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519-539
ISSN 1971-1093 (print) / ISSN 1971-1131 (online)
© 2011 eum (Edizioni Università di Macerata, Italy)
Myriam Southwell,
Nicolás Arata
Id. (coord.), La Educación en Argentina. Estudios de historia, Rosario, Ediciones del Arca, 1999; S.
Carli, Niñez, pedagogia y política, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2002; P. Pineau, Historia y política
de la educación, Buenos Aires, INFOD, 2009 (Serie: “Aportes para el desarrollo curricular”); M.
Caruso, Zum politischen Ort der Bildungsgeschichte. Bildungshistoriographie und Bildungspolitik
in Argentinien (1983-2008), en: Caruso, M., Kemnitz, H., Link, J. (coords.), Orte der Bildungsge-
schichte, Bad Heilbrunn/Obb., Klinkhardt, 2009, pp. 137-157.
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Ideas en contexto
«El pasado es otro país», afirma Eric Hobsbawm, y añade que el historiador
no sólo debe volver a él, sino que también debe confeccionar su mapa: «Pues
sin ese mapa, ¿cómo podemos seguir los pasos de una existencia a través de
los múltiples paisajes que le han servido de escenario, o comprender por qué
y cuándo tuvimos dudas y tropezamos…?»2. La imagen propuesta asocia el
quehacer del historiador con el de un cartógrafo del tiempo. Sin embargo, la
“claridad” de la metáfora, según puede advertirse, poco dice sobre la forma en
que los mapas del tiempo pueden ser confeccionados, ni las herramientas que
deben emplearse para tal fin. Este punto no resulta menor si, como advierte de
Certeau «Antes de saber lo que la historia dice de una sociedad, nos importa
analizar cómo funciona ella misma [en tanto] Vuelve posibles algunas investi-
gaciones, gracias a coyunturas y problemas comunes. Pero a otras las vuelve
imposibles…»3.
En el último tiempo, los trabajos historiográficos (y particularmente los que
vuelven sobre uno de sus aspectos específicos: la teoría de la Historia) han efec-
2 E. Hobsbawm, Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Buenos Aires, Crítica, 2002, p. 18.
3 M. Certeau, La escritura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 1993, p. 81.
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enfoques que, sin ser similares, admiten varios puntos en común. Véase, entre otros: J. Ranciére,
Los nombres de la historia. Una poética del saber, Buenos Aires, Nueva Visión, 1993; Certeau,
La escritura de la historia, cit.; R. Chartier, La historia o la lectura del tiempo, Barcelona, Gedisa,
2007.
5 Q. Skinner, Visions of Politics, Cambridge, Press Syndicate of the University of Cambridge,
2002.
6 J.A. Pocock, Virtue, Commerce, and History. Essays on Political Thought and History,
2007, p. 112.
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8 G. Didi-Huberman, Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Buenos
Miño y Dávila Editores, 1996. En aquél texto se compilaban una serie de trabajos que volvían so-
bre temas, enfoques y problemas muy diversos. Desde la dificultad para establecer periodizaciones
o para definir los problemas de la enseñanza de la historia, pasando por los problemas de la historia
cultural y social de la educación, hasta el incipiente interés que – desde entonces – mostraba este
campo de estudios por desarrollar una historia de la infancia, del curriculum o sobre el uso de libros
de texto como fuentes para el análisis del pasado de la educación.
APORTES PARA UN PROGRAMA FUTURO DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA 523
académicas son la cara visible de un proceso que ha cobrado nuevos bríos desde
la reapertura democrática en nuestro país. ¿Cuáles son sus principales caracte-
rísticas? Una primera mirada sobre la fisonomía del campo podría interpretarse
bajo el signo de la heterogeneidad en el origen historiográfico y, por ende, en la
diversidad de encuadres teórico-metodológicos que caracterizan a los distintos
grupos de trabajo que forman parte de aquél12.
