durkheim, Textes 3-
Fonctiones sociales et institutions (pp.35 à 39) París, Ed. du Minuit, 1975.
El texto no conoce versiones españoles previas.

12. v. Lacan, J. “Allocution sur les psychoses de l’enfant” en Autres écrits, Seuil, París,
2001. (Hay versión española en “El analiticón 3”, “Discurso de clausura de las Jor-
nadas sobre las psicosis en el niño”, Correo-Paradiso, Barcelona).

122
Addenda

La familia conyugal
Émile Durkhein (1892)

Traducción de Pablo Peusner

Llamo con este nombre a la familia tal como se ha constituido en las


sociedades surgidas de las sociedades germánicas, es decir en los pueblos
más civilizados de la Europa moderna. Describiré sus caracteres más
esenciales, tal como se desprenden de una larga evolución para fijarse
finalmente en nuestro Código Civil.
La familia conyugal resulta de una contracción de la familia pater-
nal. Esta última comprendía al padre, la madre y todas las generaciones
surgidas de ellos, salvo las hijas y sus descendientes. La familia conyu-
gal comprende sólo al marido, su esposa y sus hijos menores y solteros.
Hay, en efecto, entre los miembros del grupo así constituído relaciones
de parentesco sumamente características y que no existen sino entre
ellos, <las que rigen> dentro de los límites en los que se extiende el poder
paterno. El padre es responsable de alimentar al niño y de proveerlo de
lo necesario para su educación hasta la mayoría de edad. Pero en con-
trapartida, el niño se encuentra situado bajo la dependencia del padre;
no dispone ni de su persona, ni del conjunto de los bienes –de los que el
padre goza. No tiene responsabilidad civil. Ésta retorna al padre. Pero
cuando el niño alcanza la mayoría de edad para acceder al matrimonio
(…) o bien desde que, en un momento cualquiera, el niño se encuentra
legítimamente casado, todas las relaciones cesan. Puede sin duda se-
guir habitando bajo el mismo techo que el padre, pero su presencia no

123
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

es más que un hecho material o puramente moral; <esta presencia> no


es alcanzada por ninguna de las consecuencias jurídicas que tenía en
la familia paternal. Por otra parte, corrientemente, la cohabitación cesa
incluso antes de la mayoría de edad. En todo caso, una vez casado, la re-
gla es que se fije un domicilio independiente. Sin duda continúa ligado a
sus padres: les debe alimentos en caso de enfermedad e, inversamente,
tiene derecho a una porción determinada del conjunto familiar de los
bienes, puesto que (en el derecho francés) él no puede ser desheredado
totalmente. Son éstas las únicas obligaciones jurídicas que sobreviven
(de las formas de familia anteriores), y aún la segunda parece destinada
a desaparecer. No hay nada que recuerde aquel estado de dependencia
perpetua que era la base de la familia paternal y de la familia patriar-
cal. Estamos, entonces, en presencia de un nuevo tipo de familia. Puesto
que los únicos elementos permanentes en ella son el marido y la esposa,
puesto que todos los niños dejan tarde o temprano la casa paterna, pro-
pongo llamarla “familia conyugal”.
Acerca de la organización interior de esta familia, lo que ella presen-
ta de novedoso es una desestabilización del viejo comunismo familiar
como no hemos encontrado ningún ejemplo hasta el presente; en efecto,
el comunismo permaneció en la base de todas las sociedades domésti-
cas salvo, probablemente, la de la familia patriarcal. En esta última, la
situación preponderante adquirida por el padre, había iniciado el ca-
rácter comunitario de la asociación familiar. Pero se ha hecho necesario
que ese carácter haya desaparecido completamente allí. En definitiva,
el poder paterno resulta en tal caso de una transformación del antiguo
comunismo: es el comunismo teniendo por sustrato ya no a la familia
misma (viviente) de una manera indivisa, sino a la persona del padre.
También la sociedad doméstica forma allí un todo cuyas partes no tienen
más individualidad que las distinga. No ocurre para nada lo mismo en la
sociedad conyugal. Cada uno de los miembros que la componen poseen
su individualidad, su esfera de acción propia. Incluso el niño menor tie-
ne la suya, aunque se encuentre subordinada a la del padre a causa de
su menor desarrollo. El niño puede tener sus bienes propios hasta los
dieciocho años, es verdad, el padre puede gozar de ellos aunque ese usu-
fructo no es sin ciertas obligaciones ante el niño (ver artículo 385, C.c).
El menor puede incluso poseer bienes que están sustraidos a esta car-
ga; son aquéllos que él adquiere por un trabajo personal y aquéllos que
ha recibido a condición de que sus padres no los hubieran utilizado (art.
387, C.c). Finalmente, acerca de las relaciones personales, los derechos

