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En la Columbia Británica, las autoridades decidieron sustituir la vieja prisión de Fort Alcan.

Había estado
en servicio durante centenares de años, pero se necesitaban unas instalaciones nuevas.

Cuando la nueva prisión estuvo terminada, los reclusos fueron trasladados al nuevo edificio y se los puso
a trabajar en el derribo de la vieja estructura. Entonces encontraron algo que los dejó atónitos.

Los muros de la vieja prisión no estaban hechos con acero, como todos pensaban. Estaban hechos de
papel y arcilla pintados para que tuvieran el aspecto del acero. Las puertas de las celdas eran de acero,
así como los barrotes de cinco centímetros de las ventanas. Pero las paredes eran solo arcilla y papel. Si
los prisioneros hubiesen golpeado la pared con una silla, podrían haber roto la pared. Pero el aspecto de
los muros los convenció de que la fuga era imposible.

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