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Ignacio Arellano Ayuso
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11/10/2018 A un nariz [comentario del texto] / por Ignacio Arellano Ayuso | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Los títulos de los poemas del Parnaso parecen en su mayor parte debidos a
González de Salas, el editor, de manera que no vamos a tomarlos muy en cuenta, aunque
a veces son bastante significativos. Este mismo epígrafe que reza «A un nariz» (otros
testimonios leen «A un hombre de gran nariz», «A un narigón», etc. (etcétera)) nos pone
en la pista del tema, esto es, un figura narigudo.
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11/10/2018 A un nariz [comentario del texto] / por Ignacio Arellano Ayuso | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
El tema pertenece, por otro lado, a una larga tradición de burlas a deformidades
corporales o rasgos caricaturescos, en especial a las relativas a grandes narices, como
recuerda en una nota González de Salas: «Los epigrammatarios griegos tropezaron
mucho en las narices grandes; y ansí fatigaron, con no poca agudeza a los narigudos
muchas veces. En el libro II de la Antología, cap. (capítulo) 13, se hallarán buen número
de epigrammas que prestaron el argumento a este, y conceptos también».
Es poema, por tanto, que incluye elementos de inspiración clásica. A pesar de las
fuentes clásicas Quevedo actualiza el tema integrándolo en el conjunto de motivos
característicos del XVII: por ejemplo, insertando los chistes sobre la calidad judía de
estas narices (otro tópico), según un mecanismo de adaptación que se da también en
otras composiciones quevedianas, y con otros temas. Otro tipo de adaptación del tema,
que deriva hacia la burla de tópicos líricos es el romance núm. (número) 684 «Celebra la
nariz de una dama», donde se pueden encontrar otra serie de metáforas con estructuras
análogas a la de este soneto:
promontorio de la cara,
pirámide del ingenio,
pabellón de las palabras,
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«Érase un hombre a una nariz pegado» es soneto muy comentado por los estudiosos
de Quevedo, sin duda por su valor paradigmático: el arte del concepto como relación
alcanza aquí su máximo exponente (Lázaro Carreter).
Sin embargo no siempre ha sido bien entendido este valor paradigmático -que
efectivamente lo tiene.
Sin entrar ahora en una impertinente discusión crítica pondré solamente un ejemplo
de comentario desviado por el olvido de los códigos que he señalado anteriormente.
Maurice Molho, en un artículo dedicado a este soneto lo lee como una cosmogonía
antisemita. Para ello ha de interpretar el poema en sentidos ideológicos y simbólicos
(apelando al psicoanálisis cuando hace falta) sustentados en una estructura epigramática
que se organiza férreamente sobre chistes agresivos de un antisemitismo obseso. Molho
habla en su trabajo de estructura simbólica, sutil articulación, etc. (etcétera),
considerando un tipo de estructura agrupada en series simbólicas que componen al final
una especie de cosmogonía cuyo centro asediado, atacado y denunciado es el judío.
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Que tal estructura parezca a ciertos críticos muy simple, y se esfuercen en buscar
algo más es un problema de percepción anacrónica. La verdadera deficiencia está en
ignorar este modelo. El soneto está construido, pues, sobre un modelo vigente, conocido
y eficazmente operativo en el momento de su escritura. Esto no significa que no haya en
él motivos antisemitas, etc. (etcétera) Significa solamente que la estructura debe
estudiarse, lo mismo que los demás componentes, dentro del marco de referencias
adecuado.
De los catorce versos los doce primeros, con leves variaciones, pueden considerarse
doce proposiciones esticomíticas referidas todas al objeto de la burla (el hombre
narigudo o la misma nariz, identificados a efectos de la caricaturización). La anáfora con
érase, era, reiterada en once casos (excepto el verso 11) subraya este paralelismo
constructivo (la mayor parte de los versos se construyen efectivamente en paralelismo,
del que la anáfora es solo un componente llamativo) y la asimilación de todos los
miembros de la enumeración.
La unidad viene del referente común de las nueve metáforas que pueden distinguirse
(y alguna otra hipérbole no estrictamente metafórica): el narigudo/la nariz. En unos
casos (versos 1, 4, 5, 6, 7, 8, 12, 13) el referente sobre el que opera el predicado
metafórico es el narigudo; en otros (vv. (versos) 2, 3, 9, 10, 11) la misma nariz, con
alternancia poseedor/atributo.
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El resto de nuestro comentario consistirá en declarar verso por verso los conceptos
que construyen esta caricatura famosa del figura protagonista, conceptos que sin duda
apuntan a una variedad de motivos (los antisemitas de manera muy relevante) que
producen en conclusión un efecto de mezcolanza que la crítica ha subrayado como
integrante esencial del arte grotesco.
Los dos sustantivos sufren una recategorización (nótese lo que esto supone de
experimentación y juego lingüístico) y funcionan como adjetivos con valor metafórico,
al identificar la nariz (a través de otros fenómenos de metonimia) con un sayón
(«verdugo de Cristo») y con un escriba («doctor de la ley judía»). La base de la alusión
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11/10/2018 A un nariz [comentario del texto] / por Ignacio Arellano Ayuso | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
es el tópico de la nariz larga de los judíos, muy conocido en la época. En el Buscón, por
ejemplo, se designa perifrásticamente a los judíos como gente «que tiene sobradas
narices».
Desde otro punto de vista (aquí acierta Molho) comienza la caricatura grotesca al
iniciar la serie de equiparaciones de la nariz con seres y cosas heteróclitos: sayón, peje
espada, reloj de sol, alquitara, etc. (etcétera), en una acumulación no exactamente
caótica (hay un centro unificador, que es el referente, el objeto sobre el que gravitan
todas las comparaciones), sino grotesca.
