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Hepatitis: síntomas, tratamiento y todo lo

que debes saber


Lunes, 9 de julio de 2018

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Como cada año, el próximo 28 de julio se celebra el Día Mundial contra la Hepatitis,
al coincidir con la fecha de nacimiento del doctor Baruch Samuel Blumberg, científico
y premio Nobel norteamericano al que se le atribuye la identificación del virus de la
hepatitis B y el posterior desarrollo de su vacuna.

Como tantas otras conmemoraciones vinculadas con la salud, las asociaciones y


organizaciones relacionadas con esta enfermedad aprovechan esta efeméride para
aumentar la concienciación de la sociedad sobre las hepatitis virales y las
enfermedades que provocan, así como para divulgar los avances y los conocimientos
científicos y médicos que se conocen hasta el momento.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cerca de 257 millones de


personas están infectadas por el virus de la hepatitis B y más de 70 millones por el de la
hepatitis C, y solo una parte de esta población es consciente de ello. Según un estudio
presentado el pasado mes de febrero durante el 43º congreso de la Asociación Española
para el Estudio del Hígado (AEEH), se calcula que en España hay más de 200.000
personas afectadas solamente por la hepatitis C; asimismo, la cifra de personas que
desconoce que ha contraído esta enfermedad se sitúa entre 70.000 y 80.000 en el país.

¿Qué es la hepatitis?

Según el Diccionario Enciclopédico Taber de Ciencias de la Salud es la “inflamación del


hígado causada en general por exposición:

 A un agente infeccioso (p. ej.: un virus de la hepatitis).


 A una toxina (alcohol).
 A un fármaco (como el paracetamol).

La enfermedad puede ser crónica o aguda, leve o poner en peligro la vida. Los casos
crónicos solo se detectan al descubrir una elevada concentración de enzimas hepáticas
en la sangre; los casos agudos, por su parte, se caracterizan por ictericia, hepalomegalia
y algunas veces por hemorragia, alteración del estado mental y fallo múltiple de los
sistemas orgánicos”.

Básicamente, y a modo de resumen, la hepatitis es una “hinchazón”, como una especie


de “irritación” del hígado que impide a este órgano trabajar adecuadamente.

¿Qué causa la hepatitis?

Generalmente, se suele asociar la hepatitis a una infección vírica. Pero la realidad es


que los factores que la generan pueden ser otros, entre las que también destacan:

 Daño al hígado motivado por el alcoholismo u otros tóxicos.


 Causas derivadas del uso abusivo o sobredosis de medicamentos.
 Infecciones víricas (las hepatitis A, B, C, D y E de las que se hablará
posteriormente).
 Patologías hereditarias, entre las que destacan la enfermedad de Wilson, la
fibrosis quística o la hemocromatosis, una dolencia derivada de un exceso de
hierro en el sistema.

En líneas generales, se pueden distinguir dos tipos de hepatitis:

 Aguda: con el debido tratamiento y las atenciones necesarias puede llegar a


desaparecer.
 Crónica: su progreso puede propiciar, con el paso del tiempo, una insuficiencia
hepática, cáncer de hígado o cirrosis (destrucción de las células del hígado).

Hepatitis A, B, C, D y E

Son diversos los virus que pueden producir inflamaciones agudas en el hígado. De estos
virus se conocen, por ahora, cinco tipos: A, C, D y E, que son del tipo ARN, y el virus B,
que es ADN.