Empero, si se asume esta caracterización como acertada, necesariamente de-
be ir acompañada de otra que, sin pretender demarcar con precisión los con-
tornos difusos que delimitan la producción de dicha comunidad académica,
distingue un elemento aglutinador de la producción del campo, originada en la
necesidad de otorgar perspectiva, volumen y profundidad a los debates educati-
vos nacionales. De esta tensión entre una tradición historiográfica inexistente13
– que funcionaría a modo de una fuerza centrífuga –, y la sobredeterminación
de lo político14 en la escritura de la historia educativa – operando como una
suerte de fuerza centrípeta que ocuparía el denominador común que atraviesa
la producción del área –, emerge una de las marcas distintivas del campo para
el período comprendido entre 1980 y 1990. Las diferentes expresiones de esta
tensión pueden recuperarse analizando la relación entre tradiciones intelectua-
les, posiciones político-académicas e intervenciones sobre la coyuntura política
del presente.
En efecto, se ha dicho que la historia es siempre historia contemporánea dis-
frazada. Incluso, desde la perspectiva de la historia cultural, se afirmó que los
escritos históricos nunca son abstractos: no sólo interpretan la evidencia, sino
que también representan una respuesta a los debates contemporáneos. Estas
intervenciones constituyen así, un diálogo permanente entre el presente y el
pasado. Pues bien, si este es un rasgo saliente de la producción historiográfi-
ca educativa argentina, la misma conlleva a interrogarse sobre las operaciones
metodológicas que sustentan y dan asidero a esta idea. Aún más: debería poder
rastrearse en estas modalidades de intervención historiográficas los fundamen-
tos que anuden la preocupación de quienes se especializan en el estudio del
pasado por iluminar las escenas y los conflictos del presente, así como constatar
la relevancia que estos estudios tuvieron en el campo más amplio de los debates
educativos (pues no alcanzaría con comprobar la naturaleza de sus intenciones
sin poder medir también el alcance de sus efectos). Como ya se señaló, para
ello sería pertinente relevar el contexto social donde se produjeron estas ideas y,
específicamente, el contexto intelectual donde las mismas se generaron15.
12 Desde esta perspectiva, se sostiene que el campo ha tendido a postergar el debate epistemológico
al tiempo que se produjo una suerte de expansión horizontal de abordajes y temáticas. Véase
Ascolani, Historia de la historiografía educacional argentina. Autores y problemáticas, cit.; Id., La
investigación reciente en Historia de la Educación Argentina…, cit.
13 Ascolani, Historia de la historiografía educacional argentina. Autores y problemáticas, cit.
14 Carli, La educación en la Argentina. Relatos sobre el pasado, narraciones del presente, cit.
15 Skinner, Visions of Politics, cit.
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Un momento historiográfico
16 Empleamos aquí la noción de tradición según Raymond Williams. Aquél discute la idea sostenida
por el marxismo clásico, donde la tradición era considerada «un segmento histórico relativamente inerte de
una estructura social» pasando a considerarla, por el contario, como «una fuerza activamente configurativa,
puesto que la tradición es en la práctica la expresión más evidente de las presiones y límites dominantes y
hegemónicos» (R. Williams, Marxismo y Literatura, Buenos Aires, Las cuarenta, 2009, p. 158). En este
sentido, la particularidad que rige a las tradiciones intelectuales a las que buscamos hacer referencia es a
un conjunto más o menos definido de ideas que pretenden conectar con el presente y ratificarlo. «En la
práctica, lo que la tradición ofrece es un sentido de predispuesta continuidad» (ivi, p. 159).
17 Una versión sintética sobre la configuración histórica del campo de producción de saberes
por primera vez en ediciones Pannedille precedida por un prólogo a cargo de Gregorio Weinberg. En
aquella oportunidad el período abordado tomaba desde 1880 a 1900. Luego, en 1984, publicado por
la CEAL ampliará el período hasta 1945. La última edición, corregida, fue publicada por el Fondo de
Cultura en el año 2003.
20 Para reconstruir la historia natural de la investigación de este libro, véase la entrevista al autor en
N. Arata, L. Ayuso, J. Baez, G. Díaz Villa, La trama común. Memorias sobre la carrera de Ciencias de la
Educación, Buenos Aires, Ediciones de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, 2009, pp. 267-292.
21 H.R. Cucuzza, De congreso a congreso. Crónica del primer Congreso Pedagógico, Buenos Aires,
22 El Congreso Pedagógico Nacional comenzó en abril de 1986 y estuvo en sesión hasta marzo
de 1988 y fue convocado por el gobierno de Raúl Alfonsín. En ese evento cifró sus esperanzas el
desarrollo de un proyecto educacional nuevo; sin embargo, ese evento puso fundamentalmente de
manifiesto la brutal interrupción que había significado la dictadura, desbaratando las experiencias
alternativas que venían realizándose, la producción teórico-conceptual pedagógica, el registro de
la información del sistema, las revisiones del canon clásico que era necesario reformar. Véase M.
