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SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

4. NEOPLATONISMO primero qee MED la atención en este texto es la referencia en los rre fiatja

los dos Aires


En la Residencia, doña María, convertida en el dios de amor, juzga la divino, espiral, que see plarazón.No re menos
pasión amorosa de aquel «hidalgo de amor» que había aparecido en que paragonar este pasaje con el célebre cuadro de Cranach en
la Visita (y que no es otro que Silvestre) con las siguientes palabras: el que se ve la imagen de Cupido puesto de pie encima de un vo-
lumen de los Opera omnia de Platón —en la traducción de Ficino—
«Visto en el pecho amoroso y levantándose la venda que cubre sus ojos. El tema, ampliamente
deste amante el fuego vivo estudiado por Panofsky,*” es, sin lugar a dudas, neoplatónico y va
del divino Amor precioso unido al concepto del amor por el amor que purifica las pasiones
y no del Amor lascivo del hombre («Visto, que su corazón/ se purifica en la llama/ del fue-
del vano dios cegajoso; go de su pasión»).** De los tres tipos de amor que fijaba la tradi-
vista la fe y el amor,
ción neoplatónica, es indudable que aquí Silvestre está inclinán-
la firmeza y el valor,
dose por el primero, el amor espiritual, de las almas, superado el
la sincillez, la bondad, dif da
cuerpo. El«fin deseado» no podía caber ya en este grado amoro-
la constancia, la lealtad, babe omo
la virtud deste amador.
so. Esta es la difer encia única que existe entre este amor divino y el
Amar y
fino amor expuesto en la Pregunta. Allí también bondady razón, no la 01 ampr
Visto que su corazón voluntad, rigen el comportamiento del amante («Bondad y razón Dir el cumor
,
se purifica en la llama en medio/ en el fino amor se pone», vv. 22-23), pero se trata del el e
del fuego de su pasión, segundo grado de amor, el mixto o humano de la tradición me-
y que ama porque ama,
no por otra pretensión;
visto que es digno de amallo, 20. Véase Erwin Panofsky, «Blind Cupido», en Studies in Iconology, Harper, Nue-

querello y remunerallo, va York, 2.* ed., 1962, Cap. IV, pp. 95-98;
y especialmente las pp. 125 y 58.: «Thus de
bandage of blind fold Cupid, despite its in discriminate use in Renaissance art,
el debido honor guardado,
tends Lo retains its specific significance wherever a lover, purely sensual and profa-
por alegado y probado
ne form of love was deliberately contrasted with a higher, more spiritual and sacred
y otras mil razones, fallo:
one, whether marital, or “platonic”, or christian» (pp. 125-126). Véase también del
mismo autor el cap. V («The Neoplatonic Movementin Florence and North Italy»),
Que debo dar y que doy en especial las pp. 142 y ss.; véase, además, Edgar Wind, «Sacred and Profane
a tan valeroso amante Love», en Pagan Mysteries in the Renaissance, Peregrine Books, Londres, 1967, Cap. IX,
como dios de amor que soy PP. 141-151.
por el más firme y constante 21. Amor divino (hijo de la Venus celeste), Amor humano (hijo de la Venus vul-
que se ha visto hasta hoy. gar) y Amor ferino, Véase Erwin Panofsky, «The Neoplatonic Movement in Floren-
(Residencia de Amor, fol. 184v) ce and North Italy», en Studies in Iconology, pp. 143-145. Sin embargo, Silvestre par-
te de una división más simple que opone los dos primeros al tercero, El amor
humano, según Ficino, se contenta con la contemplación de la belleza visible y se
Gran interés presentan estos versos porque son muestra palpable guía por la razón. El texto de Silvestre parece situarse en este grado de amor. En
de la complejidad del pensamiento amoroso de un poeta del si- cambio, el fino amorse encuentra a caballo entre el amor humano y el ferino de Fi-
glo xv1, en el que se entrecruzan distintas corrientes teóricas. Lo cino y Pico.