 Virus A (VHA): se transmite por vía fecal-oral a través del agua, alimentos u
objetos de comida o aseo que estén contaminados, dando lugar a un cuadro
agudo que nunca pasa a la cronicidad. El periodo de incubación se estima
entre quince y cincuenta días. Es, por su modo de contagio, una enfermedad
hídrica, benigna, de especial prevalencia en niños y adolescentes, que adopta
en muchos casos connotaciones epidémicas.
 Virus B (VHB): la transmisión de este virus es parenteral a través de la
sangre y hemoderivados (jeringas, agujas, tubos, catéteres, sondas, etc.,
contaminados), así como secreciones genitales (principalmente semen). El
periodo de incubación se estima entre 50-160 días, lo que configura un amplio
periodo como portador sano. Existe también la transmisión vertical, de la
madre al niño. El contagio por contactos sexuales también convierte a esta en
una enfermedad venérea. Los modos de propagación son tan semejantes a los
del VIH que, en algún momento, se inculpó a este virus como agente causal.
Por su modo de transmisión, tiene especial relevancia a nivel hospitalario (en
el que existen grupos de personas con especial riesgo por su trabajo en
especialidades como hemodiálisis, laboratorio, urgencias, etc., a los que se
aconseja de modo sistemático la vacunación).
 Virus C (VHC): el periodo de incubación es de dos semanas a seis meses.
Tiene dos características importantes, la primera es que se trata de una
infección que puede permanecer asintomática hasta fases avanzadas, la
destrucción del hígado ocurre lentamente y, a veces, los síntomas aparecen
solamente 20 años después de la contaminación por lo que la mayoría de los
pacientes infectados no sospechan de su infección; la segunda, que, a finales
de la década de 1980, no se sabía de la existencia de este virus y, como tal, las
bolsas de transfusión de sangre no se comprobaban: se estima que hasta el
10% de las unidades de sangre fueron contaminadas. Las personas que
recibieron transfusiones de sangre se contagiaban de la enfermedad y ni ellas
ni los médicos eran conscientes. El resultado es que hoy en día hay miles de
pacientes con hepatitis C en etapa avanzada que fueron contaminados
inadvertidamente hace dos o tres décadas. Su transmisión se da en
trasfusiones de sangre (actualmente es poco frecuente), consumo de drogas
inyectables, la reutilización o esterilización inadecuada de equipo médico
(especialmente jeringuillas y agujas) en entornos sanitarios, accidentes
biológicos (especialmente por pinchazos con agujas utilizadas en pacientes
infectados), realización de tatuajes o piercing si no se toman las medidas
higiénicas adecuadas, vía sexual y vía materno-fetal.
 Virus D (VHD): es un virus defectivo que requiere del VHB para su
replicación, lo que provoca hepatitis, por tanto, únicamente en presencia de
este último. Ambos virus pueden contraerse simultáneamente (coinfección) o
existir la condición de portador de VHB y contagiarse con VHD
(superinfección), circunstancia que da lugar a hepatitis de alta severidad y que
fácilmente pasa a la cronicidad. Su transmisión es siempre parenteral.
 Otros agentes virales, no suficientemente conocidos, representan el gran grupo
de hepatitis NANB –No A No B-, en el se incluyen todos aquellos que no
pertenecen a los grupos anteriores.

Principales síntomas de la hepatitis

Como se ha venido apuntando, son varias las causas que pueden generar la hepatitis.
Las principales señales de alerta se pueden resumir en:

Defecaciones claras

Las deposiciones claras, cuasiblanquinosas, son un síntoma que debe alertar, ya que es
una señal común de enfermedad hepática. La respuesta a este síntoma radica en la
bilirrubina, sustancia responsable de la coloración marrón de las heces. Si el hígado no
está trabajando correctamente y se encuentra inflamado, provoca que la bilirrubina que
debe llegar hasta el hígado no se metabolice en dirección a las heces, provocando esa
coloración.

Orina turbia

Si se detecta que la orina es más oscura de lo normal, podría tratarse de otro síntoma de
hepatitis, por una acumulación de bilirrubina en la sangre.

Coloración amarilla de la piel y los ojos

Sin duda, es el efecto más sintomático y característico de la hepatitis: la conocida como


ictericia. De nuevo, la bilirrubina juega un papel fundamental en este proceso. Una
acumulación de esta sustancia en la sangre es la causa de este síntoma.

La ictericia no es solo una señal habitual de la enfermedad hepática, sino que también
se puede encontrar en otras sintomatologías relacionadas con el mal funcionamiento
del hígado (cirrosis, síndrome de Gilber, fiebre amarilla…).

Dolor abdominal

Como se ha mencionado anteriormente, la hepatitis es una hinchazón del hígado que


genera un dolor del órgano, dolor que característicamente se ubica en la parte superior
derecha del abdomen, debajo de las costillas. Incluso en algunas circunstancias, un
simple examen del abdomen permite detectar la inflamación hepática.

