La frontera indomita
En torno a la construccién y defensa
del espacio poético
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Graciela Montes
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FONDO DE CULTURA
ECONOMICA
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EsPACIOS PARA LA LECTURA‘La frontera indémita. En torno ala construccion y defensa del espa
cio poético / Graciela Montes. — México : FcE, 1999
119 p. 521 x 14 cm — (Colec. Espacios para la Lectura)
ISBN 978-968-16-5972-1
1. Creacién artistica 2. Libros y lectura 3. Aprendizaje 4, Fomento a
Jalectura I. Ser. IL t.
LC PN98.R38 M6 Dewey 028.5 M445f
Distribucin mundial
DRO 1999, Fondo de Cultura Econémica
Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
www:
Comentarios: librosparaninos@fe i
‘Tel. (55)5449-1871 meScherezada 0 la construccién
de la libertad
Hace 20 anos creia que eran muchas las cosas que debia decir,
hoy uensolque lo que quiero decir no es tanto. Hace 20 afos
creia saber mas —mucho mas que ahora-, y mis opiniones
eran mas contundentes. También tenia mucha mis confianza
en poder comunicar mi pensamiento. Como se vera, era algo
ingenua. Hoy no tengo esa confianza. He terminado por
darme cuenta de que todo lo que me rodea es complejo, cam-
biante, equivoco e inasible, que esta construido en capas y
més capas y que siempre queda alguna otra capa por debajo,
algo sorprendente que me obligaré a replantearme todo a
cada paso, y que la vida no me alcanzara para explorar sino
unos pocos trozos. Tampoco doy ya por descontada la comu-
nicacién, como hacia antes. Mas atin: hoy, en un mundo sa-
turado como éste en el que vivimos, con tan poco silencio,
la comunicacion entre dos humanos
sdlo a veces, se abre una fisura,
dice puede pasar a formar
atosigado de mensajes, |:
me parece un milagro. A veces,
una grieta, y algo de lo que uno
parte genuina de las preocupaciones de otro.
En ese sentido, los que, por razones diversas, nos hemos
quedado cerca de la infancia y no la hemos clausurado corre-
mos con alguna ventaja. La comunica n se vuelve algo mas
facil puesto que las grandes cuestiones son las que nos plan-
tedbamos a los cuatro, a los cinco, a los seis anos, y los paisa-
jes de infancia de las distintas personas, aunque variados, se
Parecen siempre un poco: Los asuntos con que nos topamos
los humanos al entrar a la vida no son tantos: elamor y el des-
15; el cambio, la soledad, la compaiiia, e| abs
amor, el tlemPO», dinaria variedad y ri
surdo, la injusticia, la eee y miqueza de
mundo y la busqueda de sefales para encontrar en lalgtin
sitio. Cuando uno habla desde la propia infancia a la infan-
cia de otros tiene algunas posibilidades mas de que se pro-
duzca la grieta. Por eso decia que corro con ventaja.
Una de esas cuestiones viejas, nunca jamas saldadas, siem-
pre abiertas y calientes, es la que tiene que ver con los cuen-
tos. Y con la ficcion en general. Con cémo se va constru-
yendo el territorio del imaginario. Con la extrafia manera en
que de pronto, en medio de la vida cotidiana y sus contun-
dencias, se levantan las ilusiones de un cuento. Y con el
modo en que nos entregamos a él y resolvemos habitarlo, a
pesar de ser una construccién tan precaria, suspendida en la
nada, hecha de nada y, ademas, para nada. También con las
Tazones que me han llevado a creer que se gana en libertad
con la mudanza.
Me parecié prudente poner estas reflexiones bajo la pro-
teccion de Scherezada. Como todos sabemos, Scherezada lo-
gr6, a fuerza de cuentos, demorar su muerte durante mil y
una noches y luego, como consecuencia de esa demora, de-
morarla atin mas, sine die, es decir, sin dia de plazo fijo, con
plazo azaroso, que es la mejor moratoria que, hasta ahora,
hemos conseguido los humanos en el banco del destino. El
Personaje de Scherezada, la contadora, la que fabrica, con sa”
See Paciencis, una red de resistencia contra la ferocdal
ae eo es ae de humor, ademas— del rey Schatam :
la degitelle, aoe peas suc. alfanje cole a por
un dia de Bs om in) F a cada una de las pobres espos: fe:
oe gnc uista implacable, me agrada mucho
que me ilumina,
u ; j ‘
™| . ES bajo la Proteccién de Scherezada podria haber
evade a reflexionar a partir de Aristételes. Eso le daria
16algun prestigio a mis dichos. En realidad estuve dudando un
buen rato entre Aristételes y mi abuela, y me quedé con mi
abuela. Tal vez hace 20 anos me habria quedado con Arist6-
teles. Hoy por esa decantacién de las aguas de que hablaba
antes, todo lo que luego, con el correr del tiempo, fui leyendo
en torno a la ficci6n, y en general en torno al espacio postico,
mas mi propia practica como artesana de lo poético, aparece
formando parte de un cauce muy antiguo, que se fue ca-
yando en el paisaje mas viejo de todos mis paisajes y por ac-
cién, en buena medida, ya se vera, de mi abuela: Maria Chan.
Inédita, Una muy personal, privada e intima bibliografia.