124
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

disciplinarios del padre sobre la persona del menor son estrechamente


limitados. Todo lo que permanece como resto del antiguo comunismo es,
junto con el derecho de usufructo de los padres sobre los bienes del niño
antes de los dieciséis años, el derecho limitado que tiene el descendiente
sobre los bienes del ascendente a casusa de las restricciones aportadas
al derecho de testar.
Pero lo que es más nuevo aún y más distintivo de este tipo familiar,
es la intervención siempre creciente del Estado en la vida interior de la
familia. Se puede decir que el Estado ha devenido un factor de la vida
doméstica. Es por su intermediación que se ejerce el derecho de correc-
ción del padre cuando éste sobrepasa ciertos límites. Es el Estado quien,
en la persona del magistrado, preside los consejos de familia; quien toma
bajo su protección al menor huérfano hasta que un tutor sea nombrado;
quien pronuncia y en ocasiones requiere la interdicción del adulto. Una
ley reciente autoriza incluso en ciertos casos al tribunal a pronunciar la
destitución del poder paterno. Pero hay un hecho que, mejor que cual-
quier otro, demuestra cuán grande es la transformación que ha padecido
la familia en estas condiciones. La familia conyugal no hubiera podido
nacer ni de la familia patriarcal (ni tampoco de la familia paternal o de
la mezcla de estos dos tipos de familia, sin la intervención de este nuevo
factor, que es el Estado). Hasta el presente los lazos de parentesco podían
siempre ser rotos, ya sea por un pariente que quería salir de la familia,
ya sea por el padre del que dependía. El primer caso es aquel de la fa-
milia agnática, (y también) de la familia paternal; el segundo caso no se
presenta sino en la familia patriarcal. Con la familia conyugal los lazos
de parentesco devienen absolutamente indisolubles: el Estado, garanti-
zándolos, ha retirado a los particulares el derecho de quebrantarlos.
Tal es la zona central de la familia moderna. Pero esta zona central
está rodeada por zonas secundarias que la completan. Éstas no son otra
cosa que los tipos familiares anteriores que se presentan descendidos en
un grado. Está en principio el grupo formado por los ascendientes y los
descendientes: abuelo, abuela, padre, madre, hermanos y hermanas; y
los ascendientes, es decir, la antigua familia paternal, caída del primer
rango y pasada al segundo. El grupo así constituido ha conservado en
nuestro derecho una fisonomía bastante distinta. En el caso en el que
un hombre muera sin dejar descendencia, su fortuna es repartida entre
sus padres y sus hermanos (o hermanas) –o sus descendientes (de estos
últimos). Finalmente, más allá de la familia paternal, se encuentra la
familia cognática, es decir, el conjunto de todos los otros colaterales que