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dieval, en el que el apetito del cuerpo existe todavía, aunque esté que te tiene por dios, y se asegura
sujeto a la razón.” de ti, que yo ya sé que eres tirano.
Pero estos versos de la Residencia siguen inmersos en un mundo
Otro rayo de eterna alta belleza,
no neoplatónico. La enumeración de las virtudes del amador, las
otra red, otra flecha, insano arquero,
referencias al servicio amoroso y, en fin, la recompensa de la dama
me ha herido, me ha preso y me ha inflamado.
aunque guardado «el debido honor», están más cercanas —aun-
Claro aq
que se trate del grado del amor honesto— a la terminología del fino Por otro Amor, en quien tener firmeza e
4 imor divi no.
amor expuesto por Silvestre y a la de Lorenzo de Médicis, que a la espero con su gracia, te he dejado:
de Bembo en Los Asolanos o a las que por boca del mismo, como an- que tú eres falso dios y Él verdadero.
tes hiciera con Lorenzo de Médicis, desarrolla Castiglione en el li- (fol. 356r)
bro cuarto de El Cortesano.
Para encontrar un poema platónico en Silvestre hay que buscar El poema está incluido, justamente, entre las obras de devoción. La
en su poesía endecasílaba, en los sonetos y canciones,* donde ya su distinción que establece el poeta entre los dos Amores no es la mis-
platonismo está plenamente cristianizado por el neoplatonismo de ma que en el fragmento de la Residencia. En ésta se oponía el amor
Ficino. Véase el siguiente soneto: ferino al amor espiritual, pero sin olvidar la bell eza corporal. En el
soneto, Silvestre opone 1 todo tipo de amor —ciego, sensual; profano,
No procures, Amor ciego y profano, a un seser humano—* tal amor ddivino. Es evidente que el poeta, aun-
al
más con rayos de humana hermosura que en la teoría amorosa admita el amor de las almas, en la prácti-
encender a quien ya de ti no cura,
ca, como indicaba Nobili,* no considera posible que este amor no
porque será de hoy más trabajo en vano. oO de la o física de la
se Cobo por el deseo
Usa tus redes y violenta mano
allá en la humilde plebe y gente obscura
24. El Amor divino está contrapuesto en este pocma a los amores humano y fe-
rino. Se opone, por lo tanto, parcialmente al neoplatonismo, que admitía la con-
22. El amor que nace de la razón es, desde luego, honesto («las personas hu- templación de la belleza humana como medio para alcanzar la “eterna belleza”. De
manas, sin otra causa alguna, solamente por la virtud y la sabiduría se aman efi- hecho, el poema de Silvestre está ya influido por la interpretación contrarrefor-
cazmente con amor más perfecto y más firme que no por la utilidad y por lo delei- mista de los dos amores (véase Erwin Panofsky, «Blind Cupid», p. 127).
table [...]. Este solo es amor honesto y se engendra de la derecha razón, y por eso 25. Flaminio Nobili, Traltato dell'amore humano (citado por Otis H. Green, El
no se halla en los animales irracionales», León Hebreo, Diálogos de amor, en Marce- amor corlés en Quevedo, que comenta: «El tercer grado amoroso de Nobili es platóni-
lino Menéndez y Pelayo, Orígenes de la novela, Bailly-Bailliere [Nueva Biblioteca de co y no sensual, pero no puede entenderlo y cree preferible, si uno tratase de ele-
Autores Españoles, 21], Madrid, 1915, IV, p. 311). Corroboraría esta idea la alusión varse por la contemplación desde la belleza de la criatura al Creador, mirar más
ala falta de interés de su amor («no es amor, sino interese», v. 30); es, pues, amor ho- bien a la belleza de las estrellas que a la forma femenina», p. 25). Un aristotélico,
nesto y no delcitable, Sin embargo, la alusión al «fin deseado» con que se cierra el Agostino Nifo, en su tratado De pulchro el amore, niega que sea posible deleitarse solo
poema nos lleva otra vez al amor deleitable. Nos hallamos, por consiguiente, ante con la vista de la belleza de la amada: «possibile non videtur desiderium fruendae
un amor mixto, con predominio de lo espiritual sobre lo material. pulchritudinis per solum visum, vel auditum, vel utrumque, sed per omnes: nam per
23- Es evidente que el neoplatonismo de Silvestre es relativamente tardío, como quot sensus pulchri species ad imaginariam animam fertur, per tot amor deside-
se advierte en las variantes que ocurren en las distintas redacciones de sus poemas. rium fruendae pulchritudinis esse debet» (citado por Luigi Tonelli, T'Amore nella po-
Estudio el tema en el ya citado artículo «Gregorio Silvestre y la poesía italiana», esia e nel pensiero del Rinascimento, p. 255).

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cribir poemas amorosos dentro de una tradición medieval, petrar- Buenos ejemplos de la conjunción de dos teorías amorosas dis-
quista y neoplatónica, dictados en muchos casos por una pasión tintas nos los dan los dos sonetos complementarios que Silvestre de-
auténtica, pero siempre sujetos a una casuística amorosa conven- dicó a doña María:
cional que todos sus lectores conocen, y otra cosa es tratar seria-
mente del amor en el terreno vital y de las conciencias. En la lírica Habiendo sido ya más combatida
amorosa del siglo xvi, el deseo es el punto de partida del amor; mi ninfa que en el mar la dura roca, mw
las amadas son tenidas por «Dios», como dirá Fernando de Rojas; sise
C
Amor la fuerza, hiere y la provoca 7O
: , 5
antepone la voluntad : a la razón; los poetas pueden de sesperarse en a darse entre mis brazos por vencida.
sus versos y entregarse voluntariamente a la muerte. Se trata, claro
está, de convenciones literarias, generalmente sin base real , pero Y allí del mismo amor mío encendida,
e Y 50),/
juzgados estos temas desde un estricto punto de vista del dogr con sus hermosos labios bebe y toca y
ris-
el aire más caliente de mi boca o,
tiano, , todos ellos deben
d ser considerados como pecados.” No nos
haciendo de dos almas una vida, o,
extrañe que las críticas contra los «lascivos» poetas modernos se su-
Ss
cedan sin interrupción a lo largo de todo el siglo xv1. Malón de . >
y un alma de dos cuerpos moradora,
Chaide, por ejemplo, podrá admirar y gustar los versos de Garcilaso, y dos cuerpos en uno más trabados
pero en su juicio moral no puede transigir; la condena se impone, que jamás hiedra estuvo en olmo alguno. S
aunque la Inquisición, afortunadamente para la poesía española, se
preocupa más de los tratadistas que de los poetas amorosos.”” Suspende este milagro, Amor, ahora:
El soneto de Silvestre no hace más que manifestar en términos que no estemos jamás menos ligados
platónicos («rayo de eterna alta belleza») ** la oposición de dos mur
mun- que Sálmacis y Troco hechos uno.
dos inconciliables en la práctica, por más que en la teoría puede haha-
blar « de un divino amor raplicado « ala belleza terrenal de dona María.*9
tante en la lírica de Petrarca y frecuente en Garcilaso, apenas hace su aparición en
la poesía de Silvestre. Solo registro algún caso («que no vale razón, ni ley ni uno/
26. Véase especialmente AlexanderJ. Denomy, The Heresy of Courtly Love, que
para enmendarme del error pasado», n.* 121, vv. 10-11). El tema del Sto y
puede aplicarse en algún caso a la lírica del siglo xv1. Véase también Otis H.
desengaño aparece en la Residencia de Amor, obra que se presenta como ejem plo de
Green, El amor cortés en Quevedo, p. 21. las desgracias que puede ocasionar el amor como deseo, y en algún soneto:
27. La edición de Lisboa de Las obras (1592) no suprime ni un solo verso
amoroso que no tenga relación con la religión. Y la Inquisición de Lisboa se lleva la
De las veces que estuve, estoy corrido,
palma en cuanto a estrechez de miras. En cambio, la traducción de los Diálogos de
sin causa triste, sin razón contento,
amor, de León Hebreo, hecha por el Inca Garcilaso, y el coloquio Dórida, de Dama
turbada y muerta ya la mejor parte.
sio de Frías, se incluyeron en los índices expurgatorios del siglo xvIr (el coloquio
Más huelgo que este mal por bien ha sido:
de Damasio se incorpora a los índices españoles a través de los portugueses; véase
más valen experiencia y escarmiento,
Eugenio Asensio, «Damasio de Frías y su Dórida, diálogo de amor. El italianismo en
que ingenio, discreción, prudencia y arte.
Valladolid», p. 224). (fol. 319v)
28. La huella de Ficino es evidente: «Splendor bonitatis divinae» (In Convi-
vium, Oratio HI, cap. 3). Platonismo, «Tayo de eterna alta belleza»; cristianismo, El soneto se incluyó entre los poemas dedicados a la muerte de doña María, pero
«con su gracia». Es decir, belleza y bondad, contemplación intelectual y afectividad.
resulta claro que no pertenece a este ciclo. Se encuentra estrechamente vincula-
29. Pero la lucha entre la fuerza de la pasión amorosa y de la razón, que es cons- do al tema que aquí estudiamos («turbada y muerta ya la mejor parte»).