Southwell, “Con la democracia se come, se cura y se educa”. Disputas en torno a la transición y
las posibilidades de una educación democrática, en: A. Camou, C. Tortti, A. Viguera (coords.), La
Argentina democrática: los años y los libros, Buenos Aires, Prometeo, 2007, pp. 307-334.
23 Un antecedente fue el trabajo de Hugo Biagini (1983) Educación y Progreso. Primer Congreso
Pedagógico Interamericano, Buenos Aires, Editorial Docencia. Este trabajo cuenta además con un
apéndice documental que repone algunos de los principales documentos elaborados en torno al
Congreso Pedagógico. Para la misma época, Gregorio Weinberg realizaba un estudio similar sobre
el debate mantenido en el Congreso de la Nación en torno al anteproyecto de ley que el Congreso
Pedagógico elevara al recinto. Véase G. Weinberg, Debate parlamentario Ley 1420, Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, 1984.
24 H.R. Cucuzza, El sistema educativo argentino. Aportes para la discusión sobre su origen y
primeras tentativas de reforma?, en: F.M. Hillert et al., El sistema educativo argentino. Antecedentes,
formación y crisis, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1985, pp. 103-136: p. 112.
APORTES PARA UN PROGRAMA FUTURO DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA 527
primera hipótesis – con rango de tesis – que se desprende de estos trabajos fue
que la ley 1.420 no se ajustó estrictamente al proyecto de Nación conducido
por el Gobierno de Julio A. Roca y los sectores del liberalismo aristocrático
conservador, adoptándose – al menos para el ámbito educativo – «un modelo
burgués democrático con semejanzas al emplazado en los Estados Unidos del
siglo XX»25.
Si estos trabajos estaban preocupados por iluminar los debates del presente
recuperando escenas y polémicas sucedidas hacia fines del siglo XIX, otros pro-
curaron hacerlo efectuando un pormenorizado análisis de las herencias educati-
vas en la historia reciente de la educación argentina, ligadas al autodenominado
Proceso de Reorganización Nacional. El proyecto educativo autoritario. Argen-
tina (1976-1983) llevado adelante por investigadores de la FLACSO-Argentina,
fue un trabajo colectivo orientado a analizar el impacto de las políticas educa-
tivas de la dictadura militar en la evolución cuantitativa del sistema educativo,
en sus aspectos curriculares, y en relación al vínculo entre educación y aparato
productivo.
Más allá de que el herramental teórico empleado provino fundamentalmente
de campos afines a la historia – la política y la sociología de la educación – el
trabajo elaborado por Cecilia Braslavsky, Ricardo Carcioffi y Juan Carlos Te-
desco puede inscribirse dentro del registro histórico en tanto procura recons-
truir un período de la historia educativa argentina claramente delimitado. En
contraposición, podría señalarse que éste no reúne los requisitos necesarios
(por ejemplo, la distancia histórica mínima) para constituirse en un trabajo
propiamente historiográfico. Al margen de esta polémica, el análisis de estos
trabajos condujo a plantear que, como resultado de la implementación de un
conjunto de políticas autoritarias, la experiencia de la dictadura miliar dejaba
como legado un creciente nivel de segmentación del sistema educativo formal
juntamente con la existencia de circuitos paralelos por los que transitaban los
alumnos, fuertemente correlacionado con su origen socioeconómico26.
Estos trabajos señalaron como un modelo ligado a la educación común
construido en torno a la ley 1420 en las postrimerías del siglo XIX dio paso a
otro, cuya principal característica era la creación de circuitos socialmente di-
ferenciados. Esta segmentación, según los autores, fue trabajada en los planos
macropolíticos tanto como en los planos micropolíticos. En el caso de Cecilia
Braslavsky, a este trabajo le sucedió otro, en sintonía con las preocupaciones
por pensar la segmentación y desarticulación de los sistemas educativos, aun-
que tomando distancia de lo que ella misma denomina las versiones y «pro-
puestas apocalípticas» (ibid.).