125
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

no son aquéllos que vienen de estar en cuestión, pero más disminuido y


más debilitado. En este grupo los colaterales aún hasta el sexto o sép-
timo grado, y a veces más, tenían aún deberes y derechos domésticos
muy importantes. Hemos visto ya algunos ejemplos la última vez. No
obstante su rol en la familia es casi nulo; no subsiste sino bajo la forma
de un derecho eventual a la herencia, derecho que puede ser reducido a
nada a causa de la libertad de testar en los casos en el que no hay des-
cendientes ni ascendientes. Del clan no quedan más rastros (la indivi-
dualidad de las dos zonas secundarias parece no ser más distinta que la
de los tipos anteriores).
Ahora que conocemos el último tipo familiar que se ha constituido,
podemos dar un vistazo al camino recorrido y tomar conciencia de los
resultados que se desprenden de esta larga evolución.
La ley de contracción o de emergencia progresiva ha podido ser veri-
ficada completamente. De la manera más regular, hemos visto grupos
primitivos emerger de grupos cada vez más restringidos que tienden a
absorber la vida familiar por entero. En efecto, el estudio de la familia
patriarcal nos ha mostrado que la familia debe necesariamente contraerse
a medida que el medio social con el cual cada individuo está en relaciones
inmediatas se va extendiendo. Porque cuanto más restringido está, su
estado es más apto para oponerse al hecho de la aparición de las diver-
gencias particulares; en consecuencia, en tanto son comunes a un gran
número de individuos, por constituir un efecto de masa éstas pueden ma-
nifestarse solas y triunfar en la resistencia colectiva. En estas condiciones
no hay sino grandes sociedades domésticas que pueden desprenderse de
la sociedad política. Por lo contrario, en la medida que el medio deviene
más vasto, permite un juego más libre a las divergencias privadas y, en
consecuencia, aquéllas que son comunes a un pequeño número de indivi-
duos dejan de estar contenidas, pueden producirse y afirmarse. Por otra
parte y al mismo tiempo, en virtud de una ley general ya observada en
biología, las diferencias se multiplican de individuo en individuo por el
único hecho de que el medio esté más extendido. Pero si hay un hecho
que domine la historia, es la extensión progresiva del medio social res-
pecto del cual cada uno de nosotros es solidario. Al régimen de pequeño
pueblo, sucede aquél de la ciudad; al medio formado por la ciudad y los
asentamientos situados bajo su dependencia, suceden las naciones que
comprendes ciudades diferentes; a las naciones poco voluminosas como
eran otrora los pueblo germánicos, suceden las vastas sociedades actua-
les. Al mismo tiempo, las diferentes partes de estas sociedades se han

126
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

puesto cada vez más en estrecho contacto a causa de la multiplicación y


de la rapidez creciente de las comunicaciones, etc.
Al mismo tiempo que el volumen se contrae, la constitución de la fa-
milia se modifica.
El gran cambio que se ha producido según este punto de vista, es la des-
estabilización progresiva del comunismo familiar. Originariamente, éste
se extiende a todas las relaciones de parentesco; todos los parientes viven
en común, poseen en común. Pero desde que una primera disociación se
produjo en el seno de las masas amorfas del origen, desde que las zonas
secundarias aparecen, el comunismo se retira de ellas para concentrarse
exclusivamente en la zona primaria o central. Cuando del clan emerge
la familia agnática, el comunismo cesa de ser la base del clan; cuando,
de la familia agnática se desprende la familia patriarcal, el comunismo
cesa de ser la base de la familia agnática. Finalmente, poco a poco, dis-
minuyó hasta en el interior del círculo primario del parentesco.
En la familia patriarcal, el padre de familia está exceptuado de éste,
puesto que dispone libremente, personalmente, del conjunto doméstico
de los bienes.
En la familia paternal, es más acentuado, porque el tipo familiar es
de una especie inferior; sin embargo los miembros de la familia pueden
poseer una fortuna personal, si bien no pueden disponer de ella o admi-
nistrarla personalmente.
Finalmente, en la familia conyugal no quedan más que vestigios del
comunismo familiar, el movimiento permanece entonces ligado a las
mismas causas que el precedente. Las mismas razones que tienen por
efecto restringir progresivamente al círculo familiar, hacen también que
la personalidad de los miembros de la familia se libre de ellos cada vez
más. Cuanto más se extiende el medio social, menos está contenido el
desarrollo de las divergencias privadas. Pero, entre estas divergencias,
están las que son especiales para cada individuo, para cada miembro de
la familia; e incluso ellas devienen siempre más numerosas y más impor-
tantes a medida que el campo de las relaciones sociales se vuelve más vas-
to. Ahí donde ellas encuentren una débil resistencia es inevitable que se
produzcan por fuera, se acentúen, se consoliden –y como ellas son el bien
de la personalidad individual, se irán necesariamente desarrollando–.
Cada uno toma ventaja de su fisonomía propia, de su manera personal
de sentir y de pensar; pero, en tales condiciones, el comunismo deviene
cada vez más imposible puesto que supone lo contrario: la identidad, la
fusión de todas las conciencias en el seno de una misma conciencia co-