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¡Oh, dulce y breve sueño de alegría, Domna, per cui chan e demor,
durmiera siempre yo y siempre soñara! per la bocha'm feretz al cor
¡La noche más escura se tornara dun doutz baizar de fin'amor coral,
más clara para mí que el claro día! que'm torn en joi e'm get d'ira mortal!**

Soñábame con vos, dulce María,


Pero el tema no pudo llegar a Silvestre de la tradición medieval por
> ¡pluguiera a Dios que nunca despertara,
medio de la lírica castellana, sino a través de las corrientes neopla-
sino que en este sueño me entregara
tónicas renacentistas, que tratan con pera del
interés la función de
y en él se resolviera el alma mía!

Así me da tan gran contentamiento


gozar lo que no es, ¡ojalá fuera!, manila la Eradición tn con la mística medieval, difunden la
pasándose aquel sueño en un momento, idea, siempre como símbolo de la unión del hombre con Dios, y no
referida al amor heterosexual humano. De Pico y Ficino toma Cas-
decid, señora mía, ¿qué hiciera,
tiglione el concepto y lo aplica al amor humano en un célebre pa-
en cuánto más tuviera este contento
saje del Cortesano puesto en boca de Bembo, donde se permite el
si en hecho de verdad os poseyera?
(fols. 303 v-3041r)
beso entre el cortesano entrado en años y la dama a quien sirve.*!
De esta adulterada tradición platónica proceden los tres sonetos
El tema del beso rara vez hace su aparición en la lírica castellana del que Silvestre dedica albeso. En el primero de ellos se expone la
que
siglo xv.
<v. Ejemplos como el de Jorge Manrique —«A una dama que
le besó estando dormido»— son excepcionales.*” La poesía me- 32. Editado en Martin de Riquer, Los Trovadores, 1, p. 41 6, n.* 6g, vv. 29-30.
dieval latina y la provenzal sí, en cambio, utilizan el tema con cier- 33- Sobre el tema, véase el capítulo V del libro de Perella, y en especial las pp.
59 y ss., donde estudia las fuentes de Ficino y Pico.
ta frecuencia,** y Ventadorn podrá escribir:
34. «más aún puede llegar sin caer en culpa por este camino de la razón has-
ta a besalle, lo cual en el amor vicioso, según las reglas del señor Magn ífico, no es
30. El poema de Manrique, Otras suyas, porque, estando durmiendo, le besó su ami- lícito, porque siendo el beso un ayuntamiento del cuerpo y del alma, es peligro que
ga, en Raymond Foulché-Delbosc, Cancionero castellano del siglo Xv, Bailly-Bailliere quien ama viciosamente no se incline más a la parte del cuerpo que a la del alma;
(Nueva Biblioteca de Autores Españoles, 22), Madrid, 1915, 1, n.* 477. En el Can- pero el enamorado que ama, tiniendo la razón por fundamento, conoce que, aun-
cionero de Baena (ed. José María Azáceta, Consejo Superior de Investigaciones Cien- que la boca sea parte del cuerpo, todavía por ella salen las palabras que son men-
tíficas, Madrid, 1966, III, n.? 538, p. 1092) se incluye un decirde Ferrán Sánchez de sajeras del alma, y sale asimismo aquel intrínseco aliento que se llama también
Talavera, en el que pide un beso a una dama: «que vos pluguiese que vos diese alma; y por eso se deleita de juntar su boca con la de la m ujer a quien ama, besán-
paz;/ e d'esto sería asaz contentado». Y la dama responde: «que mi coracón serie dola no por moverse a deseo deshonesto alguno, sino porque siente que aquel
conquistado/ si vos consyntiese llegar a mi faz;/ tengo que a muchas syn duda el ayuntamiento es una abrir la puerta a las almas de entrambos, las cuales, traídas por
agraz/ con tales maneras avedes echado». el deseo la una de la otra, se traspasan y se trasportan por sus conformes veces la
31. Sobre el tema del beso soñado, como ejercicio retórico, en la tradición la- una también en el cuerpo de la otra, y de tal manera se envuelven en uno, que cada
tina medieval, véase Eugenio Asensio, reseña a «Le Gentil, Pierre, La poésie lyrique cuerpo de entrambos queda con dos almas, y una sola compuesta de las dos rige
espagnole et portugaise á la fin du Moyen-Á ge, Premiere partie: Les (hémes et les genres», casi dos cuerpos; y por eso el beso se puede más aína decir ayuntamiento del alma
en Revista de Filología Española, XXXIV (1950), p. 300. Para el tema en general, véa- que de cuerpo; porque tiene sobre ella tanta fuerza, que la trae a sí y casi la aparta
se NicolasJ. Perella, The Kiss Sacred and Profane, University of California Press, Ber- del cuerpo; por esta causa todos los enamorados castos desean el beso como un
keley, 1969, pp. 111-123. ayuntamiento espiritual» (Los cuatro libros del Cortesano, pp. 385-386).

li 1] f

198 199 y adulterad, jruldicion


platon, LA +
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idea neoplatónica —que deriva de la mística medieval—* de la Silvestre, en cambio, rompe los límites que trazaba la sutil teoría
unión de las almas por medio del beso: de Castiglione,** y cae irremisiblemente en la franca expresión del
apetito carnal, aunque éste vaya unido al espiritual:
haciendo de dos almas una vida
Y dos cuerpos en uno más trabados
y un alma de dos cuerpos moradora
que jamás hiedra estuvo en olmo alguno.*

De la misma tradición, que se remonta, según parece, al misticis-


Las almas se unen, sí, pero también con los cuerpos y no como
mo judío, procede el motivo de la disolución del amante, de la
pura metáfora.*” Los versos del soneto siguiente corroboran esta
mors osculi3"
apreciación:

¡pluguiera a Dios que nunca despertara, decid, señora mía, ¿qué hiciera,
sino que en este sueño me entregara en cuánto más tuviera este contento
y en él se resolviera el alma mía! sien hecho de verdad os poseyera?

