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¿Qué es la hepatitis?
La enfermedad puede ser crónica o aguda, leve o poner en peligro la vida. Los casos
crónicos solo se detectan al descubrir una elevada concentración de enzimas hepáticas
en la sangre; los casos agudos, por su parte, se caracterizan por ictericia, hepalomegalia
y algunas veces por hemorragia, alteración del estado mental y fallo múltiple de los
sistemas orgánicos”.
Hepatitis A, B, C, D y E
Son diversos los virus que pueden producir inflamaciones agudas en el hígado. De estos
virus se conocen, por ahora, cinco tipos: A, C, D y E, que son del tipo ARN, y el virus B,
que es ADN.
Virus A (VHA): se transmite por vía fecal-oral a través del agua, alimentos u
objetos de comida o aseo que estén contaminados, dando lugar a un cuadro
agudo que nunca pasa a la cronicidad. El periodo de incubación se estima
entre quince y cincuenta días. Es, por su modo de contagio, una enfermedad
hídrica, benigna, de especial prevalencia en niños y adolescentes, que adopta
en muchos casos connotaciones epidémicas.
Virus B (VHB): la transmisión de este virus es parenteral a través de la
sangre y hemoderivados (jeringas, agujas, tubos, catéteres, sondas, etc.,
contaminados), así como secreciones genitales (principalmente semen). El
periodo de incubación se estima entre 50-160 días, lo que configura un amplio
periodo como portador sano. Existe también la transmisión vertical, de la
madre al niño. El contagio por contactos sexuales también convierte a esta en
una enfermedad venérea. Los modos de propagación son tan semejantes a los
del VIH que, en algún momento, se inculpó a este virus como agente causal.
Por su modo de transmisión, tiene especial relevancia a nivel hospitalario (en
el que existen grupos de personas con especial riesgo por su trabajo en
especialidades como hemodiálisis, laboratorio, urgencias, etc., a los que se
aconseja de modo sistemático la vacunación).
Virus C (VHC): el periodo de incubación es de dos semanas a seis meses.
Tiene dos características importantes, la primera es que se trata de una
infección que puede permanecer asintomática hasta fases avanzadas, la
destrucción del hígado ocurre lentamente y, a veces, los síntomas aparecen
solamente 20 años después de la contaminación por lo que la mayoría de los
pacientes infectados no sospechan de su infección; la segunda, que, a finales
de la década de 1980, no se sabía de la existencia de este virus y, como tal, las
bolsas de transfusión de sangre no se comprobaban: se estima que hasta el
10% de las unidades de sangre fueron contaminadas. Las personas que
recibieron transfusiones de sangre se contagiaban de la enfermedad y ni ellas
ni los médicos eran conscientes. El resultado es que hoy en día hay miles de
pacientes con hepatitis C en etapa avanzada que fueron contaminados
inadvertidamente hace dos o tres décadas. Su transmisión se da en
trasfusiones de sangre (actualmente es poco frecuente), consumo de drogas
inyectables, la reutilización o esterilización inadecuada de equipo médico
(especialmente jeringuillas y agujas) en entornos sanitarios, accidentes
biológicos (especialmente por pinchazos con agujas utilizadas en pacientes
infectados), realización de tatuajes o piercing si no se toman las medidas
higiénicas adecuadas, vía sexual y vía materno-fetal.
Virus D (VHD): es un virus defectivo que requiere del VHB para su
replicación, lo que provoca hepatitis, por tanto, únicamente en presencia de
este último. Ambos virus pueden contraerse simultáneamente (coinfección) o
existir la condición de portador de VHB y contagiarse con VHD
(superinfección), circunstancia que da lugar a hepatitis de alta severidad y que
fácilmente pasa a la cronicidad. Su transmisión es siempre parenteral.
Otros agentes virales, no suficientemente conocidos, representan el gran grupo
de hepatitis NANB –No A No B-, en el se incluyen todos aquellos que no
pertenecen a los grupos anteriores.
