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El origen de las cortinas

La cortina, y más en general el cortinaje, tiene orígenes remotos: es un arquetipo de la casa, un paradigma de la
construcción.

Inicialmente acompaña la evolución histórica de la Iglesia, es la presencia de Dios en medio de los hombres: la
Shekinah. La Biblia la nombra como nube luminosa que acoge al pueblo nuevo, para dar espacio al hombre que
retorna a Dios. Se presenta así, al menos en una forma embrionaria, como un signo de protección.

En la época medieval surge el dosel ceremonial que protege el paso de los nobles, como un gran cubrecabezas
para adorar y a cuyo paso inclinarse.

Con el Renacimiento, en cambio, la cortina, entendida como tejido o drapeado, se transforma en adorno real:
los nobles adquieren los tejidos en Oriente y adornan los corredores de sus palacios.

Será en el Barroco, con el nacimiento de la escenografía y el amor por los drapeados, cuando nazca el culto
por los cortinajes entendidos como ornamento..

Con la llegada de Napoleón el tejido asume un mayor impulso, favorecido también por el aumento de la riqueza
y de las necesidades de la corte. Había que esconderse de las miradas indiscretas y el cuchicheo de la corte no
debía difundirse en los pasillos. Esta es la razón por la que aparece el tejido relleno: los muros, las puertas y,
naturalmente, las ventanas, eran adornadas de suntuosísimos drapeos, ''guateados'', pintados y enriquecidos
con grecas, diseños y orlas de oro.

En el s. XIX el gusto se orientará hacia un estilo más casto, dominará el blanco.

La llegada de Biedermair, caracterizado por austeridad y rigor, cambiará de nuevo los colores de los tejidos,
pero no su función. Las cortinas suavizarán las líneas mórbidas del siglo anterior, para crear una verticalidad de
efecto rígido y cuadrado.

En el s. XX nos encontramos frente a los ejemplos de la arquitectura moderna capaz de ofrecer una nueva
calidad de vida. Sobre esta base las cortinas se adaptan a cualquier tipo de exigencia, de la difusión de la luz a
la reserva que un dormitorio puede requerir.

Hoy la cortina muestra sobriedad y elegancia sin quitar nada a la decoración circundante. La regla a seguir
siempre es la de no ahorrar en la calidad de los tejidos.

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