Picores

Una de las consecuencias que se asocian a la ictericia es la irritación en la piel, ya que la


bilirrubina depositada en ella provoca los molestos síntomas de picor. De hecho,
especialmente en personas con tez más oscura, los primeros síntomas vienen
determinados por estos picores, sin explicación evidente, antes de que una
manifestación de tez amarillenta.
Otros síntomas

A los cuadros anteriormente descritos habría que añadir otros síntomas que se asocian
generalmente a la hepatitis como lo siguientes:

 Debilidad y agotamiento físico.


 Pérdida de apetito y ganas de comer.
 Náuseas y vómitos.
 Aparición de fiebre baja.
 Y, entre otros, pérdida de peso.

Prevención de la hepatitis

Existen medidas de eficacia comprobada para evitar la transmisión de los virus de la


hepatitis. El VHA se previene mediante medidas higiénicas en la manipulación de
alimentos y medidas de salud pública (desinfección del agua de consumo). Además, se
dispone de una vacuna frente al mismo, cuya administración se aconseja a personas con
alto riesgo (viajeros a países endémicos, militares, etc.).

La hepatitis de transmisión sérica (VHB y VHC) puede impedirse mediante las


siguientes medidas: utilizar del preservativo en relaciones sexuales y evitar el uso
compartido de útiles de aseo personal. En trabajadores expuestos (personal sanitario y
otros colectivos) debe utilizarse material desechable para la manipulación de muestras
biológicas, y han de atenerse a las precauciones universales, con especial atención a la
manipulación de instrumentos punzantes o cortantes.

Asimismo, la hepatitis B cuenta con una vacuna muy efectiva (en torno al 95% de
vacunados alcanzan niveles de anticuerpos adecuados). La vacunación se realiza en tres
dosis (a los 2, los 4 y los 12 meses) por vía intramuscular. Según los datos presentados
en una sesión del VI Simposio Internacional sobre la Atención de Hepatitis en Usuarios
de Sustancias (INHSU 2016), celebrado en Oslo (Noruega), el desarrollo de una
inmunización contra el VHC está viéndose frenado por la gran variabilidad del virus y
por la imposibilidad de obtener una inmunización completa.
Hepatitis: pautas para una buena alimentación
Volver a Nutrición

Eva Martínez Arredondo


Viernes, 28 de Julio de 2017 - 10:00

En pacientes con hepatitis se aconseja un mayor consumo de verduras, legumbres, lácteos y frutos secos.

Una dieta equilibrada es fundamental para el bienestar físico y mental del paciente con hepatitis ya que
influye directamente en su calidad de vida. Tal y como señala Javier Ampuero, especialista del Aparato
Digestivo y miembro de la Sociedad Española de Aparato Digestivo (Sepd), una buena
alimentación puede ayudar al control de algunos síntomas como la fatiga o el malestar general. “El
hecho de tener malos hábitos alimenticios y un estilo de vida desordenado son factores negativos en la
evolución de la enfermedad, ya que puede progresar hacia la cirrosis hepática”, advierte.
“La hepatitis puede afectar a la absorción de nutrientes e influir sobre el apetito del enfermo,
provocándole una pérdida de peso, reduciendo sus reservas de energía y dificultando la recuperación”,
añade María José Cejas, farmacéutica en la Farmacia Europa de Puente Genil en Córdoba y experta en
Nutrición. En su experiencia, unos hábitos alimenticios saludables ayudan a mantener el balance de líquidos
y electrolitos en el organismo y disminuir la sobrecarga de trabajo del hígado.
Existen diferentes tipos de hepatitis virales (A, B y C) que, unido a las características del paciente, hacen
que las recomendaciones dietéticas varíen y, además, deban ser consultadas siempre a un profesional
sanitario. El estado de la enfermedad es clave para José María Molero, miembro del Grupo de Trabajo de
Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), quien reconoce
que la alimentación no sufre grandes modificaciones hasta que la hepatitis no se encuentra en un estado
avanzado. “La enfermedad puede ser asintomática en la fase aguada, sólo aparece pérdida de apetito. En
cambio, cuando el virus no se elimina, en los tipos B y C, se vuelve crónicapudiendo aparecer fibrosis y
cirrosis 20 años después de la contraer la infección”, explica Molero. A su juicio, antes de este periodo no
está comprobada la necesidad de hacer cambios en la dieta.