Pero esto solo es lo que admite El Cortesano. El instinto sexual no Silvestre no puede desligar, como hicieron Castiglione o Varchi,
existe en el viejo cortesano que por medio del beso se eleva al a alma | y Cuerpo. El! beso. no el <fin deseado», sino un medio muy
contemplación de l Belleza Eterna. Allí se detienen también otros
poetas, como Varchi: 38. «In the mundane society of the Book of the Courtier, the distinction bet-
wen Platonic and profane Love is a nice one wich, specially in the kiss passage, be-
comes dangerously tenuous» (Perella, The Kiss Sacred and Profane, p. 178).
O santissimo Amor, ultima spene
39. CF. el siguiente pasaje de Ariosto en el que se describe también un beso
é il baciar casto in te, ch'altro no lece (Orlando furioso, VIL, v. 29):
a cortese amator, né piú conviene.”
Non cosí strettamente edera preme
pianta ove intorno abbarbicata s'abbia
come si stringon li due amanti in sieme.
35: Perella, The Kiss Sacred and Profane, p. 175.
36. Sobre el tema, muy frecuente en Pico, véase Perella, The Kiss Sacred and 40. La comparación final, de Sálmacisy Hermafrodito [Troto], era grata a los
Profane, pp. 171 y ss., y Edgard Wind, «Amor as a God of Death», en Pagan Myste- neoplatónicos, pero referida a la unión de las almas: «Quello amore é perfetto che
ries in the Renaissance, Faber €e Faber, Londres, 3.* ed., 1967, pp. 15 2-1 70. Partien- annoda insieme perfettamente gli innamorati in maniera, che perduto il propio loro
do de este concepto normal en la mística y en los neoplatónicos, corrijo el verso de sembiante, diventino essi amendue un no só che terzo, non altrimentú che di Salma-
Silvestre «y en él se rebolviera el alma mía», por resolviera (disolviera). CE. el siguien- ce e Ermafrodito si favoleggi» (Sperone Speroni, Dialogo d'amore, citado por Luigi To-
te pasaje de Silvestre (fol. 298v.): nelli, L'Amore nella poesia e nel pensiero del Rinascimiento, p. 287). Sobre la referencia a
Troco, véase Marcel Bataillon, «Salmacis y Troco en El Abencerraje», en Hommage a lir-
y en quien yo noche y día contemplando, nest Martinenche, Editions d'Artrey, París, 1939, pp- 355-363 (ahora en Varia lección de
me ardo, me consumo, me resuelvo. clásicos españoles, Gredos, Madrid, 1964, pp- 27-38); María Rosa Lida de Malkiel, «La
General estoria: notas literarias y filológicas (11)», Romance Philology, XUL (1959), P-75 Y
37. Lirici del Cinquecento, ed. Daniele Ponchiroli, Unione Tipografico-Editrice Marcel Bataillon, reseña a «El Abencerraje y la hermosa farifa (cuatro textos y su estudio
Torinese, Turín, 1958, p. 241. por Francisco López Estrada) », en Bulletin Hispanique, LXU (1960), p. 202, N. l.

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cercano para conseguir éste. Pero el beso de Silvestre es un beso so- cro a otro profano en la poesía provenzal del siglo x11. Todo tipo de
ñado —al menos en estosdos sonetos.** El poeta, como hará Que- términosy situaciones que podían darse en la temática religiosa pa-
vedo,* canta el deseo de posesión, no la posesión en sí misma: el san a formar parte de la casuística amorosa de los trovadores. Como
sueño es la máxima materialización que puede alcanzar el amante idolatría y deificación de la dama, con todas sus implicaciones, s se
dentro de la concepción del fino amor. Sin embargo, en estos 5 poe- podría definir bien esta nueva religión de amor. Lecoy, Le Genuil,
mas, se puede observar la contr adicción existente entre la tradicición María Rosa Lida y Otis H. Green* han estudiado a fondo el tema
medieval del fino amory la neoplatónica. Paradójicamente, es e en la poesía castellana medieval e incluso Le Gentil ha señalado,
tos sonetos neoplatónicos donde Silvestre expresa con mayor clari- aunque no explicado satisfactoriamente, su extraordinaria difusión
dad el deseo de posesión, espiritual y física, de la amada, en España.*”
La tradición llega, con pleno vigor, al siglo xvi, acrecentada
además con el petrarquismo y con el neoplatonismo. Las corrien-
5- “RELIGIO AMORIS» tes neoplatónicas lógicamente tenían que ver con agrado, por-
que les era útil, la tradición deificadora de la dama y del amor.
La religión de amor es uno de los rasgos más característicos —jun- Una filosofía que exalta el amor como fuerza motriz del universo
to con el adulterio, la cortesía y la humildad— del amor cortés en y que considera la belleza humana como un reflejo de la Belleza di-
la definición « de Lewis.*% No nos interesa discutir aquí el origen, por vina, por fuerza tenía que expresarse en términos cuasi religiosos.
otra parte problemático,* de la incorporación
i de un universo sa- El neoplatonismo fue una fuerza fecundadora más, o al menos con-
servadora, de algunos aspectos de la religio amoris provenzal. Donde
41. El soneto «¡Oh, dulce gusto, estraño, peregrino!» (fol. 305r) probable- mejor se advierte la integración de una corriente en la otra es en
mente alude a un besp real que doña María dio a Silvestre Etónido sta se hallaba
los poemas de loor: el mundo de la carne puede estar. sustituido
enfermo. VaÑ la Da
42. Esel soneto «¡Ay, Floralba! Soñé que te... ¿dirélo?/ Sí, pues que sueño fue:
2 te gozaba», Obra poética, ed. José Manuel Blecua, Castalia, Madrid, 1969, L, amoris y del amor cortés en general. Véase también Moshé Lazar, Amour courlois el
y
337» P- 513. Otis H. Green lo interpreta como una manifestación de amor sen «fincamors» dans la littérature du x1f siécle, pp. 81-84, donde resume el problema
. o ferino (11 amor cortés en Quevedo, p. 29). Creo que el soneto debe entenderse adopta la posición de Lewis, Para el tema en general, véase Raymond Gay-Grosier,
como el de Silvestre. No se trata tanto de amor ferino como de amor mixto, siempre Religious Elements in the Secular Lyrics of the Troubadows, North Carolina University
claro está, en la tradición de la fin* amors: el sueño cumple el deseo de posesión ie Press, Chapel Hill, 1971.
herente a esta concepción amorosa. El soneto de Quevedo, en realidad, se inspira an. Félix Lecoy, Recherches sur le «Libro de Buen Amor», Droz, París, 1938,
—y bastante— en uno anterior de Tablares, como ha demostrado Georgina Sabat PP. 221 ys8.; Pierre Le Gentil, La poésie lyrique espagnole et portugaise á la fin du Moyen
Rivers, «Quevedo, Floralba y el Padre Tablares», Modern Language Notes, XCHI Áge, Plihon, Rennes, 1949, 1, pp- 192 y ss.; María Rosa Lida de Malkiel, «La hipér-
(1978), pp. 320-328. Véase, además, para el tema del beso soñado el estudio de la bole sagrada en la poesía castellana del siglo xv», Revista de Filología Hispánica, VVA
misma autora sobre El «Sueño» de Sor Juana Inés de la Cruz: tradiciones literarias y origi- (1946), pp. 121-130; y Otis H. Green, «Cour tly Love in the Spanish Cancioneros», Pu-
nalidad, Tamesis, Londres, 1978. El texto de Tablares —junto con otros poemas de blications of the Modern Language Association, LXIV (1949), Pp. 247-310 (249-254).
este fino poeta jesuita tan leído en esta época— puede leerse en la excelente edición 46. «Le succés aussi durable ne s"explique que par cette faculté particuliére
de Arthur L. Askins, The Cancionero de Cristóvao Borges, Touzot, París, 1979, p. 1 80 qu'a imagination castillane d'associer et de méler sans cesse, dans ses réves, l'hu-
43- Clive S. Lewis, La alegoría del amor, trad. española de Delia Sampietro, Eu- main au divin, le réel et le concret aux conceptions les plus abstraites de l'esprit»
deba, Buenos Aires, 1953, cap. L pp. 1-36. (La poésie lyrique espagnale et portugaise á la fin du Moyen Áge, L, p. 204). Véase la sa-
44. Véase Clive S. Lewis, La alegoría del amor, pp. 7 y ss., donde refuta el posi- bia reseña de Eugenio Asensio a la fundamental obra de Le Genúil citada en n. 31,
ble influjo de la religión —y del culto a la Virgen— como germinadores de la religio pp. 301-302, especialmente.