El trabajo que cierra este conjunto de obras, proviene de otra explanada teó-
rica. El libro de Adriana Puiggrós Sujetos, disciplina y curriculum en los oríge-
nes del sistema educativo argentino (1885-1916)27 se preocupó por reformular
algunos de los problemas centrales en torno a la constitución del sistema educa-
tivo moderno argentino. La perspectiva propuesta por la autora introdujo una
serie de categorías originales en la historiografía educativa argentina. Como
anuncia su título, este trabajo recuperó el lugar de los sujetos así como la de sus
múltiples posiciones de enunciación en el campo de las luchas pedagógicas des-
de fines de siglo XIX. Sin embargo, en esta oportunidad, la escena elegida para
reconstruir este proceso no fue el debate de la ley 1420 sino las expresiones
disidentes de un representante del normalismo argentino: Carlos N. Vergara28.
El recurso Vergara como estrategia de interpelación sobre los hechos y con-
ceptos fundamentales del pasado educativo argentino no se agotaba en fustigar
una determinada modalidad de escritura de la historia. Más bien, una de las
hipótesis estructurantes de este trabajo fue pensar conjuntamente las posiciones
pedagógicas hegemónicas y su relación con las alternativas que se gestaron a
su sombra. La narración que propone Adriana Puiggrós no se inscribe en esas
biografías de destino, monolíticas, acabadas; más bien propone una donde la
vida se traza como trayectoria, como proyecto, atravesado por lo azaroso. Para
hacer inteligible estos acontecimientos, la caja de herramientas empleadas in-
cluyó los trabajos sobre rituales de Peter McClaren, la discusión con la socio-
logía histórica y la apertura a una lectura de la historia de la educación a partir
de categorías psicoanalíticas, entre otros.
En suma, el trabajo de Puiggrós, centrado en el estudio del currículum nor-
malista y de los sujetos que encarnaron sus posiciones, indagó los discursos
y los rituales de la escuela normalizadora. Pero lo hizo desde una perspectiva
que privilegiaba las modalidades alternativas de apropiación de los pedagogos
democrático-radicalizados, más influidos por el activismo y la liberalización
de los vínculos pedagógicos. La autora, interesada en ofrecer claves para la
construcción del conjunto de preocupaciones del campo de experiencias pe-
dagógicas de la tradición inscripta en el campo nacional y popular presentó la
pedagogía como un espacio de luchas donde diferentes tendencias pedagógicas
27 Esta obra inicia un proyecto colectivo bajo la dirección de la autora, denominado Historia
los debates del sistema educativo argentino fue el trabajo de Delia Etcheverry donde se buscaba
rescatar la figura de los maestros que, desde diferentes inserciones y perspectivas, habían adherido
al escolanovismo. Véase: D. Etcheverry, Los artesanos de la enseñanza moderna. La lucha por la
libertad creadora en la escuela argentina, Buenos Aires, Ediciones Galatea Nueva Visión, 1958.
APORTES PARA UN PROGRAMA FUTURO DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA 529
Manuel H. Solari, como un ejemplo acabado de modelo historiográfico que promovía una mirada
ingenua sobre los procesos educativos, presentando la historia como un repertorio de ejemplos y
lecciones.
30 Martín Legarralde establece un contrapunto con la tesis de Juan Carlos Tedesco cuando
afirma, en relación a la función asignada a los colegios nacionales. Los mismos, según Tedesco,
habrían funcionado como difusores de una ideología liberal porteña, apoyando la intención del
liberalismo de Buenos Aires. Sin embargo, si seguimos la evolución de la política nacional a lo
largo del período 1863-1890, puede constatarse que la hegemonía del liberalismo porteño termina
en 1868. Luego, una liga de élites provinciales del interior logra ocupar el poder nacional de
manera durable. Esa liga es tributaria de la acción del Colegio de Concepción del Uruguay (allí
se formaron muchos de sus miembros). La creación de colegios nacionales dependía del Poder
530 MYRIAM SOUTHWELL, NICOLÁS ARATA
Tiempo presente
Ejecutivo Nacional, y no se detuvo en todo el período (de hecho, se intensifica después de finalizada
la presidencia de Mitre). Por ello, puede afirmarse más claramente, que los colegios nacionales
permitieron un proceso de unificación, de producción de códigos de comunicación comunes entre
las élites del interior, que no necesariamente difundieron la ideología liberal porteña, pero que
se apoyaron en un consenso liberal extendido. Para ampliar este análisis ver M. Legarralde, La
fundación de un modelo pedagógico: los colegios nacionales entre (1862 y 1887), «Propuesta
Educativa», 10, 21, 1999, pp. 38-42.