El v. (verso) 4 continúa con una imagen gráfica, de fundamento visual, típica de los
géneros caricaturescos: el narigudo se identifica metafóricamente con un peje espada
muy barbado. La asimilación implica animalización del personaje, y añade nuevos
juegos dilógicos con barbas «apéndices pilosos» y «los cartílagos del pez». En otras
redacciones del poema se lee este verso «mal barbado»; quizá haya otro doble sentido en
peje «pez» y «hombre astuto»; quizá haya alusiones a la espada que puede llevar al
cinto, pero lo principal es la dilogía de barbado, «el que tiene barbas en el rostro» y
«pez dotado de aletas o cartílagos llamados barbas» que evoca por otra parte el largo
apéndice como la espada de un pez espada.
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Algo semejante habría que decir respecto de la metáfora siguiente que identifica al
sujeto satirizado con una alquitara pensativa. Molho advierte un valor alusivo a la
alquimia, lo que le conduce a una extensa divagación sobre otros simbolismos
herméticos y múltiples, dejándose, a mi juicio de subrayar lo principal: esto es, el valor
cómico de una nariz larga como el tubo de un alambique, retorcida y grotesca y además
goteante. Por el extremo del tubo de la alquitara sale el líquido destilado; por la nariz
gotea la mucosidad. Este elemento repulsivo, de la secreción corporal, pertenece al
territorio de la burla y la degradación caricaturesca, y tiene que ver con modelos
carnavalescos. No menos grotesca es la cosificación implicada en la imagen, que
complementa la animalización de la anterior: dos vías degradatorias bien conocidas en la
burla.
No es la única vez que utiliza el poeta estos motivos: escribe en el núm. (número)
728, vv. (versos) 19-20: «El narigudo oledor / que fue alquitara con ojos»; en el núm.
(número) 748, vv. (versos) 53-56: «nariz a cuyas ventanas / está siempre el romadizo /
muy juguetón de moquita/ columpiándose en el pico»; núm. (número) 803, vv. (versos)
53-56, etc. (etcétera)
patas arriba y aquel individuo por encima de la boca era un elefante porque su nariz era
tan grande como una trompa. A mi juicio la imagen del elefante patas arriba hay que
referirla al hombre completo no sólo a la nariz, cuyo correlato es la trompa.
Dos metáforas visuales continúan en los versos 9-10: espolón de galera y pirámide
de Egipto. Poco misterio tienen las dos, de carácter eminentemente gráfico,
acumulándose a otros términos de comparación de los diversos reinos de la naturaleza y
actividades humanas, en la vía de lo grotesco.
Ya tenemos pez espada, reloj de sol, alquitara, elefante, Ovidio Nasón, espolón,
pirámide... animales, cosas, seres de diversos campos que implican una visión desde
diversos puntos de vista, con asociaciones múltiples, una serie de líneas divergentes que
curiosamente vienen a coincidir en su referente: muestra de ingenio concentrar tantas
cosas disímiles en un centro al que todas expresan, por otra parte, con justeza, gracias a
la coherencia individual de cada uno de los conceptos que componen la definición
global.
De Egipto retorna a Judea y los motivos semitas: nueva insistencia sobre la nariz
judía al establecer en nueva hipérbole (verso 11): todas las narices de todos los
miembros de las doce tribus de Israel están concentradas en esta nariz o narigudo. La
misma expresión aparece en el núm. (número) 687, vv. (versos) 38-40: «con una nariz
de anchos / que a todos los doce tribus / los dejó romos y bracos».
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Conviene echar ahora una mirada a otras redacciones del poema, que algunos
estudiosos consideran más felices, sobre todo una de las versiones manuscritas que es la
elegida por Blecua en sus ediciones.
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«fuera más justo que lo fueran [esclavos] en todos partes los naricísimos, que traen las
caras con proas y se suenan un pece espada». En cualquier caso retengamos el valor
burlesco de la propia forma lingüística.
El v. (verso) 14 propone algunos problemas; ya Valbuena Prat veía en este verso una
concesión poco feliz al lector semiculto: Quevedo sabe que Anás nada tiene que ver con
el latín, pero ejerce una disociación caprichosa: a- nás «sin nariz», chiste «soso y frío».
También cree posible una mera alusión al Anás de la Pasión, de poco ingenio, a menos
que apunte a algún político, quizá a Olivares. Blecua cree poco original el chiste de
Anás, pero no explicita cuál sea ese chiste. Lázaro recoge la interpretación de Valbuena
y explica la hipérbole del verso: «tan descomunal era el apéndice que hubiera resultado
excesivo, delictivo, hasta en el rostro de un riguroso chato». Otros intérpretes lo
explican recurriendo al acusativo latino: a-nás derivaría de ad nasum «nariz sobre
nariz»; o advierten posibles juegos con el vocablo ana, medida de longitud y cifra que
los médicos ponían en sus recetas; o identificación Anás-Satanás por evocación
paronomástica... o alusión, en fin, a Olivares, que tenía poderosa nariz.
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11/10/2018 A un nariz [comentario del texto] / por Ignacio Arellano Ayuso | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
-y una metáfora muy propia también del idiolecto quevediano: garrafal, que se
aplica a las guindas de mayor tamaño (y a otras cosas caracterizadas por su gran
tamaño).
Los dos textos, en suma, tienen distinto potencial satírico y burlesco, y me inclino a
ver en ellos dos redacciones equipolentes.
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