127
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

mún que los abarque. Puede entonces ser cierto que tal borramiento del
comunismo que caracteriza nuestro derecho doméstico no sea un acci-
dente pasajero, sino que por lo contrario se acentuará cada vez en ma-
yor medida, a menos que, por una suerte de milagro imprevisible y casi
ininteligible, las condiciones fundamentales que dominan la evolución
social desde su origen no permanezcan siendo las mismas.
De estos cambios, ¿la solidaridad doméstica sale debilitada o reforza-
da? Es realmente difícil responder a esta pregunta.
Por un lado, se presenta más fuerte puesto que los lazos del parentes-
co son hoy indisolubles; pero por otro lado las obligaciones que origina
son menos numerosas y menos importantes. Lo que es cierto, es que <la
solidaridad doméstica> se ha transformado; depende de dos factores: las
personas y las cosas. Sostenemos a nuestra familia porque sostenemos
a las personas que la componen; pero también la sostenemos porque no
podemos prescindir de las cosas y bajo el régimen del comunismo fami-
liar es ella <la familia> la que las posee. De la desestabilización del co-
munismo, resulta que las cosas dejan de ser cada vez más un cimiento
de la sociedad doméstica. La solidaridad doméstica deviene totalmen-
te personal. Nosotros no estamos unidos a nuestra familia sino porque
estamos unidos a la persona de nuestro padre, de nuestra madre, de
nuestra esposa, de nuestros hijos. En otros tiempos, por lo contrario, los
lazos que derivaban de las cosas primaban sobre aquéllos que surgían
de las personas; toda la organización familiar tenía ante todo por objeto
mantener en la familia los bienes domésticos, y todas las consideracio-
nes personales parecían secundarias ante ésto.
He aquí lo que tiende a devenir la familia. Pero si es así, si las cosas
poseídas en común dejan de ser un factor de la vida doméstica, el derecho
sucesorio no tiene más base. Este no es otra cosa, en efecto, que el comu-
nismo familiar prolongándose bajo el régimen de la propiedad personal.
Entonces, si el comunismo desaparece de todas las zonas de la familia,
¿cómo podría mantenerse <el derecho sucesoral>? En efecto, retrocede
de la manera más regular. En principio pertenece de una manera im-
prescriptible a todos los parientes, incluso a los colaterales más alejados;
pero pronto el derecho de testar aparece, lo que complejiza todo lo que
concierne a las zonas secundarias. El derecho de los colaterales a la su-
cesión del difunto no entra en ejercicio sino si el difunto no le ha puesto
obstáculos y el poder que el individuo dispone respecto de ese punto de
vista deviene cada vez más extendido. Finalmente, el derecho de testar
penetra incluso la zona central, en el grupo formado por los padres y los

128
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

hijos; el padre puede –total o parcialmente– desheredar a sus hijos. No


hay duda de que esta regresión está destinada a continuarse. Entiendo
por ello que no solamente el derecho de testar será absoluto, sino que
llegará un día en el que no estará más permitido a un hombre dejar –ni
siquiera por la vía testamentaria– su fortuna a sus descendientes, tanto
como no está permitido desde la Revolución francesa dejar sus funcio-
nes y dignidades. Porque las transmisiones testamentarias no son sino
la última forma y la más reducida de la transmisión hereditaria. Desde
hoy existen valores de la más alta importancia que ya no pueden ser
transmitidos de manera hereditaria alguna, estos son precisamente las
funciones y las dignidades. Desde el presente existe toda una categoría
de trabajadores que no puede transmitirle más a sus hijos el resultado
de su trabajo, son aquéllos a los que el trabajo no les proporciona sino
honor y consideración, sin fortuna. Es cierto que esta regla se irá gene-
ralizando cada vez más, y que la transmisión hereditaria se irá, también,
distinguiendo cada vez más.
Según otro punto de vista, el cambio deviene cada vez más necesario.
Tanto que la riqueza se transmite hereditariamente, hay ricos y pobres
de nacimiento. Las condiciones morales de nuestra vida social son tales
que las sociedades no podrán mantenerse si las desigualdades exterio-
res en las que estás ubicados los individuos no se nivelan cada vez más.
Es necesario entender por ésto, no que los hombre deben devenir más
iguales entre sí, por lo contrario la desigualdad interior se acrecienta
siempre, sino que no debe haber otras desigualdades sociales que las
que derivan del valor personal de cada uno, sin que sea esto exagera-
do o rebajado por alguna causa exterior. Pero, la riqueza hereditaria es
una de tales causas. Ella otorga a algunos ventajas que no derivan de
su propio mérito y que sin embargo les confieren cierta superioridad
sobre los otros. Esta injusticia que nos parece cada vez más intolerable
se torna día a día más inconciliable con las condiciones de existencia de
nuestras sociedades. Todo concurre, entonces, a probar que el derecho
sucesoral –incluso bajo su forma testamentaria– está destinado a des-
aparecer progresivamente.
Pero, por necesaria que sea esta transformación, es exigible que sea
fácil. Sin duda la regla de la transmisión hereditaria de los bienes tiene
su causa en el viejo comunismo familiar y éste está en vías de desapare-
cer. Pero, con el tiempo, hemos tomado de tal modo el hábito de esta re-
gla, ella está tan estrechamente ligada a toda nuestra organización que,
si fuera abolida sin ser reemplazada, la vida social sería agotada en su