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por el del espíritu, pero la expresión religiosa es una y la misma. No dentro de las novedades espirituales de su siglo, sin apenas restos
debemos olvidar tampoco que la espi iritualidad de los hombres del de medievalismo. Quiere esto decir que la terminología religiosa de
siglo xv1 no es la de los poetas provenzales, ni siquiera la de los cas- la lírica de amor le era doblemente familiar: por la tradición de la
tellanos del siglo xv. Palabras como «merecimiento», «culpa», «gra- poesía profana y por su conocimiento bastante profundo del nue-
cia», «misericordia», «dios de amor», «fe viva» tenían ahora una po- vo contexto religioso. A continuación intentaré delimitar en lo po-
pularidad y un significado nuevo y polémico. Es posible que en el sible ambas corrientes, dejando bien sentado siempre que sin la
siglo x11 la religión de amor naciera inicialmente como parodia y primera, es decir, la tradición cortesana, la segunda hubiera sido
como enfrentamiento a las férreas actitudes de los teólogos cris- inimaginable.
tianos frente al amor;” pero en el siglo xv1 es ya una convención li-
teraria sin trascendencia alguna. El Concilio de Trento, desde lue- a) La tradición profana
go, se enfrentó al problema, pero se preocupó más de las parodias
(sesión IV, julio de 1546) que de los tópicos que habían ido en- Recoge Silvestre de la tradición del siglo xv, aunque de manera ate-
grosando el repertorio de la lírica amorosa. Veremos, efectivamen- nuada —no podía ser de otro modo—, los tópicos característicos
te, que el padre Pineda fulmina por peligrosos algunos sonetos de de la idolatría de la dama, muy abundantes en los poemas de loor.
Góngora." Pero su celo no es tanto profesional como personal. Con La amada aparece identificada con un dios:
el mismo motivo podría haber suprimido varios poemas de Queve-
do, de Lope o de cualquier otro poeta de aquellos siglos. porque con solo llorar
Silvestre es un eslabón más en esa cadena que comienza en Pro- no se enternesce este dios
venza y llega a Góngora o Quevedo. Ensu religión de amor pode- (fol. 78r)
mos encontrar, sin embargo, dos tendencias difícilmente deslinda-
bles. Por una parte, recoge los tópicos que le brindaban los poetas Como dios que debe ser adorado:
cs

españoles del siglo xv, la línea de Petrarca y el neoplatonismo; por


Otra, esos tópicos tienen, en muchos casos, un significado más in- que algún. tiempo tengáis cuenta
mediato. La musa cristiana sopló pocas veces a los poetas del si- del ánima que os adora.

glo xv y a los provenzales —aunque en el caso de estos últimos, la (fol. zar)


poesía religiosa es más abundante de lo que habitualmente se afir-
y pues no vale el tormento
% Silvestre es, en cambio, uno de los más importantes poetas
de mi alma que os adora
religiosos del siglo XVI, y si en su lírica amorosa puede ser tildado,
injustamente, de arcaizante, en la sacra, por el contrario, se mueve
O bien el templo dedicado a la amada ya deificada:
47. Véase Clive S. Lewis, La alegoría del amor, pp. 17 y ss. lo tengo dedicado a vuestro templo
48. Por ejemplo, el soneto «De pura honestidad templo sagrado» (Sonetos com-
(fol. 296r)
pletos, ed. Biruté Ciplijauskaité, Castalia, Madrid, n.* 53» P- 111): «Loca exageración
de profanos poetas, que en boca de un sacerdote, y junto con otras demasías, se
hace más intolerable y menos digna de disimularse», comenta escandalizado el Pa- Dentro de la misma tradición se encuentra la parodia del Credo,
dre Pineda. No era para tanto. dulcificada, pero no lo suficiente para que la edición de Lisboa no
49. Véase al respecto, Martín de Riquer, Los Trovadores, L, pp. 97-100. suprimiera íntegro el poema:

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¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?
SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS

Señora, ¿creís que vos Como el galardón no puede ser concedido por la dama, dada la ca-
sois el fin de mi deseo? suística del amor cortés, es esperado como un milagro:
Decid, señora: «Sí creo».
Suspende este milagro [el beso sonado], Amor, ahora
(fol. 78r)
(fol. 303)

Silvest re, como habían


Í: hecho sus modelos castellanos, se moverá 1 A tan alto merescer
siempre en la órbita del infierno-cielo o, más frecuentemente, del no puede venir a cuento
infierno-gloria. Recordemos aquel poema de Quirós:5" valor ni merescimiento;
dicha o milagro ha de ser.
porque hazés lo que Dios, (fol. g1r)
señora, sobre la gente:
Y si por milagro ya
podéys matar y dar gloria
a lo imposible llegare,
mientras menos lo esperare,
Silvestre expondrá el mismo concepto con pocas variaciones: mejor lo merescerá
(fol. 8v)
y así cuando me admitistes
por vuestro, me sublimastes Por milagro se sostiene
y en el cielo me subistes, el dolor que en mi se emplea,
y al infierno me abajastes y el remedio que conviene
después que mal que quisistes. es imposible que sea
, (fol. 54v) si por milagro no viene.
(fol. gor)
La alegría que siente el poeta al conseguir el galardón, en sus más
diversos grados, siempre se expresa con la palabra gloria: En la misma tradición se halla, claro está, ese purgatorio de Amor que
llena parte de la Residencia, al igual que la presencia del Dios de Amor
Tanta gloria en veros siento, y de Venus en la Visita que, inconscientemente, parodian a Cristo y a
tan dulcemente matáis la Virgen. La edición de Lisboa vio el posible peligro y suprimió todas
(fol. 5er) las alusiones al dios de Amor, o, incluso, a la palabra dios. Sin embargo,
los editores de Lisboa dejaron pasar, sin duda por inadvertencia, una
De todo lo que padezco
identificación tan clara como la que aparece en la Sátira segunda:
sin esperanza de gloria
(fol. 57v) At digo, dios de amor,
perdónale tú, señor,
que siempre estoy por fe en vuestra presencia que no se le alcanza más
y mi alma de vos jamás se parte, (fol. 100v)”'
ni partirá jamás, pues sois su gloria.
(fol. g0or) 51. La edición de Las obras modificó tan solo el primer verso («A ti digo, niño
amor»), pero dejó la parodia del Evangelio «Pater; dimitte illis: non enim sciunt
50. Raymond Foulché-Delbosc, Cancionero castellano del siglo Xv, UL, n.* 566, quid faciunt» (Lucas, 23,34).

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207
SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

De la tradición estilnovista y petrarquista toma Silvestre la equipa- De todos sois señora


ración de la amada con un ángel o el adjetivo «angélico» aplicado y a vos está subjeto lo imposible,
al rostro o la voz: y lo que no es visible
se mira en vuestro gesto claramente,
al triste que se absentó adonde está patente
de ese rostro angelical la luna, el sol, el cielo y las estrellas,
(£ol. 80v) la Luz que le da luz, a él y a ellas.
(fol. 312r)
pues que sois muestra hermosa
de los ángeles del cielo b) La religiosidad del xv1
(fol. 231)
Hasta aquí hemos visto las distintas tradiciones de la religio amoris
Y con seguridad la comparación de la dama con el paraíso habi- que se entrecruzan en la obra de Silvestre, con preponderancia de
tualmente rimando con viso y aviso, huella clara del italianismo de la castellana del siglo xv, que con mayor pureza recogía los tópicos
la imagen: de la lírica provenzal. A continuación veremos unos casos concre-
tos en los que a mi entender se fusiona una tradición medieval con
¿Créis, señora, que os hizo una tradición nueva derivada de la peculiar religiosidad del siglo xv1.
Dios en la tierra un vergel,
No hay intención paródica en Silvestre y quizá no es consciente de
para que hallen en él
la presencia de estos nuevos elementos en su poesía, porque ya es-
gran lindeza y gran aviso,
taban en la tradición medieval, pero los matices distintos son per-
“y que en este paraíso
me deleito y me recreo? ceptibles. Por ejemplo, hemos visto antes un caso de deificación con
(fol. 78v)
el siguiente texto:

y la ropa con aviso porque solo con llorar


hondeando y descubriendo no se enternesce este dios
pedazos de paraíso (fol. 781)
(fol. 128v)
La deificación es clara y es de origen medieval; sin embargo, Silves-
Petrarquista es también la alusión al alma santa de la amada: tre está tocando, sin quererlo él posiblemente, una cuestión dispu-
tada: el valor de las lágrimas como medio de salvación. Está apoyan-
Y cuando se me ofresce do, como lo hará en las obras sac ras, la espiritualidad franci ana
mirar la bella y sancta ánima vuestra que tanto valor concede a esta primera fase del arrepen:
(fol. g12v)

52. Véase, por ejemplo, García Jiménez de Cisneros, Exercitatorio espiritual, en


En fin, neoplatónicas son todas aquellas imágenes en que la dama Obras completas, ed. Dom Cipriano Baraut, Abadía de Montserrat, Barcelona, 1965,L,
es un reflejo vivo de Dios: p- 152. Silvestre conoce bien los manuales de oración y meditación que, como el
de Ximénez de Cisneros, tratan de las lágrimas en el «examen de la conciencia»,

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SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