31 En efecto, afirmar que el campo de intervención es lo que define la practica del historiador y
no un objeto formal científicamente establecido es, por lo menos, objeto de una polémica. Ignacio
Lewkowicz afirma que, mientras la comunidad de historiadores ha negado en reiteradas oportuni-
dades el viejo ideal de cientificidad establecido para la historia (afirmando que en realidad lo que se
a desintegrado no es el ideal sino las estrategias para llevarlo a cabo), Lewkowicz afirma que «no
hay posibilidad formal de que todo el campo (ese todo el campo que se nos ofrece ideológicamente)
sea tomado exhaustivamente, sin impasses violentos, por las mismas categorías. No hay posibili-
dad de que el campo, el supuesto objeto, quede definido por una propiedad formal integradora»
y concluye afirmando que «no existe una lógica única para la integridad del objeto pasado» (M.
APORTES PARA UN PROGRAMA FUTURO DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA 531
expansión del campo sobre la que se hacía mención al comienzo de este artículo
se produce en un creciente contexto de dispersión y ausencia de debate sobre
los presupuestos con los cuales se escribe la historia de la educación argentina.
Un mirador desde donde contemplar esta caracterización del campo, es la
publicación de los anuarios de la Sociedad Argentina de Historia de la Educa-
ción. El Anuario de la SAHE es el principal órgano de difusión de las ideas y
los trabajos sobre el quehacer historiográfico educativo argentino. Desde su
primera edición, en 1997, este espacio fue concebido como una «publicación
académica que posibilite la difusión acerca de la investigación en historia de la
educación»32. Como revista académica, el Anuario dio lugar a la publicación de
resultados de investigaciones nacionales así como a publicar trabajos de otros
países (fundamentalmente España y Brasil y, en menor grado, Chile)33.
Un análisis temático de los trabajos presentados puede ayudarnos a definir
algunas características generales. En primer lugar, puede mencionarse, reafir-
mando el problema en torno a la escasa producción sobre historiografía educa-
tiva que, sobre un total de 57 artículos, sólo seis se han dedicado al estudio de
problemas relativos a esta temática. De ellos, sólo cuatro han sido realizados
por colegas argentinos, mientras que los dos restantes fueron elaborados en
otros países.
La elección de los períodos de trabajo puede ofrecernos información sobre
las áreas temáticas abordadas por los historiadores de la educación en argenti-
na. Sobre un total de 48 artículos revisados, sólo uno se inscribe en el período
de la colonia y apenas cinco estudian aspectos ligados a la educación duran-
te el periodo independentista y de organización nacional (1810-1880). Casi
el 70% de los estudios se interesan en historiar aspectos relacionados con el
sistema educativo, desde la organización de los estados modernos hacia fines
del siglo XIX hasta pasada la segunda mitad del siglo XX. En menor medida,
un conjunto de trabajos vuelven sobre aspectos ligados a la historia reciente,
ascendiendo a un total de nueve artículos. De ellos, la gran mayoría deposita
su interés en acontecimientos educativos sucedidos durante la última dictadura
militar (1976-1983).
En cuanto a las perspectivas metodológicas a través de las cuales se efectuan
los abordajes, puede constatarse que apenas tres trabajos proponen alguna mo-
dalidad de acercamiento propia de los estudios comparados; cuatro recuperan
Campagno, I. Lewkowicz, La historia sin objeto y derivas posteriores, Buenos Aires, Tinta Limón,
2007, pp. 32-33). Por ende, «lo que delimita el campo depende de la potencia y de la estrategia de
cada intervención y ya no del principio de unidad del objeto. Cada intervención de la práctica histo-
riadora determina qué prácticas son relevantes para su análisis, constituye las situaciones singulares
con las que opera, de acuerdo con la estrategia que le es propia» (ibíd., p. 35).
32 E. Ossana, Prólogo, «Anuario de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación», 1, 1997, p. 15.
33 En sus 8 ediciones se han publicado un total de 57 artículos de origen nacional (76%) y 18
extranjeros (24%) Estamos dejando deliberadamente afuera el anuario número 9, por ser el único
que presenta características disímiles a la modalidad de convocatoria – una selección de autores que
presentaron trabajos en el CIHELA – así como al origen de los artículos – ponencias de congreso).