129
PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

fuente misma. Efectivamente, nosotros estamos ahí tan bien realizados,


tan acostumbrados, que la perspectiva de transmitir hereditariamente
los productos de nuestro trabajo ha devenido el resorte de nuestra acti-
vidad por excelencia. Si nosotros no persiguiéramos sino fines persona-
les, estaríamos menos fuertemente incitados al trabajo, porque nuestro
trabajo sólo toma sentido porque sirve para otras cosas que nosotros
mismos. El individuo no es un fin suficiente para sí mismo. Cuando él
se toma por fin, cae en un estado de miseria moral que lo conduce al
suicidio. Aquello que nos liga al trabajo, es que éste es para nosotros el
medio de enriquecer el patrimonio doméstico, de acrecentar el bienestar
de nuestros hijos (…).
El problema no es entonces tan simple como podría parecer en un pri-
mer abordaje. Para que el ideal que acabamos de trazar pueda realizar-
se, es necesario que a ese resorte en riesgo de faltarnos, se lo sustituya
poco a poco otro. Es necesario que seamos estimulados al trabajo por otra
cosa que el interés personal y que el interés doméstico. Por otra parte, el
interés social está demasiado lejos de nosotros, demasiado vagamente
entrevisto, es demasiado impersonal como para que puede ser ese móvil
eficaz. Es necesario, entonces, que por fuera de la familia, se sea solidario
con algún otro grupo, más restringido que la sociedad política, más vecino
nuestro, que nos toque más de cerca, y que a ese grupo se transfieran los
mismos derechos que la familia ya no está en estado de ejercer.
¿Cuál puede ser ese grupo? ¿La sociedad matrimonial? Nosotros lo
hemos visto, en efecto, desarrollarse de la manera más regular, consoli-
darse, devenir cada vez más coherente. La importancia que toma en la
familia conyugal marca el apogeo de este desarrollo. No solamente en
este tipo familiar el matrimonio deviene casi completamente indisoluble,
no solamente la monogamia deviene en él casi perfecta, sino que pre-
senta dos caracteres nuevos que demuestran la fuerza que ha tomado a
lo largo del tiempo.
En primer lugar, deja completamente de ser un contrato personal para
devenir un acto público. Es bajo la presidencia de un magistrado del Es-
tado que el matrimonio se contrata; no solamente la ceremonia tiene un
carácter público, sino que también si las formalidades que lo constituyen
no han sido exactamente cumplidas, el matrimonio no es válido. Porque
un acto jurídico cualquiera, lo sabemos bien, toma formas solemnes sólo
si alcanza una gran importancia.
Por otra parte las condiciones externas del matrimonio –pasamos aho-
ra a la organización de las relaciones matrimoniales– nos presentan una