Palabras como merecer, merecimiento, son, sin lugar a dudas, uno sin posible separación. Más clara es la alusión a la gracia, como úni-
de los elementos constantes del amor cortés. Pertenecen al vasalla- co medio de acceder al galardón. También el tema se halla en la
je de amor y son una consecuencia de él. Los poetas anteriores ha- poesía cortesana medieval, pero como el anterior, está tocando el
bían utilizado estos términos con frecuencia en contextos amoro- centro mismo de uno de los puntos más debatidos del dogma. Así,
sos. Silvestre también lo hace numerosas veces; pero él, como todo cuando Silvestre escribe conceptos como los siguientes:
hombre del siglo xv1, estaba al día de los delicados problemas que
planteaban los méritos de Cristo y los del hombre. El cristianismo, No puede subir más, mas bien podría
es cierto, siempre se había planteado la cuestión, pero en ninguna subir a lo imposible vuestra mano;
época había suscitado tal apasionamiento como en la primera mi- lo que no puede ser de parte mía
tad del siglo xvI. Cuando Silvestre toca el tema en su poesía sacra haréis vos por la vuestra muy liviano
(y lo hace con frecuencia), está siempre dentro de la más estricta (fol. 309v)
ortodoxia; más aún, la ortodoxia del poeta le lleva a tratar el pro-
blema del mérito para que todo lector sepa cuál debe ser su posición Aparentemente, estos versos se hallan inmersos en el mundo ca-
frente a las distintas corrientes espirituales. Por eso hallaremos en racterístico del amor cortés. Sin embargo, están en función de los
su poesía sacra versos como los siguientes: versos anteriores, en los que el poeta se halla en un primer grado
de amor: la contemplación de la amada («El alma que ha sabido co-
Vuestros los méritos son, nosceros,
/ ¿qué puede saber más que contemplaros?»). Pero aquí,
y en fe de vuestra pasión contemplar es palabra traída de los tratados de oración y meditación
se funda lo que merezco, tan frecuentes en la primera mitad de siglo, por eso el poeta se ele-
que por mí, en lo que padezco, va o se levanta en esa contemplación:**
ya no espero galardón
(fol. 2811) Está elevada en vuestra hermosura
mi alma, aunque medrosa de gozalla.
Es de todo punto imposible que Silvestre, al tratar del tema en la poe- (fol. g0gv)
sía amorosa, donde tantas veces aparecen conceptos semejantes, no
y quedé tan levantado,
esté influido por este contexto religioso inmediato, aunque, natu-
señora, después que os vi
ralmente, se halle detrás toda una teoría del amor cortés que se apo-
(fol. gv)
ya en las mismas delicadas cuestiones teológicas. Versos como «por-
que pensar merecello [el galardón]/ es locuray frenesía» (fol. 86v),
Nos hallamos aquí ante unos conceptos característicos de la ascéti-
pertenecen a los dos mundos, cortesano y sacro, que se interfieren
ca y de la mística, bien conocidos por Silvestre. El poeta puede lle-

y en su poesía de devoción toca el motivo numerosas veces, El tema, desde luego, 53- Los ejemplos en la poesía castellana del siglo xv son tardíos, pero ya son
no es privativo de la espiritualidad franciscana (Santa Catalina de Siena, por ejem- abundantes en la Cárcel de Amor. Desde luego, Andreas Capellanus recomienda la
plo, dedica en su Diálogo un capítulo entero a las «clases, valor y fruto de las lágri- contemplación imaginativa de la amada: «Hic autem in mentis contemplatione
mas»; véase Obras, ed. Angel Morta, La Editorial Católica, Madrid, 1955, pp. 340-368, cordisque consistit affectu» (p. 153). Pero es evidente que Silvestre superpone la
con bibliografía sobre el tema). tradición de los manuales de meditación a la tradición poética profana.

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SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

gar, por sus méritos, hasta el grado de contemplación propio de la Donde el poeta desarrolla conceptos como el siguiente:
ascética; pasar de allí a la unión mística solo puede hacerse con la
Tal robo no sé entendello.
gracia. Del mismo universo del amor de Dios proceden conceptos
¿Por qué quien hace la prueba
como éstos:
lo que roba no lo lleva
Subíme tanto en amar,
y tú te quedas sin ello?
(fol. g2r)
que ni me ha quedado ser
ni querer ni no querer
¿No deriva del Cantar de los Cantares (4, 9)?:
ni otra cosa en que estribar,
sino dejarme llevar
Me robaste el corazón,
por donde el amor me guía. hermana mía, esposa,
(fol. 86r)
me robaste el corazón
con una mirada tuya,
Esto no es amor humano, ni procede de la tradición medieval amo- con una perla de tu collar.
rosa, Es, ni más ni menos, que la expresión del arrobo místico tras-
ladada a una lírica cuya peculiar constitución la hacía capaz de Y posiblemente, San Juan de la Cruz conocía la letra y glosa de Silves-
recibir conceptos religiosos característicos de un determinado mo- tre cuando fusiona los versos del Cantarcon la idea del robo sin robar.
mento histórico. Ejemplos como el anterior vienen a demostrar que
la lírica amorosa del siglo xv está, en muchos casos, influida por los
¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
tratados de amor divine y no al revés, aunque bien es cierto que el tra-
Y pues me le has robado,
siego de un campo a otro es constante. Los versos amorosos trans-
¿por qué así le dejaste
critos son posiblemente posteriores a estos otros —o por lo menos, y no tomas el robo que robaste?
el concepto sacro es anterior al profano: (Cántico, VW. 41-45)

De tal suerte me renueva, En fin, expresiones comofe viva («sino de la fe tan viva,/ con que
que aunque soy el que he de obrar,
quiere Amor que viva/ y muera en aqueste trato», fol. 11r) no ha-
no he menester otra prueba,
cen referencia a la fidelidad del amante, sino que se aúnan siempre
sino dejarme llevar
al concepto esperanza. Las tres virtudes teologales se trasladan inme-
por donde su amor me lleva.
diatamente al terreno amoroso.** Lo cual, por otra parte, no ten-
(fol. 2321)

La misma letra pastoril glosada por Silvestre: 54: En la Epístola a Farfán (fol. 336r) escribe Silvestre:

Si el alma de esperanza está desierta,


En ese lugar, garzón,
no lo estará de fe mientras viviere,
do pensaste estar guardado, niaun pudiendo morir después de muerta.
pienso yo que te han robado
el alma y el corazón. Alude a la cuestión que planteaba la teología acerca del mantenimiento de las
(fol. g1r) virtudes teologales después de la muerte (véase Santo Tomás, Summa Theologi-