Alimentos aconsejados para pacientes con hepatitis


La cantidad de proteínas debe mantenerse alrededor de 1,5 gramos por kilo de peso al día aunque lo
importante es el origen de dichas proteínas. “Los productos más adecuados son las carnes blancas como el
pollo, el pavo y el conejo o el pescado con alto valor biológico y fácil digestión”, afirma Ampuero. Para la
síntesis de proteínas, Molero también recomienda un mayor consumo de lácteos, legumbres y verduras.
¿Y qué pasa con los hidratos de carbono? El miembro de la Semfyc apunta que su ingesta debe mantenerse
a través de hidratos complejos presentes en la pasta, el arroz, los cereales, el maíz, la avena y los frutos
secos sin sal. “En cuando al consumo de grasas, no debe superar el 30 por ciento de la ingesta total y hay
que evitar las saturadas optando por el aceite de oliva en vez de la mantequilla”, comenta Molero.
Según Ampuero, los últimos estudios consideran que el café es apropiado para personas con enfermedad
hepática -incluida la hepatitis- por su poder antioxidante y antiinflamatorio, ya que puede frenar su
evolución.

Alimentos prohibidos para los pacientes con hepatitis


El alcohol es lo único que está totalmente restringido ya que está catalogado como un tóxico directo del
hígado. “Debería evitarse incluso la cerveza sin alcohol, que sigue manteniendo cierta cantidad, ya que está
demostrado que acelera la progresión de la enfermedad hepática y más aún en una persona que padezca una
hepatitis”, subraya Ampuero.
El resto de pautas dietéticas son recomendaciones apropiadas para las personas con hepatitis aunque no se
tratan de alimentos prohibidos como en el caso anterior. Los tres expertos consultados coinciden en que se
debe evitar el cerdo y la ternera, que son carnes con mayor índice de grasa. “Un hábito interesante es
intentar retirar la piel o la grasa visible de la carne que tienen gran cantidad de grasas saturadas”, sugiere
Ampuero. Otros productos prescindibles son la mayonesa, los embutidos, la bollería, los azúcares
refinados y las comidas precocinadas. “Hay que tener precaución con los refrescos, los jugos de fruta y el
pan blanco refinado por su contenido en azúcares”, añade.
¿Y la sal? Molero explica que las restricciones de este ingrediente depende del paciente: “Cuando existe
ascitis, acumulación de líquidos, sí que debemos controlar la ingesta de líquidos y de sal porque el hígado no
produce albúmina lo que causa fallos en el riñón”.

¿Son necesarios los suplementos alimenticios?


Según Cejas, a veces es necesario administrar vitamina B pero siempre bajo prescripción médica. “Debe
consultarse con el médico ya que la toma de suplementos vitamínicos sin supervisión pueden ser
perjudiciales para el hígado, por ejemplo, cuando hay un exceso de vitamina A”, detalla Ampuero.
Al respecto, Molero recuerda que salvo en fases avanzadas, no son necesarios los suplementos para corregir
el déficit de vitaminas A, B, D y K, y minerales como el hierro, el zinc, el cobre y el selenio. Sobre la
distribución de las comidas, este especialista aconseja repartirlas a lo largo del día en 6 o 7 tomas. “No
pueden olvidar comer algo después de la cena, un poco antes de ir a dormir, como un vaso de leche con
galletas, fruta o un zumo”, comenta.

Menú para un paciente con hepatitis


Con independencia de la edad, Cejas explica que siempre se debe buscar que no haya carencia de ningún
nutriente y que el hígado no tenga que sufrir más daño para facilitar su recuperación. Esta es su propuesta
para un día:
 Desayuno: café con cereales.

 Media mañana: zumo de naranja.

 Almuerzo: pollo al horno y judías verdes más una manzana.

 Merienda: leche y una tostada con mermelada.

 Cena: lenguado plancha con alcachofas salteadas más una pera.

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