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Joven nación campesina, ave malherida, soñando creíste tocar los límites del cielo, cultivar
en tus campos la semilla amorosa de la vida. Hoy tus hijos luchan, codo a codo, por
recuperar la gloria que te han robado, el oro y los ríos de tu alma soñadora; hoy te sufren
unidos bajo una sola llama, ondean tu bandera para secar tus lágrimas. Hoy tus paisajes
lloran, la cólera de tu tierra morena arrecia, y las personas honradas que te aman, sin
importar clase social, marchan clamorosas hacia el horizonte, entonando himnos y arengas
Por años, cuadrillas del mal han sembrado el temor y el pánico en tus tierras sagradas, pero
hoy, mientras hay aliento, los indignados, tus "águilas caudales", tus hijos, tus nietos
concentradas alrededor de la Bomba del Amparo, con sus pancartas llenas de ingenio y
originalidad, algunos de ellos bailan, otros van con la bandera de Colombia boca abajo
(como símbolo de indignación y resistencia) sobre sus espaldas amuralladas. Caminan por
la avenida con una cadencia hermosa bajo el sol ardiente del mediodía. -“Hace qué cule
sol”, “qué hijueputa calor”, “qué hijueputa calor, pero más hijueputa es el presidente de la
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Es sabido que en la historia de las manifestaciones nunca ha faltado la música para motivar
Marsellesa y lo mismo ocurre con nuestra independencia, que se hizo a punta de música; en
revoluciones más recientes como la Guerra Civil Española, los españoles cantaban
enardecidos: Cara al sol /con la camisa nueva/ que tú bordaste en rojo ayer. Quizás por
esta razón, sin saberlo, algunos llevan instrumentos musicales y tocan ritmos divinos que
hacen de la movilización una danza para el alma. Hay un negro poderoso que lleva un
tambor terciado a un costado y entonces retumba una música ancestral por toda la calle,
transita a través del viento rumoroso que viene del mar. Parece un ritual: suenan las gaitas y
los tambores, y es como si el destino histórico del país estuviera siendo tejido por esa
melodía maravillosa.
con autorización para delinquir, mira la movilización con enojo y despotismo. Esperan la
orden de los superiores para atacar con sus cañones de muerte. Esperan apagar la palabra
sensible y sonora con sus decrepitas voces. Aunque aquí la cosa marche sin mayores
diecisiete años en un CAI, en Pereira asesinaron con sevicia a Lucas, un pelao´ alegre y
carismático, un ser bello que solo quería la construcción de país íntegro a partir del diálogo
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y la reflexión. En ese triste y enfermo devenir, muchas madres hoy siguen esperando que
sus hijos regresen a casa; muchas de ellas hoy forman parte de la primera línea, mujeres
aguerridas que luchan por la justicia, el bienestar y los derechos constitucionales de sus
hijos. Otras lo hacen desde casa, desde sus trabajos, desde sus corazones.
Al caer la noche, en algunas ciudades del país, el infierno se abre, las calles y avenidas se
vuelven un campo de batalla, árido y agreste; los postes y árboles son trincheras contra las
bombas aturdidoras y los gases lacrimógenos, contra las balas y los chorros de agua
lanzados a presión por macabras tanquetas. El gobierno del mal, patrocinado por el centro
demoníaco, envés de proponer una mesa de concertación nacional con los colombianos de a
pie, hostiga con todo su poder ofensivo la movilización, violenta la naturaleza pacífica de la
protesta. Los medios de comunicación tradicionales, por su parte, venden una imagen
la población, hacerle creer a los más ingenuos que los estudiantes, jóvenes, indígenas y
todo el que apoye el paro son el mal que turba la tranquilidad y la “estabilidad financiera”
de Colombia.
Hoy lloran los paisajes, el verde de la tierra sangra, los ríos y mares han enmudecido su
canto primigenio, ya los pájaros no entonan baladas de amor, sino el blues, la tristeza de los
árboles solitarios. Así premias, ¡oh democracia!, a los mejores de tus hijos, con óleo de
sangre los unges, los vistes de escarnio y los paseas ceñidos con los cascabeles de los locos.
A quien solo tuvo para ti la palabra de miel, tú le contestas con la voz del agravio; a quien
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Un amigo desde la Argentina, me llamó bastante preocupado por la situación política
algo notable ante tantas adversidades, como si se tratase de una prueba del destino, de
reconocer lo que se es real. Por ello, resulta comprensible que la gente quiera movilizarse
por algo que consideran justo y necesario. En lo personal, no desmerito las movilizaciones,
son actividades que, en lo que respecta a su naturaleza, se mantendrán vivas como las ideas.
Por otro lado, en Colombia hemos imitado todo, hemos vivido adoptando esquemas
foráneos, viviendo una especie de mimetismo cultural que distorsiona toda nuestra
identidad colectiva. Como consecuencia de ello, no existe una relación armónica entre
“Claro que es triste y doloroso”, pienso sin contestarle nada, sin saber qué responder, y