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SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

dría nada de particular, puesto que se halla en la poesía del siglo xv, Como ejemplo final de la inserción
de la nueva religiosidad en la re-
si no supiéramos qué profundos significados tuvo en el siglo xv1 la ligio amoris tradicional, véanse los sigui entes versos: o
fe viva frente a la fe muerta y todo el problema, crucial, de la fe y de l,, PL
e
las obras.?* Dijéronle ambos a dos: pe
«Pues ¿cómo? ¿Amador sois vos? Ch ,
Ylo mismo podríamos decir de frases como dios de amor, con las GD
No sois hombre sino tabla. -
que siempre se ha identificado a Cupido. Para el siglo xv1 la Reden-
¿No sabéis que quien no habla
ción es el centro de la vida de Jesús y la prueba más clara de la mi-
dicen que no le oye Dios?»
sericordia y caridad de Dios. Es siempre un Dios de amor dispuesto (Visita de Amor, fol. 169r)
en todo momento a redimir al hombre de sus pecados. En Grego-
rio Silvestre el tema, como se advierte en su poesía sacra, es de ex- El poeta está tratando del silencio amoroso que un enamorado ex-
traordinaria importancia. Los versos. cesivamente cortesano ha llevado al límite. La dama se identifica con
Dios. Hasta aquí estamos en un mundo medieval. Los dos versos úl-
a ti digo, dios de amor:
perdónale tú, señor, timos, sin embargo, serían inimaginables en otro momento que no
que no se le entiende más fuera el de la primera mitad del siglo xv1. Silvestre está tocando
(fol. 100v) aquí, como quien no dice nada, el punto más controvertido de toda
la religiosidad del siglo xvi: el de la oración mental y su valor fren-
delatan el momento histórico en que se escriben. Son una parodia, te a la oral. Cupido y Venus están parodiando esta última. El poeta,
es cierto, de un texto evangélico (Lucas, 23, 24), pero de un deter- sin darse apenas cuenta, al incluir un concepto como éste en un pa-

minado pasaje gráto a unos hombres que se aferraban a todas aque- saje burlesco y al utilizar un impersonal («dicen»), está tácitamente
llas citas bíblicas que pudieran poner de relieve el concepto del poniéndose al lado del grupo de cristianos que defendían la reli-
«Dios de misericordia». En la misma línea están los versos en los giosidad interior. Silvestre advirtió este punto y por este motivo es-
que el poeta pide el amor de su dama: tos versos solo aparecen en las redacciones manuscritas de la obra.
En el impreso tuvo buen cuidado en sustituirlos por otros, en los
El corazón divino que toda huella de la primera versión ha quedado, prudentemen-
del más subido amor es abrasado te, borrada.5” No debieron ser ajenos a estos cambios los procesos
y mira que no es digno que desde 1555 incoaba Fernando de Valdés.
de ser menospreciado
el corazón contrito y humillado.
(fol. 314v)

ca, 1.2, q. 65-67). La caridad era la que permanecía, de acuerdo con San Pablo, Co- 56. Los versos en la redacción impresa son los siguientes (fol. 16gr):
rintios, Í, 13, 13.
55. Silvestre dedicó un soneto al tema («Si debe por verdad ser admitido», Dijo Amor: «No hay que parar,
fol. 361v), donde puede decir en un verso: «La fe sin obras, muerta, ¿qué aprove- sino que habéis de hablar,
cha?». Véase el comentario de Michel Darbord, La poésie religieuse espagnole des Rois importunar y pedir,
Catholiques á Philippe 1H, Centre de Recherches de l'Institut d'Études Hispaniques, y ojalá os quieran oír,
cuanto más galardonar.
París, 1965, Pp- 434-435:

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SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

6. FINAL No parece, pues, que el fino amor, como concepto, difiera dema-
siado del que alimentó por más de tres siglos el fuego amoroso de
Pero es hora de extender más la consideración, de generalizar tras los trovadores. Sin embargo, es difícil que un signo pueda perma-
estos ejemplos particulares. necer inmutable, por más que ciertos condicionamientos históricos
El concepto fino amor, tal y como nos lo dejó determinado en favorezcan su pervivencia. El análisis de la religio amoris en la lírica
rancias coplas de pie quebrado Gregorio Silvestre, nos puede ser amorosa de Silvestre muestra de modo evidente que un signo viejo
muy útil para evitar confusiones terminológicas, como, por ejem- en apariencia es, en realidad, un signo nuevo.
plo, las que suscita amor cortés. No sabemos muy bien si su concepción
de fino amor corresponde a la teoría amorosa de los trovadores,
pero sí sabemos que no corresponde a la definición que da Lazar y,
en cambio, se aproxima bastante a lo que Lewis y Denomy enten-
dían como amor cortés. Como en la actualidad ya resulta imposible
servirnos de este último término sin provocar la confusión o las iras
de tirios y troyanos, sería conveniente utilizar fi no amor para refe-
rirnos a toda expresión del amor en los siglos » XVI y XVII —y si se
quiere, en la Edad Media— que cor responda a la definición de Sil-
vestre, puesto que tanto el término com u -pción pertenesecen a a
su momento histórico ' y no se trata de una invención de la crítica.
Esta especialización del término nos permite distinguirlo de otras
corrientes amorosas; como la petrarquista o la neoplatónica, aun-
que éstas muestren algunas concomitancias con el fino amor, que a
su vez también presenta puntos de contacto con el amor mixto o
humano. Resulta muy complejo determinar las causas por las que
una concepción amorosa como la del fino amorse mantuvo en la lí-
rica de los siglos XVI y XVII y con claro predominio sobre el amor
neoplatónico. Es evidente que el fino amor, como convención lite-
raria, solo puede darse en unos determinados tipos de sociedad
con normas muy estrechas y distintas para ambos sexos y, a su vez,
muy refinadas; sociedades, en definitiva, en donde la poesía cum-
ple una función pública sumamente importante. Y hay que reco-
nocer que en una sociedad en la que el espécimen poético es habi-
tual, abundante y prolijo, amante de la dialéctica amorosa, de la
casuística escolástica y del conceptismo alambicado, la vieja tradi-
ción provenzal ofrecía una veta más rica de sutilezas temáticas y ex-
presivas que el petrarquismo —tan afín, por lo demás— y, desde
luego, que el neoplatonismo.

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