La pregunta era: ;cOmo se empez6 a construir ese territo-
rio donde estan, se mezclan, se aparean, se prestan jugos,
las historias que me contaron, las que yo, a mi vez, cuento, las
que he leido, y hasta las que me tengo prometido leer cuanto
antes; construcciones todas levantadas en el vacio, puras y
perfectas ilusiones? ;De qué esta hecho ese pais en el que
tengo mis amigos, mis aliados, mis enamorados, muchos de
ellos muertos hace siglos o nacidos y criados en geografias
remotas, y al que busco ingresar cuando, a mi vez, escribo
mis ficciones? ;COmo empez6 todo este asunto?
No se traté de una Unica escena, por cierto, sino de mu-
as, terminaron dibujando un re-
chas escenas que, superpuest
cuerdo, Sentada en el patio a veces, otras veces en mi cuarto,
oen la cocina, de mi casa en Florida, un barrio suburbano de
Buenos Aires, a los cuatro, a los cinco, a los seis ahos, escu-
chaba a mi abuela contar la historia del burro que en lugar
de heces, como cualquier burro contante y sonante, fabri-
caba oro.
La historia —al menos en la version popular que recordaba
mi abuela y que procedia, es de suponer, de Galicia, como su
familia, aunque podia ser también que de algtin otro lado
Porque la ciudad era en los anos de la infancia de mi abuela
17hervidero de inmigrantes— empezaba con un homb
un
obre, pero muy pobre (a ee YO queria sabe
cee. bre el hombre ese, si tenia
Eeypunto, ela Pee i comia 0 no comi
casa tenfa o no ventanas, SI CO ee a ;
tos), que de pronto, por esas vue pe ane tene la vida, dah
con este burro milagroso. Habia, ademas, algunas Palabra,
magicas (mi abuela no habia leido a Propp, como cualquier
se puede imaginar, pero podia ejercer con todo desparpajo
cualquiera de las funciones). No recuerdo bien cé6mo descu-
bria las palabras magicas el hombre este, pero sf recuerdo
muy bien cuales eran y que yo, aunque me las sabia de me.
moria desde hacia tiempo, esperaba con mucha ansiedad que
aparecieran. “Asnin, caga azuquin’, ésas eran. Y el burro, en-
tonces, arrojaba por el trasero montones de monedas de oro,
con las que el pobre dejaba de ser pobre instantaneamente, y
hasta podia comenzar a ser generoso.
Pero la segunda parte del cuento era la verdaderamente
emocionante porque ahi todo cobraba sentido, Habfa un
otro -el antagonista, el villano-, y ese otro no era pobre sino
tico, tan rico como pobre era el pobre (a veces yo preguntaba
como de rico, si con ropas de terciopelo, relojes y cadenas de
plata). El otro, claro esta, codiciaba el burro. Y entonces lo
tobd, porque no estaba acostumbrado a privarse de nada de
lo que deseaba en este mundo. Y robé también la formula
Magica, con lo que llegaba a ese punto del cuento muy bien
Provisto, teniéndolo todo Para ser atin mas rico de lo qué
habia sido hasta entonces. Pero quedaba atin un recodo, una
a ae esa historia: al solemne y espera
cays an del nuevo duefio, el burro rsa a
anaes Hs sees ala naturaleza, y de su traseiaa a
burro que no es dee Sino lo que sale del trasero de es
™iun momento meray El pico de la felicidad es! me
el desenlace, un momento an
18instante en que el inocente y justiciero burro enchastraba la
alfombra de seda y brocado que habia tendido el codicioso a
sus pies, con grandes cantidades de desprejuiciadas heces
malolientes.
No era el tinico cuento, por supuesto, pero era uno de mis
favoritos. Lo debo de haber pedido y escuchado
veces entre los cinco y los siete afios. Estaba para mi cargado
de audacia. En primer lugar de audacia en el imaginario,
porque, con palabras nada mas, con aire que salia de la boca
de mi abuela, se construia algo inesperado, algo que no for-
maba parte del mundo de las cosas naturales (y hasta un
burro que violaba las reglas fisiolégicas). En segundo lugar
tenia grandes cantidades de audacia social, hasta de rebeldia,
porque mi abuela, que no me permitia a mi decir palabras
inconvenientes, incluia en el cuento una formula magica
lena de picardia: “Asnin, caga azuquin”. Eso me levaba a
pensar que, en el territorio ese que habitabamos por un rato
las dos, nuestros vinculos eran otros y eran otras las reglas.
Me parecia, ademas, que habia en el cuento una valentia
ética, porque, con arrojo y sin mezquindades, se Ilevaba la
justicia hasta sus tltimas consecuencias (que es lo que uno
espera que suceda cuando tiene cinco, seis, siete afios).
Por otra parte, el hecho de que mi abuela y yo compartié-
semos esa excursién aventurera del cuento creaba un lazo
nuevo entre nosotras. Yo valoraba —valoro— mucho ese la-
z0, que considero inaugural a todos los que he formado a lo
largo de mi vida con escritores que he leido, con lectores con
quienes comparti lecturas y con lectores que han leido mis
escrituras, Formdbamos parte de una cofradia, éramos habi-
tantes de un mismo territorio al que podiamos entrar y del
que podiamos salir tantas veces como quisiésemos. Podia-
mos aludir a él en determinadas circunstancias, hacer bro-
mas secretas al respecto, y con una mirada nomias ya sabia-
ntos de
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