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Vacancias
«No se que quiero, pero se de que huyo» afirmaba el historiador de las ideas
Oscar Terán. Tal vez sea este el signo que permita comprender una tendencia
predominante en la producción historiográfica educativa argentina. En efecto,
el curso de la escritura colectiva de la historia de la educación argentina expresa
una serie de dificultades para establecer conexiones entre el campo de estudios
y las tradiciones intelectuales con sus modos específicos de preguntar. Un pen-
samiento en huida revela por un lado, la insatisfacción respecto a privilegiar
un relato centrado en el Estado y en la educación formal y, por el otro, con la
APORTES PARA UN PROGRAMA FUTURO DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA 533
investigación asociadas a este campo en universidades que no contaban tradicionalmente con estas
líneas de investigación.
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de Argentina), publicada desde 1881 ha sido una publicación de amplia cobertura en todo el país,
que brindaba la posición oficial sobre los aspectos a desempeñar dentro de la escuela, pero también
APORTES PARA UN PROGRAMA FUTURO DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA 535
otras obras de difícil acceso, emprendida por el proyecto MEDAR39 con sede
en la Biblioteca Nacional del Maestro son valiosas, aunque no alcanzan para
responder al problema que pretendemos dejar enunciado aquí.
El drama del archivo y la desprotección del patrimonio histórico-educativo
se manifiesta, entre otros aspectos, en la inexistencia de hemerotecas o archi-
vos públicos medianamente nutridos, más allá de los que se encuentran en la
Ciudad de Buenos Aires y en algunas capitales provinciales. Los reservorios
archivísticos de las ex Escuelas Normales están comenzando a sistematizarse, lo
que pondrá a disposición de investigadores verdaderos tesoros del normalismo
argentino.
La situación que relatamos, está severamente agravada por otro hecho, vin-
culado con la venta indiscriminada de fuentes primarias al exterior o por la de
depredación de los acervos. La ausencia de una legislación efectiva o – lo que es
tanto más preocupante – las dificultades en su implementación, que resguarde
los archivos privados son por demás elocuentes. A modo de “ilustrar” este fe-
nómeno, mencionamos como en el transcurso del 2009, uno de los principales
coleccionista privados de fotografías escolares de la Argentina, vendió toda su
colección a Europa. Otro caso de similar tenor, allegados a la biblioteca del ex
Diario “La Razón”, desguazaron dicho acervo vendiendo los libros por “al pe-
so”. Allí podían encontrarse primeras ediciones firmadas por Olga Cossettini,
José Berrutti o Rodolfo Senet.
Una política de archivo que no solo procure la preservación de sus acer-
vos, debería además desplegar una intensa actividad de difusión de algunas de
sus obras fundamentales. La ausencia de recopilaciones de fuentes y ediciones
críticas es más un problema de política editorial que económico. Contar con
una edición comentada de La Maestra Normal de Manuel Gálvez o de la obra
del maestro Iglesias, recientemente fallecido, constituirían aportes valiosos. Los
trabajos de Julio Barcos esperan una reedición que nos permita acercarnos al
pensamiento anarquista en materia educativa: «Como educa el Estado a su
hijo» constituiría una obra clave para encarar nuevos debates sobre el rol del
Estado.
Como producto de esta suma de dificultades, cada investigador/a local tiene
por delante el doble trabajo de ir reuniendo en forma personal la documen-
tación, acudiendo a una afanosa búsqueda en librerías de viejo o en ferias de
libros usados. En ausencia de instituciones públicas que capitalicen sistemática-
mente estos acervos, cada investigador debe recomenzar una y otra vez desde
cero, con el sólo auxilio de un puñado de esforzadas iniciativas – muchas veces
ajenas a la órbita estatal40.
asociados a la educación durante el período de Rosas, son sólo tres temas de los
aún tantos que faltan explorar.
A modo de cierre
Bibliografía
Myriam Southwell
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tècnicas (CONICET)
Universidad Nacional de La Plata (Argentina)
myriamsouthwell@msn.com
Nicolás Arata
Programa APPEAL-IICE
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (Argentina)
nicolasarata@yahoo.com.ar