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SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA

particularidad sin análogo hasta el presente en la historia de la familia: es


la aparición del régimen de la comunidad de los bienes entre los esposos,
comunidad universal o reducida a los bienes gananciales. La comunidad
es la regla de la sociedad matrimonial y, si bien puede ser derogada, ella
existe de pleno derecho si no hay convenciones contrarias. Así mientras
que el comunismo se retiraba de la sociedad doméstica, aparecía en la
sociedad matrimonial. La segunda, es decir, la sociedad matrimonial…
¿No estará destinada a reemplazar a la primera en la función de la que
acabamos de hablar, y el amor conyugal no será el resorte capaz de pro-
ducir los mismos efectos que el amor de la familia?
De ninguna manera. Porque la sociedad conyugal tomada en sí mis-
ma es más efímera: ella no nos provee grandes perspectivas. Para que
nosotros estemos ligados a nuestro trabajo, es necesario que tengamos
conciencia de que nos sobrevivirá, que quedará algo luego de nosotros,
que servirá a los que amamos, aunque nosotros ya no estemos más. Este
sentimiento lo tenemos todos naturalmente cuando trabajamos para
nuestra familia, puesto que ella sigue existiendo luego de nosotros. Por
lo contrario, la sociedad conyugal se disuelve por la muerte en cada ge-
neración. Los esposos no se sobreviven el uno al otro por largo tiempo.
En consecuencia no pueden ser el uno para el otro un objetivo suficiente
como para que presenten a las investigaciones las sensaciones del mo-
mento. He aquí por qué el matrimonio no tiene sobre el suicidio una in-
fluencia comparable a la que ejerce la familia.
No vemos, entonces, sino un grupo que sea lo bastante próximo al in-
dividuo como para que éste pueda sostenerse en él estrechamente, bas-
tante durable como para que aquél pueda esperar la perspectiva. Es el
grupo profesional. Sólo veo que este sea el grupo que puede suceder a la
familia en las funciones económicas y morales que aquélla deviene cada
vez menos capaz de cumplir. Para salir del estado de crisis que atrave-
samos, no es suficiente suprimir la regla de la transmisión hereditaria.
Será necesario poco a poco ligar a los hombres a su vida profesional,
constituir fuertemente grupos de ese género. Será necesario que el deber
profesional tome en los corazones el mismo rol que ha jugado hasta aquí
el deber doméstico. Es ya el nivel moral alcanzado por toda este élite
de la que hemos hablado lo que prueba que esta transformación no es
impracticable. (Por otra parte ese cambio no se realizará de una mane-
ra absoluta, permanecerán por largo tiempo los trazos y los estados del
derecho antiguo; los padres estarán siempre incitados al trabajo por el
deseo de alimentar a sus hijos, de mejorar a su familia. Pero ese móvil

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PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

que vale para sí mismo no sería suficiente como para que una familia
se disperse y desaparezca. Por lo contrario, el grupo profesional es por
esencia, cosa perpetua).
Algunas palabras sobre la reacción secundaria del matrimonio. En la
familia paternal la unión libre se mantiene, en parte, paralela al matri-
monio; pero en la familia conyugal es casi totalmente rechazada. Ella no
genera regla alguna de derecho. Cuanto más organizada está la familia,
más tiende a ser el matrimonio la condición única del parentesco.
Las causas de este hecho son las siguientes. El matrimonio funda la
familia y al mismo tiempo deriva de ella. Entonces, toda unión sexual
que no se contraiga en la forma matrimonial es perturbadora del deber,
del lazo doméstico, y de la intervención del Estado mismo en la vida de
la familia –perturba el orden público–. Desde otro punto de vista, esta
reacción es necesaria. No hay sociedad moral en la que sus miembros
no tengan obligaciones el uno para con el otro, y cuando estas obligacio-
nes ganan una cierta importancia toman un carácter jurídico. La unión
libre es una sociedad conyugal en la que las obligaciones no existen. Es
por ello una sociedad inmoral. Y he aquí por qué los niños criados en
tales medios presentan gran cantidad de taras morales. Es porque ellos
no han sido criados en un medio moral. El niño sólo puede tener una
educación moral si vive en una sociedad cuyos miembros todos capten
sus obligaciones los unos para con los otros. Porque por fuera de esto no
hay moralidad. También, en la medida en que la legislación y la moral
se ocupen de este problema, la tendencia será la de no hacer de todo ma-
trimonio una unión libre, sino de hacer de toda unión, incluso la libre,
un matrimonio al menos inferior.
Tales son las conclusiones generales que se desprenden de este curso.
El progreso de la familia ha sido el de concentrarse y personalizarse. La
familia se contrae cada vez más; al mismo tiempo las relaciones en ella
toman un mayor carácter personal a causa del borramiento progresivo
del comunismo doméstico. Mientras que la familia pierde terreno, el ma-
trimonio –por lo contrario– se fortifica.

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