Como se ha venido apuntando, son varias las causas que pueden generar la hepatitis.
Las principales señales de alerta se pueden resumir en:
Defecaciones claras
Las deposiciones claras, cuasiblanquinosas, son un síntoma que debe alertar, ya que es
una señal común de enfermedad hepática. La respuesta a este síntoma radica en la
bilirrubina, sustancia responsable de la coloración marrón de las heces. Si el hígado no
está trabajando correctamente y se encuentra inflamado, provoca que la bilirrubina que
debe llegar hasta el hígado no se metabolice en dirección a las heces, provocando esa
coloración.
Orina turbia
Si se detecta que la orina es más oscura de lo normal, podría tratarse de otro síntoma de
hepatitis, por una acumulación de bilirrubina en la sangre.
La ictericia no es solo una señal habitual de la enfermedad hepática, sino que también
se puede encontrar en otras sintomatologías relacionadas con el mal funcionamiento
del hígado (cirrosis, síndrome de Gilber, fiebre amarilla…).
Dolor abdominal
Picores
A los cuadros anteriormente descritos habría que añadir otros síntomas que se asocian
generalmente a la hepatitis como lo siguientes:
Prevención de la hepatitis
Asimismo, la hepatitis B cuenta con una vacuna muy efectiva (en torno al 95% de
vacunados alcanzan niveles de anticuerpos adecuados). La vacunación se realiza en tres
dosis (a los 2, los 4 y los 12 meses) por vía intramuscular. Según los datos presentados
en una sesión del VI Simposio Internacional sobre la Atención de Hepatitis en Usuarios
de Sustancias (INHSU 2016), celebrado en Oslo (Noruega), el desarrollo de una
inmunización contra el VHC está viéndose frenado por la gran variabilidad del virus y
por la imposibilidad de obtener una inmunización completa.
Hepatitis: pautas para una buena alimentación
Volver a Nutrición
En pacientes con hepatitis se aconseja un mayor consumo de verduras, legumbres, lácteos y frutos secos.
Una dieta equilibrada es fundamental para el bienestar físico y mental del paciente con hepatitis ya que
influye directamente en su calidad de vida. Tal y como señala Javier Ampuero, especialista del Aparato
Digestivo y miembro de la Sociedad Española de Aparato Digestivo (Sepd), una buena
alimentación puede ayudar al control de algunos síntomas como la fatiga o el malestar general. “El
hecho de tener malos hábitos alimenticios y un estilo de vida desordenado son factores negativos en la
evolución de la enfermedad, ya que puede progresar hacia la cirrosis hepática”, advierte.
“La hepatitis puede afectar a la absorción de nutrientes e influir sobre el apetito del enfermo,
provocándole una pérdida de peso, reduciendo sus reservas de energía y dificultando la recuperación”,
añade María José Cejas, farmacéutica en la Farmacia Europa de Puente Genil en Córdoba y experta en
Nutrición. En su experiencia, unos hábitos alimenticios saludables ayudan a mantener el balance de líquidos
y electrolitos en el organismo y disminuir la sobrecarga de trabajo del hígado.
Existen diferentes tipos de hepatitis virales (A, B y C) que, unido a las características del paciente, hacen
que las recomendaciones dietéticas varíen y, además, deban ser consultadas siempre a un profesional
sanitario. El estado de la enfermedad es clave para José María Molero, miembro del Grupo de Trabajo de
Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), quien reconoce
que la alimentación no sufre grandes modificaciones hasta que la hepatitis no se encuentra en un estado
avanzado. “La enfermedad puede ser asintomática en la fase aguada, sólo aparece pérdida de apetito. En
cambio, cuando el virus no se elimina, en los tipos B y C, se vuelve crónicapudiendo aparecer fibrosis y
cirrosis 20 años después de la contraer la infección”, explica Molero. A su juicio, antes de este periodo no
está comprobada la necesidad de hacer cambios en la dieta.